Está en la página 1de 309

1

2
Moderadora
KATH

Traductoras
GUADALUPE_HYUGA LVIC15
ANAVELAM GRISY TATY
3
KATH CJULI2516ZC
KATYKAT MONA
PANCRASIA123 BRISAMAR58
KAIKAI WALEZUCA SEGUNDO
SWEET PEPPER QUEEN WOLF

Corrección y revisión
KATH

Diseño
LOLA’
SINOPSIS .................. 5 24 .......................... 153 48 .......................... 255
PRÓLOGO ................ 6 25 .......................... 160 49 .......................... 259
1.............................. 11 26 .......................... 168 50 .......................... 264
2.............................. 25 27 .......................... 169 51 .......................... 266
3.............................. 30 28 .......................... 175 52 .......................... 268
4.............................. 36 29 .......................... 184 53 .......................... 273
5.............................. 43 30 .......................... 188 54 .......................... 276
6.............................. 47 31 .......................... 193 55 .......................... 278
7.............................. 53 32 .......................... 198 56 .......................... 280

4 8.............................. 57 33 .......................... 204 57 .......................... 282


9.............................. 64 34 .......................... 208 58 .......................... 285
10............................ 69 35 .......................... 211 59 .......................... 290
11............................ 78 36 .......................... 214 60 .......................... 291
12............................ 83 37 .......................... 218 61 .......................... 292
13............................ 88 38 .......................... 221 62 .......................... 295
15............................ 97 39 .......................... 227 63 .......................... 297
16.......................... 100 40 .......................... 229 64 .......................... 300
17.......................... 106 41 .......................... 233 65 .......................... 301
18.......................... 112 42 .......................... 235 EPÍLOGO .............. 304
19.......................... 118 43 .......................... 239 PRÓXIMO LIBRO .. 307
20.......................... 124 44 .......................... 243 SOBRE LA AUTORA
21.......................... 131 45 .......................... 245 .............................. 308

22.......................... 137 46 .......................... 248


23.......................... 145 47 .......................... 254
S
e suponía que el contrato con la Major League Soccer ayudaría a reparar
mi reputación dañada.
Entonces descubrí que había hecho un trato con el diablo: el jugador
que se supone que debo reclutar no es otro que el chico malo, el futbolista estrella
de la Premier League, Rush McKenzie.
Británico. Tatuado. Sexy. Un hombre actualmente en el centro de un gran
escándalo.
¿LA META? CONVENCERLO DE QUE SE QUEDE EN ESTADOS
UNIDOS.
Pero, ¿qué tiene de malo un poco de diversión mientras tanto? Sin
5 compromiso. Sin clichés románticos. Solo una forma de pasar el tiempo mientras
ambos luchamos por demostrar nuestra verdadera identidad al mundo.
Si alguien descubriera que nuestra relación era algo más que profesional, solo
serviría para demostrar que todos nuestros críticos tenían razón.

Nunca debí haber aceptado asumir la responsabilidad.


Pero lo hice y soy un hombre de palabra.
Incluso si eso significa arriesgar todo por lo que he trabajado.
EL ÚNICO LADO POSITIVO ES LENNOX KINCADE.
Maravillosa. Desafiante. Manchada de rumores. Totalmente fuera de límites.
Compartir una casa con la magnífica agente deportiva debería haber sido una
divertida distracción de la confusión. Alguien que ayude a pasar el tiempo mientras
las tensiones en casa disminuyen.
PERO LO QUE COMENZÓ COMO NADA, TERMINA SIENDO ALGO
QUE NUNCA VI VENIR.
Rush
R
espiro profundamente y cierro los ojos.
Sus puños golpean las ventanas ennegrecidas de la camioneta
con mi nombre como una repetición constante en sus labios.
—¿Es cierto?
—¿De verdad eres un rompe hogares?
—Rush, ¿cómo has podido?
Los paparazzi. La prensa. Los medios de comunicación.
6
En cualquier día normal, su presencia significa que estoy haciendo mi trabajo
correctamente. Significa que estoy jugando bien y que el equipo está pateando
traseros y que todo está bien con el mundo.
Pero hoy… joder, hoy necesito salir de aquí por un tiempo.
Si pudiera mirar más allá de sus luces intermitentes y voces exigentes, vería la
puerta de mi casa. La casa que ni en un millón de años soñé que tendría en Formby.
Mis sueños de entonces son ahora una realidad, ¿y qué locura es que la conexión
entre entonces y ahora siga existiendo? ¿Todavía une?
Cada parte de mí suplica regresar al estadio de Anfield y perderme en el verde
del campo y en la capacidad de bloquear el ruido exterior de la forma que me
caracteriza. Mi salvación entonces y mi serenidad ahora, pero sigue siendo la única
constante en mi vida.
¿Y ahora? Ahora todo eso se ha puesto en peligro por los pagarés que se han
cobrado, por una situación que se ha salido demasiado de control para que yo pueda
volver a controlarla.
—Menuda tormenta de mierda hay ahí fuera, ¿verdad?
Me encuentro con los ojos de mi conductor en el espejo retrovisor y dudo antes
de asentir. Hay algo en la forma en que me mira, como si me rogara que le dijera que
la razón por la que los periodistas están rodeando su auto es una mentira y que no
soy realmente culpable de lo que me acusan.
Pero, ¿por qué iban a pensar de otra manera? ¿No es eso lo que todos esperan
de mí?
Asiento, aunque me muero de ganas de decirle a alguien, a cualquiera, que
tiene razón, que no soy culpable de esto.
Desabrochando el cinturón de seguridad mientras sus ojos siguen mirándome,
la negación tan condenadamente lista en mi lengua no llega.
—Sí, amigo. Tiempos de diversión. —Mis palabras suenan como un suspiro
exasperado.
Pero no digo nada más.
Ni una admisión.
Ni una palabra.
No puedo.
—No sé cómo darte las gracias…
—No hace falta —digo y miro a mi izquierda al otro pasajero del auto,
7 necesitando interrumpir a Archibald antes de que diga algo más que pueda ser
escuchado por el conductor.
Conozco al hombre de toda la vida. La profunda tristeza que pesa en sus ojos
y la derrota en el conjunto de su postura me carcomen. También hay un carácter
calculador en él. Un destello duro que capto de vez en cuando, y lo conozco desde
hace suficiente tiempo como para sentir que esto está predestinado desde hace años.
Simplemente está sacando provecho en el momento perfecto.
Y yo que pensaba que todo el tiempo actuaba por la bondad de su corazón y
su conciencia.
Debí darme cuenta de ello. Debí haber visto a través de los discursos guiados
y las miradas cómplices. El adolescente que hay en mí sigue intentando aferrarse a
lo que creía que era sinceridad, pero ahora se da cuenta de que estaba lejos de serlo.
Sin embargo, está sentado mirándome con una sonrisa apagada que dice que
sabe que estoy haciendo esto con un gran coste personal y profesional. Sabe que diré
que sí por la deuda que tengo con él y su familia. Las líneas de vida tienen una forma
curiosa de cerrar el círculo, y la mía acaba de hacerlo.
Lástima que tenga que hacer esto para que se complete.
Joder.
—¿Lo sabe Helen? —pregunto crípticamente.
Archibald sacude rápidamente la cabeza y sus ojos me dicen que, por supuesto,
no lo sabe. ¿Cómo podría explicar que está cambiando un hijo por el que siempre
dijo que era otro?
La sonrisa que le dedico es, en el mejor de los casos, forzada, pero ¿qué diablos
espera? Estoy a punto de ser arrojado a los lobos.
Lobos que van detrás de sangre y que son conducidos al olor equivocado.
—Podemos dar otra vuelta a la manzana si es necesario —dice el conductor.
—Es mi casa. —Mi risa carece de gracia—. Seguirán aquí a pesar de eso.
—¿Qué tal si adelanto el auto hasta que se quiten de en medio? Así podremos
pasar por la puerta y no tendrás que bajarte y lidiar con ellos —ofrece.
—No hay forma de separar a esa multitud —murmuró mientras suena otro
golpe en la ventanilla junto a mi oído—. Además, no estaré aquí mucho tiempo.
Tengo que hacer la maleta y luego irme.
—Podrías quedarte con nosotros, sabes —murmura Archibald—. Nadie lo
cuestionaría.
—No, gracias. —Pero podrían cuestionarlo. Ahora mismo, es solo un hombre
8 a mi lado que me acompaña a casa, tratando de ayudar a mantener la paz. Algo más
que eso y la gente podría echar un segundo vistazo.
—Solo hasta que todo esto se calme —dice.
—¿De verdad crees que es la mejor idea? —preguntó con más mordacidad de
la que pretendía antes de girarme para encararlo. Es la primera vez que le permito
ver el cansancio en mis ojos, y el primer indicio de la preocupación que me desgasta
y que he ocultado a todos los demás—. Si la gente mira demasiado cerca, podría ver
algo diferente a lo que tú quieres —Respiro profundamente y me preparo—. Aquí
no pasa nada.
Sin decir nada más, agarro mi mochila y abro la puerta de un empujón.
El sonido es ensordecedor.
Los destellos cegadores.
Claro, estoy acostumbrado a ellos, pero no así. No con esta intensidad. No
después de haber sido acusado de acostarme con la mujer de mi compañero de
equipo.
—Rush, ¿es verdad?
Clic. Clic. Clic.
—¿Cuánto tiempo has estado viendo a Esme?
Clic. Clic. Clic.
—¿Vas a ser transferido por esto…?
Clic. Clic. Clic.
—Un comentario por favor, Rush.
Sus cámaras chocan contra mis hombros mientras me abro paso entre ellas, mi
nombre es una sinfonía de sonidos estridentes en sus labios. Una pregunta tras otra,
el “Sin comentarios”, una repetición en los míos, mientras obedezco la orden de
silencio que el equipo directivo puso en marcha. Todos los sonidos: sus preguntas,
mi nombre, los clics; se convierten en ruido blanco a mi alrededor.
Me empujan, me presionan y menosprecian.
Me hacen sentir como cuando era un niño.
Me hacen recordar la infancia de la que escapé.
Me devuelven la vergüenza que creía haber dejado atrás.
Llego a la puerta de entrada a mi patio, pero hay una periodista de pie frente a
ella. Es la primera cuya mirada encuentro y reconozco.
9 La he visto antes. Es pálida, piel, cabello, ojos, pero su sonrisa siempre ha sido
amable y sus preguntas siempre educadas.
Pero cuando nuestras miradas se cruzan, levanta las cejas de forma acusadora,
y cuando miro lo que tiene en la mano, sé por qué.
Es un ejemplar de The Sun con una foto granulada en blanco y negro en la
portada.
No tengo que mirar fijamente para saber lo que es. He estudiado esa imagen
repetidamente en los últimos tres días y tengo memorizados todos los detalles. Es la
imagen inconfundible de la princesa británica del pop, Esme, en el balcón de un
hotel con los brazos de un hombre rodeándola. Los árboles del lugar donde se
escondió el fotógrafo tapan algunos de sus cuerpos, pero no se puede negar que el
hombre se parece a mí. La ropa, el corte de cabello y el estilo, hasta los mismos
jodidos zapatos, todo, son exactamente iguales a mí.
Un futbolista de la Premier engaña al capitán del equipo con su esposa, la estrella del
pop, Esme.
Es el título que he visto salpicado por todas partes, y la mirada de la reportera
me dice que lo cree. Que está decepcionada de mí.
Que cree que puedo hacer eso.
Pero, ¿por qué no iba a creerlo, si mi representante y mis propios compañeros
ni siquiera cuestionan la validez de la maldita foto? El moretón que tengo debajo del
ojo izquierdo donde Seth me golpeó lo refuerza.
Simplemente asumen que es verdad. Simplemente creen que yo haría eso. Que
no tengo moral. Que no creo en la santidad del matrimonio.
Y eso es lo que más me enoja.
Paso por delante de ella y tiro de la verja, la atravieso y dejo que la prensa grite
aún más mientras atravieso el césped hasta la puerta principal.
Quiero decirles que si miraran más de cerca, verían la verdad.
Pero, ¿por qué iba a hacerlo?
¿Por qué esperan que tenga que demostrar mi inocencia, mientras corean mi
nombre mientras lo llevan en una camiseta sobre los hombros?
Por enésima vez esta noche, ¿por qué demonios debería hacerlo?

10
Lennox
E
l alcohol barato que se distribuye en vasos de lujo se reparte en bandejas.
Los asistentes, ataviados con vestidos de pedrería o esmóquines negros,
se pasean de un lado a otro, cada uno de ellos actuando como si supiera
más que su interlocutor. El suave y lento ritmo del jazz que se emite a través de los
altavoces facilita la conversación.
—Tiene que ser el mejor de todos los tiempos. ¿Cómo puedes refutar eso?
—De ninguna manera. ¿Cómo puedes pensar que este año estará siquiera cerca
de conseguir el título?
11
—¿Has oído toda la mierda en la que se ha metido? Gracias a Dios, no soy su
agente. Hablando de un puto dolor de cabeza.
Tomo el último sorbo de champán y dejo la copa en la mesa de cóctel vacía
detrás de mí, junto con la carpeta de información que recibimos en nuestra
conferencia anterior, mientras reprimo un bostezo.
—Por ese bostezo que estás combatiendo, Kincade, voy a suponer que fuiste
una de las que salieron hasta tarde anoche a montar el toro mecánico.
Me quedo helada al oír la suave voz de Finn Sanderson, un agente
extraordinario, un imbécil que habla con suavidad y la razón por la que Kincade
Sports Management está en apuros.
—¿Qué es lo que dicen? Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas. No
todos los años el Sports Summit se celebra en un buen lugar como este. —Me encojo
de hombros, ignorando por completo mis músculos doloridos por haber montado
dicho toro, y añado una sonrisa sarcástica a mis labios mientras me giro para
mirarlo—. Y el bostezo fue simplemente porque sabía que te dirigías hacia mí, así
que me estaba preparando para nuestra conversación. No quería ser descortés y
hacerlo delante de ti.
—Un placer, como siempre —murmura y se inclina para besarme la mejilla,
con su propio sarcasmo no muy lejos de la punta de la lengua.
El autocontrol hace que no me inmute ante su contacto, así que aprieto los
dientes.
—No puedo decir lo mismo.
—Entiendo que te guste esa forma de bromear tan bonita que tienes, pero
sinceramente, Lennox, te hace parecer un poco más bestia y mucho menos bella. —
Frunce los labios mientras me mira por encima del borde de su vaso, con ojos
burlones al igual que sus palabras—. Es bastante impropio.
Me vienen a la cabeza un millón de cosas impropias de su comportamiento,
robarnos a los clientes con golpes bajos, ser un completo imbécil con mi hermana
antes de que rompieran, el hecho de que respire, pero no digo nada.
—¿Y estás disfrutando de Las Vegas, Finn?
Balbucea su respuesta mientras trata de entender mi cambio de táctica, de
grosera a agradable, pero me limito a sonreírle. Soy plenamente consciente que
después de que mi hermana, Dekker, le robara a su cliente, el dios del hockey,
Hunter Maddox, otros agentes probablemente estén observando este intercambio y
esperando que se enciendan los fuegos artificiales.
12
—¿Quién no lo hace? —Levanta la barbilla en reconocimiento a un
transeúnte—. Entonces, ¿te vas a Chicago después de esto?
—¿Para qué?
Su expresión vacila momentáneamente, como si le sorprendiera y luego se
recompone.
—Nada. No importa. Tengo las cosas mezcladas. Demasiados agentes en esta
convención para mantener las cosas claras. —Se ríe.
—Si me estás mezclando con el resto de los tipos de aquí, definitivamente estás
perdiendo tu toque, Sanderson.
—¿Perdiendo mi toque? —Tose la palabra—. ¿No eres tú la que dejó que
Austin Yeakle se te escapara de las manos la semana pasada? —pregunta,
refiriéndose a mi intento fallido de reclutar al mejor jugador del draft de fútbol
universitario. Pensé que había cerrado el trato, pero una hora después de salir de su
casa me dijeron que había elegido a otro agente y a otra empresa para representarlo.
Decir que fue un golpe para mi ego es quedarse corto.
—Es un atleta en medio de un campo de muchos.
—Sí, pero ninguno de esos muchos va a ganar la mitad de lo que él ganará.
—¿Tienes un punto, Finn?
Sonríe.
—Me parece que últimamente pierdes más de lo que ganas.
—Tengo una lista completa de clientes y me queda mucho por hacer —digo,
tomando otra copa de champán de una bandeja que pasa, pensando en los varios
clientes potenciales de los Golden Knights y los Raiders con los que tengo reuniones
esta semana, ambos equipos de Las Vegas.
—¿Por eso has rechazado la oferta de la MLS1? —me pregunta, refiriéndose a
la organización de la Major League Soccer, y me toma completamente por sorpresa.
Mi rostro debe reflejarlo también. Una sonrisa de satisfacción se dibuja en sus
labios—. Sí, sé de la oferta. La pregunta es: ¿por qué no la aceptaste?
Un sinfín de razones pasan por mi cabeza, pero la más importante, la razón por
la que tanto mi padre como yo decidimos que era mejor rechazar la oferta; es la que
más arde: ¿por qué la MLS me contrataría a mí, una agente deportiva, para ayudar
a ser embajadora y promocionar su próxima temporada?
No soy una celebridad ni una atleta estrella, y definitivamente no soy un gurú
del marketing. Conseguir que los aficionados se comprometan con este deporte
como lo hacen, por ejemplo, con el fútbol americano, ha sido una tarea constante
13 desde que comenzó la liga, y no estoy muy segura de que esté cualificada para ser
la que lo haga.
—Tengo mis razones —digo con una firmeza que no siento.
—Mmm. —Sus ojos sostienen los míos y esa sonrisa burlona reaparece—.
Deben de quererte mucho, teniendo en cuenta que Cannon me dijo que te reservaban
el puesto en caso de que cambiaras de opinión.
¿Lo hacen? Eso es nuevo para mí.
—¿Qué puedo decir? Cuando eres bueno, eres bueno. —Me encojo de hombros
con arrogancia.
—Me estás ocultando algo, Kincade. ¿Qué habilidad exacta tienes que yo no
pueda darle, eh? Debe de ser algo para que mantenga abierto un puesto para ti y
solo para ti.
Pongo los ojos en blanco ante la insinuación y sus implicaciones porque, al
estilo típico de Finn Sanderson, quiere lo que no puede tener y odia eso. Tanto que
me menosprecia para sentirse mejor consigo mismo y con sus carencias.

1La Major League Soccer es la principal liga del sistema de ligas de fútbol de los Estados Unidos y
Canadá.
—Pregúntale tú mismo si tienes tanta curiosidad.
—Algo nuevo y diferente parece tan emocionante.
—Ya tengo suficiente emoción —digo aunque sus palabras me provocan—. Y
estoy más que ocupada con mi propia carga de trabajo.
—Cierto, lo había olvidado. —Me guiña un ojo—. Tú y tu ajetreo. ¿Me atrevo
a preguntar a quién persigues ahora mismo?
—No te gustaría saberlo. —Esta vez dejo que mi risa flote libremente y noto
que las cabezas se giran hacia nosotros sin que lo oculten—. ¿Por qué? ¿Necesitas
algunos clientes? ¿Se te ha acabado el encanto y ahora necesitas robar de mi libro de
jugadas?
—¿Robar? —Se ríe—. Creo que eso es del libro de jugadas de Kincade. ¿Te
suena el nombre de Hunter Maddox?
—Teniendo en cuenta que está comprometido con mi hermana, no creo que
puedas culpar al hombre por querer ser representado por nuestra agencia… ya que
pronto será de la familia y todo eso.
—¿Así que ese es el plan maestro de KSM? ¿Hacer que las cuatro atraigan a los
hombres con amor y luego firmarlos con la agencia? ¿Robarlos a otro agente?
14 Idiota.
Doy un paso más hacia él y bajo la voz.
—Primero, si su agente hiciera bien su trabajo, no estarían buscando otro.
Segundo, KSM es una agencia deportiva, no una red de prostitución. Tercero, el
hecho de que hayas dicho algo de esto me dice que estás preocupado por nosotros.
Bien. Deberías estarlo. Los clientes no son solo cheques de pago, Finn. Y por lo que
he oído estos días, eso es todo lo que crees que son. No me extraña que pierdas
atletas a diestra y siniestra —digo un poco más alto de lo necesario.
—Estás proyectando de nuevo. —Sacude la cabeza, pero me doy cuenta de que
lo he afectado esta vez—. KSM es el que está luchando. Yo soy el que se sienta y
disfruta de la vida.
—Sigue pensando eso. —Miró por encima de su hombro hacia la multitud y
miento—. Tú eres el que jugó sucio primero, robando a nuestros clientes colgando
zanahorias imaginarias delante de ellos que desaparecieron mágicamente en el
momento en que firmaron contigo.
—Lo que sea que funcione, ¿verdad?
Bastardo engreído.
—Nos hemos propuesto recuperar a nuestros clientes y algo más. Hunter fue
el primero de muchos en hacer el cambio a KSM desde Sanderson Sports.
—¿Me estás diciendo que debería tener miedo de cuatro mujeres y su anciano
padre?
Es mi turno de reírme fuerte y burlonamente.
—Subestímanos. Te desafío. Aunque hay espacio para nuestras dos agencias
en este mundo, nada me gustaría más que tus clientes te vieran como lo que
realmente eres.
—¿Qué? ¿Increíble?
—La arrogancia ha sido la perdición de todos los imperios, Finn. Voy a
disfrutar viendo cómo se desmorona el tuyo. Ahora, si me disculpas, veo a alguien
con quien tengo que hablar.
—Esperaba algo más de ti que correr y meter el rabo entre las piernas, pero —
se encoge de hombros mientras paso junto a él—, ¿no es eso lo normal cuando se
trata de ti?
—¿Perdón? —¿De qué demonios está hablando?
—Siempre estuviste celosa, sabes.
15 —¿De qué? —pregunto.
—De que eligiera a Chase antes que a ti. —Su sonrisa es fulminante, y aunque
quiero estrangularlo por ser tan imbécil, el comentario es tan típico de Finn
Sanderson que no puedo evitar sacudir la cabeza y suspirar—. Pero bueno, parece
que te pierdes muchas cosas. Ha sido un gusto, Kincade.
Y hay algo en la forma despectiva en que lo dice y en la mirada inflexible que,
de nuevo, me hace sentir que no estoy entendiendo un significado subyacente.
Encogiéndome de hombros, me digo a mí misma que ese es su plan y me dirijo
al baño de damas, necesitando un descanso de Finn y de todo lo que viene con él:
inseguridad, ira, frustración, desagrado.
¿Lo bueno de una conferencia sobre gestión deportiva? Rara vez hay fila en el
baño de mujeres, ya que somos una minoría en este campo.
Me reviso el maquillaje y el cabello en el espejo solo para perder el tiempo.
Cinco días son demasiados para escuchar a los arrogantes agentes deportivos
masculinos presumir con el pecho hinchado ante otros pechos sobre inflados sobre
cosas que realmente no importan.
¿Adquirí nuevos conocimientos en la conferencia? Nada más de lo que suelo
hacer, pero me reafirmó en mi decisión de no salir nunca con otro agente deportivo:
sus egos son peores que los de un atleta profesional.
Es cuando vuelvo a poner la tapa en mi lápiz labial que me doy cuenta de que
dejé mi carpeta en la mesa cuando estaba teniendo mi charla de indirectas con Finn.
Mierda. Mierda. Mierda.
La carpeta no es el gran problema. Lo importante es el trozo de papel que hay
dentro con los nombres de cinco de los atletas profesionales más destacados de Las
Vegas y las veces que me reuniré con ellos en los próximos días.
Y el gran problema es que voy a intentar que dejen su actual representación y
se pasen a KSM.
¿No es ético? Posiblemente.
¿Algo que se hace todos los días en este negocio? Definitivamente.
Pero lo último que necesito es que otro agente descubra mi carpeta, la abra para
ver de quién es y se encuentre con mi nombre escrito con un gran rotulador negro
en el bolsillo interior, justo debajo de donde está metido ese trozo de papel.
Sin tratar de parecer una mujer preocupada en una misión, me apresuro a
16 entrar en la abarrotada sala.
Cuando veo mi carpeta justo donde la dejé sobre la mesa, reduzco la velocidad
de mi paso y saludo a algunos colegas con sonrisas mientras me cruzo con ellos para
ir a buscarla.
Con mi carpeta en la mano y demasiados días nadando en estas conferencias
cargadas de testosterona, decido que es el momento perfecto para hacer mi salida
sigilosa. La tranquilidad de mi habitación de hotel, el menú del servicio de
habitaciones y la necesidad de quitarme estos tacones suenan como la forma perfecta
de pasar el resto de mi noche.
Claro que me encanta el ajetreo y las conexiones de estas conferencias, pero
estoy agotada.
Como si el universo estuviera en mi contra y no creyera que atiborrarse de
comida del servicio de habitaciones sea una buena idea, me quedo atrapada detrás
de un grupo de unos diez asistentes a la conferencia que se agolpan en el camino
hacia la salida. Están viendo algo en uno de sus teléfonos, así que mis “Disculpen”
caen en saco roto.
Justo cuando estoy a punto de encontrar espacio entre los hombres, me paran
en seco.
—Ella no sabía una mierda acerca de Chicago. Ni una maldita cosa. ¿Crees que
papá Kincade se da cuenta de que es el eslabón débil de su organización y no la deja
ir? —Esa voz y luego esa risa que sigue a las palabras, pertenecen al propio imbécil,
Finn—. Me parece que la está mimando a ella y a su precioso ego. Ser bonita solo te
lleva hasta cierto punto.
Me quedo congelada en conmoción, en la indecisión, en el dolor… mientras las
risas resuenan a su alrededor. ¿Me quedo donde estoy, oculta por la multitud ante
mí, o dejo que se conozca mi presencia?
¿Y qué demonios está pasando en Chicago?
—Se rumora que todos los Kincade la miman. ¿Te has dado cuenta de que
cuando van por una atleta que podría ser difícil de reclutar y fichar, envían a una de
las otras tres hermanas? —dice otra voz masculina seguida de un silbido.
—Pueden enviarme a Lennox a negociar cualquier día —dice un tercer
hombre—. Podríamos negociar cómo debe dejarse esos tacones puestos cuando se
quite todo lo demás.
—He oído que hay mucho de eso. Diablos, tal vez debería fingir que soy un
atleta, porque eso es lo que hará para convencer a alguien de que firme con ella —
dice el silbador.
17 Se me revuelve el estómago y puedo ver cómo codea a otro en esa manera de
los chicos. El comentario me deja estupefacta, pero sé exactamente de dónde viene.
Es una tergiversación de la verdad, pero ¿qué tan estúpida fui al pensar que la
percepción sería diferente?
—¿Te refieres a Bradly? —pregunta el tipo número dos.
—Por supuesto que sí —dice el silbador—. Lo último que necesito que me
recuerden es cómo perdí a uno de mis mejores clientes por no tener un coño.
Mi mandíbula se afloja y juro que parpadeo rápidamente como si cualquiera
de las dos acciones me hiciera desentenderme de lo que acabo de oír.
¿Es eso lo que se está diciendo? ¿Que me acuesto con los clientes para alejarlos
de su actual agente?
La ira se enciende y potencia mi incredulidad. Sabía que había rumores,
demonios, soy una agente femenina que trata con atletas masculinos, así que espero
que haya rumores, pero no esto.
Llámenme ingenua, pero maldita sea.
Me empujan por detrás y me sacan de mi asombro para que vuelva a escuchar.
—¿Así que eso es lo que pasó con Chicago? ¿Los organizadores se dieron
cuenta de que estaban recibiendo solo tetas y nada de cerebro y rescindieron la
oferta? —pregunta el segundo hombre.
—No seas imbécil —dice otro hombre, pero la risita que emite después suena
más a estímulo que a otra cosa.
—¿O fue demasiado estúpida para darse cuenta de que esto podría ser algo
bueno para ella? —continúa el segundo hombre.
—Quién sabe —responde Finn—. Ella estaba en la lista y luego lo siguiente que
sé es que estaba fuera de ella. ¿Mi mejor suposición? Los Kincade temen que
avergüence el nombre de la familia y la agencia.
—Una vez reina de belleza, siempre reina de belleza —dice otro tipo.
Suena otra carcajada, como si el imbécil estuviera saludando al estilo de reina
de belleza. Agarro la carpeta con tanta fuerza que no sé cómo no se ha roto.
—¿Quién es más estúpido? ¿Chicago por pedirle que hable, la MLS por pensar
que puede aportar valor a su liga, o ella por no aceptar el trabajo cuando podría
darle algo de credibilidad?
—¿Credibilidad? —dice otra voz—. ¿En el sentido de lo corta que es su falda y
18 lo grande que es su talla de sujetador, de ese tipo de credibilidad?
No tengo tiempo de procesar las palabras o los insultos o cualquier otra cosa
que no sea el hecho de que estoy herida de forma increíble. Claro, es Finn y es un
imbécil, pero tenemos una historia tensa dado que salió con mi hermana, Chase,
durante algún tiempo. Y dado que estamos en el mismo campo de juego
compitiendo por clientes, se nos permite odiarnos. Pero yo no tengo historia con
estos otros tipos, colegas de trabajo, y ahora él ha envenenado sus opiniones sobre
mí.
O tal vez ya tenían esas opiniones.
Tal vez todo el mundo aquí las tiene.
Y justo cuando ese pensamiento me asalta, la multitud se separa y Finn y su
alegre pandilla de imbéciles aparecen al otro lado de la gente.
Puede que me tiemblen las manos y que las lágrimas me ardan en la garganta,
pero levanto la barbilla, cuadro los hombros y me acerco a ellos.
Tengo una regla que he aprendido en mis años de negociación con los
deportistas: cuando se trata de hombres, nunca dejes que sepan que te han afectado.
En el momento en que lo hagan, estarás inmediatamente en desventaja.
Y no hay nada que odie más que eso.
—Caballeros —digo con la voz más dulce que puedo reunir. Al menos uno de
ellos tuvo la cortesía de atragantarse con el sorbo de cerveza que acababa de tomar
al verme—. No he podido evitar escuchar su rutilante conversación sobre mis
méritos, o la falta de ellos. Entiendo que Finn se sienta inseguro por el hecho de que
mi agencia le esté pateando el culo poco a poco en el departamento de clientes de
alto nivel y sienta la necesidad de denigrarme por ello, pero el resto de ustedes —
me tomo mi tiempo y miro a los pares de ojos que son lo suficientemente valientes
como para encontrar los míos—, deberían estar avergonzados por hablar de una
mujer de la forma en que lo han hecho. Pero supongo que las reinas de la belleza
deberíamos estar acostumbradas. —Le doy un codazo al hombre que está a mi
izquierda como si fuera una de ellos, y se contrae incómodo—. ¿Estoy en lo cierto?
—Eso no es lo que estábamos…
—Sí, lo era. —Sonrío y les hago un gesto con la mano como si no fuera gran
cosa—. Seguro que sus esposas e hijas están encantadas de tener unos esposos y
padres tan previsores, —Sonrió de nuevo para dejar que mi sarcasmo penetre—. Y
para que conste, Finn. ¿El balcón de Nueva York? ¿Tus manos torpes? —Miró a uno
de los hombres y le guiño un ojo—. Está más que claro por qué mi hermana lo echó
a la calle.
Alargó la mano, le quitó a Finn el vaso de whisky de la mano y bebo un sorbo
19 sin preguntar. Sacudo un poco la cabeza mientras el líquido arde al bajar. Estos
imbéciles no merecen más tiempo de mi parte. Son unos imbéciles. Y sus opiniones
nunca pasarán de la madurez de un niño de trece años.
—Para que conste, no necesito usar el sexo para atraer clientes. La
incompetencia de un hombre es la ganancia de otra persona.
—¿Pero después de contratarlos como clientes? ¿Es entonces cuando te acuestas
con ellos? —pregunta Jason, ampliando su sonrisa de suficiencia—. Quiero decir, ya
que estamos poniendo las cosas claras y todo eso.
—Mírate intentando ser el compinche de Finn. —Sacudo la cabeza y chasqueo
la lengua—. Qué bonito. Pero no esperes que te devuelva el favor. Se quiere
demasiado a sí mismo como para ser compinche de alguien. —Miró alrededor del
círculo—. Bueno, señores, disfruten del resto de la noche. Yo me voy a mi habitación
a practicar mi saludo de concurso de belleza y a contar hasta diez. —Asiento y salgo
de la habitación con la cabeza en alto, balanceando mentalmente el puño en el aire
para animarme a mí misma.
Dios, sí, se siente bien mandarlos a la mierda educadamente, pero no quita el
escozor de sus palabras y las preguntas que evocan dentro de mí.
Más que la mierda burda que han dicho estos imbéciles es la inquietante
sensación de que así es como me ven todos los demás en esta industria. ¿Es eso lo
que piensan de mí? ¿Como el escaparate de Kincade Sports Management? ¿La
hermana bonita con más tetas y menos cerebro a la que se llama para que seduzca a
los atletas masculinos de mente simple, pero no a los duros y exigentes?
Solo Dios sabe lo que probablemente digan de los difíciles a los que he
convencido. O más bien… cómo los he convencido.
Qué asco.
Mis hermanas son todas magníficas por derecho propio, pero el hecho de que
participara en concursos de belleza como medio para conseguir una beca para la
universidad, y la última conexión que tuve con mi madre después de que muriera,
no significa que no me haya graduado en uno de los mejores programas de gestión
deportiva del país.
Pero en el momento en que las puertas del ascensor se cierran y la adrenalina
del momento desaparece, otros pensamientos empiezan a descontrolarse en mi
mente.
Pequeñas cosas aquí y allá de los últimos meses. Mensajes de mis hermanas en
los que aceptan a un posible nuevo cliente porque estoy demasiado ocupada, a pesar
20 de mi insistencia en que no lo estoy. El repentino cambio de horarios que a veces
hace nuestro padre y que no me cuadra.
Chicago.
¿Qué demonios está pasando en Chicago?
Se equivocan.
Esos tipos tienen que estar equivocados.
Pero a cada paso que doy, las lágrimas amenazan y mis pies se sienten más
pesados.
Mi corazón aún más.
Las decisiones benignas sobre quién se encarga de qué cliente o el compromiso
en la oficina con mis hermanas y mi padre respecto a los clientes o las negociaciones,
empiezan a nublar mis pensamientos.
La discusión sobre la oferta de la MLS se repite, y justo detrás de ella está la
firme instrucción de mi padre de que había más de lo que parece en la oferta y que
no debería aceptarla.
¿Cuál era la verdadera historia que había detrás?
Antes de que me quite los tacones y cierre la puerta de la habitación del hotel
tras de mí, llamo a mi hermana menor.
—¿No se supone que estás en una cena aburrida rodeada de hombres
igualmente aburridos en la que el que es realmente sexy está tan obsesionado
consigo mismo que ya no es apuesto? —pregunta Chase en lugar de responder con
un saludo. Pero cuando la furia carcome la emoción y la confusión que siento, de
repente, me cuesta sacar alguna palabra—. ¿Lenn? ¿Estás bien? —Su voz es más
suave esta vez, más cargada de preocupación al usar nuestro apodo familiar para
mí.
—¿Qué está pasando en Chicago? —exijo.
—¿Chicago? —tartamudea, y eso solo me hace sentir más curiosidad, porque
Chase no tartamudea. Siempre es segura y sabe lo que tiene que decir.
—Sí. Chicago. Había unos tipos aquí hablando de ello y de que me invitaron
allí para algo, pero lo rechacé.
—No es gran cosa. No fue nada.
—Chase. —Su nombre es una advertencia.
—Es una pequeña conferencia que tendrá lugar el próximo mes. Pidieron que
21 una de nosotras hablara en ella sobre ser una agente deportiva femenina en una
industria dominada por hombres y…
—¿Pidieron a una de nosotras o me pidieron a mí específicamente?
Su silencio lo dice todo, y las lágrimas que antes ardían ahora se agolpan en
mis ojos.
—No es lo que piensas —dice—. No es nada por lo que deba preocuparse esa
bonita cabecita tuya.
Aprieto los dientes ante las palabras y ante una frase que ayer no habría
pensado dos veces viniendo de mi hermana pero que hoy escucho con total
condescendencia.
¿Tenía razón Finn? ¿Me han dejado de lado porque mi padre y mis hermanas
creen que no puedo hacerlo? ¿Soy solo la Barbie agente deportiva a la que hay que
sacar y hacer jugar cuando nadie se toma en serio?
—Hablamos y papá tomó la decisión de enviar a Brexton. Pensó que ella era
más adecuada para hablar sobre…
—¿Sobre qué? ¿Ser una mujer en esta industria que entiende cómo se siente el
sexismo? —Sacudo la cabeza con incredulidad, aunque ella no pueda verlo—.
Cualquiera de nosotras podría haber dado un paso al frente y hablar con contenido
y algo de sobra.
—Y papá envió a Brex.
—Así que, básicamente, ¿ninguno de ustedes confía en que pueda representar
a KSM y lo que hacemos correctamente?
—Eso no es lo que he dicho.
—No tienes que decirlo para que sepa que eso es lo que dices. Entonces, ¿qué
más, estás en el vagón de Lennox no está calificada ahora? ¿O es el de no es ética y se
acuesta con clientes?
—¿Qué?
—Oh, lo sé —digo, ahora en un arrebato emocional—. En el grupo de para lo
único que sirve Lennox es para estar ahí y lucir bonita.
—¿Cuál es tu problema? Jesús, Lennox. Cálmate.
—¿Calmarme? —digo con incredulidad enfadada.
—Sí, cálmate, te estás alterando por una mierda que no tiene ningún sentido.
Sabías que lo de Bradly iba a causar revuelo y es obvio que lo hizo, si no, no habrías
sacado el tema. Y claro, eres guapísima y eso te hace un millón de favores pero ¿qué
22 tiene que ver eso con tu trabajo? A fin de cuentas, KSM es la empresa de papá. Lo
que él dice se hace. Fin de la historia.
Sus palabras son como un latigazo mental destinado a distraer y distorsionar,
y me siento más confundida que nunca. Pero lo único que sé con certeza es que
nunca la hemos llamado la empresa de nuestro padre. Siempre ha sido nuestra.
—¿Desde cuándo? —Me río con burla—. ¿Cuándo fue la última vez que nadie
habló en contra de algo con lo que no estaba de acuerdo en nuestra oficina? Siempre
decimos lo que pensamos y hacemos valer nuestras opiniones —Me hundo en la
cama, odiando el repentino revuelo en mi estómago—. Además, ¿qué es eso de que
es su empresa? ¿Cuándo fue la última vez que alguna de nosotras se refirió así?
—No me refería a eso y lo sabes.
Pero es lo que quiso decir. Es lo que he oído. Es lo que siento.
—¿Qué hay de la oferta de la MLS, eh? ¿También discutieron eso? ¿Les
preocupaba que me acostara con Cannon Garner y, al hacerlo, manchara el nombre
de Kincade? ¿Es por eso que papá se inventó una excusa poco convincente de que la
oferta era más de lo que parecía?
—No lo discutimos en absoluto. Papá lleva mucho más tiempo que nosotras.
Tiene más conocimiento. Cuando dice que hay algo turbio, normalmente lo hay.
—Así que ahora todos piensan que no puedo controlarme.
—Tu plato está bastante lleno. Todos los nuestros lo están. Si Cannon te
quisiera por las razones correctas, entonces habría insistido. Una llamada telefónica
preguntando no es suficiente para demostrar lo contrario.
—Entonces, ¿qué? ¿Todos miran a la pequeña Lenn y piensan que no es capaz
de manejar más de una cosa a la vez? —Resoplo—. ¿Es ahora cuando me das una
palmadita en la cabeza, me das una paleta y me dices que me siente en la esquina
como lo haría una niña buena y tranquila?
—Estás siendo un poco perra, Lenn.
—Y tú no estás siendo honesta conmigo —digo mientras su suspiro llena la
línea—. ¿Tiene esto que ver con que haya perdido a Austin Yeakle?
—Por supuesto que no.
Esa vacilación antes de decir las palabras me dice que sí tiene que ver con eso.
Cierro los ojos y me pellizco el puente de la nariz. Ha sido una metedura de pata por
mi parte, sin duda, así que ahora me han relegado a la función de escaparate.
—Porque si me castigan por él, entonces también deberías ser castigada por el
último cliente que perdiste.
23 —Esto no es una cosa tuya o mía, Lenn. Esto es una decisión de papá. Tal vez
piense que has estado funcionando a toda máquina durante tanto tiempo que
necesitas dar un paso atrás y no estar tan presionada —murmura una palabrota—.
Dios no permita que papá asuma que podrías usar un poco de tiempo libre para…
—Pero cuando su voz se pierde y le cuesta encontrar las palabras adecuadas, no
puedo evitar superponer sus palabras con su silencio y saber que lo que han dicho
tiene sentido.
Pero hay dos cosas que me molestan de la conversación más que nada.
Mi familia sabe que me gusta viajar. Estar en lugares nuevos, en ciudades
nuevas, y cuando no lo estoy, me inquieto. Estar en un lugar nuevo calma mi
inquietud. Estoy segura de que un terapeuta se haría un día de campo con las
razones; todavía busca a su madre entre la multitud, estar en Nueva York le recuerda
lo que ha perdido; y, aunque puede que tengan razón, nunca lo admitiré.
Pero que mi padre diga que quizá quiera quedarme en casa un tiempo y lo
utilice como excusa, no me parece bien. Me conoce. Sabe que esto es lo que me gusta.
¿La segunda cosa que me molesta?
Chase es mi hermana, con la que normalmente siempre he sido la más cercana
de las tres, así que ¿no se da cuenta de que la conozco?
Y sé más que nada que ella está mintiendo en este momento.

24
Lennox
M
iro fijamente el panel de salidas, con las manos en los bolsillos, y una
sensación de inquietud me invade más de lo que me gustaría
admitir.
La conferencia de clausura del congreso era lo último a lo que quería asistir
esta mañana.
Así que no lo hice. En su lugar, he tenido unas cuantas reuniones con los
posibles clientes que había anotado en mi carpeta y ahora, aquí estoy, demasiado
cansada después de demasiadas horas sin dormir. Horas en las que he pensado
25 demasiado en lo que dijeron Finn y su grupo de imbéciles, en mi conversación con
Chase, y en recordar las cosas que han pasado aquí y allá en los últimos meses y que
ahora miro con una perspectiva diferente.
Sentirse herida no es nada nuevo para mí, pero cuando proviene de aquellos a
los que quiero, duele más.
La autorreflexión tampoco alivia exactamente lo que siento, pero tal vez sea
necesaria en este caso. No puedo confiar en que Chase sea sincero conmigo, y Finn
es un imbécil. ¿Pero hay algo de verdad en lo que dijo? ¿Dejo pasar oportunidades
si siento que una de mis hermanas podría hacer un mejor trabajo? Sí, pero algo de
eso es porque es uno de nuestros puntos fuertes como empresa familiar. ¿Pero es esa
la única razón?
¿Dudo de mí misma y me escondo detrás de mi apariencia? Quizá sea el momento
de comprobarlo.
Así que, con el teléfono móvil en el bolsillo trasero ardiendo por demasiados
mensajes de Chase sin contestar, miro fijamente el panel de salidas y anhelo estar en
otro lugar que no sea donde tengo que estar.
Tin marín de do pingüe.2
Empiezo el juego de azar, moviéndome visualmente de ciudad en ciudad con
cada palabra de la canción infantil como siempre hago, pero por alguna razón, esta
vez, cuando aterrizo en Los Ángeles, sonrío.
Sol, arena, palmeras y Johnny.
Johnny.
Mi sonrisa se amplía al pensar en uno de mis más antiguos amigos.
Pero Johnny me hace pensar en el fútbol y en cómo solía jugar en la
universidad, y el fútbol me hace pensar en la oferta de la MLS, y la oferta de la MLS
me hace pensar en toda la mierda que se dijo anoche.
Miro el panel de salidas nuevamente y mis dientes aprietan mi labio inferior
durante unos segundos, mientras reflexiono sobre los pensamientos que chocan
entre sí.
Los Ángeles.
Johnny.
Un cambio.

26 Un poco de evasión al no volver a Nueva York durante un tiempo para tratar


con mi familia.
Saco el teléfono del bolsillo, me desplazo por mis contactos y hago una llamada
en cuestión de segundos.
—Cannon Garner —dice el jefe de desarrollo de la liga MLS al otro lado de la
línea cuando contesta. Por alguna razón, tanteo las palabras en mi lengua—. ¿Hola?
¿Lennox?
Mierda. Maldito identificador de llamadas.
—Sí, hola. Lo siento. Tenía una mala conexión —miento—. Sé que hemos
hablado anteriormente sobre la oferta…
—¿Te refieres a la oferta que rechazaste? —Se ríe.
—Sí. Esa, pero fue estrictamente por mi agenda, y desde entonces se ha abierto.
—¿Así que ha pasado algo entre ahora y cuando hablé con tu padre hace dos
días? Supongo que los milagros existen —dice sarcásticamente y es como si
arrancara el suelo bajo mis pies.

2Es una rima clásica con la cual tomas una decisión entre varias opciones, existen varias versiones en
diferentes países.
¿Ha vuelto a llamar a mi padre?
Chase me ha mentido. O me ha mentido o no sabía lo de la llamada. De
cualquier manera, mi columna vertebral se pone rígida y mi desafío se fortalece.
—Efectivamente —murmuro.
—Entonces, ¿qué quieres saber exactamente sobre la oferta? —pregunta con
una petulancia en su tono que me hace sacudir la cabeza.
Sí, estoy pidiendo el trabajo, Cannon.
—Tenía curiosidad. Nunca entramos en detalles. ¿Qué es exactamente lo que
crees que puedo aportar a la organización para ayudar a promoverla?
Emite otra risita baja que me hace sentir como si fuera un ratón con el que juega
un gato.
—Es interesante que llames. Estaba aquí sentado reflexionando sobre cuál iba
a ser mi plan B teniendo en cuenta que me dejabas tirado al no aceptar la oferta de
trabajar conmigo.
—Los planes B nunca salen bien —argumento juguetonamente.
—Por suerte para ti, entonces, aún no lo he descubierto. —Hay un silencio
durante un rato antes de que continúe—. Me encantaría conocerte cara a cara para
27 hablar del valor que creo que puedes aportar.
Mis ojos vuelven a encontrar el panel de salidas y se desplazan hasta los vuelos
con destino a la Ciudad de los Ángeles.
Odio sentirme como un peón en la magistral partida de ajedrez de mi padre y
sé sin duda que voy a aceptar esta oferta solo para demostrar un punto: nadie toma
decisiones por mí.
—¿Cuándo te gustaría reunirte? —pregunto.
—¿Qué te viene bien?
Me balanceo sobre mis talones, sabiendo que lo que quiero y lo que debo hacer
son dos cosas diferentes.
—Hoy puedo estar allí a las tres. ¿Te parece bien?
—Sí. Te enviaré la dirección y la información.
—Me parece bien.
La llamada termina y lo único que puedo hacer es sacudir la cabeza y reírme
mientras me dirijo a la taquilla, muy consciente de que nunca respondió a mi
pregunta: qué quiere de mí.
Los Ángeles.
Sol, arena, palmeras, amigos… y ahora, posiblemente, una responsabilidad
adicional.
El sol, la arena y las palmeras son un hecho.
La mejor parte de Los Ángeles es mi amigo de ocho años. Alguien que lo sabe
todo sobre mí para que no tenga que fingir que lo tengo todo bajo control. Ya estoy
de mejor humor pensando en él, en su sonrisa ridícula y en todo lo que su presencia
parece aportarme.
Mejor aún. Un nuevo rol profesional. Uno que me hará hacer malabares con
mis deberes cotidianos en KSM y quién sabe qué requerirá de mí Cannon. En su
presentación inicial, me dijo que el papel sería pequeño, influyente y por un período
de tiempo limitado. Todas las cosas que puedo manejar con mi carga de trabajo
actual.
Puede que tenga que salir un día de aquí para allá para tratar con un cliente,
pero lo mejor de mi trabajo es que puedo hacerlo en cualquier sitio. Las
negociaciones rara vez se hacen cara a cara hoy en día y la mayoría de los deportistas
pueden calmarse a través de un texto, un teléfono o un Zoom. Mi base de
operaciones puede ser un Starbucks, mi cama o mientras me paseo por una acera en
algún lugar.
28 Así que este acuerdo de la MLS es perfecto. Me permitirá escapar de mi
escenario cotidiano durante un tiempo, mientras que el nuevo reto podría ser justo
lo que necesito para volver a poner la cabeza en el juego.
Además, es una buena excusa para no volver a casa y enfrentarme a mi familia
cuando no estoy preparada al cien por cien.
Debería llamar a la gente; a mi familia para hacerles saber que no voy a volver
a casa, a Johnny para hacerle saber que me dirijo hacia allá, pero no quiero hacerlo.
Lo único que sé es que me siento bien, y no sé por qué.
Cuando me acerco al mostrador, la encargada levanta la vista con una brillante
sonrisa y pregunta en un tono demasiado alegre:
—¿Puedo ayudarle?
—Sí. Necesito cambiar mi vuelo.
—¿Adónde?
—A Los Ángeles, por favor —digo, y luego odio cuando miro hacia el
mostrador que está a mi lado y veo a uno de los hombres del círculo de Sanderson
de anoche. No lo saludo, sino que lo paso por alto como si no lo hubiera visto antes
de volver a centrar mi atención en la mujer que tengo delante.
—¿Y una fecha de regreso? —pregunta ella.
—No. Solo de ida, por favor.

29
Lennox
R
espiro profundamente y me preparo para lo que me espera en los
próximos momentos. He estado corriendo sin parar desde que mi avión
aterrizó.
Un mensaje de texto a Johnny mientras estaba sentada durante interminables
minutos en la pista de aterrizaje para informarle de que recibiría una visita durante
las próximas dos semanas.
Una frenética búsqueda de un auto para alquilar y poder llegar a tiempo.

30 Luego está el tráfico. Dios, si pensaba que Nueva York era malo, no tiene nada
que ver con Los Ángeles y su multitud de complejas y congestionadas autopistas en
las que hay que incorporarse y cambiar de carretera más que nunca.
Pero estoy aquí con unos minutos de sobra, y el polvo que acabo de espolvorear
sobre mi nariz aún está fresco en mis dedos.
Echo un vistazo a la sala de conferencias en sus ricos colores y tonos de madera
oscura. Sus paredes están forradas con los logotipos de cada equipo de fútbol que
participa en la liga. La pared de cristal del otro lado de la sala da a un espacio amplio
con cubículos sobre cubículos, pero con tablas aerodeslizadoras y camas para perros
esparcidas por todo el lugar, como si se tratara de una empresa tecnológica de Silicon
Valley.
Fútbol.
Ugh.
No es exactamente mi deporte favorito, por decir algo, y no soy inmune a la
ironía del momento. Que estoy aquí, sentada en las oficinas de la MLS, esperando a
que me digan qué habilidades tengo para hacer crecer el amor por el fútbol en todo
el país para la MLS.
—Lennox Kincade. —El profundo tono de barítono de Cannon llena la sala y,
para cuando me giro a mirarlo, mis ojos están brillantes y mi sonrisa es cordial.
—Cannon. —Me levanto de mi asiento y estrecho la mano del hombre que
tengo delante. Alto y de pecho ancho, con rasgos oscuros y, por lo que recuerdo,
imponente, con un toque de esa arrogancia autoritaria que resulta tan atractiva como
molesta—. Me alegro de volver a verte.
—¿Puedo ofrecerte algo de beber o comer? —Me indica que me siente—.
Supongo que acabas de llegar de la conferencia en Las Vegas.
—Sí, pero estoy bien, gracias. —Tomo asiento y agarro el bolígrafo que hay
encima de mi bloc de notas.
Cannon toma asiento y acomoda su alto cuerpo en la silla. Lo estudio mientras
se toma su tiempo para preparar lo que va a decir. Es guapo, de una manera
demasiado sofisticada, lo que me hace pensar que sus manos nunca se ensucian y
que, si le estrechara la mano el tiempo suficiente, no habría ni un callo en ninguna
parte.
No es que eso sea malo… pero no es mi tipo.
Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos, seguidos de una sonrisa antes de
empezar.
—Como sabes, ha sido una lucha para que el fútbol encuentre el éxito en los
Estados Unidos como otros deportes en sí, como el americano o el béisbol.
31
—Definitivamente ha sido un reto —reflexiono con un movimiento de
cabeza—. En Estados Unidos no tenemos las mismas bases que en el extranjero, en
la Premier League o en la Liga. Por otro lado, con el auge del fútbol de clubes
juveniles aquí en Estados Unidos, y con esos niños que crecen amando este deporte,
se podría aprovechar en los próximos años los cimientos que se están creando.
—Exactamente. —Su sonrisa se amplía—. Es curioso que menciones las otras
ligas, pero volveremos a eso en un momento. Parte de mi promesa al tomar el timón
aquí es conseguir que el público se entusiasme con la liga y con lo que tenemos
reservado para ellos. Quiero animar a más jugadores a que vengan a jugar aquí, en
lugar de irse a equipos del extranjero. Intento atraer a las estrellas adecuadas, a falta
de una palabra mejor.
—Tiene sentido.
—Y ahí es donde espero que entre tu experiencia.
—Tienes mi atención —digo.
—Me enteré de que la Asociación Nacional de Baloncesto Femenino te pidió
que te unieras a su junta directiva hace unos años con el único propósito de ser
defensora de las jugadoras —dice.
—Lo hicieron y lo fui. Mi objetivo era hacer saber a los propietarios de los
equipos lo que querían las jugadoras, lo que era una práctica justa y cómo atraer a
las jugadoras para que formaran parte de una liga que intentaba hacer crecer su base
de aficionados y su atractivo en el mercado del deporte.
—¿Y qué te pareció el papel? —Él inclina la cabeza hacia un lado y espera una
respuesta.
—Me encantó. Hacía de la liga un lugar mejor para las deportistas.
—¿Qué implicaba eso?
—¿Qué quieres decir?
—Es decir, ¿acudías a eventos o funciones, o eras estrictamente una asistente a
las reuniones de la junta directiva?
—Más a las reuniones de la junta directiva que a otras. Tenía mi trabajo
habitual en KSM y por suerte eso me permite la flexibilidad de trabajar desde
cualquier habitación de hotel. Si necesitaban que estuviera en reuniones en Chicago
durante una semana, podía ir. Tengo la suerte de que, en la mayoría de los casos,
puedo satisfacer las necesidades de mis clientes con una simple llamada telefónica.
—¿Y eso no era demasiado para ti?
32 —No. En realidad, era un buen descanso de mi día a día —digo, pensando en
la satisfacción que me daba saber qué estaba haciendo que la liga y sus parámetros,
contractuales y de otro tipo, fueran mejores para las jugadoras.
Cannon se pasa un dedo por la barbilla mientras me mira fijamente, como si
sus pensamientos estuvieran momentáneamente en otra parte.
—¿Y si te dijera que quiero que hagas lo mismo para la MLS pero con un
enfoque más fuerte para ganar a los jugadores?
—¿Qué quieres decir?
—Significa que sigas participando en las reuniones para decirnos en qué
fallamos, pero que también seas una defensora nuestra. Educando y atrayendo a los
jugadores sobre por qué deberían jugar aquí con nosotros en lugar de aventurarse a
jugar en el extranjero.
Asiento lentamente, reflexionando sobre sus palabras.
—Creía que habías dicho que buscabas una embajadora de la MLS para crear
un ambiente que permitiera ampliar la base de aficionados y la importancia del
fútbol en la cultura estadounidense. Ampliar la base de aficionados más allá de la
escuela secundaria y la universidad para que se convierta en una opción profesional
lucrativa.
—Serías una especie de agente comercial. Los títulos no cambian el trabajo.
—¿No sería mejor tener a alguien que pueda ponerse delante de una multitud
y crear una atracción? Si eso es lo que buscas, yo no puedo proporcionarlo.
—Sé cómo hacer mi trabajo, Lennox. Pero gracias. Aprecio el consejo. —Se ríe
y sacude la cabeza—. Ya tengo un representante así. Será anunciado al público en
los próximos días.
—De acuerdo, ¿así que esto es como un golpe de uno a dos? ¿Él se encarga de
la parte pública y yo tras bastidores? ¿Hay más puestos como este?
—Me encantan las mujeres a las que les gustan los detalles —dice con una
sonrisa.
Dejo pasar el comentario, sin saber si es una indirecta o no.
—Pero sí, tienes razón. Él es el personaje público mientras que tú eres el
engranaje detrás de él que intenta que todo parezca atractivo para que el increíble
MLS del que habla se haga realidad.
—¿Y qué? Tengo que presentarme a los eventos para convencer a los inversores
de que estamos fortaleciendo la liga, trabajar tras bastidores… ¿qué más deberes
tengo?
33 —Nada más que hacer que los jugadores estén contentos y quieran jugar aquí.
Golpeo el bolígrafo contra el bloc de notas mientras trato de ver qué contras
puede tener aceptar este trabajo aparte de dedicar mi tiempo… y ni siquiera eso es
malo.
—La felicidad es algo inconstante de medir —digo.
—No tengo ninguna duda de que puedes conseguirlo. —Su sonrisa ilumina
sus ojos.
—Bien. Digamos que estoy de acuerdo, ¿qué compromiso buscas de mí, ya que
tengo mis propios clientes de los que ocuparme?
—Tres meses. Ese es el plazo del trato. Por supuesto, eres libre de representar
a tus clientes de KSM durante ese tiempo. No tenemos ningún problema con eso.
Pero tres meses y luego estás libre de nosotros.
¿Pero por qué? Quiero decir, entiendo mi historia con la WNBA3, pero algo se
siente demasiado bueno para ser verdad aquí.
—¿Y qué hay para mí, Cannon?

3La Women's National Basketball Association o WNBA es una liga de baloncesto profesional en los
Estados Unidos.
—Un descanso en la rutina de acariciar los egos de los atletas arrogantes. —Se
ríe porque tiene razón; a veces resulta aburrido—. Y una forma de hacerte un lugar
más importante. Claro, formas parte de una agencia deportiva de gran éxito, pero
¿no quieres destacar por algo? ¿No quieres ser la hermana que los atletas pidan por
su nombre? ¿O los equipos o las ligas, porque se te conoce como una persona que
hace milagros y defiende a los deportistas?
Tuerzo los labios mientras lo miro fijamente, sus palabras golpean tan cerca de
casa después del golpe que ha recibido mi confianza en las últimas veinticuatro
horas.
¿No es esto lo que necesito? Un poco de impulso. ¿Algo que pueda llamar mío?
Tal vez Cannon tiene razón. Tal vez tengo que tallar un lugar para mí.
Mejor aún, ser presentada a más atletas que podrían no conocer la agencia y tal
vez atraer a algunos a bordo con nosotros. Mentiría si la idea no me hiciera asentir
de manera muy sutil.
—¿Y la compensación? —pregunto como si aún no hubiera decidido que voy
a aceptar el trabajo.
Su sonrisa se dibuja en una de las comisuras de la boca y desliza una carpeta
por la mesa.
34 —Está todo aquí, incluida la remuneración, así como el potencial de
bonificación. Estoy seguro de que será de tu agrado.
Miro la carpeta mientras retira sus manos de ella y luego vuelvo a mirarlo.
Pienso en mi mantra de hoy en el aeropuerto. Sol, arena, palmeras, Johnny, y
ahora, una nueva oportunidad.
Me parece perfecto.
Hay un millón de preguntas más que debería hacer, pero no lo hago.
Esto es algo diferente, sin duda. Un cambio de ritmo que no sabía que estaba
buscando, y un desafío que no sabía que había estado necesitando.
Aceptar el trabajo, tal vez añadir algunos nuevos clientes a la cartera de KSM,
y tal vez aumentar la atención del mercado hacía mí como una agente.
No acepto el trabajo y vuelvo a lo que dejé, a las dudas sobre lo que puedo
aportar y lograr para nuestra empresa familiar.
Pero, ¿demostrar a quién? ¿A mis colegas agentes que se burlaban de mí? ¿A
mi familia que, por sus acciones, parece estar de acuerdo con ellos? ¿O simplemente
a mí misma para creer sin lugar a dudas que soy tan buena como pensaba?
Cannon se aclara la garganta mientras golpea con un dedo la carpeta que ha
dejado en el espacio entre nosotros.
—Remuneración, requisitos para el trabajo, un documento de no divulgación
y cosas por el estilo. Tómate esta tarde para revisarlo y luego podemos hablar aquí
mañana a las diez. ¿Te parece bien?
—Sí, claro —digo las palabras con indecisión en el tono, pero mi decisión ya
está tomada.
Un cambio de escenario, de ritmo y de obligaciones… podría ser justo lo que
esta chica necesita para recuperar su ritmo.

35
Lennox
E
l mensaje de voz de Johnny viene por los altavoces de mi auto de
alquiler fuerte y claro mientras recorro Hollywood Hills.
—Me encanta que ni siquiera me preguntes si puedes quedarte,
sino que simplemente me mandes un mensaje diciendo que voy a tener una huésped
en casa durante las próximas semanas. Eso es tan Lennox de tu parte que es ridículo.
—Su risa resuena en todo el auto y hace que mi sonrisa crezca aún más—. El código
de la puerta es uno-tres-uno-tres para entrar. Puedes tomar el dormitorio del tercer
piso con la bañera de hidromasaje que te encantó la última vez que estuviste aquí.
36 Siéntete como en casa, pero solo una advertencia… —El mensaje continúa, pero es
un ruido distorsionado que no puedo entender. Debe de haberme llamado cuando
tenía mala cobertura de móvil—. Así que asúmelo. Estarás bien. Intenta no meterte
en ningún problema de los que sé que te gustan. Estaré en casa con la cena sobre las
cinco. Supongo que querrás esa mierda de comida china que siempre quieres cuando
me visitas. Y te complaceré esta vez, pero que Dios me ayude, Lenn, si esta es la
mierda qué esperas que coma todo el tiempo que estés aquí, te echaré a patadas.
Me río de la amenaza vacía mientras el mensaje termina. Se queja en secreto de
la comida de mierda, pero es una tradición, y sabe cómo me gustan las tradiciones.
Mirando el GPS, giro a la derecha por una calle que no me resulta familiar, a
pesar de haberla recorrido antes, justo cuando suena mi teléfono.
Llevo todo el día evitando esta llamada, así que mejor la afronto de una vez.
—¿Hola?
—¿Dónde diablos estás? —pregunta Dekker sin preámbulos.
—En Los Ángeles.
Sus siguientes palabras salen en un chirrido.
—¿Dónde estás?
—EN LOS ÁNGELES. Ciudad de los Ángeles. California. —La costa opuesta a la
que tú estás.
—¿Para qué? —Hay un juicio en el tono de mi hermana que odio.
—Tuve una reunión con Cannon Garner con la MLS.
—¿Por qué hiciste eso? Pensé que habíamos hablado de su oferta y decidido
que era una mala decisión para la empresa.
—No hablamos de nada, Dekk —digo y descubro otra mentira de Chase—.
Ustedes habrán hablado y luego habrán decidido. No creo que mi opinión haya
contado para nada.
—No es eso, Lenn… es…
—Es eso. No necesito que me mimen. No necesito…
—Respira dos segundos y piensa en su oferta. ¿Por qué la MLS llamaría a una
agente deportiva para trabajar y promover su organización? Tú representas a atletas,
no a ligas. ¿Por qué de todos los agentes de nuestro campo solo te ofreció el puesto
a ti y a nadie más, incluso después de que dijeras qué no?
—Después de que papá dijera que no —corrijo.
—¿Importa? La misma pregunta sigue siendo válida. —Su suspiro frustrado
37 llena la línea—. Te está eligiendo por una razón. Cannon es conocido por necesitar
que todos los que trabajan para él encajen en un determinado molde. Además, tiene
la reputación de no ser respetuoso con las mujeres que trabajan para él.
—¿Así que ahora la única razón por la que Cannon me pidió que trabajara para
él es porque soy bonita? ¿No porque tengo conocimientos? Jesús, Dekk, si papá te
dijo que llamaras y me dieras una charla de ánimo, definitivamente estás haciendo
un trabajo de mierda.
—Vamos. Se habla en secreto en los círculos de que es un mujeriego que utiliza
su influencia y posición para conseguir lo que quiere de las mujeres que contrata.
Diablos, desde que te conoció hace unos años, ha intentado que trabajes con él en
cualquier puesto, incluso cuando no tiene nada que ver con tu área de experiencia.
Es evidente que siente algo por ti.
Me siento como si hubiera sido golpeada con un latigazo. No sabía nada de la
reputación de Cannon, pero ¿quién soy yo para creerlo después de haber oído los
rumores que se propagan sobre mí?
Y aunque realmente debería dar un paso atrás y tomarme el tiempo de
escuchar lo que mi hermana está diciendo, todo lo que oigo es lo que no está
diciendo.
—Así que Dios no permita que piense que realmente me está contratando para
hacer un trabajo real, ¿verdad? Es más que obvio que nadie en esta familia me cree
capaz de hacer una mierda.
—Deja de hacer suposiciones. Deja esa actitud y escucha lo que te estoy
diciendo.
—¿Actitud? —Mi voz es fría como el hielo mientras los acontecimientos que
estoy segura que ella no conoce colisionan en mi mente y me molestan.
—Lennox. —Mi nombre es un suspiro frustrado en sus labios—. Solo me
preocupo por ti. Lo último que quiero es que este imbécil piense que va a obtener
algo más de ti que tu aportación profesional.
—Claro. —Pongo los ojos en blanco, pero luego doy la última vuelta a la calle
de Johnny y me dan ganas de llorar al ver su casa. Gracias a Dios.
Hay algo en él que siempre me hace sentir completa de nuevo. Algo que ha
estado ahí desde que nos conocimos en la universidad hace tantos años.
—Todo lo que digo es que hay más de lo que parece en su oferta.
—Una oferta de la que no sabes nada —acuso.
—No tengo por qué. Sé que Cannon va a intentar meterse en tus pantalones o
38 te está tendiendo una trampa de alguna manera. Como pedirte que hagas algo poco
ético para que asumas la culpa y él no lo haga.
—Vaya. Es una gran interpretación la que acabas de hacer.
El silencio reina mientras me acerco a la elegante y moderna casa que tengo
delante. Es todo líneas rectas y bordes duros con un exterior minimalista. Contrasta
tanto con el verde follaje que se esconde detrás, pero sé la verdad. La parte trasera
de la casa se abre a unas vistas sin obstáculos de la ciudad, sin ningún vecino a la
vista.
—Escucha, Dekk. Soy una chica grande que decide a quién dejo entrar en mis
pantalones. Puedo manejarme más que bien. Además, ten un poco de fe en mí. No
voy a hacer nada estúpido que ponga en riesgo la reputación de la agencia o la mía.
Y si menciona a Bradly, podría gritar. Esa aventura que una vez fue divertida
se ha convertido en mi cruz.
—Mira, necesito un cambio de escenario, una perspectiva diferente por un
tiempo, y este trabajo en la MLS podría proporcionar eso.
—Ya te has decidido, ¿no? —murmura.
—Lo he hecho.
Se ríe, al igual que yo, porque en ese momento sé que no está enfadada, sino
que simplemente se preocupa. Por mí. Al menos, eso espero.
—Y por eso te quiero, Lenn, y no esperaría menos. Mi hermana terca,
independiente y de espíritu libre.
—Exactamente.
Y ya era hora de que me sintiera así de nuevo.
En pocos minutos, estoy fuera de mi auto rentado y dentro de la casa. Me
encuentro con los adornos de madera y los tonos neutros de la casa de Johnny, que
sin duda el dinero de papá y mamá ayudó a pagar, pero diez millones de dólares
por una casa en Hollywood Hills es una simple gota en el mar.
Paso la mano por la preciosa isla de mármol y tomo un caramelo del plato que
hay encima. Veo que todavía es goloso. Pero me sobresalto cuando veo el montón
de suplementos y proteínas en polvo en el extremo opuesto del mostrador.
¿Quién ha secuestrado a Johnny y qué le han hecho? Porque es la persona
menos atlética que conozco en el mejor de los cuerpos.
Mmm.
Tal vez por eso se quejó de la comida china de esta noche. ¿Demasiado azúcar
39 y alimentos procesados o quién demonios sabe qué? Puedo comerla sin
preocuparme de cómo afecta a mi cintura.
Un metabolismo rápido es una bendición de proporciones descomunales.
Una vez arriba, abro mi maleta y me golpea el olor a humo de cigarrillo rancio
en mi ropa, que solo puede ser un recuerdo de una larga semana en Las Vegas.
—Ugh —murmuro, odiando el olor, pero conociendo la solución perfecta: tirar
lo que pueda a la lavadora mientras me meto en la piscina y me empapo del sol de
California.
Con la lavadora zumbando y el bikini puesto, casi corro desde la puerta trasera
hasta la piscina y me lanzo al agua, en modo cañón.
Cuando vuelvo a salir a la superficie, la risa que se me escapa muere de
sorpresa cuando miro hacia arriba y veo al hombre de pie en el borde del césped.
De pie, con el sudor brillando en su piel decorada con tatuajes y en sus
músculos, con una sonrisa arrogante que le sube por una comisura de los labios, con
unos ojos expresivos cargados de diversión y con un cuerpo que está…
completamente desnudo.
—Bueno, he tenido muchas mujeres que han hecho muchos esfuerzos para
llegar a mí, pero esto es, sin duda, una primera vez —dice con un tono británico—.
¿Te apetecía nadar ahora, no?
Mi corazón palpita en el momento en que nuestros ojos se cruzan: su verde
pálido frente a mi azul oscuro.
Sé inmediatamente quién es.
¿Quién no lo sabría?
La extraordinaria estrella del fútbol, el chico malo y el fenómeno indomable,
Rush McKenzie.
El que está desnudo en toda su gloria bien dotada al borde de la piscina
mientras yo estoy de pie dentro de ella preguntándome qué demonios está pasando.
El mismo Rush McKenzie que se vio envuelto en un escándalo en el Reino
Unido el mes pasado. Al que mis hermanas y yo echamos un vistazo en el periódico
The Sun y dimos gracias a nuestras estrellas de la suerte de que no fuera nuestro
cliente, porque Dios sabe la mierda, las repercusiones y las consecuencias que se
derivarían de ese espectáculo de mierda.
Aparentemente, esta es la mierda que le sigue. McKenzie viniendo a Estados
40 Unidos para descansar y relajarse, nada afectado y lleno arrogancia, sin una sola
preocupación por la devastación que dejó a su paso.
Por el compañero de equipo cuyo matrimonio al parecer destruyó.
Por su propio equipo, que estaba tan centrado en elegir bandos, que jugó como
una mierda y prácticamente le dio la victoria a su rival en la final de la Champions
League.
Por su carrera. En un año en el que tenía que renovar su contrato, no era el
mejor momento para hacer este movimiento.
Por su reputación… pero, de nuevo, no estoy segura de que le importe lo más
mínimo. Aunque el hombre no puede hacer nada malo cuando toca el balón en el
campo, su inclinación a causar problemas no es nada nuevo para él.
¿Por qué no me sorprende que esté aquí en la casa de Johnny? Yo también me
escapé aquí, ¿no?
Nuestras miradas se cruzan, su sonrisa se ensancha con cada segundo que
pasa, el encanto se enciende y más.
He oído el término magnetismo antes. Pensé que lo entendía. Pero no tenía ni
idea de lo que significaba, de cómo se sentía, hasta este mismo momento.
Hasta él.
Inmediatamente lo odio por eso.
Pero es algo más que su increíble cuerpo, su sonrisa ladeada y su innegable
presencia; mucho más, lo que me tiene aquí buscando palabras cuando las palabras
suelen ser mi fuerte. Todo lo que tiene que ver con él cautiva todo lo que hay dentro
de mí.
Y eso incluso después de saber de lo que se murmura que es capaz.
Algo está definitivamente mal contigo, Lenn.
Y pensar que he renunciado a los hombres.
—No te hagas ilusiones —digo sacudiendo la cabeza como si intentara romper
el hechizo que parece tener sobre mí. Mis ojos bajan hacia donde no deben, curiosos
por los tatuajes, entre otras cosas, que resaltan su cuerpo, antes de volver a
encontrarse con sus ojos—. Tenía calor. Pensé que estaba sola. Quería bañarme. Las
tres cosas están entre mis derechos.
—Qué casualidad. Estaba adolorido de mi entrenamiento. Quería usar el
sauna. Pensé que estaba solo. Es curioso cómo funciona eso.
—Por eso estás desnudo.
—Sí. Por eso. —Da unos pasos hacia delante, completamente despreocupado
41 por su desnudez, y por qué habría de estarlo cuando tiene ese aspecto: un dios griego
con tatuajes. Se agacha y se rasca el bajo vientre, atrayendo mis ojos a donde esa
perversa V se recorta en la cintura antes de llegar al grosor de su polla que descansa
contra los definidos músculos de sus cuádriceps.
—¿No quieres ponerte algo de ropa? —pregunto y hago un gesto hacia la silla
en la que ahora veo que está su toalla, fingiendo que la visión que tengo ante mí no
me afecta, pero ¿cómo no va a hacerlo?
—¿Por qué, cariño? Parece que estás disfrutando de la vista. ¿Por qué querría
privarte de ella?
—¿En serio? —pregunto con una risa parcial que no refleja en absoluto que lo
que dice sea cierto.
Rush McKenzie es definitivamente fácil de ver en más de un sentido. Hace que
mi libido cobre vida sin siquiera intentarlo.
Pero me niego a darle la satisfacción de volver a mirar, sobre todo después del
último comentario que ha hecho. Así que, en lugar de eso, nos quedamos de pie bajo
el magnífico sol de California mirándonos fijamente.
Su expresión es de maldad, mientras que la mía tiene una gran dosis de
incredulidad.
Y de deseo.
Porque mentiría si dijera que mi mente no divaga y tiene una pequeña y sucia
fantasía que comienza con todas las líneas que mi lengua quisiera trazar sobre esos
definidos abdominales y más allá.
Justo cuando juré que dejaría a los hombres, llega uno con el que vale la pena
romper la promesa que me hice a mí misma, y además desnudo.
No sé cómo terminé en esta mierda.
Y después de una larga y gloriosa mirada a Rush, no creo que quiera hacerlo.

