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2
Créditos
Moderadoras:
Cjuli2516zc
Traductoras
Cjuli2516zc Walezuca Segundo
Guadalupe_hyuga Lauu LR
Kath pancrasia123
3
Alixci Mimi
Brisamar58 Mona
Diseño:
Dabria Rose
Índice
Sinopsis.......................................................................................................................................... 5
Capítulo 1 ...................................................................................................................................... 6
Capítulo 2 .................................................................................................................................... 18
Capítulo 3 .................................................................................................................................... 33
Capítulo 4 .................................................................................................................................... 50
Capítulo 5 .................................................................................................................................... 64
Capítulo 6 .................................................................................................................................... 86
Capítulo 7 .................................................................................................................................... 99
Capítulo 8 .................................................................................................................................. 111
4
Capítulo 9 .................................................................................................................................. 132
Capítulo 10 ................................................................................................................................ 146
Capítulo 11 ................................................................................................................................ 158
Capítulo 12 ................................................................................................................................ 171
Capítulo 13 ................................................................................................................................ 187
Capítulo 14 ................................................................................................................................ 201
Capítulo 15 ................................................................................................................................ 213
Capítulo 16 ................................................................................................................................ 227
Capítulo 17 ................................................................................................................................ 244
Capítulo 18 ................................................................................................................................ 253
Capítulo 19 ................................................................................................................................ 266
Capítulo 20 ................................................................................................................................ 278
Epílogo....................................................................................................................................... 290
Nota del Autor ........................................................................................................................... 298
Sobre el Autor ............................................................................................................................ 299
Sinopsis
Para Matthew Rohan, cada día es una lucha. Cada tarea que otros completan
sin pensar es un desafío para él. Recientemente huérfano, tiene que terminar los
últimos meses de la escuela secundaria y cuidar de su hermana discapacitada por
su cuenta.
Cuando Mayra entra en su vida, sus cómodas rutinas implosionan. Matthew
no puede manejar el cambio, pero Mayra es implacable en su búsqueda por
entenderlo, mostrarle aceptación y tal vez incluso amor. Cuando ella rompa su
caparazón, el mundo de Matthew nunca volverá a ser el mismo.
Un chico torpe con Síndrome de Asperger, una chica persistente que lo saca de
su existencia aislada, y un boleto de lotería que cambiará sus vidas para siempre.
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Capítulo 1
Mi vida es un desastre
―Oh, mierda, mierda, mierda.
El impacto del auto detrás de mí golpeando mi parachoques fue breve pero
intenso. Incluso después de que el temblor se detuvo, todavía podía sentir las
vibraciones que recorrían mi cuerpo. Todos los músculos estaban tensos y mi
cerebro estaba sobrecargado.
Un accidente automovilístico. He estado en un accidente de auto.
La bilis se deslizó por la parte posterior de mi garganta. Mis manos se 6
deslizaron lentamente por el volante, dejando el sudor frío de mis palmas en el
envoltorio de cuero falso. Cerré los ojos y tragué con fuerza, preguntándome si había
alguna manera de que pudiera pasar por esto sin tener un ataque de pánico mayor.
Imposible.
Ya me resultaba bastante difícil cuando algo se salía un poco de mi rutina
normal. Por esa razón, mi tío había repasado conmigo posibles situaciones de crisis
en el pasado, y un accidente automovilístico fue una de ellas. Sólo necesitaba
recordarme a mí misma qué hacer.
Asegurarme de que todos estén bien y llamar al 911 si alguien está herido.
¿Estaba herido? ¿Estaba herida la persona detrás de mí?
Tomando nota mental de mi cuerpo, me di cuenta de que estaba físicamente
bien, sacudido, pero bien. No sabía sobre la persona o las personas detrás de mí.
Tendría que salir del auto para averiguarlo. El problema era que no podía moverme.
¿El auto seguía funcionando? El motor zumbaba bajo el capó, y pensé que el
auto probablemente todavía se podía conducir, así que eso respondía a esa pregunta.
El impacto no había sido tan duro. Como no parecía que estuviera herido, la persona
o las personas que estaban detrás de mí también podrían estar bien. Tal vez no hubo
ningún daño en el auto. Tal vez sobreviviría a esto después de todo.
Apretando mis ojos, alcancé sobre mi regazo y me desabroché el cinturón de
seguridad. Envolví mis dedos alrededor de la manija de la puerta y me concentré en
tensar mis dedos lo suficiente como para liberar el pestillo. Empujé la puerta para
abrirla. Mi cuerpo permaneció tenso mientras me forzaba lentamente a salir del auto.
Asegúrate de que todos estén bien. Revisa si hay daños. Puedes hacerlo.
―Amigo, ¿qué mierda?
Sorprendido por el sonido, miré hacia un tipo rubio con un cabello de rata
recogido en una cola de caballo. Sus labios estaban fruncidos en un gruñido.
―¡El amarillo no significa que te detengas, idiota! ―Cruzó los brazos y sacó el
pecho.
El obvio agravamiento de la situación por parte de este hombre debería
haberme enviado a una bola acurrucada, pero lo absurdo de su afirmación me llamó
la atención. Por un momento, olvidé su actitud beligerante y recordé las palabras del
manual de conducción que me dieron para estudiar para mi examen.
―La iluminación de la luz amarilla o ámbar denota, si es seguro hacerlo,
prepárese para detenerse cerca de la intersección. ―Mi barbilla tembló y mis ojos 7
permanecieron en el suelo mientras pronunciaba las palabras memorizadas como si
estuviera en piloto automático―. Tuve tiempo de detenerme. No puedo permitirme
el lujo de obtener una citación.
―¿Cita? ―El rubio levantó las manos y se inclinó hacia mí―. ¿Quieres decir
una multa? No te dan una maldita multa por avanzar.
Sus palabras no tenían ningún sentido. No había nada en la ley que dijera que
no podía ser multado por tal ofensa. Sí podía. Estudié a fondo la parte escrita de mi
examen de conducir. Si el semáforo hubiera estado en rojo, seguramente habría
pensado que el hecho de correr era motivo de una multa. Continué mirando
fijamente al suelo cerca de sus pies, tratando de querer hacer contacto visual, pero
sólo logré parpadear rápidamente.
El tipo dio un golpecito con el pie mientras miraba el parachoques trasero de
mi auto. El daño no era tan grave, pero estaba abollado en un lado, y ahora era
completamente asimétrico. En mi pecho, podía sentir el pánico aumentando de
nuevo. Traté de tragarlo.
Necesitaba mantenerme en calma. El hombre no estaba herido. No había nadie
más en su auto, y el daño fue mínimo.
Puedo hacer esto.
―Menos mal que no abollaste mi auto ―dijo el hombre mientras estaba a mi
lado. Podía sentir su mirada en mi piel con un hormigueo. Por su estatura y su
comportamiento, pensé que estaba acostumbrado a ser más alto que la mayoría de
los chicos, pero nos encontramos casi cara a cara. Sin embargo, tenía al menos
dieciocho kilos de más, así que el efecto fue similar.
―Lo siento... ―Empecé a decir, pero me interrumpió.
―¡Yo diría que sí! ―Su risa estaba llena de amenazas.
―Lo siento ―repetí―, pero tú...
Me detuve. Su comportamiento y su mirada dura me estaban desconcertando.
Si pudiera recordar cómo había practicado escenarios como éste, estaría bien, pero
no podía concentrarme lo suficiente para recordarlo todo.
Seguro. Necesito pedirle información sobre el seguro.
Respiré profundamente y continué.
―Si pudiera darme el nombre de su compañía de seguros...
Dio medio paso adelante y me metió el dedo en el pecho, dos veces. 8
―Maldito.
Tragué mucho. Sabía cómo defenderme, pero todas las artes marciales que
había estudiado exigían una estricta adhesión a la regla: sólo usar la fuerza si no hay
otra opción. Todavía me quedaban algunas opciones.
Hice un gesto de barrido hacia mi parachoques, encogiéndome ante la vista.
Quería decir algo sobre cómo me había golpeado por detrás y tenía la culpa, pero no
pude sacar las palabras. No podía dejar de mirar la abolladura torcida en el
parachoques. No podría conducirlo así, no cuando sabía que el parachoques estaba
aquí atrás, con el aspecto que tenía. No sería capaz de concentrarme.
¿Subirían las tarifas de mi seguro?
Una nueva ola de pánico me golpeó en el pecho.
Rara vez me enojaba con los demás. Normalmente reservaba ese tipo de
emoción para el autodesprecio, pero este tipo estaba tan obviamente equivocado.
Hice retroceder otro diluvio de pánico inminente. No podía permitir que eso
sucediera aquí en el borde de la calle y frente a este Neandertal. Respiré
profundamente un par de veces, deseando tener suficiente dinero para volver al
terapeuta de la ciudad.
―Llama a la policía ―susurré. En realidad no quería decirlo en voz alta, pero
sabía que era el siguiente paso a seguir si había una disputa. Tenía un teléfono
prepago en la guantera para emergencias.
―Al diablo con eso. No vas a llamar a nadie.
Mi piel se arrastró ante su gramática. Necesitaba volver a mi auto y usar el
teléfono de emergencia, pero mis pies no se movían.
―Llama a la policía ―dije otra vez. Mi voz era monótona, y sólo era
débilmente consciente de lo que estaba diciendo. Todavía no podía moverme, y traté
de encontrar algo en el suelo para alejar mi atención de la situación―. Reporta el
accidente. Consigue la información del seguro.
Podía sentir la mirada caliente del hombre en mi rostro, pero no podía mirarlo.
Repetía.
―Llama a la policía. ―Una y otra vez. No pude detenerme.
―¡Cállate! ―El tipo me empujó en el pecho una vez más―. Considerando el
pedazo de mierda que estás conduciendo, lo consideraría una muerte piadosa. Aquí.
―Me clavó un papelito en el pecho, y vi que se agitaba hasta el suelo―.
Considéranos a mano. 9
Se rió de nuevo cuando se dio la vuelta, volvió a su auto y se fue.
Me incliné y recogí el pedazo de papel ―no podía soportar tener basura en la
calle― y vi que era uno de esos billetes de lotería de Powerball. Sacudí la cabeza
lentamente mientras miraba fijamente el papel sin verlo realmente. Siempre pensé
que la lotería era un impuesto para las personas con malas habilidades matemáticas,
y eso encajaba perfectamente con el estereotipo del tipo.
No importaba. Vi su matrícula y dejaría que la compañía de seguros se
encargara de ello. Tener un tío en el negocio de los seguros había sido
definitivamente una bendición en los últimos seis meses. Se aseguró de que el auto
y la casa estuvieran cubiertos para que no me asustara. Travis era genial de esa
manera, como mi padre.
Como lo era mi padre.
Cerré los ojos, tomé otro par de respiraciones largas y volví al asiento del
conductor. Traté de limpiar mi mente de la imagen del parachoques, pero por
supuesto, no funcionó. Tuve que detenerme dos veces para volver a estar en
condiciones de conducir antes de completar el viaje de cinco kilómetros a casa.
Casa.
La casa estaba en un vecindario agradable, pero no había nada extravagante en
ella. Tres dormitorios, dos baños y medio, un lugar típico de los suburbios con un
pequeño patio y un buzón con un poste de cedro. La propiedad daba a una gran
área boscosa, que era buena para esconderse solo. Más que nada, era... tranquila.
Entré y dejé caer mi mochila en el pequeño banco del vestíbulo antes de tomar
un vaso de agua. La mayoría de las veces comía cosas del congelador que podía
calentar en el microondas. No había cocinado ningún alimento fresco durante tres
días y traté de forzarme a hacer comida de verdad al menos un par de veces a la
semana.
Todas las recetas del viejo recetario de mi madre estaban diseñadas para
alimentar a cuatro personas. Todas ellas, lo juro.
Puse mi vaso en el impecable fregadero de la cocina.
Volví a sacar el vaso, llené el fregadero con agua jabonosa, lavé el vaso y luego
lavé el fregadero y lo sequé hasta que no hubo marcas de agua. Para ese momento,
había perdido completamente el apetito, así que fui al estudio a hacer mi tarea.
Todo en el estudio era más o menos como mi papá lo había dejado: papeles, 10
notas y libros por todos lados. No podía soportar los desórdenes, nunca pude, pero
tampoco me atreví a limpiarlo. Mamá era más como yo; ni siquiera entraba aquí.
Ella había sido.
Había sido
Tiempo pasado.
Pasado.
Falleció.
Fallecida.
Las palabras llenaron mi mente, sin ser invitadas. Cerré los ojos y esperé que
se detuviera, pero por supuesto, no lo hizo. Mi mente raramente iba en la dirección
que ordenaba. Tuve que levantarme y dejar la guarida. Me detuve en la sala de estar,
pero incluso el nombre de la sala me provocaba a veces ataques de pánico. Todo lo
que podía pensar era en cómo había discutido con mamá por el programa de cocina
que le gustaba ver todo el tiempo. Había querido ver Top Gear, y los programas
siempre estaban al mismo tiempo.
Volví a la cocina, pensando que tal vez cocinaría algo después de todo. Husmeé
en el armario lleno de alimentos mayormente empaquetados y terminé encontrando
una caja de Thin Mints que mamá había comprado a una niña exploradora que vivía
en la calle.
Lo perdí.
Mi padre siempre había dicho que la vida estaba llena de altibajos.
―Hijo, algunos días se gana y otros se pierde. Así es como funciona.
Hoy fue un día perdido.
Traté de rechinar los dientes para ver si eso ayudaba a mis pies a moverse, pero
no lo hizo. Me di cuenta de que era porque mis ojos todavía estaban cerrados, y
probablemente me tropezaría con mis pies si lo intentara. Abrí los ojos de nuevo y
di un par de pasos arrastrando los pies hacia el otro lado de la habitación.
El otro lado.
Lejos de la puerta.
Mierda, mierda, mierda.
Con un escalofrío, logré sentarme en el asiento detrás de Mayra Trevino. Me
miró.
―¡Hola, Matthew!
Crucé los brazos en el escritorio y miré los pequeños vellos de mi muñeca.
Tomé otro largo respiro y cerré los ojos, tratando de imaginarme en mi asiento
regular y que Mayra acababa de decidir sentarse frente a mí. No ayudó mucho
porque si ella estuviera allí, ¿dónde se sentaría Joe? Me estremecí un poco.
―Hola. ―Logré decir en voz baja. Afortunadamente, el señor Jones comenzó
su conferencia entonces. Lo que tenía que decir no ayudó en absoluto, sin contar el
trabajo de grupo.
Mierda, mierda, mierda.
―Todos se dividirán en parejas, elegirán un riesgo potencial para nuestra
biosfera terrestre, explorarán las causas e implicaciones potenciales de ese riesgo, y
luego presentarán sus hallazgos a la clase.
Parejas. Me relajé un poco. Joe y yo nos conocíamos desde que nos sacaron de
las clases regulares en el tercer grado por nuestras "capacidades cognitivas
superiores". Era lo más cercano que tenía a un amigo, y siempre trabajamos juntos
en proyectos como éste. Cuando el Señor Jones mencionó el trabajo en grupo, pensé
que se refería a un grupo más grande. No me iba bien en esos. Traté de mantenerme
enfocado en las buenas noticias en lugar de en el potencial de hablar en público, lo
cual simplemente no iba a suceder. Joe lo haría por nosotros.
―Justin e Ian, formen una pareja. Joe y Devin, Aimee y Scott, Mayra y
Matthew...
―¿Qué... qué? ―interrumpí.
―Usted y Mayra trabajarán juntos en su proyecto ―confirmó el señor Jones.
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Sonrió, y me pregunté si se había lavado los dientes esa mañana.
―Trabajo con Joe ―le recordé. Seguramente se le olvidó.
―Joe va a trabajar con nuestro nuevo estudiante ―dijo el señor Jones―.
Trabajarás con Mayra.
Mi corazón comenzó a latir, y la sangre corrió a mis oídos, que también
comenzaron a latir. Sabía que no iba a ser capaz de contener esto, así que me levanté
y salí corriendo al pasillo.
No miré hacia atrás. Con el sudor corriendo desde la línea de mi cabello hasta
mi cuello, me dirigí directamente a la puerta principal, tratando de averiguar dónde
podía ir a esconderme.
No podía sentarme en mi auto ―no con el parachoques como estaba― y de
ninguna manera me iba a esconder ni en el baño ni en el vestidor. Uno de los sitios
web que administraba era de un servicio de salud pública y leía las estadísticas. Ni
siquiera entraría en un baño público sin un traje para materiales peligrosos.
Terminé dando vueltas por el campo de fútbol.
Una vez que logré calmarme, fui a la oficina y traté de cambiarme de Ecología
Avanzada a cualquier otra cosa, cualquier cosa que me diera el crédito de ciencias
que necesitaba para graduarme.
―Lo siento, Matthew ―me dijo la secretaria―, pero es demasiado tarde en el
semestre para cambiar.
―¿Está la señora Heath disponible? ―La señora Heath era la consultora de
educación especial de la escuela. Trabajó en muchas escuelas del condado y me
reunía con ella dos veces al año para revisar mi plan de educación individual.
―La señora Heath no estará en la escuela hasta el próximo martes.
Quería golpearme la cabeza contra la pared, pero darme una conmoción
cerebral no iba a ayudar. No podía dejar la ecología por un salón de estudio y
graduarme a tiempo, y el señor Jones tenía claro que el proyecto iba a ser una parte
importante de nuestra calificación semestral, así que no podía simplemente optar
por no participar en el proyecto. Estaba atrapado. Tendría que hacerlo para
mantener mi promedio de calificaciones.
Escuché que la puerta se abría detrás de mí y miré hacia atrás por encima de
mi hombro para ver nada menos que a la propia Mayra Trevino, seguida por Aimee.
Mayra se acercó al mostrador y dejó caer un papel sobre el escritorio de la oficina
antes de volverse hacia mí con una sonrisa.
15
―Traté de esperar a que volvieras ―dijo en voz baja―, pero el señor Jones dijo
que teníamos para elegir de una lista hoy. Elegí abejas productoras de miel. Espero
que esté bien.
Me quedé mirándola fijamente durante un minuto, observando la forma en que
su boca se movía mientras intentaba averiguar qué demonios se suponía que debía
decirle.
―¿Abejas productoras de miel? ―Finalmente logré decir.
―El agotamiento de las poblaciones de abejas melíferas podría tener un
impacto drástico en nuestros ecosistemas ―respondió.
―Oh... um... tengo trabajo que hacer esta noche. ―Finalmente dije―. No
puedo trabajar en ello.
―¿Mañana, entonces? ―sugirió―. ¿Podríamos trabajar en ello en la biblioteca
o tal vez en mi casa?
Aimee puso sus pies detrás de Mayra y se echó su largo cabello marrón sobre
su hombro. Me preguntaba si quería decir algo pero se estaba conteniendo. Tenía
una bolsa de fútbol sobre su hombro, y me imaginé que ya habían empezado a
practicar para la temporada de primavera.
―Matthew ―dijo Mayra otra vez―, ¿está bien la biblioteca?
―No la biblioteca ―dije en voz baja. Ahí es donde el entrenador Lords, el
padre de Justin, trabajaba como bibliotecario. Era tan malo como Justin. Era peor, en
realidad, porque tenía una posición de autoridad dentro de la jerarquía de la escuela.
Cada vez que me veía, me insistía para que jugara al fútbol. Siempre les faltaban
jugadores, y si no había suficientes personas inscritas para jugar, se recortaban los
fondos.
―Bien ―respondió―. ¿En mi casa?
―¿Tu casa? ―repetí, como un idiota total. Normalmente, no hacía contacto
visual con la gente, pero no podía dejar de mirarla a los ojos. Nunca antes los había
mirado realmente. La mayoría de las personas con ojos marrones tenían motas de
un color más claro o muchas variaciones en los tonos, pero los suyos eran casi de un
marrón sólido, como una barra de chocolate.
―¿Después de la escuela?
―Bien. ―Apenas podía sacar el sonido porque había dejado de respirar
totalmente.
―¡Genial! ¿Necesitas indicaciones? 16
―No ―dije―. Sé dónde vives.
―¡Entonces te veré mañana!
Se volvió hacia Aimee, y ambas salieron de la oficina mientras trataba de
respirar de nuevo.
Un asiento diferente, un compañero de proyecto diferente y, pronto, un auto
diferente para conducir: estos eran los tipos de cosas que no podía acumular de una
sola vez. A pesar de la carrera alrededor del campo, todavía estaba demasiado
ocupado para lidiar con más sorpresas el día de hoy. Rápidamente firmé para salir
de la escuela y me dirigí al taller para que evaluaran mi auto.
―Lo siento, chico ―me dijo el tipo del taller―. Tienes que tener al menos
veinticinco años para alquilar un auto. Es la política.
―Oh ―dije―. Lo siento, no sabía que había una regla.
―No te preocupes por eso ―dijo con una sonrisa―. Te llevaremos de vuelta
en tu propio auto tan pronto como podamos. Tengo que decirte, sin embargo.
Estamos muy atrasados.
Y la pila de sorpresas creció más.
Salí de la puerta de la tienda y di la vuelta a la esquina del edificio. Había un
lugar para llenar las llantas de tu auto con aire, y me senté en la acera, cerré los ojos
y traté de recomponerme con poco éxito.
Pérdida.
17
Capítulo 2
Cortes de cabello para días lluviosos
Finalmente levantándome del suelo, me alejé de la tienda y me dirigí por el
camino. Por supuesto, comenzó a llover por entonces, solo un poco de agua. La
aspersión rápidamente se convirtió en un aguacero, naturalmente, y estaba
empapado mientras caminaba penosamente por la acera, mirando mis pies mientras
avanzaba.
Pasé por encima de cada grieta en la acera, tratando de seguir mis pasos
correctamente para no tener que caminar torpemente. Cuando llegué a las 18
intersecciones o caminos de entrada, levanté mis hombros un poco más alto hasta
que pasé. Cuando era un niño en el auto, siempre levantaba los pies del piso cuando
pasábamos por las intersecciones, como si estuviera saltando sobre ellas. La fijación
en el acto me ayudó a mantener la calma y evitó que me preocupara si la lluvia
arruinaría o no mi ropa.
Conté pasos entre las intersecciones. Conté autos rojos cuando pasaron junto a
mí. Conté la cantidad de respiraciones que tomaba cuando tenía que cruzar la calle.
Tan concentrado como estaba, ni siquiera escuché mi nombre al principio.
—¿Matthew? Matthew, ¿eres tú?
Miré a la cara, una vez más, de Mayra Trevino. Estaba en un modelo más viejo,
de un Porsche azul cielo, y se detuvo justo a mi lado, mirando hacia el lado
equivocado en la calle.
—¿Qué haces bajo esta lluvia? —preguntó.
Solo podía sacudir mi cabeza hacia ella.
—¿Quieres que te lleve a casa?
—Es solo otro kilometro —respondí.
Suspiró, parecía un poco exasperada y apretó los labios.
—Matthew, no seas ridículo. Te resfriarás o algo así.
—Los virus no son causados por el clima —dije.
—Déjame llevarte —dijo con más insistencia.
—Estás en el lado equivocado del camino.
—Si me muevo, ¿entrarás?
No sabía cómo responder a eso. Me haría sentir mejor, eso era seguro. En este
momento se enfrentaba al tráfico, incluso si no había nadie viniendo. Simplemente
no se veía bien, para nada. Sin esperar a que yo respondiera, retrocedió un poco y
volvió a colocar el auto en la acera al otro lado de la carretera.
—¡Bueno, vamos entonces! —gritó por la ventana—. ¡También me estoy
mojando aquí!
—¡No tienes que hacer esto! —le dije. Alrededor de ese tiempo, un trueno
comenzó a sonar. Los relámpagos estallaron en el cielo y la lluvia cayó aún más
fuerte.
—Sube al maldito auto, Matthew.
19
Cuando lo dijo de esa manera, realmente no sentía que tuviera otra opción, así
que miré a ambos lados, levanté los hombros, crucé la calle y di la vuelta al lado del
pasajero. Estar bajo la lluvia era un poco ridículo, y no quería que Mayra terminara
completamente mojada, así que me subí al auto.
Me estremecí y Mayra subió el calor en el Porsche.
—Estoy mojando el asiento —dije en voz baja, y mi corazón comenzó a latir
con fuerza.
Mayra se rió.
—Dudo seriamente que puedas afectar el valor de reventa mojando el asiento
de cuero —dijo—. Además, este es un regalo de mi tío. Lo encontró en una subasta
de autos.
—Lo siento —dije de todos modos.
—Está bien —dijo—. De verdad. Se secará de inmediato.
Miré mis manos en mi regazo y la miré por el rabillo del ojo. Se me ocurrió que
no tenía idea de qué tipo de conductora era, e inhalé bruscamente, sintiendo que se
me cortaba la respiración. Quería cerrar los ojos, pero tenía que mantenerlos sobre
ella para asegurarme que no cometiera ningún error.
Me estaba observando atentamente, y su frente estaba un poco arrugada. Me
dio una sonrisa con los labios apretados, luego puso el auto en primera y miró por
encima de su hombro si venían otros autos. Me miró una vez más y luego se retiró
lentamente. Fue al límite de velocidad exacto y mantuvo sus ojos en el camino. El
aire llenó mis pulmones nuevamente, y sentí que me relajaba un poco.
—¿Dónde vives? —preguntó Mayra suavemente. No me miró y estaba
agradecido de que se estuviera concentrando en lo que estaba haciendo.
—Acorn Circle —le dije—. Al final de Arrowhead.
—¡Ah, bien! Eso es cerca de Aimee, ¿verdad?
—Sí —digo—. Ella vive seis casas al otro lado de la calle.
Mierda, mierda, mierda.
Me di cuenta cada vez más que estaba en un vehículo antiguo con la bella y
popular Mayra Trevino, y estaba tan mal preparado para hablar con ella como para
hacerle un examen ginecológico.
Además, necesitaba aprender cuándo callar, incluso cuando solo estaba
hablando conmigo mismo. Las imágenes de Mayra obteniendo una prueba de
20
Papanicolaou que de repente llenaron mi cabeza casi me hizo abrir la puerta y
arrojarme al pavimento. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y mi visión se
volvió borrosa. Apreté mis muslos con las manos, tratando de evitar temblar.
No hagas esto… no hagas esto… no delante de ella… por favor…
Era vagamente consciente de que el auto se había detenido y Mayra decía mi
nombre una y otra vez. Cerré los ojos con fuerza, deseando poder hacer lo mismo
con mis oídos. Mi cuerpo saltó incontrolablemente cuando su mano tocó mi hombro,
y dijo lo único que podría haber hecho que le respondiera.
—¿Debería llamar al 911? —Su voz sonó aterrada.
—¡No! —chillé—. No… ¡no! Solo necesito llegar a casa.
—Estamos aquí —dijo en voz baja.
Tiré de la manija de la puerta, que no abría la puerta. Un sonido extraño salió
de mi garganta cuando tiré de nuevo y me di cuenta que estaba atrapado. Antes que
Mayra saliera del auto, la escuché decirme que abriría la puerta y corrió hacia el otro
lado. Abrió la puerta y prácticamente me caí encima de ella.
Entonces corrí.
Corrí directamente hacia la puerta principal, la abrí y la cerré de golpe. Me dejé
caer sobre mi trasero justo dentro y me apoyé contra ella. Podía escucharla afuera,
gritándome.
—¡Matthew! ¡Matthew! ¿Estás bien? ¡Matthew, por favor abre la puerta!
¡Quiero saber que estás bien!
La ignoré. Cerré los ojos, me detuve y calculé pi.
—¡Matthew! ¡Matthew, mi papá está trabajando desde casa hoy! ¡Lo llamaré y
él derribará la puerta!
No me estaba creyendo eso. No tendría derecho legal a entrar en mi casa sin la
policía y una orden de allanamiento. No había una causa justa. Ella continuó
lanzando amenazas inútiles, y revisé las especificaciones del motor de un Audi R8.
Finalmente, se hizo el silencio afuera.
Un momento después, volvieron a llamar.
—¿Matthew? —llamó por la puerta de madera—. Matthew, tengo tu mochila.
Mierda, mierda, mierda.
La dejé en el auto. 21
—No puedes hacer tu tarea sin ella, así que tendrás que dejarme entrar.
Gimiendo, me agarré del cabello y tiré. El dolor menor me ayudó a
concentrarme un poco. No había manera de que pudiera pasar la noche sin las cosas
en mi mochila. Mi tarea estaba allí, por lo menos, y mi lonchera. ¿Cómo empacaría
el almuerzo para mañana si no tuviera mi lonchera? Forcé una respiración profunda
dentro de mí, me puse de pie con las piernas temblorosas y abrí la puerta.
Ella me sonrió triunfante y yo le fruncí el ceño.
—¿Vas a invitarme a entrar? —preguntó.
—¿Qué pasa si eres un vampiro? —respondí y al instante quise golpearme en
la parte posterior de la cabeza por decir algo tan estúpido.
—¿Un vampiro?
—Ellos, mmm… —tartamudeé—. No pueden entrar a tu casa a menos que los
invites.
—Prometo que no soy un vampiro.
—Si lo fueras, eso es exactamente lo que dirías.
Nos miramos el uno al otro por un momento, y pude ver que no iba a
retroceder. Además, no había soltado mi mochila, y todavía estaba lloviendo afuera.
Me moví a la derecha y ella pasó a mi lado.
Puso la mochila en el suelo mientras entraba y miraba a su alrededor.
Rápidamente la agarré y lo puse en el banco donde se suponía que debía estar antes
de seguir a Mayra a la sala de estar.
—También estás toda mojada —le dije al darme cuenta que estaba goteando
sobre la alfombra.
—¡Oh! —Mayra dio un rápido paso hacia el vestíbulo de azulejos—. Lo siento
por eso. Puedo limpiarlo.
—Está bien —le dije. No lo estaba, pero un piso mojado no era un
desencadenante de nada, así que no me iba a molestar demasiado por eso. La
alfombra era vieja y fácil de limpiar—. Te conseguiré una toalla.
Corrí escaleras arriba al baño, saqué una toalla de playa grande y la examiné
por un minuto. Era azul y verde con conchas moradas y un poco raídas. Recordaba
vagamente a mis padres comprándola cuando estábamos de vacaciones en Myrtle
Beach.
22
La guarde de nuevo, luego de puntillas en el baño principal para sacar una de
las toallas grandes, esponjosas y de color crema de debajo del lavabo. Era suave y
definitivamente más elegante que una toalla de playa.
¿Elegante? ¿Una toalla?
Sacudí la cabeza y bajé las escaleras.
—Vives aquí solo, ¿no?
Cerré los ojos con fuerza por un segundo antes de darle la toalla. Traté de
decidir si podía manejarla aquí, haciéndome muchas preguntas. No estaba seguro
de por qué, pero tenerla aquí realmente no me molestaba demasiado. Era un poco
incómodo, pero nada que no pudiera manejar.
—Sí —dije en voz baja. Mi boca se volvió en una media sonrisa.
—Podrías tener fiestas geniales aquí —exclamó—. ¡No hay padres!
Me congelé, y toda la atmósfera de la habitación cambió drásticamente.
—Oh, mierda, Matthew, ¡lo siento! —exclamó—. No estaba… solo quería
decir… mierda, no estaba pensando.
Mi cuerpo se sentía helado y no podía levantar la vista del suelo. Me las arreglé
para hablar.
—Está bien —dije lentamente—. Sé que están muertos.
Jugueteó con la toalla en sus manos y arrastró los pies.
—Lo siento —dijo de nuevo.
Me encogí de hombros y me quedé allí, sin dejar de mirar el suelo. Parte del
agua de lluvia en mi cabello goteaba por el costado de mi rostro. Cerré mis ojos otra
vez.
—Todavía estás empapado —dijo Mayra en voz baja.
Dio un paso hacia mí, y lo siguiente que supe fue que estaba estirando la toalla
y frotándola en mi cabeza.
Estaba muy, muy cerca de mí, más cerca que cualquier mujer extraña, y olía
muy bien. Inhalé lentamente por la nariz e intenté descubrir el aroma, algo así como
peonías. Por alguna razón, pareció relajarme un poco.
Abrí los ojos y la miré. Tenía una leve sonrisa en su rostro, y su mirada estaba
fija en sus manos y la toalla que estaba pasando sobre mi cabeza, lo cual también se
sintió maravilloso. Después de un minuto, apartó la toalla de mi cabello seco y la
arrojó sobre su hombro. Me miró por un momento, sonrió un poco más y luego 23
extendió la mano y me pasó los dedos por el cabello. Lo apartó de mi frente y luego
lo giró alrededor de sus dedos.
—Necesitas un corte de cabello —dijo.
—Lo sé —respondí.
Jugueteó un poco más.
—No se queda donde lo pongo —dije al azar, pero pareció hacerla sonreír de
nuevo.
Cuando sonrió, sus ojos también se iluminaron.
—Ya veo eso. —Sonrió—. ¿Quieres que te lo corte?
Solo la miré, tratando de comprender lo que estaba preguntando.
—Corto el de mi papá todo el tiempo —dijo—. Soy buena en eso, lo juro.
—¿Quieres… cortarme el cabello?
—Lo haré —dijo ella—, si te parece bien.
Parecía que no podía formar ninguna palabra para responderle, así que
silenciosamente encontré un par de tijeras para cortar el cabello y me senté en una
silla en la cocina.
Intentar quedarse quieto mientras Mayra estaba cerca de mí con unas tijeras no
fue fácil.
Sabía que necesitaba un corte de cabello. Había planeado obtener uno a fin de
mes, cuando generalmente me pagaban por el trabajo de mi sitio web. Simplemente
no tenía mucho dinero extra disponible. Todo estaba presupuestado exactamente
con el resto yendo a la cuenta para la universidad. Me quedé con lo que no circulaba
de manera uniforme para gastar dinero.
La señora que generalmente me cortaba el cabello sabía cuánto quitarme. No
me gustaba si se cambiara demasiado, y se las arregló para descubrir exactamente
cómo quería que se cortara después que me alteré con ella una vez. Mayra no lo
sabía, e incluso mientras me sentaba en el taburete de la cocina con la toalla color
crema alrededor de mis hombros, sentí que empezaba a hiperventilar.
