Está en la página 1de 12

¿Con qué me quedo de la Historia de la Teología Medieval?

______________________________________________________________________
Siguiendo a Joseph Ratzinguer podemos decir que: «Los Padres llegaron a ser los
iniciadores del método racional aplicado a los datos de la Revelación, y promotores
esclarecidos del intellectus fidei que forma parte esencial de toda auténtica teología. Su
cometido providencial fue no sólo defender el cristianismo, sino también repensarlo en
el ambiente cultural greco-romano; encontrar fórmulas nuevas para expresar una
doctrina antigua, fórmulas no bíblicas para una doctrina bíblica; presentar, en una
palabra, la fe en forma de razonamiento humano, enteramente católico y capaz de
expresar el contenido divino de la revelación, salvaguardando siempre su identidad y su
trascendencia. Numerosos términos por ellos introducidos en la teología trinitaria y
cristológica (por ejemplo, ousía, hypóstasis, physis, agennesía, génesis, ekpóreusis, etc.)
han desempeñado un papel determinante en la historia de los Concilios y han entrado en
las formulaciones dogmáticas, siendo componentes de nuestro corriente acervo
teológico»1
El paso siguiente es la Edad Media y podemos situarla en torno al s. IV hasta el s. XV.
Dentro de esta larga época en el cristianismo tenemos a figuras que van desde San
Agustín (354-430) hasta Juan Duns Escoto (1266-1308). En la asignatura de Historia de
la Teología nos hemos centrado en autores de la Alta Edad Media que se van a
diferenciar de los santos padres y en cuyo método teológico utilizarán Escritura y
Tradición, y en exégesis sentido histórico, sentido alegórico y los dos a la vez. Estas
figuras darán un aporte distinto a la teología que se venía haciendo, en continuidad pero
diferente porque les toca vivir una etapa de la historia del cristianismo completamente
nueva:
Con el nuevo milenio, siglo XI, se inicia una nueva etapa en la historia cristiana y las
iglesias de Occidente se separan de las orientales, empezando a recorrer un camino
propio que está caracterizado por un tipo de impulso que define y determina la historia
posterior de Europa. (…) Surge en Occidente un impulso de pensamiento y de vida que
está determinado por el pensamiento de monjes benedictinos y del Císter y obispos,
aunque ya surgen teólogos independientes. En este contexto se sientan las bases de lo
que será el pensamiento posterior de Europa (…) Con el siglo XIII se inicia en Europa
occidental un tipo de pensamiento nuevo, que supone un corte en la tradición cristiana.
Es el momento en que surgen las universidades y con ellas un tipo de pensamiento
discursivo, de carácter profesional, con hombres dedicados exclusivamente al estudio
del pensamiento cristiano. Al mismo tiempo, la teología se vincula de manera más
estricta con la filosofía profesional (tomada de los musulmanes) y comienza a
desarrollarse el pensamiento europeo occidental estrictamente dicho. Entre los autores
de esta línea destacan Alberto Magno y Tomás de Aquino, Buenaventura, Alejandro de
Halés y Duns Escoto, hasta llegar a Ockam2.
La Edad Media, contrario a lo que a veces se piensa, siguió respondiendo a la filosofía y
fue dando razón de la fe cristiana generando nuevos aportes. La misma fe provocó una
renovación de la filosofía, abriéndola a horizontes y categorías inéditas. La teología
1
Cf. Apuntes. 0. Historia de la teología medieval, p. 1.
2
Cf. Xabier Pikaza Ibarrondo. Diccionario de pensadores cristianos, EVD, España, 2012, p. 969
como ciencia fue elaborando sus propios criterios de control y, por tanto, puede ser
considerada ciencia desde este punto de vista.
Una de las principales controversias de la Edad Media fue la separación de las iglesias
de Oriente y Occidente. Parece que para las iglesias orientales no supuso ninguna crisis,
pues ellas siguieron pensando como pensaban en los siglos anteriores, aunque en unas
condiciones que eran social y políticamente cada vez más precarias, bajo un dominio
musulmán creciente. El momento más significativo en la vida de estas cristiandades fue
la caída de Bizancio (año 1452), que marca el fin del Imperio bizantino3.
Uno de los principales temas de debate entre Occidente y Oriente que duró varios siglos
fue la cuestión del “Filioque” y su introducción en el Credo, ya que estaba en juego una
cuestión central: cómo entendía la fe de la Iglesia a las personas de la Trinidad, el foco
de atención se pasa a la persona del Espíritu Santo. La historia se puede resumir en el
siguiente esquema:
Introducción del Filioque en el Símbolo:
Libellus in modum Symboli de Pastor, obispo de Palencia: añade al Símbolo del I
concilio de Toledo (400) la cláusula “a Patre Filioque procedens”.
III concilio de Toledo (589): “a Patre et a Filio procedere (DH 470; FIC 459).
