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Tabla de contenido

Aspectos generales ............................................................................................................ 2


La Definición de Renta ..................................................................................................... 2
El concepto Teórico .......................................................................................................... 3
Las Ganancias de Capital .................................................................................................. 9
Alternativas para su tratamiento impositivo - Consecuencias .......................................... 11
Las ganancias de capital en los inmuebles en Argentina .................................................. 12
Las rentas según origen ..................................................................................................... 14
El Impuesto Dual a la renta ............................................................................................... 15
Alícuotas progresivas o proporcionales ............................................................................ 18
Tasa proporcional o Flat Tax ............................................................................................ 20
Las rentas fluctuantes o irregulares ................................................................................... 23
Sistema de promedios móviles .......................................................................................... 24
La Compensación Fiscal de Quebrantos ........................................................................... 27
Los Gastos Deducibles de la renta bruta ........................................................................... 28
Las Depreciaciones como gasto deducible ....................................................................... 31
La renta neta imponible - Las Deducciones Personales .................................................... 35
Otras deducciones ............................................................................................................. 37
La definición del contribuyente ........................................................................................ 37
El caso de las personas físicas ........................................................................................... 37
La unidad contribuyente en Argentina Ley 27.430 ........................................................... 40
El tratamiento del Impuesto a las ganancias en las sociedades comerciales..................... 40
El enfoque absolutista ....................................................................................................... 42
El enfoque integracionista ................................................................................................. 43
Estructura del impuesto de sociedades .............................................................................. 48
Un resumen de efectos económicos .................................................................................. 49
Efectos de la inflación ....................................................................................................... 49
Efectos sobre la equidad vertical....................................................................................... 49
Efectos sobre la equidad horizontal .................................................................................. 50
Alícuotas del impuesto en Argentina ................................................................................ 51

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5. Aspectos generales
El impuesto a la renta personal constituye una de las principales fuentes de ingreso para la mayoría
de los fiscos, especialmente en el caso de las naciones más desarrolladas. Sin lugar a dudas,
puede decirse que es uno de los gravámenes que más influye en las decisiones de los agentes
económicos en cuanto a sus elecciones entre ahorro e inversión o entre trabajo y ocio, pudiendo
generar en consecuencia situaciones de exceso de carga, por sus importantes efectos sobre las
decisiones económicas de las personas sujetas al gravamen.
Por otra parte, la naturaleza personal del impuesto y en consecuencia, la posibilidad de adecuar la
carga fiscal a la situación individual y familiar del contribuyente a través del sistema de deducciones y la
aplicación de alícuotas de tipo progresivo, hacen del gravamen la figura más idónea para conformar
un sistema tributario acorde con los deseables propósitos de equidad en la distribución de los costos
de la actividad del Estado entre los ciudadanos, convirtiéndolo en un poderoso instrumento para
modificar la distribución del ingreso.
El impuesto personal a las renta ha sido objeto de continuas discusiones y controversias, por
parte de los contribuyentes como en el ámbito académico. Ello se debe a la complejidad de su
implementación y fiscalización, las dificultades de definir el concepto de renta, la unidad contribuyente,
el tratamiento de las ganancias de las empresas, las deducciones personales y por cargas de familia,
los incentivos fiscales, el grado de progresividad, los efectos de la inflación sobre los beneficios etc.,
constituyen diferentes aspectos y grados de dificultad que serán tratados en este capítulo.
La Definición de Renta
Una de las primeras y probablemente más complejas cuestiones a considerar, cuando se analiza la
estructura de un impuesto cuyo objeto es alcanzar la renta o ingreso de las personas, es la definición de
la materia imponible, atento a que el concepto necesariamente habrá de diferir que se entiende por
renta o beneficio resultante de una actividad económica, en las cuentas nacionales o la contabilidad
empresarial, por ejemplo. Ello es así, por cuanto lo que interesa definir es un concepto de política
social, relativo a la distribución entre los ciudadanos, de la carga impositiva asociada al financiamiento
del presupuesto público, antes que una variable estadística o de medición de rentabilidad desde
el punto de vista privado.

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El concepto Teórico
Desde un enfoque esencialmente teórico, la definición debería tener en cuenta que las personas
disponen de un mayor nivel de bienestar económico –o capacidad de pago- no solo a través de los flujos
monetarios, o en especies, que percibe un sujeto en el período considerado como retribución por
su participación en el proceso productivo, sino además la renta por revalorización de los activos
poseídos debiendo también incluirse la renta imputada susceptible de ser atribuía a los activos
que conforman su patrimonio.
Es decir, que a los fines de cuantificar la variable que tradicionalmente se ha entendido como que
representa más cabalmente el nivel de bienestar económico -y la capacidad contributiva- de las
personas, deberían computarse además de los ingresos percibidos por salarios, intereses,
beneficios empresariales etc., la ganancia -realizada o no- que proveniente de los cambios en el
valor de los activos incrementa la riqueza del contribuyente. Del mismo modo deben ser considerados
aquellos conceptos que, como el valor locativo de la casa habitación se corresponden con
la renta -imputada- que generan los activos poseídos y de la cual evidentemente se apropia su dueño en
lugar de ser objeto de una transacción de mercado.
La idea subyacente, es que toda forma de afluencia a la riqueza neta del contribuyente,
configura una expresión de capacidad contributiva y como tal debería ser computada dentro de la
base imponible de un impuesto como el que acá se analiza. En este enfoque merecen la misma
consideración, es decir debieran ser incorporados en el cálculo, tanto i) los ingresos normales o
esperados, como los inesperados o aleatorios, ii) los permanentes o regulares, como los
resultantes de hechos o circunstancias fortuitas, iii) los provenientes de la participación en el
proceso productivo como aquellos cuya percepción es independiente de las acciones o
decisiones de su titular, y con prescindencia de si se aplican al consumo o se destinan a
incrementar el patrimonio o capital del contribuyente.
Conforme este punto de vista, teniendo en cuenta los usos o destinos posibles de la renta
disponible o neta de los gastos incurridos para su percepción de un contribuyente puede
arribarse a la siguiente relación o ecuación de la renta:
RN= C + Δ W, Donde
R = Renta Neta

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C= Consumo
Δ W= Variación positiva o negativo del patrimonio.
Renta que va a consumo + incremento patrimonial – gastos para obtención de renta
De este modo resulta posible definir la renta a los fines de su imposición como la suma de los dos
conceptos señalados: i) el consumo cualquiera fueran sus formas y ii) los incrementos o
disminuciones patrimoniales del contribuyente en el transcurso de un determinado período de tiempo,
que como se verá más adelante, se denomina ejercicio fiscal.
Desde el punto de vista de aplicabilidad, el concepto de ingreso amplio o comprehensivo impone
ciertas complicaciones. En lo que dice relación con la componente de consumo, las dificultades para
observar esta variable son importantes aunque menos significativas que las involucradas en la
componente de la variación de riqueza de una persona. Observar con precisión el valor patrimonial
inicial y final de una persona ya puede encerrar complejidades, luego las posibilidades prácticas de
monitorear esas variables para miles o millones de contribuyentes resultarán más bien remotas. Han
sido numerosos los trabajos de los hacendistas para llegar a un concepto de renta y su operatividad
fiscal.

El concepto de renta para esta escuela es el más amplio, toda vez que considera como Renta a
la totalidad del enriquecimiento de una persona dentro de un determinado período. Esta teoría
abarca dentro del concepto de renta, los ingresos de ganancias ocasionales o eventuales y las
‘ganancias de capital’ pero, abarca también los aumentos del patrimonio derivados del juego así
como de herencias, legados y donaciones. Por su parte, el alemán Schanz define dentro de esta
teoría del incremento del patrimonio neto, a la renta como: El incremento neto del patrimonio en un
período determinado incluyendo los beneficios y rendimientos remunerados por terceros… incluye
todos los provechos, beneficios, servicios valuables, regalos, herencias, legados, ganancias de
lotería, anualidades de seguros, ganancias especulativas y todo tipo de intereses por préstamos y
ganancias de capital.
Otro autor que confirma la idea es Garelli al definirla como la “riqueza total, producida durante un
período de tiempo que representa una acción neta del valor en el patrimonio original del propietario
renta igual a consumo más el incremento patrimonial”.

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A partir de lo expuesto, resulta necesario precisar el alcance del concepto e indagar acerca de
los elementos señalados como componentes o integrantes de la renta, refiriendo a las formas
alternativas que pueden asumir. En ese sentido, en relación al variable consumo no pueden dejar de
precisarse por lo menos las siguientes formas o maneras en que puede asumir:
- La adquisición de bienes y servicios en el mercado.
- La apropiación de bienes de propia producción (autoconsumo)
- El valor de servicio de bienes de consumo durable
En relación a la manifestación de consumo referida en primer término, seguramente no caben
demasiadas aclaraciones, en el sentido de que puede decirse que es quizá la manera más habitual
en que las personas satisfacen sus necesidades, además de no ofrecer en principio mayores
dificultades su cómputo. Probablemente el único aspecto de interés -desde un punto de vista teórico-
lo presenten los consumos asociados a retribuciones en especies que pudiera recibir el
contribuyente por parte de su empleador, en lo que respecta al criterio aplicable para su valoración.
La situación que se presenta cuando una persona cubre sus necesidades de consumo
produciendo para sí mismo y al margen de una transacción de mercado, (autoconsumo), categoría
que comprende desde las flores del jardín, hasta la reparación de su propia vivienda, reviste de
alguna complejidad a la hora de su determinación, habida cuenta que se trata de formas de difícil
detección y de no menos complicada solución, al momento de valuar los bienes y servicios de que se
trate.
Tal como puede apreciarse, el concepto precedentemente expuesto prescinde de
consideraciones en torno a si la riqueza que fluye hacia el contribuyente y que debe ser objeto del
gravamen, se refleja en transacciones monetarias como el resultado de operaciones de mercado o si
se trata de actividades o hechos económicos que no implican movimientos de medios de pago, con
la consiguiente dificultad para la valoración del consumo que no implica transacciones monetarias,
como es el caso del autoconsumo agrícola, remuneraciones en especie, los servicios proporcionados
por los bienes duraderos tales como la vivienda, el uso del automóvil, o la valoración del consumo de
ocio, que conduce a la imposibilidad práctica de gravarlo, favoreciéndolo en relación a los ingresos
provenientes del trabajo.

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Bajo una elemental noción de equidad (horizontal), no caben dudas de que estas
manifestaciones de consumo que tienen la misma naturaleza que cualquier otra, merecen el mismo
tratamiento, es decir deben ser consideradas. De otro modo, mientras que la porción de los ingresos
que una persona debe destinar a pagar a su mecánico, se encuentran alcanzados por el impuesto,
quien por sus habilidades puede reparar su automóvil por sus propios medios “pagándose a sí
mismo” no lo estaría; con lo cual habría de producirse una evidente discriminación en contra de las
personas con una marcada especialización en sus aptitudes o habilidades, frente a otras que son
capaces de proveerse por sí mismo de una parte significativa de lo que necesitan consumir.
El valor de servicio de un bien de consumo durable, categoría que comprende por ejemplo la
casa habitación o del propio automóvil y que corresponde señalar como quizá el más relevante,
constituye una forma o expresión de consumo que no puede dejarse de lado, si lo que se pretende
es ajustarse del mejor modo posible a la estricta observancia del principio de equidad. En efecto, si
se considera que el consumo en vivienda es igualmente satisfecho por quien, siendo inquilino debe
contratar la locación a través de una operación de mercado -comprendida por lo tanto en el punto i)
referido- como por aquel que ocupa su propia casa, la conclusión inmediata es que ambas formas
son equivalentes y corresponde imputar como renta del propietario - ocupante, el valor locativo.

En lo que respecta al otro término de la ecuación de la renta presentada, o sea las variaciones
patrimoniales ocurridas en el transcurso de un determinado lapso de tiempo, debe advertirse que
también pueden manifestarse de distintas maneras. Dicho de otro modo, existen diversas causas o
motivos que explican las modificaciones cuantitativas experimentadas por el patrimonio de una
persona a lo largo de un período.
En primer lugar una definición comprensiva de renta no puede desconocer que la riqueza neta -el
patrimonio- de una persona, habrá necesariamente de experimentar variaciones en su valor, como
consecuencia de modificaciones en sus precios relativos por el funcionamiento de las mismas reglas
del mercado, y/o ante la ocurrencia de procesos inflacionarios que alteran el valor real de los activos
financieros o de las deudas contraídas, ocasionando por consiguiente, pérdidas o ganancias. En
efecto, no sólo las pérdidas en el poder adquisitivo de los saldos en efectivo, derivados de los
cambios en el valor de la moneda generan quebrantos al contribuyente y como tal deben ser
computados, sino que también las transferencias de riqueza que se producen entre deudores y
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acreedores producen los mismos efectos y requieren de similar consideración.
Es el caso concreto de las denominadas Ganancias de Capital, bajo cuya designación quedan
comprendidos los aumentos o disminuciones -en términos reales - en el valor de realización de los
activos poseídos. Estas ganancias pueden aflorar con motivo de la venta del bien de capital, o
permanecer sin realizarse si éste no es objeto de transacción, concepto sobre el cual se volverá
posteriormente en este mismo capítulo.