—No demasiado. —Me las arreglé para jadear cuando ella apareció detrás de
mí—. Por favor.
Sentí sus dedos moverse por mi cabello justo antes que la siguiera un peine.
—Solo un poco —dijo Mayra mientras se inclinaba para mirarme a la cara.
24
Mantuve mis ojos lejos de los de ella, eligiendo mirar hacia abajo a la curva de
su cuello. Ella tenía la piel muy pálida. Tampoco había muchas pecas ni nada. Tenía
un extraño deseo de tocarla.
—Lo prometo —dijo. Me tocó justo debajo de la barbilla y me empujó contra
ella hasta que giró la cabeza para mirarla.
Mirar a la gente a los ojos nunca fue algo que me ocurrió fácilmente. Siempre
se sintió tan… confrontativo. A veces era inevitable, pero aún trataba de mantener
mis ojos lejos de los demás siempre que era posible. Simplemente no era cómodo.
Todavía había una sonrisa en su rostro cuando nuestros ojos se encontraron.
—Solo un poco —dijo de nuevo. Sus ojos eran intensos, y me estremecí un
poco—. ¿Bien?
—Solo un poco —le susurré.
Sentado completamente quieta, cerré los ojos y esperé a que terminara. Ella
apartó el cabello de mi cabeza en pequeños pedazos. Oiría el corte de las tijeras, y
luego pasaría a la siguiente parte. Me tensé solo un poco por el sonido cuando se
acercó a mis orejas. Había un extraño sentimiento de irrealidad, como si todo esto
fuera solo un sueño, y todavía estuviera dormido, casi listo para que sonara la
alarma y despertar para prepararme para la escuela. Giré un poco la cabeza y miré
a Mayra.
Estaba parada en la cocina donde mi madre había preparado la cena. Estaba
parada en el piso de parquet que había ayudado a mi papá a instalar, asegurándose
que todas las pequeñas piezas de madera estuvieran alineadas a la perfección.
Estaba en la casa donde vivían mis abuelos cuando yo nací. Era simplemente raro.
—¡Todo listo! —anunció Mayra—. ¿Tienes un espejo?
—Arriba —le dije.
—¿Quieres ir a mirar? —Parecía nerviosa, y me preguntaba qué pensaba de
estar aquí conmigo, lo que me hizo darme cuenta de algo.
—Nadie ha estado en la cocina desde que murió mamá —le dije—, excepto mi
tío Travis.
Mayra retrocedió medio paso y la escuché jadear. Me levanté del taburete y la
rodeé con los ojos en el suelo. Una vez en el baño de arriba, dirigí mis ojos al espejo
sobre el lavabo. Mi cabello era notablemente más corto. Cuando volví la cabeza hacia
un lado y lo miré más de cerca, determiné que no era tan largo como la dama que 25
generalmente lo cortaba lo habría logrado. En realidad, era mejor, menos cambio,
pero aún un poco más corto, así que no tenía que preocuparme de que se alargara
demasiado. Estaba sonriendo cuando Mayra apareció en el espejo detrás de mí.
—¿Está bien? —preguntó—. No quité mucho.
—Es… justo. —La miré a los ojos en el espejo y le devolví la sonrisa.
—¡Genial! —exclamó—. Cada vez que necesites un corte de cabello, Matthew,
solo házmelo saber.
—¿Lo harías de nuevo? —le pregunté. Podría entender que lo hiciera esta vez.
Después de todo, ella estaba aquí. Yo estaba aquí. Y necesitaba un corte de cabello.
¿Podría considerar la idea de que Mayra Trevino vuelva a venir aquí con el
propósito de cortar mi cabello? No podría entenderlo.
—Por supuesto —dijo—. Me gusta cortar el cabello.
Bajé la mirada del espejo y pensé en ello, pero aún no podía verla volver aquí
y volver a hacer esto. Mayra se movió a mi lado, y yo me incliné hacia adelante en
el lavabo, agarrándolo con fuerza. Si lo dejo ir, podría correr. Estaba justo a mi lado.
—Realmente no te gusta que las cosas cambien mucho, ¿verdad?
—No —susurré.
—Sin embargo, ¿está realmente bien? —preguntó—. ¿Tu cabello, quiero decir?
—Está realmente bien.
—¿Puedo preguntarte algo más?
—Lo acabas de hacer —le recordé—. Esa fue una pregunta. ¿Querías que fuera
retórica?
Mierda, mierda, mierda.
Cierro los ojos un segundo. Estaba bastante seguro que esa no era una
respuesta adecuada. Recordé la voz del consejero escolar en mi cabeza.
Concéntrate y enfócate, Matthew. Intenta pensar en la respuesta antes de decirla. ¿Es
apropiado para la situación? ¿Se ajusta al tema de la discusión?
Mayra apretó los labios y sentí mis hombros tensarse un poco.
—Te iba a preguntar que, si no creías que algo estuviera bien, ¿me dirías?
—Sí —dije sinceramente—. Al menos, probablemente.
—¿Tu cabello está realmente bien? —preguntó de nuevo. Su voz estaba llena
de preocupación y ansiedad—. Puedes decirme si no es así; puedo cambiarlo un 26
poco o al menos saberlo mejor la próxima vez.
—Está realmente bien —le dije. Vi mis manos curvarse alrededor del borde del
lavabo. Mis nudillos se habían puesto blancos.
—Creo que me voy —dijo Mayra mientras ponía su mano sobre mi hombro.
—Tengo picazón —le dije.
Mayra se rió.
—Eso sería por el cabello que corté, ya sabes.
—Lo sé. Necesito darme una ducha.
—Bueno, definitivamente me voy a ir, entonces. —Mayra se rió y bajó las
escaleras.
Observé a Mayra salir por la puerta principal, despidiéndose mientras se iba.
Sacudí la cabeza para aclararla y luego me di una ducha rápida. Mi cabeza
permaneció en un poco nublada por el resto de la tarde. No era una niebla mala,
simplemente extraña. Me sentí un poco más ligero o algo así. Limpié el cabello en el
piso de la cocina y decidí lavar la ropa también.
Arrojando las camisas y pantalones sucios en una canasta de ropa, los llevé
abajo a la lavadora. Revisé todo lo que tenía en los bolsillos, por si acaso dejaba algo
en uno, lo cual casi nunca hacía. Si algo quedaba en un bolsillo, como un pañuelo o
algo así, y terminaba destrozado y aferrado a todo, tenía que volver a lavar la ropa.
Agarré mis vaqueros de ayer y busqué en cada bolsillo a su vez. Delantero
derecho, trasero derecho, trasero izquierdo, delantero izquierdo. No pude pasar del
trasero derecho porque había algo de papel allí. Saqué el boleto de lotería que me
habían arrojado como pago por mi parachoques.
Suspiré. Me alegré de que Travis no tuviera ningún problema para rastrear la
placa del tipo y todo eso. Tomé el boleto, lo doblé cuidadosamente por la mitad y lo
puse encima de la secadora mientras revisaba el resto de la ropa y ponía en marcha
la máquina. Recogí el boleto y fui a la cocina a buscar algo de cenar.
Tiré el boleto a la basura de la cocina y luego comencé a buscar en el
congelador. Realmente no quería otra cena para calentar y comer o algo fuera de una
caja en la despensa. Todavía estaba un poco helado por la lluvia antes, así que
definitivamente quería algo cálido.
Mayra Trevino estuvo en mi casa.
Ella me cortó el cabello.
27
Me pasé la mano por el cabello y pensé en cómo se sentía cuando lo tocaba.
Estuvo bien. Se sintió bien y raro. Se sentía raro ahora porque no me tomó tanto
tiempo atravesarlo. Todavía no se quedaría abajo, estaba por todas partes, pero
estaba acostumbrado a eso.
Me di cuenta que todavía estaba sonriendo y decidí hacer el pastel al pastor.
Saqué una bolsa de papas, las pelé y las corté, luego las puse a hervir mientras sacaba
una bolsa de vegetales congelados para acompañarla. También encontré un poco de
pan de ajo y decidí que podría redondearlo muy bien.
Cuando las papas estuvieron listas, puse todo en una cacerola y lo miré. Era
suficiente para alimentar a toda una familia. Una familia que ya no tenía.
No del todo cierto.
Tenía a mi tía y mi tío. Traté de no confiar demasiado en ellos, pero a veces no
se pudo evitar. Con el plato en el horno y el temporizador configurado durante
exactamente treinta minutos, saqué mi teléfono celular de mi mochila.
—Travis, necesito ayuda.
Odiaba preguntar. Raramente lo hacía, y cuando lo hacía, siempre me sentía
como una mierda por eso. Ya había hecho mucho por mí, y estaba pidiendo más.
Mis dedos agarraron el teléfono.
—¿Qué pasa, Matthew?
—No me dejan alquilar un auto de alquiler porque no tengo la edad suficiente.
—Mierda, mierda, mierda —murmuró Travis en voz baja—. No pensé en eso,
Matthew. Lo siento. Iré a buscarte y te llevaré a casa. Puedes usar el auto de Bethany
por unos días, todavía está en Hong Kong.
—No necesitas buscarme —le dije—. Me trajeron a casa.
—¿Oh sí? ¿El tipo del taller te llevó?
—No.
Hubo una pequeña pausa en el teléfono. Fuera de la ventana, dos ardillas
corrían alrededor del gran pino. Sus colas temblaron mientras se perseguían entre sí
dentro y fuera de las ramas.
—Bueno, ¿vas a decirme quién te llevó a casa? Concéntrate, Matthew.
—Lo siento —murmuré. Supongo que tenía sentido que Travis quisiera saber
cómo llegué aquí—. Mayra Trevino me trajo a casa.
—¿Quién es esa?
28
—Una chica de mi escuela. —Lo pensé y decidí que iba a querer más—.
Estamos juntos en ecología. Tenemos un proyecto que comenzamos esta semana
sobre las abejas. Se supone que debo ir a su casa mañana para trabajar en ello. Estaba
lloviendo, y me vio en el camino, y aunque estacionó en el lado equivocado, se
movió, así que vine con ella y me cortó el cabello.
—¡Vaya! —gritó Travis en el teléfono—. ¿Acabo de escucharte bien? ¿Tienes
una novia?
—Ella es una chica —le dije. La palabra que usó, novia, no tenía mucho
significado para mí—. No estoy seguro si somos amigos o no.
—¿Te ha cortado el cabello?
—Sí. Dijo que lo necesitaba. Iba a esperar hasta fin de mes.
—¿Ella trabaja en un salón o algo así?
—No pregunté.
—Bueno, ¿dónde te cortó el cabello? —Por el tono de voz de Travis, me di
cuenta que estaba un poco frustrado. Obviamente no le estaba dando la información
que quería, pero no sabía lo que quería, así que no estaba seguro de cómo
solucionarlo.
—En la cocina.
—¿En la casa?
—Sí.
—¿Tu casa?
—Sí.
Travis silbó en el teléfono.
—Creo que eso cuenta como una amiga, por lo menos —dijo—. Joe no ha ido,
¿verdad?
—No, vamos a su casa o al centro para hacer cosas. Nunca ha estado aquí.
—Maldición —susurró Travis de nuevo—. Bueno, quiero escuchar más cuando
llegue allí, ¿de acuerdo? Llevaré el auto de Beth y puedes llevarme de regreso.
Travis llegó unos minutos más tarde y se comió la mayor parte de mi pastel al
pastor sobrante. Él cocinaba menos que yo, y su esposa, Bethany, viajaba mucho por
negocios. Ella trabajaba para una empresa textil. También era un tipo realmente
grande y podía comerlo todo. Era un par de centímetros más alto que yo y tenía el
29
cabello rizado. Él y mi papá se parecían mucho, ambos con cabello oscuro y
brillantes ojos azules. Me parecía a mi mamá.
—Entonces cuéntame más sobre esta chica —dijo Travis entre bocados.
—Mayra Trevino —le dije—. Sus ojos son marrones.
Levantó la vista del plato e inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Eso es todo lo que tienes?
—Oh, mmm… —tartamudeé. Realmente no sabía qué decir de ella—. Me senté
detrás de ella hoy en ecología.
—Pensé que te sentabas junto a Joe.
—Había un chico nuevo —dije en voz baja. No quería pensar demasiado en eso
y recuperar el recuerdo—. Estaba en mi asiento.
—¿Lo tomaste bien? —El tono de Travis era reservado.
—No.
—Mierda, lo siento. —Travis se pasó la mano por el cabello—. Volveré a llamar
a la escuela, ¿de acuerdo?
—Pensé que no hablarían de mí contigo —le recordé—. Tengo dieciocho años
y no hay ninguna tutela ni nada.
—¡Bueno, pueden escuchar incluso si no hablan! —dijo Travis, alzando la voz,
lo que me hizo estremecerme—. Yo mismo llamaré a ese tipo Jones. Obviamente no
ha leído su IEP o su plan 504. Se suponía que debía hablar con la señora Heath el
semestre pasado. No debería hacerte pasar por esa mierda.
—Por favor, no —dije en voz baja.
—¿Por qué no? —respondió Travis bruscamente.
—Porque —dije mientras respiraba profundamente—, ya voy a tener que lidiar
con el tipo del accidente. —No puedo hacer las dos cosas a la vez. Es demasiado.
Con una bocanada de aire por la nariz, Travis asintió. Levantó su plato y
tenedor y los puso en el fregadero. Lo seguí y los lavé ambos, los guardé y luego
limpié el fregadero. Travis sabía que si los lavaba, los sacaría y los volvería a lavar.
Teníamos un entendimiento.
—Si tu madre hubiera fallecido unas semanas antes, me habría convertido en
tu tutor. Entonces podría ir a esa escuela y darle un sermón a Jones.
—Travis —susurré. Sentí que todo mi cuerpo se tensaba.
30
—Lo siento, chico. —Travis me miró y suspiró—. Es solo que… si tuviera
vínculos más directos contigo legalmente, podría hacer más por ti.
—Haces lo suficiente —le dije de nuevo. Habíamos tenido esta misma
conversación veinticuatro veces—. Tengo dieciocho años. Todo está a mi nombre y
estoy bien.
—No, no lo estás —murmuró—. Necesitas volver a la terapia. Tuviste menos
ataques con ese medicamento.
—No tengo dinero extra para más prescripciones, y la terapia no está cubierta
—le recordé—. Reponer lo que Medicaid no pagará por la atención de Megan es
bastante costoso. Puedo volver a entrar después de graduarme. Una vez que esté en
la universidad, la ayuda financiera entrará en acción y podré pagarla.
—Te dije que pagaría por ello.
—Y te dije que no tomaría más de tu dinero. No puedes permitírtelo, y ya estás
ayudando con Megan.
—Todavía no puedo creer que no me dieron su tutela. No deberías tener que
lidiar con todo esto —se quejaba, pero no tenía la intención de ser malo ni nada.
Travis luchó para que los dos estuviéramos bajo su cuidado, pero probé ante los
tribunales que era lo suficientemente funcional como para hacerlo por mi cuenta.
—Yo debería ser su guardián —le dije—. Ella es mi hermana.
—Tu hermana mayor —enfatizó.
—Solo físicamente.
Nos miramos el uno al otro por un minuto. Habíamos estado en este callejón
sin salida antes.
—Estoy bien, Travis —le dije—. Quiero decir, no estoy mucho más jodido que
antes. Me está yendo tan bien como se puede esperar de alguien que perdió a dos
padres en tres meses, y sucedió hace menos de un año. Todos mis otros problemas
son solo la cereza de un pastel.
—¡La cereza! —Travis resopló.
Me pasé la mano por el cabello otra vez, lo que me recordó el corte de cabello.
—No deberías estar solo aquí —dijo Travis. Sabía que este argumento también
era una causa pérdida.
—No estoy vendiendo la casa.
—No tendrías que hacerlo.
31
—Travis —gruñí.
—Bien, bien.
—Quiero quedarme aquí —le dije. Lo miré hasta que finalmente asintió. Sabía
que este era un tema sobre el que no cedería. Quería ser independiente. Quería que
mis padres supieran que podría cuidar de mí y de Megan sin ser una carga para
Travis y Bethany—. Las medicinas que tomo ahora funcionan lo suficientemente
bien. El seguro de Megan cubre sus cosas, y el otro ingreso suplementario que
obtengo es suficiente para pagar las cuentas. Yo también me ocuparé de los
problemas en la escuela.
—Si fueras a esa otra escuela en Cincinnati, los recursos serían mejores. Mejor
escuela, mayor presupuesto y más chicos como tú. Tenían toda esa clase separada
para niños con Asperger.
—No quería cambiar de escuela cuando comencé la escuela secundaria, y
ciertamente no quiero cambiar ahora. ¡Solo quedan tres meses!
—Lo sé.
—Estoy bien, Travis. De verdad. Incluso la trabajadora social lo dijo cuándo
me visitó la semana pasada.
Travis suspiró y asintió.
—Si algo más sucede en esa clase, estoy hablando con Jones —me dijo mientras
dejaba caer las llaves del Civic de Beth en mi mano.
Lo conduje de regreso a su casa al otro lado de la ciudad. No hablamos mucho
más. Me preguntaba si la idea de hablar con el señor Jones podría haberlo pospuesto.
Me pregunté si el señor Jones enseñó cuando Travis fue a la escuela allí. Travis era
el hermano menor de mi padre por doce años, y no fue hace mucho tiempo que era
un estudiante en Talawanda High.
—Cuídate, chico —dijo Travis mientras salía del auto—. Todavía quiero saber
más sobre esta chica.
—Está bien —le dije—. Gracias.
Tan pronto como la palabra salió de mi boca, supe que lo había jodido.
Mayra me llevó a casa y me salvó de la lluvia.
Me trajo mi mochila.
Me cortó el cabello.
No había dicho gracias.
32
Mierda, mierda, mierda.
No podía dejarlo ir. Tenía que arreglarlo.
Justo cuando pensaba que el día se estaba convirtiendo en una victoria, lo
arruiné.
Pérdida… otra vez.
Capítulo 3
Todas las razones por las que soy un desastre
Las cortas respiraciones jadeantes que salían de mi boca me aturdían y
mareaban.
Me senté en el auto de Bethany en el camino de entrada de la casa de Mayra
Trevino. Vine aquí para agradecerle, pero no pude salir del maldito auto. Cada vez
que lo intentaba, sentía que mi interior se iba a reventar a través de mi piel y
salpicando sobre el cemento.
No me entendía en absoluto. Ella había estado en mi casa y no había causado 33
ninguna reacción como esta. Ella había estado cerca de mí, me tocó, me cortó el
cabello. ¿Por qué no podía caminar hasta su casa y decir gracias?
Mi mano agarró la manija de la puerta del auto e intenté nuevamente. El
resultado fue el mismo. Dejé caer los codos sobre el volante y puse mi cara en mis
manos. Lentamente sacudí la cabeza de un lado a otro mientras gruñía y me
maldecía.
Renunciando a hablar con ella pero aún insistiendo en corregir mi infracción,
volví a encender el auto y conduje al centro a la tienda Hallmark para buscar una
tarjeta de agradecimiento. Al menos podría ponerla en su buzón. Estaba bastante
seguro de que podría manejar eso. Pensar en ello no pareció molestarme.
Ninguna de las tarjetas decía “Gracias por el viaje" o "Gracias por el corte de
cabello". Encontré algunas tarjetas que solo decían "gracias" en letras doradas con la
tarjeta blanca por dentro, así que compré una de ellas. Luego me senté en el auto
durante treinta minutos tratando de averiguar qué decir. Escribí algunas palabras,
luego rompí la tarjeta y volví adentro por otra tarjeta. El cajero me dirigió una
mirada extraña, pero la ignoré.
Lo hice dos veces más antes de decidir algo que no creía que fuera demasiado
malo.
Querida Mayra,
Gracias por llevarme a casa y cortarme el cabello.
Lo siento, olvidé decir eso antes.
Sinceramente,
Matthew Rohan.
Respiré hondo y deslicé la pequeña tarjeta en un sobre y la sellé. Luego le di la
vuelta y escribí Mayra en el frente. La miré por un momento y decidí agregar su
apellido: Trevino. Sonreí mientras conducía de regreso a su casa y me detuve cerca
del buzón.
Me di cuenta de que no había puesto su dirección en el frente de la tarjeta, así
que agregué eso también. Por supuesto, como no había planeado escribir tanto en la
tarjeta, no todo encajaba con las letras del mismo tamaño. Al menos tenía los sobres
adicionales de las otras tarjetas que había estropeado, así que arranqué la tarjeta de
la primera y la puse en un sobre en blanco. Escribí su nombre y dirección
nuevamente.
Justo antes de ponerlo en el buzón, se me ocurrió que el cartero podría pensar 34
que estaba enviando una carta, no recibiendo una, y podría recogerla y llevarla de
vuelta a la oficina de correos. No tenía un sello ni nada, por lo que podría terminar
perdiéndose por completo. Pensaría que era increíblemente grosero y que nunca
volvería a hablar conmigo.
¿Cómo llevaríamos a cabo nuestro proyecto?
Acerqué la tarjeta a mi pecho. Tal vez si escribiera mi dirección de devolución
en él, al menos volvería a mí debido a la falta de franqueo. ¿Cuánto tiempo llevaría
eso? El correo de Oxford no era conocido por ser demasiado rápido, incluso cuando
hay el franqueo correcto en una carta.
Pensé en llevarlo hasta la puerta de su casa, pero la idea inmediatamente
comenzó a latir con fuerza. Solo mirar el pequeño porche cubierto y pensar en mí
caminando y tocando el timbre hizo que mi estómago se encogiera y amenazara con
expulsar la cena.
Bethany estaría realmente enojada si vomitaba en su auto.
Esa idea comenzó un ataque completamente diferente. Dejé caer la tarjeta en el
asiento del pasajero y salí del auto por completo. El aire afuera del auto olía a fresco
y limpio, lo que me ayudó a calmarme un poco. Me apoyé contra la puerta del lado
del conductor y puse mi cara de nuevo en mis manos.
—¿Matthew?
Mierda, mierda, mierda.
Bajé las manos y vi a Mayra Trevino parada en la acera cerca de su buzón.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Miré hacia la calle debajo de mis zapatos y pateé una pequeña roca allí. Había
otra a unos metros de distancia, así que también la pateé. Luego una tercera. Seguí
pateando piedras hasta que no quedaba nada a mi alcance y luego comencé a buscar
más.
—¿Matthew? ¿Estás bien?
No sabía cómo responder. No estaba bien, pero concentrarme en las rocas
había hecho que el ataque desapareciera al menos. Podía respirar normalmente, y
mi corazón no latía demasiado. Sin embargo, no estaba bien. Necesitaba darle esa
tarjeta, y no estaba seguro de cómo hacerlo.
En algún momento solo tienes que hacerlo, hijo. No pienses. Solo hazlo.
La voz de papá en mi cabeza llegó en un momento bastante bueno. Me di
vuelta y abrí la puerta del auto, me incliné hacia adentro y agarré la tarjeta. Si se la 35
di directamente a ella, al menos no se perdería en el correo. Agarré el sobre que tenía
en la mano, salí del auto y caminé lentamente hacia donde estaba Mayra. Seguía
llamando mi nombre cuando levanté la mano y le di la tarjeta. Me pasé la mano por
el cabello más corto y me encogí un poco cuando ella extendió la mano y me quitó
la tarjeta.
No podía soportar verla leerlo, así que regresé al auto y me fui.
Puede que no le haya parecido mucho a nadie más, pero estaba
razonablemente satisfecho conmigo mismo.
Ganancia.
49
Capítulo 4
Sin preguntas
Aunque todavía había mucha luz natural que entraba por las ventanas e
iluminaba la habitación, estaba aturdido. También me dolía por todas partes y
estaba muy consciente de que estaba en los brazos de Mayra Trevino. Me dolía el
cuerpo y me ardían los ojos. Estaba bastante seguro de que me había magullado un
par de nudillos, pero no podía recordar la última vez que me sentí tan bien.
En algún momento, Mayra y yo nos habíamos acostado en el sofá y nos
habíamos dormido. Ni siquiera estaba exactamente seguro de cuándo o cuánto 50
tiempo había estado llorando antes, pero seguíamos acostados juntos. Incluso antes
de abrir los ojos, podía sentir su brazo alrededor de mis hombros y el otro alrededor
de mi cabeza, sosteniéndome contra un punto en la parte superior de su brazo y
junto a su cuello. Tenía un brazo debajo de su cuerpo, alrededor de sus hombros, y
el otro estaba descansando justo debajo de la camiseta sin tirantes que usaba con mis
dedos extendidos sobre la piel de la parte baja de su espalda.
Incliné la cabeza para mirar su rostro, y pude ver que sus ojos aún estaban
cerrados y su respiración era constante. En el fondo de mi cabeza, me pregunté por
qué no me asustaba lo más mínimo. Esto era nuevo. Esto era diferente. Siempre me
asustaba lo nuevo y lo diferente. Sin embargo, también estaba rodeado por el más
increíble aroma. Era todo calor, comodidad, seguridad y serenidad, y sólo ella.
Acomodé mi cabeza en su cuello y volví a cerrar los ojos.
En lo que pareció ser un segundo después, me desperté sobresaltado.
¡Mierda, mierda, mierda!
Abrí los ojos. La luz en la habitación era el suave y tenue resplandor del
atardecer.
—Oh Dios mío —murmuró Mayra en voz baja.
Logré emitir un sonido incoherente antes de girar la cabeza para mirar por
encima del hombro hacia el sonido que originalmente me había sobresaltado. Travis
estaba parado en el área abierta entre el vestíbulo y la sala de estar con la boca abierta
y los ojos tan grandes como Phobos y Deimos.
—¿Travis? —Todavía estaba muy aturdido—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Traje la cena —dijo mientras sostenía una bolsa de papel de un restaurante
chino a unas pocas cuadras de distancia.
—Oh no — dijo Mayra mientras miraba a su alrededor y notaba la poca luz en
la habitación—. Tengo que irme. Papá llegará a casa pronto y tengo que hacer la
cena.
—De acuerdo —dije. Todavía miraba a Travis. No podía entender por qué me
miraba de forma tan extraña. Mayra se movía a mi lado en el sofá.
—Matthew, tienes que soltarme.
—Oh, sí... lo siento. —Retiré mis brazos de su alrededor. Se paró al lado del
sofá, se ajustó los vaqueros y se arregló la camiseta. Sus mejillas se habían puesto
muy rojas y no parecía reconocer a Travis en absoluto. 51
—Matthew —dijo Travis después de que se las arregló para quitar la mirada
de extrañeza de su rostro— ¿me la presentas, tal vez?
Mierda, mierda, mierda.
—Oh, sí... lo siento —dije otra vez—. Mayra, este es mi tío, Travis Rohan.
Travis, esta es Mayra Trevino.
—Encantado de conocerte, Mayra —dijo Travis con una sonrisa con dientes—
. Debes haber sido la salvadora de Matthew cuando necesitó que lo llevaran el otro
día.
—Sí, estaba lloviendo muy fuerte —le dijo. Su rostro se estaba poniendo más
rojo a cada segundo—. Estaba empapado.
—Apuesto a que sí —Travis apretó los labios y levantó las cejas. Se rió—.
Probablemente tú también.
Estaba actuando de forma extraña. No lo entendí.
—También fue un placer conocerte —dijo Mayra mientras recogía sus cosas y
las colocaba en su mochila—. ¡No te olvides de traer tu portátil mañana, Matthew!
—No lo olvidaré —dije con el ceño fruncido. Era bastante rara la ocasión en que
olvidaba cualquier cosa, ciertamente no algo relacionado con la tarea.
Mayra se rió.
—¡No, supongo que no lo harás! —Agitó la mano a modo de despedida y se
dirigió a la puerta—. ¡Adiós!
—Adiós.
—¡Matthew Anthony Rohan! —explotó Travis en cuanto se cerró la puerta.
Casi salí de mi piel.
—¿Qué?
—¿Te la has follado?
—¿Qué, qué, qué? —Tuve que haberle oído mal.
—¿Metiste tu polla dentro de esa chica buena que acaba de salir por la puerta
de tu casa?
—¡N-n-no! —tartamudeé—. ¡Solo nos quedamos dormidos!
—¿Tú sin camisa y con tu mano debajo de la de ella?
52
Todo encajó. Yo estaba todavía, a todos los efectos, medio desnudo, y habíamos
estado acostados el uno sobre el otro en el sofá. Mi mano había estado dentro de su
camiseta aunque realmente no recordaba cuándo o cómo había sucedido.
—No fue así —susurré.
—¡Maldita sea, Matthew! —gritó Travis. Se dejó caer pesadamente sobre el
sillón y me miró fijamente—. ¿Me estás diciendo que estuviste solo en la casa con
esa hermosa chica, y no pasó nada en absoluto?
—¡Sí! —le juré, asintiendo rápidamente.
—¿Ni siquiera la besaste?
—¡No!
Travis gruñó y se puso de pie, sujetando la bolsa de comida china y
dirigiéndose a la cocina. Lo seguí y empezó a sacar pequeñas cajas de cartón de lo
mein, tofu Szechwan y arroz. Arrojó cada una de ellas contra la mesa mientras las
sacaba de la bolsa, rompiendo prácticamente un pequeño paquete de plástico de
salsa de pato.
—Travis, ¿qué pasa?
—¡Maldita sea! —dijo, jurando una vez más—. Bethany se ha ido por dos
semanas. ¿Cómo se supone que voy a vivir indirectamente si tú tampoco tienes
ninguna vida?
No parecía realmente enfadado, pero no podía entender de qué demonios
estaba hablando, así que cogí un rollo de huevo y me lancé a comer.
—Entonces, ¿qué estabas haciendo?
Travis estaba tan obsesionado con Mayra y conmigo como yo lo había estado
con el conteo de grietas en la acera.
—Nos quedamos dormidos —dije otra vez.
—¿Qué hacías antes de eso?
Pinché el lo mein con la punta de un palillo. Sólo quedaban unos pocos en el
plato, y eran pequeños trozos. Si los colocaba en las direcciones correctas, podía
hacer letras. Las letras M y T eran fáciles, pero las letras B eran difíciles de hacer.
—¡Matthew!
Salté.
—¿Qué? 53
Dejó escapar un largo suspiro.
—¿Por qué vino Mayra? —preguntó.
—Estamos haciendo un proyecto de ecología juntos.
Travis empezó a toser hasta que le salió arroz por la nariz. Entrecerré los ojos
al mirarlo cuando finalmente se detuvo y me miró, sacudiendo la cabeza.
—Déjame adivinar —dijo—. ¿Los efectos de las caricias en el medio ambiente?
—No —dije mientras empezaba a limpiar los contenedores vacíos y a limpiar
la mesa mientras Travis terminaba el resto del tofu—. Abejas que producen miel.
—Realmente no estás ayudando aquí, amigo —dijo Travis. Sonaba muy triste,
y no sabía por qué.
—¿Qué quieres que te diga? —pregunté.
—Háblame de Mayra.
—Bien. —Terminé de poner todo en la basura y me senté de nuevo en la mesa
de la cocina—. Está en mi clase de ecología, y el señor Jones me hizo trabajar con
ella.
—Ya entendí esa parte.
—Bien. — Me pasé la mano por el cabello—. Se suponía que debía ir a su casa
a trabajar en la tarea, y lo intenté, de verdad, pero no pude llamar a la puerta.
—Entonces, ¿cómo llegó ella aquí?
—Supongo que vino cuando yo no me presenté —dije—. Creo que sabía que
lo había intentado. Intenté ir a su casa una vez antes.
—¿Y ella vino a verte en su lugar? —Travis pidió una aclaración, y asentí—. ¿Y
te parece bien que esté aquí?
—Es raro —dije—. No sé por qué, pero tenerla aquí no me molesta mucho.
—Oh, oh. —Se rió Travis—. Entonces, ¿cuál es su historia? ¿También es una de
las chicas marginadas de tu clase? Es muy linda, pero sé que eso no siempre importa
en esos grupitos y esas cosas. ¿Es inteligente? ¿Quizás en el equipo de ajedrez o algo
así?
Mi frente se arrugó mientras intentaba procesar lo que Travis estaba diciendo.
Mayra era inteligente, pero no era esas otras cosas en absoluto.
—Juega en el equipo de fútbol. Es la capitana del equipo.
54
—¿Ah, sí? Chica deportista, ¿eh? —La cabeza de Travis se movió hacia arriba
y hacia abajo—. Supongo que eso sólo cuenta cuando eres una animadora o algo así.
Los chicos pueden ser muy malos.
Negué con la cabeza.
—Es la capitana del equipo —le dije—. O co-capitana al menos. Aimee Schultz
es la otra capitana. Mayra fue presidenta de la clase el año pasado. Es muy popular.
Travis se estremeció y entrecerró los ojos.
—¿En serio?
—Sí.
—¿Qué está haciendo contigo, Matthew?
Era mi turno de estremecerme.
—No lo sé.
Travis se pasó las manos por el cabello. Se levantó de la silla de la cocina y me
arrastró a la sala de estar con él para que pudiéramos sentarnos más cómodamente.
Se inclinó hacia delante con los codos sobre las rodillas y me miró. Yo miré fijamente
al posavasos donde el vaso de Coca-Cola de Mayra todavía estaba asentado. Había
pequeñas gotas de condensación cubriendo el exterior del mismo.
—Matthew —dijo Travis—, tú y tu hermana son mis únicos parientes de
sangre. Sabes que te quiero y trato de hacer lo que tu padre hubiera hecho por ti.
Creo que eres un chico increíble. Lo has hecho mucho mejor de lo que yo hubiera
soñado después de que tu madre se fue, también.
Se inclinó hacia atrás y puso sus brazos en los reposabrazos mientras inclinaba
su cabeza hacia el techo. Se frotó los ojos.
—No sé cómo decir esto sin sonar como un idiota.
—¿Decir qué?
Se sentó y me miró de nuevo.
—¿Qué quiere ella, Matthew? —preguntó Travis, bajando un poco la voz.
Parecía enfadado—. Te quiero como a un hijo, pero ¿por qué una chica así estaría
aquí, abrazada en un sofá, a solas con un chico como tú?
Miré fijamente las gotitas de agua que caían por el lado del vaso.
—Ella tiene que querer algo —dijo— y puede que tenga que averiguar qué.