42
Rush
I
nteresante.
Devastadoramente hermosa cuando solo la he visto de los hombros
para arriba y, sin embargo, es tan interesante, mirándome desde donde se
encuentra en la piscina.
Desde donde no se ha echado atrás cuando la mayoría de las mujeres hubieran
soltado esa molesta risita y meneado las tetas para que yo pudiera ver lo que se
ofrece.

43 Pero ella no.


No esta mujer, con sus ojos azul zafiro que no tienen vergüenza de mirar.
—Así que has irrumpido en una casa que ni siquiera es mía y te has ganado mi
atención. Ahora, ¿qué piensas hacer conmigo en el poco tiempo que transcurre entre
que llamo a la policía y se presenten? —pregunto, sabiendo que se pueden hacer
muchas cosas en ese corto espacio de tiempo. Por experiencia.
Pero su risa exagerada y sus cejas alzadas me dicen que este no es el típico
encuentro con una fanática. Está demasiado tranquila, demasiado imperturbable.
Todo indicio de la persona que hace unos momentos salió corriendo de la casa
para hacer una bala de cañón sin preocupación alguna ha desaparecido, y ha sido
sustituida por la mujer curiosa y calculadora que está ante mí.
El problema es que ya vi ese lado de ella: el temerario, el despreocupado; y es
tentador volver a encontrarlo cuando no debería importarme un carajo.
—Vamos a ver —dice mientras se acerca a los escalones de la piscina—.
Conozco el código para entrar por la puerta, así que no estoy irrumpiendo
ilegalmente. —Sube un escalón revelando unas tetas perfectamente formadas; ni
muy grandes ni muy pequeñas, acomodadas perfectamente bajo los dos triángulos
rojos de la tela—. Conozco a Johnny desde hace unos ocho años, así que soy más que
bienvenida aquí. —Otro paso hacia arriba, y ahora me encuentro con la curva de su
cintura donde el brillo de una joya está en su ombligo—. Y por último, no tengo ni
una pizca de interés en ti en absoluto, lo que estoy segura que es una sorpresa para
tu ego.
Mentirosa.
El gesto de su barbilla y el parpadeo de sus ojos hacia mi polla me dicen lo
contrario.
Pero cuando sale de la piscina, y me encuentro con la totalidad de esta mujer,
me quedo sin aliento. Mide metro sesenta y cinco, está en forma pero no demasiado
musculosa, con curvas que resaltan cada maldito centímetro de lo que atrae la
atención de cualquier hombre normal. Es suave y flexible de esa manera perfecta en
la que a los hombres nos gusta agarrarnos y hundirnos, pero sin sentir que vamos a
romperla.
Maldita sea.
Doy un paso adelante.
—Entonces ya somos dos.
—Al menos ya está resuelto. —Sus labios se mueven, porque sabe que estoy
mintiendo tan seguro como yo sé que ella lo hace—. Te preguntaría si te vas a quedar
44 aquí, pero voy a suponer que la respuesta es sí.
Asiento.
—Puede que pase un tiempo desapercibido.
Su risa le hace ver las comisuras de la boca.
—¿Pasar desapercibido? ¿En Los Ángeles? Creo que alguien te ha mentido
sobre lo que es esta ciudad. Es ver o ser visto. Si quieres pasar desapercibido, vete a
algún lugar como Montana y juega con caballos.
—Solo hay una cosa que tengo en común con los caballos —bromeo y me gano
un giro de ojos y un movimiento de cabeza.
—No creo que Los Ángeles esté lo suficientemente lejos de la atención de la
que huyes.
—No parece que ningún sitio esté lo suficientemente lejos hoy en día.
Camina hacia mí, todavía midiéndome, y justo cuando creo que es lo
suficientemente descarada, a punto de inclinarse para un beso que estoy más que
dispuesto a dar, se inclina hacia la toalla a mi lado.
Cuando sus ojos se cruzan con los míos, enarca una ceja, sabiendo lo que yo
pensaba que estaba haciendo, y me río.
Me gusta esta mujer. Simple y llanamente.
Estamos a un metro de distancia, con la toalla en la mano, el agua todavía en
su piel, y por primera vez me doy cuenta de las pecas en la parte superior de sus
mejillas. Bonito en una mujer que define la palabra sexy.
—Lennox Kincade —dice, y ahora estoy aún más intrigado de lo que estaba
segundos antes. Conozco el nombre, he conocido a una o dos de sus hermanas, pero
nunca a Lennox.
La pregunta es ¿por qué diablos no?
—Rush McKenzie.
—Eso supuse —dice mientras se agacha y pasa la toalla por cada una de sus
largas piernas haciendo toda una demostración a su paso.
Sí, estoy mirando, amor. Un hombre sería estúpido si no mirara.
—No sabía que tú y Johnny se conocían —dice.
—Johnny conoce a todo el mundo.
—Cierto.
—Lo conocí en el Super Bowl hace años. Estaba en la suite del estadio de Stance
45 durante el partido —digo mencionando la empresa de los padres de Johnny, Stance
Sports—, y congeniamos. Desde entonces nos reunimos de vez en cuando. Me hizo
la oferta de alejarme del caos. La acepté.
Tuerce los labios y se pone una mano sobre la frente para tapar el sol mientras
me mira de nuevo.
—Estás navegando a media asta, amigo —dice burlándose de mi acento y
remarcándolo con una sonrisita.
—No nos gusta mostrar todos nuestros talentos de buenas a primeras.
—Ya no existen las primeras impresiones.
—Jesús —espeto.
Pero justo cuando pasa junto a mí, la agarro de la muñeca para que estemos
cara a cara. Esta vez, puedo distinguir que hay un anillo de color azul claro alrededor
de sus pupilas antes de que se oscurezca. Único.
—Parece que ya tienes suficientes problemas, McKenzie. Creo que lo último
que necesitas es empezar alguno conmigo.
—¿Es una advertencia o una amenaza?
—Tal vez sea una invitación. —Sonríe—. Porque Dios sabe que me vendría
bien un poco de las tres cosas ahora mismo.
Sin decir nada más, Lennox Kincade entra en la casa dejándome observar el
devastador movimiento de sus caderas, la curva de su culo y la inclinación de sus
hombros desde atrás.
Y yo que creía que iba a odiar mi estancia en Estados Unidos.
Me parece que he encontrado algo que me ayudará a pasar el tiempo.
Diablos, si me van a culpar por causar problemas, también podría disfrutar un
poco de ellos mientras tanto.

46
Lennox
—¿ Así que eso es todo? ¿Estás aquí para reuniones secretas de las
que no puedes hablar? —pregunta Johnny por encima del
borde de su vaso. Está tendido en el sofá exterior con las llamas
del fuego entre nosotros, haciendo resaltar el rubio de su cabello.
—No es un secreto, per se. —Y me pregunto por qué no le cuento a Johnny la
oferta de Cannon cuando obviamente Finn lo sabía, así que no es exactamente un
secreto—. Solo… está pendiente. —Desvío mi mirada hacia el interior de la casa,
donde Rush se mueve por la cocina preparando un batido con una dedicación que
47 no puedo decir que tenga cuando se trata de poner cosas verdes en una licuadora.
Las proteínas en polvo y los suplementos que hay en la encimera tienen ahora
todo el sentido del mundo.
—¿Sí? —pregunta Johnny, la única palabra que se alarga hasta que miro hacia
él y sus cejas levantadas.
—¿Sí, qué?
—Sí, como en dejar de mirar hacia allá. Ya está metido en un lío de mierda.
—Fuiste tú quien se olvidó de avisarme de que estaba aquí.
—Échale la culpa al mal servicio del móvil, pero sí te lo dije. Solo que no lo
escuchaste.
—Tal vez deberías haberle dicho a él también. Quiero decir, ¿quién se pasea
por la casa de otra persona con el culo desnudo?
—Aparentemente un hombre al que le importa un carajo lo que los demás
piensen de él —dice y mira hacia Rush.
¿Pero por qué habría de importarle? Como jugador de fútbol, Rush tiene un
físico fenomenal. Su cuerpo tonificado y delgado es un testimonio de años de trabajo
duro y autodisciplina.
Estudio ese cuerpo en este momento y luego recuerdo exactamente lo increíble
que se veía antes, parado a unos pasos de distancia de mí… y desnudo.
—No te atrevas a poner esa mirada, Lenn. Lo último que necesita es añadirte a
su mezcla.
—¿Yo? —murmuro—. ¿Qué tengo de malo?
—El hombre ha sido acusado de acostarse con la mujer de su compañero de
equipo, una cantante famosa, por el amor de Dios, así que, por supuesto, la imagen
se extiende como el fuego. ¿Quién hace ese tipo de mierda?
—No es que esté de acuerdo con la infidelidad, pero por lo que dicen los
tabloides, parece que mierdas como esa ocurren todo el tiempo aquí en Hollywood.
¿Por qué lo miras de forma negativa si no piensas mal de todos los demás que lo
hacen?
—Siempre me parece mal cuando lo que veo y oigo en Los Ángeles, pero en lo
que respecta a Rush, no es precisamente el mejor momento cuando su contrato está
a punto de ser renegociado y todo su club está en pie de guerra sobre si se queda o
se va. ¿Qué crees que va a hacer la dirección? ¿Transferirlo para mantener la paz o
mantenerlo y que todos los demás compañeros de equipo se asusten de que también
se vaya a follar a sus esposas?
48 —Yo digo que son tonterías. No van a cambiar a su jugador estrella.
—Sin embargo, Seth es su capitán.
—Se está acercando al final de su carrera y no es ni de lejos tan popular o
confiable como Rush. La codicia por otro campeonato está por encima de todo.
—Hablando de añadir un insulto a la herida. El rumor era que Rush se
deslizaría en el papel de capitán la próxima temporada. Robar la esposa de Seth y
su estatus en el equipo. —Johnny mira hacia Rush y lanza un silbido revelador—.
He oído que es un desastre allí. Los chicos se pelean por quién toma cada bando y
la dirección está en constantes conversaciones sobre cómo suavizar esto, cuando en
realidad no es su trabajo manejar la vida personal de sus jugadores en primer lugar.
—Suena a un caos —murmuro, pero recuerdo haber escuchado comentarios
aquí y allá sobre Seth. El rumor es que no es el más agradable de los tipos—. ¿Rush
está aquí para pasar desapercibido hasta que la mierda se enfríe?
—O que otro escándalo eclipse el suyo.
—Mmm —murmuro, dándome cuenta de que mi mirada ha gravitado de
nuevo hacia Rush.
—Después de todo eso, ¿todavía vas a sentarte aquí y mirarlo?
—Solo estás celoso de que no te mire a ti. —Le lanzo mi portavasos—. Y ugh.
Sería asqueroso si lo hiciera ya que eres el hermano que nunca tuve.
—Es cierto. —Se ríe, pero me mira—. ¿Nada de lo que acabo de decir, de lo que
ha hecho Rush, te hace reflexionar para evitar mirarlo con esos ojos llenos de ilusión?
—No le estoy mirando con ilusión. —Se llama combustión lenta. Yo
combustiono cuando lo miro porque incluso a través de la distancia, su atracción es
innegable—. ¿Lo hizo? —pregunto.
—¿Qué quieres decir con lo hizo? —Johnny me mira como si estuviera loca por
preguntar, pero en la búsqueda rápida en mi teléfono antes de que llegara a casa, no
vi un solo artículo o publicación donde Rush dijera algo más que “sin comentarios”.
¿Por qué lo busqué? ¿Por qué quería que hubiera algo que pudiera eximirlo de
sus acciones? ¿Por qué me importa?
Porque, no creo que Rush McKenzie sea ese hombre. El hombre al que no le
importa un carajo el enorme efecto dominó causado por el engaño con la pareja de
un compañero de equipo. He conocido a mucha gente de mierda en mi vida, he visto
infidelidad tras infidelidad con otros atletas que he representado. Y aunque Rush es
engreído y arrogante, no percibo la misma… desvergüenza que he visto muchas
veces antes.
49 ¿Y honestamente? Me sorprendería que Johnny le permitiera un acceso tan fácil
a su casa si pensara que también es cierto. Esa es una de las razones por las que
somos tan buenos amigos.
—Bueno, ¿alguien le ha preguntado si lo hizo? —le pregunto—. Quiero decir…
seguro que tiene esa fanfarronería arrogante y esa sonrisa ladina que podría
encandilar a cualquier mujer, incluso a las estrellas del pop aparentemente, pero…
—Lo siento, eso no es algo en lo que me fijara —dice y pone los ojos en blanco.
—Y por eso estás celoso, porque no puedes comprarlo con nada de ese dinero
que tienes acumulado por aquí —me burlo.
—Eres un grano en el culo. —Su sonrisa se amplía.
—No me querrías de otra manera.
—Tienes razón, aunque una pequeña dosis de ti es más que suficiente. —Me
guiña un ojo—. La pregunta es, ¿por qué te permito visitarme cuando claramente
tus intenciones son abusar de mí sin descanso?
—Porque me amas. —Le dedico a mi más viejo amigo la sonrisa más grande y
cursi que puedo esbozar.
—Tienes razón. Lo hago. Es una enfermedad. —Sirve más merlot en su copa
vacía—. Para responder a tu pregunta, le he preguntado, pero no quiere hablar de
ello. Cuando le planteo algo al respecto, se queda callado. El club puso una cláusula
de confidencialidad en efecto para mantener los asuntos del club en secreto.
—Inteligente por parte del club, pero creo que es un poco tarde para eso
teniendo en cuenta que hay una foto de los dos en todos los tabloides que hay. —Me
río.
—Supongo que se publicó después de que el equipo se metiera en una especie
de pelea por ello. —Se encoge de hombros—. Voy a respetar sus deseos y dejarlo en
paz al respecto, ya que todos los demás en el mundo no lo hacen.
Frunzo los labios y sé lo que se siente al ser acusado de algo por una percepción
errónea.
—Sigo pensando que alguien tiene que ir y preguntarle.
—¿Qué tal si no eres tú, eh? Necesito mantener la paz entre los miembros de la
casa por el momento. —Él levanta un vaso hacia mí—. Hablando de ir y preguntar
cosas, ¿quieres decirme por qué estás aquí? Nos conocemos lo suficiente como para
saber que solo apareces de repente cuando huyes de algo.
Mierda. Ese es el problema cuando corres hacia la única persona que te conoce
50 mejor que la mayoría.
Nuestras miradas se cruzan a través de la hoguera, y entonces le cuento todo
sobre mis últimas veinticuatro horas: la conferencia, Finn, mi conversación con
Chase y luego con Dekker. Todo ello.
—Sabes que tu familia te quiere con locura, ¿verdad? —dice finalmente tras un
largo silencio y una mirada tranquila y pensativa.
—Pueden quererme todo lo que quieran, pero eso no mejora nada de esto. Lo
que ellos piensen de mí o lo que los demás piensen de mí, para el caso.
—Hay algo más en la historia, ¿no? —insiste.
Juro en voz baja que una sonrisa se me dibuja en los labios. ¿Cómo es que lo
sabe? ¿Cómo es que me va a hacer admitir lo único que no quiero admitir a mí
misma?
Mi larga exhalación se extiende por el silencio mientras pienso en los dos
principales clientes que he perdido en los últimos dos meses. Clientes a los que creía
tener, pero que, obviamente, se me fueron de la mano al no darles lo que necesitaban.
Clientes sobre los que no les conté toda la historia a mis hermanas y a mi padre
porque eso me hacía quedar peor de lo que ya me habían dejado.
—Así que en un estado de rebelión, volaste aquí para aceptar cualquier trabajo
que te hayan ofrecido para demostrarte a ti misma que no eres esa persona.
—Básicamente. —Me encojo de hombros—. Y para demostrárselo a ellos
también.
—¿Has pensado alguna vez que tal vez eso es lo que estás escuchando; que no
creen que estés haciendo un buen trabajo, pero que no es lo que realmente piensan?
Y esto es por lo que he venido aquí. Johnny siempre me entiende a un nivel
como nadie más. No me presiona, pero me dice las cosas claras en todo momento, y
ahora mismo lo necesito.
—Demasiadas coincidencias para que yo piense lo contrario.
—Lo dice la mujer que interpreta todo —dice mientras yo lo miro fijamente—.
Mira, escucho lo que dices, entiendo por qué sientes la necesidad de hacer cualquier
cosa secreta que aparentemente estás haciendo para probar tu punto, pero debes
saber que muchos de nosotros te amamos porque eres la mezcla perfecta de cerebro
y belleza. Que se jodan los imbéciles como Sanderson que te hacen dudar de ti
misma. No te querríamos de otra manera.
—Es más fácil de decir que de hacer cuando eres la persona que se escapa a la
casa de su amigo en lugar de dirigirse a su casa, preguntándose si tal vez tienen un
51 punto y si tal vez, de hecho, has estado durmiendo en los laureles últimamente.
—La pregunta es por qué te estás durmiendo en los laureles.
Abro la boca y la cierro mientras intento averiguar la respuesta. ¿Porque me
aburro? ¿Me inquieta? Porque, últimamente, he sentido que hay algo más y todavía
no estoy muy segura de qué es ese más. Tal vez solo quiero sentir más
independencia, un poco de mí, en lugar de ser siempre parte de la familia Kincade.
No es que haya algo malo en formar parte de mi familia. Nos queremos con
locura, cuando no estamos discutiendo, pero al mismo tiempo, mi identidad nunca
ha sido otra que la de ellos. Y el negocio.
La reina de la belleza.
La tercera hija de cuatro.
Apoyo la cabeza en el respaldo de la silla y cierro los ojos por un momento.
¿Cómo puedo expresarlo con palabras para la persona a la que nada le gustaría más
que formar parte de una familia como la mía?
Johnny Stance es el ejemplo perfecto de padres que tiran el dinero a su hijo
porque están demasiado ocupados construyendo un imperio y disfrutando de sus
riquezas como para criarlo ellos mismos.
—¿A qué lugar te escapaste? —pregunta Johnny.
—A ningún sitio. Estoy aquí. Te agradezco que me dejes estar.
—Eres bienvenida a quedarte todo el tiempo que quieras. Ya lo sabes.
—Gracias —murmuro y giro la cabeza hacia un lado, donde puedo volver a
mirar hacia la casa. Rush se inclina sobre la encimera con los antebrazos apoyados
en ella mientras hace algo en un portátil. Un pantalón deportivo gris oscuro, con el
logo del Liverpool Football Club estampado en él cuelga de sus caderas, y el batido
verde que preparó hace unos momentos está medio vacío a su lado.
—Estás mirando otra vez —murmura Johnny.
—¿Puedes culparme? —Me río—. Quiero decir, Jesús. Míralo. Es un poco
perfecto.
—Si te gustan los imbéciles melancólicos que todos los jugadores de fútbol
matarían por ser y todas las mujeres adorarían follar.
—Básicamente —digo encogiéndome de hombros y riendo, como si fuera de
sentido común.
—Como he dicho, Lenn, él no te necesita.
—¿Y qué demonios se supone que significa eso? —pregunto, agradeciendo el
52 cambio de tema y el tono juguetón que vuelve a aparecer en su voz.
—Significa que ahora mismo parece que necesita estar conectado a tierra…
anclado. A ti no te gusta estar atada, te gusta divertirte, y para él la diversión no es
más que un imán para los medios. Te gusta rebelarte cuando estás de humor, y
parece que él ya lo ha hecho o no estaría aquí. Demonio, es su segundo nombre. —
Va marcando cada punto con los dedos—. Y nunca evitas lo que no deberías estar
haciendo.
—Lo que debería estar haciéndole a él —murmuro mientras Rush estira los
brazos por encima de la cabeza haciendo que su pantalón de deporte se deslice un
poco.
—Jesús, Lennox. ¿De verdad?
Me encojo de hombros y le ofrezco una sonrisa del gato que se comió al canario.
—No puedes culparme por ser honesta.
Lennox
—¿Q
ué quieres decir con que este es tu baño? —pregunto,
sintiéndome ridícula al usar el término, cuando miro hacia
donde Rush está de pie en la puerta, con un brazo apoyado
en la puerta y con esos mismos pantalones de chándal bajando por sus caderas.
Huele a jabón y a cítricos y demonios… ¿también tiene que oler bien?
—No, he dicho que tengo que ir al baño. Este es el baño, y es mío. El que he
estado usando desde que llegué. Toda esa mierda que acabas de meter en el cajón
—señala con la mano libre los artículos de aseo que acabo de meter en él—, es mi
53 mierda.
Y hay algo en su presencia; o tal vez sea porque quiero que se fije en mí cuando
se ha mantenido al margen toda la noche; que me hace empujar por una pelea, una
discusión, cualquier cosa que alivie la tensión sexual que nos separa.
—¿Y tu punto? —Sonrío dulcemente en el espejo mientras me cierro la bata
alrededor de la cintura.
—Dios sabe que hay un millón de otros baños en esta casa —dice.
—Bien, entonces puedes encontrar uno que te convenga más. Este tiene la
mejor iluminación para maquillarme —digo y cruzo los brazos sobre el pecho
mientras me giro para mirarlo. Incluso ahora, me quedo embobada al verlo: el corte
de su mandíbula, la plenitud de sus labios y las gruesas pestañas que enmarcan sus
ojos verdes cristalinos. Es realmente impresionante en la forma más masculina.
—Es una pena entonces que tengas que prescindir de él, ya que éste es el que
me conviene. —Me devuelve la misma sonrisa gatuna—. Yo estaba aquí primero.
Si quiere ir allí…
—Quien lo encuentra, se lo queda.
—¿En serio? —Se ríe y se pasa una mano por el cabello para quitárselo de la
cara—. Eres todo un personaje.
—Eso me han dicho. —Inclino la cabeza y lo miro fijamente. El silencio se
alarga y me ruega que haga la pregunta que no encaja en absoluto con el carácter
juguetón del momento—. ¿Por qué has venido aquí?
—¿A casa de Johnny? —Altera la pregunta a su gusto, y no espero menos—.
Probablemente por la misma razón por la que tú estás aquí. Porque necesitaba un
lugar al que ir en el que supiera que no habría juicios, y Johnny es eso. Además, las
vistas y la piscina no están de más.
Me sorprende y a la vez me impresiona la sinceridad de su respuesta y asiento.
Recuerdo mi conversación de antes con Johnny. “¿Nada de lo que acabo de decir, de lo
que ha hecho Rush, te hace reflexionar para evitar mirarlo con esos ojos llenos de ilusión?”.
No.
De hecho, hay un atractivo en ello. Querer a alguien de quien todo el mundo
te advierte que te alejes. Es tentador y emocionante, la rebelión siempre lo es.
Levanta las cejas para provocar una respuesta de mi parte, pero creo que la
tensión entre nosotros es suficiente respuesta. Es innegable; sé que él también la
siente, y ninguno de los dos opta por romperla o disiparla.
Así que nos quedamos en el pequeño espacio, separados por centímetros,
mientras en mi cabeza se arremolinan muchas más preguntas que aún no me atrevo
54 a formular: ¿Cuánto tiempo te vas a quedar? ¿Cuáles son tus planes?
Sobre todo la misma que le he preguntado a Johnny: ¿Lo hiciste?
Rush no me debe ninguna respuesta. Demonios, apenas me conoce y, sin
embargo, aquí estamos, en el mismo sitio, con mi mente divagando y mi cuerpo
deseando.
Me pica el deseo de alcanzarlo y tocarlo. Su mandíbula. Su cabello. Su brazo.
Cualquier cosa para establecer una conexión, y eso es un pensamiento tan extraño
para mí porque normalmente no soy una persona susceptible a querer contacto.
Pero me abstengo, porque hay algo en lo poco que sé de él que me dice que dé
un paso atrás. Que siguiendo mi instinto, sé que sería devastador para mis sentidos,
para el status quo al que estoy acostumbrada, y para mi corazón, cuando juro que
no le gusta sentir.
—¿Qué estamos haciendo aquí, Lennox? —pregunta, su voz es un susurro.
Separo los labios para hablar y veo cómo sus ojos bajan para mirarlos antes de
volver a mis ojos.
—Negociando contigo —murmuro, desviando la mirada igual que él.
El espacio es grande para los estándares de cualquier cuarto de baño de
invitados, pero en el momento en que él entra en él, siento como si todo el oxígeno
hubiera sido succionado del lugar. Lo único que queda para respirar es él.
—¿Así es como llamas a esto? —pregunta mientras da un paso más—.
¿Negociar?
Como dije, Lenn, él no te necesita ahora.
—Sí. Negociamos. Yo gané. —Le dirijo una sonrisa victoriosa y exagerada—. Y
ahora estamos resolviendo qué baño vas a usar ya que éste está ocupado por mí.
—No creo que hayamos tenido la misma conversación. Es imposible que te
haya cedido este lugar. —Una sonrisa de niño pequeño curva sus labios mientras se
burla de mi mal uso de los términos británicos. La sonrisa y su encanto tienen que
irse lejos. Lo último que necesito es encontrar otra cosa atractiva en él.
—Lo has hecho. Lo escuché.
—¿En mis palabras no pronunciadas? —Se ríe.
—Sí. —Asiento—. Puedo leer la mente.
—Como quieras. —Su risa es baja y seductora y hace que un escalofrío me
recorra la columna vertebral mientras se acerca.
55 —Tus habilidades de negociación necesitan un poco de trabajo, McKenzie —
me burlo.
—Las tuyas también —dice, y grito cuando se quita el chándal de las caderas
y se desnuda.
—¿Qué estás haciendo…?
—Me parece que ahora compartimos el baño, así que —me mira a los ojos en
el espejo—, no debería sorprenderte que me esté duchando. Ya que puedes leer la
mente y todo eso.
Echo la cabeza hacia atrás y me río. Es lo único que puedo hacer, en realidad.
Y es mucho menos sorprendente que mirar su increíble cuerpo.
—Bien por ti —digo con un asentimiento definitivo—. Ve a hacer eso.
—Lo haré.
—Para futuras referencias, el efecto sorpresa no funciona bien conmigo.
—Tomo nota. Iba más por el hecho de que necesitaba una ducha y estás en mi
baño. —Él lucha contra una sonrisa—. ¿Impresionada?
—Hace falta mucho más que eso para impresionarme.
—Lo sé. Tu pérdida de habilidades de negociación es una señal segura de que
todavía estás impresionada por lo que viste antes en la piscina.
—Oh, por favor —digo poniendo los ojos en blanco mientras se abre la ducha
y él se mete en ella.
—No te preocupes, amor. Yo también me estoy recuperando de ese bikini tuyo.
Mis ojos se cruzan con los suyos a través del cristal empañado y recibo una
sonrisa de oreja a oreja.
Lo único que puedo hacer es sacudir la cabeza e intentar que no me afecten sus
palabras mientras salgo del baño, cruzo el pasillo hasta mi habitación y me apoyo
en la puerta cuando la cierro tras de mí.
Sonrío mientras cierro los ojos y repito todo el intercambio en mi cabeza. Es un
provocador y un coqueto, y si estos son mis pensamientos después de solo dos
intercambios con él, sé que estoy en problemas.
Los últimos dos días han sido un golpe para mi ego y mi sentido de identidad.
¿Es tan malo que Rush me haga sentir un poco mejor conmigo misma? ¿Es aún peor
que haya estado trabajando sin parar durante meses que no haya cuidado de mí?
Por cuidar de mí, me refiero a extender la mano y tomar lo que quiero. Y
56 maldita sea, lo quiero a él.
Tengo la sensación de que Rush tampoco es un hombre que dude. Toma y
exige, y si no puedes seguir su ritmo, sigue adelante.
Hay un reto en eso, una atracción.
¿Qué es lo que me atrae de los atletas? Las manos fuertes, los cuerpos
poderosos, el aire de arrogancia de un hombre que sabe que es bueno en algo, la
dedicación… es como si fueran mi kriptonita.
—Dios —murmuro y me acomodo un mechón de cabello perdido detrás de la
oreja.
Rush sería un terrible error. Un terrible, precioso y satisfactorio error. Lo sé
después de un solo día, pero lo curioso es que es uno que sé que ya voy a cometer.
Y no lo lamento en lo más mínimo.
Soy una mujer que va tras lo que quiere, sin vergüenza ni miedo… y quiero a
Rush McKenzie.
Rush
11 AÑOS ANTES

M
i estómago gruñe tan fuerte que puedo escucharlo por encima del
atronador pulso en mis oídos.
Actúa con normalidad, Rush. Muévete despacio, mira los
productos y luego hojea la revista como si no sintieras que tu estómago se estuviera
carcomiendo de adentro hacia afuera. No pienses en las galletas que has guardado
en tus bolsillos o la banana que has metido en la parte de atrás de tu cintura debajo
de tu chaqueta.
57
El mareo me golpea de nuevo. Es cruel e implacable, ya que oscurece mi visión,
y me veo obligado a agarrarme del costado de la estantería para no desmayarme.
Han pasado veinticuatro horas, tal vez, no lo recuerdo; desde la última vez que
comí un bocado sobrante de una barra de proteína que me ofreció mi compañero de
equipo. Desde entonces, he tenido dos sesiones de entrenamiento de tres horas en
las que necesité todo lo que tenía para concentrarme en lograr el rendimiento que
esperaban.
El mismo rendimiento que estoy rezando que me saque de esta maldita
pesadilla.
Porque estoy tan cerca, tan cerca de ganar la única beca que la Liverpool
Academy otorga cada año.
La beca, una oportunidad, que podría cambiarlo todo para mí. No solo me
llevaría un paso más hacia jugar en la Premier League, sino que también me
proporcionaría un lugar para vivir y una mesada para la comida. No sería mucho,
pero sería mucho más de lo que tengo ahora. Entonces podría dejar de fingir que
uno de esos pisos en Crestfall Lane es mío. La gente me ve acercarme a ellos, pero
nunca se dan cuenta de que el niño con su uniforme de fútbol continúa hacia el
callejón detrás. Nadie cuestiona el buzón de correo abandonado que a veces tiene
correo dirigido a un señor McKenzie. Nadie se da cuenta de que la cerradura del
pequeño cobertizo es mío. Que encontré un lugar para mantenerme alejado de la
lluvia, que tiene un fregadero para que pueda lavar mi ropa y a mí mismo.
Así que puedo fingir que soy como cualquier otro adolescente normal en
Kirkby: ir a la escuela, pasar cada momento libre en el campo, beber una cerveza a
escondidas.
Pero esto es lo que necesito hacer. Así es como tengo que vivir para que mis
sueños se hagan realidad. Para tener una oportunidad.
Es jugar al fútbol profesional o… o nada.
A nadie le importó cuando el cáncer le quitó la vida a Maude McKenzie.
Menos aún pensaron en preguntarse dónde estaba su hijo de quince años y qué
iba a ser de él.
—Disculpe, joven. —Me sobresalto al escuchar la voz de una viejecita parada
a mi lado y mirándome con sus ojos de búho—. ¿Puedo pasar? —Señala las bolsas
de fideos frente a mí.
Vuelvo al presente. A los dolores de hambre y los músculos doloridos por el
entrenamiento. A la esperanza teñida de desesperación. Al impulso para mantener
58 todo esto oculto. Porque si no salgo de aquí, me voy a desmayar y entonces alguien
se dará cuenta de la comida que estoy a punto de robar.
Entonces todo habrá terminado.
El sueño.
Mi escape.
Todo.
Hay una razón por la que estoy en esta tienda. Es la única de la que no me han
pillado robando todavía. La única en la que los dependientes de la tienda en el frente
no comienzan a seguirme para comprobar si hay algún juego de manos.
—Sí. —Sacudo rápidamente la cabeza—. Perdón. Yo estaba…
—Pensando en el gran juego de esta noche, ¿eh? —pregunta y hace un gesto
hacia el equipo de entrenamiento heredado del Liverpool Football Club que tengo
puesto—. Man U no tiene ninguna posibilidad.
—Seguro que no —murmuro antes de ofrecer una sonrisa rápida y salir
corriendo de la tienda con la cabeza gacha y los brazos alrededor de mí para
protegerme del frío de la noche que se avecina.
Tan pronto como estoy lejos del edificio, arranco la cáscara de la banana y no
pueda comerla lo suficientemente rápido. Me duele el estómago y me gruñe. Con la
mitad de la banana agotada, abro el paquete de galletas con un frenesí que solo
alguien que está realmente hambriento puede entender.
Quieres ir más despacio, guardar algo para más tarde, pero en lo único que
puedes pensar es en saciar el hambre ahora. Todo lo que sabes es que necesitas que
se vaya por un tiempo, porque no hay forma de que puedas ir a otro entrenamiento
con el estómago vacío.
¿Cómo puedes ser mejor que los demás cuando tienes hambre?
¿Cuánto tiempo más puedes aguantar?
Con una galleta en una mano y el plátano a medio comer en la otra, doy la
vuelta a la esquina y choco contra alguien.
Ambos emitimos un grito ahogado de sorpresa, pero el mío también es porque
la comida en mis manos cae al suelo. El plátano se ha roto y ha rodado por la tierra
y las galletas se han caído del paquete. Estoy tan ocupado llorando en silencio por
la comida que me toma un segundo mirar hacia arriba y ver a mi compañero de
equipo, Rory, y a su papá a su lado.
O el policía que se paró a mi lado con su mirada intimidante y sus brillantes
esposas.

59 —¿Otra vez? —pregunta el policía, mientras lágrimas de humillación arden en


el fondo de mi garganta. Una cosa es ser sorprendido robando de nuevo, y otra es
ser capturado delante de Rory y su padre muy rico, Archibald Matheson.
—Yo… eh… eh —tartamudeo—. No hice nada. Está en el suelo. No puede
probar que fui yo.
—¿Cuál parece ser el problema oficial? —pregunta el señor Matheson.
Mientras los nervios me atraviesan, olvido lo que hace para ganarse la vida, pero he
escuchado a Rory decir cosas sobre él aquí y allá durante el entrenamiento. Lo que
sí sé, por lo que he oído es que parece tener suficiente influencia como para que una
palabra suya a la academia me deje viendo cómo se desvanecen todas mis
oportunidades.
Cada una.
—Este chico de aquí… —el policía me agarra el bíceps y tira de mi brazo—, ha
sido sorprendido robando varias veces en tiendas de por aquí. —Se vuelve hacia mí
y comienza a arrastrarme con él—. Vamos a la estación. No puedo ignorarlo porque
el dueño me pide que presente cargos. Ha ignorado tus dedos resbalosos antes y
ahora quiere darte una lección. —Tira de mi brazo de nuevo—. Vamos. Ya sabes qué
hacer.
—No. —La palabra es un grito ahogado lleno de pánico—. No puedo ir. Es la
última semana de pruebas. Si voy, no podré entrenar. No podré…
—No hizo nada malo, agente —dice el señor Matheson en ese tono de barítono
que tiene tanto al policía como a mí moviendo la cabeza para mirarlo. El señor
Matheson pone sus manos sobre los hombros de su hijo y lo empuja hacia adelante—
. Fue mi hijo, Rory, quien lo hizo.
Creo que la expresión del rostro de Rory refleja la mía: conmoción,
incredulidad, confusión, pero la mía también tiene algo más, vacilación.
¿Por qué el señor Matheson haría esto? ¿Por qué ofrecería a su hijo para ocupar
mi lugar? ¿Por qué un hombre rico defendería a un don nadie como yo?
—Señor —dice el policía mientras me lleva de regreso al lugar donde las
galletas y el plátano ensucian el suelo—, usted y yo sabemos que su hijo no hizo esto.
La risa del señor Matheson es larga y baja.
—Pero yo sí. —Da un paso adelante mientras Rory lo mira fijamente,
confundido y con ojos saltones—. Puedo ver lo fácil que sería confundirlos a los dos.
Vaya, con el mismo equipo de entrenamiento, el mismo cabello y altura, cualquiera
podría hacerlo, pero le aseguro que era mi Rory. De hecho, yo justo le estaba dando
un sermón. Le estaba diciendo que las acciones tienen consecuencias y he aquí, que
60 vino para reforzar eso.
El policía mira del señor Matheson a mí y luego a mí otra vez mientras su
agarre se afloja ligeramente en mi bíceps.
—Pero papá…
—Tonterías, Rory. Tú y yo sabemos que no es justo que Rush cargue con la
culpa de tus errores. —Lo empuja un poco más hacia adelante—. Ahora ve. Ve a
lidiar con las consecuencias de tus acciones. Ve con el alguacil.
—¿Pero qué hay del viaje escolar en el que se supone que debo irme? ¿Qué
pasa…?
—Disparates. Los Matheson asumimos la responsabilidad de nuestros errores.
Miro el intercambio, sintiendo que no soy parte de la situación, sino un globo
flotando alrededor. Nada de esto tiene sentido para mí y, sin embargo, incluso a la
edad de quince años, sé que nunca olvidaré este momento mientras viva.
En parte porque siento que es el primer acto de bondad que se muestra en mi
dirección en tanto tiempo que lucho con cómo aceptarlo. Y si lo acepto, eso significa
que tengo que permanecer callado y dejar que Rory cargue con la culpa de mi
crimen.
Un chico que estará en mi equipo si consigo la beca.
Mis ojos se lanzan a la comida en el suelo de nuevo mientras mi lucha interna
se enfurece sobre cómo puedo recogerla casualmente y salvarla antes de que el resto
se arruine. Con un suspiro de resignación, el oficial me suelta el brazo, da un paso
hacia el señor Matheson y baja la voz.
—Está bien. Podemos mantener esto entre los cuatro. ¿Por qué no sigues tu
camino como si esto nunca hubiera sucedido y…?
—¿Por qué la diferencia, agente? ¿No deberían ambos niños estar sujetos al
mismo conjunto de leyes y estándares?
—Pero, señor.
—Agente, soy el inspector Matheson —dice y extiende la mano mientras el
policía y los labios míos se relajan.
¿Inspector?
Lo miro de nuevo con los ojos muy abiertos. ¿Por qué está haciendo esto?
—Adelante —continuó, haciéndoles señas para que caminaran—. Estaré en la
estación en breve para arreglar todo.
Rory le da a su padre una última mirada desesperada y suplicante antes de
61 volverse y seguir al policía, con los hombros caídos y arrastrando los pies.
—Entonces, señor Rush McKenzie —dice el inspector Matheson, mientras miro
por encima del hombro hacia donde había estado Rory antes de regresar con su
imponente padre—. ¿Es de por aquí?
Niego con la cabeza.
—Nos hemos mudado mucho. —Es la verdad a medias, porque cuando mi
mamá estaba viva, nos mudábamos mucho. Las promesas de vivir con familiares
lejanos hicieron que nos compraran boletos de tren, llevándonos de un lado de
Inglaterra a otro más de una vez. Este fue el lugar donde echamos raíces unos años
antes de que ella se enfermara y muriera. El lugar donde ella prometió que
viviríamos para que pudiera estar más cerca de mi sueño—. Pero estoy aquí para
siempre.
—Ya veo. —Me estudia de la manera más intensa—. Tienes bastante talento en
la cancha, hijo. Escuché mencionar tu nombre en los círculos correctos. ¿Cómo es
que nunca antes has jugado formalmente con un club?
Porque la comida viene antes que las cuotas del club.
—No he tenido la oportunidad —miento.
—Estoy seguro de que obtendrás una ahora. Te he visto jugar durante las
últimas semanas, ¿sabes?
—Sí, señor. —Miro las galletas de nuevo mientras sus pies se mueven y estrella
otra contra el suelo. Se necesita todo lo que tengo para no protestar en voz alta.
—¿Estás aplicando para el equipo? Tu presencia está causando bastante
revuelo como debería. Creo que eres el único a batir en este momento.
Me trago la esperanza que me invade.
—Gracias, señor.
—El entrenador es un buen amigo mío. —Empieza a decir algo más, pero luego
se detiene—. ¿Conozco a tus padres? No creo que los haya visto por el campo.
—No. No tengo padres, señor.
—Todo el mundo tiene padres —dice entre risas.
Mi sonrisa es tensa, para ser cortés, mientras trato de cambiar de tema.
—Necesito volver a casa, ahora.
—¿A dónde? Te puedo llevar. Empezará a llover en cualquier momento.
—Puedo caminar —digo. Él es la policía. Me echará o me entregará de seguro.
62 —Disparates. Déjame llevarte.
—Ya ha hecho más que suficiente, señor. —Esta vez, cuando lo miro a los ojos,
creo que realmente me ve. La vergüenza. La pena. El hecho de que me siento “menos
que” de muchas maneras. Los uniformes de segunda mano que obtuve de las
propiedades perdidas. Los tacos con un agujero en el costado y con tachuelas
gastadas hasta la nada.
El abrir y cerrar de su boca me dice que entiende más de lo que jamás admitiré
y que tal vez, solo tal vez, me dio un salvavidas que nunca supo que estaba dando
en este momento. Cuando arrojó a su hijo debajo del autobús por cualquier motivo
que tenía que protegerme.
—Bien entonces. —Exhala un suspiro y asiente—. Te dejaré en paz, pero no
voy a permitir que camines a casa bajo la lluvia que está a punto de caer. Lo último
que necesitamos son esos pies talentosos tuyos fuera del campo porque te has
enfermado. —Se mete la mano en el bolsillo trasero, saca su billetera y guarda
algunos billetes en mi mano sin mirarlos—. Para el viaje en taxi, entonces.
—Señor. No puedo… —vacilo con las palabras y el dinero—. ¿Por qué?
Sus ojos marrones oscuros sostienen los míos mientras las arrugas marcan la
severidad en su rostro. Hay suficiente en su suspiro para decirme que está
decepcionado con Rory, y eso me hace sentir más incómodo. No tengo que explicar
nada más para que él sepa lo que estoy preguntando.
—¿Sabes lo que es tener un hijo que piensa que puede hacer lo que quiera
debido a mi puesto? ¿Hacer cosas y luego salirse con la suya porque otros están
defendiendo algún código tácito? La humildad es algo bueno, Rush, y Rory
necesitaba algo de eso. —Mira hacia donde la punta de sus Oxfords aplasta otra
galleta antes de mirarme a los ojos nuevamente—. Y porque nunca se sabe cuándo
podría necesitar un favor a cambio. —Me ofrece una sonrisa después de decir
palabras que no entiendo—. Nos vemos mañana en el campo, hijo.
Hijo.
Es una palabra que no creo que ningún hombre me haya llamado antes y me
detiene en seco. Me hace sentir cuidado. Y antes de que pueda decir algo estúpido,
el inspector Matheson camina en dirección opuesta sin mirar atrás a donde estoy.
Solo entonces me doy cuenta de que me dio mucho más que un viaje en taxi a
casa. Me dio suficiente dinero para tener comida durante algunas semanas.
Abro la boca para llamarlo, para agradecerle, lo que sea, pero no lo encuentro
por ninguna parte. Me paro en la esquina de la calle mirando los billetes. El inspector
Matheson, sin saberlo, me dio el regalo más grande que nadie me ha dado.
63 Tiempo.
No soy el chico más inteligente del mundo, pero sé dónde habría terminado si
el policía me hubiera llevado.
Orfanato. O con familiares que viven al otro lado del país y lejos de los sueños
que estoy tan cerca de lograr.
“Tu presencia está causando bastante revuelo como debería. Creo que eres el único a
batir en este momento”.
Dejé de rezar hace años, pero de todos modos rezo.
Dios, ayúdame a conseguir esa beca. Ayúdame a usar lo que me dio el papá de Rory
para hacerlo. Permite que esos sueños se hagan realidad.
Rush
E
stoy al límite.
Mi vida está a punto de dar un drástico giro, y me asusta mucho
que una vez que lo haga, me aleje un paso más de todo lo que conozco.
Y que nunca podré encontrar el camino de vuelta.
Suspiro fuertemente mientras mi agente me aturde en el maldito oído.
—Tengo que ser honesto, amigo. Me has perdido desde hace unos dos minutos.
Todo lo que necesito saber es si ya has oído algo de los directivos. —Me detengo al
64 borde del jardín trasero de Johnny y contemplo la vista frente a mí. Una vez que
miras más allá de las casas exageradamente costosas ubicadas sobre más casas
exageradamente costosas, el valle y su vegetación, que se ocultan entre vidrio y
cemento se extienden hasta la ciudad de más allá.
El sol saliente a mi espalda se refleja en los edificios a la distancia y más allá
hay una franja azul y brillante del Pacífico.
Si es tan bonito, ¿por qué extraño tanto el cielo oscuro y los bares sombríos de
casa? Solo han pasado dos semanas.
Porque extrañas el campo. El estadio que se extiende a tu alrededor mientras entrenas.
La historia de la que ahora haces parte y que te asusta perder.
Estando aquí me siento desconectado… como si todo se me escapara de las
manos y no pudiera hacer nada al respecto.
Pero trato de ser paciente, de escuchar a Finn, de hacer exactamente lo que se
me pide.
—¿Has entrado en Internet? ¿Has mirado los periódicos de tu país? Es decir,
entiendo ahora mismo que estés ignorando a tu publicista, me lo ha dicho, pero
sabes mejor que nadie que esto es una completa mierda y las mierdas tardan en
desaparecer —dice Finn—. Si es que pasa.
Encojo los hombros ante el último comentario y me pellizco el puente de la
nariz.
¿He metido la pata al hacer esto? ¿He echado a perder todo lo que he
conseguido? ¿Debería haber dicho al diablo la lealtad, saldar cuentas y haber sido el
imbécil por el que se me conoce?
¿No es irónico?
—Esta mierda lleva tiempo, Rush. No todos los días mi cliente causa un
enfrentamiento dentro de su propio equipo.
—Y ya te dije que la respuesta está ahí para encontrarla si la gente mira lo
suficientemente cerca.
—¿Qué mierda significa eso? Soy tu agente y me sueltas esta mierda críptica
cuando soy quien se supone que está de tu lado, quien se supone lucha por ti.
Entonces, ¿por qué estoy aquí en los Estados Unidos?
Me hago la pregunta una y otra vez.
—Me han obligado con una cláusula de privacidad para no hablar de nada
más.
—Esto es una mierda, Rush, y lo sabes. Solo puedo hacer lo que puedo hacer
65 con la información que tengo —dice por lo que parece la millonésima vez. Sin
embargo, aún recuerdo cómo se abalanzó sobre mí al escuchar las noticias de última
hora. Cómo gritó y me reprochó sobre porque no podía guardarme la polla en los
pantalones y limitarme a jugar el maldito deporte.
Asumió lo peor, como todos los demás.
—Yo soy el que está de tu lado, el que se supone está luchando por ti. —
Sanderson debería ser la única persona a la que no tendría que demostrarle nada,
quien debería creer en mí como hombre y jugador… y sin embargo…
—Estoy aquí, ¿no? Estoy haciendo lo que me pediste.
Eso parece calmarlo, mientras se aclara la garganta y controla su
temperamento.
—Sé que es una mierda, pero pasar desapercibido durante un tiempo es tu
mejor opción ahora mismo.
—Pero estás en contacto con el club, ¿no? ¿Con la directiva? Estoy en el mejor
momento de mi vida, amigo. Al máximo rendimiento. No puedo arriesgarme a no
jugar esta temporada.
—Jugarás, solo que no para…
—No. Mi lugar está en el Liverpool. Es donde quiero jugar —le digo, mi tono
le hace saber que no aceptaré nada menos.
—Entonces quizá no deberías haberte follado a la mujer de un compañero de
equipo.
Suspiro y me paso una mano por la cara en señal de frustración.
—Te dije que no…
—Sí, sí. Lo sé. No lo hiciste. —Se ríe e irrita cada uno de mis nervios. Su tono
dice no te creo. Dice, escucho lo que dices, pero es completa mierda—. Además, no
importa si lo hiciste o no, solo importa lo que el público piensa y a menos que puedas
demostrar lo contrario, entonces eres culpable como el pecado.
—Esto es tan jodido.
—Lo es, pero por eso estás en Los Ángeles. Por eso vamos a mantener tu cara
visible, demostrar que estás haciendo un bien para el deporte, y luego los llevaremos
de nuevo a la mesa de negociaciones y veremos qué podemos hacer. Confía en mí
en esto.
—Lo hago… pero esta es mi vida.
—Y lo seguirá siendo, solo que tardarán en calmarse los fuegos.
66 —De acuerdo.
—Llámame luego y cuéntame cómo va todo hoy. Te prometo que no será tan
miserable como crees. Es un cheque de pago…
—Tengo más maldito dinero del que podría gastar, Finn. No necesito un
cheque de pago a menos que sea del Liverpool.
—O algo parecido —añade de nuevo, y se calla cuando sus palabras se asientan
en la línea y me golpean más fuerte de lo esperado.
He jugado con el LFC toda mi carrera. Comencé con esa maldita beca cuando
tenía quince años, avancé a través de las clasificaciones, hasta que llegué a donde
estoy hoy: delantero centro titular del LFC y capitán el próximo año.
Si es que hay un próximo año.
—Jugar en otro sitio no es una opción.
—Puede que tenga que ser así. —Suspira y odio su sonido, porque siempre sé
que viene algo más—. Que estés aquí es una forma pública, pero no pública, de
demostrar que no te estás escondiendo. Da la impresión que estás aquí en Estados
Unidos por un trabajo en lugar de la verdad, que intentas ignorar todo hasta que se
calme. Es pasivo-agresivo en cierto sentido, pero dice que no tienes miedo de dar la
cara y que no tienes nada de qué avergonzarte.
—Es que estoy al límite.
—Lo sé, pero puedes practicar en cualquier sitio. No tienes que estar en casa
para estar en forma.
Pero necesito estar en casa para vivir mi vida.
Terminamos la conversación y cuando cuelgo, no me siento mejor con la
situación actual. No ayuda el hecho que cuando voy a cerrar las aplicaciones de mi
teléfono, la imagen que aparece en primer plano en Instagram es la suya, la razón
por la que me encuentro en esta situación.
Eso empeora aún más mi estado de ánimo.
Empiezo a entrar en la casa cuando la veo, Lennox, la mujer que no he podido
quitarme de la cabeza desde ayer en la piscina y el baño de anoche. Está de pie en la
cocina con un paño de cocina en la mano, riéndose de algo que ha dicho Johnny.
¿Cuál es su historia? ¿Cuál es la historia de ellos? Obviamente, son cercanos
porque uno no levanta el teléfono y pide quedarse en algún sitio si no lo son.
¿Son ex novios? ¿Se gustan, pero están bailando alrededor de la idea de ello?
¿O son solo lo que parecen? Buenos amigos.
Pero hay un coqueteo, como el que estoy viendo ahora y el que observé cuando
67 estaban anoche en el patio, lo que aclara las cosas.
La punzada de celos es rápida pero fugaz, porque no importa lo que son o no
son. Conozco la forma en que me miró anoche, y reconozco el interés cuando lo veo.
Y ella estaba interesada.
Se necesita mucho más que eso para impresionarme.
A la mierda su comportamiento.
La atracción era mutua. La necesidad estaba ahí y lista para ser probada.
Mientras la veo deslizar su culo sobre la encimera de la cocina y mover las
piernas sobre el borde mientras escucha algo que Johnny dice, me paso una mano
por la mandíbula, pensando en la mirada que tenía anoche: confianza y deseo.
Pienso en su perfume, ligero y floral. Recuerdo la piel de gallina que se le puso en
los brazos cuando estábamos a centímetros de distancia.
Claro que era atrevida y sarcástica, pero maldita sea, todo eso junto era una
mezcla embriagadora que me pedía que probara las aguas.
Me costó todo lo que tenía no besarla anoche.
Me costó aún más no llamar a la puerta de su habitación y preguntarle si las
bragas de encaje que se le habían caído “accidentalmente” en el baño formaban parte
de su ropa habitual, porque si lo eran… maldita sea.
Pero había algo que me impedía hacerlo. Y ahora que estoy aquí y la observo a
través del cristal, su pelo rubio cayendo por la espalda, sus piernas bronceadas
moviéndose, sus labios carnosos sonriendo de par en par, ese algo se ha vuelto
mucho más claro.
Yo también la deseo.
Estoy en un mundo que se siente tan fuera de control. Cada uno de mis
movimientos está calculado, planificado por otra persona, y las consecuencias de
cada acción están definidas incluso antes de que actúe.
La opinión del público está bajo control.
¿Sabe alguien lo difícil que es eso para alguien como yo, que sigue bien las
instrucciones de todos los entrenadores y directivos que el fútbol me ha dado, pero
que vivo mi vida fuera del fútbol? Eso ha sido mío y solo mío. ¿Se dan cuenta que
cada parte de mí quiere rebelarse contra esta orden?
Pero luego está ella, Lennox. Un agente rival para mí. Una mala decisión. Una
complicación que no debería tomar.
68
Una picazón que de repente tengo.
Mierda.
Me río entre dientes. ¿Qué es lo que dicen de las picazones? Que hay que
rascarse.
¿Desde cuándo me importa la opinión o lo que se considera correcto?
¿No es eso en parte lo que me ha metido en este lío?
¿No es por eso que sé que no debo tocarla?
Por otra parte, parece una mujer con la que puedes tener sexo sin
complicaciones. Que puede lidiar con dos personas que se encuentran sin tener
expectativas.
Así que tal vez, buen sexo con una mujer hermosa no le hará daño a nadie en
absoluto.
Lennox
—A
sí que está firmado —digo mientras deslizo el contrato de
trabajo por el escritorio hacia Cannon y su pequeña
sonrisa—. ¿Ahora vas a decirme a qué más he accedido? Te
aseguro que he leído la letra pequeña y me di cuenta que mencionas dos objetivos
principales, pero parece que solo mencionas uno.
—No suenes tan entusiasmada. Esto no es una sentencia a prisión, Lennox. —
Se ríe mientras organiza los papeles sobre la mesa acomodando los bordes antes de
dejarlos a un lado.
69 Pero su comentario da en el clavo. Hay tareas con descripciones poco claras
que simplemente ha explicado en términos legales que particularmente no son
relevantes para mí.
Y sin embargo, cuanto más tiempo pasa sentado frente a mí con esa sonrisa del
gato que se comió al canario, más pienso que pude haber cometido un error.
Me fuerzo a tragar.
—¿Cannon? —le pregunto—. Detalles.
—Una mujer decidida. Eso me gusta.
Ignoro el comentario y el guiño coqueto que hace después, cubriéndolo con
una sonrisa tensa.
—Es necesario en mi línea de trabajo. El contrato establece que tengo que hacer
felices a los jugadores, ganármelos. Mordí el anzuelo y firmé, ahora haz tu trabajo y
dame detalles. Así es como va a funcionar esto. —Al final de mis palabras añado una
sonrisa dulce como el azúcar.
Gruñe con dureza y me encojo internamente, pensando en la advertencia que
hizo Dekker sobre su reputación.
—Tu trabajo es hacer felices a los jugadores. La primera parte de eso es lo que
hemos hablado: contratos, beneficios, saber lo que buscan. La segunda parte es que
quiero que hagas especialmente feliz a un jugador para que decida dejar su club
actual y venga a jugar a la MLS.
Y aquí es donde todo se vuelve un desastre.
—No estoy entendiendo. —Suspiro porque está claro que lo entiendo, pero
prefiero hacerme la tonta para que me lo explique. Nunca es aconsejable suponer.
—Solo ese comentario me dice que lo sabes.
Levanto las cejas en respuesta, y mi mente se centra inmediatamente en la parte
especialmente feliz de su comentario. Tal vez después de salir de la mierda de Finn
la otra noche, estoy susceptible a cualquier indicio de que uso el sexo o mi apariencia
para ganar clientes, pero juro por Dios, que si eso es lo que está insinuando Cannon.
—Tengo miedo de preguntar lo que me estás pidiendo.
—Quiero que reclutes a un jugador para nosotros.
—¿Solo uno? —pregunto mientras asiente.
—Ya llegaremos a eso. —Se echa hacia atrás en su silla y me estudia durante
un rato—. Quiero que uses todas tus habilidades, persuasión y conocimientos para
70 convencer a dicho jugador que cambiarse a nuestra liga es una decisión que vale la
pena considerar.
—Así que me hago pasar por embajadora de la MLS con el pretexto de ser
representante de los jugadores, pero lo que me estás diciendo es que todo es una
trampa ya que este jugador y conseguir que se quede en la MLS es el verdadero
objetivo final.
Su sonrisa se ensancha casi como si estuviera orgulloso de que haya leído entre
sus líneas no dichas.
—Sí. —Sin rodeos. Rotundo.
—Eso es… turbio. Algo como un zorro en un gallinero.
Resopla en señal de protesta.
—Me gusta pensar en ello como algo proactivo y un poco agresivo. Con la
primera tarea seguirás abriéndote paso, pero con la segunda, ¿este jugador? Será tu
bono añadido.
—¿Por qué no ir a través de su agente? ¿No sería más sencillo que pagarme a
mí para negociar con su agente?
—No quiero para nada que hables con su agente. Todas las conversaciones
serán estrictamente entre tú y el jugador.
—¿Sabe que este es el fin que tienes en mente para él? —pregunto.
—No en este momento… no.
—Entonces, ¿mi trabajo es decírselo directamente o es más bien “vamos,
vamos, MLS”, todo el tiempo hasta que vea lo genial que es la liga y no quiera irse
nunca?
Su risa resuena en la habitación.
—Lo segundo.
—Una vez más, esto sería más fácil si fueras directamente a su agente. Sin
intermediarios —explico.
—Su agente no tiene el poder y la influencia que tienes tú. —Se lleva las manos
a la cabeza y se inclina hacia delante—. He investigado sobre ti, Lennox. Eres
persuasiva, firme cuando tienes que serlo, pero también agradable. No aceptas un
no por respuesta.
Abro la boca y la cierro, ignorando sus elogios mientras me pasan por la cabeza
todos los escenarios. Hay muchas maneras en que esto puede salir mal.
—Así que me pagas para evadir a su agente y atraer a un jugador lejos de su
equipo actual. —Me enojaría si alguien me hiciera eso. Pero… al final del día, el
71 agente sigue cobrando.
A menos, por supuesto, que quiera que le robe el cliente también.
—No te pongas ética conmigo. Ustedes, los agentes, lo hacen todos los días
cuando comercian con jugadores, así que no estés en plan prepotente conmigo
ahora. —Hace un gesto brusco con la cabeza—. Piensa más bien que te estoy
pagando para que influyas en un jugador para que juegue aquí.
—Solo espejismos.
—Tus palabras, no las mías —dice.
—Para que quede claro, cuando eso suceda, obviamente, después que termine
el acuerdo de “embajadora”, que claramente es una trampa para ayudar a vender la
liga, tú le haces una oferta de contrato. Yo soy la que lo está seduciendo y
convenciendo, así que ¿cómo es justo que luego le hagas la oferta a su agente? Ese
agente se la presentará a su cliente y luego cobrará una comisión por ella, cuando
soy yo quien ha hecho todo el trabajo. ¿No crees que eso es algo confuso?
—Entonces róbalo para ti. —Levanta una ceja cuando me sobresalto—. Eso lo
resuelve todo, ¿verdad? ¿Y no sería una bonita y brillante pluma en tu sombrero?
Aceptaste este trabajo cuando sé que tu padre te dijo que no lo hicieras.
—No, no lo hizo.
—Hablé con él la semana pasada, Lennox —dice y no hace más que reforzar
los hilos de las marionetas con los que me sentí controlada ayer—. Sé que él no estaba
emocionado con la oferta. ¿El lado bueno? Fuiste en contra de sus deseos, aceptaste
el trabajo, y cuando robes este nuevo cliente, ¿mira lo que ganaste en el proceso? Un
nuevo y brillante jugador estrella que cualquier agencia mataría por tener en su lista
de clientes.
Me levanto de la silla y me dirijo a las ventanas que dan a las oficinas de más
allá. Tiene razón. Un gran punto.
—Consigues una gran victoria para ti y para KSM. —¿Por qué el raro discurso
de venta cuando ya he firmado el contrato?—. Y luego obtienes una pequeña victoria
en el proceso.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Una pequeña victoria en el proceso?
—Finn Sanderson es su agente —responde—. ¿Lo conoces?
Hijo de puta.
Y los golpes siguen llegando.
Intento disimular mi sorpresa. Ahora mismo hay tantas piezas en este
rompecabezas que me está costando mucho encajar algunas de ellas, pero maldita
72 sea, debería haberlo sabido.
—Por supuesto, lo conozco. —Me aclaro la garganta—. De hecho, también
estuvo en la conferencia de Las Vegas —digo mientras mi mente reflexiona sobre
Finn molestándome por aceptar este trabajo. Un trabajo que me pondría hombro con
hombro con su cliente.
Busco en mi mente, repasando los clientes de Finn, pero su lista es más larga
que la de KSM y no hay manera que en medio de esta conversación pueda
concentrarme para hacerlo.
Algo no me cuadra.
—¿Y?
—Solo diremos que no es mi persona favorita.
—Bien. Entonces parece que no te preocupa la ética de robarle el cliente.
¿Sabe lo de la otra noche? ¿Sobre Finn y sus estupideces? ¿Por qué pensaría que me
sentiría victoriosa?
Cannon sonríe. No estoy segura si esto es un trato falso o real.
—Finn Sanderson es un imbécil en toda regla. He tratado con él, y todos los
que conozco que han negociado con él también lo odian por sus tácticas engañosas.
—La ironía.
Tuerzo los labios y miro fijamente a Cannon mientras analizo los pros y contras
de esto. Anotar una gran victoria para KSM. Redimirme ante los ojos de mi familia.
Joder a Finn.
¿Contras?
Justo cuando empiezo a repasarlas, algo me cruza por la mente.
—Antes dijiste que él, el atleta, sería mi bono adicional. ¿Qué quisiste decir con
eso?
—Su firma de un contrato para quedarse es la única forma en que ganes el cien
por cien de esa bonificación que acordaste.
—Espera, ¿qué? —Me río para disimular mi sorpresa. Ahora está jugando
rudo—. No puedo controlar lo que alguien hace o deja de hacer.
—Claro que puedes. —Sonríe—. Lo haces todos los días.
Nuestras miradas se sostienen y desafían mutuamente, casi como si me
desafiara a echarme para atrás. Y aunque todo esto pueda parecer deshonesto, hay
un desafío en ello. Un atractivo para mí. Si gano algo que me ha costado mucho
trabajo y que he ganado a pulso, al tiempo que me redimo a los ojos de mi familia…
¿cómo podría decir que no?
73 —¿Quién? —Es una sola palabra, pero es suficiente para decirle a Cannon
Garner que no me voy echar atrás.
Su sonrisa se agranda.
—Rush McKenzie. ¿Has oído hablar de él?
Miro fijamente a Cannon, parpadeando varias veces mientras me maldigo
internamente.
Mi cerebro debería haber conectado los puntos.
Debería haber dicho: Rush Mackenzie está aquí en Estados Unidos, la MLS
quiere que me haga con un jugador estrella, por tanto, dos más dos son cuatro.
Debería haber conectado los puntos.
Pero no lo hice.
Estaba demasiado ocupada hipnotizada por cada maldita cosa que era Rush
cuando debería haber pensado como un agente en lugar de pensar como una mujer
que quería que la besaran.
Porque lo deseaba.
Sería estúpida si dijera lo contrario.
Incluso soñé con sus fuertes manos subiendo por mi cuerpo y luego sobre mis
brazos para enmarcar los lados de mi cara. Con sus labios tan llenos y malditamente
perfectos presionando contra los míos, que al inicio eran suaves antes de volverse
exigentes.
Anoche, acostada en la cama, admití que lo deseaba y que tenía toda la
intención de conseguirlo.
Es curioso que el destino se interponga y me diga que no se puede. De ninguna
manera podría después de las acusaciones de Finn.
O eso o está probando para ver cuánta compostura tengo.
—Seguro que sí, ¿no? —pregunta Cannon, y doy un rápido movimiento de
cabeza para volver al aquí y ahora.
—¿Sí, qué?
—Has oído hablar de Rush McKenzie.
Casi me ahogo con la siguiente bocanada de aire.
Genial. Perfecto. ¿Debería atreverme a mencionar cómo anoche había jurado
tener sexo con el hombre? Quiero decir, ¿complicaría eso las cosas?
—Por supuesto que sí. —Trago saliva por la repentina incredulidad—. Premier
74 League. La estrella en la que el Liverpool está apostando para ganar futuros
campeonatos. Marcó aquel increíble gol en el partido del Mundial el año pasado
entre Inglaterra y Francia. Y actualmente está envuelto en un escándalo en el Reino
Unido.
—Ninguna prensa es mala prensa, ¿verdad?
—¿Me estás diciendo que Rush McKenzie es el hombre que has contratado
para ser la cara de la MLS? ¿En quién estás centrando esta campaña? ¿El embajador?
—Es carismático y un increíble jugador. Un hombre al que los chicos quieren
parecerse y con quien las mujeres quieren estar. Es el sueño de un equipo de
marketing.
En primer lugar, ¿por qué Rush aceptaría algo así? Desde la perspectiva de un
agente, es una mala decisión.
En segundo lugar, conseguirlo como cliente sería un gran impulso para
Kincade Sports Management.
Tercero, ¿en serio? Finalmente decido que estoy dispuesta a romper mi sequía
de sexo con alguien, divertirme un poco, ¿y ahora es el alguien a quien tengo que
reclutar? No puedo cumplir mi segundo punto sin obligarme a abandonar mi tercer
punto.
Pero está bien.
Puedo hacer esto.
Puedo hacer mi trabajo y reclutar a Rush, porque los resultados profesionales
a largo plazo superarán la satisfacción a corto plazo que probablemente encontraría
con él.
Al menos eso es lo que me digo a mí misma mientras intento abandonar mis
extraños pensamientos y centrarme en Cannon y en este problema.
—¿Por qué Rush aceptaría esto? —Y claro, el comentario sale con demasiada
ironía así que intento corregirlo—. Quiero decir…
—Míralo desde mi punto de vista, Lennox. Aunque mucha gente en Estados
Unidos no sigue la MLS, algunos sí siguen la Premier League. Rush es un nombre
muy conocido. Su presencia abarca desde el patrocinio de productos hasta el
candidato a hombre más sexy de la revista People y futuro miembro del Salón de la
Fama. Además, su club se está cuestionando la renovación de su contrato. Hay
presiones para que no lo hagan, por lo que tengo entendido.
Doy un resoplido poco femenino.
—¿Desde cuándo un club de fútbol renuncia a su jugador más fuerte por
75 presiones? Los británicos adoran la polémica, así que ¿por qué renunciar a lo único
que podría atraer más público… como si tuvieran que preocuparse por eso en
absoluto?
—Mira, estoy de acuerdo. Cien por cien. Pero no puedes culpar a un tipo como
yo por ver una oportunidad y aprovecharla.
—¿Así que esto es lo que quieres decir sobre conocer a Finn? —Hago la única
pregunta para la que estaba tratando de encontrar una respuesta—. Obviamente, tú
negociaste este trato con él para que Rush estuviera aquí por poco tiempo.
—Sí. No soy un fanático —dice mientras asiento lentamente—. ¿No sería
estupendo si pudiera llegar de golpe y llevármelo a jugar a la MLS? Pagarle más de
lo que podría soñar, asegurarle un lugar para jugar, cuando lo más probable es que
tenga que retirarse allá, y que se quede en Estados Unidos. Podría promocionar la
liga al mismo tiempo que la domina. Sería una situación en la que ambos saldríamos
ganando.
Y sería el final de su brillante carrera.
—En Estados Unidos no se paga nada comparado con lo que pagan otras ligas.
Quiero decir, seguramente eres consciente que los jugadores juegan en la MLS con
la esperanza de algún día ser elegidos para la Premier League y no al revés, ¿verdad?
—pregunto.
La mirada con la que me fulmina dice que lo he insultado a él y a sus
conocimientos.
—Soy consciente, pero también soy un gerente que intenta hacer su trabajo. —
Su tono de voz es mordaz y me reafirma que ahora soy su empleada y que debo
limitar mis opiniones.
—Tomo nota —digo con un asentimiento firme mientras niego en silencio con
incredulidad.
Lo entiendo. Realmente lo entiendo. De hecho, ni siquiera lo culpo por
intentarlo, pero está alcanzando las estrellas cuando debería alcanzar algo un poco
más cercano a la tierra.
—Mira, entiendo lo que dices y aprecio la opinión externa. Su contrato está por
los próximos tres meses. Después de eso, partiremos de ahí.
Lo que Cannon no dice es que espera que no se vuelva a contratar a Rush para
que no tenga más remedio que quedarse aquí y jugar.
¿Qué tipo de agente recomendaría esto a su cliente?
Me acerco a la ventana que da a un campo de prácticas que conecta con las
oficinas de la liga. El césped es de un verde vibrante y las dos filas de asientos de las
76 gradas que lo rodean son de un rojo oscuro. Hay unos cuantos hombres en el césped
haciendo ejercicios en la escalera antes de correr hacia el extremo más lejano para
intentar cabecear hacia la portería.
Me quedo mirando durante unos segundos preguntándome si Rush está ahí
abajo, pero no lo veo. ¿Y por qué iba a estarlo si está aquí para ser la cara de la MLS?
En cualquier caso, me tomo el tiempo de buscarlo para poder ordenar mis
pensamientos.
—Él es el billete dorado, Lennox.
—Nada es nunca el billete dorado, Cannon. —Me doy la vuelta para mirarlo,
ahora de espaldas al cristal y con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Es cierto. —Asiente, pero no continúa hasta que sus ojos encuentran los
míos—. Pero está aquí. Se presentó la oportunidad y la aproveché. Sabes que
cualquier otro en mi lugar habría hecho lo mismo. Además, cruzando los dedos,
tendrá la oportunidad de conocer la liga, de enamorarse de Estados Unidos, y tal
vez de quedarse.
—Tal vez —murmuro mientras beso en silencio esa bonificación completa. Sin
embargo, ahora estoy más decidida que nunca de robarle a Rush a Finn con el único
propósito de decirle que no vio venir nada de esto.
¿Y no es ese el problema que Cannon nunca imaginó en la ecuación? ¿Qué yo pensara
que está loco, intentando robar a uno de los mejores jugadores de su época del lugar
donde más brilla?
—Rush es de lo que depende toda esta aventura.
—¿Y cuándo me lo presentes, no tendrá ni idea de tu plan ni de por qué estoy
realmente aquí?
—Aparte de hacerlo feliz “haciendo de la liga un lugar mejor para todos los
futbolistas”, no. Además, estoy seguro que puede llegar a su propia conclusión de
querer que se quede aquí a largo plazo.
—¿Eso es todo? —Levanto una ceja y me pregunto si ve el millón de maneras
en que su plan puede ser un fracaso.
Acostarse con Rush y no solo joder la integridad de este reclutamiento y
trabajo, sino también demostrar que todos los malditos tipos que hablaban mal de
mí tenían razón.
No te acuestes con Rush, contrátalo, fíchalo y dale a Finn lo que se merece.
El destino no da oportunidades como esta que puedes aprovechar muy a
menudo en la vida.
77 —Parece que tengo el trabajo perfecto para mí.
—¿Empezamos entonces? —pregunta Cannon y asiento—. Vamos a traerlo y
que los dos se conozcan. Tenemos mucho trabajo que hacer.
Rush
J
odido infierno.
¿En serio?
¿Esta es mi recompensa? ¿Lennox como mi niñera mientras estoy en
los Estados Unidos?
Este pensamiento se ha repetido en mi mente desde que entré aquí y la vi.
Desde que escuché a Cannon explicar que los dos trabajaríamos juntos, a pesar del
acuerdo original en solitario por el que firmé.
78 ¿Sorprendido? Sí.
¿Me estoy quejando de ello? Diablos, no.
Definitivamente no me importa compartir la atención con ella, pero no puedo
decir que entienda por qué Cannon tiene un agente deportivo a bordo cuando
promocionar y ser agente no se relacionan en nada. Si su función es ser representante
de los jugadores, entonces ¿por qué me acompaña a cenas, eventos y partidos?
Igual, no escuchará ninguna queja de mi parte. Ni una. Porque su
incorporación acaba de hacer que los próximos tres meses sean mucho más
manejables.
Digo más manejables, pero todavía estoy jodidamente enojado por estar aquí.
Por la maldita jugada que el destino me dio.
—Te irás a Los Ángeles en tres días. Te conseguiré una casa en alquiler, o algo así, pero
necesitamos que te mantengas al margen, Rush. Mantente en forma. Mantén tu nariz limpia.
Sonríe bonito mientras estás en MLS, y luego patea culos cuando juegues los partidos de
exhibición. Se correrá la voz en el LFC sobre lo bien que te ves.
—¿Los Ángeles? ¿La MLS? Vamos, Finn. ¿Me estás tomando el pelo? Eso es una
tontería. Eso será como volver a las reservas del Liverpool. A la mierda con eso. Seguramente
puedes ver lo estúpido que…
—No tienes opciones, Rush.
Finn tenía razón. A esta altura no tengo opciones. Y ahora, mirando de nuevo
a Lennox, observo su cabello acomodado en lo alto de su cabeza en un elegante
moño, la longitud de su cuello, el azul de sus ojos detrás de unos lentes negros, y
acepto de buen grado mi tortura/castigo.
Debo haber hecho algo bien en mi vida pasada para merecer esto, o esta es mi
recompensa por haber asumido la culpa de todo en casa. Mirarla con el traje de rayas
que lleva no es una molestia, sobre todo cuando sé cómo es el cuerpo de la mujer
que está debajo.
¿Lo más curioso? Ella no parece nada contenta con esto.
Para nada.
—Así que —dice Cannon mientras se levanta de su asiento en la mesa de la
sala de conferencias—, creo que todo lo que necesitan saber está aquí en sus carpetas.
Horarios de los eventos, rueda de prensa, etc. También encontrarán los tres partidos
de exhibición en los que jugarás, Rush. Un poco de diversión para despertar el
interés de los seguidores americanos.
—Vamos a echar un vistazo —dice Lennox, todavía negándose a hacer
contacto visual conmigo—. Y hacer planes.
79
—Perfecto. Cualquier cosa que necesites, Rush, Lennox se asegurará de
conseguírtelo.
No creo que él quiera que acepte esa oferta. Ella tiene muchas cosas que
necesito y ninguna de ellas tiene que ver con el fútbol.
—De acuerdo —respondo.
—Genial. Bien. Entonces los dejo para que repasen todo. —Señala con un dedo
sobre su hombro las persianas cerradas de las ventanas de la sala de conferencias
hacia las oficinas de afuera—. Tengo una reunión a la que llego tarde, pero como
encontrarás en el itinerario, anunciaremos tu puesto en el equipo esta noche en la
fiesta de inauguración, Rush. Luego saldremos en una gira de prensa de dos
semanas para correr la voz.
Todavía es difícil de conseguir emoción por esto, pero al menos está Lennox.
—Suena bien.
Los dos vemos como Cannon recoge sus cosas y sale de la sala de conferencias.
Cuando cierra la puerta, dejando la sala en silencio, me giro para mirar a Lennox
sentada frente a mí.
—Nos encontramos de nuevo —murmuro.
—Parece que no puedo escapar de ti —comenta, poniéndose de pie y
caminando hacia la ventana para mirar al otro lado del campo.
—¿Es amor lo que siento de tu parte mismo? —pregunto—. Tengo la sensación
de que lo es.
Pero ella no se gira hacia mí, no mira ni esboza una sonrisa, y estoy
jodidamente confundido por lo que he hecho para enojarla. La mujer que anoche me
miró fijamente en el baño, con ojos que me suplicaban que la besara, y la mujer que
claramente está enojada no son la misma.
—Esta es una decisión horrible de tu parte, Rush. No deberías estar aquí. —Su
voz es plana y severa, y cuando se gira para mirarme, esos ojos suyos dicen más de
lo que podría imaginar.
—¿Qué se supone que significa eso?
¿Y de dónde ha salido lo de juzgarme si no me conoce ni sabe por qué estoy
aquí?
Pero parece que eso es lo normal en estos días.
—Nada. Lo siento. —Suspira—. Es que no te esperaba a ti ni a esto, o a nada
en realidad. —Da la explicación, pero sus hombros tardan unos segundos en
80 relajarse, su expresión se suaviza. Sin embargo, sigo sin creer que esté contenta.
—Yo tampoco —digo.
Nos miramos fijamente a través del lugar con el juego que amo a su espalda y
un futuro desconocido para mí entre nosotros. Es una mierda. No puedo explicarle
nada.
—Rush. —dice mi nombre como si fuera una rama de olivo que no puede
entender del todo por qué está extendiendo. Hay muchas cosas que puedo leer en
su tono, confusión, decepción, dudas, pero con la misma rapidez sacude la cabeza y
ofrece una sonrisa por primera vez—. ¿Estamos realmente atrapados en esto?
Hay algo en sus ojos. Algo que me dice que está en un terreno inestable, cuando
nunca la he visto más que confiada.
—¿Estamos atrapados juntos? —pregunto riendo—. Vaya, los cumplidos.
—No me refiero a eso.
Ahí va de nuevo esa rigidez de su columna.
—Entonces, ¿qué quieres decir? ¿Hay algo en esta unión que deba
preocuparme? No es la situación del baño, ¿verdad? ¿Te preocupa que ahora que
me has visto desnudo te resulte demasiado difícil concentrarte en el trabajo? ¿Es eso?
—Rush. —Mi nombre es en parte suspiro y en parte exasperación, pero ambas
cosas me confunden.
—O es que sé que tus habilidades de negociación dejan mucho que desear. —
No muestra ninguna sonrisa, así que me acerco—. ¿Cuál es el problema, Lennox?
Hay algo en esta situación que te molesta y no me lo dices.
—No es nada. —Tuerce los labios mientras me mira fijamente, casi como si
estuviera atrapada en la indecisión, y es tan mentirosa que sé que algo está mal.
—¿Sabes? —murmuro, pensando que el humor podría salvar la distancia y
recuperar esa sonrisa en sus labios carnosos—. Deberíamos dejarnos de rodeos y
admitir lo que realmente está pasando aquí.
—¿Qué está pasando? —pregunta igualmente con voz suave, como si hubiera
alguien más en la habitación escuchándonos.
—Que inventaste todo este asunto solo para llevarme a la cama contigo. Quiero
decir, lo entiendo. Lo hago. No todos los días te encuentras a un atractivo hombre
británico, tatuado y con talento como yo.
Su suspiro llena el espacio mientras se gira para mirarme.
—Sí. Eso es. Es exactamente eso. —Levanta las manos—. Vayamos ahora
81 mismo y acabemos con esto.
—¿Acabar con esto? —Me río—. Porque eso no es un golpe para mi ego ni
nada.
—No creo que nada afecte a tu ego.
—Culpable —agrego y levanto la mano dedicándole una sonrisa tímida—.
Pero ya que Cannon dio a entender que tu trabajo es asegurarte que yo esté feliz, lo
menos que puedes hacer es mantener una sonrisa en esos preciosos labios tuyos.
Me regala la sonrisa por la que he estado trabajando, y mis pelotas no se tensan
de buena manera al verla.
—Te aseguro que en ninguna parte de mi contrato dice que asegurar tu
felicidad sea un requisito.
—Sí lo dice. Lo he visto. —Me acerco a ella, sin poder resistirme a colocar el
mechón de cabello que se le ha salido del moño detrás de la oreja. Oigo su rápida
respiración ante mi contacto, y sé que esta mujer estará debajo de mí en poco tiempo.
Y no sé muy bien qué es lo que tiene que me hace desearla con tanta urgencia—.
Entonces, ¿qué dices? ¿Deberíamos sentarnos y hacer una lista de todas las formas
en que podrías hacerme feliz?
Levanta una ceja y me mira, con una sonrisa en los labios.
—Me siento halagada. De verdad —dice con ese tono educado e irritable
mientras se aleja de mí—, pero no va a pasar nada entre nosotros.
Mi risa llena la habitación mientras me alejo y tomo asiento en la mesa de la
sala de conferencias.
Algo ha cambiado en su forma de mirarme. Me desea, pero de alguna forma se
ha alejado.
¿Qué demonios ha pasado en las últimas veinticuatro horas? ¿Y cómo la recupero?
Desafíala.
Lennox Kincade es una competidora nata. Eso hará que regrese la chispa.
Agarro un bolígrafo y la miro con una sonrisa diabólica.
—¿Empezamos con esa lista?

