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RESUMEN PAPELUCHO EN VACACIONES

Marcela Paz

Yo sabía que a mi vuelta de vacaciones la señorita Fresia me iba a dar de


tarea una composición de las vacaciones. Por eso la dejé hecha antes de irme
y también me quedó harto chora, con aventuras sulfurosas y espaciales.
Para que no me perdiera, la escondí secretamente y apunté el escondite por si
se me olvidaba; lo malo es que se me perdió el apunte para siempre...
¿ Dónde estará mi tarea?. Llegando al colegio:
-De tarea, niños, una composición sobre sus vacaciones- clamó la profesora
señorita Fresia.
Y en la noche, me dedique a pensar y pensar en mi tarea perdida o tratar
de inventar aventuras guerrilleras que le dieran envidia a los demás
compañeros. Pero ¡nada!. Hasta que por fin decidí escribir la pura verdad,
aunque duela.

Papá: ¡ Por fin saldremos de vacaciones!


Mamá: No te cortarás el pelo... Hace ratito que estás queriendo ser
hippie... Papá: ¿ Y a ti quién te critica tu moño de codorniz?
Mamá: Total, en el campamento no hace falta la
moda. Yo: ¿ Vamos a ir a campamento?- pregunto.
Mamá: Sueño con no tener reloj y vivir sin horas...
Yo: Eso quiere decir que vamos a ir de campamento- me contesto.

El Papá y la Mamá de Papelucho amanecen vestidos de scouts, se ven


bastante mal por lo ancianos que son. Los dos se creen capitanes de equipo y
no tienen idea de nada.
El suelo está lleno de canastos, lienzas, cañas
etc. Yo (papelucho): ¿ No llevamos carpa?-
pregunto.
Papá: ¡ Dormiremos al aire libre, por
fin! Mamá: ¿ Y si llueve?
Papá: Cómo se te ocurre que va a llover en verano.
Y partimos al sur en un bus inmenso, con parlantes y baño propio, dulces
chilenos y música alegre.

Nos bajamos y caminamos bien cargados con todos los bolsos. En el primer
potrero, bajo el primer árbol, acampamos.
Papá: ¡ Papelucho! A ver si limpias el terreno como un buen scout.
Mamá: ¡ Arma una monton de palos para hacer el fuego! ¡Trae piedras
grandes! Y ¡Pon a un lado los bolsones de ropa!...
Papá: ¡Ayuda a tu madre a ordenar las ollas!
Así estuve todo el resto del día, solo recibiendo órdenes.
Y así se hizo de noche, menos mal que los sueños los inventó Dios para
consolarnos del desastre de los que algunos llaman “ campamento.”

Mamá: ¿ No te dije que trajéramos carpa? ¡ Qué desastre, Señor! ¡Qué


tragedia!. Estamos empapados y no tenemos refugio – gritaba histérica.
Papá: ¡A quién se le ocurre llover en este tiempo!. Pero luego amanecerá y
saldrá un sol radiante que lo secará todo.
Yo: Hay que copiar a los monos y trepar a los árboles – dije con sabiduría.
Y trepamos. Cada uno en su rama, decía que no le llegaba el agua.
De repente yo divisé a lo lejos un auto.
Yo: ¡ Papá, un auto!- mi grito rompió el ruido de la lluvia.
Papá: ¿ Dónde, hijo, dónde?
Yo: ¡ Ahí! ¡Allá!- gritaba yo apuntando con el único dedo que podía soltar de la
rama.
Papá: ¡ No hay nada!. Estás soñando...Eso se llama espejismo, igual que en el
desierto.
Mamá: ¡ También yo lo veo! – Es un auto, quizá un jeep...
Papá: ¡ Sí, tienen razón...! Pero no es auto ni está muy lejos... Es algún gato o
animalito trepado aquí en el árbol.
Tendremos que espantarlo o matarlo. Puede ser un gato salvaje – gruñó.
Yo: Es mío, yo lo descubrí y nadie me lo quita.
Apenas tuve que estirar la mano para pillarlo. Estaba tan cerquita de mí. Pero
no era gato porque, no tenia pelos y estaba un poco helado. Al tiro me di
cuenta que era un culebro pero, no les tengo miedo, sino que me dan pena
porque nadie las quiere.
Yo: Es mansito, papá.
Papá: Quieras o no voy a matarlo para estar tranquilo. No se discute trepado
en un árbol... Pero de repente se quebró el gancho en que se sostenía y se
vino al suelo. Por poco nos arrastra a todos con él, pero no se quejó.