Se puso de pie y empezó a caminar un poco por la habitación. 55
—Si te están jodiendo por alguna razón, los mataré.
—Eso es ilegal —le recordé.
—¡Bueno, iré a delatarlos! —gritó—. ¡Conozco a la mayoría de sus padres! Es
la hija de Henry Trevino, ¿no?
—Sí.
—Tal vez vaya a hablar con él.
Tenía la imagen de Travis caminando hacia el porche delantero de Mayra -un
lugar al que ni siquiera me podía acercar- y hablando con su padre, tal vez hasta
gritándole. Me preguntaba si el señor Trevino se enojaría y luego le diría a Mayra
que no se le permitía volver a trabajar en nuestro proyecto.
—¡No! —grité, de repente—. ¡No hagas eso!
—¿Por qué no?
—¡Ella no es así! —dije insistentemente.
—¿Cómo lo sabes? —dijo Travis con un gruñido—. Matthew, no lees bien a la
gente. Ya lo sabes. ¿Recuerdas al tipo que vino y podó los árboles el otoño pasado?
Te cobró dos mil dólares, y no podías permitírtelo. Se aprovechó de ti, amigo. No
quiero que eso vuelva a suceder.
—Ella no es así —repetí.
—¿Entonces por qué estaba tratando de besarse contigo en el sofá?
—No lo estaba —respondí—. Estaba... estaba... sólo sosteniéndome.
—¿Qué carajo significa eso? —se quejó Travis, ahora exasperado.
—Le conté todo —dije—. Le hablé de los médicos y de cómo no saben lo que
tengo. Le hablé de papá y de mamá. Le conté todo, y ella me abrazó, y yo lloré.
Silencio.
Otra gota de condensación se abrió paso hasta el fondo del vaso y hasta el
posavasos de piedra absorbente.
—¿Le contaste todo? —preguntó finalmente Travis en voz baja.
—Sí.
—¿Realmente lloraste?
—Sí. —Mi voz había vuelto a sonar como un susurro.
—Matthew… no has llorado desde que se llevaron a Megan. No lloraste en los
funerales ni nada de eso. 56
—Lo sé.
Travis se levantó y se acercó al sofá para sentarse a mi lado. Puso un brazo en
la parte de atrás del sofá y extendió el otro.
—Ven aquí —dijo.
Me incliné hacia él y me dio un breve abrazo.
—Tal vez soy un idiota —murmuró mientras se soltaba—. Y tal vez me
equivoque. Me preocupo por ti, amigo. Me preocupo por ti.
—Lo sé.
—¿Te gusta? —preguntó.
—No lo sé —respondí. Lo pensé por un minuto—. Huele bien.
Travis se rió.
—Apuesto a que sí —dijo—. ¿Vas a tenerla aquí de nuevo?
—Todavía tenemos que trabajar en nuestro proyecto —dije— así que tal vez.
Probablemente.
—¿Vas a besarla? —preguntó mientras movía las cejas.
Negué con la cabeza.
—¿Quieres hacerlo?
—No lo sé, Travis. —Sentí que me ponía tenso—. No sé nada sobre nada de
eso.
—Sé que Kyle te dio “la charla” cuando eras más joven —dijo.
—¿La charla?
—Sabes —dijo Travis con otro levantamiento de cejas—, esa charla.
—¿Qué charla?
—¡Ugh! —Travis se paró y dio unos pasos antes de darse la vuelta para
mirarme—. ¡La charla sobre sexo!
—Sí.
—Supongo que esa charla fue probablemente bastante... “mecánica” en su
naturaleza.
—¿Puedes usar máquinas? —pregunté.
Travis empezó a reírse. 57
—Bueno... no es lo que quise decir —dijo— aunque sí, puedes.
Una parte de la discusión entre mi padre y yo sobre la reproducción sexual dio
un rápido paseo por mi cerebro.
—No quiero tener un bebé —dije.
—No, no quieres, pero hay todo tipo de anticonceptivos y cosas por ahí. Ella
podría estar ya tomando la píldora.
Miré a mi tío durante un largo momento. Mi mirada bailó alrededor de sus
ojos, y pude ver que ya no estaba enfadado ni molesto. Parecía aliviado, tal vez, y
me pregunté si pensaba que iba a tener una novia, como mencionó antes.
No estaba tan seguro de eso. Estaba hablando de sexo, y yo ni siquiera la había
besado ni nada. Estaba bastante seguro de que se suponía que tenías que hacer eso
primero.
—Travis, no tendría ni idea de qué hacer —dije finalmente—. Quiero decir,
para nada. Sé lo que se hace pero... nada más.
—Bueno, amigo —dijo Travis mientras se levantaba del sofá—. Me sentaría
aquí y te lo contaría todo —se rió de nuevo—, pero si lo hiciera, estaría aquí toda la
noche. También aprenderías mucho. También te asustarías conmigo cada cuatro
palabra, así que no voy a hacerlo.
Travis tomó sus llaves de la mesa cerca de la puerta.
—¿Pero sabes qué?
—¿Qué?
—Google es muy útil —continuó Travis riéndose suavemente mientras salía
por la puerta.
Google.
¿Qué busco en Google?
¿Citas?
¿Besarse?
¿Sexo?
¿Es eso lo que quería? ¿Salir con Mayra? ¿Besarla? ¿Hacer... hacer... más?
No tenía la menor idea.
No podía determinar lo que quería, así que cerré y me fui a la cama.
58
El día siguiente en la escuela fue un día tan extraño como podría haber
imaginado, más extraño que la lluvia cuando brillaba el sol, más extraño que el olor
de la mantequilla de maní cuando está mojado, y más extraño que los vampiros que
brillan. La peor parte fue a primera hora de la mañana.
Tan pronto como entré en la escuela, escuché que gritaban mi nombre desde el
pasillo.
—¡Matthew! ¡Matthew!
Mayra vino corriendo por el pasillo. Había otros chicos con ella, incluidos
Justin Lords, Aimee Schultz y Carmen Klug. Disminuí mis pasos un poco a medida
que se acercaban, pero no detuve mi caminata hacia mi casillero. Eso fue lo que hice
cuando llegué a la escuela, fui a mi casillero. Mis manos temblaban un poco cuando
alcancé la cerradura para trabajar la combinación.
—Mayra, ¿qué demonios? —gruñó Justin entre dientes cuando Mayra se
acercó a mí.
—¡Hola, Matthew! —dijo ella, ignorando a Justin.
Cerré los ojos con fuerza por un segundo, luego me concentré en la cerradura
para poder alinear los números correctamente. Fue difícil ya que me temblaban las
manos. Sabía que todavía no había respondido a Mayra, pero no podía decidir cómo,
especialmente con sus otros amigos allí. ¿Debería decirle simplemente “Hola”?
¿Debería decir “Hola, Mayra”? ¿Algo más? ¿Preguntar sobre el clima?
—¿En serio, Mayra? —se burló Carmen—. ¡Ni siquiera puede saludar, por el
amor de Dios!
Mi pecho subía y bajaba con respiración agitada mientras las palabras de
Carmen resonaban en mi cabeza. Ella tenía razón. Los saludos eran un concepto
extraño para mí. No entendía el punto. No importaba cuántas veces practicara, toda
la actividad era peor que ir al dentista y acostarme allí con la boca abierta. Eso fue
justo cuando una persona se me acercó, y ahora había cuatro, acercándose.
—¡Cállate! —Mayra giró la cabeza sobre su hombro y siseó entre dientes. Se
volvió hacia mí justo cuando logré abrir el casillero.
Me agaché y comencé a organizar las carpetas y los libros de mi mochila en el
casillero. Centrándome en los artículos en el casillero, me aseguré de que todo
estuviera alineado con precisión. Podía escucharlos hablar detrás de mí en voz baja,
59
pero no estaba prestando atención a las palabras hasta que sentí la mano de Mayra
en mi hombro.
Me sobresalté, lo que provocó risas de Carmen. Aimee le dio un codazo en el
costado y Carmen la llamó perra. Levanté la vista para ver a Justin poniendo los ojos
en blanco y apartándose dramáticamente de la fila de casilleros.
—Matthew, ¿me escuchaste? —preguntó Mayra.
Lo pensé por un minuto, pero no pude pensar en lo que ella había dicho. Sonó
la primera campana, y no tenía las cosas correctas para mi clase del primer período.
Mi tiempo se había acabado.
—Mierda, mierda, mierda —murmuré mientras agarraba las cosas correctas.
—Maldito loco —gruñó Justin antes de irse por el pasillo. Continuó gritando
sobre su hombro—. ¡Solo olvídalo, Mayra! ¡Encuentra otro vagabundo para acoger!
No podía recuperar el aliento y comencé a hiperventilar un poco. Me sentía
mareado y no podía decidir si debía tomar mis cosas e ir a clase o no. Tal vez debería
decir algo... pedirle a Mayra que repita su pregunta, o tal vez al menos debería decir
hola.
¿Era demasiado tarde para saludar?
No tenía ni idea.
—Incluso jadea como un perro —dijo Carmen, riéndose.
Aimee la fulminó con la mirada y se inclinó hacia su oreja. Los labios de
Carmen se curvaron como respuesta, y luego se echó a reír a carcajadas. Aimee
apretó los dientes y siguió mirando a Carmen.
Intenté cerrar los ojos, pero aún podía escuchar la risa detrás de mí. Ya no creía
que solo fuera Carmen. Estaba bastante seguro de haber escuchado a alguien
empezar a ladrar también. Mayra les gritaba que se detuvieran, y la gran cantidad
de sonidos a mi alrededor, sobre mí, era demasiado.
Me cerré.
Arrodillándome en el duro suelo de baldosas del pasillo frente a mi casillero,
lentamente comencé a sacarlo todo. Una clase a la vez, coloqué el libro de texto
correcto, la carpeta asociada y el cuaderno espiral uno al lado del otro. Una vez que
se formó un set, los enderecé exactamente, deseando tener un nivel conmigo y
preguntándome si podría permitirme comprar uno pequeño en la ferretería para
guardarlo en mi casillero.
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Con toda mi atención en el contenido del casillero, bloqueé todas las imágenes
y sonidos provenientes del pasillo y las personas a mi alrededor.
Me recosté un poco sobre mis talones y miré lo que había hecho. Una de las
carpetas tenía el borde de un papel sobresaliendo por la parte superior, así que saqué
todo, arreglé el papel y comencé de nuevo. Cuando terminé de repetir el proceso por
tercera vez, levanté la vista y la enfermera de la escuela estaba a mi lado con un
celular en la oreja.
—... no responde completamente... sí, si pudieras, creo que sería lo mejor...
Ella terminó la llamada y me miró. Parpadeé un par de veces y vi a Mayra
Trevino al otro lado del pasillo con la espalda presionada contra la fila opuesta de
casilleros. Tenía su mano cubriendo su boca, y no estaba seguro, pero pensé que
podría haber lágrimas en sus ojos. El director Monroe estaba allí y un par de
miembros de la facultad también. No había nadie más en el pasillo, y me di cuenta
de que el primer período ya debía haber comenzado.
Llegué tarde.
Si alguien llegaba tarde a clase, siempre recibía una nota de tardanza. Nunca
antes había recibido una nota de tardanza. ¿Iría a mi expediente? ¿Se vería en mis
solicitudes para la universidad?
Mierda, mierda, mierda.
Volví a mirar al suelo. No tenía idea de lo que se suponía que debía hacer en
este momento. No entendía por qué había gente parada a mi alrededor o por qué
Mayra se veía tan molesta. Quería levantarme e ir a preguntarle, pero no sabía qué
decir.
Sentí una mano fría en mi brazo y salté, lo que me hizo golpear el hombro
opuesto contra la puerta del casillero. Mientras me frotaba contra el punto dolorido,
levanté la vista para ver a Travis bajando por el pasillo.
—Hola, amigo —dijo mientras caminaba hacia mí. Me dio una media sonrisa
y miró al director y la enfermera—. Lo tengo, solo denos un poco de espacio, ¿de
acuerdo?
Vi a los demás dar unos pasos hacia atrás, pero principalmente vi al director
Monroe mientras se acercaba a Mayra y le decía que fuera a clase.
—¡No! —dijo ella—. ¡Quiero asegurarme de que está bien!
—Señorita Trevino, Matthew tiene a su tío aquí con él ahora. Muévase.
—¡No hasta que sepa que está bien! —insistió.
61
—Está bien. —Travis se acercó a los dos—. Creo que a Matthew no le
importaría si ella se queda un minuto. Podría ser mejor para él.
El director le dio a Travis una mirada extraña antes de encogerse de hombros
y moverse para hablar en voz baja con la enfermera. Travis se agachó a mi lado.
—¿Estás conmigo, amigo?
—Sí —dije en voz baja.
—¿Quieres que Mayra se quede?
—No —respondí.
Travis pareció sorprendido.
—¿Por qué no?
—No sé qué decirle.
—¿Por qué no empiezas con un hola? Entonces podrías ver a dónde va desde
allí.
—No.
—¿Estás seguro? —preguntó.
—No —dije de nuevo y luego suspiré—. Llego tarde a clase.
—No hay problema, amigo —dijo Travis—. ¿Quieres ir allí ahora?
—Recibiré una nota de retraso.
—No, todo está bien, lo resolveré. —Las palabras de Travis fueron
tranquilizadoras.
—¿Lo harás?
—Claro —dijo Travis con una sonrisa. Envolvió su mano alrededor de mi codo
y me levantó—. ¿Tienes las cosas para tu primera clase?
Me agaché y saqué la carpeta y el cuaderno antes de asentir.
—Tal vez Mayra podría caminar contigo —sugirió Travis—. Entonces puedo
hablar con Monroe sobre la nota de tardanza, y puedes decir hola.
Respiré hondo e intenté evitar que mis manos temblaran. Tenía algo que se
parecía a un plan ahora, y que por lo general me hacía seguir adelante cuando estaba
atascado. Travis se encargaría de la tardanza, así que eso también debería estar bien.
—Está bien —susurré.
Travis se acercó a Mayra, y luego ambos volvieron a mi lado. En algún
62
momento, la esquina de mi cuaderno se había doblado ligeramente, lo que apestaba.
Tendría que escribir todas las notas en una nueva.
—Hola —dijo Mayra mientras me miraba a través de sus pestañas.
Definitivamente estaban mojadas—. Primero tienes inglés, ¿verdad?
—Sí.
Mayra caminó a mi lado por el pasillo sin hablar. Nos detuvimos cuando
llegamos a la puerta cerrada del aula, y supe que estaba olvidando algo.
—¡Oh! —exclamé cuando recordé lo que se suponía que debía decir—. Um,
hola.
Mayra se rió en voz baja por la nariz mientras levantaba la cabeza para
mirarme de nuevo. Era la primera vez que me daba cuenta de lo baja que era. Apenas
se acercaba a mi hombro. Sacudió la cabeza lentamente, y cuando volví a mirar al
suelo, extendió la mano y colocó su dedo debajo de mi barbilla. Inclinó mi cabeza
hacia atrás para mirarla, y cuando me encontré con sus ojos, podría haber jurado
que mi estómago se volteó.
—Hola, Matthew —dijo mientras me sonreía—. ¿Te gustaría ir a Houston
Woods este fin de semana?
No podía comprender su pregunta, así que rápidamente me metí en el aula.
Necesitaba distancia y soledad para procesar lo que estaba sucediendo dentro de mi
cabeza, y no podía pensar en otra cosa que no fuera la posibilidad de una nota de
tardanza.
Considerando el comienzo del día, no duré mucho en la escuela. Alrededor de
la mitad del tercer período, hubo un simulacro de incendio. Era demasiado,
demasiada diferencia. La escuela generalmente tiene simulacros de incendio
después del almuerzo, y el tercer período es demasiado temprano.
Travis tuvo que volver para llevarme a casa. En el camino no dijo mucho más
que decirme que no iba a discutir sobre tomar el Valium que sabía que todavía tenía
en el baño de arriba. Me lo habían recetado después de la muerte de mamá, pero
solo lo había tomado un par de veces. Siempre me hacía dormir cuando no era hora
de hacerlo.
—Necesitas el descanso extra —dijo Travis—. Reinicia un poco tu sistema, ¿de
acuerdo? Me quedaré en tu casa esta noche hasta tu hora de dormir normal.
Me di por vencido. Realmente no me importaba que estuviera allí. Estaba en
“modo sin tonterías”, y discutir con él no tenía sentido. Una vez que volvimos a mi
casa, Travis arrojó una caja de macarrones con queso y luego me miró con los brazos
cruzados sobre el pecho hasta que me tragué la maldita píldora. 63
—Tu tío es un gran idiota —dijo mi tía Bethany tan pronto como entré en el
auto—. Ahora cuéntame sobre la chica.
Miré la correa de mi mochila. Enrollé mis dedos alrededor de la correa, y luego
enrollé la correa alrededor de mis dedos. Beth no presionó; solo esperó a que
respondiera.
—Su nombre es Mayra —dije finalmente cuando salimos del estacionamiento
de la escuela.
—Lo supe por Travis —dijo Beth—. También supe que te envió a Internet para
obtener información, y le dije que era lo más irresponsable posible.
No tenía nada que decir al respecto, aunque la conversación sobre el uso de
Google para investigar ciertos temas se me pasó por la cabeza.
—¿Lo hiciste? —preguntó Beth.
—¿Qué hice?
Dejó escapar un suspiro largo y exagerado.
—Googlear sobre sexo —dijo.
—No.
—Bien. —Suspiró de nuevo—. Eso es lo último que necesitas.
Bethany giró hacia mi subdivisión y se dirigió hacia mi calle. Agarró el volante
con fuerza, y me pregunté en qué estaría pensando. Parecía agitada, y no estaba
seguro si era algo que había dicho o hecho. Cuando entró en mi camino de entrada,
y comencé a salir, me detuvo.
—Matthew, sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? —preguntó.
Volví a mirar la correa de mi mochila.
—Puedes —dijo de nuevo—. Puedes preguntarme lo que quieras, sobre chicas,
relaciones, sexo, cualquier cosa.
Podía sentir mi cuerpo comenzar a balancearse de un lado a otro en el asiento. 78
Traté de detenerlo, pero esa palabra, sexo, seguía dando vueltas y vueltas dentro de
mi cabeza. Bethany dijo algo más, pero no entendí cuáles eran las palabras. Sentí su
mano en mi brazo.
—Relájate —dijo en voz baja—. No es algo a lo que temer.
—Nunca he besado a una chica —dije rápidamente—. Nunca he estado tan
cerca de hacer eso. No creo que pueda.
—Por supuesto que podrías.
—No, no lo creo.
—¿Qué haces antes de probar algo nuevo? —preguntó.
—Leer sobre eso —le respondí. Ese fue siempre mi primer paso—. Entonces
hablar de eso.
—Creo que esta vez debería ser al revés —dijo Beth—. Hablemos primero, y
luego puedes leer más al respecto si lo deseas.
—No.
—No va a doler.
—Podría.
—Te haré la cena.
Miré a mi tía, cuya cocina rivalizaba con la de mi madre. Tampoco lo hacía a
menudo, y cuando lo hacía, generalmente era una ocasión especial como una fiesta
o el cumpleaños de alguien. También hacía los mejores pasteles del mundo.
Cuando Travis conoció a Bethany, ni Megan ni yo la mirábamos. A Megan no
le caía bien porque no llevaba reloj, y tener a alguien nuevo en la casa nos ponía
nerviosos a los dos. Megan en realidad gritaba y lloraba cuando Beth entraba en la
habitación. Todo eso cambió, al menos para mí, la primera vez que se hizo cargo de
la cocina de mi madre y horneó un pastel.
Mis padres comenzaron a usar la cocina de Bethany como un sistema de
recompensa para mi terapia, que terminó siendo más exitosa que cualquier otra cosa
que mis doctores y terapeutas hubieran probado. Mi tía y su cocina fueron una gran
parte de la razón por la que pude funcionar en una escuela convencional, y su pastel
tenía mucho que ver con eso. No había mucho que no haría por un pedazo.
—¿Pastel? —susurré.
79
—Seguro.
—¿Chocolate?
—Si prometes tratar de mantener la calma mientras hablamos —dijo.
Lo pensé por un momento mientras nos sentábamos en la calzada en silencio.
La última vez que Beth había hecho un pastel había sido para Año Nuevo, y no había
sido de chocolate. Todo era blanco con brillantes fuegos artificiales en el glaseado.
Conocía mi debilidad, y con un suspiro, miré a Beth y asentí.
No podía decir que no al pastel, así que supongo que estaríamos hablando de
sexo.
Aunque me hizo sentir como un niño de nueve años, me senté a la mesa de la
cocina y lamí la mezcla de chocolate que goteaba de los batidores. Ni siquiera
importaba que todavía estuviera lleno de la cena.
Beth estaba terminando para poder poner el molde para pasteles en el horno.
La vi alisar la masa con una espátula, y la forma en que su brazo y el utensilio se
movían juntos parecía un baile. Ella tarareaba mientras trabajaba, y pensé en mi
madre parada en el mismo lugar, preparando la cena para mí y para Megan.
—¿Estás bien? —preguntó Bethany.
—Sí —respondí automáticamente. Era una de las pocas preguntas que me
habían entrenado, por falta de una mejor palabra, para responder rápidamente.
Mamá trabajó conmigo en eso después que me corté con una de las herramientas de
papá en el garaje y me quedé sentado sangrando mientras esperaba que respondiera.
Una vez que descubrió que estaba herido, se asustó por completo, y luego pasó
meses asegurándose que al menos respondiera con un sí o un no a esas dos simples
palabras sin tener que pensarlo.
Beth abrió el horno precalentado y deslizó el pastel dentro mientras yo
terminaba de lamer el segundo batidor. Gemí un poco por el sabor. Fue tan bueno
que no pude evitarlo. Mi tía se rió y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Me gustaría que tu hermana tomara el pastel tan bien como tú —dijo. La
única cosa con la que siempre se podía contar con Bethany era que iba a decir lo que
estaba pensando. Otras personas pueden ocultar sus pensamientos, pero ella nunca
lo hizo.
—Nunca aceptará nada —le dije—, a menos que te pintes números alrededor
de la cara y coloques las agujas del reloj en tu nariz.
Sacudió la cabeza lentamente.
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—Vamos —dijo—. Sin postergar. Cuéntame más sobre Mayra.
Tomé el tazón y los batidores y los llevé al fregadero. Beth se sentó a la mesa y
observó mientras lavaba todo. No lavaba ni secaba bien, y sabía que no iba a dejarla
ayudar. No se molestó en pedirlo. Lo que le faltaba en las habilidades para lavar
platos, lo compensaba con paciencia. Beth se sentó y esperó sin hablar hasta que
terminé la última de las tazas de medir.
—No sé qué decir de ella.
—Dime cómo se ve.
—Ella tiene cabello castaño y ojos marrones —le dije—. Es baja.
—¿Es baja o solo comparada contigo?
—Es baja. Solo llega a la mitad de mi pecho.
—Mmm… —tarareó Beth—. Sigue.
—Sus manos son pequeñas —le dije—, y me gusta cómo se ven sus ojos cuando
sonríe.
—¿Es bonita?
—Sí —respondí sin dudarlo.
—¿Está en tu clase? —preguntó Beth—. ¿En último año, quiero decir?
—Sí.
—¿Tiene muchos amigos hombres?
Casi dejo caer el cuenco que estaba guardando.
—Yo… no sé —dije finalmente—. Algunos, creo.
—Ella tiene la ventaja —dijo Beth.
Mis manos comenzaron a temblar.
—Basta —dijo con una advertencia en su voz—. Lo prometiste, y apenas hemos
empezado. ¿Todavía quieres ese pastel?
—Sí.
—Entonces respira hondo, toma algo de beber y únete a mí en la sala de estar.
Me senté en la silla grande, azul y mullida, y Beth se sentó en el sofá a juego.
Estiré mis rodillas para poder envolver mis brazos alrededor de mis piernas, me
sentí más seguro de esa manera, y esperé a que Bethany continuara.
—¿Te gusta? —preguntó mi tía. 81
Me encogí de hombros. No lo sabía. Ni siquiera sabía lo que eso significaba, y
se lo dije.
—¿Cómo te sientes cuando estás con ella?
Me encogí de hombros otra vez, y Beth suspiró dramáticamente.
—Voy a llevar ese pastel a casa con Travis…
—¡No sé qué decir! —solté, un poco preocupado de que ella pudiera cumplir
con su amenaza—. Me siento… bien con ella, supongo.
—¿Solo bien?
—Sí… no… ¡no lo sé! —Apreté mis manos.
—Respiraciones profundas —dijo, recordándome.
El olor del pastel horneado también era un buen recordatorio. Casi podría
probarlo ya.
—Ella me hace sentir… tranquilo —susurré.
—La tranquilidad es buena —dijo Beth asintiendo, y acepté—. Travis dijo que
hablaste con ella sobre tu mamá y tu papá.
—Un poco —admití—. Ella preguntó.
—¿Y estabas bien hablando con ella sobre ellos? ¿Y de Megan?
Asentí.
—¿Así es como terminaste semidesnudo en el sofá con ella?
—No lo estábamos —dije—. Yo solo… estaba golpeando la bolsa, y me quité la
camisa. Estábamos en el sofá y nos quedamos dormidos.
—¿Eso es todo?
—Sí.
—Travis es un idiota —dijo Beth con una sonrisa—. Me hizo pensar que
ustedes estaban a punto de hacerlo. Retrocedamos, ¿de acuerdo?
—¿Retroceder?
—¿Has estado en una cita con ella?
—No.
—¿Quieres?
—No.
82
—¿Por qué no? —Bethany sonaba sorprendida.
—En una cita, sales a cenar y al cine —le dije—. Se supone que debes pagar por
la chica, y no tengo eso presupuestado.
—¿Eso es todo lo que tienes? —dijo con los labios fruncidos—. ¿Referencias de
citas de los cincuenta? No tienes que pagar.
—Yo querría.
—¿Lo harías?
Lo pensé por un minuto.
—No —dije, revisando mi declaración—. Supongo que no. No quiero salir a
ningún lado. No me gusta estar cerca de tanta gente, y siempre hay mucha gente en
el cine. Además, los únicos lugares para comer en la ciudad son los bares y ese lugar
mexicano. De cualquier manera, habrá estudiantes en todas partes, y son ruidosos.
—No son lugares demasiado románticos —acordó Beth—, pero hay mejores
cosas en Cincinnati.
—Tendríamos que conducir durante más de una hora —le dije.
—¿Entonces?
—¿De qué hablaríamos?
—¿De qué han hablado antes?
—Nuestro proyecto de ecología —le dije—, pero no creo que quiera hablar
sobre las abejas durante toda una hora. Tienes que hablar en la cena y también en el
camino de regreso.
—¿Qué más le gusta?
—Mmm… ¿fútbol, tal vez?
—¿Por qué dices eso?
—Ella juega en el equipo de fútbol.
—Entonces, tal vez podrías preguntarle sobre fútbol —sugirió Beth—. Nunca
jugaste, ¿verdad?
Sacudí mi cabeza.
—Para que pudiera explicarte el juego —dijo Beth—, y luego tal vez podrías ir
a verla jugar. Sabrías las reglas y qué esperar entonces. Segunda cita instantánea.
Me sorprendió cuánto sentido tenía eso realmente. 83
—Todo lo que tienes que hacer es descubrir un par de otras cosas que le gusten
—dijo Beth—, y luego también tendrías una conversación durante la cena.
—No soy bueno en la conversación.
—Eres mejor de lo que crees —respondió Beth—. Estamos teniendo una
conversación ahora, y apenas dudas en responder. Además, cuando sales con una
chica, es importante escuchar más de lo que hablas.
—¿Lo es?
—Sí, pero también tienes que escuchar realmente. Tienes que mantenerte
enfocado en ella y en lo que está diciendo.
—¿Cómo puedo hacer eso?
—Inclínate hacia ella —dijo Bethany—. Asegúrate de mirarla cuando esté
hablando. Escucha sus palabras y hazle preguntas.
—No estoy seguro de poder hacer eso —dije honestamente. Cuanto más lo
pensaba, más pensaba que no podía.
—Puedes —dijo Bethany en voz baja—. Si realmente quieres, Matthew, puedes
hacerlo. ¿Quieres conocerla mejor?
—Sí —dije.
—¿Quieres tener la oportunidad de algo como esto? ¿Una relación con una
chica?
Asentí.
—Entonces puedes hacerlo.
—No quiero ver una película en el teatro —le recordé.
—Entonces no lo hagas —dijo Beth—. Solo cena.
Una sensación oscura y reptante se deslizó sobre mi piel.
—No puedo salir con ella —dije en voz baja.
—¿Por qué no?
—Porque tendría que pedirle que salga conmigo —le expliqué—. Realmente no
creo que pueda hacer eso.
—¿Recuerdas cuando no podías pedir pizza por teléfono?
—Sí.
—¿Puedes hacer eso ahora?
84
—Sí —le dije—, pero tengo que esforzarme un poco.
—Así que trabajaremos para prepararte para invitar a Mayra a salir de la
misma manera que trabajamos para pedir pizza. Seré Mayra, y tú me preguntas.
Seguiremos haciéndolo hasta que creas que lo tienes.
—Pero… —Dudé.
—¿Qué es?
—Pero la pizzería nunca dice que no. —Cerré los ojos y mi corazón comenzó a
latir con fuerza. Mi cabeza comenzó a empañarse y mi visión se volvió borrosa al
pensar en invitar a Mayra a salir y que ella dijera que no. Lo siguiente que supe fue
que Beth estaba de rodillas frente a mí y me hablaba para que respirara
profundamente hasta que me relajé. Cuando me había calmado, miré sus ojos azules.
—Estoy orgullosa de ti —dijo suavemente—. Vuelves mucho más rápido
ahora.
—¿Cuánto tiempo?
—Menos de un minuto —dijo. Pensé que probablemente estaba minimizando,
pero sabía que no había pasado mucho tiempo.
—No podré hacerlo —dije nuevamente.
—Lo harás —me dijo Bethany—. Vamos a trabajar en eso, ¿de acuerdo?
Solo sacudí mi cabeza.
—Lo haremos —insistió—. Ahora vamos, te has ganado un poco de pastel.
Como siempre, el pastel era lo que pensé que debía de saber el cielo. Ni siquiera
me importó que el pastel no se hubiera enfriado por completo antes de que Bethany
lo glaseara. Me comí la primera pieza en unos doce segundos y luego terminé una
segunda antes de recordar que era jueves. Necesitaba recoger la basura y llevarla a
la acera. Bethany esperó en la cocina mientras yo sacaba la basura afuera. Una vez
que terminé, me senté frente a ella en la mesa y miré el resto del pastel.
Juro que me estaba llamando.
—Es tarde —dijo Bethany—. Necesito llegar a casa con Travis, pero no hemos
terminado de hablar. ¿Entendido?
—Sí.
—Tampoco comas todo ese pastel esta noche —dijo—. Regresaré mañana, y
puedes comer otro pedazo.
—¿Puedo tener uno más? 85
―Pero es sólo arroz o fideos con algunas verduras mezcladas con ellos.
―Y esa salsa asquerosa y apestosa ―añadió Mayra.
―Pero... hay un lugar en Szechwan que hace berenjenas en esta oscura y
picante salsa...
―La berenjena está destinada a ser ahogada en queso parmesano y marinara
―interrumpió Mayra―. Es para lo que nació.
―La comida italiana sabe igual ―comenté, y Mayra me miró fijamente.
―Eso es porque no has probado mi berenjena con parmesano ―dijo Mayra―.
Sigue insistiendo con la comida italiana, y puede que tenga que prepararla y
obligarte a comerla.
No podía decidir si era una amenaza o una promesa.
―¿Qué hay de la sopa de wonton? ―Volví a trazar la forma del pez con la
punta de mi dedo.
―¡No! ―gritó Mayra, lo que me hizo saltar―. ¡Ahora deja eso! ¡No me gusta
la comida china!
Me puse un poco tenso y volví a poner mi mano en mi regazo. Estaba a punto
de disculparme, pero entonces sus palabras me recordaron algo.
―¿No en una caja o con un zorro? ―pregunté mientras la miraba de reojo―.
¿O en un tren o en la lluvia?
Mayra se rió.
―¡No me gusta esto o aquello! ―dijo entre risas―. ¡No me gusta en ningún
lugar!
Se estacionó en mi entrada y me sonrió mientras se inclinaba sobre el volante.
―¿Más trabajo en el proyecto? ―preguntó.
―Encontré un artículo en un sitio web sobre el calentamiento global y el
impacto en las abejas en hibernación ―le dije―. Iba a imprimir una copia, pero
Travis tiene la única impresora. Con mi auto todavía en el taller... bueno, no pude ir
allí a imprimirlo, pero podemos mirarlo en el ordenador.
―¡Es un plan! ―dijo Mayra. Abrió su puerta y sacó su mochila con ella.
Pasamos las siguientes dos horas trabajando en nuestro proyecto y algunas de
las otras tareas que teníamos. Cuando ambos decidimos que ya habíamos tenido
suficiente, saqué dos Coca-Colas, dos vasos y ocho cubitos de hielo. Reuní las
bebidas y las llevé a la sala de estar. Dejé la mía en el posavasos y le entregué la 92
bebida de Mayra.
―Voy a... um... recoger el garaje ―dije mientras miraba el vaso en la mesa.
―Ayudaré ―dijo Mayra.
―No ―dije mientras sacudía la cabeza―. Todavía me siento mal por haberte
despertado esta mañana. No me llevará mucho tiempo.
Mayra accedió a relajarse en el interior mientras tomaba una nueva bolsa de
basura plástica, una pequeña bolsa Ziploc y un par de guantes de goma para limpiar
el desorden. En realidad, estaba bastante agradecido por la comida china porque me
hizo pensar en todas las conversaciones que Mayra y yo tuvimos de camino a la
escuela, entre clases y en el almuerzo. A ella realmente no le gustaba la comida china
y todavía no entendía por qué. Estaba bastante seguro de que si probaba el plato
correcto, le gustaría.
Fue suficiente distracción para que me las arreglara para recoger todo en una
nueva bolsa de basura y tirarlo todo de nuevo en el bote más grande bastante rápido
y sin sentir que iba a vomitar o enloquecer. También iba a tener que trapear, pero
pensé que podría esperar hasta que Mayra se fuera a casa antes de hacerlo.