Aún, cuando de algún modo puede afirmarse que el concepto descripto precedentemente
constituye una definición ideal de renta a los fines de una política social -y como tal puede decirse
que se corresponde con un concepto teórico- debe puntualizarse que por diferentes razones, tales
como las dificultades para determinar periódicamente el valor venal del patrimonio o la imposibilidad
de afrontar el pago por indisponibilidad de fondos cuando los activos revalorizados no fueron objeto
de una venta, no es el que se encuentra plasmado al menos en su forma pura, en la legislación
tributaria de los diferentes países. En el caso de Argentina solo las rentas obtenidas por sociedades
comerciales son definidas a los efectos del impuesto bajo un concepto de marcada aproximación al
referido en el punto anterior.
Antes bien, puede decirse que frecuentemente los distintos sistemas fiscales definen la renta a
los fines del impuesto como flujo de ingresos resultante de transacciones monetarias o de
pagos en especie, es decir, bajo un concepto un tanto más restringido o limitado y que usualmente
es referido como "teoría de la fuente" atento a las características que hacen a su definición.
Precisamente, éste que podría llamarse también el concepto fiscal de renta, parte en su
definición de un principio de separación de la renta de la fuente de donde proviene, como
condición para que la riqueza recibida por el contribuyente pueda ser objeto de la imposición
personal y progresiva excluyéndose en consecuencia aquellos ingresos que no reconozcan
una fuente en algún modo regular o estable que los genere.
Aquellos ingresos que no revisten esas características y que en la consideración del legislador
constituyen manifestaciones de capacidad contributiva, suelen ser objeto de gravámenes especiales
donde la adecuación de la carga fiscal a las situación individual el contribuyente aparece de un modo
más lejano – conformando por lo tanto, impuestos no estrictamente personales- como ocurre en el
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caso de los que recaen sobre las ganancias provenientes de los juegos de azar. En otros términos, y
haciendo referencia a lo que cabría asociar con la forma en que según la doctrina ha sido
tradicionalmente definido el concepto, cabe puntualizar como requisitos para que una corriente de
ingresos pueda ser alcanzada con el impuesto personal a la renta entre otros, los siguientes:
i. Que la renta provenga de una fuente, entendiéndose por tal el desarrollo de alguna
actividad económica vinculado al trabajo y/o capital, resultando en consecuencia excluidas las
ganancias obtenidas como fruto del azar.
ii. Que la fuente se encuentre destinada hacia el propósito de producir la renta -
concepto de habilitación de la fuente-; es decir no deben comprenderse aquellas que
accidentalmente pudieran ser obtenidas por el contribuyente al desarrollar una tarea, prestar un
servicio o afectar un bien al margen de su actividad habitual. En una descripción de los elementos
que configuran la denominada teoría de la fuente o del rédito producto, debe destacarse el
concepto de la periodicidad de la renta que puede ser real o potencial; su permanencia, lo
cual implica que debe quedar la fuente indemne luego de haber generado el producto y la
necesaria habilitación de aquélla. El concepto de periodicidad se vincula con la idea de
repetición de la ganancia o sea de un ingreso que se repite real o potencialmente en el
tiempo; esta periodicidad debe estar en relación con la naturaleza de la fuente y la intención
del sujeto de su habilitación en una relación causa-efecto.
iii. Que la obtención de la renta no comprometa la subsistencia de la fuente, o dicho
de otro modo que la fuente perdure al momento de apropiación de la renta, a partir de lo cual las
ganancias derivadas de la venta de activos que no constituyen el objeto de la explotación -no
corrientes- se consideran excluidas. Así las ganancias de capital no quedarían
comprendidas.
De lo que se deduce entre otras cosas, que el concepto se limitaría a tomar en cuenta sólo
aquellos ingresos susceptibles de una periodicidad que implique la permanencia de la fuente
que las produce y su habilitación, y resulten provenientes de transacciones de mercado, las
cuales no siempre tienen reflejo en movimientos de carácter monetario; tal como ocurre en el
caso de los pagos efectuados en especie o en las operaciones de trueque, situaciones que suelen
ser contempladas por las legislaciones y que generan problemas tanto en cuanto a su detección
como al momento de establecer su valor. Es el caso que con frecuencia se presenta cuando los
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directivos de empresas de cierta envergadura son retribuidos, no solo con los honorarios convenidos
sino también poniendo a su disposición la vivienda familiar y/o el automóvil que necesita para el
desempeño de la función y su uso particular.
Como puede observarse, el criterio en su versión estricta contempla una amplia gama de
exclusiones en la definición de renta, a los fines de su sujeción al impuesto personal y progresivo,
entre las cuales merecen citarse junto al valor de servicio de bienes de consumo durable, las
ganancias o pérdidas originadas por las variaciones en el nivel de precios de la economía y
que constituyen la expresión de las transferencias de riqueza ente acreedores y deudores
consecuentes de los procesos inflacionarios o cambios en los precios relativos, de lo cual con
frecuencia, suelen tomar razón a través de disposiciones especiales, las diferentes legislaciones.
Las Ganancias de Capital
Aquellas variaciones patrimoniales, que reconocen como causa el aumento en valor de
realización probable de un activo, cuya venta no se corresponde con el propósito principal de
la actividad del contribuyente, se asocian con el concepto de Ganancias de Capital y aunque el
criterio de fuente presentado no les reconozca el carácter de renta sujeta al impuesto personal,
no puede desconocerse que su obtención constituye una manifestación de capacidad
contributiva, atento a que por generar capacidad de consumo son fuente de bienestar económico.
La mayor parte de las ganancias de capital provienen de la venta de acciones de sociedades
anónimas, bonos gubernamentales, bienes raíces, títulos, cédulas, entre otros.
En otras palabras, debe tenerse presente que no resulta conducente a la luz de las
consideraciones de equidad, que tales ganancias pudieran quedar al margen del ámbito de la
imposición, atento a que por constituir también incrementos a la riqueza del contribuyente, son
rentas, aunque con algunas características que las diferencian de las corrientes o habituales del
contribuyente.
Entre tales características diferenciales, es su muy frecuente carácter fluctuante o irregular. En
relación a ello, cabe en primer lugar referir a lo que constituyen las situaciones frecuentes que suelen
dar origen a las Ganancias de Capital, o conforman los orígenes habituales de tales
enriquecimientos. En ese sentido debe destacarse en primer término que una parte significativa de
tales ganancias, se originan en el mayor venal que adquieren los inmuebles como consecuencia de
los procesos de urbanización y del desarrollo económico. Lo propio ocurre con la revalorización de
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los títulos representativos del capital de sociedades comerciales, en cuyo caso por ejemplo las
políticas de retención de utilidades que suelen adoptar las empresas, determinan un crecimiento en
sus valores de realización.
En la doctrina existe abundante material sobre el tratamiento de este tipo de ganancias donde su
principal característica que las distingue de las ganancias habituales, es su carácter esporádico o no
habitual por lo que se postula su tratamiento en un impuesto específico o en su defecto, cuando se
las incluya en el impuesto a las ganancias o redito reciban un tratamiento diferente del de las demás
rentas habituales.
Las ganancias de capital se originan en la enajenación del capital fuente en que el elemento
esencial es la distinción en la intención que tuvo el sujeto en el momento de la compra: si compró
para vender o compró para ahorrar. La condición del contribuyente depende entonces en gran
medida de la intención o propósito de obtener un beneficio del aumento de valor que produce una
utilidad gravable. Para su solución es común tomar en cuenta el tiempo de permanencia en el
patrimonio: si las acciones están en poder del sujeto un periodo mayor que el que establece la ley,
su resultado recibe el tratamiento de ganancia de capital, pues se supone que se compraron para
conseguir dividendos y por el contrario, si la venta se produce antes de transcurrido dicho plazo, se
presume que la intención fue lucrar con la fluctuación de valores y más allá de una circunstancial
percepción de dividendos, el resultado o sea el diferencial de valor entre compra y venta se lo trata
como ganancia habitual. Cuando la persona está desarrollando una actividad comercial, la utilidad
proveniente de la venta de un bien no comprado ni vendido habitualmente por la empresa, debe,
considerarse ganancia de capital.
En función de ello, es que suele decirse que las ganancias de capital son "un fruto del tiempo",
aun cuando su exteriorización se produzca o resulte determinable a una fecha determinada. Y que
tal circunstancia no puede ser obviada al momento de gravarlas. Junto a ello, la dificultad para
determinarlas cuando no resultan exteriorizadas a través de una operación de mercado -cuando no
se ha vendido el bien que las generó- les confiere el carácter de irregular. En Argentina la ley de
Impuesto a las ganancias para las personas físicas y sucesiones indivisas que no constituyen
empresa se utiliza el criterio de la fuente o rédito producto que requiere habitualidad para incluir las
ganancias en el tributo por ende no está contemplada esta situación irregular.
Alternativas para su tratamiento impositivo - Consecuencias
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Los incrementos patrimoniales derivados de los cambios en el valor de los activos constituyen
indubitablemente una renta desde el punto de vista teórico y como tal son consideradas por la
definición de Simons, con prescindencia de que se encuentren realizadas o no, de modo que la
exención o tributación preferencial de las ganancias de capital supone una distorsión en el
tratamiento de las diferentes fuentes de renta en función de su origen. Para su aplicación práctica,
ello supondría la adopción de un criterio de valorización permanente del patrimonio y en el caso de
las ganancias no realizadas, surgirían algunas cuestiones que resultan de interés mencionar
Entre ellas, merecen citarse la posibilidad de que el contribuyente deba desprenderse del bien
que origina la ganancia, para poder afrontar la carga financiera que supone el pago del impuesto.
Esta cuestión, que constituye un argumento de peso para excluir las ganancias de capital del ámbito
de la imposición, ha sido objeto de debate entre los autores, recibiendo como réplica por parte de
sus detractores, que debieran aplicarse los mismos criterios de cualquier deuda asumida por una
persona, para cuya cancelación puede resultar necesario hacer líquido un activo para afrontar el
compromiso.
Asimismo, es importante distinguir entre ganancias de capital reales o monetarias, donde las
primeras reflejan un verdadero aumento de la capacidad de pago del individuo mientras que las
Monetarias reflejan un aumento general en el nivel de los precios, a la vez que pueden ser realizadas
o no realizadas.
Otro aspecto, también en alguna medida objeto de alguna controversia doctrinaria, es el que se
refiere a que se estarían aplicando impuesto sobre ganancias que no se sabe si realmente existen,
aunque en relación a esta objeción puede argumentarse que con solo llevarse a cabo la venta del
activo cuyo valor de mercado ha aumentado la renta, se concreta la ganancia objeto de la
controversia. Por otra parte, el hecho que una persona tenga en su poder, por ejemplo una parte de
su riqueza en acciones que ven incrementado su valor, seguramente influirá en su conducta en
relación al consumo, aun cuando decide mantenerlas en su portafolio, porque conoce que es
poseedor de un mayor patrimonio que en períodos anteriores. No obstante debe tenerse en
consideración que un bien o acciones no necesariamente generan ganancias de capital sino que
también pueden representar importantes pérdidas patrimoniales.
De cualquier modo, conforme a lo ya señalado al tratar lo referido al concepto de renta, o el caso
más frecuente en el mundo real, es que las ganancias de capital no sean consideradas formas
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ordinarias de acrecentamiento de la riqueza y que se arbitren soluciones para alcanzarlas
impositivamente, sólo cuando son el resultado de la venta del activo que las generan; esto es,
en orden a resolver la cuestión relativa a su tratamiento impositivo, se las grava aplicando el
"criterio de la realización" y con frecuencia con un tributo independiente.
La circunstancia de que las ganancias de capital, resulten objeto de la tributación solo cuando se
exteriorizan a través de una operación de mercado, produce ciertas consecuencias sobre las
decisiones de los agentes económicos, entre los cuales cabe mencionar el efecto cerrojo o lock-in o
que algunos autores denominan "efecto congelamiento" de las inversiones, que afecta la decisión de
los tenedores de activos ante la presencia de un gravamen que deberán soportar si realizan la
ganancia, es decir, si venden el bien que la origina, por lo que hay un incentivo a no realizar las
utilidades y diferir la tributación, lo que a su vez puede desestabilizar el funcionamiento eficiente de
los mercados de capital, al producirse la venta de las acciones cuando las cotizaciones están en
baja, generando de ese modo pérdidas y su mantenimiento cuando ocurre lo contrario.
Puede afirmarse que como consecuencia del impuesto, resultara bastante probable que los
agentes económicos tomen decisiones en el sentido de "congelar" su estructura de activos, de modo
de no exteriorizar los aumentos de valor de los bienes y evitar el impuesto por lo cual no se producirá
su venta. Por otro lado, cabe advertir como otra consecuencia de la aplicación del criterio de
realización, su carácter de irregular o no permanente, que asume la ganancia, con todo lo que de ello
deriva y que en definitiva constituye, un fundamento más, para concederles un tratamiento impositivo
más benigno.
Si por otro lado se tiene en cuenta, que muy probablemente las ganancias de capital se
corresponden con los sectores de altos y medianos ingresos, puede concluirse en que cualquier
tratamiento al margen de la imposición progresiva, habrá de comprometer visiblemente la equidad en
el sentido vertical del sistema.
Las ganancias de capital en los inmuebles en Argentina
La reforma tributaria Ley 27.430 señala que quedan sujeto al gravamen los resultados derivados
de la enajenación de inmuebles y de la transferencia de derechos sobre inmuebles, cualquiera sea el
sujeto que las obtenga.
Si el inmueble fue adquirido con posterioridad al 1ro de enero de 2018, se deberá aplicar el
nuevo gravamen, deduciendo del precio de enajenación o transferencia el costo de adquisición,
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actualizado mediante la aplicación del Índice de Precios Internos al por Mayor -IPIM-, desde la fecha
de adquisición hasta la fecha de enajenación o transferencia
Sobre el valor determinado se deberá aplicar la alícuota del 15%, y el impuesto determinado será
el que tendrá que abonar quien vende un inmueble.
El nuevo impuesto cedular del 15%, no será de aplicación para aquellas personas humanas que
vendan su inmueble destinado a casa-habitación, sino que únicamente aplicará para aquellas
personas que posean más de un inmueble.
En el supuesto de que el inmueble hubiera estado afectado a la generación de rentas gravadas
por el impuesto, se deducirá a su vez el importe de las amortizaciones admitidas que oportunamente
se hubieran computado y las que resulten procedentes hasta el trimestre inmediato anterior a aquel
en que se efectúe su venta.
En el supuesto de tratarse de una venta a plazo o diferida, la ganancia generada con motivo del
diferimiento y/o financiación tendrá el tratamiento respectivo conforme las disposiciones de la ley.
Podrán computarse los gastos (comisiones, honorarios, impuestos, tasas, etc.) que estén directa
o indirectamente relacionados con las operaciones de ventas.
Se establece que estas ganancias se imputarán al año fiscal en que hubiesen sido percibidas. No
obstante, cuando las operaciones sean pagaderas en cuotas con vencimiento en más de un año
fiscal, las ganancias se imputarán en cada año en la proporción de las cuotas percibidas en este.
Estas operaciones tributarán en tanto el enajenante o cedente hubiera adquirido el bien a partir
del 1º de enero de 2018, excepto cuando el bien se hubiera recibido por herencia, legado o donación
y el causante o donante lo hubiese incorporado en su patrimonio con anterioridad a esta última
fecha.

