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La Emergencia de la
Economía Popular
en Argentina
LA EMERGENCIA DE LA ECONOMÍA POPULAR EN ARGENTINA
Publicación periódica de la Red de Intercambio Técnico con la Economía Popular
Año 1 | Número 1 | OCTUBRE 2023 | ISSN en trámite
RESPONSABLES DE LA PUBLICACIÓN
Equipo RITEP
Coordinaron esta edición
Fabián Carrizo, Diego Masello
Colaboración especial
Nara Alvarez
Introducción 5
Editorial 7
1. De qué hablamos cuando nos referimos a la Economía Popular
Nuestra Realidad 17
Emilio Pérsico, Juan Grabois
Los problemas estructurales argentinos y la emergencia
de la Economía Popular 27
Diego Masello, Nara Alvarez
Para muchos de nosotros no es una novedad que la Argentina viene arrastrando pro-
blemas estructurales de largo plazo. La última dictadura militar llevó adelante cambios
en la estructura económica y productiva argentina, que emergieron violentamente en
el mercado de trabajo durante los primeros años de la década del ‘90, causando, bajo
distintos mecanismos (retiros voluntarios, jubilaciones anticipadas, despidos, cierre de
empresas, privatizaciones, entre otras) la expulsión de cientos de miles de trabajado-
res, que comenzaron la búsqueda de la reinserción laboral fundamentalmente de ma-
nera autogenerada. Para tener una idea, entre 1992 y 1996 se destruyeron alrededor de
980 mil puestos de trabajo plenos, en su gran mayoría registrados y ligados a empresas
de un tamaño medio superior a los 10 trabajadores.1
Tomando este momento como un punto de partida, cada nueva crisis (2001 [corralito fin
de la convertibilidad], 2009 [Lehman Brothers y sus implicancias locales], 2018 a 2019
[crisis de deuda], 2020 [Pandemia]), ha dejado un saldo negativo en términos socio-pro-
ductivos y ha sido dañino especialmente para el conjunto de los trabajadores, generando
la expulsión una cantidad de ocupados y ocupadas a una dinámica signada mayormente
por el autoempleo. En este sentido, muchos de estos trabajadores/as se encuentran en la
actualidad dentro de lo que denominamos la economía popular argentina.
Aunque han pasado cerca de treinta años, sigue ausente una discusión profunda de las
causas y, sobre todo, de las consecuencias que se han ido generando con estos proce-
sos dentro de nuestro tejido social. Muchas veces se escuchan relatos que proponen co-
mo salida acciones que, o son meramente coyunturales o no entienden cabalmente las
transformaciones que se han dado en el tejido socio-productivo argentino.
Por tal motivo, esta publicación tiene como objetivo dar continuidad a los debates en
torno a la actualidad y el futuro de la economía popular en la Argentina. Desde el mar-
co de la Red de Intercambio Técnico con la Economía Popular (RITEP) se quiere pro-
piciar la participación de diversos trabajos y ensayos relativos a la caracterización, la
dinámica, las particularidades sectoriales y las políticas relativas a la economía popular.
Por ello, esta publicación se ha organizado con una editorial desarrollada por impor-
tantes referentes del sector, a partir de una serie de preguntas orientadoras. La primera
sección está dedicada al análisis del significado y de las características de la economía
popular. En la segunda sección se desarrollan diversas aproximaciones sectoriales de
las distintas unidades productivas y trabajadores que se desempeñan en las mis-
mas. Finalmente, en la tercera sección se recogen diversas miradas sobre las posibles
políticas tendientes al apoyo de la economía popular; políticas que podrían impactar
mejorando el dinamismo de las unidades productivas y de los trabajadores y las traba-
jadoras que se desempeñan dentro de las mismas.
1
Carbonetto, D., (1996), Revista Macronsul, CESS.
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Servicios Personales y Otros Oficios
EDITORIAL
LA MIRADA EDITORIAL SOBRE LA ECONOMÍA POPULAR
7 VOLVER AL ÍNDICE
La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
Vemos necesaria una definición más clara de la política frente a la economía popular
(como fueron históricamente las definiciones del peronismo), como podría ser la habi-
litación de créditos específicos para la economía popular, alguna regulación sobre las
compras estatales hacia el sector popular, alguna forma de habilitación de nuevos ca-
nales de comercialización, el uso de la tierra del Estado en poder de las organizaciones
populares para la producción alternativa de alimentos. Cabe señalar que esto último
también redundaría en procesos de repoblamiento de zonas, generando nuevas ciuda-
des y pueblos (una nueva soberanía).
para realizar un polo productivo de alimentos; allí se necesita llevar los servicios (ener-
gía, agua, entre otros), o sea, se necesita un acompañamiento del Estado y de los sectores
profesionales, esto está empíricamente comprobado. Estos intercambios son una condi-
ción necesaria para poder avanzar en una mejora de la productividad popular, tal como la
concebimos.
Finalmente, ¿cuáles son las principales políticas que está necesitando el sector?
Pensando ahora en el futuro, en lo que respecta a las políticas necesarias, hay sectores
preocupados, incluso hay sectores universitarios que están en la discusión, pero no hay
una política general para discutir respecto a qué nos referimos con economía popular.
Por lo tanto, si no hay una política general, no hay consenso, y si no hay consenso, lo
que se observa es un ataque concretamente. Entonces, para que existan políticas para
la economía popular, hay que tener el tiempo para llevar adelante una serie de discu-
siones profundas, que no estén en el marco de la disputa política electoral. O sea, co-
mo política lo entiendo a través del logro de cierta armonía y complementariedad, por
ejemplo, de la totalidad de lo que se importa, seguramente podrá haber un conjunto
de cosas que podrían ir sustituyéndose por cosas que produzcamos acá, tanto por la
economía regular como por la economía popular.
Otro eje para someterlo a la discusión profunda, tiene que ver con la situación general
de los trabajadores y trabajadoras. Si actualmente tenemos aproximadamente a la mi-
tad de la población económicamente activa precarizada, o por alguna multinacional o
alguna empresa formal o porque tienen que inventarse un trabajo, nosotros no termi-
namos de entender que algunos sigan planteando que va a haber alguna alternativa
dentro del sistema capitalista argentino así como está, para que esa mitad de la pobla-
ción activa pase a tener un trabajo sin precarizaciones. Por lo tanto, si esta discusión no
se profundiza es muy difícil avanzar.
Para profundizar la discusión, nosotros desde la CTEP tenemos algunas propuestas.
Como mencioné antes, la alternativa de utilizar tierras fiscales para comenzar a planifi-
car desarrollos socio-productivos, que podrían estar en comodatos con organizaciones
sociales, creemos que es un buen punto de partida para ir delineando una política; sin
embargo, hasta ahora esta propuesta ha caído en saco roto.
Además, no se trata solo de la obtención de la tierra, sino que se trata de realizar in-
versiones, hay que invertir en capacitación, hay que profundizar el intercambio entre
los profesionales y los trabajadores de la economía popular, y hay que pensar en lo que
ya se está haciendo cómo podemos mejorarlo. Por ejemplo con nuestros emprendi-
mientos textiles, no sólo queremos que produzcan para poder vender en el mercado
(subordinada al capital), sino que también queremos que puedan funcionar como pro-
veedores o garantes de la ropa de aquellos que actualmente no la pueden comprar.
Entonces, nosotros proponemos ideas de políticas. Sin embargo, en la actualidad no ve-
mos que estas ideas sean tomadas por las diferentes dirigencias políticas. Con lo cual, si
no podemos lograr un camino tendiente a una armonización, lo que hay es un proceso
de lucha, que se plasma, por ejemplo, en la defensa del salario social complementario,
la obtención de un bono de fin de año, en fin, en todas las cuestiones gremiales más in-
mediatas. Ahora bien, con este escenario el gran problema es que no podemos ser par-
te de la discusión de un modelo de país que nos incluya a todos.
presas recuperadas con principios similares a la economía social. Nos referimos, por
ejemplo, al comercio popular; la elaboración de productos manufacturados, reciclado,
recuperación de basura, construcción a pequeña escala y agricultura familiar. Cuando
hablamos de economía popular remitimos también a las tareas comunitarias, sociales,
ambientales y de infraestructura barrial; actividades de producción y venta de bienes y
servicios en mercados poco estructurados y de alcance local. Esto incluye por supues-
to a los cuidados comunitarios. A todos los trabajos que tienen que ver con la vida y su
reproducción: centros de primera infancia, puntos de alfabetización, puntos de salud,
acompañamiento de situaciones de consumo problemático, limpieza de micro-basura-
les y aguas estancadas o contaminadas, etc.
El primer elemento central es asumir que todas estas son formas de producción de
valor. Por lo tanto, deben ser reconocidas y dotadas de derechos. En lo que hace a lo
productivo hay que acercar a productores con consumidores, esto tiene la inmensa
ventaja de ser una política anti inflacionaria. Por eso necesitamos ley de góndolas,
que el Estado le compre a la economía popular, y la acompañe con programas simpli-
ficados para que puedan formalizar los emprendimientos, formación y capacitación,
acompañamiento jurídico.
En lo que hace a los cuidados tenemos que dotar a esos trabajos de derechos sabiendo
que son realizados fundamentalmente por mujeres y diversidades. Aquí es central la
capacitación y la perspectiva educativa para que quienes realizan estos cuidados ten-
gan títulos afines a sus tareas acreditados. Por ejemplo, una cuidadora de personas ma-
yores que pueda realizar un curso que mejore sus conocimientos, y a su vez los valide
para acceder a esos derechos que el trabajo registrado permite.
A la economía popular hay que desarrollarla desde el Estado para que pueda competir y
crecer, porque como las Pymes generan trabajo, valor y producción, en lugar de ser tim-
ba financiera y especulación. Aquí está la clave.
Finalmente, ¿cuáles son las principales políticas que está necesitando el sector?
• Ley de góndolas,
• Fortalecimiento de los espacios de cuidados comunitarios y políticas activas de
reconocimiento de este tipo de trabajo,
• Financiamiento, subsidios y acompañamiento para la formalización, registro y
crecimiento de cooperativas,
• Monotributo productivo,
• Urbanización de los barrios populares,
• Fortalecimiento de la agricultura familiar y de las zonas periurbanas de pro-
ducción,
• Protección de las economías regionales,
• Control de precios y garantía de control a los grandes monopolios,
Dina Sánchez
¿Cuáles son los principales desafíos de la Economía Popular en los próximos dos años?
Creo que dentro de los principales desafíos de la Economía Popular en los próximos
años se encuentra en primer lugar el total reconocimiento a esta nueva economía. Que
no es tan nueva, que nace en los 90 al calor también de un gobierno con políticas neo-
liberales donde había masivos despidos, donde también había una inflación bastante
fuerte y después, en el 2001, con una explosión que posiciona como mucho más fuerte
a los movimientos sociales y su construcción colectiva.
Pero también esta identidad de economía popular la venimos construyendo diariamen-
te y no es tan antigua, entendiendo que ahora no solamente somos esas organizaciones
que sostenían Comedores y Merenderos, sino que nos inventamos nuestro propio tra-
bajo. Nos organizamos a través de ramas, de unidades productivas, como lo son la rama
textil, como la rama de construcción, como la rama de producción y comercialización de
alimentos, la rama de la carpintería, la herrería, teniendo nuestros almacenes, pero tam-
bién a la vez con la rama sociocomunitaria que es fundamental y que tiene que ver mu-
cho con los cuidados.
Así que yo creo que el desafío principal es eso, el total reconocimiento del sector. Si bien
es cierto que hoy tenemos la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP),
que pudimos construir nuestro sindicato como una herramienta fundamental para pe-
lear por derechos y conquistas, también es necesario que toda la dirigencia política y
sindical tradicional reconozcan esta economía. No que la vean como un problema, sino
como como parte de la solución, y que viene dándonos respuesta a muchos, pero fun-
damentalmente a muchas mujeres.
Entonces, es prioritario que se reconozca esta economía, creo que después vamos a te-
ner que empezar a dotarla de derechos, a fortalecerla. Y eso significa incluso que las
políticas para la Economía Popular se empiecen a discutir en el Ministerio de Empleo,
Trabajo y Seguridad Social y no en el Ministerio de Desarrollo Social. Tenemos que em-
pezar a dividir como política de subsidio por un lado en el Ministerio de Desarrollo So-
cial, pero políticas que fortalezcan la economía popular, políticas que salgan desde el
Ministerio de Trabajo reconociendo que la Economía Popular es trabajo.
En diversos trabajos se han señalado los problemas productivos dentro de la E.P., ¿cómo
cree que se podría lograr un aumento de la productividad dentro de la E.P.?
Para nosotros arrancar con alguna unidad productiva es un cumulo de problemas. Prime-
ro, desde el espacio en donde establecerse; un galpón, un lugar que obviamente hay
que alquilar (sumando el depósito de la garantía, etc.). Y después, ¡empezar!
Ejemplifico: En La Boca tenemos como organización el desarrollo de un polo textil.
Empezamos buscando un galpón. Teniendo la estructura, comenzamos a armar pro-
yectos para poder obtener las maquinarias, luego conseguir las capacitaciones necesa-
rias. ¡Cuando sumas son tantos los frentes…!
Otro ejemplo, lo último que nosotros estamos produciendo en Lomas de Zamora, la úl-
tima unidad productiva que sacamos adelante, es un espacio donde las compañeras es-
tán haciendo zapatillas, borcegos, entre otras cosas.
Allí empezamos con una compañera que llegó a la organización que había trabaja-
do en una fábrica de zapatillas, pero solo sabía una parte del proceso productivo para
confeccionar la zapatilla y cada par de calzado tiene entre siete y nueve procesos. Co-
mo mencionaba antes, primero vimos el espacio, alquilamos el lugar y comenzamos a
buscar todas las máquinas para llevar adelante la producción y después capacitación.
La compañera Laura, que es la responsable del espacio, no conocía todas las instancias
de la fabricación de calzado y el Frente le pagó la totalidad de la capacitación necesa-
ria para conocer todo el proceso productivo. Hoy todas las compañeras que trabajan
ahí saben de principio a fin todo lo necesario para fabricar las zapatillas.
Esto es algo que distingue a nuestras unidades productivas a diferencia del sector pri-
vado. Nuestros compañeros trabajadores no aprenden solo un proceso rutinario en una
máquina, lo que haría que el conocimiento termine siendo de una sola persona con esa
maquinaria, acá es distinto: nuestros espacios son talleres productivos donde las com-
pañeras saben hacer todo el proceso.
Por último, a la hora de comercializar también descubrimos y afrontamos complica-
ciones. Nosotros, a pesar de que también en ese tema hemos hecho un gran trabajo
con los almacenes populares, con MECOPO (Mercado de Consumo Popular), también
es complejo poder abordar la comercialización. Una de las leyes que nosotros presen-
tamos como UTEP en el Congreso de la Nación, fue justamente que el Estado Nacional
otorgue el 25% de la compra total que realiza a cooperativas o unidades productivas
de la Economía Popular, que se encuentren o no dentro de la UTEP, eso no importa. Ese
proyecto de Ley no avanzó.
Hoy hacemos lo que podemos, no todas nuestras unidades productivas tienen un in-
greso mensual fijo y eso es complicado. Claramente problemas hay un montón. Trata-
mos siempre de solucionarlo, conformando proyectos para ser presentados, leyes, todo
lo que pueda fortalecer, fomentar principalmente a la economía popular. Una econo-
mía popular organizada que es una economía popular más colectiva, no creciendo des-
de lo individual sino desde lo colectivo.
Introducción
Al menos dos generaciones de argentinos no conocen la vida de la empresa, la fábrica,
el taller, nunca gozaron de un sueldo digno, vacaciones, aguinaldo, obra social ni un sin-
dicato que los proteja de los abusos. No conocen el concepto de huelga porque nuestra
lucha está en las calles y los piquetes, en las fábricas quebradas y tierras tomadas. No se
trata ya de disputar la plusvalía de tal o cual empresario sino de arrancarle al conjunto
de los ciudadanos socialmente integrados el mero derecho a la subsistencia.
La contradicción fundamental en nuestra sociedad es cada día más clara: están los que
caben y los que sobran. Los integrados y los excluidos. Los que son útiles para el proceso
de acumulación capitalista, por un lado; los “residuos sociales” que ensucian y amenazan
la civilización burguesa por el otro. Los que comen en la mesa y los que juntan las miga-
jas, los excluidos, los marginados, “los que sobran”, los últimos de la fila... A esos compa-
ñeros que sufren en su carne las injusticias del capitalismo y a quienes dedicamos toda
nuestra militancia. Los compañeros que tuvieron que salir a inventarse el trabajo, revol-
ver la basura en la noche fría para juntar plástico, papel y cartón, pasar noches en vela
para recuperar la empresa quebrada, vender baratijas en trenes y colectivos, aprender
a producir artesanías para subsistir, tirar la manta en la calle frente a la mirada adus-
ta de la policía, bancar la parada en la feria, salir con el carro a caballo a fletear, subir-
se a la moto arriesgando la vida para llevar mensajes y encomiendas, cultivar la tierra
frente a la amenaza constante del agronegocio, sostener un emprendimiento familiar
ante la competencia de los capitalistas, pintar una escuela o barrer las calles por un mí-
sero subsidio, cuidar chicos en el barrio, cocinar en los comedores, trabajar en espacios
comunitarios… Todos estos compañeros fueron creando, desde esos basurales sociales,
ejemplos de trabajo, organización, lucha y dignidad. Lo que nosotros llamamos “Econo-
mía Popular”.
La economía popular no está aislada de la economía global de mercado. Los puntos
de conexión son múltiples tanto a nivel de la producción como del consumo. La propa-
ganda incesante nos arrastra al consumismo y muchas actividades populares integran
cadenas de valor de grandes empresas. Incluso el sector financiero concentrado se be-
neficia de los intereses usurarios que los pobres pagan por los préstamos personales.
