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Cuando Seba nos contó lo que le pasó a la salida del cine Ambassador fue como si nos
hubiese llegado una señal a todos. Había ido con su viejo a ver Space Jam y en un
momento que el papá se distrajo, un tipo mayor se le acercó y le metió una fotocopia
Le guiñó un ojo, se dio media vuelta y desapareció. Seba se sintió todo un hombre y al
El primero en llegar ese sábado santo a la vieja YPF fui yo. Me senté en el cordón
donde nos encontrábamos con los pibes cuando teníamos una movida particular. Había
estado en mi habitación apurando el reloj hasta que no aguanté más y salí disparado.
Creía que si avanzaba más rápido podía tener efecto en el resto, pero no. Llegué sólo y
así me quedé un rato. Para que mi vieja no pregunte mucho le dije que iba a estar toda la
tarde en el Ateneo, el club del colegio salesiano. Si ella pensaba que estaba ahí se iba a
quedar tranquila, imaginándose que estaba jugando al futbol, o tirado panza arriba
mirando el cielo.
Los segundos fueron Rama y el Topo que eran vecinos. Rama era un lindo guacho.
Siempre fue el que estuvo con más pibitas de todo el grupo y se jactaba de haber ido a
coger en alguna oportunidad con los amigos de su hermano mayor. Al topo le decíamos
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así porque era gordito, petiso y prácticamente no tenía cogote. Era el más callado de
todos y fumaba sin parar. La madre lo tenía cagando y para nosotros eso era motivo de
los comentarios más crueles, que siempre hacíamos por detrás para no herir sus
sentimientos. La vieja chota se asomaba por el balcón y, sin que dijera nada, la calle se
enteramos que el topo también había ido a coger, pero a diferencia de Rama nunca nos
lo contó.
Más tarde, cagándose en la puntualidad, vinieron Pipa, Seba y Leo caminando en línea,
armar.
Chica. Los noticieros transmitían en directo desde el lugar, comentaban sobre escenas
de canibalismo y cabezas con las que jugaban al futbol. Todo el país estaba en vilo con
eso y nosotros tendríamos que haber estado en la cortada jugando algún picadito o
estación de tren de Bernal. Seis pendejos del conurbano que nunca parábamos de
buscábamos con las miradas. Estábamos juntos, a ellos los notaba serios y yo me sentía
sólo.
Para nosotros era habitual escaparnos los fines de semana a la capital. Lo vivíamos
lugares que no planeábamos. Podía ser la galería Bond Street a ver las vidrieras de los
tatuadores o al Uggi´s frente al obelisco a comer pizza y tomar coca. La ciudad nos
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gustaba porque era la entrada a nuestros pecados. Cada viaje a lo prohibido nos alejaba
de los niños que éramos. Llegábamos sólo para volver y volvíamos distintos.
Me senté en los escalones de la puerta del tren agarrado a los estribos. Tenía el viento
Mi experiencia se resumía a una revista porno blanco y negro muy explícita y a una
película que habíamos robado del videoclub “Hawai”. Una donde un plomero con una
pija gigante se encamaba con la dueña de la casa a la que le había ido a hacer un arreglo
Nunca, ni siquiera en los asaltos o en alguna de esas noches en que mis viejos me
dejaban salir, había estado con una chica. Nada de besos nunca un amor de verano, de
los que veíamos en las novelas juveniles de la tarde. Nunca un esa chica gusta de vos.
escondidas, historias que siempre me habían pasado con otro grupo de amigos. Pero en
realidad todavía era ese nene que disfrutaba ver en la tele a los Supercampeones y que
canchita.
Viajé con miedo, con el corazón que amagaba y amagaba por reventarme el pecho y
salir volando. Cada vez que el tren paraba en alguna estación entre Bernal y
chamuyo que funcionara como excusa. Pero no, la gastada que iba a llevarme de parte
del resto si ellos iban mientras que yo me escapaba, se convertían en una combinación
que evitaba que retroceda. En el subte fue igual, subimos en Constitución y estuve con
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la cara pegada a la puerta todo el trayecto. No había nadie más que nosotros, teníamos a
disposición una línea de asientos entera, pero nos quedamos parados y en silencio.
Sentía muchas ganas de mear, de esas que cuando querés hacer no te sale. Sentía
inmóvil y que el subte arranque y estoy convencido que a todos nos pasaba lo mismo,
porque con la puerta abierta, nadie se movía. Otra vez fue Rama el que nos empujó.
Lo hicimos por impulso, todos al mismo tiempo y así, un poco atolondrados, encaramos
directo al “Paraíso”.
Apenas salimos de la boca del subte se nos abalanzaron un montón de tipos para
ofrecernos los servicios de chicas de todas las formas inimaginables y con una variedad
que nos había prometido conocer el paraíso. Mientras más lo buscábamos mayor era la
decepción, porque no estaba y sentíamos que se nos cerraban las puertas, pero Seba se
plantó:
Uno de los que nos seguía lo escuchó y apuró más los pasos que el resto, no le costó
la pija y estaba a punto de coger por primera vez. Venía soñando con este día desde
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mucho tiempo: Iba a ser con Mica, la chica que siempre me gustó desde que empecé la
secundaria. En mi casa, en una tarde que no haya nadie, en el sillón donde nos
encantaba besarnos apasionados. Los dos ahí perdiendo la virginidad juntos de forma
El tipo nos dejó y se fue tosiendo risas. Nos recibió una linda mina, pero para nosotros
había nadie más y esos nos dio alivio. Era una sala amplia y oscura, iluminada sólo con
unos hilos de luces de neón. Había un sillón cubierto de plástico y varias sillas. Colgado
que sintonizaba Crónica y transmitía con placas rojas información sobre el motín.