Está sujeto a impuesto la utilidad que da la inversión. La ley determinó un monto no imponible de
$ 66.917,91, es decir, que se empieza a pagar por encima de esa rentabilidad. Por ejemplo, por un
plazo fijo de $1.000.000 con una tasa anual de 20% genera intereses por $200.000, la carga del 5 %
será sobre $200.000 menos $66.917,91 = $133.082,05, es decir que el importe a tributar será de
$6.654,10.
Las rentas según origen
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Aunque no unánimemente aceptada por los autores, existe una fuerte corriente de opinión en el
sentido de que no todas las formas en que puede asumir la corriente de riqueza de un individuo,
exteriorizan idéntica capacidad contributiva sino que resulta conveniente a los fines de su imposición,
distinguir las rentas según su origen.
Es decir, se propone establecer clases o categorías de rentas para aplicar a cada una de ellas
por separado un tratamiento impositivo particular, ya sea a través de alícuotas diferentes o mediante
la aplicación de deducciones especiales o ambas cosas simultáneamente. Es lo que corrientemente
se conoce con el nombre de "Sistema Cedular" para gravar la renta donde cada fuente de renta
constituye una base imponible diferente, en oposición al otro extremo de “Sistema Global” donde
todas las fuentes de renta se integran en una única base imponible.
El principio en que se sustenta el sistema cedular, parte del concepto de que a los fines de
la política tributaria y a la luz de las consideraciones de equidad, resulta necesario diferenciar
aquellas rentas que provienen del trabajo humano de aquellas que se originan por la
afectación de capitales a la actividad económica.
El tratamiento diferenciado de las rentas derivadas del trabajo personal constituye un elemento
tradicional del impuesto sobre la renta de los individuos, presente en los sistemas fiscales de varios
países, basados en variados argumentos que se utilizan para apoyar la tributación más favorable de
las rentas del trabajo, donde el más habitual es el que acentúa el mayor esfuerzo que deben
realizar los individuos para obtener ese tipo de rentas, denominadas «ganadas», de naturaleza
más incierta y menos duradero, en relación con las rentas del capital, o «no ganadas», que
gozan de previsibilidad en el sentido de no estar sujetas a las contingencias que pueden
afectar a quienes dependen de su trabajo personal como las que afectan a la salud humana,
ello con independencia de los seguros que con el fin de su cobertura puedan contratarse. Del mismo
modo, en el caso de la rentas no ganadas y a través del cómputo de las depreciaciones, hacen
posible el recupero del capital invertido y que obviamente no tienen lugar en lo que se refiere
a la actividad humana, donde la capacidad de generar renta también disminuye con el tiempo.
En Argentina el impuesto a las ganancias personales clasifica a los ingresos en cuatro categorías:
1º) Ganancia de Primera Categoría – Rentas del Suelo.
2º) Ganancia de Segunda Categoría – Renta de Capitales.

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3º) Ganancia de Tercera Categoría – Beneficios de las empresas y ciertos auxiliares del comercio.
4º) Ganancia de Cuarta Categoría – Renta del Trabajo Personal.

El Impuesto Dual a la renta


A diferencia del enfoque precedente en el que sobre la base de argumentos basado en
consideraciones de equidad se proponen brindar tratamiento favorable a las rentas provenientes del
trabajo personal o ganadas, especialmente desde la década del 90 existen nuevas corrientes de
opinión que vienen sosteniendo por razones de eficiencia se deben aplicar alícuotas moderadas y
proporcionales al rendimiento del capital (rentas no ganadas) y someter al ámbito de la imposición
progresiva solamente a las que se obtienen por el esfuerzo humano. Entre 1987 y 1993 Dinamarca,
Suecia, Noruega y Finlandia llevaron a cabo importantes reformas fiscales, que implicaba la
sustitución de los tradicionales impuestos globales sobre la renta de las personas físicas por
fórmulas duales de imposición personal.
Como queda dicho, esta nueva corriente sostiene la necesidad de atenuar los efectos distorsivos
y de desincentivo del impuesto a las rentas tal como se viene aplicando en la mayoría de los países
desarrollados, donde las elevadas alícuotas marginales jugarían un importante papel negativo.
A tal fin se propone separar las rentas según provengan del trabajo, que comprende los sueldos
y salarios, honorarios, la retribución por los servicios laborales del dueño de la empresa propia y las
percepciones de seguridad social, de aquellas que representan el rendimiento del patrimonio neto,
ganancias de capital, intereses y dividendos, entre otros, mediante un sistema de imposición dual
sobre la renta, de modo que se aplica a estas bases tratamientos diferenciados, con tipo fijo para las
rentas del capital y variable para las rentas laborales, siendo el tipo marginal máximo mayor que el
aplicado a las rentas del capital.
Distintas razones justificarían según este enfoque, un sistema de imposición que contemple un
tratamiento más benigno a las rentas del capital. Entre los argumentos más citados cabe mencionar
los que aluden a la necesidad de atender los efectos de la globalización sobre la movilidad de los
capitales que resultan atraídos por los países con menor presión fiscal, a lo que contribuye la mayor
elasticidad de la oferta del capital respecto de la del trabajo, aspecto que es analizado más
extensamente en el próximo punto.
En igual sentido se sostiene que un gravamen dual puede ser útil para resolver el sesgo
15
pro financiamiento con deuda, derivado de la deducción de los intereses pagados como gasto
computable que a nivel empresarial posee el impuesto actual, evitando los arbitrajes con
préstamos en los que un crédito otorgado por una sociedad a una persona física puede producir
beneficios fiscales mediante la deducción en el impuesto a los réditos de los intereses pagados (a
una tarifa progresiva) y el gravamen en el Impuesto a las Sociedades por de los intereses recibidos
se los grava a una alícuota de tipo proporcional. En este caso la adopción del Impuesto Dual ofrece
una solución, ya que la igualdad entre ambos tipos de renta desincentivará completamente este
comportamiento, pudiendo acabar con una posible fuente de pérdidas recaudatorias.
Además las alícuotas proporcionales desestimularían maniobras elusivas de diferimiento en la
imposición, arbitrajes entre diferentes países para utilizar los distintos tipos impositivos o tratamiento
fiscal. De allí que se sostiene que el establecimiento de un tipo impositivo único a las rentas
provenientes del capital, independiente del sujeto perceptor y de la cuantía de la renta, elimina
muchas de estas opciones, de modo que su fundamento no se halla en conceptos de equidad sino
más bien vinculado a la movilidad de los capitales, con lo cual debería tenderse a un tratamiento más
uniforme a nivel global. En tal sentido los paraísos fiscales constituyen una fuerte distorsión a este
argumento, de allí que en la crisis financiera actual numerosos países proponen su eliminación.
También de forma paralela en el impuesto a las ganancias con tasas progresivas existe el
incentivo a crear deudas artificiales de individuos más pobres que ejercen de prestamista, viendo
gravadas a un tipo reducido las rentas producidas, mientras que el más rico ejerce de prestatario,
deduciendo los intereses pagados a un tipo más elevado. En este caso el tratamiento proporcional
elimina esta forma de arbitraje, ya que los intereses pagados se deducen al mismo tipo que se
gravan los intereses recibidos. También se afirma que las tasas bajas atenuarían el efecto
“congelamiento” de las inversiones que se atribuye al tratamiento al criterio de la realización con que
se gravan las Ganancias de Capital al gravarse con una alícuota proporcional. Sin embargo, es
precisamente en el campo de la equidad horizontal global en el que se encuentra la mayoría de las
justificaciones del Impuesto Dual, que descansa en la idea de que, debido a diferentes causas
fiscales y extrafiscales, el gravamen efectivo que soportan las rentas de capital es mayor que el
nominal y, por tanto, mayor que el que soportado por las rentas salariales bajo un impuesto sintético.
La equidad horizontal es entonces puramente nominal, y para que exista equidad horizontal real las
rentas de capital deben gravarse a tipos menores que permitan que su gravamen efectivo se iguale
con el de los salarios.
16
Por otro lado, la propuesta de aplicar alícuotas progresivas solo a las rentas del trabajo
encontraría sus fundamentos en razones esencialmente relacionadas con la equidad por ejemplo al
sostener, contrariamente a lo que otros enfoques argumentan, que el capital humano se encuentra
más desigualmente distribuido que la riqueza privada, porque tiene un importante componente innato
que no puede ser corregido totalmente con educación pública gratuita. Además, el capital humano
está adquiriendo una importancia creciente en la actividad económica, mientras que la trascendencia
de la riqueza monetaria decrece. De esta manera, es necesario compensar a aquellas personas que
tienen un reducido nivel de capital humano a costa de otras que lo tienen mayor, por lo que es lógico
utilizar la rentas producidas por dicho capital (los salarios) como base para la redistribución,
gravándolas de manera progresiva y más fuertemente que las producidas por el capital financiero y
físico. Además señalan los efectos del impuesto a las rentas en términos de equidad intertemporal,
llegándose a la conclusión de que el mero hecho de gravar las rentas de capital provoca una
discriminación en contra de individuos que ahorran frente a los que no lo hacen, lo que justificaría, al
menos, una reducción del gravamen de dichas rentas.
A modo de síntesis, aun cuando según este enfoque, que habría alcanzado un nivel significativo
de consenso en círculos académicos, el impuesto no debería castigar significativamente el proceso
inversor, no puede desconocerse que bajo esta propuesta el gravamen se apartaría del ideal de
renta ampliamente compresivo definido por Simmons que se presentara antes.

Las reducciones impositivas van asociadas normalmente a la idea de eficiencia. La globalización


económica implica un incremento asimétrico de la movilidad de los factores productivos,
siendo el factor capital mucho más móvil internacionalmente que el factor trabajo. Esta situación,
unida a las dificultades para aplicar el principio de residencia fiscal, provoca que el factor capital
presente una mayor elasticidad-precio que el factor trabajo. De esta manera se hace recomendable,
siguiendo las reglas de imposición óptima, aplicar tipos impositivos menores en la tributación de las
rentas de capital que en las de trabajo. No obstante, el hecho de que sea eficiente un menor nivel de
gravamen de las rentas de capital no implica que dicho gravamen deba ser único y proporcional. En
lo referente a la primera característica, el mismo argumento utilizado para defender el gravamen
diferenciado de trabajo y capital puede ser aplicado a los diferentes tipos de activos. Así, éstos
deberían ser gravados en proporción inversa a su elasticidad-precio, debiendo resultar menos
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gravados los activos más móviles (fundamentalmente financieros) y más los menos móviles
(principalmente activos físicos). En este sentido el tipo único del Impuesto Dual no sería una
solución óptima. Sin embargo, dadas las dificultades prácticas para aplicar un gravamen diferenciado
para todos los tipos de renta (debidas a la imposibilidad de conocer las elasticidades de todos los
activos) y la existencia de una elevada sustituibilidad entre la mayoría de los activos, es más
razonable la opción de la uniformidad. En cualquier caso, parece factible la utilización de una
solución intermedia con dos o tres tipos de tratamientos diferenciados que respondan
aproximadamente a elasticidades comprobadas para activos que sean poco sustitutivos, solución
que incrementaría la eficiencia tanto respecto al Modelo Dual como a un impuesto sintético
progresivo.
En cualquier caso, la proporcionalidad sí puede proporcionar ventajas adicionales de eficiencia,
ya que permite la adaptación automática a los diferentes grados de elasticidad de las bases
imponibles. Esto ocurre porque, frente a un impuesto progresivo, el Modelo Dual reduce el gravamen
de los individuos situados en la cola superior de la distribución, que son los que presentan
elasticidades mayores, al tener más posibilidades de deslocalizar activos para reducir sus cuotas
impositivas. Por el contrario, el gravamen de los individuos situados en la cola inferior no se reduce,
pero este hecho no provocará grandes efectos en términos de eficiencia, ya que estos individuos
presentan elasticidades más bajas debidas a sus escasas posibilidades de evasión.
Alícuotas progresivas o proporcionales
Además de la discusión sobre el tratamiento diferencial según de donde provenga el origen de la
renta, si es capital o trabajo existe otra discusión y es la que se refiere al diseño de una estructura de
las alícuotas impositivas en el IRP, donde se confrontan dos corrientes teóricas: La vertiente clásica
pone el acento en los objetivos de equidad y redistribución del ingreso, coincidente con lo analizado
en el capítulo III de este curso, donde resultaría esencial el uso de una estructura tributaria
progresiva, que implica que se aplicará tasas marginales crecientes con el nivel del ingreso. En la
otra corriente teórica sus autores privilegian los principios de eficiencia económica y simplicidad de la
tributación a través de sostener la aplicación de una tasa proporcional, con menos distorsiones en
las decisiones de los agentes económicos y haciendo más simple la administración del gravamen.

La vertiente clásica de tasas progresivas ha descansado básicamente en la regla de la capacidad


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de pago. La capacidad de pago sería proporcionalmente mayor a medida que se eleva el ingreso de
un individuo, por ende, la estructura de cobro más justa sería aquélla que generara una carga
impositiva porcentual en aumento, apoyado en lo anteriormente visto de la función de utilidad
marginal decreciente del dinero. Así, con el pago de un impuesto los individuos de altos ingresos
sacrificarían una menor proporción de utilidad respecto a los de bajos ingresos y, en consecuencia,
su capacidad relativa de pago sería superior.

