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Revolución de

Chuquisaca
levantamiento popular en Chuquisaca a
favor del autogobierno, del rey Fernando
VII y del Imperio de España

La revolución de Chuquisaca fue un


levantamiento popular ocurrido el 25 y 26
de mayo de 1809 en la ciudad de La Plata
(hoy Sucre), perteneciente al Virreinato del
Río de la Plata. Los oidores
revolucionarios del tribunal de la Real
Audiencia de Charcas, con el apoyo del
claustro universitario y de sectores
minoritarios de independentista,
destituyeron al presidente de la Real
Audiencia y formaron la denominada
“Audiencia Gobernadora” o junta de
gobierno.
Revolución de Chuquisaca

Jaime Zudáñez y la Revolución de Mayo, por


Walter Solón Romero Gonzáles, 1950.
Contexto del acontecimiento

También conocido Revolución de


como Charcas, Revolución
de La Plata, Grito
libertario de
Chuquisaca
Fecha 25 de mayo - 26 de
mayo de 1809
Sitio La Plata, Intendencia
de Chuquisaca,
Virreinato del Río de
la Plata
Impulsores José Vicente Ussoz y
Mossi, José Vásquez
de Ballesteros,
Miguel López Andreu,
José Sivilat, José
Manuel y José
Joaquín Lemoine,
Manuel y Jaime de
Zudáñez, Domingo de
Aníbarro, Juan
Antonio Álvarez de
Arenales, miembros
de la Universidad de
San Francisco Xavier,
Cabildo de
Chuquisaca, y de
gente llegada de
otras intendencias del
virreinato.
Motivos Aprehensión de
Jaime de Zudáñez,[1] ​
reformas borbonicas,
junta de Montevideo,
guerra de la
independencia
española
Influencias Fernandinismo, junta
ideológicas de los de gobierno,
impulsores autogobierno,
silogismo de
Chuquisaca
Gobierno previo

Gobernante Ramón García de


León y Pizarro
Forma de gobierno Gobernador
intendente, presidente
de la real audiencia
Gobierno resultante

Gobernante Audiencia
Gobernadora (disuelta
oficialmente en enero de
1810)

Forma de gobierno Junta de gobierno,


autonomía
Pérdidas

se estima unos 30 muertos por el momento

El movimiento revolucionario sería en


nombre del rey Fernando VII de España,
pero en su accionar también estaba el
desconocer la Junta Suprema Central y al
virrey del Río de la Plata, esto porque los
oidores lograrían gobernar en conjunto la
Real Audiencia como antes de las
reformas borbónicas y, para lograrlo,
inculcaron a la población sospechas de
que el presidente de la Real Audiencia
Pizarro y el virrey del Río de la Plata Liniers
planeaban entregar el trono a la infanta
Carlota Joaquina de Borbón –aunque el
virrey mantenía intenciones de hacerlo. El
plan revolucionario también serviría para el
sector independentista, que aún siendo
minoría, inculcaron sus ideas
posteriormente.

Para la historiografía independentista


hispanoamericana este acontecimiento
suele ser conocido como el Primer Grito
Libertario de América.[2] ​Sin embargo, hay
otros historiadores que consideran la
Rebelión de Oruro de 1781 como el primer
grito libertario de América.[3] [4]
​ ​

Antecedentes

Invasión francesa a España

La revolución de Chuquisaca fue un


levantamiento popular ocurrido el 25 y 26
de mayo de 1809 en la ciudad de La Plata
(hoy Sucre), perteneciente al Virreinato del
Río de la Plata. Los oidores
revolucionarios del tribunal de la Real
Audiencia de Charcas, con el apoyo del
claustro universitario y de sectores
minoritarios de independentista,
destituyeron al presidente de la Real
Audiencia y formaron la denominada
“Audiencia Gobernadora” o junta de
gobierno.

El movimiento revolucionario sería en


nombre del rey Fernando VII de España,
pero en su accionar también estaba el
desconocer la Junta Suprema Central y al
virrey del Río de la Plata, esto porque los
oidores lograrían gobernar en conjunto la
Real Audiencia como antes de las
reformas borbónicas y, para lograrlo,
inculcaron a la población sospechas de
que el presidente de la Real Audiencia
Pizarro y el virrey del Río de la Plata Liniers
planeaban entregar el trono a la infanta
Carlota Joaquina de Borbón –aunque el
virrey mantenía intenciones de hacerlo. El
plan revolucionario también serviría para el
sector independentista, que aún siendo
minoría, inculcaron sus ideas
posteriormente.

Para la historiografía independentista


hispanoamericana este acontecimiento
suele ser conocido como el Primer Grito
Libertario de América.​Sin embargo, hay
otros historiadores que consideran la
Rebelión de Oruro de 1781 como el primer
grito libertario de América.​

Fernando VII de España.

El 18 de octubre de 1807, las tropas


francesas al mando del general Junot
entraron a España, aliada del Primer
Imperio francés. Napoleón Bonaparte
tenía como objetivo primario ocupar el
Reino de Portugal que se resistía a
implementar el bloqueo continental contra
Gran Bretaña.

El 27 de octubre de 1807 el ministro


Manuel Godoy firmó el tratado de
Fontainebleau, por el que España
comprometía su apoyo al ataque. No
obstante, las fuerzas de Junot fueron
tomando el control efectivo de ciudades y
puntos estratégicos del país, lo que
impulsó a la casa real a retirarse a
Aranjuez (Madrid) y planear su emigración
a América, siguiendo la estrategia de la
corte portuguesa que tras la entrada de
los franceses a su país, el 23 de
noviembre de 1807, se había trasladado a
Brasil.

Al conocerse el rumor, el 17 de marzo de


1808 se produjo el Motín de Aranjuez, que
forzó la renuncia de Godoy y la abdicación
de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Ante
los sucesos, el 23 de marzo los franceses
ocuparon Madrid y Napoleón ordenó el
traslado a Bayona a la familia real.

El 2 de mayo se produjo en Madrid un


levantamiento de la población
sangrientamente reprimido, mientras que
el 6 de mayo, en los sucesos conocidos
como las abdicaciones de Bayona,
Fernando reconoció a su padre como rey
legítimo, por lo que —dado que éste había
cedido sus derechos a Napoleón— la
corona recaía en el emperador, quien
designó a su hermano José Bonaparte
como el rey de España e Indias.

Juntas de Gobierno en España

Ni el renunciamiento ni el abyecto
servilismo que demostró Fernando fueron
suficientes para mover a la población a
aceptar el cambio dinástico. El 25 de
mayo se constituyó la primera junta de
gobierno en Oviedo, Asturias, y con
diferencias de días surgieron otras,
provinciales o locales, en Murcia, Villena,
Valencia, León, Santander, La Coruña,
Segovia, Valladolid, Logroño, etc.[5] ​

El 27 de mayo de 1808, Sevilla creó su


propia junta con el nombre de Junta
Suprema de España e Indias, que
pretendía —al igual que las restantes—
gobernar en nombre de Fernando VII y
preservar sus derechos al trono, política
que la llevó a declarar la guerra a
Napoleón el 17 de junio.[6]

En esas circunstancias, en 1809, primero


en Chuquisaca, y luego en muchas otras
ciudades americanas bajo el dominio del
Imperio español, detonó una crisis política
a causa de la crisis institucional en la
metrópoli y de las tensiones
revolucionarias que venían madurando en
las sociedades coloniales.

Goyeneche en el Alto Perú

José Manuel de Goyeneche.

Cuando las fuerzas de la división francesa


del norte al mando de Joaquín Murat
ocupaban la ciudad de Madrid, el 23 de
marzo de 1808, se hallaba de servicio en
la ciudad el capitán de milicias José
Manuel de Goyeneche.

Era de origen americano, natural de


Arequipa, en el Bajo Perú, y descendiente
de una acomodada familia de origen
europeo: su padre, que era realista, lo
envió a educarse en la península, donde
destacó en parte por su natural
locuacidad y su evidente talento para la
intriga, y en buena medida por sus
contactos.

Goyeneche se acercó al general francés


Joaquín Murat, consejero de José
Bonaparte, y logró ganarse su confianza.
El Emperador deseaba extender su control
a la América española para restar
mercados a sus adversarios y mantener el
flujo de regalías, pero —sin recursos
navales para asegurarlo— dependía por
completo de lograr decantar hacia ella las
lealtades de los americanos, sea por el
expediente de mantener la obediencia al
monarca, fuera cual fuera; o, de ser
necesario, alentando el partido de la
independencia.

Murat comisionó entonces a Goyeneche


ante los gobiernos y pueblos de América
del Sur para que lograse su sometimiento
a la nueva dinastía, expidiéndole las
correspondientes credenciales.[7] ​

Hallándose ya en Cádiz, y listo el buque de


bandera francesa que lo debía conducir a
América, se produjo el levantamiento del
27 de mayo de 1808 en la cercana Sevilla y
la consiguiente formación de su junta de
gobierno.