Lo único que quedaba en el piso era el pequeño boleto de papel doblado.
Tragué un par de veces mientras caminaba alrededor de él. Se sentía inocente
y siniestro al mismo tiempo. Por un breve momento entendí por qué la gente los
compraba, no era porque pensaran que iban a ganar; era la posibilidad de ganar.
¿Cómo se sentirían si se dieran cuenta de que tienen el boleto ganador? ¿Qué
comprarían primero? ¿Donarían una gran cantidad a la caridad? ¿Lo darían a sus
amigos? Ganar no es la atracción; la atracción es la oportunidad de soñar.
Tomé el boleto y lo sostuve entre mis dedos de guante amarillo. Tenía un poco
de salsa de pato a un lado, pero no parecía que estuviera muy sucio ni nada. Sin
embargo, eventualmente tendría que limpiarlo con unas toallitas Lysol o algo así. Le
di la vuelta un par de veces, luego la metí en la pequeña bolsa plástica Ziploc y la
sellé.
Como en el caso del Gato de Schrödinger, al mirar los números sólo colapsaría
la forma de la onda.
110
Capítulo 8
A veces sólo tienes que ir por ello
—¿Estás bien? —preguntó Mayra por duodécima vez ese día. Bajó la velocidad
del auto para tomar la curva hacia mi vecindario mientras yo trataba de evitar que
el corazón se saliera de mi pecho.
Había estado así todo el día. Cada vez que me acercaba a ella, podía oír en mi
cabeza las palabras que había practicado con Bethany. No podía decirlas, pero
seguían pasando por mi cabeza de todas formas. Respiré hondo y piqué la pequeña
marca en forma de pescado en el interior de la puerta, dándome cuenta al mismo 111
tiempo de que se había convertido en un hábito. Los hábitos eran peligrosos para
mí, ya que una vez que comenzaba un patrón, casi nunca podía detenerme, pero al
menos me distraía del tema en cuestión.
—¿Matthew? —La voz de Mayra bajó un poco, y la miré.
—Lo siento —murmuré.
—Está bien —dijo—. Es sólo que hoy pareces muy distraído.
Resoplé un poco.
—Normalmente estoy distraído —dije.
—Más de lo habitual —dijo Mayra, enmendando su declaración.
—Sólo pensando —admití.
—¿En qué?
En pedirte que vayas a cenar conmigo mañana.
En realidad no dije nada, al igual que no dije nada las otras once veces que me
lo pidió hoy. Cerré los ojos por un minuto y me imaginé lo que había practicado con
Bethany la noche anterior. Me dolía la boca de las ganas de formar las palabras, pero
parecía que no podía hacerlo.
Con mis ojos en dirección hacia la ventana del lado del pasajero, decidí
empezar con algo un poco más fácil.
—Mañana es sábado —dije. Fue un buen comienzo, ¿no?
—Sí —respondió Mayra. Me miró mientras pronunciaba la palabra.
—¿Estás...? Quiero decir, ¿tienes...? —Me eché para atrás, tratando de
averiguar exactamente lo que quería decir. Las ventanas estaban un poco
empañadas por la fría lluvia del exterior y el calor de la calefacción del auto.
Mientras hablaba, vi cómo mi aliento esparcía la condensación en la ventana—. ¿Vas
a... hacer algo mañana?
—En realidad no —dijo Mayra encogiéndose de hombros. Prendió la
direccional y se detuvo a esperar que pasara un auto que venía en dirección
contraria, luego se estacionó en mi entrada y apagó el vehículo—. Se suponía que
papá iba a ir a pescar con uno de sus amigos de Hamilton, pero supongo que eso se
canceló. Probablemente terminaré temprano el trabajo de inglés si no se me ocurre
nada más que hacer.
Era ahora o nunca.
Con un corazón palpitante, manos temblorosas y la respiración inestable, solté.
112
—¿Quieresiracenarconmigo?
Cerré los ojos y traté de soportar el silencio que vino después. Podía oír mi
propia respiración y el latido de mi corazón, pero eran tan fuertes que todo lo demás
estaba bloqueado. Probablemente estaba muy cerca de explotar cuando sentí el
borde del dedo de Mayra contra mi mano.
—Matthew Rohan —La voz de Mayra contenía tanto un tono de sorpresa como
un indicio de un falso acento sureño—. Creo que me estás pidiendo una cita.
—¿Estaría, um...? —Tuve que parar, tragar un par de veces, y luego respirar
profundamente para continuar con una voz lo suficientemente baja que apenas
podía oírme—. ¿Estaría eso bien?
—Sí, lo estaría —dijo Mayra con una risa suave—. Me alegro de que finalmente
me lo hayas pedido.
—¿Lo estás? —La miré rápidamente y luego volví a mis manos.
—Te tomó bastante tiempo —dijo Mayra. Cuando le miré la cara, estaba
sonriendo.
—No sabía qué ibas a responder —admití.
Sí. Dijo que sí. Me dijo que sí.
—¿Después de todo el tiempo que pasamos juntos? —Mayra sacudió un poco
la cabeza—. Vamos a trabajar en esa autoconfianza.
—¿Vamos?
—Síp.
Entonces se volvió hacia mí, primero doblando sus rodillas sobre el asiento y
luego levantándose para sentarse sobre sus piernas, de cara a mí. Inclinó la cabeza
hacia la izquierda para mirarme a la cara. No me moví. Mis entrañas todavía estaban
dando vueltas.
—Sabes —dijo Mayra suavemente mientras inclinaba su cabeza hacia la
izquierda para mirarme—, estaba a punto de perder las esperanzas. Te hubiera
invitado a salir hace mucho tiempo, pero no estaba segura de cómo te lo tomarías.
Me alegro de que finalmente me lo hayas pedido.
—¿Lo estás? —La miré durante un momento y luego volví a mirar hacia otro
lado. Todo estaba sucediendo tan rápido y tan lento al mismo tiempo, lo que me
dejaba terriblemente confundido.
—Por supuesto que lo estoy. —En mi visión periférica, podía verla sacudiendo 113
la cabeza—. Nunca me miras —comentó Mayra de repente.
Me puse tenso y traté de entender su tono. No parecía enfadada, pero me
perseguían los recuerdos de otros momentos en los que la gente había hecho la
misma declaración con enfado. A menudo era lo último que decían antes de alejarse
de mí y no volver.
—Sí —susurré mientras el miedo empezaba a asomarse. Mis manos
empezaban a temblar—. Te miro más que a nadie.
—Está bien. —Escuché su voz tranquila a mi lado. Miré fijamente a mi regazo
mientras se acercaba un poco más—. Matthew, de verdad... está bien.
Sentí la punta de su dedo contra mi mandíbula.
—Sólo mírame —dijo en voz baja—. No voy a hacerte daño.
Obligué a mis ojos a volverse en su dirección mientras me presionaba la
mandíbula, volviéndome hacia ella. Sus ojos eran tan perfectamente marrones, y sus
pestañas eran sólo ligeramente más oscuras y completamente desprovistas de
cualquier compuesto químico que las hiciera parecer más largas. No lo necesitaban.
Tan hermosa.
Incapaz de mantener su mirada por más tiempo, bajé los ojos y miré a la
derecha, enfocando la raya verde claro que corría por la manga de su camisa. Todos
los músculos estaban todavía tensos, y sabía que tendría que golpear la pesada bolsa
esta noche.
—¿Por qué es tan difícil? —preguntó.
No tenía ni idea de qué decir. Nadie me había preguntado antes. Nadie había
aparecido y preguntado de esa manera. ¿Cómo podía explicar que a veces
me dolía mirar a la gente a los ojos, como si pudieran ver dentro de mí y ver algo
horrible? Aún peor, tal vez vería algo dentro de sus almas, y descubriría algo
horrible sobre ellos. ¿Y si la reencarnación fuera real, y si mirara lo suficiente, sería
capaz de ver las vidas pasadas de las almas dentro de las personas?
Tal vez se daría cuenta de que soy un fenómeno real por haber pensado estas
cosas.
Sus dedos acariciaron el borde de mi mandíbula, haciéndome un poco de
cosquillas. Intenté mirarla de nuevo, pero aun así no pude sostener la mirada. Miré
hacia abajo, y mis ojos se centraron en su boca mientras se mojaba los labios con la
lengua.
—Simplemente es así —dije finalmente. Probablemente era la respuesta más
114
lamentable del mundo, pero era todo lo que tenía.
—Entonces ciérralos —dijo.
—¿Qué? —pregunté. Volví a mirar sus labios mientras se acercaba un poco más
a mí, tan cerca que nuestras caras casi se tocaban.
—Sólo cierra los ojos —dijo suavemente.
No estoy listo, pensé, pero la batalla interna ya se había puesto en marcha. Sabía
lo que estaba pensando, no tenía que ser un lector de mentes para entenderlo
mientras acercaba nuestras bocas. Una parte de mí quería salir corriendo y gritando
del auto, pero había otra parte, una en lo profundo de la boca de mi estómago, que
quería saber cómo era.
Mis párpados se cerraron.
Sentí el toque de sus labios, calientes y suaves, contra los míos.
No podía creer lo que estaba sucediendo, pero no había manera de detenerlo.
No me moví.
Ni siquiera respiré.
Cuando sentí el toque de los labios de Mayra contra los míos, me quedé
congelado. Me senté en el asiento del auto con los ojos cerrados y sentí la presión de
su boca sobre la mía. Empujó suavemente, y luego sólo un poco más fuerte. Mi
primer y segundo beso se combinaron. La presión se detuvo brevemente cuando
escuché a Mayra tomar un breve respiro y luego se reanudó.
Todavía no me moví.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, más fuerte de lo que había latido
cuando estaba tratando de invitarla a salir. Mis manos se apretaron un poco contra
mis piernas mientras la mano de Mayra presionaba contra el lado de mi rostro. Su
tacto era suave, y cuando normalmente me habría apoyado en su palma, todavía no
me moví en absoluto.
El aire fresco que nos rodeaba me rozó la boca mientras Mayra se alejaba y se
sentaba sobre sus talones. Separando mis párpados, me enfoqué en sus rodillas a mi
lado, mi cuerpo aún se alejaba del de ella. Con la mirada fija en sus rodillas, pasé mi
lengua por los labios. Tenían un sabor diferente al que estaba acostumbrado, pero
estaba bien. Estaba mejor que bien.
Estuvo bien.
Realmente bueno.
Los labios de Mayra se movieron entonces. 115
—Lo siento —susurró—. No debería haber hecho eso.
—¿Qué? —murmuré mientras trataba de entender lo que ella decía.
—No debí haberte presionado, Matthew, ¡lo siento mucho!
Pestañeé unas cuantas veces y miré sus ojos, que estaban apretados y llenos de
preocupación. Mirando de regreso a sus labios, me pregunté qué había hecho mal
para hacerle creer que necesitaba disculparse por algo, pero no pude encontrar
ninguna palabra. Volví a lamerme los labios al recordar la presión contra mi boca.
No le había devuelto el beso.
Mierda, mierda, mierda.
Debe creer que yo no quería que lo hiciera o que no me gustó porque no le
había devuelto el beso. Yo era completa y totalmente inexperto, pero ciertamente
había visto suficiente televisión para saber que se supone que debes devolver el beso.
—¿Otra vez? —pregunté en voz baja cuando levanté la vista para encontrar sus
ojos.
Mayra se detuvo y me miró mientras trataba de mantener su mirada. No duré
mucho tiempo, tenía que apartar la mirada después de sólo unos segundos, pero
seguí mirándola a los ojos.
—¿Estás seguro? —preguntó.
—Sí —respondí con un asentimiento.
Todo su cuerpo pareció relajarse un poco mientras se movía en el asiento y
volvía a acercar la mano a mi rostro. Sus dedos pasaron por mi mandíbula y se
asentaron en el cabello de la nuca cuando se inclinó de nuevo. Cerré los ojos hasta
que sentí el toque de sus labios sobre los míos.
Presioné de vuelta.
Despacio.
Con cuidado.
Probando todo.
Por un momento fugaz, me llevaron de vuelta a la primera vez que mi padre
me llevó al gimnasio. Allí había un entrenador que me llevó a la parte de atrás y me
enseñó cómo ponerme los guantes de boxeo y luego cómo golpear la bolsa pesada.
Las primeras veces que la golpeé, se sintió extraño y bien a la vez. Luego, una vez
que conseguí el ritmo, mi entrenador prácticamente tuvo que apartarme para que
me detuviera. 116
Presioné de nuevo, sintiendo sus labios moverse con los míos mientras
aumentaba la fuerza. Sus dedos se envolvieron alrededor de mi cuello, animándome
a moverme más, así que lo hice. Mi cabeza se inclinó hacia un lado mientras la besaba
de nuevo, más fuerte esta vez. Extendí la mano y toqué su pierna, luego corrí por la
parte exterior de su muslo hasta su cadera, donde mis dedos la agarraron justo en el
borde de sus vaqueros.
Mayra jadeó un poco mientras la acercaba a mí, envolviendo mi otro brazo
alrededor de sus hombros y girando mi cabeza en la dirección opuesta al mismo
tiempo. Su lengua tocó mis labios, y no dudé en absoluto en enfrentarla con la mía.
Mejor que el pastel de chocolate.
Su lengua se sentía suave contra la mía, y me encontré subiendo hasta mis
rodillas como ella del otro lado del auto y colocándome algo por encima de ella para
evitar el freno de emergencia entre nosotros. Me dio un mejor ángulo, y lo usé. La
volví a besar, con mi lengua en su boca y mis manos girando su espalda contra el
asiento. Sus piernas se desplegaron desde abajo de ella, y un momento después,
estaba encima de ella en el asiento del conductor, sin quitar mi boca de la suya.
Seguimos besándonos y besándonos y besándonos.
La parte inferior de mi pierna estaba muy incómoda, y uno de mis brazos
estaba como atrapado debajo de su cuerpo, por lo que no podía moverlo, pero mi
otra mano estaba libre. La moví hacia arriba y hacia abajo por su costado mientras
nuestras bocas se movían juntas. Los dedos de Mayra se clavaron en mi cabello con
una sensación que era definitivamente diferente de cuando nos sentábamos a ver la
televisión pero aun así se sentía muy bien. Usó su otra mano para sujetar mi espalda,
lo que me provocó pequeños escalofríos en la piel.
De vez en cuando, hacíamos una pausa para tomar un respiro, pero eso era
todo. Aparte de eso, seguíamos siendo los mismos: las bocas cerradas, los corazones
palpitando y el cuerpo de Mayra clavado debajo del mío en su auto. Nunca quise
que se detuviera, y si lo dejaban por mi cuenta, podría muy bien haber muerto de
hambre en lugar de alejarme.
—Matthew —murmuró Mayra contra mis labios.
—Mayra —respondí, murmurando contra los suyos. Mi mamá había sido
fanática de las novelas diurnos, y estaba bastante seguro de que esa era la respuesta
correcta.
—Matthew... para.
Aspiré un poco de aire mientras me alejaba. Esa sola palabra se sintió como un 117
puñetazo en el pecho, y mi mente comenzó a girar en un círculo en sentido contrario
a las agujas del reloj. Odiaba cuando mi mente giraba en sentido contrario a las
agujas del reloj. Mientras me cernía sobre Mayra y me preguntaba qué había hecho
mal, me di cuenta de la posición en la que nos encontrábamos.
Tenía una pierna sobre su regazo, prácticamente apretándola contra el asiento
de su auto. Las ventanas estaban llenas de vapor y cuando miré el rostro de Mayra,
sus labios estaban rojos e hinchados.
—¡Mierda, mierda, mierda, lo siento! —grité cuando me alejaba de ella y me
puse en el asiento del pasajero.
Mayra inmediatamente se rió. Se enderezó en el asiento y trató de alisarse un
poco el cabello con los dedos.
—¿El qué? —preguntó—. ¿Prácticamente por besarme hasta la muerte? No me
importó en absoluto.
—Dijiste “alto”. —Entrecerré los ojos y miré hacia su hombro, perplejo.
—Matthew, hemos estado en esto por un tiempo, y este asiento no es
exactamente cómodo.
—Oh.
Se inclinó más hacia arriba en el asiento y juntó brevemente nuestros labios.
—¿Qué tal si llevamos esto adentro?
—No nos hemos besado ahí dentro antes —le dije. No podía ni imaginarlo.
—No nos hemos besado aquí antes —señaló Mayra. Movió su mano hacia las
ventanas nubladas y se rió de nuevo.
—No estaba pensando.
—Se supone que no debes pensar en ello —dijo Mayra—. Se supone que debes
dejar que suceda.
—Pero si entramos, estaré pensando en ello.
—No lo hagas. — Mayra se encogió de hombros.
—Tengo que hacerlo. —Me senté con la espalda contra el asiento y me pasé las
manos por el cabello—. Cuando entramos en mi casa, primero hacemos los deberes.
Luego bebemos Coca-Cola en la sala de estar, y luego vemos la televisión. Es lo que
hacemos.
—¿Me estás diciendo que sólo podemos besarnos en mi auto? —Por el rabillo
118
del ojo, podía ver a Mayra mirándome. Estaba sacudiendo su cabeza y
probablemente decidiendo que estaba realmente loco.
—Probablemente no... —Mi voz se desvaneció—. Podría haber otros lugares.
Sólo que... no podemos cuando se supone que debemos hacer esas otras cosas.
Mayra dejó escapar un largo suspiro mientras se desplomaba contra el asiento.
—¿Qué hay de los complementos? —preguntó abruptamente.
—¿Complementos?
—Sí. —Mayra se sentó más derecha y se volvió hacia mí otra vez—. ¿Podría
darte un beso cuando me traigas una Coca-Cola? ¿Como agradecimiento?
Lo pensé un poco. Cuando le llevaba la Coca-Cola que servía, normalmente me
agachaba un poco para colocarla en el posavasos. Nuestras cabezas estaban muy
juntas entonces, y si me giraba un poco, podíamos besarnos.
—Eso podría funcionar —dije con una inclinación de cabeza.
—Me alegra saber que hay espacio para la negociación —dijo Mayra. Se rió en
voz baja—. Entremos y veamos qué podemos hacer porque no he terminado contigo,
Matthew Rohan.
—Bien. —Preguntándome qué quería decir con su última declaración, abrí la
puerta que estaba a mi lado y salí del auto mientras tomaba mi mochila del suelo.
Mientras salía, piqué la forma del pececito una vez más, quizás sólo para tener buena
suerte o algo así, y luego cerré la puerta.
Cuando me volví para ir a la casa, me sentí confundido por la presencia de mi
propio auto en la entrada, estacionado junto al auto de Mayra. Mientras trataba de
averiguar cómo había logrado aparecer allí, por cierto no estaba allí cuando Mayra
y yo llegamos, escuché un sonido a mi izquierda.
Travis estaba apoyado en el capó del auto con los brazos cruzados sobre el
pecho y las cejas levantadas. Tenía una pequeña sonrisa en el rostro cuando me miró
de arriba a abajo y se rascó la parte de atrás de la cabeza con la punta de los dedos.
—¿Teniendo un buen día? —preguntó con una risita.
No podía negarlo, así que respiré profundamente y me enfrenté a mi tío. Antes
de que pudiera decir algo, la voz de Mayra me distrajo.
—¡Oh Dios mío! ¡Mi cabello es un desastre!
Mayra se rió mientras salía del auto e intentaba alisarse el cabello de la parte
de atrás de la cabeza con los dedos. Realmente estaba por todas partes, lo que me
hizo pensar en mi propio e indomable cabello. Pasó alrededor del parachoques 119
delantero, donde tanto sus pasos como su risa se detuvieron abruptamente mientras
miraba hacia arriba con sus amplios ojos marrones a la sonrisa irónica de mi tío.
—Oh, mierda —dijo suavemente.
—Suena bastante apropiado —respondió Travis—. Debe haber sido difícil
conducir con toda esa niebla en las ventanas, ¿eh? ¿Quieres que te revise el
desempañador?
—El desempañador no funciona —respondió Mayra con los ojos todavía llenos
de lágrimas. Me miró de reojo y se mordió el labio—. Es difícil encontrar piezas para
ese modelo.
—Bueno, estás de suerte. —Travis se rió—. Matthew es genial buscando
“partes” en Internet. Estoy segura de que puede localizar lo que necesitas en algún
momento.
Mayra se puso roja, pero no estaba completamente segura de por qué. Travis
me miró y no entendí su expresión mientras sacudía la cabeza y nos hacía un gesto
a los dos para que entráramos. Mayra parecía vacilar, como si pudiera salir
corriendo hacia el bosque, pero bajó la mirada al suelo y todos entramos. Podía sentir
calor en las puntas de mis oídos e intentaba decidir qué lo causaba.
—Se suponía que tenía que averiguar para Beth si lograbas invitar a salir a
Mayra —dijo Travis en voz baja mientras entrábamos en la sala—. Supongo que ya
hemos superado eso, ¿no?
—Um… —No sabía realmente lo que se suponía que debía decir en ese
momento, así que mis siguientes palabras terminaron sonando como una
pregunta—. ¿Vamos a cenar mañana?
—Se supone que debes hacer eso primero —resopló Travis.
Mayra se dejó caer en el sofá, su rostro aún rojo pero sus ojos ahora se
entrecerraron. Cruzó los brazos sobre su pecho y fulminó con la mirada a Travis
mientras él seguía moviendo la cabeza hacia ella y riéndose. Respiró hondo y volvió
los ojos hacia la mesa de café que tenía delante.
—Supongo que ustedes dos realmente están conectando. —Travis se rió. No
pensé que lo había escuchado reírse así antes. No sonaba nada divertido.
—¡Sabes, ya he tenido suficiente de tus insinuaciones! —gritó Mayra de
repente lo suficientemente fuerte para que me asustara un poco—. ¡No es asunto
tuyo de todas formas!
—¡Whoa! —Los ojos de Travis también se entrecerraron, y dio medio paso 120
hacia el sofá—. Tú eres quien dijo que sólo querías ser amiga de mi sobrino, y creo
que entonces te llamé mentirosa. ¿Cuál es tu historia ahora? ¿Esto sigue siendo un
proyecto de ciencias para ti?
—¡Mi historia, así como todo lo demás, no es de tu incumbencia! —gritó
Mayra—. ¡Tú eres el que estaba prácticamente orgulloso cuando pensaste que lo
habías atrapado conmigo antes!
—Por favor, no —murmuré, pero debe haber sido demasiado suave para que
me oyeran porque ninguno de ellos se detuvo.
—Sí, y les pregunté entonces qué planeaban, y querían ser solo amigos y eso.
Ahora lo están haciendo en el auto en la entrada.
—¡No lo estábamos! —le gritó ella—. Y aunque lo hubiéramos hecho ¡no es
asunto tuyo!
Definitivamente había un tema en los comentarios de Mayra.
—¡Es mi sobrino, y eso lo hace de mi incumbencia!
—¡Tiene dieciocho años, y yo también! —dijo Mayra—. ¿Planeas tratarlo como
a un niño pequeño para siempre?
—¿Qué carajo? —gruñó Travis de nuevo—. No tienes ni idea de lo que estás
hablando. No sabes nada de nosotros, y no tienes ni idea de toda la mierda que
hemos pasado como familia. ¡Mierda de la que no podía hablar con
ningún amigo porque ninguno de ustedes, cabrones, le había dado la hora antes!
—¡No lo sabía antes! —le gritó Mayra—. ¿Qué quieres que haga, disculparme
por no haberlo conocido antes? ¿En serio?
—¿Qué tal si te disculpas por toda la mierda que tu gente le ha lanzado toda
su vida? —gritó Travis—. ¿Qué tal por el ojo morado con el que llegó a casa en tercer
grado? ¿Qué tal la vez que alguien sacó todas las cosas de su casillero y las tiró al
piso? ¿Qué tal esa mierda, eh?
—¡Nunca hice nada de eso!
—¡Pero tus amigos lo hicieron!
—¡No tengo ni idea de quién ha hecho eso! —dijo Mayra a la defensiva—. ¡Y si
lo hubiera sabido, los habría detenido!
—¡Oh, claro que sí, como cuando ese imbécil de los Lords le acosaba el otro
día! Recuerdas a los Lords, ¿verdad? Uno de tus amigos, ¿verdad? De hecho, estoy
bastante seguro de que solías salir con él, ¿no?
—Eso no es nada de tu... 121
Travis me miró.
—No siempre —dijo mientras señalaba por el pasillo y presumiblemente hacia
la entrada.
—No te necesitaba entonces —dije. Mi cara se sintió caliente de nuevo. Gire el
borde de la toalla hacia adelante y hacia atrás entre mis dedos, tratando de darles
algo que hacer antes de regresar al sótano.
—No estoy tan seguro —murmuró Travis—. Si ella termina...
—¿Termina qué? —espeté.
—Hiriéndote —respondió finalmente.
—¿Entonces qué? —pregunté. Froté mis dedos contra mis ojos—. ¿Cómo sería
diferente de cualquier otro chico que tienen citas? Si no funciona... bueno, no
funciona. Pero no puedes simplemente entrar e ir hacia ella porque crees que
necesito que me salven.
Travis se rió entre dientes.
—Eso es lo que dijo Bethany.
—Bueno, ¡ella tiene razón!
—Lo sé —admitió—, pero eso no significa que me tenga que gustar.
Dirigí mis ojos a mi tío y sostuve su mirada todo el tiempo que pude.
—No quiero que vuelvas a hablarle así —le dije—. Jamás.
Mi mirada bajó aunque no estaba tratando de mirar hacia otro lado. Fue casi
una acción reflexiva. Traté de mover mis ojos de regreso a su rostro, para enfocarme
un poco más en sus ojos, pero no pude hacerlo.
—Entiendo —dijo Travis con un suspiro—. Trataré de ser amable.
Beth le gritó a Travis que bajara antes de que lo dejara aquí, y Travis se levantó
de la silla y caminó hacia la puerta del dormitorio principal. Antes de entrar al
pasillo, se volvió para mirarme.
—Realmente te gusta, ¿eh?
—Sí —dije. Jugué un poco más con el borde de la toalla.
—¿Y a ella le gustas?
—Creo que sí —respondí.
—Espero que tengas razón —dijo Travis—. Quiero que tengas esto. Sabes eso, 128
¿no? Sé que exagero, pero es solo porque me preocupo.
—Lo sé —le dije—. Sé que solo estás tratando de cuidarme, pero Mayra... ella
me hace sentir bien.
Travis se rió entre dientes.
—Sí, apuesto que sí. —Sonrió y me guiñó un ojo antes de salir.
Tirando las toallas sobre el borde de la pared de la ducha y mi ropa en una
cesta, pisé el tapete junto a la puerta de la ducha. Girando la perilla, obtuve la
temperatura justo antes de entrar. La ducha estaba agradable y humeante, que era
exactamente como me gustaba, cuando cerré la puerta.
No pude evitar que las imágenes de Mayra pasaran por mi cabeza, así que
pensé en besarla nuevamente.
Girando la cara hacia el cabezal de la ducha, cerré los ojos y dejé que el cálido
rocío me cubriera. El calor del agua alejó toda la tensión que había estado sintiendo
junto con el dolor en mis músculos por el ejercicio. Inclinando la cabeza hacia abajo,
respiré hondo antes de salir de debajo del chorro directo y secarme con la toalla que
colgaba sobre la puerta de la ducha.
Llené mi palma con champú, me froté las manos y luego comencé a frotar mi
cabello. Normalmente contaba los segundos mientras me lavaba el cabello, pero no
podía concentrarme. Seguía pensando en Mayra.
Cómo se sentían sus labios contra los míos.
Cómo sabía cuando tenía mi lengua en su boca.
Cómo se sentía tener su cuerpo debajo del mío, prácticamente inmovilizado
debajo de mí mientras sus manos agarraban mi espalda y hombros.
Tragué saliva con fuerza e incliné mi cabeza hacia atrás en el rocío,
manteniendo los ojos cerrados mientras la espuma caía en cascada sobre mi rostro,
cuello y hombros. Me limpié la cara de nuevo. Odiaba la idea de conseguir agua o,
Dios no lo quiera, champú en mis ojos. Agregué acondicionador a mi cabello porque
mamá siempre insistía en ello y luego me eche un puñado de gel de baño en las
manos para trabajar en el resto de mí mientras el acondicionador hacía lo suyo.
Cuando me lavé los brazos, pensé en Mayra agarrándolos mientras se ponía
de puntillas para darme un beso de despedida. Cuando me lavé las piernas, sentí el
ligero dolor en mis muslos al sostenerme sobre ella. Cuando me lavé la cara y el
cuello, me pregunté cómo sería diferente besar su cuello de besar sus labios.
El ritmo de mi respiración aumentó y mis ojos se cerraron de nuevo. Podía
129
sentir el latido rápido de mi corazón dentro de mi pecho y me preguntaba cómo
podría saber si estaba sudando en la ducha. Sabía que la temperatura del agua
parecía un poco más cálida de repente.
También tenía una erección completa.
Como un chico de dieciocho años, había experimentado muchas erecciones
antes. Recordé que mi papá me contaba sobre sueños húmedos y cosas similares
cuando era un niño, y me había despertado algunas veces con esas cosas, aunque
nunca recordé el sueño asociado. Tampoco había olvidado la primera vez que me
tomé con la mano y me masturbé, aunque el acto nunca fue un pasatiempo frecuente.
Esas veces que me había permitido hacerlo, la mujer en mis pensamientos siempre
era sin nombre y sin rostro.
Esta vez no.
Mi mano parecía encontrarse envuelta alrededor de mi polla sin que realmente
lo pensara. Con las imágenes de Mayra debajo de mí en el auto frescas en mi mente,
me escuché sisear mientras me acariciaba de la base a la punta. Pasé mi lengua sobre
mis labios de izquierda a derecha, y casi todavía podía saborearla allí.
Incliné mi cabeza hacia el agua por un momento, enjuagando rápidamente mi
cabello con acondicionador antes de dar un paso atrás y apoyarme contra la fría
pared de azulejos. Mi cuerpo tembló cuando agarré mi erección nuevamente con mi
mano derecha y mi palma izquierda se aplastó en la pared detrás de mí.
En mi cabeza, nos veo a Mayra y a mí saliendo del auto después de nuestra sesión de
besos y entrando a la casa. Ella toma mi mano y me lleva escaleras arriba a mi habitación. Se
da vuelta y camina hacia atrás a través de la puerta, sosteniendo mis manos entre las suyas
mientras se mueve hacia mi cama. Se sienta y se pasa la camisa sobre la cabeza.
Mi respiración aumentó hasta el punto en que prácticamente estaba jadeando.
De la base a la punta, de la punta a la base.
Alcanzo detrás de ella y desengancho hábilmente su sujetador, pero los detalles de su
carne expuesta no están claros. Mis manos todavía encuentran su piel suave y cálida, y mi
boca encuentra sus labios esperando.
La humedad de mi lengua se unió a la humedad de la ducha mientras me lamía
los labios, tragaba y acariciaba de nuevo, de base a punta, de punta a base. Con la
espalda apoyada contra la pared, moví mi mano libre hacia el brazo opuesto,
hombro a muñeca, muñeca a hombro.
Nuestra ropa se fue, y ella está debajo de mí en la cama. Levanta la mano y toma mi
130
cabeza en sus manos, acariciando mis mejillas, hasta mi mandíbula y cuello.
Mis dedos bailaron sobre mi piel, imaginando su ligero toque en mi rostro y
hombro. Mi mano y mis dedos imitan lo que ella hace en mi mente cuando siento
un nudo en el fondo de mi estómago.
Sus manos se deslizan sobre la piel de mi pecho y bajan hasta mi estómago. Traza los
contornos de mis músculos abdominales antes de que su mano baje. Sus dedos rodean mi
polla mientras extiende sus piernas ante mí. Ella me guía entre sus muslos.
Terminé sorprendido por la repentina intensidad de las sensaciones corriendo
por mi cuerpo. Moví mi mano más rápido sobre mi polla, agarrándola un poco a
medida que me movía de punta a base, de base a punta. Mi espalda se arqueó lejos
de la fría pared de azulejos, y mi otra mano agarró la parte superior de mi muslo.
De punta a base, de base a punta.
Estoy dentro de ella, y es cálido y suave, y siento...
Un gruñido audible escapó cuando mis piernas temblaron y mis bolas se
apretaron contra mi cuerpo. Una vibración rápida e intensa resonó a través de mi
piel hasta que se concentró entre mis piernas. Con un último estremecimiento, me
vine en el piso de la ducha con mucha más fuerza de la que recordaba haber sentido
antes.
Casi me caigo.
—Mierda —murmuré. Mis manos continuaron temblando un poco mientras
trataba de recuperar el aliento y mantener el equilibrio. Me sentí mareado, como si
toda la sangre hubiera desaparecido de mi cerebro. Tal vez así fue. Volví a la
corriente de agua y me lavé de nuevo, todavía aturdido.
Rápidamente salí de la ducha y me puse un pantalón de pijama que ahora eran
demasiado cortos para mí. Tenían imágenes de Bob Esponja, por amor de Dios, pero
no me desharía de ellos porque mi madre me los había comprado cuando tenía
catorce años más o menos, y todavía me gustaban. Me sequé el cabello con una toalla
y luego me metí en la cama, aún un poco asustado de que mis piernas me tiraran.
La masturbación no se había sentido así antes.
Mi corazón comenzó a latir de nuevo solo de pensarlo. Un par de minutos
después, estaba duro como una roca y mi mano ya había encontrado su camino en
mi pantalón.
Nop, definitivamente no se había sentido así antes.
¿Y terminar el día con pensamientos de Mayra? Una Ganancia definitiva.
131
Capítulo 9
Casi la primera cita
Hubo varias veces en mi vida cuando pensé que Dios me odiaba. Recordé
hablar con mi madre al respecto un par de veces, preguntándole por qué Él me hizo
como lo hizo. Ella siempre insistió en que era especial por una razón y que Dios
nunca nos hacía pasar por algo en la vida que no pudiéramos manejar. El día
siguiente fue uno de esos días en que pensé que todo eso era una mierda.
Al lado del día en que murieron mis padres, fue el peor día de mi vida.