Con el tremendo golpe que recibió la tierra al caer el Papá, paró la lluvia, pero,
luego de un rato amaneció y me quedé con el culebro pero, tuve que
esconderlo para que no lo viera mi papá.

Papá: Ahora guardaremos todo para buscar un sitio cerca de un río y hacer
una ramada. Así tendremos agua y techo.
Mamá: Volvamos al camino y busquemos un hotel.
A poco andar, una nube negra, y otra vez se descarga el diluvio.
Papá: ¡ A refugiarse cada uno donde pueda!
Con el diluvio no se veía nada y cada uno corrió a meterse quizá dónde. Yo
descubrí una especie de casuchita y me refugié con mi culebro.
Cuando dejó de llover salimos del refugio. No se divisaba nadie, estábamos
solos, mi culebro y yo.
Éramos los dos solos en el mundo y avanzábamos. A cada paso se iba oyendo
más cerca unos tambores.
De repente nos encontramos ante un campamento indio.
Los quedamos mirando, escondidos detrás de unas matas. Tenían el cuerpo
pintado entre hippie y cebra. Les colgaban flechas y plumas, y no lejos ardía
una fogata que olía a palo quemado.
Los indios nos vieron y dejaron de tamborilear. Los seis indios se acercaron a
nosotros y nos quedaron mirando muy fijo.
-¡ Hola ¡- les dije para tranquilizarlos.
-¡ Hola ¡- contestaron en coro, apuntando sus flechas.
¿ Saben hablar Chileno?
-¡ Somos chilenos! Dijeron- otra vez en coro y, así fuimos haciéndonos amigos.
Resulta que no eran indios sino, niños de mi edad haciendo campamento.

Tenían su propia ruca y no les importaba la lluvia porque lo pasaban muy bien.
Me convidaron leche, pan y fruta.
Salimos a pescar salmones en un río que era desconocido en todo el mundo.
Asamos un salmón y estaba delicioso así que me lo devoré en un segundo.
Cuando llegó la noche, nos amontonamos en una de las carpas y no pase nada
de frío.

Despertamos transpirando. El sol quemaba tremendo y era medio día porque


la sombra nos quedaba debajo de los pies.
Desayunamos salchichas y después nos pusimos a planear un negocio muy
bueno que se les había ocurrido.
Este consistía en hacer un circo. Y así comenzamos a planear la cuestión del
circo. Cada uno sabía alguna prueba y, los que no la sabíamos empezamos a
practicar. Había que salir a buscar un lugar donde practicar así que enrollamos
en un palo a la ruca de lona, recogimos el equipo y cargando cada uno con
algo, partimos por la selva.
Mi cuerpo estaba pintado como el de ellos, con hartos signos brujos y flores
pegadas. Yo era el domador de serpientes.
Marchábamos hacia algún pueblo dando gritos selváticos y tamborileando
para atraer nuestro público.
A poco andar, un sendero de pastos se fue ensanchando hasta parecer casi un
camino. ¡Era la senda del triunfo!.
Aceleramos la marcha y divisamos una casa rodante y otra y otra. ¡Que
felicidad tendría su gente aburrida cuando vieran venir nuestro maravilloso
circo. Había que tener cuidado por si eran salvajes pero, no había nadie. Todo
desierto, por ningún lado gente...
Pero de repente vimos una casa rodante donde habían cordeles y un trapecio,
cinturones y hasta trajes de payaso.
¡Un circo abandonado!- clamamos todos al mismo tiempo.
Siguiendo la huella, divisamos entonces gente de verdad, público, allá muy
lejos, lo único que nos faltaba.
Se veía un montón de público variado: niños, viejos, mujeres y hombres.
Al vernos venir se alegraron mucho y les brillaron los ojos. El público quedó
inmóvil y tan idiotizado como antes.
Un gordo se acercó a nosotros haciendo sonar su huasca (lazo).
¿ Quiénes son? ¿ De dónde vienen?
¡ Somos el sensacional Circo Puma Intramuscular!.- dije.
¡ Sentarse todos en círculo y que empiece la función!. Todos obedecieron y la
pista quedo hecha.
Los payasos, sus divertidas travesuras, vueltas de carnero y sus saltos eran
harto fomes. El público pifiaba o reía y, de repente, empezaron a tirarnos
cáscaras de tomates y hasta piedras.
Entonces me adelanté y anuncie mi número: ¡Señores! – dije-. Por primera vez
se presenta en público el más famoso culebro don Bartolo. Pero antes de
presentarlo, el público debe pagar su entrada.
La gente nos empezó a tirar monedas pero, en ese mismo instante un hombre
de bigotes se acercó.
-Basta de tonterias- dijo- ¡Me intereso por la culebra! ¡No se vende!- le
contesté violento. – Y además es culebro.
-Ustedes se han robado los equipos de mi circo- dijo. – Van presos si no dan la
culebra.
Yo me volví a Bartolo y lo miré a los ojos preguntándole. No me sacó la lengua,
sino que se escondió en la trompeta parlante, y su cabeza desapareció para
salir por el otro lado.
-Bartolo ha decidido que no- dije con sabiduría.- Es por él que se interesan y él
no quiere.
El bigotudo quiso acercarse para pescar al Bartolo, pero él lo escupió en la
cara. El público retrocedió asustado.
Nosotros finalmente cogimos nuestro equipo y solamente nos llevamos de
recuerdo la trompeta, que ellos dejaron tirada.