Expuesto ante sus compatriotas,


Goyeneche se dirigió a Sevilla donde se
presentó ante la nueva junta como un fiel
vasallo, víctima de su fidelidad a la causa
realista. Dadas las difíciles circunstancias,
no le costó convencer a la junta,
especialmente cuando uno de los vocales
—y uno de los más intrigantes— el padre
Gilito, era amigo cercano de un tío suyo.

La Junta de Sevilla lo nombró su


comisionado especial en América
ascendiéndolo extraordinariamente al
rango de brigadier —el salto de capitán de
milicias a brigadier del ejército real era
excepcional aún en esa situación— con
instrucciones de asegurar la proclamación
del rey Fernando VII en el del Río de la
Plata y en el Virreinato del Perú, y el
reconocimiento de las pretensiones de la
Junta de Sevilla de gobernar en el nombre
del monarca, para lo que carecía de todo
título y derecho.

Los alcances de su mandato eran tales


que estaba facultado, aunque no por
derecho por pretensión de sus mandantes,
a destituir y encarcelar a cualquier
funcionario que manifestara cualquier
oposición a Fernando VII como legítimo
rey de España, sin importar que esos
funcionarios tuvieran mando emanado del
mismo rey (Carlos IV), como el caso de
los virreyes.

Con sus dos pliegos, Goyeneche volvió a


Cádiz y se embarcó finalmente en
compañía del emisario francés de Murat.

Al pasar por Río de Janeiro camino a


Buenos Aires, en agosto de ese año, se
entrevistó con la infanta Carlota Joaquina
de Borbón, hermana de Fernando VII y
reina regente de Portugal en el Brasil, con
ambiciones de asumir los títulos de su
hermano en tierras americanas. Carlota le
dio a Goyeneche cartas con sus
pretensiones, dirigidas a las autoridades
coloniales que él iba a visitar. El oficio
principal de Carlota afirmaba entre otras
cosas:
"Hago saber á los leales
y fieles vasallos del Rey
catolico de las Españas
é Indias, (...) Estando de
esta suerte mis muy
amados Padres,
hermanos y demas
individuos de mi real
familia de España
privados de su natural
libertad sin poder
ejercer su autoridad ni
menos atender á la
defensa y conservacion
de sus derechos (...) por
tanto considerándome
suficientemente
autorizada y obligada á
ejercer las veces de mi
augusto Padre y real
familia de España como
la mas procsima
representante suya en
este continente de
América para con sus
fíeles y amados vasallos,
me ha parecido
conveniente y oportuno
dirijiros este mi
manifiesto por el cual
declaro nula la
abdicacion ó renuncia
que mi Señor Padre el
Rey Don Carlos IV y
demas individuos de mi
real familia de España
tienen hecha en favor
del Emperador ó Jefe de
los franceces; á cuya
declaracion deben
adherir todos los fíeles y
leales vasallos de mi
augusto Padre, en
cuanto no se hallen
libres é independientes
los representantes de mi
real familia (...)
Igualmente os ruego y
encargo con el mayor
encarecimiento que
prosigais como hasta
aquí en la recta
administración de
justicia con arreglo á
las leyes, las que
cuidareis y celareis se
mantengan ilesas y en
su vigor y observancia,
cuidando muí
particularmente de la
tranquilidad pública y
defensa de estos
dominios, hasta que mi
amado primo el infante
D. Pedro Carlos ú otra
persona llegue entre
vosotros para arreglar
los asuntos del gobierno
de estos dominios
durante la desgraciada
situacion de mis mui
amados Padres,
hermanos y tio, sin que
mis nuevas providencias
alteren en lo mas
mínimo lo dispuesto y
prevenido por mis
augustos antecesores".
Carta de Carlota
Joaquina de Borbón,
19 de agosto de 1808

Goyeneche aceptó el encargo, sin


comprometerse —según sus dichos— más
que a actuar de mensajero. Sin embargo,
su posición era probablemente puramente
oportunista, al igual que en el caso de los
pliegos de Murat o de Sevilla. Una carta
confidencial que Carlota escribió a su
secretario privado José Presas afirma:

"Presas, las cartas las


quiero yo todas mañana
para despachar a
Cortés[8] ​y a Cerdán,
despues de mañana, asi
como las dos cartas
para ellos y también la
de Abascal, para que
ellos las lleven: la de
Goyeneche que vaya
bien tocadita, y al
mismo tiempo
agradecida para el buen
éxito de nuestro
negocio."
José Presas. Memorias
secretas de la infanta
Carlota, en Biblioteca de
Mayo, página 797.

Desde la llegada al Río de la Plata de las


primeras noticias acerca de los sucesos
en España, el gobernador de Montevideo,
Francisco Javier de Elío, había agudizado
el conflicto que mantenía con su superior,
el virrey Liniers. El alcalde de primer voto
del Cabildo de Buenos Aires Martín de
Álzaga, con el acuerdo de varios de los
principales cabildantes, viajó a Montevideo
y permaneció allí cerca de un mes,
promoviendo la formación de una junta
como primer paso para la creación de una
junta suprema y la convocatoria a un
congreso en Buenos Aires.

La llegada de un emisario de Bonaparte


exacerbó el conflicto, poniéndose Elío en
franca rebeldía y llegando a llamar traidor
a Liniers. No obstante, el 21 de agosto se
juró finalmente en Buenos Aires a
Fernando VII, y el 2 de septiembre de 1808
se decretó por bando en Buenos Aires la
guerra a Francia.
General Francisco Javier de Elío. Atribuido a Miguel Parra. (Museo del Prado).

El brigadier Goyeneche arribó a


Montevideo munido de tres pliegos para
sendas misiones reservadas, para usar
según su interés. Se acreditó allí ante
Francisco Javier de Elío como
representante de la Junta de Sevilla,
alentándolo en su propósito de
independizarse de Buenos Aires y no
reconocer la autoridad del virrey Liniers
por ser de origen francés:"Cuando llegó a
Montevideo aplaudió el celo del gobernador
Elío y sus vecinos en haber formado una
junta y manifestó que su venida se dirigía a
promover el establecimiento de otras en las
ciudades de aquel reino."[9] ​Tras esto,
Goyeneche pasó a Buenos Aires.

El 21 de septiembre de 1808 se produjo


así el primer movimiento juntista en el
Virreinato. En Montevideo un Cabildo
abierto formó una Junta y nombró al
gobernador Francisco Javier de Elío como
su presidente, "llegando su osadía a tal
extremo de circular órdenes seductivas a
las provincias de este virreinato para que
hiciesen lo mismo que ellos, que no han
hecho caso de semejantes siniestras
deliberaciones, todo con el fin de obligar a
esta capital a que depusiera al señor virrey,
pues así lo indicaron a este cabildo
diciéndoles que solo levantando una junta
con el nombre de Suprema obedecerían, lo
que fue despreciado."[10] ​

Una nota de la Real Audiencia de Buenos


Aires del 27 de octubre de 1809 diría "..el
fuego que encendió don Javier Elio en
Montevideo se extendió a las provincias
interiores del virreinato."
S antiago de Liniers y Bremond.

Llegado a Buenos Aires trató de hacer uso


de las instrucciones que llevaba del rey
José pero desconcertado por la fidelidad
del Virrey Santiago de Liniers —nacido
francés— empezó a proclamarse realista
puro y partidario acérrimo de la causa de
Fernando.[11] ​

Buena parte de la población, al recibir


noticias de que en España subsistía un
gobierno, lo hizo propio más allá de su
ilegitimidad.[12]

Con el objeto de asegurar los fondos


necesarios para proseguir su misión,
Goyeneche no dudó en condenar ahora a
Elío: "Trasladado a Buenos Aires fue
diferente su lenguaje, y unido con Liniers y
los oidores, de quienes esperaba caudales y
créditos para proseguir su misión a Lima
blasfemó de la conducta del jefe de
Montevideo y lo caracterizó refractario."[9] ​
No obstante, tuvo tratos con Álzaga, a
quien dejó entrever que el gobierno
peninsular vería con agrado que se
depusiera a todo gobierno americano
sobre cuya lealtad pudiera haber dudas:
"No por eso dejó de insinuarse
privadamente con los individuos del Cabildo
que ya se hallaban sumamente alarmados
con los manejos de Liniers, que sería
acertado y muy conformes a las ideas de la
metrópoli se separasen en América los
mandatarios sospechosos y se erigiesen
unos gobiernos populares que vigilasen
sobre la seguridad pública."[9] ​Exactamente
lo que Álzaga deseaba oír para seguir
adelante con su plan, que desembocaría
en la abortada revolución del 1 de enero
del año siguiente.
Finalmente, el intrigante Goyeneche siguió
hacia el Alto Perú, camino de Lima. Diría el
Dean Gregorio Funes en su Ensayo
histórico de la revolución de América: "Fue
bonapartista en Madrid, federalista en
Sevilla, en Montevideo aristócrata, en
Buenos Aires realista puro y en el Perú
tirano".

Revolución en Chuquisaca

Alto Perú
Alto Perú en 1783.