Comenzó bastante bien. No tenía tarea, así que logré hacer todas las 132
actualizaciones de mi sitio web antes del mediodía. También era día de pago, así que
transferí de mi cuenta de PayPal a mi cuenta bancaria todo el dinero que recabé de
los propietarios del sitio web, lo que me dio mucho dinero para llevar a Mayra a
cenar a Cincinnati.
Todo comenzó a ir cuesta abajo justo después de regresar del banco,
comenzando con la llamada telefónica de Mayra.
—¡Hola! —canturreo ella—. ¿Estás listo para esta noche?
—En realidad, no —admití—. No sé qué debo ponerme.
Mayra se rió.
—Es solo Olive Garden —me dijo—. No creo que requieran una chaqueta y
corbata.
—Lo sé —le dije— solo quería... no sé...
Mi voz se apagó. Me di cuenta de que probablemente debería haber tenido esta
conversación con mi tía, no mi cita real.
—Si ayuda, solo estoy usando unos vaqueros decentes y una blusa.
—Sí —dije con un gesto inútil hacia el teléfono—. Eso ayuda.
—Solo hay una cosa —dijo Mayra. Algo en su tono de voz me puso tenso antes
de que las palabras salieran de su boca—. Mi papá dice que tiene que conocerte antes
de que salgamos. Lo sé. Es tonto, pero él es así.
—Tu papá —tragué con fuerza para no ahogarme—, ¿quiere conocerme?
—Sí, está insistiendo en ello.
Comencé a hiperventilar, y apenas podía escuchar a Mayra preguntando si eso
iba a estar bien y yo diciendo que estaba bien para que pudiera colgar el teléfono y
sentarme con la cabeza entre las piernas antes de desmayarme.
No ayudó mucho, y mi cabeza continuó nadando.
Traté de no insistir en eso dentro de mi mente, realmente lo hice. Traté de
ponerme nervioso sobre qué camisa usar con mis vaqueros negros y qué zapatos
serían los mejores con todo. Incluso cogí el teléfono diez veces para llamar a Bethany
en busca de ayuda, pero no marqué. Si lo hiciera, ella definitivamente escucharía el
pánico que sentía por teléfono, y luego estaría aquí cinco minutos después. No
quería que ella viniera. Quería hacer esto solo. Le dije a Travis que no necesitaba
ayuda, y estaba decidido a hacerlo todo solo, incluso si eso significaba ir a la casa de
Mayra para conocer a su padre.
133
El padre de Mayra era algún tipo de vendedor. No estaba seguro de a qué se
dedicaba exactamente, pero sabía cuál era su pasatiempo: cazar. Incluso fue a las
montañas y cazó osos. A menudo se le representaba en el periódico local con una
especie de súper cazador, era muy conocido y respetado en la ciudad.
Tenía que tener muchas armas en la casa.
Mierda, mierda, mierda.
Bien, sabía que no me iba a disparar, pero ¿y si me odiaba? ¿Qué pasaría si él
pensara que yo era raro y le dijera a Mayra que no podía salir conmigo?
Probablemente querría que le diera la mano y lo mirara a los ojos también. Si no
hacía eso, estaba obligado a pensar que algo estaba mal conmigo.
¿Qué le había dicho Mayra de mí? ¿Él sabía que tenía ataques de pánico, que
me asustaba en la escuela de forma semi-regular o que golpeaba una bolsa pesada
cuando llegaba a ser demasiado? ¿Le preocuparía que me enojara y golpeara a
Mayra?
Nunca, nunca haría algo así, pero ¿y si él pensara que lo haría? ¿Qué pasaría si
me preguntara al respecto y yo dudara? Ciertamente dudaría porque solo pensar en
la pregunta potencial era suficiente para comenzar a enloquecer nuevamente.
Me puse una de las camisas en mi mano y metí los pies en mis Converses
blanco y negro. No podría pensar en lo que debería llevar puesto en este momento.
Por otra parte, la ropa probablemente cuenta hasta donde llegan las primeras
impresiones, y él se daría cuenta de lo que llevaba puesto. Tiré la camisa azul de
vuelta al cajón y agarré la verde.
A los cazadores les gusta el verde, ¿verdad? No poseía nada con un patrón de
camuflaje.
Para cuando estaba en mi camino de entrada, sentado en mi auto, ni siquiera
podía girar la llave en el encendido. Mis palmas sudaban. Me latía la cabeza y mis
ojos comenzaban a llorar.
—No hagas esto; no hagas esto —me susurré. Intenté tomar algunas
respiraciones profundas, pero terminaron sonando como jadeos. Puse mi mano
izquierda sobre mi pecho y empujé contra mi esternón. No estaba seguro si estaba
tratando de ayudarme a respirar normalmente o simplemente evitar que mis
entrañas escaparan. Traté de obtener mi mano derecha para girar la llave, pero no
me escuchó.
Eché un vistazo al reloj en el auto. Tendría que irme casi de inmediato para
134
llegar a tiempo a la casa de Mayra.
—No, no, no —murmuré. Intenté con la llave otra vez, pero mi mano temblaba
demasiado para que girarla.
Cambia la escena, recordé que mi terapeuta me dijo. Si las cosas llegan a ser
demasiado, haz algo diferente.
Salí del auto y comencé a caminar de un lado a otro en el camino de entrada.
Me pasé las manos por la cara, tratando de calmarme. Solo tenía que ir allí y
encontrarme con él, eso era todo. Sesenta segundos de ¿Cómo te va? y Mayra y yo
podríamos estar en nuestra cita.
Cita.
Solo había logrado mantenerme tranquilo con respecto a la cita en sí porque la
idea de conocer a su padre era muy abrumadora. Antes de la llamada de Mayra,
tenía suficientes distracciones, y me gustaba la idea de verla incluso si el entorno era
diferente. Además, Bethany me había dado muchas ideas sobre cosas de las que
hablar durante el viaje. Nunca le había preguntado a Mayra nada sobre el equipo de
fútbol solo para poder guardar la conversación de esta noche.
Tal vez ella podría venir a mi casa en su lugar.
No hice reservas en el restaurante.
Mierda, mierda, mierda.
Apreté las yemas de mis dedos en mis ojos mientras me apoyaba contra el auto
e intentaba convencerme de que era normal estar nervioso por conocer al padre de
tu novia, y no tenía que preocuparme por eso.
¿Novia?
Pasé un par de minutos preguntándome si esa era la palabra correcta o no.
Pensé que lo era. Quiero decir, ella vino casi todos los días y me besó. Estaba bastante
seguro de que eso la convirtió en mi novia, pero probablemente debería confirmarlo
con ella.
Es decir, si pudiera llegar a su casa.
—Estás siendo estúpido —me gruñí cuando regresé al auto. Apreté los dientes
y giré la llave. El auto cobró vida y logré ponerlo en reversa, pero no pude quitar el
pie del freno.
Un paso a la vez.
Cerré los ojos e intenté respirar lentamente de nuevo. Todo lo que tenía que 135
hacer era conducir hasta allí. Ni siquiera estaba tan lejos, y conducía la mayor parte
del camino hasta allí cuando iba a la escuela. Por supuesto, no había estado
conduciendo hasta la escuela últimamente desde que Mayra me recogía.
Apretando más el volante, quité el pie del freno y salí del camino de entrada.
Seguí concentrándome en el acto de conducir a la casa de Mayra en lugar de lo que
sucedería una vez que llegara allí. La conducción fue difícil, pero lo había hecho
antes, y me concentré en usar mis señales de giro correctamente y mantenerme
exactamente en el límite de velocidad. Por supuesto, tan pronto como llegué a su
casa, pase junto a ella.
La mera idea de detenerme era paralizante.
Pasé aproximadamente media kilometro más allá de la casa Trevino y me
detuve en una calle lateral. Lentamente estacioné el auto y apagué el motor. Por un
momento, solo miré por el parabrisas delantero, pero después de un minuto de eso,
ajusté el asiento para que quedara casi plano. Me acurruqué de lado y comencé a
temblar.
No podía tener lo que otras personas tenían, así que me rendí.
El tiempo se detuvo, comenzó de nuevo y luego se volvió irrelevante mientras
me recostaba de lado en el asiento del conductor del auto, sin mirar a nada. Mi
corazón latía rápidamente en mi pecho, y mis respiraciones se convirtieron en jadeos
cortos y laboriosos. Por un tiempo, mi cuerpo se sacudió aunque eso gradualmente
desapareció a medida que el agotamiento se hizo cargo.
En algún momento, oscureció y comenzó a llover.
Mi respiración se había ralentizado un poco, pero mi corazón todavía estaba
acelerado. Más que nada, me sentí rígido y entumecido. Fui tan patético como pude
ser. Era ridículo pensar que en realidad podría tratar de tener una relación normal
con una chica. Por supuesto que su padre querría conocerme. Quiero decir, me
dejaría llevar a su hija fuera de la ciudad durante varias horas. ¿Qué padre no
querría conocer al chico con el que iba a estar?
Ni siquiera pude subir a la puerta principal.
Ni siquiera pude estacionar en el camino de entrada.
Ni siquiera pude detener el auto.
Mayra era definitivamente una persona muy especial, y se merecía lo mejor.
Ese no era yo. Ella merecía estar con alguien que no la asustara solo porque
tenía una discusión frente a él o porque quería ver televisión antes de hacer la tarea.
136
Me estremecí un poco ante la idea.
Ella era digna de alguien que podía darle cualquier cosa, y yo ni siquiera podía
ofrecerle una cita normal donde yo fuera a la puerta, le diera la mano a su padre, lo
llamara "señor" y le prometiera regresar a su hija a medianoche, todo con una sonrisa
en mi rostro. No podría haber hecho nada de eso.
Extendí la mano al azar para abrir el pequeño compartimento de plástico
diseñado para contener el cambio. Dentro había una pequeña tapa azul de una
botella de agua. Mi papá solía beber agua embotellada constantemente cuando
mamá no estaba mirando. Ella dijo que era demasiado caro, pero él afirmaba que
sabía mejor, así que compraría agua embotellada en la máquina expendedora en el
trabajo y la bebería de camino a casa.
Recordé cómo desenroscaría hábilmente la tapa con una mano y manejaba con
la otra. Siempre me asustaba cuando quitaba una mano del volante, pero podía
hacerlo tan rápido que apenas lo notaría. Bebería todo y se golpearía los labios
cuando terminara. Luego se olvidaría y dejaría la pequeña tapa dentro del auto
cuando llevaba la botella a la papelera de reciclaje en la estación de servicio cerca de
la casa y entraba en pánico toda la noche, pensando que mamá lo encontraría.
Saqué la tapa con los dedos y la agarré con el puño, pensando en la forma en
que mi padre se sonrojaría y se vería culpable cuando mi madre pasara. Ella sabría
que él estaba tramando algo y que deliberadamente haría cosas para agitarlo hasta
que confesara. Todavía lo volvería a hacer al día siguiente.
Siempre terminaban sonriendo, riendo y abrazados.
Mayra también se lo merecía, y no iba a conseguir nada así conmigo. No sería
capaz de bromear con ella sobre ese tipo de cosas, y si me molestara, incluso en
broma, probablemente me desmoronaría como el idiota que era.
Quiero decir, realmente, ¿qué tenía para ofrecerle a Mayra?
Tienes mucho que ofrecer...
La voz de mi padre sonó en mi cabeza cuando recordé una conversación que
tuvimos cuando tenía unos quince años. Estábamos en el auto de regreso de
Cincinnati, donde me había reunido con un nuevo terapeuta especializado. Se
suponía que debía probar nuevas formas de entablar conversación con la gente, y
ella me había dicho que eligiera un tema diferente a la semana anterior y que se lo
contara a alguien.
—Hay una nueva niña en mi clase —le dije a mi padre.
—¿Oh sí? ¿Cómo se llama? —me preguntó papá. 137
—Lo hice para Matthew —dijo Mayra simplemente. Podía oírla reírse en voz
baja—. Apuesto a que él compartiría si se lo pidieras amablemente.
—¿Y bien, Matthew? —preguntó el señor Trevino—. ¿Crees que puedes
prescindir de una pieza?
—Oh, um... claro —murmuré—. Quiero decir, por supuesto, señor.
El señor Trevino se rió también, su risa muy parecida a la de Mayra.
—Bueno, es algo bueno —añadió—, porque si no tendría que empezar a
cobrarle el pastel como alquiler de sofá y televisión.
Eché un vistazo al señor Trevino y luego a Mayra. Ambos se reían a carcajadas,
pero no estaba completamente seguro de cuál era la broma. El humor no siempre
me resultaba fácil, y a menudo lo que me parecía gracioso no era lo que los demás
parecían encontrar gracioso. Sin embargo, Mayra y su padre no parecían reírse de mí
ni nada, así que sonreí un poco y traté de no pensar demasiado en ser atrapado por
el padre de Mayra en su casa.
En realidad, no parecía importarle.
Varias horas y la mayor parte de un juego de los Reds después, salí con los dos
últimos trozos de pastel de chocolate en un pequeño contenedor de Tupperware. Me
subí a mi auto, coloqué el recipiente en el asiento del pasajero con cuidado para que
no se cayera al doblar las esquinas, y me fui a casa con una sonrisa en el rostro.
Lo que me hizo más feliz fue lo normal que parecía todo.
No podía pensar en nada más, así que me fui a la cama y soñé con la casa de
Mayra.
Ganancia.
157
Capítulo 11
El conflicto no es lo mío
—¿Quieres repasarlo de nuevo? —preguntó Mayra mientras miraba por
encima de su hombro y de nuevo a mi camino de entrada.
Tuve que preguntarme si era la persona más paciente en la tierra o si solo
estaba siendo comprensiva conmigo por otra razón. Toqué la pequeña figura de pez
en la puerta del pasajero de su Porsche y respondí de forma afirmativa.
—No vamos a contener nada —me dijo—. Va a ser obvio para todos en la
escuela que nos vean que somos pareja. Después de que estacioné, caminaremos a 158
la escuela juntos, y voy a sostener tu mano. Iremos a tu casillero. Voy a darte un beso
en la mejilla, entonces pasaremos por tu día como usualmente hacemos. Comeremos
el almuerzo juntos, vamos a ecología y entonces de nuevo a tu casa para la tarea,
televisión y besuquearnos en el sofá.
Me reí. No había lanzado la última parte antes, pero definitivamente me daba
algo que esperar más tarde porque los siguientes minutos iban a ser duros.
—Y —dijo Mayra con autoridad—. Vas a estar bien con todo eso.
—¿Estás segura? —pregunté.
—Positivo —respondió.
—¿Y después de volver a casa pero antes de la tarea?
—Pastel.
Sonreí ampliamente. Era mi parte favorita de todo el plan.
—Pero solo si te mantienes calmado hoy.
—Lo sé. —Tomé una respiración profunda y asentí para mí.
Iba a hacer esto.
Por pastel.
Mayra suspiró y se dio vuelta a la calle donde estaba nuestra escuela. Estuvo
en silencio por un minuto, y repasé como sería la primera parte del día. Sabía que la
gente iba a mirarnos, y sabía que iban a hablar y preguntarse por qué en el mundo
una chica como Mayra estaría con un chico como yo. Sabía eso, y me ponía tan
nervioso como podía estar.
—Quiero estar contigo —dijo Mayra en voz baja, y levanté la mirada,
preguntándome si podía leerme la mente—. Cualquiera que te dé una oportunidad
va a saber por qué estoy contigo.
Miré por la ventana del pasajero y lo contemplé por un momento.
—Un montón de personas no —dije finalmente—. Quiero decir, algunos lo han
intentado, pero puedo ser muy difícil.
Mayra se rió
—Sí, sí puedes —agrego ella—. Al final eres maravilloso, sin embargo. Solo
necesitas que te den la oportunidad de mostrarles eso a las personas. Además, no te
das cuenta de cómo hablan de ti las chicas de la escuela.
—¿Qué? —Estreché los ojos y la miré de lado.
159
—Matthew… ¿cómo puedo decir esto? —Mayra tomó una respiración
profunda y exhaló de nuevo lentamente—. Eres hermoso. Cada chica en la escuela
piensa eso, y voy a ser la envidia de la mitad de la población de la preparatoria de
Talawanda.
Recordé lo que Bethany me había mostrado en su página de Facebook, pero
entramos al estacionamiento de la escuela antes de poder hablar de eso
verdaderamente. Sentí mi corazón comenzar a latir más rápido mientras
estacionábamos y Mayra apagaba el motor.
—¿Estás listo? —me preguntó.
—No —dije de forma tajante.
—¿Estás tan listo como puedes estar? —presionó.
—Probablemente.
—¡Está bien entonces! —Mayra se quitó el cinturón de seguridad mientras me
quedaba quieto, tratando de tomar muchas respiraciones profundas. Podía verla
recogiendo su mochila para acomodarla sobre su hombro, pero aun así no me moví.
Sentí su toque contra mi brazo mientras comenzaba a hablar suavemente.
—No tenemos que tomarnos de la mano —dijo en voz baja—. Podemos solo
entrar como siempre si no estás listo. No quiero empujarte demasiado. Sabes eso,
¿verdad?
—Lo sé —respondí. Pensé en eso por un momento, y Mayra esperó
pacientemente a que continuara—. Quiero caminar contigo. Quiero que todos sepan
que estamos juntos. Solo… no me gusta que las personas me miren, y van a hacerlo.
—Podemos esperar hasta mañana.
Miré hacia ella y entonces por la ventana.
—¿Sería distinto entonces?
—Probablemente no.
—Supongo que entonces deberíamos hacerlo ahora.
Mayra abrió la puerta, caminó hacia mi lado del auto y esperó a que saliera.
Toqué dos veces la figura de pescado, definitivamente se había vuelto un hábito, y
ni siquiera podía decir por qué, antes de salir y envolver tentativamente sus dedos
con los míos. Con una rápida mirada a sus ojos y un gran suspiro, comenzamos a
avanzar hacia la entrada, mano con mano.
160
Mayra se acercó un poco a mí mientras unos cuantos de la multitud de
estudiantes se detenían a mirar fijamente. Mantuve los ojos en el suelo, pero aún
podía sentir sus miradas mientras se fijaban en nuestras manos unidas. Mayra
mantuvo la cabeza en alto con una sonrisa en su rostro, pero yo solo mantuve la
cabeza abajo y traté de moverme rápidamente.
Una vez que llegamos a mi casillero, sentí que podía dejar salir el aliento que
estuve conteniendo. En este punto, la mayoría de los chicos estaban ya sea
susurrando en pequeños grupos o tratando de parecer desinteresados mientras
pasaban cerca para escucharlos hablar entre nosotros.
—¿Cómo lo estás haciendo? —preguntó Mayra en un susurro.
—Bien, supongo —respondí. No sonaba muy convincente—. Todos están
hablando de nosotros.
—No todos —dijo Mayra con un movimiento por encima de mi hombro.
Miré de nuevo para ver a un chico golpeando su combinación en el casillero
mientras trataba de abrirlo. Mientras estaba mirando, él volteó hacia nosotros y su
boca cayó abierta.
—Bueno, probablemente va a comenzar ahora —dijo Mayra con un suspiro.
Volví mi atención al contenido del casillero, me aseguré de que todo estuviera
en su lugar y acomodé unas cuantas cosas solo para estar seguro. El acto me relajó
un poco, y cuando me enderecé con los papeles y libros que necesitaba para mis
primeras dos clases, vi el rostro sonriente de Mayra.
—Estás haciéndolo maravillosamente —dijo a través de su sonrisa—. Estoy
orgullosa de ti.
No pude evitar devolverle la sonrisa, y pensé que no podía encontrar las
palabras para decirle cuánto significaba su apoyo para mí, traté de sostener su
mirada un poco más para mostrarle cómo me sentía. Ella pareció notarlo, y sus
manos apretaron ligeramente las mías antes de que se parara de puntillas y tocara
mi mejilla con sus labios.
—Cada chica de aquí esta tan celosa de mí en este momento —susurró en mi
oído—. Prácticamente puedo escucharlo en sus pasos. En su momento, vas a
mostrarles a todos lo maravilloso que eres.
—No estoy convencido de eso —respondí, mirando de nuevo sus ojos cafés.
Miré de nuevo los papeles que estaba sosteniendo y solté su mano el tiempo
suficiente para pasar los dedos por mi cabello—. No estoy seguro de que te des
cuenta del dolor en el culo que puedo ser.
161
Mayra se rió mientras ponía la mano en mi brazo.
—Oh, no estés tan seguro —dijo con una enorme sonrisa que devolví. Me dio
otro rápido beso antes de liberar mi brazo y dirigirse por el pasillo a su primera clase.
Las personas seguían mirándome, algunos con expresiones de sorpresa, otros
con asombro y algunos con confusión. No miré a ninguno de ellos mientras me
volvía en la dirección opuesta y caminaba rápidamente a mi primera clase. Si aún
estuvieran mirándome, me hubieran visto sonreír.
Más tarde, me detuve en mi casillero para intercambiar libros y encontré a Joe
recargado junto al casillero a lado del mío.
—¿Entonces es verdad? —preguntó.
—¿Qué es verdad? —Bajé la mirada a mi candado mientras metía la
combinación pero no pude evitar que las esquinas de mi boca se levantaran, lo que
habían estado haciendo por voluntad propia toda la mañana.
—¿Qué es verdad? —dijo Joe en tono de broma. Rodó los ojos y cruzó los
brazos encima de su pecho—. Matthew Rohan, ¿estás tratando de ser escurridizo o
tímido o lo que sea? Porque estás fallando totalmente.
Traté de esconder mi creciente sonrisa detrás de la puerta del casillero.
—Es verdad —dijo Joe con un asentimiento—. Maldita sea, no me di cuenta de
que eras tan impresionante hablando sobre abejas.
Se rió, y yo solo me encogí de hombros y seguí sonriendo como idiota. Había
un montón de murmullos y miradas hacia mí mientras Joe y yo íbamos a nuestra
clase de inglés. Estaba esforzándome por ignorarlos.
—Ella es sexy —dijo de repente Joe.
—¿Qué? —miré de reojo hacia él.
—Mayra Trevino, ella es sexy —dijo Joe de nuevo.
Mis mejillas se sintieron calientes mientras seguía mirando mis pies y tratando
de ponerle algo de sentido a los sentimientos mezclados que las palabras de Joe
habían generado. Primero, en todo lo que podía pensar era en las personas de la
escuela, viéndome caminar con ella, alguien que era considerada “sexy”. Me
pregunté qué estaban pensando de Mayra y yo, lo que era raro para mí. No tendía a
considerar lo que otras personas podrían pensar porque la mayoría del tiempo, ya
sabía que pensaban que estaba loco o algo. Ahora todos estaban hablando de que
estaba con Mayra Trevino, una chica “sexy”, y también recordé lo que Mayra había
162
dicho acerca de mí justo antes de ir a la escuela. Ella pensaba que yo era hermoso.
Me gustaba eso.
No estaba completamente seguro de creerle, pero todos estaban sesgados hacia
una opinión. Mi papá había amado las piñas y champiñones en su pizza, lo que era
lo peor que yo había probado, pero era su favorito. A las personas les gustaban
diferentes cosas, así que tal vez Mayra realmente pensaba en mí. Definitivamente
estaba de acuerdo con Joe con respecto a Mayra a pesar de que no me refería solo a
su aspecto. Mayra era hermosa, pero había mucho más en ella que solo eso. Había
un montón de cosas detrás de su hermoso rostro.
Mis pensamientos siguieron por esa línea mientras nos movíamos dentro del
salón de clases y tomábamos asiento.
Joe solo estaba pensando en la apariencia física de Mayra, pero no creía que la
conociera en realidad. Se estaba refiriendo solo a su apariencia cuando dijo que
Mayra era sexy. Decir que alguien era sexy era otra forma de decir que te gustaba su
aspecto, y Mayra parecía linda para Joe. Eso significa que él pensaba que era
atractiva. Estaba atraído por ella.
Y no me gustó eso.
Tampoco tenía idea de cómo responder a la presión en mi estómago y la casi
enferma sensación que llegó a mi garganta con sabor a bilis en mi boca. El calor que
había estado en mis mejillas pareció moverse a mis manos, e incluso mientras nos
sentábamos en nuestras sillas, tuve el más extraño deseo de golpear a Joe en la cara.
Negué con la cabeza, mi cabello cayendo sobre mi frente. Era lo
suficientemente distractor como para sacarme de esos pensamientos, y empujé el
cabello hacia atrás, Joe se dio la vuelta en el asiento frente a mí y me miró
confundido.
—Lords va a estar enojado, sabes —me recordó Joe.
Honestamente no había pensado en eso. Justin Lords había estado en mis
pensamientos unas cuantas veces mientras me preguntaba por qué Mayra salió con
él por tanto tiempo, pero no había pensado en la conversación que tuvimos en el
almuerzo un par de semanas atrás. Dijo que iba a tratar de recuperar a Mayra a
tiempo para el baile. Me había olvidado por completo de eso.
—Él aún quiere llevar a Mayra al baile —dije en voz baja. Todos los
pensamientos de estar enojado ante el comentario de Joe en el pasillo desaparecieron
mientras consideraba a Lords pidiéndole a Mayra ir al baile y a Mayra diciéndole
que sí.
163
No sí a mí, como había dicho a nuestra cita, sino sí a Justin Lords.
A mí definitiva, definitivamente no me gustó eso.
—Debería pedirle ir al baile —dije en voz alta.
Joe inclinó la cabeza a un costado.
—¿No lo has hecho aún?
—No.
—Bueno, ¿a dónde la has llevado?
—Um, a ningún lado —admití—. Aún no.
—¡Amigo! —Joe dejó salir un silbido bajo—. Mejor que arregles esa mierda
antes de que se canse de esperarte.
Joe definitivamente tenía razón. Sin duda, aún le debía una cita a Mayra, y
como su novio, necesitaba planear cosas más divertidas para el futuro. No había
considerado el baile, pero estaba a solo unas semanas, y probablemente debería
pedirle que me acompañara también. Miré la nuca de Joe, simultáneamente
agradecido de que lo hubiera mencionado y aun así un poco enojado de que pensara
que Mayra era Sexy.
Iba a tener que poner todo esto en mi presupuesto, también.
Más tarde, sentí mi pulso acelerarse un poco mientras sacaba mi almuerzo del
casillero y me dirigía a la cafetería. No había visto a Mayra desde esa mañana, y
sabía que teníamos que almorzar juntos. No había comido más que con Joe todo el
año, y traté de mantenerlo junto cuando me di cuenta de que Mayra y yo no
habíamos discutido dónde íbamos a sentarnos. ¿Vendría ella a mi asiento usual, o
se suponía que yo fuera a su mesa?
Decidí pasar más tiempo en la línea de personas comprando en la escuela el
almuerzo para esperar a Mayra. Pretendía decirle que prefería que viniera a sentarse
con Joe y conmigo, pero no estaba seguro de cómo se sentiría al respecto. Mayra
siempre comía en una mesa llena de otras chicas, la mayoría de su equipo de fútbol,
y unos cuantos chicos también.
Moví los pies adelante y atrás un poco mientras las personas comenzaban a
amontonarse en la cafetería. Aún no había visto a Mayra, pero su casillero estaba en
el pasillo más alejado de la cafetería, así que no era sorprendente que le tomara un
rato llegar aquí. Joe ya estaba sentado a la mesa de siempre, y me imaginé que debía
al menos decirle que iba a comer con Mayra.
Mientras avanzaba hacia la mesa, sentí un agudo dolor en el tobillo y el piso 164
estaba de repente muy cerca de mi rostro. Me las arreglé para poner las manos frente
a mí antes de golpear el piso, pero mi almuerzo fue aplastado debajo de mí y mis
rodillas golpearon el piso fuerte. Pude escuchar una risa detrás de mí, y supe que
era Justin Lords antes de siquiera levantar la mirada.
—Necesitas cuidar por donde vas —dijo mientras me sentaba—. Te metiste en
territorio del hombre equivocado, y podrías lastimarte.
Comencé a levantarme cuando me volvió a empujar al piso con una mano en
el hombro.
—Soy el hombre equivocado, maldito fenómeno.
Hay algún tipo de regla en la preparatoria sobre las reglas siendo rotas cuando
los maestros no ven. En ese punto, no había un solo adulto en el área excepto por las
damas del comedor sirviendo puré en bandejas de plástico. También sabía la
segunda ley que iba con la anterior: si me vengara, era entonces cuando un maestro
entraría a la habitación.
Tanto como quería golpear a Lords en ese momento, sabía que no podía. Era
contra las reglas de la escuela, y tenía dieciocho, lo que significaba que
potencialmente podía ser acusado de lesiones. Por supuesto que él había
comenzado, pero no iba a ser capaz de probar que me había hecho tropezar a
propósito.
No podía golpearlo, así que solo me alejé y me senté con Joe.
Realmente no tenía intenciones de decirle a Mayra sobre mi encuentro con
Justin Lords, no porque no quisiera que lo supiera, pero tendía a dejar ese tipo de
cosas en el pasado y no me enfrascaba mucho en ellas. Pensar en esas cosas o actuar
sobre ellas no traía nada más que miseria adicional. Hablarle a Mayra de eso solo lo
traería al presente de nuevo, y evitaba ese tipo de conflictos.
Joe no tenía tendencias similares, aparentemente.
—¿Entonces que van a hacer ustedes dos con respecto a Lords? —preguntó
mientras Mayra se sentaba en nuestra mesa. Acababa de comenzar a sacar mi
ligeramente aplastado sándwich y acomodar mis zanahorias. Estaba muy seguro de
que había un moretón en mi pecho de donde caí sobre mi manzana, pero la manzana
en sí parecía bien.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Mayra.
Joe continúo antes de que pudiera detenerlo.
—Bueno, él hizo tropezar a Matthew y lo empujó —escupió—. Dudo que haya 165
terminado con eso. Le dijo a Matthew que se mantuviera lejos de ti, y eso fue antes
de que salieran del closet.
Él se rió, y los ojos de Mayra se movieron hacia mí. Jugué con mi pan aplastado,
rehusándome a encontrar su mirada. Podía sentirla mirándome, y parecía que había
calor irradiando de su cuerpo al mío.
—Ese hijo de perra —murmuró. Estaba fuera del banco y marchando a través
de la cafetería en la misma cantidad de tiempo que me toó abrir la bolsa de plástico
con mis zanahorias.
—Mierda —murmuró Joe—. Ella está enojada.
Levanté la mirada y vi a Mayra marchando directamente a la mesa donde
Justin estaba sentado con algunos de sus amigos de fútbol. No tenía idea de lo que
planeaba, pero me sentí obligado a seguirla y tratar de detenerla de… bueno, lo que
sea que pensara hacer. Puse mis zanahorias a lado del sándwich y la seguí
lentamente.
—¿Qué carajos está mal contigo? —Mayra estaba agachándose frente a Justin
con las palmas planas sobre la mesa. Él inclinó la silla para que se balanceara en dos
piernas y le sonrió.
—Ni idea de qué quieres decir, nena —respondió con una enorme sonrisa—.
Tanto como puedo decir, soy perfecto.
Sus amigos se rieron, y Mayra siguió con su discurso.
—¡Déjanos a Matthew y a mí en paz! —ordenó. Levantó las manos de la mesa
y sacudió un dedo hacia el—. No quiero tener nada que ver contigo, ¡y lo sabes!
Pensé que íbamos a tratar de ser amigos, pero veo que vas a volverlo imposible.
El agudo sonido de las patas frontales de la silla de Justin golpeando el suelo
mientras se enderezaba lleno la cafetería y me hizo saltar. Un montón de
conversaciones a nuestro alrededor terminaron en ese momento, y la sala quedó en
silencio. Cuando levanté la mirada a él, había una mirada en los ojos de Justin que
no me gustaba para nada. Estaba más allá de la mirada normal de alguien que solo
quería mostrarles a sus amigos lo asombroso que era al molestar a otros. Volví a
bajar la mirada, incapaz de mantenerle la mirada. Su expresión estaba llena de
malicia, y de repente no quería a Mayra cerca de él. Me estiré y tomé su brazo,
tratando de obligarla a que se alejara.
—Oh, nosotros nunca vamos a ser amigos —espetó Justin mientras se acercaba
a ella. Mantuve mi agarre en su brazo, pero Mayra se rehúso a moverse—. Nunca
solo amigos. 166
Fue entonces cuando empezaron a gritarse el uno al otro.
—Tú, pedazo de mierda…
—Pequeña zorra frígida…
—¡Maldito bastardo!
Jalé el brazo de Mayra con algo de fuerza, decidiendo que era mejor alejarla
antes de capturar la atención de los profesores, si no lo habíamos hecho ya. Además,
aún no me gustaba para nada la mirada de Justin, y quería alejarla de él lo más
rápido posible. Ella dio un paso hacia mí pero aún fulminaba con la mirada a Lords.
—¡Puedes arrastrarla todo lo que quieras! —nos gritó Justin mientras envolvía
un brazo alrededor de Mayra y la sacaba de la cafetería. No estaba luchando
conmigo, pero tampoco estaba exactamente cooperando—. ¡Es la única forma en que
alguna vez va a alejarse, lo sabes!
—No debiste haberme alejado —dijo Mayra más tarde mientras conducíamos
de regreso a mi casa—. ¡No había terminado de hablar con él!
—No tenías que… confrontarlo —le dije—. No por mí. No fue gran cosa.
—¿No fue gran cosa? —repitió Mayra con una risa dura—. Él prácticamente te
atacó. Aimee me dijo todo en la última clase, y ni siquiera ibas a decir nada, ¿o sí?
—No —admití—. Ya pasó. No había nada que decir.
—¡Matthew! —Mayra se dio la vuelta y me miró con la boca abierta. Me tensé
un poco, mirando adelante hacia la calle y de nuevo a ella, esperando que devolviera
los ojos al camino. Pareció notarlo y volvió la cabeza para mirar al frente de nuevo
mientras dejaba salir un gran suspiro—. No tienes que soportar esa mierda. No de
personas como él.
—Saliste con él —dije. Inmediatamente me arrepentí del recordatorio. Me
estiré y toqué la forma de pez en la puerta.
—Sí, lo hice —dijo Mayra en voz baja—. Pero no siempre fue así. No conmigo,
al menos. Cuando él… él…
Se detuvo por un momento y entonces se estiró por mi mano, apretándola.