Sin embargo, la economía popular tiene una característica que la distingue: los medios
de producción, los medios de trabajo, están en manos de los sectores populares. De
ahí que nos atrevemos a soñar con un proceso de auto-organización de nuestros com-
pañeros que permita erradicar las tendencias patronales del seno de nuestro pueblo
1
Síntesis de los contenidos publicados por los autores en la publicación “Nuestra Realidad – Cuadernos de for-
mación para trabajadores, militantes, delegados y dirigentes de organizaciones populares, publicado por la
Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) en el año 2014.
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La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
de trabajo de estos compañeros siguen siendo muy malas, han mejorado sensiblemen-
te a partir de la mecanización de la industria ¡pero los demás se cayeron del mapa! Esto
nos pone ante dos paradojas: la de la productividad y la del crecimiento.
La primera paradoja, la de la productividad, es que el desarrollo de las fuerzas produc-
tivas, es decir, el aumento de la productividad del trabajo mediante la incorporación
de tecnología, permite mayores volúmenes de producción en menor tiempo, genera
más ganancias con menores costos, y hasta mejores salarios para los trabajadores. Pe-
ro del mismo modo destruye puestos de trabajo y arroja a miles de compañeros a la
exclusión.
La segunda paradoja, la del crecimiento, es que el crecimiento del total de lo que se pro-
duce en el país (PBI) en el actual modelo de desarrollo, si bien refleja la incorporación
de tecnología, el aumento de las inversiones, una mejora en la productividad y buenos
rendimientos para las empresas, tampoco garantiza trabajo para todos.
Explotación indirecta
Cuando decimos que el Capital no nos quiere ni para explotarnos, decimos una verdad
a medias. En realidad, sólo nos expulsa del trabajo formal con plenos derechos, pero a
muchos nos explota de manera indirecta.
¿Cómo hace para explotarnos sin que siquiera nos demos cuenta? Lo que sucede es
que, aunque nos nieguen los derechos laborales, ¡nosotros trabajamos! Y casi siempre,
nuestro trabajo termina beneficiando a las grandes empresas.
Veamos algunos ejemplos prácticos:
• Los cartoneros aportan materia prima para la industria del cartón (Zucamor),
papel (Smurfit) y plástico (Danone) a precios bajísimos. Esta materia prima se
utiliza luego para la producción de grandes marcas como Coca Cola.
• Los trabajadores de la agricultura familiar proveen el fruto de la tierra y el tra-
bajo a las grandes empresas tabacaleras (Philip Morris), yerbateras (Rosamon-
te), lácteas (La Serenísima), etc. que luego los industrializan y distribuyen los
productos, quedándose con la parte del león.
• Los trabajadores costureros de talleres clandestinos son sometidos a extensas
jornadas de trabajo para beneficio de las grandes marcas (Kosiuko, Nike, Adi-
das, Mimo, Levis, Cheeky) pues el taller se queda con una pequeña porción de
las ganancias y, aunque verdugos de nuestros compañeros, son a la vez explota-
dos por los de arriba.
• Los vendedores ambulantes distribuyen masivamente productos de primeras
marcas multinacionales: café, helado, gaseosas, golosinas y casi todo lo que
venden nuestros compañeros en la vía pública termina en los bolsillos de las
grandes empresas.
Como vemos, los trabajadores de la economía popular producen un excedente que, por
pequeño que sea, es reapropiado por el mercado capitalista a través de mecanismos de
explotación indirecta.
Podría decirse que hay muchos compañeros que no integran ninguna de las cadenas de
valor de las grandes empresas: los artesanos, por ejemplo, que, con piedras y alambres,
cartón o madera, hilo o tela, hacen hermosas artesanías. También de todos los servicios
que nuestros cumpas proveen en los barrios: peluquería, cuidado de niños, preparación
de comidas, no integran estas monstruosas cadenas. Del mismo modo, los trabajado-
res de programas sociales tampoco generan ganancia para las grandes empresas. ¡Es
cierto, pero lo que no te sacan haciéndote trabajar sin derecho, te lo sacan haciéndote
comprar caro o pagar intereses usurarios!
Así, lo poquito que ganamos o los subsidios que le arrancamos al Estado en la lucha se
nos escapan entre los dedos cuando vamos a comprar unas zapatillas, un yogurt, paña-
les, un electrodoméstico o necesitamos un préstamo personal en una financiera para
resolver alguna urgencia.
¿Sabías, por ejemplo, que mientras más pobre sos más altos son los intereses que pa-
gás? Ridículo, pero así los grandes bancos terminan robándote el monedero sin que te
des cuenta. Podemos decir entonces que la explotación indirecta son los mecanismos
que tienen el Capital, ya sea a través de la apropiación de tu trabajo como de la apropia-
ción de tus ingresos, para chuparte la sangre sin siquiera pagarte un salario.
larios elevados y plenos derechos laborales. Aquí trabaja una verdadera “aristo-
cracia obrera” que cada vez es menos solidaria con los trabajadores pobres. Los
dueños son grandes grupos económicos, en general bancos. En este sector, el
más avanzado, los medios de producción están en manos de unos pocos gran-
des bancos y grupos económicos globales
b. Nacional y local (PyMEs): La mayor parte de los empleos son, sin embargo, pro-
ducto de una gran cantidad de PyMEs orientadas al mercado interno o a proveer
servicios tercerizados a las grandes empresas. A pesar de una gran heterogenei-
dad en su nivel de desarrollo, están siempre subordinadas a las decisiones ma-
croeconómicas de los sectores monopólicos. Ofrecen en general condiciones de
trabajo asalariado precario, inestable, tercerizado y parcialmente registrado. En
la economía nacional y local, los medios de producción están en manos de em-
presarios nacionales, en general son de clase media y media alta.
c. Popular (unidades de trabajo sin capital e infraproductivas): Se trata de em-
prendimientos individuales o colectivos con mínima tecnología, baja produc-
tividad, ingresos inadecuados para los trabajadores y condiciones muy malas
de labor. En general, en el sector popular somos muy competitivos y egoístas,
nos explotamos unos a otros. Así, podríamos decir que más que popular es un
capitalismo residual o “peri-capitalismo”. Sin embargo, existen valiosas formas
de organización cooperativa del trabajo impulsadas por los movimientos popu-
lares. En la economía popular, los medios de producción están en manos de los
sectores populares, en las villas, en los barrios, en las calles, en las periferias ur-
banas y rurales.
¿Y el sector público? ¿Y el Estado? Bueno, el Estado a veces va en avión, a veces en tren y
a veces a pata, depende la ventanilla que te toca. Por ejemplo, si entraste en Aerolíneas
Argentinas vas a ganar bien, si te dieron un contrato en Administración Ferroviaria vas
a ganar más o menos, y si te dieron un plan “Argentina Trabaja” en Desarrollo Social no
llegás a fin de mes ni tenés vacaciones.
No hay diferencia por cuanto los tres son trabajadores, los tres están precarizados y los
tres tienen que unirse y luchar. Pero los dos primeros tienen patrón y por eso tienen sin-
dicatos que deberían protegerlos para que se cumplan las leyes y para que se indem-
nice a todos los compañeros cuando éstas se violan. Si la empresa quiebra, hasta se
pueden quedar con el local y las máquinas formando cooperativas (“empresas recupe-
radas”). Si echan a todos, pueden tomar el lugar y así presionar a los patrones para que
cumplan. También pueden reclamar en un “juzgado laboral”.
En cambio, los trabajadores de la economía popular no tenemos a quien reclamar
cuando perdemos el trabajo o ganamos menos del mínimo vital y móvil. Por ejemplo,
el compa del puesto de panchos, en cambio, no tiene patrón. Si el puestito es de él no
se puede hacer juicio a sí mismo, si lo alquila al vecino o pone un ayudante, tal vez po-
dría, pero lo cierto es que tampoco le va a hacer una demanda. Todo queda en el barrio,
esa es la verdad. ¿Eso quiere decir que no puede luchar? ¡Todo lo contrario! Hay que re-
doblar la lucha. Sin dejar de aspirar a la unidad de los trabajadores, de todos los traba-
jadores, no importa cuánto ganen, tenemos que entender nuestra situación particular
para poder organizarnos.
Entonces ¿Qué tipo de trabajadores somos? ¿Somos informales? Sí, pero esa es una idea
engañosa. Parece un problema de “formas” cuando en realidad es de contenidos. Si es-
tuviéramos registrados, pero en las mismas condiciones, nada cambiaría más que en
las estadísticas. Además, tenemos que distinguir los trabajadores no registrados que la-
buran en una empresa privada dónde el patrón no los pone en blanco (eso es trabajo
en negro) de los que trabajamos en unidades productivas populares, esas que andan en
chancletas, que ni siquiera están registradas como empresas.
¿Somos precarizados? Sí, pero, además, si así siguen las cosas, estamos condenados a
serlo para siempre, porque no es lo mismo una empresa privada dónde el patrón ter-
ceriza, flexibiliza o trampea (eso es fraude laboral) que una unidad productiva popular
que no puede darle a sus trabajadores plenos derechos laborales porque si no se funde.
¡Y el Estado ni siquiera reconoce nuestros sindicatos!
¿Somos autónomos? A veces directamente no, porque en muchas unidades productivas
populares puede que también trabajemos para otro como empleados, peones o ayu-
dantes. Pero aun cuando trabajamos totalmente por cuenta propia, igual somos de-
pendientes del mercado y de la economía en general para vivir.
¿Somos improductivos? Definitivamente no, porque producimos nuestra vida, nuestro
trabajo, nuestra dignidad. Sin embargo, es cierto que como no tenemos capital, somos
infra productivos o deficitarios desde el punto de vista económico. Es decir, nuestras ac-
tividades no dan ganancia como para comprar nuevas máquinas o progresar, a lo sumo,
el pan de cada día y con mucha suerte un cachito para ahorrar. Nuestro trabajo es de
subsistencia.
En fin, somos informales, precarios, externalizados y de subsistencia. Somos trabajado-
res excluidos de los derechos, de las instituciones, nadie se responsabiliza por nosotros
y nuestras unidades productivas no pueden garantizarnos condiciones dignas y esta-
bles de trabajo. Podemos decir que, después de la paliza que nos dio el neoliberalismo,
hoy nos atraviesan estas cuatro fracturas:
a. Fractura en los derechos: cuando nos quitan los derechos básicos del trabajo,
cuando no tenemos trabajo decente, podemos decir que estamos “precariza-
dos”. ¡En la argentina casi el 50% de los trabajadores están precarizados! Y los
trabajadores de la economía popular somos los más precarios de todos.
b. Fractura institucional: cuando las intuiciones no nos reconocen y no existimos
para el estado, podemos decir que somos “informales”. Casi un 30% de los com-
pañeros que tienen patrón son informales, porque no los han registrado. Pero
nosotros que no tenemos patrón, más del 80% somos informales porque no es-
tamos en el monotributo social ni en ninguna otra categoría.
c. Fractura en la responsabilidad empresarial: cuando los capitalistas no se ha-
cen cargo de nuestra situación, ni nos pagan un salario, aportes, jubilación, in-
demnización por despido, podemos decir que estamos “externalizados”. Eso le
pasa a los tercerizados, pero en mayor medida a nosotros.
d. Fractura de productividad: cuando nuestro trabajo no rinde por falta de má-
quinas, materia prima, capacitación o herramientas, podemos decir que somos
“infra-productivos”, o mejor aún, “infra-capitalizados” porque si tuviéramos las
máquinas, produciríamos mucho mejor que los capitalistas. Pero como ellos
miden todo por el dinero, dicen que somos directamente improductivos, invia-
bles, inservibles, desechables.
La Economía Popular tiene una característica que la distingue: los medios de trabajo es-
tán en el seno del Pueblo, en el barrio, en la calle, entre los vecinos, en la naturaleza, no
son propiedad de ningún capitalista. En general, estos medios de trabajo están en ma-
nos del Pueblo porque los ganamos luchando, pero la mayoría de las veces, porque a los
capitalistas no les interesan.
En término de lo que posee, la economía popular en general tiene:
• Muy poco capital constante, es decir, muy pocas máquinas o infraestructura, a
veces nada de eso, por ejemplo, las compañeras que cuidan niños.
• Tecnología obsoleta: cuando hay máquinas, son viejas o ya no se usan.
• Baja productividad: como tenemos pocas máquinas, y las pocas que tenemos
son viejas, no podemos competir con las unidades productivas de la economía
nacional o trasnacional.
• Informalidad en el intercambio: las transacciones entre nosotros en general no
están registradas, no tienen boleta, es todo de palabra.
• Condiciones precarias de trabajo: trabajamos mal, muchas horas, ganamos po-
co, no tenemos un sueldo mínimo, ni vacaciones pagas, ni aguinaldo, ni asigna-
ciones familiares, ni obra social, ni seguro de accidentes.
¡Y con esto nos ganamos la vida! Porque somos creativos y queremos trabajar.
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La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
Sector
Moderno
Potencial
Dinámico
A
Informalidad Estructural
Potencial Dinámico
Esta representación gráfica intenta mostrar de una manera simple y clara una apro-
ximación estilizada a la complejidad existente dentro del mercado de trabajo y la es-
tructura socio-productiva. Por su parte “A” representa el punto de corte que separa dos
cuadrantes, donde la parte superior derecha alude al sector moderno de empresas y
empleos y la otra (inferior izquierda) refleja los emprendimientos y trabajadores que
están en la informalidad estructural.
El cuadrante superior derecho encierra los puestos de trabajos que denominamos mo-
dernos. Esto no quiere decir que los mismos no tengan problemas de dinamismo y/o
productividad, claro que los tienen; pero son empleos generalmente traccionados des-
de la estructura social y productiva y, en general, tienen una productividad del trabajo
superior a los puestos de la informalidad estructural. Dentro de este grupo, la flecha ce-
leste indica un camino creciente en dinamismo, escala, productividad, ingresos y, por lo
general, mejores condiciones de trabajo.
A partir del punto A, hacia el lado inferior izquierdo, se delimita lo que nosotros veni-
mos caracterizando como informalidad estructural. Son millones de puestos de trabajo
con bajas dotaciones de capital, baja productividad del trabajo y, en general, bajos in-
gresos. A su vez, comparten la característica de ser ocupaciones no demandadas por la
o tienen un perfil innovador, es decir, menos de un 70% de las mismas. A su vez, den-
tro de las empresas industriales que exportan, el 80,6% de las que exportan hacen in-
novación mientras que esta proporción cae al 60% dentro del grupo que no exporta.
Entonces esto marca también la relación entre la innovación y la exportación como un
elemento muy importante.
En el otro extremo de nuestro cuadrante está el sector de la informalidad estructural
que previo a la pandemia conglomeraba unos 3.2 millones de trabajadores y trabaja-
doras, más 850 mil empleos domésticos básicamente femeninos, es decir que entre los
dos estamos hablando de un poco más de 4 millones de hombres y mujeres, 48 % de
los puestos de trabajo aquí son unipersonales, cuando hablamos de unipersonales te-
nemos que asociarlos al aislamiento necesariamente y esto tiene implicancias deter-
minantes desde el punto de vista del el análisis del capital social, desde la mirada de
estructura de vínculos, se concentra fuertemente en algunas ramas, por ejemplo, así
como dijimos antes que las ramas más dinámicas traccionan todas ellas entre todas
ellas el 14% del empleo, la rama de la construcción ella sola tracciona el 9% del total
del empleo, ahora el 60% aproximadamente de esta rama es estructuralmente infor-
mal, la rama del comercio tracciona ella sola el 17% del empleo, mientras que el 40%
de esta rama es estructuralmente informal, la rama de los servicios tracciona el 5% del
empleo total, y más del 40% es informal, la rama del transporte tracciona un 4% y más
de un 40% es informal, la rama de comidas o de fabricación de comidas tracciona el 6%
del total del empleo y el 36% es informal, es decir, que allí en un conjunto de cinco ra-
mas tenemos una buena parte en donde se conglomeran la informalidad estructural y
a esto hay que sumarle dentro del empleo doméstico cuya proporción de mujeres que
hacen el trabajo doméstico que están precarizadas por diferentes motivos y factores es
muy alto. Hay un tercer sector aquí importante para remarcar que es el sector público,
previo a la pandemia estamos hablando en el total de los aglomerados urbanos apro-
ximadamente de 2 millones de personas, es decir, si esto lo tomamos a total país esta-
ríamos hablando de 3 millones sumando el empleo público en aglomerados pequeños
y zonas rurales, la mayoría de los puestos de trabajo menos productivos están en pro-
vincias y municipios y por ejemplo, lo que sabemos por datos censales es que el 75% del
empleo público se compone por agentes o por funcionarios provinciales y municipales
y el 25% es de la administración pública nacional, donde en contra de lo que a veces se
puede llegar a pensar, están los segmentos más dinámicos dentro del empleo público y
de la empresas públicas que operan.
El último dato para hacer una configuración del tema, tiene que ver con lo siguiente
fuera del modelo este, previo a la pandemia había 1.2 millones de trabajadores y traba-
jadoras desocupadas, es decir, sin ningún tipo ocupación donde el país que tiene una
incidencia de seguro por desempleo muy baja, es decir, gente que está desocupada y
que tienen muy pocas herramientas de asistencia que le permitan financiar el tiem-
po en la desocupación, o para capacitarse, o para buscar un nuevo trabajo, etc., y fuera
de este modelo también hay casi 11 millones de personas inactivas, la pandemia lue-
go arrojó casi 3 millones de nuevos inactivos a este lote, no porque efectivamente sean
inactivos sino porque dejaron o desaparecieron sus puestos de trabajo en el peor mo-
mento de la pandemia.