El territorio del Alto Perú, hoy parte


integrante de Bolivia, estaba compuesto
por cuatro intendencias o provincias y dos
gobiernos políticos militares. Una de las
provincias era la de Chuquisaca, en cuya
capital Chuquisaca —llamada también La
Plata o Charcas y hoy Sucre, 19°2′35″S
65°15′33″O/ -19.04306, -65.25917 (http://t
ools.wmflabs.org/geohack/geohack.php?l
anguage=es&pagename=Revoluci%C3%B3
n_de_Chuquisaca&params=19_2_35_S_65
_15_33_W_) — tenía su sede la Real
Audiencia de Charcas.
La Intendencia de Chuquisaca contaba
con los partidos de Yamparáez (16
"doctrinas" incluidas las parroquias de San
Lorenzo y San Sebastián, sitas en los
términos de la capital misma), Tomina
(once pueblos), Pilaya y Paspaya (7
doctrinas), Oruro (4 pueblos), Paria (8) y
Carangas (6).[13] ​

El Alto Perú perteneció al Virreinato del


Perú hasta 1776. Por real cédula del 8 de
agosto, al crearse el nuevo Virreinato del
Río de la Plata, el territorio del Alto Perú
pasó a ser parte integrante de este nuevo
virreinato. La real ordenanza de 28 de
enero de 1782 dispuso que la
administración de lo concerniente a
gobierno, guerra y policía estaba en manos
de intendentes, con acuerdo último del
virrey.

Así como la importancia de Potosí


radicaba en la riqueza de su cerro, la de
Chuquisaca giraba alrededor de la
Audiencia y la Universidad Mayor Real y
Pontificia San Francisco Xavier de
Chuquisaca, la cual —reputada en la época
como una de las mejores del mundo—
atraía estudiantes de los Virreinatos de
Lima y Buenos Aires, por lo que la ciudad
era llamada la "Atenas americana".[14] ​
En esa época tenía una población de
alrededor de entre 14 000 y 18 000
habitantes, de los cuales alrededor de 800
eran estudiantes y 90 miembros
graduados del Claustro.

Así, la actividad económica de la ciudad


era sostenida por los sueldos de los
oidores, empleados curiales y civiles, las
costas de los procesos, la universidad, los
asistentes a actos literarios y
constitucionales, las rentas
eclesiásticas,[15] ​etc.

Desde hacía tiempo existían fuertes


desavenencias entre el presidente de
Charcas, Ramón García de León y Pizarro,
y la Real Audiencia; y entre el arzobispo de
Charcas Benito María Moxó y Francolí y el
cabildo eclesiástico, producidas en buena
medida por los celos y la ambición, que
tomaban mayor envergadura por el estado
de anarquía y desorden en que se hallaba
España.

Unos y otros contendores invocaban el


auxilio del pueblo para hacer triunfar sus
miras: en uno de los pasquines que en
1808 circularon en Chuquisaca se pedía al
pueblo el apoyo al clero oprimido,
concluyéndose por exclamar "Viva! Viva la
libertad!".
Comienza el conflicto

Las noticias llegaron también al Alto Perú


y, en acuerdos del 18 y el 23 de
septiembre, la Real Audiencia de Charcas
se opuso al reconocimiento de la Junta de
Sevilla y de Goyeneche como legítimo
comisionado "habiendo otras juntas
provinciales independientes de la de
Sevilla".

Las noticias de su entrevista con Carlota


de Brasil despertaron alarma en la
población. A mediados del siglo XVIII la
provincia de Chiquitos, en los llanos al
oriente de Chuquisaca, había sido
alcanzada por las incursiones de
bandeirantes brasileños, quienes habían
secuestrado para esclavizar a la población
aborigen, recuerdo que despertó
suspicacias en la población de la ciudad.

El 24, el arzobispo de Charcas, Benito


María Moxó y Francolí, mandó reconocer a
la Junta de Sevilla y a su representante,
Goyeneche, intimando al clero bajo pena
de excomunión. El Real Acuerdo del 23 de
septiembre trazó una línea entre los
oidores por un lado y el Virrey, el
Presidente Ramón García de León y
Pizarro y el arzobispo Moxó y Francolí, en
torno a la aceptación de la Junta de
Sevilla.

A principios de noviembre Goyeneche fue


recibido pomposamente, pero la Audiencia
se mantuvo en su posición, lo que también
desafiaba la autoridad del Virrey Liniers,
que lo había aceptado. Goyeneche llegó a
amenazar con hacer detener al regente, lo
que motivó una manifestación pública. La
presentación de los pliegos de la Infanta
Carlota y el fallecimiento del oidor Antonio
Boero —a resultas de las discusiones—
empeoraron la situación:
La Junta de Sevilla fue
reconocida no solo sin
contradicción, pero aún
con alegría, y en todo el
virreynato sólo un
anciano y respetable
magistrado, el Regente
de Charcas, se atrevió a
censurar la ligereza e
impropiedad de este
paso: su singular
firmeza le costó muy
cara pues murió de
sofocación por los
insultos que Goyeneche
le hizo al pasar por esa
ciudad.[16] ​
Interviene el Claustro

El presidente Pizarro elevó los pliegos de


Carlota a la Universidad y Claustro de
Doctores, pidiéndole su parecer. El
Claustro —siguiendo la posición de su
síndico, el Dr. Manuel de Zudáñez— no
sólo rechazó los términos de la orden de
la hermana de Fernando VII, sino que
calificó en sus acuerdos de subversiva la
comunicación de la Infanta: en efecto,
habiéndose jurado a Fernando VII como
rey de España y de las Indias, al
desconocer ese derecho y afirmar que su
padre fue obligado a ceder la corona a
Fernando por una sublevación en Aranjuez,
provocada con ese fin, no por cierto
dejaba de ser traición.

Las principales observaciones del Claustro


respecto de las "intenciones y miras
irregulares e injustas de la Corte de
Portugal contra los sagrados e inviolables
derechos de nuestro Augusto Amo y Señor
Natural, Fernando Séptimo" eran:

Que reconociendo y
jurando como único y
legítimo monarca de
España e Indias, al
Señor Fernando Séptimo
en virtud de la
premeditada, legal y
espontánea renuncia
que a su favor hizo de la
Corona el Señor Don
Carlos, cuando en el
Real sitio de Aranjuez a
diecinueve de marzo del
año próximo pasado de
ochocientos ocho, lo que
ningún español ni
americano puede poner
en duda sin ser visto y
tratado como reo de
alta traición".

Admira y asombra que


la Señora Princesa del
Brasil, Doña Carlota
Joaquina en su citado
manifiesto dirigido a
estas provincias,
atribuya renuncia tan
solemne y autorizada, a
una sublevación o
tumulto suscitado en la
Corte de Madrid para
obligar al Señor Don
Carlos Cuarto a abdicar
la corona: proposición
subversiva que excita la
noble indignación y
horror de los dignos
vasallos de Fernando
Séptimo.

Que la inicua retención


de la sagrada persona
de nuestro Augusto
Fernando Séptimo en
Francia, no impide el
que sus vasallos de
ambos hemisferios,
reconozcan
inflexiblemente a su
soberana autoridad,
adoren su persona,
cumplan con la
observancia de las leyes,
obedezcan a las
autoridades, tribunales
y jefes respectivos que
los gobiernan en paz y
quietud, y sobre todo a
la junta Central
establecida últimamente
que manda a nombre de
Fernando Séptimo, sin
que la América necesite
que una potencia
extranjera quiera tomar
las riendas del Gobierno
como la Señora
Princesa Doña Carlota
Joaquina, a pretexto de
considerarse
“suficientemente
autorizada y obligada a
ejercer las veces de su
Augusto Padre Don
Carlos Cuarto (que ya
dejó de ser Rey) y Real
Familia de España
existentes en Europa”,
expresiones de su
manifiesto.
Respuesta de la
Universidad de
Chuquisaca, AHN Cons.
Leg. 21392.85 f. 76.

La Universidad finalmente expresaba no


sólo su opinión sino que se atrevía a
ordenar la política a seguir:

En cuya consecuencia
reflexionando sobre los
perniciosos efectos que
puede acarrear en
perjuicio de la
soberanía y la
tranquilidad pública el
que circulen los citados
papeles de la Señora
Princesa del Brasil,
acordaron, mandaron y
ordenaron que no se
conteste a dicha Señora
Princesa Doña Carlota
Joaquina.