Por supuesto que la progresividad depende de muchos factores, además de las alícuotas:
a) Mínimo exento
b) Deducciones permitidas
c) Estructura de los tramo
d) Posibilidades de Elusión
e) Definición de la Unidad contribuyente
f) Inflación
g) Moratorias y blanqueos

19
Tasa proporcional o Flat Tax
En la búsqueda de la mayor simplicidad posible a la imposición a los ingresos para que supere
las dificultades que presenta el tributo en su modalidad tradicional, se han elaborado propuestas que
a la vez que disminuyen los costos de administración y cumplimiento, buscando según sus autores
mayor competitividad, eficiencia y crecimiento y no tanto la redistribución del ingreso que se lograría
vía gastos.
Es el caso del impuesto de alícuota plana o (tipo flat-tax) a través del cual se grava la renta
de las empresas como de las personas físicas sin distinción respecto a su origen a una única
tasa fija. Se trata en definitiva de un gravamen proporcional a la renta, sin deducciones o quitas en
el cálculo de la base imponible. Un aspecto controversial en décadas pasadas fue en qué medida
una carga impositiva elevada inducida por una fuerte progresividad podía afectar el nivel general de
recaudación, bien por frenar la generación de mayor riqueza, o bien, por hacer más rentable la
búsqueda de figuras de fraude fiscal. Respecto al primer factor conocido como la “Curva de Laffer”,
la evidencia no entrega mayores respaldos. Respecto al segundo, algunos casos recientes avalan
una cierta correlación entre menor progresividad y mayor cumplimiento.
Los argumentos más recientes para promover un esquema de imposición proporcional van por el
lado de la eficiencia y la simplicidad. Las tasas progresivas afectarían de un modo más significativo
la eficiencia laboral y la eficiencia de las decisiones de ahorro e inversión. La razón es sencilla. Para
lograr un mismo volumen de recaudación, el sistema progresivo requiere aplicar a los tramos de
mayor ingreso, tasas marginales más altas que en un impuesto proporcional. Como la distorsión del
impuesto a la renta depende de la tasa impositiva marginal, los agentes con mayores habilidades
para trabajar o con mayor propensión ahorrar (que se presume están, por lo general, en los tramos
superiores de renta) enfrentarían las mayores distorsiones.
Respecto de la simplicidad, el argumento a favor de un impuesto proporcional es que disminuiría
los costos de cumplimiento y de control. Se considera que una estructura es más compleja cuánto
mayor es el número de tramos y de tasas impositivas contemplados. Para los contribuyentes sería
más expedita la declaración de un impuesto proporcional y para los inspectores más fácil su
fiscalización. También se suele afirmar que un impuesto proporcional haría menos rentable la
evasión y elusión fiscal en los sectores de mayores rentas, por ejemplo, por la vía de aminorar el
20
atractivo de traspasar rentas personales hacia países de baja imposición o “paraísos fiscales”. Una
expresión concreta de esta línea argumental es precisamente la propuesta de un “Flat Tax” o
impuesto de tasa plana.
Este modelo de tasa plana está diseñado para reemplazar tanto el impuesto a las personas como
el impuesto a las empresas. En su versión original, el impuesto es enteramente proporcional, no
obstante, algunos diseños posteriores han incorporado un tramo de exención que podría asegurar
una mayor aceptación pública de un sistema que quebranta manifiestamente el clásico principio de
equidad vertical. El principal atractivo del gravamen radica en su simplicidad donde cualquier tipo de
ingreso está sujeto a una misma y única tasa. La única disminución permitida en el cálculo de la
base es la que corresponde al mínimo exento o no imponible, que puede adecuarse al nivel y
composición del grupo familiar, constituyendo éste el único elemento de la estructura del impuesto
que puede aportarle alguna progresividad, lo cual deja planteado un gran interrogante en cuanto a
sus efectos sobre la equidad vertical.
En este caso, si bien el impuesto opera con una tasa proporcional, el tramo de exención,
determina también algún grado de progresividad en la carga impositiva media. Tal como se aprecia
en la figura, la tasa media asciende desde cero hasta el punto L para los niveles más bajos de
ingreso y a partir de un nivel de ingreso mayor tiende a ser proporcional TFT

El impuesto de tipo único con mínimo exento sostienen sus defensores que es más simple,
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reduce distorsiones, conserva la progresividad y es equitativo horizontalmente. Tiene una sencillez
extrema y se opone al sistema de impuestos múltiples que aplican distintas jurisdicciones, donde su
esencia está formada por una tasa única reducida con el objetivo de promover la actividad
económica y aumentar el costo de vida ya que los impuestos son un costo. Las deducciones son
mínimas (quizás gastos de salud, por ejemplo) ahorrando los gastos en especialistas legales,
contables y costos de facturación que respalden las deducciones. La idea central es la simplificación.

El flat tax parte de una concepción que viene desde John Stuart Mill que es conocida como
la teoría de la "doble imposición del ahorro". De acuerdo con ésta, una renta proveniente de una
actividad económica si se le cobra un impuesto sobre el total, constituye un primer nivel de
imposición sobre esa renta. Si parte de esa renta se la ahorra y rinde intereses, si cobran un
impuesto también sobre esos intereses se estarían gravando la misma renta dos veces. Entonces la
solución es que las rentas de capital no sean sometidas a imposición, es decir, sólo se someterían a
imposición las rentas de actividades económicas y las del trabajo.

Para las personas, la base imponible corresponde a los salarios, mientras que para las
empresas, la base imponible corresponde a la diferencia entre el flujo de ingresos y costos (incluidos
los costos en salarios). En consecuencia, la base conjunta del impuesto se asemejaría a la base
agregada del IVA, por lo que suele clasificarse al “flat tax” dentro de la categoría de los “impuestos al
consumo”. Según su propia explicación, un impuesto al consumo es un impuesto más bien sobre el
gasto que sobre la renta. A través de ellos, al exonerar la inversión o el ahorro del gravamen, se
incentiva y estimula la formación de capital.
Dicho de otra manera los individuos van a ser gravados en relación con lo que extraigan de
la economía cuando gastan dinero para consumir y no en lo que ellos producen que se ve reflejado
en trabajar y ahorrar. No obstante ello es sujeto de controversia porque es innegable que la renta
ahorrada aumenta la capacidad de un individuo de satisfacer sus necesidades, constituye un
patrimonio que genera satisfacciones por ejemplo en términos de posición social, posibilidades
acceder a créditos, mejor posición en el mercado de factores productivos entre otros aspectos.
Una exclusión de imposición de la renta ahorrada, para algunos autores contrastaría con el
concepto de capacidad contributiva vista en el capítulo III, porque no se gravaría la capacidad del
individuo de satisfacción de sus necesidades personales sino su “gasto efectivo”.

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De lo expuesto se tiene que el flat tax es básicamente un impuesto sobre la renta
gastada, excluyendo la renta ahorrada-invertida, lo cual sólo se justifica si se acepta la teoría de
la doble imposición del ahorro y se renuncia a la teoría de la capacidad económica como base de la
equidad tributaria.
Las rentas fluctuantes o irregulares
La renta que recibe un individuo a lo largo de toda su vida, solamente se la conocería en
forma exacta al final, pero por razones obvias las instituciones recaudatorias de cada país fijan por lo
general que deben tributarse por los ingresos anuales lo cual supone implícitamente que se genera
hacia el individuo como un flujo más o menos regular en el tiempo. Si el Impuesto fuese proporcional
y no permitiese ningún uso de deducciones mínimas no sometidas a gravamen, dicha personificación
no plantearía problema alguno. Sin embargo, al tratarse de un impuesto con alícuotas progresivas y
con exenciones, si la renta del individuo no es regular, puede ocurrir que en alguno de los
ejercicios el sujeto no alcance el mínimo para pagar el gravamen y en otros, por el contrario
resulte gravado por alícuotas altamente progresiva, de modo que se lo trata diferente si el
sujeto obtuviera rentas regulares.
Para entender la naturaleza del problema que presentan las rentas irregulares, es necesario
en primer término recordar la naturaleza eminentemente personal del tributo, en cuya conformación
se destacan nítidamente dos elementos los cuales serán tratados más adelante: 1) las deducciones
permitidas en la base imponible y 2) la estructura progresiva de alícuotas que le resultan aplicables.
Por ello el nudo del problema, consiste en la desigualdad de trato que recibe un contribuyente
que obtiene sus rentas de un modo no constante -o irregularmente- frente a otro que tiene un
mismo nivel de base imponible pero en forma regular a través de un determinado tiempo, lo
que le significa que termina soportando menor impuesto.
Se trata de una situación donde queda comprometida la vigencia del principio de
equidad en el sentido horizontal desde el momento en que dos personas que en principio se
encuentran en igual situación en un determinado lapso del tiempo, por ejemplo cinco años,
deben soportar desigual carga impositiva por lo antes expuesto y el concepto anual de la renta,
sujeta a imposición.

En líneas generales y limitándose exclusivamente a los rendimientos irregulares, existen


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diferentes mecanismos de periodificación y corrección que se apoyan mayoritariamente, en la
Promediación temporal de tales rentas, siendo los principales procedimientos de tratamiento a estos
rendimientos irregulares los que, a continuación, brevemente se describen:

Sistema de promedios móviles


Una relativa neutralización del problema puede alcanzarse permitiendo al contribuyente
nivelar sus bases imponibles mediante la utilización de un sistema de promedios móviles con base a
un período por ejemplo de tres años. Bajo un mecanismo como éste, la renta neta de cada año
surgirá de la suma correspondiente a los últimos tres (o menos si el contribuyente recién ingresa al
sistema) y su división por ese número, para luego ser detraída del monto así obtenido las
deducciones anuales permitidas.
Un sistema de esta naturaleza logra en cierta medida atemperar el problema, aunque no sin
generar algunas dificultades para el contribuyente, que como consecuencia del efecto
"arrastre" propio de un sistema de promedios, eventualmente tenga que afrontar la carga de los
impuestos en un período en que no obtuvo ingresos.
Del mismo modo se suele sostener que la aplicación de un sistema como el que se
describe, conspira contra la deseable flexibilidad del impuesto, cuya recaudación se entiende
debe acompañar las fluctuaciones nominales de la renta nacional, si se rescata la naturaleza
anticíclica y de flexibilidad tributaria, que caracteriza al Impuesto a la Renta Personal. Este sistema
de Promediación le quita esa virtud, al calcularse la base imponible de una serie de años anteriores,
de modo que si bien es sencillo resulta poco flexible, generando Recaudación con retraso.

En este caso el contribuyente determina su renta promedio y determina una alícuota fija
igual al tipo medio efectivo durante ese periodo. Por ejemplo si sus ingresos anuales de los últimos
tres años o cinco según lo determine la autoridad gubernamental han sido de 100.000 pesos a los
que les corresponde una alícuota media del 15 % ese será el tipo promedio que se calculara para su
renta anual.

Se parte de la idea, de que la única manera consistente en que se pueden corregir los
problemas de las rentas irregulares, es establecer comparaciones o definir situaciones de igualdad al
momento actual; para ello cuando intervienen valores de ingresos desiguales a lo largo del tiempo,
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deben re-expresarse en valores actuales, teniendo en cuenta para ello el concepto de tasa de interés
es decir expresando de este modo las correspondiente magnitudes de rentas, a su valor actual.
El método consiste básicamente, en que en cada año el sujeto pasivo liquide el impuesto por
la totalidad de los ingresos obtenidos desde el momento en que se produjo su incorporación al
sistema; es decir, que efectúe una liquidación acumulativa, que además de la renta
correspondiente al año corriente, incluya en la base imponible todas las obtenidas en el
pasado desde su inscripción como contribuyente actualizado a la fecha y obviamente, se
tengan en cuenta los impuestos que debieron abonarse por todas ellas en los periodos
anteriores actualizados con igual criterio, con lo cual se persigue corregir la distorsión que
produce la liquidación anual del gravamen, tratando de determinar y unificar criterios, para establecer
un periodo plurianual para cada contribuyente.

De acuerdo con la propuesta y con el propósito de que a igual valor actual de renta, corresponda
igual valor actual del impuesto, el procedimiento de liquidación del impuesto requiere:
1) se acumulen las rentas de los períodos anteriores,
2) se incluyan intereses por los impuestos pagados en los períodos anteriores
3) se aplique para la liquidación del gravamen una escala de alícuotas que tiene incorporado
un factor de capitalización conforme a dicha tasa de interés y el número de períodos que se
acumulan y se deduzca de la obligación tributaria así determinada, el valor de los impuestos
abonados en el pasado.
Al decir de su impulsor, la aplicación del método acumulativo presenta entre otras, las
ventajas de:
a) preservar la equidad entre contribuyente con prescindencia del modo temporal en que
perciban sus rentas,
b) no comprometer la flexibilidad del sistema, como ocurre en el caso de los promedios
móviles,
c) no dejar deudas pendientes del contribuyente con el fisco y
d) resultar neutro respecto de las decisiones de anticipar o posponer rentas que pudieran
asumir las personas como modo de modificar la carga impositiva. Estos aspectos son
importantes, desde el punto de vista de la evasión o elusión fiscal, porque una persona que
pospone el pago del impuesto no tendrá al año siguiente la posibilidad de su deducción por lo
que deberá pagar una suma mayor al de aquel contribuyente que ha cumplido con su
25
obligación anual del año anterior.

