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Esta traducción tiene como fin acercar a lectores de habla hispana
aquellas autoras que no llegan a nuestros países.
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TRADUCCION
VALKARIN24

CORECCION
KELLY C.

DISEÑO
BOTTON

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Conozco a mi nueva esposa mientras la sangre de su marido todavía se enfría en mis
manos. Bella, la hija de Carrera con la lengua afilada y los ojos brillantes. Ella piensa
que no es nada comparada con su hermana menor, pero está equivocada. Bella lo es
todo y voy a demostrarle que soy digno de ser su marido. Una vez que me haya
vengado de todos los que buscan tomar aquello por lo que he luchado y matado,
tendré a mi belleza en su espalda, jadeando mi nombre y agradeciendo a Dios que la
reclamé como mía.

Mi primer marido me encontró sencilla y poco atractiva. Pero ahora está muerto y
tengo que cuidar de mi hermana y de mi propio cuello. Pero Santino no es el rey de la
mafia que esperaba. Es despiadado, duro y violento, pero no conmigo. A mí me
muestra amabilidad, consideración, y sobre todo, una atracción que no puedo explicar.
Lo quiero, pero mi deber para con mi hermana siempre está al frente de mi mente.
Enamorarme de Santino no era parte de mi plan, pero su irresistible asalto puede ser
lo único que me puede cambiar de Carrera a Baldoni, ¿pero a qué precio?

Acurrúcate con un gatito y una taza de té en esta historia de amor robado y felices
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para siempre.
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—¿Dónde está ella?— Me limpio la sangre de las manos y dejó caer la toalla
manchada de carmesí en el fregadero.

—Arriba, en su habitación— La anciana se acerca al estante para cuchillos en la pared


detrás de la estufa.

—Me encuentro en la necesidad de un cocinero— Me enderezo la camisa


ensangrentada mientras mis hombres recorren la casa en abanico. Los disparos y los
gritos hacen eco cuando la mujer me lanza una mirada oscura.

—¿Una cocinera?—

—¿Eres buena?— Me desplazo a la gran isla de acero inoxidable y pasó un trozo de


pan crujiente, luego extiendo burrata sobre él. Se derrite en mi boca y mastico con
satisfacción.

Su mirada se ilumina. —Giuseppe nunca comió lo que cociné. Nunca quiso nada más
que comida estadounidense— Parece que quiere escupir en el piso de baldosas
pulidas. —Hamburguesas y patatas fritas. Sin gelato. Quería helado — Ella frunce el
ceño.

—Estás contratada— Trago el resto de mi bocadillo y aplaudo mientras los disparos


finalmente se apagan. —¿Nombre?—

—Talía—

—Talia, soy Santino Baldoni, el nuevo responsable de esta empresa. De ahora en


adelante, me sirves. Tu lealtad está conmigo. Te mantendré a salvo y bien pagada
mientras mantengas mi estómago lleno. ¿Entiendes?—
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Ella asiente y se vuelve hacia la estufa. —Cena a las 7. Desayuno a las 9 a menos
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que tengas una reunión. Y siempre sirvo el almuerzo al mediodía con espresso por la
tarde. Si quieres algo en particular, di la palabra y lo haré mejor de lo que lo has tenido
en toda tu vida—

—Eso es lo que me gusta escuchar— Salgo de la cocina e inspecciono mi nuevo


hogar. Mi teléfono suena en mi bolsillo, pero lo ignoro. Quiero beber en este momento
de triunfo.

A Giuseppe no le importará. Ya está enterrado en el viñedo de la parte de atrás,


aunque su sangre todavía mancha mis uñas.

Miro las pinturas exageradas, los llamativos marcos dorados y los ridículos
recolectores de polvo que ha colocado a lo largo de su salón principal. Cerámica y
chatarra. Solo tenía 40 años, pero parece que en el fondo era una anciana, dado su
gusto.

—Despejado— Lucenzo pasa caminando, su arma aún lista mientras revisa la casa
por segunda vez.

—¿Piso de arriba?— Preguntó.

—Despejado, excepto el dormitorio principal. Cerrado con fuerza. ¿Debería romper la


puerta?— Él da la vuelta.

—Lo tengo— Yo sonrío. —Tengo mi manera con las damas, como bien sabes—

—Si por damas te refieres a cabras, entonces sí. Lo sé—

Levantó el dorso de mi mano.

Me mira inexpresivo mientras yo finjo golpearlo.


Entrecierro los ojos. —Tienes suerte de ser mi primo—

—Lo sé— Hace un gesto a nuestro alrededor en la enorme villa, luego sigue
moviéndose. Lucenzo puede ser un idiota, pero es leal y eso es lo que cuenta.

Miró hacia las escaleras y sonrió. Una novia virgen, nunca reclamada por el patético
Giuseppe, si el chisme es cierto. Probablemente acobardada debajo de su cama,
temblando de miedo ante la conmoción. La enviaré lejos. Lo último que necesito es
una mujer llorando que se hace pedazos todo el tiempo cuando estoy trabajando en la
construcción de mi imperio. Esta es mi oportunidad, mi turno, y no lo dejaré pasar. He
sido leal a Cato Davinci durante toda mi vida. Ahora es el momento de compartir su
botín y unirme a él como un igual.
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Sonriendo, subo las escaleras de dos en dos. Cuando veo las puertas cerradas en el
otro extremo del pasillo, caminó hacia ellas y silbó una melodía.

Uno de mis soldados está afuera y mira con el ceño fruncido las puertas de madera
oscura. —Ella está ahí, pero tiene algo contra las puertas—

—Yo me encargo— Pasó una mano por mi cabello para alisarlo y enderezo mi camisa
de nuevo. La tendré encantada de salir de la habitación en poco tiempo.

—¿Espera, quién es ella?—

Mi soldado parpadea.

—¿Qué familia, idiota?— Flexiono mis puños, mi sed de sangre todavía está alta.

—Carrera—

—Mierda— Froto mis sienes.

Mi teléfono vuelve a vibrar y lo sacó del bolsillo.

Cato: La novia de Giuseppe es una Carrera.


Cato: ¿Dónde diablos estás?
Cato: La novia es una CARRERA. No la lastimes, no la folles y no puedes
perderla de vista. Te casarás con ella lo antes posible para sellar esa alianza. No
lo arruines.

Santino: Su padre enviará hombres por mí una vez que se entere de que la
tengo.

Cato: Nos ocuparemos de eso. Seguiré adelante y le haré la llamada, pero no le


toques ni un puto pelo de la cabeza.

—¡Mierda!— Guardó el teléfono en mi bolsillo. La mierda se volvió complicada.


Debería haber sabido que esto no sería fácil. —Una Carrera— Frotó una mano por
mi cara, luego señaló con el pulgar al soldado. —Lárgate de aquí. Ve lo que necesita
Lucenzo—

Se echa a correr mientras trato de pensar en una salida a esto. Pero pensar no es mi
fuerte. Puedo elaborar estrategias y puedo poner la violencia en acción, pero no soy el
tipo detallista. Aun así, soy lo suficientemente inteligente como para saber que no
puedo arruinar esto. Los Davincis son la familia más poderosa de Italia, pero los
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Carreras le siguen de cerca. ¿Cómo carajo ese idiota de Giuseppe consiguió una
novia Carrera?
Puedes hacerlo. Sacudo mis puños llenos de cicatrices como si estuviera a punto de
entrar en una pelea. Ella es una mujer. Puedo convencerla de cualquier cosa, incluso
de abrir la puerta. Ella está aterrorizada. Ocultándose. Necesito adoptar un enfoque
más suave con el dulce cervatillo dentro de esta habitación.

Levantó la mano y llamó suavemente. —Em. Carrera. Mi nombre es Santino Baldoni.


Sé que estás asustada por todo lo que ha sucedido, pero quiero asegurarte que no
quiero hacerte daño y que me gustaría ofrecerte mi más sentido pésame por la muerte
de tu marido …—

Cuando una bala atraviesa la puerta y pasa zumbando por mi cabeza, caigo al suelo.
Y cuando escucho su grito de guerra de: —¡Acércate un poco más a mi puta puerta y
te cortaré por la mitad con esta semiautomática!—

Es entonces cuando sé que mi cervatillo es un animal más.

Uno con colmillos.

Y garras.

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Santino Baldoni. Mi mente se acelera para tratar de ubicar el nombre. Lo sé, pero
parece que no puedo imaginarlo a él ni a dónde está conectado. Miró por encima del
hombro a Leo. Puedo decir que él también está buscando en su mente. Mantengo mi
arma apuntada a la puerta.

¿Saldoni? Le hablo con la boca. Estoy segura de que su mente está tan dispersa
como la mía en este momento. Todo pasó muy rápido. La adrenalina todavía nos está
causando estragos. Sacude la cabeza minuciosamente.

Mis ojos se posan en mi hermana menor Gianna, que tiene lágrimas corriendo por su
hermoso rostro. Ella siempre ha sido la más emocional. Tengo la sensación de que el
bebé que descubrimos que está esperando hace unas semanas no está ayudando en
el asunto. Para cualquiera de nosotros realmente. Antes pensaba que era protectora
con mi hermana. Esto es algo completamente diferente.

—¿Dijo que Giuseppe está muerto?— Gianna pregunta suavemente. Si es cierto, es


una pena que no podamos celebrarlo ahora. Con todo, no es sorprendente. Solo he
estado aquí unas pocas semanas y he visto muchos agujeros en la seguridad. Yo
misma había planeado usar algunas de esas oportunidades para sacar a mi hermana
de aquí. Mi padre no la venderá a continuación. Pero ahora, quienquiera que sea este
imbécil al otro lado de la puerta se adelantó y me ha arruinado eso. Por ella.

Mi mano se aprieta alrededor del arma, mi ira crece a cada segundo. Gianna me llama
valiente. Ella dice que siempre puedo mantener la calma y hacer lo responsable,
mientras que ella muestra todas las emociones en su rostro para que el mundo las
vea. Ella no puede evitarlo. Está tan llena de vida. Algo que un hombre como mi
esposo muerto y el hombre al otro lado de esta puerta aplastarían. Para hacerlo,
quienquiera que sea primero tendrá que pasar por mí. Nadie, y quiero decir que nadie
toca a mi hermana.
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Siempre soy lenta cuando se trata de mis emociones. Mi cerebro se interpone en el


camino, siempre tratando de procesar lo que está sucediendo. Pensando en un plan o
viendo cómo se desarrolla uno frente a mí. Me ha mantenido con vida hasta ahora. Me
lamo los labios, mi lengua se desliza sobre mi labio agrietado que todavía está
tratando de curarse de mi difunto esposo. Me golpeó para obtener una reacción. No
había conseguido una. No le daría la satisfacción.

Probablemente sea la razón por la que me permitieron casarme con Giuseppe. Me


ofrecí. Preguntó por Gianna. ¿Cómo podría no hacerlo? Ella es impresionante. Le
rogué a mi padre que me dejara hacerlo. Estuvo de acuerdo, sabiendo que no
opondría resistencia si fuera voluntaria y que le daría al hombrecillo un infierno.

Sin embargo, Gianna se habría roto. La habrían drogado incluso para subir al altar.
Leo habría muerto, incapaz de quedarse quieto mientras ella se casaba con otro. Han
mantenido su amor en secreto durante tanto tiempo. Su matrimonio con Giuseppe
nunca habría funcionado. Los habría perdido a los dos y todavía sería la que se
casaría con el idiota al final. De esta manera tenía más sentido. Nos mantuvo a todos
vivos y juntos.

Giuseppe no había estado feliz, pero estuvo de acuerdo sin mucha opción si quería la
alianza con los Carrera. Dejó claro en muchas ocasiones que era culpa mía no haber
consumado nuestro matrimonio. Culpó su falta de atracción hacia mí. Me importa un
bledo lo que ese vil hombre pensara de mí. Me considero afortunada de que me
encontrara tan desagradable.

Mi mirada vuelve a Leo, mi mejor amigo desde que tengo uso de razón. Es su arma la
que sostengo ahora. Lo había exigido y él me lo entregó sin dudarlo. Él es la
excepción a la regla de tocar cuando se trata de Gianna. Teniendo en cuenta el bebé
en su vientre, está más que conmovido hacia la dulce Gianna.

—Davincis— responde finalmente. Al segundo que la palabra sale de su boca, lo


recuerdo. Santino es la mano derecha de Cato Davinci. He escuchado historias sobre
su inquebrantable lealtad a Cato. ¿Han llegado finalmente los Davincis a apoderarse
del territorio de Giuseppe? Interesante.

Miro hacia la puerta. —¿Has traicionado a tu maestro, Santino, o estás aquí por él?—

—No te deseo ningún daño—

—¿No le deseabas daño a mi marido? Porque eso no pareció funcionar para él — le


digo.

—No suenas demasiado rota por eso—


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¿Sobre que él está muerto? No, no en lo más mínimo. ¿Sobre Santino arruinando mis
planes? Eso es algo completamente diferente. No, no estoy rota por eso, estoy lívida.
Respiro hondo.

—¿Qué deseas?— Preguntó. —¿Una guerra con los Carreras?— Qué imprudente.
Estúpido incluso, si me preguntas. Pensé que los Davincis eran más inteligentes que
eso. Asumiendo dos familias a la vez, y he oído rumores de que acaban de tomar otra.
Los hombres y su codicia nunca terminan.

—Esa no era mi intención—

—¿Entonces, cuál es su intención, señor Baldoni?

—Tomar una novia—

Mi hermana toma aire. Me doy la vuelta y nivelo a Leo con una mirada. Ya ha
empujado a Gianna detrás de él. Cierra los ojos antes de asentir, confiando en mí para
manejar esto, de la misma manera que siempre lo hago cuando se trata de
mantenernos a los tres a salvo. Tengo que ser inteligente. Para enfrentar al enemigo
de frente.

—Muévelo— Señaló la puerta.

Leo se acerca y aparta el armario del camino. Cuando abre las puertas, me pilla
desprevenida no solo por el hombre guapo parado allí, sino por el hecho de que está
solo sin un arma en la mano. Aunque estoy segura de que está más que armado de
alguna manera. Sus ojos recorren la habitación antes de volver a mí, sin inmutarse en
lo más mínimo porque le estoy apuntando con un arma.

—No te casarás con mi hermana— De nuevo, sus ojos me dejan y van a Gianna.
Estoy acostumbrada a eso. Los ojos de los hombres siempre van hacia ella, pero por
alguna razón, la irritación se apodera de mí. Doy un paso a un lado, bloqueando su
línea de visión hacia ella. Miro a Leo, que me está mirando. Podemos decir tantas
cosas sin decirnos una sola palabra.

No sé si es el embarazo, pero puedo sentir que no todos sus pensamientos racionales


están disparando por él, y me temo que hará algo estúpido. Eso me asusta.

—Lo harás bien— El tono de Santino es casi burlón. Muy bien.

Su mirada se desplaza hacia Leo y se oscurece.


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Me muevo de nuevo para pararme frente a Leo.


Santino se acerca, su tono desciende a niveles letales. —Dile a tu chico que está ahí
que no mire a mi novia—

Levantó la barbilla. Después de todo, soy una Carrera. Este gángster de dos cuartos
no me intimidará. Mantengo el arma en la mano y me acerco a él. —Mantén tus ojos
fuera de mi hermana—

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¿Su hermana? ¿Esa chica detrás de ella es su hermana? Me importa un carajo si ella
fuera la reina de Inglaterra. No, parece que no puedo dejar de mirar la feroz belleza
frente a mí. Cabello rojo oscuro, ojos oscuros y un fuego en su alma como nunca
había visto antes. Dios, ese cabello, tan diferente para una chica italiana clásica.
¿Todos los Carrera son así? No es de extrañar que todo el mundo les tema.

Miró a su hermana. Sus ojos mansos están bajos, nunca se encuentran con los míos.

—Dije que no la mires— La belleza enojada, Bella, se acerca, el arma aún apunta a mi
estómago.

—Has dejado claro tu punto— Miro el cañón. —Ahora dame eso antes de que te lo
quite y te haga ver como una tonta—

Su boca se abre, y por un momento, creo que podría dispararme. Entonces sus fosas
nasales se dilatan y me lo pasa con un fuerte empujón.

—¿Hay otras armas que deba saber?— Miro hacia ella, mi cerebro tratando de
averiguar cómo Giuseppe se las arregló para mantener sus manos fuera de ella. Tetas
redondas, cintura pequeña y caderas que se ensanchan a la perfección. Quiero
agarrarlas, tirar de ella contra mí y sentir hasta el último trozo de su piel aceitunada.

Mira el armario.

—Ah— Pasó junto a ella y entró en la habitación. Contra la espalda hay un panel
abierto con una variedad de armas. Haré que Lucenzo limpie todo.

—Mi familia vendrá por ti— Bella llama detrás de mí.


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—No tengo duda— Me doy la vuelta y me encuentro con ella en la puerta del armario.
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—No tomarán este ataque a la ligera. No cuando Giuseppe pagó un alto precio por
mí—

—¿Cuánto pagó?—

Ella levanta la barbilla. —Eso no es de tu incumbencia—

—¿No lo es?— Hago un espectáculo mirando alrededor de la habitación. —Todo aquí


ahora me pertenece. Me gustaría asegurarme de aprovechar mi dinero — Sigo las
curvas de su cuerpo con mis ojos.

Su mano se levanta tan rápido que casi la pierdo. Pero no lo hago. He esquivado balas
y puños. Y ahora una bofetada de una mujer hermosa y enojada.

Aprieto su muñeca, la empujo hacia el armario y cierro la puerta.

Su hermana grita.

Bella me mira con ojos enojados mientras la empujo contra la puerta y agarró su otra
muñeca.

—Esto no es una negociación. No me agradaría que me golpees o maltrates a mis


soldados. Te alinearás y mostrarás el decoro que se espera de una mujer Carrera. ¿Lo
entiendes?—

Ella aprieta los dientes, pero su cuerpo es suave y cálido contra el mío.

Me pregunto si sus pezones están duros, si su coño se moja para mí. Joder, necesito
sacar mi cabeza de su falda y pensar con claridad. Esta es mi oportunidad. No voy a
echarlo todo a perder por una princesa mafiosa malcriada con mal genio. No importa lo
sexy que sea.

—Te pregunté si entendías— Aprieto sus muñecas y la inmovilizó con más fuerza
contra la madera resistente.

—Tengo entendido que estás jugando a ser un gángster. Cuando mi familia sepa…—

—Ellos ya lo saben— Me inclino más cerca, nuestras narices casi tocándose. —Cato
Davinci hizo la llamada en mi nombre. No tengo ninguna duda de que están enojados.
Bien pueden venir por mí. Pero sobreviviré— Mis labios son solo un susurro de los de
ella. —He sobrevivido docenas de veces cuando las probabilidades estaban en mi
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contra, y haré lo mismo ahora. Soy el jefe de esta nueva familia y todos los que están
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bajo este techo me obedecerán. ¿Lo entiendes?—


Ella se tensa contra mí.

Presiono en ella, mi polla gruesa y dura contra su estómago. Joder, quiero a esta
mujer. La deseo lo suficiente como para que la idea de tirarla al suelo y comerme su
coño mientras ella pelea conmigo al principio, luego se derrite por mí, juega en mi
cabeza. Puedo sentir su calor, sentir cada movimiento de sus muslos. Apuesto a que,
si busco debajo de su falda, la encontraré mojada por mí. Ella no pelearía por mucho
tiempo.

—Deja de mirarme así— respira.

—¿Cómo qué?—

—Como si fueras un lobo que ha encontrado comida—

—Yo soy el lobo. Tú eres el cervatillo— Me obligó a echarme hacia atrás, a dejar de
fantasear con ella. —Seguirás mi ejemplo o habrá un castigo, y no te gustará—
Soltando sus muñecas, doy un paso atrás y ajusto mi erección.

Sus ojos siguen el movimiento y permanecen en mi bulto un poco más. Lo que solo lo
empeora.

Yo gimo. —Fuera— Tirando de la puerta para abrirla, la arrastró y vuelvo a entrar en


el dormitorio.

El hombre empuja a la hermana de Bella detrás de él y levanta los puños.

Lo miro de arriba abajo. —Yo te mataría. ¿Lo sabes? He matado a muchos hombres
con nada más que mis puños— Tal vez una buena pelea y una muerte alivien mi
corazón enfurecido. Necesito una liberación. Esta mujer de Carrera me ha sacado de
la pista.

—No lo tocarás— sisea Bella y se mueve frente a él.

—¿Quién diablos es él?— No me gusta otro hombre en esta habitación. ¿Por qué está
aquí, tan cerca de mi cervatillo?

—Leo Pietrantoni— Levanta los puños más alto. —Y te terminaré si lastimas a Bella
o Gianna—

—Vamos, hombrecito— Me desabrocho la manga y empiezo a remangarla.


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—Leo, por favor— Bella se inclina hacia atrás y empuja sus puños hacia abajo. —
Detente—
¿Por qué lo está tocando? Ella no debería tocarlo. Estoy jodidamente aquí. Ella lo tocó
suavemente. Después de que ella trató de abofetearme.

—Tiene que irse— Me acerco a ella, amenazante en mis pasos.

Ella no se inmuta. —Leo es un amigo de mi familia. Ha estado con nosotros desde


que éramos niñas. Él nos protege. Si lo lastimas, vas a la guerra con mi padre—

Mierda. —¿Por qué está tu hermana aquí, de todos modos? ¿También se la vendió a
Giuseppe?—

—No— Ella niega con la cabeza. —Ella y Leo vinieron a visitarnos. Eso es todo— Sus
ojos se apartan de mí y luego vuelven. Ella está escondiendo algo. He hecho
suficientes interrogatorios para saber cuándo alguien intenta ocultarme un secreto.
Aunque no usaría mis métodos habituales con Bella. La trabajaría, pero no con los
puños. Con mi lengua, mi polla, mi ... enfoque.

Parpadeo con fuerza. —Entonces deben regresar al complejo de Carrera de


inmediato—

—¡No!— Los tres chillán al unísono.

Aprieto el puente de mi nariz. —¿Y por qué no?—

—Tú ... la necesitas— Bella asiente. —Para ventaja—

—¿Quieres que use a la hermana que dices apreciar como ventaja ?—

Bella se encoge de hombros. —Si. Mientras prometas no tocarla, debería quedarse


aquí con Leo y conmigo— Da un paso hacia mí de nuevo, su agresión aviva la mía. —
Pero si rompes esa promesa, te cortaré la polla y te la daré de comer—

¿Por qué sus amenazas hacen que mi polla se vuelva aún más gruesa? Joder, esta
mujer es demasiado.
Ella va a ser un problema.

Especialmente si no la pongo debajo de mí y gime mi nombre pronto.


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—Cálmate— le ordeno a mi hermana y sacó la silla de la pequeña sala de estar del
dormitorio principal. Las puertas dobles están abiertas de par en par cuando Leo se
pasea frente a ellas. Ella se acerca y se sienta. Saco la otra silla y me siento con ella.

—¿Ahora qué?— Ella mira su estómago, su mano va a descansar allí. Odio el temblor
de su voz. También pongo mi propia mano sobre su estómago. Gira su mano,
entrelazando sus dedos con los míos.

—Nada ha cambiado—

Su boca se abre, pero no sale ninguna palabra. Miro a Leo, que ha dejado de caminar.

—Vine aquí para casarme, luego encontrar una manera de que Leo y tú escapasen.
Ahora parece que me voy a casar dos veces. No es gran cosa— Me encojo de
hombros. Esa es la verdad. No importa con quién esté casada; lo que importa es el
resultado final de que mi hermana esté segura.

—No creo que este sea tan fácil de engañar— Leo llega a pararse junto a mi hermana.
Asiento con la cabeza.

—Tendré que trabajar más duro y tú necesitas controlar tu temperamento— Le doy


una mirada mordaz. —No nos servirá de nada que te maten. Todo esto sería en
vano—

—Lo siento— Pasa su mano por su cabello castaño.

—No te arrepientas. Sé mejor —

Me asiente con la cabeza y confío en que lo hará. Siempre puedo contar con él.
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—Yo también lo siento— Yo suspiro. —Esto llevará más tiempo de lo que


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pensamos— Me froto las sienes, tratando de que mi mente deje de correr. Estoy
buscando un nuevo plan, pero todavía no se me ocurre nada. No tengo ninguna duda
de que Santino ha llenado los huecos en la seguridad que tenía mi ahora difunto
esposo. Digo una pequeña oración para que tal vez se hayan perdido una. Me vendría
bien un milagro por una vez.

