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El texto explora la relación entre los sindicatos y las coaliciones gubernamentales en América
Latina y Europa, particularmente en el contexto de las reformas laborales. Se destaca que la
posición de los sindicatos en estas coaliciones tiene un impacto significativo en la
desregulación laboral y las políticas de compensación asociadas. A pesar de la importancia
histórica de los sindicatos en la organización del mercado laboral, se critica la falta de atención
a los patrones nacionales de coalición en los estudios sobre desregulación laboral en países en
desarrollo.
El texto concluye resaltando dos mecanismos clave relacionados con la interacción gobierno-
sindicatos: la capacidad de los sindicatos para bloquear o corregir proyectos de legislación
laboral y su influencia en la distribución de recursos, especialmente en términos de
compensación social. Se argumenta que la movilización sindical puede afectar la
implementación de reformas, y se ilustra con ejemplos de Chile, Argentina y España. En última
instancia, se destaca que el lugar de los sindicatos en las coaliciones gubernamentales genera
un "intercambio" entre la mercantilización del trabajo y el tamaño y destino de las políticas
compensatorias para los excluidos del mercado laboral.
En esta parte que resta de este trabajo me propongo analizar tres aspectos cruciales de la
política laboral: la flexibilización de los contratos individuales, las relaciones colectivas de
trabajo y las políticas de compensación. A continuación, paso a explicar cada una de estas
dimensiones de la reforma laboral.
Se destaca la tendencia a reducir los costos para los empleadores y otorgar a las empresas más
poder en la contratación de personal. Se mencionan dos formas principales de esta
flexibilización: la primera implica la reducción de indemnizaciones por despido y aportes al
sistema de seguridad social, mientras que la segunda introduce nuevos tipos de contratos,
especialmente para trabajadores nuevos en el mercado laboral.
Se ilustra el caso chileno, donde se implementó una flexibilización a través del Plan Laboral
entre 1978 y 1981, permitiendo despidos sin causa justa y reduciendo las indemnizaciones. En
Argentina y España, se adoptó la segunda opción, introduciendo nuevos tipos de contratos
temporales para evitar la represión de sindicatos. En España, se amplió el alcance de los
contratos temporales en 1984 y se implementaron reformas ambiciosas en 1993-1994. En
Argentina, la Ley Nacional de Empleo de 1991 introdujo formas de contratación temporal, pero
requería aprobación sindical. En 1995, se buscó consenso entre empresarios y trabajadores,
resultando en una reforma en 1998 con críticas de la industria.
En el caso de Chile, se destaca una reforma significativa después del régimen militar. Antes de
esto, las relaciones colectivas estaban reguladas, con afiliación obligatoria para los trabajadores
en empresas con mayoría sindical. Tras el golpe de Estado, se prohibió la actividad sindical,
pero la presión internacional llevó a la restauración de leyes laborales. Sin embargo, el nuevo
marco legal socavó el poder sindical al permitir la formación de varios sindicatos en una
empresa y restringir las negociaciones a nivel de la empresa, generando una fragmentación
sindical notable.
En Argentina, a pesar de intentos de reforma durante el gobierno de Menem, la legislación
tradicionalmente fortaleció a los sindicatos en términos de monopolio de representación,
inclusión de no afiliados en acuerdos colectivos y centralización en las negociaciones. Aunque
se intentó derogar leyes, la resistencia sindical impidió cambios significativos. La
descentralización en las negociaciones colectivas aumentó, especialmente a nivel de empresas,
pero la mayoría de los acuerdos aún involucraban a líderes sindicales de organizaciones
sectoriales y federaciones nacionales.
En España, la Ley Orgánica de Libertad Sindical de 1985 consolidó la posición de los principales
sindicatos, otorgándoles el estatus de "más representativos". Aunque el gobierno socialista
rompió con la negociación centralizada de salarios, los comités de empresa mantuvieron el
poder de firmar acuerdos colectivos. A pesar de un aumento en los acuerdos a nivel de
empresas durante la liberalización económica, no hubo una descentralización extrema en el
sistema de negociación colectiva.
En resumen, cada país experimentó cambios en las relaciones colectivas de trabajo, con Chile
enfrentando una fragmentación sindical después de una reforma radical, Argentina
experimentando cierta descentralización, y España manteniendo cierta centralización a pesar
de cambios en la legislación y políticas laborales.
Se examina las relaciones entre el gobierno y los sindicatos, así como los enfoques de
desregulación en el mercado laboral en tres países: Chile, Argentina y España. Durante la
dictadura en Chile, se implementaron reformas estructurales que afectaron al movimiento
sindical, eliminando las bases institucionales y provocando movilizaciones en los años 1982-
1983. A pesar de la incapacidad para controlar a los sindicatos, el gobierno chileno introdujo
una extensa red de compensaciones en el mercado laboral para mitigar los costos sociales de la
reforma. La mercantilización de la fuerza laboral en Chile coincidió con una expansión relativa
de los beneficios sociales para contrarrestar los efectos del avance del mercado.
En Argentina, durante la administración Menem, los sindicatos formaron parte del proceso de
diseño de la nueva legislación laboral, pero hubo tensiones y contradicciones. Cada intento de
reforma contó con el respaldo de los empresarios y el rechazo de los sindicatos, pero después
de las negociaciones, la CGT respaldó los resultados. A diferencia de Chile, el gobierno
argentino se preocupó menos por la distribución de compensaciones a los perdedores del
ajuste, ya que el control del movimiento sindical redujo la necesidad de atenuar los efectos del
ajuste en el ámbito social. La reforma laboral en Argentina resultó en una baja desregulación
laboral para los empleados en el sector formal, pero con altos costos sociales para los
desempleados y trabajadores en la economía informal.
En España, especialmente después de 1985, los sindicatos fueron excluidos del diseño de la
reforma laboral, lo que permitió al gobierno socavar las bases de poder de las organizaciones
sindicales. A diferencia de Chile, España era una democracia, y el partido en el poder, el PSOE,
mantenía vínculos con la clase trabajadora. La desregulación de la legislación laboral individual
avanzó significativamente, con la expansión de contratos temporales conocidos como
"contratos basura". A pesar de las tensiones, el PSOE no promovió una descentralización
agresiva en las regulaciones de los acuerdos colectivos. La administración del PSOE no podía
contar con los sindicatos para contener las movilizaciones de los trabajadores, y la presión por
compensaciones para los desempleados fue significativa. La reforma laboral en España resultó
en una flexibilización de los contratos individuales, con una expansión notable de los
contratos temporales.