El Claustro negaba también los derechos


de la Infanta Carlota en razón de la Ley
Sálica, sancionada en 1713 por Felipe V,
que excluía a las mujeres de la
sucesión.[17] ​Al respecto, Benito María
Moxó y Francolí y Pedro Vicente Cañete —
oidor honorario y asesor del intendente de
Potosí— aseguraban que la pragmática
estaba derogada por la Pragmática
Sanción de 1789, sancionada por las
Cortes de Madrid, a pedido de Carlos IV. Si
bien esto era cierto, ésta era oficialmente
desconocida en la época —incluso en la
Universidad— dado que en su momento
Carlos IV había dado órdenes de que la
resolución mantuviera un carácter
reservado. Era ignorado incluso por la
Junta Central, que —ante la afirmación en
ese sentido del embajador portugués—
debió asesorarse de la veracidad
convocando a dos personas que habían
participado como procuradores de dichas
cortes.[17] [18]
​ ​

Las afirmaciones de Moxó y Cañete, lejos


de restar argumentos a la oposición,
generaron más desconfianza,
suponiéndose que la desconocida
derogación que era sacada a la luz era
sólo un pretexto para cohonestar la
usurpación.[17]

El acta final de la Universidad, redactada


por el Dr.Jaime de Zudáñez, tras ser
aprobada y firmada por todos los
doctores, fue remitida por el rector al
gobernador y directamente elevada al
virrey. Liniers, viendo el uso de palabras
como traición —y referidas nada menos
que a la Infanta— ordenó que se borrasen
y destruyesen, por lo que Pizarro dispuso
que se le llevase el libro de actas y todo
papel relacionado, y que el escribano de
gobierno arrancase las hojas y las
destruyese.[17] ​

Durante su estadía en Chuquisaca,


Goyeneche se entrevistó en varias
ocasiones con Ramón García de León y
Pizarro y con el arzobispo de Charcas,
Benito María Moxó y Francolí. Ambos
tenían previamente conflictos con los
oidores de la Real Audiencia y con el
cabildo eclesiástico, respectivamente.

Es imposible saber si en esas reuniones,


siempre reservadas, se tramó la entrega
del virreinato a la princesa Carlota, pero es
probable que sólo se trató de la manera
de que cada cual conservase su puesto en
la espera del resultado de los
acontecimientos en la Península, a juzgar
por la conducta previa y ulterior de esos
personajes.[19]

Las diligencias de Goyeneche fueron


cortas, pues la Real Audiencia y su
presidente Ramón García de León y
Pizarro reconocieron la autoridad de la
Junta peninsular; y las comunicaciones de
la infanta Carlota no pasaron de meras
formalidades que se despacharon antes
de que el plenipotenciario siguiera camino
de Lima, en donde el virrey del Perú, José
Fernando de Abascal, lo confirmó en el
rango de brigadier y le concedió la
presidencia provisoria de la Real Audiencia
del Cuzco.
Sucesos en Buenos Aires

Mariano Moreno.

El 1 de enero de 1809, cuando debían


asumir las nuevas autoridades del Cabildo
de Buenos Aires, se produjo el
levantamiento en Buenos Aires, conocido
como la Asonada de Álzaga. Si bien la
mayoría de sus partícipes eran españoles
nativos,[20] ​muchos criollos, como
Mariano Moreno lo apoyaban. Parte de las
milicias españolas apoyaban la rebelión:
los tercios de gallegos, vizcaínos y
miñones de Cataluña. Pero las milicias
criollas —encabezadas por Cornelio
Saavedra— y el tercio de andaluces
sostuvieron a Liniers, con lo que el
movimiento fracasó. Álzaga y los
cabecillas fueron desterrados a Carmen
de Patagones[21] ​y los cuerpos militares
sublevados fueron disueltos.

El tercer movimiento se daría en las


provincias de "arriba", en el Alto Perú: en
Charcas, el 25 de mayo; en La Paz el 16 de
julio; y se propagaría a Quito el 10 de
agosto, con la Instalación de la Primera
Junta de Gobierno Autónoma de Quito tras
el levantamiento de la Real Audiencia de
Quito.[22] ​

Los sucesos de Buenos Aires no eran


ajenos a los de Chuquisaca. Por un lado, el
asesor del intendente Pedro Vicente
Cañete, odiado por los oidores
propietarios escribió el 25 de enero la
"Carta consultiva apologética" apoyando a
Liniers.

De manera similar, los partidarios de


Álzaga mantenían contactos con
comerciantes del Alto Perú, especialmente
de Potosí. Muchos de los estudiantes eran
oriundos del Río de la Plata, y casi todos
los graduados de la capital habían
estudiado en Chuquisaca y se habían
relacionado en mayor o menor medida con
los círculos independentistas. Tal era el
caso de Mariano Moreno, que era
considerado por estos últimos como un
verdadero comisionado.

Mayo de 1809

Detención de Zudáñez

La revocatoria dispuesta por el virrey


Liniers de la expulsión de Cañete
acordada por la Audiencia y la difusión de
un rumor de que el presidente Pizarro
detendría a los oidores agravaron la
situación.

Bernardo Monteagudo.

Circulaban panfletos y pasquines


anónimos, en ocasiones redactados en la
misma Charcas. En su mayoría acusaban
de "carlotismo" a los gobernantes, pero en
algunos casos eran en mayor o menor
medida revolucionarios. El principal que
circuló esos días fue el célebre Diálogo
entre Atahualpa y Fernando VII en los
Campos Elíseos, escrito por el republicano
Bernardo Monteagudo, graduado en el
1808, que cerraba con las palabras:

"Habitantes del Perú: si


desnaturalizados e
insensibles habéis
mirado hasta el día con
semblante tranquilo y
sereno la desolación e
infortunio de vuestra
desgraciada patria,
despertad ya del penoso
letargo en que habéis
estado sumergidos.
Desaparezca la penosa
y funesta noche de la
usurpación, y amanezca
luminoso y claro el día
de la libertad.
Quebrantad las terribles
cadenas de la esclavitud
y empezad a disfrutar
de los deliciosos
encantos de la
independencia. Vuestra
causa es justa,
equitativos vuestros
designios. Reuníos, pues,
corred a dar ripio a la
grande obra de vivir
independientes."
Diálogo entre
Atahualpa y Fernando
VII en los Campos
Elíseos.

El abogado y regidor del Cabildo Manuel


Zudáñez el 16 de mayo persuadió al
Cabildo de que era inminente su detención
por lo que solicitaron a la Audiencia la
protección de sus personas, la cual
empezó a efectuar averiguaciones
oficiales y planear la prisión del presidente
García Pizarro

El 20 de mayo, Manuel de Zudáñez


Ramírez, supo de la destrucción de las
actas en que constaba la resolución del
Claustro contra las pretensiones de
Carlota y denunció de inmediato la actitud
del Presidente. Lo sucedido decidió a los
opositores a dar crédito definitivo a la
posible entrega del poder a Carlota y
representó un rompimiento de relaciones
del gobernador con el Claustro, la
Universidad, el Tribunal, el Cabildo y la
opinión pública.

El 23 de mayo el presidente Ramón García


de León y Pizarro empezó a disponer
medidas para anticiparse a los
acontecimientos solicitando al gobernador
intendente de Potosí Francisco de Paula
Sanz que movilizara sus tropas a
Chuquisaca, pues:

(...) todas las señas son


de que tratan de
quitarme el mando (...) y
desconocer la autoridad
del gobierno superior.

Toma del Palacio

El 24 por la noche la Audiencia dispuso


patrullas conducidas por los regidores
para evitar detenciones, mientras
preparaba un documento, redactado por
López de Andreu, solicitando la renuncia
del presidente. El 25 de mayo, el padre
Félix Bonet, provincial de Santo Domingo
junto al capitán Santiesteban previnieron a
Pizarro sobre la conspiración y acuerdos
secretos que se venían gestando días
atrás.

Ramón García de León y Pizarro reforzó


con 25 hombres la guardia del palacio,
envió a su hijo Agapito a Potosí llevando
una carta reservada para el gobernador
Francisco de Paula Sanz y
aproximadamente a las 15:00 convocó a
los abogados Esteban Gascón y José
Eugenio Portillo, a quienes les informó
sobre la reunión nocturna que sostuvieron
los oidores y donde se dispuso su
suspensión. El Presidente requería el
asesoramiento de los abogados para la
detención de los oidores José Vicente
Ussoz[23] ​y José Vásquez de Ballesteros,
del fiscal Miguel López Andreu, de los
miembros del Cabildo Secular, Manuel de
Zudáñez y Domingo Aníbarro y el abogado
Jaime de Zudáñez, defensor de los
pobres.

A las 6 de la tarde ordenó García de León


y Pizarro la prisión de los conjurados, a
cuyos efectos salieron seis comisionados
acompañados de guardias. La noticia
corrió rápidamente y los intimados se
pusieron a buen recaudo en donde
pudieron. Los oidores Váquez Ballesteros,
Ussoz y Mozi y el fiscal Andreu no fueron
hallados en sus domicilios, ya que estaban
en una reunión en la casa del decano José
de la Iglesia. Posteriormente, Vásquez
Ballesteros se refugió en un rincón de esa
casa, Ussoz y Mozi se trasladó al
convento de San Felipe Neri y López
Andreu huyó de la ciudad.

Así, solo se pudo detener a Jaime de


Zudáñez, a quien una comisión dirigida por
el oficial Pedro Usúa trasladó apuntando
con sus armas al cuartel de veteranos. A
pocos metros los seguía la hermana de
Zudáñez que pedía a gritos auxilio para su
hermano, con lo que se empezó a formar
una multitud, razón por la cual Zudáñez
fue trasladado a la cárcel de corte
(llamada así por estar en el edificio que
servía a la real audiencia y donde también
vivía el presidente), frente a la cual se
empezó a reunir la población que pidió a
gritos la intervención del Arzobispo, quien
se reunió con Ramón García de León y
Pizarro.