Si mi padre se entera de que Gianna está embarazada, Leo está muerto. No creo que
sobreviviría perdiéndolo. Su corazón no podría soportar la pérdida.

—No te disculpes. No tienes nada que lamentar — Leo coloca su mano sobre el
hombro de Gianna.

Miro a mi mejor amigo. El único hombre en el que realmente he confiado.

—Resolveremos esto— juro. —No te defraudaré—

Leo suelta una maldición. —Nunca he dudado de eso—

—Lo sé, pero estos hombres son diferentes. ¿No puedes decirlo?—

El asiente. —Como dije, Santino es mucho más astuto que Giuseppe. Engañarlo no
será fácil—

—Todavía nos superan en número— Me encojo de hombros. —Lo mismo de antes.


Tienes razón. Nada ha cambiado. Sin embargo, tenemos algo que ellos no tienen.
Algo que necesitas si te superan en número y aún planeas ganar—

—Bella— dice Gianna, sus labios se convierten en una sonrisa. —Todavía tenemos al
jugador más inteligente en el tablero— Ella se golpea la cabeza. —Dime, hermana
mía. ¿Cuál es la debilidad de tu futuro esposo?—

Fácil. Poder. El deseo de gobernar. La necesidad de hacer que todos se alineen.


Todas las cosas que son tan predecibles. Caer en línea es fácil. Cualquiera puede
fingir que lo hace. He tenido mucha práctica fingiendo hacerlo con mi padre.

—Por supuesto, conozco sus debilidades. Como todos los hombres. Su polla y su sed
de poder—

Leo resopla, pero no niega mis palabras. En nuestro mundo, eso es lo que impulsa a
la mayoría de los hombres.

—Él cree que me gobierna la ira— Puede que tenga razón. Incluso me sorprendí a mí
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misma por la oleada de emociones que había sentido cuando estaba cerca. —Podría
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jugar a mi favor—
—¿Quieres que recupere tus otras armas?— Leo pregunta. Oh, Santino, ese tonto
asumió que solo tenía un escondite. ¿Quién haría algo así? Solo alguien que no
estaba preparado o sin experiencia. Yo no soy ninguna de esas cosas. No tengo el lujo
de ser ingenua. Soy una Carrera. Aprendemos desde pequeños a estar siempre
preparados.

—Carece de sentido. Nos superan en número en este momento. Todos están


nerviosos. Necesitamos ser pacientes. Esa es la única forma de salir de aquí—

Leo vuelve a caminar.

Los grandes ojos de Gianna encuentran los míos. —¿Qué crees que va a hacer mi
padre?—

—No me importa. Podría tener suerte y todos se matan entre sí —

—Entonces tú también serías libre— Todo el rostro de Gianna se ilumina ante la idea.

Solo le sonrío, no queriendo sofocar esa chispa de esperanza en sus ojos. Mi único
plan era sacarlos. Entonces me ocuparía de las consecuencias. No había ningún plan
de escape para mí. Como mujer casada con un jefe, me perseguirían. Gianna, por otro
lado, sería buscada pero pronto olvidada, su desgracia asegura su eliminación del
linaje familiar. Me quedaría para intentar arruinar cualquier plan de encontrarla
haciendo el papel de la hermana completamente inconsciente y con el corazón roto.

Ah. Quizás podría fingir su muerte e incriminar a mi futuro esposo. Eso lo volverá loco.
Sonrío ante la idea.
—No te preocupes— Beso su frente. —Centrémonos en ti primero—

—Creo que tenemos que concentrarnos en tu boda— La voz de Gianna cae. —Sabes
que él va a querer …— Ella levanta las cejas.

—¿Tener sexo? Sí, soy consciente de eso — Yo misma lo sentí de primera mano
cuando se apretó contra mí. No sé si estaba tratando de asustarme. Pero el miedo fue
lo último que sentí en ese momento. Empujo ese pensamiento al fondo de mi mente.

—Sí, no creo que vayas a tener tanta suerte con él. Me di cuenta de que estaba …—
Ella se apaga de nuevo.

—¿Excitado?— Yo digo por ella. Ella asiente.


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—Es sexo. No me importa— Pensé que tendría que tener sexo con mi último marido.
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Ya me había preparado mentalmente para esto. Al menos Santino es mucho más


agradable a la vista.
—No es “solo” sexo, y odio que pienses eso. Se supone que es mucho más y nunca lo
experimentarás. Vas a acostarte y dejar que ese hombre se salga con la suya— Las
lágrimas brotan de los ojos de Gianna y le mojan las mejillas. Odio cuando llora. Me
hace sentir impotente. Detesto sentirme impotente.

—Por favor cálmate— Leo se acerca para calmarla.

Observó cómo la abraza. Apartó la mirada, no me gusta la extraña oleada de emoción


que siento. El amor no está en las cartas para mí. Nunca lo fue. Gianna es muy
afortunada de haberlo encontrado y quiero que lo tenga para siempre.

Gianna solloza.

—No es malo a la vista, ¿sabes?—

Gianna vuelve a intentarlo.

Un sonido retumba desde lo más profundo de Leo, haciendo que mis labios se
contraigan.

—No lo es— estoy de acuerdo. No pensé que alguien pudiera ser tan guapo. Fue
desarmador. —Escucho pasos— susurro y me giro hacia la puerta.

Leo da un paso atrás. Un momento después Santino entra en la habitación.

—Nos casamos esta noche— Lo dice con tanta naturalidad. —Vamos a comer
cordero. El día es cálido. Nos casamos esta noche—

Muevo la cabeza. —Si lo deseas—

Me mira fijamente. No estoy seguro de lo que está buscando. No lo va a encontrar.

Oh sí. —Bastardo— agregó allí. Creo que eso es lo que está buscando.

—Estén listos en una hora— Mira a Leo. —No me hagas matarte— Se gira y sale
pisando fuerte.

—Santino— llamó su nombre y me pongo de pie. Se vuelve lentamente para mirarme.


Parece irritado. Bien, eso nos hace dos. No hay nada más aburrido que una boda, y
esta será la segunda en semanas. —Quiero ver su cuerpo. El de mi esposo—
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—No es tu marido— Está aún más molesto ahora, una vena pulsando en su sien. ¿Por
qué eso me agrada tanto?
—Es mi esposo hasta que vea que está muerto—

—Ya es comida para gusanos—

—Entonces, será mejor que sus hombres se pongan a cavar— Toco mi muñeca. —
Una hora, ¿recuerdas?—

Me mira con los ojos entrecerrados. —¿Quieres ver el cadáver?—

En realidad, no, pero tengo esta necesidad de irritar a mi futuro esposo. Para hacer de
su vida un infierno antes de que me lleve a su cama y me obligue. Hice la solicitud
antes de saber lo que estaba haciendo. O tal vez sabía lo que estaba haciendo,
porque estoy recibiendo una reacción de Santino. Una que tengo que decir que estoy
disfrutando bastante.

—Debo confirmar que mi esposo está muerto. De lo contrario, no puedo casarme con
otro—

—No es tu marido— Su mandíbula se flexiona.

—Pruébalo— Vuelvo a sentarme, la imagen de la indiferencia.

Sigue observandome con esa mirada dura que estoy segura asusta a muchos. Me
lamo el labio inferior roto, mi lengua se desliza por mi piel aún curada. Sus ojos se
posan en mi boca.

—Volveré con el cuerpo. Considéralo tu regalo de bodas, hermosa—

Su término cariñoso me toma desprevenida. Es decir, hasta que me doy cuenta de que
probablemente sea sarcasmo. Tiene que ser.
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Cato: ¿Ella está segura? ¿Está terminado?

—Mierda— Golpeó mi teléfono en mi bolsillo. Amo a Cato como a un hermano, pero él


me trata como si fuera un idiota sin nada que necesitará de una niñera. Observó el
agujero el suelo mientras desentierran el cuerpo de Giuseppe, y me doy cuenta de que
quizás Cato sea el único que pueda explicar por qué mi ardiente belleza querría ver tal
cosa. Sacó el teléfono mientras Lucenzo levanta el cadáver de la tierra.

Santino: Ella está a salvo. Me casaré con ella esta noche.

El teléfono suena. Respondo con un suspiro.

—Hazlo más temprano que tarde. Es una póliza de seguro decente para tu vida. Si no
estás casado con ella, su padre estará más inclinado a eliminarte—

—Lo sé, hermano. Lo sé. Pero tengo una pregunta. ¿Puedes decirme por qué mi novia
Carrera exigiría ver el cadáver de Giuseppe antes de casarse conmigo?—

Cato suelta una risa áspera. —¿Qué carajo?—

—Si— Señalo con mi pulgar sobre mi hombro hacia la villa, Lucenzo y algunos
soldados llevan el cuerpo hacia la puerta trasera. —Ella exigió verlo antes de casarse
conmigo—

—Definitivamente es una Carrera. Mierda—

—¿Qué está pasando? ¿Santino está bien?— La voz de Apollonia es suave en el


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fondo.
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—Está bien, mi Leona. Vuelve a dormir—


—Dile que la trate bien. Que sea amable. No le haga nada malo— Su voz se eleva.

—No lo hará— dice Cato, posiblemente más para mí que para ella. —Él será un
caballero y la seducirá en su cama. De la misma manera que lo hice contigo,
querida—

—No. Me azotaste el coño, ¿recuerdas?—

Me ahogo con mi saliva.

—Disculpe, Santino. Parece que tengo que aplicar algo de disciplina. Haz que me
sienta orgulloso—

Apollonia chilla y se ríe cuando la llamada se corta.

—Al menos alguien está pasando una noche divertida— le digo a los ojos muertos de
Giuseppe mientras caminamos hacia la casa.

Talia, la cocinera, se ha ido a dormir, gracias a la Virgen. Podría abandonarme si veía


este macabro negocio.

—Suban las escaleras a mi habitación— Señaló no, luego pienso en mis palabras. No
es mi habitación. Nuestra habitación. La que Bella y yo compartiremos. ¿Seguirá
siendo virgen? Me lamo los labios. Estoy seguro de que lo es. Las buenas princesas
de la mafia no abren las piernas para nadie excepto al hombre al que se lo
prometieron.

Eso significa que ella es mía, su cereza y todo lo demás. La tomaré y haré que sus
dedos se encrespen, mi nombre en sus labios. Esas caderas de ella, joder. Ella fue
hecha para criar, cada parte de ella llama al monstruo primitivo que acecha dentro de
mí. El macho que quiere dominar a su hembra y al mismo tiempo protegerla, amarla,
follarla, alimentarla, castigarla, adorarla y obligarla a arrodillarse.

—¿Jefe?— Lucenzo pregunta, interrumpiendo mis pensamientos.

Se siente bien escuchar la palabra que se me dirige. —Muestraselo— Hago un gesto


con la mano. —Ella quería verlo—

Los sigo al dormitorio. En el momento en que llegamos, Gianna se levanta y corre al


baño. Ella vomita lastimosamente y Leo la sigue.
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—¿Satisfecha?— Le preguntó a Bella. Ella no lo estará. Aún no. No hasta que tenga
mis bolas hasta el fondo de su coño virgen.
Se pone de pie, con la nariz en el aire mientras camina hacia el cuerpo que mis
hombres tiran sin ceremonias al suelo.

—¿Quieres que lo apuñale? ¿Que corte un pedazo para que lo guardes como trofeo,
tal vez?— Saco mi cuchillo libre.

Traga saliva y puedo ver un ligero temblor en su barbilla. —No es necesario— Ella
mantiene su mirada en mí. —¿Tu hiciste esto?—

—Si— Señalo la carita sonriente carmesí que dibujé a lo largo de la garganta de


Giuseppe. —Mi mano, mi cuchillo—

—¿Has hecho esto antes?— Su color no es tan alto ahora, sus mejillas se ponen
pálidas.

—Muchas veces—

—¿Cuántas?—

—Más de las que puedo recordar— Guardo mi navaja y me acerco a ella.

—¿Me vas a hacer eso?— Lo pregunta tan suavemente que casi lo extraño.

—¿Qué?— No puedo creer la pregunta. —¿A ti? Nunca—

—Eres un hombre violento. Uno que mata sin pensarlo— Parte del fuego vuelve a
aparecer en sus ojos.—¿Cómo puedo confiar en ti?—

—No tienes que confiar en mí, solo tienes que casarte conmigo— Doy otro paso hasta
que ella está al alcance de mi mano. Quiero que confíe en mí, pero tiene razón.
¿Cómo podría confiar en mí cuando todo lo que le he mostrado es violencia?

—Al igual que tuve que casarme con Giuseppe—

—No era nada— Señaló su cuerpo. —Débil. Se orinó cuando me vio por primera vez.
Rogó por su vida. Me ofreció a ti y a tu hermana, dijo que podía hacer lo que quisiera
con ustedes si lo dejaba vivir—

Su mano va a su garganta.
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—No estabas casada con él. No es nada para ti — Señalo su cuerpo sin vida.
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Finalmente mira hacia abajo, finalmente ve lo que solicitó.


Y cuando lo hace, cae. Tal como sabía que lo haría. La tomo en mis brazos y la
aprieto contra mi pecho, luego la llevó fuera de la habitación.

—Levantenlo, desinfecten el piso y borren cualquier indicio de él en esta villa.


Entierrenlo lejos en el viñedo o déjenlo a los lobos, pero no quiero volver a verlo hasta
que el diablo me muestre mis pecados antes de que me condene al infierno—

—Sí jefe— Mis hombres entran en acción cuando abro la puerta del dormitorio más
cercano y la llevo adentro.

Dejándola en la cama, me siento a su lado y me inclino sobre ella. —¿Bella?— La


acarició en la mejilla. —Todo está bien. Se fue. No tienes nada que temer—

¿Por qué es tan adorable? ¿Por qué me han regalado una novia Carrera con un
corazón fiero y un rostro fascinante? Es más morena que su hermana, su nariz más
severa, su pico de viuda es un atisbo de su temperamento caliente, pero es fácilmente
la criatura más hermosa que he visto en mi vida.

—Bella, mi Belleza— Me inclino y le robo un beso de los labios, y saboreándola


suavemente.

Se mueve, se despierta lentamente y me devuelve el beso. Paso mi lengua por sus


labios, empujándola para que se abra para mí. Ella se acerca, sus cálidas tetas
presionandose contra mi pecho.

Entonces me detengo.

—Un movimiento más y te abriré las tripas— gruñe y presiona una hoja oculta contra
mi estómago.

Sonrío contra su boca. —Oh, mi Belleza. Estás llena de sorpresas— 26


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Él no se inmuta. No está asustado en lo más mínimo. Ambos sabemos que significa
una muerte segura para mí si lo apuñaló. No estoy lista para morir, ¿y dónde dejaría
eso a mi hermana? Hay demasiadas incógnitas para correr ese riesgo. Quizás algún
día, después de que esté libre. Haré mi papel de buena esposa hasta entonces.

—Tú, Santino, estás lleno de no sorpresas. Por supuesto, robas un beso. Aunque
estoy segura de que piensas que no es robar, que ya te pertenece— Retiro mi cuchillo.
—Me prepararé—

Espero a que arremeta contra mi comentario, pero solo se pone de pie y da un paso
atrás, lamiendo sus labios. Es una lucha para no lamer los míos. Estaría mintiendo si
dijera que no quiero probarlo de nuevo. Su boca se sintió bien en la mía. Cuando me
siento, la habitación vuelve a girar.

Él sonríe.—¿Por qué pediste ver el cuerpo si te enfermaría tanto?—

—Eso no es lo que me enfermó— Le doy la misma sonrisa que me dio cuando me


robó el beso.
Desafortunadamente, mi estómago elige este momento para dejar escapar un fuerte
gruñido.

—¿Tienes hambre, Hermosa?—

—Deja de llamarme así—

—Te llamaré como quiera—

Quiero discutir con él. Sería inútil y probablemente haría que mi labio se rompiera
nuevamente. Aun así, tengo tantas ganas de hacerlo que me muerdo el interior de la
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mejilla para detenerme. Solo lo miro fijamente.


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—Estás hambrienta—
—Ya es tarde. Me gustaría terminar con la boda— Cuanto antes terminemos con esta
parte, antes podré empezar a hacerle pensar que me estoy adaptando. Entonces su
atención no estará puesta en mí.

—Comerás primero—

Mi estómago se aprieta ante su persistencia por alimentarme. Una buena comida


puede hacerme bien, pero no quiero ponerle nada fácil a Santino. Lo único que quiero
de él es libertad. No sé por qué está tan preocupado por mi bienestar. Para él solo soy
un accesorio, un par de gemelos relucientes o un coche deportivo que pronto se olvida
en favor de un modelo más nuevo.

Giuseppe me había puesto en una dieta muy estricta desde el momento en que llegué
aquí. "Tus caderas son obscenas", dijo y me miró con su vil nariz.

Me he sentido como si me estuviera muriendo de hambre. Si Gianna lo supiera, se


habría vuelto loca. Entonces ella habría intentado escabullir comida, lo que la habría
metido en problemas. Peor aún, habría intentado darme la suya. Ahora está comiendo
por dos. Necesita todos los nutrientes que pueda obtener.

—Comeré mañana. Estoy segura de que Talía ya se ha ido— Respiro profundamente


mientras me levanto de la cama. —¿Dónde estoy?— Miro alrededor de la habitación.
Se siente bien estar fuera de la habitación de Giuseppe. Fuera de esa prisión
improvisada. Es una pena que mi libertad dure tan poco.

—Una habitación libre— responde. Sus ojos están sobre mí. Creo que me está
estudiando. —Puedo cocinar—

—Bien por ti. ¿Dónde está mi hermana?—

—Vomitando—

—¿Se comió algo de tu comida?—

Mi mano vuela a mi boca mientras Santino echa la cabeza hacia atrás y se ríe. Lo
hace más guapo de lo que ya es. Entre eso y su beso, tal vez tener que irse a la cama
con él no sea tan terrible. Pero no, es solo otro chico que juega a ser el jefe. Lo mismo
que Giuseppe.

Cuando se encuentra con mi mirada de nuevo, un destello baila a través de sus iris
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oscuros. —prepárate. Te conseguiré algo de comer y luego te convertirás en mi


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esposa—
—Bien—

—¿Bien? ¿Así?— Él levanta una ceja. —¿No necesito desenterrar a nadie más?—

—No— respondo rápidamente. —No, gracias. Claramente no me vas a dejar sola


hasta que coma. No sé si es para hacerte sentir mejor, pero sé ... —

—¡Bella!— Me giró al oír la voz de mi hermana. Ella entra corriendo a la habitación. —


Te habías ido— Ella se apresura hacia mí, no sin antes mirar a Santino. Él no le presta
atención. Todavía me está estudiando.

—Me preocupaba que te hubiera hecho algo— Ella ahueca mis mejillas.

—¿Cómo qué?— se burla, su mirada fija en la mía.

¿Por qué se calientan mis muslos? No deberían hacerlo. No por el asesino que me
robó el futuro y arruinó mis planes de escape para Gianna.

—¿Te lastimó?—

—No— Agarró sus muñecas suavemente. —Va a haber una boda esta noche—
Cambió de tema, dándole algo más en lo que concentrarse.

—Correcto. Una boda— Ella comienza a jugar con mi cabello. Aparto mis ojos de
Santino y pierdo la competencia de miradas.

—Treinta minutos— dice Santino antes de salir de la habitación. Gianna toma mi mano
y me empuja hacia el dormitorio. El último lugar en el que quiero estar. Leo está en la
puerta, Gianna siempre en su mira.

Me quedo mirando la cama mientras ella se ocupa de mi cabello y maquillaje, los tres
preguntándonos qué traerá esta noche.

—Tu labio está casi curado. Apuesto a que el lápiz labial lo cubrirá—

—No—

Ella suelta un bufido y comienza a trenzar mi cabello. —¿Vas a usar el mismo vestido
de novia?—

—No— dice Santino mientras regresa a la habitación. Deja caer un plato sobre la
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mesa de la sala de estar. Mi estómago gruñe de nuevo cuando el olor me alcanza.


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—¿Entonces, qué debería ponerse? No es como si le estuvieras dando tiempo—


—Me importa una mierda lo que se ponga, siempre y cuando no sea ese vestido—

—No entiendo por qué es importante— Ahora Gianna se está poniendo nerviosa.

Agarro su mano. —Detente—

Sus ojos se llenan de lágrimas. Odia que esté haciendo esto. Otra vez. —Sabes que
no es ese tipo de boda—

—¿Ese tipo de boda? Es una boda. Una boda que se celebrará cuando hayas comido
todo lo que hay en este plato—

¿Y si fuera una boda con la que sueña toda chica? Todas las chicas excepto yo.
Conozco mi destino desde que tengo memoria. Nunca me permití tener tales sueños,
sabiendo que nunca serían una realidad para mí.

—¿Le estás pidiendo que coma?— Gianna está tan confundida como yo acerca de la
solicitud. Ella deja escapar un grito ahogado. —¿Le has puesto veneno?—

Él le da una mirada fulminante que es el equivalente a un ojo, luego regresa al plató y


le da un mordisco.

—El sacerdote está aquí— dice antes de darle a Leo, que ha estado parado en la
esquina de la habitación, otra mirada sucia. Lo tiene por Leo. Pero será mejor que
Santino guarde esa animosidad. Leo es el padre del hijo de Gianna, y ninguna
cantidad de miradas sucias cambiará eso.

—Tiene prisa por casarse— dice Gianna mientras termina la trenza de mi cabello.

Camino hacia el plato de comida, mi estómago gruñe de nuevo.

—Te encontraré algo para ponerte— Ella revolotea hacia el armario.

Me siento y le doy un mordisco. El sabor que golpea mi boca no se parece a nada que
haya experimentado antes. Es la mejor frittata que he probado. Parece tan simple,
pero todos los sabores se combinan muy bien. No tardó mucho en limpiar el plato. No
puedo creer que haya cocinado algo tan delicioso.

—¿Estás bien? Inhalaste eso— Gianna está de pie junto a la mesa, con un vestido en
la mano.
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—Estaba hambrienta—
—Claramente— Ella deja escapar una pequeña risa. —Esto debería funcionar.
Cámbiate antes de que vuelva y nos ladre más órdenes—

Le quito el vestido.

—¿Crees que no quiere que uses el mismo vestido porque está celoso?— Pregunta
Gianna.

—¿Celoso de qué?—

—Te casaste con otra persona—

Esta vez soy yo quien se ríe.

—Es decir, míralo. Se apresura a casarse contigo— Intenta convertir esto en algo que
no es. La gente hace eso cuando tiene miedo. —Él te mira tan ... tan …—

—Excitado— completa Leo.

—Exactamente— Gianna finalmente sonríe. —Se apresura porque quiere hacerte


suya—

Yo suspiro. —Ese hombre me está presionando para intentar salvar su propia vida.
No tiene nada que ver conmigo. Si no fuera por nuestro apellido, estaría muerta o
expulsada hace horas—

Su rostro cae, la sonrisa se desvanece.

Lo que dije es la verdad. Ella necesita escucharlo. Yo también.

No puedo permitirme creer nada más.


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Le ofrezco un cigarrillo al sacerdote.

Me mira como si fuera el diablo. Me encojo de hombros y doy una calada, dejando que
el veneno se estanque en mis pulmones antes de soplarlo en su cara.

Hace una mueca, pero no protesta. Después de todo, está más que feliz de aceptar un
pago considerable por sus servicios, así como una visita al burdel en la ciudad más
cercana.

—¿Ella viene?—

—Si— Me enderezó el cuello y me quitó el polvo de las cenizas del hombro.

—¿Estás listo?— Lucenzo se acerca a zancadas, con los ojos aún cautelosos.

Me encojo de hombros. —Nunca me he considerado de los que se casan—

—Demasiado ocupado rompiendo cráneos y cuidando de Cato—

—Si— No puedo estar en desacuerdo con eso. Mi vida ha girado en torno a los
Davincis desde que tengo memoria. Cato siempre ha sido leal y yo le he devuelto el
favor. Ese vínculo es la razón por la que es el cabeza de familia aquí en Italia. Y ahora,
es mi momento de forjar un nuevo camino y hacer mi propio nombre. Con Cato a mi
espalda, tomaré las riendas de la vacilante organización de Giuseppe y la convertiré
en una fuerza imparable.

—Pareces nervioso— Observa mientras enciendo el siguiente cigarrillo con las


moribundas brasas del primero.
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—¿Qué te hace decir eso?— Golpeó la colilla en una maceta dorada detrás del
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sacerdote.
—Sin razón— Lucenzo mira mi cigarrillo mientras tomo otra larga calada.