Una cuestión importante a aclarar tiene que ver con esos dos grandes ejes organizado-
res u ordenadores que tienen que ver con el modo de acumular y reproducir capital y el
otro, la manera de insertarse. Es importante señalar respecto al modo de reproducir y
acumular capital, que en esta definición estamos usando un sentido muy amplio res-
pecto al capital, diferente al sentido más estrictamente económico o que usa la eco-
nomía para hablar del capital, por un lado cuando hablamos de reproducir y acumular
capital ciertamente que nos referimos a su dimensión más conocida que es la de capi-
tal económico, financiero, inclusive dentro de ese capital económico financiero entran
aquellos elementos fácilmente o más fácilmente valorizable como pueden ser las mer-
cancías o mercaderías de una unidad productiva, los bienes de uso, la tecnología que
utiliza, particularmente aquella tecnología relacionada con Harvard en su utilización
aunque también podríamos pensar en una tecnología de procesos, pero más allá de es-
to también al hablar de la reproducción y la acumulación del capital estamos haciendo
alusión al capital cultural, y esto se mencionó en diferentes entrevistas citadas en los
apartados anteriores.
El capital cultural implicado en una unidad productiva, es el resultado de las caracte-
rísticas de los actores que la componen. Porque el capital cultural alude por un lado, a
la formación que tiene la gente que está implicada dentro de una determinada unidad
productiva y obviamente, cuando hablamos de formación en su sentido más tradicio-
nal, esa formación tiene que ver con esos procesos de colonización, los elementos for-
mativos más evidentes, valga la redundancia más formalizados, que tiene que ver con
los diferentes niveles de escolarización que puede lograr una persona pero no solo eso,
al hablar del capital cultural también hay que pensar en los niveles de formación profe-
sional, en los niveles de educación para el trabajo que tienen las personas que compo-
nen una unidad productiva , en los procesos de certificación laboral y/o de certificación
de procesos, es decir, que todos estos elementos hacen al capital cultural de los actores
implicados en una determinada unidad productiva.
También hay que tener en cuenta de que hablamos cuando hablamos del capital social.
Este alude a las redes donde una unidad productiva se posiciona y a las redes donde
una unidad productiva puede circular y puede establecer vínculos para diferentes ob-
jetivos particulares. La red o una de las redes más típicas analizables para una unidad
productiva tiene que ver con las cadenas de valor, cuando se habla de cadenas de valor
en general se tiende a pensar en grandes cadenas de valor, bueno, la cadena de la pro-
ducción del acero, o la producción de químicos por ejemplo y demás, pero también se
puede pensar en pequeñas cadenas de valor que conectan proveedores con unidades
productivas que hacen algún tipo de transformación intermedia de algún producto o
una cadena de valor para la prestación de un servicio, hay cadenas más chiquitas, pero
no por ello es una dimensión que no haya que apreciar, porque la estructura reticular, la
estructura de los vínculos y la estructura de los encadenamientos es de vital importan-
cia en todos los niveles pero sobre todo en los niveles de estas estructuras, más infor-
males o más estructuralmente informales.
Creemos que hay que pasar definitivamente de una concepción de la política social a
secas a una política socio-productiva. O sea, mientras la mayoría de las personas aten-
didas en los múltiples programas sociales no vayan avanzando en un camino de mayor
autonomía y sostenibilidad productiva y económica, no podrá haber una re-significa-
ción en el impacto de la ayuda. De modo que una política socio-productiva que tienda
a “socializar” el potencial dinámico tiene que llevarse a cabo en una magnitud acor-
de a la escala del problema (millones de trabajadores y trabajadoras en la informalidad
estructural), reconociendo la necesidad de operar sobre los déficits en el capital eco-
nómico (lo que se ha hecho más usualmente hasta ahora), pero también en el capital
cultural y en el capital social de las diferentes unidades productivas. (Dossier sobre Ca-
lidad del Empleo y Estructura Socio-productiva #11 https://ciea.untref.edu.ar/uploads/
pdf/1644934023.pdf)
1. Introducción
El Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP)
se implementó en la órbita de la Secretaría de Economía Social (SES) del Ministerio de
Desarrollo Social de la Nación (MDSN) en julio del año 2020, cuatro años más tarde de su
creación mediante la Ley de Emergencia Social (27.345). Votada por amplia mayoría
en el Congreso Nacional en noviembre de 2016 y promulgada en diciembre del mismo
año, dicha ley fue el resultado de un largo proceso de lucha de los movimientos popula-
res representativos del sector de la economía popular, en alianza estratégica con el mo-
vimiento obrero organizado expresado en la Confederación General del Trabajo (CGT ) y
diversas instituciones políticas, sociales y religiosas.
Asimismo, con su sanción, esta ley se convirtió en el primer instrumento normativo
que reconoce a los/as trabajadores/as de la economía popular, lo que significó un pun-
to de inflexión en la construcción histórica e identitaria de este conjunto de trabajado-
res/as que, ya desde el 2011, a partir de la creación de la Confederación de Trabajadores
de la Economía Popular (CTEP), crecía en organización, movilización y en construc-
ción de demandas colectivas para garantizar los derechos sociales y laborales que los
avances del neoliberalismo en materia económica, laboral y social quitó a millones de
trabajadores/as1. Desde entonces, tuvo inicio un camino de institucionalización que
encuentra en los primeros días de diciembre del año 2015 un primer reconocimiento,
ratificado en febrero del año siguiente por la Resolución 32/16 del Ministerio de Traba-
jo, Empleo y Seguridad Social de la Nación (MTEySS), a partir de la cual se creó un ré-
gimen de agremiación particular para los/as trabajadores/as de la economía popular,
compatible con el modelo sindical argentino2.
La ley sancionada a fines del año 2016 fue por entonces la expresión de un estado de
maduración de la organización de los/as trabajadores/as de la economía popular en re-
lación con la capacidad de representación, las demandas elaboradas y las articulacio-
nes políticas y sociales alcanzadas. Allí se estableció la creación de tres instituciones
orientadas a reconocer, valorizar y desarrollar la economía popular. En primer lugar, se
creó el Salario Social Complementario (SSC) como mecanismo de compensación estatal
frente a la desvalorización social que sufre la economía popular cuando es evaluada por
el mercado (Chena, 2018). Además del aporte material que representa, el SSC es porta-
1
Así se presentan en su página web: https://ctepargentina.org/nosotros/
2
Para agosto del 2021 se extiende la personería social a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular
(UTEP), organización creada a partir de la incorporación de nuevos movimientos populares a la CTEP.
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La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
3
Integrado por el Estado, a través de 3 representantes de los Ministerios de: Trabajo, Empleo y Seguridad Social
de la Nación, Desarrollo Social de la Nación, Hacienda y Finanzas Públicas de la Nación, y las Organizaciones
Sociales, con tres representantes de las organizaciones inscriptas en el Registro de Organizaciones Sociales de
la Economía Popular y Empresas autogestionadas.
4
Hoy denominado ReNaTEP.
general y el mundo del trabajo, en particular. Tesis que se traduce en los siguientes tér-
minos: la economía popular se reivindica como sujeto permanente y no transitorio, en
la medida en que expresa un nuevo concepto de trabajo y de trabajador/a que aún in-
tenta construirse en los márgenes de la legislación laboral pero que ya emergió en el
centro mismo de la dinámica económica, no sólo a escala nacional sino mundial (Lom-
bardo et. al., 2022).
En un artículo reciente, Alexandre Roig (2022) repara en que las reconfiguraciones que
han asumido los modelos de acumulación a nivel mundial acarrearon una crisis del
empleo entendido en términos de “relación de dependencia” o de trabajo asalariado
amparado por un sistema de protección social y derechos colectivos e instituciones
que permiten negociar salarios. Afloran, en cambio, formas de trabajo auto-gestiona-
das, que se desarrollan en los cruces de la formalidad y la informalidad, en espacios
que desafían las fronteras entre “lo productivo” y “lo reproductivo”, entre lo privado y
lo público.
En efecto, en este marco y nacida de la práctica organizada y política de los movimien-
tos sociales de los últimos 25 años, la llamada economía popular irrumpe en la escena
pública de nuestro país para visibilizar realidades sociales y laborales de millones de
trabajadores y trabajadoras que al día de hoy representan un desafío a ser abordado y
atendido en clave de derechos, garantías y protecciones sociales. Es que, como bien sos-
tienen Verónica Gago, Cristina Cielo y Francisco Gachet (2018), la noción de economías
populares emerge como apuesta teórica y política, a la vez que, en tanto fenómeno, en-
cierra debates epistemológicos, conceptuales y políticos.
En un intento por caracterizar a este universo de trabajadores/as, Pablo Chena (2022)
señala que se trata de nuevas formas de trabajo que se desarrollan en barrios popula-
res con el fin de generar ingresos para las familias, ya sea a través de la ayuda para sa-
tisfacer demandas de la comunidad o mediante la producción de bienes y servicios en
mercados de baja institucionalización y alcance local. Hablamos de trabajos por cuenta
propia llevados adelante de manera individual o colectiva (por ejemplo, en núcleos fa-
miliares, cooperativas, organizaciones religiosas, sociales, comunitarias, o en empresas
recuperadas, entre otras posibles formas de organización colectiva del trabajo).
Si bien los/as trabajadores/as de la economía popular contribuyen a la producción de ri-
queza, mayormente lo hacen en condiciones laborales y productivas precarias. Es decir,
no acceden a los derechos asociados a empleos formales (como jubilación, cobertura
de obra social, vacaciones pagas) y disponen de medios de producción escasos y de baja
tecnología. Asimismo, se enfrentan a barreras de tipo financiero (falta de acceso al cré-
dito), fiscal (falta de formalización) y comercial (ausencia de circuitos o tramas comer-
ciales) que se traducen en procesos de desvalorización que impactan diferencialmente
en la producción de bienes y servicios de los sectores populares.
Las características propias de la economía popular hacen que resulte difícil dimensio-
narla mediante el uso directo de las estadísticas oficiales disponibles. Sin embargo,
la gran mayoría de los estudios sobre el tema recurren a la Encuesta Permanente de
Hogares (EPH) para su estimación. En nuestro caso, ponemos en relación el número
actual de inscripciones al ReNaTEP con las estimaciones realizadas por el Centro de In-
novación de los Trabajadores (CITRA), ya que tanto el registro como el CITRA definen
a la población de la economía popular bajo criterios coincidentes.
El CITRA utiliza la EPH5, que abarca aproximadamente al 60% de la población del país
(28,9 millones de personas) y a partir de la definición de las sub-poblaciones de la en-
cuesta reconstruye la población que integra la economía popular. Hecho esto, se di-
mensiona el peso de la misma en el universo de la Población Económicamente Activa
(PEA). Para ello se desagrega la PEA (13,3 millones de personas) y se seleccionan aque-
llas categorías que conforman la economía popular: cuentapropistas no profesionales;
desocupados no profesionales que no hayan sido patrones; servicio doméstico no regis-
trado de ocupación no plena (hasta 35 hs de trabajo) y que trabajan en más de un ho-
gar; asalariados cuya principal fuente de ingreso declarado se corresponde con ingresos
provenientes de “subsidios del gobierno”, lo que incluye montos percibidos en calidad
de titulares de programas de empleo; trabajadores familiares sin remuneración no pro-
fesionales. De esta manera, mediante el uso de los ponderadores que brinda la EPH, el
universo de la economía popular estimado asciende a 4.638.773 personas, que repre-
sentan el 35% de la PEA de 31 aglomerados urbanos.
Ahora bien, con el fin de estimar la cantidad de trabajadores/as de la economía popu-
lar a nivel nacional se puede hacer el ejercicio sobre cómo se compondría la PEA si las
tendencias de la EPH se mantuvieran estables para el 40% restante de la población del
país no contemplada en esta encuesta. Mediante este cálculo, se podría decir que la
economía popular rondaría los 7.7 millones de personas, de los cuales 3.618.606 están
actualmente inscriptos/as en el ReNaTEP.
6
El 21,6% trabaja en el marco de organizaciones sociales y comunitarias, el 7,5% en cooperativas, el 7,3% en pe-
queños emprendimientos familiares o no, el 1,7% en proyectos productivos del Ministerio de Desarrollo Social
y el 1,2% en núcleos de agricultura familiar.
7
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informe_renatep_noviembre_2022_v3.pdf
4. Reflexiones Finales
El ReNaTEP visibiliza la realidad de una porción importante de trabajadores/as de nues-
tro país que a pesar de su desarrollo y masividad hasta el momento no se encontraba
expresada en datos oficiales que permitieran dimensionarla. A casi tres años de su im-
plementación, 3.618.606 trabajadores/as de la economía popular están registrados/as.
De acuerdo a la estimación realizada, componen aproximadamente el 47% del sector.
Se trata de una población feminizada y joven que contrasta con quienes pertenecen al
sector de asalariados/as registrados/as del sector privado, lo que refuerza la tesis según
la cual la vulnerabilidad laboral impacta de manera diferencial en mujeres y jóvenes.
La mayoría de la economía popular registrada se encuentra en la zona centro de nues-
tro país. Sin embargo, en diez provincias del NOA y NEA supera al número de quienes
se encuentran trabajando en el sector privado asalariado.
8
El 6,6% al Monotributo Social y el resto en alguna de las categorías comprendidas entre la A y la D.
Respecto al lugar donde realizan sus tareas los trabajadores/as de la economía po-
pular, se destaca el peso del trabajo domiciliario y en espacios públicos. Esta es otra
manifestación que asumen las nuevas dinámicas laborales y productivas, lejos del
imaginario fabril.
La economía popular no es un fenómeno nuevo. En nuestro país lleva, por lo menos,
más de veinte años de desarrollo. Tampoco es un fenómeno aislado, las estimaciones
y los datos de los/as trabajadores/as registrados/as dan cuenta de la masividad y la dis-
persión en todo el territorio nacional. Por último, tampoco es un fenómeno transitorio
sino que se explica en gran medida por las transformaciones estructurales y los proce-
sos sociales delineados en el segundo apartado del presente artículo.
Mientras el empleo no alcanza a dar respuestas para todos/as, el trabajo atraviesa un
proceso de constante transformación. El trabajo como fuente de ingreso, como medio
de supervivencia; el trabajo como fuente de derechos, como organizador de la vida de
las familias. En suma, el trabajo como organizador de la sociedad.
En este contexto, el movimiento de trabajadores y trabajadoras de la economía popular
logró organizar y construir una identidad común y colectivizante, en el marco de una cri-
sis de la sociedad salarial y de la emergencia de nuevas realidades laborales que discu-
ten las categorías de formalidad-informalidad y el abordaje desde políticas sociales de
carácter asistencialista, a la vez que tensionan la normativa laboral vigente.
En este sentido, el desafío para los Estados y las sociedades es enorme. Conocer y com-
prender el fenómeno se presenta como un imperativo urgente para dar un paso más
en el proceso de largo aliento, garantizar los derechos para todos/as los/as trabajado-
res/as en su conjunto y caminar hacia una sociedad más integrada donde todos/as y
cada uno/a podamos ser felices.
BIBLIOGRAFÍA
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nómica, 52(351), 9-a.
Chena, P. (2018). La economía popular y sus relaciones determinantes. Cuadernos de la Facultad de Hu-
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Fernández Álvarez, M. I.; Natalucci, A.; Di Giovambattista, A. P.; Fernández Mouján, L.; Mate E. y Sorro-
che, S. (2021) “La economía popular en números”. Bases metodológicas para una propuesta de me-
dición” - CITRA. Buenos Aires. Disponible en https://www.trabajo.gob.ar/estadisticas/
Los Servicios Comunitarios son propuestas desarrolladas por los actores de la Economía
Popular, con motivo de satisfacer necesidades básicas, producto de un derecho vulnera-
do o la dificultad de muchos compañeros de poder acceder a servicios básicos (alimen-
tos, cuidados o salud). Su acción se planifica y desarrolla en base al territorio donde se
organiza.
1
Material realizado en base a testimonios recolectados del Ciclo de Formación: “Desafíos y Horizontes para un
Pueblo Trabajador sin excluidos”, realizado en el Congreso de la Nación Argentina, de abril a junio de 2017 y ac-
tualizado a la fecha (marzo 2023)”.
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La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
dejando como único actor posible del sector a las cooperativas y a los recuperadores in-
dependientes. Con esta medida se pasó a recolectar más de un 300% de lo que se reco-
lectaba antes.
En paralelo, además, se comenzó a realizar la recolección en grandes generadores de
materiales reciclables. Los grandes generadores son aquellos lugares donde por la can-
tidad y periodicidad con que emiten residuos sólidos reciclables, reciben un tipo de re-
colección especial, diferenciada de la recolección domiciliaria. Esto también permitió
mejorar mucho lo recolectado.
Uno de los puntos necesarios de destacar (y no siempre visibilizado) es que la tarea
que realizan las y los trabajadores tiene un impacto ecológico concreto y real. Si bien,
es una tarea que se realiza en la búsqueda de la subsistencia, el material que el carto-
nero junta entra en el circuito del reciclaje y de esta manera vuelve a ingresar al circui-
to productivo, de otra manera iría a parar a relleno sanitario o a un basural.
Se destaca que en las experiencias donde los Municipios aplican políticas con inclusión
social hacia los recolectores urbanos, se realizan acciones articuladas y campañas de se-
paración de residuos en origen, y se trabaja bajo ordenanzas para que las cooperativas
se hagan de los materiales, es donde se mejora las condiciones de trabajo y el reciclado.
El RENATEP, en su último informe de Junio 2022, dio datos precisos de las distintas
ramas de la Economía Popular. En cuanto a Recicladores Urbanos y actividades rela-
cionadas relevo que el 25,3% de los/as inscriptos/as en esta rama de actividad son carto-
neros/as seguidos por los/as trabajadores/as de limpieza de terrenos y espacios verdes
(21,3%) y un porcentaje significativo de recicladores/as de basura (15,5%).
Existe una distribución relativamente pareja en cuanto a la forma de organización: el
55,7% trabaja de manera individual y el 44,3% lo hace de manera colectiva. Entre las for-
mas colectivas de trabajo se destacan las cooperativas (18,7% de inscripciones) y las orga-
nizaciones comunitarias/sociales (16,9%).