IV concilio de Toledo: “ex Patre et Filio”.
VI concilio de Toledo: “de Patre Filioque”.
XI concilio de Toledo (675): “ab utrisque procedentem, amborum esse Spiritum” (DH
527; FIC 469).
San Máximo Confesor, el 655 en su carta al sacerdote Marino.
Hacia el 790 los libri carolini acusaban a los griegos haber suprimido el Filioque.
Navidad de 808 en Jerusalén: discusión entre monjes latinos y orientales.
Sínodo de Aquisgrán (809-810): se declara a favor del Filioque y consiguen que el Papa
León III declarara que el Filioque es algo esencial a la fe ortodoxa, pero se negó a
introducirlo en el Símbolo.
1014 en Roma se canta el Credo con la adición del Filioque.
Concilio Lateranense IV (ecuménico XII) (11-30 noviembre 1215): “Pater a nullo,
Filius a Patre solo, ac Spiritus Sanctus pariter ab utroque” (FIC 495).
1274 concilio II de Lyon (ecuménico XIV) (7 mayo- 17 julio 1274): “Confesamos con
sinceridad y devoción que el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo,
no como de dos principios, sino como de un solo principio, no por dos espiraciones,
sino por una única espiración. Esto es lo que la Santa Iglesia romana, madre y maestra
de todos los fieles, ha profesado siempre y siempre ha predicado y enseñado (…) (FIC
502; DH 850).

3
Cf. Ibid., p. 968.
Eugenio IV: Bula ‘Cantate Domino’ (4 febrero 1442): “Patrem ingenitum, Filium ex
Patre genitum, Spiritum Sanctum ex Patre et Filio procedentem” (FIC 505); “Solus
Pater de substantia sua genuit Filium, solus Filius de solo Patre est genitus, solus
Spiritus Sanctus simul de Patre procedit et Filio” (FIC 506).
Desde 1742, con Benedicto XIV, el Filioque no es obligatorio para las iglesias católicas
de rito oriental4.
Frente a este amplio contexto social, eclesial, político, desde diferentes espacios y
perspectivas, se va produciendo una teología que ayude a guiar la fe de la cristiandad.
La lista de figuras es muy amplia y rica. Nos hemos centrado en algunos cuyo aporte es
fundamental.
1. San Anselmo de Canterbury (1033-1109)
Su nombre es Anselmo de Aosta, por haber nacido en esa región italiana. Anselmo entró
en la Abadía del Bec. Lo que le atraía era el saber, porque estaba deslumbrado por la
fama de Lanfranco. Allí acudió a su escuela. Su interés primario, por tanto, no era la
santidad. Sin embargo, allí se vio conquistado por Dios. En el 1063 sucedió a Lanfranco
como prior y en 1093 le sucede también como obispo de Canterbury (Inglaterra).
Anselmo fue un hombre de gran talla humana, capaz de mantener una amistad robusta y
fiel. Esto hizo que mantuviera una abundante y rica correspondencia con los monjes, la
cual resulta muy útil a los historiadores para seguir los acontecimientos de la época.
El Proslogion es la obra más célebre debido a que es donde desarrolla lo que se ha
llamado en filosofía el argumento ontológico. Para entenderlo correctamente, hay que
tener en cuenta que Anselmo se sitúa en la perspectiva del Monologion, es decir, la del
deseo como algo presente siempre en el hombre. Entonces, la reflexión está en la línea
de mostrar cómo el deseo tiende, no ya hacia un bien, sino hacia el bien supremo. Este
bien supremo, o Dios, es a lo que él se refiere como aquel bien mayor que el cual no se
puede pensar (maius quam cogitari nequit).
Anselmo está pensando en Dios como el bien radical que no necesita nada y que todo le
necesita a él para existir y para ser bueno. Por tanto, esto muestra que la intención no es
meramente racional, sino que en última instancia es religiosa. Otra prueba de ello es
que, para concluir, Anselmo evoca que todo deseo humano culmina con la felicidad que
Dios concede al darse a sí mismo5.
En el Proslogion, Anselmo plantea que Dios existe verdaderamente y es el bien
supremo. Esto no necesita ningún argumento para probarse y bastarse a sí mismo. Es la
razón por la que escribe.
San Anselmo lo hace desde la contemplación y desde el tratar de entender lo que cree,
pues un creyente trata de entender lo que cree: “no trato de entender para creer, sino que
creo para entender. Pues creo que no puedo entender sin haber creído antes” (Cap 1). El
hombre en su búsqueda tropieza consigo mismo: en su interior se encuentra “tribulación
y dolor”, aunque por otra parte se encuentra con la grandeza de Dios, su verdad en la
que cree y ama el corazón del hombre. Se encuentra con que Dios es algo mayor del que

4
Cf. Apuntes. 0, p. 8-9.