Mientras la población apedreaba el


edificio, Ramón García de León y Pizarro
accedió a liberar a Jaime de Zudáñez, a
quien por otra parte consideraba el menos
importante de los conjurados, y le pidió
que calme a la turba. Zudáñez salió junto
con el arzobispo y el conde de San Javier y
Casa Laredo por una puerta falsa, debido
a que la pedrea continuaba, y al ser visto
fue llevado en andas como un héroe.

Al conocerse la noticia de la detención de


Zudáñez y al notarse la falta de otras
personas a quienes se suponían
detenidas, se movilizó un gran número de
ciudadanos a la Plaza Mayor en tumulto.
Destacaba Bernardo de Monteagudo y
otros seguidores de los ideales
republicanos quienes repetían el lema
"¡Muera el mal gobierno, viva el Rey
Fernando VII!" pidiendo la liberación de los
presos y la renuncia de García de León y
Pizarro.

Para convocar al pueblo se tocó a rebato


las campanas de las iglesias principales:
Juan Manuel Lemoine forzó sable en
mano la resistencia de los frailes del
Templo de San Francisco y consiguió
acceder a su campana que tocó hasta
rajarse, la cual es denominada por esa
razón y desde entonces Campana de la
Libertad,[24] ​en tanto que el francés José
Sivilat y un sirviente de Jaime de Zudáñez
hicieron lo propio en la catedral. Al sonido
de las campanas acudió aún más gente y
Mariano Michel Mercado, trabuco en
mano, envió a los jóvenes a tañer las
campanas de las restantes iglesias.

Las gentes que el subdelegado de


Yamparáez, el coronel Juan Antonio
Álvarez de Arenales, había apostado a las
afueras de la ciudad invadieron las calles,
mientras los principales se reunían
nuevamente en la casa de José de la
Iglesia, donde se resolvió enviar una nota
al presidente Ramón García de León y
Pizarro exigiendo la entrega del
armamento existente en su residencia. El
propio Arenales, el alcalde Antonio
Paredes y el padre Polanco reclamaron
del presidente la entrega de las armas y
ante su negativa el oidor Ballesteros se
hizo presente para acompañar la petición
como única forma de sosegar el tumulto.

Juan Antonio Álvarez de Arenales.

La población amotinada en que se


destacaban los Zudáñez y Lemoine,
Malavía, Monteagudo, Toro, Miranda,
Sivilat, etc, se iba cada vez excitando más,
a lo que contribuía en muchos la situación
y en otros el aguardiente que mezclado
con pólvora se les iba repartiendo.[25] ​

El presidente ordenó abrir la puerta


principal y dejó sacar los cañones
solicitados, pero iniciada la entrega de los
fusiles los manifestantes invadieron el
recinto del palacio de gobierno por lo que
la guardia disparó al aire a lo que se
respondió con artillería.[17] [26]
​ ​

Los conjurados redactaron un mensaje al


Presidente exigiéndole la entrega
inmediata del mando político y militar.
Ramón García de León y Pizarro rechazó y
sugirió una reunión al día siguiente (26 de
mayo), a fin de analizar el problema. Los
oidores insistieron el pedido para evitar
"funestos sucesos". Ante una nueva
negativa, se envió una tercera demanda,
entretanto el pueblo logró derribar, con
dos disparos de cañón, la puerta falsa de
la residencia. Finalmente, en el momento
en que los grupos ingresaban por la
abertura, emergieron los mensajeros,
exhibiendo el documento de renuncia. En
ese momento eran las tres de la
madrugada.

Sólo defendió a su presidente el marques


Ramón García de León y Pizarro su
guardia, dado que el oficial chuquisaqueño
Manuel Yáñez, a cargo del cuartel, no dejó
salir los soldados a la calle.[17]

García de León y Pizarro se entregó a los


oidores, y fue detenido en la Universidad.
El 26 por la mañana la Audiencia asumía el
poder como "Audiencia Gobernadora",
nombrando a Álvarez de Arenales como
comandante general y al decano de la
Audiencia, José de la Iglesia como
gobernador de Charcas.[27] ​El presidente
fue sometido a juicio por traición a la
patria y la guarnición fue desarmada,
pasando las armas al pueblo.[28] ​Solo se
separó de sus funciones al presidente
Ramón García de León y Pizarro y al
comandante del batallón de milicias
Ramón García.[17] ​Álvarez de Arenales
organizó la defensa formando las milicias
de Chuquisaca y Yamparáez con nueve
compañías de infantería organizadas por
los oficios de sus miembros: I Infantería
(al mando de Joaquín Lemoine), II
Académicos (Manuel de Zudáñez), III
Plateros (Juan Manuel Lemoine), IV
Tejedores (Pedro Carbajal), V Sastres
(Toribio Salinas), VI Sombrereros (Manuel
de Entre Ambas Aguas), VII Zapateros
(Miguel Monteagudo), VIII Pintores (Diego
Ruiz) y IX Varios gremios (Manuel
Corcuera). Se formaron además tres
partidas de caballería ligera al mando de
Manuel de Sotomayor, Mariano Guzmán y
Nicolás de Larrazabal, un cuerpo de
artillería al mando de Jaime de Zudáñez y
un batallón de pardos y morenos.

En busca de apoyo

El 9 de julio el gobernador de Potosí,


Francisco de Paula Sanz, recibió una
comunicación del virrey Liniers fechada el
18 de junio de 1809:

(...) que en Salta, Tomina


y esa Villa se apronten,
y municiones en cada
uno de estos Parages
doscientos hombres de
sus Milicias que al
mando de Don Jose
Francisco Tineo, Don
Diego de Velasco, y Don
Indalecio Gonzalez de
Socasa, y unidos con las
Compañías veteranas
que existen en esa dicha
Villa se pongan todas a
disposición de V.
Señoria interin que se
remite Xefe que se haga
cargo de la Precidencia
de Charcas, para que
reuniendo VSeñoria esta
fuerza armada
mantenga la
tranquilidad y sociego
interior de esas
Provincias imponga el
respeto de la Autoridad
Real y sociegue
qualesquiera alboroto
publico que exista: o
pueda sucitarse (...)
Carta del virrey
Liniers al gobernador
Paula Sanz del 18 de
junio de 1809

En igual sentido a lo solicitado por Pizarro,


ordenándole que reuniera una fuerza
competente en Potosí para mantener el
sosiego público y el respeto a las
autoridades, ordenándole también que
obedeciera a la Audiencia en lo que esta
no contrariara al gobierno superior.
Marchó Paula Sanz con tropas sobre
Chuquisaca en auxilio del presidente pero
al llegar a las inmediaciones de
Chuquisaca la Audiencia le ordenó
retroceder a Potosí con sus fuerzas, a lo
que tras una conferencia accedió.

Baltasar Hidalgo de Cisneros.


Los juntistas buscaron y hallaron el apoyo
de Elío en la Banda Oriental. En Colonia del
Sacramento se encontraba el nuevo virrey
Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien
aprobó en principio la conducta observada
por la Audiencia de Charcas, ordenando al
intendente de Potosí que cooperase en lo
sucesivo.

Hasta el momento y tal como era


percibido en aquella época al menos en el
Río de la Plata e incluso por muchos de
sus protagonistas, el movimiento de
Chuquisaca no tenía por objeto la
independencia sino que por el contrario
era inspirado por una ciega adhesión a la
causa del rey Fernando y rechazo al
enemigo tradicional, Portugal, y la política
de los carlotistas. No obstante muchos
estudiantes y ciudadanos de Chuquisaca
sí aspiraban a avanzar hacia la
independencia, entre ellos Antonio
Paredes, Mariano Michel, José Benito
Alzérreca, José Manuel Mercado, Álvarez
de Arenales, Manuel Victorio García Lanza
y Monteagudo.[29]

Con ese objeto disimulado se enviaron


emisarios a distintas ciudades:
supuestamente con el objeto de transmitir
sus leales intenciones para con Fernando
VII y llevar a cabo tareas encomendadas
por la Audiencia tenían por misión
fomentar los sentimientos
independentistas entre los habitantes de
otras ciudades.

Los comisionados conformaban una


sociedad secreta, conocida como la
Sociedad de Independientes.