Devolví el apretón mientras parecía recomponerse. Otra aguda respiración salió de
sus pulmones antes de que volviera a hablar.
—Cuando él mostró sus verdaderos colores, fue cuando lo terminé. En realidad
no aceptó eso, sin embargo. Supongo que ahora finalmente se da cuenta de que
167
hablo en serio, y todos sus intentos de tratar de hablar conmigo y convencerme de
salir con él de nuevo son inútiles.
—Porque has seguido adelante —dije suavemente. No estaba nada cómodo
con esta conversación. Estaba seguro de que se suponía que consolara a alguien
cuando hablaban de un rompimiento, pero mi estómago se sentía apretado, y no
sabía que decir.
—Oh, él también siguió adelante —dijo Mayra, su voz dura—. Un par de veces,
al menos.
No era de los que se mantenía al tanto de las relaciones en la preparatoria y los
chismes, así que en realidad no estaba seguro de qué quería decir. Asumí que él
había salido con algunas otras chisas desde que terminaron, pero no tenía idea de
quiénes podrían ser, y Mayra no ofreció mayor explicación.
No hablamos mucho el resto del camino de regreso a mi casa, y una vez que
estuvimos ahí, la atmosfera era diferente, incomoda, y no me gustaba para nada.
Mayra obviamente estaba molesta, y yo no estaba seguro de qué se suponía que
hiciera al respecto. Sacó la tarea de matemáticas y anotó unas cuantas respuestas,
pero obviamente no estaba concentrada en ello. Quería hacer o decir algo para
volver todo a la normalidad, pero no sabía qué debería decir o hacer. Finalmente
decidí que la tarea no estaba funcionando, y Mayra no pareció estar avanzando
mucho en ese sentido, así que serví dos refrescos de cola con cuatro hielos cada uno,
y nos sentamos en el sofá a beberlos.
Después de unos minutos de silencio, finalmente Mayra habló.
—Él era realmente genial cuando comenzamos a salir —me dijo—. Decía todas
las cosas correctas, se ganó a papá, y me invitaba a salir cada fin de semana. Era el
perfecto caballero todo el tiempo, también. Pensé que todo estaba yendo bien hasta
que dejó claro que estaba esperando más de lo que estaba dispuesta a darle.
Me tensé, sin querer los detalles de lo que ese “más” podría significar.
—Se puso un poco… demandante —continuó Mayra—. Fue entonces cuando
terminé con él. Fue una escena fea. Te ahorraré los detalles.
Asentí, silenciosamente aliviado. En algún punto la falta de información
probablemente iba a molestarme, y le preguntaría, pero no quería saber en este
momento. Mayra se recargó en el sofá y pasó la mano por su cabello. Se dio la vuelta
para mirarme, y sentí sus dedos envolverse en mi brazo.
—Lamento que te hiciera eso —dijo—. No puedo evitar sentirme responsable.
Fue mi idea asegurarme de que todos supieran sobre nosotros. Debí haberme dado 168
cuenta de que él iba a ser un idiota al respecto y al menos advertirte.
—No es tu culpa —dije—. Ha sido un idiota conmigo antes.
—Supongo que es verdad lo que dicen, una vez que sales con alguien,
realmente nunca pueden volver a ser amigos.
—No lo sé —dije encogiéndome de hombros.
—Porque soy tu primera novia —dijo Mayra con un asentimiento.
Me sentí tenso de nuevo, y no pasó sin que Mayra lo notara.
—¿Qué? —me preguntó.
—Um… bueno, tuve otra novia una vez.
—¿Lo hiciste? —Mayra sonaba sorprendida, pero no podía culparla por eso—
. ¿Quién?
—Um… Carmen Klug.
—¡Carmen Klug! —Mayra soltó mi brazo y se sentó derecha. Se alejó un poco
de mí en el sofá—. ¿Saliste con Carmen Klug?
—Bueno, um, algo así.
Sentí calor en mi nuca, y levanté la mano para cubrir el área que imaginé estaba
volviéndose roja. La miré, sintiéndome más avergonzado por mencionarlo. No era
algo en lo que hubiera pensado en mucho tiempo.
—No fue por mucho —dije—. Y ya tiene tiempo. Nunca estuve realmente
seguro de qué pensar de ello. No éramos amigos antes de ser novio y novia, así que
nada cambio cuando terminó.
Mayra siguió mirándome, esperando detalles que no estaba seguro de cómo
darle. Entonces se me ocurrió que estaba dejando fuera algo que podría considerarse
de suma importancia.
—Teníamos seis.
—¿Seis? —repitió Mayra—. ¿Quieres decir seis años?
—Sí.
Mayra se rió y se estiró por mi mano.
—Correcto, Matthew Rohan. Cuéntame de tu sórdido romance con Carmen en
primer grado.
Se rió de nuevo.
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—Comenzando el segundo año, de hecho —admití. Mayra movió la mano
alrededor, urgiéndome a continuar—. Bueno, ella se me acercó en el receso y me dijo
que era su novio, y ella era mi novia.
Los ojos de Mayra se ampliaron.
—¿Oh, en serio?
—Sí.
—¿Y cómo descubrió eso?
—Aparentemente, Aimee tenía novio, así que Carmen pensó que también
necesitaba uno. Tuve que cargar su mochila al autobús por ella, vivía justo al final
de la calle cuando éramos pequeños. Creo que duro cerca de dos semanas antes de
que me dijera que su madre dijo que no tenía permiso de tener novio, y fue cuando
rompimos.
Sentí la mano de Mayra al costado de mi cara, y volví la cabeza para
encontrarme con sus ojos brevemente,
—Eres adorable, ¿lo sabes? —preguntó.
Solo negué con la cabeza y sonreí un poco.
—Bueno, lo eres —insistió.
No podía realmente discutir con ella, así que me moví más cerca y presioné
mis labios en los de ella. Pasamos una hora en el sofá, y pasé ese tiempo
preocupándome por nuestra cita.
Después de todo, hoy fue una Ganancia.
170
Capítulo 12
Tal vez salir es una mala idea
Tenía al menos una hora antes de tener que recoger a Mayra, pero ya estaba en
el auto y viajando en el mismo círculo que había atravesado cuando traté de llegar a
su casa por un pedazo de pastel. Esta noche iba a ser nuestra primera cita real. En
lugar de conducir a Cincinnati o Hamilton, decidimos quedarnos en las afueras de
Oxford. Íbamos a conseguir bagels del bagel y Deli y comerlos en el parque.
Si pudiera llegar a su casa, claro.
Me imaginé que si me iba temprano, eventualmente sería capaz de llegar ahí a 171
tiempo, tal vez incluso algo temprano. Tenía la sensación de que el señor Trevino
iba a personificar a la apropiada figura paterna cuando llegara a recogerla incluso
aunque Mayra dijo que lo había hecho prometerle ser amable cuando fuera por ella.
Al menos ya lo había conocido oficialmente, así que había menos presión.
Revisé los frenos de mi auto y decidí que sería buena idea llenar el tanque y tal
vez revisar mi aceite y la presión de las llantas, también. Aun había bastante tiempo
antes de que tuviera que estar en casa de Mayra, así que conduje a la gasolinera más
cercana y llené el tanque. Mientras estaba revisando la presión de los neumáticos, vi
a Justin Lords y otros tres chicos saliendo de la tienda de conveniencia adjunta a la
gasolinera. Justin miro hacia mí y sonrió mientras se agachaba y decía algo en voz
baja en el oído de uno de los chicos con él. Ambos se rieron pero no se acercaron a
mí ni nada. Me encontré respirando más fácilmente después de que se fueron, sin
embargo.
Después de limpiar el parabrisas y limpiadores por segunda vez, limpié el
espejo retrovisor y decidí que probablemente podía ir ahora a casa de Mayra. Me
recordé que había estado ahí dos veces esta semana, y todo había salido bien, incluso
cuando tuve que estacionar a lado de la camioneta del señor Trevino. Conduje
alrededor de la cuadra cuatro veces de nuevo pero me las arreglé para estacionar en
la entrada de Mayra con cinco minutos de anticipación.
Me senté en el auto por un rato, considerando la frase “elegantemente tarde”
y preguntándome si aplicaba para recoger a tu novia para una cita. Levantando la
mirada a la ventana de la cocina, vi a Mayra parada adentro con los brazos cruzados,
sonriéndome. Sacudió la cabeza un poco antes de hacerme señas con un dedo. Me
revisé en el espejo, traté de acomodar mi cabello un poco, salí del auto y caminé a la
puerta.
El señor Trevino atendió, y tuve que tragar en gran nudo en mi garganta antes
de poder hablar. Quería decir algo como “Buenas tardes, señor Trevino. Estoy aquí
para recoger a Mayra”. Como sea, eso no es lo que salió.
—Um… hola. —Volví la cabeza un poco y cerré los ojos apretadamente
mientras trataba de componerme. Aclare mi garganta y pensé que lo intentaría de
nuevo, pero no salió ningún sonido.
El señor Trevino se rió bajito, entonces dio un paso al costado y abrió la puerta
por completo.
—Pasa, Matthew. Mayra ha estado lista casi desde el mediodía.
—¡Papá! —Mayra lo fulminó con la mirada mientras salía de la cocina. Estaba 172
usando una blusa azul oscuro y playera negra, que llegaba a la altura de su muslo.
Había hecho algo en su cabello para hacerlo ondulado en lugar de liso, y tenía un
poco de maquillaje en los ojos, lo que no solía usar.
Estaba deslumbrante, y me di cuenta de que la estaba mirando con la boca
abierta, así que rápidamente la cerré. Su padre siguió riéndose suavemente mientras
trataba de encontrar palabras acerca de lo linda que lucía. Aparentemente, me había
quedado sin palabras.
—Vamos —dijo Mayra—. Vámonos antes de que papá decida ser divertido de
nuevo.
Bethany definitivamente tenía razón acerca de una cosa: no mencionar el
asunto del fútbol hasta que estuviéramos en nuestra cita fue una idea brillante.
Mayra hablaba y hablaba acerca de los equipos en los que había jugado y los torneos
que sus equipos ganaron y perdieron. También me dio la respuesta a las preguntas
que ocasionalmente hacía. La conversación siguió incluso después de que
terminamos nuestros bagels en el banco del parque y vimos a los estudiantes
universitarios tropezar de bar en bar. De hecho me estaba emocionando acerca de la
temporada de fútbol a punto de iniciar incluso aunque significaría un cambio
drástico a nuestra rutina ya que Mayra tendría que hacer espacio para prácticas y
juegos.
—Puedes trabajar en tu tarea cuando esté en la práctica —dijo Mayra—. Hay
muchas personas que se sientan en las gradas y observan mientras hacen su tarea.
—¿Cuándo son los juegos? —pregunté. Recogimos la basura que había
protegido los bagels y la tiramos en un bote de basura cercano. Mayra tomó mi
mano, y caminamos por las veredas que recorrían la calle de Uptown. Era una
hermosa noche sin nubes a la vista. La luna y estrellas brillaban sobre nosotros
mientras sosteníamos nuestras manos y caminábamos sin preocupaciones.
—Usualmente los fines de semana —dijo ella—. Pero hay algunos durante la
semana también, más que nada miércoles y jueves.
Asentí y traté de prepararme mentalmente para que los juegos fueran en días
diferentes de la semana. Pensé que podría lidiar con eso, especialmente desde que
Mayra dijo que tendría un calendario completo de juegos la próxima semana.
Seguimos caminando y hablando, sin prestar realmente mucha atención a
dónde íbamos. Llegamos al final de la calle High y giramos para pasar la vieja
librería en la esquina. La calle de al lado tenía un montón de casas de estudiantes, y
cada una parecía tener una fiesta de algún tipo. Había un montón de personas
obviamente borrachas riéndose y pasando vasos de cerveza. 173
Yo quería dar vuelta y volver por donde venimos, pero Mayra estaba
preocupada de que estaba haciéndose tarde, y ambos le habíamos prometido a su
padre que volveríamos antes de medianoche. Había un callejón oscuro que era un
buen atajo al auto, así que no protesté.
No había luces en el área, solo la luz afuera del Mac & Joe, el bar popular de
estudiantes y locales. Mayra me soltó y se movió más cerca para poder envolver su
brazo en mi cintura, y puse el mío por encima de sus hombros. Mi rostro estaba
comenzando a doler por sonreír tanto, y me pregunté que había hecho para tener
tanta suerte.
Volviendo un poco la cabeza, recargué la mejilla en la cima de su cabeza, inhalé
la dulce esencia de su cabello y puse un ligero beso en su sien.
—Bueno, no es eso dulce. —Una voz llegó de detrás de nosotros, seguida por
risas desde ambas salidas del callejón—. Un par de amorosas aves dando un paseo.
Dos figuras se acercaron desde enfrente de nosotros, y cuando miré por encima
de mi hombro pude ver las siluetas de otros dos aproximándose desde donde
nosotros veníamos. Los de enfrente bloqueaban nuestro progreso, y sentí a Mayra
tensarse a mi lado mientras apretaba su brazo alrededor de mi torso.
No podía llevar a Mayra a salvo hacia adelante o atrás, así que nos detuvimos
en el medio de la oscurecida calle mientras las figuras frente a nosotros salían de las
sombras. Escuché la aguda inhalación de aire de Mayra.
—Te dije que no habíamos terminado —dijo una voz mientras las figuras
caminaban hacia nosotros.
—Justin, ¿qué demonios estás haciendo aquí? —gritó Mayra mientras el rostro
de Lords se volvía visible a la luz de la luna. La acerqué un poco y susurré su nombre
en advertencia, esperando que tal vez considerara quedarse callada por un minuto.
Los matones usualmente retrocedían y se aburrían si te quedabas callado sin
responderles. Entre más hablara, más lo molestaría.
—Solo dando un paseo, igual que ustedes —reto él. El chico a lado de él se rió,
y lo reconocí como alguien que se graduó hace uno o dos años. Estaba muy seguro
de que su nombre era Mark, y también había estado en el equipo de fútbol de
Talawanda.
—He tenido suficiente de tu mierda —le dijo Mayra—. Vamos, Matthew.
Mayra comenzó a avanzar, pero antes de que pudiera dar un paso con ella,
Justin asintió hacia sus amigos detrás de nosotros y sentí mis brazos sujetados por
174
detrás. Mayra gritó y se giró hacia mí mientras era llevado hacia atrás, pero tan
pronto como lo hizo Mark se movió y también la tomó de los brazos.
Mis brazos estaban apretados detrás de mi espalda, e inmediatamente noté que
los dos chicos sujetándome olían a montones de cerveza y cigarrillos. Mientras sentía
un brazo moverse alrededor de mi cuello, efectivamente haciéndome una llave de
cabeza, tuve la extraña, surreal sensación que solo había tenido una vez antes. Había
sido en el hospital cuando mamá estaba muriendo. Recordé a los doctores diciéndole
a Travis que podría ser en cualquier momento, y sus ojos enrojecidos se habían
vuelto a los míos mientras se acercaba y me abrazaba.
—Ven aquí, Travis —había dicho mamá, y él me liberó para sentarse en la silla a lado
de su cama. En voz rasposa, le dijo que se asegurara de cuidar de mí, y le prometió que lo
haría. Entonces ella me llamó, y me senté a su lado sosteniendo su mano en el costado de mi
rostro porque ella no podía sostener su brazo en alto sin ayuda—. Mi hermoso chico —
susurro—. Hay tantas cosas que aún teníamos que hacer.
Incluso con la cálida sensación de su palma presionada con mi mejilla, sentí que no
estaba aquí, como si ni siquiera estuviera en la habitación sino mirando todo lo que le pasaba
a alguien más. Ella no lucía como se suponía que luciera, y yo no me sentía como yo mismo.
En mi cabeza, me pregunté si era solo un sueño y que tenía que hacer para despertar de él.
Profundamente en mi interior, había un pequeño rastro de ira sobre lo que le estaba pasando
a ella, a mí, pero no había nada que pudiera hacer para detenerlo. La sensación de quemadura
solo se quedó ahí en mis entrañas sin ningún lugar al cual ir.
Pero no había sido un sueño, ni esto.
—¡Quita tus malditas manos de mí! —se quejó Mayra mientras se retorcía en
el agarre de Mark.
—Oh, no lo creo —dijo Lords mientras caminaba hacia ella—. Es momento de
conseguir lo que siempre tuvo que ser mío.
Me pregunté cómo sería flotar en el aire al igual que las aves de rapiña que
atraviesan el viento y si se sentía de forma similar a lo que yo sentía ahora. También
sabía que mi mente estaba distrayéndose demasiado, y tenía problemas en
concentrarme en lo que pasaba a mi alrededor. Podía escuchar a Mayra maldiciendo
y verla retorciéndose tratando de escapar de las manos reteniéndola, pero sus
palabras reales se me perdían de algún modo al igual que el significado de lo que
estaba pasando frente a mí. El fuego en sus ojos era extrañamente hermoso, sin
embargo. Ese detalle no se me escapó.
Todo pareció acelerarse mientras Justin y Mark sujetaban a Mayra y la
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lanzaban a una parte más oscura del callejón detrás del bar.
Escuché el rasgado de la tela mientras las manos de Justin encontraban el cuello
de la blusa de Mayra y la rompían, botones volando alrededor y haciendo pequeños
sonidos de clic en el asfalto. Su baja risa hizo eco alrededor de la calle desierta
mientras la tocaba de nuevo, destrozando el sujetador azul oscuro con un golpe
audible. Mientras los ojos de Mayra se ampliaban con terror, Justin movió una de
sus piernas en la parte trasera de las de ella y la hizo tropezar al mismo tiempo que
Mark comenzaba a empujarla hacia el suelo.
La cabeza de Mayra se movió hacia atrás, y grito fuerte antes de que la mano
de Mark cubriera su boca y amortiguara su llanto. Había aliento caliente al costado
de mi cara mientras uno de los dos deteniéndome se acercaba más. El olor de su
aliento de cerveza se escurrió por mi rostro mientras hablaba.
—No te preocupes, amigo —dijo—. Cuando hayamos tenido nuestro turno, te
dejaremos tener algo de diversión con ella también.
Sentir mi cuerpo enfriarse mientras la implicación de lo que estaba diciendo
me cayó encima como un balde de agua fría. Mi cabeza estaba inmovilizada, pero
mi mirada encontró la esquina oscura donde Justin tenía a Mayra sobre su espalda
y estaba subiéndole la falda por la cadera. Pude ver un rastro de azul oscuro, el
mismo color de sus destrozados blusa y sujetador, justo en la cima de su muslo. Los
dedos de Justin se envolvieron en el delicado encaje azul y comenzaron a tirar.
Mayra trató de patearlo, pero estaba atrapada debajo de él, y Mark tenía sus
muñecas capturadas en la mano que no estaba cubriendo su boca.
El entumecimiento de desapego que estaba sintiendo pareció caer a mis pies
mientras la frialdad de mi cuerpo era rápidamente remplazada por la quemadura
de la rabia que nunca había sentido en mi vida. Incluso cuando la mano de mamá se
había deslizado de mi rostro mientras miraba sus ojos cerrarse y su pecho subir y
bajar por última vez, solo había sentido soledad y vacío.
Pero no estaba indefenso esta vez.
No podía hacer nada para detener lo que le había pasado a mi madre, así que
voltee la rabia que estaba sintiendo hacia los atacantes de Mayra. Cerré los ojos en
un intento de analizar más detalladamente mi situación.
Había un brazo alrededor de mi cuello, sosteniéndome firmemente pero no
apretado. Podía respirar bien. El mayor problema eran mis manos, que estaban
bloqueadas detrás de mi espalda. Un brazo estaba detrás de mí, sostenido por el
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mismo tipo con su codo deteniendo mi cuello, y el otro brazo estaba inmovilizado
por el segundo chico a la derecha, aunque su agarre no era tan apretado.
La risa de Justin aumento mi ira y me recordó que no tenía mucho tiempo antes
de que la lastimara, antes de que de verdad lastimara a Mayra. Aún podía oír el llanto
amortiguado desde el suelo a pocos metros de mí, y sabía que tenía que incapacitar
a los dos tipos sujetándome antes de poder ayudarla. No tenía mucho tiempo para
ponderar mis acciones, así que fui con el instinto.
Volviendo la cabeza tanto como podía a la derecha, hice el sonido más horrible
de ascos que pude. El chico sosteniendo mi brazo dio un paso atrás para evitar lo
que seguramente pensó que sería vomito en su rostro y aflojo el agarre lo suficiente.
Con un rápido jalón, sus dedos se deslizaron de mi antebrazo. Un momento
después, mi codo conecto con la parte baja de su barbilla, y él voló hacia atrás. Mi
brazo derecho ahora estaba libre, y no dudé en lanzarlo alrededor para conectar el
puño con la nariz del que me sujetaba por el cuello.
Mi mente gritó por la falta de guantes, pero el silenciado llanto de Mayra era
más ruidoso en mi cabeza.
El tipo de cabello oscuro con serios problemas de acné no era alguien que
reconociera incluso antes de que su nariz explotara. Era decentemente fuerte, sin
embargo, y no perdió su agarre alrededor de mi garganta. En lugar de eso, apretó
su agarre, lo que me dio la ventaja que necesitaba para levantar la rodilla con un giro
de cadera y golpear su estómago una, dos, tres veces en rápida sucesión.
Con el aire fuera de sus pulmones, su agarre se relajó lo suficiente para que me
agachara y liberara mi cuello y brazo izquierdo. Junté las manos en un doble puño
y los estrellé contra su nuca mientras él se doblaba para tratar de recuperar el aliento.
Sentí el impacto de un puño en mi sien antes de que el tipo con la cara llena de
acné cayera al suelo. Hice una mueca mientras la piel cerca de mi sien era abierta
por un anillo en el tercer dedo del otro tipo. Era bajo y fuerte, y tenía una mata de
cabello rubio sucio. Se lanzó hacia mí mientras me agachaba y giraba a la derecha
levantando mi pierna y golpeándolo en el costado con mi pie. Con otro giro a mi
derecha, aterrice una patada firme en el costado de su cabeza, y cayó al lado de su
compañía.
Con ambos captores en el suelo, volví mi atención a Lords y Mark.
Justin seguía encima de Mayra, de rodillas entre sus piernas. Sus manos
sujetaban sus muslos apretadamente, sosteniéndola contra el frío suelo. Era
aparentemente inconsciente de lo que acababa de pasar entre sus dos amigos y yo,
pero Mark me estaba mirando con expresión sorprendida. Un ligero tinte rojo cubrió 177
mis ojos mientras miraba a Justin sosteniendo a Mayra en el suelo, y perdí la
habilidad de pensar.
—¡Mierda! —gritó Mark, pero no a tiempo. Tacleé a Justin con mi cabeza
chocando contra su costado, y ambos fuimos rodando lejos.
Me levanté y me di la vuelta para encarar a Lords mientras Mayra comenzaba
a gritar en serio. Una rápida mirada a lado me mostró la forma de Mark
retrocediendo mientras corría por el callejón y fuera de la vista. Justin seguía en el
suelo, mirándome con expresión pérdida. Su cinturón y el botón de su pantalón
estaban desabrochados, y la corriente de rabia me volvió a bañar.
Grité mientras saltaba encima de él, aterrizando la rodilla y todo mi peso en su
polla antes de moverme más alto y golpear la frente en su rostro. Él levanto los
brazos para cubrir su cabeza, pero mis golpes dieron en su blanco de todas formas.
Cara, cabeza, pecho, hombros, seguí golpeándolo. Cada pocos golpes, lo golpeaba
en el riñón antes de volver a su cara. Un par de veces me levanté solo para dejar caer
las rodillas en su estómago.
Él luchó debajo de mí pero se estaba volviendo más lento en sus movimientos.
Estaba muy seguro de que estaba gritando que me detuviera, pero no estaba
escuchando nada que tuviera que decir. La niebla roja en mis ojos parecía también
estar impactando mi audición.
No tengo idea de cuánto tiempo seguí golpeándolo. Solo sé que cuando
finalmente desperté, él estaba inconsciente, y Mayra estaba hecha una bola,
sollozando. Tenía los remanentes de su destrozada blusa en sus manos, y la sostenía
apretada contra su piel.
Me arrastré hasta ella y sobre ella, estirando la mano tentativamente.
—Mayra, ¿estás bien? —pregunta estúpida. Mi mano tocó su hombro y se
estremeció. Me recordó todas las veces que yo me había alejado de las personas
cuando trataban de tocarme y cómo incluso lo había hecho con ella unas cuantas
veces al principio.
Moviéndome detrás de ella, me estiró y alejé el cabello de su rostro de la forma
en que ella me hacía a mí cuando estábamos en el sofá viendo televisión. Mientras
la adrenalina en mi sistema se drenaba, mis brazos y piernas comenzaron a doler, y
estaba increíblemente consciente del dolor en mi cabeza y la sangre seca de mi cara
y mi cabello.
178
—¿Mayra? Necesito tu teléfono.
Vi su pecho subir y bajar dos veces con respiraciones profundas antes de que
apuntara con el dedo a su bolsa en el suelo. Lo alcancé y saqué el teléfono celular de
la bolsa, marcando al 911.
—Mi nombre es Matthew Rohan —dije en voz baja—. Mi novia y yo fuimos
atacados en el callejón. Estoy muy seguro de que necesitamos una ambulancia aquí.
Después de darle al operador toda la información necesaria, volví a poner el
teléfono en la bolsa de Mayra y miré por encima de mi hombro. Justin seguía en el
suelo donde lo dejé al igual que el chico de cabello oscuro que me tenía en una llave
de cabeza. Ambos, Mark y el chico de cabello rubio se habían ido.
Mayra se movió un poco y acercó las rodillas a su pecho. Esnifo audiblemente,
y sus hombros comenzaron a temblar mientras seguía apretando el pedazo de tela
contra su pecho. Rápidamente desabotoné mi camisa y la ayudé a sentarse lo
suficiente para poner sus brazos en las mangas y abotonarla parcialmente al frente.
Tan pronto como mi camisa estuvo en ella, comenzó a acostarse en el asfalto, pero
la detuve.
No podía dejarla yacer en el piso. En lugar de eso, la recogí en mis brazos y la
sostuve hasta que luces azules, rojas y blancas comenzaron a flotar a nuestro
alrededor. Antes de que el primer policía pudiera salir del auto, hubo otro llegando
del otro lado. Mayra pareció salir de su estupor un poco en ese punto y me miró.
—Estás herido —dijo. Alcanzó mi frente, pero no la toco—. Estás sangrando.
—Estoy bien.
Mayra volvió la cabeza para ver hacia la luz y entonces enterró la cara de nuevo
contra mi hombro.
—¿Está muerto?
—¿Quién?
—Justin.
—No —dije. Miré hacia él y vi su pecho subir y bajar de nuevo—. Está
inconsciente.
—Desearía que estuviera muerto.
—No me tientes —murmuré.
El primer oficial de policía caminó rápidamente a Lords, poniendo los dedos
contra su cuello por un momento, y entonces fue a revisar al otro tipo. Dijo algo en
el radio de su cuello y entonces vino a donde Mayra y yo estábamos en el piso. 179
—Parece que tuvieron una noche difícil —dijo. Me miró mientras yo miraba
una hebra de cabello de Mayra sobre su hombro—. Hay una ambulancia a tres
minutos de aquí. ¿Están dispuestos a decirme lo que paso?
Mayra mantuvo la cabeza metida contra mi pecho, así que di un rápido
resumen de lo que había pasado en el callejón. El policía anotó un montón de cosas
en su libreta y entonces se la dio a otro policía. Justo mientras la ambulancia daba
vuelta a la esquina, se estiró para poner la mano en el hombro de Mayra.
—Lo siento, señorita —dijo en voz baja—. Pero necesito preguntarle algo antes
de que vayamos al hospital.
Los ojos de Mayra se levantaron hacia los míos y entonces hacia el oficial.
Asintió una vez.
—¿La penetró?
La sentí tensarse en mis brazos por un momento antes de que negara con la
cabeza.
—Matthew lo detuvo antes de que pudiera.
—Ella luchó contra él todo el tiempo —agregué.
—Bien por ti —dijo él—. Vuelvo enseguida, ¿está bien?
Asentí, y Mayra volvió a recargar la cabeza contra mi cuerpo. Dos paramédicos
aparecieron entonces y levantaron a un quejumbroso Justin Lords a una camilla.
Tuve que admitir que sentí un poco de satisfacción cuando vi a un oficial esposarlo
a ella. Lords y el tipo con acné ambos fueron esposados y cargados en una
ambulancia, y entonces el oficial caminó de regreso a nosotros. Le di la descripción
de los otros dos tipos así como el nombre de Mark, aunque no sabía su apellido. El
policía anotó todo eso, también, y entonces uno de los autos de policía se fue.
—¿Qué hora es? —preguntó Mayra.
—Once treinta —respondió el oficial.
—Necesito llamar a papá —dijo ella—. No vamos a llegar a tiempo a casa.
Mayra finalmente se sentó a mi lado y comenzó a buscar su teléfono en su
bolsa. Una vez que llamó, le dijo que habíamos tenido un pequeño problema e
íbamos a llegar tarde. Podía escuchar su voz elevándose en el teléfono, pero cuando
dijo que habíamos sido atacados se quedó callado.
—Quiere hablar con usted —dijo Mayra mientras le daba el teléfono al policía.
—Señorita, realmente no puedo discutir… 180
Hice una mueca mientras una enfermera inyectaba mi piel con algún tipo de
anestesia local antes de comenzar a coser mi sien. Ya había recapitulado todo el
ataque dos veces con dos diferentes policías, y estaba muy seguro de que estaban
haciendo lo mismo con Mayra. Supongo que solo querían asegurarse de que
sostenían la misma historia de ambos a pesar de que no parecían dudar de lo que
pasó.
Había escuchado a uno de los oficiales hablando con un doctor, y no solo Lords
estaba alto en la escala de intoxicación, sino que también encontraron cocaína en su
sistema. El otro tipo que trajeron, el del acné, aparentemente tenía cocaína en su
bolsillo y era conocido por la policía. Estaban esperando más información cuando
Lords recuperara la conciencia.
Cuando pensé en hace un par de horas cuando mis puños estaban conectando
una y otra vez con la cabeza de Justin como hacían contra el saco de bolseo, me sentí
entumecido. Recordaba cada momento de eso aunque en ese momento no me sentía
como yo. Todo en mi cabeza gritaba que él iba a lastimar a Mayra, y tenía que
asegurarme de que nunca, nunca tratara de hacerlo de nuevo.
La enfermera terminó con mi cabeza y entonces se ocupó con los cortes en mis
nudillos y dedos. También me acostó de lado y aplico algún tipo de crema y vendaje
en mi pierna, que había sido raspada en el asfalto cuando tacleé a Lords.
El señor Trevino entró mientras la enfermera terminaba. Ella le asintió mientras
salía, mirándome brevemente antes de desaparecer. El padre de Mayra se quedó 181
parado por un minuto por la cortina separándome del pasillo antes de entrar y
sentarse en la silla a lado de la cama.
—Matthew —comenzó a decir, pero su voz se rompió y cerró la boca. Se detuvo
para tomar un par de respiraciones y pasar la mano por su rostro antes de
continuar—. Salvaste a mi hija de algo de lo más horrible. Ni siquiera sé dónde
comenzar a expresar lo agradecido que estoy de que estuvieras con ella esta noche.
Se levantó y dio un par de pasos y entonces se dio la vuelta.
—Voy a pagar tu cuenta de hospital. No voy a escuchar discusión sobre eso,
así que ahórratelo.
Caminó hacia la cortina y la recorrió.
—¿Señor Trevino? —lo llamé.
—¿Sí? —Se dio la vuelta para mirarme.
Jugué con uno de los vendajes de mis dedos, tomé un momento para acomodar
mis pensamientos, y entonces hablé.
—Nunca dejaría a nadie lastimarla —le dije—. Nadie. Nunca.
Continué mirando mis manos, pero podía verlo parado a mi izquierda.
Después de un minuto, paso la mano sobre su rostro de nuevo.
—¿Matthew? —dijo el señor Trevino con otra larga respiración.
—¿Sí?
—Llámame Henry.
Asentí lentamente sin levantar la mirada de mis manos. No estaba
completamente seguro de cómo esto cambiaba nuestra relación, pero sentí el
cambio. Se alejó sin decir nada más.
Horas después, finalmente conseguí ver a Mayra mientras ambos éramos
dados de alta.
Parecía cansada y aún algo asustada, pero sonrió cuando me vio y envolvió sus
brazos apretados alrededor de mi cuello. Nos paramos afuera de urgencias por unos
momentos mientras Henry hablaba con la mujer del escritorio frontal. Mayra aún
estaba usando mi camisa de botones y yo usaba la camiseta que llevaba debajo.
—¿Mayra? —dije en su oído.
—¿Sí?
—Iba a preguntarte si querías ir al baile conmigo —dije—, pero estoy pensando
que ¿tal vez podemos quedarnos en casa? ¿Rentar una película o algo? 182
Ella trazó más abajo mi brazo con su dedo, y mi mano agarró su costado
reflexivamente. Deslizó su mano fuera de mi brazo y sobre mi cadera. Con su palma
colocada firmemente contra mi muslo, se frotó contra el material de mis vaqueros.
Tuve que tragar de nuevo, tratando de decidir si esperaba que moviera su mano al
frente o que simplemente me enviara a casa.
—Mayra —le dije cuando finalmente saqué la cabeza de debajo de la almohada
y lo miré a la cara—. Quiero, lo hago… pero tienes miedo. —Respiré profundamente,
aún sin saber si realmente estaba de acuerdo con lo que estaba a punto de decir—.
Además de eso… bueno, yo… yo… Mayra, no estoy listo.
Dejó su mano quieta y descansando en mi pierna por un momento antes que
me la moviera a mi cara. Ahuecó mi mejilla y trató de hacerme girar para enfrentarla,
pero era más probable que volviera a sumergirme debajo de la almohada que
mirarla a los ojos en este momento.
—¿Por qué siento que hemos invertido los papeles aquí? —dijo Mayra con una
suave risa—. ¿No se supone que el chico es quien trata de convencer a la chica?
Me encogí de hombros otra vez.