5
Cf. Ibid, p. 13-15.
no puede pensarse cosa alguna (cap 2). En el cap 3 plantea que nadie que entienda lo
que es Dios puede pensar que no es (experiencia existencial), a menos que diga en su
corazón esas palabras sin significado o con algún significado extraño (palabras sin
experiencia existencial), esos no lo han experimentado realmente (cap 4). Dios es ese
amor que existe por sí mismo, es bien supremo y creador de todo lo bueno (cap 5). Es
sensible, omnipotente, misericordioso e impasible, es decir, que es posible pensar en un
ser que tenga todas las cualidades (todo lo que existe en el pensamiento es realidad,
Anselmo sigue la vía platónica, aunque el realismo se lo da la entidad a la existencia)
(6). Dios es bondad suprema (9). Y llega a la conclusión de que lo que es, es por sí
mismo (cap 12). Y es superior a todo y mayor a lo que pueda pensarse de él (13-15).
La crítica que se le hace a San Anselmo es pasar del mundo de las ideas al mundo
existente.
1. Pedro Aberlardo (1079-1142)
Filósofo y pensador cristiano, que es tan importante y representativo por su aventura
biográfica (sus relaciones con Eloísa) como por su creación intelectual, a pesar de que
ella es muy importante. Abelardo es (con Anselmo y Ricardo de san Víctor) el mayor
representante del primer racionalismo medieval (del siglo XII), que quiere superar y
recrear la herencia anterior, de tipo platónico-monástico, antes de la síntesis escolástica.
Ha sido partidario de una búsqueda racional de la verdad; se interesó por la lógica y por
el análisis del lenguaje, a través de un método de oposiciones (de un sic et non, si y no)
que iluminan el camino de la comprensión de la realidad.
A su juicio, la verdad se expresaba en el lenguaje, en un contexto de búsqueda racional,
iluminada por la fe cristiana, que seguía siendo para él la luz final de todo
conocimiento. Abelardo fue un iniciador del método «científico»: busca las razones y
discute los temas, siguiendo un método de argumentación (sic et non), a favor y en
contra, que será esencial en esencial en la filosofía e incluso en la teología posterior.
Abelardo fue un teólogo marcado por su propia aventura vital, vinculada a su amor
fracasado por Eloísa6.
Bernardo De Clairvaux (1090-1153)
Monje, teólogo, místico y promotor de la reforma del Císter e inspirador de la Segunda
Cruzada, uno de los hombres más importantes de la Europa medieval. Era francés
(borgoñón), de noble familia, e ingresó a los 23 años en la rama benedictina del Císter
(en Citeux, Borgoña), con varios de sus familiares. Fundó, al poco tiempo, el
monasterio de Claraval, del que fue abad hasta su muerte. La reforma cisterciense que él
fomentó (tanto en una línea de varones como de mujeres) ofreció un impulso básico al
pensamiento europeo del siglo XII y XIII, tanto en línea de organización social como de
búsqueda del misterio7.
El método de San Bernardo es la meditación de tipo monástico. Para él, el único medio
para discernir la verdad es la unión con el misterio, es decir, con Cristo. Fuera de esa
unión, la teología es, en su opinión, un esfuerzo frívolo. Utiliza la Escritura, que conoce
extraordinariamente bien, pero no tiene curiosidad intelectual. Él solo quiere encontrar

6
Cf. Xabier Pikaza. Op. Cit. p. 13.
7
Cf. Ibid., p. 106
en la Escritura al único Verbo que revela el amor del Padre. Para él, interpretar bien la
Escritura no es simplemente armonizar textos o reducir ambigüedades, sino atender a la
presencia de Dios que despierta el deseo de ser suyo. Él decía en este sentido que
«gustar es comprende.
Desde esta perspectiva, no se pueden esperar de él orientaciones nuevas para la teología.
Pero su obra es importante, ya que Bernardo se sitúa en medio del momento de afán por
la lógica y de cierta sequía espiritual. En ese contexto, San Bernardo acentúa el amor de
Dios, más que la ciencia. La reflexión de Bernardo quiere proponer primero el amor
antes que la verdad. Por eso, su discurso ya no se basa en la dialéctica que pretende
garantizar la objetividad de las significaciones, sino que da cabida a la experiencia
subjetiva de la fe (…) en el siglo XIV se le considera entre los nominalistas, porque
para él Dios es un amor que desborda cualquier consideración intelectual:
“...volviéndose a nosotros con palabras inefables, que el hombre no debería pronunciar, se
apresta a darnos razón de las cosas, también de aquellas que están por encima de la razón, y no
solo osa ir contra la razón, sino también contra la fe. Pues ¿qué cosa más contraria a la razón
que intentar trascender la propia razón? ¿Y qué cosa mayor contra la fe que no querer creer
aquellas cosas que la razón no puede alcanzar?” Bernardo de Claraval 8.