Caminamos un buen rato callados. Había tanto que hablar que más valía no
decirlo, y así fuimos perdiendo de vista al enemigo.
Mientras andaba y andaba, me vino el remordimiento familiar, o sea que me
acordé de la Mamá, del Papá, de la Ji (mi hermana) que nadie la entiende... Y
me fui quedando atrás para pensar en ellos tranquilo. Porque a lo mejor
nunca más iba a volver a verlos y me daba congoja. Mi madre huérfana de
hijo, mi padre con su famosa responsabilidad de jefe, mi hermana.
¿ Qué hacer?. Yo los había buscado, ellos me habrían buscado.
Si el mundo fuera redondo, pero quieto y no diera vueltas, ya nos habríamos
encontrado...Una lágrima me cayó en pleno pecho y me di cuenta de que casi
estaba llorando. Entonces me dije: Un hombre no llora ni se desanima.
Y así llegamos a un bosquecito donde había una ruca hecha de barro y ramas
con techo de totora (hojas de árbol) bien chasconas.

Seguimos nuestro camino con Bartolo y los demás, hasta que llegamos a un
bosque y nos encontramos con un niño llamado Pellín, que era mapuche, y el
Japo dijo: - Andamos medios perdidos ¿ Porque no nos llevas a tu casa?.

El niño nos guió por un camino lleno de flores hasta su casa donde, vivía con
su abuela. Ella estaba preparando unas tortillas y nos ofreció. Estaban súper
calientes que nos quemaban las manos pero, las devoramos calientitas,
mientras el Pellín (niño mapuche) hablaba a toda vela en su idioma que no
alcanzaba a entender. Apenas terminaba yo una tortilla, tenía otra en la
mano.
Entre el nieto y su abuela nos acomodaron un rincón blandito de hojas secas y
los dos se arreglaron en otro, ahí cerquita. Es difícil dormirse cuando uno está
cansado, pero es más difícil despertar al otro día.
Las abuelitas mapuches no tienen mañas como las de ciudad y ni se acuerdan
de esas reglas de lavarse la cara y los dientes. Yo creo que por eso tienen
dientes tan blancos y parejos. Al levantarse, la única obligación es recoger
ramitas para el horno. Uno aprende a tostar harina y hacer ulpo, que es rico y
llenador.
Salimos con el Pellín y los demás y conocimos a un hombre, que era pescador.
Yo le conté la historia de mi gente perdida y entonces nos convidó a llevarnos
a Niebla de paseo, por si los encontraba.
A la mañana siguiente, antes de que amaneciera, remolcamos el bote hasta la
orilla, echamos dentro el canasto y nos acomodamos para remar por turnos.
De repente me di cuenta de que no estaba el Pellín. Miré a la orilla, y allá lo
divisé con su manito diciéndonos adiós.
Era tan lindo ver la luz que iba derritiendo la noche y dándole cancha al sol que
ni se hacía pesado tanto remar.

Tampoco daba congoja pensar que a lo peor se habían terminado de verdad las
vacaciones y lo íbamos a saber de un porrazo, al llegar a la orilla..
El sol nos rasguñaba las orejas y cogotes cuando llegamos a Niebla. Unos
pescadores amigos del viejujo nos llevaron a comer un caldito en una hostería
de playa.
Así terminaron mis vacaciones después de muchas aventuras y adversidades
pero, fueron unas vacaciones inolvidables
Y a pesar de haber estado sin mi familia pude encontrar muchos amigos pero,
el mejor fue un tierno y fiel culebro.

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