A Cochabamba salieron primero Mariano


"malaco" Michel y Tomás Alzérreca y luego
José Benito Alzérreca y Justo María
Pulido. A La Paz fueron enviados primero
Gregorio Jiménez y Manuel Toro, pero
fracasaron en su misión, por lo que se
resolvió enviar a Michel con su hermano, el
clérigo Juan Manuel Mercado, y con el
Alcalde Provincial del Cuzco, Antonio
Paredes. En Sicasica, en la ruta a La Paz,
se les sumó el cura José Antonio Medina.
Paredes siguió después al Cuzco.
Bernardo Monteagudo fue enviado a
Potosí y Tupiza, con la misión de fomentar
la sublevación, interceptar el correo
realista entre Buenos Aires y Lima, y de
triunfar el movimiento, proseguir a Buenos
Aires. Joaquín Lemoine y Eustaquio
Moldes partieron a Santa Cruz de la Sierra
y como comisionado en San Salvador de
Jujuy se contaba con Teodoro Sánchez de
Bustamante, en Salta con José Mariano
Serrano, en Tucumán con Mariano
Sánchez de Loria y en Buenos Aires con el
antiguo estudiante Mariano Moreno.[30] ​
[31]

La Paz

Ocupaba el gobierno de la Paz


interinamente (por la muerte del
intendente Antonio Burgundo de Juan) el
Dr. Tadeo Dávila, de quien se sospechaban
simpatías revolucionarias, al igual que de
su antecesor, por sucesos acaecidos en
1805.[32] ​Un cronista afirmaba:

"De estos maquinantes


(los patriotas de la Paz)
se componia en su
mayor parte la tertulia
del Sr Dávila, a quien
llevaban repetidos
chismes, calumniando
sin miramiento a los
más honrados vecinos, y
haciéndole entender que
estos hacian juntas para
colocar en el mando al
Sr Prada; y aunque nada
de esto sucedia, esto era
lo único que preocupaba
al Sr Dávila."

"Los acontecimientos de
Chuquisaca los miraban
como modelo de lo que
debia suceder en esta (la
Paz); veian
inmediatamente la
llama, y el viento espeso
y caldeado de la
atmósfera incendiada
les embarazaba la
respiracion: solo al jefe
nada le alteraba, nada
se le podia decir, porque
despreciándolo todo,
nada resolvia."

"Acéfalo el pueblo de
este modo, en nada
encontraban los
tramantes oposicion
para su intento; seguian
con empeño en sus
juntas y se fermentaron
con la llegada del
emisario Dr.Mariano
Michel, mandado por la
Audiencia de
Chuquisaca, con una
real provision para
prender a varios que se
habian escapado en la
noche del 26 de mayo."
Citado en Ramón
Muñoz, La guerra de los
15 años en el Alto Perú.

Michel más allá de su misión oficial,


promovía la revolución. Llevó a La Paz el
documento titulado Proclama de la ciudad
de La Plata a los valerosos habitantes de La
Paz, que adquirió fama conocida como
Proclama de la Junta Tuitiva de La Paz:

"Hasta aquí hemos


tolerado una especie de
destierro en el seno de
nuestra Patria. Hemos
visto con indiferencia
por más de tres siglos
sometida nuestra
primitiva libertad al
despotismo y la tiranía
de un usurpador injusto
que degradándonos de
la especie humana, nos
ha reputado por
salvajes y mirado como
esclavos; hemos
guardado un silencio
bastante análogo a la
estupidez que se nos
atribuye por el inculto
español"

"Ya es tiempo, pues, de


sacudir yugo de tan
funesto a nuestra
felicidad, como
favorable al orgullo
nacional del español; ya
es tiempo de organizar
un nuevo sistema de
gobierno fundado en los
intereses de nuestra
Patria, altamente
deprimida por la
política de Madrid; ya es
tiempo, en fin, de
levantar el estandarte
de la libertad en estas
desgraciadas colonias,
adquiridas sin el menor
título y conservadas con
la mayor injusticia y
tiranía."

"Valerosos habitantes
de La Paz y de todo el
imperio del Perú relevad
vuestros proyectos por
la ejecución;
aprovechaos de las
circunstancias en que
estamos; no miréis con
desdén la felicidad de
nuestro suelo; no
perdáis jamás de vista
la unión que debe reinar
en todos para ser en
adelante felices como
desgraciados hasta el
presente"
Facsímile de la
Proclama de la ciudad
de La Plata a los
valerosos habitantes de
La Paz, según un
testimonio judicial
coetáneo (1809, Archivo
General de la Nación
Argentina), en Revista
Expresión, edición
especial Nº 11 y 12;
junio de 2008.
Publicación de la
Universidad Mayor Real
y Pontificia de San
Francisco Xavier de
Chuquisaca (Sucre,
Bolivia)

La misión fue un éxito, y después de un


mes Michel regresó a Chuquisaca. El 12
de julio los independentistas se reunieron
en la casa de Juan Antonio Figueroa y
acordaron dar el golpe definitivo el 16 de
julio, aprovechando la circunstancia de
que se licenciaría la tropa después de la
procesión del Cármen que es en Bolivia
una de las más solemnes.[33] ​Fueron de
cualquier manera comisionados Mariano
Graneros y Melchor Jiménez para sondear
la actitud de los soldados del batallón.

Los principales conjurados eran Pedro


Domingo Murillo, Melchor Giménez (alias
"el pichitanga"), Mariano Graneros (alias el
"chaya-tegeta") y Juan Pedro de Indaburu.
En la fecha prevista el batallón de milicias
al mando de su segundo jefe Juan Pedro
de Indaburu copó el cuartel de veteranos
mientras la población se volcaba a la
plaza. El gobernador Dávila fue arrestado
por los revolucionarios y un Cabildo
abierto reunido esa misma noche lo
depuso del mando al igual que al obispo
Remigio de la Santa y Ortega, a los
alcaldes ordinarios, a los subdelegados y
a todos los empleados públicos
constituidos por el rey. Abolió todas las
deudas contraídas a favor del fisco hasta
ese día, y en la mañana del 20 se mandó
quemar los documentos y papeles
relativos a ellas en la plaza mayor a la
vista de todos.[34] [17]
​ ​

Pidió y obtuvo el pueblo la renuncia del


prelado así como la del gobernador Dávila,
proclamando a Murillo para jefe de las
armas, cargo en que fue reconocido por
disposición del Cabildo. Este accidente,
que defraudaba en cierto modo las
esperanzas de Indaburo, trajo como se
verá más tarde fatales consecuencias y
fue el origen de desastrosos sucesos.[35] ​

Se formó una junta de gobierno


independentista denominada Junta Tuitiva,
presidida por el coronel Pedro Domingo
Murillo, nombrándose Secretario a
Sebastián Aparicio, Escribano a Juan
Manuel Cáceres y como vocales al
Gregorio García Lanza, Melchor León de la
Barra (cura de Caquiavire), José Antonio
Medina (tucumano, cura de Sicasica),
presbítero Juan Manuel Mercado
(chuquisaqueño), Juan Basilio Catácora y
Juan de la Cruz Monje y Ortega.

Se nombraron después otros vocales


suplentes o ciudadanos agregados:
Sebastián Arrieta (tesorero), Dr. Antonio de
Avila (abogado), Francisco Diego Palacios
y José María Santos Rubio
(comerciantes), Buenaventura Bueno
(maestro de latín) y Francisco X. Iturres
Patiño (sochantre[36] ​).

Murillo fue elevado al rango de coronel y


jefe militar de la provincia e Indaburo al de
teniente coronel, segundo de aquel. Esta
decisión se basaba por un lado en la
popularidad de Murillo pero también por
desconfianza hacia Indaburo, considerado
un hombre ambicioso, dominante e
impetuoso.

Potosí

Mientras el movimiento hallaba eco y


radicalización en La Paz, en Potosí
Francisco de Paula Sanz actuó con
rapidez y decisión. Tras desconocer a la
Audiencia de Charcas y a la Junta Tuitiva
de La Paz, acuarteló al batallón de milicias
al mando del coronel Indalecio González
de Socasa y separó a los oficiales
americanos para reemplazarlos con
europeos.[17] ​Como los jefes del batallón
de Azogeros se manifestaron a favor de lo
sucedido en Chuquisaca, Sanz mandó
también prender al coronel Pedro Antonio
Ascarate y al teniente coronel Diego de
Barrenechea. También hizo detener al
alférez real Joaquín de la Quintana, al
ensayador del Banco Salvador Matos, a
cuatro hermanos de apellido Nogales y al
escribano Toro entre otros ciudadanos.[17] ​

Mientras adoptaba esas medidas, Sanz


pidió auxilios al virrey del Perú José
Fernando de Abascal y Sousa, más tarde
marqués de la Concordia. Abascal temía
que el movimiento revolucionario que
alcanzaba sus fronteras se propagase a
las provincias de Puno, Arequipa y Cuzco,
donde aún se recordaba el levantamiento
de Túpac Amaru II por lo que resolvió no
esperar una definición de Buenos Aires e
iniciar de inmediato el levantamiento de un
ejército y la represión de la rebelión. A ese
efecto nombró al presidente de la Real
Audiencia del Cuzco, José Manuel de
Goyeneche, como general en jefe del
ejército expedicionario, ordenando al
coronel Juan Ramírez, gobernador de
Puno, que se pusiese a sus órdenes con
las tropas de su mando, disponiendo otro
tanto respecto de las de Arequipa.[37] ​
Mientras disponía la movilización, para
cubrir las formalidades de lo que era en
los hechos la invasión de otra jurisdicción
sin atribuciones algunas, ordenaba a
Goyeneche ofrecer sus tropas al nuevo
virrey del Río de la Plata Baltasar Hidalgo
de Cisneros, quien las aceptó el 21 de
septiembre.