Hugo de San Víctor (1096-1141)


Teólogo flamenco, de la Orden de los Canónigos de San Agustín. Ingresó en la Abadía
de San Víctor de París, donde fue prior y maestro principal (fundador de la escuela de
su nombre, que cuenta con otros poetas y teólogos famosos: Adam y Ricardo). Asumió
y desarrolló la tradición anterior, de tipo neoplatónico y tomista, elaborando uno de los
sistemas teológicos más importantes de la Iglesia católica, con elementos de tipo
místico, filosófico y dogmático. Su escuela ha sido la primera gran institución teológica
de la Edad Media latina (…) Sus obras principales son dos. 1) El Didascalicon, donde
elabora una introducción al estudio de la Teología, con un compendio del saber profano
y sagrado de su tiempo. 2) El tratado teológico estrictamente dicho, titulado De
sacramentis christianae fidei, donde expone de un modo sistemático y experiencial los
temas básicos de la fe. Conforme a la visión de Hugo, en el centro de los misterios (o
sacramentos) se encuentra la Encarnación, que aparece como vértice y compendio de
todo el saber cristiano. Esta obra, apoyada en san Agustín y Escoto Erígena, en Platón y
el Pseudo-Dionisio, ha sido básica para el desarrollo teológico del siglo XII y XIII9.
Algunos aspectos destacables doctrinalmente son: En Cristología rebatió el nihilismo
cristológico. Hugo de San Víctor recuperó el concepto agustiniano de sacramento como
signo: sacramentum est sacrae rei signum. Además, dice que es un elemento corporal,
perceptible por los sentidos, pero que representa por semejanza, significa por
institución, y contiene por santificación la gracia espiritual. Se considera así que abrió el
camino a la comprensión de la causalidad sacramental. Por último, al distinguir entre
sacramentos mayores y menores, separó los siete instituidos por Cristo, de aquellos que
habían sido instituidos por la Iglesia y que por eso no serían sacramentos en sentido
estricto, sino sacramentales10.

8
Cf. Apuntes. 1 Historia de la teología medieval, p. 27-30.
9
Cf. Xabier Pikaza. Op. Cit. p. 439.
10
Cf. Apuntes 2. Los victorinos y Lombardo, p. 24.
Ricardo de San Víctor (+ 1173)
Teólogo de origen irlandés o escocés, fue canónigo agustino del Monasterio de San
Víctor, en París, donde elaboró una preciosa doctrina mística y trinitaria, vinculando la
enseñanza de Agustín de Hipona con la tradición griega, representada, sobre todo, por
Dionisio Areopagita. Como cristiano y monje, como contemplativo y maestro del nuevo
intelectualismo del siglo XII, representado por hombres como Anselmo, Abelardo y
Bernardo, Ricardo es quizá el mejor exponente del pensamiento clásico de la Edad
Media latina, antes del origen de la nueva escolástica, en el siglo XIII. Ricardo quiso
construir una doctrina del amor, partiendo de su experiencia y de algunas formulaciones
básicas del Nuevo Testamento (sobre todo del evangelio de Juan y del libro de los
Hechos, que habla de la unión de los primeros cristianos de Jerusalén: Hch 2,41-46 y
4,32-37). Todo eso, unido a su inmenso talento dialéctico, le ha capacitado para elaborar
un espléndido modelo trinitario, que es aún fuente de inspiración de nuestro tiempo11.
Algunos aspectos de su teología: A diferencia de su maestro Hugo, Ricardo tuvo interés
solo por la teología, y ninguno por la filosofía. Pero eso no quiere decir que no utilizase
los métodos dialécticos que Abelardo había promovido. Es verdad que miraba con
desconfianza los conocimientos meramente racionales, que le parecían inútiles y
tentados de orgullo y búsqueda de sí mismo, pero esto es solo si se separan del
conocimiento de las cosas sagradas. Prueba de ello es que defendía que debemos
comprender con la razón aquello que creemos por la fe. Lo más interesante de la
teología trinitaria de Ricardo de San Víctor es su propuesta de comprensión de las
procesiones divinas desde la analogía con las relaciones interpersonales. Ricardo es el
primero que saca todas las consecuencias sistemáticas de esta analogía, que ya había
sido reconocida por San Agustín.
El objetivo de Ricardo es justificar la existencia de una pluralidad de personas en Dios.
Para ello, el punto de partida es la perfección de la caridad: el amor es lo más perfecto y
ha de existir en grado máximo en Dios. Si meditamos sobre el amor, veremos que el
amor tiende al otro. No se puede considerar el amor a sí mismo como la perfección del
amor. Por eso hay que mirar al amor interpersonal, para comprender su expresión
perfecta. Desde aquí se comprende que para que haya caridad debe haber pluralidad de
personas. El amor requiere diversidad, tanto en la creación como en Dios. Esta es la
forma en que esta analogía nos lleva a la comprensión de la Trinidad12.