Como ya se señalara, las ganancias de capital dadas sus características son generalmente
sustraídas del ámbito de la imposición progresiva y sometidas a un tratamiento tributario diferencial y
más benigno, lo cual merece habitualmente algunas objeciones desde el punto de vista de la
equidad vertical, habida cuenta de que se puede razonablemente suponer que son percibidas en
mayor medida por los sectores de medianos y altos ingresos. Como una manera de contemplar
ambas cuestiones -equidad vertical e irregularidad en su percepción agravada por la aplicación del
principio de la realización- se ha propuesto un sistema de promediación para las ganancias de
capital, que teniendo en cuenta la situación general en materia de ingresos del contribuyente
operaría del siguiente modo:
1. Se divide el monto de la ganancia de capital en el número de años que el bien que le dio
origen permaneció en el patrimonio del contribuyente,
2. El monto así cuotificado de la ganancia de capital se adiciona al conjunto de rentas
normales u ordinarias del contribuyente (por honorarios, dividendos, sueldos etc.)
3. Al importe así obtenido, se aplica la tabla de alícuotas progresivas del impuesto a la renta,

4. Se obtiene la Tasa Media resultante de relacionar el tributo determinado así, con la


base imponible que le dio origen,
5. El paso siguiente es la determinación del impuesto final mediante la aplicación de la
alícuota o Tasa Media obtenida a la totalidad de la renta del período incluyendo la totalidad de
la ganancia de capital (no la cuota).

Ganancias netas 70.000


Ganancias de capital 280.000
Permanencia de las ganancias de capital 4 años
Promedio anual ganancias de capital 70.000
Suma GN normal + promedio GK 140.000
Se analiza alícuota Supóngase 20 %

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Se aplica sobre el total de ganancias 350.000
Impuesto a pagar Alícuota 20% 70.000

Como puede observarse, el sistema consiste en un mecanismo para determinar una alícuota
aplicando la tabla progresiva para las rentas normales en función del conjunto de rentas obtenidas
por el contribuyente al que se adiciona la cuota o porción de ganancia de capital atribuible al año.
Problemas de eficiencia: Si no se gravan los incrementos patrimoniales, se fomenta la inversión
de activos susceptibles de general este tipo de ganancias de capital o plusvalías. Si se gravan sólo
las ganancias de capital realizadas, hay un incentivo a no realizar la plusvalía, de forma que se
ahorran impuestos (efecto congelamiento). Su exención o tratamiento diferencial general problemas
de equidad Horizontal al resultar distinto tratamiento dependiendo de dónde procedan las rentas a la
vez que desde el punto de vista Vertical los propietarios del capital suelen tener mayores rentas.
La Compensación Fiscal de Quebrantos
Un caso bastante habitual, tiene lugar cuando la actividad económica del contribuyente en
uno o varios ejercicios arroje pérdidas, que anularían quizás sus utilidades hacia adelante y por
ende su obligación tributaria actual y en los periodos siguientes. Para atender esas situaciones –de
irregularidad extrema- la legislaciones usualmente contemplan la posibilidad de compensar la
utilidad obtenida en uno varios ejercicios fiscales y dentro de un número limitado de ellos en
que los resultados fueron positivos, con las pérdidas o quebrantos de años anteriores, hasta
agotar el importe del quebranto.
Aun cuando este mecanismo resuelve en gran medida el problema de equidad que plantea el
caso, puede ocurrir que frente a un importante quebranto en un ejercicio, las exiguas utilidades
obtenidas en el transcurso del limitado número de años en que se permita la compensación no
resulten suficientes para compensarlo totalmente y el saldo se pierda.
Otra situación particular se presenta cuando la economía transita un periodo de nivel de
precios en aumento, en cuyo caso debería contemplarse algún mecanismo de ajuste o
indexación que permita expresar el quebranto a compensar en misma unidad monetaria en
que quedó determinada la utilidad contra la cual habrá de deducirse; procedimiento que en
general, los fiscos no se muestran dispuestos a instrumentar.
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Los Gastos Deducibles de la renta bruta
El resultado de una actividad económica no podría considerarse una real manifestación de
capacidad contributiva, si su determinación no se corresponde con un concepto de renta neta,
entendiéndose por tal aquella que se obtiene luego de deducir de la renta bruta, las erogaciones que
se efectuaron para su obtención. Tales erogaciones hacen alusión a lo que en técnica tributaria
generalmente se designan como gastos necesarios para obtener, mantener y conservar la renta y la
fuente.
Simbólicamente RN = RB - G
Una primera consideración en el análisis de este significativo elemento de la estructura del
impuesto, se refiere a la necesidad de precisar la extensión del concepto gasto, en el sentido de que
se trata de erogaciones efectuadas para la consecución de la renta de aquellas otras realizadas con
el propósito de consumo con un acto de disposición de la renta y que por lo tanto, no pueden ser
deducibles.
La cuestión así planteada, en principio parecería que no ofrece demasiadas aristas para la
discusión, sin embargo es posible al menos en teoría, encontrar algunos tipos de erogaciones que
realizan los contribuyentes que asumiendo características propias de ambos conceptos, requieren un
tratamiento particular en la legislación tributaria. Al respecto cabe mencionar por caso el de los
gastos en materia de movilidad y transporte, que deben realizar las personas para su
desplazamiento desde sus hogares, a los lugares donde desempeñan las actividades económicas
que les generan la renta. Estas erogaciones, en un sentido estricto no pueden negarse que
constituyen pagos necesarios para obtener la renta, correspondiendo en consecuencia atribuirles
el carácter de gastos y por lo tanto permitir su deducción. Ello no obstante, en la práctica no ocurre
así, por el hecho de que los gastos en transporte y movilidad pueden suponerse muy
correlacionados con las erogaciones que en concepto de vivienda deben desembolsar los
contribuyentes, las que se corresponde con actos de disposición de la renta -consumo-, por lo tanto
no deducibles.
La referida correlación tiene lugar cuando se considera que las personas suelen enfrentarse a la
opción de elegir como residencia un lugar más próximo al de su trabajo pagando más alquiler o
comprando una vivienda más cara y gastar menos en transporte o bien domiciliarse en los suburbios
donde la vivienda puede ser más barata pero con mayores costos para movilizarse.
28
A la luz de las consideraciones precedentes, resulta interesante efectuar el análisis de la
posibilidad de deducir los gastos en educación, en el ámbito de imposición sobre la renta, a
efectos de determinar la renta neta sujeta a gravamen. La posibilidad de deducción de tales gastos
ha suscitado controversias, por una parte, en cuanto a su procedencia y por la otra en cuanto a las
posibilidades de una efectiva y ágil administración del gravamen. Al respecto deben destacarse en
primer lugar la importancia de los gastos educativos en cuanto a la formación del capital
humano, cuya posibilidad de deducción debe tenerse en cuenta más aún si se desean estimular
políticas tendientes a mejorar la calidad educativa, pero que ello significa mayor complejidad en
cuanto se introduzcan en el sistema tributario mayores variables que hagan a la equidad o a fines
extrafiscales, mayores serán los requerimientos administrativos que hagan a su aplicación y control
pero ello obviamente no debe impedir la búsqueda de criterios de justicia tributaria.
Un problema de alguna similitud con el planteado, es el que se presenta cuando se considera el
caso de alguien que por pura vocación, se capacita en determinada rama de las ciencias o las artes -
invierte en educación- para luego dedicarse a una actividad diferente, en cuyo caso también se
rompe la necesaria correspondencia entre la erogación efectuada y la obtención de la renta.
Alguna doctrina llega a cuestionarse la amplitud con que debiera definirse el gasto en educación
deducible de la renta obtenida por el egresado, en el sentido de correspondería computarse no solo
las erogaciones monetarias incurridas, sino también el costo de oportunidad del educando, mientras
estuvo dedicado a capacitarse y por consiguiente se privó de percibir una renta por su trabajo por lo
que es sujeto de discusión la posibilidad de computar como gasto la pérdida de ingresos que
experimentan los educandos al dedicar su tiempo a la adquisición de conocimientos en vez de
aplicarlos a actividades productoras de renta, lo cual es difícil de determinar porque en términos de
sacrificio se resignan ingresos presentes por ingresos futuros que se esperan sean mayores. Otro
aspecto controvertido en este caso relacionado con la equidad es que existe la posibilidad que
estudiantes provenientes de familias de altos ingresos pueden concurrir a establecimientos privados,
lo cual conlleva un costo sustancialmente superior respecto del que genera la asistencia a
establecimientos educativos estatales y gratuitos.
Una solución que facilitaría la administración fiscal, consistiría en reconocer como gasto
deducible un monto fijo anual en concepto de gastos educativos computable por un determinado
número de años contra los ingresos provenientes del ejercicio de la profesión en cuyo ejercicio se
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utilice el conocimiento adquirido, lo que lleva a otro tipo de discusión y es en relación a quienes son
los contribuyentes que pueden efectuar la deducción de los gastos educativos, porque es bastante
usual que resulten ser los padres quienes afrontan los pagos correspondientes a la educación de sus
hijos, con lo cual se diluye la correspondencia necesaria entre la renta obtenida como fruto del
adiestramiento y el gasto incurrido. En otras palabras quien podría deducir el gasto, no es la persona
que percibirá la renta, sino aquella que con su erogación hizo posible obtenerla.
Por ello se han propuesto diversas alternativas una de ella que los padres puedan deducir los
gastos efectuados en la educación de los hijo, lo que nuevamente puede significar una prerrogativa
regresiva porque existe más probabilidad que lo usen aquellos padres de mayor nivel socio-
económico, quienes están en condiciones de enviar a sus hijos a establecimientos educativos más
caros, con lo cual podrían deducir de su renta imponible importes mayores por gastos en educación
respecto de los contribuyentes de menores ingresos. Otra alternativa la expresada en el ejemplo
inicial de este párrafo donde el que deducirá será el futuro contribuyente.
Otra problemática es el tratamiento de los intereses pagados por un contribuyente, que
desde el punto de vista económico los intereses son la retribución al uso del capital, o sea en la
empresa representa el costo por el uso de un factor de la producción. La deducción de dicho costo
operará como una sustracción o reducción de la materia imponible. Puede suceder que el propietario
de la empresa es también el prestamista, permitiendo lograr un arbitraje entre impuesto ahorrado por
su empresa por deducción de intereses y el impuesto que debe abonar el contribuyente como titular
del crédito.
En estos casos las leyes tributarias suelen utilizar límites para evitar maniobras elusivas, que ese
tipo de operaciones deberán utilizar los precios de mercado pactados entre partes independientes
como pueden ser algunas de las tasas testigos que publica el BCRA con la discrecionalidad que ello
significa, porque no es fácil establecer la tasa de interés relevante, siendo un factor difícil de discernir
la tasa suplementaria que remunere el riesgo de incobrabilidad, aunque ello puede ser causa de
inequidad porque también es legítimo que el accionista realice préstamos a la empresa.
Por otra parte la actividad económica susceptible de generar rentas, requiere en innumerables
casos de la disposición de capitales bajo la forma de activos que se afectan a la misma,
resultando con alguna frecuencia que tales bienes cumplan tanto el propósito de satisfacer una
necesidad de consumo o de ser utilizado para un fin productivo como ocurre con el automóvil
30
de un profesional. En tal caso se dice que se trata de un bien de uso múltiple, en cuya cuestión los
gastos asociados a su conservación o mantenimiento no corresponderían ser imputados en su
totalidad a la renta gravada. Una alternativa de solución es determinar una proporción -o prorrateo
del gasto- en función de la afectación que pudiera estimarse corresponde a la actividad generadora
de la renta.

Las Depreciaciones como gasto deducible


Un caso que cobra particular relevancia es el tratamiento que debe realizarse al monto y lapso en
que se debe recuperar el costo del capital físico en determinación del impuesto correspondiente a la
rentas empresariales, ya que para ejercer dicha actividad se requiere inversiones que se van
deteriorando e incluso deberán ser reemplazas por lo que su tratamiento no debe interferir o por lo
menos reducir su impacto negativo en el proceso de inversión, por lo que se deberá permitir el
recupero del capital libre de gravámenes, para lo cual se debe reconocer como gasto en la
determinación de la base imponible, la erogación incurrida al adquirir los bienes de capital,
mecanismo que se materializa a través del cómputo de las depreciaciones o amortizaciones -
normales u ordinarias- de los bienes de uso que conforman el activo de la empresa.
Unas solución inconsistente sería permitir la deducción total del valor de adquisición en el
momento en que ésta se realiza con el consiguiente costo fiscal que ello significa por lo que se
procede en consecuencia a la utilización de un procedimiento conducente a su recuperación a través
del tiempo y ello se concreta al devengar el gasto en cada ejercicio económico de la empresa en
cuestión. El monto del gasto imputable, en concepto de depreciación a cada ejercicio, será la
resultante de dos tipos de factores a saber:
i. la vida útil probable del bien
ii. el método de depreciación utilizado.
Con respecto a la vida útil, puede decirse que, en general, es una cuestión técnica asociada al
tipo de bien de que se trate, y en ese sentido las legislaciones suelen adoptar los criterios que
reflejan las prácticas usuales en la materia, atendiendo a la depreciación que normalmente sufren
por su funcionamiento, uso y disfrute, sin perjuicio de considerar también la obsolescencia que
pudiera afectarlos de modo de no dar lugar a las maniobras que pudieran utilizar los contribuyentes
para disminuir la carga del impuesto, lo que lograría depreciando el activo en un menor número de
31
años. Una dificultad a esta solución es que se presenta en el mencionado caso de la obsolescencia
de los bienes ante el cambio tecnológico, lo que no resulta fácil de predecir y de demostrar en
algunas circunstancias.
En lo que atañe a los métodos o sistemas de depreciación susceptibles de ser instrumentados
para apropiar el costo de los activos a los diferentes ejercicios económicos, se hacen referencia a
algunos de ellos por resultar los más usuales. La adopción de uno u otro método que use cada firma
son importantes no solo por sus efectos impositivos, sino que además para los accionistas se les
puede presentar diferentes estado de resultados, de modo que firmas similares con cash flows y
rentabilidades idénticas, podrían en el corto plazo aparentar muy diferentes rentabilidades debido a
la elección de la forma de imputar la depreciación. Por ejemplo una empresa que opte por
contabilizar la depreciación lineal puede mostrar mayores ganancias que una firma que use métodos
acelerados.
En el método lineal se calcula la depreciación de cada ejercicio dividiendo el valor de origen del
activo por el número de años que conforman su vida útil, de modo que el monto de la depreciación
permanece constante a lo largo del periodo de vida útil del bien. También puede optarse por
amortizar el valor de origen del bien, menos un valor residual que se estima que valdrá el mismo, al
final del período de amortización elegido.
El sistema de la suma de dígitos consiste en asignar a cada uno de los períodos en que se
divide la vida útil del activo un dígito perteneciente a la serie de los números naturales (1, 2, 3…n),
de forma correlativa creciente, si se desea una amortización más atenuada o decreciente, si lo que
se prefiere es amortizarlo aceleradamente. Para ello consiste en calcular el porcentaje o coeficiente
de depreciación anual a través de una fracción donde el numerador esta dado -en orden
decreciente- por los años de vida que al momento del cómputo le falta al bien para concluir su vida
útil y cuyo denominador resulta de la suma de la sucesión de los n primeros dígitos o números
naturales, siendo n la vida útil probable del bien. Por ejemplo si al bien se le asigna que tiene una
vida útil de 3 años, la depreciación correspondiente al primer año, surgirá de multiplicar el valor del
bien a depreciar por la relación 3/(1+2+3)=0,5; en el segundo año por 2/6 y así sucesivamente, de
modo que el monto de las depreciaciones irá disminuyendo a lo largo del tiempo, logrando el
contribuyente descontar más en los primeros años de vida útil.
Imagínese una empresa que desea amortizar un activo con base de amortización por importe de
32
20.000 pesos en un lapso de 4 años. La suma de los números dígitos en este caso será de 10
(1+2+3+4) y la cuota por dígito de 2.000 pesos (20.000 dividido entre 10). En la tabla siguiente
puedes ver la evolución de la amortización según se opte por la modalidad creciente o decreciente
del método de los números dígitos:

Números dígitos decrecientes


Período Suma de dígitos Cuota del digito Cantidad años Amortización anual Valor contable
Amortización
anual
Decreciente
0 20.000
1 4+3+2+1=10 2000 4 4 x 2.000= 8.000 12.000
2 4+3+2+1=10 2000 3 3 x 2.000= 6.000 6.000
3 4+3+2+1=10 2000 2 2 x 2.000= 4.000 2.000
4 4+3+2+1=10 2000 1 1 x 2.000= 2.000 0

Números dígitos crecientes


Período Suma de dígitos Cuota del digito Cantidad años Amortización anual Valor contable
Amortización
anual Creciente

0 20.000
1 4+3+2+1=10 2000 1 1 x 2.000= 2.000 18.000
2 4+3+2+1=10 2000 2 2 x 2.000= 4.000 14.000
3 4+3+2+1=10 2000 3 3 x 2.000= 6.000 8.000
4 4+3+2+1=10 2000 4 4 x 2.000= 8.000 0

Otra alternativa es el método usualmente denominado de doble tasa sobre saldo decreciente,
a través del cual el coeficiente o porcentaje de depreciación anual se determina duplicando la tasa
que correspondería según el método lineal, que en cada año se aplicará sobre el valor residual del
bien, esto es, el costo de origen deducido las depreciaciones acumuladas. Por ejemplo si la vida útil
del bien es de cinco años, en lugar de aplicar un coeficiente anual de depreciación del 20 % como
corresponde en el método lineal, en este caso se duplica su tasa de depreciación o sea se eleva al
40 %, pero en lugar de mantener constante el valor de origen, se aplica dicho coeficiente sobre el
valor residual.
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-Método de porcentaje constante: Consiste en aplicar un porcentaje constante a los valores
que quedan pendientes de amortizar cada ejercicio económico, por lo que la cantidad que cada año
se destina a amortizaciones irá disminuyendo progresivamente.
Obviamente, los resultados en términos de impuestos ahorrados como consecuencia de detraer
de la base imponible las depreciaciones de los bienes de uso, no habrán de ser independientes del
método utilizado para calcularlas y la pregunta sería cuál de ellos resultará más conveniente para el
contribuyente. En la búsqueda de una respuesta se impone la elección de alguna regla o técnica que
resulte conducente a los fines de una comparación. En tal sentido, un principio o técnica de
indudable consistencia debería reconocer que lo que se pretende comparar no es otra cosa que
flujos que, como tales, se desarrollan a través del tiempo, esto es, las depreciaciones atribuibles a
cada uno de los ejercicios correspondientes a la vida útil del bien en su momento de uso.
De allí que el propósito del análisis, no es otro que comparar la corriente de depreciaciones
asociadas a un activo, a lo largo de su vida útil, por lo que corresponde desde el punto de vista
técnico, obtener una conclusión consistente en la determinación su valor actual y por ende la
depreciación que le corresponde. En ese sentido, el método más conveniente para el contribuyente,
será aquél que más ahorros de impuestos genere, de modo que arroje un mayor valor actual para la
corriente de depreciaciones futuras.
Una cuestión en cierto modo diferente a la hasta aquí planteada, es la que se refiere a que las
depreciaciones tienen el propósito adicional de incentivar el equipamiento y la inversión por
parte de las empresas o sea que mientras más rápido se permite su deducción y por ende
ahorro de impuestos, mayor será el estímulo a invertir en la compra de bienes de capital. Es
decir, a diferencia del concepto presentado anteriormente en que lo que se pretende es hacer
posible la imputación del gasto incurrido en la compra del bien, a medida en que transcurre su vida
útil, es posible la utilización de un instrumento de la política tributaria para motivar las
decisiones empresariales en el sentido de promover la adquisición bienes de capital. Tal
alternativa se presenta a través de las denominadas:

Por medio de un mecanismo como el referido, la ley tributaria suele permitir a los
contribuyentes deducir de su renta imponible en monto resultante de depreciar el bien de
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capital adquirido en un menor número de años que el que su vida útil indicaría, concentrando
además la deducción en los primeros años. Como se desprende de su definición, el mecanismo
consiste en aumentar -respecto de lo que resultaría de la aplicación de las depreciaciones normales
u ordinarias- el valor actual de la corriente de depreciaciones futuras constituyéndose de esa manera
un incentivo fiscal a la inversión por parte de las empresas ya que prefieren contabilizar la
depreciación lo antes posible.
Un caso extremo sería el de permitir deducir el valor de compra en el mismo año de su
adquisición, lo que obviamente reduciría el costo de las inversiones en bienes de capital,
modificando de ese modo los precios relativos entre los factores capital y trabajo, en detrimento de
técnicas intensivas en el uso de mano de obra.
Supóngase por ejemplo que el Valor de una máquina es de 1.000 pesos y la Alícuota que debe
tributar la empresa es del 35 %. Si la empresa amortiza todo un año, se ahorra 350 pesos para ese
año lo cual es preferible que ahorrar los 350 pesos en diez años, a lo que se le agrega el problema
de pedida de valor en economías inflacionarias.
La renta neta imponible - Las Deducciones Personales
Determinada la renta neta, se pueden realizar algunos ajustes para una mejor medida de la
capacidad contributiva de las personas, a partir de la cual recién se podrá calcular la obligación tributaria.
Tales ajustes en la determinación de la carga impositiva resultante, se materializan a través de
quitas o disminuciones que se permiten practicar en la base imponible, en la etapa previa a la
aplicación de la tabla de alícuotas y que en la estructura del gravamen se conocen en general como
Deducciones (D). Efectuado su cómputo en la Renta Neta se arriba al concepto de Renta Neta
Imponible (RNI).
En símbolos RNI = RN - D
Las Deducciones también se suelen denominar Deducciones Personales y su inserción en la
estructura del Impuesto Personal a la Renta, responde a un conjunto de propósitos u objetivos, entre
los que pueden destacarse:
1) Proteger a los sectores de bajos ingresos, excluyéndolos de la obligación de ingreso del
tributo; tal es lo que ocurre con los perceptores de rentas de nivel inferior a los montos fijados por la
legislación como Mínimos no Imponible. Como su nombre lo indica, estos importes hacen referencias
35
a los topes a partir de los cuales nace la obligación del tributo y se supone que en su definición son
considerados los egresos, que se corresponden con las necesidades mínimas vitales del
contribuyente. Se entiende que la exteriorización de una real u objetiva manifestación de capacidad
contributiva, tiene lugar una vez satisfechas tales necesidades vitales mínimas del sujeto y las
personas a su cargo.
2) Introducir en el proceso de determinación del impuesto, un elemento que posibilite adecuar la
carga resultante al tamaño y composición del grupo familiar del contribuyente. En efecto, se considera
que bajo el término Deducciones se engloban conceptos tales como los que en la técnica tributaria
responden genéricamente a las denominaciones de Cargas de Familia y que tienen como propósito
diferenciar en el tratamiento impositivo aplicable, a quienes deben mantener personas a su cargo, de
aquellos que no pasan por esas circunstancias, en el entendimiento de que las capacidades
contributivas necesariamente no son semejantes.
3) Reducir costos de administración del impuesto, desde el momento en que al permitirse la
deducción quedaran excluidos del padrón de contribuyentes y de dar cumplimiento a sus obligaciones
fiscales aquellos cuyos ingresos resultan inferiores al monto que la ley establece. De allí que la economía
de gastos comprende tanto los denominados costos de administración a cargo del fisco, como las
erogaciones de cumplimiento por parte de los contribuyentes.
4) Acentuar la progresividad de tributo, como consecuencia de que la base imponible (RNI) sobre
la que se aplican las alícuotas, habrá de representar una proporción creciente de la renta neta del
contribuyente a medida que ésta aumenta. O en otras palabras, que la parte o porción de la renta
protegida por la deducción fija, disminuye su peso a medida que los ingresos crecen, cuestión que se
analizará al tratar el sistema de progresividad por deducciones en la base.
Además de lo dicho, influye fuertemente en el diseño de las deducciones, el tipo de unidad contribuyente
adoptado por el tributo: individuo o grupo familiar, habida cuenta que, en el segundo de los casos, al
existir algún mecanismo de adición de las rentas de los integrantes del grupo familiar, es habitual que
las deducciones personales consideren esta situación de agravación de la progresividad. En ese
mismo sentido, cuando se utilizan tablas de impuesto distintas para solteros y casados, se suelen
contemplar también deducciones diferentes por este concepto para las distintas tablas.
Otras deducciones:

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Se pueden establecer reducciones en la base y deducciones en la cuota como un instrumento de política
económica para favorecer o potenciar determinados sectores o modificar conductas en los contribuyentes,
En tal sentido se puede promover la adquisición de determinado tipo de activos, fomentar la creación de
empleo o de la inversión, contribuir al crecimiento de determinadas actividades como el turismo o actividades
culturales, favorecer regiones más rezagadas etc.
Al impuesto determinado se le podrá deducir otros conceptos como son las retenciones y
percepciones realizadas durante el ejercicio, en determinados casos las sumas abonadas por
impuestos análogos pagados en el exterior, Anticipos, saldos a favor y luego recién de cancelados
estos conceptos, finalmente se obtendrá el “impuesto a ingresar”.
La definición del contribuyente
La elección de la unidad contribuyente en el impuesto a la renta, constituye una discusión en donde no
se ha logrado un absoluto consenso. Una parte de la discusión está centrado en que el gravamen debe
garantizar que las familias con rentas iguales deben pagar los mismos impuestos, siempre que las demás
circunstancias también sean similares y por otro lado que las cargas fiscales de dos personas no deben
modificarse porque decidan casarse; de modo que la definición de la unidad contribuyente, desde un punto
de vista óptimo, debe ser neutral respecto al matrimonio. Por ello en los trabajos teóricos se pueden
distinguir a lo menos tres maneras de concebir la unidad de tributación comenzando por el individuo, el
matrimonio, o el grupo familiar. A su vez, el diseño puede contemplar la posibilidad de que los contribuyentes
opten por una u otra modalidad de declaración.
El caso de las personas físicas
La definición del contribuyente del impuesto a la renta, adquiere relevancia dado el carácter personal del
impuesto y los elementos que componen su estructura, esto es la existencia de deducciones aplicables
a la base imponible y la conformación de la escala de alícuotas progresivas. Las maneras de abordar el
problema básicamente giran en torno a la adopción de algún criterio o alternativa entre las que se
destacan:
a) definir el contribuyente como persona individual y
b) constituir al matrimonio en sujeto del impuesto.
Desde el punto de vista de equidad y con la lógica de medir la capacidad contributiva a nivel
individual los contribuyentes con iguales ingresos soportaran iguales impuestos. Pero también, las
37
visiones más modernas han tendido a ver a la familia como unidad generadora del ingreso, por lo que la
capacidad contributiva se debería asociar con la misma Optar por una unidad u otra acarrea distintas
consecuencias, que no existirían si se aplica un impuesto de tasa única, proporcional y sin exenciones.
El ingreso familiar sería gravado en la misma proporción que el ingreso individual pero como se ha
analizado normalmente el IRP está estructurado con tasas progresivas. Así, si la declaración
individual de un contribuyente soltero que gana 100 pesos soportará una carga mayor que una
pareja donde cada cónyuge obtiene una fracción de 50 pesos situación conocida como
fraccionamiento o “splitting” de la renta.
Acá, si el criterio de equidad es la capacidad de pago individual la situación anterior será
considerada justa, mientras que si la capacidad de pago es la de la familia, no lo será. El punto
en discusión es entonces bajo qué unidad medir igualdad en la capacidad de pago: un individuo con
igual ingreso que otro, una familia con igual ingreso que otra, o un individuo con igual ingreso que una
familia, siendo la respuesta no muy simple. El individuo soltero que obtiene un ingreso de 100 pesos
quedaría en igualdad de condición que otro que tiene varios hijos dependientes o familiares
incapacitados a su cargo y obtiene como ingreso la suma de 100 pesos con lo cual resultaría
inequitativo.