82
Lennox
E
stoy de un humor de mierda.
Estoy de pie aquí con una sonrisa pegada en mi rostro y Rush está
de pie a mi lado mientras Cannon repasa con nosotros todo su
espectáculo de perros y ponis, pero no siento una pizca de emoción
hacia ninguna parte de eso.
Nada.
A decir verdad, lamento la decisión de aceptar este trabajo con Cannon, pero
83 que me condenen si alguna vez lo admitía, porque eso haría que mi hermana tuviera
razón acerca de que él es raro, y ella siempre tiene razón.
Pero fui yo quien firmó el contrato sin obtener respuesta a los detalles… así
que eso es mi culpa.
Y me pone de mal humor y amargada y me hace odiar los eventos de todo el
día.
Detesto cuando se cambian los planes y me opongo a que alguien me diga que
tengo que hacer algo diferente a lo que mi mente ha decidido hacer.
Como Rush.
Cien por ciento, pero ¿cómo puedo demostrar que todos están equivocados?
¿Cómo digo que no me acuesto con los clientes para conseguirlos y luego me doy la
vuelta y me acuesto con el único cliente que me han pedido conseguir?
¿Agregado a eso? El maldito Rush. La sonrisa devastadora que me muestra a
través de la multitud de personas que claman por él. La forma en que se inclina
cuando pasa a mi lado y susurra con ese acento en mi oído que derrite las rodillas,
algo que me hace sonreír.
No me está haciendo ningún favor.
Especialmente a la promesa que me hice a mí misma en el momento en que
entró en la sala de conferencias cuando Cannon nos “presentó” por primera vez.
Después de ese golpe inicial de volver a verlo, me dije que pondría mi carrera antes
que mis propias necesidades físicas y aprovecharía esta oportunidad con la MLS
para hacer precisamente eso.
En muchos aspectos, estar lejos de la familia lo hace un poco más fácil. No soy
la hermana de alguien aquí o la hija de alguien. Y reclutaré a Rush lejos de Sanderson
para KSM, obteniendo un nuevo cliente estrella sin la intervención de mi padre.
Me quedo fuera del escenario y detrás de la cortina mientras Cannon va y viene
entre la multitud, esperando su momento en el SportsCenter, que estoy segura que
Cannon ha calculado con precisión para sacar el máximo partido a su inversión.
Pero si sigue hablando mucho más, perderá la atención de su audiencia.
—Hola. —El suave susurro de Rush llega a mis oídos al mismo tiempo que
todo lo demás sobre él: su colonia en mi nariz, sus manos en mi cintura, el calor de
su aliento en mi mejilla.
Me pongo rígida de inmediato, cuando todo lo que quiero hacer es una mezcla
entre hundirme en él y darme la vuelta y besarlo hasta dejarlo sin sentido.
Tampoco es una opción.
84
—¿Me estás evitando, Kincade?
—No. Por supuesto no.
—Estoy pensando que lo haces. Creo que todavía estás enojada con la lista que
hice en la sala de conferencias.
—Hay un toque de diversión en su voz y tengo que luchar contra mi propio
impulso de ser juguetona.
Ser juguetona solo va a terminar metiéndome en problemas.
—Tu lista era ridícula.
—Ruego diferir —dice mientras deja su mano en un lado de mi cintura pero se
mueve frente a mí—. Llevarme a un juego para que pudiera ver todo. Enseñarme de
qué se trata la fascinación estadounidense por los cubitos de hielo. Un auto
tuneado… necesito conducir uno. Un gran desayuno de panqueques.
—Ridículo. No soy tu guía turística. —Me río y doy un paso atrás para darme
un poco de espacio de él y de esos labios que sigo mirando.
—Podría hacer otra lista para ti, ¿sabes? —El paso que da devora el espacio que
acabo de ganar—. De qué más podrías hacer para hacerme un hombre aún más
feliz… pero no es necesario ponerlo en papel. —Se golpea la sien—. Eso está
memorizado aquí mismo.
Hay arrogancia en su voz y seducción en sus ojos, y que me condenen si este
pequeño espacio no se ha hecho diez veces más pequeño.
Juro que trago tan fuerte que es lo único que puedo escuchar sobre el latido de
mi pulso en mis oídos, pero me aferro a mi resolución.
—Rush. No puedo. No podemos. No es profesional de mi parte.
Aprieta un lado de mi cintura y mi cuerpo se calienta bajo su toque mientras
se inclina y susurra para que su aliento me haga cosquillas en la oreja.
—Me encanta lo formal y apropiada que eres ahora mismo. La falda ajustada,
los tacones altos y esos hombros cuadrados. Realmente me gusta. De hecho, no estoy
seguro si me encanta esta apariencia o la de la otra noche en la que estabas
mirándome y casi rogándome que te bese más. Pero…
—No es verdad. —Pero lo era—. Por favor. Piensas demasiado de ti mismo.
Su risa grave es una tentación en sí misma.
—Sigues diciéndote eso, Lennox, pero ambos sabemos la verdad. —Pasa su
mano por mi cuerpo para que descanse en mi cadera, un suave gemido que sale de
85 la parte posterior de su garganta que sonaría grosero de cualquier otro hombre pero
de él suena a seducción—. Hoy estás muy tensa, como si tuvieras tanto miedo de
ceder a lo que quieres. Y lo que quieres soy yo.
—Estás…
Cuando los labios de Rush se encuentran con los míos, me digo a mí misma
que esto es una locura. Me está besando cuando tiene que estar en el escenario en
cualquier momento. Si alguien nos ve, mi profesionalidad se irá al infierno.
Mentalmente lucho contra él, mientras separo mis labios para tocar su lengua
con la mía. Mi cuerpo reacciona antes de que mi cabeza pueda procesar lo contrario.
Siempre hay algo en un primer beso. La primera pista si encajan juntos. El
indicio inicial de si su estilo de besar es uno que hace que tu estómago se agite, te
duela el centro y hace que tus manos aprieten los puños en su camisa. Ese
conocimiento inmediato de que quieres hacer esto de nuevo o de que necesitas
marcharte y no mirar nunca atrás.
El problema es que cuando el beso, cada momento suave y exigente del mismo,
termina; estoy mirando directamente a esos ojos divertidos y sé que esto será más
difícil de lo que pensaba. Aquí hay una química innegable. Pero… necesito ser
fuerte. Resistente. En control.
Puedo intentar. Maldita sea, voy a intentarlo, pero es como la droga más
potente: adictiva a la primera dosis.
—Podemos trabajar juntos, Lennox —dice, su acento alcanza la última sílaba
más alta—, y aun así dormir juntos.
—Nadie dijo que me estaba acostando contigo. —Las palabras suenan huecas
rodando de labios que anhelan otro beso.
Su sonrisa es torcida y la risa corta que emite es arrogancia y deseo
personificado.
—No tenías que hacerlo.
Y en el momento perfecto, Cannon anuncia Rush a las cámaras y al público que
esperan.
Solo cuando sube las escaleras y se aleja, exhalo, y ni siquiera sabía que estaba
conteniendo la respiración.
Él se pavonea en el escenario con el rugido de la multitud, que Cannon había
preparado, y toma el micrófono , su voz impregna cada uno de mis pensamientos
mientras trato de decirme a mí misma que me olvide del beso.
Renunciar a estropear esta oportunidad profesional actuando de acuerdo con
86 lo que quiero con él.
Mucha gente dice que las mujeres son débiles por ceder cuando un hombre la
besa. Dicen que somos débiles cuando nuestras rodillas tiemblan y cuando caemos
bajo su “hechizo”. Yo digo al diablo con eso. Yo digo, somos fuertes. Estamos
obteniendo lo que queremos de una forma u otra. Puede ser que él lo tome o que
nosotras lo poseamos. Hay fuerza en ello. Una belleza atemporal y decidida.
Nos dicen que somos perras si somos demasiado agresivas, y luego nos dicen
que somos débiles y de mente débil si cedemos demasiado rápido. O mejor aún,
somos putas si anhelamos el toque de un hombre. Si queremos y nos gusta tener
sexo.
Si nos gusta que nos hagan sentir bien.
Bueno, soy todo lo anterior. Soy fuerte hasta el extremo, soy débil a veces y con
mucho gusto lo reconoceré, y diablos si no se siente increíble meterse en la cama con
alguien que da lo mejor que él recibe. Desde el primer momento en que vi a Rush,
supe que terminaríamos siendo una masa enmarañada de miembros y sábanas.
La mirada depredadora en sus ojos, el toque áspero que endurece su delicioso
acento, y la forma en que mi cuerpo reacciona visceralmente a todo lo relacionado
con él, me dice que estamos destinados a explorar nuestra atracción.
En esos pocos segundos de pie junto a la piscina, creo que lo acepté en mi
mente.
Me río porque no se puede negar: tendremos sexo. Complicará las cosas, su
descarada arrogancia todavía me irritará muchísimo cuando todo esté dicho, hecho
y terminado, pero maldita sea, estaré satisfecha.
Y ahora mismo, estoy de acuerdo con eso. Todavía puedo ser una agente
profesional, puedo ser una mujer sexualmente cargada y puedo sentirme orgullosa
de mí misma por ambos.
—¿Lennox?
Me sobresalto de mis pensamientos y hago el sonido más ridículo cuando miro
hacia arriba y veo a Cannon mirándome desde el escenario, con la mano extendida.
—Vamos —dice—. Me gustaría presentarte al público como parte del equipo.
—Eso no es necesario. En realidad. No me importa estar en las sombras.
Por otra parte, tal vez debería tomar su mano y verme obligada a permanecer
bajo el foco de atención. Tal vez el ojo público que nos vea a Rush y a mí juntos
podría disuadir lo que está destinado a suceder a continuación. Quizás saber que
Cannon, Finn, otros clientes y mi familia pueden vernos a los dos juntos
87 públicamente, me impedirá querer cruzar esa línea profesional hacia lo personal.
Que desastre.
O no.
¿Quién sabía que terminaríamos encontrándonos, trabajando juntos? ¿Quién
sabía que se convertiría en la prueba de fuego sobre si tengo éxito o no en mis
objetivos recién adquiridos?
Aunque estoy de vuelta aquí preocupada por la percepción pública, a Rush no
le importa lo que el público piense de él.
Quizás debería aprender una lección de él.
Tal vez mientras sea feliz, eso es todo lo que debería importar.
Lennox
—E
se fue un interesante giro de la trama —murmura Johnny
mientras entra a la sala de estar donde estoy tirada en el sofá
de la manera más impropia para una dama con mis tacones
tirados en el suelo a mi lado. Deja una botella de vino y una copa a mi lado en la
mesa—. ¿Te importaría compartir?
Mirándolo, espero a ver qué otro comentario sarcástico va a hacer y cuando no
llega ninguno, me encojo de hombros.
—Aparentemente, los dos estamos aquí por la misma razón y no lo sabíamos.
88
—Voy a confiar en ti en esto, pero no explica por qué hay un agente en la
mezcla.
—Es una larga historia.
—Estoy seguro que lo es. —Mira la pantalla de su teléfono—. Mientras tanto,
tengo a Heidi esperando a que la recojan y una reserva a las ocho para llegar.
—¿Heidi? —pregunto.
—Sabor del mes. —Se ríe mientras agarra sus llaves mientras yo sonrío con
indulgencia. Johnny es un buen hombre, pero un gran mujeriego. He tenido un
asiento en primera fila para los corazones que ha roto a lo largo de los años, incluso
consolé a algunos de ellos en nuestros días de universidad, pero ese es solo él—.
Uno de estos días, podría encontrar uno que esté bien saboreando por más tiempo,
pero mientras tanto, estoy aprovechando al máximo el hecho de ser obscenamente
rico e increíblemente guapo.
—¿Qué tal también irritantemente arrogante?
—Eso también.
—Sabes que la cosa de la camisa desabrochada pasó de moda en los setenta —
digo mientras miro los cinco centímetros de pecho que asoma por esa camisa.
Mi celular suena y cuando miro la pantalla, mi rostro debe revelar lo
sorprendida que estoy cuando veo a Finn Sanderson como la persona que llama.
—Nos vemos —dice Johnny mientras me besa en la parte superior de la cabeza
antes de moverse hacia la puerta.
—Si me estás llamando para disculparte por ser un idiota, puedes guardarte el
aliento —le digo a modo de saludo cuando contesto.
Se ríe.
—Realmente te encanta interpretar a esa mujer llena de rencor, ¿no es así?
—Probablemente tanto como a ti te gusta interpretar al idiota abatido. —A
estas alturas, la curiosidad me tiene sentada, sirviéndome una copa de vino porque
si Finn me llama, sé que lo voy a necesitar.
—¿Ya lo has descubierto? ¿Mi secreto? —dice con una risa que me irrita la piel.
—¿Secreto? —pregunto, mordiendo el anzuelo.
—Se rumorea que no podías esperar a llegar a Los Ángeles para arrastrarte
ante Cannon y aceptar su oferta con la MLS solo para descubrir que ya no existía.
Oops. Eso debe haber sido mortificante para alguien como tú.
—¿De qué hablas…?
89
El chico del aeropuerto. El que estaba en el otro mostrador de boletos cuando
cambié de vuelo. Finn lo sabe gracias a él y, sin embargo, ¿la oferta ya no existe? ¿De
qué está hablando?
—Mira, no te enojes demasiado. Fue solo una pequeña táctica clandestina entre
agentes, ya sabes, como con Maddox el año pasado.
—¿Qué tiene que ver Hunter con todo esto? —pregunto. Finn ha perdido
totalmente la pelota aquí. ¿Qué demonios?
—Se trata de vencerte en tus propias tácticas. Decidí que iría tras esos clientes
potenciales que tan bellamente describiste en tu carpeta. —Su suspiro divertido me
irrita—. Nombres, números de teléfono, correos electrónicos, lo que te gusta, lo que
no te gusta… mantienes excelentes registros, pero, sinceramente, Lenn, deberías
guardar esas cosas en un teléfono con contraseña, no en una carpeta para que
cualquiera la vea en una conferencia llena de agentes hambrientos. —Chasquea la
lengua—. Error de novato, Kincade, pero, de nuevo, no deberíamos esperar menos
de ti, ¿verdad?
¿Cómo diablos consiguió esos detalles?
—Bastardo —digo entre dientes mientras me estremezco ante mi propia
estupidez. Pero había estado en una conferencia sobre ética deportiva, la ironía,
cuando llegó la llamada telefónica, y salí corriendo al pasillo para apuntar notas
sobre los jugadores con la intención de ingresarlas en mi base de datos cuando
regresara a mi habitación de hotel. Todavía estaban en la carpeta. Entonces… ¿tomó
una foto? Este hombre es un completo y total idiota. ¿Qué demonios vio Chase en él?
Mis ojos arden por la frustración y la ira que no había sentido en una eternidad.
¿Por qué me está diciendo esto? No estamos en público, por lo que no hay ninguna
ventaja para él. Y todavía… se está regodeando.
—Todo es justo en el amor y la representación, ¿verdad? —Se jacta—. Esos
clientes potenciales, me reuní con ellos, los invité a cenar y tomarse algo después
que solo te reuniste brevemente con ellos porque pensaste que tenías peces más
grandes para atrapar. Pensar que has vuelto a ser el hazmerreír. Solo que esta vez,
en la Ciudad de los Ángeles.
—¿De qué demonios estás hablando? —pregunto.
—¿El trabajo con la MLS? ¿La conferencia de prensa de hoy anunciando a Rush
McKenzie? Cannon y yo negociamos el trato la semana pasada para que Rush se
uniera. Parte de esas negociaciones implicó explicarle a Cannon por qué tus servicios
no eran necesarios allí. Te lo aseguro, no fue nada personal.
Creo que miro fijamente mi copa de vino parpadeando varias veces mientras
90 trato de procesar lo que está diciendo. Ni siquiera recuerdo cuando me levanté y
caminé hacia la ventana para mirar sin rumbo fijo la vista del valle.
Aunque no veo nada. No, estoy preocupada, dándome cuenta de lo
completamente crédula que fui. ¿Se había propuesto decir todas esas horribles mentiras
sobre mí asumiendo que lo escucharía? Arruinó mi confianza y me conocía lo suficientemente
bien como para saber que llamaría a Cannon. Que pediría el trabajo que había rechazado para
poder salvar las apariencias. Y cómo me tragué cada parte.
Oh Dios mío.
—La humillación viene de todas las formas, Lennox, y supongo que acabas de
recibir una buena dosis. —Se ríe. Todo lo que escucho es condescendencia—. Hope
Cannon fue al menos amable cuando apareciste. Sin duda, te sentiste completamente
humillada cuando te dijo que tus servicios ya no eran necesarios. —¿No sabe que
me han contratado para el puesto?—. ¿Finalmente entendiste que solo había una
razón por la que te había elegido específicamente para el puesto? ¿Ya sabes, porque
estaba interesado en tus otros servicios?
Mi estómago se revuelve ante su insinuación. Otra vez.
—No te diste cuenta, ¿verdad? Pobre bebé. Me gustaría decir que lo siento,
pero no me siento mal por eso. El karma es, de hecho, una perra, y ambos sabemos
en qué lado de esas dos opciones pareces caer.
—Tú me tendiste una trampa. —Mis primeras palabras son un susurro
mientras la magnitud de todo me golpea. Los hombres parados directamente frente
a la salida. La voz de Finn a todo volumen para asegurarse que lo que dijo fuera
escuchado… justo cuando intentaba salir. Santo cielo—. Tú. Me. Engañaste.
—¿Ves? Sabía que te tomaría unos segundos entenderlo… y ahora que lo has
hecho, estoy seguro de que podrás aceptar mis más sinceras disculpas.
—Maldito bastardo. Maldito pedazo de mierda. Tú…
Oh Dios mío.
No tiene ni idea. Es tan malditamente arrogante que no tiene idea de que
Cannon me dio el trabajo, a pesar del consejo de Finn. Todo porque no subí al
escenario esta noche para el circo mediático. Esto es oro.
Una lenta sonrisa se arrastra por mis labios mientras jugueteo con qué decir.
—¿Lennox? ¿Todavía estás ahí? Por favor continua. Me encantaría saber qué
más tienes que decir.
—¿Oye, Finn?
—¿Mmm?
—¿Qué dijiste sobre el karma?
91
—Que es una perra.
—Recuerda eso —digo y hago una pausa para un ritmo dramático—. Cannon
solo te dijo lo que te pondría feliz—. Me río—. Oh, ¿no me viste tras bastidores esta
noche, justo detrás del escenario? Oops. —Hago una pausa. Dios, desearía poder ver
su rostro—. Disfruta de tus novatos con bajos salarios, Finn, mientras yo disfruto
cenando y tomando algo con uno de los futbolistas mejor pagados que hay. Ya sabes,
tu cliente, Rush. —Su rápida inhalación de aire me dice que he dado un golpe directo.
Perfecto.
—No te atreverías. —Su amenaza es tan vacía como hueca su voz.
—¿Qué dijiste? ¿Todo se vale en el amor y la representación? —Me río de su
silencio—. ¿Finn? Este es el momento en que esperas que toda la mierda que has
dicho sobre cómo persuado a los clientes para venir conmigo no sea verdad. Porque
si lo es, no tienes ninguna posibilidad de quedarte con Rush.
Termino la llamada sin previo aviso, justo cuando una letanía de maldiciones
explota desde el otro extremo de la línea.
Rush
HACE 3 SEMANAS

—C
risto. —Me siento en la cama, con las piernas colgando a un
lado mientras me froto la cara y me sobresalto con el nombre
de la persona que llama en mi teléfono. Mierda.
Rory.
Es lo más parecido que he tenido a un hermano pequeño: con lo bueno y lo
malo.
92 Fue trasladado de nuevo a mi equipo, un jugador de reserva.
Finalmente ha mantenido la cabeza gacha y la nariz limpia… en lugar de dejar
que las drogas y la fiesta ganen.
Es una fracción de segundo que tengo que contener esos pensamientos.
Fracciones de segundo donde la historia entre nosotros pasa por mi cabeza para
recordarme el vínculo que se formó ese día. Un vínculo que cambió mi vida.
—¿Qué ocurre?
—Siento despertarte, hijo —dice Archibald Matheson.
—¿Es Rory?
Su risa suena a puro agotamiento.
—¿Cuándo no es así? —Pero algo me dice que no es nada urgente y respiro un
poco mejor.
—¿Qué pasa?
—Lo más probable es que la prensa acampe frente a tu casa cuando mires
afuera —advierte, y me levanto inmediatamente de la cama para echar un vistazo
por la ventana. Seguro ahí están.
—¿Por qué?
—Eso es un poco más complicado.
—¿Qué hizo Rory? —Hay silencio—. ¿Archibald?
—Ha estado saliendo con alguien con quien no debería. Ella no está en un muy
buen matrimonio, es infeliz con un esposo que no es exactamente el más amable de
los hombres.
—Está bien —digo con cautela mientras me masajeo la parte de atrás del cuello
antes de mirar por la ventana a los camiones y las cámaras que esperan a que salga
para mis sesiones de entrenamiento matutinas.
—Ella es la razón por la que Rory ha enderezado su camino. Ha detenido las…
tonterías —dice, su término para las drogas que finge que su hijo no consume. Las
drogas que se burlan de la ley que había jurado erradicar. Las leyes promulgadas
por el Parlamento del que espera convertirse en miembro electo—. Y está
concentrado en su forma física, su juego y el resto de sus defectos. Realmente le dio
la vuelta a todo…
—Él tiene…
—Y todo es por ella, esta mujer. Ella le dio la vuelta a todo.
—No veo por qué…
93 —Este no es el mejor momento para que haya un escándalo relacionado con el
apellido Matheson, Rush. Como sabes, me postulo para el Parlamento y hay un
estrecho margen entre el otro candidato y yo, así que me vendría bien tu ayuda.
—Rory se metió con una mujer casada. ¿Por qué eso se reflejaría mal en ti? —
pregunto, mientras mi teléfono comienza a zumbar en mi mano. O tal vez ya lo haya
hecho, pero he estado tan atrapado en la conversación que no me di cuenta.
—Odio incluso pedirte esto.
—¿Pedirme qué? —exijo—. Voy a ayudar, de cualquier forma que pueda, pero
no estoy seguro de qué es lo que puedo hacer —digo, tratando de encontrarle
sentido a lo que él cree que es el problema.
—Hay una foto de ellos besándose en un balcón. Está por todo el maldito lugar.
Todos los puestos de periódicos, redes sociales, etc.
—Estoy seguro de que tienes todo un equipo a tu disposición que puede
ayudarte a arreglar esto.
—Sí.
—Pero me estás llamando.
—Creen que eres tú.
El miedo que ha estado subiendo por mi columna se estrella contra mí.
—¿Yo? —Me río, pensando que esta broma es cualquier cosa menos
divertida—. Que divertido.
—Rush… —Su silencio sostenido atrae mi atención.
—Espera. Es en serio. ¿Están malditamente locos?
—Enciende el televisor. Tu computadora. Tu… —Antes de que pueda
terminar, tengo mi iPad en la mano y estoy mirando la imagen granulada tomada
desde lejos, tratando de comprender lo que estoy mirando.
—Eso es… se parece…
—Esme —murmura.
—Oh. Mierda. —Todo el peso de lo que ha hecho Rory está ahí fuera y lo que
Archibald me pide que haga me golpea.
Esme.
Cantante líder en las listas de éxitos que solo necesita un nombre para ser
conocida.
Es tremendamente famosa y está casada con Seth Haskins.
94 Mi compañero y capitán del Liverpool.
—Ese no soy yo. —No le susurro a nadie en particular, casi como si tuviera que
convencerme de que no lo crea, porque se parece a mí.
O más bien se parece a Rory.
—Necesito cobrar ese pagaré, Rush.
—¿Tú qué? —Seguramente no es…
—No hemos hecho nada más que ayudarte desde ese día. Te invitamos a
nuestra casa y te tratamos como a un segundo hijo. Te proporcionamos todo lo que
necesitabas para prepararte para el éxito. Sabes que era muy consciente de que eras
culpable ese día. No Rory. Pero esta vez, bueno, esta vez tú tomas la culpa por Rory.
—Señor… —Y luego me doy cuenta. Sé lo que está pidiendo y mi cabeza se
sacude, rechazando todas y cada una de las nociones.
Tenía quince jodidos años, estaba completamente solo en el mundo, y este idiota está
amenazándome con algunos actos desesperados de un niño sin hogar… por su hijo.
No, por sí mismo en última instancia.
—Si no hubiera dejado que ese oficial se llevara a Rory ese día, te habrías
perdido esa beca. Perdido tu oportunidad. Perdido esta vida.
Mi garganta comienza a tensarse. No puede hablar en serio. No puede hablar
en serio. Seguramente Esme hará lo correcto y no fingirá que fui yo con ella. Ella
sabe que nunca tocaría a una mujer casada.
—Pero…
—Tu reputación puede manejar esto, Rush. Puedes capear esta tormenta
porque eres el jodido Rush McKenzie, un futbolista en la cima de su juego. Rory no
puede. Ha estado en la burbuja durante tanto tiempo entre permanecer en el equipo
o ser eliminado. ¿Si algo como esto sale? Será echado en un instante para proteger a
Seth. Pero tú, probablemente serás capitán el año que viene. Los equipos siempre
perdonan las payasadas de las estrellas porque tienen miedo de perderlas.
—Estoy tratando de procesar esto, señor. Dar mi consentimiento para una
aventura es muy diferente a un niño hambriento que roba comida por
desesperación.
—Eres el rebelde del que esperan esto. El hombre que se pelea en los pubs y
cambia de mujer como se cambia los calcetines y no le importa un carajo quién ve o
sabe.
—Eso no significa que…
—Perderé las elecciones. El trabajo de mi vida por el desagüe. Conoces esta
95 ciudad y cómo aman a su LFC. Sabes que cualquiera que se meta con sus
posibilidades de éxito es un villano. No puedo correr ese riesgo. No puedo. Sabes
que no te pediría que te encargaras de esta tormenta si no fuera de suma
importancia.
—Archibald. —Me aclaro la garganta y mi pecho se contrae mientras el pánico
se extiende.
—Rory me dijo que Esme dejará a Seth. Que están realmente enamorados y
que ella ya no puede soportar el abuso de Seth. —¿Abuso? ¿Seth? Es un bastardo
hosco sin mucha personalidad que mantiene su vida privada en privado, pero
¿abuso?—. Ella ha documentado gran parte de eso. Ella…
—Todavía tienes conexiones con la policía. ¿No puedes hacer algo al respecto
y solucionar el problema mientras tanto?
—Me temo que no puedo. Lo único que puedo hacer es que dé un paso al
frente. Por Rory. Por Helen. Pasará tan rápido como lo que hiciste el año anterior.
Mira lo poco que te afectó.
El bastardo que hay en mí quiere decirle a Archibald que su hijo necesita lidiar
con sus propios problemas. Que se ha pasado toda la vida arreglando los
contratiempos de Rory para salvarse a sí mismo y a su carrera política de la
vergüenza de tener un hijo que tiene problemas.
El chico de quince años que había en mí, que estaba hambriento y desesperado
por una salida, recuerda la promesa que hice cuando firmé mi primer contrato. El
que decía que le pagaría a la familia Matheson todo lo que pudiera por darme una
vida que no habría tenido de otra manera.
Me miro en el espejo frente a mi cama. Mi cabello está erizado por todos lados
y la oscuridad de mis tatuajes contrasta con el blanco de mis sábanas.
¿Quién sabía que ese día, hace tanto tiempo, hice un trato con el diablo? Quién diría
que vendría a hacer su reclamo de… ¿esta forma? Esto es una mierda. Maldito idiota de Rory.
—¿Rush?
Hoy es mi día de pago.
¿El problema? Soy lo suficientemente arrogante como para pensar que soy más
grande que esto. Que mi estrella se eleva tan alto y rápido que nada puede tocarla.
Que puedo capear la tormenta por el hombre que me dio la oportunidad cuando no
tenía que hacerlo.
También hay miedo, pero lo rechazo.
96 —Si hago esto, estamos a mano. —Simplemente ignoraré a los reporteros—. No
puedes pedir nada más. —No haré ningún comentario sobre las fotos—. Sin favores. —
Actuaré como si fuera cualquier otro puto día—. Nada más…
—Por supuesto.
—Mi deuda está pagada.
Rush
—¿S
abes que maldita hora es aquí, amigo? —pregunta Louie—.
Son las malditas seis de la mañana.
Me río, su voz es justo lo que necesito escuchar ahora
mismo. Cualquier cosa con tal de evitar volver de nuevo a la casa y terminar lo que
comencé con Lennox esta noche.
Cualquier cosa.
Cualquier cosa… excepto otra mujer.
97 —¿Las seis? Dios no quiera que veas salir el sol de vez en cuando. —Me río.
—Ver la luna es bueno. Significa que la fiesta sigue estando en su punto fuerte.
Los amaneceres, no tanto. Eso significa resaca, entrenamiento y tener que abandonar
cualquier cuerpo cálido que haya encontrado como cojín para la noche.
Y como si fuera una señal, una mujer murmura su nombre como protesta de
fondo. El maldito y predecible Louie.
—¿Tienes un segundo?
La risa de mi portero y amigo más cercano es profunda e intensa y provoca una
sonrisa en mis labios.
—Desafortunadamente para ella, eso es todo lo que consiguió de mí anoche —
bromea.
—Jesús.
—Sí. Por supuesto. ¿Qué necesitas?
—Yo estoy aquí. Tú estás allí. ¿Has escuchado algo?
—He escuchado muchas cosas. La pregunta es, ¿alguna de ellas es jodidamente
cierta?
Mi suspiro es sonoro.
—Depende de quién sea el que lo diga.
—¿Siguen acampando esos reporteros idiotas en tu puerta? Probablemente.
¿La historia sigue vendiendo tabloides? Por supuesto que sí. Nos encantan los
escándalos jugosos. ¿Seth sigue siendo un hosco hijo de puta que no se merece a
Esme? Malditamente cierto.
Su suspiro suena cansado. Él ha visto el maldito temperamento de Seth antes
y conoce mi verdadero yo. No me ha pedido ni una sola explicación, pero lanzó un
puñetazo para para defenderme cuando Seth me atacó en el vestuario. Joder, gracias
a Dios por Louie, el único compañero que no necesitó preguntar si era cierto.
—¿Qué pasa con el club?
—Siguen diciendo “sin comentarios”. Sigue diciendo frases tontas al estilo de
que están “trabajando para formar el mejor equipo posible para el próximo año”.
¿En cuanto a tu destino? ¿Quién diablos lo sabe? Tienen que sopesar los beneficios
de mantener a su capitán titular o de mantenerte a ti, la cara de esta nueva versión
del equipo que han reconstruido. Es una decisión jodida.
—Lo es.
—Di algo, amigo. Cualquier cosa. Haz una entrevista con Piers Morgan. Alza
tu voz. Tu silencio te está matando y no podemos permitirlo. Tienes demasiado
98 talento como para que tu carrera sea sepultada tan pronto.
—La cláusula de silencio…
—Al diablo con esa cláusula —dice—. Es como si tuvieras algo que te retiene
cuando deberías luchar con uñas y dientes para mantener tu lugar.
—Louie. —Se escucha a través de la línea una voz de mujer.
—Te quiero amigo, pero…
—Pero tienes que ir a darle tus pocos segundos. Lo entiendo.
—Que te jodan. —Se ríe.
—Nos vemos, amigo.
—¿Oye, Rush?
—¿Mmm?
—Eres el corazón de este equipo y este equipo es tu corazón. Tienes que hacer
lo que sea para regresar aquí. Tienes tus razones para hacer lo que sea qué hiciste o
no hiciste —dice, caminando sobre una línea delgada y sin pedir respuestas—, pero
si estás protegiendo a alguien o algo, no vale la pena.
Termina la llamada y me quedo quieto con mi teléfono en la mano en donde
estoy estacionado en el camino de entrada de la casa de Johnny. La casa a oscuras
está delante de mí, una sombra entre las colinas.
Me siento agitado. Inquieto. Preocupado.
No vale la pena.
Eso representa cómo me siento después del evento de esta noche. Fue
interesante por decir algo. No sé lo que esperaba cuando Finn me convenció para
que aceptara este evento de la MLS como un medio para permanecer oculto, pero
no fue así. Un escenario decorado donde hablé con una pequeña multitud sobre un
juego que es mi vida, pero que claramente no hay mucho para nadie aquí.
¿Es esto lo que se siente cuando estás en el descenso de tu carrera? ¿Eventos en
estacionamientos con un par de cientos de personas frente a estadios con decenas de
miles?
Me paso la mano por la cara y me pregunto si vale la pena. Sí, Archibald me
salvó el trasero hace muchos años, pero aparte de eso, fue yo el que llegué a este
nivel futbolístico por mi cuenta. Mi habilidad. Mis sacrificios. Mi amor por el juego.
¿Odio las calumnias contra mi nombre, el que me conozcan como un destructor de
hogares y un bastardo? Sí. Pero, ¿puedo soportar el perder mi carrera debido a la
99 lealtad a un hombre cuyo hijo no ha cambiado desde que era niño? No. Joder. No.
¿No pasará esto rápido como dijo Archibald?
Lennox
M
i mente rememora una y otra vez la conversación con Finn y cada
vez que se repite, mi ira se enciende de nuevo.
Sé que debería deleitarme con el hecho de que podría ser la
última en reír en toda esta jodida comedia de errores, pero todavía me duele que él
lo hiciera en primer lugar.
Y estoy enojada.
Tan malditamente enojada que mis pies descalzos bien podrían haber hecho
100 un agujero en la alfombra por donde he caminado de un lado a otro. La ciudad ha
cobrado vida más allá de las ventanas, viéndose como puntos relucientes en la tierra
de los sueños.
Estoy demasiado ocupada dándole vueltas a Finn y a su mierda.
Esto me persigue.
Me sobrepasa totalmente.
¿Y qué diablos pasa con él? ¿Por qué le aconsejaría a Rush que viniera aquí a
menos que fuera por alguna táctica final de juego?
Estoy lista, enojada y he bebido demasiado vino como para evitar dudar o
pensar demasiado en mis próximos movimientos.
Cuando escucho que la puerta de abajo se cierra de golpe, sé que Johnny está
afuera, así que solo puede ser una persona.
Bajo las escaleras y camino hacia la cocina en segundos. No me doy tiempo
para considerar lo cansado que se ve. La corbata está desabrochada y colgando
alrededor de su cuello. La botella de cerveza que se ha llevado a los labios y se bebe
de un trago. Su cabello que va en todas direcciones por haber pasado las manos
sobre él.
Lo que yo veo son sus mangas de camisa enrolladas, mostrando la tinta oscura
de sus tatuajes bajo ellas.
Lo que yo recuerdo es el sabor de su beso y la necesidad de tener más.
Lo que yo siento es el deseo y la necesidad de usarlo para aliviar el dolor y
hacer que se vaya.
Soy demasiado egoísta como para pensar en otra cosa que no sea eso mientras
camino por la cocina y lo tomo por sorpresa.
Aprieto mis manos en puños sobre su camisa mientras mis labios encuentran
los suyos, el sonido de la botella de cerveza tintineando contra el mostrador; vidrio
sobre mármol, el único otro ruido además de su jadeo de sorpresa.
Me deja tomar la iniciativa mientras profundizo el beso, atrayéndolo hacia mí.
Nuestras lenguas se tocan. Nuestros gemidos se intensifican. Necesito de toda mi
fuerza de voluntad para alejarlo, para romper nuestra conexión, pero tengo mucho
que decir.
—Tu agente es un idiota condescendiente que no te está haciendo ningún favor
—gruño, dando un tirón a su camisa para reforzar mi comentario, y justo cuando
comienza a responder, presiono mi boca sobre la suya y tomo lo que necesito una
vez más.
101
El beso está mezclado con avaricia y lujuria, y todo en lo que puedo
concentrarme es en la sensación de su cuerpo, el gusto de cerveza en su lengua y lo
enojada que estoy con él simplemente por ser él.
—No podemos hacer esto —murmuro entre besos. Una y otra vez. Un
mordisco en su labio inferior—. Esto está mal. —Un grito ahogado cuando su mano
aprieta mi cabello—. Es poco ético. —Su mano en mi espalda baja empujándome
contra él, así puedo sentir lo dura que está esa hermosa polla suya—. Necesitamos
parar. —Un movimiento de sus caderas contra las mías—. ¿Rush?
Esta vez es su turno de romper el beso. Retuerce su mano en mi cabello y se
aparta ligeramente para que nuestros rostros estén a centímetros de distancia.
—En caso de que no te hayas dado cuenta, me importan una mierda las reglas.
—Se inclina y mordisquea mi labio inferior con sus dientes antes de volver a
inclinarse hacia atrás para que sus ojos estén al frente y en el centro, sus párpados
pesados por la lujuria—. Me importa el aquí y el ahora y el sabor de tu beso y con
suerte el agarre de tu coño si seguimos así. Así que… que les jodan a las malditas
reglas.
Siempre he tenido una mierda de autocontrol.
Siempre.
Y ahora mismo, sé que no hay vuelta atrás. No se puede decir que no. Supe en
el momento en que conocí a Rush McKenzie que iba a romper las reglas por él, y la
risa que sale de mis labios y resuena en la cocina suena tan loca como la idea en sí
misma.
Las emociones son complicadas y crueles.
Es por eso que esta es la manera perfecta de hacer esto. Sin pensar y por
instinto. Si simplemente nos sumergimos de cabeza y nos rascamos esa picazón,
ninguno de nosotros podrá quejarse de ello.
Será simplemente placer.
Eso es todo lo que será.
—Cuidado, Nox —murmura—. Estás jugando con fuego aquí.
Me inclino más cerca para que mis labios estén en su oído, su cuerpo
tensándose con anticipación es una seducción en sí misma, y susurro:
—¿Estás listo para arder conmigo, Rush?
Veo como su mandíbula se tensa con determinación mientras nuestros ojos se
encuentran de nuevo, y nuestro deseo toma la decisión antes de que nuestra razón
pueda hacerlo. Nuestras emocionadas respiraciones golpean los labios del otro
102 mientras nuestros pechos se agitan el uno contra el otro en una batalla por la
pequeña cantidad de espacio que nos separa.
Y luego, en esa fracción de segundo, chocamos de nuevo como si el aire entre
nosotros estuviera en llamas y tuviéramos que sofocarlo para apagarlo. Nuestros
cuerpos se vuelven uno cuando usamos la ira, la desesperación y la falta de control
para alimentar cada momento. Comenzamos a quitarnos la ropa, las prendas son
desechadas sin importar dónde están siendo arrojadas, porque ahora mismo siento
una necesidad de tocar su piel, trazar sus tatuajes con mis labios, agregar mis propias
marcas con mis dientes.
No nos tomamos el tiempo para admirar el cuerpo del otro en este estado,
empañados de sudor, con olor a excitación y tensos por una necesidad carnal. No
podemos. Estamos demasiado consumidos por el momento y por el nosotros.
Nuestros labios se magullan cuando nos besamos como si nuestras vidas
dependieran de cada una de las conexiones que hacemos.
No discutimos dónde estamos haciendo esto ni cómo. Simplemente nos
movemos en sincronía. Él levanta mi trasero sobre la encimera de la cocina y apoya
mis pies en los taburetes de abajo.
Sumerge sus dedos dentro de mí con una mano mientras su otra sostiene mi
cuello, y yo me inclino hacia atrás.
—Rush. Dios. Eso se siente… —Mis palabras son devoradas por el gemido que
emito cuando sus labios encuentran ese punto hueco justo debajo de mi mandíbula
y sus dedos se deslizan lo más adentro que pueden antes de que comience el
movimiento de nuevo.
Me presiono contra su mano mientras su gemido llena la habitación, lo que
provoca que mueva mi trasero más cerca del borde para darle acceso sin obstáculos.
Mis ojos se cierran y mis labios se abren mientras dejo que me prepare de la
manera más placentera para el grosor de su polla que está lista y esperando.
Me prepara de modo que entre la fricción de su pulgar y la manipulación de
sus dedos, soy un desastre húmedo, que está más que lista para ser empujada del
borde al que me ha llevado.
Nuestros labios se encuentran de nuevo, y esta vez son mis manos cerrándose
en puños en su cabello, son mis manos entre sus muslos para agarrar lo que quiero
y decirle que lo quiero ahora mismo. Y a pesar de la violenta desesperación que tiñe
nuestros besos, Rush se asegura de que sus manos hayan trazado cada superficie de
mi cuerpo y dejando una estela de piel de gallina por la anticipación.
Es casi como si me estuviera marcando para asegurarse de que cada vez que
alguien me toque de aquí en adelante, vaya a recordar esto: sus manos, su toque, y
103 los estragos que provocaron en mis sentidos.
Es estimulante y agotador porque todo lo que quiero es a él dentro de mí,
poseyéndome, dándome placer.
—Lennox. Te… necesito. Por favor. ¿Estás lista? —murmura con sus labios
contra mi pecho, esos ojos suyos mirándome.
—Pensé que nunca lo preguntarías —bromeo, mientras se mueve hacia donde
sus pantalones están medio colgando en el estante del vino y saca su billetera. En un
instante está protegido, esos antebrazos sexys suyos son una perfecta exhibición
mientras enrolla el condón sobre su polla.
Pero es cuando levanta la mirada hacia mí que me quedo sin aliento. Rush se
queda de pie allí con sombras desplegándose sobre su cuerpo y rostro, su pecho
agitándose y sus ojos vagando por todos los lugares donde han estado sus manos
hasta que aterrizan entre mis muslos separados.
Su mano se desliza arriba y hacia a lo largo de su polla mientras da un paso
hacia adelante y se me queda mirando sentada aquí, con las piernas abiertas, mi
cuerpo suplicante, mi excitación brillando en la parte interna de mis muslos. Si
alguna vez tuviera que pintar una imagen de todo lo que es deseo, sería Rush
McKenzie en este momento.
Los músculos de su cuello están tensos. Su cuerpo es una obra de arte increíble,
pero son sus ojos los que poseen cada parte de mí. La mirada en ellos y la forma en
que me miran.
—Creo que me vas a hacer daño, Lennox, y sin embargo, soy un masoquista
deseando el castigo —murmura las palabras con una sonrisa de complicidad antes
de frotar ligeramente la cresta de su polla hacia arriba y hacia abajo por mi entrada.
Me tenso de placer, de anticipación, de todo lo que sea, cuando empuja los
primeros centímetros de esa gloriosa polla en mi interior. Mi gemido es simultáneo.
El arqueamiento de mi espalda también lo es cuando me recuesto en el mostrador
para poder darle acceso por completo a mi interior.
—Mírate. Enérgica. —Toma su mano libre y la coloca entre mis pechos—.
Preciosa. —Los acaricia por completo y los ahueca uno a uno—. Dispuesta. —
Moviendo su mano lentamente hasta mi abdomen—. Necesitada.
Y con esa última palabra, se empuja en mi interior. Mi gimoteo se encuentra
con su gemido gutural mientras me embiste por completo. La quemadura que siento
es placentera. La visión de él con la cabeza echada hacia atrás y sus dedos clavándose
en la parte interna de mis muslos es algo digno de contemplar.
—Rush. Por favor —murmuro, mientras afirmo mi agarre a su alrededor,
104 desesperada porque se mueva y me dé placer.
Y como si fuera una señal, Rush hace precisamente eso. Me embiste con
cuidado unas cuantas veces más para prepararme y luego, con un pulgar frotando
mi clítoris y con la otra mano agarrando la curva donde mi cadera se encuentra con
mi muslo, Rush se sumerge en un ritmo de castigo lleno de lujuria y codicia.
Nuestros cuerpos conectan una y otra vez. Los únicos sonidos en la cocina
provienen de nuestros encuentros de piel con piel, nuestras respiraciones
entrecortadas y la satisfacción mientras gemimos y ansiamos, nos suplicamos e
imploramos el uno al otro. Más rápido. Más fuerte. Justo ahí. Oh, Dios mío. Sí.
En ese momento, sé qué pensaría menos de él si fuera amable o tímido. Le
quitaría lo que es esto. Hambre. Necesidad. Un deseo de tomar, saciar y usar el sexo
para sentirse completo, cuando se supone que nunca debes usarlo para hacer eso.
La gentileza es para el romance. Esto es pura lujuria, en su forma más
verdadera. No se necesitan sutilezas. Ni charlas triviales. Solo manos agarrando
carne y caderas empujando contra las mías para poder sentir y concentrarme en
cómo su polla presiona cada nervio disponible dentro de mí. Es placer y dolor. Es
salvación y revelación. Es algo tan correcto y a la vez tan malditamente incorrecto.
Pero Jesús, ¿quién diría que no a esto? ¿A él?
Con cada embestida, atrae mi cuerpo hacia él, así que me deslizo sobre el
mostrador y me presiono contra él con la misma fuerza que él está usando. Mis
nervios cantan. Mi cuerpo se eleva. Mis ojos se nublan y mis piernas se tensan. Y
entonces su nombre está en mis labios, Rush, una y otra y otra vez mientras mi
orgasmo me llena.
Es como un rayo de felicidad. Como una ola que ondea a través de algunas
partes de mí y golpea contra los nervios en otras partes. Intento mantenerme quieta
para poder absorber su fuerza, mientras que por otro lado necesito moverme porque
es muy poderoso.
Él me deja poseerlo, tomarlo, deleitarme con él por unos momentos para que
mi clímax no sea eclipsado o arruinado por el suyo.
Es el más pequeño de los pensamientos que cruza mi mente débilmente en mi
neblina post-orgásmica, pero está ahí.
Y luego, con la misma rapidez, cuando su control se rompe y su gemido
retumba en la cocina, es olvidado cuando toma lo que necesita de mí para alcanzar
su clímax.
—Lennox. Dios. Joder.
Cada palabra está acentuada por un movimiento de sus caderas y un apretón
105 de sus dedos en mi carne.
Se deja caer sobre mí, más o menos. Su cara está apoyada contra mi abdomen,
sus labios presionados contra mi piel, y sus dedos encuentran y se entrelazan con
los míos a mis costados.
Ambos estamos jadeando, ambos asimilando el momento.
—No creo que esto fuera parte del contrato —murmuro, mientras libero mi
mano de una de las suyas y la paso por su cabello.
Él se ríe.
—Me aseguraré de que Cannon escriba un apéndice a tu contrato para añadir
esto porque, mujer, no puedes esperar darle a un hombre algo así y luego decirle
que no es parte de un contrato activo.
Lennox
—M
e has estado evitando. —Me acusa mi padre cuando me
detengo, a mitad de camino en mi trote, si se puede
llamar así; por la larga y sinuosa colina que lleva a la casa
de Johnny.
—No he hecho tal cosa. —Sí, lo he hecho.
—¿Estás en Los Ángeles? —Ya sabe la respuesta.
—Sí. —Odio sentirme como una niña pequeña a punto de ser regañada,
106 cuando sé que mi padre no actúa así. Más bien, deja que la decepción o la
preocupación en su voz guíen el camino.
—¿Y aceptaste el trato con Cannon?
—Lo hice. —Camino hacia el borde de la carretera, con la barandilla a la altura
de las rodillas, y me pongo una mano en la cadera mientras espero su respuesta.
—¿No se te ocurrió llamarme y hablarme de las razones por las que pensaba
que el trabajo no era una buena idea? —Se escucha un clic en la conexión y me
imagino perfectamente a mi padre. Acaba de levantarse de su escritorio para cerrar
la puerta de su despacho y así poder tener algo de intimidad.
Eso es algo admirable de él. Como padre soltero de cuatro niñas, siempre se
aseguró de que tuviéramos toda su atención cuando la necesitáramos… y
obviamente, se da cuenta de que yo necesito eso ahora mismo.
—¿Se te ocurrió consultarme sobre la oferta de Chicago antes de rechazarla? —
Yo contesto.
Su suspiro es largo y revelador. Parece cansado, y sin embargo me cuesta
pensar que se está haciendo mayor, y que las cosas que antes le entusiasmaban
pueden ser las mismas que ahora lo agotan.
—Tengo mis razones, Lennox. —Y la forma en que hace el comentario no deja
lugar a la discusión, y yo vuelvo a ser la niña regañada. El silencio pesa sobre la
línea—. ¿Quieres decirme qué está pasando contigo?
—Nada. Estoy bien.
Se ríe y el sonido me hace llorar. Lo odio. ¿Por qué no importa la edad que
tengas, sigues necesitando la seguridad y la aprobación de tus padres?
—De acuerdo. Puedes mentirme. Eres adulta, así que es tu prerrogativa. Pero
tengo cuatro hijas, así que sé que las palabras “estoy bien” significan exactamente lo
contrario. Solo debes saber que cuando quieras hablar, estoy aquí.
—¿Cómo es que no me has dado ningún cliente nuevo que perseguir, papá?
¿Cómo es que hace unos meses tuvimos esa gran charla sobre la necesidad de ir tras
los clientes de Finn para fortalecer el negocio y no has confiado en mí lo suficiente
como para ir tras uno?
—Esto no tiene nada que ver con la confianza, cariño, y todo que ver con el
tiempo.
—Y sin embargo, Dekk, Chase y Brex están siendo enviadas por todas partes
mientras tú rechazas invitaciones por mí para hablar en conferencias. Sospecho de
tu excusa del tiempo.
107
—También tengo mis razones para eso. Chase me dijo que estabas muy
presionada por eso.
—¿Cuál es la razón? —pregunto.
—Estoy preocupado por ti.
Eso no es una respuesta. Es un desvío a la manera perfecta de Kenyon Kincade.
—Soy una chica grande. Puedo cuidarme sola.
—Como siempre, pero eso no me quita la necesidad como padre de decirte que
estoy preocupado por ti.
Libro una guerra interna por estar enfadada con él por no darme respuestas
directas pero sigue preocupándose por mí. Es una guerra estúpida, pero una guerra
que libro de todos modos.
—¿Por qué?
—A veces me pregunto si te metí en este negocio y aceptaste por obligación,
no porque es lo que te gusta hacer —dice. Me siento como si acabara de recibir un
puñal en el pecho. Sus palabras explican perfectamente cómo me he sentido
últimamente y, sin embargo, amo mi trabajo—. Donde antes te esforzabas y ponías
los puntos sobre cada i, ahora tomas atajos y corres riesgos innecesarios. Eres la niña
del colegio que se salta las clases mientras tus hermanas entregan sus trabajos a
tiempo.
Me da un momento para asimilar las palabras, para hacer una pausa en lugar
de ponerme a la defensiva por ser comparada con mis hermanas. Odio que, aunque
cada parte de mí quiere oponerse a lo que dice, en realidad tiene razón.
He estado recortando gastos y pensando más en mí que en mi trabajo. He
estado temiendo mis días de trabajo, y la emoción prácticamente ha muerto.
Y sin embargo, sigo amando lo que hago.
—Nunca me has obligado a hacer nada que no quiera, papá. Es solo que… me
estoy poniendo inquieta, supongo. Quizás necesito un reto o un cambio de ritmo,
pero eso no significa que quiera dejarlo.
—Tu madre se ponía así. —Su risa es suave, evocadora, y me llena de tristeza
y alegría a partes iguales. Cuánto anhelo ser como ella o tener alguna conexión con
la mujer que siento que se desvanece de mi memoria cada día más—. A veces olvido
lo mucho que se parecen. Ella me miraba de vez en cuando, con esa suave y hermosa
sonrisa suya y decía: “Necesito un cambio, Kenyon”. Nunca pude decirle que no.
Antes de que nacieran, ese cambio significaba una casa de playa aislada o una
atracción turística llena de gente durante unas semanas. Después de tenerlas,
108 significaba que llegaba a casa y que los muebles estaban cambiados o que la
habitación estaba pintada de un color completamente diferente. Su inquietud me
volvía loco a veces, pero es parte de la razón por la que la quería tanto.
—No tenía ni idea —susurro.
—Al principio, me preocupaba que ella sintiera lo mismo por mí. Que yo sería
de lo que ella necesitaba un cambio. Una vez se lo pregunté, y ella echó la cabeza
hacia atrás y se rio antes de acercarse a mí para darme un beso y decir: “Tú eres
quien calma la inquietud, Ken. Así supe que eras el indicado”.
Estoy de pie a un lado de la carretera en las colinas de Hollywood con lágrimas
en la cara, odiando que este precioso pedazo del pasado era todo lo que necesitaba
para sentirme conectada a mi familia de nuevo.
Claro, estoy molesta por Chicago y por todo lo que me ha hecho sentir insegura
durante la última semana, pero es mi familia. Son todo lo que tengo.
—¿Estás bien? —me pregunta mientras vuelvo a gimotear.
—Estoy aquí reclutando a un cliente, papá.
—Oh. —Hay sorpresa en su voz, y puedo imaginármelo sentado más erguido
en su gigantesca silla de oficina, las canas de su cabello brillando contra las luces
fluorescentes.
—Al principio no lo era. Fue más bien un momento de “necesito un cambio,
Kenyon” —digo y sonrío—. Pero se ha presentado una oportunidad y si puedo
conseguir este cliente, compensará todos los errores que he cometido últimamente.
—Lennox. Sabes que no espero…
—Es Rush McKenzie. —Sé que si no le hubiera cortado, ese nombre por sí solo
habría estado ahí.
—¿Tu compañero en la asignación de la MLS?
—Compañero es un término poco preciso —digo, y luego paso a explicar las
expectativas de Cannon al incorporarme a la empresa. Cuando termino, el silencio
pesa en la línea mientras un auto pasa a toda velocidad por delante de mí—. ¿Papá?
—¿Crees que estás preparada para la tarea? Quiero decir, es un nombre enorme
en medio de un escándalo aún mayor. A menudo, ese tipo de clientes vienen con
una recompensa tan grande como las consecuencias.
No sabe ni la mitad.
Muevo los pies y siento el delicioso dolor de la noche anterior cuando lo hago,
y luego internamente me estremezco por los detalles que estoy omitiendo de mi
padre.
109 —Lo entiendo.
—No hay lugar para el error con él. Está sentado en el centro del escenario con
el mundo del deporte mirando. Rompió el único código por el que viven los atletas:
no fastidiar a un compañero de equipo.
—Pero no creo que lo haya hecho —digo en voz alta por primera vez.
—Lo conoces desde hace unos días y has llegado a esa conclusión, ¿eh?
—Sí —afirmo—. Creo que es todo un personaje. Puede que sea un rebelde, pero
algo me dice que es lo suficientemente inteligente como para no joder la dinámica
de un equipo ganador.
—Sabes que no es una opinión popular, ¿verdad?
—¿Desde cuándo me importa la opinión popular?
—Es una situación delicada para un agente. Un movimiento erróneo más de él,
y aunque podría sobrevivir a las consecuencias, todo y todos los que le rodean serán
culpados por ello.
—Por la forma en que tratas de disuadirme, empiezo a sentir que no crees que
pueda manejarlo.
—Eso no es lo que dije.
—Pero es de Finn. ¿No es ese el objetivo aquí?
—El objetivo es construir sobre lo que ya tenemos en KSM. Tomar las piezas
que ha astillado con sus tácticas sucias y restaurar.
—En otras palabras, robar. —Me río.
—Sé que no puedes verlo, pero estoy negando con la cabeza ahora mismo.
—Me lo imaginaba.
—Hay algo más, ¿no? ¿Pasó algo en la conferencia?
Se me llenan los ojos de lágrimas, y odio cada pizca de degradación que siento,
y cómo aflora la compasión no disimulada en su voz.
—No. —Sí. Me quedo en silencio por un momento, agradeciendo que no
presione. Pero si lo hiciera, ¿qué le diría? ¿Que necesito hacer esto por mí? ¿Que
necesito saber que mis habilidades incluyen más fuerza de carácter y resistencia que
belleza efímera? Al contrario de lo que los concursos venden al aspirante. A mí.
Y no me hagas empezar con las otras acusaciones, especialmente después de
haber dormido con Rush.
—¿No, Lenn? ¿Eso es todo? Porque ese no, ha sonado mucho como si hubiera
más en la historia.
110
—Necesito hacer esto, ¿de acuerdo? El cambio de escenario. El desafío. ¿Quién
sabe lo que voy a encontrar?
Casi puedo ver su asentimiento mientras asimila mi argumento.
—¿Quién sabe?
—Gracias por llamar.
—La próxima vez no me evites.
—Sí, señor —digo entre risas—. Adiós, papá.
—¿Oye, Lennox?
—¿Qué?
—Si me hubieras dicho que habías acabado en Los Ángeles porque necesitabas
un descanso, sin mencionar la contratación de un cliente, me habría parecido
completamente bien.
Se me forma un nudo en la garganta mientras lucho por contener las lágrimas.
Porque este hombre, este increíble aunque imperfecto hombre, acaba de darme las
palabras que necesitaba desesperadamente. Nuestra familia está lejos de ser
perfecta. A menudo, discutimos más que reímos. Pero aquí y ahora, mi padre me ha
mostrado por qué soy quien soy.
Su amor por mí y su confianza en mí son incondicionales.
Pero quiero más. Quiero que su confianza en mí sea inquebrantable.
—Te amo, papi.
Y cuando cuelgo, sé una cosa con absoluta certeza: no puedo ni voy a estropear
esto.