Ricardo supone que la caridad, para ser soberanamente perfecta, necesita que en Dios (y
en los hombres) haya más de una persona. San Anselmo había especulado sobre Dios
como el ser más grande posible (Prologion XIV, «id quo nihil maius cogitari potest»),
deduciendo de esa forma su existencia. Pues bien, en una línea convergente, Ricardo
afirma que Dios es la caridad suprema y que por ello, para ser perfecto, debe incluir
varias personas13.
En teología espiritual o mística destacan tres obras importantes: Benjamin Minor,
Benjamin Major (cf. Sal 68, 28) y Comentario al Cantar de los Cantares.
11
Cf. Xabier Pikaza. Op. Cit., p. 760.
12
Cf. Apuntes 2. p. 25-27.
13
Xabier Pikaza. Op. Cit., p. 760.
Pedro Lombardo (Aprox. 1100 – aprox. 1160)
Teólogo y obispo, originario de Lombardía, norte de Italia, como su nombre indica. Se
le conoce también como el Maestro de la Sentencias, porque es autor de un libro que
lleva ese título y que ha tenido un influjo inmenso, entre el siglo XII y el XVI, pues ha
sido tomado como texto base para el desarrollo de la teología. Estudió en Colonia y en
París (en la Escuela de la Abadía de San Víctor), donde fue profesor, según los anales de
la misma abadía.
La Sentencias de Lombardo han sido el libro teológico más importante de la Alta Edad
Media y ha servido de texto hasta mediados del siglo XVI, en que fue sustituido por la
Summa Theologica de santo Tomás de Aquino. La obra de Pedro Lombardo tiene la
ventaja de mantener las diversas opiniones de la tradición, quedando abierta a las
reflexiones posteriores de los teólogos, a diferencia de la Summa de santo Tomás que
ofrece ya un tratado completo, clausurado en sí mismo. Ha sido comentado por los
mejores teólogos de la Edad Media, como Alejandro de Hales, Buenaventura, Tomás de
Aquino, Egidio Romano y Duns Scoto14.
Uno de los méritos de las Sentencias de Pedro Lombardo consiste en haber colocado en
su sitio definitivo el tratado de los Sacramentos en general y en particular. Otro aspecto
destacable de esta obra es que Pedro Lombardo optó por un camino medio entre las dos
tendencias enfrentadas en aquel momento: la de los que confían en la especulación, y la
de los que confían en la autoridad. Aunque hace uso de la Biblia y de los Padres, nunca
niega a la razón su papel, para lo que le son muy útiles las obras de la Escuela de San
Víctor, especialmente el De Sacramentis de Hugo15.
Entre las opiniones más significativas de Lombardo podemos citar dos: a) La doctrina
de los siete sacramentos, con su forma de entender el rito y la eficacia sacramental, que
ha pasado a ser casi normativa en la teología posterior. b) La identificación de la Gracia
Increada con la Caridad (es decir, con el amor que vincula a Dios y a los hombres) y con
el Espíritu Santo, que es el mismo amor personal de Dios16.
San Buenaventura (1217-1273)
Giovanni da Fidanza, que este era su nombre, nació en Bagnoregio (Italia), hacia 1217.
Cuando todavía era muy joven estuvo tan gravemente enfermo que ni siquiera su padre,
que era médico, creía poder salvarle. En esas circunstancias, su madre invocó la
intercesión de San Francisco de Asís (+1226), que había sido canonizado muy
recientemente (1228), y se curó. Parece ser que esta experiencia le marcó
profundamente.
Giovanni se trasladó a París para seguir sus estudios, y allí obtuvo primero el diploma
de Maestro en Artes. No obstante, se planteaba qué debía hacer con su vida y ante esta
pregunta se dejó llevar por la fascinación que sentía hacia el testimonio de radicalidad
evangélica de los Frailes Menores (Franciscanos). Entonces decidió entrar en la orden

14
Xabier Pikaza. Op. Cit., p. 555
15
Cf. Apuntes 2, p. 30.
16
Xabier Pikaza. Loc. Cit.
franciscana en 1243, y tomó el nombre de Buenaventura. Admiraba especialmente el
parecido de la vida de San Francisco y sus discípulos con los comienzos de la Iglesia.
Inmediatamente la orden lo destinó al estudio y entró en la Facultad de Teología de la
Universidad de París. Allí obtuvo primero el título de Bachiller Bíblico y después el de
Bachiller Sentenciario. Más adelante optó a la licentia ubique docendi, que habilitaba
para la enseñanza de la Teología. Para ello presentó una tesis titulada Cuestiones sobre
el conocimiento de Cristo. Este hecho, todavía prematuro, es ya un signo de lo que será
una característica de su pensamiento: un profundo cristocentrismo.