Cuando se opta por definir como contribuyente a la persona individual, con prescindencia del
núcleo familiar a que pertenece, se obtienen algunas ventajas entre las cuales cabe mencionar la
simpleza del método, particularmente en lo que se refiere a que se evitan algunas complejidades. No
obstante, debe tenerse presente que quedan ciertas cuestiones, sin resolver como por ejemplo el
criterio con el cual deberán asignarse en una pareja los ingresos de carácter ganancial o
provenientes de bienes adquiridos con posterioridad al matrimonio, presentándose al efecto la
alternativa de atribuir toda la renta de ese origen a uno de los cónyuges o distribuirla en partes
iguales entre ambos.
Otro tipo de cuestión, se plantea con la necesidad de prevenir mecanismos de evasión por parte
de los contribuyentes por vía de la transferencia ficticia de rentas de un cónyuge al otro, como modo
de evitar la progresividad del impuesto, lo que puede resultar posible especialmente en el caso de
los ingresos de capital (rentas no ganadas). Desde otro punto de vista, la aplicación de una solución
del tipo como la que se describe conducirá a una mayor carga impositiva para una familia, si toda la
38
renta de que dispone la percibe uno solo de los cónyuges, en comparación a la alternativa de que la
obtuvieran entre los dos, lo cual constituye una objeción de peso al momento de su consideración.

Cuando para la definición del contribuyente se opta por la alternativa de constituir a la sociedad
conyugal como sujeto del impuesto, se solucionan algunos problemas y aparecen otros. Ello no
obstante, debe destacarse que como la obligación tributaria es conjunta y los tipos marginales
crecientes, puede suceder que la obligación impositiva aumente con respecto de la que
pagaría cada cónyuge por separado, por lo que de este modo se estaría penalizando la decisión
de contraer matrimonio; aunque tal diferencia -al decir de algunos autores- de no ser significativa,
pudiera resultar justificada o compensada, por las economías que implica compartir los gastos de
subsistencia, como por ejemplo el relacionado a alquiler de vivienda o por caso de electricidad para
iluminación de una sala de lectura o esparcimiento.
Atento a ello, ante la necesidad de no aplicar un trato desigual a los contribuyentes solteros, ni
conceder demasiadas ventajas frente a aquéllos, podría resultar oportuno definir una escala de
alícuotas y deducciones especiales aplicable a la sociedad conyugal y por lo tanto de menor
incidencia que la correspondiente a los contribuyentes solteros. Respecto a ello una cuestión
adicional se plantea cuando deben considerarse la situaciones que pueden presentarse cuando
deciden unirse en matrimonio, dos personas de ingresos muy desiguales, de modo de que el sistema
no opere como un incentivo a formalizar parejas como una manera de abonar menores impuestos.
Una solución alternativa que puede abordarse, es el de establecer el sistema de fraccionamiento o
splitting, que consiste en que cada cónyuge declare la mitad de los ingresos de la pareja, con lo cual
al nivelarse las bases imponibles por efecto del promedio, pueden resultar con ventajas aquellos que
siendo perceptores de rentas altas se casan con una persona de ingresos bajos, si los tipos
marginales son crecientes.
La unidad contribuyente en Argentina Ley 27.430
GANANCIAS ATRIBUIBLES A CADA CÓNYUGE
ARTÍCULO 29.- Corresponde atribuir a cada cónyuge, cualquiera sea el régimen patrimonial al que se
someta a la sociedad conyugal, las ganancias provenientes de:

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a) Actividades personales (profesión, oficio, empleo, comercio o industria).
b) Bienes propios.
c) Otros bienes, por la parte o proporción en que hubiere contribuido a su adquisición, o por el
cincuenta por ciento (50%) cuando hubiere imposibilidad de determinarla.
Los contribuyentes podrán optar por mantener la atribución realizada con anterioridad a la entrada en
vigencia de esta Ley respecto de los bienes adquiridos hasta esa fecha [artículo 86 inc c) de la Ley
27.430].
El tratamiento del Impuesto a las ganancias en las sociedades comerciales
El impuesto a la renta, tiene esencialmente por objeto gravar los ingresos de las personas físicas
o naturales, pero no puede dejar de considerarse que una proporción importante de la actividad
económica y por lo tanto de la generación de renta, se lleva a cabo a través de empresas que se
organizan jurídicamente bajo alguna de las formas societarias contempladas en la legislación
comercial vigente.
Bajo el esquema clásico, las sociedades mercantiles se reconocen como entidades imponibles
separadas, para el impuesto sobre sus rentas, mientras que las distribuciones de ganancias a los
accionistas también se gravan como ingresos de los mismos. A partir de tal circunstancia,
conviene destacar algunas de las ventajas que reportaría definir como contribuyentes del tributo a
esos entes jurídicos, entre las que merecen citarse aquellas inherentes a alcanzar las rentas
retenidas por las empresas y que por lo tanto los accionistas no disponen bajo la forma de
dividendos. Aun en estos casos, los accionistas pueden gozar indirectamente o directamente
de las ventajas de esas políticas, a través del valor creciente de la parte accionaria que
poseen, simplemente vendiendo las partes o al mantenerlas, poseen una mayor riqueza.
No obstante, la inclusión dentro del sistema de imposición a la renta de un tributo
específicamente instrumentado para gravar las ganancias de las sociedades comerciales, se
presenta como una cuestión debatida en la doctrina en lo que respecta al papel que cabe atribuírsele
al impuesto, o dicho de otro modo a su justificación dentro de la estructura tributaria.
Dado que el principal objetivo del impuesto al ingreso es satisfacer el propósito redistributivo, la
tributación de las ganancias de las empresas es de difícil justificación ya que sus efectos
redistributivos son de dudosa eficacia. Esto se debe esencialmente, a que la preocupación
40
redistributiva concierne a personas, ricas y pobres y no a empresas. Una justificación de índole
administrativa consiste en que siendo el número de empresas menor que el de accionistas, es
más factible cobrar el impuesto a la empresa y legislar que los dividendos sean exentos al ser
percibidos por los accionistas que tratar de cobrarles a éstos individualmente.
Pero esto no satisface criterios redistributivos, ya que grava por igual a accionistas ricos y
pobres con la tasa pagada por la empresa. Para atender a esta objeción se han diseñado otros
procedimientos por los cuales el impuesto pagado por la empresa se considera pago a cuenta del
que deberán pagar los accionistas según sus respectivas tasas impositivas. Aunque se aceptara esta
justificación, todavía queda la objeción (más fundamental) acerca del efecto redistributivo adverso al
trabajo (y así presumiblemente opuesto al efecto buscado) que tiene el impuesto a las ganancias de
las empresas.
La inevitable movilidad internacional del capital hace prácticamente imposible que este impuesto
en un país redunde en una disminución de la rentabilidad del capital en ese país. Los mercados
internacionales de capital se equilibran a una tasa de retorno (corregida por riesgo)
aproximadamente igual en todos los países (e independiente de los impuestos que existan, por
ejemplo, en Argentina) y actúan como un refugio para los capitales que, en cualquier país, vean
peligrar su rentabilidad por intentos tributarios. El impuesto incide sobre aquel factor de
producción que por carecer de perfecta movilidad internacional, carezca de un refugio que
haga invulnerable su remuneración.
Al respecto puede mencionarse que existen al menos dos enfoques o modos de entender el rol
que cumple el impuesto a los beneficios de las sociedades dentro de un esquema de imposición que
esencialmente tiene como objeto alcanzar a la renta de las personas naturales, a saber: el "enfoque
absolutista" y el "enfoque integracionista", a los que deben agregarse otras consideraciones que
justifican la aplicación del gravamen a las sociedades comerciales, entre las que puede citarse la de
simplemente gravar a las rentas provenientes del capital.
El enfoque absolutista
Para esta corriente de opinión, el impuesto a la renta de las sociedades comerciales cumple en
primer lugar el rol de captar tributariamente la capacidad de pago que poseen estos entes jurídicos
de un modo independiente a la de sus integrantes (accionistas o propietarios), entendiendo por tal
capacidad la posibilidad que tienen de soportar el pago de los impuestos, sin caer en cesación de
41
pagos. Es decir, se sostiene que estas personas jurídicas poseen capacidad de pago propia, y que
por lo tanto están en condiciones de ser gravadas de un modo independiente.
Por otra parte, esta teoría afirma que un impuesto aplicado a nivel de las sociedades mercantiles,
se puede justificar por aplicación del principio del beneficio, en el entendimiento de que estos
entes pueden establecer relaciones comerciales, operar en el mundo de los negocios y
obtener ganancias, merced al conjunto de servicios que provee el gobierno y respecto de los
cuales se constituyen por lo tanto en beneficiarios directos. Tales servicios pueden referirse tanto al
orden jurídico que el Estado brinda a través de la legislación comercial de fondo que pone en
vigencia como a la disponibilidad de infraestructura en comunicaciones y transportes necesarios para
los flujos comerciales etc.
Desde otro punto de vista, bajo este enfoque también se sostiene que la aplicación de un
impuesto a las sociedades permite disponer de un eficaz instrumento de política económica
con potencialidad para alcanzar determinados objetivos de naturaleza económica, como el de
incentivar las decisiones de inversión por parte de las empresas, lo cual resultaría muy dificultoso
implementar a través del impuesto personal aplicado sobre los accionistas, atento a que no son los
que asumen y motorizan las acciones empresariales por lo menos de manera directa. Así cuando se
concibe al impuesto como instrumento idóneo para influir sobre las decisiones empresariales, es
posible introducir en el texto de la ley que lo pone en vigencia determinados mecanismos de
incentivos fiscales, que tengan como propósito el ya citado, de alentar la inversión, -como por
ejemplo es el caso de las Depreciaciones Aceleradas-, o destinados a promover el empleo o el
desarrollo de determinadas actividades económicas y/o su localización, tal como ocurre con las
denominadas leyes de promoción del turismo, de la minería de u otras, presentes en el ordenamiento
tributario vigente.
De igual modo, bajo este enfoque se entiende que el impuesto puede constituirse en instrumento
de regulación, que permitirá por ejemplo, imponer límites a la concentración de la actividad
económica, a través de empresas que van creciendo y acumulando poder en el mercado, rol que el
tributo podría cumplir cuando en su estructura se introducen escalas de alícuotas que implican
mayores niveles de tributación a medida que la renta crece, aunque ello pareciera más propio del
Impuesto a los Beneficios Extraordinarios que se analizará en el capítulo siguiente.
De modo que, bajo el enfoque absolutista el impuesto a los beneficios de las sociedades
42
comerciales concebido como un tributo independiente, se fundamenta en un conjunto de argumentos
como los expuestos, que parten del concepto que a tales entes jurídicos no corresponde se les
atribuya el carácter de ser un mero canal de distribución de dividendos hacia los accionistas,
sino que desde el punto de vista fiscal, cuentan con identidad propia y son importantes
agentes de decisión y actores principales de la actividad económica.
Por otra parte existe el enfoque tradicional, que desde una óptica meramente económica justifica
la aplicación del gravamen a las rentas de las sociedades, como una forma de gravar al factor
capital. Como es conocido, una empresa para su producción combina los factores trabajo y capital,
siendo el objetivo del gravamen recaer sobre este último, pues el capital percibe una retribución
asociado a su productividad marginal. No obstante, no existe uniformidad entre los economistas
sobre estos aspectos, debido a que las condiciones del mercado pueden facilitar el traslado del
gravamen, como así también otros aspectos relacionados al capital obtenido por la empresa a través
de préstamos o el cálculo de las amortizaciones, generan controversias sobre si se logra el objetivo
de gravar al factor capital, que utilizan las sociedades mercantiles.
El enfoque integracionista
Este criterio sostiene que el impuesto a la renta de las sociedades comerciales, debe
entenderse únicamente como un mecanismo necesario para alcanzar en definitiva a los
ingresos personales, los que deben ser objeto de imposición sin discriminar si las rentas se
hubieren distribuido o se encontraren retenidas en las empresas. En tal sentido entonces, constituye
conforme a este enfoque, un elemento de la estructura tributaria que permite alcanzar con el
impuesto a las utilidades no distribuidas.
Del mismo modo se considera que no debiera discriminarse o gravarse de una manera diferente
las ganancias obtenidas a través de sociedades, que las otras rentas que obtienen las personas en
el desarrollo de sus actividades económicas, es más, conforme a este enfoque hasta puede
afirmarse que si se llegara a un caso extremo donde se distribuyeran la totalidad de los beneficios
obtenidos por las empresas, no haría falta implementar el impuesto a las sociedades.
En ese caso, lo que se aplicaría sería un criterio de integración total, en virtud del cual las
sociedades no resultan ser contribuyentes del tributo, sino que se designan como agentes de
información a la autoridad fiscal, debiendo en tal carácter comunicar al órgano de recaudación
las participaciones de cada integrante en la utilidad total de la empresa para luego ser
43
gravadas en cabeza de los socios con el impuesto personal con independencia de que se
hubieran o no distribuido.
Un criterio como el descripto, resulta por diversos motivos solo aplicable a un reducido número
de sociedades, en las que la identificación de los socios es un dato permanentemente conocido por
la comunidad y el Estado y donde las transferencias de participaciones son regularmente y en
términos perentorios informadas a los organismos correspondientes. Tales condiciones resultan
evidentemente más propias de las sociedades de escaso número de socios, situaciones que se
verifican para las formas societarias en las que prevalece el elemento personal en su conformación,
de allí que el sistema referido suele ser conocido bajo el nombre de criterio de las sociedades de
personas.