En nuestro país la mayor parte de la producción agrícola se concentra en las grandes em-
presas agropecuarias, aquellas que tienen gran incidencia en el comercio exterior. A pe-
sar de eso, existe una variada experiencia de campesinos, pueblos originarios, pescadores
artesanales y pastores que trabajan la tierra en Argentina, que comúnmente se deno-
mina Agricultores Familiares. Organizados en pequeñas comunidades, ya sea en tierra
propia o arrendada, logran su sustento económico produciendo cultivos regionales, fruti-
cultura, cría de animales y alimentos elaborados artesanalmente, entre otros alimentos.
Es muy complejo definir al sector producto de su diversidad, sin embargo, el Foro Na-
cional de la Agricultura Familiar (FONAF ) hace una aproximación que resulta intere-
sante, ya que incluye aspectos culturales:
En nuestro concepto, la Agricultura Familiar es una “forma de vida” y “una
cuestión cultural”, que tiene como principal objetivo la “reproducción so-
cial de la familia en condiciones dignas”, donde la gestión de la unidad
productiva y las inversiones en ella realizadas es hecha por individuos que
mantienen entre sí lazos de familia, la mayor parte del trabajo es aportada
por los miembros de la familia, la propiedad de los medios de producción
(aunque no siempre de la tierra) pertenece a la familia, y es en su interior
que se realiza la transmisión de valores, prácticas y experiencias.
En la actualidad, la producción a cargo de la agricultura familiar abastece gran parte del
mercado interno, y si se le dieran las herramientas necesarias podría ampliar significa-
tivamente su producción.
Hoy, los principales problemas del sector son el escaso acceso y compra de tierra, la
concentración y los abusos en la comercialización, el acceso a nuevas técnicas y tecnolo-
gías, y el acceso a financiamiento, entre otros.
Estos problemas provocan que la supervivencia de estos sectores quede muy relegada
a la propia capacidad de ejercer presión sobre el mercado y evitar transferencias del ex-
cedente a los sectores intermediarios, generalmente concentrados, que son quienes se
llevan la mayor tajada. Es importante destacar que está problemática excede a nuestro
país, e incluso excede a nuestra región.
Es real que en los últimos años el Estado nacional realizó acciones concretas hacia el
reconocimiento del sector, no obstante, la asistencia continúa siendo reducida en rela-
ción a las históricas demandas presentadas, como pueden ser la referida al acceso y uso
productivos de tierras, mejorar la participación del sector en la logística y comercializa-
ción del producto del suelo o la participación como proveedores en compras estatales
en sus diferentes modalidades.
El acercamiento de la producción realizada por la Agricultura Familiar al consumo po-
pular, es uno de los desafíos más importantes que se debe resaltar en la agenda públi-
ca, como modo de garantizar una buena alimentación a toda la población.
dores” son parte constitutiva de las relaciones humanas, que históricamente han sido
asimétricas.
El espacio público es un espejo de esas asimetrías y no un espacio democrático que to-
dos tienen el mismo derecho a usar. En este sentido, es mejor pensarlo como un espacio
de lucha o campo de batalla donde la hegemonía cultural se impone y se estructuran
la exclusión y las relaciones de dominación. Para comprender quiénes pueden usar los
espacios públicos es necesario indagar sobre aspectos culturales relacionados a la lucha
por el sentido, además de otros aspectos como el económico.
Un artista en las peatonales de los centros turísticos o los denominados “Personal Trai-
ner” que desarrolla su actividad en un parque público son vendedores ambulantes tam-
bién. Venden sus servicios en un espacio público. Están aceptados socialmente y es muy
raro encontrarlos en una situación problemática con la policía.
Sin embargo, un artesano o un vendedor ambulante de Senegal no están socialmente
aceptados, y aun cuando en los dos casos comparados se hace uso del espacio público,
unos son perseguidos y los otros no.
Para pensar algunas de las características de estas formas de supervivencia conviene di-
ferenciar los factores culturales de los económicos, aunque en la realidad concreta es-
tén entrelazados.
Previo a esto, algunas apreciaciones. Se hace especial foco en Vendedores Ambulantes
de la calle, sin embargo, Vendedores Ambulantes en espacios cerrados, Manteros Infor-
males y Artesanos comparten algunas problemáticas, aunque no son lo mismo. Lo que
es común a todos es que cuando logran establecerse en zonas donde implícitamente
está permitida su actividad, como ferias, galerías, calles o zonas, la mayoría de los pro-
blemas se acaban.
Entre las diferencias, los artesanos suelen tener un oficio como alfarero, carpintero,
etc., que los sitúa en mejores condiciones. El valor de sus productos integra el traba-
jo realizado para la fabricación del bien, y en general son para un mercado de poder
adquisitivo medio o alto. En cambio, los Vendedores Ambulantes son revendedores de
productos de muy bajo costo, de menor calidad y en general se comercializa en las zo-
nas de bajo poder adquisitivo. En contra del prejuicio existente, los productos son ad-
quiridos en mercados formales como comercios de Once o La Salada. La diferencia con
los Manteros, es que estos últimos tienen que desplegar en el suelo los bienes a vender.
En estos últimos años, en América Latina y en la Argentina, las políticas públicas lleva-
das adelante por los gobiernos liberales apuntan a una transformación de las ciudades
que prioriza la “estética” del espacio público, en contraposición a una redistribución de
las riquezas o a la subsistencia de trabajadores ambulantes y de la calle.
Así, desde el punto de vista estético, el vendedor ambulante, el artesano en las peato-
nales y el vendedor de palta en las esquinas ensucian o contaminan visualmente la ciu-
dad, por lo que es mejor erradicarlos o por lo menos desplazarlos a otros lugares, en pos
de mantener una ciudad limpia y “ordenada”. En cambio, los tangueros en la vía pública
atraen al turismo, son pintorescos y aceptados, y no se los relaciona con la usurpación.
En este sentido, se privilegian valores estéticos por sobre las necesidades reales y con-
cretas de un grupo de gente que necesita de la venta para obtener un ingreso que des-
de ya es de subsistencia.
En cuanto a los factores del orden económico que hacen a la problemática, estos se po-
drían solucionar y coordinar con diálogo entre las diferentes partes. Pero esto no su-
cede, a nuestro entender, por la cosmovisión de los grupos hegemónicos del tipo de
ciudad que quieren y quiénes tienen acceso a ella.
Lejos estamos en nuestros países de lograr el pleno empleo, y cada crisis nos lleva aún
más lejos de esa situación. Se expulsa a cada vez más personas del empleo “formal” o
“informal”, que buscan en la venta ambulante lograr la subsistencia personal y familiar.
Esta expulsión es la principal causa del aumento de la venta ambulante, de manteros y
feriantes. Cada vez hay más porque en todos lados hay cada vez menos trabajo enten-
dido en la forma tradicional.
Desde esta perspectiva, existe una contradicción producto de las políticas económicas
actuales que expulsan a cada vez más trabajadores a la calle y la visión estética de los
grupos hegemónicos, “de la ciudad limpia”, que lleva a la discriminación de clase y a la
ilegalización con represión. Esto se vuelve evidente al ver los números relevados por el
RENATEP, aun con todas las dificultades que resultan de realizar una actividad que es
fuertemente reprimida, el 26,3% (96.487 personas) de quienes se inscribieron en la ra-
ma de Comercio Popular y Trabajos en Espacios Públicos declaró como ocupación prin-
cipal la de vendedor/a ambulante. Sin embargo, este número podría ser mucho mayor
considerando la misma inscripción, el 20% de inscriptos declaro “otros” como opción
ante las alternativas de registro. En tercer lugar, un porcentaje significativo (18,3%,) se
registró como feriante. Finalmente, la rama de actividad se concentra en las grandes ur-
bes, especialmente en el centro de nuestro país.
Las grandes marcas, en complicidad con el régimen político y empresarial, han desre-
gulado este sector para que la producción se realice en estos términos, como sucedió en
muchos otros sectores.
Esta situación es aprovechada por los demás actores de la industria –principalmen-
te las grandes marcas–, quienes pagan miseria y concentran la inmensa mayoría de la
producción. Esta forma de producción no sucede solo en Argentina, sino que se replica
a nivel mundial.
Ponderar y reivindicar lo que se conoce como trabajo domiciliario o familiar en talleres
es una de las primeras tareas que se deben realizar en el sector. La actividad está muy
estigmatizada y perseguida, y el sometimiento a trabajadores es parte del régimen.
Una familia que ante la falta de empleo “formal” comienza a producir desde su hogar,
para la ley, está cometiendo un delito, y, por ende, se los persigue a pesar de que son el
eslabón más débil de la cadena.
Resulta necesario cambiar el enfoque para analizar el sector porque lo que provoca la
denuncia o el cierre de talleres familiares es que cada vez haya más gente en la calle,
además de que se les quitan los elementos y herramientas de trabajo. Una situación
muy diferente son los talleres donde se explota en condiciones terribles a los traba-
jadores.
Este nuevo enfoque tiene que apuntar a trasladar las mini unidades productivas a luga-
res más grandes o a polos, donde se aseguren las condiciones de seguridad, de higiene
y de trabajo digno.
La figura de cooperativa es la herramienta que asegura un marco legal para el funcio-
namiento de la unidad productiva y para formalizar la producción. Esto, además, le
permite al trabajador saltear intermediarios para llegar directamente a las marcas o al
vendedor de la ropa, y negociar en mejores condiciones.
Se debe hacer una política fuerte desde el Estado para avanzar en este sentido. Algunas
experiencias fueron muy buenas cuando hubo compromiso desde el poder ejecutivo,
como, por ejemplo, con la compra de guardapolvos por parte del Ministerio de Desarro-
llo social y se acompañó a las unidades para la puesta a punto de la producción.
La gran mayoría son talleres familiares, donde suele haber problemas habitacionales,
donde el taller es parte de una habitación o el living de la casa y trabajan 3 ó 4 personas.
Se calcula que hay más de 30,000 talleres donde dos, cinco o siete personas, en su ma-
yoría mujeres, trabajan en una habitación, en el garaje o en el living, para la confección
de piezas a pedido para personas que no son el destinatario final de la prenda, sino in-
termediarios.
Esta forma de producción tiene como consecuencia que niños que están al cuidado de
los trabajadores, tengan que compartir el espacio de trabajo. Por ello, se están realizan-
do esfuerzos para implementar coordinadamente con el Estado, en los sitios donde hay
polos o cooperativas, la creación o convenios con instituciones educativas, guarderías es-
tatales y geriátricos. Generar las posibilidades para que el trabajo salga de los hogares
resulta en mejores condiciones habitacionales y beneficia con la educación de los niños.
El Estado Nacional confirma que la rama representa casi el 27% de las manufacturas de
la Economía Popular, al menos 30.347 personas trabajan a diario en la confección textil
a los que se suman casi 2.000 trabajadores en la confección de calzado en el territorio
nacional.
El problema de la vivienda en la Argentina tiene dos caras. Por un lado, el que compe-
te a la vivienda en sí misma. La concentración de la tierra y de las propiedades, y la es-
peculación inmobiliaria traen como correlato la exclusión de los sectores populares a la
vivienda propia. Actualmente hay mucha gente, muchas familias que están en la calle
y otras que están por quedar. Es necesario con organización, pero también exigiendo al
Estado, evitar que esta situación se profundice, y empezar a trazar una solución al pro-
blema de la vivienda en todo el país.
Por otro lado, el rubro de la construcción ha crecido notablemente en los últimos años
lo que redundó la generación de una gran cantidad de puestos de trabajo. Pero, aun así,
es un rubro muy hostil, de los más castigados, porque está mal pago, se desarrolla en
malas condiciones de trabajo y seguridad, y todavía existe un gran porcentaje de infor-
malidad.
Los trabajadores de la economía popular, que son aquellos que sin tener patrón tra-
bajan en la construcción de viviendas populares, desde hace unos años vienen siendo
protagonistas en el sector, fundamentalmente con la conformación de cooperativas de
vivienda que se encargan de la planificación y construcción de su propio hábitat con la
ayuda de Programas Nacionales y otros recursos.
Las organizaciones sociales nucleadas en la UTEP, y otros movimientos vienen traba-
jando en la construcción de viviendas desde diferentes cooperativas con óptimos resul-
tados, generando trabajo genuino y resolución de demandas sociales.
La finalización y entrega de viviendas en los partidos de Florencia Varela y Moreno, el
trabajo comenzado en localidades como Luján, Mar del Plata y San Martín de Los An-
des, entre otras, son muestra cabal de la capacidad productiva y organizativa de la Eco-
nomía Popular.
Actualmente, según el último informe del RENATEP, 271.844 trabajan en la rama de ac-
tividad. Las principales ocupaciones que surgen son albañil/durlero y ayudante o auxi-
liar en obras de construcción, entre las cuales concentran el 62,7% de las inscripciones.
Industria Manufacturera
He marchado detrás de los obreros lúcidos y no me arrepiento.
Ellos saben lo que quieren y yo quiero lo que ellos quieren:
la libertad, bien entendida raúl gonzález tuñón.
En la Argentina existen más de 300 empresas recuperadas por sus trabajadores que
funcionan bajo el formato de cooperativas de trabajo. Representan más de 12 mil pues-
tos de trabajo.
En general, se dedican a los más diversos rubros: metalúrgicas, gráficas, textiles, de in-
dustria del plástico o el vidrio, astilleros, construcción, alimentación, salud, educación,
hotelería, etc.
Los procesos de recuperación de las fábricas o lugares de trabajo se dan en la mayoría de
los casos a partir del vaciamiento empresarial, cuando se declaran en quiebra, dejando
en la calle y sin solución a cientos de trabajadores. Ante esto, los trabajadores se organi-
zan colectivamente, resistiendo los desalojos y conformándose en cooperativas que les
permite continuar con su anterior trabajo. El camino para la recuperación es muy costo-
so. Al comienzo, los primeros problemas tienen que ver con la maquinaria de trabajo,
que no siempre se reconoce como propia y esto implica una larga pelea judicial, de años.
Asimismo, en la mayoría de los casos, quienes son proveedores de las empresas o quie-
nes compraban la producción cierran sus puertas al recuperarse la empresa y confor-
marse en cooperativa. Esto necesariamente implica una baja en la productividad y en
la eficiencia.
Por estas razones, se dificulta la posibilidad de mantener los salarios en las mismas
condiciones que antes.
En algunos casos, con el tiempo se pudo avanzar en las condiciones laborales de los so-
cios de la cooperativa, se consiguió cobertura médica, seguro, y hasta una repartición
de las ganancias cada 6 meses como si fuese un aguinaldo, como es el caso de SUBPGA,
frigorífico recuperado de la localidad de Berazategui, que nuclea actualmente a 300 tra-
bajadores.
El vínculo humano posibilita el compromiso de todos los compañeros y compañeras,
potenciando así el trabajo. Organizarse como cooperativas reditúa en varios benefi-
cios para los trabajadores y en facilidades para ellos, por ejemplo, el poder organizarse
en asambleas y establecer el pago del monotributo directamente de los ingresos de la
cooperativa, sobre todo en este contexto donde no hay mayores beneficios para las pe-
queñas empresas.
Entre las distintas empresas recuperadas y cooperativas, al mismo tiempo, se comen-
zaron a tejer redes de solidaridad, de compra-venta de sus producciones, para fomen-
tar y fortalecer al sector.
De cara a los consumidores, no siempre favorece el hecho de ser una empresa recupe-
rada. Muchas veces ocurre todo lo contrario y abundan los prejuicios.
Las empresas recuperadas pueden alcanzar un volumen de producción más alto que
otras unidades productivas de la Economía Popular por su historia como fábricas o em-
presas activas en la rama. Sin embargo, esa fortaleza hoy constituye una de sus prin-
cipales amenazas por la dificultad de acceso al crédito que permita desarrollar las
mejores tecnologías en la planta, lo que trae como consecuencia la desactualización y
el aumento del costo. En general, una recuperación se realiza sin capital acumulado,
y se continúa trabajando con la maquinaria existente que suele ser obsoleta. Por otra
parte, los aumentos de los costos en los insumos en estos últimos años, principalmente
energéticos, constituyen un horizonte de mayor precariedad por la dificultad en la in-
serción de los productos al consumo masivo por el elevado costo final.
Transporte y Almacenamiento
A partir de la expulsión del mercado laboral de miles de trabajadores, uno de los cami-
nos elegidos fue realizar con bienes de escaso capital, el transporte de pasajeros, car-
gas, mensajería, logística y almacenamiento de pequeña escala. Esta actividad permite
realizar y organizar otras actividades de la economía popular que requieren de sus ser-
vicios respetando las características propias del sector.
Al momento de realizado el último informe de la RENATEP, 38.397 personas decla-
raron pertenecer a esta rama. Se constató que sostienen vínculos con la agricultura
familiar, organización comunitaria, cooperativas y proyectos productivos y de servi-
cios. Sin su aporte, el desarrollo de estas actividades se vería limitado por las dificul-
tades de acceso a los circuitos de las grandes empresas que desarrollan este servicio
y, aun pudiendo utilizarlos, el traslado a sus costos perjudica seriamente la viabilidad
de sus proyectos.
Además, esta rama tiene un fuerte componente de ejercicio individual (72%), acentúa
su bajo nivel de capital en su desarrollo y presume un fuerte impacto de los últimos
años en el desarrollo desregulado de actividades de mensajería que componen casi un
20% del total de la rama.
En suma, a pesar de su crecimiento autogestivo, requiere de políticas orientadas a su
desarrollo e independencia para poder romper con una lógica de concentración que,
cada vez más, afecta a miles de trabajadores que ven expropiado los réditos de su tra-
bajo. La economía popular puede dar respuesta a sus problemáticas con organización
en pos de nuevas visiones que transformen la lógica individualista.
Servicios Personales y Otros Oficios es la rama que concentra el grueso de las categorías
ocupacionales identificadas, concentra el 35% del total de las inscripciones, lo que re-
presenta un total de 1.136.272 trabajadores. Sus actividades son muy diversas, según lo
relevado, abarca las tareas de cocinero, gomero, herrero, jardinero, mecánico, paseador
de perro, peluquero, reparador de electrodomésticos, vidriero, vigilador, zapatero, tu-
rismo, informática y limpieza.