La Orden de Frailes Menores estaba sufriendo una profunda adaptación en función de
las realidades del mundo en que evangelizaban. Por eso, no pretendían ceder en la
pobreza, pero era necesario que tuvieran bibliotecas, que algunos ocupasen cátedras en
universidades y que estuvieran también en las ciudades y no solo en el campo. San
Buenaventura trató de demostrar en su obra La perfección evangélica que lo básico para
la vida religiosa era la práctica de los votos de pobreza, castidad y obediencia, y que de
ese modo eran fieles al consejo evangélico. En 1257 fue oficialmente reconocido doctor
y maestro en la Universidad de París, aunque tuvo que renunciar pronto por ser elegido
un año después superior general de la Orden17.
Fue un hombre de Iglesia y un contemplativo, en la línea de la tradición patrística y
espiritual, más que un especulativo como Tomás de Aquino. Su teología es de tipo
orante y experimental, no de razonamiento crítico, siendo a pesar de ello (o por ello) de
gran profundidad. Buscó los vestigios de Dios en el mundo y en la vida humana, dentro
de la mejor tradición platónica, con Filón, Orígenes, Gregorio de Nisa y Dionisio
Areopagita, Agustín y Ricardo de San Víctor. Quiso alabar a Dios con los querubines-
serafines de Is 6 (y Ez 1), siguiendo a Francisco, de manera que su teología acaba
siendo un ejercicio de oración.
Resulta imposible evocar todos los aspectos de su teología, que se contiene básicamente
en Commentarii in IV libros Sententiarum Petri Lombardi; Quaestiones disputatae de
perfertione evangelica; Breviloquium (un compendio de la teología); Itinerarium mentis
in Deum (ascenso del hombre a Dios); Collationes in Hexaemeron, y también en otros
que aparecen editados en sus Obras18.
Itinerario del Alma a Dios de San Buenaventura
Es una obra que analizamos en clase. En donde encontramos 4 grados por los que el
hombre camina hacia Dios, podría compararse con las Moradas de Santa Teresa.
1er grado. San Buenaventura presenta el sentido de la carne, es decir los sentidos
corporales.
2º grado. La especulación de Dios en el mundo sensible (la imaginación). Dios habita
en las realidades por esencia, presencia y potencia. Por contemplación podemos
entender aprehender y gustar, es decir, las realidades ya no sólo se quedan fuera sino
que entran en la persona, por eso deleitan, porque entran en la razón y el juicio nos lleva
a especular la verdad eterna con más certeza… y se va subiendo hacia Dios.

17
Cf. Apuntes 3. San Buenaventura, p. 49
18
Xabier Pikaza. Op. Cit., p. 143
3er grado. En este grado se entra más hacia el interior del alma: memoria,
entendimiento voluntad. Buenaventura analiza esas potencias. El ser humano es imagen
del Dios Trinitario.
4º grado. Esas potencias las conecta con la Trinidad.
Se hace un camino de purificación, iluminación y perfección. Buenaventura habla de la
gracia (indispensable) y de la necesidad de Cristo. Lo que va primando ya no son tanto
las potencias de los sentidos sino más bien las virtudes teologales de Cristo que habitan
en nosotros, ellas purifican, iluminan y perfeccionan.
5º grado. Subida a lo superior: el Ser de Dios, del Dios vivo.
6º grado. Especulación de la Trinidad. El alma intenta comprender.
7º grado. Exceso mental y místico, en el que se da descanso al entendimiento,
traspasándose el afecto totalmente a Dios, a causa del exceso.
Santo Tomás de Aquino ((1224/25-1274)
Filósofo y teólogo italiano de la Orden de Santo Domingo. Nació en el castillo de
Rocaseca, junto a Aquino, en la región de Nápoles y estudió en el monasterio
benedictino de Montecasino y en la Universidad de Nápoles, haciéndose dominico, el
año 1244. El año 1245 viajó a París, donde estudió con Alberto Magno, a quien siguió a
Colonia. El año 1252 empezó a enseñar en la Universidad de París, escribiendo ya
sumarios y explicaciones de sus clases. Su primer libro fue un Scriptum super quatuor
libris Sententiarum Magistri Petri Lombardi (1254 /1259).
Desde el año 1259 fue profesor de la Curia Papal (en Orvieto y Viterbo), desarrollando
una inmensa labor teológica, en un ambiente donde se aceptaban sus propuestas. Pero
en 1969 volvió a París, donde sus doctrinas fueron discutidas no sólo por los averroístas
(que tendían a separar las verdades de fe y las racionales, defendiendo de algún modo la
existencia de dos verdades distintas, una racional y otra de fe), sino también por los más
tradicionalistas (para quienes Tomás no valoraba la fe, sino que la diluía en un tipo de
pensamiento racional o filosófico). En contra de unos y otros, Tomás de Aquino
defendió la diferencia y la vinculación entre el pensamiento filosófico y el religioso
(cristiano), desarrollando unas tesis que ya el año 1270 fueron combatidas y en parte
condenadas por las autoridades de la universidad más famosa del mundo (París).