Con el propósito de integrar el impuesto a las sociedades, con el tributo a la renta personal, la
técnica tributaria ha desarrollado sistemas alternativos de integración, que por sus características
tienen un rango de aplicación de una mayor generalidad que el precedentemente descripto. Entre
ellos pueden mencionarse:
i) Sistema de Crédito por Dividendos Pagados.
Bajo este sistema, las sociedades tributan el impuesto a la renta sólo por las utilidades que
no distribuyen, debiendo en consecuencia, los socios declarar los dividendos (supuesto una S.A.)
cuando los tienen a su disposición. De este modo, puede decirse que las sociedades son sujetos del
impuesto por los beneficios generados, sólo de un modo transitorio y limitado a los beneficios no
distribuidos. A tal fin, para que no se distorsione el objetivo del sistema éste permite computar
a la sociedad créditos en la determinación de su base imponible anual, por aquellos tributos
eventualmente pagados en años anteriores, por retención de utilidades.
Un inconveniente seria en el hipotético caso en que la sociedad optara por distribuir dividendos
acumulados en años anteriores, en un año en que no obtuvo ganancias, su base imponible resultaría
negativa con la consecuente acreencia contra el fisco.
A modo de ejemplo, en suponiendo un caso en el que la sociedad obtuvo un beneficio neto de $
1.000.-, de los cuales distribuye $ 600.-, los que pertenecen a un solo accionista, las respectivas
bases imponibles serían:
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CONCEPTO MONTO
$
Beneficio Neto Societario 1.000
Dividendos Distribuidos 600
Base Imponible Sociedad 400
Dividendos Recibidos Accionista 600
Base Imponible Accionista. 600

ii) Sistema de la Retención


En este caso, a diferencia del anterior, la sociedad es sujeto del impuesto por toda la renta
que genera, independientemente de su distribución o no, sobre la que se determinará el
gravamen que ingresará al fisco en carácter de pago a cuenta de la obligación del accionista,
quien en definitiva estará obligado a declarar en su base imponible el dividendo bruto (antes
de impuestos) a partir de la cual, aplicando la alícuota que le corresponde, determinará el impuesto
a su cargo. Atento a que en la determinación de su obligación tributaria, debió incluir una renta sobre
la cual hubo pagos a cuenta de impuestos por parte de la sociedad, le corresponderá el
reconocimiento de un crédito por tal concepto.
Como su nombre lo específica, el sistema no tiene otro propósito que el de asegurar la
percepción de un impuesto que en definitiva es del accionista, instrumentando el mecanismo de
retención -pago a cuenta como obligación de la sociedad- introduciendo de tal modo un mecanismo
de control de la evasión.
A partir de la información que se consigna a continuación, en la que se supone que la sociedad
decide la distribución de todo el beneficio, como así también se establece que el fisco fija una
alícuota para la empresa del 30% y para el accionista del 25%, la situación sería:
Monto
Concepto Alícuota
$
Base Imponible Sociedad 1.000
Impuesto Sociedad 300 30%
Dividendos Brutos Accionista 1.000
Base Imponible Accionista 1.000
Impuesto Accionista 250 25%
-Pagado a Cuenta por la Sociedad 300 30%

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Obligación tributaria Neta del accionista ( 50)

Como puede verse en el ejemplo, en que la persona no posee otras rentas, la recaudación neta
del Gobierno ascendería a $ 250.- resultantes de computar lo que percibiera de la sociedad y de
deducir el saldo a favor del accionista, importe que debe notarse, se corresponde con la aplicación
del 25 % -alícuota del accionista en el ejemplo- sobre los beneficios que en definitiva le pertenecen y
que constituyen su renta imponible. Adviértase que en este caso existe un saldo a favor del
accionista, como consecuencia que sus rentas individuales caen en un tramo del gravamen, al que le
corresponde una alícuota más baja que la aplicada a las sociedades, lo que no necesariamente
siempre ocurre.
iii) Sistema de Crédito por Dividendo Percibidos
De alguna similitud con el sistema anterior, en cuanto a que ambos se basan en el
reconocimiento al accionista de créditos por impuestos abonados por la sociedad generadora del
beneficio, el método de imposición que aquí se describe, presenta la característica de incluir la figura
de un tope o límite en el referido crédito.
En efecto, del mismo modo que en el caso anterior, la sociedad deberá tributar por la totalidad
de la renta o beneficio y debiendo el accionista incluir los dividendos -en este caso netos- en
su declaración de impuestos, circunstancia ésta que le dará derecho al cómputo del crédito
pero con el condicionante de que no podrá exceder un límite o tope, conforme la opción elegida
por el legislador, que se aplica sobre sus dividendos. Dicho tope podrá ser el que resulte de aplicar
sobre los dividendos percibidos:
a) La menor de las alícuotas (de la sociedad o del accionista) o
b) La alícuota fijada expresamente por la ley
Con datos como los del ejemplo anterior y ante la primera de las opciones -alternativa a) - el
accionista haría el siguiente cálculo:
a) La menor de las alícuotas (de la sociedad o del accionista)

Monto
Concepto Alícuota
$
Base Imponible Sociedad 1.000
Impuesto Sociedad 300 30%
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Dividendos Netos Accionista 700
Base Imponible Accionista 700
Impuesto Accionista 175 25%
-Crédito (25%) 175
Impuesto Accionista 0

Como resultado de la aplicación del tope que prevé el sistema, el accionista no tendrá obligación
tributaria, pero debe advertirse que por la renta generada por la sociedad ($ 1.000.-) estará
soportando una carga fiscal del 30% superior a la alícuota que, como contribuyente individual le
hubiese correspondido. De este modo puede decirse que el sistema impone un nivel de tributación
mínimo para este tipo de rentas, dado por la magnitud fijada para la alícuota aplicable a las
sociedades.
Por otra parte, como puede advertirse en caso en que la alícuota del accionista fuere superior a
la de la sociedad, la obligación tributaria en el ejemplo dejará de ser nula o en otras palabras, la
renta queda alcanzada por la tasa fijada para el accionista, debiendo tributar la diferencia al fisco.
En la alternativa b) La alícuota fijada expresamente por la ley
El tope está fijado por ley, generalmente con el propósito de que el nivel de imposición
combinado -entre el tributo a cargo de la sociedad y del que resulte pagar el accionista- resulte lo
más próximo posible al que les corresponde a los otros tipos de rentas sujetas al impuesto personal
y progresivo. Así, en un determinado momento cuando en la legislación argentina del Impuesto a las
Ganancias se fijó la alícuota del 33% para gravar a las sociedades, el tope en el crédito que podía
computar el accionista se fijó en el 27,5% de los dividendos percibidos, de tal forma que la
imposición combinada se aproximara a la alícuota del contribuyente individual, que tenía un máximo
del 45%.
A modo de ejemplo, para una base imponible a nivel de la sociedad de $1.000.- sobre los cuales
paga al fisco impuestos por $ 330.- y decide distribuir el resto, se tendría para el accionista en el
caso que sus ingresos sean alcanzados por el tipo marginal más alto, lo siguiente:
Monto
Concepto
$
Base Imponible del accionista 670.--
Impuesto (45%) 301,50
-Crédito (27,5%) 184,25
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Impuesto a Pagar 117,25

Importe que sumado a lo abonado por la sociedad conformaría un monto de imposición de $


447,25, o lo que es lo mismo, una tasa media del 44,75% sobre las rentas obtenidas a través de
sociedades comerciales.
En síntesis, un sistema como el que se describe da como resultado un nivel de imposición para
los accionistas, que nunca resultará inferior a la tasa fijada para la sociedad y que por lo tanto
reconoce un tramo proporcional en el comportamiento de las tasas medias del impuesto, pero a
partir de un punto -determinado por el tope en el crédito- los dividendos no escapan a la imposición
progresiva establecida para las rentas personales.
Estas variantes pueden ser utilizadas como un instrumento de política económica para favorecer
o potenciar determinadas conductas o sectores, de modo de favorecer la adquisición de determinado
tipo de activos, fomentar la inversión en Investigación y Desarrollo, creación de empleo, ocupación
de determinadas regiones.
Estructura del impuesto de sociedades

La definición de base imponible del impuesto de sociedades se aleja, en la práctica, de la


definición pura de beneficio económico y se acerca a la de beneficio contable del período. El
beneficio contable se determina con la cuenta de pérdidas y ganancias (resultados de explotación,
financieros y extraordinarios). Se restan de los ingresos (ordinarios y extraordinarios) todos los
gastos de personal (sueldos y salarios, contribuciones sociales), la compra de bienes y servicios
necesarios para la obtención de los ingresos y que no forman parte de las existencias al final del
período, los intereses de capitales ajenos y alquileres de inmuebles, la amortización por depreciación
o la pérdida de valor de los activos fijos.
Un resumen de efectos económicos
En relación a la composición del ahorro el impuesto no es neutro, porque se suelen establecer
tratamientos fiscales diferenciados para distintos productos financieros como sucede con bonos
emitidos por el Estado

Efectos de la inflación
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Es un hecho conocido que la inflación provoca un conjunto de efectos no deseados en el
funcionamiento del sistema económico, entre los que tienen significación propia los que se refieren al
ámbito tributario. Estos se refieren, tanto a las alteraciones que se producen en el propio mecanismo
de liquidación de impuesto, como a los cambios significativos que tienen lugar en la base de los
tributos, cuando la legislación no contempla el fenómeno inflacionario, adquiriendo especial
importancia en el caso del impuesto a la renta. Las primeras hacen alusión a las distorsiones que
comprometen la equidad vertical del impuesto, al tiempo que los segundos se refieren a los efectos
sobre la equidad horizontal que provocan los desajustes en la base imponible.
Efectos sobre la equidad vertical
Se dice que la inflación lesiona la equidad vertical del impuesto a la renta, porque al generarse
cambios en el nivel general de precios de la economía, al no ser tomados en cuenta por la ley que
crea el gravamen, las deducciones o mínimos no imponibles se deterioran en términos reales
con lo cual personas que antes de la inflación no resultaban contribuyentes, después de ella pasan a
serlo, aun cuando sus ingresos no hubieran experimentado ninguna mejora en su poder de compra
real. En otras palabras, muchos de los que estaban protegidos por las deducciones o mínimos no
imponibles, por el solo hecho de percibir ingresos nominales más elevados, ya no lo están. Al mismo
tiempo, por la misma causa, quienes ya eran contribuyentes antes de la inflación se ven
sometidos a una mayor carga tributaria, tanto por el referido deterioro de las deducciones
como por la circunstancia de verse desplazados a través de la escala de alícuotas y
alcanzados por tipos marginales mayores.
En síntesis, se trata de los efectos de la inflación sobre la escala de alícuotas y deducciones,
elementos que constituyen una parte significativa de la estructura de un impuesto de naturaleza
eminentemente personal.
Las soluciones que se proponen y que hacen suyas las legislaciones de los diferentes países,
son de dos tipos: las que postulan el ajuste periódico de los tramos de base imponible que
conforman la escala de alícuotas y del monto de las deducciones, según un índice de precios
representativo de los ingresos de los distintos sectores de la economía, en primer término, y las que
consisten en el procedimiento de deflactar la renta a una moneda de un año base, calcular el
impuesto correspondiente y actualizar el tributo así determinado al momento presente. Este segundo
método parte del concepto de que la legislación tributaria es permanente quedando en consecuencia
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los valores de la escala de alícuotas y los montos de las deducciones, fijos y expresados en moneda
del año base.
Desde este punto de vista, el organismo a cargo de la administración tributaria sólo debería dar a
conocer periódicamente el índice de precios que refleje las variaciones respecto al año base.
Efectos sobre la equidad horizontal
Cuando la legislación del impuesto a la renta no contempla adecuados mecanismos de ajuste y
tiene lugar un proceso inflacionario, se producen necesariamente desajustes en el cómputo de la
base imponible, que son el resultado de dejar comprendidos dentro de ella, conceptos que no son
propiamente ingresos -o utilidades- en términos reales, sino que se corresponden o representan la
mera actualización por inflación de activos que se poseen. Como la situación descripta afecta sólo a
algunos contribuyentes mientras que otros -dada la naturaleza de sus rentas- pueden neutralizar los
efectos, se afirma que la inflación provoca una inequidad de tipo horizontal, al discriminar entre
contribuyentes de igual nivel de ingresos pero de origen o composición diferente.
Tal situación se comprende fácilmente si se tiene presente el tratamiento impositivo -en ausencia
de ajustes- a que quedan sometidas dos personas con igual patrimonio pero afectados a actividades
diferentes, como en el caso que se presenta:
CONTRIBUYENTE “A” CONTRIBUYENTE “B”
Inmueble en renta 10.000 Colocación Financiera 10.000
Alquileres cobrados 1.000 Intereses cobrados 2.000

Ambos sujetos, disponen de un ahorro de $ 10.000 y mientras uno de ellos, el contribuyente “A”,
decide la adquisición de un inmueble que lo alquila, el contribuyente “B” realiza una colocación
financiera que produce un ingreso a través de los intereses percibidos. En ambos casos, se supone
que posteriormente las respectivas percepciones que perciben, tuvieron lugar durante un período en
el cual la inflación fue del 10 %.
Dado el caso en que la legislación tributaria no contemplara el fenómeno inflacionario, serían
rentas a los fines del impuesto, los respectivos montos nominales percibidos por ambos sujetos ($
1.000.- y $ 2.000.- respectivamente) con lo cual “B” resulta más gravado que “A”, cuando en realidad
la situación de ambos es idéntica en términos reales. En efecto, mientras que “A” se encuentra en
una situación en la que su capital (el inmueble) incrementa su valor con la inflación, sin que tal
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incremento se refleje en el monto del alquiler percibido en el período, en el caso de “B” la mitad de lo
que percibe en intereses se corresponde con la actualización por inflación del capital. Dicho de otro
modo, mientras “A” puede disponer de la totalidad de la renta percibida preservando su capital, en el
caso de “B”, sólo $ 1.000.- son renta en términos reales y el resto debiera identificarse como una
devolución parcial de su capital prestado que ha disminuido a 9.000 pesos (desde el punto de vista
nominal, en “A” el valor del inmueble pasaría a $11.000 + $1.000 del alquiler; mientras que en B el
capital sigue siendo de $10.000 + $2.000 por intereses).
Alícuotas del impuesto en Argentina
Desde 1 de enero de 2017

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