Me estoy quedando sin adrenalina, nicotina y vapores, aunque sí comí un pequeño


bocado de la frittata que le hice a Bella. ¿Le ha gustado? Yo espero que sí. No soy
chef, pero aprendí a cocinar cuando Cato y yo salíamos a hacer el trabajo sucio y nos
escondiamos en un piso o en una pequeña villa, sin que ambos pudiéramos salir del
refugio. Entonces, cocinaba. Al principio era basura, pero luego mejoré. Y ahora soy
bueno. Cocinar para Bella fue un placer en particular. Debería sentirme ridículo, pero
no es así. Quiero que sepa que siempre la cuidaré.

—¿Quieres golpearme?— Ofrece Lucenzo.

—Estoy bien— Terminó el cigarrillo y tiró la colilla, luego sacudo mis manos. Lucenzo
me conoce bien. Soy un hombre violento, uno que no muestra piedad a sus enemigos.
Hacer sparring con él ayudaría a aliviar la presión, pero no tengo tiempo para eso. No
cuando estoy en la cúspide de mi boda.

Pasó una mano por mi cabello y me calmó. Estamos en el salón de baile en la parte
trasera de la propiedad, aunque sospecho que no ha visto pelotas en bastante tiempo.
Las pinturas están descoloridas, el techo se está pelando y el suelo está agrietado en
un millón de lugares. Es una hermosa villa, sólo necesita mucho trabajo.

Mis ojos siguen volviendo a las amplias puertas dobles. Quiero verla. Puedo cerrar los
ojos y encontrar su rostro, la forma de su cuerpo, pero necesito más. Tocó mis labios
cuando recuerdo mi beso robado. Ella era tan cálida, tan suave. Toda para mí. Hasta
el último pedacito de ella. Esta alianza es para siempre, y quiero poner herederos en
su vientre más temprano que tarde.

Solo pensar en mi semilla dentro de su apretado coño hace que mi polla comience a
engrosarse. Solo puedo imaginar lo dulce que es su cereza, lo perfecta que sabrá en
mi lengua. Ella nunca ha conocido el verdadero placer, nunca ha sentido el toque de
un hombre. Seré su primero, su último, su único. Tal vez me convierta en un hombre
de las cavernas, pero la idea de tenerla solo para mí envía una emoción agradable a
través de mí.

Pero ella no se rendirá fácilmente. Ella es una luchadora. Lo descubrí rápidamente.


Pero ella no peleará conmigo por mucho tiempo. No cuando la ponga boca arriba con
mi lengua entre sus piernas. Ella rogará por mi polla, y no tendré más remedio que
dársela, abrir sus anchos muslos y ...
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—Santino— Lucenzo interrumpe mi fantasía en espiral.


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—¿Qué?— Lanzó mi mirada hacia él.


—Ella está aquí—

Miro hacia arriba. Mi respiración se detiene. No hay música, ni marcha nupcial, pero
juro que puedo escuchar a los ángeles cantando mientras se acerca. Sus ojos
encuentran los míos y no puedo apartar la mirada. No por la visión del vestido rosa
claro. Su cabello oscuro cae en cascada sobre un hombro y camina hacia mí con
pasos mesurados. Sus labios están separados y puedo sentir su pulso acelerado con
cada paso que da.

¿Tiene idea de lo hermosa que es? Giuseppe fue un tonto al no reclamarla. No sé


cómo puedo esperar para tomarla. Joder, me gustaría tenerla ahora mismo. El
sacerdote puede mirar por todo lo que me importa, siempre y cuando esté gimiendo mi
nombre mientras le doy todo lo que tengo.

Cuando me alcanza, percibo el aroma de las rosas.

—Hermosa— Le ofrezco mi brazo.

Ella lo mira durante un largo momento.

—Tenemos una cita— Me inclino más cerca de ella y presiono mis labios contra su
oído. —Eres una visión— Cuando me aparto, ella me mira con algo al borde de la
sorpresa. ¿Realmente no sabe el efecto que tiene en mí? Si mirara un poco más
abajo, lo haría.

—Por favor— Ofrezco mi brazo de nuevo.

Esta vez ella lo toma, y nos volvemos hacia el sacerdote.

—La versión corta— instruyó.

Él asiente y sigue adelante. No hay sermones ni tópicos sobre el amor, solo sellar
nuestro vínculo frente a las pocas personas en la sala. Su hermana y ese imbécil de
Leo están a su lado, me doy cuenta de que Leo parece demasiado familiarizado con la
chica más joven. No me agrada. Puede que lo mate, pero no esta noche. Esta noche
celebramos.

El reloj da las dos de la mañana cuando el sacerdote termina.

—Puedes besar a la novia— dice y retrocede.


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—Ni siquiera lo pienses— sisea Bella, fuego en sus ojos. —Me tienes. Estamos
casados. Haré lo que me pidas, pero no creas que puedes maltratarme o tomarme sin
luchar—

—¿Es eso así?— Envuelvo mi brazo alrededor de su cintura. —Debemos sellar este
pacto, mi Belleza—

—Déjame ir— Ella se inquieta en mi abrazo, pero la acerco.

Sus ojos van a mi boca, su deseo la delata. Ella quiere mi beso. ¿Pero ella quiere mi
amor? ¿Tengo algo para regalar?

Mientras sostengo la mirada enojada de mi belleza, me doy cuenta de que lo tengo


para dar, y nunca he encontrado a nadie a quien quiera dárselo más que a esta
Carrera gruñona con el temperamento de un demonio y la cara de un ángel.

Agarrándola con más fuerza, reclamó su boca en un beso abrasador. No un beso en la


iglesia, un beso real, uno que nos consume y une nuestros destinos por el resto de
nuestras vidas.

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Jadeo mientras me empuja hacia su cuerpo. Este beso no es robado. Está
reclamandome. Hundo mis dedos en su camisa mientras profundiza el beso. Mis
labios se abren para él y él se aprovecha al máximo. Mis ojos se cierran mientras dejo
que mi cuerpo se relaje en él, fingiendo por un momento que todo esto es real. No solo
Santino tomando lo que ahora cree que le pertenece para hacer lo que le plazca.

Un gemido me abandona cuando siento su dureza presionarme contra mí. Está


encendido. El calor destella a través de mi cuerpo. El anhelo no deseado se encrespa
en mi estómago. ¿Qué me está pasando? Es entonces cuando me despierto del
estado de sueño en el que estaba y recuerdo cuál es mi papel. Empujó su pecho e
intento separarme, pero al principio no me suelta. Deja escapar un gruñido antes de
apartar su boca de la mía y dejarme sin aliento.

Me lamo los labios, aun probándolo allí antes de soltar su camisa. Me llevo los dedos a
los labios. No sé si el latido es por el beso en general o si todavía me duele el labio por
el revés de mi último marido.

Sus ojos brillan. —Lo siento—

—¿Tu lo lamentas?— Repito. Juro que escuché a Gianna susurrar la pregunta, ambos
desconcertados.

Observo como mi nuevo esposo se inclina, sus ojos nunca dejan los míos hasta que
su pulgar frota suavemente mi labio inferior, sus ojos finalmente caen allí.

—No debería haberte besado tan fuerte. Yo ... — se apaga.

Observó cómo cambia su comportamiento. Recuerda que la gente lo está mirando. Lo


que sea que estaba a punto de decir probablemente se perderá para siempre. —¿Fue
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Giuseppe quien hizo esto o uno de sus hombres de quien debo encargarme?— Ese
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tic en su mandíbula está de vuelta ahora.


—¿Encargarte de?—

—Matar— Se encoge de hombros.

—¿Matarías a quien me golpeara?—

—Eres mi esposa, ¿no es así?—

Lo miro, confundida. —Fue Giuseppe—

—Una cosa menos que manejar— Se inclina y vuelve a rozar su boca con la mía. Lo
dejo. Es tierno y casi dulce. No entiendo lo que está haciendo. Todo eso me hace
perder el equilibrio. Su sola presencia me hace eso.

—¿Quieres otro beso, mi Bella esposa?— Sonríe contra mis labios.

Lo hago, pero no se lo voy a decir. Está siendo tan amable ahora. Encantador incluso.
Entonces me doy cuenta. Por supuesto que está siendo dulce, porque ahora quiere
sexo. Sentí lo mucho que me deseaba. Fue extraño comparado con la reacción de mi
último marido. Bueno, no reacción, debería decir.

—Después de cepillarte los dientes. No me importa el sabor del humo — Eso debería
darme algo de tiempo para reunir mis pensamientos y yo.

—Lo tendré en mente— Él sonríe. —Si me besas como lo hiciste, nunca volveré a
fumar—

Vuelvo a tener esa extraña sensación dentro de mi estómago, pero la rechazó, porque
no puedo permitirme tener ese tipo de sentimientos. Tengo que proteger a mi familia.

—Señor. Tenemos un problema— El hombre al que oí que Santino llamaba a Lucenzo


antes interrumpe.

Santino se aleja de mí, pero no me deja ir mientras se mueve parcialmente frente a mí.
—Fernando Carrera está aquí—

Los ojos de mi hermana se ensanchan mientras mi estómago se cae. Leo da un paso


más hacia Gianna. Demasiado cerca. Le doy una mirada. Me da un pequeño
asentimiento, haciéndome saber que está armado. Mi mente comienza a correr con
todas las formas en que esto podría suceder. Malos maneras, todas.
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—Estaremos allí mismo— Santino me mira. —¿Le tienes miedo a tu padre?— No es


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realmente una pregunta, sino más una afirmación.


—¿Por qué dirías eso?—

Sus ojos van a mi mano. Está envuelto alrededor de su antebrazo, mis uñas se clavan
en él. Lo suelto rápidamente, sin darme cuenta de que lo había agarrado. No es mi
culpa que no pueda controlar mi cuerpo alrededor de este hombre.

—¿Hay algo que deba saber?— Santino pregunta casi suavemente, pero hay acero
debajo.

Me lamo los labios, aún saboreándolo allí. No estoy segura de qué debería decirle. No
quiero que tenga algo que sostener sobre mi cabeza, ¿pero qué opción tengo
realmente? Lo necesitaré de mi lado si hay alguna posibilidad de mantener a Gianna
aquí y a salvo. Tengo que ser inteligente. Sé mi propósito en todo esto. Pero quiero
que Gianna lo haga mejor, así que haré lo que sea necesario.

—Seré una buena esposa para ti—

Levanta las cejas.

—Si no dejas que se lleve a mi hermana de aquí—

Se mueve más delante de mí, bloqueando que nadie me vea. El sacerdote se fue hace
mucho.

—¿De verdad confías en este Leo? ¿Poner en juego tu vida y la de tu hermana?—


dice tan bajo que solo yo puedo escucharlo.

—Si— Mi respuesta es instantánea. No puedo decir si le gusta mi respuesta o no.

—¿Entonces supongo que quieres que él también se quede?—

—Podría ser una buena esposa para ti— digo de nuevo.

—Serás una buena esposa y yo seré un buen esposo. Solo para ti, Hermosa. Nadie
más— Toma mi mano. —¿Vamos a encontrarnos con el padre de la novia?— Es otra
no pregunta cuestionable. Él ya me está llevando junto a Leo y Gianna, que se ha
puesto una sombra o dos más blanca.

Cuando llegamos a la entrada de la casa, veo a mi padre y un puñado de sus hombres


parados allí. Su expresión, como siempre, es ilegible.
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—Pensé que enviarte a Giuseppe haría las cosas simples— Mi padre deja escapar un
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suspiro de disgusto.
Ya sé lo que está pensando. Ya me lo imaginaba, también, cuando conocí al hombre
que mató a mi marido. Santino no va a ser tan fácil de controlar. No es Giuseppe. Ni
siquiera cerca.

Santino puede querer que otros se alineen, pero él no hará lo mismo. Lo poco que sé
sobre mi nuevo esposo me dice que está aquí para hacerse un nombre. O, supongo,
un nombre más grande. Eso está muy claro. Creo que la muerte le llegará a cualquiera
que intente interponerse en ese camino. Incluida su nueva esposa. Yo. Soy una
Carrera, y su única lealtad es hacia los Davincis.

Los ojos de mi padre se posan en el lugar donde Santino todavía sostiene mi mano.
Intentó liberarlo, pero no me deja. Levanta nuestras manos entrelazadas y besa la mía
antes de que finalmente la suelte.

—Me he casado con tu hija— Lo orgulloso que lo dice una vez más me toma con la
guardia baja. Nunca sé lo que va a decir Santino.

—Será mejor que lo tengas después de ese pequeño espectáculo— Mi padre mira a
Santino.

—Giuseppe no era digno de esta vida. Tomé fácilmente lo que era suyo. Era hora. Se
cruzó con los Davincis. Eso no iba a permitirse. Tú lo sabes—

—Sus días estaban contados— Mi padre asiente. Sabía que esto pasaría. Giuseppe
solo lo había hecho tan largo debido a su nombre y dinero antiguo. El mismo dinero
que había usado para comprarle una novia a la familia Carrera. Yo no era la novia
Carrera que él quería, pero era la que había conseguido. Solo porque mi padre estaba
muy feliz de deshacerse de mí. No había necesitado el dinero. Él tampoco había
corrido hasta aquí preocupado por mí. No, estaba preocupado por el territorio de
Giuseppe y, por supuesto, Gianna.

Mi padre se queda callado y mira a Santino.

Esa mirada ha obligado a muchos hombres a decir demasiado, a mirar a mi padre


desde una posición de incómoda debilidad. No Santino. Él le devuelve la mirada, su
cuerpo rígido, inmóvil.

Después de que la tensión aumenta tanto que empiezo a sentir un calambre en el


cuello, mi padre cede. —Estoy seguro de que podemos lograr un nuevo
entendimiento. Ahora eres familia, después de todo—
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—No veo por qué no podemos formar una alianza— asiente Santino mientras dejo
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escapar un largo y silencioso suspiro.


—Una vez intenté formar una alianza con la familia Davincis. De hecho, le ofrecí mi
deslumbrante hija a Cato—

Santino sonríe. —Demasiado tarde. Ya la reclamé—

Mi padre echa la cabeza hacia atrás y se ríe. El sonido resuena en la entrada.

—Me refiero a Gianna—

Lo sabía. Mi rostro se calienta y, por primera vez, me siento realmente avergonzado


por el comentario de mi padre sobre mí. Nunca me había importado antes. Mi nuevo
esposo, sin embargo, parece que está a punto de explotar.

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—Discúlpate— digo la palabra en voz baja.

Fernando lo oye, porque detiene su risa vulgar y me vuelve a inmovilizar con sus ojos
fríos. —¿Qué dijiste?—

—Dije que te disculpes con tu hija— Doy un paso hacia él. —Para mi esposa—

Los hombres a su lado se tensan, sus manos alcanzan el arma que más les gusta.

—¿Disculparme por decir la verdad?— Él chasquea, claramente pensando que ahora


tiene la ventaja. —No puedo. Mi hija Gianna es una joya, una flor brillante bajo el sol.
¿Pero Bella?— Lanza otra risa corta. —Elegiste imprudentemente. ¿Por qué pensaste
que la vendí a Giuseppe en primer lugar? Es una arpía, una mujer con temperamento
y boca, además de las caderas más anchas que jamás he ... —

Levantó la mano para golpearlo.

Sus hombres sacan sus armas.

Yo todavía. —Habla de ella de nuevo así, y juro por la sangre que he derramado aquí
esta noche que serás el próximo—

Sus cejas grises se elevan. —¿Pelearías por ella?—

—Con mucho gusto mataría por ella— Bajo mi mano. —Ya lo hice. Si continúas
insultando a mi novia, tu y tus hombres se unirán a Giuseppe en el viñedo—

—Tienes descaro— Él lo fulmina con el ceño. Y fuego. Tu temperamento es tan


salvaje como el de ella— Èll niega con la cabeza. —Quizás este fue mejor partido
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después de todo— Levanta una mano y ordena a sus hombres que se retiren.
Página
Bien, porque Lucenzo está justo detrás de la puerta del estudio con una ametralladora
que podría cortarlos a todos en un santiamén. Odiaría matar al padre de Bella en
nuestra noche de bodas. Ella se merece algo mejor.

Fernando se vuelve hacia la biblioteca. —Me gustaría un trago—

—¿Un brindis por tu hija?— Pregunto y sigo.

—Por supuesto. Ven. Dejemos atrás esta noche sangrienta y celebremos como Dios
quiso en una ocasión tan gloriosa—

Cuando Bella desliza su mano en la mía, me doy cuenta de que lo habría matado. Le
habría hecho pagar por insultarla. Es ilógico, y no encaja en mi plan de ascender al
inframundo, pero maldita sea si no lo hubiera terminado. Nadie insulta a mi novia.

Me detengo y me vuelvo hacia ella mientras Fernando y sus hombres continúan por el
pasillo. Pongo una mano en su mejilla. Ella no se inmuta. En todo caso, se inclina
hacia mi toque.

—¿Te ha dicho eso antes?— Le acarició con el pulgar su piel increíblemente suave.

Por primera vez, sus ojos la delatan. Empiezan a llorar y veo el corazón blando que
late dentro de su pecho fuerte.

Respira hondo y, aunque le tiembla la barbilla, dice: —Todos los días. Todos los días
me criticaba y elogiaba a mi hermana— Agrega rápidamente: —No fue culpa de
Gianna. Es un hombre cruel, Santino. No puedes confiar en él. O cualquier Carrera—

—¿Puedo confiar en ti?— Me inclino más cerca y presiono mi frente contra la de ella.
—¿Puedo confiar en ti, mi Hermosa novia?— Quiero. Tengo tantas ganas de creer en
ella. —Ya no eres una Carrera. Eres una Baldoni y eres mía— La beso de nuevo,
porque no puedo evitarlo, porque sus lágrimas han llegado hasta mi corazón negro y
han hecho que vuelva a latir. Pero solo por ella, por la mujer que intentó matarme en el
momento en que nos conocimos.

Le meto la lengua en la boca y la pruebo de nuevo. Es tan suave, tan dulce,


demasiado delicada para un hombre como yo. Pero nunca la abandonaré. Ningún
hombre tocará jamás esta perfección, está absoluta delicia que he reclamado como
mía. Inclinó su cabeza, profundizando el beso y abrazándola mientras la inclinó hacia
atrás, obligándola a aferrarse a mí. Lo hace, sus pechos presionando contra mí
mientras la camino hacia atrás hasta que está contra la pared.
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Página
—Te quiero, esposa— Agarro su cintura y bajo mis manos hasta sus caderas sexys
como la mierda. —Te quiero esta noche. Todo de tí. Eres la mujer más Hermosa que
he visto en mi vida. Nunca lo dudes. Nunca—

—No lo dices en serio— Sus grandes ojos vuelven a encontrar los míos.

—Quiero decir cada palabra— Tomó su mano y la presiono contra mi polla dura. —
Has hecho esto. Sólo tú—

—Santino— Susurra mi nombre como una súplica a Dios. Envía un escalofrío


agradable a través de mí cuando la presiono contra la pared.

Ella agarra mi chaqueta mientras la invado con mi lengua de nuevo, tomandola con
demasiada brusquedad, pero parece que no puedo detenerme. Aunque su padre está
esperando. Aunque pueda terminar muerto por una bala de los Carrera. Al menos iré
con el sabor de ella todavía en mis labios.

Cuando el beso la deja sin aliento, finalmente me aparto. Tiene los ojos aturdidos, las
mejillas rosadas y, con un poco de suerte, las bragas empapadas. Estarán en mi boca
en breve. Pero ahora tenemos negocios.

—Ven, te quiero lucir— Entrelazo nuestros dedos y la llevó por el pasillo hasta la
biblioteca.

Ella no protesta, no repite ninguna de las viles mentiras que le ha estado diciendo su
padre. Bueno. No lo permitiré. Si alguna vez vuelve a dudar de su belleza, la pondré
sobre mis rodillas. Eso me hace sonreír mientras entramos en la biblioteca.

Uno de los hombres de Fernando ya ha servido bebidas y se han dado el gusto.

Tomo un vaso, se lo doy a Bella y luego tomó otro para mí. —Por mi Hermosa
esposa— Levanto mi copa.

Ella da un pequeño jadeo.

Su padre vacila, luego levanta su copa y la mira. —Por mi hermosa hija—

Bebo por eso, tragarme el bourbon y golpear mi vaso en la barra. Bella toma un sorbo,
arruga la nariz y luego coloca su vaso en la barra.

Para ser una cosa salvaje, hay una inocencia increíble en ella. Quiero probarlo.
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Inclinándome, besó su coronilla.


Página
—Ahora, en cuanto al negocio— Fernando deja su vaso vacío. —Enviaré a Gallo
después del almuerzo para que repase lo que se espera de ti. Giuseppe no aportó lo
que debería, pero espero que lo hagas mejor—

Me aclaro la garganta. —Mi lealtad está con Cato Davinci, por lo que cualquier
negociación lo incluirá—

—Ahora eres un Carrera— Hace un gesto hacia Bella. —Tus ganancias vienen a mí y
solo a mí—

—Bella es una Baldoni ahora— le corrijo. —Y yo controlo mi negocio familiar. Tomé


esta operación por la fuerza, y por derecho, todo me pertenece— Bella aprieta mis
dedos con más fuerza, recordándome que ya no soy solo el músculo. Tengo que ser
político, pero también tengo que afirmar mi dominio. Es una línea muy fina, una que he
visto pisar a Cato muchas veces. Añado: —Pero eso no significa que no haya lugar
para los Carreras en la mesa con los Baldoni y los Davinci—

Fernando todavía me mira fijamente, sus labios presionados en una línea apretada.

Yo también me quedo en silencio. He establecido mis términos y él puede aceptarlos o


rechazarlos. Puede tener paz o puede comenzar una guerra aquí mismo, ahora.
Depende de él. Tengo la sensación de que se ha enfrentado a esta decisión muchas
veces en su vida. ¿Pero qué elegirá ahora?

Yo espero.

El agarre de Bella se aprieta aún más.

Yo espero.

Puedo sentirla conteniendo la respiración.

Yo espero.

Fernando se encoge de hombros y casi sonríe. —Discutiremos entre las familias. Esto
es aceptable— Se acerca y me da una palmada en la espalda, luego continúa de
regreso al pasillo y hacia la puerta principal.

Bella me mira con asombro en sus ojos.

Aprovecho para robarle otro beso. —No te sorprenda tanto que tu esposo sea un
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genio—
Página

Eso rompe el hechizo y empuja contra mi pecho. —Tonto—


Sonrió y caminó con ella para ver salir a su padre.

Cuando llega al vestíbulo, se voltea. —¿Dónde está Gianna? Volverá a casa. No


puedo tenerla en más peligro— Se inclina hacia mí. —Verás algún día, Santino, las
hijas son tu mayor activo. Casarlas con el hombre adecuado y verás crecer tu
fortuna—

Bella agarra mi antebrazo con fuerza, clavando las uñas. Está aterrorizada de que su
hermana regrese a casa. ¿Por qué? Fernando es un hombre duro y vulgar, sin duda,
¿pero qué ha hecho para infundirles tanto miedo?

—A Bella le gustaría que Gianna se quedará con nosotros un poco más—

—No— Corta su mano en el aire. —Ella viene a casa conmigo—

—Si pudieras dejarla visitar por unas semanas más …—

—No, y eso es definitivo. Nunca debí permitir que viniera. Cuando escuché que la villa
de Giuseppe estaba siendo atacada, casi me da un infarto preocupándome por ella—

Mis dientes rechinan unos contra otros. Solo se preocupaba por Gianna, no por Bella.

—Es seguro aquí ahora. Santino …—

—Dije que no— Su voz se vuelve atronadora y me mira. —Tráela ahora—

Bella todavía está agarrando mi brazo con fuerza. Giró la cabeza lo suficiente para ver
la sombra de Lucenzo debajo de la puerta del estudio. Todavía está esperando con su
ametralladora lista.

—Ella se queda— sostengo su mirada. Incluso cuando se pone de un tono rojo.


Incluso cuando comienza a maldecirme de manera creativa.

Señala a sus hombres. Sacan sus armas.