111
Lennox
M
e quedo sin aliento, y decido cuando termino de correr y entro en
casa, que tengo que hacerlo mejor, ser mejor. Anoche crucé esa línea,
me rasqué esa picazón.
Y qué glorioso fue.
Pero el problema de rascarse la picazón es que cuando lo haces demasiado o
durante demasiado tiempo, empieza a hincharse y a doler más que sentirse cómo un
alivio. Se convierte en una llaga que intentas ignorar.

112 Se convierte en una cicatriz permanente de la que no puedes deshacerte, y ya


tengo suficientes cicatrices para empezar.
Así es como veo a los hombres, las relaciones y el sexo. Está bien para empezar,
pero luego necesito distanciarme poco a poco.
Y después de hablar con mi padre hoy, sé que necesito hacer precisamente eso:
dar un gran paso atrás. No solo por mí, sino por las promesas que necesito cumplir
para mi familia y para mí misma.
Al menos, eso es lo que me digo mientras voy en busca de Rush. El problema
es que lo encuentro enseguida.
Está sentado en la mesa del rincón, con los pantalones cortos de gimnasia
puestos, sin camiseta, con el cabello revuelto, y con todo un festín de comida para
llevar repartido por la encimera de la cocina. Un ridículo plato de tortitas con sirope
está delante de él, con una cuarta parte de ellas acabada, y la mirada de absoluta
felicidad cubre cada línea grabada en su expresión.
La noche pasada me viene a la memoria en forma de instantáneas. El sexo en
la encimera de la cocina. Su voz quebrada gritando mi nombre mientras llegaba al
clímax. El silencio posterior, mientras tratábamos de averiguar qué pasaría después.
Comer el helado de Johnny directamente del recipiente mientras nos sentábamos a
ver repeticiones de mierda en la televisión. Quedarme dormida en el sofá, porque
me daba miedo decir que me iba a la cama y preguntarme si eso significaba que me
iba sola o con él.
Luego, despertar sola.
Pero cuando entro en la cocina y lo veo allí sentado, recibo un golpe directo de
lujuria. Del tipo que te hace tambalear y detenerte, cuestionando las cosas que vas a
decir.
Pero sé que necesito decirlas.
—Esto es… esto es el cielo absoluto, impresionante —murmura cuando me ve,
observándome por encima de su tenedor—. Los panqueques son una maravilla
culinaria.
—Lo dice el hombre que probablemente come frijoles en su tostada la mayoría
de los días. —Hago una mueca.
—Eso son judías con tostadas para ti, y no, demasiados carbohidratos —dice
alrededor de un bocado, antes de ofrecerme un guiño mientras señalo su plato
cargado de carbohidratos con una expresión de perplejidad en mi cara—. ¿Quieres
un poco? Hice que nos trajeran una tonelada de desayuno.
—Ya me di cuenta. —Miro los montones de comida y me pregunto si está
113 esperando que aparezca un ejército de personas, porque es imposible que los tres
podamos comer todo eso.
—Pensándolo bien, no comas. Guarda los panqueques para mí. —Se ríe
mientras se echa hacia atrás en su silla, dejando que sus ojos recorran mi cuerpo de
arriba a abajo cuando me detengo ante él, con las manos en las caderas y la
determinación en lo más profundo de mis huesos.
—Tenemos que hablar.
—Pensé que estábamos hablando.
—No podemos hacer eso de nuevo. —Ya está, está ahí fuera. He dicho lo que
tenía que decir, pero que me maldigan si mi cuerpo se rebela contra lo que he dicho.
—¿Eso? Como el sexo increíble, ¿ese tipo de eso? Porque si esas son las tonterías
que dices, puedes volver a salir por esa puerta y olvidarte de que has entrado aquí.
—Hace un gesto con el tenedor, con una amplia sonrisa, pero luego empieza a
desvanecerse cuando se encuentra con mis ojos y ve que hablo en serio—. No estás
bromeando, ¿verdad?
Me encojo de hombros.
—Es poco profesional de mi parte estar trabajando a tu lado, representarte a ti
y a la liga en cierto sentido, y luego… estar durmiendo contigo por la noche.
—¿Según quién? —Deja el cuchillo y el tenedor y cruza los brazos sobre el
pecho.
—Según la ética. Según todos los que piensan que uso mi apariencia para ganar
clientes. Según…
—Espera. ¿Qué hay de usar tu apariencia para ganar clientes?
—Es una larga historia. —Suspiro y me pongo de pie—. Y no importa. Lo que
importa es esto: tú y yo. Ya no podemos hacer esto. Teníamos una picazón, la
rascamos y ahora ambos estamos satisfechos.
—¿Satisfechos? —Resopla—. Habla por ti.
—Lo digo en serio. Estoy representando el negocio de mi familia mientras
trabajo en este contrato. Si alguien se enterara, no solo quedaría mal para mí, sino
también para Kincade Sports Management.
—Entonces no dejaremos que nadie se entere.
—Eso es más fácil de decir que…
—¿Qué? ¿Que no es asunto de nadie con quién te acuestas? —Se levanta y da
unos pasos hacia mí. Cada parte de mí reacciona ante su cercanía, y me disgusta por
ello. Baja la voz—. ¿Estás diciendo que no disfrutaste anoche, Lennox? ¿Me estás
114 diciendo que las marcas de arañazos en mis brazos no son reales? Tú y yo sabemos
que estuvo bien. Que sería incluso mejor la próxima vez. Un poco de diversión
nunca hace daño a nadie.
—Exactamente. Nos divertimos un poco. Solo puede complicarse más a partir
de aquí y yo detesto lo complicado. Creo que ya has tenido suficientes
complicaciones en el último mes para toda la vida. —Doy un paso atrás pero él da
uno adelante, así que no gano espacio entre nosotros—. Lo siento, pero ya he tomado
una decisión.
—¿Por qué? No eres mi agente, y no me estás reclutando así que…
—Se te abrió el apetito, ¿verdad? —pregunta un desaliñado Johnny, que entra
con las gafas de sol puestas, el cabello revuelto y la ropa completamente desajustada.
Rush mira en dirección de Johnny mientras yo me quedo mirándolo,
preguntándome si me acaba de salvar la campana.
Pero sé que no es así. Esta conversación todavía tiene que darse con Rush.
—Sírvete el desayuno —dice Rush—. Realmente quería algunos panqueques.
—Gracias, amigo —dice Johnny y luego nos mira una vez más, con un trozo
de tocino a medio camino de su boca, mientras nos mira fijamente—. Dios. ¿En serio?
—Emite un dramático suspiro cuando se quita las gafas de sol y se estremece ante la
brillante luz del sol—. Sabía que olía a sexo anoche cuando llegué a casa.
—¿Qué? —Me río de las palabras, las mejillas se calientan.
Johnny mira de Rush a mí y luego de vuelta.
—Ustedes dos son una explosión de feromonas si alguna vez lo he visto. ¿No
podrían haber esperado un poco? —Se queja y luego se deja caer en el taburete de la
isla y empieza a tirar la comida en uno de los platos de papel que Rush ha dejado
fuera—. Ahora esto va a ser como una madriguera de conejos con ustedes dos
follando por todas partes. Esto no es para lo que me apunté.
Me resisto a reír. Rush no lo hace.
—Tú eres el que responde por los dos, así que al menos hemos elegido bien.
—No he respondido a una mierda. —Va a la nevera y toma una cerveza, el
chasquido de su apertura resuena en la cocina mientras se vuelve a sentar—. De lo
que sí respondo es de esas sonrisas que tienen los dos en la cara.
—Eso es —murmuro.
—¿No tienes vergüenza? —me pregunta.
—Lo dice el hombre con resaca, y que probablemente esconde a alguien
115 enredada en sus sábanas arriba.
—Se llama Heidi —dice alrededor de un bocado de comida—, y no, no está en
mi cama. Sabía que si se despertaba y veía a Rush, me dejaría tirado al darse cuenta
de que él está mucho más sexy. Pensé en mitigar esa incomodidad enviándola antes
de que se despertaran.
—Bueno —dice Rush—, no puedo decir que la culpe por pensar eso. —Y se
gana una mirada de Johnny y mía.
—Gracias por librarnos del gran ego de Rush —añado.
—Esto está muy bueno. —Mira la bolsa de la comida para llevar—. Tendré que
volver a probar este sitio. —Otro bocado. Otro sorbo de cerveza—. Todo lo que pido
es que ustedes dos, monos de mierda, no ensucien las superficies de la casa. —Rush
y yo nos damos una mirada el uno al otro. Johnny se congela—. Joder, hombre.
Rush mira la isla en la que está sentado, y Johnny retrocede, su taburete golpea
el de al lado con un ruido seco.
—¿De verdad? ¿La encimera de mi cocina? —chilla.
Rush se ríe.
—No, amigo —miente Rush—. Aunque tu cama es bastante cómoda.
Johnny me mira fijamente y yo ya no puedo contener la risa.
—No tuvimos sexo en tu cama. Solo el Señor sabe lo que podríamos
contagiarnos si lo hiciéramos.
—Son unos idiotas —dice Johnny mientras se sienta de nuevo a comer—.
Simplemente no lo sean —hace un gesto con la mano alrededor—, ya saben. No me
dejen atraparlos o alguna mierda. No es algo que quiera ver.
—¿Debería ofenderme? —me burlo.
—No, lo último que necesito ver es la polla de ese cabrón. Me quedaría con un
complejo de inferioridad para el resto de mi vida.
—No te preocupes por eso —dice Rush apoyando la cadera en la isla y
cruzando los brazos sobre el pecho, como si fuera un comentario cotidiano sobre lo
inferiores que se sienten los hombres a su lado—. Cuando entraste, Lennox me
estaba diciendo por qué no podemos seguir follando de todos modos.
Miro fijamente a Rush, enojada porque intenta involucrar a Johnny en nuestra
discusión, sin duda para que tome partido.
—Ella es inteligente —dice Johnny y me señala con su tenedor—. Intenta que
mantenga la cordura.
116 —Le decía que no creo que eso vaya a suceder —dice Rush, con esa sonrisa
suya tan devastadora como siempre—. ¿Por qué rechazar algo bueno?
Engancha un brazo sobre mi hombro y yo lo retiro físicamente apartándome.
Estar cerca de él no es lo que necesito ahora.
—No va a volver a pasar —digo y tomo un trozo de tocino.
—¿Estás segura de eso? —pregunta Rush.
—Lo estoy —digo y suspiro—. Con esa observación, tengo que ducharme y
prepararme para el trabajo.
—¿En mi baño? —pregunta Rush.
—No, en el mío.
Y con una última mirada hacia él, salgo de la cocina, dejando a los dos y su
testosterona solos.
Lo curioso es que, a pesar de tener sexo con Rush, el magnetismo no se
desvaneció.
Siempre se desvanece. Siempre pierde su brillo.
Entonces, ¿por qué, mientras subo las escaleras una a una, me admito a mí
misma que esto va a ser mucho más difícil de lo que debería ser?
Que trabajar con Rush y mantener mis manos lejos de él va a ser un reto difícil.

117
Rush
H
a estado evitándome.
Puede decir que no. Puede fingir que está ocupada con los
cientos de llamadas que atiende cada día. En un momento dado,
saca a un deportista de sus dudas, y al siguiente se muestra como
un bulldog mientras negocia lo que quiere con un equipo.
Es impresionante.
Es excitante.
118 Cualquiera que diga que no le gusta una mujer que es dueña de su confianza
debe tener una pequeña polla y poco sentido común. Porque Lennox… diablos,
Lennox es una completa y absoluta tipa ruda.
Definitivamente es sexy.
Y también es un dolor en mí trasero porque Cristo, esa mujer y su coño han
dejado su marca en mí. Tal vez no tanto una marca; aparte de las marcas de arañazos,
sino un hambre.
¿Pero no es ese el problema? Yo la he tenido y sé lo buena que es. A diferencia
de todos los demás cabrones que se preguntan si es tan sensacional como parece.
Levanto la mano porque puedo dar fe de que lo es.
La he tenido. La quiero de nuevo.
Tal vez decirme que está fuera de los límites ha alimentado ese fuego.
O tal vez solo la quiero.
En cualquier caso, aunque admiro su moderación, sus razones son una mierda.
Y se lo diré en la primera oportunidad que tenga cuando no esté rodeada por
Cannon o los otros bastardos que compiten por su atención.
—Definitivamente no es difícil de ver, ¿verdad?
Hablando del diablo. Miro a Cannon y noto que sus ojos miran hacia el mismo
lugar que los míos.
Lennox lleva uno de esos trajes de negocios que usa; pantalones azul marino,
una chaqueta a juego y una suave camisola de seda debajo; y un par de zapatos de
tacones altos color nude. Lleva el cabello recogido en una especie de trenza gruesa
con algunas partes sueltas que le enmarcan el rostro. Lleva puestas las gafas de sol
y tiene el teléfono pegado a la oreja mientras camina de un lado a otro en el túnel
que lleva al estadio. Gesticula mientras habla, y su risa se oye en el campo.
—No, amigo, no es difícil para los ojos en absoluto —murmuro mientras cada
parte de mí se rebela ante el hecho de que la esté mirando.
—Puedes agradecerme que la haya subido a bordo de este proyecto. Finn trató
de disuadirme, ya sabes, pero ¿puedes culparme?
¿Por qué carajo haría eso Sanderson? Y seguramente Cannon la contrató por sus
habilidades y méritos, no porque esté buena…
—Cené con ella anoche. Definitivamente es suficiente para desafiar a cualquier
hombre. Menos mal que me gustan los retos.
Mis manos se cierran en un puño por reflejo. Como si fueras a tocarla, imbécil.

119 —No sabía que ustedes dos eran algo.


—No lo somos. —Se encoge de hombros y emite una risa cien por ciento de
cabrón—. Al menos, todavía no.
—Buena suerte con eso. He oído que ya está enamorada de otro.
—¿Señor McKenzie? Ya casi estamos listos para usted —me dice alguien de
relaciones públicas.
—De acuerdo. Ahora mismo voy. —Miro de ella a Cannon antes de caminar la
corta distancia hasta donde Lennox se está paseando.
Está terminando su llamada cuando me acerco, pero cuando nuestras miradas
se cruzan, me doy cuenta, por el repentino encorvamiento de sus hombros y la
sorpresa en su expresión, de que tengo razón: definitivamente me está evitando.
—Estás aquí —digo mientras ella acorta la distancia entre nosotros. Huele a sol
y a aceite de coco. A sexo y deseo. A lo que este hombre necesita y quiere.
—Es mi trabajo estar aquí —dice, mirando a cualquier parte menos a mí.
—¿Vas a quedarte ahí con tu teléfono y a ignorarme como en los últimos días
o vas a prestarme atención de verdad?
—No te estoy evitando. Soy una mujer ocupada y esta no es mi única
responsabilidad.
—Me estás evitando. Son los tatuajes, ¿no? ¿Asustan a las mujeres o hacen que
acudan a mí en masa?
—¿Masa? —Sonríe—. Dudo que sean los tatuajes —murmura, pero a través de
sus gafas de sol puedo ver cómo sus ojos se dirigen al sinuoso lío de tinta de mi
bíceps.
—Entonces debe ser el tamaño de mi polla. Aunque no puedo decir que haya
tenido muchas quejas cuando se trata de eso.
—Si estás tratando de agradarme, no es la mejor manera de hacerlo:
diciéndome que solo soy una muesca en un poste de la cama lleno de muchas.
—¿Lo estoy? ¿Como en tiempo presente? Así que sigues pensando en nosotros
en el presente en lugar de en el pasado. —Levanto las cejas.
—Ya sabes lo que quiero decir —dice y pone los ojos en blanco.
—Sé lo que quieres decir, y no, no eres una muesca en el poste de mí cama. Ni
mucho menos, pero misión cumplida, he conseguido que me hables. Y acéptalo, me
echas de menos. Dijiste que no podíamos, pero empiezo a pensar que todavía
quieres. —Me inclino más cerca y susurro—: No te preocupes. Sé que me ves y que
cada parte de ti dice que sí, pero siendo la mujer sensata que eres, intentas hacer lo
correcto. Jugar según las reglas. Lo entiendo. Lo hago. Pero, Lennox, a veces se siente
120 bien estar tan mal.
Su rápida toma de aire me dice que hay más cosas entre nosotros por explorar.
Como la cama. La piscina. Tantas superficies. Tantas y tantas.
—Admiro tú persistencia. Lo hago. Y nunca dije que no quisiera volver a
acostarme contigo —dice mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie más
la escuche—. He dicho que no puedo, que no es profesional.
Tarareo un sonido restándole importancia y luego llevo una mano a su nuca
mientras mis labios encuentran los suyos. Es breve, pero aprovecho su momentánea
conmoción para tomar más de lo que deseo desesperadamente.
Y tan pronto como lo hago, rompo el beso y doy un paso atrás, mi sonrisa se
extiende lentamente, porque no quiero darle la satisfacción de mostrar que la estoy
persiguiendo. La otra parte de mí se muere por demostrarle que su juego no
funciona, que todavía tengo la intención de tenerla. Y la parte celosa y jodida de mí
quiere asegurarse que Cannon me vea para que se pregunte qué demonios está
pasando.
—¿Qué…? ¿Qué estás…?
—Es hora de ir a trabajar —digo sin más que un guiño y una risa mientras dejo
atrás ese hermoso y confuso rostro suyo sin dar explicaciones.
Y voy a trabajar. La fila de niños y adultos se extiende por la explanada del
estadio. Las prendas del Liverpool están en sus manos y listas para que las firme
cuando lleguen al principio de la fila.
—Gracias, amigo —le digo al joven que tengo enfrente.
—Quiero ser como tú algún día —dice—. Me refiero a la parte de futbolista.
No la otra parte. Mi madre dice que te colgaría de las bolas por hacer lo que hiciste.
—¡Hank! —Jadea su padre, mortificado por el comentario, e intenta reprimir
la risa.
Mi propia sonrisa es difícil de combatir cuando miro a este niño de diez u once
años y sé lo sabelotodo que era yo a su edad.
—Lo siento mucho —dice el padre—. No sé…
—Está bien —digo y levanto la mano en un gesto que indica que no me ofende.
No es peor que las insinuaciones que me han hecho durante todo el día con cada
pregunta de la prensa—. ¿Sabes lo difícil de ser futbolista, Hank? Que te pone en el
ojo público cuando lo único que te importa es lo que dejas en el campo. Y lo que es
peor, a veces se dicen cosas de ti, cosas que no son ciertas, y no importa si hablas de
ellas o no, porque la gente va a creer lo que quiera a pesar de todo. ¿Entiendes lo que
digo?
121
—Sí, señor.
—Así que tienes que entrenar todos los días. Tu juego de pies, tus movimientos
de habilidad, tus tiros. Y también tienes que ser duro, porque siempre habrá críticas,
siempre habrá rumores que no son ciertos, y gente que intentará derribarte. Lo único
que puedes controlar eres tú. Así que entrena duro, mantente en tu carril, y haz caso
omiso a la negatividad. ¿De acuerdo?
Alcanzo el otro lado de la mesa y choco los puños con él, pero cuando miro en
mi periferia, Lennox está de pie, con la cabeza inclinada y los ojos fijos en los míos.
Hay algo en la mirada que me dirige que dice que me ha escuchado y que lo
entiende.
Es la sensación más extraña porque en esta tormenta de mierda de Rory-Esme,
no he experimentado ni esperado que alguien que no me conozca considere que no
lo hice. Hasta ahora. Hasta la sonrisa de Lennox.
—Sí, señor. Voy a entrenar duro. Lo prometo.
—De acuerdo entonces. No puedo esperar a jugar contigo o contra ti algún día.
Adiós, Hank. Disfruta del juego.
Su padre asiente en agradecimiento a mi respuesta fría después de lo dicho.
Diablos, no es culpa del niño. Él solo está repitiendo lo que sus padres imbéciles
dijeron.
Los veo alejarse y luego me vuelvo para mirar al siguiente en la fila, y antes de
que el chico diga una palabra, conozco su historia… o una versión de ella.
Lo sé, porque es como mirar en un espejo una versión más joven de mí. Tiene
el cabello largo, las mejillas hundidas, los ojos muy abiertos por la emoción de
conocerme, pero hay una profundidad de tristeza detrás de ellos que no puedo
explicar. Solo lo sé. Es el cansancio de sentirse siempre menos. Es un cansancio que
viene de la preocupación de si has comido demasiado de tu desayuno esta mañana
porque estabas hambriento, y por lo tanto no has dejado suficiente para tu madre,
ya que solo había una porción. Es un cansancio por el miedo a que alguien descubra
que la suciedad de tus uñas se debe a que te cortaron el agua. Que se note que tu
ropa es un poco grande, porque la conseguiste en el Ejército de Salvación local en
un día de reparto para vagabundos.
También se ve en la cara de su madre. La desesperación por ser vista como una
madre que lo da todo.
Estoy cansada de tener dos trabajos, pero estoy aquí para que pueda ver a su
122 héroe.
Intento ser padre y madre a la vez para que tenga una mejor oportunidad en
la vida.
Espero que al conocerte a ti, él tenga el impulso y la esperanza de querer más
de lo que yo nunca podré darle.
Al igual que mi madre lo hizo por mí de innumerables maneras, como por
ejemplo formada en filas interminables para conocer al legendario futbolista Ian
Rush. El mismo futbolista al que idolatraba y por quien mentía y decía a mis
compañeros de equipo que me habían puesto el nombre.
El campo era el único lugar donde todos éramos iguales. El verde del césped
era donde yo era Rush McKenzie, cuyo juego de pies y determinación envidiaban
los demás chicos. Era el lugar donde se olvidaban de que yo era el chico al que nadie
conocía realmente.
Los dos me golpean en cada parte de mi pasado y de lo que me ha traído a este
futuro, y lucho por saber qué decir.
—Hola. ¿Y quién eres? —pregunto mientras me encuentro con sus ojos y luego
con los de su madre.
—Soy Scottie —dice con voz tímida mientras se preocupa por sus manos frente
a él.
—Hola Scottie. ¿Cómo estás hoy, mamá?
—Estamos muy bien, gracias. —Dirige sus ojos a la fila detrás de ella y luego
de nuevo a mí—. No tenemos nada para que firme. No podemos… —Su voz se
interrumpe cuando señala el puesto de venta situado a nuestra izquierda. Sé que se
refiere a que no pueden comprar nada para que lo firme—. Pero eres su favorito, así
que tenía que asegurarme de que tuviera la oportunidad de verte, ya que lo más
probable es que nunca tengamos la oportunidad de verte jugar en Inglaterra.
La sonrisa se me dibuja en la cara, mientras trago sobre el bulto de emoción
que se me ha quedado en la garganta.
He visto a madres como ésta unas cuantas veces a lo largo de los años, y sobre
todo debido a las prisas del acontecimiento, no me he parado a considerar la extrema
dureza que sufrió mi madre. Reconozco la mirada en sus ojos, porque la vi durante
años en los de mi madre. Pero ahora también puedo ver algo con una claridad
sorprendente.
Esta madre tiene probablemente la misma edad que tenía mi madre cuando
murió. Cuando lloró su última lágrima porque ya no estaría allí para mí. Y esta
123 mamá es igual.
Ella nunca se rendirá con su hijo. Ella empujará y presionará por el amor a su pequeño.
Dios, son momentos como estos cuando quiero marcar más la diferencia.
—¿Juegas? —le pregunto a Scottie, cuando por fin puedo sacar las palabras de
mi boca. Asiente—. ¿Cuántos años tienes y en qué posición?
—Tengo trece años y juego de central. —Su voz es muy tranquila.
—Un puesto muy importante. Significa que eres firme y fiable cuando es
necesario y agresivo cuando está justificado.
—Sí.
—Te diré una cosa —digo, luego me paso la camiseta por la cabeza y me la
quito—. Creo que esto te quedaría mejor que a mí.
Lennox
¿Q
uién es este hombre?
Su comentario al niño pequeño con el pelo rojo y pecas en
abundancia sobre no creer todo lo que escuchas, y la mirada que
me dio, es la razón por la que todavía estoy aquí. Todavía mirando.
Por eso lo estoy mirando cuando debería estar pensando en ese beso que me
plantó en público, en público, donde todos podrían haberlo visto.
Y así es como capto el cambio en su expresión, la suavidad, cuando se saca la
124 camiseta por la cabeza y se la firma al niño que lo mira como si fuera su héroe, con
una madre a su lado que tiene lágrimas en los ojos.
Doy unos pasos hacia adelante instintivamente, pero no puedo escuchar lo que
está diciendo cuando baja la voz, como si fueran los únicos dos en el mundo de Rush
en este momento. El niño mira a Rush con incredulidad grabada en cada línea de su
rostro.
Rush comienza a mirar a su alrededor como si necesitara ayuda, y cuando me
ve, me hace un gesto para que se acerque.
—¿Necesitas algo? —pregunto.
—Sí. Mmm… mi amigo Scottie será mi invitado a la exhibición de esta noche.
—Scottie tiene la mandíbula abierta y mira a su madre, que parece igual de
sorprendida—. ¿Puedes ayudarme a encontrar a alguien que les consiga a él y a su
madre algo de equipo y salgan al campo? Creo que pueden tener un lugar al final
del dugout con el resto del equipo.
—No. Lo. Creo. —Scottie apenas puede pronunciar las tres palabras ya que sus
brazos están a medio camino a través de la camiseta mientras se la pone.
Rush se vuelve hacia él, su sonrisa es genuina y asiente.
—Sí, amigo. ¿Si te parece bien a ti y a tu madre?
—Sí. Por supuesto. ¿Está seguro? —pregunta la mamá de Scottie, casi como si
no estuviera acostumbrada a que nadie hiciera algo así por ellos.
—Es un placer —dice Rush y luego me mira mientras Scottie está casi
rebotando fuera de sus zapatos—. ¿Puedes encontrar a alguien que me ayude con
eso, Lennox?
—Definitivamente. —Asiento y nuestras miradas se encuentran por un breve
momento. No conozco a Rush lo suficientemente bien todavía como para ser capaz
de leer cualquier emoción que esté nadando en sus ojos: compasión, comprensión,
una dulzura que no espero, pero definitivamente todas están ahí.
—¿Scottie y la señora?
—Daphne —dice su madre con una sonrisa rápida.
—Scottie y Daphne —digo—. ¿Por qué no me siguen y encontraremos a
alguien que pueda ayudarnos?
—Claro —dice Scottie.
—Puedo manejar eso por usted, señora Kincade. —Me sorprende la mujer del
equipo de relaciones públicas de la MLS, que se acerca a mí y les hace señas a Scottie
y Daphne para que la sigan.
125 —Gracias —dice Rush con una sonrisa—. También voy a necesitar otra
camiseta.
—Me encargaré de eso de inmediato —dice poniendo su mano en la espalda
de Scottie y dirigiéndola hacia nuestra izquierda.
Observo al trío mientras caminan hacia la parte interior del estadio. Scottie está
saltando y hablando con entusiasmo, mientras Daphne echa una mirada más hacia
donde Rush ahora está hablando con la siguiente persona en la fila. Tiene la más
suave de las sonrisas en sus labios, y juro que veo una lágrima deslizarse por su
mejilla.
Cualquiera que mire la escena pensaría que este fue un evento planeado.
Algunas relaciones públicas bien ubicadas para el jugador de fútbol malo cuya
reputación se ha visto afectada.
Pero estoy en el interior de esta máquina de MLS bien engrasada, y sé que esto
no fue un truco para obtener buena prensa. Fue Rush McKenzie mostrando un lado
más suave que no creo que muchos hayan visto antes.
Un lado que se supone que no debe tener. No porque no quiera que sea un
buen tipo, para nada, sino porque sé que estoy perdiendo la batalla con mi
determinación.
Sé que si veo mucho más de este agradable y cariñoso Rush, voy a ceder.
¿Cómo no querer estar con un hombre que trata a un niño como si fuera oro?
¿Y cómo puedes alejar a un hombre cuando crees que todos los demás lo han
entendido mal y estás obsesionada con descubrir por qué no está tratando de
demostrar lo contrario?
Tal vez es por eso que me quedo y veo el resto de la sesión con los fanáticos de
Rush cuando tengo un millón de otras cosas que hacer, como dar seguimiento a dos
nuevos prospectos de atletas y finalizar algunas negociaciones.
Quizás me imagino que si me quedo aquí el tiempo suficiente, habrá algo que
haga que amargará mi opinión sobre él. Lo he visto cientos de veces, los atletas se
van de estos lugares después de una hora porque está muy por debajo de ellos, o
cuando la fila es interminable, cortan todo rápido con los fanáticos.
Pero no Rush. Estoy más que impresionada con cómo se toma el tiempo para
todos y cada uno de los niños como si fueran los primeros en la fila. Siempre tiene
una sonrisa y palabras de aliento.
Y mi incapacidad para irme me explota en la cara. Para cuando termina y se
acerca a mí, antes de que se dirija a calentar para el juego de exhibición, me atrae
aún más. No solo porque es increíblemente guapo, sino porque aprendes mucho
126 sobre alguien por cómo trata a los demás, y él trataba a todos con gracia y gratitud.
—Oye —dice—. Todavía estás aquí.
—Como tú —digo, inclinando la cabeza hacia un lado, preguntándome qué tan
cansado está de estar “activo” durante las últimas cuatro horas. Ahora tiene más de
noventa minutos de fútbol.
—¿Te quedarás para el partido?
—Nah. El soccer no es mi deporte.
—Exactamente. Por eso necesitas verme jugar. Y el término adecuado es fútbol.
—Él guiña un ojo.
—Fútbol. Soccer. Es lo mismo. No es mi deporte —bromeo.
Él farfulla al toser.
—¿Qué, amor? ¿Te acabo de escuchar correctamente?
Asiento, aunque la sonrisa con la que estoy luchando dice lo contrario.
—Lo hiciste.
—¿Qué necesito hacer para convencerte de lo contrario?
Cruzo los brazos sobre mi pecho mientras lo miro y pongo los ojos en blanco
por derretirme ante su sonrisa juvenil.
—Soy una mujer difícil de convencer de cualquier cosa, Rush.
—¿Estás tirando el guante? Porque estoy bastante seguro de que me desafiaste
a convencerte de que el fútbol es emocionante. Y soy bastante competitivo… así que
una vez que te convenza de eso, sabes qué voy a lograr convencerte de otro asunto
muy importante.
Nuestras sonrisas coinciden y nuestros ojos se miran, mientras la gente se
apresura a nuestro alrededor para recoger las cosas antes de que la multitud pueda
pasar por las puertas para el partido de exhibición. La conexión que compartimos
sigue siendo tan fuerte como siempre, pero ¿cuán ridícula fui al pensar que la
evasión debilitaría eso?
No lo ha hecho.
No con él parado aquí con la luz del sol en su rostro y esos ojos poseyendo cada
emoción mía: confusión, deseo, desafío, anhelo.
—Ésta es la parte en la que me dices qué es lo que quieres, Lennox. Aquí es
donde me explicas por qué tus palabras dicen una cosa, pero tus ojos dicen algo
completamente diferente cuando se trata de nosotros.
127
—Necesitas prepararte para tu juego.
—Solo si te quedas y miras.
Me río.
—Estoy segura de que a Cannon le encantaría que dejaras esta extensa
producción por mi culpa.
—Me importa un comino Cannon, Lennox. —Y la forma en que hace el
comentario me dice que no está bromeando—. Así que te quedarás porque eres
obediente y sensata, y definitivamente no querrás crear un caos. Me quedaré porque
conseguiré hacer una tripleta y te deslumbraré con un juego de pies elegante. Una
vez que estés impresionada, hablaremos del resto.
—Creo que sufres de una grave falta de confianza en ti mismo —digo con
ironía a pesar de estar absolutamente encantada con este hombre.
—Voy a conquistarte, Nox —dice mientras da un paso atrás—. Como yo, el
fútbol es un gusto adquirido. Una vez que lo adquieres, no puedes resistirte a
escabullirte un poco en cada oportunidad que tienes.
—Definitivamente falto de autoestima. —No puedo evitar sonreír.
—Asegúrate de estar sentada al frente y al centro. No quiero que te pierdas
nada.
Y sin otra palabra, corre hacia la parte más abierta del estadio con dos de los
“lacayos” de Cannon siguiéndolo para asegurarse de que se cuiden todos sus
caprichos.
Miro hasta que desaparece de la vista y lo único que puedo hacer es reír. Tonto
arrogante.
Esta es la parte en la que debería decirme a mí misma que sobre mi cadáver me
quedo, porque no quiero darle a Rush la satisfacción de tener razón.
Pero si lo hago, entonces no podría experimentar todo lo que hay en Rush, y
no importa cuántas veces me diga a mí misma que estoy aguantando… parece haber
encontrado una debilidad mía.
Él.
La pregunta es, ¿qué voy a hacer al respecto?
¿La respuesta? Quedarme y mirar.
Por supuesto que sí. Observo cada pase de la pelota, cada pase realizado, cada
tiro al arco realizado, y en secreto me maravillo del talento natural de Rush.
128 Sin embargo, todo el tiempo, su comentario sigue corriendo por mi cabeza, casi
como para ayudar a justificar mi debilitamiento de la determinación.
No es asunto de nadie con quién te acuestes.
Y tiene razón. No lo es. Pero también conozco la percepción pública y el sesgo
profesional que se deriva de ella. Ese pensamiento me lleva a Rush y a lo que está
pasando en casa con él en Liverpool. Después de investigar un poco, hay bastantes
rumores sobre el capitán de su equipo. Ninguno de ellos lo pinta con la luz más
halagadora.
Entonces, si Rush estaba teniendo una aventura con Esme, tal vez fue porque
esos rumores sobre Seth y sus formas controladoras, y posiblemente abusivas, son
ciertos.
Sin embargo, si ese es el caso, ¿por qué Rush se queda callado? ¿Por qué siente
que Rush está recibiendo este golpe como si fuera un deber y no porque sea
culpable? Y si está con ella, ¿por qué me persigue?
—¡Goooooooooool! —grita el locutor un milisegundo antes de que todo el
estadio ruja. Salto al unísono con ellos, con las manos en el aire y la voz ronca—.
Número trece, Rush McKenzie, acaba de hacer un disparo increíble, damas y
caballeros. Ese es su segundo de la noche.
Rush choca los cinco con el resto de sus compañeros en este juego pseudo-All-
Star con los mejores jugadores de la liga compitiendo entre sí, antes de volverse hacia
mí y señalarme con una gran sonrisa como lo hizo después del primer gol.
Lo siguiente que hace es correr hacia donde Scottie y su mamá están sentados
en el banco, chocando los cinco con él antes de que todos los chicos procedan a
revolver el cabello en la parte superior de la cabeza de Scottie.
Mi sonrisa se siente permanente. Realmente me estoy divirtiendo.
No es como si alguna vez hubiera dudado de que pudiera hacerlo. Hay una
razón para que menudo se le mencione en los mismos círculos que Messi, Maradona,
Ronaldo e incluso Beckenbauer.
Pensé que odiaba este deporte: las largas carreras, las bajas puntuaciones, el
interminable ir y venir. Después de sumergirme por completo en este juego,
empiezo a pensar que no me gustaba porque no tenía a nadie a quien apoyar.
Pero ahora mismo, viendo a Rush poseer el campo cada vez que toca la pelota,
lo veo de manera diferente.
Su habilidad es fenomenal. Un juego de pies corriendo en círculos alrededor
de los demás. Una arrogancia que dice que lo sabe y que planea explotarlo cada vez
que tenga la oportunidad. Una gracia que se puede comparar a la de un bailarín pero
129 con la agresión de un luchador.
Si el rugido de la multitud aquí es estimulante, solo puedo imaginar cómo es
un juego sentada en un asiento en algún lugar de Inglaterra donde la capacidad de
la multitud es tres veces mayor que la de esta noche, y cada pase que Rush da a la
pelota es venerado o vilipendiado.
Cuando se anota su tercer gol hacia la última parte de la segunda mitad y se
logra tripleta, simplemente se vuelve hacia mí, extiende los brazos y hace una
reverencia.
Echo la cabeza hacia atrás y me río.
Es todo lo que puedo hacer, porque Rush McKenzie acaba de convencerme con
éxito de que el fútbol es un deporte emocionante.
Tanto es así que no puedo recordar la última vez que algo, o alguien, me
hipnotizó hasta el punto de que no tomé el teléfono para atender una llamada.
Y mi teléfono había estado sonando.
Pero no respondí.
No. En lugar de eso, me estaba volviendo un poco más lujuriosa por el recién
llegado tatuado montando un espectáculo para mí. Porque este hombre lleva su
corazón en la manga para aquellos que cree que merecen verlo. Y eso me encanta.

130
Rush
11 AÑOS ATRÁS

—V
amos, amigo, tienes que celebrar. Fue un puto truco de
sombrero —dice Rory, con la mano en la puerta, el teléfono
en la otra y un par de hermosas zapatillas atadas por los
cordones y colgando sobre sus hombros.
Suena estúpido porque tengo zapatillas. Zapatillas prácticas que me ayudan a
superar cada sesión de entrenamiento a la perfección… pero los de Rory son de un
negro y rojo deslumbrantes con un toque de blanco, un par de primera línea como
131 el que usan los profesionales. Parecen un lujo para tus pies, lo cual es ridículo pero
cierto. Demonios, para un niño que siempre tiene que hurgar en contenedores
usados para encontrar un par de zapatillas que me queden, daría cualquier cosa por
poder gastar trescientas libras en un par.
Algún día tendré un par así cuando firme con el Liverpool. Sé que lo haré.
—Gracias, pero estoy bien. Ustedes salgan sin mí. —Eso y no tengo dinero para
ir a celebrar. Seguro que él me daría el dinero en efectivo, pero mi orgullo es más
fuerte que mi necesidad de encajar con los muchachos. Además, todavía no les
agrado a todos.
Veo las miradas y los ojos en blanco cuando el entrenador me felicita. Siento
los abordajes que son un poco duros durante el entrenamiento y que se dan por
frustración porque este chico nuevo, yo, está amenazando con ocupar sus lugares.
—Con los muchachos no iremos a ninguna parte. Estoy hablando de ir a casa
de mi mamá y mi papá. Me llamaron por teléfono y me dijeron que vendrás a casa
conmigo para que puedas celebrar como es debido.
—Oh. —Pienso en Archibald Matheson y su presencia constante en el campo.
Su risa fuerte y comentarios rápidos a los entrenadores y otros padres. Y pienso en
cómo hace apenas dos meses se paró en la acera fuera de la tienda y me salvó de una
manera que no estoy seguro que se dé cuenta.
—La cocina de mi madre es mucho mejor que la mierda que estás recibiendo
aquí —dice mientras se me hace agua la boca. Nunca me quejaré de la comida que
me proporcionan porque el recuerdo de los dolores de hambre es demasiado
reciente, pero ¿comida casera? No puedo recordar a qué sabe realmente eso—.
Además, ella no acepta un no por respuesta. Parece que mi mamá y mi papá te
quieren más que a mí. Su risa resuena a través del pasillo vacío, y no puedo decir si
es molestia lo que escucho o dolor, pero una cosa es segura, suena frágil. Algo que
parece ser cada vez más últimamente.
—Eso no es cierto.
—Como sea, amigo. No me importa. Vamos.
Me siento allí y miro a Rory, quien se siente como el único amigo que tengo, y
me pregunto por qué estoy dudando.
—El resto de los chicos. Pensarán…
—A la mierda lo que piensen esos bastardos. Solo están preocupados porque
les pateas el culo en el campo y les haces quedar mal. Además, les dije que estás
conmigo. Te respaldo, Rush. Eso significa que no dirán una palabra porque saben
132 que mi padre hace la vista gorda o hace que cualquier problema en el que puedan
meterse desaparezca en la estación. —Asiente, nuestras miradas se encuentran, y me
pregunto qué es lo que ve cuando me mira, porque seguro que es algo diferente a
cuando todos los demás lo hacen.
Cuando no me paro, se adelanta para patear mi pie.
—Pronto estarás bien. Demonios, un sombrero esta noche ayudó con eso, ya
que a todos les encanta ganar.
—Y duele, ya que jugué todo el juego —digo.
—¿Y? —pregunta levantando las cejas y encogiéndose de hombros—. Vamos.
Ella está esperando y yo me muero de hambre.

Dejo la servilleta en mi regazo y miro hacia arriba para encontrar a Helen


Matheson mirándome con los ojos muy abiertos.
—¿Así qué? ¿Te gustó?
Mis ojos casi se salen de mi cabeza.
—Sí. Lo siento. ¿No dije que sí? Fue… —Maravilloso. Increíble. Cocina
casera—: mi nueva comida favorita.
Ella aplaude mientras Archibald se ríe.
—Estoy tan contenta —dice como si estuviera nerviosa de que realmente me
fuera a quejar—.Después del partido que jugaste hoy, merecías algo especial.
Echo un vistazo al otro lado de la mesa hacia Rory y me siento incómodo.
—Rory pateó traseros, lo hizo muy bien hoy también. Creo que va a ser un
buen defensor si terminan manteniéndolo allí.
—A Rory le irá bien donde quiera que juegue, siempre y cuando siga
practicando —dice Archibald con desdén mientras toma un sorbo de brandy—. Pero
tú, Rush. Estuviste magnífico hoy.
Moviéndome en mi asiento, me siento incómodo por el elogio, pero ofrezco
una sonrisa o un comentario cuando es apropiado durante el resto de la comida.
Rory incluso me hace una mueca en un momento y nos echamos a reír.
Pero es solo cuando la cena está terminada y la señora Matheson sale con un
pastel iluminado con velas que miro dos veces cuando comienzan a cantar,
incluyéndome a mí. Ella se ríe mientras lo deja frente a mí. Y cuando termina el
133 canto, todos me miran expectantes.
—Sabemos que no es hasta dentro de dos semanas, pero queríamos ayudar a
celebrar tu cumpleaños correctamente —dice Helen—. Feliz cumpleaños, Rush.
Parpadeo hacia ella… y trago las lágrimas. Me recuerda la última vez que se
celebró mi cumpleaños. Era mi duodécimo cumpleaños y mi madre estaba sana y
feliz. Había conseguido un trabajo extra como camarera que le decía que no
necesitaba, pero cuando abrí mi regalo, entendí por qué. Me había comprado una
camiseta del Liverpool. Habíamos llorado juntos cuando lo abrí.
Es el último gran recuerdo que tengo de ella, antes de los tratamientos, la caída
del cabello y el dolor. Antes de perder su trabajo, porque perdió muchos turnos por
estar enferma. Cuando nos acurrucamos juntos en ese pequeño apartamento, para
que pudiera mantenerla caliente y tratar de hacerla reír a pesar del dolor.
—¿Rush? ¿Hijo? Lo siento, no me di cuenta de que esto te molestaría. Te
prometo que no estoy tratando de tomar el lugar de tu madre.
Estoy tan jodidamente avergonzado por las lágrimas que aparto la única
lágrima que dejé resbalar por mi mejilla con el dorso de la mano tan rápido como
puedo.
—No. Esto es algo… es bueno. Bien. —Me siento como un idiota—. Es solo…
no puedo recordar… solo hemos sido mi madre y yo quienes celebramos mi
cumpleaños.
—Ya no. Cualquier amigo de Rory es familia para nosotros —dice Archibald
en ese profundo barítono suyo.
—Vamos, pide un deseo —dice Helen.
Cuando cierro los ojos, deseo el único otro deseo que he tenido que no sea
salvar a mi madre: deseo jugar en el Liverpool F.C. algún día.
Y es solo después de que apago las velas y Rory se queja de lo lleno que está
que Helen me entrega un regalo envuelto.
—¿Qué cumpleaños está completo sin un regalo? —dice Archibald mientras
Rory sonríe en su asiento frente a mí.
—Ya han hecho más que suficiente. No puedo aceptar nada más
—Adelante, amigo. Te prometo que te encantará —dice Rory.
Abro el paquete y me quedo mirando el mismo par de zapatillas que ansiaba
locamente horas antes. Jodido infierno. ¿Qué digo?
—No puedo, esto es demasiado. Gracias, pero…
134
—Tonterías, hijo. Uno de los mejores futbolistas que he visto jugar en mucho
tiempo merece tener lo mejor para sus pies —dice Archibald.
—Estos son caros. Gracias, pero como dije, no puedo aceptarlos.
—Puedes y lo harás —dice Archibald con una finalidad que silencia la
habitación—. Díselo, Helen. Dile lo que me preguntaste a principios de esta semana.
Tanto Rory como yo miramos de su padre a su madre antes de que Helen
finalmente hable.
—Queremos que pienses en este lugar, esta casa, nuestra familia, como tu
hogar. Rory nunca ha tenido un hermano y Archibald dice que no tienes familia.
Que también necesitas una familia estable que te ayude en el campo… y queremos
que sepas que nos ha encantado tenerte aquí las pocas veces que Rory te ha traído a
casa y —se pasa las manos por los muslos como si estuviera nerviosa—, estoy
divagando. No es mi intención y no quiero excederme, pero queremos que te quedes
aquí con nosotros durante las vacaciones y cuando tengas descansos de la academia
o cuando las cosas se pongan demasiado locas donde te estás quedando.
Mi cabeza da vueltas ante la oferta. En la sensación de normalidad, hogar y
calidez que siento cuando estoy en esta casa. Por tener a alguien como Rory en mi
vida que me cuide.
—No sé qué decir.
—Di que sí —dice, con las cejas arqueadas y la esperanza en sus ojos—.
Siempre quise tener dos hijos. Era mi sueño, pero no pude tener más hijos después
de Rory y así… no lo sé, pero cuando Archibald sugirió esto, pensé que tal vez esta
es la forma en que Dios me da dos niños. —Su sonrisa, hay algo en la calidez en ella
que me recuerda a mi madre en este momento. Haría cualquier cosa para que
permaneciera y así poder recordarla un poco más.
Dios, la extraño.
Dios, extraño… ese sentimiento de pertenencia. De no estar solo.
Me aclaro la garganta. No estoy seguro de qué decir.
—Estoy bien con eso, si eso quieres, amigo —dice Rory asintiendo.
—Claro, sí. No sé qué decir más que gracias… pero todavía no puedo
quedarme con las zapatillas.
Y por Dios, cuando Rory y yo salimos de allí dos horas después, tenía la caja
con las zapatillas metidas debajo del brazo y mi cabeza era un torbellino de
pensamientos.
—¿Vienes conmigo? —pregunta Rory cuando la acera se divide y doy un paso
135 hacia los dormitorios.
—¿Dónde? —pregunto.
—A fumar.
—Sabes que no fumo.
—No ese tipo de humo, Rush. El otro tipo que hace que todo se acelere y se
sienta bien. —Se mueve sobre sus pies, mete las manos en los bolsillos y levanta las
cejas mientras lo miro en estado de conmoción. Es hijo de un policía. No sé por qué
pensé que el hijo de un policía nunca haría eso—. Ve a dejar tus zapatillas. Te
esperaré aquí.
—No. No, gracias. —Finalmente me libero de la conmoción para responder—.
Tengo una mierda que hacer.
—Vamos, no seas un idiota, Rush. Si vamos a ser hermanos, amigo —dice con
un guiño—, es hora de que conozcas todos mis secretos —Su risa flota a través de la
noche.
—No te estoy juzgando —digo.
—A veces solo necesito una liberación para lidiar con ellos. Ser perfecto puede
ser abrumador. —Me da un puñetazo en el hombro—. Menos mal que ahora puedes
ser eso por los dos. —Ríe mientras da unos pasos hacia atrás—. ¿Estás seguro?
—Estoy seguro. —Fuerzo una sonrisa y veo a Rory trotar en la dirección
opuesta, preguntándome cómo diablos puede dar el cien por cien en el campo
mañana después de drogarse esta noche.
¿Cómo puede faltarle el respeto a sus padres haciendo esa mierda después de
todo lo que han hecho por él?
Todo lo que daría cualquier cosa por tener.

136
Lennox
—¿ Señorita Kincade? —Vuelvo a mirar por encima del hombro
hacia donde está parada la asistente de Cannon con las manos
entrelazadas frente a ella y una suave sonrisa en su rostro.
—Oh, hola, Maggie. No te vi allí. ¿Qué pasa?
—El señor Garner la está buscando. Dice que la presentación comenzará pronto
y quería asegurarse de que estuviera a su lado.
—Oh sí. Claro. —Miro hacia atrás, a los gerentes generales de los dos equipos
137 de la MLS con los que acababa de hablar—. Si me disculpan. Definitivamente quiero
terminar esta conversación después de la cena.
—Perfecto. Estoy más que interesado en escuchar sus pensamientos sobre el
estado de la liga —dice uno de ellos.
—Se encontrará con usted detrás del escenario momentáneamente —dice
Maggie, mientras señala un pequeño pasillo que conduce hacia la parte trasera de la
pequeña área de conferencias.
—Genial. Correré al baño de mujeres y luego me encontraré con él allí.
La función de esta noche es el intento de Cannon de agasajar con vino a los
anunciantes y patrocinadores potenciales al tenerlos a todos en un solo lugar con los
entrenadores y la gerencia de cada equipo de la liga. Por supuesto, Rush es el gran
atractivo, así como el murmullo constante sobre si está aquí para jugar para siempre,
y si dará a conocer el nuevo plan de marketing de la liga para la próxima temporada.
Por suerte para mí, no he tenido mucho contacto con Rush, porque ese hombre
es absolutamente impresionante con un esmoquin negro. De esos que hace que te
quedes parada en el sitio y te lo quedes mirando mientras tienes que levantar la
mandíbula del suelo.
Me dirijo hacia la parte trasera del salón de baile y me sobresalto cuando
levanto la mirada para ver a Finn parado allí.
—Mírate toda bien vestida y sin ningún lugar adonde ir —dice con esa sonrisa
condescendiente en los labios.
—Vete al infierno, Sanderson. —Necesito de toda mi fuerza de voluntad para
no pasar de largo, porque es la última persona a la que quiero ver en este momento,
pero sé que tengo que jugar a ser agradable. Su aparición inesperada me dice que le
preocupa que le robe a Rush.
Bien. Debería estarlo.
—Percibo cierta hostilidad, Lennox.
—Y yo percibo a un agente que tiene un poco de miedo de que su plan de
expulsarme de un proyecto haya fracasado y ahora le preocupa que pueda robarle
a su más preciado cliente.
—No tengo a ningún preciado cliente.
—Ay. —Frunzo mis labios y lo miro. Conozco este juego. Restarle importancia
a su atleta como si no fuera importante para hacer que la tentación de robarlo sea
mucho menor—. No dejaría que Rush te oyera decir eso.
—¿Hablas sobre mí con él, supongo?
—Tengo mejores cosas en las que perder el tiempo que hablar de ti. —Muestro
138 una sonrisa asesina—. Ahora, si me disculpas, tengo un trabajo que hacer.
—Supongo que la pregunta que debería hacer es si ya te has acostado con Rush.
Sus palabras me detienen en seco justo cuando paso a su lado.
¿Qué demonios?
Me quedo sorprendida por lo descarado que es, pero cuando me vuelvo para
mirarlo, mi expresión no muestra nada de eso.
—¿Perdona?
—Bueno, te acuestas con clientes antes de robarlos… ¿tal vez como una forma
de robarlos porque eso es todo lo que tienes para ofrecerles? Entonces, si aún no te
has follado a Rush, entonces no tengo nada de qué preocuparme.
La mirada con la que me mira es pura condescendencia y necesito de toda mi
fuerza de voluntad nuevamente para no empujarlo y golpearlo.
—¿Cuándo te volviste tan idiota? —Entrecierro los ojos mientras trato de
comprenderlo.
Él se encoge de hombros.
—No puedes culpar a un agente por venir a ver por sí mismo si estás a la altura
de lo habitual.
—Quiero decir, solías agradarme. ¿Todo ese dinero y poder que has ganado a
lo largo de los años no compensó lo suficiente lo pequeño que tienes el pene?
Se ríe sonoramente mientras doy otro paso hacia la puerta, y sé que su falta de
respuesta rápida significa que en secreto está asustado por si mi hermana, Chase,
me dijo algo sobre él, o la falta de algo.
Perfecto.
Se lo merece.
Pero no hace nada para acallar mis pensamientos dispersos mientras camino
por el pasillo hacia el baño. ¿Realmente acaba de decir eso? Acaba de…
Grito cuando alguien me agarra del brazo por detrás y me lleva a una pequeña
habitación en el pasillo principal. Pero mi miedo no dura mucho cuando los labios
de Rush ahogan el sonido mientras me empuja contra la puerta que acaba de cerrar.
Mis manos golpean contra su pecho como consecuencia de estar muerta de
miedo, mientras mis labios reaccionan y disfrutan del beso con el que él se adueña
de mis labios. El beso que he anhelado y en el que pensé una y otra vez a pesar de
que me decía a mí misma que no podía tenerlo.
Hay una desesperación hambrienta en ello. Deseo carnal. Cuando su lengua
139 toca la mía, la siento desde la punta de mis dedos hasta la punta de mis pies.
Y sus manos. Extrañaba la sensación de ellas. Cómo me tocan con reverencia y
urgencia a parte iguales.
Por mucho que quiera rogarle que no se detenga, inhalo entrecortadamente
cuando lo hace. Estamos a centímetros de distancia, la necesidad, el deseo y la lujuria
que sentimos el uno por el otro más que evidente en los sonidos entrecortados de
nuestras respiraciones llenando esta pequeña y oscura habitación.
—Rush. —Piensa en ti, Lennox—. No podemos… no puedo hacer esto. —Finn
podría estar afuera de esta puerta.
—Acabamos de hacerlo. Y todavía podemos. —Se ríe, mientras la confusión
cubre su rostro.
—No, no podemos. ¡Argh! —Doy un paso a su alrededor y doy unos pasos
para ganar algo de distancia y, con suerte, recobrar el sentido.
—¿Por qué no podemos?
—Por Cannon. Y Finn. Y… simplemente no podemos.
—¿Qué diablos tienen que ver Cannon y Finn con quién nosotros nos
acostamos? —Entonces, casi como si algo lo golpeara de una vez, da un paso hacia
atrás—. Es Cannon, ¿no? Quieres a Cannon en vez de a mí.
—Oh Dios mío. No. —Me río, completamente desconcertada por su
suposición—. No es porque quiera a Cannon. Es… es complicado, y tengo que irme
ahora mismo porque, por supuesto, tengo que estar ahí con Cannon y presentarte a
los invitados. Para colmo, no quiero que Finn nos vea salir de aquí y…
—¿Finn está aquí? —pregunta, claramente sorprendido cuando asiento—.
Entonces supongo que será mejor que empieces a hablar rápido.
—Rush. —Su nombre es un suspiro de resignación.
—Dime por qué, Lennox. Explícame por qué una química tan fuerte como la
nuestra, del tipo que choca entre sí cada vez que estamos cerca, debería ignorarse.
—No tenemos tiempo para seguir con esto.
Da un paso frente a la puerta.
—Sí, lo tenemos.
Lo miro fijamente, con las manos en mis caderas, y sé que no va a retroceder
hasta que le explique lo que realmente necesita saber.
—Todo esto… promocionar la liga por un corto periodo mientras la Premier
League está fuera de temporada y como un medio para alejarte y dejar que todo se
olvide allí, es todo una artimaña. Está tratando de agasajarte con vino e
140 impresionarte para que te quedes aquí.
—Cualquier persona inteligente podría asumir eso —dice—. Es inteligente por
su parte. —Hace una pausa como si fuera a decir algo más, pero entonces se
detiene—. Sin embargo, eso no es lo que me estás ocultando.
—Cannon me atrajo aquí con el pretexto de que analizaría con él sobre cómo
la liga podría ofrecer mejores paquetes a sus jugadores. Quería beneficios y
compensaciones más estructurados para mantenerlos contentos, para asegurarse de
que querrían jugar aquí en lugar de ser atraídos hacia el extranjero.
—¡Que siga soñando! —Resopla.
—Exactamente, pero una vez que firmé el contrato, me informó que mi
propósito impulsado por incentivos en este puesto es reclutarte para que te quedes
aquí.
—Bien. —Prolonga la palabra, su expresión pensativa—. Entonces no podemos
dormir juntos porque…
—Porque Cannon tiene metido en la cabeza que necesito ser tu agente. Que
necesito alejarte de Finn y representarte yo misma. Piensa que si estás conmigo,
obtendrá lo que quiere: su brillante estrella de la que dependerá el éxito de la liga.
—Emito un suspiro frustrado—. Él cree que seré su marioneta, a falta de un término
mejor.
—Entonces, definitivamente no te conoce —Rush se ríe—, porque la mujer que
conozco nunca dejaría que nadie se adueñara de ella ni de sus decisiones.
Me encantaría hacer una pausa y dejar que ese cumplido penetre, porque lo
que dijo Rush me alegra. Él cree en mí, pero no puedo permitir que eso afecte al
hecho de que dormir con él todavía causa un problema.
—Gracias. Pero, ¿puedes ver cómo esto es un problema en general? —
pregunto, mientras Rush se me queda mirando fijamente—. Es un mal movimiento
si me preguntas mi opinión.
—¿A qué te refieres? —pregunta. Hay una intensidad en él en este momento
que me pone nerviosa. No estoy segura si se va a enfadar conmigo o… no lo sé, pero
empiezo a saturarme con mis pensamientos.
—Cannon me contrató para la liga. La parte de que tú estés aquí. El hecho de
que yo esté aquí para robarte hace que las cosas sean diez veces más complicadas
cuando ya me he acostado contigo.
—Quieres decir: estoy acostándome contigo.

141 —Fue una vez, Rush. Nos sacamos el uno al otro de nuestros sistemas —
miento.
Su risa me dice que sabe que lo es.
—Divertido. Estoy seguro de que no te he sacado del mío y la verdad sea dicha,
—cruza la corta distancia entre nosotros y pasa el dorso de su mano por el costado
de mi mejilla—, la forma en que me acabas de besar me dice que hay mucho más
que quieres sacar de nuestros sistemas.
—Finn está ahí fuera —digo, cambiando de tema—. Lo último que necesito es
que nos vea salir juntos de esta habitación. Es un agente inteligente. Me preocuparía
si mi cliente también estuviera trabajando codo con codo con otro agente.
—Espero dejar claro cuando digo que nadie determina o me disuade de con
quién me acuesto aparte de mí.
Sus palabras son un duro recordatorio del desastre que dejó en casa.
—Rush, son palabras como esas las que le dan a la prensa la mecha que
necesitan para aniquilarte. Así fue como terminaste en Estados Unidos. —
Brevemente me mira con ira, pero luego desaparece, porque puede ver que no creo
que sea verdad—. Si hubiera pensado que tenías novia en casa, no me habría
acostado contigo en primer lugar —susurro.
Ante eso, ¿veo que se forma una ligera sonrisa de alivio en sus hermosos labios?
Una que no me ayuda a no querer besarlo menos. Se inclina hacia adelante y besa
mi frente, prolongando el contacto. Y sé que ha escuchado mi fe en él.
Entonces, continúo:
—Rush, aquí es donde vivo. Este es mi trabajo. Mi profesionalismo está en
juego. Mi reputación. Y…
—Entonces no les diremos nada. Hemos sido contratados para hacer un trabajo
y lo estamos haciendo. Ese es el resultado final. Cualquier cosa más allá de eso está
fuera de su incumbencia.
—No es así de fácil. ¿Sabes cómo lo verían otros atletas si se corriera la voz?
¿Que me acuesto con clientes potenciales con la esperanza de convencerlos para que
firmen conmigo? Quiero decir, hay mucho más en la ecuación. —Pienso en la
acusación de Finn de hace unos minutos y sé que la única forma en que Rush lo
entenderá es si se lo digo, pero también quiero tomar el camino correcto. Lo último
que necesito hacer es envenenarlo contra su agente porque tengo problemas
personales con el gilipollas—. Puedes salirte con la tuya haciendo lo que quieras,
cuando quieras, incluso si es un problema, ya que te pagarán igual. Todavía tienes
un público presionando por tu increíble talento. ¿Yo, por otro lado? Parezco una
142 fulana que se abre camino hasta la cima.
Ojalá supiera lo que estaba pasando detrás de esos ojos suyos.
—Eres mi fulana —dice con una media risa antes de que su expresión se
suavice y se intensifique cuando la otra parte de lo que dije lo golpea—. Dijiste que
tenía un talento increíble.
Me sorprendo en ese momento de que este hombre adulto, brusco de muchas
maneras, se detuviera en seco por un simple elogio. Casi como si todo lo demás fuera
ruido blanco.
—Seguro que lo sabes —digo entre risas.
—No es algo que escuche de personas que me importan. —Nuestros ojos se
encuentran, nos sostenemos la mirada, y abro la boca y luego la cierro, sin saber
cómo responder. Realmente no está acostumbrado a escucharlo—. ¿Y Finn? —
pregunta, cambiando de tema antes de que pueda hacer las preguntas que estoy
segura que pasan por mis ojos.
—¿Qué pasa con Finn?
—¿Conoce el plan maestro de Cannon para obligarme a quedarme aquí y
nunca volver a casa? —Sonríe esta vez, aunque puedo decir que todavía está
procesándolo.
—No tengo idea de lo que sabe o no sabe. Trató de evitar que Cannon me
contratara, así que puedo suponer que tiene una idea de por qué me incorporaron a
la plantilla.
—¿Conoces bien a Finn?
Suelto una carcajada.
—Tenemos una especie de historial… no, no del tipo en el que estás pensando
—digo cuando se ve sorprendido, y me doy cuenta de mi mala elección de
palabras—. Definitivamente tiene su propia opinión sobre mí, así que lo que pienso
de él no es un factor en esta conversación.
—Puedo respetar eso.
—Debería salir de aquí. Probablemente Cannon se esté preguntando dónde
estoy —digo, pero Rush no se aparta del camino.
—¿Cannon tiene razón sobre lo que piensa?
—¿Sobre?
—Si fueras mi agente, ¿me convencerías de dejar la Premier League y
quedarme aquí?
—Sin embargo, no soy tu agente —digo, esforzándome por guardar mis
143 opiniones para mí.
—Sígueme la corriente.
—Rush —gimo y miro mi teléfono para comprobar la hora. Definitivamente,
Cannon va a estar buscándome.
—¿Qué me aconsejarías?
Enderezo los hombros y miro a Rush, el atleta, en lugar de a Rush, el hombre
que quiero experimentar de nuevo, y digo la verdad:
—Te diría que estás loco por dejar siquiera que la idea de quedarte aquí pase
por tus labios. Estás en la cima de tu juego, el pináculo de tu carrera, y te estarías
vendiendo a ti mismo, al deporte y a tus fanáticos por poco. También te diría que
nunca deberías haber venido aquí en primer lugar.
—¿En serio? ¿Y por qué? —pregunta como si estuviera sorprendido por el
comentario.
—Porque al venir aquí parece que estás huyendo. Si no te quedas ahí y te
enfrentas a la prensa y a tus compañeros de equipo, parece que eres culpable de
follarte a la esposa de Seth a sus espaldas. —Rush se encoge ante la dureza de mis
palabras y su reacción me sorprende—. No has dicho una palabra de lo contrario,
por lo que todo el mundo está haciendo suposiciones. Suposiciones que creo que son
una total tontería. Sabes que no creo que lo hayas hecho, pero por mi maldita vida,
no puedo entender por qué no dices lo contrario.
Se me queda mirando fijamente, y por un breve momento, creo que va a
romper su silencio sobre el tema. Hay una mirada en sus ojos que me dice que hay
mucho más que no sé, pero fiel a sus maneras, solo asiente con la cabeza.
—Finn dice que tengo que estar callado debido a la cláusula de
confidencialidad que la gerencia impuso después de que saliera a la luz una pelea
en el vestuario.
—¿Por eso has estado callado? —emito un bufido de incredulidad—. No me lo
creo. ¿Desde cuándo has dejado que otros manejaran tu carrera en base a las
suposiciones? Eso es lo que me molesta de toda esta situación, Rush. Eso es lo que
me corroe la mente. ¿Por qué te dijeron que vinieras aquí? ¿Para salvar la cara en las
negociaciones para que no sonaran como si se estuvieran haciendo, o para hacer un
favor, y con qué propósito?
—Eres la primera persona que me ha dicho algo así.
Oh, este hombre me está matando. ¿Cómo puede alguien tan rudo, fuerte y
obstinado ser apaciguado con la simple verdad? ¿Y cómo puede mirarme con un afecto
tan profundo como si lo anhelara? ¿Cómo si necesitara eso?
144 —La verdadera pregunta es, ¿qué es lo que tú quieres? Solo tú. Hasta que
respondas esa pregunta, avanzarás a tientas.
Y esta vez, cuando voy a pasar junto a Rush para reunirme con Cannon, me lo
permite sin decir una palabra.
Rush
L
a verdadera pregunta es, ¿qué es lo que tú quieres?
Me quedo mirando a Finn sentado frente a mí. Está recostado en
su asiento, un puro arde en su cenicero y una pinta a medio beber a su
lado. Está parcialmente emocionado, pero eso no le impide dar un
consejo que solo escucho a medias porque desde anoche, las palabras de Lennox se
repiten en mi cabeza.
—Se dice en la liga que estás haciendo un trabajo fenomenal, McKenzie.
Encantando a los inversores, congregando a los partidarios y hay un repunte en la
145 venta de entradas para la próxima temporada.
—Me siento como una farsa.
Sus ojos se clavan en los míos. Eso definitivamente llamó su atención.
—¿A qué te refieres con que te sientes como una farsa?
—La gente está comprando estas entradas porque cree que me quedaré a jugar
aquí cuando no lo haré. No he dado ninguna indicación de que lo vaya a hacer, pero
con el simple hecho de estar aquí, es la conclusión a la que han llegado.
—Y eso es un problema, ¿por qué?
—Porque lo es. Recuerdan cuando comenzó la MLS y el LA Galaxy fichó a
David Beckham para jugar en los Estados Unidos. Cannon está dando la misma
impresión a los fanáticos cuando se trata de mí y es una mierda.
—Vamos —dice y agita una mano con indiferencia—, les estás vendiendo la
idea. Eso no significa que vaya a ser la realidad.
Pienso en todas las familias que están gastando el dinero que tanto les ha
costado ganar en entradas. Pienso en Scottie y Daphne, y en cómo ella le prometió
antes de marcharse después del partido de que él volvería a verme. No tuve el
corazón para decirle lo contrario, para molestarlo después de un día increíble en el
que me dijo que no podía recordar la última vez que lo vio tan despreocupado, como
debería ser un niño. Así que sí, soy el idiota que permitió que se fueran para que ella
se lo tuviera que decir con el tiempo.
Lo peor es que sé que ya está tratando de averiguar cómo puede ahorrar
dinero; pagar tarde una factura de servicios públicos, algunas compras, diablos si lo
sé; para traer a su hijo a uno de mis partidos. He estado allí. He visto la preocupación
en el rostro de mi madre mientras calculaba y le robaba a Peter para pagarle a Paul,
porque los días en que la versión más joven de mí era feliz eran tan pocos y distantes
entre sí que ella hacía todo lo posible para volver a verlo.
Al igual que yo, al igual que Scottie, hay muchos más como nosotros cuyos
padres gastarán el dinero que no tienen para perpetuar un sueño. Para darle a su
hijo la mejor oportunidad en la vida.
—Cannon les está mintiendo —digo.
—Es parte del juego. Todos lo jugamos.
—Pero yo no. —Me incorporo hacia adelante y apoyo mis antebrazos en la
mesa mientras espero a que él me mire a los ojos—. Cuando llevo mi uniforme del
Liverpool, no estoy jugando a ningún otro juego que no sea el que estoy en el campo
contra el oponente.
146 —Si piensas eso, te estás engañando a ti mismo, Rush. —Toma un sorbo de su
cerveza y levanta la barbilla hacia una mesa llena de mujeres que siguen mirando
en nuestra dirección—. Estás jugando un juego constantemente. Con el público,
reforzando su percepción de ti. Con tus promotores y lo que quieren que vendas.
Con tus compañeros de equipo y con lo que quieres que piensen que eres: el atleta
motivado y agresivo o el tipo que los apuñalará por la espalda y se acostará con sus
esposas.
Me detengo con el vaso a medio camino de mis labios y miro a mi agente. Qué
gracioso que Lennox, una mujer a la que conozco desde hace dos semanas, me esté
gritando que sabe que no toqué a Esme y que mi propio agente, que me conoce desde
hace años, esté diciendo cosas así.
Cuando mi agente se retiró hace cuatro años, me dijo que Finn era el mejor. Me
prometió que si quería a alguien que impulsara mi carrera y aumentara mis
acuerdos de patrocinio, entonces Finn Sanderson era el hombre.
Pero en este momento, estoy sentado aquí y miro a Finn y me pregunto si
alguna vez realmente se ha tomado el tiempo para conocerme más allá de cuando
una importante negociación ha estado a punto de suceder, lo que engrosaría el forro
de sus bolsillos. Porque no siento nada del amor o la confianza cuando se trata de él
como lo hacía con mi agente anterior. No veo su fe en mí, ni tampoco se preocupa
en escucharme. Espero que un agente mitigue los problemas, eso es lo que hacen,
pero no veo a mi agente pelear por mí de la forma en que una mujer que conozco
desde hace un par de semanas está dispuesta a pelear… y eso es un problema.
—Estoy feliz de verte abordar mis preocupaciones —digo sarcásticamente.
—Vamos, hombre. Sabes que no quise decir la última parte. Solo estaba
bromeando. —Exhala un suspiro de molestia cuando ve que todavía no lo ha
solucionado—. Se te paga por estar ahí parado y verte guapo. ¿Vas a discutir con
eso?
—Sí, preferiría estar de vuelta en casa con mis preparadores y entrenadores y
prepararme para la próxima temporada. No es por el dinero. Es la premisa bajo la
que me trajiste aquí.
—No te obligue a venir a ninguna parte. Eso es una maldita tontería. Te
aconsejé. Estuviste de acuerdo. Fin de la historia.
Levanto las manos en alto.
—No parece correcto, amigo.
—¿Cómo de incorrecto suenan más de cien millones de dólares? —Sus ojos se
encuentran con los míos, sus cejas se alzan, mientras pasa un dedo por el borde de
147 su vaso—. Porque eso es lo que está sobre la mesa aquí. Un contrato a largo plazo.
Bonificaciones. Ofertas de patrocinio. Te quieren y te quieren mucho.
Y ahí está.
El tono. La promesa. La razón por la que apareció en Los Ángeles cuando
nunca aparece, a menos que Lennox tenga razón, y él esté aquí porque teme que me
cambie de agencia a la de ella.
Y decirme que está negociando un contrato de cien millones de dólares es
definitivamente algo que un agente haría para que permanezcas donde estás.
—¿No tienes nada que decir a eso? —pregunta.
—Es mucho dinero. —Asiento con la cabeza—. ¿Estás lanzando el anzuelo por
ahí para ver si muerdo o me estás diciendo algo que ya debería saber?
—Dijiste que estás disfrutando de la soleada California.
—¿Me han hecho una oferta o me estás solo adulando por inflarme el ego? —
pregunto con ganas de saber y sin querer saber. Eso es un montón de dinero.
Coincide con lo que ya tengo en el banco, más de lo que cualquier persona podría
gastar, y aun así… me resisto a pensar en la idea.
Sería como vender cada parte de mí a algo en lo que no creyera de todo
corazón.
—Se están barajando números, se están haciendo comentarios. Simplemente
quiero que sepas que está sucediendo, para que tengas tiempo de averiguar si esto
es lo que quieres o no.
No.
—¿Este fue el plan desde el principio, Finn? ¿Tenías todo esto hablado con
Cannon desde hace tiempo, esperando mi próximo error para convencerme?
—Eres un jugador de fútbol muy demandado. Hubiera este pequeño problema
o no, se estaría hablando de ti. Pero siendo tú, ¿no es razón suficiente para que la
MLS te quiera?
No. Mi cabeza da vueltas. Siento que me han metido en esto. Demonios, ¿fue
todo esto una trampa? ¿Rory y Esme? ¿El fotógrafo? ¿Todo? ¿Era esta una forma de
obligarme? No confío en Cannon ni por un maldito segundo, pero al menos confiaba
en Finn.
¿Podría haberlo hecho? ¿Es eso?
¿Qué mierda está pasando?
—Estás sacando conclusiones precipitadas. —Finn levanta las manos en alto—
. Lo veo en tu postura. Relájate hombre. Nada de esto fue planeado. La mierda pasa,
148 y ahora se te podría presentar otra oportunidad para avanzar en tu carrera
profesional.
—Avanzar en mi carrera profesional sería ganar la Copa del Mundo con
Inglaterra. Conseguir el Balón de Oro. Ganar algunos campeonatos de la Premier
League en mi haber. No venir aquí, donde el fútbol ha estado tratando de despegar
durante más de una década y sigue fallando.
—Sería una forma de hacerse un nombre en un lugar completamente diferente.
—Me gusta que mi nombre se adjunte al Liverpool F.C., tal y como está,
gracias, amigo. —Hago una pausa por un momento antes de volver a mirarlo—. Es
el único lugar en el que he estado y estoy perfectamente feliz de que sea el único
lugar en el que juegue por mucho tiempo. Todavía no he terminado.
—Rush. —Mi nombre es un suspiro frustrado—. Nadie dijo que lo hayas
hecho.
Y, sin embargo, si jugara aquí, eso es exactamente lo que estaría implícito.
—No descartes la posibilidad. Es una gran oportunidad.
—Por supuesto que lo es. Quiero decir, ¿esto es lo mejor para mí o para ti?
Porque creo que cualquier oportunidad en la que obtengas el diez por ciento de cien
millones definitivamente es lo mejor para ti.
—Ahora solo estás siendo un idiota.
Me encojo de hombros con indiferencia porque tiene razón. Estoy siendo uno,
y merezco el derecho a serlo cuando es mi vida de la que estamos hablando aquí.
—¿Alguna noticia del club? —pregunto. Es lo único que me importa, porque
cuanto más tiempo estoy aquí, salvo por el placer de ver a Lennox y sus malditas
piernas cada mañana, más extraño mi hogar. Los cielos grises y las calles
adoquinadas. El verde de la campo de Anfield y el sonido de los chicos acosándose
en el vestuario. La sensación de mi cama y el sabor de mi maldito té en lugar de la
mierda suave que tienen en Estados Unidos. La cerveza real en pubs dónde vas a
pasar el rato con amigos, en lugar de bares elegantes como en Los Ángeles, donde
vas para que te vean—. El periodo de fichajes se cerrará el próximo mes y necesito
no ser transferido.
—La gerencia todavía está resolviendo las cosas.
—¿Y sabes esto porque hablaste con ellos directamente o porque Millie te colgó
en la recepción después de informarte: “te llamaremos cuando sepamos algo”?
—¿Por qué estás de tan mal humor? ¿Eh? Te alejé del frenesí de los medios y
del drama del club allí y ahora estamos aquí. —Señala con las manos el cielo soleado
de arriba y la playa a la vista a nuestra izquierda—. ¿Realmente te estás quejando de
149 estar en Los Ángeles?
—No, me estoy quejando de que mi agente intenta venderme una pinta de
orina y trata de hacerme creer lo contrario.
—Para tu información, he estado hablando con Patrick. Varias veces de hecho.
¿Feliz?
—¿Y?
—Y están tratando de averiguar cómo diablos va a jugar el capitán de su equipo
con el hombre que se suponía que sería el nuevo sub capitán del equipo, —me
señala—, tú, sin pelearse en mitad de un partido.
—Te dije que no fui yo, Finn.
—Y te dije que el de la foto se parece demasiado a ti, así que en caso de que
puedas darme algo más para presentar al equipo para decir lo contrario, eres tú
quien se ve mal en esta situación.
—Mierda.
—La cagaste, a lo grande, y un gerente no quiere que un niño problemático se
meta con la química de su equipo.
Y ahí va de nuevo.
—Eres mi agente. ¿No se supone que debes decirme que estás luchando con
todo lo que puedes para llevarme a donde necesito estar porque conoces la verdad?
—Estoy peleando.
—No lo parece. —Le devuelvo la mirada—. Me dijiste que esto pasaría.
Así como Archibald, Rush. Y a pesar de su actitud indiferente cuando me pidió
que aceptara el golpe, Archibald todavía me llama o envía mensajes de texto cada
pocos días para asegurarse de que yo siga el rumbo. Para recordarme que me ha
visto como otro hijo, desde que me acogió, me educó, me alimentó, me llevó de
vacaciones familiares…
Pero es una figura paterna que deja que otro hijo destroce su propio futuro y luego exige
que le pagues todo lo que te ha dado…
Me envía un mensaje para decirme que la historia va desapareciendo de las
páginas y está muriendo lentamente.
Genial.
Jodidamente genial.
Pero eso no significa que mi club y mi equipo lo hayan olvidado. Ni Seth.
Esa es la parte que subestimé cuando acepté esta historia.
150
Eso es lo único que no puedo cambiar.
Un encuentro casual. Mi comida robada perdida bajo las botas de un policía
entrometido. El hombre que envió a su hijo con el policía para aprender sobre la vida
real y las responsabilidades… pero luego envió a ese mismo hijo un pase-para-salir-
de-la-cárcel once años después. Maldito. Quid. Pro. Quo. Todo para que Archibald
Matheson pueda ascender a su propio trono. Fácil de hacer, porque no le cuesta nada.
¿Valió la pena?
Eso es lo que me trajo a este momento. A este quid pro quo.
¿Valió la pena? Me quedo mirando a Finn y repito la pregunta de Lennox en
mi cabeza.
Tengo mucho para demostrar que lo vale: riqueza, un lugar en la historia del
deporte, la oportunidad de jugar a un juego que amo y ganar más dinero del que
jamás soñé. Nunca más tendré que preocuparme por tener hambre, frío o estar sucio.
No fui a la cárcel ese día, no perdí la beca y no pasé el resto de mi adolescencia
creciendo solo por ellos. Los Matheson se convirtieron en una familia en la que
siempre estaba puesto para mí un asiento en la mesa.
Luego está Archibald. Un hombre al que posiblemente adoré como un héroe,
hasta que vi cómo su carrera se anteponía a la de su familia. Cómo ascender en las
filas, y su necesidad de sentirse importante a toda costa, incluido el apoyo a mi
carrera, se logró principalmente en detrimento de su hijo de carne y hueso, que aún
no ha crecido.
Rory. Mi hermano. A menudo alguien a quien considero mi mejor amigo.
Y Helen. Ella hizo espacio para mí en su corazón, no reemplazando a mi madre,
por supuesto, pero ciertamente llenando el gran agujero que mi madre dejó desde
que murió.
Ha pasado mucho tiempo tratando de corregir los errores y defectos de
Archibald. Ha luchado tanto por el éxito de Rory, no profesionalmente, sino
emocionalmente, como lo ha hecho con el mío.
¿Cómo podría defraudarla ahora?
A pesar de sus debilidades, nunca me dieron la espalda cuando casi todos los
demás lo habían hecho. Claro, sé que Archibald lo hizo para adjuntar su nombre a
lo más parecido que pudo encontrar a una estrella en ascenso… pero lo hizo por
amor. Lo hizo porque le importaba. Y parte de eso me ha ayudado a ser el hombre
que soy hoy.
Por eso puedo hacer esto.