—No sé —respondí—. Pero Mayra… todavía estoy tratando de
acostumbrarme a la idea de que tengo una novia, especialmente una tan hermosa
como tú. No quiero…
Mi voz se apagó, e incliné mi rostro hacia la almohada. La mano de Mayra
acarició mi cabello.
—¿No quieres qué? —preguntó en voz baja.
—No quiero —apreté los dientes y me obligué a decirlo—, no quiero
decepcionarte.
Esta vez, cuando no iba a volver la cabeza hacia ella, se agachó y apoyó la cara
en la almohada a mi lado, empujando mi cabello y exponiendo mi cara. Avanzó
hasta que nuestras narices se tocaron.
—Yo tampoco sé qué hacer —me dijo—. Pero estoy bastante segura de que no
me decepcionará.
Nuestros labios se rozaron suavemente antes que Mayra se acomodara y
cerrara los ojos. Envolví mis brazos con fuerza alrededor de ella, acercándola contra
mi pecho. Unos minutos después, estaba dormida.
192
200
Capítulo 14
Un reloj es un mal sustituto para un anillo
—¿Sin Mayra? —Travis entró en la cocina con una bolsa grande de comida
china y empezó a sacar contenedores de cartón. No podía decir por su tono si estaba
feliz por su falta de presencia o sólo por curiosidad.
—Su equipo tiene entrenamiento esta tarde —le dije.
—Creía que solías mirar —dijo Travis.
—Sí —respondí—, pero sabía que traerías la cena, así que sólo vi la primera
parte. Si terminan a tiempo, ella vendrá más tarde, pero dijo que no le guardara 201
nada. Realmente no le gusta la comida china.
—Está bien —dijo Travis con una risita—. ¿Ya llegaste a la segunda base?
—Ni siquiera sé lo que significa —dije con una sacudida de cabeza. Travis
había superado completamente cualquier reserva que tenía sobre el hecho de que
Mayra y yo tuviéramos relaciones físicas y lo había convertido en conversaciones
que no quería tener con él. Aun así, aunque me hacía preguntas, no era muy bueno
contestando ninguna de las mías. Le dejaba eso a Bethany.
—¿Ya le has tocado las tetas?
—¡Travis! —No iba a responder a eso, aunque realmente no lo había hecho, no
más que la parte superior de ellas. Me las arreglé para tocar la marca de nacimiento
de Mayra casi cada vez que nos besamos, al menos. Siempre la hacía reír, pero no
parecía importarle. A veces, cuando estábamos en la escuela, pensaba en ello y
quería tocar. Sabía que no podía, y normalmente terminaba con el profesor
llamándome en ese momento, y no sabía qué pregunta se había hecho.
Travis se rió y se sirvió un montón de Lo Mein. Justo cuando empecé a repartir
arroz, sonó el teléfono y descolgué el auricular, esperando que fuera Mayra. Pero no
era ella, era el médico de Megan.
—El nuevo medicamento parece estar teniendo un pequeño efecto —dijo la
doctora Harris—. Tengo muchas ganas de ver cómo reacciona ante ti mañana.
También tengo algunos formularios y demás para que los firmes.
Miré el calendario y no podía creer que había olvidado que mañana era mi
visita con Megan. Con todo lo que había estado pasando, había perdido
completamente la noción del tiempo. Tan pronto como colgué, tenía una seria carga
de culpa revolviéndose en mi estómago.
—¿Qué pasa? —preguntó Travis.
—Era el médico de Megan —le dije. Los ojos de Travis se abrieron mucho y se
puso de pie a medio camino antes de que negara con la cabeza—. Está bien. Olvidé
que mañana era nuestro día para ir allí. Ni siquiera le dije nada a Mayra sobre eso.
—¿Va a venir con nosotros? —preguntó Travis. Su frente se arrugó un poco.
—No lo sé —dije—. No le he preguntado. Pero quiero que conozca a Megan.
Bueno, más o menos sí.
—¿Tú y Mayra se están poniendo muy serios? —Fue más una declaración que
una pregunta.
—Sí, supongo que sí. 202
Travis suspiró.
—Quiero hablar con ella primero —dijo.
—¿Qué? ¡No! ¿Por qué? —No sabía lo que pensaba decirle Travis, y aunque
definitivamente se llevaban mejor ahora que al principio, no era exactamente lo que
se llamaría una amistad.
—Matthew… sabes que tú y Megan juntos son… bueno…
—¿Son qué? —pregunté.
—Diferentes —dijo Travis—. Creo que Mayra necesita un poco de preparación,
y creo que tengo que dársela.
—No sé lo que quieres decir —le dije.
—Lo sé —dijo—. Por eso soy el único que necesita hablar con ella.
—Mientras yo también esté allí.
—Si quieres.
Mayra vino más tarde esa noche con el cabello recogido en la parte superior de
su cabeza —todavía húmeda por la ducha post-práctica— y con una camiseta
blanca. Era un poco escotada, y pude ver la tira de su sostén cuando se movía de
cierta manera. Habíamos estado besándonos mucho sin camisa esta semana, y
estaba bastante seguro de que antes no había visto ese sostén en particular en ella.
Me preguntaba si era uno de esos con una pequeña flor rosa en el centro.
No parecía muy emocionada de que Travis siguiera allí y definitivamente se
mostró escéptica cuando dijo que quería hablar con ella. Pensé que sería mejor que
la informara antes de que él empezara.
—Lo olvidé, pero mañana es el día en que voy a visitar a Megan en Cincinnati.
—Me pasé la mano por el cabello. Estaba a punto de hacerme otro corte de cabello,
y me preguntaba si Mayra lo haría por mí otra vez. Tiré de las puntas y la miré—.
¿Quieres ir a conocerla?
—Me encantaría —dijo Mayra con una sonrisa.
—Por eso tenemos que hablar —dijo Travis—. Hay algunas cosas que necesitas
saber.
—Esta… bien… —Mayra lo miró con recelo—. Hablemos.
Saqué nuestras habituales Coca-Colas, y nos sentamos todos en el salón. Me
senté junto a Mayra en el sofá, y ella se acercó para tomar mi mano. Realmente no
sabía lo que Travis quería decirle a Mayra, pero definitivamente estaba nervioso. A 203
veces no recordaba mucho de mis visitas a Megan, y a menudo Travis me
preguntaba sobre cosas que no recordaba.
—Sé que Matthew te ha contado un poco sobre Megan —comenzó Travis.
—Sé que es autista pero más grave que Matthew —dijo Mayra—. He
investigado un poco en Internet sobre ello desde que Matthew y yo empezamos a
salir.
—Bien —dijo Travis—. Entonces quizás estés un poco más preparada.
—¿Preparada? —preguntó.
—Matthew y Megan son muy unidos —dijo Travis—. Más unidos de lo que se
podría esperar, considerando la gravedad del autismo de Megan. Nunca ha hablado
con nadie y nunca nos ha llamado por nuestros nombres.
—Dijo “mamá” una vez —dije, recordándole.
—Cierto —estuvo de acuerdo Travis—. Sólo esa vez, por lo que sé. Pero en su
mayor parte, no se comunica con nadie, pero cuando Megan y Matthew están juntos,
Matthew es… bueno, diferente.
—¿De qué estás hablando? —pregunté.
—Ustedes se meten en su pequeño mundo el uno con el otro —dijo Travis con
un movimiento de su mano—. A veces dejas de responder a todos los que te rodean
y te concentras en ella. No quiero que Mayra no esté preparada. No es lo mismo que
cuando tiene un ataque, pero en cierto modo lo parece. Es difícil de explicar. Solía
pensar que ambos eran telepáticos y hablaban a través de la cabeza del otro o algo
así.
—No lo somos. —Fruncí el ceño. Recuerdo varias conversaciones a lo largo de
los años sobre Megan y yo juntos, pero no pensé mucho en ello. Sólo me gustaba
prestarle mi atención cuando estaba allí, como cuando éramos niños.
Travis siguió hablando, pero no prestaba mucha atención a lo que decía.
Acababa de notar que la camiseta de Mayra se había vuelto a mover, y casi podía
ver la marca de nacimiento junto a la tira de su sostén. Casi.
—Entonces, ¿no hay necesidad de que me preocupe por él? —preguntó
Mayra—. ¿Es eso lo que quieres decir?
—Más o menos —respondió Travis. Se rascó la parte posterior de su cabeza y
miró alrededor de la habitación con nerviosismo—. Sólo quería que lo supieras ya
que… bueno, ya que estás con Matthew y… y, bueno… parte de la familia, supongo.
—¡Travis Rohan! —Mayra puso su mano sobre su corazón y usó la otra para 204
abanicar su rostro. Declaró―: ¡Te estás ablandando conmigo!
Los dos se rieron, pero el humor se perdió en mí. Me alegré de que se llevaran
mejor, pero sobre todo me preguntaba si podría ver la marca de pescado en la piel
de Mayra si sólo cambiaba mi posición. Me incliné cerca de Mayra e incliné un poco
la cabeza para intentar ver mejor debajo de su camisa. De repente Mayra me empujó
con su hombro, alejándome.
La risa de Travis se convirtió en aullidos, y rápidamente se excusó para ir al
baño. Mayra se cubrió la boca, y supe que me habían atrapado. Me encogí de
hombros y envolví mi brazo alrededor de los hombros de Mayra. La acerqué un
poco más, lo que hizo que la manga de la camiseta y la tira del sostén se
amontonaran, revelando la marca de nacimiento.
No pude resistirme a la oportunidad, así que me acerqué y apunté al pescado.
Apreté los ojos y traté de evitar hiperventilar. Mis caderas se levantaron por sí
solas, y ni siquiera iba a tratar de ocultar lo emocionado que estaba mi cuerpo ante
la sola idea. ¿Cuántas veces lo había imaginado? Las manos de Mayra sobre mí… su
boca. Había perdido la cuenta.
—Por favor. —Jadeé, manteniendo los ojos cerrados.
Mi mano se tensó sobre su cuello cuando sentí que sus dedos dejaban la piel
desnuda de mi estómago y se movían lentamente sobre la parte superior de mi
erección. Contuve el aliento y tensé los músculos de mis muslos cuando Mayra me
agarró por los vaqueros.
Un momento después, algo de la presión se alivió cuando abrió el botón
superior y tiró de la cremallera.
—Mayra… —gemí.
—¿Demasiado? —preguntó ella.
Solo pude sacudir mi cabeza.
—Quiero… quiero que… —No podría haber formado una oración coherente si
alguien me hubiera dicho que mi vida dependía de ello. Mi cabeza estaba nadando
en un gran cuenco de estofado, y todavía no podía abrir los ojos. Estaba bastante
seguro de que si realmente la miraba con su mano en mi polla, simplemente iría por
todos lados.
Ella comenzó a tocarme a través de mis boxers, pero realmente no podía meter
la mano dentro. Empujó la bragueta de mis vaqueros y los empujó a ambos, a mí y
a mis boxers, ligeramente por mis caderas mientras mi polla salía de la tela. Ella fue
rápida al respecto, y no tuve tiempo para pensar, reaccionar o protestar.
Estaba mucho más allá de protestar en ese punto de todos modos.
Con la punta de un dedo, rodeó la cabeza y luego siguió el camino de una vena
hasta la base.
—Tu piel es tan suave —dijo con un susurro que casi sonaba reverente.
Mi piel ardía bajo su toque, y podía sentir el sudor acumulándose en la base de
mi cuello y la parte baja de mi espalda. Todavía no podía abrir los ojos, pero la
sensación de sus dedos sobre mí era realmente suficiente. Sus dedos se deslizaron a
mí alrededor, y lentamente acarició hacia arriba.
—¿Así? —dijo suavemente.
No podía moverme ni responder en absoluto. Estaba seguro de que si lo hacía, 221
no sería capaz de detenerme, y también estaba bastante seguro de que debía durar
más de doce segundos.
Pero se sentía tan… jodidamente… bien.
El calor de su mano se movió desde la base de mi polla hasta la punta y volvió
a bajar. No pude evitar que mis caderas se levantaran de la cama y empujaran contra
sus dedos mientras se movía hacia arriba y hacia abajo. La tensión en mis piernas y
espalda era increíble, y la sensación de hormigueo en lo profundo de mi estómago
cayó abruptamente a mis bolas.
Gruñí, jadeé y traté de formar un sonido que se parecía a Mayra pero falló
totalmente. Su mano me agarró un poco más fuerte cuando me golpeé contra ella y
sentí la oleada de sensaciones en cascada sobre mi cuerpo en un estremecimiento.
Mis ojos se abrieron de golpe cuando me di cuenta de lo que demonios acababa
de pasar y que me había venido por todo el estómago de Mayra. Antes de que
tuviera oportunidad de entrar en pánico, Mayra se rió y se empujó sobre mí. Corrió
al baño del pasillo y regresó frotando una toalla sobre su vientre. Se arrastró sobre
mí y rápidamente me limpió con el paño húmedo, sus mejillas se volvieron rosadas
en el proceso.
Podría haberme avergonzado si no me hubiera dado cuenta de repente de mi
error.
—Mierda, mierda, mierda —murmuré.
—¿Qué pasa? —preguntó Mayra.
Podía escuchar la alarma en su voz, y me encogí.
—¿Qué pasa? —preguntó de nuevo.
—Lo jodí —susurré.
—¿Qué quieres decir? Matthew, está bien. Solo necesitaba una toalla; eso es
todo.
—No —dije sacudiendo la cabeza—. Todo está mal.
—¿Qué está mal?
—Se suponía que debía hacerte venir primero.
—¿Qué? —Las cejas de Mayra se fruncieron—. ¿De qué estás hablando?
—El libro —dije en voz baja.
—¿Qué libro?
222
—El libro que… um… que decía que se suponía que debía hacerte venir
primero.
Los ojos de Mayra se quedaron entrecerrados.
—¿Cómo se llama este libro? —preguntó.
—Oh… um… —tartamudeé—. Es… um… se llama Ella se viene primero.
No podía creer que en realidad le dijera lo que había estado leyendo, así que
metí la cabeza debajo de la almohada para esconderme.
—¡Basta! —Mayra se echó a reír y trató de alejar la almohada de mí, pero la
apreté fuerte—. ¡Ahora solo estás siendo tonto!
Metió sus dedos en mis costados, lo que me hizo soltar una carcajada. Ser
cosquilloso no es algo en lo que realmente haya pensado. Hacerme cosquillas no era
el tipo de cosa que alguien había intentado hacer antes. Mi madre lo había intentado
cuando era pequeño, pero nunca produjo mucha reacción. Pero como todo lo demás,
era diferente con Mayra.
Me di vuelta y agarré su mano, que es cuando ella agarró mi almohada y la
arrojó al otro lado de la habitación. Alcé la mano para atraparla, pero fallé. En lugar
de agarrar la almohada, me enredé en mi pantalón, que todavía estaban a medio
camino de mis caderas, y casi me caigo de la cama. Mayra se aferró a mi antebrazo
para mantenerme alejado del piso y continuó riéndose a carcajadas.
Una vez que me enderecé de nuevo, me subí el pantalón para estar al menos
cubierto y agarré a Mayra por la cintura. La puse sobre mí y comencé a hacerle
cosquillas. Mayra comenzó a gritar e intentar escapar, pero la abracé e intenté no ser
totalmente obvio al ver sus tetas rebotar mientras luchaba.
Todo dentro de mí se sentía energizado y apretado. No era diferente a la
sensación que a veces tenía justo antes de entrar en un ataque de pánico, pero al
mismo tiempo, no podía dejar de sonreír. Mayra siguió riéndose; sus tetas
continuaron rebotando, y me sentí increíblemente, increíblemente…
Feliz.
Tirando de ella contra mi pecho, metí mi cabeza en el espacio entre su hombro
y su cuello y presioné mis labios contra su garganta, un anuncio silencioso al final
de las cosquillas. Sus brazos se cerraron sobre mis hombros y presionó sus labios
contra mi frente. Con una inhalación profunda, me acurruqué contra su piel y la
abracé, quieta y callada.
223
Con los ojos cerrados y el olor de su piel en mi nariz, me sentí tranquilo y
cálido. Las diferentes cosas que Mayra había hecho por mí, todo, desde el primer
viaje en su auto y el corte de cabello hasta pasteles y trabajos manuales, fluyeron por
mi cabeza y aumentaron el calor que sentí justo debajo de mi piel. No era solo que
ella tuviera suficiente paciencia para esperar a que yo arreglara mi mierda cuando
estaba lista para cualquier cosa y todo ahora, y no era solo que ella hizo las cosas por
mí sin querer nada a cambio o esperando que averiguara las palabras correctas para
expresar mi gratitud. No era solo su aparente deseo de verme y tocarme o su
disposición a corresponder.
El calor vino de otro lado.
Cuando me senté en mi cama y la sostuve cerca de mí, supe lo que era. Era
diferente de lo que sentía por mis padres o Megan, Travis o Bethany, más intenso,
tangible e innegable.
—Te amo —dije en voz alta cuando la comprensión vino a mi cabeza.
Mayra se quedó completamente quieta, y por un momento, estaba seguro de
que lo había jodido de alguna manera importante, pero no estaba seguro de cómo.
Expresar cualquier cosa era a menudo incómodo y extraño, pero expresar emoción
era más difícil que hablar de otra cosa. Era demasiado abstracto, demasiado
conceptual. ¿Qué pasa si alguien me pregunta por qué? ¿O quería más explicaciones
o descripciones, y no podía proporcionar una?
Estaba empezando a desear no haber dicho nada e incluso estaba pensando en
cómo podría recuperarlo o hacer que sonara como si hubiera dicho algo más o
incluso qué tan rápido podría recuperar mi almohada y esconderme cuando Mayra
habló.
—¿Quieres decir eso? —preguntó—. ¿No solo dices eso porque te masturbé?
Sabía que había arruinado algo. Algo en uno de los libros decía que declarar el
amor justo después del orgasmo rara vez se veía como sincero. Respiré hondo y
levanté la cabeza para mirarla a los ojos por un momento.
—Lo digo en serio —dije enfáticamente—. Tú… lo que has hecho por mí… tú…
eres… eres todo para mí. Todo lo bueno en mi vida es sobre ti. Me haces querer
esforzarme más y hacer cosas que nunca hubiera considerado antes, y sé que incluso
si fallo, todavía estarás allí para ayudarme a volver a subir después.
Tuve que mirar hacia otro lado, y fue muy difícil no volver a mirar sus senos
nuevamente.
224
—Lo haré —prometió Mayra—. Siempre estaré allí para ayudarte. Yo también
te amo.
—¿Lo haces? —La miré y traté de averiguar si lo decía en serio o si era el tipo
de cosas que acabas de decir porque alguien más lo dijo primero. Tan pronto como
nuestros ojos se encontraron, supe que ella hablaba en serio. La suya era demasiado
oscura, demasiado intensa para otra cosa que no fuera la verdad absoluta, y el
asentimiento de su cabeza era simplemente redundante.
—Eres mi héroe —dijo en voz baja mientras me miraba a los ojos. Tenía que
mirar hacia otro lado: la intensidad de sus ojos y todo lo que hervía dentro de mí era
demasiado.
—Eres mi heroína. —Me acurruqué una vez más contra su garganta.
En cuestión de minutos, nos estábamos besando y tocando nuevamente. Boca
a boca, piel contra piel. Durante un rato estuvo encima de mí, a horcajadas sobre mi
cintura y besando mi pecho. Fue intenso y maravilloso. Rodamos, disfrutando de la
libertad de movimiento que la cama permitía, y le presté más atención a sus senos
antes de bajar su estómago.
Mi boca rozó lenta y ligeramente sobre su piel mientras besaba el borde de sus
vaqueros. Tenía que parar e inhalar con frecuencia porque el aroma de ella era
diferente aquí: profundo, almizclado y crudo. Era adictivo, y cada vez que inhalaba,
mi polla respondía.
Mayra se agachó y se desabrochó los vaqueros. Ella asintió hacia mí y
lentamente las puse sobre sus piernas, dejando sus bragas rosadas en su lugar. No
podía mirarla a la cara, así que miré sus piernas desnudas y tragué un par de veces
para tratar de recuperarme.
No estaba seguro de a dónde iba esto. No estaba seguro de a dónde quería que
fuera.
En realidad, eso no era cierto. Sabía lo que quería hacer, pero me asustó
muchísimo.
Con mis vaqueros todavía desabrochados, no era tan incómodo como a
menudo cuando estaba con Mayra o pensaba demasiado en ella. Mi polla se
hinchaba entre los dientes de la cremallera, pero al menos se quedó dentro de mis
boxers. Cuando volví a subir al cuerpo de Mayra para atrapar su boca con la mía,
mi erección se frotó deliciosamente contra su muslo.
Mayra gimió, así que volví a frotar contra su muslo.
225
Ella puso sus dedos debajo de mi mandíbula e inclinó mi cabeza hacia la de
ella. Me encontró con los labios abiertos y la lengua afuera. Mientras me besaba,
movió sus caderas debajo de mí, lo que provocó que mi polla se moviera desde la
parte superior de su muslo hasta entre sus piernas.
Sus bragas todavía estaban puestas, pero sentí el calor de su centro. Se sentía
como cuando caminas hasta una hoguera en una noche fría, cuando la parte
delantera de ti está repentinamente muy caliente, pero tu espalda se mantiene fresca.
Mientras mi polla sentía que podía incendiarse en cualquier momento, el resto de
mí se enfrió.
No había nada que nos impidiera tener sexo, excepto las delgadas bragas de
satén de Mayra. Si las empujaba hacia abajo, podría estar dentro de ella en cuestión
de segundos. ¿Estaba listo para hacer esto? ¿Ella lo estaba? Sabía que ella pensaba
que lo estaba, pero aún tenía mis dudas para los dos. Luché contra el pánico
inminente.
Entonces me di cuenta de que realmente no podíamos.
—Mayra… no… quiero decir, no tengo condones ni nada de eso.
—Estoy tomando la píldora —dijo suavemente, y tuve que mirarla a los ojos
para ver si estaba bromeando conmigo. Asintió—. Empecé a tomarlos después de…
um… después de mi último período. Ha pasado suficiente tiempo para que me
protejan.
—¿Debería? —Realmente no me gustó esa palabra de repente.
Ella se encogió de hombros.
—Nunca es un cien por ciento seguro —dijo—. Pero es tan bueno como parece.
—Hay que recordar tomarlos todos los días —le dije, recordando la sección
sobre control de la natalidad en uno de los libros que mi tía me dejó—, y más o
menos al mismo tiempo.
—Puse una alarma en mi teléfono.
Lo único que Travis me había dicho sobre el sexo era usar siempre un condón,
sin importar qué. Sí, ella podría estar en control de la natalidad, pero se suponía que
todavía se usarían condones. Siempre.
No estaba listo para esto. No tenía todo lo que necesitaba, y si lo tuviéramos
ahora, lo arruinaría todo. Después de que lo arruinara, iba a estar en modo de pánico
hasta que ella tuviera su próximo período. Para salir del modo de pánico, tendría
que preguntarle sobre sus períodos, y no había forma de que esas palabras salieran
de mi boca. 226
—Yo… yo no… quiero decir…
—Shh… —Mayra tomó sus dedos y los colocó sobre mis labios—. Ahora no.
Hoy no.
—Lo siento —susurré.
—No lo hagas —respondió Mayra. Con sus dedos debajo de mi barbilla, acercó
mis labios a los de ella—. Sé que serás tú. No me importa si esperamos unos días o
unas pocas semanas. Sé que será contigo y sé que será exactamente como se supone
que debe ser.
Cerré los ojos y presioné mis labios contra la parte superior de su pecho. Podía
sentir su corazón latiendo bajo mi toque. La rodeé con los brazos y sentí que me
agarraba el cabello con una mano y la espalda con la otra. No sabía lo que se suponía
que debía decirle, y no parecía importarle que no dijera nada. Mientras pudiera
encontrar una manera de mostrarle cuánto significaba para mí, no tenía que
preocuparme por encontrar las palabras correctas.
Ganancia. ¡Ganancia total!
Capítulo 16
Picar el pez
Me desperté con los besos de Mayra en la mandíbula y el cuello.
―Tengo que irme en una media hora ―dijo en voz baja mientras me movía.
Miré por la ventana y vi que estaba oscuro afuera. El reloj marcaba las once y cuarto.
―Me dormí ―dije. Fue una afirmación totalmente inútil, y sentí que mis orejas
se calentaban.
Mayra no dijo nada; sólo siguió besándome la garganta.
227
―Tengo que levantarme ―dije. Mayra se movió y me levanté de la cama.
Desde que era un niño, siempre tenía que orinar tan pronto como me despertaba.
Mis vaqueros se deslizaron hacia abajo cuando me levanté, ya que aún estaban
desabrochados en la parte superior, y tuve que tirar de ellos a los lados para correr
al baño. Después de tirar de la cadena del baño, me miré en el espejo mientras me
enjabonaba las manos.
¿Me veía diferente?
No lo creo. Me preguntaba si me vería diferente cuando realmente tuviéramos
sexo. Me pasé la lengua por los dientes y decidí que tenía que cepillarlos antes de
volver a mi habitación. Lo hice rápidamente y luego volví a la habitación.
Tenía la intención de aprovechar la media hora que nos quedaba, así que salté
al medio de la cama y cubrí a Mayra con mi cuerpo. Aplasté mi boca con la suya y
ella me agarró de los hombros para acercarme. Sus pechos todavía desnudos
empujaron contra mi pecho.
―¡Mmm… menta! ―exclamó Mayra con una risa mientras se alejaba.
―Me lavé los dientes ―le dije. Era otra cosa estúpida y obvia que decir. Sacudí
la cabeza, tratando de librarme de las frases sin sentido―. Entonces… um… ¿quieres
quedarte aquí hasta que tengas que irte?
―No sé a dónde más iría ―respondió Mayra. Entrecerró un poco los ojos―. A
menos que me envíes a casa temprano.
―¡No! ―grité. La envolví con mis brazos y la presioné contra el colchón con
mi cuerpo. Se rió y envolvió las piernas alrededor de mi cintura.
Eso fue todo lo que hizo falta.
Mayra deslizó sus dedos sobre mi mejilla y mandíbula, por mi garganta y sobre
mi pecho. Me levanté un poco para darle más espacio para moverse, pero apretó su
agarre con las piernas, empujando efectivamente mi erección contra ella.
Cerré los ojos con fuerza y traté de averiguar si quería permitirme disfrutar de
la combinación de sus dedos en mi abdomen y mi polla empujada contra ella. Si no
lo hacía... bueno, era algo doloroso no prestarle atención, en realidad. Por otra parte,
si prestaba atención, era probable que hiciera otro desastre.
No iba a hacer eso, no sin hacer que ella fuese la primera. No estaba seguro de
si era una regla o no, pero quería al menos intentarlo.
―¿Mayra?
―¿Hmm...? ―Empujó sus caderas contra mí, y casi lo pierdo. Agité mi cabeza 228
para ganar algo de claridad.
―¿Puedo...? ―Me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que se suponía que
debía decir o cómo debía decirlo. ¿Puedo tocarte? ¿Puedo tocarte con el dedo? ¿Puedo
hacerte venir?
No tenía ni idea.
Mayra me tomó la cara e inclinó mi cabeza para mirarla. Sólo pude enfocarme
en sus ojos por un segundo, pero la vi sonreír. Tomó mi mano en la suya y se la llevó
a la cara. La sostuvo ahí por un segundo y luego lentamente la movió hacia abajo.
Pasó por su cuello.
Sobre su pecho.
Se detuvo en su estómago.
Sentí el borde de sus bragas en mis dedos y cerré los ojos.
―Mira ―dijo. Su voz era suave, pero aun así dominante. Abrí los ojos y miré
hacia abajo entre nuestros cuerpos mientras ella metía las puntas de mis dedos
debajo del dobladillo y empujaba toda mi mano hacia abajo en su ropa interior.
Sentí suaves rizos, después carne tibia y húmeda.
―Mierda ―murmuré involuntariamente. Mayra sólo sonrió mientras juntaba
dos de mis dedos y los empujaba entre sus piernas. Pude sentir todo.
El sonido que ella hizo fue nada menos que divino. Un gruñido, un gemido
que no debería haber sonado tan sexy como lo hizo, pero el sonido fue directo a mi
polla. Intenté desesperadamente recuperarme y recordé algo de algún programa de
televisión o libro en algún lugar que decía que pensara en el baloncesto. Lo intenté,
pero todo lo que vi en mi cabeza fueron las tetas de Mayra rebotando cuando le hice
cosquillas.
―¿Qué hago? ―susurré, dándome cuenta de que a pesar de las imágenes
gráficas y explicaciones del libro, estaba totalmente perdido ahora que la estaba
tocando.
Mayra no perdió el ritmo, pero cubrió mis dedos con dos de los suyos,
presionándolos en un lento círculo justo en la parte superior, donde sabía que estaba
su clítoris. Movió mis dedos hacia abajo por un segundo, donde se mojaron, y luego
los volvió a mover hacia arriba para hacer un círculo. Podía sentir un pequeño y
apretado nudo allí, y cuando presioné un poco más fuerte contra él durante un
círculo, ella hizo ese sonido de nuevo. 229
―Matthewww… ―gimió mientras apretaba sus labios contra mi sien. Giré mi
cabeza y la besé con fuerza, mi lengua entrando en su boca y dando vueltas de la
misma manera que mis dedos. Soltó mi mano, y continué por mi cuenta. Bajando
sólo por un breve momento antes de volver al lugar justo en la parte superior, la
sostuve hasta que sus caderas comenzaron a levantarse contra mi mano.
Entonces me agarró la muñeca, sosteniendo mis dedos en su lugar mientras se
apoyaba contra mi mano. Miré su cara y vi sus ojos cerrados y su boca ligeramente
abierta. Su respiración se aceleró al aumentar el ritmo y luego emitió un sonido
completamente diferente. Era más agudo, casi un grito, y estaba acompañado por su
cuerpo tenso. Podía sentir el temblor de los músculos de sus muslos mientras volvía
a gritar.
Mayra se relajó contra el colchón, y habría pensado que se había desmayado si
no me hubiera visto con una mirada soñadora y medio despierta.
―¡Dios, eso fue increíble! ―exclamó.
―¿Lo fue?
―Oh sí. ―Sus ojos casi parecían girar en la parte posterior de su cabeza―.
Jodidamente increíble.
Me dolía la cara por lo mucho que sonreía, la estrechez de mi pantalón se
olvidó completamente cuando la miré a la cara y sólo la miré, mi corazón palpitaba
al verla.
No podía ni siquiera soñar con algo más maravilloso para ver, así que planeé
hacerlo de nuevo tan pronto como fuera posible.
—Toma, lleva esto —dijo Mayra mientras ponía una bolsa de papel de
comestibles en mis manos. Se inclinó en el maletero de mi auto para sacar algo más
y pude ver un poco de piel entre el dobladillo de su camisa y su pantalón corto.
Suspiré y me reenfoqué en la bolsa en mis manos. Estaba bastante seguro de
que contenía el pastel. Intenté mirar por encima, pero Mayra se enderezó y agitó el
dedo en mi dirección.
—¡Sin mirar!
—Ya puedo olerlo, sabes —repliqué. La esencia a chocolate, azúcar, calidez y
humedad del pastel llenó mi nariz.
—Bueno, aun así no puedes verlo, y esa es la parte importante.
—¿Por qué?
—¡Sin preguntas! —Mayra rió y se dirigió a la casa con otra bolsa, que estaba
llena de fideos de arroz, verduras y varios botes de salsas asiáticas.
Miré sobre mi hombro, medio esperando que Henry llegara de repente y
anunciara que estaba saltándose su viaje de pesca y uniéndosenos para cenar. Si no
era el padre de Mayra, tal vez Bethany o Travis aparecerían para revisarme. No los
había visto desde el miércoles y no sería inusual para Travis aparecer con la cena
mientras Beth se estaba preparando para un viaje de negocios.
—Para —dijo Mayra en una suave voz cantarina.
—¿Para qué?
—De pensar en los peores escenarios.
—Oh.
Mayra sacó todas las cosas de las bolsas y las alineó sobre la encimera. Ayudé
a cortar cebollas verdes mientras ella hacía la salsa y cocinaba los fideos. Miré
atentamente mientras expertamente freía el tofu y las verduras en la salsa, luego 257
añadió los fideos, huevo y cacahuetes en la mezcla. Sirvió porciones apiladas en
nuestros platos y comimos.
Estaba delicioso.
—¿Cómo puede gustarte la comida tailandesa y no la china? —pregunté.
—Totalmente diferente —dijo Mayra—. La salsa tailandesa está basada en el
curry, y no hay castañas de agua. Las castañas de agua son asquerosas.
—Pero… solo saben a… agua.
—Exactamente.
—Eso no tiene ningún sentido.
—El agua no debería ser crujiente.
Negué.
—No estoy completamente segura de que el pastel de chocolate sea apropiado
con la comida tailandesa —dijo Mayra.
—El pastel va con todo —dije con un encogimiento de hombros. Mayra sonrió
y me miró a través de sus pestañas. Alejé la mirada rápidamente, sintiendo calor en
mi cuello y mejillas—. Quiero decir, el pastel está tan bueno que no importa qué otra
cosa comas.
Terminamos de cenar, limpiamos y luego Mayra me dejó comer un pedazo del
pastel de chocolate que había hecho, el cual estaba elaboradamente decorado con
todo tipo de glaseado y ponía en él: Enhorabuena, Graduado.
—Me sentí mal porque no recibieras tu diploma con el resto de nosotros —me
dijo Mayra—, y la fiesta fue un poco un desastre. Pensé que finalmente podíamos
celebrar nuestra graduación un poco.
Con toda honestidad, no había sido importante para mí en lo más mínimo. No
me importaba cruzar un escenario con todos los demás o incluso que recibiera mi
diploma en el correo en lugar de que me lo entregara el director Monroe. Casi le dije
esto, pero luego me di cuenta de que ella se había esforzado por decorar el pastel
para celebrar conmigo. Cuando miré su rostro, pude ver la más pequeña cantidad
de preocupación allí.
Celebrar es importante para Mayra.
Esta comprensión, y la subsiguiente comprensión de que Mayra quería
258
celebrar mi graduación, no solo la suya, me sorprendió y casi me hizo tener que
sentarme en el sofá por unos minutos. Era como si algo dentro de mi cabeza de
repente cambiara a la posición de encendido y enviara un estremecimiento de
electricidad por mi columna.