Escucho el clic de Lucenzo disparando la ametralladora. Estoy a punto de derribar a


Bella cuando ella grita: —¡Te exijo un favor el día de la boda de tu hija y no puedes
negarte! “¡Esa es nuestra ley!"—
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—No pelees con mi esposo— Me apresuro a pronunciar las palabras. —No derrames
más sangre, por favor. Y Gianna debe quedarse aquí conmigo—

Mi padre me mira mientras mi corazón late tan fuerte que juro que todos pueden oírlo.
Los suyos no son los únicos ojos puestos en mí. No necesito mirar; puedo sentir que
Santino está sobre mí también. Mis dedos agarran la parte de atrás de la camisa de
Santino. Me inclino hacia él.

La mirada de mi padre promete retribución. —Si algo le pasa a Gianna…—

Odio lo mucho que finge preocuparse por ella. Realmente es solo lo que ella puede
traerle.

—Nunca— Niego con la cabeza. —Nunca dejaría que nadie le hiciera daño a un pelo
de la cabeza, y lo sabes— Siempre pensó que Gianna y yo éstamos demasiado
unidas. Creo que realmente teme nuestro vínculo. Nuestra lealtad es de la una para la
otra por encima de él. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Gianna no tiene un hueso
malo en su cuerpo, pero no tengo ninguna duda de que cortaría a nuestro padre de
oreja a oreja si pensara que podría salvarme. Nadie más creería eso mirándola, pero
cuando nuestras espaldas están contra la pared, podemos ser bastante ingeniosas.

—No me gusta, pero no me dejas elección en el asunto, hija. Recuerda que la sangre
Carrera corre por tus venas y donde debería estar tu lealtad— Sus palabras son las
que he escuchado muchas veces antes. Yo era una Carrera cuando lo beneficiaba,
pero por lo demás, me arrojaba fácilmente al borde del camino cuando no lo hacía. Me
aferro más a mi esposo, quien me ha mostrado más amabilidad en las horas que lo he
conocido que mi padre. —Y ahora estás en deuda conmigo. Un favor por un favor—

—Conozco las reglas y sé dónde está mi lealtad— Añado un poco a mis palabras.
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Vuelve su mirada hacia Santino. —Mañana—


Página
—Mañana— acepta antes de que mi padre se dé la vuelta para irse.

—Cuidado— susurra Santino en mi oído.

Miro su hermoso rostro y me doy cuenta de que me he derrumbado sobre él. Me está
sujetando para que no me caiga. Giuseppe me habría dejado caer. Quizás incluso se
reiría de eso. Aunque dudo que mi cuerpo hubiera confiado en él lo suficiente como
para atraparme. Confía automáticamente en Santino. La pregunta es, ¿por qué?

—Ibas a matarlo— le susurro. —¿Para mantener a mi hermana aquí?— Yo trago. —


¿Por qué?— Odio la inseguridad que siento en este momento. ¿Es ella a quien
realmente quiere? ¿Es por eso que se esforzaba tanto por mantenerla aquí? Nada de
esto tiene sentido. Y odio cuando las cosas no cuadran.

—Dijiste que serías una buena esposa—

Mojo mis labios. Yo dije eso. No estoy segura de saber cómo ser una buena esposa,
pero si eso significa mantener a mi hermana a salvo, aprenderé rápidamente.

—Yo lo hice— Me enderezo, encuentro el equilibrio, pero él no me deja ir. De hecho,


su agarre solo se aprieta más.

—Se fueron—

Me sobresaltó al escuchar la voz de Lucenzo. ¿Por qué sigo olvidando que no estoy
sola con Santino? Sigue haciéndome olvidar muchas cosas. Es peligroso en más
formas de las que pensé originalmente. Antes de Santino, conocía mi papel, pero
ahora con él mirándome como está me tiene cuestionándome todo.

No rompe la mirada. —Voy a llevar a mi esposa a la cama. Entonces volveré. Hay


cosas que manejar—

Lucenzo le da a Santino un asentimiento de comprensión. Sus ojos se deslizan hacia


mí por un breve momento con una mirada curiosa. Como si aún no supiera
exactamente qué hacer conmigo. O tal vez está cuestionando el juicio de Santino
cuando se trata de mí. Antes de que pueda ahondar más en ese pensamiento, Santino
nos lleva fuera de la entrada.

Algo que nunca había sentido antes comienza a asentarse en mi estómago al pensar
en adónde me lleva. Cuando pensé que tendría que acostarme con Giuseppe, pude
desconectarme mentalmente. Me había preparado para bloquearlo y hacer lo que
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fuera necesario para proteger a Gianna. Tuve la suerte de no tener esa experiencia en
Página

absoluto, porque él no me encontraba atractiva. Con Santino todo se siente diferente.


No sé si estoy asustada o emocionada. El sentimiento comienza a volverse
abrumador. Por lo general, no soy de las que actúan por emoción, aparte de la ira, por
lo que todo esto me resulta extraño. —No quiero volver a esa habitación— espeto. De
eso estoy segura.

—No compartiría contigo la cama que alguna vez compartiste con tu esposo— Dice la
última palabra como si tuviera un sabor podrido en la boca. Muerdo mi labio de nuevo.

Estoy seguro de que él ya lo sabe, pero tengo que estar seguro. —Sabes que él y yo
nunca…—

—¿Que nunca te tuvo? Si lo sé— Me mira, sus ojos se tornan calientes. Al menos
creo que eso es lo que son. Nunca he tenido a alguien que me mire de la forma en que
lo hace. La sensación dentro de mi estómago comienza a florecer, extendiéndose por
mi cuerpo con una intensidad que me hace inclinarme más hacia Santino. —Cómo se
resistió, nunca lo sabré. Si no pudiera follarte por alguna razón, me habría dado un
festín contigo—

La humedad surge entre mis muslos. —Pusiste algo en mi comida—

Sus labios se convierten en una sonrisa. —¿Crees que te he drogado? ¿Por eso
sigues aferrándote a mí?

—No me aferro a ti— miento. No consigo detenerme.


—No veo que lo niegues—

Se mueve antes de que registre lo que está sucediendo y me levanta de mis pies. Me
clava contra la pared.

—Si quieres fingir que te drogué, entonces por supuesto—

Gimo mientras se empuja contra mí donde más lo necesito. —No entiendo— Clavo
mis dedos en sus hombros. —Tienes que haberme hecho algo— Esta vez soy yo
quien se mueve, frotándome contra él.

—Eso se llama deseo, Hermosa. Me quieres— Niego con la cabeza, pero de nuevo
muevo las caderas, haciéndome gemir. Lo quiero. Miró fijamente su mirada acalorada.
Él también me quiere. ¿Estaría tan mal tomar algo para mí? ¿Aunque solo sea por
esta noche?

Él tiene razón. Odio admitirlo, pero me hace sentir deseada. Es embriagador pensar
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en él que me desea tanto. Me hace sentir casi poderoso por una vez.
Página

—Y tú me quieres— respiro.
—Lo que quiero es decirlo suavemente— gruñe antes de que su boca esté sobre la
mía. Y antes de que me dé cuenta, en cualquier otro lugar.

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Página
Ella ronronea por mí, su cuerpo cálido y acogedor. Con otro levantamiento, la llevó
cargada a la puerta más cercana y la abro de una patada. Es una habitación con
paneles oscuros y una cama grande. Estará bien.

Dejándola en la cama, la recuesto y me siento a su lado, luego tomó su boca de


nuevo. Ella está un poco tensa desde el pasillo, pero trabajo mi lengua contra la de
ella, masajeándola hasta que ella está gimiendo de nuevo, sus caderas se mueven y
sus manos me agarran. La quiero desesperada por mí, hambrienta de mi polla.

Cuando lanza mi nombre en un suspiro erótico, beso su cuerpo y luego me pongo de


rodillas. Subiendo su falda rosa, encuentro un par de bragas mojadas, el encaje blanco
empapado.

—Mi Hermosa, me la has guardado— Beso sus bragas y luego las arranco con los
dientes. Sus manos agarran mi cabello mientras aparto la tela de su carne húmeda y
obtengo el sabor carnal de ella en mi boca. No es suficiente, no cuando veo el resto de
ella pidiendo mi lengua. Con otro tirón, rasgó sus bragas por sus muslos, les doy una
lamida más y luego las guardo en mi bolsillo.

Sus rodillas intentan cerrarse, pero las abro de nuevo y examinó todo lo que estoy a
punto de disfrutar.

—Oh, Dios mío— suspira, sus dedos ahora agarrando las mantas.

—Ningún hombre te ha visto aquí, ¿verdad?— Deslizó lash palmas a lo largo de sus
muslos internos.

—No— ella gime.


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—¿Ningún hombre ha probado tu piel más dulce, este lindo coño que incluso ahora
Página

me tienta a llenarlo con mi polla?—


—No—

Deslizo mis manos hacia abajo hasta enmarcar su jugoso coño, la húmeda perfección
que me promete tanto placer. —Ningún otro hombre lo hará jamás— Presionó mi
boca contra ella, besando sus labios rosados y deslizando mi lengua por su piel cálida.

Ella se arquea, pero colocó la palma de mi mano sobre su estómago y la sostengo en


su lugar mientras destrozó su coño, saboreando, lamiendo y tragando con un solo
propósito. Quiero todo de ella, ser dueño de este cuerpo de la forma en que ella ya se
ha apoderado de mi alma. Esta mujer fogosa de lengua afilada es mi esposa y nunca
amaré a otra. Darme cuenta envía aún más calor en mis venas, y empujó dos dedos
dentro de su apretado coño.

Su gemido me dice que siga follándola con los dedos, que me concentre en su clítoris
mientras sus muslos comienzan a temblar. Le daré esta liberación, luego le daré más.

Cuando acaricio su pequeño clítoris cada vez más rápido, ella se arquea y se congela,
su cuerpo se bloquea mientras se corre, todo dentro de ella se tensa y luego se afloja
bajo mi toque. Una y otra vez las olas la golpean hasta que finalmente se relaja contra
la cama, su respiración es rápida, su coño ya es mío.

Me pongo de pie y me quito la camisa, luego me desabrocho los pantalones. Sus ojos
siguen el movimiento. Libero mi polla y me quito el resto de la ropa. Mirándola, me
agarro a mí mismo y le doy a mi polla un golpe fuerte.

Ella se lame los labios.

Caigo sobre ella, mi cuerpo cubriendola mientras tomo sus labios de nuevo, besándola
hasta que se queda sin aliento. Luego la levantó y le quitó el vestido, después el
sostén. Cuando sus grandes pechos se derraman libremente, siseo una maldición y
me inclino hacia ellos, reclamando un pezón oscuro en mi boca.

—Santino— Ella agarra mi cabello mientras la chupo, luego cambio al otro pezón,
saboreando ese pico mientras la coloco más arriba en la cama. Abriéndose para mí,
sobre su espalda.

Me aparto y miro a mi novia, mi vida, mi futuro. —Eres la mujer más hermosa que ha
caminado sobre esta tierra— Agarró uno de sus senos y colocó mi pulgar sobre el
duro capullo. —Nunca lo dudes. Tu cuerpo fue hecho para ser adorado durante horas
y horas— Sostengo su mirada. —Pero por ahora, tengo que reclamarte. Para follarte
y poseerte como me has tenido desde el momento en que nos conocimos —
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Página

Bajo hacia ella, la cabeza de mi polla presionando su entrada. —Eres mía,


Hermosa— Empujo dentro de ella.
Ella se tensa y se muerde el labio.

Me obligo a quedarme quieto, a dejar que se adapte, a pesar de que mis músculos
están temblando y mi polla está exigiendo más.

—No te detengas— Ella agarra mis hombros, sus dedos rozando cicatrices y
músculos. —No te detengas—

Me aparto y empujo hasta el fondo. Deliciosa presión dentro de su sedoso coño.

—Joder— aprieto, luego paso mis dientes a lo largo de su cuello cuando echa la
cabeza hacia atrás.

Y luego me corro, mi cuerpo reclamando el suyo con golpes bruscos. Envuelve sus
brazos alrededor de mi cuello, su boca se encuentra con la mía en un beso
desordenado mientras apuesto mi reclamo a su cuerpo y alma.

—Esto es para siempre— Le muerdo la oreja. —Dilo, Hermosa. Nosotros. Somos.


Para. Siempre—

—Somos para siempre— gime, sus piernas se unen alrededor de mis caderas
mientras le doy todo lo que tengo. Nunca me había sentido tan jodidamente caliente
en mi vida. Esta mujer ha convertido mi sangre helada en un infierno, y quiero que
sienta cada parte mientras exploto dentro de su coño caliente.

—Quiero verte correr— La miro a los ojos. —Quiero ver lo que te hago—

Alcanzando entre nosotros, usó mi pulgar para frotar su clítoris. En cuestión de


momentos, se arquea, sus tetas presionadas contra mí mientras se corre. Agarro su
barbilla y atraigo su mirada hacia mí. Vivo por la mirada en sus ojos, el abandono en
sus caderas, la forma en que sus uñas se clavan en mis bíceps.

Cuando siento que su coño se aprieta, me meto profundamente dentro y me corro con
ella, mi polla empujando mi semilla en ella, cubriéndola y grabando mi nombre dentro
de ella.

—Somos para siempre— gruño. —Siempre—


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Página
Mi respiración se detiene cuando siento que algo pasa por mi mandíbula.

—Duerme, Hermosa— oigo decir a Santino mientras coloca un suave beso en mis
labios.

Sus pasos pesados se alejan de mí antes de que escuche el clic de la puerta. Mis ojos
se abren y me pregunto cuánto tiempo he estado durmiendo. Me doy la vuelta y agarro
la almohada, luego la abrazo. El olor de Santino me llena los pulmones. Mi cuerpo está
adolorido en la mejor de las formas por las muchas veces que me llevó anoche. Sonrío
al recordar lo bien que hizo mi primera vez para mí.

Sabía que estaba despierta esta mañana. Por eso estaba siendo tan dulce en lugar de
simplemente levantarse y marcharse. Pero también fue dulce hace horas. Dejó la
almohada y la arrojó al otro lado de la habitación. Este hombre es confuso. Me siento,
sabiendo que no puedo quedarme aquí todo el día. Necesito información. También
necesito ver a mi hermana. Estoy segura de que se está volviendo loca preguntándose
qué pasó con mi padre. Además, sé que está esperando escuchar los detalles de mi
noche con Santino.

Me dirijo al baño. Jadeo cuando me veo. Mis labios están hinchados, mi cabello es un
desastre y me veo un poco diferente. No puedo ubicar qué es exactamente. Intentó
ordenar todo lo mejor que puedo antes de ir a buscar mi vestido. Mis dedos se
arrastran por la parte interior de mis muslos cuando veo las pequeñas marcas rojas
que deben haber sido de la barba corta de Santino cuando tenía la cabeza ahí.

Todo mi cuerpo se calienta pensando en eso. Mi hermana me ha mencionado varias


veces que Leo se lo hace. Pensé que sonaba incómodo e incómodo. Estaba tan
equivocada. Nada de eso lo había sido. Lo único que sentí fue placer. ¿El sexo
siempre es así? No es como si tuviera a nadie a quien preguntar. Gianna solo ha
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estado con una persona antes. No hay forma de que le pregunte a mi nuevo esposo.
Página

No necesito que se haga una cabeza grande.


—¡Bella!— Mi nombre resuena por los pasillos. Dejo que mi vestido caiga para ocultar
mis muslos. Odio no poder ir a la reunión de hoy con mi padre. Mi papá siempre dice
que soy una Carrera, y ahora mi esposo dice que soy una Baldino. Sin embargo,
todavía no puedo ir a ninguna reunión ni llegar a saber una mierda sobre nada de eso.

—Te exijo que te muevas en este minuto— Dice la voz de Gianna al otro lado de la
puerta. —¿Qué estás haciendo ahí?—

Mi cara se calienta pensando en por qué estoy aquí. Santino y yo no llegamos muy
lejos anoche. Había estado encima de él. Apuesto a que me lo tira a la cara más tarde.

—Nadie entra a menos que ella lo permita, y no voy a despertar a la Sra. Baldino—
oigo decirle a un hombre. Abro la puerta antes de que mi hermana pueda darle otra
oreja al hombre. Sus ojos se agrandan cuando me ve. Empuja al hombre para llegar
hasta mí. Leo intenta seguirla adentro, pero el guardia de mi puerta no lo deja.

—Hora de la hermana— le dice a Leo antes de cerrar la puerta ella misma. —¡Tuviste
sexo!—

—Bueno, no necesitas cerrar la puerta si vas a gritar—

Se tapa los labios con la mano como si pudiera atrapar las palabras en su boca.

—¿Estás bien?— Preguntó. Deja caer su mano.

—¿Estoy bien? ¿Estás bien?—

—Estoy bien— Alisó las arrugas de mi vestido. Ella sigue mirándome, una lenta
sonrisa de ensueño se extiende por su rostro. Sabía que iba a actuar de esta manera.
Necesito dejar las cosas claras para que no crea que este es un cuento de hadas que
va a tener un feliz para siempre.

—Estás enamorada—

—¿Qué?—

Ella sonríe aún más.

—No se te ocurra ninguna idea. Sí, tuvimos sexo. No, no fue terrible. Pero fue solo
sexo—
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—¿Estás adolorida?— Su rostro se vuelve más serio. —Sé que mi primera vez, estaba
Página

adolorida—
—Estoy bien— le digo de nuevo. Estoy un poco sensible. No lo suficiente para
rechazar otra ronda de sexo con Santino. ¿Dios mío, qué me pasa?

Jadea y se lleva la mano a la boca. —¿Y si realmente te enamoras de él?— Mi


hermana sigue adelante, soñando con un cuento de hadas en su mente. —Y si …—

Estoy a punto de estallar su burbuja cuando me doy cuenta de que no debería hacerlo.
¿No sería mejor si pensara que todas esas cosas son ciertas? Eso hará que sea más
fácil para ella dejarme atrás cuando llegue el momento.

Decido mi plan anterior. En cambio, sonrío y asiento, recordándome a mí misma que


no debo aferrarme a lo que ella misma vende. No saldrá nada bueno de ello. Necesito
mantener el rumbo y recordar mi propósito: proteger a Gianna. Para sacarla de aquí
antes de que alguien se entere de su secreto.

No quiero que un hombre se enamore de mí. Quiero que me respeten. Para mí, eso
sería un matrimonio real. Uno en el que no me quedaría atrás porque alguien piense
que mis oídos no deberían escuchar las cosas de las que hablan. Que no me
considere lo suficientemente importante como para escuchar las conversaciones, pero
seguro que pueden intercambiar sus juegos. Usados como peón para su beneficio.
Imbéciles sexistas, todos.

—¿Ya has desayunado?— Finalmente interrumpo. Necesito una ducha y hablar con
Leo.

—No— Toma mi mano y me saca de la habitación. Cuando salgo, descubro que no


solo hay un hombre haciendo guardia en mi puerta, sino dos.

—¿Había hombres en tu puerta anoche?— Le susurro a mi hermana. Ella niega con la


cabeza. Interesante.

—Quiero saber todo sobre mi nuevo marido— le susurro a Leo, quien me da un firme
asentimiento de que se encargará. Estoy segura de que ya está en eso.

Mientras regresamos a mi antiguo dormitorio, trato de comprender a mi nuevo marido.


Todas las cosas que ha hecho no cuadran. Me empieza a doler la cabeza mientras
pienso en todo. ¿Por qué está siendo tan bueno conmigo?

Debe querer algo de mí. Eso tiene que ser. Así es como funcionan los hombres. Lo
que quiere, no tengo ni idea. Me hizo comprometerme con él anoche en la cama. Ese
aleteo gracioso vuelve a ocurrir en mi pecho al pensar en ello.
55
Página

Tengo que averiguar cuáles son sus motivos. Cuanto antes lo haga, antes podré
garantizar la seguridad de mi hermana. Necesito usarlo antes de que él me use a mí.
—Hoy, lo antes posible. Quiero el trabajo en marcha. ¿Entendido?— Camino con
Lucenzo a la oficina.

—Entendido— Él asiente con fuerza. —Haré la llamada ahora mismo y luego me


uniré a la reunión—

—Buen hombre— Le doy una palmada en la espalda y entró en mi nueva guarida


oscura. Las paredes están llenas de libros que estoy seguro de que Giuseppe nunca
tocó, y el escritorio tiene un aspecto claramente sin usar. Eso termina hoy.

—Fernando— Saludo a mi nuevo suegro con un firme apretón de manos, pero me


atrae para abrazarme.

—Mi familia ahora. Parte de la dinastía Carrera—

Me obligo a no poner los ojos en blanco. Él ya está haciendo juegos de poder, y aún
no hemos desayunado.

—Gracias por venir tan pronto. ¿Pensé que nos íbamos a encontrar esta tarde?— Me
siento detrás del escritorio, y Fernando y sus hombres también se sientan.

—No podíamos esperar— Se recuesta en el sofocante sillón orejero. —Los negocios


nunca se detienen. No para bodas o funerales—

—Cierto— Tamborileo con los dedos sobre el escritorio.

—Ahora, a los negocios …—

Levantó una mano. —Perdóname, Fernando, pero tengo otro invitado que llegará en
56

cualquier momento para esta reunión— Es una maldita cosa que ya haya hablado con
Página

Cato. Era lo suficientemente inteligente como para planificar con anticipación, o tal vez
sabía que Fernando aparecería temprano y brillante con sus tonterías agresivas.
Los pasos en el pasillo me llaman la atención.

—¿Quién?— Las cejas grises de Fernando se elevan.

Cato se detiene en la puerta, deja un beso en los labios de Appolonia y luego le golpea
el trasero mientras ella continúa por el pasillo. —No te alejes mucho, Leona. No
espero que esto tarde demasiado—

—Bestia— dice, luego se ríe.

—Te mostraré una bestia tan pronto como se concluya el negocio—

Sus pasos se alejan rápidamente cuando Cato entra.

—Santino— Viene y me abraza. A diferencia de Fernando, esta muestra de afecto


viene sin condiciones. —Lamento haberme perdido la ceremonia, pero espero poder
conocer a la novia— lanza una mirada por encima del hombro. —Aunque estoy
seguro de que Appolonia está charlando con ella mientras hablamos—

—Fernando— Se da vuelta y le da la mano. —Qué bueno verte de nuevo— Luego,


con un movimiento de poder propio, se sienta un poco a mi lado. Su alineación es
clara. Él está aquí para apoyarme y respaldarme, si Fernando hace algo que no nos
guste, tendrá que lidiar con la furia de la familia Davinci.

—Me alegra tenerte aquí— El comportamiento de Fernando ha cambiado un poco:


más cauteloso, menos presumido.

—Por supuesto. Santino es mi hermano, aunque no compartimos un lazo sanguíneo.


Lo respaldaré en esta nueva familia, que ha comenzado con tu adorable hija—

No debería afectarme, pero lo hace. Cato Davinci, el hombre más poderoso de Italia,
acaba de reclamarme como su hermano. Joder, desearía que Bella lo hubiera
escuchado. ¿Estaría orgullosa de mí? Yo espero que sí. Hacerla orgullosa es algo que
rápidamente se ha convertido en un objetivo por encima de todos los demás.

—Entiendo que ustedes dos tienen una larga historia juntos. Pero los Carrera también
tienen historia. A Giuseppe se le concedió su puesto mediante un acuerdo entre mi
padre y su madre. Ahora que se fue, estas tierras deberían regresar al territorio de los
Carrera —
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—Esa no es nuestra ley. Nunca lo ha sido— Empujo hacia atrás en mi silla y lo miro.
Página

—Vivimos según la ley de la sangre y la fuerza. Tomé esta villa y toda la operación de
Giuseppe. Si lo quieres de vuelta, tendrás que venir y tomarlo— Cierro el puño y lo
sostengo frente a mí. —Tendrás que sacarlo de estos dedos una vez que estén
fríos—

—¿Estás tratando de incitarme a una guerra?— Fernando niega con la cabeza. —Mi
sangre ya no corre tan caliente como la tuya. Soy demasiado viejo—

Está mintiendo. Fernando Carrera ha derramado suficiente sangre como para llenar el
Tíber dos veces, parte de ella bastante recientemente.

—Santino tiene razón. Su poder ha reclamado las tierras, las operaciones de


Giuseppe e incluso su novia—

—Él puede tenerla— Fernando se encoge de hombros. —Pero debe devolverme a


Gianna—

—¿Por qué? ¿La necesitas en casa?— Preguntó.