151 Él fue el que me vio primero.


Eso es lo que me trajo aquí.
Ella me amó primero.
Por eso puedo aguantar esto.
Él se convirtió en mi hermano. Uno que no abandonaré.
Y entonces mi deuda estará pagada en su totalidad. Fin de la historia.
—¿Qué tal si dejas embarazada a alguien de la realeza? Así todos estarían tan
emocionados que te perdonarían. —Se ríe.
—Muy gracioso —digo secamente antes de ponerme muy serio—. No quiero
dejar el equipo, Finn. No quiero ser transferido. Ahí es a donde pertenezco y soy lo
suficientemente bueno, lo suficientemente deseado, como para que mi agente tenga
derecho a decírselo a mi equipo. Seth es bueno, pero está al final de su carrera
mientras que yo estoy en mi mejor momento. —Tomo un sorbo de mi cerveza
premium y cuando no responde, continúo—: No paro de recibir llamadas. Medios
que me piden entrevistas y cosas por el estilo. Estoy empezando a pensar que
debería hablar públicamente.
Tal vez lo estoy provocando para romper esa cláusula. Quizás estoy viendo lo
que dice en comparación con lo que sugirió Lennox. Sé que no tengo planes de
hablar con la prensa, pero tal vez estoy tratando de averiguar dónde está su
verdadera lealtad. ¿En su cheque de pago o en su jugador?
Y falla miserablemente cuando responde.
—No sería inteligente ir en contra de esa cláusula. Deberíamos mantener el
rumbo. —Deberíamos mantener el rumbo. Las palabras de Archibald… exactamente.
Levanta el dedo hacia el camarero para pedir otra ronda pero ya no quiero sentarme
aquí y beber con él—. Y mientras tanto, deberías aprovechar toda esta mierda. El sol,
el surf, las mujeres que devorarán esos tatuajes y ese acento tuyo.
—Sí —digo, con la mente completamente desconectada en este punto. Quiero
decirle a Finn que se vaya a la mierda, pero estoy hecho polvo y ni siquiera me
importa.
—¿Dónde te vas a quedar? —repite la pregunta que esquivo cada vez que me
la hace.
No creo que sea el mejor momento para mencionar que me quedaré con
Johnny… y Lennox. Eso no saldrá bien para nada.
—Ya te lo dije la última vez que preguntaste, en la casa de un amigo.
—Bien por ti. Un pequeño consejo, Rush —dice, inclinándose hacia adelante
152 como si fuera a contarme el secreto de todos los secretos—. Disfruta de todo lo que
esta ciudad tiene para ofrecerte y dime entonces si sería difícil vivir aquí.
Lennox
—J
odido infierno —dice Rush, mientras entra tranquilamente en la
sala de estar donde he instalado mis cosas en un extremo del sofá.
Mi ordenador portátil está sobre mis piernas, algunos contratos
están en el cojín a mi lado, y una botella de vino está medio acabada en la mesa del
extremo frente a mí—. Tengo resistencia. —Me guiña un ojo, añadiendo esa sonrisa
que he estado tratando de ignorar—. Ya lo sabes, por supuesto, pero esto de los
eventos es una mierda.
—¿A qué te refieres?
153 —Me refiero a que a cuántas reuniones, conferencias de prensa y espectáculos
de circo tengo que ir en donde sonrío ampliamente y me quedo junto a Cannon, pero
no digo nada más que un canto de alabanzas a la MLS. A esta gente no le encanta el
fútbol. No como en casa. Creen que sí, pero no tienen ningún deseo de invertir los
fondos y el marketing para que sea lo que podría ser aquí en los Estados Unidos.
Levanto la mirada hacia donde está parado, con un pantalón de deporte
puesto, sin camiseta, y le doy la bienvenida a la distracción ya que mis ojos estaban
a punto de ponerse bizcos por toda la letra pequeña.
Pero ahora definitivamente me pongo alerta al verlo y el golpe visceral que
siento todas y cada una de las veces. Es casi como si mi cuerpo supiera lo bueno que
es y estuviera tratando de hacerme olvidar.
—Sin embargo, esa es la descripción de tu trabajo. —Me mira con una mirada
que me hace reír—. Pobre bebé. ¿Un día duro en la oficina, querido?
Se presiona los ojos con los dedos antes de pasar una mano por su cabello.
—¿Cuándo terminan las jodidas preguntas? —pregunta y suspira—. ¿Y Esme,
Rush? ¿Vas a ser la grieta en la armadura del Liverpool, Rush? Oye, Rush, ¿quién
crees que se va a quedar el equipo, tú o a Seth? La temporada de fichajes acabará
pronto, así que, ¿quién crees, Rush? Tanta tontería —dice mientras se acerca a mí y
comienza a recoger todos los papeles en el sofá a mi lado.
—Oye, ¿qué estás…? —Y antes de que pueda terminar lo que estoy diciendo,
se deja caer, la cabeza en mi regazo, justo donde estaba el portátil que acabo de
retirar, y sus pies se extienden sobre el apoyabrazos—. ¡Rush!
Bajo la mirada para encontrarlo mirándome con esa sonrisa tímida y esas
pestañas gruesas que enmarcan sus ojos pálidos y que no muestran arrepentimiento.
—¿Disculpa? —pregunto con fingida exasperación, la cual he dejado de sentir
cuando se trata de él.
—Solo necesitaba estar con alguien agradable que no me haga un millón de
preguntas —dice con voz somnolienta, cerrando los ojos mientras se acurruca y se
pone cómodo—. Alguien que no esté juzgando o cuestionando o preguntando,
mientras estoy ahí parado con una sonrisa pegada a mi rostro, fingiendo que no me
afecta, ya que soy el rostro de toda una maldita liga.
Es el primer rastro de frustración de Rush y me siento contenta de verlo. Una
parte de mí se pregunta si se debe a lo que le dije en el evento la otra noche. La
función en la que dije lo que pensaba cuando juré que no lo haría. No pude evitarlo.
No después de Finn y su mierda. Además, cualquiera que no se vea afectado de una
154 forma u otra por la situación que él dejó atrás necesita una revisión emocional.
Y, por supuesto, me atrapó con todo ese discurso. Porque aunque nos hemos
estado eludiendo el uno al otro durante la última semana con Finn aquí en Los
Ángeles, no puedo evitar recordar la expresión en el rostro de Rush cuando le dije
que no creía que se hubiera acostado con Esme. El ensanchamiento de sus ojos. Sus
labios abriéndose en estado de conmoción.
La pregunta es qué o a quién está cubriendo y por qué.
—Son curiosos por naturaleza, ¿sabes? Todo el mundo lo es. —Prosigo con
cautela, y cuando no abre los ojos ni responde, continúo—: No has hecho una sola
declaración sobre el asunto. A nadie. Si lo hicieras, eso podría aclarar las cosas para
algunas personas.
—Te lo dije, el equipo está bajo una cláusula de confidencialidad —murmura.
—Y te lo dije, hay formas de solucionar eso —digo—, pero el hecho de que
sigas como siempre cuando dejaste una estela de problemas detrás de ti, hace que la
gente sienta curiosidad. —Y probablemente, se sienta muy decepcionada. Los
comentarios de sus seguidores en la publicación de las redes sociales reflejan
precisamente eso.
—Próxima pregunta, por favor.
No oculto mi suspiro de frustración mientras estudio su rostro. La forma en
que sus pestañas se abren en abanico sobre sus mejillas y la barba oscura por no
afeitarse esta mañana. Tengo tantas ganas de inclinarme y besar esos labios. Siento
un dolor, una necesidad de que me toque. No se ha aligerado desde la primera vez
que me besó.
Cambia de marcha, Lennox.
Guarda tu cordura.
Extiendo la mano y paso una mano por su cabello.
—Estaba trabajando aquí, sabes.
—Lo sé, pero también estás trabajando conmigo, y dado que parece que
últimamente estoy recibiendo el extremo más corto de tu atención, pensé que me
pondría justo donde ya no puedas ignorarme.
Abre los ojos para encontrarse con los míos.
—Apenas te he estado ignorando.
—Entonces, ¿por qué soy el único en posición horizontal en este momento? —
Su sonrisa se ensancha, lo cual es una visión agradable después de la preocupación
grabada en las líneas de su rostro de hace unos momentos.
155 Pero por mucho que sea una visión agradable, emito un suspiro. Es todo lo que
puedo hacer. El hombre definitivamente gana una A por esfuerzo y por ser
implacable durante la semana pasada.
Entre caminar con estos malditos pantalones deportivos de LFC que le caen
bajos hasta las caderas, hasta asegurarse de ocupar cada espacio de la casa en la que
estoy, definitivamente está decidido a agotarme hasta que me derrumbe.
Si estoy hablando por teléfono con un cliente, él se deja caer a mi lado, apoya
los pies en mi camino como si yo no estuviera allí y comienza a revisar su teléfono.
Si estoy trabajando en la mesa del comedor con el ordenador, pone un partido,
cualquier juego y lo comenta para volverme loca.
Si estoy en la cocina, él se sienta en la barra justo donde estoy preparando la
comida, probando lo que sea que esté preparando.
Me he resistido, estoy orgullosa de haberlo hecho, pero cuanto más cerca está
y menos estoy cerca de las influencias externas en mi vida que me hacían sentirme
inadecuada, más estoy empezando a estar de acuerdo con él sobre que no es asunto
de nadie con quien me acuesto.
—Tienes que dejar de hacer esto —le regaño.
—¿Hacer qué?
—Pensar que mi tiempo es tu tiempo.
—¿Pero no es tu trabajo hacerme feliz? Entonces, esencialmente, tu tiempo es
mi tiempo. —Su sonrisa está de vuelta y cuando aparto la mirada, me encuentro
mirando su pecho. Los intrincados tatuajes cubren su hombro izquierdo y llegan
hasta su muñeca. Son un mosaico de imágenes y palabras, el más sustancial es una
especie de brújula alrededor de la cual giran todos los demás, y los estudio de uno
en uno mientras él me observa hacerlo.
—¿Tienes algo en contra de usar camisas? —murmuro.
—Sí. De hecho, lo tengo. Es una pena usarlas cuando el clima es tan bueno
como lo es aquí. Deberías probarlo alguna vez.
—No somos tan libres aquí en los Estados Unidos cuando se trata de mujeres
sin camisa.
—Deberías hacerlo. No le diré a nadie si lo haces, si tú no dices nada tampoco.
—Que divertido.
—Dime algo, Lennox.
—¿Mmm?
—¿Por qué estás aquí? Hay más que solo la MLS. Te escuché hablar por
156 teléfono con tus hermanas y tu padre. Los extrañas.
Mi sonrisa es suave cuando una oleada de emoción me golpea, y qué razón
tiene.
—Lo hago.
—¿Te importaría ser más clara?
—¿Solo si tú lo haces?
Nuestros ojos se mantienen firmes por un momento, un desafío silencioso
resaltado con un trasfondo de tensión sexual que ninguno de nosotros puede negar.
Su corazón late con fuerza bajo mi mano descansando sobre su pecho y en este
momento, sé que mis defensas son casi inexistentes.
—Estás molesta.
—A veces la familia te hace sentirte así incluso cuando no es intencional.
—Qué ocurrió…
Presiono mi dedo contra sus labios momentos antes de moverme para que mis
labios puedan reemplazarlo. Se queda quieto por un momento cuando nuestros
labios se encuentran, y entonces uso mi lengua para convencer a su boca de que se
abra.
Hay vacilación.
—¿Qué estamos haciendo aquí, Nox? —murmura contra mis labios.
Una ternura que no hemos experimentado aún, pero que es muy bienvenida,
especialmente cuando usa su apodo, que solo escucho cuando estamos solos.
—Te estoy besando. —Deslizo mi lengua entre sus labios de nuevo.
—Pensé que había reglas.
Otro toque de labios. Suena un suave gemido cuando mordisqueo suavemente
sus labios antes de inclinarme hacia atrás para responderle.
—Las hay.
—Las estás rompiendo.
Sus ojos se oscurecen mientras nos quedamos mirándonos el uno al otro,
nuestras respiraciones agitándonos el uno al otro.
—Estoy tomando lecciones de ti.
Y esta vez, cuando lo beso, no me detengo. Me deleito con el momento. Con él.
Necesito esta conexión humana con un hombre que sé que me hará sentir bien. Un
hombre que no será capaz de hacerme daño.
157 Ambos sabemos que esto no irá a ninguna parte.
Ambos tenemos vidas a las que regresar en cuestión de semanas. Entonces, a
pesar de las advertencias que me he dado a mi misma, las promesas que me hice a
mí misma, este sentimiento sobrepasa ese dolor profundo, tanto física como
emocionalmente, de estar conectada con alguien con el que me siento tan libre de
todo lo demás.
Rompe el beso y cuando me mira, me pregunto qué ve. ¿La agente inadecuada
que intenta hacer lo correcto por su familia o la agente testaruda que está tratando
de hacerse un lugar en un mundo donde nada es lo que parece? ¿O la mujer que está
tratando de hacer ambas cosas mientras se labra un pedacito de vida en medio de
todo ello?
—No has pedido ser mi agente —susurra.
—Actualmente, tengo más cosas en mi mente que el quién está negociando tus
contratos.
—¿Como qué?
—Como besarte. —Me inclino hacia delante y jugueteo con sus labios.
—Oh —dice, y ahogo el sonido con mi beso.
Su mano se mueve hasta la parte de atrás de mi cuello para acercarme más,
pero me permite tomar la iniciativa en esto. Mi acción crea su reacción. Mi suspiro
solo se acentúa con su suave gemido.
Y entonces nos besamos. Nuestras lenguas se encuentran y revolotean una
sobre la otra. Nuestras manos se mueven suavemente unas sobre las otras a pesar
de nuestra incómoda posición.
Pero hay intimidad en el beso, un anhelo satisfecho. El hambre todavía está ahí
entre nosotros, la apremiante lujuria, pero la urgencia que normalmente hemos
exhibido está en suspenso mientras conectamos de formas más simples.
Mi cuerpo se excita con su toque. Mi mente se queda en blanco, salvo para
permitirme apreciar y saborear este raro momento de ternura de un hombre que es
todo acción y distracción.
La mejor parte de todo esto es que no hace ningún movimiento para tomar
más. Me permite tomar lo que quiero y no apresurarme sea lo que sea a que este nos
lleve.
Seguro que hemos tenido sexo antes, pero hay algo en este momento, en cada
encuentro de nuestros labios y suspiros de satisfacción que llena una parte de mí
que no estaba segura de que faltaba o necesitaba hasta ahora.
158 Realmente me gusta besar a este hombre.
La puerta de entrada se cierra de golpe y mientras me pongo de nuevo en una
posición sentada, Rush se queda justo donde está, gime dramáticamente, su polla
totalmente dura contra sus pantalones deportivos.
—¿En serio, Johnny? —dice mientras las llaves tintinean y los pasos suena por
el suelo—. ¿No puede un hombre besuquearse con una mujer sin ser interrumpido
por el otro dueño de la maldita casa en la que los deja quedarse?
Me río, mientras me muevo fuera de mi asiento para que la cabeza de Rush
caiga sobre el cojín, mientras recojo mis contratos y papeles, los cuales se habían
caído durante nuestro beso.
—Cuando acepté que ustedes dos se quedaran aquí, no pensé que iba a tener
que esterilizar toda la casa por su lujuria contagiosa —dice mientras camina hacia la
sala de estar—. Vaya. Un partido de fútbol en la tele y una erección en los pantalones.
Esperemos que la erección haya sido por ti, Lenn, y no por el partido.
Levanto mi dedo medio hacia Johnny, consciente de que, por primera vez en
mi vida, me da vergüenza ser atrapada en esta posición. Teniendo en cuenta el hecho
de que Johnny y yo éramos compañeros de cuarto en la universidad, ambos nos
hemos encontrado en situaciones comprometedoras, pero esta vez hay algo
diferente.
Algo que me pone nerviosa, y no es hasta que recojo mis cosas y me dirijo
escaleras arriba con las bromas de Rush y Johnny en el fondo que me doy cuenta de
lo que era.
Rush me hizo sentir. Hasta ese momento, nuestros besos eran increíbles, pero
ahora que he podido dar un paso atrás, me doy cuenta de que este fue demasiado
tierno y reverente. Por lo general, evito cualquier cosa que me haga sentirme así.
El placer, el deseo y la lujuria son lo que prefiero. Es lo que entierro debajo de
mi corazón. Es lo que juro que no quiero, pero por alguna razón dejé que Rush
llegara mucho más profundo.
Mierda.
Bueno, por suerte para mí estaba Johnny.
Por suerte para mí, fui salvada por la campana.

159
Rush
L
a brisa es más fría esta noche, mientras susurra mientras atraviesa el
cañón y se mueve entre los árboles que rodean la casa.
En cualquier noche, la vista es única para todas las edades, pero
esta noche es aún mejor. Lennox está de pie en el borde del patio, con las manos
apoyadas en la barandilla y la cara levantada hacia el cielo.
Y casi como si estuviera tentando cada parte de mi fuerza de voluntad; eso fue
probado con esa sesión de besos de antes, lleva puesto un bikini completamente
blanco con una cadena sexy envuelta alrededor de su cintura que brilla con la luz de
160 la luna. Su cabello está mojado y el agua cae por cada centímetro de su cuerpo.
Observo la curva de su trasero, la longitud de sus piernas, cómo casi puedes
ver su piel debajo de la tela mojada… y tengo que reprimir un gemido junto a la
sauna de la que acabo de salir.
¿Quién es esta mujer y por qué se adueña de muchos de mis pensamientos? Es
más que su cuerpo. Eso, en sí mismo, es devastador, pero agrega su actitud sensata
en el teléfono cuando está en llamadas de negocios, y no se puede negar que lo sexy
es un eufemismo cuando se trata de Lennox.
Pero, ¿qué voy a hacer al respecto?
Entiendo su versión de las cosas; por qué dice que no y la situación en la que
se ha metido en esto. Y también tengo que ser consciente del hecho de que tal vez la
quiera como mi agente. Alguien que me crea y me hable con franqueza, en lugar de
mirarme como un maldito cheque de pago, es una maldita rareza.
Siento un hormigueo en mis dedos por la necesidad de tocarla. De reclamarla.
De tenerla.
Y, sin embargo, no suelo mantener a las mujeres por mucho tiempo, nunca lo
he hecho. Entonces, ¿qué significa eso cuando te has acostado y descartado a una
mujer que tal vez quieras que sea tu agente? ¿Cómo diablos funciona eso?
—Sé que estás parado ahí, Rush —dice con ese tono ronco característico, antes
de mirarme por encima del hombro hacia donde estoy—. ¿Estás disfrutando de la
vista?
—Es una noche hermosa —murmuro mientras salgo de detrás de las
sombras—. Las estrellas. La vista. Las…
—Yo —dice y se vuelve hacia mí.
Silbo. La mujer es más que suficiente para poner de rodillas a cualquier
hombre. La asimilo en su totalidad. La intensidad de sus ojos. La delicada curva de
su hombro. Esa cadena que descansa justo debajo de su ombligo.
Y tenía razón. Ese traje de baño blanco y húmedo se le pega a la piel de modo
que, incluso a la luz de la piscina, puedo ver el rosa oscuro de sus pezones a través
de la tela.
Muestra una total confianza, y eso solo la hace más sexy, y en ese momento se
adueña de todo mi ser.
—Sí. Tú, Nox —digo, mientras ella cruza la distancia y entra en mi espacio
personal. Sin dudarlo, extiendo la mano y paso una mano por el costado de su
abdomen antes de retorcer mis dedos en esa maldita cadena y empujarla
suavemente hacia las sombras conmigo—. Eres un espectáculo para los ojos
161 doloridos.
Su respiración se entrecorta y hay algo diferente en ella ahora. Antes ella era
suave y… parecía vulnerable a falta de un término mejor, pero ahora mismo, ella
parece una sirena. Sus ojos me dicen lo mismo que su cuerpo, y no puedo quejarme
de que finalmente indiquen lo mismo.
Paso el dorso de mis dedos por su mejilla, mientras nuestras miradas se fijan
en la luz de la luna.
—Hemos estado eludiendo lo que sea que sea esto, Lennox, durante demasiado
tiempo.
—¿Lo que sea que sea esto? —pregunta entrecortadamente.
—Esto. —Acaricio con mi pulgar su labio inferior—. Nosotros.
Ella está tan malditamente cerca. Sus labios. Ese cuerpo.
—¿Te refieres a nuestra sociedad comercial? —Ella levanta una ceja solitaria y
sonríe.
—Nada sobre nosotros habla de negocios. No es nuestro primer encuentro. No
es nuestro primer polvo. Y definitivamente no ese beso de antes.
Creo que se estremece cuando hablo de besar. Interesante. La princesa de
hierro bajó la guardia antes, me dejó ver un lado diferente de ella, y ahora está
firmemente en su lugar.
Aunque no puedo decir que me importe un poco.
Esto, la confianza en uno mismo, el atrevimiento, no es una dificultad para mi
estando al otro lado.
—Entonces, ¿qué es exactamente esto? —dice, e imita el mismo movimiento
que hice entre nosotros dos—, ¿lo que sea que sea esto?
—Que me deseas tanto como yo te deseo a ti.
—Eso es un poco presuntuoso, ¿no crees? —pregunta, mientras la punta de su
dedo traza un camino a lo largo de la línea media de mi pecho.
Mis músculos se flexionan en reacción. Mi polla se pone dura. Y cuando sigue
yendo hacia el sur, la agarro por la muñeca y la mantengo quieta.
¿Quiere jugar a este juego? ¿Bromear y tentar?
Estoy más que dispuesto.
—Tú y yo sabemos que eso es mentira —digo en un susurro. Mientras beso el
interior de la muñeca que sostengo, mi risa se escucha en la noche—. Sabes tan bien
162 como yo que me deseas de nuevo, Lennox. Cuando me miras, cuando me observas,
y cuando lo haces, te duele el cuerpo y se te moja el coño, y en lo único en que puedes
pensar es en mi sabor. Cómo me siento. —Me inclino y mordisqueo el lóbulo de su
oreja suavemente; su espalda se arquea mientras lo hago—. No te preocupes, el
sentimiento es mutuo. —Me incorporo, y esos ojos suyos se abren para encontrarse
con los míos—. ¿Qué vas a hacer al respecto?
—Tienes un problema, ¿lo sabías? —dice ella, pero sus ojos se mueven hacia
mis labios y luego se alzan.
—Tienes razón. Lo tengo. Y el drama me sigue como parte del paquete, pero
no estamos hablando de eso. Estamos hablando de placer. De liberación. Sobre la
confianza de saber lo que quieres y tomarlo sin preocuparte por ello.
—¿Es eso así?
—Lo es. —Una sonrisa juega en la comisura de mi boca.
—¿Oye, Rush? —Se lame sus propios labios.
—¿Mmm?
—Pensé que eras el tipo de hombre que toma lo que quiere.
Mierda. Esta mujer. Este momento. Su desafío.
—Lo soy. Lo hago. Pero, cariño, para una mujer que sigue diciéndome que no,
es justo que espere a que digas que sí.
Lennox se inclina, el calor de su aliento golpea mi oído, y toda la sangre que
aún no se ha acumulado en mi pene, se dirige hacia allí.
—Sí. —Es una palabra murmurada, pero también anuncia el sonido de mi
control al romperse.
Gimo. Es todo lo que puedo hacer, mientras tiro de su muñeca para que entre
en la sauna a mi espalda.
La sala está tenuemente iluminada con una lámpara de cuerda, que rodea la
parte inferior de los bancos que abarcan todas las paredes, así como la parte superior
donde la pared se encuentra con el techo. Los bancos están hechos de cicuta y la
pared frontal es de vidrio del que se puede ver desde el interior pero que nadie
puede ver el interior.
—Rush, qué…
—Date la vuelta y mira a la pared, Lennox —le ordeno, justo cuando ella está
a punto de enfrentarse a mí. Sé que a ella le gusta tener el control, así que esto la
pondrá nerviosa o la excitará; yo me haré cargo por completo—. Pon tus manos en
la parte posterior de la pared.
163
—Qué pasa si te digo…
—Haz lo que te digo, Lennox. —Mis palabras son una advertencia, y espero a
ver qué hace. Cómo reacciona ella.
Echándome una mirada por encima del hombro y sus ojos fijos en los míos, se
toma su tiempo para caminar hacia el banco antes de levantar una mano y apoyarla
en la pared de paneles y luego la otra.
—Separa los pies un poco más.
Ella no responde. Sus labios se abren cuando veo que la piel de gallina
comienza a aparecer en su piel desnuda.
—Mira hacia adelante, cariño. Te dejé jugar conmigo el tiempo suficiente.
Ahora soy yo el que tengo el control.
Ella obedece, y es tan excitante. La estudio en la penumbra y debato sobre qué
parte de ella quiero tocar y probar primero. Qué parte quiero saborear y qué partes
no podré porque habré perdido la razón.
El tiempo se alarga para dejar que la anticipación aumente mientras me quito
el pantalón corto.
Cada segundo se siente como un minuto, cada minuto como una hora.
Nuestras respiraciones son el único sonido en la sala.
—No habrá necesidad de esto —murmuro mientras tiro de los lazos a los lados
de sus nalgas, uno por uno, hasta que la tela cae al suelo. Hago lo mismo con la parte
de arriba.
Ella jadea cuando extiendo la mano y acaricio su columna con un solo dedo de
arriba a abajo, antes de ponerme detrás de ella para que mi cuerpo roce el de ella a
un susurro de un toque.
Ella comienza a volverse para enfrentarme en reacción.
—No, Lennox. Manos en la pared. Déjalas ahí. —Dejo una línea de besos desde
el borde de su hombro hasta justo debajo de su oreja—. Esto te está matando, ¿no?
¿No tener el control? No tener nada que decir. —Mordisqueo muy suavemente ese
punto, mientras mi polla se presiona contra la abertura de su trasero, suspirando
una advertencia cuando trata de moverse hacia atrás contra ello.
—Si quieres eso, harás lo que te diga.
Su gemido es como un afrodisíaco.
Paso mis manos a lo largo de su cuerpo antes de encontrar mi camino entre la
164 V de sus muslos. Está mojada, lista, como si estuviera tratando de ganarme en mi
propio juego para hacerme perder el control incluso antes de que empecemos.
Pero no se lo permitiré.
No puedo.
Ella inclina la cabeza hacia atrás, un gemido escapando de sus labios mientras
deslizo mis dedos en su resbaladizo interior, mientras presiona su coño contra mis
manos.
—Eres una chica indecente. Te encanta eso, ¿no es así?
Otro gemido en respuesta. Otro movimiento de su culo contra mi polla.
La alzo para que sus gemidos suenen fuertes en mi oído y sus músculos se
tensen con cada movimiento de mi cuerpo hacia adentro y hacia afuera. Y cuando la
siento a punto de alcanzar el clímax, muevo mi mano hacia su cuello y la empujo
hacia adelante.
—Quédate así —murmuro, mientras doy un paso hacia atrás para tener la vista
más hermosa de ella inclinada, su culo y su coño en exhibición con su propia
excitación brillando en la parte interna de sus muslos.
Mi mano está en mi polla, acariciando mi longitud, mientras me pongo de
rodillas y pruebo por primera vez a Lennox Kincade. Su grito llena el pequeño
espacio, mientras deslizo mi lengua por su raja y luego la vuelvo a inclinar antes de
meter mi lengua dentro de ella. Antes de poseer cada centímetro de ella. Antes de
lamerla y complacerla con mis dedos hasta que sus piernas se doblan y mi nombre
sale de sus labios una y otra vez mientras la llevo hasta el clímax.
Puedo sentir su contracción a mi alrededor. Me pierdo en la sensación mientras
su respiración entrecortada coincide con la mía.
Cada parte de mí ruega mi turno mientras me pongo de pie.
—Otra vez —murmura cuando ya no la toco, su mano fuera de la pared por
primera vez mientras se estira hacia mí.
Mi risa resuena, ya que la necesidad es dueña de mis pensamientos y la codicia
alimenta mis acciones.
—Manos en la pared.
—Solo si me follas —dice con la voz quebrada.
—Llegaremos ahí. —Me río, pero luego gimo cuando ella se sobresalta cuando
deslizo la cabeza de mi polla justo en su abertura.
Cada parte de mí se tensa. Intento luchar contra la violenta desesperación de
follarla con abandono. Embestirla. Para conseguir mi propio maldito placer ahora
165 que sé que ella ha encontrado el suyo.
Mis caderas se presionan ligeramente hacia ella. Su calor húmedo y cálido
aprieta mi polla centímetro a centímetro, hasta que toco fondo y veo estrellas.
Joder.
Cielo.
Infierno.
Simplemente joder.
Mis manos agarran los lados de sus caderas mientras ella flexiona esos
músculos a mi alrededor. Una vez. Dos veces.
—Lennox —le advierto, mientras su risa llena la habitación.
Ella tiene el control ahora. Me posee en este momento. Con su coño. Con su
confianza. Con lo malditamente bien que se siente.
Y grito.
Pierdo el control.
Mis caderas chocan contra las de ella. Me empujo una y otra vez a un ritmo
doloroso y motivado por sus palabras. Oh, Dios mío. Más fuerte. Sí. Justo ahí. Más
rápido. No pares. Me estoy corriendo de nuevo. Rush. Rush.
Y cuando ella se aprieta a mi alrededor esta vez, pierdo la batalla pero gano la
maldita guerra. Me corro en su interior, mis caderas convulsionándose, mi visión
volviéndose negra, su nombre es un gemido de felicidad en mis labios.
Junto mis manos alrededor de su cintura y la abrazo contra mí, mi mejilla
descansa sobre su omóplato mientras esperamos que nuestros corazones se
desaceleren. Y cuando lo hacen, ambos nos movemos hasta sentarnos en el banco
para dejar que esa neblina post-orgásmica se asiente antes de averiguar hacia dónde
vamos desde aquí.
O al menos, eso es lo que deberíamos estar haciendo, pero solo estoy repitiendo
cada maldito minuto de lo que pasó por mi mente nuevamente.
—Eso fue… increíble —murmura.
—Lo fue. Voy a… —Nunca miraré una perforación en el vientre de la misma manera
sin pensar en ti.
Sin pensar en ella, en esto, y en lo que acaba de suceder. Sin querer que vuelva
a suceder.
Pero las palabras mueren en mis labios, porque eso es demasiado en este
momento. Demasiado en que pensar. Demasiado sobre lo que reflexionar.

166 —No podemos volver a hacer eso. —Jadea, y me esfuerzo tanto como puedo
para reír—. Esto fue un error. —Pero no se mueve. En cambio, sus dedos encuentran
los míos y se entrelazan entre ellos.
—¿Es eso así?
—Ajá. —Ni siquiera le queda la energía para formar palabras.
—¿Fue tan malo?
—Horrible. Terrible —dice con diversión en su tono.
—Entonces, ¿cuándo podemos hacerlo de nuevo? —bromeo.
—Dame unos treinta minutos para recuperarme.
Esta vez mi risa es tan fuerte que reverbera en las paredes. Y luego, abro los
ojos y veo a Johnny caminando hacia la sauna.
—Oh, mierda. Johnny. Viene hacia aquí. —Me importa un carajo estar
desnudo, pero que me jodan si quiero que vea a Lennox completamente desnuda.
Lennox está luchando por colocarse su bikini mientras me pongo mis
pantalones cortos y me reúno con él antes de que pueda abrir la puerta.
—No es exactamente un lugar al que quieras ir en este momento, amigo —le
digo, mostrándole una sonrisa satisfecha.
—No. ¡Noooo! —se queja y adopta una pose de niño pequeño a punto de pisar
fuertemente el suelo. Me mira con incredulidad—. Jesús, maldita sea. ¿En serio?
Vamos, Rush. ¿No pueden usar una cama?
—Estás celoso de que hayamos conseguido disfrutar un poco y tú tengas que
usar tu mano esta noche.
Hace un ruido ininteligible que me hace reír.
—No es gracioso. —Me señala con un dedo—. No lo es. Voy a volver adentro.
—Buena elección —le digo con un asentimiento, disfrutando del aroma de
Lennox todavía en mi cara.
—Te enviaré la factura para desinfectar esa maldita sauna. Hasta el último
centavo.
—Será dinero bien gastado. —Mi risa resuena en la noche, especialmente
cuando levanta el dedo medio y desaparece en la casa.

167
Lennox
¿C
ómo se recupera una mujer de algo así? Un hombre dominante. Un
sexo increíble. Risas al terminar.
Me acurruco más bajo mis mantas mientras la risa de Rush
resuena desde algún lugar de la casa donde él y Johnny están jugando al billar.
Pero estoy aquí, en la cama, sola.
Necesitaba espacio. Tiempo para distanciarme. Tiempo para reiterarme a mí
misma que esto es lo que necesitaba.
168 Un poco de sexo alucinante para borrar las emociones confusas que sentí antes
después de besarle.
No Rush, y el tierno beso de esta noche.
Solo el Rush que me exigió que mantuviera las manos contra la pared mientras
era dueño de mis pensamientos tanto como de mi cuerpo. El hombre que me dio ese
lado físico que necesitaba para enderezarme.
Porque no me acerco a los hombres. Nos divertimos, tenemos sexo, sigo
adelante.
Por eso me fui a la cama sin una segunda mirada a Rush. No hubo ninguna
invitación a mi cama, ningún indicio de que quisiera más.
Y oh, cómo quiero más.
Solo una salida tranquila para que quede claro que no soy la chica que necesita
ser abrazada y mimada después. El sexo es sexo. El amor es amor.
Y solo suscribo a uno de ellos.
Entonces, ¿por qué estoy mirando mi techo, deseando que Rush esté
calentando el lugar a mi lado?
Rush
5 SEMANAS ANTES

L
a puerta se abre y los ojos sorprendidos de Rory, se encuentran con los
míos. Retrocede inmediatamente, escondiéndose tras el panel de la
puerta por si hay paparazzis que me hayan seguido.
—¿Estás loco? —pregunta, casi tirando de mí hacia dentro y cerrando la puerta
a mi espalda.
Doy unos pasos y me giro para mirarle.
169 —Podría preguntarte lo mismo.
La tensión aumenta el aire entre nosotros, ya que estoy seguro de que se
pregunta qué podría decir para mejorar la situación.
Nada.
No hay nada que pueda decir por joderme, no, complicarme la vida como lo
ha hecho. Pienso en los dos autos señuelo que tuve que sacar desde mi casa para que
la prensa los siguiera.
Quiero darle una paliza.
Quiero encontrar la verdad.
Quiero odiar este maldito pagaré, un golpe complicado que no estaba
preparado para recibir. La ira. Estoy tan jodidamente enfadado.
—Rush. —Un encogimiento de hombros. Un suspiro—. Ni siquiera sé qué…
—¿La amas? —Es la única pregunta para la que necesito una respuesta. Es lo
único que importa.
—Ah, Rush McKenzie. ¿Quién sabía que eras un romántico?
—Déjate de tonterías, Ror. Esto no es divertido. Estás jodiendo mi vida. No me
importa si tú o tu padre piensan que mi carrera puede soportar las consecuencias,
es una mierda total. Una mierda total. Y si crees por un segundo que vas a
pavonearte como el príncipe azul mientras yo…
—Es el amor de mi vida, amigo. —Rory me mira, con ojos enormes, una
disculpa escrita en todo lo que tiene, postura, expresión, antes de asentir—. Ella me
hizo querer vivir de nuevo. Ella…
—¿Qué quieres decir con que te hizo querer vivir de nuevo? —Me río con
incredulidad—. Tienes todo esto. —Extiendo mis manos hacia la enorme casa en la
que estamos—. Una carrera futbolística…
—Apenas.
—Una familia que te quiere…
—El deber y el amor son dos cosas diferentes —dice—. Te aseguro que no
existe el hijo perfecto, puedo dar fe de ello.
—Rory —suspiro—. No te estoy entendiendo en este momento. Estoy
asumiendo la maldita culpa por ti, así que perdóname si quiero algunas respuestas.
—No lo entiendes, ¿verdad? —Da un gruñido frustrado mientras camina hacia
la siguiente habitación y le sigo—. Mi padre. Viviendo constantemente a la sombra
de “¿por qué no puedes ser más como Rush?” que mi padre exige. Nunca estuve a
170 la altura de lo que quería de mí.
—Tonterías. —Joder, me vendría bien una copa. Hay un latido sordo detrás de mis
ojos, y no creo que vaya a desaparecer pronto—. ¿Qué tiene que ver todo eso con
Esme? ¿Qué tiene que ver que te folles a la mujer de Seth?
—Cuando te digo que ella me hizo querer vivir de nuevo, lo digo en serio —
grita. Eres mi amigo más antiguo. Hacer esto… —Y es entonces cuando me doy
cuenta. Es ahora cuando realmente escucho sus palabras.
—¿Rory? —Mi voz cae mientras lucho por comprender. Mientras miro al
hombre, y me pregunto cómo no sabía que estaba tan debilitado que querría quitarse
la vida—. ¿De qué mierda estás hablando?
—¿Cómo podría entenderlo un tipo como tú? —dice y se frota las sienes.
—No estoy de humor para que me jodan, ¿bien? No lances implicaciones como
ésa si no lo dices en serio. —Estoy plantado frente a su cara en un segundo, mirando
lo más cercano que he tenido a un hermano, y sé que es verdad. Lo sé…—. ¿Por qué?
Se encoge de hombros mientras la vergüenza se agolpa en cada una de las
líneas de su rostro.
—No sabes lo que es ser yo. —Su voz es apenas un susurro, y le agarro la nuca
y le obligo a mirarme los ojos.
—No me importa lo que ocurra en ese mundo de ahí fuera —digo y hago un
gesto con la mano libre—. Estoy y siempre estaré aquí para ti, hermano. —No me
muevo, no puedo. Todo lo que puedo pensar es ¿qué pasaría si? Lo único que me
pregunto es cómo pudo pensar que estaba solo.
Porque cuando digo que es lo más parecido a un hermano que he tenido, lo
digo en serio. Podría haberme tirado debajo del autobús un millón de veces cuando
éramos más jóvenes. Cuando me presentaba a las pruebas de la academia, podría
haber dicho a los chicos que yo no recogía su basura por ser amable, sino que
guardaba los bocados de las barritas de proteínas que quedaban en sus envoltorios
para tener algo que comer en la cena. Podría haber dicho que fui yo quien
“accidentalmente” tomó la chaqueta equivocada después de entrenar y se la llevó a
casa para tener un poco de calor en ese frío cobertizo, solo para devolverla al día
siguiente y disculparme por haber tomado la equivocada. Me pilló haciendo ambas
cosas y no dijo nada.
Podría haber montado en cólera y haber dicho a sus padres que no me
incluyeran en sus vidas, porque ¿por qué iba a hacerlo?
Pero, extrañamente, me dejó entrar en su familia.
Hablamos de mierda. Mucho.
171 Hablamos de mujeres. Incluso más.
Hablamos de fútbol. Más que de otra cosa.
¿Así que cómo ha llegado hasta aquí?
Y lo que es más importante, ¿cómo no sabía que lo había hecho?
—Siempre estoy aquí para ti —reitero.
—Lo sé. —Su voz es ronca mientras lo agarro y lo atraigo en un abrazo. Mi
mente se tambalea. ¿Cómo he sido tan egoísta con mi propia vida que no me he dado
cuenta de que estaba al límite? ¿Cómo he estado en el campo, en el vestuario, y no
lo he visto? Claro, había las drogas que sabía que se metía aquí y allá, porque
Archibald me confesó que lo sabía, pero no esto. No el suicidio.
Doy un paso atrás y me aclaro la garganta para librarla de las emociones que
la obstruyen.
—Hazme entender. Necesito entender.
—No puedo hacerte entender, Rush. No puedo hacer que camines en mis
zapatos ni que entiendas lo que hay en mi cabeza. No puedo explicarte el esfuerzo
diario que sentía para levantarme, ponerme la ropa y fingir que todo era normal
cuando me estaba muriendo silenciosamente por dentro. Todo lo que puedo hacer
es decirte que estaba a un día o dos de hacerlo, mis planes estaban hechos, mis cartas
estaban escritas, cuando Esme entró en mi vida.
Frotándome una mano por la cara, me dirijo a su cocina y me sirvo una bebida.
Necesito algo que me ayude a procesar esto.
—¿Cómo pasó eso? —pregunto y luego hago una mueca de dolor cuando el
whisky arde al bajar.
—Fue después de una sesión de entrenamiento hace unos cinco meses. Estaba
sentado en mi auto después de que me dijeran que el club estaba pensando en
dejarme por bajo rendimiento y, joder, estaba mal. Estaba a punto de tomarme un
poco de oxicodona para calmarme.
—Maldita sea, Ror. ¿Cómo puedes tomar esa mierda…?
—Ya lo he dejado. Te juro que sí. Pero vi a Seth… vi a Seth y a Esme
discutiendo. Estaba oscuro, pero ellos estaban bajo las luces mientras mi auto estaba
en las sombras cerca de un árbol. La golpeó, amigo. La agarró y la golpeó, y yo solo
miré, aturdido. Ella es Esme, princesa del pop y esposa del capitán del Liverpool, y
él la golpeó en el estómago como si fuera algo que hiciera todos los días.
Que jodido imbécil.

172 —Ror…
—No estoy bromeando, amigo. El imbécil la golpeó y luego se dirigió a su auto,
se puso al volante como si no hubiera pasado nada y esperó impaciente a que ella se
subiera. Cuando salieron del estacionamiento, ella miró hacia mí: lágrimas en las
mejillas y vergüenza, tanta pena en sus ojos cuando pasaron.
—¿No saliste? ¿No dijiste nada?
—No. Ojalá lo hubiera hecho, pero estaba medio drogado y lo último que
necesitaba era que nuestro capitán hiciera saber al club que me había visto
consumiendo.
—¿Y qué pasó después?
—Caí en la madriguera del conejo. ¿Recuerdas aquella semana que estuve
enfermo y falté al entrenamiento?
—¿No estabas enfermo?
—No. Estaba borracho y drogado y un día, en medio de todo, llamaron a la
puerta a eso de las once de la noche y allí estaba ella, Esme. Tenía un ojo morado y
había sido maltratada. Me dijo que yo era el único que sabía algo al respecto, que me
había visto esa noche así que sabía que yo lo sabía, y que necesitaba un lugar donde
quedarse hasta que Seth se calmara un poco. Y así es como empezó todo.
—Maldita sea, amigo.
—Sé que parece una tontería, pero es verdad. Ella me ayudó a conseguir
asesoramiento y me sacó de las profundidades, y yo estaba allí para ella porque no
quería que la prensa lo supiera y de alguna manera… nos enamoramos. Ella me
ayudó a cambiar mi vida, Rush. Estoy más en forma de lo que he estado en años, mi
cabeza está despejada, y voy a terapia regularmente para aprender estrategias para
vivir con la depresión. Tengo mis días malos, pero ¿cómo no voy a amar mi vida
ahora?
—¿Por qué no fuiste a la policía? ¿A tu padre? ¿Por qué…?
—Ella me rogó que no lo hiciera.
—Al menos podrías haber ido a ver a tu madre. Helen te habría ayudado. Lo
eres todo para ella.
—La he cagado tantas veces, Rush, que no podía soportar decirle que estaba
consumiendo de nuevo. No podía aplastarla así cuando ella ha sido la única que ha
tenido fe en mí. Cuando ella me ha ayudado demasiadas veces antes. —Las lágrimas
se agolpan en sus ojos y, entre su visión y sus palabras, siento que me han clavado
un cuchillo en el pecho—. No podría decepcionarla cuando siento que eso es todo lo
que ha sido cuando se trata de mí últimamente.
173 —Eso es una mierda. Ella te quiere.
—Sí, pero el amor no arregla el daño que has causado. Solo hace que duela un
poco menos.
Sus palabras son muy ciertas.
—¿Y ahora? ¿Ahora qué vas a hacer?
Suspira mientras me mira fijamente.
—No deja de decirme que lo va a dejar, pero tiene que ser el momento
adecuado. Está ocupada poniendo en orden sus asuntos legales para que cuando se
separen no la joda.
—¿Y si ella no lo deja? ¿Cómo vas a manejar eso?
—Lo hará. Sé que lo hará.
Miro fijamente a mi mayor amigo y sé que se lo cree.
Lo estudio, identificando lo frágil que podría ser su recuperación. ¿Sería capaz
de soportar el escrutinio al que estoy sometido ahora con la prensa y los medios de
comunicación y la mierda de esta historia?
¿O volvería a caer bajo el velo de la depresión y la desesperación de la que me
alejó hace tantos años? Porque sé lo que es tocar fondo. Sé lo desahuciado que te
sientes cuando tu vida se desmorona y te preguntas por qué te levantas cada
mañana. Lo sé.

174
Lennox

—P
apá dice que vas a ir tras Rush McKenzie.
Miro fijamente la cara de mi hermana,
Brexton, en la pantalla del ordenador y no
intento ocultar la sorpresa, aunque ¿desde
cuándo algo permanece en secreto durante mucho tiempo en nuestra familia?
—Bueno, me alegro de que papá le cuente a todo el mundo algo que puede o
no puede pasar.

175 —Si te molestaras en rellenar y responder a nuestras notas de estado internas,


podría decírnoslo tu misma —dice.
—Las veo, pero no creo que tenga que responder, ya que sabes a quién estoy
reclutando. Si tienes alguna duda, pregúntale a papá. Estoy segura de que te lo hará
saber.
—Cuéntanoslo tú. ¿Cuándo fue la última vez que asististe a nuestra reunión
semanal?
—Estoy en California —digo con desgana.
—No me digas. —Se ríe—. Por eso te envié un FaceTime para que vieras que
estamos en la era digital y que estas grandes cosas cuadradas en las que trabajamos
todo el día nos permiten hablar entre nosotros como si estuviéramos en persona. —
Pone los ojos en blanco—. La próxima excusa, por favor.
—No es una excusa, solo estoy ocupada.
—Como todos. —Levanta las cejas como si me preguntara qué más voy a decir,
pero sé que es la reina de las idas y venidas, así que es mejor que lo deje estar.
—Así que, ¿quién de usted gimió o resopló cuando papá anunció que iba a por
Rush? —pregunto.
—¿Qué quieres decir?
—Es decir, las conozco, y apuesto a que hubo una discusión, unos cuantos
comentarios sarcásticos y unas cuantas manos levantadas para ofrecerse como
voluntarias para intentar reclutarlo ustedes mismas. —Me vuelvo a sentar en mi silla
de la mesa de la cocina.
—¿Puedes culparnos?
Hay honestidad en su voz que quiero ignorar, pero no puedo. ¿Cómo puedo
hacerlo cuando estoy luchando con mi propia identidad ahora mismo? Llevo
semanas predicando que no me acostaré con Rush, y luego casi lo pido en la sauna
la otra noche.
Y lo quiero aún más ahora.
¿Cómo puedo jurar a mis hermanas que no voy a estropear esto cuando ni
siquiera puedo mantener mi propia palabra?
Hablando de tener una crisis de identidad. ¿Quién iba a pensar que tener sexo
con Rush se consideraría una perdición?
—Miren, las he decepcionado en el pasado. Sé que lo he hecho. Estoy tratando
de arreglar esto haciendo mi parte para ganar un cliente de renombre para la firma.
—No vemos lo que tú ves, Lenn. No sentimos eso por ti en absoluto. ¿Esto es
176 por Chicago? —pregunta.
—Esto tiene que ver con muchas cosas —digo sin dar más detalles.
—Porque Chicago eres tú haciendo una montaña de un grano de arena cuando
no sabes ni la mitad.
Me mira fijamente a través de la conexión, y aunque solo es dos años mayor
que yo, me molesta su actitud de soy mayor, puedo decir lo que quiera.
Porque Chicago es algo grande. Me frustra que ninguna pueda ver las cosas a
mi manera. No están en el mismo extremo receptor de las asignaciones alteradas.
Trato de escuchar lo que dijo mi padre. Que no se trata del talento sino del deseo de
hacer el trabajo. Pero los viejos hábitos son difíciles de romper… claramente.
¿Cuándo perdí la confianza en mí misma? ¿Cuándo me sentí tan juzgada por mi propia
familia?
Y sin embargo, aquí estoy, en Los Ángeles, haciendo exactamente lo que no
debo hacer: mezclar los negocios con el placer.
—Eres un dolor de cabeza —murmuro.
—Siempre. Para eso están las hermanas mayores, ¿no?
Esta vez pongo los ojos en blanco como respuesta.
—Es justo tu tipo, sabes. ¿Cómo vas a manejar eso cuando estés trabajando
codo con codo con él? Cuando estás tratando de decir…
—¿Qué quieres decir con que es mi tipo? —Me río, agradecida de tener la casa
para mí sola en este momento. Lo único que necesito es que sepa que estamos
durmiendo en la misma casa a raíz de esa pregunta, y sabrá la verdad.
—Es nervioso, inaccesible, guapo y un poco rebelde. Añade a eso el hecho de
que solo está aquí por poco tiempo y es tu sueño.
—Eso es una idiotez. —Me río, pero ella permanece seria mientras me
estudia—. ¿Qué?
—Nombra al último chico con el que saliste que sabías que iba a estar más de
unos meses.
—¿De qué estás hablando?
—Bradly. A él me refiero. ¿Recuerdas el tórrido romance que tuviste con él
cuando supiste que lo transferirías al otro lado de los Estados Unidos? Luego fue
Hiro, que se iba a jugar al béisbol en Japón. Todos tus hombres tienen límites de
tiempo, Lenn. Todos. Entonces, ¿ves? Rush es el juguete perfecto para ti ya que
tendrá que volver a casa pronto.

177 Jesús, ¿realmente soy tan predecible? ¿Realmente hago esto?


—¿Cuál es tu punto, Brex?
—Lo que quiero decir es que no hay que follarse a los clientes. —Se ríe—. Y
tampoco te folles a los clientes potenciales.
—¿Le dijiste eso a Dekker cuando se acostaba con Hunter y lo reclutaba? —
pregunto como la impetuosa hermana pequeña que soy.
—Por favor, dime que no estás pidiendo una justificación.
Pero no hace falta justificación porque la otra noche se ha reproducido en mi
cabeza como una fantasía una y otra vez. Rush. Su dominio. La forma en que me
hizo sentir. La forma en que quiero sentirme de nuevo.
—No puedo obligarlo a cambiarse a KSM —digo.
—De acuerdo, pero eso no significa que no puedas mostrarle cómo su agente
no está haciendo su trabajo. Quiero decir, la flagrante incompetencia de Finn podría
costarle su carrera. Eso debería contar para algo.
—¿Incompetencia? —pregunto.
—Es un idiota que solo piensa en sí mismo y siempre lo ha sido. Ambas lo
sabemos. —Toma un sorbo de su café y me mira—. Vic estaba allí, ya sabes.
—¿Dónde? —pregunto, sorprendida de repente por su cambio de tema y la
mención inesperada de su amigo agente, Vicktor Malachi.
—En la conferencia de Las Vegas. Vio todo el espectáculo de Finn para
humillarte delante de los demás agentes.
Mis hombros se hunden y odio que las lágrimas llenen mis ojos, pero es casi
como si fuera peor que alguien a quien quiero sepa cómo fui humillada.
—No es para tanto —digo, forzando una sonrisa para fingir que no ha
provocado las lágrimas que ha provocado. Las preguntas posteriores sobre mis
habilidades reales—. Sin embargo, al final he reído la última. Conseguí el contrato
con la MLS cuando él pensaba que no existía.
—Es un imbécil y todos lo sabemos. Cuida tu espalda, porque no me fío de
Cannon y Finn ni un segundo. —Cuando no hablo, continúa—. Rush sería un gran
complemento para el equipo de KSM, pero más que nada, nos encantaría tenerlo a
bordo simplemente para joder a Finn.
—Es bueno ver que tienes un orden de importancia.
—Puede que discutamos como el demonio, pero siempre nos cubrimos las
espaldas. —Y hay algo en la forma en que lo dice que me hace sonreír y echarlas de
menos, cuando no creía que lo hiciera.
178
—He oído que es un auténtico hijo de puta. Genial con los fans, pero un idiota
con sus agentes, compañeros de equipo, etc.
—¿De quién estamos hablando?
—McKenzie —dice.
—¿Rush?
—Sí.
—No puedo decir que haya visto ese lado de él todavía —digo.
—¿Estamos hablando del mismo hombre, Lenn? El hombre se acostó con la
mujer de otro hombre. Con la de su compañero de equipo, nada menos. Y luego, en
lugar de enfrentar la situación, corrió a Los Ángeles donde hay sol, relajación, y sin
duda otras muchachitas sin cerebro para follar.
Me erizo ante el comentario y espero que no se me note en la cara.
—Sí, lo olvidaba. Has sido perfecta en todas tus hazañas amorosas, ¿eh? —digo
con un tinte de sarcasmo y dejo el comentario colgando mientras mi hermana se
mueve en su silla. Abre la boca y luego la cierra.
—No te atrevas a explicar que fue diferente —digo.
—Lo fue. Quiero decir que había cosas que la gente no sabía sobre nuestra
situación.
—Exactamente —digo señalando con el dedo la pantalla—. Y tampoco
sabemos toda la historia de Rush y Esme.
—Sin embargo, su silencio es ensordecedor.
Nos miramos fijamente durante un rato mientras asiento.
—¿Oye, Brex?
—¿Qué?
—No importa. —Sacudo la cabeza y le quito importancia.
—No. Dime.
—Es que… ¿alguna vez has hecho algo por razones equivocadas solo para
preguntarte si tuvieron razón todo el tiempo?
—¿Debo preguntarte qué demonios quieres decir con eso o simplemente
asentir, decirte que te quiero y que estoy harta de que estés tan lejos de mí?
Sonrío.
—Lo último. Definitivamente lo último.
179 —Que tengas un buen día, Lenn. Te echo de menos independientemente de lo
que pienses… y te queremos.
—Yo también los quiero.
—Y buena suerte.
Miro fijamente la pantalla oscurecida cuando termina la conexión y pienso en
todo lo que me ha dicho. Tiene razón. No te folles a los clientes.
Pero, ¿y si ya lo he hecho?
¿Y si…?
—Tiene razón, sabes.
Doy un grito y casi me caigo en la silla cuando oigo la voz de Rush.
—Estás aquí. Estás en casa. No te he oído entrar. —Las palabras caen a un
millón de kilómetros por hora.
—Estoy aquí. —Su sonrisa es amplia al verme tantear con el bolígrafo en la
mano y preguntarme cuánto ha oído.
—¿Tiene razón en qué? —pregunto mientras entra en la cocina, con los
pantalones cortos de correr y el pecho empañado de sudor, ya que todavía se
esfuerza por respirar tras la carrera. Qué estúpido es que la mera visión de él me
provoque ese dolor entre los muslos.
—Todo. —Apoya sus caderas en la isla de la cocina—. Que soy un hijo de puta.
Que soy egoísta. Que no soy un cliente fácil de tratar.
Inclino la cabeza y encuentro la verdad en sus ojos.
—No. Creo que eso es lo que quieres que la gente vea, que crea, porque eso les
protege de acercarse a todo lo que aprecias.
Mira por la ventana un momento y me pregunto si va a rebatirme, pero el
hecho de que no lo haga me dice que puede que tenga razón en mi apreciación.
El hombre es un enigma. Cada vez que te acercas demasiado, cambia el
enfoque a otra parte. Normalmente estoy bien con esto porque cuanto menos sepa,
mejor.
Pero hay algo en él que me hace querer saber más. Hay algo en él desde el
primer momento en que le puse los ojos encima que no me permite dejarlo pasar.
—¿Y cómo te las has arreglado para no participar en la extravagancia
promocional de hoy? —pregunta con un movimiento de manos y poniendo los ojos
en blanco.
180 —No estás disfrutando de todo esto, ¿verdad?
Tuerce los labios un instante antes de encontrarse con mis ojos.
—Soy un jugador de fútbol. Lo que me gusta es estar en el campo, no hablar
de ello.
—A lo largo de los años he aprendido que el amor por el juego significa cosas
diferentes para distintos deportistas. ¿Qué es lo que te gusta del fútbol? —le
pregunto mientras me giro y lo miro de frente. Esa suave sonrisa que se dibuja en
sus labios me dice todo lo que necesito saber. No está en esto por el dinero o la fama.
Es su único y verdadero amor.
—Es difícil expresarlo con palabras y, cuando lo hago, parezco un idiota.
—Pruébame.
Y por primera vez desde que conozco a Rush McKenzie, se sonroja. Es adorable
y sexy, todo en un solo aliento, es confuso. Algo que tengo que intentar olvidar.
—Es una estupidez, pero es lo que me ha salvado. —Hace girar el juego de
llaves en su mano y se concentra en ellas—. Los tiempos eran difíciles cuando era
joven y el fútbol era lo único que se me daba bien. Era lo único que hacía que los
niños me miraran con admiración en lugar de con lástima, o como si yo fuera el raro.
—Los niños pueden ser crueles. Yo usé gafas y tuve cuatro años de ortodoncia,
así que entiendo lo que es sentirse como el raro.
—¿Tú? ¿Fea? —Se ríe mientras toma asiento frente a mí y luego tira de mi silla
para que mis rodillas se deslicen entre las suyas abiertas. Sus manos están sobre mis
muslos. Hay algo tan natural en el momento que juro que mi estómago se revuelve
cuando levanta la vista de mis piernas para encontrarse con mis ojos—. Me encanta
el juego porque es lo que soy. Puedo convertirme en esa figura que Cannon quiere
que sea más adelante en mi carrera, pero no ahora. No cuando el juego es como una
droga para mí, que me da vida, que me pide que sea mejor en todo lo que toco. Un
mejor futbolista, un mejor compañero, un mejor ídolo para los niños, un mejor todo.
Miro fijamente a Rush y sé con absoluta certeza que no es un hombre que
tendría una aventura con la esposa de su capitán. Este no es un hombre que tiraría
su carrera por la borda por una jugada estúpida. Este no es un hombre que debería
haber sido vilipendiado tan instantáneamente sin una defensa. Seguramente sus
compañeros de equipo, aquellos a los que está unido, tampoco pueden creer esta mentira.
—Hay momentos en el campo en los que el público corea, el aire está cargado
de expectación y mi sangre está llena de adrenalina y sé que voy a hacer algo
increíble. Es casi como si el momento elevara mi juego.

181 —El momento y todo el trabajo duro que has hecho —digo. Mi investigación
de los últimos días me ha mostrado que Rush es conocido por su interminable
dedicación. Suele ser el primero en el campo y el último en salir. Impresionante para
un hombre al que la mayoría supondría que no le importa nada en el mundo más
que él mismo.
—Tal vez. Por otra parte, tal vez solo soy un bastardo con suerte que ha tenido
algunas oportunidades de vez en cuando.
—No tienes que quitarle importancia conmigo. Vivo en un mundo en el que
quiero que los atletas que son buenos lo sepan. Así saben lo que valen y nunca se
venderán a sí mismos.
—¿Y qué pasa con los que son increíbles jugadores pero idiotas?
—Me he encontrado con esos una o dos veces.
—¿Los representas o los descubres por lo que son? —Sus ojos se vuelven serios
y, por primera vez, no estoy segura si seguimos hablando de él.
—No me corresponde descubrirlos, pero si son imbéciles, entonces sus colores
son lo suficientemente verdaderos como para que el mundo los vea en su momento.
Se calla, sus ojos bajan para mirar sus pulgares moviéndose de un lado a otro
en mis rodillas.
—Siempre acaban saliendo a la luz con el tiempo, ¿no?
Cuando sus ojos se levantan para encontrarse con los míos, hay una gravedad
en ellos que inesperadamente añade pesadez al momento.
—¿Rush?
Su sonrisa está ahí, pero más forzada que sincera.
—Nunca respondiste a mi pregunta —dice—. ¿Cómo fuiste capaz de salir de
ese aburrido espectáculo de mierda hoy?
—Tenía reuniones.
—¿Con tu hermana?
Sacudo la cabeza.
—Eso fueron solo los últimos minutos de mi día. —Suelto un suspiro—. He
estado evitándola.
—¿Por qué?
—Una larga historia.
—¿Tengo algo que ver con esa larga historia? —Inclina la cabeza hacia un lado
y espera una respuesta.
182 —Por supuesto que sí. Siempre hablamos de los atletas que estamos reclutando
o que están en nuestro radar porque los queremos reclutar. —No es toda la verdad,
pero al menos no miento del todo.
Nuestras miradas se sostienen como si no estuviera seguro de creerme o no,
pero asiente después de un tiempo
—¿Qué más tuviste que hacer para poder escapar de Cannon, y de sus quince
manipuladores, que te decían qué hacer cada cinco segundos? ¿Cómo evitaste que
te miraran como si fueras un extraterrestre?
—¿O tal vez te miran porque eres increíblemente guapo y talentoso?
—Eso también. —Me guiña un ojo y nos reímos.
—Veamos. He negociado un acuerdo para un jugador de béisbol, he trabajado
en un intercambio para una estrella de la NBA y he finalizado algunos acuerdos para
una gimnasta olímpica muy entusiasta. Ah, y cómo olvidar las dos horas al teléfono
acariciando el ego de varios atletas para asegurarme de que saben que los quiero y
que no, que sus carreras son sólidas y que no deben preocuparse.
—Día ocupado.
—Ocupado de verdad. —Acerca mi silla aún más.
—Pero hay una cosa que no has hecho.
—¿Qué?
—Solo hay una cosa que deberías acariciar, Kincade —murmura mientras sus
ojos se oscurecen de deseo.
—¿Ah sí? —pregunto mientras se inclina hacia delante y captura mis labios con
los suyos.
—Definitivamente. —Un beso—. Estás obligada por contrato. ¿Recuerdas? —
Arquea una ceja, con una sonrisa medio burlona en los labios.
—Entonces, por supuesto, déjame asegurarme de cumplirlo.
Nuestros labios se encuentran mientras nuestros dedos se entrelazan.
Es una locura para mí lo fácil que es besarlo. Ser besada por él.
Rush McKenzie me está haciendo cosas a las que no estoy acostumbrada. Besos
al azar en la cocina. Distraerme cuando estoy trabajando.
Y lo más extraño de todo es que quiero conocerlo mejor.
¿Pero es solo porque sé que se irá pronto?