Desde ese momento habrán pasado unos 5 minutos en los que no apareció nadie.
lado para el otro. Rama que estaba sentado al lado mío bailaba con el pie derecho. El
topo fumaba. Pipa se reía y movía la cabeza de adelante para atrás de forma repetitiva.
Todos nos reímos. Esta situación nos sirvió para distendernos un poco. Fue la primera
vez que alguien había armado una oración entera desde que bajamos del subte.
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Por fin entraron, 3 chicas se pasearon delante nuestro con su ropa interior fluorescente.
Las dos primeras no me gustaron, eran frías, desinteresadas. Dijeron su nombre, dieron
media vuelta y se fueron moviendo las caderas para que les miremos el culo.
- ¿Qué onda, no tienen ganas de trabajar? – nos preguntó Rama en voz baja para
Cuando entró la última se iluminó todo. A diferencia de las otras dos, Hada se mostró
tímida pero segura y eso la volvió hermosa. Apenas se presentó salté disparado.
- Yo paso con vos. – le dije con la voz firme para que nadie se me adelantara.
Nunca fui un chico con valor, pero sabía que si iba a ser ese el momento tenía que ser
con ella. Esa seguridad en mi voz duró un segundo, porque cuando me agarró de la
- Es mi primera vez. –
Yo era un nene pálido y debilucho con piernas flacas casi ridículas. Con movimiento
torpes, me bajé los pantalones y los arremangué a la altura de los tobillos. Me quedé
parado con las medias y las zapatillas puestas. Sentía frío en todos lados menos en mi
cara roja que ardía. Ella me ayudó con la remera y cuando me tocó por primera vez
Hada tenía el cuerpo joven y la sonrisa tierna. Su piel era muy suave y sus rulos negros
- Acostate –
Apoyó la mano en mi pecho y acompañó mi cuerpo hasta que quedó estirado sobre la
cama. Las únicas veces que me puse forros fueron para hacerme pajas de lujo y me
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resultaba complicado. Hada lo hizo enseguida, lo apoyó sobre mi pito y lo deslizó con
Fue la primera mujer que vi sin ropa, mi primera experiencia en concretarse, por eso
agradecí para adentro cuando me dijo que le deje todo a ella. Se sentó sobre mí, me
agarró el pito y lo ayudó para que entrara. Se quedó ahí, moviéndose arriba,
contorneando su cuerpo que se iluminaba por el brillo de la luz que ingresaba entre las
rendijas de la persiana de madera. Adentro de Hada me sentía tan bien como lo hacía en
casa cuando llenaba la bañadera de agua tibia. Hada era cómoda. Mientras se movía
arriba mío, tomó mis manos y las metió entre el corpiño y las tetas. Pude sentir sus
pezones con mis dedos. Ella me ayudaba con el recorrido y sólo mostró resistencia
Yo estaba seco. Me dio bronca no verle las tetas y no tener más plata. Estaba saliendo
todo bien y no quería que un detalle así empañe el momento. Alguna cara habré puesto,
porque Hada, inmediatamente acercó las distancias acariciándome con los dedos mi
mejilla.
Pasamos el rato siempre en la misma posición y acabé dentro de ella. Cuando notó que
mis rodillas se comprimían y mi rostro se ruborizaba otra vez, pegó un gritito y puso sus
ojos en blanco, movió sus rulos primero para adelante y luego se los empujó con sus
lenta.
- ¿Te gustó? –
- Fue hermoso -
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Tardé un rato en reincorporarme. Quedé tendido en la cama y me tapé el pito con las
Sacó un lápiz de abajo del colchón y lo escribió en la pared de madera, arriba de una
lista de otros diez. Mi nombre quedó sellado en su pared con un trazo de letra tan linda
como su cara.
Antes de abrir la puerta, me despidió con un beso. Afuera me esperaban mis amigos que
en realidad esperaban pasar con ella. Eso me ponía celoso, tenía miedo de que me
saquen el primer lugar del podio de nombres. Me preocupaba por todos menos por
Rama que entró con una distinta, porque no aguantaba más, ni quería comer un plato
“ya comido”. En la tele de la sala, el periodista de Crónica contaba cómo los líderes del
motín negociaban con la policía. Todavía no se podía saber a ciencia cierta cuántas
víctimas había. Atrás los familiares de los presos y de los rehenes exigían por la
integridad de sus seres queridos. Todos parecían estar atentos a la situación y era de lo
único que se hablaba. Pero yo, en ese rato que veía pasar a uno por uno de mis amigos,
no podía soportar la idea de que ellos tuvieran algo de plata extra y le vean las tetas.
Al salir nuevamente estuvimos en silencio, otra vez nos metimos en la boca del subte y
Esa pregunta me devolvió la calma y de a poco todos nos fuimos soltando. Volvimos a
ser los cancheros de siempre, pero ahora con experiencia. En el tren nos sentamos en los
asientos enfrentados, a contarnos detalles. Ahí me enteré que Hada había escrito sólo
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mi nombre y también que al resto no les había preguntado ni cómo se llamaban. Volví
satisfecho.
el pelo para que piensen que había estado jugando al fútbol. Adentro, mi papá miraba la
Pasé apurado y entré al baño, abrí la canilla para que se llene la bañadera con agua tibia.
Me metí adentro y me quedé cómodo por un rato, hasta que me llamaron para comer.
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