—Ella necesita estar casada— La sonrisa amarga de Fernando regresa. —Me había
librado del peso muerto al casarla con Giuseppe y ahora tú, así que yo …—

—Anciano— Mantengo mi tono incluso a pesar de la rabia que palpita por mis venas.
—Habla de ella así de nuevo, y habrá guerra—

Los ojos de Fernando se dirigen a Cato. —Deberías mantener a tu hombre con una
correa más ajustada—

—Él no es mi hombre. Él es mi aliado. Mi igual. Cualquier ataque contra él, cualquier


debilitamiento de su posición, será visto como un ataque directo a los Davincis—

—¿Darías tu aprobación a un canalla sin linaje tan audazmente?— Fernando se burla.

—¿Ves?— Sonrió con frialdad. —Eso está mejor. Insúltame, Fernando. No me


importa. Bailaré sobre tu tumba de cualquier manera y enterraré el nombre de Carrera
junto contigo—

Él mira a sus pies. —¿Te atreves a insultarme así? ¿Después de que te deje tener a
mi hija?—

—Nunca la mereciste. Era demasiado buena para ser una Carrera— Yo también me
paro, la habitación se pone tensa y flota en el filo de un cuchillo.
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Cato es el único que sigue sentado, aunque sé que su mano descansa sobre una
Página

espada oculta. —Las nuevas alianzas familiares pueden ser muy tensas, ¿no
crees?— Él suspira. —Al menos puedo decir una cosa. Este lugar pronto será
limpiado del terrible gusto de Giuseppe— Hace una mueca al retrato sobre la
chimenea. Es de Giuseppe disfrazado de torero, y el artista lo hizo un buen pie más
alto de lo que era en vida, así como diez años más joven.

La mirada de Fernando viaja al retrato. Él resopla, luego se ríe mientras vuelve a


tomar asiento. Sus hombres guardan sus armas y se relajan mientras su jefe se calma.
Se seca los ojos y señala a Cato. —Deberías llevarte ese a casa contigo. Ponlo en el
armario del pequeño y amenázalo con él si está siendo malo—

Cato sonríe. —Appolonia ya da bastante miedo. Mi Leona mantiene a todos a raya.


Incluyéndome a mí—

Fernando vuelve a reír. —Oh, mujeres. Pueden hacer eso, ¿no?— Se acomoda y se
vuelve hacia mí mientras me siento. —Escucha, mi hijo más nuevo. Tienes una novia
Carrera y tienes derecho a reclamarla como Baldoni. Entiendo. Hice lo mismo con mi
esposa. Pero no puedes borrar la línea de sangre que te llevará a tener hijos fuertes y
poderosos. Bella es una Carrera tanto como un Baldoni—

—Ella es Baldoni— Asiento con la cabeza. —Y ella viene de una gran línea. No estoy
en desacuerdo. Pero cualquier alianza entre Baldoni y Carrera pasa necesariamente a
un segundo plano frente a mi lealtad a Cato—

—Una lealtad que va en ambos sentidos— agrega Cato.

—Esta es la forma en que debe ser— Fernando suspira. —Hermanos peleando el uno
por el otro en lugar de uno contra el otro como siempre parece que hacemos. Caín y
Abel, ¿eh? Siempre la misma historia—

—Diez porciento— Doy golpecitos con el dedo índice en el escritorio. —Te quedas el
diez por ciento de lo que traigo de la operación desordenada de Giuseppe. Pero todo
lo que construyo nuevo, es todo mío —

Fernando mira a Cato.

—Lo escuchaste— Cato se encoge de hombros. —Yo lo respaldo en esto—

Fernando vuelve a centrarse en mí. —Treinta por ciento. Los Carrera construyeron la
operación que Giuseppe corrió en el suelo. Cualquier menos de treinta es un insulto—

—Es cierto, pero dejaste que lo arrojará al suelo. Ahora tendré que gastar mi propio
capital para que vuelva a funcionar— Me recuesto y hago algunos cálculos rápidos. —
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Daré el quince por ciento. No más—


Página
Fernando mastica este número. Sus hombres se tensan de nuevo, sus manos se
desvían hacia sus armas. Lucenzo está en el pasillo, cerrado y cargado, Cato y yo
hemos estado en suficientes tiroteos y peleas para trabajar como un equipo perfecto.
Si Fernando se resiste, lo mataremos a él y a sus hombres y luego nos ocuparemos
de las duras repercusiones de las otras familias.

Fernando niega con la cabeza.

Mierda. Levantó la mano a la pistola oculta debajo del cajón del escritorio.

—No tenía idea de que cuando casé a mi Bella sería con un aliado tan fuerte— Se
pone de pie y extiende las manos. —Es un trato—

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Página
—Talía. Por favor, no creo que pueda comer más— casi le suplicó a la cocinera.

Intenta llenar mi plato por tercera vez. Gianna se ríe a mi lado.

—Santino dijo que debes comer más— Talía, la cocinera resuelta, deja otro trozo de
biscottate en mi plato. Ella ha preparado una variedad de panes con mermeladas,
frutas y galletas para degustar. He tomado suficientes muestras para que me dure una
semana, pero ella sigue intentando alimentarme más. Aunque sé que no debería, no
puedo resistirme y dar otro bocado. Empiezo a pensar que mi marido muerto y mi
nuevo marido son día y noche.

—Allí. Come eso, y yo volveré para prepararte el almuerzo— Talía se da la vuelta y se


va.

—Todo el mundo está siendo muy amable contigo— dice Gianna.

Es algo que también he notado. Cuando era la esposa de Giuseppe, nadie me prestó
atención. Apenas me habían mirado. Ahora, no puedo entrar a una habitación sin que
alguien me vigile. Anoche me acabo de casar con Santino, y ahora todos son “Sra.
Baldoni” y “¿cómo está?” y "¿Puedo ofrecerle algo?" Es agradable, pero ahora es
difícil pasar desapercibido. Escabullirse no será tan fácil si todo el mundo está siempre
mirando. ¿Santino intenta ser amable o se asegura de que no me escape?

—Están muy atentos. Sí.— Doy otro bocado.

Gianna niega con la cabeza. —Estás siendo raro—

Trago mientras mi hermana me mira. Falsa. Eso es lo que estoy siendo. Lo sé. No es
algo a lo que esté acostumbrada a ser con ella. Pero sonreír y hacer que todos
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piensen que estoy bien se siente como la mejor opción en este momento. Por dentro,
Página

sin embargo, estoy por todas partes y me duele la cabeza.


—¿Tienes migraña?— Es espeluznante lo bien que puede leerme a veces.

—Señora. Davinci — oigo decir a uno de los hombres custodiando la entrada de la


cocina. Me volteo para ver quién supongo debe ser Appolonia. La esposa de Cato.
Leo me contó un poco sobre ella. Su boda con Cato Davinci había sido rápida e
inesperada. Más aún porque Cato había rechazado a tantas novias. Mi hermana es
una de ellas.

—Mauro. Es bueno verte—

—Es bueno verle también— Ella le da al hombre una cálida sonrisa antes de que sus
ojos se encuentren con los míos.

—Tú debes ser Bella— Todo su rostro se ilumina con una sonrisa. —He venido a
conocer a mi nueva hermana— Camina hacia mí y me envuelve en un fuerte abrazo.
—¿Le estás haciendo pasar un mal rato a Santino? Espero que lo estés. Tenemos que
mantener a estos hombres alerta—

Dejé escapar una pequeña risa. Su sonrisa es cálida y acogedora, haciéndome


agradar al instante.

—Es un placer conocerte— le digo mientras me suelta. —Esta es mi hermana


Gianna— Appolonia le ofrece la mano a Gianna. Ella estudia su rostro por un
momento, sin soltar su mano antes de que sus ojos viajen por mi hermana de regreso
a su rostro. Mi respiración se detiene por un momento. Ella no puede saberlo.

—No quería casarme con Cato— dice mi hermana. Appolonia echa la cabeza hacia
atrás y se ríe.

—Conozco el sentimiento. Intenté huir de él unas cuantas veces. Siempre parecía


atraparme. Eso es lo que pasa con estos hombres, cuando ven algo que quieren
pueden ser implacables— Sus ojos vuelven a mí. —Dime. ¿Cómo te trata Santino?
Nunca pensé que vería el día en que se casaría—

—Eso es lo que pasa con esta vida, realmente no tienes una opción cuando se trata
de eso. A menudo, es lo que es conveniente o mejor para su familia— Utilizó sus
propias palabras. No estoy tratando de ser mala. El recordatorio de que Santino se
casó conmigo para hacer crecer su imperio no me sienta bien.

Celos. Eso es lo que es. Su marido la había elegido. No porque tuviera que hacerlo,
sino porque la deseaba. Él la ama. Algo que sé que nunca tendré. No debería tener
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estos pensamientos. No debería importarme. Gianna está a salvo y eso es lo que


Página

importa. Por eso estoy haciendo todo esto. Eso es lo que trato de convencerme a mí
misma, de todos modos.
—Eso es verdad—

—Aunque no para ti— sigo insistiendo. —¿Es eso cierto?—

—Sí y no. Las cosas se complicaron para Cato y para mí al principio. Ya me había
decidido quién era— Ella sonríe como si estuviera recordando algo divertido. —Para
decirles la verdad, quería matarlo— En ese momento, sé sin duda alguna que ella y yo
vamos a ser grandes amigas. —Luego creció en mí y vi más allá del duro exterior.
Estos hombres pueden ser despiadados en cierto sentido, pero son iguales cuando se
trata de amar—

—Creo que tu Cato podría ser de un corte diferente. Todos sabemos cómo son
muchos de estos hombres— Me había alegrado la idea de que mi marido muerto
tuviera amantes. Pero después de la noche que pasé con Santino, el sexo se siente
tan personal. La idea de amantes ya no me sienta bien. No sé si fue el sexo lo que
cambió de opinión o los sentimientos que estoy empezando a tener por mi nuevo
marido. Aquellas que seguiré negándole.

—No— Appolonia niega con la cabeza. —Mi Cato es un buen hombre. Confía en
Santino, lo llama hermano. Comparten los mismos valores. No tienes por qué creer en
mi palabra. Verás—

—Señora. Davinci—

—Salvatore, ¿cuántas veces tengo que decirte que me llames Appolonia?— le dice al
hombre que sostiene una pequeña caja.

—Lo siento, Appolonia— Él le entrega una caja.

—Gracias— La deja sobre la encimera. —Te traje un regalo de bodas— La caja se


mueve, haciendo que Gianna jadee y casi salte de su lugar. Appolonia levanta la tapa
suelta en la parte superior y una pequeña bola de piel naranja con rayas tenues asoma
la cabeza.

—Oh Dios mío— Busco en la caja y levantó al bebé. Lo abrazo.

—Santino ama a los gatitos. Nadie puede limpiar una caja de arena mejor que él.
Pensé que sería un regalo perfecto—

Ronronea en mis manos. —Gracias, Appolonia. No solo por el gatito— Algunas de


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sus palabras me han ayudado a tranquilizarme. Tengo la sensación de que vino por
Página

esa razón. No para intentar calmar a la nueva esposa de Santino por Cato, sino para
tener una conversación sincera conmigo.
Ella sonríe, sus grandes ojos llenos de calidez. —Como dije, ahora somos
hermanas—

En menos de 24 horas me siento más aceptada por esta familia que por la mía. Es
casi inquietante lo rápido que estas personas se han sentido como en casa para mí.
Algo que tendré que manejar para mantener mi plan. Estoy segura de que pronto
sabré si Appolonia realmente se refiere a lo que dice. Si realmente quiere ser mi
hermana o si solo quiere controlarme por el bien de su familia.

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Página
Para cuando terminamos de hablar de negocios, ya ha pasado el almuerzo. Fernando
y su gente se van, aunque él duda en la puerta.

—¿Dónde está Gianna?—

—Almorzando— Me encojo de hombros.

—Tenemos negocios— insta su segundo al mando.

—Bien— Fernando le hace un gesto con la mano. —Vamos— Se vuelve hacia mí. —
Mantenla a salvo. Mantenla intacta o habrá un infierno que pagar —

—Santino está casado con su hermana y, por lo que he visto, está enamorado. No hay
posibilidad de que esté tocando a Gianna— Cato está a mi lado.

—Mantén a raya a los otros lobos— lanza una mirada a Lucenzo. —Si está
estropeada antes de que la case, haré llover el infierno sobre cualquiera que haya
tenido algo que ver—

—¿Estás seguro de que no necesitas un bocadillo antes de irte?— Preguntó.

Cato gruñe, ocultando una risa.

Fernando entrecierra los ojos. —Recuerda lo que dije— Él y sus hombres salen
pisando fuerte, la puerta se cierra de golpe detrás de ellos.

—Estúpido— Paso una mano por mi cabello. —¿Sabías que Fernando era tan imbécil
cuando me enviaste aquí para joder su vida?—
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—Es un idiota— Cato me da una palmada en el brazo. —Eres uno más grande. Lo
hiciste bien ahí —
Página
—No voy a dejar que un imbécil Carrera nos pisotee—

—Ya vi— Cato camina conmigo hacia el comedor. —Recuerda cuidar ese
temperamento tuyo—

—Mantuve mi temperamento—

—No, lo perdiste cuando fue por tu esposa. El resto del tiempo estuviste perfecto. Pero
cuando se trata de ella…— Me detiene y baja la voz. —Ella es más que un premio,
¿no es así? Puedo decirlo por tu forma de ser. Ella es la indicada para ti—

Podría negarlo, pero ¿por qué intentarlo? Cato siempre puede ver la verdad en mí. —
Si— Me trueno el cuello. Las últimas 24 horas han sido jodidamente largas. —Ella es.
Ella intentó matarme de inmediato —

—¿Y ahí fue cuando lo supiste?— Sus labios se contraen, una sonrisa rogando por
nacer. Pero Cato no sonríe realmente a nadie excepto a Apollonia.

—Quizá cuando me amenazó, o quizá cuando me provocó. No puedo estar seguro.


Pero ahora lo sé. Puedo sentirlo—

El asiente. —Conozco la sensación. Apollonia y yo somos para siempre, y nada nos


separará jamás. Sabes cuando encuentras a tu alma gemela. Cuando encuentres tu
corazón —

—No lo vi venir—

—Nunca lo hacemos— Me lleva al comedor.

Apollonia, Bella y Gianna sentadas en la mesa grande y ornamentada y comen


mientras revisan algunos dibujos con un artesano local.

—Berizio— dice Lucenzo detrás de mí. —El experto en construcción más


recomendado de la región—

Berizio mira hacia donde Bella señala en sus papeles.

—Está bien, me gusta esto, pero quiero que desaparezca toda esta pared. Ese
dormitorio principal no puede ser el mismo. Lo odio. Pero si derribas esta pared,
mueves la cama aquí y creas una nueva sala de estar con un armario más grande y un
baño más grande, nunca lo reconocerías por lo que alguna vez fue. ¿Puedes hacer
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todo eso? ¿O es demasiado caro?— Bella se mete la uña entre los dientes.
Página
—Nada es demasiado caro para ti, Hermosa— Le hago un gesto con la barbilla a
Berizio. —Haz que suceda. Todo hasta el último detalle. Tendrá exactamente lo que
desea, ¿entendido?—

—Por supuesto— Él asiente. —Por supuesto. Ya tengo un equipo de demolición


preparado para llegar en unas horas. Podemos ponernos a trabajar de inmediato.
Tendré que viajar a Florencia y posiblemente a Roma para organizar la compra de
algunos de los suministros, pero…—

—¿Giuseppe tenía un helicóptero?— Le pregunto a Bella.

Ella se encoge de hombros.

—No— completa Leo.

—Usa el mío— Cato se sienta a la mesa junto a Apollonia. —Parece que nos
quedaremos un tiempo— Él coloca su brazo sobre sus hombros y ella se inclina hacia
él.

—Me encanta la veta dorada del mármol que elegiste— Ella le sonríe a Bella. —Ahora
voy a tener que convencer a Cato de que haga lo mismo en nuestra villa—

—Puedes convencerme con tu lengua, mi leona— Él acaricia su cuello.

Gianna se ríe y Bella se pone roja. Ella es hermosa con un color intenso en sus
mejillas, su piel aceitunada rosada y brillante. La observó, bebiendo cada pedacito de
su belleza mientras mi sangre comienza a calentarse. Hermosa y feroz, gobernará
esta casa y nuestra familia a mi lado. Solo espero que anoche hayamos creado una
nueva vida. Y si no, felizmente intentaré una y otra vez hasta que esté grande con
nuestro hijo en su vientre. Joder si ese pensamiento no envía una sacudida de calor
directamente a mi polla.

—Oh, enamorados— Bella suspira y apoya la barbilla en la palma de la mano ante el


besuqueo de Cato y Apollonia.

Leo se acerca y pone su mano sobre el hombro de Gianna.

Entonces me doy cuenta. En ese único momento. ¿Por qué no lo vi antes? Leo no es
solo un amigo de la familia. Está enamorado de Gianna. Cuando me ve mirando su
mano, la retira y evita mi mirada.
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Me vuelvo hacia Bella. —Disculpa, mi amor, pero ¿puedo hablar contigo en


Página

privado?—
Todos los ojos se vuelven hacia mí mientras Bella se levanta de su asiento en la
mesa.

—Si. ¿Qué pasa?— Mira a Gianna.

—Regresaremos pronto— No respondo a su pregunta, solo tomo su mano en la mía y


la llevó fuera del comedor hacia el almacén del mayordomo contiguo.

Una vez que la tengo sola y la puerta se cierra detrás de mí, la agarró por las caderas
y la levantó sobre el estrecho mostrador, luego me meto entre sus muslos mientras
aprieto mis labios en su sensible garganta.

Ella jadea, sus manos van a mis hombros mientras yo paso mis dientes por su cuello.

—Ha pasado demasiado tiempo, mi novia. Necesito estar dentro de ti de nuevo—

Ella hace un sonido agudo cuando ahuecó su pecho y lo masajeó a través de su


vestido. —Ellos oirán—

—Déjalos— Me agacho y subo su falda, luego paso mis dedos por sus bragas.
Cuando encuentro su clítoris, me detengo y aplico presión.

—Santino— Ella mueve sus caderas.

Moviendo sus bragas a un lado, deslizó un dedo dentro de ella, su cuerpo caliente y
húmedo para mí.

—¿Manteniéndolo caliente para mí, Bella? ¿Tal y como me gusta?—

Se muerde el labio mientras yo llevo mi dedo a mis labios y lo lamo para limpiarlo,
luego presiono ese mismo dedo en su boca. Sus labios lo rodean y chupa mientras
liberó mi polla.

—Eso es, Bella. Chúpalo para mí—

Necesitamos hablar sobre Leo y Gianna, ella tiene que dar algunas explicaciones,
pero primero, necesito otra probada de mi novia.
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Página
No me falta el deseo que siento por él. Me hace chupar su dedo, la mirada en sus ojos
posesiva mientras lo hago. Saca su dedo de mi boca antes de que sus labios tomen
los míos en un beso profundo. También quiere mi sabor en sus labios. Jadeo cuando
empuja dentro de mí. Mis dedos se clavan en sus anchos hombros.

—Santino— Respiro su nombre contra sus labios.

—¿Sí, Hermosa?—

Cierro los ojos por un segundo y asimiló sus palabras. Nunca me acostumbraré a que
me llame así.

—Mierda. ¿Es demasiado?—

Niego con la cabeza y abro los ojos lentamente para mirarlo. Cree que me hizo daño.
Dolor es lo último que siento ahora mismo. Pero cada vez que me mira así o me llama
por ese nombre, está despedazando la pared que estoy tratando de mantener entre
nosotros para protegerme.

—Me gusta—

Me gustó la forma en que me agarró, alejándome de todos como si no pudiera


soportar un momento más sin tenerme cerca. Parece que me echaba de menos. En
algún lugar profundo de mí, quiero que ese sea el caso. Sin embargo, sé que aún
necesito mantener la guardia alta si quiero proteger mi corazón.

—Eso es bueno, Hermosa, porque no pude evitarlo— Saca y vuelve a empujar.

Muerdo el interior de mi mejilla tratando de no gemir, pero se siente demasiado bien.


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Sus dedos se clavan en mis caderas mientras inclina su polla hacia mí a la perfección.
Con cada embestida golpea mi clítoris. —¿Es jodidamente terrible que todo en lo que
Página

pudiera pensar mientras tu padre seguía hablando de tonterías fuera en volver contigo
y meterme dentro de ti? Cada vez que te llamaba Carrera quería encontrarte y
recordarte que ahora eres Baldoni. Que siempre serás una—

—Santino— Mi sexo se aprieta a su alrededor. Sus palabras posesivas me agarran


con fuerza y no quiero dejarlas ir. Nunca quise pertenecer a ningún nombre. Ahora, la
forma en que Santino lo hace sonar hace que mi corazón quiera exactamente eso. Ser
suya, llevar su nombre siempre, y que él me recuerde que le pertenezco por el resto
de nuestras vidas.

—¿Te gusta saber eso? ¿Qué todo en lo que podía pensar era en volver dentro de tu
dulce coño?—

Gimo y asiento con la cabeza. ¿Qué me está haciendo este hombre? Me está llenando
la cabeza de demasiadas ilusiones. Sus dedos se clavan con más fuerza en mis
caderas mientras se mueve aún más rápido. No puedo encontrar ninguna palabra
cuando el orgasmo comienza a presionarme.

—Santino. Voy a …— Su boca me interrumpe, ahogando mi grito de placer mientras


se mueve contra mí. Sus cálidas descargas se derraman profundamente dentro de mí
de nuevo. Hasta este momento, realmente no había pensado en lo que eso podría
significar para nosotros. Sé que no debería quererlo, pero por primera vez en mi vida,
deseo algo para mí.

Entierra su rostro en mi cuello, su cálido aliento pesado contra mi piel mientras trata de
controlarlo.

—Dime que estás bien—

—Estoy bien—

Echa la cabeza hacia atrás para mirarme.

—Yo lo estoy— Mi lengua sale para lamer mi labio inferior. Gime y me besa de nuevo.
Más de su liberación se derrama dentro de mí.

—¿Qué me has hecho?— Lo escuchó decir en voz baja mientras se retira lentamente.
¿Qué le he hecho? Más bien, ¿qué diablos me está haciendo? Su semilla se derrama
por mis muslos cuando me pone de pie. Mi vestido vuelve a caer y cubre lo que
habíamos hecho.

—Todo el mundo lo sabrá— Paso mi mano por mi cabello. Estoy segura de que luzco
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como un desastre.
Página
—¿Qué es lo que sabrán? ¿Que no puedo apartar las manos de mi Hermosa
esposa?— dice mientras arregla su propia ropa. Ahí va otra vez diciendo cosas que
me calientan las entrañas. —Tenemos que hablar de algunas cosas— Se abrocha el
cinturón.

Yo trago. Esa frase nunca es buena.

—Gianna—

—No es de tu incumbencia— ¿De qué habían hablado él y mi padre en la reunión? Mi


mente comienza a acelerarse. ¿Había aceptado un trato con mi padre con respecto a
Gianna? ¿Es esta la forma de Santino de hacerme hablar?

—Creo que ella es mi mayor preocupación—

Trato de empujar a Santino, pero su brazo sale y me rodea la cintura. —Vas a tener
que aprender a confiar en mí—

—El hecho de que me estés metiendo la polla no significa que nada haya cambiado—
miento, con la cara sonrojada por mis propias palabras. ¿Fue este el plan desde el
principio? ¿Conseguir que me enamorara para que él y mi padre pudieran intentar
engañarme? La ira y el dolor amenazan con superarme. Hasta Santino, nunca había
tenido este problema con mis emociones. Siempre tuve un plan. Siempre supe cuál
sería mi próximo paso.

—Bien— Me acerca más. ¿Bien? ¿Eso es todo lo que tiene que decir? —¿Pensaste
en un cuarto de bebes cuando estabas haciendo los planes de remodelación?—

—Yo …— Me ha dejado completamente fuera de combate.

—Bien. Tu confianza. Me la ganaré — Siempre dice las cosas correctas. Los que me
dan ganas de desnudarle el alma.

—Ella no puede volver con mi padre— Finalmente dejé libre la verdad. —Ella está
embarazada—

—¿Leo, Imagino?—

No respondo. No hay nada que pueda hacer con Gianna, pero Leo podría ser
lastimado.
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—Tú también lo proteges. Tengo que advertirte que me doy cuenta de que soy del tipo
Página

celoso cuando se trata de ti—


Mis pezones se tensan ante la mirada posesiva en sus ojos. Tanto como me gusta la
expresión de su rostro, no necesito que vaya tras Leo.

—Yo confío en él— No es correcto decirlo. La mandíbula de Santino hace tictac.