183
Lennox
R
ush me maldijo.
Después de burlarme de él por tener que interpretar el papel
para Cannon y la MLS, me han arrastrado a todos y cada uno de los
eventos durante los últimos días. Una sesión de benefactores en el
Hipódromo de Santa Anita. Una experiencia interactiva para los fanáticos en el
estadio Banc of California, donde Rush participó en ejercicios de carrera con
jugadores juveniles. Una reunión de la junta, donde hablé de paquetes de
compensación integrales que podrían alejar a los jugadores de otras ligas más
184 exitosas. Y así sucesivamente.
Eso es mucho estar cara a cara y sonreír con personas al azar cuando estoy más
acostumbrada al aspecto individual de negociar y sellar acuerdos.
¿La única ventaja del agotamiento? Rush. Estar con Rush. Reír con Rush.
Esperando esos pocos momentos robados en los que miro hacia él y me encuentro
con sus ojos al otro lado del campo o la habitación o donde sea y veo esa suave
sonrisa suya.
¿Una ventaja aún mejor? Saber que todos en esa habitación querían ser los que
volviera a casa con él, y técnicamente, yo era esa persona.
¿Y ahora? Tres gloriosos días de descanso de la MLS. Tengo mis propios
clientes a los que atender, pero puedo hacerlo desde el pequeño paraíso de Johnny,
la casa y el patio trasero.
Por eso me sobresalto cuando Rush entra caminando a nuestro baño mientras
me estoy cepillando los dientes.
—Vístete —dice, su sonrisa amplia y traviesa.
—Ese era el plan —digo alrededor de mi cepillo de dientes.
—No. Quiero decir, vístete, tengo un lugar al que quiero llevarte. —Miro en su
dirección en el espejo hacia sus bañadores y su camiseta negra lisa.
—¿A dónde?
—Esa es la mejor parte. Ningún lugar en particular.
—¿Qué? —le pregunto mientras sale del baño.
—Diez minutos, Nox. Será mejor que muevas ese hermoso trasero tuyo.
Quince minutos después de escuchar un claxon en el camino de entrada, salgo
por la puerta principal, me pongo el bolso bajo el brazo y el bikini adentro, ya que
él tenía un bañador, y me detengo. Está Rush sentado detrás del volante de un
Mustang convertible rojo brillante, con el motor acelerando, con la sonrisa tan
amplia como puede ser.
—¿Qué estás…? —Mis palabras se desvanecen y me río mientras levanto mi
teléfono para tomar una foto de él. En este momento, es lo más relajado que lo he
visto. Sonríe ampliamente, ojos vivos y muy emocionados—. ¿Estás seguro de que
puedes conducir esa cosa? Quiero decir, ¿no estás en el lado equivocado de la
carretera? —bromeo.
—Soy hábil. Puedes dar fe de eso.
Este hombre me hace cosas por dentro.
—Estás cumpliendo tu deseo. De conducir un automóvil estadounidense
185 clásico.
—Así es. —Se estira sobre el auto y abre la puerta—. Súbete. Ven a dar un paseo
conmigo.
—¿A dónde vamos?
—Donde queramos.
Y lo hacemos. Rush navega a través del interminable tráfico de las autopistas
de Los Ángeles hacia la Pacific Coast Highway hasta que nos dirigimos hacia el
norte. La congestión de la ciudad da paso a la sinuosa carretera que sigue la costa.
El océano brilla a nuestra izquierda mientras volamos con el sol en la cara, el viento
en el cabello y la mano de Rush en mi muslo.
Se siente como libertad después de estar confinada en cierto sentido a la casa
de Johnny durante tantas semanas con solo el contrato con la MLS, mi trabajo y su
entrenamiento como parte de nuestra rutina diaria.
Incluso hay algo liberador en sentarse al lado de Rush y no poder hablar. El
viento que azota a nuestro alrededor mientras conducimos simplemente nos permite
disfrutar el uno del otro y no sentirnos obligados a llenar el tiempo con
conversaciones sin parar.
No estoy segura de cuánto tiempo pasa antes de que salgamos de la autopista
en las afueras del condado de Santa Bárbara. Miro a Rush y noto por primera vez
que está mirando el GPS en el tablero. Nunca me di cuenta de que había una
dirección ingresada.
La calle en que estacionamos está bordeada de árboles y la salmuera del mar
está en el aire. Nuestras miradas se encuentran brevemente antes de que él vea las
direcciones de las casas a nuestra izquierda y, aunque es un segundo, sé que está
tramando algo.
Pero no digo una palabra.
Espero a que se detenga en la puerta, ingrese un código que la tiene abriéndose
y luego apaga el motor una vez que hemos pasado.
—¿Vas a decirme qué estamos haciendo aquí? —le pregunto cuando solo me
mira con una sonrisa traviesa.
—Un poco de D&R4.
—¿D&R? —Me río—. ¿De qué estás hablando?
—Esto es nuestro por los próximos dos días —dice con indiferencia mientras
sale del auto y gira el capó hacia donde lo estoy mirando con sorpresa en mi rostro.
186 —¿Qué quieres decir con los próximos dos días? —Lo miro hacia donde está
parado con la puerta abierta.
—Me dijiste que no querías que nadie supiera que estamos haciendo lo que sea
que estamos haciendo… entonces, ahora —dice y agita su mano alrededor de
nosotros—, nadie lo sabrá. Tenemos una playa privada, una casa apartada lejos de
todos…
—Y nada de comida, ropa, artículos de tocador o tantas cosas. —Me río de las
palabras, aturdida por este gesto.
—El refrigerador está completamente abastecido según mi solicitud al
propietario, y ¿quién necesita ropa? Tenemos una piscina privada, y estoy seguro de
que hay esas túnicas blancas mullidas si las quieres. Los artículos de tocador también
estaban en mi lista de pedidos. Recuerda que comparto el baño contigo para saber
lo que te gusta, y cuando se trata de la parte de tantas cosas…
—Hablas en serio, ¿no?
—Johnny merece tener su casa de regreso para él durante unos días —dice
mientras toma mis manos y me empuja hacia él—. Y, cariño, realmente te quiero a

4 Descanso y Relajación.
solas por unos días para no tener que preocuparme de que me atrapen cada vez que
tengamos nuestro horrible e insatisfactorio sexo.
—Es un sexo terrible, ¿no? —pregunto y saboreo el tierno beso que deposita en
mis labios.
—Terrible. —Otro beso—. Te vienes. Luego te vienes de nuevo. Entonces me
vengo. Es completamente insatisfactorio.
—Me alegro de que tengas todo esto planeado. —Eso, por supuesto, es una
gran subestimación. Estoy asombrada. Pensar que este hombre se cree un bastardo.
Egoísta. Un cliente difícil de tratar. Bueno, ¿no lo son todos los clientes? Deberían
serlo, ya que es su vida por la que abogan. ¿Pero el resto? No. No se parece en nada
al hombre que la gente cree que es.
Como le dije el otro día, creo que es la fachada de lo que quiere que la gente
vea. Y, sin embargo, me trajo desinteresadamente. Para D&R. Nadie ha hecho nunca algo
como esto por mí. Y estoy sorprendida. Asombrada.
—Esta es la parte en la que me dices lo increíble que soy, te pago con un poco
de vino y queso, y luego un postre con la lengua enterrada entre tus piernas.
—Oh.

187 Bueno, ninguna mujer se va a quejar de eso, ¿verdad?


—Exactamente. ¿Alguna idea más sobre el asunto? —pregunta.
—Creo que deberíamos entrar y practicar nuestro horrible sexo.
—La práctica hace la perfección —murmura antes de reírnos y explorar
nuestro nuevo lugar—. O en nuestro caso, lo hace perfectamente horrible.
Rush
—T
odavía estoy sorprendida de que hicieras esto. —Lennox me
mira desde el otro lado del porche. Lleva puesta mi camiseta
y nada más, su color oscuro acentúa el bronceado de sus
larguísimas piernas. Unas entre las que he estado la mayor parte de la tarde, y
definitivamente no me quejo de eso. La brisa sopla a través de su cabello y el sol está
a sus espaldas mientras toma un sorbo de vino.
Es un espectáculo digno de contemplar y, por primera vez desde que estoy en
los Estados Unidos, hay algo, o más bien alguien, que podría entristecerme por irme
188 y volver a casa.
—Ambos merecíamos un descanso.
—Creo que el pobre Johnny también se merecía un descanso de nosotros.
—Creo que va a desinfectar toda la casa mientras no estamos. —Me río y agarro
una galleta y una rebanada de queso de la mesa a mi lado.
—Nada podría arruinar mi buen humor hoy —murmura y da vueltas, un poco
de vino se derrama sobre la parte superior de su copa—. Oopsi. —Su risa flota por
el patio, haciéndome sonreír, y me doy cuenta de que está un poco borracha—. Eso
fue una falta.
—Nos pasa a los mejores. —Dios, es jodidamente hermosa. Toco el lugar a mi
lado en el diván—. Ven a sentarte conmigo.
Ella me mira tímidamente, su sonrisa despreocupada.
—Pensé que te había agotado.
—Es solo sentarse, Nox. —Dios sabe que ella me agotó antes—. Solo sentarse
y ver la puesta de sol.
—En ese caso, entonces —dice y salta antes de dejarse caer y acurrucarse contra
mí—. Perfecto. Esto es absolutamente perfecto.
—Lo es —le digo y le doy un beso en la parte superior de la cabeza mientras la
aprieto con más fuerza.
Lennox, la experta en negocios, es sexy. La zorra de dormitorio Lennox es el
sueño de todo tipo. Pero la Lennox borracha es a la vez adorable y divertida, lo que
me hace querer inclinarme y besarla hasta dejarla sin sentido.
—Necesitaba esto —murmuro contra la parte superior de su cabeza—. Algún
lugar adonde ir sin que la gente sepa, mire o quiera algo de mí. No tienes idea de
cuánto necesitaba esto.
Cuánto te necesitaba.
El pensamiento tarda un segundo en registrarse y cuando lo hace, lo empujo lo
más lejos posible, porque no necesito nada. O mejor dicho, no necesito a nadie.
Lo hice una vez.
Y después de su muerte, juré que nunca más me permitiría necesitar a nadie.
Nos sentamos en silencio mientras las olas chocan contra la orilla y el sol se
esconde lentamente hacia el océano.
—Me diste la puesta de sol —murmura de la nada casi somnolienta—. Nadie
me había regalado una puesta de sol antes.
189 —Eso es ridículo. Seguramente…
—Shh —dice y presiona sus labios contra los míos—. Disfrutémoslo.
Apoya la cabeza en mi pecho.
Nadie me había regalado una puesta de sol antes.
No estoy seguro de por qué ese comentario me golpea tan fuerte, porque
Lennox Kincade se merece más que solo puestas de sol. Ella se merece atardeceres y
amaneceres y todo lo demás.
Y como si fuera una señal, su teléfono suena con un tono distintivo que la hace
fruncir el ceño.
—Excepto por eso. Desaparece, Dekker —refunfuña.
—No me importa si contestas.
—Bueno, lo haré —dice con un bufido antes de caminar hacia donde está su
bolso, trayéndolo de regreso a donde nos sentamos y luego arrojando sin ceremonias
el contenido en el sillón junto a nosotros. El contenido en el que busca a tientas me
hace reír: un bolso, una bolsa de maquillaje, una pelota de béisbol con firmas por
todas partes, que estoy seguro tiene algún valor, pero en cambio simplemente se tira
allí como la mayoría de las mujeres tirarían una banda para el cabello. Ah, y también
hay algunas de esas, junto con tarjetas de visita y bolígrafos, pero es cuando la veo
tirar un teléfono móvil a un lado antes de tomar un segundo que me río.
—¿Dos teléfonos móviles? ¿Eres tan importante que necesitas dos? —Me río.
—Es una larga historia —murmura y agita una mano en mi dirección cuando
uno de los móviles suena de nuevo—. ¡Listo! —Apretó el botón de su lado con un
estilo dramático y luego el timbre se detiene de inmediato—. Problema resuelto.
Interrupción manejada.
Ella me mira con la sonrisa más grande y cursi antes de volver a su posición
acurrucada a mi lado.
—¿Hay alguna razón en particular por la que no estás hablando con tu
hermana? —pregunto.
Ella resopla.
—Muchas razones.
—¿Cuáles?
Sacude la cabeza, y aunque no puedo ver sus ojos, juro que los está poniendo
en blanco.
—Porque siempre parecen ser perfectas y yo siempre parezco… yo.
190
—¿Y qué es eso exactamente? Preciosa. Inteligente. Luchadora. Disciplinada.
Sexy. Divertida.
—¿Pero por qué empezaste con preciosa? —pregunta con algo cortante en su
tono.
Suenan campanas de advertencia en mi cabeza.
—No sabía que era un crimen decirte que eres hermosa. Especialmente cuando
estás sentada así —digo señalando su pierna sobre la mía, mi camisa pegada hasta
la cadera, esos ojos inquisitivos irritados y sus labios haciéndome pucheros—. Te
aseguro que no fue un insulto. En realidad, todo lo contrario. —Su suspiro en
respuesta es pesado—. ¿Quieres explicar por qué llamarte hermosa tiene que ver con
no contestar la llamada de tu hermana?
—Es complicado.
Echo la cabeza hacia atrás y me río.
—Estás hablando conmigo, ¿recuerdas? El rey de lo complicado últimamente.
—Trabajar con tu familia es complicado.
—Puedo imaginarlo. Apuesto a que hay algunas peleas divertidas allí.
—¿Entre cuatro hermanas? —Resopla.
—¿Te gusta lo que haces? ¿Te hace feliz?
—Sí —dice las palabras, pero hay algo que pasa a través de sus ojos que me
dice lo contrario. Quizás es lo mismo que he captado en fragmentos cuando entré y
ella estaba conversando con una de sus hermanas. Hay sarcasmo en su tono. Casi
una combinación de dolor e irritación que esconde en el momento en que se da
cuenta de que lo veo.
Como lo hizo ahora mismo.
—Eso no suena demasiado convincente.
Su sonrisa se suaviza.
—Cuando eres una de cinco en una empresa familiar, a veces es demasiado.
Opiniones. Elegir en clientes. Todo. —Se ríe, pero esa chispa aún falta—. Pero sí,
estoy feliz.
Muevo los labios y asiento.
—Puedo imaginar que a veces se siente como si hubieras perdido tu identidad
en cierto sentido. Eres una de las “Kincade” en lugar de Lennox Kincade.
—Estoy segura de que los psicólogos dirían que es el síndrome clásico del niño
del medio —murmura y luego apoya la cabeza contra mi pecho, esta vez
191 entrelazando sus dedos con los míos.
—Yo diría que es más que sientes que te has convertido en parte del escenario
de KSM. Camuflaje si quieres llamarlo así.
—¿Camuflaje? —Se ríe de la palabra.
—Sí. En un sentido. Todos encajan en este rompecabezas que funciona y es
perfecto en todos los lugares correctos, pero de vez en cuando, quieren ser una pieza
de borde en lugar de la pieza del medio. De vez en cuando, quieres ponerte la corona
y ser el centro de atención en lugar de ser parte de la cancha en segundo plano. —
Aprieto sus manos—. Has perdido tu corona.
Ella ríe.
—Eso suena ridículo. ¿Lo sabes bien?
—Podría, pero también te suena cierto.
—Rush.
—Es lo mismo para mí. Me encanta jugar al fútbol. Es mi pasión, mi vida. ¿La
mejor parte de esto? Formo parte de un equipo. Puedo mezclarme. Puedo apoyarlos.
Pero también me encanta ser egoísta a veces. Llevando la pelota al campo y
haciéndolo por mí mismo. Acaparando toda la gloria y poseyéndola legítimamente.
No hay mejor sensación que ese momento en el que el balón golpea la esquina
trasera de la red y la multitud se vuelve loca.
—Nunca te mezclas en el campo, Rush. Destacas cada vez que tocas el balón.
—Como tú.
—¿Qué? —pregunta con incredulidad—. Estás loco. —Pero cuando me mira
con lágrimas en los ojos, puedo decir que lo que he dicho significa algo para ella.
—Está bien querer que la multitud se vuelva loca. Está bien separarse de vez
en cuando y ser egoísta. No hay vergüenza en ello. Tu trabajo en KSM es tuyo, pero
no. Haz lo tuyo. Encuentra lo que necesitas cuando lo necesites para hacer que la
multitud se vuelva loca. Hasta que lo hagas, cariño, nunca serás feliz.
Ella me mira y por primera vez desde esta conversación, su sonrisa suena
verdadera.
—¿Quién sabía que Rush McKenzie era un filósofo en secreto?
—Difícilmente.
Se inclina y presiona un beso contra mis labios y tira de partes de mí que
normalmente permanecen dormidas.
—Me ha dado más de lo que piensa, profesor McKenzie. Solía estar en el centro
192 de atención, en el escenario. Tomando el foco de atención. Conozco el encanto. No
estoy segura de querer eso más. —Esa última parte no es más que un susurro—.
¿Dónde estaba? Oh, ya sé. —Ella se ríe. Dios, es jodidamente linda—. Me has dado
varios orgasmos, copiosas cantidades de vino… y un escape. Y ahora palabras
amables que necesitaba escuchar.
—Y te he dado la puesta de sol.
—Sí. Lo has hecho —dice y pasa sus dedos hacia arriba y hacia abajo por mi
estómago distraídamente.
Y nos quedamos así hasta que el sol se pone y los colores dejan de bailar en el
cielo para dar paso a las estrellas.
Lennox
E
l aire fresco de la mañana sopla desde el océano. Es esa hora grisácea de
la mañana donde el mar y el cielo parecen de un solo color, y no hay
forma de saber dónde termina uno y comienza el otro.
Estoy sentada en una increíble extensión de cama con el edredón agrupado
alrededor de mi cintura en esta lujosa casa de playa que Rush ha alquilado, y no
estoy segura de por qué me siento tan inquieta. Debería estar dormida, debería
acurrucarme a su lado, y cuando me vuelvo para mirarlo por encima del hombro y
estudiarlo, sé exactamente por qué me siento inquieta.
193 Es él.
Es Rush.
Verlo hace que se me acelere el pulso y se me acelere el estómago. Eso sucedió
cuando nos conocimos, pero esto es diferente. Se supone que eso se desvanece,
diablos, normalmente se disipa después de la primera cita para mí la mayoría de las
veces, pero con él, simplemente se vuelve más intenso.
¿He dormido en la misma cama con hombres antes? Claro que sí. ¿He querido?
Realmente no. No me gustan los abrazos ni las charlas triviales. No soy fan de
sentirme obligada a ser algo que no soy: la chica agradecida porque el chico la eligió.
Eso es una mierda.
Deberían ser los agradecidos… y sin embargo, cuando miro a Rush, me siento
agradecido. Yo siento… cosas.
Cosas que no sé cómo procesar, ni realmente quiero hacerlo, porque no son
algo que pueda estar en mi radar.
Y, sin embargo, cuando miro hacia el océano, no puedo evitar sentirme…
relajada. Apreciada. Querida. Escuchada. Es la combinación más extraña de cosas y,
sin embargo, lo que necesitaba al mismo tiempo.
—Hola. —La voz drogada por el sueño de Rush llena la habitación al mismo
tiempo que apoya su mano en mi espalda baja.
—Buenos días —murmuro mientras me giro para mirarlo por encima del
hombro. Hay pliegues de almohada en su rostro y su barba incipiente es más oscura
de lo normal, pero son sus ojos, las arrugas en las esquinas, la claridad en ellos por
solo despertar, lo que me mantiene absorta—. ¿Dormiste bien?
—Como nunca. ¿Qué estás haciendo? Es temprano.
—Simplemente disfrutando de la paz. No es frecuente que pueda sentarme y
simplemente estar.
—Entiendo.
Me vuelvo hacia el oleaje y su estrépito al entrar por las puertas francesas que
dejamos abiertas desde nuestro dormitorio del segundo piso.
—Entonces, ¿tu automóvil estadounidense estuvo a la altura de las
expectativas?
—Lo estuvo. No hay nada como una fina pieza de carrocería americana
firmemente plantada entre tus piernas.
—Estoy pensando que debería ofenderme por ese comentario. —Me vuelvo
194 hacia él y levanto una ceja, y me encuentro con una sonrisa diabólica.
—No en lo más mínimo, cariño —dice y luego se queda en silencio mientras
sus dedos bailan sobre los hoyuelos en la parte baja de mi espalda—. Es
impresionante, ¿no? —Ajusta la almohada debajo de su cabeza para poder
recostarse más alto y disfrutar de la vista—. Los amaneceres son mis favoritos.
Voy a hablar y luego cierro los labios cuando la noche pasada vuelve a mí.
Nadie me había regalado puestas de sol antes. Oh Dios mío. ¿De verdad dije eso?
¿Realmente sonaba como una tarjeta de Hallmark cursi mientras estaba bajo la
influencia del vino, el sexo y el chocolate?
Me estremezco y espero que tal vez Rush estuviera bajo la misma influencia,
pero sé muy bien que no lo estaba. En cambio, me dio un discurso sobre multitudes
y coronas que tocó tantas cuerdas en mí que incluso tuve un sueño ridículo sobre
montar un carro estúpido en medio de un estadio donde la multitud vitoreó cuando
levanté mi corona.
Sí, Rush está jugando con mi cabeza.
La pregunta es, qué haré al respecto, porque si quiero admitir o no, estoy bien
con eso. El pánico y la repentina distancia en la que mantengo a los hombres cuando
se vuelven demasiado pegajosos aún no han sucedido.
Estoy segura de que viene.
Tiene que ser.
—Johnny me dijo que perdiste a tu madre. ¿Te importa que te pregunte cuántos
años tenías?
Su franqueza no debería sorprenderme ahora, pero lo hace. Es un tema que
muchas personas evitan y cuando me vuelvo para mirarlo a los ojos, no hay nada
más que simpatía y compasión.
—Tenía trece años.
—Lo siento mucho.
—No lo sientas. —Lo interpreto como siempre lo hago con un encogimiento de
hombros—. Fue hace mucho tiempo.
—Hace mucho tiempo o no, todavía duele mucho. Tenía quince años cuando
perdí la mía.
—No tenía ni idea. —Girándome para mirarlo, extiendo la mano y tomo su
mano, sintiéndome como una idiota por pensar solo en mí—. Lo siento mucho.
—Como dijiste, no lo sientas.

195 —Aneurisma cerebral —digo sobre la causa de la muerte de mi madre—. ¿La


tuya?
—Cáncer.
Mi pecho se contrae al pensarlo. Lo único de lo que siempre me he sentido
afortunada es que mi madre murió rápidamente. No hubo meses en los que sufriera,
ni una interminable espera por lo inevitable. Fue rápido, increíblemente, casi hasta
el punto de que era difícil entonces y ahora para mí creer que se había ido.
Pero no puedo decirle eso a Rush. No puedo estar agradecida por cómo murió
la mía y luego preguntar cuánto tiempo sufrió la suya. No puedo decirle que
cualquier psiquiatra tendría un día de campo conmigo y decir que probablemente
tengo problemas para formar vínculos con los hombres porque en el momento en
que siento algo más allá de la lujuria superficial, corro para evitar más dolor.
Y aunque mi mente procesa ese pensamiento, me recuesto con él, mi cabeza en
su pecho y ambos mirando hacia el horizonte más allá.
Los recuerdos que se desvanecen llenan mi cabeza y me hacen sonreír y desear
a mi madre al mismo tiempo.
—Siempre me preocupa olvidar el sonido de su voz. El olor de su perfume. La
sensación de sus brazos rodeándome, su risa.
—Nunca la olvidarás. Y justo cuando creas que lo has hecho, volverá a estar en
uno de tus sueños y tú la experimentarás para que no lo hagas. Y también tienes a
tu papá para que te ayude a recordarlo.
Sus palabras hacen que se me llenen los ojos de lágrimas agridulces, y pienso
en la conversación que tuve con mi padre hace un par de semanas sobre lo mucho
que me parecía a mi madre.
—¿Qué hay de ti? ¿Qué extrañas de tu madre?
Pasa una mano arriba y abajo de mi brazo.
—Ha pasado mucho tiempo para extrañar algo. Demasiadas cosas han
eclipsado ese momento de mi vida.
Lo miro. A su mandíbula fuerte y pestañas gruesas, pero mantiene sus ojos en
el cielo.
—¿No ayudó tu papá a mantener viva su memoria?
La expresión de Rush permanece tan cautelosa como su voz, que carece de
emoción cuando responde.
—Nunca conocí a mi papá.
—Lo siento. No quería… —Mis palabras se desvanecen cuando meto el pie en
196 mi boca y lucho por algo que decir en su lugar—. Los dos teléfonos móviles.
—Dos móviles, oh, en tu bolso. —Se ríe—. ¿Qué hay de ellos?
—Uno es de mi madre. No funciona, pero no puedo deshacerme de él. Quiero
decir, no es como si pensara que ella me va a llamar o algo así, demonios, ni siquiera
está cargado, pero lo llevo conmigo todavía. No sé si creo que es buena suerte o
porque es algo tangible de ella a lo que puedo aferrarme, pero independientemente
de lo estúpido que sea, no puedo deshacerme de eso.
—No es estúpido en absoluto. Lo entiendo.
—A veces incluso lo cargo para poder escuchar los memos de voz que ella
misma dejó. —No le he dicho a nadie eso. ¿Qué tiene Rush que me hace confiar tan
implícitamente en él?
Siento su risa suavemente bajo mi mano.
—Lo comprendo. Durante mucho tiempo después de la muerte de mi madre,
llevé un medallón que me dio después de que se enfermó. Era poco emocionante,
excepto por la intrincada brújula grabada en el frente que ella juró que me traería
buena suerte. Cuando le pregunté por qué tenía tanta suerte, me dijo que no
importaba a dónde fuera en la vida, siempre me ayudaría a encontrar el camino de
regreso a lo que era correcto. Ese es el primer tatuaje que me hice. Aquí mismo. —
Señala por encima de su corazón—. Es su brújula para que nunca pierda el rumbo.
Me incorporo sobre mi codo y trazo las intrincadas líneas del diseño en su
pecho, sabiendo lo importante que es sentir que tienes algo a lo que agarrarte.
—Es perfecto.
—Así como llevar su móvil es perfecto para ti. —Se mueve de repente de modo
que está medio acostado sobre mí—. ¿Sabes qué?
—¿Mmm? —Esos ojos me vuelven a conquistar.
—Creo que necesitamos nadar por la mañana.
—¿Lo necesitamos? —Eso no es lo que esperaba.
—El último tiene que preparar el desayuno. —Rush salta de la cama y yo lo
sigo.
Nuestra risa resuena en los pasillos mientras nos perseguimos por las escaleras
y atravesamos la casa.
No pensamos en trajes ni toallas ni nada más mientras saltamos del patio a la
arena. El cielo se ilumina con rayas de color que suavizan el agua oscura del océano.
Ambos gritamos cuando llegamos al agua fría de la mañana, pero con la misma
197 rapidez, se acerca a mí y me empuja contra él.
Lo último que cruza por mi mente antes de que sus labios me hagan perder los
pensamientos es que Rush me acaba de dar un amanecer para recordar también.
Lennox
—¿T ambién estuvo eso horrible? —pregunta Rush mientras se
acerca a mí y me empuja a través del agua tibia del jacuzzi
hasta que estoy casi sentada en su regazo, de espaldas a su
frente.
—Horrible —digo—. Un gran error.
—Parece que sigues cometiendo errores y teniendo sexo horrible conmigo.
—Terrible. —Se ríe y me pone en su regazo para poder besarme.
198 Me sobresalto momentáneamente de lo acostumbrada que me estoy volviendo
a esto.
Se siente demasiado como una cosa, como si fuéramos una cosa… y no estoy
segura de qué hacer al respecto.
—¿Estás bien? —pregunta, su sonrisa se desvanece, y yo asiento. La ironía es
que mientras me estoy volviendo loca en silencio, también me estoy deleitando en
secreto con todo lo relacionado con este fin de semana y él.
La forma en que me hacía café por la mañana, así que me sentaba con él
mientras él tomaba su taza de té, como él lo llamaba. Cómo cuando nos sentamos
uno cerca del otro, su mano siempre encuentra su camino hacia mí de alguna
manera: las yemas de los dedos recorren mi columna hacia arriba y hacia abajo, una
mano en mi muslo, un dedo metiendo un mechón de cabello detrás de mi oreja.
Cómo no sabe nada sobre béisbol y qué adorable es tratando de descubrir sus reglas.
Tantas cosas que me dan ganas de retroceder. Pero me encuentro
acurrucándome un poco más cerca.
Como ahora mismo. Me rodeó con los brazos y apoyó la barbilla en mi hombro
por detrás.
—Estoy bien. Solo estoy temiendo volver a Los Ángeles mañana —murmuro
mientras miro las luces apagadas en el océano, un marinero en algún lugar tratando
de llegar a casa con su familia, mientras nos empapamos de la última noche de
nuestra estadía aquí.
—Yo también. —Las yemas de los dedos de Rush juegan ociosamente sobre mi
piel desnuda debajo de las burbujas. Hay una comodidad en nosotros aquí que voy
a extrañar cuando regresemos a casa de Johnny y recuerde que se supone que no
debemos estar juntos. Y como si fuera una señal, pregunta—: ¿Hay alguna razón por
la que no me has pedido que me cambie a KSM y les permita representarme?
—Varias, pero la principal es que ahora mismo no estoy trabajando y por eso
no quiero hablar de trabajo.
—Puedo respetar eso, pero también creo que tenemos que hablar de ello en
algún momento.
Tomo su mano entre las mías y juego con sus dedos mientras trato de pensar
en mis próximas palabras para decir.
—¿Vamos a ignorar que he hablado mucho este fin de semana y tú no has
hecho mucho?
—He hecho mucho. —Se ríe—. He llamado tu nombre. He llamado a Dios
199 varias veces.
Me giro para poder darle un puñetazo juguetón en el hombro.
—Eso no es exactamente lo que quiero decir.
—Entonces, ¿a qué te refieres?
—Si alguna vez fuera a ser tu agente… —Mierda. Muevo los labios y trato de
averiguar cómo decir lo que tengo que decir—. Mira, no soy del tipo de chica que
derrama su corazón, Rush, y sin embargo, cuando se trata de ti, he derramado más
de lo normal para mí. Así que…
—Así que estás esperando un ojo por ojo.
—No necesariamente, pero no me gusta sentirme… expuesta. Vulnerable.
Supongo que esa es la mejor manera de describirlo.
Esto no está funcionando. Estoy perdiendo el tiempo.
—¿Y por qué es eso? ¿Cómo te hice sentir vulnerable?
—Ahí tienes, volviéndome de nuevo la conversación.
—¿Qué es lo que quieres saber?
—Nada. Todo. Algo.
Se ríe.
—Tremendo interrogatorio. Te he dicho. Vengo de una crianza de mierda. No
tengo papá, mamá murió, y luego obtuve la beca en la academia a los quince años,
firmé mi primer contrato a los dieciséis.
—Todas las cosas que podría haber buscado y probablemente encontré en
Internet. —Suspiro—. Si perdiste a tu mamá, ¿con quién estabas hasta que recibiste
la beca? ¿Familia?
—Nadie. —Su sonrisa no llega a sus ojos—. Cuando me refiero a que los
tiempos fueron duros, me refiero a que los tiempos fueron realmente duros. Me las
arreglé e hice lo que tenía que hacer hasta que obtuve la beca.
—Oh Dios mío. Rush. No tenía ni idea…
—Mira. No necesito tu compasión. Tuve algo de suerte de mi lado. Hice que la
familia de un compañero de equipo me acogiera. Al final, todo resultó. No vale la
pena hablar de ello.
—No te estoy tratando con lástima. Solo estoy…
—Entonces, ¿qué es lo que quieres saber? —pregunta. Esto claramente lo
incomoda—. ¿Que odio el sushi y que el tequila es la única bebida alcohólica que me
200 niego a tocar? Una mala noche me bastó con esa mierda. ¿Que me gusta la música
fuerte y comencé sabiendo usar mis puños más que mis pies? ¿O es que me gusta mi
horario y mi rutina, y estar aquí en los Estados me hace sentir mal, así que aunque
disfruto de mi tiempo aquí, no puedo esperar a volver? —Me levanta de su regazo
y se encoge de hombros mientras se mueve hacia el otro lado del spa—. ¿Es eso lo
suficientemente bueno, porque no todos tenemos mamás y papás y recuerdos
abundantes formándonos? Mis recuerdos son de entrenamientos y luego más
entrenamientos.
—O tal vez es que estoy compartiendo tu cama, pero no has dicho una palabra
sobre la situación de Esme y lo que sea que haya sucedido para causarla.
Y en esa fracción de segundo, sé que cometí un error atroz por la rigidez
inmediata de su columna vertebral. Entonces, por supuesto, trato de corregir en
exceso.
—Es natural para mí preguntar. Quiero decir, yo no…
—¿No qué? ¿Te he preguntado los nombres de las personas que han ocupado
tu cama, Lennox? ¿Te he pedido detalles sobre tu vida sexual y cómo ha entrado
cada hombre en ella?
—Rush…
—Pensé que estábamos disfrutando el uno del otro. Pensé que sabías la clase
de hombre que era o de lo contrario no habrías perseguido esto, sea lo que sea…
conmigo.
—Eso no es lo que quise decir. Te lo tomaste todo mal —digo, luchando por
corregir la suposición que hizo. Cómo asumió que estaba preguntando si se había
acostado con Esme en lugar de… en vez de… no estoy segura de lo que estaba
preguntando, aparte de que quiero que me confíe lo que sucedió, de quién es la foto.
Quiero sentir que confía en mí tanto como yo he confiado ciegamente en él.
Pero antes de que pueda pronunciar las palabras, él habla.
—Debí haberlo adivinado. —El suspiro que sigue es como una daga en mi
pecho.
—¿Adivinado qué? —pregunto, inmediatamente a la defensiva.
—¿De eso se trata todo esto? Tú. Yo. ¿Esto? —pregunta levantando las manos.
—¿Qué estás…? —Y luego me doy cuenta de lo que está preguntando, y me
quedo estupefacta—. ¿Crees que me estoy acostando contigo porque quiero
respuestas? ¿Por qué, Rush? ¿Crees que Seth o LFC o alguien me paga para sacarte
la verdad? ¿Y qué? ¿Voy a vender la sórdida historia a la prensa sensacionalista y
ganar dinero con ella? —Salgo de la tina, enojada por la insinuación, y me vuelvo
201 hacia él—. Puedo ganar mi propio dinero, Rush. No necesito salir adelante
vendiendo historias de atletas, así que jódete por incluso insinuarlo.
—Eso no es lo que estaba diciendo.
—¿No es así? —grito—. Tal vez estás tan acostumbrado a que la gente te joda
que no sabes cómo se ve cuando alguien realmente está tratando de ayudar.
—¿Ayudar con qué? —pregunta con voz demasiado tranquila—. Lo último
que necesito es que alguien con quien me acuesto tome mi mano, Lennox. Tengo
mucha gente para eso. Eres… —Se pasa la mano por el cabello y murmura una
obscenidad—. No importa.
—¿Soy qué? —pregunto, con el corazón en la garganta, mientras me pregunto
si me va a gustar o detestar la respuesta que me da.
—Eres la única persona con la que siento que puedo ser yo mismo. La única
persona que… —Su suspiro es tan pesado que ahoga las olas—. Estoy haciendo lo
que tengo que hacer. ¿Bien?
—¿Para quién, Rush? ¿Para quién lo estás haciendo, porque seguro que no es
para ti? Deja de esconderte detrás de una estúpida cláusula de confidencialidad del
club y solo dime la verdad.
—No —dice inequívocamente.
—¿No confías en mí? —Es la peor pregunta que podría hacer dada la expresión
de sus ojos.
—No confío en nadie.
—Qué forma más triste de vivir —digo reflexivamente y veo la más mínima
mueca de dolor, antes de que su guardia vuelva a subir.
—¿Ahora estás insultando a quién soy? —Las palabras salen en una risa.
—No. Yo solo… ¿está tan mal querer ayudarte? ¿Es tan malo verte sufrir por
algo que no creo que hayas hecho y por mi maldita vida, no puedo entender por
qué? —Levanto las manos.
—No es de tu incumbencia.
—Entendido. Así que soy lo suficientemente buena para follar, pero no lo
suficientemente buena para abrirte a mí. Perfecto. Muy sutil.
Se pellizca el puente de la nariz y gira el hombro.
—Esas son tus palabras, no las mías.
Oh, por el amor de Dios. ¿Por qué no me lo puede decir?
¿Por qué no puede ver que soy más que una cara bonita? Confiar en mí. ¿Por
202 qué ni siquiera soy suficiente para su verdad?
Necesito que sea el buen tipo que creo que es en lugar de este idiota que está
parado frente a mí tratando de pelear.
—Así que quieres que la gente crea que te la estás follando sin remordimientos.
Qué bueno saberlo. —Empiezo a alejarme cuando resuena el tono bajo y frustrado
de su voz.
—He tenido mi cuota de aventuras, Lennox. Incluso hice algunas cosas de las
que no estoy orgulloso, pero nunca me acostaría con una mujer casada, y mucho
menos con la esposa de un compañero de equipo.
Me vuelvo para enfrentarlo y cuando nuestras miradas se encuentran, sus ojos
arden con una emoción que está casi hirviendo.
—Entonces explícame la imagen, Rush. Dime cómo diablos hay evidencia
fotográfica de que lo hiciste.
—¿Por qué eso importa?
Miramos en silencio mientras la brisa fresca enfría mi piel húmeda. Su
honestidad igualmente hiere y fortalece mi corazón.
—No entiendo. Si esa imagen no es lo que parece, entonces ¿por qué diablos
guardas silencio al respecto? Por qué demonios…
—Déjalo —exige—. ¿Puedes dejarlo? —Esta vez su voz es más suave, casi
suplicante, y mi último pensamiento antes de darme la vuelta para alejarme y hacer
lo que me pide, es que hay una gran cantidad de dolor en sus ojos.
Ojalá confiara en mí lo suficiente como para hacerme saber qué es.
Quizás pueda ayudar.
O tal vez podría sentarme en silencio y tomar su mano para que el hombre, que
cree que no necesita a nadie, sepa que hay alguien allí.
Porque quiero ser esa persona. Dijo que no confía en nadie, pero quiero que
confíe en mí. Y, sinceramente, también quiero confiar en él.
Porque poco a poco empiezo a necesitarlo.

203
Rush
L
a veo dormir.
Ella está acostada en la cama. Las sábanas se han caído a su
alrededor, por lo que están colocadas justo debajo de la ondulación de
su pecho, y una mano descansa sobre su corazón. Las sombras de la
luna afuera juegan en su rostro, y su cabello está extendido sobre la almohada debajo
de ella.
Jesús.

204 Mi pecho se contrae mientras trato de averiguar por qué diablos hay un nudo
pesado en mi garganta.
Peleamos, tenía toda la intención de aclararle las cosas, fin de la historia.
Y sin embargo, no lo es.
Lejos de ahí. Ella hizo una pregunta simple que merece una respuesta. Una
simple pregunta que me gustaría saber si estuviera en su lugar.
¿Qué es exactamente esto entre nosotros dos? Antes de Lennox, una pregunta
como esa me habría hecho cortar mis pérdidas y seguir adelante.
¿No es por eso que resbalé? ¿Espero que aguante hasta que se dé cuenta de que
tiene razón? ¿Que realmente soy el hombre que ella cree que soy?
Pero no la perseguí, no le di las respuestas que quería y no le di el hombre que
se merece.
En cambio, me senté abajo con una cerveza en la mano sintiéndome como una
mierda cuando cada parte de mí quería venir aquí y contarle mi historia de principio
a fin. El niño hambriento persiguiendo un sueño. El hombre que intervino, dándole
la oportunidad en la academia, al pagaré cobrado… y la necesidad de soportar esto
por la salud de Rory. Por el futuro de mi hermano. Porque nunca se rindió conmigo.
Quiero que sepa que estoy protegiendo a los demás, que soy el hombre que
ella cree que soy… y no el bastardo egoísta que todos creen que soy.
La miro y el pánico golpea.
¿No sería más fácil alejarse, atribuirnos algo de sexo estelar y luego culpar de
nuestra ruptura al momento arruinado? Pero parado aquí mirando el subir y bajar
de su pecho, todo lo que quiero hacer es meterme en la cama a su lado y aferrarme.
Lennox acalla los gritos en mi cabeza. Ella aplaca la rebelión que lucha desde
dentro. Me hace desear nunca haber estado de acuerdo con esto con Rory para que
no tuviera que haber mentiras y secretos entre nosotros.
Hay algo en la forma en que me mira, en la forma en que me trata. Como si yo
fuera el hombre Rush McKenzie, en lugar del fenómeno del fútbol en el que todos
los demás se fijan.
Pero, ¿cómo puede ella conocerme? ¿Cómo puede entenderme como lo hace
cuando todo lo que se supone que debemos ser es una aventura rápida para ayudar
a pasar el tiempo?
Me siento en la cama y la miro, mis dedos se estiran para quitarle un mechón
de cabello de la cara, para tocarla como una necesidad.

205 Solo una aventura, ¿eh?


Ella se mueve, esos ojos suyos se abren rápidamente, e inmediatamente pone
su mejilla en mi mano como si fuera la cosa más natural del mundo. Casi como si
hubiera una confianza instintiva en mí.
No estoy seguro de por qué me afecta cuando ella lo hace, pero lo hace. Ese
nudo en mi garganta crece aún más.
—Lo siento. —Ambos lo decimos al mismo tiempo exacto. Sus labios, que
deseo desesperadamente inclinarme y besar, se mueven en una delicada sonrisa.
—Lo siento, Nox. —Y no creo que alguna vez haya dicho palabras más
verdaderas.
—No quise decir lo que pregunté. Lo expresé mal. No me debes ninguna
explicación…
—Shh —murmuro—. Lo hago. Y yo… a veces haces cosas porque tienes que
hacerlo. No siempre son lo que quieres hacer, pero son lo correcto.
—Ayúdame a entender. ¿Por qué tú…? —Su suspiro confuso termina la frase
por ella—. ¿Cómo pudiste arriesgar…? ¿Cómo pudiste dejar que la gente pensara
que hiciste algo como eso?
—No importa lo que la gente piense de mí. Aprendí hace mucho tiempo que
la gente cree lo que quiere incluso cuando la verdad los mira directamente a la cara.
Como yo ahora mismo.
—Pero sí importa. Es una batalla que vale la pena pelear. Finn. Tu publicista.
Tus abogados. Tus compañeros de equipo. Deberían estar gritando a todo pulmón,
respondiendo por ti, aclarando todo.
—Dejé de esperar que alguien fuera a la batalla por mí hace mucho tiempo —
le susurro mientras paso mi pulgar sobre su labio inferior—. Y estoy de acuerdo con
eso. La única persona de la que puedes depender completamente eres tú mismo.
—Le pagas a esta gente —dice, la incredulidad resuena en su tono—. Será
mejor que luchen por ti.
Ella no entiende y no estoy seguro de cómo convencerla.
—Soy un niño del lado equivocado de la ciudad que tuvo la oportunidad de
su vida y la tomó. Todo lo que he hecho lo he tenido que trabajar y luchar por mí
mismo. —Me inclino y presiono un beso en sus labios, necesitando su toque.
Necesitando esa conexión—. Eso no va a cambiar ahora. Lo tengo bajo control. Todo
saldrá bien.

206 —Rush.
Profundizo el beso para distraerla, porque ¿qué más puedo decir? ¿Que la
única figura paterna que he conocido, que pensé que estaba de mi lado, traicionó mi
confianza? El hombre, que debería haber estado allí por su hijo de carne y hueso,
demostró ser más egoísta de lo que pensaba, exigiendo que le devolviera lo que me
dio.
Me siento engañado. Explotado. Usado en el sentido más extraño de la palabra.
Lennox también tiene razón sobre mi agente, mi publicista, mis compañeros
de equipo. Bueno, aparte de Louie. Cristo. Es como si ninguno de ellos tuviera fe en
mí.
—Eres el rebelde del que esperan esto. El hombre que se pelea en los pubs y
cambia de mujer como lo hace de calcetines y no le importa un carajo quién ve o
sabe.
O tal vez finalmente lo estoy viendo porque… Lennox tiene fe en mí.
—No tienes que luchar contra esto por tu cuenta. Deja que te ayude. Déjame…
—Un grito ahogado sale de sus labios mientras mis dedos se abren paso entre sus
muslos.
—Nadie ha luchado por mí antes porque piensen que valía la pena. —Otro
beso para calmar la duda—. Dejé de esperar eso hace mucho tiempo.

207
Lennox
E
stuvimos en silencio todo el viaje de regreso debido al viento y al
convertible, como si estuviéramos en el camino hacia Montecito, pero,
esta vez, hay un peso adicional a nuestro alrededor.
Tuvimos una pelea.
Dejé que mis más profundos pensamientos tomaran el control, me relajé un
poco y esos pensamientos se derramaron. Tal vez no quise hacer la pregunta de ese
modo, pero mi curiosidad sí.

208 Y, por supuesto, me despertó y se disculpó, pero quedaron muchas cosas sin
decir por mi parte, tantas, que siento que me silenció con su beso y el sexo que siguió.
Dejé que me distrajera porque temía demasiado arruinar lo que sea que hay
entre nosotros. Demasiado asustada para sacudir más el bote. Pero luego comprendí
que no hay barco. Solo un pequeño espacio de tiempo en el que Rush y yo estaremos
juntos. Es perfectamente natural desarrollar algunos sentimientos por el hombre con
el que estoy viviendo, trabajando, y teniendo sexo. Normal a muchos niveles. No
hay necesidad de pensarlo demasiado, ya que, en un futuro no muy lejano,
estaremos tomando caminos separados para volver a nuestras vidas normales.
Brexton tenía razón.
Rush es mi idea perfecta de una relación. Rápido, satisfactorio, y con fecha de
caducidad cuando ambos sigamos adelante.
Pero si ese es el caso, ¿por qué ahora, mientras atravesamos Hollywood Hills
de regreso a nuestro hogar real-temporal, mi cabeza zumba con tantos pensamientos
y cosas que quiero decir? ¿Por qué ahora me pongo nerviosa cuando Rush detiene
el Mustang en la rotonda frente a la casa de Johnny?
Es porque me estoy mintiendo.
Me estoy mintiendo, y no estoy segura de cómo convencerme de que todas las
mentiras son ciertas.
—Así que ya tienes tachada una de las cosas de tu lista de “cosas americanas
por hacer”, ¿verdad? —pregunto nerviosamente—. ¿Qué más había? ¿Seguir
adelante, descubrir por qué los estadounidenses amamos nuestros cubitos de hielo?
Seguro que hay más. ¿Qué se te ocurre? Quiero decir… —Retuerzo las manos en mi
regazo y miro por la ventana del pasajero mientras intento averiguar cómo decir lo
que quiero decir. Me giro hacia él—. Sobre lo de anoche.
—Olvídalo.
—No. —Tomo su mano para evitar que salga del auto y espero a que me mire—
. Necesito decir esto. Necesito… ¿por favor?
Rush cierra la puerta y se gira hacia mí.
—No era gran cosa. Realmente.
—Es porque planeaste esta increíble escapada y yo lo arruiné.
—No lo arruinaste. —Extiende la mano, toma un lado de mi rostro y pasa el
pulgar por la línea de mi mandíbula—. Has llegado a conocer mi verdadero yo,
Lennox. Todo lo que puedo decir es que espero que sea suficiente para que creas que
lo que estoy diciendo es verdad.
Abro la boca y luego hago una pausa.
209 Solo di lo que realmente importa, Kincade.
—Espero que escuches bien lo que voy a decir. Estás equivocado en lo que
dijiste anoche. Puedes confiar de mí, Rush, y, maldita sea, vale la pena luchar por ti.
Odio el temblor de mi voz en las últimas palabras, pero qué triste es vivir una
vida sintiendo que tienes que enfrentar cada batalla solo.
Sus ojos nunca dejan los míos mientras se fuerza a tragar y asiente.
—Gracias. —Su voz es apenas un susurro, pero retumba en mi cabeza.
Sale del auto sin decir una palabra más.
La tarde se pierde conmigo poniéndome al día con el trabajo y él entrenando.
La noche aún más, cuando algunos amigos de Johnny desafían a Rush a una partida
de billar. Los ecos de sus risas y la conversación sobre ganar y perder las ridículas
cantidades de dinero que apuestan llegan por las escaleras.
Intento leer, pero cada vez que comienzo la página, escucho la voz o la risa de
Rush y vuelvo a la idílica cita que hemos tenido. La cita que, en ese momento, fue
increíble porque éramos solo nosotros dos, ¿pero ahora? Tengo la sensación de que
nunca sucedió.
En varias ocasiones pienso en llamar a mi hermana mayor, Dekker, y hablar
con ella. Me ayudará a aclararme con su razonamiento. Pero eso abriría una lata de
gusanos, porque sabrán que el hombre al que se supone que debo estar reclutando,
está ganando poco a poco mi corazón.
Y hasta ahora en mi vida, mi corazón ha estado cien por ciento fuera de los
límites de cualquier persona que no sea mi familia.
Estoy a punto de quedarme dormida cuando escucho a Rush cepillarse los
dientes en nuestro baño. Una parte de mí, la parte aparentemente necesitada, quiere
llamarlo y pedirle que venga a dormir en mi cama. La parte cuerda, cierra la boca y
me hace girar sobre mi costado para enfrentar la pared.
—¿Oye? ¿Nox? —susurra Rush en mi puerta, y no estoy segura de por qué finjo
estar dormida. Tal vez sea para calmar la parte necesitada de mí. Tal vez para
demostrar que no lo necesito, después de todo.
Lo último que necesito en este momento es más sexo que confunde cómo me
hace sentir físicamente con cómo me hace sentir emocionalmente.
Escucho sus pies en el suelo y supongo que se está alejando, pero me sorprende
cuando siento que las sábanas se levantan y la cama se hunde. Sin otra palabra, se
desliza detrás de mí, envuelve sus brazos a mi alrededor para tirar de mi espalda
hacia su frente, y luego murmura:
—Buenas noches.
210
—Oye —digo en protesta fingida—. Es mi cama.
Presiona un beso en mi hombro como si fuera la cosa más natural del mundo.
—Puedes tener el baño si me quedo con tu cama.
—¿Estamos negociando de nuevo?
—No, este ya es un trato hecho, amor.
Y es lo último que dice antes que su respiración se estabilice.
Me quedo completamente despierta, tratando de averiguar cómo lidiar con un
corazón fuera de los límites que quiere comenzar a jugar. Y con un hombre con límite
de tiempo y secretos que guardan su corazón y su alma.
¿Por qué con alguien como yo?
Rush
HACE 7 SEMANAS

E
l vestuario está en silencio salvo por los cansados gemidos de los chicos
después de jugar noventa minutos más el añadido. Y mientras se
mantiene tranquilo, los abucheos de la multitud resuenan una y otra vez
en mi cabeza. Los cánticos de mierda, la palabra infiel que se repite tres veces
seguida de un rápido, ¡sí, lo es!, se dirigían hacia mí cada vez que estaba cerca de la
línea de banda.
No ayuda que hayamos jugado como una mierda. Podemos poner la excusa de
211 que fue un partido brutalmente físico, siete tarjetas amarillas deberían decirle eso a
cualquiera, o que las cosas no salieron como queríamos, pero fue nuestra culpa no
avanzar.
Llana y jodidamente simple.
Nos patearon el trasero y nos lo merecíamos, porque jugamos como individuos
y no como un equipo.
No ayuda que hayan pasado menos de veinticuatro horas desde que esa
maldita imagen de Esme y Rory apareciera y ocupara todas las plataformas sociales
conocidas por el hombre.
Habla de joder la química del equipo.
Me mantuve alejado de Seth tanto como pude, pero, ¿ahora? Ahora me temo
que va a llegar a un punto crítico y no estoy preparado para ello.
Apoyo la cabeza contra la pared, cierro los ojos y tomo la decisión consciente
de ignorar las miradas que mis compañeros de equipo siguen dirigiéndome.
Las miradas que dicen que acabo de estropear nuestra posibilidad de ir a la
Champions League.
—Joder —gimo a nadie en particular.
—Seguro que sabes sobre joder las cosas, ¿no es así, McKenzie? —gruñe Seth
y abro los ojos para encontrarlo de pie frente a mí—. Ya que parece que no tienes
ningún problema con hacerlo con mi esposa.
La atmósfera del vestuario cambia en un instante. Parece que todos los chicos
del equipo están allí en un abrir y cerrar de ojos, incluido Rory, de pie unos metros
detrás de Seth, mirando con ojos muy abiertos la situación.
—Igual que tú sobre el uso de las manos, ¿verdad, Seth? —digo, pensando en
el relato de Rory sobre Seth golpeando a Esme—. Menos mal que practicas un
deporte en el que usas los pies y puedes reservar tus manos para lo que realmente
haces mejor.
Y de un aliento al siguiente, el puño de Seth se clava en mi rostro. Le devuelvo
el favor antes que los dos estemos rodando por el suelo, lanzando golpe tras golpe.
Al principio, los muchachos se quedan de pie allí, sin saber qué hacer, y luego,
sus intentos de separarnos se convierten en ellos lanzando golpes como si les
pidiéramos que eligieran un bando. Todo el vestuario se convierte en una pelea de
puños y codos, frustración y rabia.

212
—Eso va a ser un ojo morado —dice Lloyd mientras cruza los brazos sobre el
pecho y me mira.
—Deberías ver al otro chico —le digo con una risa que hace que me duelan las
costillas como una perra. Me negaría a admitirlo si me lo pidieran.
—¿Crees que esto es jodidamente divertido, Rush? ¿Crees que algo de esto lo
es? Tengo la intención de… ¡joder! —gruñe la palabra mientras se levanta de su
asiento para calmar su frustración—. Perdimos el maldito partido esta noche,
éramos indiscutiblemente favoritos para ganar, y te sientas aquí con una sonrisa y
una respuesta inteligente como si no tuvieras nada que ver con esa fotografía en el
maldito periódico.
Lo miro fijamente, sin saber qué decir. Sin saber qué hacer. Demonios, ¿cómo
puedo mantener la farsa? Porque estoy jodidamente cabreado porque no vamos a ir
a la Champions League. Hemos trabajado duro para eso todo el año, y ahora, por
una maldita foto, el LFC está fuera del campeonato. Así que, sí, estoy enojado de
verdad. Pero mis manos están jodidamente atadas.
—Comprendes que tu contrato se está negociando y que podrías ser
traspasado, ¿verdad? ¿Mantener a la futura estrella de nuestro club cuando va a
arruinarlo porque no puede mantener la maldita polla en sus pantalones? ¿Obligar
a la dirección a poner a Seth en el mercado de fichajes o ir cedido a otro club porque
está en el final de su mejor momento? ¿O decirles a ambos que resuelvan su mierda,
porque esto es un negocio y su jodido equipo también los necesita?
Me golpea. La gravedad de lo que accedí a hacer y el hecho de que Rory tenía
razón: lo habrían sacado sin pensarlo ni una sola vez.
—No tengo ningún problema en jugar con Seth, amigo. Ninguno. —Abro mi
mandíbula de par en par y siento el dolor en mi mejilla, donde su puño aterrizó más
que su parte justa de golpes—. Tengo un problema con el hecho de que le gusta
meter el puño en algo más que en mi rostro.
—¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Nada. No importa. —No es mi problema.
—¿No importa? Estás jodiendo a mi equipo. Tu equipo. Y al club y a sus
aficionados, ¿y me vas a decir que no importa? ¿Qué tal si me dices por qué
demonios has hecho esto? —grita.
¿Qué tal si me dices por qué diablos asumes que lo hice?
Quiero gritar las palabras a todo pulmón. Puedo arruinar las cosas fuera del
213 fútbol, puede que sea imprudente y no me preocupen las consecuencias, pero
cualquiera que realmente me conozca sabe que nunca joderé con mi equipo. Con mi
club. Con este deporte que amo más que cualquier otra cosa en el mundo.
Y parado aquí, mirando a Lloyd, el hombre por el que me parto el trasero cada
maldito día, y darme cuenta de que asume que soy culpable como todos los demás…
jodidamente me desgarra.
—Puedo jugar con Seth sin incidentes —digo en un gruñido bajo—. Y me
dejaré la piel y ganaré para este club, como siempre. Si nunca has dudado de mí o
de mis habilidades, no empieces ahora. Sangro por el Liverpool. Lo hacía incluso
antes de venir aquí.
Lo miro fijamente antes de darme la vuelta y salir, sin darle a mi gerente la
oportunidad de responder.
Lennox
—¿ No tenías que ir al evento de esta noche? —pregunta Johnny
mientras se sienta en el sofá a mi lado y se gira para poder
poner sus pies en mi regazo.
—Mmm, disculpa. No soy un reposapiés.
Se inclina para mirar sus pies en mi regazo.
—A mí me parece que sí. —Le hago una mueca y pongo los ojos en blanco—.
Entonces… ¿debería tener miedo de preguntar qué pasa entre ustedes dos?
214 ¿Es raro que también me pregunte lo mismo? Desde que volvimos de
Montecito, Rush se mete en mi cama cada noche para dormir. Siento que hay mucho
que no se ha dicho.
Tengo que ser yo. Necesito pensar menos y disfrutar más de él.
—¿Qué está pasando entre Rush y yo? Un poco de diversión. Mucho sexo. No
lo sé. —Me encojo de hombros.
Johnny se ríe como diciendo: no puedes soltarme una mierda así.
—¿No lo sabes? Mujer, la forma en que te mira dice algo totalmente diferente.
No me lo creo. Hay algo más que sexo. Buen intento.
—¿No pueden una mujer y un hombre simplemente querer divertirse de forma
despreocupada y muy necesaria?
—Es más fácil decirlo que hacerlo.
Me rio.
—Recuerda con quién estás hablando, John.
—Lo olvidé. —Resopla—. La reina rompecorazones en persona.
—Yo no iría tan lejos.
—Dime cuál fue el último chico con el que saliste, o te acostaste, porque en
realidad no sales, que duró más de tres meses.
—Exactamente. Por eso es perfecto. —Si sigo diciéndome la mentira tal vez
empiece a creerla—. Estamos a más de la mitad de este contrato, Rush se irá a casa
y habremos terminado. No podría haberlo planeado mejor.
—Tus palabras suenan vacías, Lenn.
Lo miro y no tengo palabras para uno de mis amigos más antiguos.
—No sé qué decir.
—¿Qué tal si admites que te estás enamorando de él? —Inmediatamente
levanta la mano para evitar que rechace la idea por completo—. ¿Y qué pasa si lo
estás? Es un buen tipo. Tú eres una mujer increíble. Congeniaron. Tuvieron sexo. Y
ahora, mierda, podría haber algo más allí que solo lo físico. ¿Qué hay de malo en
eso?
Lucho contra las lágrimas que arden en mis ojos. Las que están presentes
porque sus palabras son lo que me he estado diciendo, pero no puedo aceptar.
—No puedo enamorarme de él. —Mi voz es apenas un susurro.
—¿Por qué no?
215 —Porque esa no soy yo. No soy ella. No hago corazones y flores o soy efusiva
y…
—El amor no siempre es eso. No hay un molde en el que encaje. Siempre es dar
y recibir, pero también es lo que cada persona necesita que sea. Mi madre solía
decirme que todo el mundo tiene su propio lenguaje del amor. Todo el mundo tiene
una forma de necesitar ser amado y una forma de dar amor. Sea lo que sea que eso
signifique.
—¿De verdad acabas de decir que todo el mundo tiene su propio lenguaje del
amor? —Me rio.
Levanta el dedo medio.
—Dame un respiro. Intento actuar con madurez y darte un consejo que
probablemente no quieras ni necesites —dice, pero sus mejillas se vuelven rosas, y
es lo más adorable del mundo.
—¿Maduro? ¿Tú? Deberías empezar un blog de relaciones y llamarlo Querido
Johnny.
—Y tú deberías dejar de burlarte, o buscar otro sitio donde quedarte —bromea.
Pero mi suspiro es profundo a pesar de las sonrisas en nuestros labios.
—No estoy enamorada de él, Johnny —digo las palabras, pero la mirada
cómplice y el asentimiento que me dedica dicen que él tampoco se lo cree—. ¿Cómo
puedo estarlo? ¿Cómo es posible que nunca haya sentido nada por nadie y que
ahora, de repente, lo haga? Es decir, es simplemente asnal.
—Claro. Bien. No lo estás. —Su tono lo dice todo, en contra de su
despreocupación—. Pero también sé que usas la palabra asnal cuando te pones
nerviosa—. Levanta las cejas.
—Eres frustrante.
—Lo mismo digo —responde y luego su expresión se suaviza—. No lo alejes
porque tengas miedo. Eso es todo lo que voy a decir.
—No tengo miedo.
—Solo eres testaruda —dice sarcásticamente, y dejo caer la cabeza en el
respaldo del sofá y miro al techo—. Es solitario, Lenn, siempre lo ha sido. Lo único
que lo mantiene asentado es el fútbol y ahora mismo tiene miedo de perderlo.
—No lo perderá —digo con una convicción que desconozco—. El Liverpool
sería estúpido si lo dejara ir.
—Nada está escrito en piedra. No sé mucho, pero sí sé que todo esto ha sido
216 duro para él, aunque está haciendo un buen trabajo ocultándolo. —Toma un sorbo
de su bebida y me señala—. Quizá seas tú quien le ayude a superarlo.
Sus palabras suenan a reprimenda y me rio.
—Creo que aquella primera noche me dijiste que no era lo que necesitaba.
¿Recuerdas cómo me ofendí por eso?
—Eso es porque eras una mujer al acecho que quería echar un polvo.
—Vete a la mierda. —Pongo los ojos en blanco y luego me rio, porque era muy
cierto.
—Y ahora… no sé. Ustedes están bien juntos. Tal vez… ¿quién sabe?
Miro fijamente a mi mejor amigo y escucho sus palabras. Palabras que reflejan
lo mismo que siento, que Rush y yo estamos bien juntos, y entonces gimoteo de
frustración.
—No quiere hablar de ello conmigo.
—Ahh —tararea Johnny, sabiendo que hablo de Esme sin decir su nombre—.
¿Es esa la causa del repentino enfriamiento entre ustedes dos?
—No es un enfriamiento, es un… diablos si lo sé. ¿Cómo puede estarme
“gustando” un hombre que no confía en mí?
—La pregunta es, ¿confías en él?
¿Cuán estúpida soy qué instintivamente quiero decir que sí?
Pero es cierto.
Confío en él. Confío en las cosas que me ha dicho y en las cosas crípticas que
no ha dicho.
Y creo que eso es parte de lo que me hace dudar. No confío libremente y, sin
embargo, con Rush… simplemente lo hago.
Cuido mis palabras, para no traicionar lo que Rush me confió la otra noche.
Pero también sé que Johnny no soporta a los tontos ni aguanta a los bastardos, así
que el mero hecho de que permita que Rush se quede aquí, me dice que también
cree que es inocente.
—Creo que hay más en la historia. Creo que a veces es más fácil recurrir a la
reputación o a la imagen de uno mismo que responder con la verdad.
—Pensamos igual —dice crípticamente—. Conozco al propietario de la revista
que publicó la foto por primera vez. Le ofrecí a Rush ponerse en contacto con ellos
y… no sé, demandarlos. Conseguir el resto de las fotos que la revista adquirió, si
había alguna. Algo para defender su nombre.
217 —¿Qué dijo?
—Me dijo que lo dejara pasar.
Rush
Y
a es suficiente.
Este juego silencioso al que está jugando debe terminarse y
acabarse. Me está volviendo literalmente loco.
Dormir en la misma cama con una mujer todas las noches, pero
luego despertarse y que ella actúe como si no existieras es una maldita locura.
Como hace diez minutos. Estaba hablando con unos tipos sobre el
reclutamiento para equipos individuales y cuando me acerqué, sonrió suavemente,
218 y luego me introdujo en la conversación antes de salir en silencio.
¿Qué demonios pasa con eso?
No es el momento adecuado para hacer esto. Las conversaciones están
estancadas entre Finn y el club, y estoy de mal humor por ello. Y para empeorar las
cosas, la única persona a la que quiero recurrir, no me habla.
Así que sí, esto tiene que terminar. Aquí mismo. Ahora. Si quiere estar enojada
conmigo porque no puedo contarle sobre Rory y Esme, bien. Pero eso no significa
que vayamos a vivir así el próximo mes mientras arreglamos este maldito contrato.
—¿Lennox? —pregunto cuando veo a Maggie, una de las asistentes que
siempre anda por ahí haciendo un poco de todo.
—Creo que salió a tomar el aire.
Señalo el pasillo para preguntar si es el camino correcto y me dirijo en esa
dirección cuando recibo un asentimiento.
—Gracias.
Abro las puertas del exterior y me detengo. Lennox está de pie, de espaldas a
mí, con las manos apoyadas en la barandilla y el rostro levantado hacia el cielo.
Luces titilan por todas partes en los árboles y se reflejan en su cabello y su vestido.
Al igual que aquella noche antes que cambiara y me sedujera en la sauna.
—Me estás evitando.
Se gira para mirar sobre su hombro, y me golpea de una forma que es
totalmente nueva para mí. Ha estado frente a mí todo este tiempo y, sin embargo,
de alguna manera, la he echado de menos a ella y cómo éramos antes de pelearnos.
—Evitar no —murmura y se gira para observarme con esa mirada que me dice
que está pensando demasiado—. ¿Cómo puedes decir que te estoy evitando cuando
dormimos en la misma cama todas las noches?
Doy un paso hacia ella.
—Eso es dormir, Lenn, pero cuando se trata de la parte de hablar, la parte de
reír, ¿a dónde fuiste? —Mira hacia abajo, y yo estiro la mano y levanto su barbilla
para que se vea obligada a mirarme a los ojos—. Háblame. ¿Qué pasa?
Fuerza una sonrisa.
—Solo estoy intentando entender las cosas.
—¿Cómo qué?
Se muerde el labio inferior.
—Permíteme empezar diciendo que no soy una mujer necesitada. No necesito
afirmaciones o definiciones o alguien que acaricie mi ego para hacerme sentir…
219
—Cualquiera que te conozca, ya lo sabe.
—¿Qué estamos haciendo aquí, Rush? ¿Qué es esto?
Ha dicho en voz alta las palabras que me pregunto cada noche mientras la
rodeo con mis brazos y la atraigo contra mí. La misma pregunta que aún no me he
contestado.
—Lo dices como si quisieras enfadarte conmigo. —Me rio de lo adorable que
está ahora con ese mohín en el rostro.
—Estoy enfadada contigo.
—¿Por qué?
—Porque todo esto es culpa tuya.
—Tienes razón. Lo es. —Levanto la mano—. Es completamente mi culpa. —
Me inclino más cerca—. ¿Quieres decirme qué hice?
—Hiciste que me gustaras.
Suelto una carcajada y una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios.
Jodidamente adorable.
—Es un crimen terrible —digo, y me inclino para presionar mis labios contra
los suyos y enmarcar su rostro con mis manos—. Horrible. —Se ablanda con mi
persuasión y se abre a mí—. ¿Cómo me vas a perdonar?
—Rush —murmura mientras apoya su frente en la mía. Nuestras respiraciones
se entremezclan en los labios del otro—. Esto es…
La inhalación temblorosa de su aliento es exactamente como me siento. En un
terreno inestable, muy inseguro, pero sabiendo que no hay otro lugar en el que
preferiría estar ahora mismo.
—Esto somos nosotros. Tú. Yo. Solo nosotros. Y para que conste, tú también
hiciste que me gustaras. —Me inclino hacia atrás para poder encontrarme con sus
ojos y la emoción que brota de ellos. A pesar del poco tiempo que la conozco, he
compartido más con Lennox que con cualquier otra persona. La considero una
amiga. Espero que lo sepa y que no dude de nuestra conexión—. ¿Tiene que haber una
definición? Los dos entramos en esto sabiendo que me iré para volver a casa con mi
vida y mi equipo y tú te irás para volver a tu vida y tu familia. Nos estamos
divirtiendo, estamos creando recuerdos. —Presiono un tierno beso en sus labios que
parece mucho más que divertirse—. Y eso tiene que ser suficiente por ahora —digo,
con mis labios rozando los suyos, sin importarme una mierda si alguien sale y nos
ve.
220
—Tienes razón. Lo siento. Fue una estupidez…
Deslizo mis labios sobre los suyos para hacerla callar. No quiero una disculpa
ahora mismo. No hay nada de lo que disculparse, solo la quiero a ella.
Quiero que el tiempo que nos queda sea memorable.
Más tarde, podré superar el dolor que arde en mi pecho al pensar en cómo será
cuando nos separemos.
Lennox
—A
l menos encontré por fin algo en lo que eres horrible —digo
mientras saco mis brazos del traje de buceo y me hundo en
la arena, su calidez bienvenida contra el frío neopreno.
—¿De quién fue la idea de tomar lecciones de surf, de todas maneras? —dice
cuando colapsa junto a mí, un poco menos grácilmente y con un montón de arena
más encima suyo.
—Creo que mi estómago duele de reírme tanto.