En gran medida, se caracteriza por realizar sus actividades en la propia vivienda del tra-
bajador o de su cliente. El costo y falta de acceso al crédito para la compra de insumos y
herramientas de trabajo es en esta rama también un problema frecuente. Las posibili-
dades de mejora y valorización de oficios que cada vez son más requeridos, necesita de
planes que permitan mayor capacitación.
El aporte de su labor en los barrios populares es fundamental, no solo como fuente de
ingreso para la misma comunidad, sino en revalorizar y acercar servicios que son fun-
damentales para su desarrollo que de otra manera sería imposible; tanto por lógicas
geográficas como barrera de acceso por sus costos.
Por último, es imprescindible adoptar medidas específicas, no solo por el volumen de
trabajo que genera lo que de por sí ya es esencial. Sus actividades pueden generar ma-
yor inclusión de generaciones jóvenes atravesadas por la falta actual de oportunidades
por medio de la transmisión de oficios.
Desde el año 2020 la Red de Intercambio Técnico con la Economía Popular (RITEP),
realiza encuentros nacionales, donde dialogar e intercambiar saberes, propuestas y
experiencias en relación con el intercambio técnico con la Economía Popular Argen-
tina. A continuación, se presentan síntesis de las exposiciones del panel “Criterios pa-
ra la construcción de una política de Estado para la economía popular”, realizado en
2023 en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación del país. En aquella ocasión
se propuso a los panelistas seleccionar alguno de los seis ejes del acta “Criterios bási-
cos compartidos por los emprendimientos de la economía popular”1 y comentarlo en
relación con el tema.
Juan Grabois
Voy a tomar el primer eje. Para mí es muy difícil que podamos abordar la cuestión sin
enmarcarla en un fenómeno más amplio, más sistémico, de exclusión laboral, habita-
cional y territorial, que afecta a enormes porciones de nuestros pueblos, que es la eco-
nomía del descarte, que arroja a los que no necesita ni como consumidores ni como
productores a los volquetes de los conurbanos, de las periferias, sin ninguna garantía
de acceso a la tierra, al techo y al trabajo. Hasta que no cambie eso, que es una cuestión
macro, que de hecho excede a las fronteras nuestras, nuestra política es de resistencia,
frente a una tendencia hegemónica, que es la corriente principal, que mueve al mundo.
Que va a la concentración de la riqueza y la exclusión de las mayorías populares.
En términos laborales, este proceso de exclusión implica la precarización de ciertas rela-
ciones laborales que previamente estaban protegidas por las leyes. Caso evidente es la de
los costureros, la industria textil que está en un noventa y pico por ciento informalizada
donde participan grandes marcas, pequeñas y marcas informales, todo en un esquema
de explotación muy grande de los costureros y las costureras. O los pequeños produc-
tores rurales que son arrendatarios informales, son más de cincuenta mil productores,
que en la época de Perón la ley de arrendamiento le daba siete años y la obligación de
tener su vivienda, después Onganía la bajó, o Aramburu, a cinco años y Videla, por un
decreto de esa ley que tenían, a tres años, sin vivienda garantizada, y hoy no se cumple
ni siquiera la ley de arrendamientos rurales de Videla, que es la que tenemos en vigen-
cia. La idea es que antes estaba protegida, y un segundo elemento es la multiplicación
de actividades que nacen totalmente desprotegidas, en forma de cuentapropismo de
subsistencia como los cartoneros, los feriantes, los vendedores ambulantes, los trabaja-
dores del espacio público en general nacen desprotegidos y además, por lo general, en
1
Disponible en el sitio www.ritep.org
63 VOLVER AL ÍNDICE
La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
las distintas ciudades, con independencia del signo político tienden a ser perseguidas
porque son una molestia para el paisaje urbano. Y a eso se le suma una menor propor-
ción, vamos a decir un 10% con suerte, de actividades creadas por las organizaciones
populares, que en general se encuentran enmarcadas en políticas sociales como el Po-
tenciar Trabajo, que es una excelente política, que tiene problemas de implementación
y de magnitud. Entonces el problema, si se ve desde el punto de vista burocrático esta-
tal es la informalización. ¿No? Hay nueve millones de trabajadores en situación de in-
formalidad o monotributistas de categorías bajas. Desde nuestro punto de vista no es
el problema la informalidad porque es una cuestión de forma, sino la complicación de
derechos.
Pero para conformar a todos, claramente hay que formalizar las tareas y ampliar dere-
chos. Así que todo el mundo puede estar contento con que va a haber un registro y una
suerte de monotributización generalizada. Eso es facilísimo. Si no se hizo hasta ahora es
porque la gente que lo tiene que hacer no funciona, pero se está trabajando con la AFIP y
yo creo que es muy fácil que cuatro o cinco millones de compañeros que están en la eco-
nomía popular dispersa, es decir sin formas organizativas, y los que están organizados
puedan tener su monotributo y que el Estado y la gente que está del otro lado del mos-
trador, esté contenta de que estén todos registrados en un Excel o en donde sea y hacer
una simulación de que pagan impuestos y ese tipo de cosas. Eso es muy fácil.
Lo segundo, que es ampliar los derechos es muy difícil, porque vale plata y esa plata la
tiene que poner el Estado y eso parece un tabú. Porque el abordaje que se pretende de
la economía popular es como asimilar un sector al sector de las empresas privadas. En-
tonces, pensar la cosa pasa por el financiamiento bancario, o no bancario, la capacita-
ción, la productividad, la eficiencia, la apertura de mercados; es decir, la fantasía de que
grupos relativamente aislados con un capital mínimo, en un contexto de pobreza, si el
Estado los apoya pueden ser emprendimientos exitosos. Eso es la ideología de la meri-
tocracia llevada a la economía popular. Y eso es absolutamente contra fáctico. No hay
ninguna experiencia en Argentina que haya sido sostenible en el tiempo, autárquica
y autónoma en términos económicos, de los sectores más empobrecidos, sin haber es-
tado agrupadas en movimientos sociales que tenían capacidad de pelear por asistencia
o subsidios en los momentos en los que se necesitaba.
Otra diatriba es las dos hipótesis que hay sobre este tema si la tendencia sistémica es
la exclusión mayor del mercado laboral o si hay posibilidades de revertirla con una
macroeconomía ordenada. Todos saben que yo creo en la primera hipótesis. Por eso
me dicen pobrista. Nos dicen pobristas. Yo creo que es realismo, pero en todo caso na-
die niega que necesitemos, por lo menos veinte años para resolver este problema de la
informalización y el empobrecimiento de por lo menos siete, ocho, nueve millones de
trabajadores.
Para resumir: Si uno reflexiona que no son lo importante las unidades productivas, no es
el desarrollo empresarial, sino el ser humano y que las personas tengan lo mínimo pa-
ra vivir, y comprendiendo que estos siete u ocho millones de personas trabajan, es de-
cir que no son desocupados sino desempleados, y que realizan actividades informales,
nosotros proponemos dos pasos. El primer paso es un piso de ingreso. Lo que nosotros
Agustín Salvia
Si pensamos que hay 6, 7 millones de personas que están excluidas hoy en Argentina de
participar de una estructura social del trabajo relativamente incluida, con cierta remu-
neración, derechos, ya sean asalariados o no asalariados, con capacidades de ahorro y
eventualmente de buen vivir o progresar, a veces con muchas dificultades; esos seis mi-
llones de personas que están fuera de esa población que sí puede, eventualmente tres,
cuatro, cinco millones de ellas podrían y deberían y si no lo están hoy podrían estarlo, in-
sertas en lo que podríamos llamar la Economía Social y Solidaria. Hoy por hoy muchas de
estas formas de participación, son economías de la pobreza, alivian, subsidian la pobre-
za, participan del mundo de la pobreza sin poder progresar, sin salir de ella. Y hoy creo
que el sueño, buena parte del sueño sería cómo hacemos para salir de esa situación y ha-
cer que esa Economía Social y Solidaria, también llamada Popular participe activamente
en la producción de riqueza social y en la redistribución de la riqueza que crea, acceda a
buenas remuneraciones que permitan el buen vivir y el buen progreso de esas familias y
de esas personas. Es un sueño que requiere de una arquitectura para construirlo, no ne-
cesariamente hay una norma que lo defina ni una ingeniería, quizás no es buen momen-
to para ingenieros ni para abogados, sino que necesitamos arquitectos ¿no?, para pensar
esta estructura. Pero pensar cómo transformar la realidad implica innovar, vamos a tener
que innovar, si queremos ir para atrás no vamos a poder lograr nada. La Economía So-
cial, si queremos hacer de ella una trinchera de resistencia sin construir nuevas formas
de producción, de creación de riqueza, de creación de cultura, de nuevas formas de orga-
nización, de expansión del trabajo cooperativo, del trabajo comunitario alrededor de la
producción de riqueza de mercado, social o cultural, no necesariamente de mercado, de
riqueza, de valor agregado. Creo que ése es el sueño con el cual podemos pensar en que
no es una economía que ha llegado para quedarse en términos de su pobreza, que es un
puente para salir de la pobreza, para algunos eventualmente para incorporarse a merca-
dos alternativos, a formas de relaciones laborales asalariadas, pero para otros es un lu-
gar de construcción social, cultural y que eso sea parte legítima y necesaria de un sistema
de ciudadanos en la Argentina. Apuesto a ese sueño, por lo tanto, apuesto a que hay que
construir, hay que innovar y hay que transformar.
Para dejar algunas ideas fuerza, como el derecho a trabajar en la Economía Social y Po-
pular, no como un derecho comercial, no como el derecho de la Ley de Contrato de Tra-
bajo, sino el derecho a trabajar en la Economía Popular, eso no está normado, no existe
como tal. No se le reconoce el trabajo a esa vinculación, se puede reconocer la existen-
cia de Cooperativas, pero el derecho al trabajo y los derechos que los trabajadores tienen
de ese trabajo, es un vacío, podemos empezar a pensar cómo damos respuesta a ese
vacío. Un salario mínimo constitucional para todos los trabajadores, incluidos los tra-
bajadores de la ESyP, vinculado a sus múltiples facetas de trabajo y no necesariamente
a cómo obtienen beneficios a partir de su participación en actividades de mercado, si-
no en actividades de valor social y cultural, eventualmente un salario que responde al
valor social o económico creado por su trabajo, con representación sindical. Y acá hay
distintas vetas o alternativas. Uno puede pensar en el sindicato de la ESyP, pero tam-
bién podría pensar en sindicatos de las distintas ramas que hoy tenemos, de las que la
Economía Social y Solidaria participa activamente, y de los convenios colectivos de tra-
bajo y de las relaciones paritarias donde un componente sea la negociación de qué está
ocurriendo con esta Economía, vinculando esto también a su nivelación con el resto de
los trabajadores en relación de dependencia. El vínculo, entonces, hacia un Salario Mí-
nimo Constitucional y hacia un salario relacionado con las convenciones colectivas y a
la representación sindical, el vínculo al derecho del trabajo, también a la necesidad de
subsidiariedad que esta Economía puede tener. En algunos casos el Precio Justo podría
llegar a ser ese precio logrado por la productividad más ese plus, que obviamente tie-
ne que incorporar la reinversión en mejoras tecnológicas, la organización del trabajo,
en mayor eficiencia; no son palabras a las que tengamos que tenerles miedo, al revés,
necesitamos multiplicar los panes y los peces, y la ESyP puede aportar más riqueza a la
sociedad, justamente a la sociedad de los pobres para salir de la pobreza y a la sociedad
de los no-pobres, y pueden participar activamente. Pero eso tiene que hacerlo con ma-
yor producción, con mayor capacidad productiva en vínculo con la línea crediticia, con
la subsidiariedad para garantizar un salario justo. Esta idea de la subsidiariedad impli-
ca, lo que hoy es el Salario Social Complementario para la ESyP. El tema es cómo mejo-
ramos esos salarios, cómo los ampliamos, cómo no solamente los trabajadores de la
ESyS participan y dependen del SSC sino también de una creación adicional de trabajo,
de valor agregado por sobre la subsidiariedad que puede brindar el estado. Y depende-
rá de las distintas ramas, de las distintas actividades y servicios. Seguramente el mer-
cado no va a pagar por más deporte, más cultura, más arte en los espacios populares y
comunitarios, pero sí el Estado debe cumplir con poder pagar ese trabajo realizado, que
implica un salario justo, una remuneración justa por un trabajo efectivamente realiza-
do, creando valor. Con esa lógica, creo que se abren desafíos para la construcción de una
ESyS de nuevo tipo que marque un futuro diferente al que no conocemos. No el de una
economía de la pobreza, no la economía del piquete, de la mera resistencia, no porque
estos aspectos no sean necesarios, sino porque el futuro no está en quedarse en eso, si-
no en construir un buen vivir, un mejor vivir y un mejor progreso e inclusión social para
todos los argentinos y argentinas, incluidos lo de la ESyS.
Alexandre Roig
Tenemos que dejar de discutir si es transitorio o no después de veinticinco años de Eco-
nomía Popular, que nos demuestren que es transitorio, o dejemos de discutir eso.
El Capitalismo no va a generar pleno empleo, con lo cual lo que se dio en el país, es que
los trabajadores, las trabajadoras generaron su propio trabajo.
El gran problema que tenemos es que el Estado no corresponde al estado de la socie-
dad; el Estado con E mayúscula no corresponde al estado con e minúscula de la so-
ciedad. ¿Qué significa eso? Que hay un Ministerio para los empresarios, un Ministerio
para los trabajadores en relación de dependencia y un Ministerio para los vulnerables,
que es el Ministerio de Desarrollo Social que usa ese sujeto central para pensar su po-
lítica, no hay un Ministerio para los trabajadores de la Economía Popular. Y eso podría
ser el Ministerio de Trabajo ampliado, resignificado, pero claramente no es un Minis-
terio de asistencia social. Con lo cual mínimamente el Estado debería abarcar cuatro
lógicas, que corresponden a cuatro sujetos:
• Los capitalistas, que organizan el trabajo desde la propiedad;
• los trabajadores en relación de dependencia;
• los trabajadores de la Economía Popular;
• y las personas que necesitan asistencia social.
Esas son cuatro lógicas. Hoy está todo mezclado, con lo cual el Estado hoy es un Estado
impotente en su actuar y contradictorio.
Lo que debe hacer el Estado, es pensarse justamente en función del sujeto que existe
realmente en la sociedad, no en función del sujeto que fantasea. Y eso implica enton-
ces asumir cuál es el conflicto central que atraviesa el sujeto de la Economía Popular. Y
el mayor problema es el valor y los procesos de valorización de ese trabajo. Y valor, en-
tiéndase, en términos muy amplios. El problema, valorizar un trabajo, implica que hay
procesos sociales de desvalorización de ese trabajo.
¿Cómo se hace entonces?, la pregunta política es ¿cómo se hace para valorizar un trabajo?
Primer punto: Ampliar el concepto de trabajo. No limitarse a la idea de que el trabajo no
es nada más que el trabajo industrial, asalariado conocido tradicionalmente. Nosotros
en el RENATEP tenemos siete ramas de actividades registradas en los cinco millones:
Trabajo socio-comunitario, reciclado, el trabajo del cuidado, la pequeña manufactura,
la pequeña obra pública, la venta en espacio público y la producción de alimentos; son
siete ramas de actividades, son trabajos que deben ser valorizados.
Para eso, entonces decíamos, primero, reconocimiento e identificación, ampliando el
concepto de trabajo, y de producción.
Segundo: Dotar de derechos específicos. En Argentina los capitalistas tienen dere-
chos porque la propiedad tiene derechos. Los trabajadores en relación de dependen-
cia tienen derechos porque el Derecho Laboral se organizó para ser compensatorio y
ta por el valor del trabajo hoy que es una disputa particular porque no es una disputa
por el trabajo en relación de dependencia en una fábrica tradicional, sino que es otra
disputa por el excedente. El Estado, si quiere estar a la altura del desafío de valorizar
el trabajo de más de once millones de trabajadores y trabajadoras tiene que asumir la
existencia de ese sujeto, construir las condiciones jurídicas de la valorización, transfor-
mar el Estado, valorizar los saberes, valorizar los distintos procesos económicos reales
que tienen los trabajadores y trabajadoras de la Economía Popular y reconocer la forma
organizativa de resistencia y de lucha que tiene el sector.
Eso es lo que creo que está en curso y que es un proceso ya imparable, me parece que el
carácter transitorio es una discusión ya vieja; la pregunta que nos tenemos que hacer es
si asumimos y ponemos a disposición de la sociedad, la valentía, el coraje, el aggiorna-
mento, la apertura mental y política para asumir lo que necesita la sociedad argentina
para pegar un salto en la calidad de vida, en la potencia política de un sujeto que lo úni-
co que pide es transformar su realidad y transformar la realidad del país, porque, ade-
más, es un sector que no solamente piensa en sí mismo, sino que piensa en la sociedad
en su conjunto, que piensa en lo común , que produce lo común y el bien común.
Diego Hurtado
Quiero transmitirles la visión aproximada, abreviada, esquemática del Ministerio de
Ciencia, Tecnología e Innovación.