Todavía estoy tratando de entender que él está celoso. —Él es mi mejor amigo.
Siempre ha estado ahí para mí. Es como un hermano para mí—

—Esto podría iniciar una guerra—

—Casi empezaste una tú mismo— señaló. Estaba listo para apretar el gatillo cuando
pensó que mi padre me iba a quitar a mi hermana. Este hombre sigue haciendo una
cosa tras otra para mantenernos a salvo a mí y a mi hermana. Todas estas cosas me
han encaminado rápidamente a confiar en él. Aun así, me temo que podría ser una
estrategia para él. Algún complot retorcido por él y mi padre para obtener algún tipo
de ventaja sobre mí.

—Dijiste que serías una buena esposa—

Me lamo los labios, sus ojos caen allí. Realmente no va a dejar pasar eso. Su mano
toma la mía mientras nos lleva de regreso a la cocina. Todos se vuelven para mirarnos
cuando entramos. Mi cara se calienta. Ellos saben. Ellos lo saben.

Santino me lleva a la mesa y me saca una silla para que pueda sentarme junto a
Gianna. Cuando la miro, ella tiene una gran sonrisa en su rostro.

—¿Cómo estuvo tu charla?— ella intenta susurrarme. Le doy un codazo.

Apollonia suelta una carcajada, porque eso no fue un susurro en absoluto.

—A mi Hermosa esposa se olvidó un cuarto de bebes— Santino sonríe. —Solo se lo


estaba recordando—

Si no me hubiera sonrojado ya, lo estaría ahora. Santino se sienta a mi lado.


Engancha su pie debajo de mi silla y me acerca más para poder pasar su brazo por la
espalda mientras todos comienzan a agregar ideas.

—¿Podríamos hacerlo amarillo o verde? ¿Quizás con una gran luna creciente en la
pared?— Gianna sonríe.

—O el techo— Leo se encoge de hombros.


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—Eso sería hermoso— Apollonia se apoya en Cato.


Página

Me relajo en Santino. Está haciendo que mi rendición sea demasiado fácil.


El yeso cae del techo con estrépito cuando paso a grandes zancadas. El sonido
reverbera a través de la villa junto con el ruido de martillos y sierras.

Bella está hablando con el artesano y señalando lo que quiere cambiar. Todo. No me
importa en absoluto. Quiero borrar cada especificación de Giuseppe de todo este lugar
y rehacerlo en la forma que elija Bella.

—¿Rojo?— Pregunto y envuelvo mi brazo alrededor de su cintura.

Ella me sonríe.

—Creo que se verá impresionante—

—Si tú puedes— La beso. Durante las últimas dos noches, no he hecho nada más que
adorar su cuerpo. Tengo la intención de hacer lo mismo esta noche. Aunque, por
supuesto, puede que ya haya probado algo esta mañana en la ducha, luego otra con
ella inclinada sobre mi escritorio. No puedo tener suficiente.

Gianna nos sonríe mientras entra a la habitación, con una mano reveladora en su
estómago. Leo está justo detrás de ella, como siempre.

Ella mira la nueva capa base en el techo. —¿Rojo?—

Bella se ríe contra mis labios. —Si. ¿Es incoveniente?—

—No— Gianna niega con la cabeza. —Creo que será increíble, especialmente una
vez que tengas la lámpara de araña que pedimos—

—¿Cierto?— Bella se acerca y engancha su brazo con el de su hermana, y de mala


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gana la dejo ir.


Página
—Sigan con el buen trabajo, señoras— Me vuelvo hacia Leo. —Ven. Tenemos
algunas cosas que discutir— Camino por el pasillo que ha sido despojado de todas las
galas y decoración. Ya se ve mejor ahora que se reduce al ladrillo y la piedra
centenarios.

Leo me sigue, y Lucenzo levanta una ceja mientras paso junto a él y entró a mi oficina.

—Cierra la puerta— le digo a Leo.

Lo hace mientras yo me siento detrás de mi escritorio. Durante dos días he estado


tratando de descubrir cómo abordar la situación con Gianna. Y durante dos días, no he
podido encontrar una solución que no termine en un derramamiento de sangre entre
mi familia en nacimiento, los Davincis y los Carreras.

—Prometí mantener a Gianna a salvo—

Me mira con recelo y cruza los brazos sobre el pecho. —Ese es mi trabajo—

—Corta la mierda— Le hago un gesto con la mano. —Sé que lleva a tu bebé dentro
de ella—

Sus ojos se ensanchan. —Cómo…—

—No soy ciego. Veo la forma en que eres con ella — Tomó una moneda de mi
escritorio y la pasó por mis nudillos. —Ustedes dos no tienen cuidado. De todos
modos, no es suficiente. Y noto cosas— No revelaré lo que mi Bella me dijo en
confianza. —Está claro. Supongo que eras mejor escondiéndolo cuando todavía
vivías bajo el techo de Fernando—

Su mandíbula está dura, como si esperara un golpe.

Me inclino hacia adelante, probándolo. —No te culpo. Gianna es un pedazo de culo


caliente. Por supuesto que querrías golpear ese dulce, jugoso …—

Se lanza hacia mí con una navaja en la mano.

Me aparto de mi escritorio y me pongo de pie, con un cuchillo en mi propia palma. —


Tranquilo, Leo— le advierto. Parece que está a un pelo de venir sobre el escritorio por
mí. —Solo quería ver si es real—

—Es real— dice. —No vuelvas a hablar de ella así. No me importa quién eres, te
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destriparé —
Página

—Bien— Dejo mi espada en mi escritorio. —Eso es lo que quería escuchar—


Gira el hombro y guarda su cuchillo, luego retrocede, aunque todavía tiene esa
cualidad cautelosa que estoy comenzando a respetar. —No dejaré que nadie la
lastime. Nunca. En nuestro corazón, ya estamos casados—

—No creo que Fernando lo vea de esa manera— Me vuelvo a sentar y le hago un
gesto a Leo para que haga lo mismo.

Se hunde en el asiento frente a mí y se pasa una mano por la cara. —Honestamente,


es un alivio que lo sepas. Tengo que sacarla de aquí antes de que Fernando vuelva y
la reclame de nuevo—

—¿Tienes un plan?—

—No— Mira a la izquierda, de regreso al vestíbulo donde Bella tiene la corte. —Ella
es el cerebro de la operación. Bella —

Me muevo en mi asiento. —¿Cuál es su plan, entonces?— Una onda incómoda


recorre mi espalda. Bella fue sincera conmigo el otro día, pero ¿ha tenido otras
razones para revelar la verdad? ¿Para distraerme, quizás? ¿Quizás darme la verdad
suficiente para engañarme los ojos?

—No lo sé— Parece volver a callar, como si recordara que soy el enemigo. No lo soy.
Bueno, lo revisaré. No lo estaré a menos que mi belleza tenga la intención de dejarme,
de escapar con su hermana y Leo. Nunca dejaré que suceda. La perseguiría hasta los
confines de la tierra y la traería de regreso aquí donde pertenece, luego la follaría con
la verdad directamente en ella. Somos para siempre.

Leo no me va a decir nada más. Puedo ver eso por la forma de su barbilla y la dureza
de sus ojos. No confía en mí.

—Fernando va a venir a buscarla, tarde o temprano— Tomó la moneda de nuevo y la


pasó por mis nudillos llenas de cicatrices. —Quiere casarla con un hombre hecho,
alguien que pueda aportar fortuna y fuerza a su operación— Sostengo su mirada. —
¿No eres ese, verdad?—

El niega con la cabeza. —No tengo un nombre del que hablar, no—

—Yo tampoco lo hacía cuando era joven y estúpido como tú. Tienes que hacerte un
nombre. Pero eso no viene al caso. El caso es que Fernando viene y Gianna tendrá
que irse. Es eso o comenzar la guerra que todos hemos estado tratando de evitar
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durante años y años—


Página

—Felizmente pelearé una guerra por ella—


—Lo entiendo—- Lo hago. Siento lo mismo por Bella. —Pero tenemos que ser
inteligentes. Arriesgar vidas, especialmente las vidas de Bella y Gianna, no es algo
que me tome a la ligera —

—No me lo tomo a la ligera. ¿Crees que quiero estar aquí? Gianna y yo deberíamos
estar en un lugar seguro, en algún lugar donde podamos planificar un cuarto de bebes
y construir nuestro futuro. Pero no podemos. Fernando nunca la dejará ir, no cuando
pueda usarla en su beneficio— El fuego en su tono es admirable y preocupante.

—Mantendré mi promesa a mi novia. Proteger a Gianna es parte de mi pacto con


Bella, ¿entiendes?—

—Sí, pero Gianna es mía para proteger—

Yo suspiro. —No hagas nada estúpido. Eso es todo lo que pido— Me levanto y me
dirijo hacia la puerta. —Aquí, estás a salvo. Tanto tú como Gianna. Si huyeran, no
podría prometerte que terminaría bien. Así que quédate quieto hasta que encuentre
una manera de arreglar este lío—

Me da un gesto sombrío y luego regresamos al vestíbulo.

Bella me sonríe, sus ojos se iluminan cuando me acerco. El presentimiento en mi


corazón disminuye cuando ella viene hacia mí y agarra la parte delantera de mi camisa
mientras me inclino para un beso. Esto es real. Ella debe sentirlo.

Su sabor es el cielo, y no hay forma en el infierno de que lo abandone.

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—Nunca te había visto sonreír tanto— Miro a mi hermana, que está sentada en una
de las sillas de la biblioteca. Tengo un ratoncito falso en una cuerda para que Lucky lo
persiga. Nunca supe lo divertido que podía ser un gatito. Observó mientras mueve su
pequeño trasero antes de saltar sobre su juguete.

—Los gatitos son adorables. ¿Cómo no puedes sonreírles?—

Atrapa el ratón y lo rompe. Rezo por cualquier ratón que pueda entrar a la casa.
Correrán la misma suerte que todos los enemigos de la familia Baldino.

—Eso no es de lo que estoy hablando, y lo sabes—

Me levanto del suelo y dejo que Lucky tenga el ratón. Voy a tener que pedir más.

—Ha sido bueno conmigo— tomó una uva del cuenco que tiene delante. —¿Qué hay
de tí? ¿Cómo te sientes?— Me acerco y paso la mano por su vientre. Ella está
empezando a mostrarse. Nos estamos quedando sin tiempo. Dejo de mover la mano
cuando creo que siento algo.

—Él pateó. ¿Lo sentiste?— Sus ojos se agrandan por la emoción.

—Sí, ¿es la primera vez que lo sientes?— Ella asiente con la mayor sonrisa en su
rostro. Está demasiado sorprendida para hablar. Odio que esto sea un secreto.
Deberíamos estar celebrando.

Aquí estoy construyendo un cuarto para bebes y ella no tiene nada. Aun así, sonríe
mientras me ayuda a elegir las cosas. Odio que ella esté en esta situación. Me
considero afortunada en cierto sentido, porque mi padre no veía ningún valor en mí.
Pero Gianna es una historia completamente diferente. Considera que su belleza es
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una moneda de cambio para conseguir lo que quiere. No la dejará ir tan fácilmente.
Página
—Claramente, él sabía que su tía estaba aquí— bromeó con ella y trato de librarme de
todos los pensamientos serios. Alejo mi mano de su vientre y ella pone la suya allí
para sentir más. Ya debería haber visto a un médico. Nada va según lo planeado.
Nunca estoy segura de lo que estoy haciendo. Santino me hace olvidar todo lo que
está fuera de estos muros.

—También podrías estar embarazada pronto. Todo el mundo sabe que Santino tiene
una misión— Pongo mi mano sobre mi propio estómago. Ella podría tener razón. No
hay noche en que Santino no vaya a la cama conmigo. A veces incluso me lleva de la
mesa en la cenar. Su apetito por mí todavía me sorprende. Realmente me hace sentir
hermosa. Sexy también.

Debo admitir que estos han sido algunos de los días más felices de mi vida. Si pasa
las noches conmigo, tal vez sea uno de los pocos que no tiene una amante. Apostaría
cualquier cosa a que Cato no lo hace. Mira a su esposa como si hubiera colgado la
luna solo para él.

—¿Crees que está tratando de hacer un heredero?— Muerdo el interior de mi labio.


Eso solidificaría su posición aún más. Una vez que esté embarazada, es posible que él
no tenga el mismo impulso para seguir durmiendo conmigo. Su misión se cumpliría.
Odio que mi mente me deje tener todos estos pensamientos. Mi padre realmente me
hizo un número. Aun así, todos estos puntos son válidos.

—Quiere un hijo. Él te dijo eso, ¿no es así?—

—Si— No dijo la razón, pero dijo que quería algunos hijos. Sé cuánto significa todo
esto para Santino. Para finalmente obtener su reclamo sobre un territorio. He visto las
cicatrices que marcan su cuerpo. Señales de su lucha por llegar a la cima. La devoción
que le ha dado a los Davincis es respetable.

—¿Quieres niños? Santino fue quien pidió la guardería, pero nunca te había
escuchado mencionar tener bebés antes —

—No pensé que fuera algo que quisiera— Entonces Santino plantó esa semilla, no
solo en mi cabeza, y me tiene anhelando más. Quiero un bebé del amor. No porque
quiera un heredero. Nunca pensé que diría esas palabras.

Sabía que probablemente tendría que tener un bebé por deber con mi apellido, pero
Santino me hace pensar que es posible para mí tenerlo todo. Que la vida que
crearemos estaría hecha de amor.
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—¿Y ahora? ¡Santino te tiene queriendo uno! —


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Dejó escapar una pequeña carcajada ante su emoción. También ha habido mucho
más en estos días.

—Me encantaría tener un niño— Dejó caer mi mano de mi estómago. Incluso si todos
mis puntos son correctos, debería estar feliz. Podemos tener un matrimonio de
conveniencia. Es bueno conmigo. Es mucho mejor que cualquier otra cosa que
imaginé para mí. Nunca pensé que diría esas palabras.

Leo entra caminando a la biblioteca. Estoy agradecida porque cortará la charla de la


chica.

—¿Cómo estás?— Pregunto, sentándome en la silla opuesta a mi hermana.

—Bueno— Se inclina y le da un beso. Somos los únicos aquí.

—Necesita ver a un médico pronto. Con solo tomar sus vitaminas no es suficiente—

—Lo sé— coincide Leo.

—Quizás Santino pueda conseguir que un médico venga aquí—

—¿Santino?— Leo traga saliva. Él se lo dijo. Sé que Santino ya lo sabe, pero nunca
me habló de esto. ¿Por qué? ¿Está guardando secretos? Me distrae con su boca y
halagos para que no le preste atención a nada más.

—Él sabe. El otro día cuando pidió hablar conmigo— Me había olvidado por completo
de eso. Eso es porque Santino salió y empezó a besarme.

—Cuéntame todo— exijo. —Palabra por palabra— Mi estómago se cae cuando me


dice lo que dijo sobre Gianna. —¿Dijo qué?— Siseo. Me levanto antes de darme
cuenta de lo que estoy haciendo. La ira se ha apoderado de mí. ¿Cuántas veces
Gianna ha dicho que nunca dejo que mis emociones se apoderen de mí?

—Bella, déjame terminar— dice Leo detrás de mí, pero no me detengo. Me dirijo
directamente a la oficina de Santino en una misión para ... ¿Qué? Ni siquiera sé qué
voy a hacer cuando llegue allí. ¿Abofetearlo? ¿Gritar las paredes hacia abajo?

¿Sabía que mi hermana estaba embarazada desde el principio y por eso me eligió a
mí? Le dijo a Leo que ve la forma en que él es con mi hermana. ¿Cuánto tiempo lo
había estado notando Santino? ¿Todo lo que sucedió fue una táctica para que yo
confiara en él?
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Cuando llegó a su oficina, dos hombres se paran frente a la puerta. —Está ocupado
en este momento, Sra. Baldoni— Miro a Vincent. Vengo y salgo de la oficina de
Santino todo el tiempo. ¿Qué es diferente ahora?

—¿Por qué? ¿Qué está haciendo?— Pongo mis manos en mis caderas.

Pasa una mano por su cabello. Está nervioso.

—No sabemos qué está haciendo allí— le susurra Rico a Vincent. —Podría ser solo
una reunión—

—¿Hay una mujer ahí o mi padre?— La idea de Santino con una mujer en su oficina
me revuelve el estómago.

Ninguno de los dos dice nada.

—¿Está mi padre ahí?—

—No— dice Vincent.

Rico le lanza una mirada de muerte. Sé que todos tienen órdenes de respetarme. No
creo que sepan si responder les traerá problemas o no.

Así que es una mujer. Le pregunté a Santino después de almorzar juntos si tenía más
reuniones hoy. Él había dicho que no. Solo iba a hacer algunas rondas por la casa y
asegurarse de que todo estuviera bien encaminado.

—Muévete— les gritó.

—Bella, no lo hagas— dice Leo, habiéndome alcanzado. Mi hermana está a su lado


agarrada a Lucky.

Todo esto es demasiado. Tantas incertidumbres rebotan en mi cabeza. Tengo que


averiguarlo. Necesito saber la verdad. De esa manera sabré dónde estamos realmente
Santino y yo. De lo contrario, tendré que usar el plan de escape.

He estado observando el flujo de los guardias de Santino desde que llegaron los
equipos de construcción. Hay tanta gente entrando y saliendo que no debería ser difícil
para Gianna y Leo escapar.

—No me hagan que se los diga de nuevo—


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Tanto Rico como Vincent se apartan del camino antes de que yo empujé las puertas
dobles de su oficina como si fuera el dueño del lugar. Ya no voy a ser una buena
esposa.

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—No es algo de lo que esté realmente al tanto, ¿ves?— Me encojo de hombros.

—Está bien— Cruza las piernas a la altura de la rodilla. —No se espera que sepa
estas cosas. Por eso necesitas una mujer como yo—

—Exactamente. Te necesito. Una mujer como tú podría hacer una gran diferencia en
esto, especialmente dada la delicada situación y la necesidad de tener confianza…—

—¡Qué diablos está pasando!— Bella chilla y abre las puertas de la oficina, luego
entra pisando fuerte, sus ojos brillan. —¿Quién eres tú? ¿Una amante? ¿Una puta?—
Señala y da un paso hacia mi invitada.

—No, Hermosa, ella es…— Ya estoy de pie.

—¡No me llames 'hermosa'!— Da la vuelta al escritorio y clava su dedo en mi pecho.


—Debería haber sabido que no debía confiar en ti. ¿Estás aquí diciéndole a tu puta
cuánto la necesitas? ¡Y todo el tiempo me has estado mintiendo!— Su mano vuela.

—No te he mentido— Agarró su muñeca antes de que haga contacto con mi cara. —
Cálmate, Bella. Calma..—

—¡No me voy a calmar!— Su voz se eleva aún más cuando capturó su otra muñeca.
—¡Estás mintiendo, bastardo infiel!—

—Bella, por favor. Si me dejaras explicarte —

—No necesito ninguna explicación tuya. Al menos con Giuseppe, fue honesto sobre no
quererme, sobre pensar que era fea. Tú, sin embargo, tú …— Su respiración se
entrecorta como si estuviera luchando contra un sollozo. —Me sedujiste con mentiras
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sobre que yo era hermosa, sobre querer que fuera tuya para siempre. Pero no quisiste
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decir una palabra, ¿verdad? Planeaste todo el tiempo poner un bebé en mi vientre y
dejarme a un lado por una puta como ella— Señala con la barbilla hacia la puerta
donde se queda mi invitado, sin saber si quedarse o irse.

—Por favor, siéntate— le digo.

—Um—

Bella intenta liberarse de mi agarre. Ella es salvaje y cálida, cada parte de su pelea
envía sacudidas a mi polla. Estoy duro como una jodida roca, y pronto sentirá cada
centímetro de mí.

—Por favor— digo mientras Bella se golpea y maldice.

Cuando mi invitada ha regresado a su asiento, le doy la vuelta a Bella, mi agarre aún


con fuerza en sus muñecas. La tengo atada como un pretzel mientras mira a la Dra.
Blanca.

—Está es la Dra. Blanca. La doctora de la ciudad local. Es muy respetada en su


campo, estudió en el Reino Unido y los Estados Unidos—

Bella se queda quieta. —¿Qué?—

La Dra. Blanca asiente, con los ojos todavía muy abiertos mientras mira a Bella. —¿Es
ella la paciente?—

—No— Me río y acercó a Bella. —Aún no. Pero pronto—

—¿Eres obstetra?— Bella dice las palabras con un toque de incredulidad y una pizca
de vergüenza.

—Eso es lo que dicen todos mis diplomas— Ella se encoge de hombros. —No me
pongo la bata blanca si no tengo que hacerlo. Hace que la gente se sienta más a
gusto— Ella arquea una ceja. —Quizás debería repensar eso—

—Oh, Dios mío, lo siento mucho— Bella intenta escapar de mi agarre.

No la dejo.

—Dra. Blanca, si pudieras tener la bondad de pedirle a mi hombre del pasillo que te
lleven con Gianna, se lo agradecería. Tengo algunos asuntos que atender aquí.
Urgentes— presiono mi polla dura contra el culo de Bella, —negocios —
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—Por supuesto— Se dirige a la puerta y echa una mirada de complicidad por encima
del hombro. —Encantada de conocerte, Bella. Espero ser su doctora muy pronto—
Bella se cubre la cara con las manos tan pronto como se cierra la puerta. —Oh Dios
mío—

—Sigues diciendo eso, pero él no puede ayudarte con esto— Paso mis dientes por su
cuello.

Ella se vuelve. —Pensé ... pensé que estabas…—

—Está muy claro lo que pensaste— Me agacho y agarro sus caderas, luego la levanto
sobre mi escritorio. Acariciando entre sus muslos, siento que he vuelto a casa.

—Lo siento— Ella niega con la cabeza. —Es solo que cuando Leo me dijo lo que
dijiste sobre Gianna y luego supe que me estabas engañando y…—

—Nunca—

—¿Qué?— Sus ojos marrones se agrandan.

—Lo que dije sobre Gianna fue una prueba para Leo. Nada más. Ni siquiera miraré a
otra. No de la forma en que te miro. Lo juro—

—No lo dices en serio—

—¿Por qué dices eso?— Ahueco sus mejillas.

—Porque no puedes decirlo en serio— Se le humedecen los ojos.

—¿Por qué no puedo?— Le secó las lágrimas con mis pulgares. —¿Por qué,
Hermosa?—

—Porque no lo soy—

—Tu lo eres— Presiono mi frente contra la de ella. —Eres tan hermosa como te digo.
Eres una diosa hermosa a la que solo puedo adorar—

—Pero toda mi vida mi Padre…—

—Fue un idiota. Un tonto ciego por no ver la joya justo frente a él— Beso su frente,
desesperada por que sepa la verdad de mi corazón. —Te amo, Bella—
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Ella jadea. —¿Qué?—


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—Te amo— Sostengo su cálida mirada marrón con la mía. —Desde el momento en
que te vi, diablos, antes de eso. Cuando trataste de cortarme por la mitad a través de
la puerta. Lo eres todo para mí. Nunca amaré a otra, nunca tocaré a otra, nunca
querré…—

Ella me besa fuerte. Respondo, machacando su boca con la posesividad que siento
por ella. Tiene que sentirlo, saber que lo que estoy diciendo es la verdad. Nadie ha
significado más para mí que la mujer que tengo delante. Solo desearía que lo creyera.

—Tengo que disculparme— Ella retrocede.

—No— Levantó su falda y agarró sus bragas, luego se las quitó de un tirón.

—¡Santino!— Ella agarra mis hombros mientras liberó mi polla y la muesco contra su
entrada.

—Si no le crees a mi boca, tal vez le creas a ella— Con un fuerte empujón, la empujo
hasta el fondo.

Su gemido me ilumina desde adentro, y la follo, sin darle cuartel mientras empujo y tiro
de sus caderas hacia mí. Profundo y duro, la tomo. El escritorio se desliza por el suelo,
sus uñas se clavan en mi piel, y cuando tomó su boca de nuevo, la beso de lengua
con la misma ferocidad con la que me la estoy follando.

Ella responde, su lengua peleando con la mía, ambos finalmente nos convertimos en
uno, convirtiéndonos en la pareja que estábamos destinados a ser. Porque la amo y
ahora lo sabe.

Cuando me agacho y muevo su clítoris, ella chilla. Trago el sonido y empujo profundo,
mi polla patea mientras libero mi semilla dentro de ella, cubriendo sus paredes
resbaladizas conmigo.