221 Me mira mientras empuja un mechón de cabello de su frente.


—Lo demás que sea que tengas bajo tu manga de Tour-de-América para que
haga antes de que este contrato termine, ¿nos podemos asegurar de que involucre
algo que podamos disfrutar con menos agua subiendo por mi nariz?
Me rio y asiento.
—¿Tour-de-América?
—Sí. Fuimos a Disneyland el fin de semana pasado. El lugar de los camiones
de comida antes de eso. Se siente como si estuvieras tachando puntos de una lista de
Tour-de-América para que completemos.
—Pensé que era parte de mi contrato hacerte feliz —digo dulcemente y bato
mis pestañas inocentemente.
—Sé exactamente lo que me haría feliz —dice y le da un ligero tirón al tirante
de la parte de arriba de mi bikini —, pero creo que seríamos arrestados por ello.
Me inclino hacia adelante y presiono un beso en sus labios.
—Por favorcito.
—Lennox Kincade. —Prácticamente gruñe, y justo antes de que me tire para
actuar parcialmente en la amenaza, algo sobre mi hombro atrapa su atención —.
Hola, amigo.
—Lamento tanto interrumpir su tiempo personal —dice una mujer con cabello
color rubio cereza, mientras corre hacia su hijo, que está mirando fijamente a Rush
como si acabara de ver un fantasma—. Billy simplemente te adora y…
—Está bien —dice Rush antes de girarse para dirigirse al adorable chiquillo
con cabello rizado y vibrantes ojos azules—. ¿Billy, verdad?
—Sí —tartamudea.
—Por favor dime que eres una fan del Liverpool porque entre tú y yo, no hay
suficientes de ellos aquí en los Estados Unidos.
—Lo soy.
—Uf. —Rush extiende su mano y sacude la de Billy—. Rush McKenzie, un
placer conocerte.
Charlan por unos minutos, y observo la interacción, maravillándome por lo
bueno que es Rush haciendo esto, hablar con fanáticos, y especialmente los niños.
Hay una ligereza en él que no puede ser fingida. He visto demasiados atletas
tropezar o resbalar y aplastar la idílica visión de un niño de cómo es su héroe
deportivo.
Rush no.
222 Tour-de-América.
El término de Rush regresa a mí mientras los observo interactuar y me
pregunto, ¿es eso lo que estoy haciendo? ¿Estoy intentando tachar un punto de su
lista de cosas americanas imprescindibles para que cuando regrese a casa nunca me
olvide? ¿Estoy intentando forjar recuerdos con alguien porque sé que tenemos una
cantidad de tiempo finita, y las necesito para aferrarme a ellas cuando mi corazón se
rompa?
—¿Te quedarás, Rush? —pregunta Billy, echándole un vistazo a su mamá y
luego de vuelta a Rush de nuevo—. ¿Jugarás para la MLS para poder verte todo el
tiempo?
—Esa es una pregunta difícil, amigo. Me encantaría verte todo el tiempo
también, pero tengo que cumplir un contrato con Liverpool. Es importante
permanecer fiel a la palabra que das.
El rostro de Billy cae y es desgarrador.
—Entiendo.
—Pero tendremos un juego de exhibición la próxima semana, si quieres venir
y verme jugar en persona —dice Rush. Los ojos de Billy se amplían.
Y justo así, Rush es el héroe de nuevo cuando le da instrucciones a la mamá de
Billy antes de despedirse para asegurarse de que Billy lo vea antes del juego.
—¿Qué? —pregunta Rush cuando se gira para encontrarme estudiándolo
mientras se alejan.
—Nada.
—¿Por qué sigues mirándome así? —pregunta.
—¿Quieres decir, con admiración por lo increíble que eres para todos y cada
uno de los fanáticos que vienen hacia ti? Es tu tiempo personal, no tenías que…
—¿Sabes cuantos jugadores matarían por estar en mis zapatos? ¿Por ponerse
un equipo y zapatillas cada día y jugar para un equipo que amas en un juego que te
dio vida? ¿Por qué no sería agradable?
Y ese es el momento en el que siento a Rush tomar posesión de un pedazo de
mi corazón… para siempre.
—No dejen que los tatuajes y la reputación los engañe, amigos, porque Rush
McKenzie es un blando de corazón.
Me da un guiño y presiona sus labios a los míos.
—Shh, no le digas a nada.
223
Cuando se recuesta sobre sus codos y levanta su rostro hacia el sol, hago la
pregunta que le respondió a Billy:
—Entonces, ¿te has decidido? ¿Regresarás a casa?
Echa un vistazo en mi dirección antes de volver a mirar al océano y a los niños
en sus lecciones de surfeo, que son veinte años menores que nosotros y mucho más
coordinados.
—Realmente nunca hubo una decisión para tomar ante mis ojos. Estoy seguro
de que Finn tiene sus ideas, pero es mi vida, mi carrera… mi decisión.
—Como debería ser. —Asiento varias veces mientras considero su respuesta.
Es la correcta, demonios, sí, es la correcta, pero escucharla en voz alta significa que
es real.
Significa que en serio se irá.
—¿Por qué suenas tan decepcionada, entonces?
No puedo evitar mi sonrisa.
—Porque eso significa que fallé en mi trabajo, y para lo que fui contratada.
—¿Esa es la única razón? —pregunta, pescando para que le diga que lo
extrañaré.
Lo extrañaré. De hecho, creo que dolerá por algún tiempo, pero al demonio si
voy a admitírselo.
—No, esa no es la única razón. Por supuesto que no. Algo tiene que ponerle fin
al horrible sexo.
Me tira sobre mi espalda, nuestra carcajada resonando mientras mis hombros
se presionan en la arena antes de que su boca encuentre la mía de nuevo. Esta vez el
beso es más largo, mucho menos juguetón, y se siente bastante distinto.
No puedo decirlo con exactitud, pero cuando termina y me mira, hay
intensidad allí, una gravedad que se conecta a las emociones sin nombre provocando
que un nudo se forme en mi garganta.
—Lo siento —dice—. No es mi intención dejarte colgada.
—Cannon tuvo que haber sabido que era una remota posibilidad mantenerte
aquí, y es por eso que el concepto de contratarme sonó falso cuando descubrí que
eras su objetivo. —Me estiro y aparto algo de arena de su frente, la necesidad de
tocarlo volviéndose más fuerte con cada momento que pasa—. Pero concuerdo con
tu decisión, Rush. Lo que es mejor para ti está de vuelta en casa. Cualquiera que te
diga otra cosa solo está mirando por sus propios intereses y no los tuyos.
Definitivamente no deberías dejar la Premier League. Es a donde perteneces.
224 —Liverpool es a donde pertenezco. —Sé que en el fondo de su corazón cree lo
que está diciendo. LFC es tu futuro. Entristece mi corazón cuando veo mirada
preocupada—. Esperemos que me conserven. —Su sonrisa es rápida, pero no
alcanza sus ojos, cuando se aparta de mí y se mueve para sentarse a mi lado.
—Oye. —Mi mano se mueve a su espalda—. ¿Las negociaciones no van bien?
Rush está en silencio por un instante.
—No sé si estás preguntado como una amiga solidaria queriendo brindarme
apoyo o como una agente extraordinaria.
Sonrío y me encojo de hombros.
—¿Podemos ir con ambos?
—Al menos eres honesta. —Se ríe entre dientes—. Aunque plantea la
interrogante: ¿Por qué no has sugerido que me cambie a KSM? Dijiste que lo tenías
permitido dentro de tu contrato con Cannon, y ni una vez has presionado por ello.
Mis ojos encuentran el océano cuando me hago la misma pregunta. Cuando
me pregunto lo mismo. Rush McKenzie es un tipo honesto, y por ello, merece una
respuesta honesta. Lo evité hace unas cuantas semanas, ya que no estaba preparada
para ser completamente transparente. ¿Pero ahora? Ahora confío en él incluso más
de lo que lo hacía antes.
—Tomé el trabajo con Cannon por un capricho. Estaba enojada con mi familia
por controlar mi día a día, y molesta por unas cosas de mierda que escuché decir a
unos colegas sobre mí en la conferencia a la que asistí.
—¿Qué hizo tu familia para hacerte enojar?
—Me hicieron sentir como si hubiera perdido su confianza. Como si no
pensaran que pudiera hacer más mi trabajo.
—Así que tomaste este trabajo jurando probar que se equivocaban, ¿con qué?
¿Teniendo éxito en lo que sea que Cannon quería?
—Algo así —murmuro, sin querer admitir que le prometí a mi papá que iba a
conseguir a Rush como cliente.
—Cannon te dio una tarea imposible, considerando que nunca di un indicio de
querer quedarme en América —dice—. ¿Qué dijeron los agentes que escuchaste?
Tomo una respiración profunda, decidida a sacarlo todo, pero entonces me doy
cuenta de que si le digo, entenderá por qué vacilé en empezar lo que ahora somos.
—Me acusaron de usar el sexo como una forma de atraer nuevos clientes.
—¿Lo hiciste? —pregunta, imperturbable y sin pedir disculpas
—No de la manera en la que me acusaron. Salí con un jugador por un tiempo,
225 y terminó cambiándose hacia nosotros para representación. El rumor empezó allí.
—Dibujo mis iniciales en la arena con mi dedo—. No me disculparé por usar tacones
y la forma en la que me visto.
—¿Quieres decir, profesional? —Se ríe—. Ninguna mujer debería disculparse
alguna vez por la forma en la que se viste. Un hombre puede pensar que eres sexy
por ello, pero eso no les da la excusa de acusarte de usar el sexo para conseguir un
cliente.
—Gracias.
—Nadie debería… oh. —Extiende el último sonido cuando lo golpea—. Y
ahora estás durmiendo conmigo, un jugador al que deberías reclutar. No dudo por
qué fuiste tan inflexible en que no…
—Ese sería el por qué. —Me río y vacilo sobre si decirle o no que Finn fue el
sinvergüenza que hizo las acusaciones y empezó los rumores.
Pero decido no hacerlo.
Si Rush alguna vez viniera a KSM, quiero que sea porque me lo gané, no
porque esté enojado de que su agente fuera un imbécil con la mujer con la que
actualmente está durmiendo.
Si Rush fuera a convertirse en mi cliente, quiero que sea basado en el mérito y
no la pena.
—Supongo que puse una roca en tu camino.
—¿Una qué? —Me río.
—¿Cómo es que ustedes lo dicen? —Profundo en la reflexión, retuerce sus
labios por un instante —. ¿Contratiempo?
Miro fijamente y entonces me río cuando me golpea.
—Quieres decir, una piedra en el zapato.
—Sí. Seguro. Una piedra en el zapato. Puse una allí.
—Seguro que lo hiciste, y definitivamente fue una bienvenida. —Descanso mi
cabeza sobre su hombro y enlazo mi brazo con el suyo mientras ambos observamos
las lecciones frente a nosotros.
—Pero todavía no has respondido mi pregunta.
—¿La cuál fue?
—¿Por qué no me has reclutado seriamente cuando hemos tenido todo el
tiempo del mundo?
226 —No me he ganado tu completa confianza aún, así que no hay forma en la que
pueda representarte. —Siento su cuerpo todavía junto a mí y sé que mi comentario
impactó más duro de lo que había pretendido—. Una de los aspectos más
importantes de una relación cliente-agente es la confianza. Después de todo, las
decisiones que hago impactan cada parte de la vida del atleta. Sin eso, son solo
palabras vacías, y esa no es quien soy. Nunca lo seré. Y honestamente, Rush, ¿no es
eso lo que también te mereces?
Rush
—¿A
lguna palabra? —pregunto en el minuto en que Finn
responde el teléfono.
—Buenos días a ti también. —Se ríe como si fuera
jodidamente hilarante. No lo es.
—Sí. A ti también —digo por el bien del decoro—. ¿Has escuchado algo del
club?
—Relájate. Estoy en constante comunicación con ellos.
227 —¿Y?
—Y nada. Vamos de allá para acá.
—¿Por qué es que cuando has ido de allá para acá en el pasado, me has
informado de cada paso? Esta vez, no he escuchado ni una mierda.
—Porque hasta ahora no tengo nada que valga la pena reportar.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que todavía están intentando resolver la mierda.
—No me digas tonterías, Finn.
Su suspiro es pesado.
—Seth está negándose a jugar contigo, y como le quedan dos años en ese fuerte
contrato a largo plazo que firmó hace años, algún equipo tendría que comprar esos
años para transferirlo. Eres el candidato más fácil de mover para remediar la
situación ya que estás en una renovación del contrato.
—¿Saben que en cualquier encuesta realizada, soy el jugador favorito, verdad?
Has visto las estadísticas, saben que le doy más al club que…
—Estás empezando a sonar como un niño rogando, Rush. Sé cómo hacer mi
trabajo.
—Lo siento. Lo sé. Esto es simplemente una mierda.
—Intenta negociar sin piernas debajo de ti, porque tu propio cliente no te da
ninguna para sostenerte.
Pienso en Archibald y su llamada más temprano. Como me agradeció, de
nuevo, porque parece que ganará las elecciones. La sensación de traición sigue allí.
Tanto que me dieron ganas de decirle que mi decisión de seguir adelante con mi
palabra no tenía nada que ver con él. Que estaba haciendo este sacrificio por Rory,
quien todavía está haciéndolo bien por lo que pude captar de sus mensajes de texto,
y por Helen.
Pero, ¿cuál habría sido el punto? El trato está hecho. La semilla ha sido
sembrada. Y parece que todos están resultando ganadores.
Todos excepto yo.
—No me transferirán, Finn.
—La MLS siempre es otra opción. Tendré una oferte sobre la mesa en las
próximas dos semanas de ellos.
—Y la respuesta es no.
Aunque mi respuesta es inmediata, son las palabras de Lennox las que pasan
228 a través de mi mente.
Lo que es mejor para ti está de vuelta en casa. Cualquiera que te diga otra cosa solo está
mirando por sus propios intereses y no los tuyos. Definitivamente no deberías dejar la
Premier League. Es a donde perteneces.
—No es a donde pertenezco.
Lennox
—E
so fue increíble —dice Rush mientras toma las bolsas de la
parte trasera del auto y me mira por sobre la parte superior—
. Primero lo de la comida en el auto. Quiero decir, esto tiene
que ser una cosa en casa, pero de nuevo, tenemos un montón de clima de mierda.
Pero el concepto y la comida. Perfección.
Lo miro diciendo que está loco.
—Era la misma comida que podríamos haber tenido aquí en el patio.

229 —Sí, ¿pero en el estacionamiento, con otros aficionados? Ya veo por qué les
gusta a los americanos.
—Lo que sea. —Me río. Voy a tomar una silla del maletero y me sorprendo
cuando Rush me detiene y me tira contra él.
—Gracias —dice con el más sencillo de los besos, que calienta cada parte de mí
desde dentro hacia fuera. Él da los mejores besos—. Lo digo en serio. —Sus ojos son
oscuros y serios—. Has ido más allá. Entre la comida y dejarme entrar en la sede del
club para conocer a los chicos antes del partido…
—Solo porque tengo algunos clientes en el equipo —digo con una sonrisa.
—No importa. Fue mi primer partido de béisbol y nunca lo olvidaré. Gracias.
Esta vez, soy yo quien se inclina hacia él y presiona mis labios contra los suyos.
Le paso los dedos por el cabello y le robo un momento más. Un recuerdo más al que
aferrarme, porque, aunque este contrato parecía eterno cuando empezamos, ahora
parece que se acaba demasiado pronto.
—Bueno, ha sido bonito —murmura contra mis labios.
—Puedo hacerlo aún más agradable arriba una vez que guardemos estas cosas.
—Que se jodan las cosas —dice mientras las deja caer en un montón poco
ceremonioso al lado del auto—. Podemos recogerlo más tarde. —Tiene una mirada
tortuosa y una sonrisa traviesa en los labios—. ¡El primero que suba tendrá sexo oral
primero!
—¡Argh! —grito y tiro de su brazo para retenerlo. Es mucho más rápido que
yo y llega primero a la puerta principal. Los dos luchamos por el picaporte y cuando
abro yo primero, estoy tan preocupada por regodearme de él, que casi me da un
infarto cuando oigo—. ¡Sorpresa!
—Oh, mierda —grito.
Levanto la vista y me encuentro con mis hermanas, Dekker, el prometido de
Dekker, Hunter, Chase, Brexton, mi padre y Johnny, todos de pie con sombreros de
fiesta y globos de cumpleaños en las manos. La mano de Rush en el dorso de mi
camisa se afloja, y me tambaleo contra él con total sorpresa.
Y dos segundos después, las lágrimas aparecen. Grandes lágrimas de felicidad.
De las que caen tan rápido que no puedo recuperar el aliento ni decir nada coherente.
De las que reflejan lo mucho que he echado de menos a mi familia.
En cuestión de segundos, me envuelven los abrazos, uno tras otro, tras otro.
Mis hermanas también lloran, se agarran fuerte y me dicen lo mucho que me han
echado de menos.
—¿Qué demonios hacen aquí? Mi cumpleaños no es hasta el mes que viene…
230 —Me cubro la cara con las manos, completamente abrumada por la felicidad. Están
aquí. Han venido a verme.
—Bueno, te libraste de la fiesta de cumpleaños sorpresa que te íbamos a hacer,
así que hemos decidido traértela —dice Dekker mientras su prometido, Hunter, me
saluda desde fuera del círculo.
—¿Fiesta de cumpleaños sorpresa? —Me río—. Pero…
—Sí. —Esta vez es Chase—. Así es como se suelen hacer las fiestas sorpresa
para pillar desprevenido al homenajeado. —Se acerca y me pasa un brazo por el
cuello—. ¿Chicago? ¿La razón por la que papá rechazó la invitación para que
hablaras en la conferencia? No fue porque pensáramos que no podías hacerlo, idiota,
sino porque teníamos planeada una fiesta ridículamente exagerada para ti.
—No todos los días es tu cumpleaños —dice Brexton con una hermosa sonrisa
y tocando la bocina.
—Papá tenía reservado el bar de la azotea del St. Cloud, todos tus amigos
habían confirmado asistencia. —Chase se encoge de hombros—. Y te fuiste
corriendo a California porque pensabas que no te queríamos. Una cosa tan molesta
de hermana pequeña.
Todos nos reímos. Puede que ese fuera un truco que ella usaba cuando era
pequeña. Fingir huir; como a la acera de enfrente de la casa, para que nos diéramos
cuenta de que se había ido, y luego decirle lo mucho que la queríamos y que nunca
queríamos que se fuera.
—Eres una mocosa —digo, pero miro a mi alrededor y todo ese amor y mi
pecho se contrae—. No sé ni qué decir. —Me vuelvo hacia mi padre, que ha
permanecido en silencio hasta este momento. Se ha quedado atrás observando,
como siempre. Doy un paso hacia él—. Papá, ni siquiera sé… —Mis palabras se
detienen cuando me atrae con uno de sus impresionantes abrazos de oso, del tipo
que hace que todo lo malo del mundo desaparezca.
Del tipo que hace que me dé cuenta de que dejé que todo lo de Finn se me
subiera a la cabeza, usando el dolor contra la gente que quiero.
Y que me quieren.
—¿Cómo está mi niña? —pregunta antes de dar un paso atrás y enmarcar mi
cara entre sus manos—. Tienes buen aspecto. Creo que tu vagancia ha dado sus
frutos. —Me guiña un ojo mientras se me llenan los ojos de lágrimas.
¿Cómo pude dudar de su amor, del amor de mi familia? El amargo dolor que
sentí, las suposiciones injustificadas que hice… y aquí estaban simplemente
231 escondiéndose para darme una sorpresa. Una sorpresa que fui y arruiné.
—Estoy bien, papá. Muy bien.
Es entonces cuando miro por encima de su hombro y veo a Rush con los brazos
cruzados sobre el pecho mientras está de pie junto a Hunter. Están hablando, pero
los ojos de Rush encuentran los míos y su sonrisa ilumina mi corazón.
—¿Sabías de esto, McKenzie? —pregunto mirando de él a Johnny, que tenía
que saberlo.
—Por supuesto, lo sabía. Menos mal que hoy teníamos un partido de béisbol o
habría tenido que apuntarnos a más clases de surf para sacarnos de casa y que
pudieran decorar. —Hace un gesto hacia los globos y los adornos que hay por todas
partes—. Dios sabe que no quiero otra clase de surf en mi vida.
Sonrío a través de las lágrimas, abrumada por la validación dirigida a mí.
—Rush McKenzie, te presento. —Hago una pausa y me giro para mirar a todos.
Me doy cuenta de que, si bien son un dolor de cabeza, él nunca ha tenido esto. Así
que cuando digo mis siguientes palabras, son definitivamente sobre un enorme
nudo de emoción en mi garganta—. Te presento a mi familia.
Hay una conmoción mientras entra en el caos de saludos Kincade… cuando
me doy cuenta.
Estoy aquí.
Rush está aquí.
Ahora saben que estamos en la misma casa. Bajo el mismo techo.
Peor aún, alguien tuvo que haber sido el vigía para cuando llegamos a casa.
Y ese vigía nos habrá visto besarnos.
Y nos besamos… besamos.
Bueno… mierda.
Seguro que se están haciendo suposiciones y se están dando codazos.
Mi cara debe de mostrarlo, porque Chase se acerca y me tira de la mano.
—Hablaremos de ello más tarde, Lenn. Pero sí, lo vi. Yo era quien vigilaba. Y
maldita sea… está aún más sexy en persona.

232
Rush
L
ennox es una persona diferente.
Sigue teniendo la misma sonrisa preciosa, pero casi parece que se
ha quitado un peso de encima. Solo puedo suponer que su presencia
ha sanado lo que sea que haya ocurrido entre ellos antes de que ella
llegara a California.
—Son un grupo muy unido.
Miro a mi derecha, donde Hunter Maddox acaba de tomar asiento. Tiene una
233 cerveza en la mano y observa a las hermanas.
—Así parece —murmuro.
—Te acostumbrarás a que se agrupen entre ellas y a que hablen en su propio
idioma. Hacen esa cosa de media frase y luego la otra la termina. —Toma un sorbo
y se ríe—. O no la termina, pero todas asienten con la cabeza porque se leen la mente
entre sí. Si te sirve de ayuda, asiente y sonríe cuando lo hagan y creerán que tú
también lo entiendes.
—Gracias por el aviso.
—Las peleas también son habituales, pero ya sabes cómo son los hermanos. —
Se encoge de hombros.
—En cierto sentido —murmuro, pensando en las pocas peleas que hemos
tenido Rory y yo a lo largo de los años, y cómo nos odiábamos un minuto y al
siguiente estábamos bien.
—Entonces, ¿qué otros consejos familiares debo dar? Kenyon es tan justo como
puede serlo, pero protegerá a sus hijas a cualquier precio. Con el tiempo, estoy
seguro de que tendrá una pequeña charla contigo como la tuvo conmigo y…
—¿Qué? No sé a qué te refieres. ¿Por qué Kenyon…?
—Estás enamorado de su hija, así que querrá tener una charla de hombre a
hombre contigo.
—Estás sacando conclusiones precipitadas, amigo. No somos… no estoy… —
¿Por qué no me salen las palabras?—. Esto es solo hasta que vuelva a casa.
Hunter me mira y asiente lentamente antes de que sus labios se abran en una
amplia sonrisa.
—Yo dije lo mismo, y ahora Dekk tiene un anillo en la mano. Puedes mantener
la esperanza, hermano, pero una vez que estas mujeres Kincade te agarren por las
pelotas, no querrás que te suelten.
—Mierda —digo y me paso una mano por el cabello. Las cervezas del partido
de antes empiezan a afectarme. Y, por supuesto, es justo entonces cuando Lennox
me mira a través del patio trasero y me regala una suave sonrisa.
Joder. El corazón me da un vuelco en el pecho. No necesita esa mierda.
Le devuelvo la sonrisa.
Y Hunter se ríe mucho mientras me palmea la espalda, sacudiéndome hacia
delante.
—Estás jodido, McKenzie. —Se levanta y sacude la cabeza—. Bienvenido al
234 club.
Lennox
—A
sí que… —dice Chase, mientras me tiende una cristalina
copa de vino y atrae mi atención de donde Rush está
hablando con Brexton y mi padre—. ¿Deberíamos tener esa
charla ahora mientras todos están ocupados?
—¿Qué charla sería esa? —Finjo inocencia.
—Esa en la que te digo que es obvio que tú y Rush son algo. Entonces tú me
respondes que no lo son, y que esto es estrictamente profesional. Y entonces te digo
que eres una zorra mentirosa, porque no se mira a alguien como miras a Rush; o
235 como lo besaste para el caso —emite un silbido largo y bajo—, sin tener algo más
que una vibración de “estoy aquí para tener sexo”.
—Es complicado —murmuro, y mi mirada vuelve a dirigirse a él.
—¿No lo es siempre? —Se ríe—. ¿Es complicado por el aspecto del trabajo o es
complicado por el aspecto de tu corazón?
—No le he pedido ni una sola vez que venga a KSM. Él sabe la verdad de por
qué la MLS me contrató, y le he dicho que creo que fue un mal movimiento dejar su
país con el escándalo que hay, pero no le he pedido que deje a Finn por mí —digo
esperando que eso sea respuesta suficiente.
—Así que lo amas.
Me atraganto con mi sorbo de vino. Déjale a Chase que vaya directamente al
grano. Las lágrimas amenazan mientras miro fijamente a Rush. Está relajado en una
silla, con el brazo apoyado en el respaldo de la que está a su lado. Está absorto en
una conversación con mi padre, que parece igual de interesado, y el primer
pensamiento que me viene a la cabeza es que encaja.
Qué pensamiento tan extraño, y para el que nunca supe que buscaba la
respuesta.
—Te quiero mucho, Lenn, pero ahora necesitas un poco de franqueza. Cada
vez que encuentras a alguien que te gusta de verdad, utilizas la excusa poco
convincente de que te encanta tu libertad y la posibilidad de moverte a tu antojo
como razón para que no funcione. Es solo por diversión, dices. Es solo buen sexo.
Pero yo digo que es mentira. Tienes demasiado miedo de dejar que alguien se
acerque demasiado a ti, así que eliges a los que no pueden.
—¿Tuvieron todas una charla grupal sobre qué decirme, porque juro que ya
escuché esta perorata antes? —digo para tratar de disimular lo que está diciendo,
evitando el malestar que provoca.
—La muerte de mamá nos jodió a todas. Es una reacción natural temer que
alguien se acerque demasiado porque temes que te hagan daño. Pero en algún
momento, Lenn, tienes que dejar que alguien se acerque a ti. Pero creo que Rush ya
lo está haciendo. Solo creo que estás demasiado asustada para admitirlo.
Ella tiene razón.
Sé que tiene razón, y sin embargo ahora me he puesto en la situación exacta de
la que habla. Escogí a una persona para estar juntos que sé que se va a ir. Ahora me
he enamorado de él, y estoy muerta de miedo porque de hecho se va.
—Como he dicho, es complicado —susurro mientras la risa de Rush llega hasta
236 mí.
—Y como he dicho, lo amas. —Se ríe.
Pero esta vez, cuando lo dice, no la refuto. Esta vez levanto la vista y veo a
Rush completamente a gusto con todos los que me importan, y cada parte de mí
puede ver el mérito de lo que mi hermana está diciendo.
—¿Cómo sabes cuándo es amor? —susurro.
—Cuando él es tu principio, medio y fin. Cuando piensas en él sin razón.
Cuando quieres el mundo para él, aunque no seas parte de ese mundo.
—Bueno, eso es deprimente —digo con sarcasmo.
—Es cierto, pero si es real y verdadero, él encontrará la manera de hacerte parte
de ese mundo.
Suelto un suspiro y retuerzo los labios cuando todo lo que dice mi hermana
pequeña cae en saco roto.
—Esto no puede pasar —murmuro.
—No puedes decirle eso al amor. —Me rodea con su brazo y me aprieta contra
ella.
—Shh.
—¿Qué? ¿Crees que todos los que están aquí no saben ya que son algo? Si crees
que Hunter y Dekker son los únicos aquí que se ponen ojos de corazón, estás loca.
—Pero te prometí que no haría esto, y mira lo que hice.
—No. Me prometiste que no te acostarías con un cliente potencial. En ninguna
parte me prometiste que no te enamorarías de uno.
Miro a mi hermana pequeña por encima del borde de mi copa y suspiro.
—¿Cómo ha ocurrido esto?
—Esa no es la pregunta que deberías hacerte. Deberías preguntarte qué vas a
hacer al respecto.

—Me gustaría proponer un brindis. —Mi padre se levanta de su asiento con su


copa de vino en la mano.
Todos los asistentes a la fiesta se mueven hacia él, y Johnny se acerca y me
aprieta la mano.
237 —Espero que no te importe que les haya dejado venir —me susurra al oído—.
No creí que estuvieras lista para volver a casa para la fecha de la fiesta, así que les
dije que eran más que bienvenidos a venir aquí.
—Por favor, no te disculpes.
—Sé que estabas luchando un poco con las cosas de la familia y no quería
sobrepasarme.
—Tú también eres mi familia, John. —digo ahogadamente—. Necesitaba esto
más de lo que sabes.
Me da un beso a un lado de la cabeza.
—Lo sé. Simplemente estás radiante de felicidad.
Me pone una mano en la espalda y me empuja hacia delante para que me
acerque y me ponga al lado de Rush. Parece que llevamos toda la noche caminando
por esa cuerda floja de fingir que no estamos juntos. Chase tenía razón. Todos lo
saben.
Sin embargo, cuando me encuentro con sus ojos, cada parte de mí se calienta
al verlo.
—Lennox, querida. Mi niña salvaje de corazón. La hija que no sabía si estaría
contenta o enojada de que todos apareciéramos para arruinar unos días de su
independencia para celebrar su cumpleaños.
—Casi cumpleaños —digo entre las risas de todos.
—Sí, casi cumpleaños. Sabemos que últimamente te ha costado encontrar el
lugar donde mejor encajas. A veces no se trata de encajar mejor sino de necesitar
aferrarse a ese momento en el que encajas y vivirlo al máximo. Sabemos que
encontrarás lo que buscas al igual que esperamos que sepas lo mucho que te
queremos. Deambula si lo necesitas. Deambula para encontrar ese ajuste. Solo debes
saber que, dondequiera que esté, siempre tendrás un hogar al que volver. —Los ojos
de mi padre se fijan en los míos y los suyos están tan húmedos de lágrimas como los
míos—. Feliz cumpleaños, Lennox. Que deambules por donde tengas que
deambular y que este sea el mejor de todos.
Todo el mundo dice:
—Sí, sí. —Antes de chocar las copas, mientras mi padre se adelanta y me abraza
con otro de sus abrazos de oso. Los abrazos que resolvían todos los problemas
cuando era niña y que siguen arreglando las cosas también cuando soy adulta. Me
siento incompleta sin ellos.
238 —Tu madre estaría muy orgullosa de ti —dice antes de darme un beso en la
mejilla y retroceder para que todos los demás puedan darme cariño también.
Rush es el último de la fila. Alarga la mano y me coloca un mechón de cabello
detrás de la oreja antes de inclinarse y rozar sus labios sobre los míos y susurrar:
—Feliz cumpleaños, Nox.
Juro que hay un silencio colectivo en la fiesta al ver que su hermana; la que
odia las muestras de afecto en público y cualquier cosa que pueda considerarse
romántica; no se resiste cuando se trata de este hombre.
De alguna manera, parece tan condenadamente natural con Rush, que es
ridículo.
Rush
—E
so fue impresionante. —Dekker Kincade se encuentra fuera
del vestuario del estadio, donde acabo de cumplir con el
último partido contratado de exhibición de la MLS. Hay más
eventos en el calendario, pero este ha sido el último grande.
—Gracias, pero me siento un poco oxidado.
—Oh, por favor —dice ella con un giro de ojos que es tan Lennox, que resulta
gracioso.

239 Acorto la distancia entre nosotros y ella se aparta de la pared en la que estaba
apoyada. Sus brazos siguen cruzados sobre el pecho y sus ojos siguen fijos en los
míos.
Oh-oh.
Es la hora de la hermana mayor protectora.
—Es cierto. Me voy a quedar rezagado cuando vuelva a casa con el equipo.
—¿Así que ese es el plan? ¿Volver cuando se cumpla el contrato?
—A pesar de los rumores que hay por ahí, sí. —Asiente, con ojos intensos—.
¿Qué es lo que quieres preguntar, Dekker? Hay una razón por la que Hunter no está
a tu lado, así que mi mejor suposición es que me vas a advertir de que si rompo el
corazón de tu hermana, lo siguiente que tendré que hacer es lidiar contigo. ¿Es eso?
Su sonrisa tarda en dibujarse en sus labios, pero lo hace de todos modos.
—¿Debo preocuparme?
—Los dos somos adultos que entramos en esto sabiendo dónde acabaría.
¿Dolerá? Mucho más de lo que esperaba, pero… —Fuerzo una sonrisa, pero creo
que tanto Lennox como yo sabemos que nos va a doler mucho cuando terminemos
esto. Lo veo en la forma en que me mira ahora. En la forma en que me besa. Está en
la forma en que la abrazo un poco más fuerte por la noche cuando duerme, para
poder recordar todo. Vivimos en dos mundos diferentes. Dos países diferentes.
Somos dos personas exitosas empeñadas en nuestro éxito profesional.
—Al igual que Hunter y yo.
—Mira. —Me río—. No somos tú y Hunter. Somos nosotros y no necesitamos
que nadie nos obligue a entrar en un molde que no sea el que nosotros mismos
hemos creado.
—Bastante justo. —Se muerde el labio inferior, y mataría por saber qué pasa
por su cabeza.
—¿Han disfrutado del viaje? —pregunto.
—¿Quién no lo haría con este clima? —dice—. Todos nos hemos reunido con
algunos de nuestros clientes de la Costa Oeste, lo que siempre es bueno, pero sobre
todo hemos podido comprobar que Lenn estaba bien.
—¿Y lo está? —pregunto, dándome cuenta de que este podría ser el objetivo
de toda esta conversación—. En tu opinión, ¿está bien? —Inclino la cabeza hacia un
lado y la miro fijamente.
—Parece estarlo —murmura—. La mierda que le hizo Finn afectó su
autoestima. Es la primera vez que, literalmente, lo deja todo y vuela del proverbial
240 gallinero, por así decirlo, aceptando un trabajo que no era el adecuado para ella.
—¿Qué? ¿Qué le hizo Finn?
—¿La conferencia de Las Vegas de hace unos meses? —Se queda mirando mi
mirada perdida—. Mierda, lo siento. Me imaginé que… no importa.
—No. Quiero saberlo.
—Lo siento, Rush, pero si ella quisiera que lo supieras te lo habría dicho. —Se
ríe y se aprieta la cola de caballo—. Y ahora veo por qué no lo hizo. Mierda. —Se
aleja unos pasos de mí y, cuando se vuelve, su expresión sugiere que acaba de
descubrir algo. O bien Dekker Kincade es muy buena jugando al juego para que le
pregunte qué quiere decir, o está siendo completamente sincera en este momento.
—¿Te importaría iluminarme? —El sarcasmo suena en mi tono.
—Si Lennox te lo dijera, parecería una táctica sucia para llevarte hacia KSM.
Una táctica sucia, que era exactamente lo que Finn la acusaba de emplear delante de
numerosos colegas.
Santa. Mierda.
Todo encaja. Todos los comentarios de Lennox.
—¿Es él quien la acusó de utilizar el sexo para conseguir clientes? —pregunto,
ya sabiendo la respuesta, ya pudiendo ver el escenario en mi cabeza.
Un grupo de hombres, bebiendo, hablando mierda, y Finn guiándolos de la
nariz a creer exactamente lo que él quería que creyeran. Y por supuesto, no hay nada
que Lennox pueda hacer para refutarlos, ya que sus opiniones ya han sido formadas.
Diablos, he estado en situaciones similares antes donde los chicos están
hablando, todo el mundo está asintiendo, y la próxima vez que ves a la mujer, tu
opinión está sesgada. Es la puta naturaleza humana.
Y Finn es un maldito idiota.
Ruedo los hombros cuando la ira me golpea, y sé que Lennox tenía razón al no
decírmelo. Tenía razón, porque mi reacción instintiva sería llamar al imbécil,
despedirlo en el acto y luego pasar a KSM.
¿El problema con eso?
Solo serviría para reforzar su calumnia.
Se ha acostado conmigo. Otros nos han visto besarnos, gracias a mi propia
necesidad de hacerlo, y por supuesto, se han sacado conclusiones sobre nuestra
relación.
—Maldita sea —murmuro.
—¿Ves el problema? —Levanta las cejas.
241 Joder. Sí.
“Puedes salirte con la tuya haciendo lo que quieras, cuando quieras, incluso si es un
problema, ya que te pagarán igual. Todavía tienes un público presionando por tu increíble
talento. ¿Yo, por otro lado? Parezco una fulana que se abre camino hasta la cima”.
Será considerada una ramera, cuando es todo menos eso.
Joder.

Yo: ¿Alguna novedad con el Liverpool?


Finn: Creo que voy a tener dos ofertas para ti en la mesa a finales de la próxima semana.
Yo: Solo hay una que quiero. Asegúrate de que así sea. Esta es la parte en la que el
cliente siempre tiene razón, así que vas por el contrato que él quiere, no el que tú quieres.
Finn: Relájate.
Yo: Esto está condicionado a que sigas siendo mi agente. Circunstancias de mierda o
no, haz que suceda.
Le doy a enviar el mensaje y ruego que haga un comentario sobre Lennox.
Algo. Cualquier cosa. Todo lo que necesito es un punto de partida para que
prácticamente le lance el puño en la cara.

Finn: Entendido.

Me quedo mirando su respuesta durante mucho tiempo, preguntándome


cómo podré enfrentarme a Lennox y no decirle que lo sé.
Pero diablos, le prometí a Dekker que no diría una palabra.
Y mi palabra la mantendré.

242
Lennox
—P
erdón, pero creo que este es mi baño.
Miro a Rush, que está de pie en el umbral de la
puerta, con el hombro apoyado en el marco, con los ojos
fijos en mí mientras pongo el cepillo de dientes en el
soporte.
—Tuyo, ¿eh?
Alarga la mano y me atrae contra él.
243 —Mía.
Se me corta la respiración al ver su mirada y sentir sus manos en mi cintura.
¿Cómo es posible? ¿Cómo puede el deseo hacerse más fuerte, aunque ya lo haya
tenido antes?
—Gracias por ayudar en la sorpresa —murmuro, poniéndome de puntillas
para apretar un beso en sus labios.
—Gracias por llevarme al partido —dice y me devuelve el beso, pero esta vez
desliza su mano por debajo de mi camiseta de tirantes para que sus manos estén
sobre mi piel desnuda.
—Gracias por aguantar a mis hermanas entrometidas, que probablemente te
hicieron demasiadas preguntas y supusieron demasiadas cosas.
Otro beso en el que mis manos recorren libremente el plano de su pecho.
—No hay problema.
Y esta vez el beso me lleva a saltar para que mis piernas rodeen la cintura de
Rush, antes de que me lleve a mi dormitorio y me tumbe en la cama.
No fue intencional.
Esto no debía ocurrir.
Pero día a día y noche a noche, beso a beso y risa a risa, esto que había entre
nosotros, que debía ser una diversión y algo para llenar el tiempo, se convirtió en
algo más.
Calentó las partes de mí que se habían enfriado y encendió las partes de mí que
otros habían calentado, pero nunca habían encendido. Hasta Rush no me había
quemado de verdad, y oh, cómo me hizo arder.
Estaba enamorada de Rush McKenzie.
Pero de ninguna manera podría decírselo.
Tiene su propio público y su propio lugar para ser animado.
Su propia vida para vivir.
Su propio todo para ser.
Siempre he sabido que tendría que dejarlo ir para que pudiera hacerlo.
—Oye, ¿estás bien? —pregunta Rush mientras se abre paso dentro de mí. El
ardor en mi pecho solo sirve para aumentar el dulce dolor de que nos convirtamos
en uno.
—Sí —murmuro mientras me inclino y lo beso de nuevo.

244 —Estás llorando —susurra mientras besa cada rastro de mis lágrimas.
—Está bien. —Me agarro a sus bíceps mientras sus caderas se mueven
lentamente contra las mías.
—¿Estás segura? —Sus ojos encuentran los míos en la oscuridad.
—Sí. —Otro beso—. Solo te necesito esta noche, Rush.
—Me tienes, Lennox. —Otro empujón hacia adentro y una lenta retirada hacia
afuera—. Me tienes completamente.
Lennox
—E
s realmente precioso aquí.
Me sobresalto al oír la voz de mi padre y lo
encuentro sentado en la tumbona, contemplando la vista
de la ciudad.
—Papá. Me has dado un susto de muerte. ¿Qué haces aquí? —Me acerco a su
lugar en la sombra y tomo asiento en la silla de al lado.
—Sé que estás harta de que estemos todos aquí; un par de días de nosotros es
245 mucho, y que nos despedimos anoche antes de volver al hotel, pero quería un
momento a solas contigo si te parece bien. Johnny me dejó entrar.
—Por supuesto. ¿Qué tienes en mente?
—Quiero darte algo. —Saca una caja negra con una cinta blanca atada
alrededor.
—¿Qué es esto?
—Un pequeño regalo de cumpleaños para ti.
—Papá, no tenías que hacerlo —digo mientras arranco el lazo y luego jadeo al
abrir la caja.
—Era de tu madre. Ella solía usarlo, y pensé que era apropiado que lo tuvieras.
Saco el collar de la caja. Es una simple cadena de oro, nada especial, pero es el
delicado dije que cuelga de ella lo que me hace recuperar el aliento.
Es una versión libre de una brújula. Las flechas con plumas se cruzan entre sí,
cada una de las cuales representa una dirección. Hay una banda alrededor de todo
ello con la palabra wanderlust grabada en la más delicada de las escrituras.
Froto mis dedos sobre el colgante y ya me siento más conectada a ella. Mis ojos
están llenos de lágrimas cuando levanto la vista para encontrarme con los de mi
padre.
—Gracias. Este es el mejor regalo, papá. Es perfecto.
—Para ti lo es, sí. —Se le escapa la emoción y luego suspira con fuerza—. Casi
me atraganté cuando Rush se tiró a la piscina el otro día, y vi una imagen similar en
su pecho en ese amasijo de tinta que tiene.
—¿Te refieres a sus tatuajes?
—Sí, me refiero a esos. —Pone los ojos en blanco como solo un padre puede
hacerlo.
—Es por su madre. Ella tenía un medallón con una brújula. Se hizo el tatuaje
en su memoria.
—Oh. —Es un sonido simple, pero dice mucho más viniendo de mi padre. La
mirada de sus ojos lo refuerza. Está sorprendido por la coincidencia y feliz, de una
manera agridulce, de que esté viendo a alguien que entiende el tipo de pérdida que
es difícil de explicar a alguien que nunca la ha experimentado personalmente.
—Sí. Lo sé. Qué raro que los dos… —Parpadeo y sonrío—. Buen paso. Por
cierto.
—Estoy orgulloso de ello. —Me guiña un ojo y luego su expresión se aquieta.
—Si querías hablar de él, solo tenías que decirlo.
246 —De acuerdo. —Asiente y se muerde el interior de la mejilla por un momento
mientras encuentra las palabras adecuadas—. Te gusta mucho, ¿no?
—Es lo que necesito en este momento, sí. ¿Significa eso que va a ser lo que
necesito en unas semanas? No lo sé. —Intento vender la mentira con una suave
sonrisa, pero no estoy del todo segura de que mi padre se lo crea.
—No tienes dieciséis años, Lenn. No tienes que ocultar que te gusta un chico
porque tienes miedo de meterte en problemas. —Se ríe—. Está bien que lo hagas.
Parece un buen hombre.
—Creo que me dejas fuera de juego y no dices lo que realmente quieres decir.
—¿Y qué es eso?
—Que te dije que iba a reclutarlo, y terminé saliendo con él. No es exactamente
dar el paso más profesional hacia adelante.
—A veces la vida tiene para ti planes diferentes a los que tú hiciste. —Levanta
las cejas y se encoge de hombros.
—Ni uno solo de ustedes ha dicho una palabra sobre la situación de Esme. —
Ahí. Finalmente está al descubierto. La razón por la que he caminado sobre cáscaras
de huevo alrededor de mi padre en esto—. ¿Por qué, papá?
—Porque, cariño, confiamos en ti. —Me da una palmadita en la rodilla.
—¿Qué?
—Confiamos en ti. Es tan simple como eso. Si dices que Rush es quien dice ser,
entonces te creo y confío en tu juicio por encima de un artículo de periódico.
—No sé ni qué decir.
—No hay nada más que decir. Tengo que tomar un avión —dice mientras se
levanta y luego se inclina y me besa la parte superior de la cabeza como solía hacer
cuando yo era una niña—. Todo saldrá bien.

247
Lennox
—¿P or qué estaba esperando que esta vez, cuando dijiste que me
subiera al auto, me estuvieras secuestrando para otra retirada
a la playa? —Jadeo. Miro a Rush, que no se inmuta en absoluto
por nuestra subida al Cañón Runyan.
—Estás pasando el rato conmigo. —Me palmea el culo—. Además, el ejercicio
es bueno para despejar la mente, y lo necesitamos después de ese ridículo al que
tuvimos que ir anoche.
Me río.
248
—Mitzy definitivamente tenía tu número —digo con respecto a una ancianita
que no se apartó de Rush en toda la noche durante el acto benéfico de la MLS para
los patrocinadores de la liga.
—Creo que se empapó de diez frascos de perfume —se burla—. Nuestra
apuesta fue interrumpida la otra noche por su sorpresa. Vamos. El primero que
llegue a la cima gana.
—Estoy ganando este bebé —digo mientras troto unos pasos delante de su
larga zancada. Ninguna mujer va a renunciar a la posibilidad de recibir un lengua-
orgasmo de Rush McKenzie.
El hombre puede tener habilidades en el campo, pero cuando se trata de esa
lengua suya, pone todo lo demás que puede hacer en completa vergüenza.

—Es hermoso, ¿verdad? —pregunta Rush, mientras toma asiento a mi lado en


uno de los bancos de la parte superior del sendero.
—No tan hermosa como la imagen que tengo cuando miro hacia abajo para ver
la parte superior de tu cabeza entre mis muslos —le susurro al oído.
—Eres asquerosa, Kincade, y me encanta.
—Muchas gracias. —Le dirijo una mirada y mi sonrisa se desvanece al ver la
forma en que me mira—. ¿Qué pasa? —pregunto inmediatamente.
—Fue un placer conocer a tu familia. —Da una sonrisa nostálgica—. Son un
gran grupo.
—Te volverán loco después de un tiempo. —Estiro la mano y enlazo mis dedos
con los suyos.
—Tuve una pequeña muestra de eso después de que los Matheson me
acogieran.
—¿Los Matheson? —pregunto.
—Después de entrar en el equipo de la academia, un compañero de equipo.
¿Rory Matheson? —pregunta y asiento, el nombre no es más que un destello en mi
cabeza. Definitivamente no es titular en el LFC—. Sus padres me acogieron como
parte de su familia durante las vacaciones para que no estuviera solo. Pero no eran
nada como ustedes. —Me aprieta la mano—. Y antes de eso, solo éramos mi madre
249 y yo buscando la manera de estirar cada centavo para tener comida y refugio, y
preferiblemente ambas cosas al mismo tiempo.
—Lo siento.
Se ríe.
—No es por eso por lo que te cuento esto. De nuevo, no quiero tu compasión,
Nox, yo… mierda —murmura y se pasa una mano por el cabello y suspira.
—¿Rush?
Se vuelve para mirarme con unos ojos tan claros y concentrados, rodeados de
un cúmulo de emociones insondables.
—Vine de la nada. No tenía padre. Mi madre estuvo enferma tanto tiempo que
trabajar no era una opción, así que el poco dinero que habíamos ahorrado se agotó.
Y cuando murió, nadie se preguntó qué pasaría con su único hijo. Los familiares
lejanos asumieron que otros familiares lejanos se encargarían de mí y viceversa,
mientras yo vivía en un cobertizo abandonado que encontré detrás de un edificio.
—Oh Dios mío —digo pero cae en saco roto, porque Rush tiene la misión de
decirme algo. Estoy aquí para escuchar.
—Estaba seco y lo hice habitable, pero me dio lo que necesitaba, una dirección
para que pudiera entrenar en la academia sin que me hicieran preguntas. Mi único
objetivo era jugar al fútbol. Al principio, cuando estaba enferma, mis sueños eran
sacarla de donde estábamos para que estuviera más cómoda, y después de morir,
era lo único que tenía para seguir adelante. Rogué, pedí prestado, y robé, Lennox.
No solo los kits dejados en la propiedad perdida, así parecía que yo encajaba en
cualquiera de los dos. Robé comida. Me robaba el cambio que quedaba. Yo era un
ladronzuelo de quince años que estaba robando para poner comida en mi estómago
cada vez que podía.
—No sé ni qué decir.
—No hay nada que decir. Las cosas mejoraron un poco cuando recibí la beca
para la academia. Tenía un lugar para vivir y comidas regulares. Fue como ganar la
lotería. Entonces los Matheson se convirtieron en una especie de familia, y me dieron
ese sabor de normalidad en los raros días en que no jugaba al fútbol.
—¿Por qué nadie sabe esto de ti? —murmuro.
—Mi vida no es una película para sentirse bien, Lennox. No es algo de lo que
esté orgulloso. —Su voz se quiebra de vergüenza y casi me mata.
—Has pasado de la nada a ser posiblemente uno de los mejores futbolistas del
mundo. Es más que una película para sentirse bien, es francamente inspiradora. —
Lanzo mis manos al aire. Nunca he conocido a alguien tan hecho a sí mismo como
250 Rush McKenzie. ¿Cómo sobrevivió? ¿Prosperó? ¿Tuvo éxito?—. Piensa en ese niño
en la primera exposición…
—Scottie —dice, y mi corazón se calienta al ver que recuerda su nombre.
—Piensa en la esperanza que le darías a Scottie si supiera cómo lo hiciste.
Rush se levanta del banco y da unos pasos antes de volver y sentarse.
Obviamente hay algo más aquí.
—Me dijiste que no confiaba en ti. Lucho con la confianza, Lennox. Con dejar
que la gente se acerque. Especialmente después de —él mueve su mano en una
muestra de indiferencia—, todo lo que sucedió recientemente. Pero después de lo
que compartiste conmigo el fin de semana pasado, tu familia y tu vida, te debo esto.
—Tú no me debes nada —digo y le tiendo la mano, necesitando tranquilizarlo
con mi toque.
—Déjame decirlo de otra manera —dice, viendo mis ojos—. Quiero dejarte
entrar.
Mi corazón se hincha. No estoy segura de sí debería estar asustada o eufórica,
así que me conformaré con algún lugar en el medio, porque cada una de esas
emociones significa cosas diferentes.
El miedo significa que sé que voy a hacerle daño. La euforia significa que
quiero más con él y de él. Y no estoy lista para comprometerme con ninguno de los
dos todavía, porque tengo miedo emocional de correr el riesgo.
—Rush. —Mi voz está tan cargada de emoción—. No sé qué decir.
—Dime que no estoy cometiendo un error. Dime que estoy hablando con
Lennox la mujer y no con Lennox la agente. Dime que lo que te diga quedará
estrictamente entre nosotros. Dime que puedo confiar en ti.
—Puedes confiar en mí, Rush. —Sé el peso que esas palabras llevan.
Y… lo hace. Comienza con las galletas y el plátano robados, hasta un policía
que controla a su hijo. Me lleva a través de su historia juntos, incluyendo su lealtad
a un momento en el tiempo que Archibald le dio y que le permitió la vida que ahora
lleva. Me explica cómo Helen lo envolvió en su amor maternal incluso cuando ya
tenía un hijo propio que luchaba a menudo. Un amor de madre que él necesitaba
desesperadamente. Una familia a la que acudir, que lo apoyó y que lo ayudó a
enterrar el pasado del que tanto se avergonzaba.
Luego llega a las fotos de Esme y Rory y mi corazón se hunde.
No por otra cosa que por cómo un adolescente sigue sintiendo que tiene una
deuda con los demás, cuando es él quien se ha convertido en el hombre que es hoy,
251 no ellos.
—Así que eso es todo. Eso es todo. —Su voz es temblorosa, y la forma en que
me mira fijamente, como si esperara que lo mirara de otra manera, casi me deshace.
Tengo ganas de atraerlo contra mí y abrazarlo con fuerza, pero sé que sentirá la
lástima en lugar de la abrumadora compasión que siento por él.
—Gracias por confiar en mí, Rush.
—¿No hay comentarios? ¿No hay nada? —pregunta.
—Si quieres que te diga que pienso menos en ti, entonces estás loco.
—No, creí que me dirías que estaba loco porque acepté la culpa de Rory.
—¿Es eso lo que más te preocupa?
Se niega a mirarme. Me pongo en cuclillas entre sus rodillas para que se vea
obligado a mirarme.
Para cualquier otra persona que vaya de excursión por esta colina, solo somos
una pareja manteniendo una intensa conversación frente a frente, una muy honesta.
Para mí, los muros se están derrumbando. Estoy cargada de mucha
información.
Rush estira la mano y juega con el colgante de mi collar, la brújula que tiene un
significado tan similar al que él luce sobre su corazón, y un fantasma de sonrisa se
dibuja en sus labios.
Es fugaz, pero está ahí.
—Ha sido mucho más difícil mantener mi promesa, pero es mi amigo más
antiguo. Su vida es más importante que mi reputación. En cuanto a Archibald, joder,
la carrera de Archibald y unas elecciones exitosas no es algo que me importe o algo
que deba cargar sobre mis hombros, pero ¿Rory? Rory lo es. Y Helen. ¿Cómo podría
defraudarla? Después de acogerme, ¿cómo podría no proteger a Rory cuando fue el
único que se hizo amigo mío? Incluso después de decirme que era parte de ellos, no
confié en que fuera real durante mucho tiempo. Pero Rory nunca dejó de intentarlo.
Podría haberlo hecho. Había muchos chicos allí que eran ricos también. Sin embargo,
él sabía de dónde venía y nunca me trató de manera diferente. Archibald tampoco
era amable con Rory, y a menudo temía que Rory me despreciara por la constante
comparación de su padre entre nosotros. —Respira profundamente y hace una
pausa—. Podría haberme odiado. Sin embargo, no lo hace.
Dios mío, este hombre es increíble. Y por lo que parece, Rory se merece su
lealtad.

252 Pero no estoy convencida de que merezca el enorme sacrificio de Rush.


Entonces, ¿cómo le explico que no necesita pagar a alguien por ser simplemente un
ser humano decente? Sin embargo, le dije a Rush que lo escucharía. No me
corresponde juzgar.
—Lo entiendo, pero no creo que te lleves el suficiente crédito por lo que te toca
ahora.
—Su vida es importante. ¿Cómo podría defraudar a la única familia que tengo?
—Los dos miramos a nuestra izquierda cuando una pareja pasa y saluda con la
mano. Después de que pasan, Rush habla—. Esme está en la ciudad. —Hace el
comentario como si fuera una ocurrencia de último momento. Me mira fijamente,
esperando ver mi reacción. Para ver si le creo—. Está en la ciudad para un concierto
benéfico.
—¿Por qué me dices esto?
—Transparencia total. —Se baja la gorra de béisbol por encima de los ojos
cuando un grupo de chicos sube por la colina detrás de nosotros, uno de ellos con
una camiseta del Manchester United. Tal vez entonces vean lo fácil que es para la
prensa manipular las situaciones y que la gente crea lo que publican.
—Ya lo sé —digo, tratando de digerir todo lo que ha dicho, las consecuencias
que está dispuesto a soportar por ello y la incredulidad del hombre que tengo
delante—. No tenías que decirme nada de esto.
—Lo sé.
—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —suspiro casi al unísono.
—Porque hay algo aquí, Nox. Algo entre nosotros que, por primera vez en mi
vida adulta, hace que no me sienta solo. Necesitaba que supieras que confío en ti.
Colocando mi mano en su nuca, mi frente en la suya, aprieto mis labios contra
los suyos. Estoy asombrada por este hombre. Saber que siente que hay algo entre
nosotros… me da esperanza, ya que no estoy preparada para decir adiós. Pero
puedo darle lo que necesita. Mi fe en él.
—Puedes confiar en mí, Rush. Te lo prometo.

253
Lennox
M
iro al techo con los suaves ronquidos de Rush a mi lado. Con su
pierna sobre la mía, me enfrento a un grave dilema moral. Entre
Lennox la agente y Lennox la mujer enamorada. Entre lo que sé que
sería mejor para su carrera y lo que sé que sería mejor para nosotros.
Dime que puedo confiar en ti, Lennox.
Mi corazón se hincha con una calidez que nunca he experimentado.
Claro que hay amor por tu familia, pero este… este sentimiento en mi pecho
254 cuando se trata de Rush es algo totalmente diferente.
Mi mente da vueltas.
¿Hay más fotos del beso alrededor del mundo entre Esme y Rory? He mirado
imagen tras imagen de Rory esta noche en mi búsqueda en Google y puedo ver
exactamente cómo sucedió. Diablos, mi apuesta es que el fotógrafo sabía que el
hombre no era Rush, pero vendió la foto que oculta el tatuaje en la mano de Rory.
¿Una princesa del pop y una estrella del fútbol del Liverpool? Eso es mucho
dinero pagado a un paparazzi por una sola foto.
Tengo que apagar mi cerebro de agente.
No es mi cliente.
Es mi amante.
Es mi amor.
Rush

—N
ecesito que me digas que toda esta mierda se
acabó.
—Hola, Finn. Que agradable hablar
contigo. —Ruedo mis hombros ante el
sonido de su voz. Nunca he sentido mucha afinidad por Finn Sanderson, pero tengo
cero respeto desde la revelación de Dekker. El idiota.
Si hubiera escuchado lo que había dicho antes de conocer a Lennox, podría
haberlo creído sin dudar. Habría tomado los rumores que me dio y asumido que
255 eran verdad.
Pero la conozco. He visto lo duro que trabaja, la he escuchado luchar por sus
clientes por teléfono, y he observado su preocupación por su bienestar. Ha tenido
cada oportunidad de pedirme que cambie de agencias y no lo ha hecho.
Íntegra. Elegante. Apasionada.
La mujer lo es jodidamente todo, y el hecho de que Finn mancharía su nombre
solo prueba que también lo sabe. Que está intimidado por ella. Porque si fuera igual
de talentoso, la encontraría en un campo de juego igualado en lugar de arrastrarla
por el barro.
Mis puños se aprietan mientras lucho para no descargar esto sobre Finn y
decirle lo que realmente pienso de él. Actualmente, es el que tiene mi futuro en sus
manos y necesito tener eso en cuenta.
Además, si le digo algo, ¿no prueba que tiene razón? ¿Que me está jalando a
su lado? Y, he dormido con ella. Él la crucificaría.
—Hablo en serio, Rush. Tengo dos ofertas ridículamente grandes para ti justo
ahora. Una viene con condiciones a tu comportamiento en público y la otro dice que
mientras más salvaje, mejor.
—Tomaré las condiciones, Finn —digo, asumiendo ya qué oferta tiene las
restricciones—. Aprecio todo lo que Cannon ha ofrecido y puedo entender la razón
tras ello. Tú, como mi agente, también tienes que entender por qué la respuesta es
no.
—Es una oferta de una vez en la vida, Rush.
—Y esta es mi vida. —Me remuevo sobre mis pies—. Dime sobre la oferta de
Liverpool.
Escucho su suspiro y puedo imaginar sus ojos rodar también. Realmente cree
que el trato MLS es lo que quiero. Idiota.
—Mi trasero y credibilidad están en riesgo justo ahora. He dado mil razones
por las que no pueden ganar la Premiership sin ti y por qué si te cambiaran, los
fanáticos se amotinarían. He prometido por un lado y por otro que serás un maldito
santo, en el club, en el campo, en tu vida privada.
—¿Mi vida privada?
—Sí. Eso significa que no joderás con ninguna esposa de tus compañeros de
equipo.
Mi risita no contiene ni una onza de diversión. Han pasado meses, y mi propio
256 agente todavía no me cree, joder. Lennox me creyó incluso antes de que le dijera la
verdad.
Tiene razón. Debe haber confianza entre un agente y su cliente y justo ahora,
no hay ninguna.
Murió en el minuto que me miró a los ojos y creyó que no era un hombre de
integridad. Y me estoy dando cuenta de eso justo solo ahora.
—Como te he dicho, nunca follé a la esposa de mi compañero. Pero lo
prometeré. Esa es una fácil de cumplir. Y por otro lado, averigua cómo controlar a
la prensa y sus rumores y todos estarán felices.
—Estoy hablando jodidamente en serio, Rush.
—También yo —gruño—. Hiciste las promesas. Te haré la misma a ti y al club.
¿Cuál es el trato?
—No pueden cambiar a Seth y no te cambiarán a ti.
—Genial. Bien. No tengo problema. Dile al pendejo que mantenga las manos
para sí mismo y todo estará bien.
—Pero necesito menos hostilidad de ti también. Lo demandaron. Lo prometí.
¿Estamos claros?
—Sí. —La anticipación vibra a través de mí—. ¿Cuáles son los términos?
—Te envié un correo describiendo todo. Están buscándote a largo plazo, Rush.
Quieren que seas el rostro del club. Es por eso que de ahora en adelante, no más
mierda. No más…
—Ya te dije —digo, la táctica de miedo es innecesaria. Casi perdí la única cosa
que amo. No hay manera de que la arriesgue de nuevo alguna vez—. Entiendo.
—¿No consigo siquiera una palmada en la espalda? —pregunta Finn, y no
puedo decir si está bromeando o habla en serio.
—No.
—Jesús, dame un descanso, Rush.
—Te palmearé en la espalda cuando la tinta esté seca sobre el contrato.
—Hablando de eso, quieren que hagas un gran evento cuando lo firmes.
—Es la era digital, ¿no podemos hacer una de esas firmas electrónicas? —
pregunto, sin querer arriesgarme.
—Todavía estamos arreglando los detalles finales. Te lo comentaré tan pronto
como lo tenga… pero mientras tanto, espera detalles. —Alguien le dice algo al
fondo—. Tengo que irme. Hablamos pronto.
Finn termina la llamada y cuando miro mi correo, a los impactantes números
257 en la página y el contrato de siete años conectado a ello, me hundo contra la pared a
mi espalda con alivio.
Lágrimas llenan mis ojos.
Me siento estúpido, pero no es sino hasta justo ahora, este momento, que me
doy cuenta de lo jodidamente asustado que estaba de que fuera a ser transferido.
De que sería echado del único verdadero lugar al que he llamado hogar.
Tomo un minuto para empaparme en el momento. Para apreciar que no jodí
mi vida en el proceso de salvar la de Rory.
Que esta pesadilla finalmente terminó.
Y entonces salgo disparado a través de la casa como un demente.
—¡Nox! ¿Lennox? —Dios, la necesito—. Lennox.
—¿Rush? ¿Qué? —Corre a la cocina y la agarro antes de que pueda preguntar
nada más. Presiono mis labios sobre los suyo.
Su carcajada nos separa.
—No puedes darme un ataque al corazón solo para besarme —dice y luego tira
de mi camisa para tomar uno más.
—Me quieren de vuelta. Liverpool me quiere de vuelta. Hicieron la oferta. El
contrato en proceso.
Se congela momentáneamente cuando sus ojos encuentran los míos, y entonces
una sonrisa de megavatios inunda su rostro.
—Felicitaciones. —Desliza sus manos alrededor de mi cuello y presiona sus
labios sobre los míos de nuevo—. Estoy tan feliz por ti —murmura.
—Oh, Jesús —dice Johnny cuando dobla la esquina y coloca sus manos en una
X sobre sus ojos—. Tengo invitados en camino. ¿Podemos no montar un espectáculo
sexual para ellos? Quiero decir, soy conocido como el alma de la fiesta, pero esto es
un poco excesivo.
—No habrá ningún espectáculo —digo mientras tiro a Lennox contra mí, mis
manos hundiéndose en sus bolsillos traseros—. Pero definitivamente habrá
celebración.
Los ojos de Johnny se entrecierran.
—¿Por qué?
—Porque regresaré a casa pronto.
Johnny grita y dice:
258 —¿Liverpool?
—Liverpool.
—Así se hace, bebé —aúlla desde el fondo de sus pulmones—. ¡Hora del
alcohol! —Y quien quiera que está detrás suyo celebra ruidosamente.
Pero no estoy tan envuelto en el momento para no sentir el sobresalto de
Lennox.
¿Cómo podría estarlo cuando también me siento de la misma manera? ¿Cómo
puedo estarlo cuando la mujer en mis brazos se siente mucho como un hogar para
mí ahora también?
Lennox
—¿H ay una razón por la que estés aquí en total soledad? —
pregunta Johnny, tomando asiento junto a mí y envolviendo
su brazo alrededor de mi hombro.
—Ninguna razón —digo y descanso mi cabeza sobre su hombro, dándole la
bienvenida a su presencia—. Simplemente tomando decisiones.
La risa de Rush flota justo sobre la música sonando en los altavoces. Adentro
hay una fiesta de clase, con amigos que Johnny trajo a casa y algunos de los chicos
del equipo de exhibición de MLS con los que Rush ha estado jugando.
259
Creo que hay un juego de beber sucediendo con el futbolito, pero no estoy
segura.
—¿Esas decisiones tendrán algo que ver con el hombre que está actualmente
muy borracho adentro?
—Quizás.
Cierro mis ojos por un instante mientras la brisa acaricia mi cabello sobre mi
mejilla, y me permito sentirme triste.
—¿Quieres hablar de ello?
—No en realidad.
—Sí, sí quieres. —Choca su rodilla contra la mía—. Háblame.
—Estoy permitiéndome estar triste por solo esta noche. Fiesta de lástima de
uno. Y entonces, para el momento en que se despierte con un infierno de resaca
mañana, se habrá ido.
—¿Justo así?
—Lo que verá, sí. Soy la reina ocultando emociones, Johnny. Sabes eso. —Me
quedo en silencio, intentando averiguar cómo articular lo que he concluido desde
que Rush entró corriendo a la cocina con una sonrisa que iluminó la habitación para
decirme que se iría.
No es como que en realidad no supiera que iba a pasar, pero definitivamente
me sacó de balance por un momento.
—¿Cuál es tu plan, entonces? —pregunta Johnny.
—Mi plan es simplemente disfrutar. Divertirme y disfrutar mi tiempo con él.
Una cosa sin arrepentimientos.
—Ah, entonces tu meta es pretender que no estás enamorada de él al empujarlo
de vuelta al solo tendremos diversión, sexo salvaje y conservaremos la distancia, ¿correcto?
¿Realmente crees que eso va a proteger tu corazón?
—No. —Nada protegerá mi corazón—. Pero es lo que necesito hacer por él. Este
es su momento para brillar y nada debería retenerlo de hacerlo. No necesito que se
sienta culpable. Quiero decir, sabíamos que había un tiempo finito para esto. Para
nosotros.
—Es la era digital, Lenn. Podrían funcionar a la distancia.
—Mucho más fácil decirlo que hacerlo. —Me río entre dientes—. Si
hubiéramos estado juntos por un año, sí, podría imaginar intentando hacerlo
260 funcionar, pero es una gota en el océano para…
—Gota en el océano o no —dice —, eso no significa que tus sentimientos no
sean verdaderos.
—Mira, aprecio que intentes, pero lo mejor para hacer es hacer a un lado mis
emociones, hacerme la valiente y…
—Y luego te sostendré cuando se te caigan los ojos luego de que se vaya.
—Exactamente —digo y presiono un beso sobre su mejilla—. Gracias por eso.
—¿Cuándo está listo el evento MLS?
—En tres días.
—Al menos tendrán algo de tiempo juntos luego de eso, y antes de que se vaya,
para salir juntos. Tengo viajes que puedo tomar y gente que puedo ver para darles
algo de espacio.
—Has hecho más que suficiente. Lo último que vamos a hacer es echarte de tu
propia casa.
—Ahí están ustedes dos —dice Rush, su voz un poco pastosa mientras se
acerca—. ¿Intentando robar a mi chica, Johnny-John?
—Nunca —dice Johnny cuando ambos nos levantamos de la tumbona—.
¿Terminaste de ganar todo su dinero en billar?
—Tal vez —dice Rush con una sonrisa tímida mientras Johnny lo pasa con una
palmada sobre su cabeza y se hace a un lado—. Hola.
—Hola.
Rush se estira y me tira contra él. Lucho con las lágrimas que amenazan, y
lucho la urgencia de hundir mis dedos en su espalda y tirar de él contra mí y nunca
dejarlo ir.
La música cambia a algo más suave y Rush presiona un beso en la cima de mi
cabeza.
—Baila conmigo —murmura.
—¿Qué? —Me río, pero no lo suelto.
—Hay demasiada belleza desde donde estoy parado justo ahora como para no
tomar ventaja de ello. La noche. La luna. Tú. —Levanta mi barbilla, así que estoy
obligada a mirar a sus ojos—. Baila conmigo, Nox.
Mi corazón hace el más suave de los suspiros a medida que nuestros pies
empiezan a moverse.
261 Cuerpo a cuerpo.
Corazón a corazón.
Otro recuerdo al que aferrarse.
Y cuando descanso mi cabeza contra su pecho, permito que una sola lágrima
se deslice por mi mejilla y se vaya sin ser detectada.
Solo una.
Porque Johnny tenía razón. Mañana, empezaré a mantener a Rush a un brazo
de distancia.