El año 1272 tuvo que abandonar París, con el fin de organizar una escuela teológica
propia, promocionada por los dominicos en Nápoles. Cuando estaba en esa labor, en su
propia tierra, el Papa le pidió que asistiera al Concilio de Lyon II, donde iban a
discutirse algunos temas fundamentales de la teología y de la vida de la Iglesia de
Roma, en diálogo con las iglesias de Oriente. Pero el trabajo que ello suponía, con las
dificultades de la marcha, fueron demasiado grandes para Tomás, que murió en el
comienzo del camino, el 7 marzo 1274, a los 49 años, en el convento de Fossanova,
entre Nápoles y Roma. Murió dirigiéndose a un concilio que debía ratificar la comunión
de las iglesias.
5 rasgos de la aportación teológica de Tomás de Aquino son: a) El conocimiento de
Dios, con las cinco vías y la relación entre razón y revelación, en el comienzo de la
primera parte de la Suma Teológica. b) La realidad de Dios, como ser conocido por la
razón y la revelación y su apertura al diálogo. c) La realidad del hombre, que puede
existir porque desea a Dios y porque Dios responde al deseo de su voluntad, como dice
al principio de la segunda parte de la Suma. d) La culminación de la teología cristiana,
que se expresa en el Dios que es persona y Trinidad.
El pensamiento de santo Tomás constituye uno de los grandes tesoros de las iglesias
cristianas. No es el único, pero es uno de los más grandes y geniales que hayan
existido19.
Juan Duns Escoto (1266-+1308)
Nació en la aldea de Duns, en 1266, cerca de Edimburgo (Escocia). Se sintió atraído
por el carisma franciscano y entró en los Frailes Menores en 1278, y fue ordenado
sacerdote en 1291. El título de doctor sutil evoca su inteligencia brillante y su
inclinación a la actividad especulativa. Se formó principalmente en las universidades de
Oxford y París.
Entre sus obras principales se encuentran: La Ordinatio, también llamado Opus
Oxoniense, que es un gran comentario a Las Sentencias escrito en Oxford. La Lecturae
Cantabrigenses: apuntes redactados esquemáticamente para la enseñanza. La Reportata
Parisiensia, es un escrito redactado por los alumnos con la aprobación del maestro. Las
Quodlibeta, también llamada Quaestiones quodlibetales (21 cuestiones sobre temas
teológicos). Posiblemente fue su disertación para la obtención de algún grado
académico.
Escoto considera erróneas tres tendencias de la época: a) La de los aristotélicos
averroístas que quieren sustituir la teología por la filosofía b) La absorción agustiniana
de la filosofía por parte de la teología c) La concordancia tomista entre filosofía y
teología. En opinión de Escoto, la filosofía tiene una metodología y un objeto propio, y
la teología igual, y no son asimilables. Las disputas y las condenas frecuentes tienen su
origen en no delimitar rigurosamente filosofía y teología.
Escoto reflexionó profunda y ampliamente sobre el misterio de la encarnación. Él,
oponiéndose a muchos de su tiempo, sostenía que el Hijo de Dios se habría hecho
hombre, aunque la humanidad no hubiese pecado. Así lo expresa en la Reportata
parisiensia. No hay en su teología de la encarnación una infravaloración del misterio de
la pasión salvífica, que Duns Escoto meditaba y predicaba. Esta pasión de Cristo es
expresión del amor inmenso de Dios. Ese amor no solo se revela en el Calvario, sino
también en la Eucaristía, por la que este teólogo tuvo también una gran devoción. La
clave de encarnación, pasión y eucaristía es el amor de Dios. Este amor, que es el origen
de todo, es también nuestra felicidad. Juan Duns Escoto decía que «el querer, o la
voluntad amorosa, es simplemente la vida eterna, feliz y perfecta. Es una teología, la de
Escoto, fuertemente cristocéntrica, que invita a la contemplación, a la admiración y a la
gratitud. Cristo aparece como el centro de la historia y del cosmos, dando sentido y
valor a la vida.
María es otro de los temas importantes de la teología de Escoto. La doctrina según la
cual María estuvo exenta de pecado original desde su concepción, era vivida desde
19
Xabier Pikaza. Op. Cit. p. 894-903.
antiguo por el pueblo fiel y, sin embargo, cuestionada por la mayoría de los teólogos
medievales. ¿Realmente María no había necesitado de Cristo y de la redención realizada
por éste? No se trata de eso, sino de la forma en que esa redención universal se aplica a
la Madre del Señor. Escoto habla así de redención preventiva. No solo la Madre de
Cristo necesitó la redención, sino que fue redimida del modo más admirable: María es
redimida ya antes de su concepción. Esta solución, acogida entonces por los
franciscanos y en general por muchos teólogos, es la adoptada por Pio IX en 1854,
cuando definió el dogma de la inmaculada concepción20.