Cuando estamos agotados y tratando de recuperar el aliento, la acercó, abrazándola


mientras ella se aferra a mí.

—¿Me amas?— ella jadea.

—Con todo lo que soy— Beso su frente sudorosa.

Me aprieta más fuerte y nos quedamos así durante mucho tiempo. Nosotros dos. Mi
corazón en sus manos. Nuestros futuros se entrelazan como uno solo.
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—Santino— Me agarro a la cabecera y trato de mantener el equilibrio.

Lame y chupa entre mis muslos, acercándome al orgasmo. Sus dedos se clavan en mi
trasero y comienza a mecerse dentro de mí, imitando el sexo.

—¡Santino!— Gritó su nombre cuando chupa mi clítoris en su boca, su lengua se


desliza hacia adelante y hacia atrás, enviándome a la pura felicidad. Monto el orgasmo
en su rostro, mis caderas se mueven a su ritmo.

Mi cuerpo se relaja mientras Santino sigue lamiendo cada gota de mí.

—¡Oh! ¡Te estoy asfixiando!— Intento alejarme de su rostro, pero solo se ríe de mí. La
vibración es demasiado después de llegar. Me deslizo fuera de su agarre y bajó por su
cuerpo.

—Sería una manera agradable de hacerlo— Su mano se enreda en mi cabello y me


atrae para besarme. —¿Disfrutaste eso, Hermosa?—

—Sabes que siempre disfruto cuando me haces eso—

—Pero nunca lo habíamos hecho de esa manera antes— Él sonríe.

Había estado leyendo en la cama mientras Santino aún dormía. Llegué a una escena
de sexo donde una chica estaba sentada en la cara de un hombre, y no pensé que
fuera posible.

Cuando Santino se despertó y vio mis mejillas enrojecidas, supo que estaba excitada.
El hombre está aprendiendo a leerme rápidamente. Me hizo decirle lo que había leído.
Luego me mostró que era muy posible ya que me llevó a orgasmos múltiples.
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—Creo que debería ser mi turno— Beso su pecho. Sobre una cicatriz y luego sobre
Página

otra. —Mi guerrero—


—Sí, tu guerrero—

Lo miro, sin darme cuenta de que lo dije en voz alta. Realmente me gusta el sonido de
eso. Él es mío. Mi guerrero haría cualquier cosa por mí, porque me ama. Empiezo a
creer todo lo que Santino me ha dicho.

Me hace creerlo cada vez más. No voy a permitir que las cosas que mi padre plantó en
mi cabeza conviertan algo maravilloso en algo feo. No dejaré que mis inseguridades
ganen. Santino es lo único bueno que me ha pasado y nadie me lo quitará.

Sigo dejando un rastro de besos por su cuerpo mientras quitó la sábana del camino.
Su polla ya está dura. La cabeza es un poco más oscura y el semen se filtra por la
punta, lo que hace que se me haga agua la boca al probarlo. Santino se acerca y
agarra la cabecera con una mano. Lo escucho hacer un gemido.

—Hermosa, acabo de tener tu dulce coño en mi boca. Estoy nervioso aquí—

Sonrío, amando este poder que tengo sobre él. Envuelvo mi mano alrededor de su
polla y lentamente comienzo a acariciarlo. Más semen comienza a gotear de la
cabeza. Me inclino y lo atrapó con la lengua.

—Dime qué hacer—

—Todo lo que haces es perfecto. Simplemente disfruto tu boca sobre mí—

—Disfruto tener mi boca sobre ti— Lo chupo entre mis labios. Puede que nunca haya
hecho esto, pero he leído suficientes libros para tener una idea de lo que se supone
que debo hacer. Con ambas manos masajeo sus bolas mientras sigo chupando tan
fuerte como puedo, llevándolo a la parte de atrás de mi garganta.

—Mierda—Gime mientras sus piernas se tensan. La cabecera gime más fuerte. Su


mano libre se enreda en mi cabello mientras mi boca continúa moviéndolo.

—Esposa. Voy a correrme—

Solo me hace trabajar más rápido. Siento su mano apretarse en mi cabello antes de
que gruña mi nombre, y su liberación se derrame por mi garganta. No dejo de chuparlo
hasta que me aparta de él y cubre su boca con la mía. —No tienes un puto reflejo
nauseoso—
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—No lo sé— Me encojo de hombros.


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Se ríe, sacudiendo la cabeza antes de besarme de nuevo.


—Deberíamos ducharnos— Me saca de la cama. En el último mes, hemos creado
una rutina juntos. Me encanta bañarme con él. Primero me lava y luego yo hago lo
mismo. Cuando finalmente salimos de la ducha, desayunamos juntos. No sabía que
los hombres pudieran ser tan dulces. Hubo algunas ocasiones en las que casi me
eché a llorar.

—¿Te gusta este?— Doy una pequeña vuelta, mostrando mi vestido.

—Sabes que me encanta cuando usas vestidos—

—Yo también— Sonrío contra su boca antes de que me bese. A menudo, él vendrá a
buscarme a lo largo del día y me llevará a una habitación para que se salga con la
suya.

Mi estómago gruñe. Santino se aparta del beso.

—Necesito alimentarte— Toma mi mano y me lleva fuera de nuestro dormitorio y por


el pasillo. Las renovaciones van muy bien. Cuando el dinero no es un problema,
realmente puede hacer las cosas rápidamente. Este lugar está empezando a sentirse
como en casa en más de un sentido.

Cada vez que se completa algo, me apresuro a encontrar a Santino y lo hago venir a
ver el progreso. Tengo esta sensación de felicidad vertiginosa cada vez que le gusta lo
que he hecho. Probablemente podría pintar este lugar de rosa y él diría que le gusta.
Dijo que lo único que le importa es que lo convertiré en nuestro hogar.

—Hey, tortolitos— dice mi hermana Gianna cuando entramos en la cocina.

—Buenos días— Les doy a ella y a Leo una sonrisa.

—Te haré un plato— Santino agarra un plato antes de que pueda protestar. Siempre
me da demasiado. Una noche le conté cómo había sido vivir con Giuseppe. Quería
desenterrarlo y matar al hombre de nuevo después de esa conversación. Su enojo por
mi tratamiento anterior de Giuseppe solo me encendió. Encontré una buena manera
de hacer que Santino se calmara.

—¿Y cómo estás?— Froto mi mano por el vientre de Gianna.

—Bien— La miró por un segundo y noto los círculos oscuros debajo de sus ojos.
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—¿Estás preocupada?—
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—Todo es tan lindo aquí. Cuando papá se entere...— Sus palabras se susurran.
Descanso mi frente contra la de ella. —Nunca dejaría que nada te sucediera a tí ni a
mi sobrino—

—Todo estará bien, cariño— Leo la detiene y besa la parte superior de su cabeza. Ella
se funde con él. Santino me deja el plato mientras Lucky se enrolla entre mis tobillos,
un ronroneo ya vibra a través de su esponjoso cuerpo anaranjado.

—Le di mi palabra a mi esposa de que me ocuparía de esto. Gianna no tienes que


preocuparte—

—Lo sé, pero todos sabemos lo que sucederá cuando mi padre se canse de jugar a la
distancia. No quiero comenzar una guerra— Ella suspira profundamente.

Agarro su mano y le doy un apretón. —Es la única forma. No puedo entregarte. No


podré hacerlo. Incluso si me lo pidieras, no lo haría. Te encerraría en el sótano hasta
que se solucione—

Ella deja escapar una pequeña risa. Ella cree que estoy bromeando. No lo estoy. La
mano de Santino en mi cadera se flexiona. Él sabe que mis palabras son verdaderas.

—¿Señor, tiene un momento?— Pregunta Lucenzo. Su rostro es ilegible.

—Come. Vuelvo enseguida— Santino besa mi cuello.

—¿Todo bien?— Me vuelvo hacia él.

—Mi esposa se corrió en mi cara antes de ducharse conmigo. Yo diría que las cosas
están más que bien—

—¡Santino!— Golpeó su pecho, mi cara se calienta. Tanto él como Gianna se ríen.

—Leo, vienes conmigo—

Leo le da un beso a mi hermana antes de unirse a Santino. Mi esposo ha incluido a mi


mejor amigo en más y más negocios familiares y no puedo agradecerle lo suficiente.
Leo ya está aprendiendo mucho, volviéndose más fuerte y más sabio bajo la constante
tutela de Santino.

—No te vamos a entregar. No irás a ningún lado a menos que quieras. Lucharemos
hasta la muerte— le prometo a mi hermana.
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—Eso es lo que me preocupa— Se sienta pesadamente a mi lado y la rodeo con el


brazo.
—Somos fuertes. Sobreviviremos y muy pronto daremos la bienvenida a una nueva
vida en el mundo. Destruiremos a cualquiera que amenace ese futuro— Puede que no
quiera llevar el nombre de Carrera, pero esa sangre corre por mis venas. Si mi padre
quiere una guerra, estoy más que dispuesta a darle una. Ya no le tengo miedo. No con
Santino a mi lado. Me ha hecho fuerte y no tengo ninguna duda de que mi marido
cumplirá su palabra.

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—Ellos vienen— Lucenzo se apresura hacia mi oficina. No lo había visto moverse tan
rápido en un tiempo. La casa se ha ido asentando, Gianna y Leo adaptándose junto
con Bella y yo. Debería haber sabido que no duraría.

—¿Fernando?— No es realmente una pregunta.

—Si. Y dos camiones llenos de hombres—

—Él no está jodiendo esta vez— Entro en mi oficina.

—Ha venido por Gianna— Leo está tenso, una cuerda de piano a punto de romperse.

Le envió un mensaje de texto a Cato, luego abro la pared de la oficina y sacó una serie
de armas.

—¿Nuestros hombres?— Preguntó.

—Ya vigilando las puertas y apostados alrededor de la casa— Lucenzo saca su rifle
semiautomático favorito de la pared.

Guardo algunos cuchillos en mi persona, luego me cargó con dos pistolas. Leo
también hace una buena selección. Después agarró dos pistolas más y me giro para
regresar a la cocina. Lucenzo despega hacia la entrada con Leo pisándole los talones.
Saben qué hacer.

Cuando entro a la cocina, Bella tiene sus brazos alrededor de una pálida Gianna. Lo
que voy a decirles no servirá de nada, pero necesitan saber lo que se avecina.

—Aquí— Dejo las dos pistolas sobre la mesa.


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—¿Para qué es esto?— Bella me mira con ojos preocupados.


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—Ambas saben cómo usarlas, ¿verdad?— Tomó a Bella en mis brazos y la abrazo. —
¿Correcto?—

—Yo ... nosotras ... quiero decir, sí. Sabemos cómo manejar un arma— Ella me
aprieta con fuerza. —¿Están viniendo?— susurra y se inclina hacia atrás para agarrar
el hombro de Gianna.

—Si. No sé cómo irá esto. Fernando no anunció la visita, pero él y más hombres de los
habituales ya casi están aquí—

—Oh no— Gianna agacha la cabeza. —Él me estara llevando de regreso—

—Nunca— Bella casi gruñe la palabra.

—Esa es mi Hermosa esposa— Beso su frente. —Sé feroz. Sé fuerte. Me enfrentaré


a él de frente y trataré de detener una guerra antes de que comience. Pero no te
dejaré sentada aquí indefensa. Toma las armas, suban las escaleras y se encierran en
nuestra habitación. Hagan una barricada en la puerta—

—Deja vu— murmura Gianna. —Todo de nuevo. Matanza—

—No esta vez— Doy un paso atrás y tomó el rostro de Bella, y lo memorizo de nuevo,
dejándola en la memoria en caso de que tenga que llevar su imagen conmigo al
abismo más profundo del infierno. Ella es mi ángel que cobra vida, el espíritu que se
mueve, la estrella que me guía.

—Te amo— La beso fuerte, demasiado fuerte. Pero no puedo dejarla sin dejar un
pedazo de mí. Así que le doy una muestra de mi amor, mi devoción.

Y cuando me aparto, hay lágrimas en sus ojos. —Yo también te amo— ella agarra la
pistola que está sobre la mesa y toca la otra. —Nadie te va a llevar a ti o a mi
hermana lejos de mí. ¿Entiendes?— Revisa el cargador, luego la recámara, carga una
ronda y luego quita el seguro.

—Mierda, eso estuvo caliente— Agarro sus caderas y la atraigo para darle un beso
más.

—Santino— suspira mientras nos separamos.

Rezo una oración silenciosa para que este abrazo no sea el último.
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Gianna toma la otra pistola y las acompañó al pasillo, luego a las escaleras.
Página

—Ve, date prisa— Puedo escuchar motores acercándose. —Ya casi están aquí—
Gianna se apresura a subir las escaleras, con una mano en el estómago.

—No me dejes— Bella agarra mis hombros. —No lo hagas. Te acabo de encontrar.
No puedo soportar perderte—

—Nunca me perderás, Bella. Soy tu guerrero y lucharé por ti hasta mi último aliento—

Presiona otro suave beso en mis labios. —Eso es a lo que tengo miedo— Girándose,
sigue a Gianna por las escaleras, y escuchó la puerta de nuestra habitación cerrarse y
los muebles raspando el piso. Tiene una pistola y otro escondite secreto que cree que
no conozco. Si alguien viene por ellos, derribará a todos los que pueda. Porque ella es
una luchadora. Porque ella es fuerte. Y porque ella es mía.

Me doy la vuelta y caminó hacia la puerta principal, luego la abro de par en par.

Un sedán negro se detiene junto a la fuente de mármol y se abre la puerta trasera.


Fernando sale, con una sonrisa de zorro en su rostro mientras se acerca.

—¿Qué bienvenida es esta para tu suegro?— grita mientras dos camiones de sus
soldados se detienen y aplastan el nuevo jardín que Bella acaba de instalar ayer.

—¿Por qué estás aquí, Fernando?— No me muevo de la puerta. No es bienvenido


aquí. Así no.

—He venido por mi hermosa hija—

Yo sonrío. —Me temo que ya me casé con ella. Ella es una Baldoni y solo me
pertenece a mí—

—Sabes a quién me refiero— Su fachada ya se está desvaneciendo, la crueldad se


instala mientras me mira.

—Gianna prefiere quedarse aquí— Me encojo de hombros.

—No importa lo que ella prefiera. Ella es mi hija. Volverá a casa—

—¿Por qué ahora?—

Él mira más allá de mí, claramente enojado porque no lo he invitado a entrar. —Ella
se va a casar. Encontré un pretendiente —
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—¿Lo tienes? ¿Y quién es ese?— Me cruzo de brazos.


—Eso no es de tu incumbencia— Señala con la barbilla a sus hombres.

Todos se mueven detrás de él. Armados hasta los dientes, hay 20 de ellos, y a cada
uno le encantaría hacerse un nombre al acabarme. Tendrían que ponerse en fila. Me
han apuntado más veces de las que puedo contar, y siempre soy el último en pie.

—Es mi preocupación. Verás, Gianna está ahora bajo mi protección. Teme por su
seguridad si regresa a tu casa—

—Mentiras— Entrecierra los ojos. —No he hecho nada más que adorar a esa chica.
Entrégamela, Santino. Házlo ahora, antes de que las cosas se volteen—

Levantó la mirada a sus soldados. —Parece que las cosas ya están de lado. Después
de todo, trajiste un pequeño ejército a la casa de mi familia. A la casa donde duerme
mi esposa, donde mis hijos algún día jugarán— Mantengo mi rabia bajo control.
Apenas. Pero parece que no te importa insultarme de esta manera. —Aunque te he
dejado pasar por mis puertas. A pesar de que podría haberlos matado a todos con la
ametralladora calibre .50 escondida en el viñedo delantero. No lo hice. Por respeto.
Pero no me has mostrado el mismo respeto—

—Puedes amenazarme todo lo que quieras, pequeño capo. Todos sabemos que no te
mereces una novia Carrera. Eres más fuerte que Giuseppe, pero no tienes nombre. No
eres un Davinci. Eres un Baldoni— Dice mi nombre como una maldición. —Un don
nadie. Debería haberte matado y haber recuperado a Bella. Dársela a un capo de bajo
nivel que la trataría como se merece y la pondría en su lugar— Señala con la mano la
propiedad. —No malcriarla y poner mentiras en su cabeza sobre su belleza— Él ríe.
—Ella es una perra, así que tal vez sea apropiado que se case con un perro callejero
como tú—

—Sal. Ahora— Lo miro. No tiene idea de que estoy flotando sobre el filo de un cuchillo.
Quiero matarlo ahora mismo, en este mismo segundo. Puedo verlo en mi mente,
sangrando mientras sus hombres abren fuego y se desata el infierno. La única razón
por la que no lo hago es porque Bella y Gianna están arriba. Pero ha sellado su
destino. Mataré a Fernando por insultar a mi Bella. Es un hombre muerto.

—¡Dame a Gianna!— grita.

—De ninguna manera—

Da un paso atrás y levanta una mano. —¡Matenlos!—


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El sonido de disparos rápidos atraviesa la casa y hace que mi estómago se revuelva.

Gianna aprieta mi mano con fuerza. —Va a estar bien— Intentó tranquilizarla no solo
a ella, sino a mí también. Mi corazón se acelera, pero sé que no hay nada que pueda
hacer. Por mucho que quiera correr escaleras abajo y asegurarme de que mi Santino
esté bien, no puedo dejar a mi hermana embarazada aquí sola. Y yo muy bien podría
estar embarazada en este momento. Necesito ser inteligente en mi toma de
decisiones. Me ha mantenido a salvo tanto tiempo. Mi capacidad para no actuar por
emoción nos ha mantenido vivos hasta ahora. El único problema con esa línea de
pensamiento es que desde que lo conocí, Santino es la única persona que me hace
actuar con pura emoción.

Más disparos resuenan en la casa. Parece que se acercan.

—Al armario— Mantengo mi agarre en la mano de Gianna mientras la llevo conmigo,


luego abro la puerta del armario y caigo de rodillas. Empujo el panel de la pared
trasera hasta que aparecen las armas ocultas. Sacó un cuchillo y lo deslizó en mi
manga antes de volverme hacia Gianna.

—Entra— Señaló el armario oscuro.

—Vienes conmigo— Sus ojos están muy abiertos, desesperados.

—No. Si vienen a buscar, puedo decirles que estás en otra habitación. Cuando me
saquen a rastras, tendrás la oportunidad de escapar—

—¡Sacarte!— Ella agarra mi brazo con fuerza.

—Mejor una de nosotros que las dos. No puedo soportarlo. Tú y el bebé deben estar a
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salvo—
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—Deberías estar aquí. Han venido por mí. No me matarán. Ellos me necesitan—
Ojalá sus palabras fueran verdaderas, pero su evidente embarazo ha hecho que su
importancia para mi padre sea nula y sin valor. —No tengo idea de cuál será la
reacción de mi padre cuando vea esto. Pero sé que no será bueno — Paso mi mano
por su estómago.

Cierra los ojos, sabiendo que tengo razón.

—Tenemos esto— Me acercó y quitó el seguro de su arma.

Ella me agarra y tira de mí para darle un fuerte abrazo.

La aprieto un poco más fuerte de lo normal, ambas sabiendo que esta podría ser la
última vez que lo hagamos.

—Te quiero—

—Yo también te quiero— Giró la cabeza y beso su mejilla.

—Si mueres, nunca te perdonaré—

Yo sonrío. —Intentaré recordar eso— Un sonido en la puerta me hace girar la cabeza.


—Ve, ahora— le susurro.

Gianna da un paso atrás cuando cierro la puerta del armario y luego corro hacia el
centro de la habitación. Alguien tira la puerta, tratando de abrirla. Debato si debiera
apuntarle con mi arma, pero eso podría hacerlos disparar. En todo caso, simplemente
me llevarán.

Tiró la pistola sobre la cama, escondiéndola debajo de una almohada mientras alguien
golpea contra las puertas dobles que crujen. ¡Maldita sea! Esas son completamente
nuevas. Otro fuerte empujón y la puerta se abre de golpe con trozos de madera
cayendo al suelo.

—Bella— Renzo me da una sonrisa malvada que hace que mi piel se erice.
Apuntándome con su arma.

—En realidad te ves bastante bien estos días— Sus ojos viajan por mi cuerpo y
vuelven a subir. —Me pregunto qué va a hacer papá contigo después de que mate a
tu marido— Se lame los labios y se acerca a mí. Doy un paso atrás y corro hacia la
cama. —Si tan solo tuviéramos más tiempo— Levanta la mano para tocarme la cara y
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yo la aparto.
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Su otra mano se levanta y me golpea fuerte. Grito y mi oído comienza a zumbar por la
fuerza del golpe. El sabor de la sangre está en mi lengua.

—Aléjate de ella—Gianna abre el armario, apuntando con su arma a Renzo.

—Y ahí estás— Él sonríe. —¿Sabes siquiera cómo usar eso?—

—Supongo que lo vamos a averiguar— Ella la empuja hacia él.

Renzo me agarra y me pone frente a él. Apunta con su arma a mi hermana pequeña.
No era así como se suponía que iba a ir.

—¡Detente!— Gritó.

—Shh— Aprieta su antebrazo contra mi garganta. —Baja el arma, Gianna. Te vas a


lastimar y no podemos permitirlo—

—No le escuches, Gianna— El brazo de Renzo alrededor de mi cuello se aprieta aún


más. Levantó una mano e intentó apartarla.

—Podría matarla—

Los ojos de Gianna se llenan de lágrimas. —No—

—Tienes esto— le digo, manteniendo mi voz tranquila. Sus ojos se cruzan con los
míos. El cuchillo se desliza por mi brazo lo suficiente para que pueda envolver mis
dedos alrededor del mango. Mantiene los ojos fijos en Renzo, pero sé por la expresión
de su rostro que ha visto el cuchillo.

—Deja de joder y suelta el arma, estúpida perra. Estoy harto de los juegos. Sigue así y
te haré mirar mientras me follo a tu querida hermana aquí—

—No creo que puedas manejar a mi hermana, Renzo— dice Gianna.

—Definitivamente no— estoy de acuerdo mientras levanto mi mano antes de bajarla


tan fuerte como puedo, la navaja se incrusta en su muslo. Deja escapar un grito. Caigo
al suelo, luego el sonido del disparo suena en mi oído. Entonces Renzo se ha ido.
Escucho el fuerte golpe antes de que el cálido rocío de sangre golpee mi cuello y
espalda. Me vuelvo a mirar a Renzo, el disparo está justo en el centro de su frente.

—Santísima Virgen, ese fue un buen tiro— Le sonrío a Gianna.


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—Me enseñaste bien— Ella deja caer su brazo a su lado, y yo corro hacia la cama y
agarro mi arma.
Podemos abrazarnos más tarde. Ahora mismo, necesito hacer mi parte para proteger
a mi familia. Porque escucho que algo se dispara por el pasillo y viene hacia nosotros.
Hemos ganado esta primera ronda, pero lo que sea que venga suena como si fuera
una fuerza a tener en cuenta.

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Irrumpo a través de las puertas destrozadas y encuentro a mi novia y a su hermana.
No puedo parar, no hasta que pruebe sus labios. Cuando la beso, el derramamiento
de sangre de los últimos minutos desaparece y ella es todo lo que queda. Mi corazón y
mi alma.

Echándome hacia atrás, ahuecó su mejilla con una mano y miró el cuerpo en el suelo.
—¿Estás bien?—

—Bien—

—Lo maté— agrega Gianna en un tono servicial.

—Escuché el disparo, y yo sólo…— Niego con la cabeza. —Acabo de perder la puta


cabeza— Beso a Bella de nuevo.

Más disparos suenan detrás de la villa y escucho a Lucenzo gritar órdenes.

—Quédate aquí— Retrocedo, luego jalo la cómoda hacia las puertas destrozadas.
Escóndete en el armario.

—Quiero pelear— Bella lo sigue.

—Yo sé que lo quieres— No puedo creer el amor que siento por ella en este
momento. —Pero tú eres mi fuerza. Mientras estés a salvo, puedo hacer lo que
desee. Matar, lastimar, conceder piedad, pero te necesito a salvo. A ti y a tu
hermana—

—¿Leo está bien?— Pregunta Gianna.


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—Bien. Resultó ser útil— Le doy a Bella una última mirada. —Te amo, Hermosa—
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—Te amo— dice mientras cierro las puertas y me dirijo por el pasillo.
—Nos superan en número— Leo se encuentra conmigo al pie de las escaleras.