Nosotros llegamos en diciembre de 2019, nos pusimos a redefinir políticas para la cien-
cia y la tecnología; encontramos una Secretaría en una situación de devastación del sec-
tor. Desde el minuto uno entendimos que había una dimensión ausente, pero que en
general mirando hacia atrás se vinculaba a las políticas de Ciencia y Tecnología. Por lo
menos desde el 2003 al 2015 se habló de Ciencia, Tecnología y Producción; Ciencia Tec-
nología y Desarrollo Social; haciendo un diagnóstico, una evaluación dijimos “está fal-
tando la dimensión del mundo del trabajo”, sé que estoy diciendo una obviedad y sin
embargo cuando uno mira en términos históricos el rol de las políticas de Ciencia y
Tecnología nunca estuvo de manera explícita el mundo del trabajo. Desde el minuto
uno nos pusimos a trabajar en recuperar un Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e In-
novación, ustedes saben que la Argentina tiene que tener Plan Nacional de Ciencia por
ley, esto fue abandonado entre 2016 y 2019, retomamos la idea de un Plan, llegamos
a formularlo, tomando como variable, para nosotros con un componente de crecien-
te relevancia, la Economía Popular. El mejor proceso de crecimiento, desarrollo, indus-
trialización que podamos tener no va a solucionar el problema que intenta, en algún
sentido, paliar la Economía Popular yo iba a decir en los próximos quince años, Juan
(Grabois) dice veinte años, son las escalas; entonces la Economía Popular vino para que-
darse, tiene que ser una dimensión que debe poder encarar el sector de Ciencia y Tecno-
logía con agendas de producción de conocimiento conectadas con las necesidades, con
las demandas de la Economía Popular. Esto requiere, no seamos ingenuos, digámoslo
con todas las letras, un cambio cultural dentro del sector de Ciencia y Tecnología, ve-
mos singularidades, tenemos grupos de trabajo, de investigación que encaran la pro-
blemática, intentan definir agenda, pero estamos hablando de una dimensión que hoy
no respondería a lo que significan hoy las demandas de la Economía Popular.
Hoy el Plan Nacional de Ciencia y Tecnología que incluye como lineamiento estratégico
la Economía Popular, tiene media aprobación del Senado, 59 votos contra 1, estamos es-
perando la discusión en Diputados, para que esto sea aprobado como ley. Si logramos
que el Plan Nacional sea ley entendemos que estamos dando un paso importante pa-
ra que la política de Ciencia y Tecnología de nuestro país se acerque al status de política
de Estado, con la Economía Popular adentro como una agenda relevante. Que la Econo-
mía Popular logre establecerse, cristalizarse o aproximarse es lo que estamos impul-
sando hoy en el campo científico-tecnológico.
Nosotros tenemos tres lineamientos, uno es el Programa Nacional de Tecnologías e In-
novación Social, viene del 2011 y le permitió al Ministerio de CyT tener cuadros técnicos
burocráticos que hoy entienden la Economía Popular, lo que necesitamos es darle esca-
la. Entonces dentro de este Programa se están hoy financiando proyectos. Por ejemplo,
transferir, llevar software a las Unidades Productivas nos parece una dimensión central,
una tarea, una agenda central, en eso estamos trabajando, que barre varias de las di-
mensiones de los criterios básicos propuestos. Muchos programas vinculados a hábitat,
a mejoramiento urbano también dan cuenta de gestión democrática, de remuneración
y distribución (el tema del software) de recursos, transparencia y rendición de cuentas,
el tema del compromiso social, gestión democrática, cuando vemos cómo evolucionan
los proyectos de hábitat ahí se ve claramente, no de manera espontánea, pero si por la
propia naturaleza de los proyectos, ahí es donde aparecen estas dimensiones.
Dina Sánchez
Yo claramente no soy empresaria, no tengo ningún cargo, no soy funcionaria, soy una
mujer trabajadora de la Economía Popular que representa hoy a mi sector.
Quiero arrancar dejándoles como tarea, resaltar que dentro de la Economía Popular
organizada el 80% somos mujeres, y remarco esto porque siempre escucho hablar so-
bre cómo es la Economía Popular, y siempre es los planes, los planes… que tiene que ser
algo transitorio. Pero no nos olvidemos que hay una feminización de la pobreza y que
muchas de nosotras llegan a la Economía Popular y la eligen como parte de su vida, por-
que hay muchas cuestiones atrás que resolver, y las pudimos resolver de manera colec-
tiva y de manera comunitaria por eso es que seguimos insistiendo en que se reconozca
a la Economía Popular como parte de las economías, como una tercera pata, que pode-
mos convivir tranquilamente. La economía pública y el mercado privado ¿por qué no?
¿Por qué no podemos convivir? Porque hoy son ocho millones de personas que están
por fuera del sistema laboral, yo les puedo asegurar que, si hacemos un balance a fines
de 2023, no van a ser ocho millones, vamos a ser seguramente muchos más, porque hay
un sistema que excluye, entonces desde esa realidad tenemos que empezar a discutir.
Nosotros y nosotras, desde nuestro Sindicato, que agrupa a los y las trabajadoras de la
Economía Popular siempre decimos que tenemos que sentarnos a discutir con todo el
mundo, con todos los políticos, no importa el color, con empresarios, con los gobiernos
nacionales, provinciales, de Ciudad, que cuesta un poquito pero ahí seguimos intentan-
do. Pero ¿por qué? Porque nos parece importante que para hablar de políticas públicas
tienen que estar las y los protagonistas, porque si no, se sigue llevando adelante, se si-
guen diseñando políticas públicas, de estado desde la comodidad, desde un escritorio,
desde un despacho, muy alejadas de las realidades. Y seguramente son muchas dise-
ñadas con muy buena leche, pero alejadas de la realidad. Podría pasarme horas men-
cionando las consecuencias justamente de estas malas políticas cuando son diseñadas
desde una irrealidad, o de creer bueno, hago esto porque va a llegar. Pero hay un mon-
tón de complejidades que no se tienen en cuenta.
Entonces, yo creo que para partir como primer criterio para la construcción de políticas
públicas para la Economía Popular, tenemos que empezar a separar, por un lado, las po-
líticas de asistencia y por el otro políticas de desarrollo para la Economía Popular. Y ahí,
como sector hemos retrocedido, porque de verdad se sigue sosteniendo una idea nos-
tálgica y setentista, no realista de creer que vamos a volver a los años gloriosos de la Ar-
gentina donde había pleno empleo bajo relación de dependencia, sea en la economía
pública o en el mercado privado, pero eso no está pasando y vamos a tomar ejemplos
de hace muy poco, de la pandemia, y no lo dice Dina Sánchez, lo dicen las estadísticas,
lo dicen los números. Ocho millones de personas están dentro de la economía mal lla-
mada informal. ¿Y por qué digo que hemos retrocedido como sector? Porque el ochenta
por ciento de dirigentes políticos de distinto color incluso este gobierno del que somos
parte, insisten en relacionar a la Economía Popular con planes sociales, o aún peor, la
economía de los pobres, la economía de los vagos, de quienes no quieren trabajar. Si se-
guimos diseñando políticas con ese pensamiento la estamos pifiando muchísimo.
Nosotros y nosotras venimos remarcando con mucho énfasis y decimos cifras porque
nos parece importante: Hay menos de un millón (y seguramente cuando termine la va-
lidación van a ser menos) de los mal llamados planes en Argentina. Y pareciera que nos
quedamos ahí discutiendo como si ese fuera el problema, ¿por qué no discutimos los
ocho millones de personas que están por fuera del sistema laboral?
Nosotros y nosotras creamos herramientas como el RENATEP, por ejemplo, que hoy tie-
ne casi cinco millones de personas anotadas, personas que entran solitas a la página y
se anotan, que están registradas en Economía Popular. Es claro que, con estas cifras, no
hay personas que no trabajen en Argentina; bueno, puede haber el uno por ciento de la
población que nace en cuna de oro, que vive de sus rentas, que pueden estar mirando
Netflix en sus casas con aire acondicionado, rascándose la panza, pero les puedo ase-
gurar que no son estos ocho millones de personas. El problema en la Argentina es que
hay trabajo sin derechos; que hay trabajo sí, porque la gente se lo inventa, pero no hay
derechos, Y ahí, nosotros y nosotras desde la UTEP pudimos construir nuestro Sindi-
cato. Estamos convencidas que somos parte de esa clase trabajadora y nos llamamos y
nos reconocemos como parte de la Economía Popular. Pero ahí también hacemos una
diferenciación, y no por hacerle el feo a la Economía Popular en su totalidad, sino por-
que nos llamamos parte de esa Economía Popular organizada. Así construimos nuestro
Sindicato, tenemos nuestras ramas de trabajo, tenemos nuestras Unidades Producti-
vas. Nos parece importante resaltar, empezar a ser realistas, si nosotros partimos de
esta realidad vamos a poder discutir realmente políticas públicas que lleguen a la po-
blación. Es claro que necesitamos muchas políticas en este contexto. Primero porque
tenemos que mentalizarnos que el mundo del trabajo cambió. En el mundo, no sólo
en Argentina; particularmente aquí por lo que estamos atravesando. Nosotros veni-
mos teniendo propuestas en lo urgente, donde seguimos insistiendo que se necesita
una política como el Salario Básico Universal para que ninguna persona sea indigen-
te en la Argentina, y por otro lado una política de Estado que ayude al desarrollo y al
fomento de la Economía Popular. Porque nosotros, en los dos años más complicados
de la pandemia, y lo digo con muchísimo orgullo, demostramos la enorme capacidad
que tenemos para trabajar, para reorganizar nuestro trabajo, y fuimos nosotros, funda-
mentalmente nosotras las que sostuvimos todo ese trabajo colectivo y comunitario en
los barrios. Porque yo no vi a ningún dirigente político, yo no vi a ningún empresario ir a
mover la olla. Demostramos que tenemos capacidad para construir viviendas, para re-
orientar nuestro trabajo en la producción, por ejemplo, en la producción de barbijos,
empezamos a hacer artículos de limpieza cuando se necesitaba para mantener nues-
tros espacios abiertos.
Actualmente, trabajamos fuertemente en la producción de guardapolvos, en la produc-
ción de zapatillas de borcegos y también trabajamos muchísimo, y voy a resaltar esta
rama, en la rama socio-comunitaria, esos trabajos de cuidado, colectivos, comunitarios
que hoy pareciera que no existieron, y que sin ellos las economías no podrían moverse,
no podrían seguir adelante, y en su gran mayoría son sostenidos por mujeres. Y ese tra-
bajo no es reconocido, ni económicamente ni públicamente, solamente es “¡qué buen
trabajo hicieron!”, la palmadita en el hombro, la fotito, pero no hay un reconocimiento
real. Y ahí me parece que tenemos que trabajar fuertemente porque muchas veces se
cree que no hay un valor económico, pero en la Economía Popular hay un valor social y
ambiental que lo tenemos en cuenta y también queremos discutir eso.
Claramente estamos dispuestos y dispuestas a trabajar con funcionarios, con las em-
presas, con las universidades y ya lo venimos haciendo. Les voy a traer el ejemplo del
CONICET: nosotras hicimos barbijos y trabajamos de manera conjunta pero esa expe-
riencia se truncó. Otra experiencia que quedó trunca hace más de diez años cuando
construimos la CTEP, fue esta discusión de que el Estado tiene que comprarle a las coo-
perativas, y sin embargo es una discusión que todavía la seguimos llevando adelante y
no se realiza en su totalidad.
Hay tres tareas que tenemos que llevarnos: Reconocer a la Economía Popular, y es cier-
to cuando nosotros y nosotras decimos que la Economía Popular llegó para quedarse,
hay que reconocer al sector, y si nosotros hacemos esa tarea del reconocimiento, vamos
a tener que trabajar fuertemente para garantizar derechos y salarios dignos para los
y las trabajadoras de la Economía Popular; es más hoy en día esas políticas tendrían
que estar discutiéndose en el Ministerio de Trabajo y no en el Ministerio de Desarrollo
Social. Tenemos que hacer políticas reales que fomenten el desarrollo de la Economía
Popular, y por supuesto que ahí tenemos a la tecnología. También trabajamos en la pro-
ducción y comercialización de alimentos porque hoy comer en la Argentina se ha vuel-
to un privilegio, y no solamente para los sectores populares, inclusive para los sectores
asalariados. Ahí también llevamos una propuesta, pero parece que se respeta más el
acuerdo entre caballeros, y eso tampoco pasa.
Quiero resaltar el enorme trabajo que venimos llevando adelante y hay que reconocerlo.
Gustavo Grobocopatel
Hace como cuatro años que estoy cerca de algunos grupos de la economía popular en
algunos proyectos que estamos haciendo con la agricultura familiar, y eso me permite
ser un testigo de algunas cuestiones con respecto a éxitos, desafíos y la problemática de
esos grupos en particular. De modo que mi conocimiento es muy limitado y especifico.
Vivimos en tiempos turbulentos y volátiles, no se sabe muy bien lo que va a pasar y
cuando sabemos, en pocos meses aparecen cosas nuevas. Un proceso que no solo se vi-
ve en Argentina, sino también en el mundo. Pero en Argentina hay menos herramien-
tas que en muchos otros países del mundo como para poder atender los problemas
vinculados y se generan procesos de exclusión, como decía Juan, a la falta de techo, tie-
rra, y trabajo; y eso genera precarización e informalidad. El punto de discusión es como
vamos a resolver esto y en qué tiempo, o en todo caso, si se puede resolver. Yo creo que
la economía popular es una herramienta muy buena como para ayudarnos a resolver-
lo y me parece importante que la economía popular sea una política de Estado. Que no
Hay algunas cuestiones que tienen que ver con los puntos que se tratan, que son dignos
de debatir, y yo ahí tengo más preguntas que respuestas, a partir de la experiencia que
yo tuve. ¿Cuál es la forma ideal de organización de la economía popular? ¿Son las em-
presas sociales, las cooperativas? ¿Cómo funcionan? ¿Con que descripciones? Sobre el
tema tecnológico y operativo: ¿Cómo es la gestión de la tecnología? ¿Cómo se incorpora
la investigación y el desarrollo? ¿Puede ser la tecnología amiga de la economía popular
y contribuir a la generación de derechos? Yo creo que sí. Soy un tecnófilo. Pero también
es una duda. Porque si usamos mal la tecnología puede ser que eso excluya. Y si la usa-
mos bien, puede incluir.
El precio, que en su definición dice que es el costo más un plus; más allá de la compleji-
dad, y la diversidad de opiniones, porque el costo es variable, por ejemplo, debido a la
productividad. Hay cooperativas que tienen un costo y cooperativas con otro, de modo
que ya tenemos una base desde la cual no podemos discutir. Pero ¿Cuál es el plus? Hay
momentos del año que con ese sistema te van a comprar y gente que no. Vos definís el
precio, pero el cliente decide si compra o no. Nosotros tenemos muchos problemas, en
la agricultura familiar, para vender y para desarrollar la parte comercial.
Son preguntas. Gracias por la posibilidad.
Magdalena Villegas
Un agradecimiento especial a la invitación a la RITEP a este tercer encuentro nacional y
también a este panel, del cual siento un honor participar, y espero que podamos hacer
un intercambio muy rico, incluso para mí, que me toca estar acá también. Actualmente
soy directora de la economía popular, en la ciudad de Buenos Aires, y vengo a represen-
tar al Ministerio de Desarrollo Humano. Cuando nos hicieron la invitación, con María
Migliore, elegí de esos seis puntos uno que me disparó pensar algo que para nosotros es
súper diario y está vinculado a algo que ya venimos desarrollando en la Ciudad, que es el
trabajo en red con la economía popular, que es el punto cinco que se llama justamente
compromiso social, y que es su título, que lo voy leer explícitamente para disparar al-
gunas reflexiones que me generaron y compartir algunas ideas de lo que venimos lle-
vando adelante y desarrollando en la Ciudad: Se asume el compromiso de participar
activamente de organizaciones y redes porque se considera que las unidades producti-
vas de la economía popular se potencian y desarrollan a partir de la cooperación mutua
fortaleciendo al sector y a sus integrantes cuando se trabaja en red, cuando se promue-
ven acuerdos con los distintos actores de la comunidad en la que se insertan. Y aquí hay
un punto que me parece súper relevante: Para poder potenciar y desarrollar las unida-
des productivas de la economía popular, que no es solamente el trabajo en red entre las
unidades productivas sino también entre unidades productivas y organizaciones, en-
tre unidades productivas y universidades, unidades productivas y empresas. Y eso es
un poco lo que nosotros venimos desarrollando a partir de la estructuración de la polí-
tica pública en la ciudad, específicamente para este sector, porque entendemos que so-
lamente a partir de la vinculación de este sector con los actores de toda la comunidad
enfrentan tres grandes barreras que son estructurales y para las que hemos diseñado
abordajes específicos. Uno bien vinculado con la producción y hemos creado herra-
mientas específicas para fortalecer la producción. Otro vinculado con el acceso al finan-
ciamiento y a la importancia de generar herramientas que permitan invertir para crecer
y uno, tercero, al que le dedicamos mucho tiempo, y tiene que ver con la generación de
nuevos mercados y de nuevas vías de comercialización, tanto con el sector público co-
mo con el sector privado.