Incluso cuando mi madre y padre estaban vivos y hacían cosas por mí, nunca
entendí el concepto de querer algo en nombre de otra persona. No tenía los tipos de
pensamientos donde olvidabas sobre lo que era importante para ti y solo te
centrabas en lo que era importante para otro. Mis doctores en el pasado habían
hablado sobre ello, pero nunca entendí realmente lo que querían decir. ¿Cómo podía
sentir eso sobre alguien más?
Pero lo hacía ahora. Ahora lo entendía. Con ojos amplios, extendí la mano y
atraje a Mayra contra mí, mi boca cubriendo la suya y moldeándose contra sus labios
suavemente.
—Gracias —susurré—. Muchas gracias, Mayra… no tienes ni idea de lo que
esto significa.
—Matthew —Mayra rió y deslizó sus dedos en mi cabello—, es solo un pastel.
La chispa en sus ojos me dijo otra cosa.
—No —repliqué con un gesto de la cabeza—. No lo es. No es el pastel. Eres tú.
Eres toda tú. Eres todo para mí y más. Eso ni siquiera tiene sentido, pero es verdad.
La cascada de emociones que se vertió sobre mí al mismo tiempo no fue
abrumadora como podría haber esperado. Fue estimulante. Revitalizante. Excitante.
Fascinante.
Erótica.
Eran los sentimientos más puros que alguna vez había experimentado.
Bajé las manos y levanté a Mayra en mis brazos, acurrucándola contra mi
pecho. La miré a los ojos y la vi devolverme la mirada. Por una vez, no hubo
ansiedad, sin extrañeza mientras nuestras almas conectaban a través de nuestra
mirada. Cuando alzó la mano y la pasó por mi mejilla, no me moví, tensé o encogí.
Solo la miré a los ojos, esperando descubrir cómo podía posiblemente expresarle lo
que significaba para mí.
—Te amo —le dije.
—También te amo —replicó.
Las palabras no eran suficientes. Ni siquiera se acercaban. Negué despacio, 259
todavía manteniendo mis ojos en los suyos.
—Quiero mostrarte.
—¿Mostrarme?
Mi boca se presionó contra la suya y usé la punta de mi lengua para tocar su
labio.
—Quiero mostrarte —dije otra vez—. Quiero mostrarte cuánto te amo.
No podía esperar otro segundo, así que la llevé a mi habitación.
Mayra, tumbada de espaldas sobre mi cama, era la vista más hermosa que
alguna vez había presenciado. Sus ojos eran brillantes y nunca dejaron los míos
mientras me echaba hacia atrás lo suficiente para quitarme mi camiseta. Mayra subió
la mano y pasó las puntas de sus dedos sobre mi pecho y estómago antes de
desabotonar rápidamente su blusa y quitársela.
Me arrodillé, a horcajadas sobre ella con cada una de mis rodillas alineada con
su cintura mientras Mayra alcanzaba detrás de ella y desabrochaba el cierre de su
sujetador. Antes de que pudiera quitarlo por completo, toqué los tirantes en sus
hombros con mis dedos. Tracé sus hombros y pasé la punta de mi dedo sobre la
marca de nacimiento con forma de pez y luego me incliné para poner mis labios
sobre ella.
—¿Por qué haces eso? —inquirió Mayra en voz baja.
La miré y vi nada más que curiosidad en sus ojos. Parpadeé un par de veces
mientras intentaba descubrirlo yo mismo.
—Es parte de ti —dije—, una marca de tu nacimiento, lo cual la hace
importante.
Mayra alzó una ceja.
—Además —dije mientras sonreía tímidamente—, es muy, muy distractora
hasta que la toco.
—Y parece un pez. —Mayra se rió.
Asentí.
Las manos de Mayra sujetaron el lado de mi rostro y juntó nuestros labios por
un momento.
—Eres adorable.
Me encogí de hombros, sentí mi rostro calentarse un poco, pero fui distraído 260
por la exposición de la parte superior de sus pechos y olvidé estar avergonzado por
algo. En cambio, los besé mientras quitaba su sujetador.
Los sentimientos que experimenté en la cocina no se habían disipado. Si acaso,
las emociones aumentaron cuando la ropa de Mayra empezó a desaparecer. Me
arrodillé sobre ella de nuevo mientras se movía debajo de mí para desabotonar su
pantalón corto. Miré sus pulgares engancharse en los lados mientras los bajaba sobre
sus caderas y sentí mi polla responder ante la vista.
¿También se excitaría al mirarme?
De nuevo, me arrodillé sobre ella. Vi sus ojos seguir mi mano mientras la movía
sobre mi estómago hacia los botones de mis vaqueros. Desabroché el primero, luego
el segundo e inmediatamente vi los ojos de Mayra ampliarse mientras pasaba su
lengua por sus labios.
—¿Te gusta eso? —pregunté. Mi voz tenía un extraño tono ronco. Tragué una
vez y luego abrí otro botón—. ¿Te gusta mirarme?
—Mierda, Matthew…
Su pecho se elevó y cayó y no tuvo que decir más. Desabroché el último botón
y bajé un poco mis vaqueros por mis caderas, solo lo suficiente para sacar mi polla
de mis bóxer. Mayra dejó escapar un largo aliento mientras me alcanzaba. Tomé su
mano en la mía y envolví sus dedos alrededor de mi polla.
Me acarició mientras me quitaba mis vaqueros y bóxers, solo soltándola para
que pudiera bajarlos del todo por mis piernas. Terminamos quitando juntos sus
bragas y luego pasamos un momento solo mirándonos.
—Eres tan hermosa —le dije mientras extendía mi mano y pasaba mis dedos
sobre su cuello y pecho y luego por su estómago. Mi mano cayó más abajo,
acunándola y usando mi pulgar para acariciar su clítoris, justo de la manera en que
me había enseñado.
—Y eres increíble —replicó—. Todo sobre ti solo… me sorprende.
—¿Eso es bueno?
—Definitivamente.
—Estás, uh… —tuve que detenerme y tragar con fuerza para seguir
hablando― ¿estás lista?
—Sí —dijo, su voz bajando de tono mientras sus mejillas se oscurecían—. Por
favor. 261
265
Capítulo 19
¿Tienes qué en el cajón de tu cocina?
Todavía tibio y aturdido por el sueño, abrí los ojos a la tenue luz que entraba
por la ventana de mi habitación. No pensaba haber soñado las experiencias de
anoche, eran demasiado extraordinarias para dejarlas pasar como un simple sueño.
Mayra estaba en mis brazos y yo en los suyos.
Cuando giré un poco la cabeza, pude ver sus ojos cerrados y su mirada pacífica.
Inmediatamente me acordé de la primera vez que nos quedamos dormidos en los
brazos del otro, justo después de haberle contado todo sobre lo que estaba mal 266
conmigo y sobre la muerte de mis padres. Incluso entonces, cuando apenas la
conocía, sabía lo bien que se sentía estar acostado con ella, nuestros cuerpos se
entrelazaban como la portada de una cursi novela romántica. Entonces no lo entendí,
pero ahora sí.
Moviéndome un poco, me di cuenta de que el brazo debajo del torso de Mayra
estaba bastante entumecido. Apreté mis dedos en un puño un par de veces para que
desapareciera la sensación de hormigueo, pero no me molesté en soltarla. Tomaría
la sensación de los alfileres y las agujas. No eran tan malos mientras pudiera
quedarme así y mirarla.
La vi dormir, completamente fascinado por el ligero aleteo de sus párpados, su
respiración lenta y rítmica, y las pequeñas palabras murmuradas que no pude
entender. El sol iluminó la habitación, y cuando sus ojos se abrieron, se encontraron
con los míos. Ella sonrió de inmediato y sentí que mi corazón comenzaba a latir con
fuerza.
—Hola —dijo Mayra, y luego se rió y se sonrojó.
Aparté la vista, sintiendo mis propias mejillas calentarse. Los destellos de la
noche anterior pasaron por mi cabeza, la sensación de estar dentro de ella, la
expresión en su rostro durante el orgasmo y la gloria de quedarme dormido después
con ella en mi cama.
—Hola —repetí finalmente. No me atreví a volver a mirarla a los ojos. Incluso
cuando lo intenté, tuve que apartar la vista rápidamente. Aparentemente, lo que
había sucedido anoche en realidad no me arregló.
Tal vez fue una cosa de hacer el amor.
Los dedos de Mayra trazaron mi mandíbula y mi cabello. Su toque era ligero y
cálido, y me recordó otras formas en que me había tocado solo unas horas antes.
Cerrando los ojos por un momento, casi pude sentir su mano en mi pecho... mi
estómago... mi...
—¿En qué estás pensando?
—¿Eh? —farfullé, sacado de mi fantasía—. Um… ¿nada?
—Oh, ¿en serio? —Mayra sonrió con suficiencia.
—No. —Me sonrojé ante la confesión.
Ella sacudió la cabeza un poco y tiró de mi cabeza contra su pecho. Sentí sus
267
labios presionarse en mi cabello.
—Te quiero de nuevo —le dije.
—Bueno, tal vez deberías hacer algo al respecto.
Sentí mi cara calentarse, y mi polla comenzó a abrirse camino hacia su muslo.
Me lamí los labios y me encogí un poco.
—Necesito... um... todavía no —dije.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Necesito lavarme los dientes.
—Yo también. —Mayra se rió de nuevo.
Compartimos el lavabo, ambos todavía completamente desnudos y parados
frente al espejo, listos para cepillarnos. Fue extraño, y no me gustó mucho. Por
alguna razón, cepillarme los dientes frente a ella me hizo sentir mucho más desnudo
que la simple falta de ropa. Afortunadamente, su cepillado de dientes hizo que sus
senos se movieran un poco hacia arriba y hacia abajo, lo que pude ver sigilosamente
en el espejo.
De vuelta en mi habitación, Mayra me empujó sobre la cama y se arrastró sobre
mí. Su mano se deslizó por mi costado, sobre mi cadera, y luego agarró mi muslo
por un segundo antes de envolver sus dedos alrededor de mi polla ya erecta.
—Mierda —murmuré. Cerré los ojos y empujé la parte posterior de mi cabeza
contra la almohada.
Mayra se inclinó y cubrió mi boca con la suya, y el fuerte sabor a menta fluyó
entre nosotros mientras nos besábamos. Se apartó lo suficiente como para agarrar
otro condón de la mesita de noche, insistiendo en que quería intentar ponerlo ella
misma. No funcionó muy bien y al principio terminó un poco torcido.
Eventualmente lo puso bien y lo rodó sobre mí.
Mayra se puso de rodillas, a horcajadas sobre mis caderas. Tragué saliva
cuando me di cuenta de su intención y luego agarré las sábanas de la cama mientras
la veía colocarme en su entrada antes de bajar. Ella siseó; yo gemí, y lentamente
volvimos a ser uno.
Al principio, Mayra simplemente recostó su cabeza en mi pecho mientras los
dos nos deleitamos de la sensación de conexión. Acuné su rostro en mis manos y la
besé lentamente, tratando de mantener mi enfoque en la sensación y el sabor de su
boca y no en los movimientos sutiles de sus caderas y cómo esos movimientos me
animaron a moverme con ellos hasta estallar.
Se sentó y se echó hacia atrás, y sentí como si la electricidad fluyera a través de 268
mi polla y hasta mi columna vertebral. Gruñí de nuevo, arqueando la espalda y
empujándome hacia ella. Mayra comenzó a moverse conmigo, deslizándose hacia
arriba y hacia abajo sobre mi polla mientras sus senos rebotaban al ritmo de los
golpes. Estiré la mano y los junté a ambos en mis manos, tirando ligeramente de sus
pezones cuando Mayra gimió.
—Eso se siente increíble —murmuró.
—¿Qué tal esto? —pregunté mientras bajaba mi mano por su vientre y
comenzaba a masajearla justo encima de donde nos uníamos.
—¡Oh Dios! ¡Oh, Matthew!
Mantuve mis dedos contra su clítoris y moví mi mano con ella. Mi otra mano
fue a su cadera, dándome un poco de fuerza para empujar hacia arriba. Las manos
de Mayra estaban apoyadas contra mi pecho mientras se inclinaba sobre mí, y su
cabello cayó sobre sus hombros para hacerme cosquillas en la piel mientras se
movía. Hundió sus dedos en mi piel cuando comenzó a jadear mi nombre como un
canto. Ella se estremeció, y la seguí un momento después.
—¡Ahhh! —Mis dedos se clavaron en sus caderas, y la jalé contra mí,
metiéndome tan profundamente como pude. Tan pronto como mi agarre se aflojó,
Mayra dejó caer la cabeza sobre mi pecho y envolvió sus brazos alrededor de mis
hombros.
No podía decidir si me gustaba más arriba o abajo, así que pensé que
deberíamos intentar el mejor dos de tres.
Mientras que las tareas diarias normales son difíciles de dominar, realizar
actividades consideradas solo problemáticas para la mayoría de las personas es casi
imposible para mí. Si no hubiera sido por la constante tranquilidad de Mayra, podría
no haber sido capaz de enfrentar la transición de la vida de la escuela secundaria a
la universidad.
Con los ojos bien cerrados, traté de mantenerme con los pies en la tierra. No
necesitaba enojarme. No necesitaba enloquecer y entrar en pánico. Podría superar
esto. Mayra estaba en la otra habitación. Todo estaba bien.
No funcionó.
Mis manos comenzaron a temblar hasta que el álbum de fotos que había estado
mirando cayó de mi agarre con un ruido sordo. Traté de bajarme con cuidado, pero 269
terminé tropezando un poco y tirando un pequeño plato de dulces de la mesa de
café antes de caer sobre mi trasero.
—¿Matthew?
No pude responderle. Incluso cuando sentí sus brazos alrededor de mis
hombros y sentí mi cara presionada contra su piel, mis cuerdas vocales simplemente
no funcionaron. Mantuve los ojos cerrados y traté de concentrarme en respirar
lentamente, lo que se hizo más fácil por el dulce olor de la piel y el cabello de Mayra.
La duración de los ataques de ansiedad siempre era un misterio para mí.
Parecían durar simultáneamente para siempre y una fracción de segundo. Solo sabía
que cuando pudiera concentrarme nuevamente en dónde estaba y en lo que estaba
haciendo, todavía estaría envuelto en Mayra en el piso de la sala de estar, y un álbum
de fotos de mi infancia yacería abierto en el piso.
En la página mostrada aparecía una foto de mis padres abrazándome como un
recién nacido.
—Los extraño —dije en voz baja—. Ha pasado tanto tiempo. ¿Por qué todavía
los extraño?
—Solo ha pasado un año —dijo Mayra—. Eso no es tanto tiempo en absoluto.
Además, te estás desarraigando ahora mismo. Tiene sentido que pienses cómo eran
las cosas antes. ¿No es eso lo que te dijo la doctora Harris?
—Sí. —Apoyé mi cabeza contra ella y suspiré. Escuché atentamente el latido
lento de su corazón debajo de su pecho y el suave sonido de sus respiraciones—.
¿Podemos hacer el amor ya?
Mayra se rió.
—No saldrás de esto tan fácilmente —dijo—. Te dije un mínimo de tres cajas
empacadas primero. Has estado aquí durante una hora y solo tienes la mitad de una
llena.
—No me gusta hacer esto.
—Lo sé, bebé.
—¿No podemos simplemente viajar?
—Es más que un viaje de dos horas, Matthew —me recordó—. Sabes que eso
no va a funcionar. Podremos venir a visitar los fines de semana. Tal vez podamos
hacer que Henry, Travis y Bethany se unan a nosotros para cenar aquí una vez al
mes o algo así. 270
277
Capítulo 20
Si se ignora lo suficiente, sigue ahí
—¿Realmente me dejará sentarme aquí, sabiendo que ese boleto está en el
cuarto de al lado y que podría ser el boleto ganador y que va a expirar mañana? ¿De
verdad, de verdad vas a hacer eso?
—Sí.
—Eres tan terco.
Era por lo menos la decimoquinta vez en la última hora que Mayra sacaba el
billete. Realmente, deseaba no haber dicho nada al respecto, y estaba considerando 278
escabullirme a la cocina en medio de la noche para tirar la maldita cosa de vuelta a
la basura donde pertenecía.
Por el lado positivo, el evitar el billete y todo lo relacionado con la discusión
había llevado a hacer muchas maletas. Mi tercera caja estaba casi llena, y tan pronto
como estuviera terminada, me iba a asegurar de terminar con pastel y sexo. Tal vez
ambos al mismo tiempo.
Pensé en cómo sería, y una sonrisa se deslizó por mi cara mientras las imágenes
y los sabores pasaban por mi mente.
—Matthew, he estado pensando en el billete —dijo Mayra.
Fantasía destruida.
—No —dije automáticamente. Metí una calculadora y una engrapadora en la
caja, pensando que siempre se necesitaban en la escuela, y me pregunté dónde
podría estar mi quita-grapas.
—Escúchame un minuto —dijo.
Sacudí mi cabeza vigorosamente.
—Estás evitando esto —afirmó.
—Sí —respondí.
—Matthew, eso no es bueno para ti.
La ignoré y continué sacando varios suministros de oficina del cajón del
escritorio y los puse en la caja. Un cuaderno, un par de tijeras, siete bolígrafos
diferentes, todos de diferentes colores —uno para cada día de la semana— y una
perforadora de tres agujeros se unieron a la engrapadora y a la calculadora.
—La doctora Harris te dijo que evitar las cosas que te molestan no es lo mismo
que afrontarlas —dijo.
Suspiré y crucé los brazos sobre el escritorio. Dejé caer mi frente para descansar
encima de ellos. Sentí los dedos de Mayra sobre mi cabeza, y dejé salir otro largo
suspiro.
—¿Por qué no quieres saber si el boleto es el ganador? —preguntó Mayra en
voz baja.
—Porque si es así, tengo que hacer algo al respecto —dije—. Mientras no lo
sepa, no tengo que tomar la decisión.
—Pero si esperas, definitivamente no ganas —me dijo—. Caducará, y entonces 279
no te servirá de nada.
—No me serviría de nada de todos modos —insistí.
—¿No quieres el dinero?
—No, no lo hago.
—¿Qué es lo que más te molesta, no querer el dinero o tener que tomar una
decisión al respecto? —preguntó Mayra.
—La decisión. —Supe tan pronto como las palabras salieron de mi boca que
eran ambas verdaderas y un error.
—No puedes evitar las decisiones —dijo Mayra. Pasaba sus dedos por mi
cabello, lo que me mantenía relativamente estable mientras hablaba—. Tomar
decisiones es importante en todos los aspectos de tu vida, y evitar las difíciles no te
va a ayudar a largo plazo. No puedes esperar a que las cosas desaparezcan. ¿Y si no
pudieras decidir qué cenar? Al final, te morirías de hambre.
—Hace mucho tiempo que no lo hago —le dije.
—Pero lo has hecho, ¿verdad?
—No me he muerto de hambre —señalé.
—¿Fuiste a la cama con hambre?
—Sí.
—Si no quieres el dinero, Matthew… —Mayra se detuvo y dejó salir un largo
suspiro—. Bueno, supongo que apoyaré eso. No me gustará y no fingiré entenderlo,
pero lo apoyaré. ¿Pero negarse a tomar una decisión? No puedo dejarte hacer eso.
Levantando la cabeza, la miré a los ojos por un breve momento antes de volver
a mirar hacia abajo. Su expresión me lo dijo todo. Ella tenía razón, y lo sabía. No iba
a dejarlo pasar. También sabía que tenía razón. Negarse a mirar los números no era
por el billete o el dinero. No quería tener que decidir. Había mucho que considerar,
mucho de qué preocuparse, demasiado para depender de tal elección. No quería
enfrentarlo.
No podía negar la verdad en las palabras de Mayra. ¿Qué pasa si continúo
ignorando todo lo que no quiero tener que enfrentar en la vida? ¿Cómo sería eso
para Mayra? Si quisiera que se quedara conmigo, y definitivamente lo hice, no
podría evitar decisiones importantes en nuestras vidas. No podía poner todo eso en
ella y esperar que tomara decisiones por mí. No sería justo, y no sería una sociedad,
que era lo que se suponía que teníamos. 280
—Bien. —Me escuché susurrar.
—¿Bien? —repitió Mayra, convirtiendo la única palabra en una pregunta.
—Miraré —dije—. Miraré a ver si es el boleto ganador.
Mis brazos y piernas se sentían fríos, entumecidos y calientes a la vez. Mis
manos temblaban tanto que no podía ver los números en el papel ligeramente
manchado y apestoso de salsa de pato.
—Lo encontré —anunció Mayra. Dio vuelta mi laptop y mostró el sitio web de
la lotería de Ohio—. ¿Coinciden?
Traté de concentrarme en el papel tembloroso, pero no pude verlo. Terminé
dejándolo en la mesa junto a la computadora e intentando leerlo de esa manera.
La pantalla mostró 8, 19, 28, 29, 32 y 38.
Igual que el billete.
—Oh Dios mío —murmuró Mayra.
Mis manos dejaron de temblar, y una fría sensación de terror me invadió. En
un momento dado, las imágenes de mi vida como un hombre ridículamente rico
inundaron mi cerebro. Al principio, todo parecía genial. Podía permitirme el mejor
seguro médico y la mejor medicación. El cuidado de Megan se solidificó con
especialistas privados y cuidados en casa. Las clases de Mayra y las mías no fueron
un problema. Entonces las cosas en mi cabeza comenzaron a cambiar. Las
discusiones sobre qué hacer con el dinero, qué organizaciones de caridad eran las
más merecedoras, y qué parientes evitar este mes se convirtieron en el punto central
de mis conversaciones imaginarias con Mayra.
—No lo quiero —susurré. Mi mirada se dirigió a su rostro. Mayra parecía estar
sufriendo una conmoción, tanto como yo—. No sé qué hacer con él. No puedo correr
ese riesgo, Mayra. No puedo.
Durante varios minutos, ambos alternamos entre mirar el boleto y mirar la
pantalla del ordenador. La extraña sensación seguía impregnando mis miembros
porque sabía que esto no había terminado todavía. No terminaría hasta que quemara
el maldito ticket en la chimenea o lo tirara por el inodoro.
Por supuesto, fue Mayra la primera en salir del trance con todas las respuestas
en la punta de la lengua.
—Sé qué hacer con esto —dijo Mayra de repente. Cuando miré su cara, sus ojos
brillaban—. Sé exactamente qué hacer.
281
Agarré el borde del escritorio de la computadora con mis dedos. Mis manos
temblaban y no podía mirar a Mayra a los ojos. Tenía la sensación de que no iba a
sugerir tirar el billete, y no estaba seguro de que pudiera hacer frente a otras
opciones.
—Estará bien —dijo Mayra suavemente mientras ponía su mano sobre la mía—
. Estaré contigo en cada paso del camino.
—¿Qué vamos a hacer? —Apenas podía oír mi propia voz.
—Vamos a regalarlo.
Preparé bebidas para los tres: Coca cola para Mayra y para mí y un Sprite para
Aimee, ya que ella no quería beber nada con cafeína. La bebida de Aimee fue a la 286
mesa lateral junto a la silla donde, hace unos minutos, Mayra y yo habíamos estado
desnudos. Fue muy, muy difícil no pensar en eso, pero me concentré en poner las
otras dos bebidas en sus lugares habituales en la mesa de café antes de sentarme en
el sofá. Mayra y Aimee ya estaban hablando.
Aparentemente, usar a la doctora Harris para permanecer en el anonimato fue
una idea bastante mala. Tan pronto como Scott buscó el número y vio de dónde
venía, Aimee recordó una conversación con Mayra sobre mi hermana.
—Lo comprobé —dijo Aimee—, y encontré una chica con el apellido Rohan en
el mismo hospital. Sabía que tenía que ser tu hermana.
Mayra tenía su cabeza en las manos y no dejaba de mirarme. Sabía lo que estaba
haciendo. Ella estaba esperando que me volviera loco, pero no podía culparla. Yo
mismo lo estaba esperando.
—Dijiste que nadie lo sabría —le recordé a Mayra. Las palabras de Aimee se
sentían como si se estrellaran en mi cabeza, y podía sentir la tensión fluyendo sobre
mí desde mi cuero cabelludo hasta los dedos de los pies—. Dijiste que la doctora
Harris evitaría que alguien lo supiera.
—No esperaba que se pusieran en plan NCIS conmigo —dijo Mayra. Miró a
Aimee por el rabillo del ojo.
—Ustedes son los que han estado regalando dinero por toda la ciudad —dijo
Aimee—. ¿Por qué?
—No lo quiero —dije enfáticamente. Mis dedos se retorcieron uno alrededor
del otro, sin torcer, y luego se volvieron a torcer. Junté las puntas de mis dedos
índices y luego pasé a los otros dedos, golpeando cada uno por turno.
—Sabía lo preocupada que estabas —dijo Mayra—. Con la llegada del bebé y
el dinero tan escaso, tenía sentido darte la mayor parte. Donamos al centro de
autismo de Megan…
—¡Mayra! —susurré en voz baja. No quería regalar más de lo necesario.
—Ella lo va a descubrir de todos modos —dijo Mayra poniendo los ojos en
blanco—. Matthew no quería lidiar con todo, y no quería la atención.
—Pero también te ayudaría a ti y a tu familia —insistió Aimee—. Estoy segura
de que también tienen necesidades.
Sacudí la cabeza.
—Es mucho —dijo Aimee—. Todos podemos compartirlo.
287
—Yo no —respondí—. No lo quiero.
—¡Tienes que hacerlo! —Aimee sacudió la cabeza rápidamente—. No puedo
aceptar esto de ti, sabiendo que no estás guardando nada para ti.
—¡No lo quiero! —grité. Mientras levanté los pies del suelo y puse las rodillas
en el pecho, las rodeé con los brazos. Mayra se acercó y apoyó su mano en mi
hombro, pero yo se la quité. Esto era exactamente lo que no quería… no quería tener
que pensar en el dinero nunca más, y aquí estábamos todos hablando de ello un poco
más—. ¡Sólo tómalo y no digas nada más!
—Pero, Matthew, tu propia familia…
—¡No! —me quejé mientras escondía la cabeza entre las rodillas y empecé a
temblar. Dárselo a alguien de mi familia era lo mismo que guardármelo para mí.
Siempre tendría que participar en la toma de decisiones y la planificación, que es
exactamente lo que no quería.
—Matthew… está bien —dijo Mayra. Se había acercado a mí en el sofá pero no
intentaba tocarme.
—No entiendo —susurró Aimee, y pude oír el estrés en su voz.
—Simplemente no funcionará para él, Aimee —dijo Mayra en voz baja—. Por
eso regalarlo fue la respuesta perfecta. No creí que averiguarías de dónde venía, y
sabía que serías responsable con él, usarlo para el bebé y la escuela para ti y Scott.
Sabía que harías que tu padre te ayudara a resolverlo y que no hicieras ninguna
estupidez. Estamos ahorrando para pagar la escuela, pero no gastaremos nada en
nosotros. Si lo hiciéramos, la gente se daría cuenta. Darte la mitad significa que no
tendrías que poner toda tu vida en espera, y Matthew y yo podríamos seguir
adelante como ya habíamos planeado.
Hubo un largo silencio, que yo solía tratar de evitar que me desmoronara
totalmente. Nada de esto funcionaba como se suponía que debía hacerlo, y lo que
creía que estaba terminado se había convertido de repente en una gran parte de mi
vida de nuevo en cuestión de minutos. Temblaba tanto que ya casi no podía oír nada
a mi alrededor.
—¿Es realmente tan difícil para ti? —preguntó Aimee. Cuando la miré, sus ojos
eran amplios y comprensivos.
Sólo pude asentir en respuesta.
—Está bien —susurró y luego habló un poco más alto—. Nos lo quedaremos.
—¿Lo harás? —pregunté, mirándola.
—Sí —respondió. 288
—Por favor —supliqué en voz baja—, no quiero que nadie sepa de dónde lo
sacaste.
—No se lo diré a nadie —dijo Aimee.
Dejé salir un largo suspiro.
—Pero mi silencio es condicional —añadió Aimee.
Mayra se puso rígida y se enderezó en su asiento, y yo hice eco de su postura.
—¿Qué condición? —preguntó ella.
—Si me dan esto, puedo gastarlo como quiera sin que ninguno de ustedes lo
discuta —dijo Aimee.
Mis ojos se entrecerraron. Había algo en la forma en que presentaba sus
condiciones que me hizo sentir cauteloso.
—Es para el bebé —le recordó Mayra a su amiga.
—Sí, lo es —dijo Aimee—. Y como madre del bebé, tengo que decidir lo que es
bueno para el bebé, ¿verdad?
—Supongo que sí —dijo Mayra.
—¿Matthew? —Aimee se volvió hacia mí, y rápidamente aparté la mirada de
sus ojos—. ¿Estarías de acuerdo en que puedo elegir lo que es correcto para mi hijo?
—Sí —dije. No podría discutir eso.
—Y si quiero que mi hijo aprenda sobre la generosidad, espero que ustedes dos
lo apoyen.
—Supongo que sí —respondí. No tenía ni idea de a dónde iba con esto, y yo
seguía al límite.
—Bien —dijo—, porque voy a hacer algunos arreglos. Para empezar, estoy
creando una beca en la OSU para un estudiante con autismo, en el nombre del bebé,
por supuesto. Espero que lo solicites.
No podía creer lo que estaba escuchando, así que me senté allí con la boca
abierta.
¿Es Ganancia o Pérdida?
289
Epílogo
La mayor Ganancia de todas
—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —gritó Mayra, y yo tuve que sonreír.
—Supongo que sacaste un sobresaliente —dije con una sonrisa.
—¡Cien por ciento, maldición! —Mayra gritaba y bailaba alrededor del
apartamento que compartíamos a las afueras de la universidad.
—¿Podemos irnos a casa ahora? —le pregunté. Aunque estaba feliz por ella,
sólo quería volver a casa y relajarme para las vacaciones, y aun así tuvimos que
recoger a Megan en el camino. 290
—Estoy bastante seguro de que no quiero —le dije—, pero alguien hace unos
años me enseñó que aunque el cambio es muy difícil, no puedo ir por la vida sólo
evitando situaciones difíciles.
—No tiene que gustarte —me recordó Mayra—. A mucha gente no le gusta
hacer ajustes. Pero ahora aceptas el cambio, lo cual es un gran cambio en sí mismo.
—Supongo —dije encogiéndome de hombros.
Mayra apoyó sus manos en mis hombros y me giró hacia ella.
—No te subestimes ahora, Matthew Rohan —dijo—. Has hecho tantos
progresos en el último año, es increíble. No sólo aceptas el cambio, sino que tomas
decisiones sin debatir y preocuparte por ellas durante semanas. No creo que
estaríamos aquí parados teniendo esta conversación si fuera el verano pasado. No te
has asustado durante nada de esto, ni siquiera cuando papá dijo que traería al oficial
Gregory con él.
Me encontré con sus ojos por un momento antes de mirar por encima de su
hombro y por la ventana de nuevo. Mayra dejó caer sus manos a los lados y se giró
para mirar a través del cristal conmigo.
—Hubo momentos en que las decisiones eran casi imposibles de tomar —
estuve de acuerdo—. Todavía es difícil, pero sé que esto es lo correcto. Creo que
probablemente he tomado las decisiones equivocadas en el pasado sólo porque me
negué a tomar una decisión de una manera u otra.
—Podrías ser millonario —bromeó Mayra.
Me encogí de hombros otra vez y me alejé de la ventana. En mi mente, estaba
en las fiestas de cumpleaños cuando era niño, tanto para mí como para Megan,
aunque ella nunca abría sus regalos. Recordé la primera vez que Travis trajo a
Bethany a la habitación y cuánto la odiaba Megan. También hubo pensamientos más
oscuros, como cuando el oficial al mando de la unidad vino a la puerta con el
capellán para decirnos que papá no volvería a casa.
Caminé por la sala y recordé todos los momentos que Mayra y yo habíamos
pasado allí. Recordé nuestro proyecto sobre las abejas de miel que podría haber sido
el responsable de reunirnos. Recordé haberme sentado en el sofá y haber bebido
Coca-Cola con cuatro cubitos de hielo en cada vaso. Recuerdo que me desperté en
el sofá y la tenía a mi lado, envuelta en mis brazos y haciéndome sentir seguro y
amado.
—Sí, pero no sería más feliz —dije—. No es una decisión de la que me
arrepienta. 295
297
Nota del Autor
¡Hola! Muchas gracias por acompañarme en este viaje de amor joven y
aceptación. ¡Espero que lo hayas disfrutado! Muchos de mis amigos han sido
tocados por niños en el espectro del autismo, y espero que el personaje de Matthew
haya hecho justicia al trastorno.
Si quieres entender más sobre el autismo, te recomiendo un libro llamado The
Reason I Jump de Naoki Higashida. El libro no es de ficción y está escrito por un
adolescente con autismo. ¡Lo encontré bastante esclarecedor!
¡Hasta la próxima vez!
Con mucho amor,
Shay Savage. 298
Sobre el Autor
Shay Savage es una autora independiente de Cincinnati, Ohio, donde vive con
su familia y una variedad de mascotas domésticas. Es una oradora pública
consumada y tiene el rango de Distinguida Toastmaster de Toastmasters
International. Sus pasatiempos incluyen hacer todoterreno en su gran Jeep amarillo,
la ciencia ficción en todas sus formas y fútbol. Savage es licenciada en psicología, y
aporta mucho de ese conocimiento a los personajes de sus historias.
De la autora: Es mi trabajo hacerte SENTIR. Eso no siempre significa que te
sentirás bien, pero quiero que mis lectores estén lo suficientemente conectados con
mis personajes para que les importe.
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Los libros de Savage abarcan una amplia variedad de temas y subgéneros con
personajes profundamente defectuosos. ¡Desde hombres de las cavernas hasta
adictos y sicarios, te encontrarás enamorándote de estos personajes aparentemente
irredimibles!
Página web: http://www.shaysavage.com/
Tienda web: http://www.shaysavage.com/#!merchandise/cw7q
Facebook: https://www.facebook.com/ShaySavage7289
Goodreads: https://www.goodreads.com/author/show/5160667.Shay_Savage
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