La represión

Goyeneche de buen grado se apresuró a


aceptar la comisión que se le confiaba y
se puso inmediatamente en marcha para
el río Desaguadero, línea divisoria de
ambos virreinatos. Las tropas que
Goyeneche traía para combatir la
insurrección de La Paz consistían en 5000
hombres bien armados y municionados de
Cuzco, Arequipa y Puno, en tanto que los
revolucionarios solo contaban 800
malísimos fusiles y 11 piezas de artillería
en no mejor estado.[37]

Ante la amenaza, el 12 de septiembre el


Cabildo de La Paz resolvió a instancias de
los patriotas José Gabriel Castro,
Landaeta, Cossío, Arias, y Ordóñez
declarar la guerra a la provincia de Puno y
ordenar al sargento mayor Juan Bautista
Sagárnaga avanzar hacia el Desaguadero.
El 24 de septiembre partió la expedición
mientras que en la ciudad permanecieron
sólo diez compañías.

Cuando la vanguardia de Goyeneche a las


órdenes del coronel Fermín Piérola con
cien hombres y dos piezas de artillería
llegó al puente del Desaguadero, este ya
estaba ocupado por una pequeña fuerza
de los revolucionarios de La Paz que,
inexpertos y mal armados, no pudieron
resistir a la artillería enemiga y se
replegaron sobre La Paz, abandonando el
punto a los invasores.[38] ​
Hasta mediados de octubre se ocupó
Goyeneche en disciplinar su ejército
estableciendo su campamento general en
Zepita de donde se movió recién el día 13
del mismo mes con dirección a La Paz.[38] ​

Un cronista realista relata:

"Goyeneche antes de
atacar hizo
proposiciones pacíficas
que fueron rechazadas
con altanería." "Los más
comprometidos se
empeñaban siempre en
sostener que el alboroto
del 16 de julio era el
resultado de la
fidelidad, del celo y del
honor de aquella
población, movida por
la desconfianza que le
inspiraba la secreta
inteligencia que se
suponia advertida entre
la corte del Janeiro y los
jefes superiores del
virreynato de Buenos
Aires. Tal era el sentido
en que el mismo
ayuntamiento de La Paz
había escrito al
marques de la
Concordia,
asegurándole además
tener a la vista
irrefragables
justificaciones de la
reunión de tropas
portuguesas en los
límites de Matto
Grosso[39] ​y otros
puntos de la frontera de
Mojos, de la existencia
del infante don Antonio
en clase de incognito en
la ciudad de Buenos
Aires, de la detención de
la fragata española
Prueba, de los insultos
hechos a la persona de
Pascual Ruiz
Huidobro,[40] ​y de la
repetición de expresos
desde el Brasil a la
capital del Virreynato"
García Cambá, Memoria
para la historia de las
armas españolas en
América.

En Buenos Aires "Cuando llegó a Buenos


Aires en el mes de junio la noticia del
primer movimiento de la ciudad de la
Plata...Liniers...se pronunció contra aquel
movimiento clasificándolo como un
atentado escandaloso en el parte que
dirigió a la Corte de España el 10 de julio
siguiente"[41] ​No obstante, Liniers
suspendió el envío de tropas en razón de
tener noticias de que había arribado a
Montevideo su sucesor, el nuevo virrey
enviado por la Junta Central, Cisneros.
Este, desconfiando de Liniers y del partido
criollo, recién pasó a Buenos Aires el 29 de
julio y se movió con suma morosidad.

Cisneros puso al mando del cuerpo


expedicionario al mariscal Vicente
Nieto,[42] ​y como su segundo al capitán de
fragata José de Córdoba y Rojas.

La expedición estuvo en condiciones de


marchar a mediados del mes de agosto,
pero el 11 de septiembre se efectuó una
importante reforma de las milicias
apuntando a reducir el fuerte déficit y a
debilitar las fuerzas criollas
(principalmente Patricios y húsares)[43] ​y
pocos días después, el 24 de septiembre
de 1809, "con motivo de haber la ciudad de
La Paz, en el Perú, provincia dependiente de
este Virreinato, formado una Junta
suprema, titulada Junta tuitiva del Alto Perú,
negándose a obedecer a esta
superioridad"[10] ​salieron las primeras
tropas, una compañía de infantería y otra
de dragones veteranos.
Recién el 4 de octubre de 1809 salió el
contingente principal al mando del
mariscal Vicente Nieto, designado nuevo
presidente de la Audiencia de Charcas:

"El mariscal inspeccionó


su ejército en la plaza
Mayor de la capital,
compuesto de dos
compañías de patricios,
una de arribeños, una de
montañeses y otra de
andaluces, un piquete de
marinos y tres piquetes
de veteranos del fijo,
artilleros y húsares del
rey, integrando una
fuerza de 400 a 500
hombres, con facultad
de aumentarla en los
pueblos del
tránsito...puso en
movimiento sus fuerzas
en tres divisiones que
salieron de la capital
con intervalos de varios
dias marchando él
mismo a la vanguardia."
Ignacio Núñez, Noticias
históricas de la
República Argentina, en
Biblioteca de Mayo,
página 402.
Pero la lentitud en sus decisiones dejó la
represión en manos de Goyeneche:

"No fue mala la


disposición tomada por
Cisneros ni la elección
de Vicente Nieto, a fin de
apaciguar las
innovaciones de La Paz,
Alto Perú, mala fue la
calma de Cisneros, que
nombrado a fines de
febrero recien a
principio de julio llegó a
Montevideo y perdió
todo el mes en esa
ciudad y la Colonia a
cautelas, asi que lo
mandó tarde, cuando el
travieso Goyeneche se
había adelantado
explotando, como
aventurero los miedos
de Abascal que echó
mano de él, quien
ensangrentó farsaica
(sic) y brutalmente sin
título para entrometerse
en una jurisdicción y
dominio del todo
separados, su propio
país o patria, si la tienen
bribones sin el decoro
siquiera aparente, como
él dejó ver en Madrid,
Sevilla, Montevideo,
Buenos Aires, por todo
donde habia aparecido
haciendo roncha."
Domingo Matheu,
Autobiografía, inciso
126, en Biblioteca de
Mayo, página 2285/6.

Para aquel entonces ante la presión de


Goyeneche la Junta Tuitiva de La Paz se
había disuelto confiriendo a su Presidente
Murillo el mando político y militar. Murillo
contaba sólo con unos mil hombres y para
evitar deserciones se situó con el grueso a
las afueras, en la localidad de Chacaltaya
en los altos de La Paz, dejando a Indaburu
con una compañía en la ciudad. El 18 de
octubre Indaburu, puesto de acuerdo con
un emisario de Goyeneche, traicionó el
movimiento. Detuvo a los dirigentes
revolucionarios que permanecían en la
ciudad, entre ellos a los patriotas Jiménez,
Medina, Orrantia, Cossío, Rodríguez, Iriarte
y Zegarra, y al día siguiente alcanzó a
ejecutar a Pedro Rodríguez, condenado
por un consejo compuesto por el alcalde
Diez de Medina, el edecán de Goyeneche
Miguel Carrazas, Indaburo y el asesor
Baltasar Aquiza.
José Gabriel Castro, quien había
permanecido en los Altos, recibió las
noticias de la traición por José Manuel
Bravo y tras reunir rápidamente una fuerza
de 250 hombres, descendió sobre la
ciudad, atacó la trinchera de la calle del
Comercio donde se concentraba la
resistencia y dio muerte a Indaburo.

Las divisiones y enfrentamientos entre los


rebeldes les restaron las escasas
posibilidades de resistencia con que
contaban:

"Sus autores, por más


bien intencionados que
fueron al cometer tan
peligrosa empresa, se
dividieron de intereses,
y ocuparon el tiempo,
que debían emplear en
la organización de
fuerzas para llevarla
adelante, y hacerla
abrazar en los pueblos
limítrofes, en otras
discusiones mezquinas,
que la hicieron abortar
miserablemente. En La
Paz éstas tomaron un
carácter tan sangriento
y feroz, que los varios
caudillos que
alternativamente se
disputaron el mando, lo
hicieron a viva fuerza y
por medio de combates
intestinos, en que al
mismo tiempo se
desmoralizaron
enteramente y se
debilitaron para resistir
con alguna probabilidad
las fuerzas que ya se
apresuraban
aceleradamente para
batirlos."
Dámaso de Uriburu,
Memorias 1794-1857, en
Biblioteca de Mayo,
página 632/3.

El 24 de octubre de 1809 salió una división


revolucionaria a Chulumani, en las Yungas,
compuesta de cincuenta hombres
armados y dos mil indios conducidos por
el protector de naturales Francisco Pozo y
al mando de Apolinar Jaén.

En La Paz, Goyeneche finalmente atacó a


las desorganizadas fuerzas de Murillo, a
las que derrotó y dispersó con facilidad el
25 de octubre en los Altos de Chacaltaya.
En esas mismas fechas las tropas de
Jaén fueron vencidas en Chicaloma
(16°27′0″S 67°29′0″O/ -16.45000,
-67.48333 (http://tools.wmflabs.org/geoh
ack/geohack.php?language=es&pagenam
e=Revoluci%C3%B3n_de_Chuquisaca&par
ams=16_27_0_S_67_29_0_W_) ) luego de
una larga lucha, retirándose nuevamente a
Chulumani el 26 de octubre.