Me tomo unos minutos para explayar cada uno de estos ejes, para después cerrar con
una idea más. En términos del fortalecimiento de la producción, nuestro abordaje no
es simplemente desde los procesos productivos en sí mismos, desde los que venimos
trabajando, sobre todo con el sector textil, el gastronómico y el gráfico, en la logística y
el cuidado sino también con la asistencia técnica en términos de la gestión y adminis-
tración de esas unidades productivas, con la mirada en poder generar sostenibilidad,
lo cual muchas veces, aún, sigue siendo un desafío para las unidades productivas de la
economía popular, y eso lo hacemos en conjunto con universidades, organizaciones de
la sociedad civil y también con empresas. Nos parece súper importante el rol que tie-
nen, muchas veces, las empresas en incubar y acelerar procesos que nosotros acom-
pañamos. En segundo lugar, en término de financiamiento, todos sabemos que los
emprendimientos de las cooperativas de este sector requieren poder acceder a finan-
ciamiento para invertir y poder crecer y que este sector tiene una brecha de acceso al
sistema financiero tradicional muchísimo más grande que el que tienen otros sectores
de la economía en la Argentina y que se requiere que el Estado diseñe herramientas pa-
ra achicar esa brecha y para generar un mayor acceso. Simplemente traigo una expe-
riencia que se desprende de esta ley de economía social y popular, que les contaba que
es un fideicomiso que creamos, el FONDES, que es el fondo de desarrollo de la econo-
mía social, que justamente se fondea a partir de capital privado y público que de ma-
nera mixta pretende generar crédito productivo para las unidades productivas, de
manera más ágil y accesible, incluso con tasas más accesibles. También venimos traba-
jando con bancos y financieras tradicionales para generar líneas de créditos específicas
para el sector. Y en tercera instancia, la importancia de la comercialización. Pensar per-
manentemente en cómo generamos la inserción de productos y servicios de este sector
a nuevas cadenas de valor. En este caso concreto de la ciudad, lo venimos trabajando
tanto en términos de mercado privado como de mercado público. Ahí, simplemente les
traigo dos pequeñas experiencias. A partir de esta ley para la economía social creamos
un marco normativo específico para que las unidades productivas de la economía po-
pular puedan participar de compras y contrataciones del gobierno de la ciudad, enten-
diendo que ahí hay una oportunidad de mercado para insertar productos y servicios, no
solo para ampliar la comercialización del sector, sino también entendiendo que los Es-
tados tienen que tener una responsabilidad de incorporar criterios de sustentabilidad
en sus procesos de compra y contratación donde además de la eficiencia económica se
incorporen criterios de impacto social, de generación de trabajo y de impacto ambien-
tal. Y algo muy similar venimos haciendo también con una red de empresas grandes
con las que trabajamos, que progresivamente vienen incorporando al sector a sus ca-
denas de valor. Una pequeña experiencia ahí es la que desarrollamos con una empresa,
El sistema económico mundial actual muestra, en las últimas décadas, una acelera-
ción de los procesos de concentración de la riqueza y desigualdad social. De modo
que, uno de los problemas sociales más acuciantes es la destrucción de la perspectiva
de una vida estable basada en un empleo honesto, con protección laboral, remuneración
digna y seguridad social. La demanda de trabajo asalariado es cada vez más restrictiva y
precaria. No debe sostenerse la falsa ilusión de que se retornará a los niveles de empleo
registrados en la década del 50, menos aún en países periféricos y dependientes como el
nuestro. La desaparición paulatina de la sociedad salarial es irreversible.
En nuestro país, a esta situación se suma la existencia de un núcleo social que lleva tres
generaciones sin empleo convencional, espacialmente segregado vulnerado en sus
más elementales derechos, con bajo nivel de educación formal y de capacitación técni-
ca. Estos trabajadores y trabajadoras producen su existencia en un subsistema laboral
precario, disociado de la racionalidad empresarial contemporánea. A ese sistema se lo
denomina de economía popular.
La economía popular genera entre 3 y 6 millones de puestos de trabajo, según la de-
finición que se emplee. Estos trabajadores pagan impuestos por su consumo, aportan
al producto bruto interno y producen un impacto socio-ambiental positivo. Sin embar-
go, solo un 10% está organizado a través de diversos movimientos populares y cuenta
con algún tipo de derecho laboral, como salario social complementario, monotributo u
otros. Específicamente, llamamos economía popular al conjunto de actividades econó-
micas que desarrollan los trabajadores descartados del mercado laboral. Se lleva a cabo
en unidades productivas dotadas de medios de producción accesibles y están organiza-
das con marcados rasgos de cultura popular.
Los trabajadores de este sector no están amparados por la legislación protectora del
derecho laboral convencional, y las unidades productivas no tienen regulación alguna.
Recientemente, y solo en virtud de las luchas sociales y la presión constante de los mo-
vimientos populares, se conquistaron algunos derechos para el sector.
Desarrollo productivo
El desarrollo de la economía popular tiene como célula básica las unidades producti-
vas. Llamamos unidades productivas a las cooperativas, asociaciones, colectivos y nú-
cleos de base que conforman la economía popular, bajo distintos niveles de desarrollo
organizacional y complejidad técnica. A efectos analíticos, las dividimos en tres niveles:
Nivel 1: consiste en el desarrollo espontáneo de una actividad de subsistencia con una
mínima proporción de capital constante. En el ámbito urbano, se realizan con instru-
mentos y materiales descartados o de bajo coste, en unidades productivas situadas en
espacios públicos o domiciliarios. En el ámbito rural, se desarrollan en tierras comuni-
81 VOLVER AL ÍNDICE
La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
A. Ampliación de derechos
1. Salario social complementario (SSC). Se define como salario social al ingreso
que percibe el trabajador por su actividad en la economía popular. Recibe la de-
nominación social porque, a diferencia de otros sujetos que ejercen una activi-
dad, el ingreso es de carácter alimentario. A su vez, el salario total que percibe
el trabajador está formado por tres componentes: uno directo que surge de los
ingresos que obtiene por su actividad en la economía popular –por ejemplo, un
cartonero por la venta de lo reciclado, o un horticultor por la venta de sus culti-
vos–; otro es el salario complementario, que implica un reconocimiento econó-
mico de carácter público, y, por último, un salario indirecto que supone todas las
prestaciones no dinerarias.
El SSC cuenta hoy con un reconocimiento normativo, y está destinado a com-
plementar los ingresos de los trabajadores y trabajadoras de la economía po-
pular que se encuentran en situación de alta vulnerabilidad social y económica.
Su finalidad es contribuir a satisfacer las necesidades básicas de los beneficia-
rios y sus familias, y promover el sostén y sustentabilidad de los proyectos so-
cioproductivos. El importe del SSC se establece como el 50% del salario mínimo
vital y móvil.
2. Seguro de riesgos del trabajo. Los trabajadores de la economía popular no pue-
den contar con un seguro de riesgos del trabajo, ya que la Ley Nº 24.557 excluye
expresamente a todos los trabajadores que no se encuentren en relación de de-
pendencia. Si bien el Poder Ejecutivo tiene la facultad de incorporar otro tipo de
B. Organización sindical
1. El reconocimiento de la CTEP como sindicato nacional del sector. Es imperioso
que se reconozca a la CTEP como un sindicato único de primer grado que agru-
pe a todas las ramas de actividad de la economía popular. Debe encuadrarse en
el marco general de la Ley de Asociaciones Sindicales.
Antecedentes normativos:
• Resolución Nº 32/2016 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación.
• Ley N° 27.345 de Emergencia Social y Economía Popular.
• Decreto N° 159/2017 (reglamentación de la Ley de Emergencia Social).
• Resolución N° 01/2017, con firma conjunta del Ministerio de Desarrollo Social
de la Nación, del Ministerio de Hacienda y del Ministerio de Trabajo y Seguri-
dad Social de la Nación.
• Ley N° 27.453 de Régimen de Regularización Dominial para la Integración Socio
Urbana.
2
Entrevista realizada por el equipo de la Secretaría Letrada de Trabajo y Economía Popular del Ministerio Público
de la Defensa de la CABA en febrero de 2020.
88 VOLVER AL ÍNDICE
La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
vienen con sus saberes. Crear una nueva institucionalidad también es crear una nueva
forma de articular saberes que, de lo contrario, correrían por carriles distintos. Es muy
parecido a lo que alguna vez hizo el Ministerio de Trabajo con la Subsecretaría que era,
efectivamente, una articulación entre el saber estatal, académico y sindical.
Cuando ocurre esa sinergia de saberes, tiene un efecto fabuloso porque el Estado in-
corpora un principio de realidad. Para decirlo con un concepto casi psicoanalítico:
incorpora los límites, pero también la potencia de los otros. Esa es una primera carac-
terística, fundamentalmente, distinta. Un Estado distinto. Un Estado del pueblo. El se-
gundo punto esencial es que modifica la forma de regulación de la conflictividad social
–otra gran confusión de tipo mediática–, conflicto externo o contención. Es decir, que
no exista el conflicto o que no se exprese de manera caótica en la calle. Por suerte, la
sociedad ha desarrollado instituciones suficientemente sofisticadas como para regu-
lar los conflictos en distintos espacios y el Estado es un lugar que, efectivamente, tiene
herramientas, normativas, políticas de espacios para regular los conflictos de manera
diferente. Eso es un aprendizaje societal y también es otra institucionalidad, que so-
lo es posible si ese actor está adentro. Es una gran diferencia con el conflicto de interés
porque este está vinculado a la idea de poner al servicio de un interés privado una ins-
titución como el Estado, que es una institución para el bien común; y eso es muy impor-
tante, porque si no se confunde todo.
Las organizaciones trabajamos para el bien común, con diferencias ideológicas, de
práctica, metodología, estrategias y de táctica, pero todas trabajamos para el bien co-
mún. Es lo mismo que decir que porque un partido político ganó un gobierno hay un
conflicto de intereses, es absurdo. Un partido político gana porque defiende un inte-
rés común o una concepción del interés común. O bien, es un concepto de Nación dis-
tinto. Porque el concepto de Nación que se vincula con la representación partidaria o
que se vincula con la articulación de las organizaciones libres del pueblo son dos con-
cepciones de Nación totalmente distintas. En una, la representación es puramente for-
mal, es el concepto de Nación en la democracia liberal tradicional. Y la otra, en donde
están incorporadas en los procesos de representación, una representación no solamen-
te formal porque tiene un anclaje y una base que va más allá de los procesos electorales
esporádicos. Entonces es otro Estado, lo mires por donde lo mires. Que eso produzca re-
chazo desde el punto de vista de algunos sectores es normal. Para eso estamos, para ex-
plicar con pedagogía una potencia transformadora.
Más allá de la existencia de las visiones de los grandes medios de comunicación, ¿de
qué manera se puede plantear a la sociedad este cambio de conciencia?
Los cambios de conciencia no solamente ocurren en el plano discursivo. Hay un plano
que es explicar, después hay otra instancia en la que la práctica precede a la explica-
ción. Donde primero hay un cambio es en las prácticas, en las instituciones, y sobre eso
después se explica. Es decir, hay que hacer antes que decir para lograr transformar al-
gunas representaciones. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad que piensa que
todo es discursivo. Por izquierda o por derecha. Estoy convencido de que gran parte de las
transformaciones sociales tienen una dimensión discursiva, obviamente, pero sobre to-
¿Cómo continúa ese vínculo entre los trabajadores de la economía popular con los
demás actores sociales, hay recepción de parte de la sociedad para entablar diálogos y
reconocimiento formal de inclusión?
Hay dos caminos, por lo menos. Uno que tiene que ver con valorar socialmente una
serie de prácticas propias de la economía popular, algo que no es captado por la eco-
3
Entrevista realizada por el equipo de la Secretaría Letrada de Trabajo y Economía Popular del Ministerio Público
de la Defensa de la CABA en el mes de noviembre de 2019.
93 VOLVER AL ÍNDICE
La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
la destrucción del trabajo. En ese marco tan difícil, una de las enfermedades que esto
deja en el territorio es la falta de laburo y la marginación. Es entonces cuando apare-
ce la iniciativa de los trabajadores para generar su propio trabajo, inventarse el trabajo.
En la otra economía, el capital funcionaba como elemento central para generar trabajo,
pero acá es al revés: el trabajo aparece para generar salario. Y tenés que salir todos los
días e inventarte el trabajo. Hay una idea equivocada de que la gente no ingresa a los
trabajos de la economía de mercado porque es mucho más difícil, pero no, mucho más
difícil es ganarse el mango por fuera del capitalismo.
Fui operario metalúrgico por muchos años, trabajé montando trenes y hoy miro las lí-
neas de montaje de los autos y creo que es un juego de niños en relación con el trabaja-
dor que en el túnel de pintado tenía que pintar un auto con el muñequeo, antes era un
artista. Lo mismo le sucede al soldador o al tornero. Hoy la máquina reemplaza hasta
a la inteligencia humana. Entonces, en ese marco, ingresar en el trabajo formal pare-
ce más producto de una lotería que de la capacitación, lejos de la idea de la meritocra-
cia que los voceros del neoliberalismo propician. Te hacen creer que es por mérito, pero
es más por lotería que por mérito. A mediados del siglo pasado, en la etapa más indus-
trializada, comenzaba a aparecer una nueva clase social, la clase media asalariada; el
trabajador se convertía en clase media y esta era la que vivía el derrame invertido. Co-
mo decía Perón, era el derrame de abajo hacia arriba. Y con el ascenso social aparecía
“M’hijo el dotor” y el comerciante. Hoy no hay lugar en donde el capitalismo deje de
concentrar y de destruir trabajo. Cuanto más crecés, más destruís, al revés de lo que nos
quieren hacer creer.
Jauretche ejemplificaba la injusticia con la frase: “Tu pizza está adentro del horno”. Sa-
can una pizza del horno y dicen: “No, esta es para ellos, esperá que la tuya está adentro
del horno”. Siempre la mía es que la está adentro. Se inventó la porción porque cada pi-
zza que sale del horno se puede dividir equitativamente.
Nos quieren hacer creer que el crecimiento es el camino, pero el crecimiento no resuel-
ve las injusticias del mundo. Los países crecen cada vez más y las sociedades siguen
siendo cada vez más injustas. De hecho, cuanto más crecemos, más injusta es la trans-
formación. Entonces, hay que salir del paradigma del crecimiento y pensar en otra al-
ternativa.
La economía popular es una resistencia, porque los trabajadores no quieren ser margi-
nados. Es una resistencia que se manifiesta en la ocupación de una fábrica, de la tierra,
del espacio público, para decir “acá estamos”. Las organizaciones empiezan a aparecer
mostrando eso, que existen.
Primero, hay un problema de visibilización y, luego, de revalorización. ¿Por qué limpiar
la mierda de una villa tiene un valor mientras los compañeros que limpian en el cen-
tro ganan 80.000 pesos? ¿Por qué cuidar a los pibes en un barrio es diferente que cui-
dar a los del centro de la Ciudad? ¿Por qué el pan que hacen nuestros compañeros del
barrio, que es mucho más rico que otros, tiene un valor inferior? En diversos países del
mundo, los trabajadores lograron que los productos de la economía popular tengan un
valor importante en el mercado. Para ciertos Estados, un comedor que atiende a los pi-
bes que no tienen para comer y consigue salvarlos para el futuro es un trabajo muy bien
remunerado. Para otros –pobres ignorantes que son como la calle adyacente del capi-
talismo, porque no son verdaderos Estados capitalistas–, eso no tiene ningún valor. En
Francia hacer un pan casero y venderlo en la plaza de Notre Dame tiene un alto valor;
en cambio, acá hacer eso es ilegal, de segunda, y es “feo, malo y sucio”. Es un problema
de ignorancia de nuestra clase dirigente. Y es el problema de ser lacayo, de no valori-
zar la economía popular como una economía muy importante en la sociedad, que tiene
hasta el valor de reproducir la sociedad.
La economía popular tiene, además, el valor de felicidad con menos, porque la idea de
vivir mejor no tiene fin. El verdadero planteo de fondo de la encíclica Laudato si’ del Pa-
pa, dice muchas cosas, pero lo que más me satisface es la idea de relacionar ecología y
bienestar con economía popular. Es como dice Francisco, si todos consumiéramos como
lo hacen los europeos, harían falta cuatro mundos para producir, y no los hay; entonces,
que no nos mientan que vamos a vivir todos así. ¿Qué pasaría en la Argentina si todos
viviéramos como los tres millones de trabajadores más acomodados del país? Necesi-
tamos tres veces y medio más de energía y seis veces más de agua para el consumo.
¿Dónde está el agua potable por seis y la energía eléctrica por tres y medio para hacer
eso? Francisco te dice que no le vendas la idea de igualar para arriba, porque no se pue-
de, esa es una mentira del capitalismo. Lo que sí se puede hacer es que todos vivamos
un poco mejor y para eso hay que achatar la pirámide.
Francisco me recomendó a un sacerdote español que, entre tantos otros libros, escribió
sobre la felicidad y la idea de la felicidad del consumo, entonces, se pregunta: ¿Cómo se
mide la felicidad? ¿Vivir en un pueblo del interior de la provincia, con la puerta de la ca-
sa abierta, con la bicicleta sin cadena, sin problemas de drogas en el barrio o en una villa
urbanizada? ¿Dónde vive mejor la gente? Otro de los dramas del capitalismo es la “supe-
rurbanización”. Nosotros tenemos que crear otra cultura que es la cultura de vivir bien,
no vivir mejor porque eso no tiene fin. Vivir bien tiene el límite de construir entre todos.
No se puede fabricar más pan del que hay, distribuyámoslo. La economía popular es par-
te de ese proceso, pero hay que valorizarlo.
Es cierto que los trabajadores de la economía popular se han ido organizando de formas
muy diversas: como organizaciones sociales también llamadas organizaciones popula-
res, como sindicato en el marco de la UTEP, o como fuerza política, como lo es Barrios
de Pie, el Evita y otras organizaciones que confluyeron en el partido de los comunes.
También hay agrupaciones que no eligen la política partidaria para transitar el proceso
electoral. Hay una heterogeneidad, porque también hay fuerzas que hoy están ligadas
al oficialismo (más de cerca o más distantes), apoyando la candidatura de Sergio Mas-
sa y Agustín Rossi en estas elecciones presidenciales 2023, ante el temor de un creci-
miento desmedido de la derecha. No todos tienen la misma intensidad o cercanía con
la coalición de unión por la patria y no todos integran el partido justicialista. Hay fuer-
zas, incluso, no peronistas que participan de la coalición. También hay organizaciones
que hacen política y que al no estar encuadradas partidariamente, no participan del
proceso electoral, ya que están más ligadas a posiciones políticas e ideológicas del fin
del siglo XX y principios del siglo XXI, y que confían más en la organización y el poder
popular pensado más a largo plazo.
Se vislumbra hacia adelante, más allá de lo electoral, que cualquiera sea el resultado de
las elecciones (gane el oficialismo o gane la oposición), va a haber un gran marco de uni-
dad para plantear las banderas del trabajo, solidaridad, organización popular, y de que
el Estado atienda los problemas de la economía popular, siempre apuntando a priorizar el
trabajo respecto a los programas esencialmente sociales.