—Lennox —me llama Rush en su voz pastosa desde donde está desparramado
sobre el sofá, piernas extendidas, brazos sobre la parte trasera, lentes de sol puestos
incluso aunque es de noche—. Déjalo todo y ven y dame algo de amor.
—Solo déjame recoger algunos de estos vasos y botellas —digo mientras
analizo el daño. Fue una pesada noche de bebida, pero no lo suficientemente pesada
para que todos menos Rush quisieran salir y continuar la fiesta en otra parte—. Es
la última cosa que voy a querer hacer en la mañana.
—Déjalo. —Los pies de Rush resuenan sobre el suelo—. Johnny tiene
sirvientas. Demonios, yo tengo sirvientas. ¿Tienes sirvientas? —pregunta mientras
me agarra por la cintura y tira juguetonamente de mí hacia él—. Si no tienes, te la
mereces. Me aseguraré de que tengas una.
—Gracias. —Me río cuando sus manos recorren mis pechos mientras intento
seguir caminando—. Pero mi lugar es pequeño y apenas estoy allí.
—Lennox —dice, repitiendo mi nombre en un canto mientras levanto el cubo
de hielo y unos cuantos vasos junto a él—. Estás ignorándome. —Hace pucheros
como un niño cuando se pone frente a mí para bloquear mi camino.
—Déjame recoger, chico ebrio.
—Ustedes lo americanos y su hielo —dice, sacando un cubo de hielo del balde
en mis manos antes de intentar lanzarlo dentro de mi blusa—. Estás más enamorada
de tu hielo que de mí.
Y aunque escucho las palabras, las tomo por lo que son: está ebrio y la palabra
amor la dice solo de forma casual. Pero una diminuta parte de mí muere por el
sonido de ella. La parte de mí que amaría escucharlo de verdad.
262
—Todos seguían diciendo que me enamoraría del hielo, pero aparte de
lastimar mis dientes, creo que están locos.
Una pequeña sonrisa juega sobre mis labios cuando una idea me llega a la
mente.
—Apuesto a que puedo hacer que lo ames justo ahora.
—Estás loca.
Pero cuando caigo a mis rodillas frente a él, definitivamente tengo su atención.
—¿Nox?
—¿Mmm? —Abro su pantalón y lo bajo sobre su caderas para que su polla
endurecida salte libre.
—¿Qué estás haciendo? —Su sonrisa es juguetona cuando extiende la mano y
agarra la base de su eje.
—Chupándote la polla para callarte.
—En ese caso, empezaré a hablar.
Pero cuando coloco mis labios alrededor de su peno y aplico el cálido calor
húmedo de mi boca y lengua, sus palabras le fallan hasta que solo un grito
estrangulado llena la habitación.
—Nox. Sí. —Su mano encuentra su camino a la parte trasera de mi cabeza y se
aprieta alrededor de mi cola de caballo mientras lo tomo tan profundo como puedo
antes de chupar tan fuerte como puedo cuando retrocedo.
Gimiendo cuando el sabor suyo golpea mi lengua, lamo la hendidura en su
cima antes de empezar todo el proceso de nuevo.
Lo trabajo lentamente al punto donde su respiración es superficial, su mano
está ayudando a guiar mi cabeza, y se inclina contra la pared a su espalda por apoyo.
Con una mano deslizándose sobre su longitud, uso la otra para hundirla en el
balde de hielo y llevar un cubo de hielo a mis labios.
Los ojos de Rush se encuentran con los míos. Un siseo llena la habitación
cuando lo deslizo de vuelta a mi boca con el cubo de hielo sobre mi lengua.
Hielo y fuego.
Placer y dolor.
Abre su boca para decir algo, pero pierde sus palabras por el ataque de
263 sensaciones. Su cabeza cae hacia atrás y su mano se tensa contra mi cráneo.
Es maravilloso desde mi posición entre sus muslos. Es sexo y deseo y tentación
y… amor.
Y justo cuando la realización me golpea y las lágrimas se acumulan, cuando
entiendo lo devastada que estaré cuando se vaya, me insta a ir más rápido, a chupar
más duro. Entonces su cuerpo entero se tensa, y se vacía en el fondo de mi garganta.
Observo su pecho subir y bajar y sus músculos relajarse uno a uno hasta que
baja la mirada hacia mí, viendo su pene todavía en mi mano y una sonrisa sobre mis
labios de alguna manera hinchados.
—¿Cuáles son tus sentimientos sobre el hielo ahora? —pregunto tímidamente.
Su risa resuena tanto que su pene se balancea de arriba abajo antes de que me
ayude a ponerme de pie y me bese ruidosamente sobre los labios.
—Vaya, señorita Kincade, creo que he tenido un cambio de opinión en el
asunto.
Lennox
—¿A
sí que eso es todo? ¿Aceptas el contrato, te llevas mi dinero
y no cumples ninguna promesa?
Cuando levanto la mirada, espero encontrar a Cannon
de pie con una sonrisa en los labios, pero está totalmente serio, y me sobresalta.
—¿Perdón? —Me río en parte al pronunciar la palabra—. Te dije con toda
franqueza que entendía tu deseo de conseguir a Rush, pero que no creía que fuera a
funcionar. Me dijiste que lo intentara de todos modos. Lo intenté, Cannon.
Realmente lo hice, pero su corazón está en otra parte. —Y no puedo culparlo—. Lo
264 siento por eso, pero creo que hicimos algunos avances positivos en la defensa de los
jugadores para la liga. Los planes que creamos tendrán algunos grandes beneficios…
—Así que no eres tan buena como decían. —Hay una ira en su voz que nunca
hubiera esperado.
—Lo siento. No estoy entendiendo…
—Te contraté por los rumores. Finn me dijo que te acostabas con jugadores y
que usabas esos estúpidos juegos para robarlos. Por lo que él te odia, de eso
dependía yo. Y supongo que no eras tan buena, porque incluso después de que Rush
te tuviera, él aun así no va a quedarse.
Me quedo allí, con la boca abierta, la ira disparándose en cada fibra de mi
cuerpo.
—¿Me contrataste para qué? —Mi voz es apenas un susurro.
—Dormir con él. Usar esa magia que tienes para mantenerlo aquí. Hacerlo
enamorarse lo suficiente como para que mordiera el anzuelo. Diablos, no podría
importarme menos si rompieras con él en el momento en que firmara… pero ¿no es
lo menos que podrías haber hecho?
Oh. Mi. Dios.
Usar esa magia que tienes para mantenerlo aquí. Hacerlo enamorarse lo suficiente como
para que muerda el anzuelo.
¿Qué mierda?
¿Hay algún hombre en la dirección deportiva que realmente tenga un alma que
no sea espantosa ni reprobable? Realmente estaba apostando por que las palabras
de Finn se hicieran realidad. Era un tigre al acecho. Despreciable.
Mi padre tenía razón. Mis hermanas tenían razón. Cannon es un bastardo
despreciable.
—Hijo de puta.
Se encoge de hombros y sonríe.
—No culpes a un hombre por jugar el juego.
—Y no culpes a una mujer por reconocer a un imbécil cuando lo ve.
Recojo mis cosas tan rápida pero tranquilamente como puedo, porque no
quiero que piense que me ha afectado, y salgo del despacho sin mirar atrás.
Solo cuando estoy en mi auto, en el estacionamiento, con las ventanillas
subidas, grito a pleno pulmón para dejar salir mi rabia. Ha intentado utilizarme,
carajo. ¿Tuvo algo de respeto por mí, o siempre estaba diciendo mentiras?
265
Dios, me alegro de que Rush vuelva al Reino Unido y no se involucre en la
MLS de ninguna manera. Y le advertiré que no haga nada con la MLS en el futuro
mientras Cannon Garner esté allí. El bastardo.
Solo piensa en mí como una puta que puede…
Y entonces me doy cuenta de algo.
Sin saberlo, acabo de demostrar que todos están equivocados.
Me he acostado con Rush pero no he conseguido nada profesionalmente. Me
echo a reír.
Y entonces me doy cuenta de otra cosa. Estoy perfectamente bien con ser la que
ríe al último acerca de esto.
El imbécil de Garner me acaba de pagar un montón de dinero por nada.
Dios mío, a mis hermanas les va a encantar esto.
Lennox
—¿Q
ué deberíamos hacer hoy? —pregunto mientras me acuesto
con la cabeza metida entre el brazo y el pecho de Rush
mirando hacia el lugar en el que las manos de ambos están
presionadas contra las del otro.
—No me importa —murmura mientras la luz de la madrugada se filtra por las
rendijas de las persianas—. Esto. Hagamos esto todo el día.
—¿Qué? —pregunto, mi sonrisa se extiende, porque esto es exactamente lo que
quiero hacer todo el día: estar con él—. Hay muchas cosas que podríamos hacer.
266 Como perdernos en un museo de arte.
—Joder, no. —Se da la vuelta para estar parcialmente encima de mí—. Prefiero
perderme en ti. —Sonríe y me besa tiernamente en los labios como si tuviéramos
todo el tiempo del mundo.
Pero no lo tenemos.
Nos quedan días. Diez para ser exactos. Y cuando extiendo la mano y le quito
el cabello de la frente, su expresión se suaviza y apoya su frente en la mía.
—¿Vamos a hablar alguna vez de esto, Nox? —Sus labios rozan los míos
mientras habla, pero se inclina hacia atrás para ver mis ojos—. Cada vez que intento
hablar contigo, lo conviertes en una broma o me besas hasta que me callo.
—¿De qué hay que hablar? —susurro—. Tienes una vida increíble a la que
volver, un público para el que presentarte, y yo también tengo una vida a la que
volver. Sabíamos en qué nos metíamos cuando empezamos esto, y es demasiado
tarde para cambiar de marcha ahora —digo las palabras con toda la determinación
que puedo. Mi corazón se rompe un poco más en mi pecho.
—Podríamos vernos en los descansos. Tomar vacaciones. No sé, pero…
—Y pronto se convertiría en llamadas telefónicas que las hacemos simplemente
para no herir los sentimientos del otro, y los viajes se hablarían pero nunca se
planearían. —Enmarco su rostro y lo alejo de mi frente para que pueda encontrarse
con mis ojos—. No me arrepiento, Rush. Tal vez esto era lo que necesitábamos,
cuando lo necesitábamos, para ayudarnos en la siguiente etapa de nuestras vidas.
Tal vez esto era lo que necesitábamos para sanar y seguir adelante.
—Pero qué pasa si…
Lo atraigo hacia mí y uso mis labios para sofocar sus palabras. Para acallar las
promesas vacías y crear un bálsamo temporal para el dolor de mi pecho.
Su mano sube por el costado de mi cuerpo, empujando con ella mi camiseta de
tirantes.
Y entonces, nuestros dos teléfonos empiezan a sonar. Y tan pronto como uno
se detiene, el otro empieza de nuevo.
Al principio nos reímos, pero luego, con cada sonido, nos damos cuenta de que
algo debe estar pasando.
Rush es el primero en tomar su teléfono.

267
Rush
E
l nombre de la pantalla de mi teléfono detiene mi corazón.
—¡Rory! ¿Estás bien? ¿Qué pasa? —Y justo cuando estoy
gritando, veo que Lennox toma su teléfono y se dirige al otro lado de
la habitación con el dedo en la oreja.
—¿Has visto las noticias? ¿Las redes sociales? ¿Te ha llamado Finn?
—No. ¿Qué estás…?
Y justo en ese momento, Lennox sostiene su teléfono frente a mí.
268 Oh, Dios. Esme. Hay una foto de Esme con un ojo negro y azul y casi hinchado.
Tampoco intenta ocultarlo a la cámara.
La imagen es impactante, por decir lo menos, pero es el pie de foto que está
encima lo que detiene mi corazón: Rush McKenzie llega a la agresión física.
—No. No. No. —Sacudo la cabeza mientras las palabras se repiten una y otra
vez en mis labios.
—¿Rush? ¿Estás ahí? ¿Rush?
—Estoy leyendo. —Es todo lo que digo. Todo lo que puedo decir mientras
tomo el teléfono de Lennox y empiezo a leer.

En la última historia del tórrido romance entre la sensación del pop, Esme, y la estrella
del fútbol, Rush McKenzie, que ha sacudido a la organización del Liverpool, llega una nueva
e inquietante revelación. A él le gusta tener contacto físico en más lugares que en el campo.
El Daily Mail se puso en contacto con el esposo de Esme, el capitán del Liverpool, Seth
Haskins, para que hiciera unas declaraciones. “Cuando mi mujer estaba en Los Ángeles para
un concierto benéfico, informó a McKenzie de que habían terminado. Le dijo que dejara de
contactar con ella. Sus intentos de estar con ella se están volviendo bastante desesperados y
constantes. Se enfureció cuando ella le dijo que habíamos decidido solucionar nuestras
diferencias, y… bueno, ya ves lo que le hizo como consecuencia”.
El Daily Mail no puede confirmar ni desmentir las acusaciones de Haskins, pero han
aparecido fotos de McKenzie y Esme teniendo un momento privado juntos en un balcón en
junio. Un momento que desde entonces ha hecho que la organización del Liverpool se pelee
por la forma de mantener a sus dos estrellas en el mismo campo sin que vuelva a producirse
otra pelea en el club como la rumoreada.
“Después de lo que le ha hecho a mi mujer, me niego a tocar el campo con él, y me he
asegurado de que el club lo sepa”, dijo Haskins.
Según fuentes internas, el Liverpool se pronunciará sobre esta novedad mañana por la
mañana. Teniendo en cuenta que tienen una estricta política de cero tolerancias a la violencia
doméstica, se puede suponer que algunos cambios podrían estar en la mezcla.

Miro fijamente el artículo y lo vuelvo a leer. Cuando miro a Lennox, está en su


ordenador escribiendo furiosamente. Rory repite mi nombre una y otra vez, lo que
finalmente se registra.
—Tengo que llamarte luego.

269 —No. Espera.


—Rory —digo bruscamente.
—Déjame…
—¿No crees que ya has hecho bastante, joder? —le grito—. Luego te devuelvo
la llamada.
Y cuando suelto el teléfono y cierro los ojos, siento que el mundo se me cae
encima.
Todavía no he firmado el contrato.
Mi teléfono suena a mi lado en la cama.
No he. Firmado. El. Contrato.
Y suena de nuevo.
El mundo que creía que Lennox me había ayudado a enderezar, acaba de
volverse al revés. De la euforia a la desesperación.
Y más timbrazos.
Conozco la postura del club sobre la violencia doméstica. He visto cómo se
anulan los contratos de los compañeros de equipo tras las condenas.
Todo lo que puedo oír es el trueno de mi pulso en mis oídos. Todo lo que puedo
sentir es el corazón acelerado en mi pecho. La habitación se balancea a mi alrededor.
—Es Finn. Tienes que contestar. —Lennox me devuelve el teléfono a la mano
y quita el suyo de la mía—. Mírame —dice y pone sus manos a ambos lados de mi
rostro—. Vamos a resolver esto y a sacar la verdad. No vas a perder este contrato.
Asiento con la cabeza, pero cuando abro la boca no sale nada.
—Contesta el teléfono, Rush.
Con una puñalada de mi dedo, contesto.
—Finn.
—¿Qué mierda, tío? —Ahora sí que estoy cabreado.
—¿Qué demonios quieres decir con “qué mierda”? Es un engaño, Finn.
Haskins está cabreado porque el Liverpool se queda conmigo y está intentando
sabotear mi contrato así que…
—Tiene un maldito ojo negro, McKenzie. Ella estaba en Los Ángeles, Rush.
¿Cómo conviertes este cuadrado en círculo ante la percepción pública? —grita a todo
pulmón, la frustración tiñendo cada sílaba.
—Ella estuvo aquí hace tres semanas. No la vi cuando estuvo y si lo hubiera
270 hecho, los paparazzi habrían mostrado fotos de eso. Además, ¿realmente crees que
si le hubiera puesto las manos encima hace tres semanas los moratones estarían tan
jodidamente frescos? —Me levanto de la cama y camino por el pasillo, con la rabia
y la incredulidad consumiéndome—. Y vete a la mierda por dar crédito a Haskins y
a este artículo.
—Bueno, alguien tuvo que hacerlo.
—¡Fue Seth! —grito.
—¿Y cómo lo sabes?
—Porque lo sé. Porque otros jugadores le han visto golpearla antes. Porque…
—Incluso si dijera que porque Rory lo vio, no tendría ningún maldito peso de todos
modos—. Solo confía en mí, mierda.
—¿Confiar en ti? Tienes que calmarte.
—No. Como mi maldito agente, tienes que creerme. No tuve una aventura con
Esme. Y no la golpeé.
—Rush…
—Al diablo con esto. Consígueme todas las entrevistas que puedas. Voy a
enterrar al hijo de puta.
—No. Lo que no vas a hacer es ir directamente a la prensa. Necesito que te
quedes sentado mientras formulo un plan y averiguo lo que el club está
considerando. ¿Estás escuchando, Rush? No hagas nada.
—Sí. Te escucho. —Pero cuando termino la llamada, no estoy tan convencido
de que quedarse quieto esta vez es lo que hay que hacer. Claro, escuché la primera
vez y aunque todo se solucionó al final, mi nombre nunca se limpió. Y ahora esto.
Esto es más que mi reputación y mi carrera. Esto se refiere a quien soy como hombre.
A mi maldito carácter.
No soy un cobarde que golpea a las mujeres.
La ira y la incredulidad como nunca antes había conocido se adueñan y
paralizan cada parte de mí.
Me sitúo en el rellano del tercer piso de la casa de Johnny y me limito a mirar
por la ventana, con las manos apoyadas en la barandilla, y con la cabeza en blanco.
—Rush. —La voz de Lennox llega hasta mí. Me giro y la encuentro caminando
hacia mí con el móvil en una oreja y el portátil en la otra mano. Todavía lleva el
conjunto de pantalón corto con el que duerme y tiene el pelo alborotado sobre la
cabeza, pero está completamente enfocada.

271 —Tengo un vuelo reservado para ti a Heathrow. Tienes que empezar a hacer
la maleta, porque sale en menos de cuatro horas y, con el tráfico de Los Ángeles,
llegarás justo. Tengo gente en tierra en Londres trabajando en lo que está pasando
con el acuerdo de Esme. Ángulos que podemos trabajar para hacer girar esto y…
—Finn me dijo que tenía que estar tranquilo.
—Que lo jodan a Finn y a su tranquilidad —dice, tirando de mí por el brazo
hacia nuestra ala de la casa—. Necesitas estar en casa ahora mismo para que la gente
pueda verte. Cuanto más tiempo estés fuera de la vista, más fácil será que se crean
esta mierda. Tienes que dar una rueda de prensa en cuanto pongas los pies en el
suelo.
—¿Para decir qué? ¿Cómo hablo de esto de repente cuando no hablé de la foto
antes? ¿Cómo puedo…?
—Rory.
Me detengo y la miro fijamente mientras empieza a abrir los armarios de mi
habitación y a sacar maletas.
—Yo…
—Sí, Rush. Tienes que hacerlo.
Y sé que tiene razón. Sé más que nada en este momento, que él es el único que
puede arreglar esto.
—Lennox. —Su nombre es un suspiro resignado y una súplica combinados en
uno—. Se lo prometí —susurro. ¿Cómo traiciono a mi amigo para salvarme a mí
mismo? ¿Cómo puedo…?
Lennox se acerca y me mira a los ojos con una claridad y determinación que
nunca antes había visto.
—Me dijiste una vez que nadie había luchado por ti. Déjame luchar por ti,
Rush. Déjame creer en ti y luchar contigo.
Sus palabras me golpean en lo más profundo, en algún lugar que creía muerto
hace tiempo. Me cuesta encontrar palabras.
—Un chico de quince años hambriento no le debe nada a nadie, Rush.
Especialmente no a costa de su integridad ni de su carrera.
—Pero estoy donde estoy gracias a ese día.
—Estás donde estás gracias a ti, Rush McKenzie. Tu determinación. Tu trabajo.
Tu talento. Tu bondad. Estás donde estás y eres quien eres por ti y por nadie más.
—Las lágrimas se agolpan en sus ojos mientras su voz se vuelve más urgente—. Te
272 lo ruego. Déjame. Luchar. Por. Ti. Vale la pena luchar por ti.
Me mira fijamente de una manera que posee cada parte de mí y de una manera
que nunca esperé sentir por alguien.
Mi suspiro es tan pesado como mi corazón. Quiero darle las gracias. Quiero
decirle que es lo mejor que ha llegado a mi vida, salvo el fútbol. Quiero decirle que
me encanta que luche por mí. Conmigo. Pero mi garganta está ronca. Mi alma está
aplastada.
—Haz lo que tengas que hacer.
Lennox
—H
az lo que tengas que hacer.
Me pongo en acción ante las palabras de Rush.
—Tienes que hacer la maleta. Yo me encargaré del
resto.
Y entonces me doy cuenta. ¿Dónde está la marca de tiempo en la foto tomada
a Esme? Si estuvo aquí hace tres semanas, los moretones se habrían desvanecido si
Rush la golpeó. Así que si la foto fue tomada esta semana, no hay manera de que sea
273 Rush.
Más tarde, Lenn. Ponlo en ese avión y luego investiga y encuentra la manera de refutar
esto.
Los siguientes quince minutos son un torbellino de él empacando y yo tratando
de averiguar qué más puedo hacer para arreglar esto. Soy muy consciente de que
debería poner a Finn al corriente de esto, de que mi odio hacia él podría ser dejado
de lado por el bien de Rush, pero que se joda Finn. Que se joda él y su falta de
confianza en Rush. Estaba hablando lo suficientemente alto al otro lado de la
llamada como para que yo lo oyera.
Esta no es una operación de esperar y ver.
Este es un momento de agarrar al toro por los cuernos y tirarle algo rojo delante.
Y ahora mismo, estoy tan lívida que voy a liderar esa carga. Diablos, estoy
furiosa con Finn, enojada con Rory, y enfurecida por el silencio de Esme. ¿No es ella
tan cómplice de esto como lo es Rory?
Entiendo por qué no ha hablado antes de esto, ¿pero ahora? ¿Ahora va a dejar
que Rush cargue con la culpa de esto?
Podía haber dicho algo cuando estaba lejos de Haskins en Los Ángeles. Podía
haber pedido una orden de alejamiento de su esposo, que la golpea, mientras estaba
a salvo en un país, a ocho mil kilómetros de casa. Pero no, se quedó callada,
permitiendo que un hombre inocente fuera arrojado al fuego. Una cosa es una
aventura, pero ¿una golpiza? ¿Ese ataque a su carácter? ¿En su propia alma?
Eso es deplorable.
La furia, la rabia y la ira me recorren, y eso es un eufemismo.
—Voy a necesitar… —Mis palabras se desvanecen cuando entro en la
habitación de Rush con instrucciones y lo encuentro sentado en el borde de su cama
con un aspecto totalmente aniquilado—. ¿Oye? ¿Estás bien?
Con mi propia adrenalina para arreglar y resolver, cruzo la habitación hacia él.
Cuando estoy al alcance de su mano, me atrae hacia él, con mis muslos a horcajadas
sobre los suyos, y entonces me rodea con sus brazos y me sujeta.
Al principio, no sé qué hacer. Rush es siempre una presencia tan fuerte y
vibrante, así que verlo tan… vulnerable me hace retroceder.
Le paso los dedos por el cabello hasta que inclina la cabeza para que sus ojos
puedan mirar los míos. Hay toda una serie de emociones nadando en los suyos y
cada una indescifrable hace que mi corazón se acelere.
—Te necesito, Nox. Ahora mismo. Solo te necesito.
274 Bajo para sentarme sobre sus muslos mientras mis labios encuentran los suyos
en un beso lento y agridulce.
—Me tienes —susurro. Por completo.
Nos movemos en silencio. Mi acción, su reacción. Mi exhalación, su siguiente
inhalación. Dos extraños que se han encontrado. Dos mitades rotas que, de alguna
manera, han formado un todo.
Mi camisa sobre mi cabeza y sus manos sobre mis pechos. Nuestras ropas son
empujadas al suelo antes de que él me acueste. Nuestros labios se encuentran una y
otra vez, casi como si estuvieran compensando lo que ya no será.
Porque esta es nuestra despedida.
No hace falta decirlo en voz alta. Está en el suave suspiro que ambos emitimos
cuando él se desliza dentro de mí. Está en la delicadeza de sus labios cuando besa
las huellas de las lágrimas de mis mejillas. Está en el entrelazamiento de nuestros
dedos, como si no quisiéramos soltarlos nunca. Es cómo nuestros cuerpos se acoplan
en una acción tan antigua como el tiempo, pero que es íntimamente especial para
nosotros.
Hacemos el amor bañados por la luz del sol de la mañana, con los ojos clavados
en los del otro, sin ninguna sensación de urgencia, aunque parezca que el mundo se
está quemando a nuestro alrededor.
Pero no hay ningún otro lugar en el que preferiría estar ahora mismo. No hay
otro lugar en el que quisiera estar rompiendo mi corazón.
Nuestros cuerpos se mueven juntos mientras nuestras frentes se tocan, y
nuestras emociones se expanden hasta un punto en el que casi resulta doloroso
respirar.
Agradezco el repentino aumento del placer en mi orgasmo solo por su
capacidad de ahogar el dolor del pecho por un momento.
Solo por su capacidad de darme un recuerdo más con Rush. Una sensación más
para recordar. Un momento más para apreciar.
Le miro con el sol como un halo alrededor de su cabeza. Sus ojos reflejan todo
lo que siento, y tengo que aferrarme a la idea de que esto es suficiente para mí. Tiene
que serlo. Y, al hacer mía esa idea por todo lo que vale, me inclino hacia delante y
aprieto un beso en el tatuaje de la brújula en el pecho de Rush.
A los que vagan.

275 No importaba a dónde fuera en la vida, siempre me permitía encontrar el camino de


vuelta a lo que era correcto. Era su brújula para que nunca perdiera el rumbo.
Mi única esperanza es que algún día encuentre el camino de vuelta a mí. A lo
que es correcto.
Porque lo amo con todo mi corazón.
Rush
E
l deseo es algo que conozco y entiendo de primera mano. El deseo de
jugar, de ganar, de vivir… de tener una mujer. Deseos simples, básicos,
masculinos.
Pero mientras estoy sentado en la pista esperando a despegar, con el sombrero
bajo sobre la frente y los ojos cerrados, sé que hay algo en Lennox Kincade que me
hace cuestionar si alguna vez he entendido realmente lo que es el deseo.
Creo que no tenía ni idea.

276 Antes de que ella entrara en escena, utilizaba las sensaciones que el deseo
inducía para ayudarme a adormecer mi pasado.
Pero tal vez ahí es donde me equivoqué.
Tal vez siempre he sido insensible.
Y tal vez, solo tal vez, era Lennox a quien necesitaba para hacerme sentir de
nuevo.
Para hacerme vivir de nuevo.
Para darme cuenta de que lo que creí que era vivir todo el tiempo, en realidad
era solo existir.
El avión se aleja de la puerta de embarque y por mucho que eche de menos mi
hogar, por mucho que necesite llegar allí ahora mismo y poner las cosas en su sitio,
una parte de mí seguirá estando aquí.
Siempre estará con ella.
Te necesito, Nox.
Me tienes.
La mujer que demostró momento tras momento que creía en mí.
Que tenía fe en mí.
Estás donde estás gracias a ti, Rush McKenzie. Te lo ruego. Déjame. Luchar. Por. Ti.
Vale la pena luchar por ti.
Tiene fe en mí. Es la mujer más magnífica que he conocido.
La única mujer que me he permitido amar.

277
Lennox
—T
engo un millón de cosas por hacer, Johnny —le digo
mientras se para en el salón y me mira fijamente.
—¿Cómo?
—Como encontrar a Rory y convencerlo de que confiese esto para que Rush
pueda estar libre y limpio de esto…
—¿Rory?
—Es una larga historia. Te lo explicaré más tarde. —Miro fijamente mi teléfono
278 y las diez llamadas sin contestar a Rory en mi registro de llamadas.
—¿Qué más?
—Tengo que encontrar un vuelo a casa.
—¿A casa? ¿Ya? —Se ríe—. Hablando de hacerme sentir como un hígado
picado. El sexo contratado se va y tú me abandonas.
Le miro por encima de los papeles que tengo esparcidos por la mesa.
—Eso no es…
—Puedes admitirlo, sabes —dice mientras da unos pasos hacia mí.
—¿Admitir qué?
—Que era Rush quien te retenía aquí. El asunto del MLS había terminado y era
hora de que te fueras a casa, pero ahí estaba Rush.
Las lágrimas arden y me obligo a tragar por la garganta.
—No hagas esto. No puedo hacer esto ahora.
—¿Qué? ¿Quebrarte y tener un buen llanto? ¿Por qué no? —Toma asiento a mi
lado y me mira fijamente—. Cuanto antes lo hagas, mejor te sentirás.
—No puedo. Tengo todo este trabajo que hacer. Tengo…
—Distracciones. Todas esas cosas son distracciones. Todo el mundo en el Reino
Unido está durmiendo ahora mismo. Nadie va a responder. —Me hace girar en mi
silla para mirarle y cuando lo hago, las lágrimas ya están ahí, el sollozo en mi
garganta no está muy lejos.
Y cuando Johnny me atrae contra él en uno de sus abrazos tranquilizadores,
me permito llorar por primera y única vez por un hombre.
Me permito sentir.
Se suponía que íbamos a tener dos semanas para nosotros. Días perezosos en
los que haríamos el amor a cámara lenta. Interminables promesas de hablar o enviar
mensajes de texto.
Tiempo.
Solo tiempo.
Pero tal vez sea mejor así. Tal vez la mejor manera sea arrancar la tirita de una
vez en lugar del lento tirón que te devora con cada uno de los pelos que arranca por
el camino.
Tal vez todo esto sea para mejor.
Si es así, entonces alguien tiene que decírselo a mi corazón también.
279
Rush
L
ennox: Si hubiera estado en Los Ángeles hace tres semanas, los moretones ya
habrían desaparecido. Estoy tratando de conseguir un sello de fecha para esa
foto para probar que fue tomada recientemente. Cuando estaba en Reino Unido
y tú estabas aquí.
Yo: Vale la pena intentarlo.
Lennox: No puedo contactar con Rory. ¿Te ha mandado un mensaje?
Yo: No. No me contesta. Lo intentaré de nuevo.
280 Lennox: Gracias. ¿Estás bien?
Yo: Sí. No. No tengo ni puta idea.
Lennox: Es comprensible. Lo solucionaremos. Mándame un mensaje cuando llegues a
casa.
Yo: Lo haré.

Miro el mensaje de Lennox de hace unas horas y luego paso por lo que me
parece un centenar de mensajes más: compañeros de equipo, Finn, periodistas que
han conseguido mi número de móvil a lo largo del tiempo, y me estremezco cuando
llego a los diez que envié a Rory y los encuentro sin respuesta.
Al principio, esperaba que fuera el servicio telefónico de mierda del avión. Pero
teniendo en cuenta que acabo de recibir otro mensaje de un número de teléfono
desconocido, sé que mi servicio funciona.
Sé que Rory ha recibido mis mensajes.
Me preocupa su estabilidad emocional.
¿Esto lo llevará al límite? ¿Que la mujer que ama ha sido golpeada, de nuevo, y que el
hijo de puta que lo hizo me echa la culpa?
Ella no está a salvo. Su corazón debe estar roto.
Pero no hay nada que pueda hacer al respecto ahora.
Estoy atrapado en un avión.
Así que me siento y espero.

281
Lennox
M
i teléfono me sobresalta. Cuando miro la pantalla, mientras tanteo
acercándolo a mi oído, dice que son las dos de la mañana.
—¿Chase? ¿Qué demonios haces levantada ahora mismo?
—Enciende la televisión. O el ordenador. Quiero decir ordenador. Ve a ESPN
o a Sky News online… solo ve.
Salto de la cama.
—¿Qué estoy buscando?
282 —Una conferencia de prensa. Rory Matheson. Mierda.
Mis dedos no aciertan con las teclas mientras busco tan rápido como puedo
para encontrar una transmisión en vivo. Y cuando lo hago, jadeo. De pie, frente a un
mar de cámaras, está Rory Matheson, el defensa del Liverpool, siempre en apuros.
Está vestido con lo que creo que es su intento de parecerse lo más posible a Rush.
Y lo parece.
Lo noto en los primeros momentos, pero son sus palabras las que mantienen
cada segundo de mi atención.
—Gracias por venir aquí hoy. Estoy seguro de que se preguntan qué hace un
jugador mediocre como yo dando una conferencia de prensa sobre la situación
actual del Liverpool FC en relación con las acusaciones hechas sobre Rush McKenzie
por Seth Haskins. Estoy aquí para decir la verdad.
Hay un revuelo entre los periodistas mientras se disparan los flashes, y estoy
segura de que algunos de ellos se miran entre sí como ¿qué demonios está pasando?
¿Yo, por el contrario? Estoy sentada en mi cama con mi portátil, esperando con
la respiración contenida.
—¿Sabes qué es esto? —me pregunta Chase al oído.
—Tengo una idea. —Esperemos que sea lo que creo que es.
—Una vez oí decir a alguien que un hombre se mide no por lo que hará por sí
mismo, sino por lo que hará a costa de sí mismo por los demás. Si ese es el caso,
Rush McKenzie es realmente un hombre extraordinario. El tipo de hombre que
dejaría que el mundo entero pensara que era él quien estaba atrapado en una
posición intransigente con una mujer casada en lugar de destruir a un hombre que
lucha contra la depresión. Ese hombre… es decir, yo mismo.
Hay un jadeo audible de la multitud, así como de las personas que están a la
izquierda y a la derecha de Rory, que parecen atónitas. Supongo que no le dijo a
nadie lo que iba a decir.
—Bueno, mierda —murmura Chase en mi oído.
—Yo soy el que sale en esa foto con Esme que se publicó en junio. Si el fotógrafo
se hubiera movido hacia la izquierda, habrían visto mi tatuaje —dice, levantando la
mano para mostrar el tatuaje que no puedo distinguir—, y esto ni siquiera sería un
problema. Pero Rush —Sacude la cabeza—, permitió que se creyera que era él.
Porque en ese momento no estaba en un buen momento. Estaba deprimido y
pensaba en acabar con mi vida. Soy un adicto en recuperación… así que asumió la
culpa. Se llevó los golpes. Él tomó la ira tan erróneamente dirigida a él por ustedes.
283 Abandonó el país para permitir que la historia se calmara. Dejó que todo el mundo
creyera que la imagen era de él y no de mí, porque sabía que me comerían vivo y me
escupirían sin pensar en el daño que me habrían hecho. Sabía que me rompería bajo
su presión. Le preocupaba más mi bienestar que su carrera. Y ni una sola vez se
defendió. Ni una sola vez le preguntó nadie si la foto era realmente él.
Rory vuelve a sacudir la cabeza y da un sorbo a su botella de agua antes de
continuar ante un público embelesado.
—Dios mío —susurra Chase.
—Lo sé —le susurro. Esto es increíble.
—Cuando se filtró la foto de Esme y yo, fui débil y dejé que él asumiera la
culpa, pero ya no. No puedo, en conciencia, permitir que se mantenga de lo que se
le acusó ayer sin hablar. —Se aclara la garganta—. Rush no le puso la mano encima
a Esme. De hecho, creo que ni siquiera la conoce. Seth Haskins, su esposo, mi
compañero de equipo, y la persona que hizo la acusación en el Daily Mail ayer, es la
persona responsable de las lesiones de Esme. ¿Cómo sé esto? Porque durante los
últimos nueve meses, he tenido que sentarme a ver cómo los moretones aleatorios
estropean su piel. Si Seth tiene un mal juego, un nuevo moretón aparece. Ella le dice
que quiere el divorcio como hace cuatro días, su ojo está tan magullado que se ha
hinchado.
—Es una acusación muy fuerte la que haces, Rory.
Rory asiente y se encuentra con los ojos del reportero.
—Lo es y soy consciente de ello, pero tengo pruebas. —Suenan más jadeos, el
mío incluido—. Esme ha facilitado a la policía las imágenes de la cámara de
seguridad de su casa en las que se ve la agresión para poder presentar cargos. Cargos
que le he rogado que presente durante meses, pero el miedo y la vergüenza y el
juicio público le han impedido actuar. Pero ahora no. Ya no. —Más jadeos—. Un
pequeño clip del “supuesto” altercado será facilitado a todas las cadenas como
prueba de lo que estoy diciendo hoy aquí. —Mira hacia un lado del escenario y los
periodistas empiezan a murmurar mientras la cámara se desplaza hacia donde está
Esme, con las gafas de sol puestas y las lágrimas cayendo por sus mejillas.
—Jesús, está realmente allí —murmura Chase, exactamente lo que estoy
pensando.
—No estoy aquí para hacer el papel de santo. Estuve mal. Tuve una aventura
con Esme. Me equivoqué al permitir que Rush se hiciera responsable, y asumiré de
buen grado las consecuencias de mis actos. Pero no voy, y no puedo, quedarme de
brazos cruzados y dejar que ustedes —Rory señala a los periodistas—… crucifiquen
a Rush McKenzie por algo que no hizo. Algo que nunca haría. —Mira a la izquierda
284 a un agente deportivo que conozco en apariencia antes de volver a mirar a la galería
de prensa—. No haré más declaraciones sobre el asunto. Gracias por su tiempo.
La prensa estalla en una ráfaga de preguntas mientras me siento a observar,
con la boca abierta y los ojos muy abiertos, con Chase hablándome al oído.
Rush finalmente es libre.
Rush
E
stoy parada en reclamación de equipajes de Heathrow, con el sombrero
bajo sobre los ojos, mirando a Rory en la tele colocada en lo alto de la
esquina, completamente aturdido.
Un millón de cosas pasan por mi cabeza.
¿Qué demonios está haciendo?
¿Estará bien después de hacer esto?
¿Qué va a pensar todo el mundo de mí ahora?
285 El carrusel de recogida de equipajes se mueve en bucles a mi espalda y mi
teléfono emite alertas una y otra vez en mi bolsillo, pero no puedo apartar los ojos
de la pantalla. De la imagen borrosa que los locutores siguen mostrando de Esme
intentando abrir una puerta delantera con Seth tirando de ella desde atrás, con el
puño en alto y listo para salir. Incluso con los detalles borrosos; por un mínimo de
respeto, quizás, se puede ver cómo Haskins podría dominar fácilmente a su propia
esposa. No puedo creerlo. Lo que le ha estado haciendo. Ahora me hierve la ira, no
solo por lo que ese animal es capaz de hacer, sino por saber que estaba dispuesto a
que la gente creyera que yo lo había hecho.
Y entonces otro pensamiento cruza mi mente.
Se acabó.
Finalmente se acabó.
Consigo pasar desapercibido para salir del maldito aeropuerto sin que se den
cuenta. En el momento en que estoy en el estacionamiento, respiro una enorme
bocanada de aire como si fuera el primer aliento que he podido tomar desde que me
fui de aquí hace más de cuatro meses.
No tengo auto ni transporte, pero no me importa, porque lo único que quiero
son unos minutos de intimidad. Lo único que necesito es escuchar la voz de Lennox.
Cuando miro mi teléfono y las cuatro llamadas perdidas de ella, parece que
está en la misma página.
Tomo el teléfono y marco.
—Supongo que después de todo no necesitabas mi ayuda —dice Lennox.
—¿No hiciste esto? No iniciaste esto…
—No. Estoy tan sorprendida como tú. Estoy… sin palabras. ¿Ves? No soy la
única que piensa que vale la pena luchar por ti. —Sus palabras quedan en suspenso
mientras lucho con la avalancha de emociones que han traído las últimas
veinticuatro horas.
—Lennox… gracias. Dios, tú…
—No hay necesidad de agradecerme. No he hecho nada.
—Me trajiste a Londres hoy. Y estabas tratando de hacer más. Y nadie ha…
—Lo vales.
—Gracias. De verdad. —Los dos nos callamos—. Es temprano allí. Debes estar
agotada. Duerme un poco —digo las palabras, pero me sentaría en su silencio todo
el día si pudiera.

286 —Está bien. Hablaré contigo… más tarde.


—Sí. Más tarde.
Y cuando cuelgo, me cuesta todo lo que tengo para no volver a llamarla y
decirle lo que tengo en la punta de la lengua.
Te amo.
Me quedo pensando antes de marcar a la siguiente persona con la que tengo
que hablar. Contesta al tercer timbre.
—Rush.
—Rory. Amigo. No tenías que hacer eso. Tú…
—Sí, lo hice.
—Pero qué pasa con…
—Soy un chico grande, Rush. Son mis metidas de pata, y las reconozco. Es hora
de que haga lo correcto y sea el amigo que has sido para mí todos estos años.
—Yo no… joder, amigo.
—Hablé con mamá y lloró. Y quiere conocer a Esme alguna vez. Bueno.
Todavía no.
—Te ama, Ror.
—Sí. Es solo que… pero papá. Dios. Está furioso. He vivido gran parte de mi
vida desesperado por la aprobación de papá, pero puedo más. No importa si no
puedo vivir con el hombre en el que me he convertido… y no pude. No podía
quedarme de brazos cruzados y dejar que lo arruinaras todo por una lealtad torcida
que te hizo sentir. —Se escuchan unos movimientos en el otro extremo de la
conexión—. Fui débil al dejar que te lo pidiera y al seguirle la corriente. No hay nada
más que pueda decir aparte de que lo siento por todo, y lo que más lamento es haber
dejado que llegara hasta aquí.
—Rory. ¿Estás…? —Dudo sobre qué decir porque sus disculpas me hacen
temer que sean más una despedida que otra cosa—. Quiero decir… ¿estás bien,
verdad?
—Por Dios, sí. Todavía estoy en proceso de recuperación, pero la vida es
gloriosa.
—¿Y el equipo?
—Que el equipo me transfiera por lo que hice. No me importa mientras siga
jugando. Además, Esme estará a mi lado a pesar de todo.
—No tengo palabras. —Mis pensamientos vienen demasiado rápido para
ponerles voz—. Todo lo que puedo decir es que me alegro por ti.
287 —Gracias de nuevo, amigo. Eres un santo, y no te merezco.

—Ahora mismo estoy bajando por mi calle, Finn, y después de no estar en casa
desde junio, voy a terminar la llamada para poder disfrutar del silencio de mi casa
sin que me balbucees al oído.
—Entendido. Prepárate para que el equipo quiera empujarte delante de la
prensa más pronto que tarde. Ahora mismo pareces un maldito santo, así que lo
usaran para borrar toda la mala prensa…
—Haré una firma pública del contrato, Finn. Eso es todo. Nadie va a sacar
provecho de una decisión personal que tomé. Nada de entrevistas al respecto. Nada
de exclusivas. No voy a ceder en esto.
—¿Por qué diablos no?
—Porque el terreno de juego es donde actúo. En ningún otro sitio.
—Bien. Sí —dice, pero ya puedo oír las ruedas girando tan fuerte en su cabeza
que no ha oído ni una palabra de lo que he dicho—. Oye, Rush.
—¿Mmm?
—Lo hicimos.
Cuelgo sin contestar, inseguro e inquieto por lo que siento ante su comentario.
No hemos hecho una mierda.
Llevó meses.
Ida y vuelta, Rush. Nos comunicamos todos los días, Rush. Una mierda total.
Me he preguntado por qué no siento el mismo resentimiento hacia el equipo.
Y no creo que se trate simplemente de quién es empleado por quién. Pero en el fondo
creo que en parte se trata de eso.
Empleo a Finn. Así que, aunque sea por lealtad fiscal, debería haber puesto el
grito en el cielo, como dijo Lennox. Debía apoyarme al cien por cien públicamente,
y no debería haber dudado de mí en privado.
El equipo esencialmente es un negocio. Sí, es mi carrera, pero puedo entender
que tuvieran que mirar los aspectos financieros si me cambian o no. Su lealtad es un
poco más difícil de definir, y nunca sugerí que la foto no fuera mía. Esa lealtad fue
impulsada por el dinero.
¿Me hace sentir bien saber que dudaron de mí? Por supuesto que no, pero…
288
—Bienvenido de nuevo, señor —dice el conductor con una risita cuando mi
casa está a la vista. Las puertas están igual de abarrotadas de paparazzi que la noche
que me fui de aquí, pero esta vez las preguntas no son acusaciones. Esta vez, los
gritos de mi nombre no son de burla sino de desesperación por conseguir la primera
declaración. Malditos buitres.
Y al igual que la última vez, me apresuro a pasar por todos ellos sin dar un solo
comentario.
Dejaré que la conferencia de prensa de Rory hable por sí misma.
Además, no hay mucho más que pueda decir.
Pero cuando me hundo en mi propia cama después de una ducha rápida,
cuando dejo que el silencio envuelva mis pensamientos, solo falta una cosa en este
día jodido.
Lennox.
Ella no está ahí para abrazarla.
No hay ningún cabello suyo que me haga cosquillas en la mejilla cuando apoyo
la barbilla en su cabeza.
No hay su suave ronquido que llene la habitación.
Solo hay el silencio y la soledad que solía anhelar y que ahora se siente
jodidamente difícil.

289
Lennox
—¿T
odo bien?
Odio que las lágrimas inunden mis ojos cuando su
cara llena la pantalla.
—Sí. ¿Y tú? ¿Se ha calmado un poco la atención de los
medios?
—Realmente no presto atención —murmura.
Pero yo sí. He rastreado todas las páginas web en busca de cualquier atisbo de
290 él en tiempo real y, por lo que parece, todavía lo acosan.
—¿Es bueno estar en casa?
Te extraño.
—No hay nada como tu propia cama. —Se ríe.
Tus brazos abrazándome con fuerza.
—Lo sé. Lo único que quería hacer era tumbarme en ella durante horas el
primer día que llegué a casa.
Tu voz rasposa cuando te despiertas por la mañana.
—¿Las cosas van bien con tus hermanas y tu papá?
Saber que podría alcanzarte y tocarte para saber que eres real.
—Si preguntas si nos peleamos, la respuesta es que por supuesto que sí.
¿Me extrañas?
Y así otra conversación en la que no hablamos de nada, porque tenemos
demasiado miedo de abordar el elefante en la habitación, y ese elefante somos
nosotros.
Rush
L
ennox: Vi que llamaste. Perdón por no contestar. Estoy por tomar un vuelo a
Florida para acorralar a un atleta rebelde. Vas a estar dormido para cuando
aterrice. Que tengas una buena práctica hoy.

Me quedo viendo el mensaje y odio el sentimiento de querer hablar y saber que


no puedo.
Queriendo estar con ella, pero está a miles de kilómetros.
291 Necesito que este dolor en mi pecho se vaya en lugar de que empeore
constantemente.
Lennox
—¿L
o viste?
Miro hacia donde Brexton está de pie en la puerta de
mi oficina.
—¿Ver qué?
—Jesús, ¿volvemos a fingir que no estás sentada en esta oficina deprimida todo
el maldito día? —pregunta con una buena dosis de ojos en blanco.
—No estoy deprimida.
292 —Entonces lo viste.
—Claro que sí —digo, mientras pienso en las veinte veces que repetí en
YouTube la gran firma de contrato de Rush con Liverpool. Cómo devoré todo sobre
él y sobre él como si fuera una acosadora desesperada por una dosis de la persona
con la que estaba obsesionada—. ¿Por qué me lo iba a perder?
—Porque fue a las cuatro de la mañana, así que pensé que podrías estar, ya
sabes, durmiendo.
—No seas una perra.
—No lo soy. —Se encoge de hombros y entra en mi despacho para tomar
asiento. Exactamente lo que no quiero: que mi hermana me ponga bajo el
microscopio—. Solo tengo curiosidad por saber qué está pasando.
—Estoy intentando que se revise un contrato para Johnson, y tengo una
reunión en dos horas con Berringer. Eso es lo que pasa —digo con una sonrisa
sarcástica para reforzar mi malcriadez.
—¿Cuándo vas a volver a verlo? —Esta vez la jovialidad ha desaparecido de
su voz, y la compasión en su tono me hace levantar la vista del contrato para
encontrarme con sus ojos.
Me encojo de hombros, porque al principio no me fío de mi voz.
—Probablemente de paso en alguna parte.
—¿Y por qué?
—Porque eso es lo que somos.
—¿Y quiénes son? ¿Dos personas que parecen ser perfectas juntas pero que son
demasiado tercas para admitirlo?
—Eso suena bien.
—Entonces haz algo al respecto.
Me recuesto en mi silla y miro la ciudad. El ajetreo de Manhattan nunca deja
de sorprenderme, independientemente de la hora del día o del tiempo.
—No sé. Me siento un poco inquieta. Puede que me vaya a Chicago unas
semanas para el draft. A ver qué puedo ver allí. Tal vez hacer un poco de terapia de
compras.
Su silencio se mantiene hasta que vuelvo a mirar hacia ella.
—Pero acabas de llegar.
—Hace tres semanas.
—Ajá.
293 —¿Hablan?
—Sí, supongo.
—Eso sonó entusiasta.
—Ya sabes cómo es. Cuando se está juntos, comparten el mismo mundo, así
que las conversaciones tienen sentido. Cuando están separados es como si
estuvieran en una isla tratando de describir cómo es para que el otro lo entienda.
—Eso no tiene ningún maldito sentido. —Se ríe.
—¿En qué momento te limitas a hablar, llamar y responder simplemente para
no herir los sentimientos de la otra persona?
—¿Tan rápido has pasado página que ya te sientes obligada a responder? —
pregunta.
Y la respuesta es no, pero no me atrevo a decírselo. La verdadera respuesta es
¿cuándo sabré que me está haciendo eso? ¿En qué momento te das cuenta de que tus
sentimientos están en un nivel muy diferente al suyo?
—Solo estoy pensando en voz alta —murmuro finalmente.
Me estudia un segundo más antes de levantarse de la silla.
—Voy a decir una cosa y luego dejaré de molestarte.
—Gracias a Dios —bromeo mientras miro el mini globo que hay en mi
estantería detrás de ella y me pregunto a dónde debo ir.
—A veces el amor es difícil de retener, pero si él es el indicado, si es hacia donde
sigues queriendo vagar cuando miras ese globo terráqueo, entonces tal vez sea el
que debes tener.
—¿Leíste eso en alguna galleta de la fortuna? —me burlo.
—Sabes que en cuanto salga de esta oficina lo repetirás en tu cabeza y sabrás
que tengo razón.
—Lo que sea.
—Aprovecha la oportunidad, Lenn. Nunca se sabe hasta que se hace.
—¿Cómo? —pregunto, mi estoicismo finalmente destrozado cuando la
emoción me golpea. Quiero decir que lo extraño. Lo extraño mucho cada momento de cada
día. Extraño su tacto. Su sonrisa. Sus risas. Su magnífico acento. Pero no puedo formar
esas palabras en mi lengua—. ¿Cómo voy a hacerlo? Su vida está allí y la mía aquí.
Una relación a través del Atlántico no es precisamente del tipo que te mantiene
caliente por la noche. No quiero un romance de Instagram en el que la única vez que
lo vea es cuando compruebo lo que ha publicado.

294 Se detiene en la puerta y se gira para mirarme.


—Eres una mujer inteligente. Lo resolverás.
Rush
—¿D espués de todo ese maldito trabajo para traerte aquí y así es
como juegas tu primer partido de la temporada? —pregunta
Louie desde donde está apoyado en su auto estacionado
junto al mío—. ¿Jugar con los americanos te robó tus habilidades? ¿Te han
arruinado? —se burla, pero su sonrisa y nuestra historia juntos me dicen que está
bromeando.
—No me importa. Estaba oxidado.
—¿Oxidado? —dice con un bufido—. La liga de los arbustos es más bien eso.
295
—¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Es un término americano. Me sorprende que no lo hayas aprendido mientras
estabas ocupado tirándote a esa agente. —Levanto un dedo medio como respuesta—
. ¿Qué pasa, amigo? ¿Firmas un gran contrato y luego decides apestar en el juego?
—Te diré que puedes chupar5. —Me río.
—¿Es eso? ¿Necesitamos contratar a alguien para que te la chupe antes del
próximo partido para quitarte la tensión? Lo que necesites, estoy a tu servicio. —
Saluda.
—Definitivamente no es a ti a quien buscaría para el servicio. —Me río—.
Además, no creo que nadie pueda proporcionarme lo que necesito.
—¿Qué es eso? —pregunta, y mientras estoy dentro de la puerta abierta de mi
auto y lo miro fijamente, no debería sorprenderme la respuesta, pero lo hago.
Sabiendo la respuesta, en realidad, pero no hay nada que se pueda hacer al
respecto.
Pero joder, la extraño.

5Blow, en el original. Es un terminó que coloquialmente se usar para decir que algo “Apesta” en el
sentido de que es muy malo. O se usa también vulgarmente para hablar de “chupar”.
—Nada. Tengo que ir a casa. Tengo mierda que hacer.
—¿Oye? ¿Estás bien? Sabes que estaba bromeando, ¿verdad?
Me encuentro con los ojos de uno de mis amigos más cercanos y asiento con la
cabeza.
—Estoy bien. Y tienes razón, estaba oxidado. Mañana será otro día para
mejorar.
—Ja. Deberías tatuarte esa mierda en algún sitio.
—Quizá lo haga. —Me río y levanto una mano—. Hasta luego, Louie.
—Nos vemos mañana.
Cuando me deslizo tras el volante y acelero el motor, debería estar repitiendo
el juego en mi cabeza como suelo hacer. Lo que puedo hacer mejor la próxima vez.
Cómo me ganaron en la línea en aquella escapada. Por qué mis cabeceos se
desviaron demasiado a la derecha.
Pero no pienso una mierda, porque estoy demasiado ocupado extrañando a
Lennox.
Demasiado ocupado odiándome por buscar entre el público esta noche con la
extraña esperanza de que apareciera en mi primer partido.
296
Demasiado preocupado por darme cuenta de que ya ha seguido adelante,
mientras yo estoy atrapado aquí como un maldito tonto.
¿Podría echar un polvo para ayudarme a superarla?
Por supuesto que sí.
¿Quiero hacerlo?
No.
Todavía estoy prendado de Lennox.
Tacha eso.
Estoy enamorado de Lennox Kincade.
Lennox
—¿P
apá? ¿Qué haces aquí? —le pregunto cuando lo veo parado
en mi puerta.
—Pensé en venir a ver si tus maletas estaban hechas
—dice mientras entra en mi casa.
—¿Maletas? —pregunto.
—Te estás poniendo inquieta otra vez —dice con una suave sonrisa—. Me
imaginé que estarías deseando ir a algún sitio.
297 —Las maletas siguen apiladas vacías en el armario. —Hago un gesto de
alrededor de mi habitación familiar.
—¿Por qué?
—¿Qué significa eso? —pregunto mientras él toma asiento en mi sofá.
—No eres feliz. Te paseas cuando no eres feliz.
Por reflejo, alzo la mano y toco el colgante de mi collar.
—No es que no sea feliz. Es que estoy…
—Asustada.
—¿Asustada? —Toso la palabra—. ¿Asustada de qué?
—De aparecer en Inglaterra con las maletas hechas y descubrir que no está tan
enamorado de ti como tú y tu familia creen. De decirnos que vas a ir allí y
preocuparte de que pensemos que estás loca. De hacer lo que tienes que hacer por
tu lealtad a la empresa.
Miro fijamente a mi padre, dándome cuenta lentamente de que estoy
asintiendo a todo lo que está diciendo.
—Está bien quererlo, Lennox. Nunca me enojaría contigo por quererlo. Lo que
me enojaría es que no fueras para ver si es real. —Se inclina y toma una foto
enmarcada en mi mesa auxiliar en la que estoy con mi madre antes de que muriera—
. Lo que odiaría es que dentro de diez, quince o veinte años recordaras este momento
y te preguntaras qué hubiera pasado.
—¿Qué me estás diciendo, papá? —Tantos pensamientos y esperanzas chocan
dentro de mí.
—No te estoy diciendo nada. Estoy sentado aquí esperando escuchar lo que
tienes que decirme.
—¿Quién ha dicho que tengo algo que decirte? —pregunto, sorprendida de que
lo sepa.
—La forma en que te quedas en la sala de conferencias un poco más esperando
que tus hermanas se vayan, pero nunca lo hacen. La forma en que llegas temprano
solo para descubrir que una de las chicas también lo ha hecho. —Deja la foto abajo—
. Entonces, ¿qué es lo que quieres decirme?
—Tienes razón, estoy inquieta.
Asiente como respuesta.
—Y miserable. —Retuerzo mis dedos—. Puedo trabajar desde cualquier lugar,
en realidad. Eso es lo bueno de este trabajo. ¿Y qué tal si me voy al Reino Unido por
298 un tiempo para ver qué pasa y ver si esta cosa entre nosotros es legítima? Como si
fuera realmente real y más fuerte ahora que volvemos a nuestra vida cotidiana
comparado a la burbuja de la casa de Johnny.
—Continúa.
—Y si lo es, si las cosas con Rush siguen mejorando… ¿no es hora de que KSM
abra una oficina satélite en algún lugar? Hay todo un mercado que aún no hemos
abordado allí. He hecho algunas investigaciones que puedo enviarte. Datos sobre el
número de jugadores, los otros agentes con los que competiría. Por supuesto,
mantendría mi actual carga de trabajo. Me daría una excusa para venir a casa y
verlos a menudo y… —Mis palabras se desvanecen y dejo de hablar, pues de repente
me siento tímida ahora que estoy expresando la tonta fantasía que he estado
haciendo cada noche cuando me acuesto.
Que llamaría a Rory y me diría dónde encontrar a Rush. Así podría aparecer
en Liverpool o donde sea que Rush viva sin ser detectada. Lo sorprendería y
seguiríamos tan locamente enamorados que juraríamos no separarnos nunca.
Abriría una pequeña oficina y me abriría camino en la industria del fútbol allí hasta
que KSM se afianzara en ese mercado.
—No estás respondiendo, papá.
—¿Qué pasa si llegas allí y te instalas y te vuelves a inquietar? Tú serías la
persona a cargo allí. Es mucho más difícil huir cuando tienes ese nivel de
responsabilidad, Lenn.
—No voy a huir.
—¿Y cómo sabes esto?
—Porque encontré mi hogar en Rush, papá. Él es quien calma mi inquietud.
Una sonrisa lenta y agridulce se desliza por su rostro. Parpadea para evitar las
lágrimas que finjo no ver.
—Esa es toda la respuesta que necesito.

299
Rush
E
l pub está lento para un jueves por la noche, pero es exactamente lo que
necesito para tranquilizar mi cabeza y dar un paso atrás.
Llevamos tres partidos de la temporada y es evidente que la
presión me ha afectado, porque no estoy jugando al nivel que debería.
Me siento mal.
Algo está mal.
Y tengo ganas de enviarle a Lennox un billete de ida en primera clase a
300 Heathrow para poder decírselo todo en la maldita línea. Para poder decirle que la
amo y que no me importa cómo funcione, pero que tiene que funcionar.
Incluso consideré llamar a una de sus hermanas a su oficina para ver si es tan
miserable como yo, pero nada apesta más a desesperación que llamar a la familia
para que te ayude con tu juego. Es una completa tontería.
Estos sentimientos no son unilaterales. Al menos no lo eran cuando nos
separamos el mes pasado o cuando sea. Y si los míos no se han ido, entonces seguro
que los de ella tampoco.
—Toma, amigo —dice el camarero mientras me desliza un vaso con hielo por
la barra.
—Eso no es mío —digo, pero enseguida me siento más recto.
No. No es posible.
—Sí, lo es. Un regalo, si quieres llamarlo así, de la dama del rincón.
Levanto la cabeza en la dirección que señala y ya estoy de pie antes de verla.
Porque es ella.
Tiene que ser ella.
Lennox
M
i corazón se detiene al verlo, y sé que cada momento de angustia y
preocupación valió la pena cuando sus ojos se fijan en los míos.
Cuando el amor y la incertidumbre y el anhelo que hay en mi
mirada se reflejan en la suya.
Está en mi mesa en un segundo, sus brazos me rodean y me atraen, y sus labios
encuentran los míos como si yo fuera el único hogar que han tenido.
Se ríe contra mis labios.
301 —Estás aquí. Estás aquí de verdad.
Mis manos suben por sus costados, por sus mejillas y por su cabello, como si
tuvieran que asegurarse de que realmente está aquí y de que realmente lo estoy
tocando. Pero es su sonrisa cuando se aparta para mirarme mientras lo hago lo que
me dice la verdadera historia.
Me quiere aquí.
Me quiere.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con una expresión incrédula en su rostro, como
si temiera que si aparta la mirada desapareceré.
—Una persona sabia me dijo una vez que tenía que encontrar el rugido de la
multitud y perseguir mi propia felicidad. Así que eso es exactamente lo que estoy
haciendo.
—¿Y en qué consistiría eso exactamente? —pregunta, jugando con un mechón
de mi cabello.
—Estoy pensando en abrir una sucursal de KSM aquí en el Reino Unido. Me
permitiría trabajar por mi cuenta, pero sin dejar de formar parte de un equipo.
La expresión de sorpresa en su rostro no tiene precio.
—¿Aquí, aquí?
—Sí, aquí, aquí. —Espero a ver su reacción, pero aparte de la sorpresa en su
voz, no lo demuestra.
—¿Solo has venido para eso?
—Quizá para ver un partido de fútbol o dos.
—He oído que el nuevo capitán del equipo es increíble.
—Lo has oído, ¿verdad?
—Sí —Toma un sorbo de mi agua en la mesa de al lado—. Y si piensas vivir
aquí, amor, tienes que pedir algo más fuerte que esto cuando estés en un pub —Me
da un beso en los labios que me hace desear que estemos en un lugar más privado—
. ¿Qué más esperas encontrar en el Reino Unido?
—Algo de sexo absolutamente horrible.
Su sonrisa ilumina su rostro.
—Creo que también puedo ayudarte a encontrar eso. —Sus dedos se
entrelazan con los míos.
—Menos mal, porque me estaba desesperando.
302 —No podemos permitir eso ahora, ¿verdad?
No puedo creer la absoluta calma que siento al estar sentada aquí con él. Pensé
que estaría más preocupada o nerviosa, pero siento que estoy donde debo estar.
Pero todo eso es parte de encontrar a mi público, todavía tengo que perseguir
mi felicidad.
—¿Me persigues, Kincade? —pregunta con una sonrisa tímida.
—Si me dejas.
Nuestras miradas se sostienen y el tiempo parece detenerse mientras el pub se
mueve a nuestro alrededor.
—Solo hay un problema.
—¿Cuál es?
—Tendré que ser tu primer cliente. Quiero decir, es lo apropiado.
—No puedo robarte a Finn. Él consiguió este trato. Puede que odie al cabrón,
pero te dio lo que querías.
—Pero insultó a mi novia y dio a entender que se acostaba con atletas para
ganarlos para su lista de clientes.
—Entonces, ¿ser mi cliente no le demostraría precisamente eso? —pregunto,
preguntándome cuál de mis hermanas le contó a Rush la historia de fondo.
—Que se joda Finn —murmura contra mis labios.
—Que se joda Finn. —Me río.
—Además —dice pasando una mano por mi muslo—. Podría parecer raro que
una mujer con mi apellido no me represente.
—¿Qué? —Espeto.
Rush se encoge de hombros como un niño travieso, me dedica una leve sonrisa
y el humor es dueño de sus ojos.
—Solo un pensamiento lejano en el futuro.
—Estás hablando de un compromiso serio para alguien que ni siquiera ha
declarado amor primero —me burlo. La sonrisa de Rush cae lentamente y sus ojos
se vuelven más intensos.
Extiende el brazo para pasar el dorso de su mano por el lado de mi rostro.
—Lennox Kincade, he sido un miserable sin ti. Mi juego está fuera de lugar
únicamente porque tú pusiste mi vida patas arriba y, desde entonces, no creo que
quiera volver a enderezarla —Da una media sonrisa, media carcajada que me habría
303 robado el corazón si no estuviera ya robado—. Te amo. Te amaba antes de irme, pero
tenía demasiado miedo de decírtelo. Luego llegué aquí y me daba demasiado miedo
decirlo porque pensaba que habías seguido adelante... pero te amo, joder. Y ahora
que estás aquí y delante de mí, será mejor que te acostumbres a que te lo diga.
—Oh, Dios —murmuró mientras lo atraigo hacia mí y vierto mi miedo y
frustración del último mes en un solo beso—. Yo también te amo, Rush McKenzie.
Y estoy aquí, lista para empezar lo que sea que sea esto junto a ti. Más vale que
empiece con algo de ese horrible sexo al que soy aficionada, y más vale que empiece
muy pronto.
—Pensé que nunca lo pedirías —dice y luego toma el vaso de hielo de la mesa
para llevarlo con nosotros.
Lennox
—¿A
sí que aquí es donde van los súper ricos cuando quieren
escapar de la vida? —Miro la belleza que nos rodea, y es
difícil elegir una cosa en la que centrarse. El agua cristalina
y turquesa debajo de mí, donde se balancean mis pies. El bungaló sobre el agua a mi
espalda. O las palmeras en la orilla detrás de nosotros.
Rush me mira desde donde está sentado en una tumbona a mi lado con la
sonrisa más astuta.
—No, aquí es donde va una estrella del fútbol después de haber ganado la
304 Premier League y la Champions League y quiere escaparse con su mujer.
Su mujer.
Todavía me afecta cuando me llama suya. Ha pasado casi un año desde que
me mudé a Inglaterra, y el hecho de poder despertarme junto a él cada día sigue
siendo emocionante.
Levanto mi rostro hacia el sol para sentir su calor, pero también para
enmascarar las lágrimas que amenazan cuando me doy cuenta de que casi perdí
esto, casi lo perdí a él, porque fui demasiado terca para creer que el amor era real.
—¿Oye?
Miro hacia él y sonrío cuando me encuentro con sus ojos. El corazón me da un
vuelco en el pecho.
—¿Mmm?
—Sabes que yo también me siento así, ¿verdad? —pregunta suavemente.
—¿De qué manera?
—La forma en que me estás mirando ahora mismo. Como si no pudieras creer
que supieras respirar antes de conocerme. Como si no pudieras creer que esto sea
real. —Se inclina para besarme, el calor y la familiaridad de su beso es todo lo que
necesito—. Como si la vida no tuviera un propósito antes de esto —murmura contra
mis labios.
Dejo mi copa de vino, me levanto del borde del patio y me siento a su lado. Su
piel está caliente por el sol mientras me acurruco en él y pongo mi mano sobre su
corazón.
—A los que vagan —dice en voz baja, mientras su corazón late bajo el tatuaje
de su pecho.
—A los que vagan —repito, una sonrisa pintando las comisuras de mis labios,
la buena suerte que hemos encontrado me calienta el corazón.
—He estado pensando —dice mientras hace girar su dedo en mi cabello.
—¿En qué?
—Sobre cuando me perseguiste hasta Inglaterra.
—Ajá.
—Te dije que tenía que ser tu primer cliente porque no estaría bien que tú
llevaras mi apellido y no lo fuera.
Me quedé momentáneamente inmóvil.

305 —Lo hiciste.


—Bueno, has montado tu oficina, has contratado nuevos clientes, he ganado
todo lo que se puede ganar… y estoy pensando que tenemos que terminar lo que
empezamos.
Cuando me inclino hacia atrás y me encuentro con sus ojos, todo tipo de
emociones fluyen a través de mí.
Este chico salvaje que no es tan salvaje.
El rebelde que se rebeló por todas las razones correctas.
Este hombre, que podría tener a cualquiera pero solo tiene ojos para mí.
¿Cómo he tenido tanta suerte?
—Tú eres todo lo que necesito, Rush. No me importa la forma, el apellido, el
anillo de plástico, el certificado de matrimonio o no… no me importa. Tú lo eres para
mí. Eso es todo lo que importa. Tú.
Me dedica la más suave de las sonrisas, tímida pero seria.
—McKenzie nunca significó nada para mí, Nox. Fue un nombre que me dio un
hombre que nunca conocí. Pero lo convertí en algo. Me convertí en algo… y sí, no
necesitamos nada de esa mierda, pero significaría todo para mí si estuvieras
orgullosa de ser una McKenzie conmigo.
Se me llenan los ojos de lágrimas cuando me inclino y le doy un beso en los
labios. Es tierno, y tiene una reverencia que todo el mundo debería tener la
oportunidad de experimentar al menos una vez en su vida.
Pero tengo suerte, porque lo consigo todos los días. Tengo el beso, el hombre y
la vida que nunca esperé pero que ahora sé que nunca podría vivir sin ellos.
Y cuando el beso termina, apoyo mi frente contra la suya.
—Te amo, Rush McKenzie, y estaría orgullosa de ser una McKenzie contigo.
Hay un respiro entrecortado y luego un susurro de risa.
—Cásate conmigo, Nox. No puedo prometerte la perfección, pero puedo
decirte que mi lugar favorito es a tu lado. —Me reclino y lo miro a los ojos—. No
puedo prometerte que no meteré la pata, pero sí puedo prometerte que tendrás mi
mañana y para siempre. No puedo prometerte que no vagaremos, pero puedo
asegurarte que siempre vagaremos juntos. —Se obliga a tragar mientras sus ojos se
llenan de lágrimas—. Y no puedo prometerte que las cosas no se vuelvan locas a
veces, pero siempre las mejoraré con un sexo horrible y espantoso.
Me río. Dios, amo a este hombre.
—¿Te casarías conmigo? —susurra.
306 Asiento, incapaz de sacar las palabras al principio.
—Sí. Por supuesto. Por siempre. Para siempre.
Y esta vez, cuando nuestros labios se juntan, el mundo se siente un poco más
correcto.
Siento que he encontrado mis mañanas, mis atardeceres y mi para siempre.
Puede que hayamos vagado por muchos lugares en nuestras vidas, pero
finalmente hemos encontrado nuestro hogar.
Nuestro lugar.
El uno al lado del otro es el único lugar en el que nos apresuraremos a estar.

Fin
H
e fichado a numerosos jugadores para la
agencia de mi familia; asumí que ganarme a
mi próximo cliente sería igual de fácil.
Lo último que esperaba era encontrarme con el chico
que me dio mi primer beso y me rompió el corazón: solo
que ahora Drew Bowman es un adulto.
Sexy. Manchado de escándalo. Suplente. El
enamoramiento que nunca superé.
Me digo a mí misma que el trabajo es la razón por la
que no puedo sacarlo de mi cabeza. Me digo que su talento
supera con creces su posición y sé que puedo ayudar.
Miento y miento, porque admitir que quiero una segunda oportunidad en mi primer
307 amor es imposible.
Algunas líneas no se pueden cruzar, y la nuestra se trazó en la arena hace años.

Se supone que debo odiarla.


Me lo han dicho una y otra vez durante diez años: su padre arruinó a nuestra
familia, manchó mi nombre incluso antes de que comenzara mi carrera.
Pero eso no es lo que siento ahora.
Brexton Kincade salió de mis recuerdos y entró en mi campo.
Impulsada. Determinada. Madura. La Capuleto a mi Montesco.
Estar con ella sería un pecado imperdonable contra mi padre, pero no puedo
resistir la atracción entre nosotros. Incluso si eso significa esconder lo que tenemos.
Incluso si eso significa enfrentar los secretos que siempre temí que fueran mentiras.
L
a autora de bestselling del New York Times, K.
Bromberg, escribe novelas contemporáneas
que contienen una mezcla de dulzura, emoción,
mucha sensualidad y un poco de realidad. Le
gusta escribir heroínas fuertes y héroes dañados que
amamos odiar, pero que no podemos evitar amar.
Esta madre de tres hijos, planea sus novelas entre
carreras a la escuela y prácticas de fútbol, la mayoría de las
veces con su computadora portátil a cuestas.
Desde que publicó su primer libro por un capricho en
2013, Kristy ha vendido más de un millón y medio de
copias de sus libros en dieciséis países diferentes y ha
aterrizado en las listas de los más vendidos del New York Times, USA Today y Wall
308 Street Journal más de treinta veces. Su trilogía Driven (Driven, Fueled, and Crashed)
se está adaptando para película en Passionflix con la primera película programada
para estrenarse en 2018.
Con su imaginación siempre a toda marcha, actualmente está maquinando,
tramando y desmayándose sobre su último héroe. Puedes averiguar más sobre este
o chatear con Kristy en cualquiera de sus cuentas de redes sociales.
309

También podría gustarte