El nominalismo.
A finales de la Edad Media la teología medieval se presenta con tres caminos: el
tomismo nace en el s. XIII, el escotismo en 1415; y ahora aparece el nominalismo. La
primera vía la representan los dominicos; la segunda, la orden franciscana; y la tercera
fue muy característica de algunos franciscanos (Guillermo de Ockam es un franciscano
inglés). Al nominalismo también se acercarán en el s. XIV y XV los teólogos de la
Orden de san Agustín (Lutero, que era agustino, tuvo formación nominalista).
1. La actividad crítica se convierte en los nominalistas en una desconfianza en la razón.
Se limitan las posibilidades dentro de las cuales la razón humana puede conocer. Se
declara a la razón incapaz de conocer la existencia de Dios. Las cinco vías de Tomás las
reduce Escoto a una. Igualmente en el nominalismo se piensa que la razón humana es
incapaz de demostrar la espiritualidad e inmortalidad del alma. Todas estas cosas habrá
que creerlas por la fe. Surge, así, un fideísmo que, de una forma o de otra, pasó a ser
herencia luterana.
2. Una vez que la razón humana es incapaz de demostrar estas verdades, el nominalismo
se preocupa de cómo hablar, de la corrección en el modo de hablar. Más que de la cosa
en sí, se preocupa de cómo expresar las cosas. Esto, en el fondo, condujo a que cada
teólogo creó su propia terminología, lo cual a su vez llevó a un caos terminológico en
que nadie sabe qué está diciendo el otro.
3. En líneas generales, la desconfianza en la razón va a hacer que ya no se escriban
síntesis teológicas. A lo más que llegan es a comentar síntesis precedentes (como el
comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo, el cual tenían obligación de realizar los
bachilleres). Nace además otro género literario: las monografías frente a las grandes
síntesis.
4. Ya Escoto había dado más importancia a la voluntad y al amor en Dios que al
entendimiento y la verdad. El nominalismo, que rebajó hasta límites grandes su
desconfianza en la razón, potenció el tema de la voluntad.
La reacción de Lutero contra la mariología católica es, en gran parte, una reacción
contra la predicación nominalista sobre María. Tal predicación se caracteriza por la
división entre el campo de la justicia y el campo de la misericordia. En la predicación
nominalista Cristo se habría reservado el campo de la justicia y habría confiado a su
madre el campo de la misericordia. Todas las invectivas de Lutero contra el miedo a
Cristo tienen por objeto sermones nominalistas, en concreto los de Gabriel Biel.

20
Cf. Apuntes 5. Escoto y nominalismo. P. 74-75.78.
Conclusiones:
¿Con qué me quedo de la Historia de la Teología Medieval?
1. Con el paso tan significativo de la Teología Antigua a la Medieval. La primera
sentó unas bases fundamentales del dogma trinitario para el cristianismo. Los padres, las
figuras, los santos y los teólogos, pusieron en diálogo la fe con la cultura, la filosofía y
en su contexto tan cercano al cristianismo primitivo. Por su parte en la época medieval
el cristianismo ya se encuentra en un contexto más imperial, terminan las persecuciones,
hay una expansión sobre todo por Europa e igualmente, continúa el auditus temporis et
alterius, la centralidad y normatividad del auditus fidei y se dan nuevas formulaciones a
través de un rico y variado intelectus fidei.
2. Con todo el recorrido a través de las figuras que se pueden considerar más
importantes. El mirar el recorrido histórico y el asomarme a algunas de las obras de
algunos autores no es una tarea sencilla. Sin embargo, me ha dado la oportunidad de
acercarme y contemplar la belleza de algunas obras, su complejidad y el aporte que ha
quedado plasmado en la Iglesia y sigue dando frutos espirituales hasta el día de hoy.
3. Con la sistematización de los contenidos de la fe. Sin duda el más reconocido en la
sistematización de los contenidos de la fe es Santo Tomás de Aquino pero su visión es
complementaria a la de todas las figuras destacadas de la larga Edad Media.
4. Con la riqueza de los diferentes acentos teológicos.
5. Con la búsqueda de la verdad, siempre en fidelidad a la búsqueda del Dios
Trinitario.
6. Con la espiritualidad y la mística. La Edad Media es tachada de oscurantista, más
bien pienso que tiene sus luces y sus sombras y que la luz del Espíritu Santo iluminó
esta época con mucha creatividad en la vivencia de la fe y en la producción teológica.
7. Con los procesos que se generan y no quedan cerrados sino más bien el Espíritu
Santo deja abiertos para seguir descubriendo y profundizando en la experiencia y el
conocimiento del Misterio y con el esfuerzo para seguir dándole un rico intelectus fidei.
Omar Trejo Valdez, CP

También podría gustarte