También es cierto que dentro de la UTEP hay un debate no terminado que no debe pre-
ocuparnos, porque enriquece la discusión que plantea si tiene que haber muchos recur-
sos puestos en el trabajo, máquinas y herramientas, o si hay que ir a un subsidio único
para paliar la crisis mientras esta se va desenvolviendo, sin ignorar que la crisis se pue-
de profundizar. En el caso del Movimiento Evita y en el nuestro, priorizamos el trabajo
por sobre el subsidio social, aunque en situaciones excepcionales no lo descartamos, al
contrario, lo valoramos.
Respecto a la presencia de trabajadores, militantes y dirigentes de la economía popular
que están ocupando cargos de distinta relevancia dentro del Estado, no podría dar una
opinión general, porque no hemos hecho un balance al respecto, pero puedo contar mi
experiencia. Por un lado, lo que he visto en otras compañeras y compañeros que han
ocupado cargos importantes, es que hubo una negativa (de la que nunca voy a saber el
motivo) de los dirigentes más importantes de la coalición para que pudiéramos confor-
mar el ministerio de la economía popular, o un instituto, o una agencia autónoma con
rango de ministro, o una secretaria de Estado con rango de ministerio. Por otro lado,
también debo agregar que cuando ocupamos cargos, no siempre tuvimos la experien-
cia y la capacitación adecuada en la conformación de equipos, y confiamos mucho más
en la política que en la gestión.
97 VOLVER AL ÍNDICE
La emergencia de la Economía Popular en Argentina | Octubre 2023
En los diversos artículos que componen esta publicación queda bastante clara la reali-
dad de la economía popular y su relevancia social.
Por tal motivo en este artículo, referido a la cuestión técnica en la economía popular,
daré por supuestos esos aspectos fundamentales.
Intentaré abordar aspectos sobre los que se ha escrito poco, con los riesgos que eso im-
plica, por posibles imprecisiones al describir o por plantearlo de un modo que pueda
generar desacuerdos. En todo caso si se genera diálogo, debate o críticas constructivas,
estará cumplido el objetivo.
En primer lugar, procuraré compartir sintéticamente como llegué a vincularme con la eco-
nomía popular, I) Un poco de historia. Luego una reflexión sobre el método de trabajo (II)
y la sobre importancia de la cuestión cultural en la economía popular (III). A continuación,
presento la Red de Intercambio Técnico con la Economía Popular (IV ). Finalmente com-
parto algunas perspectivas sobre el sector (V).
I) Un poco de historia
Cada vez queda más claro en todos los ámbitos, tanto el académico y el científico co-
mo en la vida cotidiana, que no hay miradas neutrales sobre ninguna realidad, siempre
interactuamos y nos modificamos mutuamente con aquello con lo cual nos relaciona-
mos. Puede ser útil entonces explicitar en primer lugar desde donde miro esta realidad,
compartir mi propia historia de acercamiento e involucramiento con el trabajo popular.
Mi trabajo en el Estado, como miembro del Cuerpo de Administradores Gubernamen-
tales, al que se ingresa a través de un concurso transparente y un intenso programa de
formación de 24 meses, siempre estuvo relacionado con la vinculación entre organi-
zaciones de la sociedad civil y el estado. Pude percibir profundamente la importancia
de la articulación de ambos actores para una sociedad sana. Las organizaciones de la
sociedad civil muy involucradas en la realidad y “aguijoneando” al Estado que por su
estructura tiene cierto riesgo de despegarse de la realidad y de no lograr un nivel acep-
table en la relación entre recursos y resultados, pero tiene la capacidad de dar alcance
de política pública a las acciones en pos del bien del pueblo.
En esta breve síntesis de mi camino personal, el punto de partida fue en el año 1995
creando el Programa de Inserción Laboral para Personas con Discapacidad (Pronilad)
que incluyó la creación de la Red de Talleres Protegidos de Producción (organizaciones
de la sociedad civil) y su vinculación con el Ministerio de Trabajo y la Comisión Nacio-
nal de Discapacidad. Se destaca en este caso que estas organizaciones preexistentes,
unas 200 en todo el país, trabajando en red y accediendo a una pequeña parte de los
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recursos provenientes de la ley nro. 24452, denominada ley de cheques, impactaron po-
sitivamente en las condiciones laborales de más de 8000 personas con discapacidad
(Aunque sigue siendo enorme la deuda en este sentido).
A partir de 1999 pude impulsar la Red de Organizaciones Religiosas de Acción Social (ta-
les como Cáritas, Amia, Ejército de Salvación, entre otras), que creamos en el ámbito de
la Secretaría de Culto, y se vinculó con diversas áreas del Estado. Esta red permitió per-
cibir en la práctica los fundamentos comunes del trabajo social que realizan las distin-
tas comunidades religiosas y cultivar la mutua valoración. Trabajando en red se pudo
lograr un incremento muy positivo en la relación con el Estado.
En el marco de la crisis de 2002, en el INTI, se creó la Unidad de Apoyo a la Generación
de Empleo Sustentable, el Ing. Enrique Martínez, primero responsable de esa Unidad y
luego Presidente el Instituto, me encargó la organización de la Red de Apoyo al Traba-
jo Popular y luego la organización y dirección de todo el sistema de extensión del INTI,
en el cual el vínculo con la economía popular ocupó un lugar central, con diversos pro-
gramas tales como el de Abastecimiento Básico Comunitario, Microcréditos, Residuos
Sólidos Urbanos, Unidades Productivas Tipo, Cadenas de Valor, Capacitaciones en tec-
nologías duras y blandas vinculadas con las distintas actividades del sector, entre otros.
Más de 600 organizaciones de todo el país llegaron a participar de la Red.
A fines de 2010 nos conocimos con Juan Grabois quien me comentó la iniciativa que te-
nían con Emilio Pérsico y otros compañeros de crear la Confederación de Trabajadores
de la Economía Popular (CTEP) y la necesidad de sumar el apoyo que podría brindar co-
mo administrador gubernamental en la relación técnica con los organismos del estado
tanto en la CTEP como en la obra social para trabajadores de la economía popular que
comenzaba a organizarse. Me recibieron muy bien los compañeros y rápidamente co-
menzó un trabajo con mucha precariedad de medios, pero muy intenso y fecundo. En
la primera etapa fue importantísimo el intercambio técnico (de ida y vuelta) cuerpo a
cuerpo en múltiples situaciones vinculadas con el MTE tales como: la Cooperativa “La
Estrella”, la planta de la Cooperativa “El Amanecer” de Barracas, múltiples tareas en el
barrio ACUBA, la cooperativa de Carreros y otros proyectos en la Ciudad de Córdoba,
el inicio de la Obra Social, la “Pre-Junta” de la CTEP con la que nos reuníamos los jueves
en el quincho precario del predio de Pedro Echague y muchas otras realidades concre-
tas. A partir de 2013 pudimos organizar un equipo técnico para el diseño, gestión y ren-
dición de los proyectos con el apoyo del Ministerio de Trabajo.
Este equipo trabajó muy bien para el conjunto de las organizaciones que conformaban
CTEP en ese momento formulando y gestionando múltiples proyectos valiosos para el
sector. Se intensificó la relación con el Movimiento Evita y otras organizaciones de CTEP.
También con la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie a partir de 2016.
Al crecer la CTEP y ampliarse el espacio, la escala y cantidad de proyectos también
creció y se fue haciendo difícil compatibilizar la tarea técnica con las modificaciones
requeridas por el dinamismo de la relación de las organizaciones entre sí y con el go-
bierno. Esto hizo que el trabajo de asistencia técnica quede a veces fuera de foco. En
cierto modo se puso de manifiesto una contraposición entre una mirada que podemos
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denominar aluvional, que implica ponerle todos los esfuerzos a lo que va aconteciendo
día a día y una mirada que podemos denominar metódica que pone el foco en procesos
para lograr resultados.
También fue cobrando nitidez la cuestión cultural. Muchas veces se define a la econo-
mía popular como trabajo informal, o de baja escala o de subsistencia. En realidad,
estas son características que pueden estar muy presentes en el sector, pero no se com-
prende adecuadamente a la economía popular sino se considera la cultura popular co-
mo característica central, esto es el estilo de vida, cosmovisión, modo de relacionarse,
de hacer, de trabajar, que comparten las personas y comunidades que integran el sec-
tor. Esta cuestión cultural es muy importante también en la relación con el Estado que
tiene una modalidad formalista propia de otra cultura.
A continuación, ampliaré sobre estos dos aspectos el metodológico y el cultural.
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cuentros organizados con el apoyo del equipo de Diputados del Movimiento Evita y del
equipo de gestión de la CTEP. A partir de las presentaciones realizadas en el Seminario
por representantes de las diversas ramas de la Economía Popular se generó un docu-
mento valioso que caracteriza la realidad de cada una de ellas con sus potencialidades
y problemas.
Considerando la importancia que fue cobrando la RATEP, el 2 de octubre de 2017 el Secre-
tario General de la CTEP, Esteban Castro solicitó al Rector de la Universidad Nacional de
Tres de Febrero, Aníbal Jozami, que se cree en el ámbito de esa Universidad un programa
que coordine e impulse la Red. Esto se concretó a través de la Resolución 4470 del 15 de
noviembre de 2017 creando el programa y designando coordinador a Emiliano Di Cola.
Entre las actividades desarrolladas en 2018 y 2019 se destacan los Congresos de Econo-
mía Popular organizados en Resistencia (con más de 600 participantes de toda la re-
gión NEA) y en San Juan (con más de 400 participantes de la región Cuyana). También
la configuración de un mapa web identificando asistencias técnicas a la economía po-
pular realizadas en diversos lugares del país y asistencias técnicas en gestión, por ejem-
plo, la realizada a la Cooperativa TUMI de Avellaneda.
IV.1) Apuntes sobre la situación del intercambio técnico con la economía popular
Los resultados de la economía popular, como todos los sectores que componen la econo-
mía de un país o región dependen en gran parte del acceso a medios de producción, la
mejora de las técnicas para el desarrollo de sus actividades, así como también, de moda-
lidades organizativas dinámicas tales como redes de cooperación territoriales, de políti-
cas públicas que incluyan la articulación entre los productores, consumidores, y demás
actores de la comunidad.
Entre los inconvenientes que enfrenta el sector de la EP, se pueden mencionar a título
ilustrativo, no exhaustivo: alcanzar mayor integración con el conjunto de la sociedad;
mayor visibilización de la riqueza cultural de quienes integran la economía popular; ca-
rencias técnicas que deterioran la cantidad y calidad de los bienes y servicios que se ge-
neran; desarticulación de las acciones de apoyo que desde el Estado y la sociedad se
realizan. teniendo como consecuencia yuxtaposiciones y vacíos. Este problema se pro-
duce en todos los niveles, ya sea local, provincial, o regional. Las diferentes áreas del
Estado, incluyendo también las Universidades, las asociaciones sin fines de lucro na-
cionales e internacionales, y diversas iniciativas vinculadas a la Economía Popular y los
Movimientos que la nuclean actúan de manera poco articulada entre sí, y en la mayoría
de los casos, con escaso conocimiento de los esfuerzos que realizan los otros.
Superar los inconvenientes es necesario para lograr mejoras en las condiciones labora-
les y en los productos o servicios que brindan.
Este proceso de mejora, en el marco de una economía que mundialmente sigue ten-
diendo a la concentración, requiere una vinculación institucional sostenida para armo-
nizar la voluntad y el esfuerzo común y compartido de los distintos actores vinculados a
la Economía Popular.
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V) Perspectivas
Una convicción que atraviesa todos los artículos de esta publicación, es que absoluta-
mente todas las personas en edad laboral necesitamos trabajar. No sólo es una necesi-
dad para generar productos o servicios que sustentan la vida humana, sino que trabajar
también es una necesidad subjetiva para plenificarnos como personas y ser felices en
comunidad.
En nuestro país las organizaciones sociales, tanto las de alcance nacional como las de
alcance local, emprenden, acompañan, organizan y gestionan cientos de unidades
productivas, y de servicios comunitarios que, como lo resaltó el Papa Francisco, son la
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semilla del nuevo mundo. Pueden agruparse en: Recuperadores urbanos de residuos
secos, Agricultores familiares, Construcción de hábitat e infraestructura social, Servi-
cios sociales comunitarios (cuidadores domiciliarios y otros), Confección de indumen-
taria, Medios comunitarios de comunicación, Vendedores ambulantes y trabajadores
de la vía pública, Comercialización y mercados populares. Siempre considerando que
es una realidad muy dinámica que puede variar considerablemente en las diversas re-
giones del país.
La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Barrios de Pie (BdP)
y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), que luego formaron la Unión de Trabajadores
de la Economía Popular (UTEP), organizaron la marcha por Tierra, Techo y Trabajo que
se realizó el 7 de agosto de 2016 partiendo desde San Cayetano, con la participación de
más de 100.000 trabajadores. A finales del año 2016 a través del proceso de unidad y
reclamo iniciado visiblemente el 7 de agosto, lograron que el Congreso Nacional apro-
bara la Ley 27.345, denominada Ley de Emergencia Social.
Esta norma significó un hito para el sector, entre otras cosas, porque implica el re-
conocimiento, a través de una Ley Nacional, de las personas que forman parte de la
Economía Popular como trabajadores, la creación del Salario Social Complementario
como derecho producto de ese reconocimiento, la creación del Consejo y del Registro
de la Economía Popular.
Sin embargo, fue quedando claro que en el gobierno nacional hasta diciembre de 2019
(y lo mismo en la gestión anterior), prevaleció la mirada de la economía popular co-
mo algo coyuntural y no como una realidad estructural para la cual se requieren políti-
cas sostenidas de corto, mediano y largo. Esta concepción hizo que no se implementen
adecuadamente componentes clave de la ley mencionada tales como el Consejo de la
Economía Popular y el Salario Social Complementario (CEPSSC) y el Registro Nacional
de la Economía Popular (RENATEP).
La gestión de gobierno que comenzó a fines de 2019 estuvo atravesada por múltiples
problemas económicos, sanitarios y de cohesión política. En la actualidad los trabaja-
dores de la economía popular y las organizaciones que los nuclean se encuentran en
Argentina una situación particularmente difícil debido al creciente deterioro en los úl-
timos años de variables que afectan especialmente la vida de los sectores populares
(alta inflación, gravísima restricción fiscal que afecta el apoyo estatal, entre otros). La
situación agudiza la necesidad de mejorar los modos de organización incluyendo el in-
tercambio técnico entre saberes populares y del sector científico-técnico.
Hasta qué punto a través de la técnica ha mejorado o empeorado la calidad de vida y
mejorado o empeorado el entorno, es una gran discusión. Sin embargo, podemos estar
de acuerdo en que, como toda realidad humana, el desarrollo de la técnica presenta lu-
ces y sombras. Y también podemos acordar todos que la técnica que ha crecido y se ha
desarrollado exponencialmente.
Se denomina técnica a conjuntos de procedimientos pautados que se utilizan como
medio para llegar a un cierto fin.
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UNA MIRADA SOBRE LAS POLÍTICAS PARA LA ECONOMÍA POPULAR
Lito Borello
Y nosotros desde los movimientos populares, sin ser eruditos de las temáticas de la
economía, entendemos que hay que tener otra sociedad y por lo tanto otra economía.
Una economía que ponga en todo caso lo financiero al servicio de la gente, al servicio
de los hombres de las mujeres de los compañeros del territorio del medio ambiente.
Bueno, en esto hay ensayo y error. Hay una búsqueda de Francisco con los compañe-
ros, a los que les está proponiendo que busquen, que indaguen, que exploren una eco-
nomía distinta a la que ofrece este capitalismo salvaje. Y mucho de la experiencia de
lo que los movimientos vamos haciendo todos los días empíricamente. Empíricamen-
te nosotros construimos teoría en el desarrollo práctico de una manera de producir, de
una manera distinta de consumir, de una fraternidad y misericordia que haga de los
territorios lugares más vivibles. Ahí donde nuestros pibes y pibas hoy están expuestos
a las drogas, a las adicciones, no como problema moral, sino como otras de las herra-
mientas que el imperio tiene, que los poderosos tienen para romper el tejido social y
para facilitar la dominación.
A veces nosotros decimos que lo que la dictadura no lograba con los tanques la droga
lo hace en nuestro territorio hoy. Y le roba el futuro a nuestros pibes y pibas si nosotros
no tenemos la acción concreta de ponernos la mochila al hombro, de ser constructores
de nuestro propio destino, de trabajar para construir otro mundo posible. Hoy, donde el
1% de la población detenta el poder del 80% del planeta, donde hay países como Esta-
dos Unidos que para mantener su manera de vivir consume 4 planetas, sabiendo que a
esta gente no se le va a abrir el corazón, nosotros tenemos que ir construyendo en nues-
tro territorios con una autonomía desde el sentido común, con una autonomía que nos
permita mantener la vida con la agroecología familiar, con los emprendimientos pro-
ductivos de las cooperativas, con las escuelas populares donde nuestros pibes tengan
otros valores y se sientan cuidados.
Hoy un chico en un territorio no se siente cuidado, se siente vulnerable, sale a la calle
y su familia por una cuestión económica no lo puede cuidar, porque tienen que labu-
rar 20 horas al día y el territorio está tan lastimado y tan roto que se siente en una zona
hostil. Necesítanos ir cambiando esto. Francisco nos propone “en ustedes está la posi-
bilidad de ir construyendo otra sociedad”. Bueno, nosotros asumimos ese desafío. Sin
soberbias, sin creernos que somos el centro del universo. Pero está claro que si los movi-
mientos sociales como la expresión más golpeada de los trabajadores junto con el mo-
vimiento de los trabajadores, si no somos columna vertebral y cabeza de un proceso de
trasformación, no hay garantía de que esto se cumpla. Cristiano y peronista, si los tra-
bajadores no son la columna vertebral y la cabeza de un proceso transformador, no hay
garantía de construir el pueblo de Cristo y una patria justa libre y soberana.
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