—¿Qué tan mal?—

—Malo— Lucenzo se apresura por el pasillo. Siete de nuestros hombres han caído,
tres muertos. Fernando y sus muchachos se esconden en el viñedo y nos están
eliminando

—¿El viñedo?— Saco mi teléfono y envió otro mensaje rápido, luego lo guardo. —
Diles a los hombres que se agachen— Señaló, y Lucenzo se retira. —Leo, conmigo—

Leo me sigue mientras me dirijo a la biblioteca y, a través de la entrada secreta, pedí a


nuestro contratista que agregara detrás de una de las estanterías. Bella dijo que era
muy "útil" tenerla instalado. Al abrir la puerta, me recibe la noche y el muro de nuestro
jardín. Nada se mueve, aunque los gritos de dolor atraviesan el paisaje.

Le indico a Leo que me siga mientras me arrastro por el costado de la casa, luego me
lanzo hacia la pared del jardín. Continuó hacia el frente de la finca donde se cultivan
las exuberantes flores y las vistosas vides de uvas experimentales.

Agachados, nos quedamos callados y suspiro de alivio cuando llegamos a la ubicación


de la calibre .50 sin ser detectados.

—¿Cómo lo moveremos?— Leo susurra.

—Ruedas— Me agacho, agarro la hierba falsa y la arpillera que cubre la máquina y la


jalo hacia atrás. Se cortó la energía en toda la casa, por lo que el mecanismo para
levantarla no funcionará. Un defecto de diseño, sin duda, y uno que remediaré. Hay
una manivela colocada en el hormigón al lado para levantarla manualmente, y
empiezo a trabajarla. Pero es chirriante como el infierno.

Yo paro. —Mierda—

—Yo te cubriré— Leo se arrastra hasta la siguiente fila de enredaderas y luego


desaparece.

Sigo girando la manivela hasta que la calibre .50 se coloca en su lugar. Agachado,
empiezo a aflojar los seguros de las ruedas que lo mantienen en su lugar. La pistola es
grande, las cerraduras son resistentes, por lo que requiere fuerza. Casi lo tengo listo
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cuando un disparo rebota en el metal y casi me arranca la cabeza.


Dejándome caer al suelo, corro alrededor del metal y me pongo boca abajo. En la
Página

oscuridad, todo parece fundirse en uno, pero hay movimiento. En algún lugar, hay un
enemigo. Solo tengo que quedarme quieto y esperar. Pero los disparos desde la parte
trasera de la villa me dicen que no tengo mucho tiempo.

—Joder— maldigo en voz baja. La espera está pasando factura, y mi preocupación


por Bella crece a cada segundo. —Muévete, idiota. Muévete— Miró con atención la
noche oscura, pero no veo nada.

Estoy a punto de aparecer y correr el riesgo cuando suena un disparo y algo cae al
suelo unas filas más allá.

Mirando hacia atrás, encuentro a Bella detrás de mí, pistola en mano.

—¡Bella!— Me pongo de pie de un salto y disparo mi propio tiro, matando al soldado


detrás de ella que acaba de aparecer en la fila.

Ella grita y corre hacia mí. —No lo vi—

La tomo en mis brazos. —¿Qué estás haciendo aquí? ¿Dónde está Leo?—

—Con Gianna. Puedo ayudar— Ella se suelta de mi agarre y mira la maquinaria. —


Una calibre .50—

—Si— Quiero decirle que vuelva adentro, que se mantenga a salvo, pero cuando
agarra la parte trasera del soporte del arma y comienza a empujar, me uno a ella. —
No deberías estar aquí—

—¿Por qué es eso?— Ella aprieta los dientes mientras ganamos impulso, el arma se
tambalea mientras nos movemos por el terreno y por el costado de la casa.

—Porque te amo—

—Yo también te amo. Entonces eso no tiene sentido—

—Demasiado peligroso— Empujo con fuerza para llegar al patio de mármol junto a la
piscina. Algunas balas rebotan en la parte delantera del arma, pero está blindada.
Estar de regreso aquí es el lugar más seguro de la propiedad en este momento.
Pasamos junto a mis hombres heridos, algunos de ellos muertos.

—¿Fernando sigue vivo?—


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—Creo que sí— Reduzco la velocidad cuando llegamos al comienzo del viñedo, luego
me detengo cuando pasamos el muro de piedra.
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La tomó de los brazos y la empujó detrás de la piedra centenaria. Quédate aquí y
cúbrete los oídos.

—Puedo ayudar— Intenta levantarse.

—Lo hiciste— La besó con fuerza mientras el cangrejo Lucenzo camina hacia nosotros
desde el otro lado del jardín. —Bloquea las ruedas— le ordenó, luego regresó a mi
hermosa alma. —Prométeme que te quedarás abajo—

Ella se muerde el labio, luego asiente. —Lo prometo—

—Bien— Beso su frente, luego saltó a la maquinaria.

Estos viñedos son más antiguos que cualquier cosa que pueda recordar, pero es hora
de algo nuevo. La línea Carrera termina junto con las enredaderas frente a mí.

—Oídos— le digo a Bella, y ella presiona sus palmas contra ellos.

Con un grito de guerra, empiezo a disparar. Las enredaderas se rompen


inmediatamente bajo el ataque. El jugo de uva y la sangre se mezclan, regando la
tierra mientras disparo sin descanso, derribando a cualquier hombre Carrera a mi
alcance. El estruendo es insoportable, el retroceso lo suficientemente fuerte como para
romper una costilla, pero me aferro al aparejo y disparo hasta que la máquina se
vacía.

Cuando el humo se aclara, todo es destrucción, los viñedos reducidos a ruinas y los
cuerpos ensuciando las hileras.

Salto del arma y me siento junto a Bella, luego espero a que cese el zumbido en mis
oídos. El movimiento en la esquina de mi casa me llama la atención y levanto mi arma.

Pero es Cato. Ha traído un pequeño ejército con él, por lo que parece, y se dispersan
por la villa.

—Ya era hora joder— grito y me pongo de pie, luego ayudo a Bella a levantarse, con
cuidado de guiarla detrás de la seguridad del arma blindada.

—¿Nos lo perdimos?— El sonríe.

—Estúpido— Sonrío y lo abrazo.


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Estoy a punto de regañarlo un poco más cuando un grito sale de la casa y alguien cae
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por la ventana del dormitorio principal.


Me estremezco cuando mi padre golpea el suelo implacable. El sonido de varios
huesos rompiéndose al mismo tiempo no es uno que pronto olvidaré. Levantó y giró la
cabeza hacia la ventana y encuentro a Leo parado allí. Probablemente debería
sentirme triste, pero no es así. Lo único que siento es alivio al saber que mi hermana
finalmente estará a salvo.

—¿Esto se siente bien?— Le gritó. Sé que se sintió bien viéndolo. Mi padre era un
hombre horrible que probablemente se salió con demasiada facilidad. No me verás
derramar lágrimas por eso.

—Demasiado jodido tiempo esperando— Mi hermana viene detrás de él. Leo se gira y
la agarra antes de darle un profundo beso como si estuvieran en una portada
romántica. No tengo ninguna duda de que le encanta cada segundo.

Santino me rodea con el brazo y me empuja hacia su gran cuerpo. Descanso mi


cabeza en su pecho. —Gracias— Inclino mi cabeza para mirarlo. Pasa su mano por mi
mandíbula.

—Nunca tienes que agradecerme por proteger a mi familia—

—Entonces gracias por amarme—

—Eso tampoco—

—¿Por dejarme disparar a algunos de los malos?—

Santino me da esa hermosa sonrisa suya mientras se inclina y roza su boca contra la
mía.
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—Ella me gusta—
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Santino rompe el beso.


Aflojo el agarre de su camisa y me vuelvo para mirar a Cato. Había olvidado que
estaba aquí.

—Tenemos que hablar de algunas cosas— Cato mira a Leo y Gianna y luego al
viñedo destruido. Este lugar es un desastre.

—Cosas que no pueden esperar— Cato es todo negocio.

Empiezo a alejarme de Santino para que pueda ir con Cato.

—Primero déjame ver a mi esposa. Creo que debería traer a Leo también—

—Tu oficina en 15. Le dije a mi tigresa que estaría en casa para cenar— Cato se
vuelve para marcharse.

—Puedo ver por mí misma si necesitas ir— No quiero dejar el lado de Santino.

—No, necesito hablar contigo primero. Todo lo demás tendrá que esperar— Toma mi
mano y me lleva de regreso a la casa. Gimo cuando veo la destrucción total que
causaron los matones de mi padre.

—Gracias a Dios eres rico— murmuró.

Santino suelta una carcajada tan fuerte que me asusta por un segundo. —¿Qué? Esto
va a resultar caro. Fue caro la primera vez. Y ahora…— Niego con la cabeza.

—No hay nada que sea demasiado caro cuando se trata de la felicidad de mi
esposa— Acelera el paso. Sea lo que sea de lo que tenga que hablarme debe ser
muy importante, porque prácticamente estoy corriendo para seguirle el ritmo en este
momento.

—Necesitamos un minuto— les dice Santino a mi hermana y a Leo cuando entramos


en nuestra habitación. —No vayas muy lejos, Leo. Tenemos una reunión en mi oficina
en diez—

—Estaré allí— Toma la mano de Gianna y la saca de la habitación.

Santino cierra las puertas rotas lo mejor que puede. Con dos zancadas largas me está
levantando. Su boca toma la mía en un beso febril. Este beso es diferente a cualquier
otro antes. Después de devorarme, separa su boca de la mía, dejándonos, tratando de
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recuperar el aliento.
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—No pensaste que ibas a vivir, ¿verdad?— Clavo mis dedos en sus hombros. Por eso
me besó así. Pensó que nunca volvería a besarme.
Me desliza por su cuerpo hasta que mis pies tocan el suelo.

—Era una posibilidad. Haré lo que tenga que hacer si eso significa protegerte—

Niego con la cabeza. —Eso es dulce y todo, pero no puedo perderte. Prométeme que
nunca me dejarás—

Me mira a los ojos.

—No, júralo—

—Nunca te dejaré—

Acercó su boca a la mía, necesitando sentirlo contra mí, aunque solo sea por unos
segundos.

—Hermosa, tienes que entender que tu vida siempre será lo primero—

Empiezo a hablar, pero él pone su dedo sobre mis labios. —Si mueres, estoy casi
muerta. No habría forma de que pudiera pasar el resto de mis días aquí sin ti. La vida
no tendría sentido para mí. Tu muerte acabaría con dos vidas—

Respiro profundamente.

—Puede que no te guste, pero no puedo cambiar la forma en que me siento en ese
sentido—

Me encojo de hombros. —Lo haré mejor para no meterme en situaciones—

—Situaciones— Él sonríe antes de dejar caer su frente sobre la mía. —Nunca conocí
el miedo antes de hoy—

—Estoy bien— Veo el leve temblor de sus manos. Agarró las suyas con las mías y
entrelazo nuestros dedos. A pesar de lo aterrador que fue hoy, con mi preocupación
por perder a este hombre, sé que ese es el precio que pagas por amar tanto a alguien.
Que algún día te los puedan quitar, Dios no lo quiera. Pero vale la pena. Incluso una
noche con Santino hubiera valido la pena. Nadie me ha hecho sentir nunca como este
hombre. Nadie me ha amado nunca como solo él puede.
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Deja escapar un largo suspiro. Se nos acaba el tiempo y sé que mi marido tiene más
cosas que decir. —Eres una Carrera—
Página

—Lo soy. Ese nombre solía significar algo—


—Todavía puede ser. Te pertenece a ti y a tu hermana. Lo recuperaste y ahora todo te
pertenece. La mayor, y definitivamente la más feroz—

—Pensé que simplemente expandirías tu área, te harías cargo de todas las


propiedades de mi padre— Nunca había pensado en él dándome las riendas del
imperio que construyó mi familia. ¿Significa eso que tendría que volver a casa? No,
ese lugar nunca fue mi hogar. Santino es mi hogar. Él es el único lugar
verdaderamente seguro que he conocido.

Él suspira. —Si eso es lo que quieres que haga, puedo, pero hay un trato. Si te haces
cargo de Carrera …—

Aguanto la respiración esperando a que me diga qué es.

—No tienes permitido regresar y quedarte en esa casa. Ya no eres solo una Carrera;
eres una Baldoni y te necesito a mi lado— Mis ojos arden con lágrimas. Nunca en un
millón de años hubiera predicho este resultado cuando Santino vino aquí reclamando
todo como suyo.

—¿Crees que alguna vez te dejaría?— Levantó la barbilla en desafío.

—Realmente no te estaba dando la opción—

Intento seguir mirándolo, pero una sonrisa gana. —No quiero el nombre de Carrera.
Quiero mi nombre Bella Baldoni—

—Dios, te amo, Hermosa— Me vuelve a besar, fuerte y salvaje, como él.

Pero me le escapó. —¿Entonces, qué hacemos?—

—Tengo una idea. ¿Confías en mí?—

—Sabes que lo hago. Creo que confío en ti más que en mí misma, para ser honesta—

—El sentimiento es mutuo, Hermosa— Toma mi mano. —Tenemos negocios—

—¿Voy a la reunión?— Pregunto, sorprendida.

Él levanta una ceja. —Ahora eres la jefa de la familia Carrera, ¿no es así?—
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Bueno, diablos. Supongo que soy yo.


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Apuesto a que mi padre nunca lo vio venir.


Bella llora en mi hombro, su pañuelo ya está lleno de lágrimas. Le doy otro y la rodeo
con el brazo.

—Ven ahora— le susurro.

—Es tan hermoso— Agita una mano hacia el cenador cubierto de flores rosas y
blancas donde Gianna y Leo acaban de hacer oficial su unión.

Me agacho y apoyó una mano sobre su creciente vientre. —Justo como tú lo eres—

Ella solloza. —Estoy tan feliz. Dime que todo esto es real. Que estoy casada con el
hombre que amo, que Gianna y Leo están casados y que pronto seré tía—

Beso su cabello. —Todo es cierto, Hermosa. Cada palabra. Leo y Gianna ahora
están a cargo del nombre y la línea Carrera. Todos estamos a salvo, unidos. Baldoni,
Davincis y Carrera—

—Para siempre, ¿verdad?— Ella me mira, sus grandes ojos marrones todavía están
llenos de lágrimas. —¿Las cosas serán así para siempre?—

—Nada dura para siempre— Paso mis dedos por su suave garganta. —Excepto mi
amor por ti— La beso, saboreando sus lágrimas saladas y las punzadas de alegría,
miedo que parecen estar en guerra dentro de ella. Ella siente todo estos días, pero eso
era cierto antes de que ella tuviera a mi hijo. Bella es sensible y amable, pero también
fuerte cuando necesita serlo. Su armadura está reservada para otros. No hay muros
entre nosotros, ella y yo somos uno.

Echándose hacia atrás, sonríe. —Vamos a buscar pastel—


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—Como desees, Hermosa— Me levanto y la ayudó a levantarse, luego pasó junto a la


pequeña serie de sillas blancas. Cato y Apollonia están sentados en la última fila. Me
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alegro de que no haya niños en el evento, porque lo que están haciendo


probablemente sea demasiado explícito para los ojos de los jóvenes.
—Ah, tigresa, siempre corres tan caliente por mí— Cato hace un gruñido sexual que
espero no volver a escuchar nunca más mientras la jala a su regazo.

Bella se ríe mientras nos apresuramos a entrar en la casa de huéspedes detrás de la


villa Carrera. Me niego a dejar que ponga un pie en la casa donde su padre abusó de
ella, pero hice una excepción por la casa de huéspedes. Después de todo, como dijo
Bella, hay pastel. Yo nunca le negaría eso.

Leo y Gianna se sonríen mutuamente mientras cortan el sueño de cuatro niveles en


blanco y rosa, la pequeña multitud de amigos cercanos y aliados vitorea mientras se
alimentan mutuamente con bocados de dulce.

El estómago de Bella gruñe.

—Siéntate, mi perfecta esposa— La acomodo en una silla junto a la glorieta de la


terraza, la vegetación la rodea como un halo. —Te traeré una rebanada doble—

—Oh, no tiene que ser tan grande— dice, pero luego se lame los labios.

—Entonces, una rebanada triple— Beso su frente y voy a buscar su pastel.

Pasamos la tarde charlando entre nosotros y con las familias presentes. Leo y Gianna
bailan, y no pierdo tiempo en llevar a Bella a la pista.

—¿Desearías que hubiéramos tenido una ceremonia, una más grande, quiero decir?—
Preguntó mientras nos balanceamos con la música.

—No— Apoya su mano sobre mi corazón mientras la mezo a ella y a nuestro feto
lentamente bajo el cielo iluminado por la luna. —Creo que la forma en que nos
casamos, fue la única forma en que pudo haber sucedido. Y amé cada momento,
aunque en ese momento sentí que me habías robado— Suspira soñadora. —Ahora
es uno de mis mejores recuerdos—

¿Por qué dice cosas que hacen que mi corazón se haga papilla? Soy un jefe de la
mafia, maldita sea, no un tonto enamorado. ¿Pero con ella? Con ella, supongo que
soy ambos.

Sus pestañas empiezan a bajar y sé que tiene que estar agotada.


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—Llévala a casa— dice Gianna mientras Leo la hace girar a nuestro lado. —El primer
trimestre es el peor—
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—¿Te gustaría ir a casa, hermosa?—


Ella me mira, la luz de las estrellas brillando en sus ojos. —Quiero ir a donde sea que
estés—

Comencé como una rata callejera, me convertí en soldado y luego me convertí en uno
de los hombres más poderosos de toda Italia. Pero nada de eso se compara con la
mujer en mis brazos. Su fuerza, su inquebrantable devoción por su hermana y ahora
por mí. Puede que sea un hombre poderoso, pero también soy el hombre más
afortunado del mundo por haber ganado una novia así. Aunque, tal vez ella tenía
razón, y no la gané exactamente. No, para atrapar el corazón de una mujer como
Bella, tienes que robarla. Y eso es lo que hice.

El mejor movimiento de mi vida no fue mi lealtad a Cato ni siquiera mi ascenso a la


cabeza de mi poderosa familia. Nada de eso importa cuando fueron simples pasos en
mi camino hacia ella. Mientras me balanceo con ella al ritmo de la música suave, me
queda claro que la elección más inteligente que he hecho nunca no tuvo nada que ver
con los negocios o el poder, fue cuando me robé a mi hermosa novia.

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—Creo que voy a ser una princesa— Aliana da vueltas, su vestido se abre en abanico
en tonos rosa y morado.

—¿Princesa de qué?— Leoni sonríe desde el interior de su fuerte improvisado. —¿De


la Tierra de Estúpidos?—

—¡Oye!— ella pisa fuerte hacia su fortaleza y golpea la parte superior de la almohada.
—¡Retira eso!—

—Aquí vamos— Yo suspiro.

—¡No te metas con mi fortaleza!— Agarra la almohada, haciendo que toda la


estructura se derrumbe y envíe almohadas y sábanas en cascada al suelo de la sala
de juegos.

—¡Niños!— Niego con la cabeza. —¿Por qué no pueden jugar amablemente?—

—Porque Leoni es un idiota, por eso— Aliana resopla y patea una de las almohadas,
su pequeño tacón de Cenicienta sale volando con el movimiento.

¿Cómo me las arreglé para tener dos hijos obstinados? Dos niños que se muerden el
cuello la mitad del tiempo, y la otra mitad se ríen tontamente y son cómplices como
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ladrones.
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—Puedo ser un idiota, pero al menos no soy la princesa de la Tierra de lo Estúpidos
como tú— Él le arroja una almohada.

Es pequeña, solo ocho años, pero agarra la almohada y se lanza hacia él.

Lo que sigue es una pelea de almohadas que me hace gritar para que se detengan y
al final se derrumban en risas.

—Estoy tratando de tener una reunión— Santino asoma la cabeza en la sala de


juegos, con un tono de regaño en su voz.

Oculto mi sonrisa detrás de mi Kindle. Los niños nunca pueden saber cuándo está
hablando en serio o haciendo tonterías, pero yo sí. ¿Y en este momento?
Definitivamente son tonterías.

—Leoni comenzó— Aliana habla primero. —Dijo que yo era la princesa de la Tierra
de los Estúpidos—

—Porque lo eres— responde.

—¿Tierra de los Estúpidos?— Santino abre la puerta y entra, su traje de diseñador le


pega en todos los lugares correctos.

Me lamo los labios.

Él lo nota.

Incluso después de todos estos años, parece que todavía no podemos quitarnos las
manos de encima.

—Si ella es la princesa de la Tierra de los Estúpidos, ¿en qué me convierte eso?—
Santino cruza los brazos sobre su ancho pecho.

Leoni traga saliva. —¿Eres el, um, Rey de la Tierra de los Estúpidos?—

Santino pisa fuerte hacia él, pero para crédito de Leoni, no se inmuta. Se parece
demasiado a su padre: siempre está buscando pelea.

Aliana corre hacia Santino y él la levanta.


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—¿Al menos somos de la realeza?— Él besa la punta de su nariz.


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Ella asiente. —¿Y sabes qué es Leoni, si tú eres el rey y yo la princesa?—


—Por supuesto— Santino extiende una mano. —Ven aquí, príncipe de la Tierra de los
Estúpidos—

Leoni sonríe tímidamente y abraza a su padre. Los tres juntos son más de lo que
pensé que tendría, y me encanta verlos.

Pero Santino no me va a dejar fuera. —Ven, Reina de la Tierra de los Estúpidos,


tengo algunos asuntos que tenemos que discutir— Besa a Aliana en la mejilla, luego a
Leoni, después se vuelve hacia mí y me ayuda a ponerme de pie. —Niños, quédense
aquí y sean buenos. Necesito que vigilen nuestro reino mientras hablo con la reina—

—Sí, señor— Leoni hincha su pecho, la viva imagen de su padre, y Aliana hace una
reverencia femenina.

—¿Qué asunto?— Le pregunto mientras me lleva por el largo pasillo hasta nuestro
dormitorio.

—Creo que sabes qué negocio— Me da una sonrisa diabólica mientras me hace girar
y me clava en la puerta.

Si lo sabía. Y sí, estoy bastante desesperada por ocuparme de este negocio. Santino
me vuelve loca, me hace tan necesitada de su toque. Me encanta que lo necesite, que
pueda ser vulnerable con él.

—Me tientas todo el tiempo, Hermosa. Todo el maldito tiempo. ¿Sabes que? No puedo
pasar sin tocarte, sin probarte —

—No te detengas— Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.

Los latidos de mi corazón se aceleran, y cuando alcanza mi falda, tirando de ella hasta
mis caderas, me muerdo el labio.

—Ellos oirán— Grito cuando me levanta.

—Están ocupados gobernando la Tierra de los Estúpidos— Se encoge de hombros y


se desabrocha los pantalones, luego se mete en mi entrada..

Gimo cuando él se envaina dentro de mí, llenándome y enviando chispas de deseo


corriendo a través de mí.
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—Oh, mi Belleza— Reclama mi boca mientras empuja, golpes largos y firmes que me
mantienen clavado a la puerta.
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Me abro más, tomándolo todo, obteniendo esa fricción perfecta justo donde la
necesito.

—¿Es así? ¿Es ahí donde lo necesitas?— Se aprieta contra mí, su boca en mi
garganta y una mano alrededor de mi espalda. Su otra mano está en la copa de mi
pecho, su pulgar acaricia mi pezón a través de la tela.

—Sí. Más, Santino. Más—

Él empuja hacia abajo, cada golpe a la perfección. Mi excitación se arremolina más y


más alto hasta que alcanzo la cresta, mi liberación me recorre mientras él cubre mi
boca.

Es tan sucio y erótico la forma en que me mantiene callada, y luego se une a mí, sus
caderas apretadas contra las mías, mientras se derrama dentro de mí. Gimo contra su
palma, tomándolo todo y saboreando nuestra conexión, nuestro calor.

Cuando ambos estamos sudorosos y jadeando, saca su mano de mi boca y me besa


suavemente.

Acaricio su mejilla, pasando mis dedos por sus cicatrices nuevas y viejas. —¿Nuestro
negocio ha concluido entonces?—

Sonríe y me lleva a la cama, acostándome y cubriéndome con su cuerpo. —Nunca,


Hermosa mía. Y nunca lo estará—

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MINK escribe romances dulces y salados que siempre satisfacen con un felices para
siempre. El trabajo de sus sueños es el de editora en jefe en Cat Fancy, y se la puede
encontrar con un gatito en su regazo, su Kindle en la mano y una taza de café
humeante a su lado 114
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