Una división rebelde al mando de Manuel


Victorio García Lanza, José Gabriel Castro,
Mariano Graneros y Sagárnaga entre otros
patriotas, se dirigió tras la dispersión de
Chacaltaya a las Yungas con el objetivo de
sublevar a los indígenas. Castro se hizo
fuerte en Coroico, Sagárnaga en Pacollo y
Lanza en Chulumani. Goyeneche envió tras
ellos el 30 de octubre a su primo el
coronel Domingo Tristán con una fuerza
de 550 hombres que convergieron sobre
Irupana (16°28′0″S 67°28′0″O/ -16.46667,
-67.46667 (http://tools.wmflabs.org/geoh
ack/geohack.php?language=es&pagenam
e=Revoluci%C3%B3n_de_Chuquisaca&par
ams=16_28_0_S_67_28_0_W_) ) y el 14
de noviembre otra de 300 hombres al
mando de Narciso Basagoitia a la vecina
Chulumani.

El 11 de noviembre Tristán atacó con la


cooperación de La Santa, el depuesto
obispo de La Paz, que incluso convirtió en
soldados a algunos curas, y venció a los
patriotas en el Combate de Irupana
(16°28′0″S 67°28′0″O/ -16.46667,
-67.46667 (http://tools.wmflabs.org/geoh
ack/geohack.php?language=es&pagenam
e=Revoluci%C3%B3n_de_Chuquisaca&par
ams=16_28_0_S_67_28_0_W_) )[44] ​,
matando a los líderes.[45] ​

Al tener noticias los revolucionarios de


Chuquisaca del fin desastroso de los de
La Paz pusieron en libertad a Pizarro y
reconocieron la autoridad del nuevo
presidente de Charcas, Nieto, que se
hallaba en Tupiza.
Ejecución de Pedro Murillo.

El 14 de diciembre llegaron las tropas de


Buenos Aires a Potosí, donde recibieron la
noticia del sometimiento de la Real
Audiencia de Charcas. Nieto salió el 17 en
compañía del arzobispo Moxó que fue en
su alcance y entró en Chuiquisaca el 21.
Sus tropas habían entrado días antes.[17] ​
El 10 de febrero habiendo recibido el
correo de La Paz, mandó Nieto prender y
poner incomunicados a todos los oidores
de la Real Audiencia, a Juan Antonio
Fernández, Joaquín Lemoine, Juan Antonio
Álvarez de Arenales,[46] ​Domingo Aníbarro,
Ángel Gutiérrez, Dr. Ángel Mariano Toro, a
los dos Zudáñez (Manuel murió en
prisión), Antonio Amaya, Dr. Bernardo
Monteagudo, a los franceses Marcos
Miranda y José Sivilat y a otros más que
pudieron evadirse.[17] ​

Después de haber sido sometidos a una


rigurosa prisión fueron en su mayor parte
desterrados y remitidos a Lima en calidad
de presos. Fueron confinados a diferentes
puntos los ministros de la audiencia, a
excepción del Conde de San Javier y Casa
Laredo y del oidor Monte Blanco, y
remitidos a Lima el asesor Bonard y el
comandante Arenales.[47] ​Para el destierro
se tuvo en cuenta el origen y destino: "
(Goyeneche) designó los paceños a Buenos
Aires, porque sus relaciones con esta
ciudad eran remotas, el segundo (Nieto) los
chuquisaqueños a Lima, porque éstos
encontrarían en Buenos Aires muchos
compañeros de estudios."[48] ​

Muchos se salvaron "comprando unos y


otros la gracia de la vida con donaciones de
considerables sumas en alhajas y en
dinero".[48] ​

De esta manera terminó la revolución


patriótica de 1809 con el sacrificio de
muchos americanos y el destierro de
otros, más de 30, condenados a los
presidios de Boca Chica (Cartajena),
Filipinas y Morro de la Habana.

El 29 de enero de 1810 fueron ejecutados


entre otros Murillo, Mariano Graneros,
Juan Bautista Sagárnaga y García
Lanza.[49]
Mayo de 1810

En Buenos Aires, teniendo en cuenta las


medidas conciliadoras de Cisneros para
los implicados en la revuelta juntista del 1
de enero de 1809 que culminaron el 22 de
septiembre con una completa amnistía, se
suponía que tomaría disposiciones
similares en el Alto Perú:"Todo lo de
Buenos Aires esta zanjado...los presos del
día 1 están libres y todos somos amigos, y
lo mismo se hara con los del Perú...las
medias bullas de La Paz y Chuquisaca
están aquietadas, si pudiera hablar, diría lo
que causa esas bullas, pero de lejos."[50] ​
Primera Junta.

Al conocerse las noticias de la represión la


reacción fue profundamente negativa en
todos los partidos y, de haber sido
adoptada esa conducta por Cisneros con
el fin de intimidar y fortalecer su autoridad,
resultó contraproducente:

"A fines de enero


empiezan a venir
noticias vagas de la
pacificacion de La Paz y
Chuquisaca; pero todos
los que no están
predispuestos por un
espíritu personal creen
que ha debido
tratárselos como a los
de esta ciudad en 1° de
enero de 1809 y que
tanto el virrey Cisneros
como Nieto han
procedido incautamente
dejando aquellas
posesiones a los amaños
de Goyeneche y Abascal,
faltando al celo que
debía animarlos por la
invasión de su
autoridad y las
sospechas que ya se
habian comprobado de
la bellaquería del
primero; luego
mediados de marzo ya
fue una verdad su
criminal y dementada
pacificación a sangre
con proceso y sentencia
de enero 29 a febrero 10,
1810, que sólo un
malvado podía
parodiar, y todo fue
aprobado por el virrey
Cisneros; como una
violación bárbara e
inmotivada...conmueve
todas las conciencias"
Matheu, Autobiografía,
inciso 129, en Biblioteca
de Mayo, página 2286/7.

Manuel Moreno afirmó en igual sentido


que "Semejantes actos de barbarie hicieron
odiosa la autoridad de Cisneros y no
tardaron en convertir en desprecio la
frialdad de los habitantes con respecto a un
jefe sin apoyo. Los eventos desgraciados
de la metrópoli vinieron a precipitar la
conclusión de la escena".[51] ​En efecto, al
conocerse la caída de Sevilla y la
disolución de la Junta Central, en Cabildo
abierto del 22 de mayo se suspendió a
Cisneros y el 23 se formaba una junta
presidida por el antiguo virrey. De corta
duración, permitió que Cisneros (firmando
como virrey y no como presidente para
que su orden fuera obedecida), presión
mediante, conmutara el exilio dispuesto
para el cura Medina. El 25 de mayo de
1810 se formó una nueva junta sin
Cisneros, la primera presidida por un
americano.

Por correo que llegó a Chuquisaca el 23 de


junio supieron Nieto y Sanz la destitución
de Cisneros. Se pusieron a las órdenes del
Virrey del Perú, calificaron a Buenos Aires
de insurgente y pidieron auxilios. El 26 por
la mañana se desarmaron las tropas de
los cuerpos de patricios y arribeños de
Buenos Aires y sus tropas fueron
"quintadas", esto es, se sorteó uno de
cada cinco[52] ​y a los que les cupo el
número, entre cincuenta a sesenta
hombres, fueron remitidos con esposas en
las manos y caminando a Potosí, donde
Paula Sanz los envió al trabajo de socavón
de las minas del cerro de Potosí, donde
murió más de una tercera parte en menos
de tres meses.[53] ​En la noche del 25 los
soldados habían brindado por Cornelio
Saavedra al saber que presidía la junta
pero sin saber si era legal o no.[17] ​

Ante las novedades, Nieto puso en libertad


a Fernández, Aníbarro, Gutiérrez, Toro y
Amaya y confinó a los oidores a las
provincias de Perú a su elección y a los
demás incluyendo al Dr.Pedro José Rivera
detenido en Oruro, los despachó a Lima a
disposición de Abascal, quien los derivó al
presidio de Casas Matas, de donde
salieron por decreto de amnistía de las
Cortes de Cádiz del 15 de octubre de
1810.[17]
Con sus tropas y cuatro compañías de
Potosí al mando del coronel González
Socasa, Nieto se dirigió a Santiago de
Cotagaita, unos 400 km al norte de San
Salvador de Jujuy, donde hizo levantar
trincheras a lo ancho de la quebrada y
abrir fosos al frente del río, mientras
Abascal enviaba los cuerpos del Fijo o
Real de Lima, organizaba otros en sus
provincias y dirigía proclamas a los
pueblos del Alto Perú, incluso una en que
manifestaba que los americanos habían
nacido para ser esclavos, palabras que
sólo sirvieron para dar impulso a la
revolución.[17] ​
El destino de los revolucionarios de
Buenos Aires en manos de Nieto de vencer
este no iba a ser diferente a los paceños.
Tras haber "quintado" a los patricios, de lo
que se lisonjeaba públicamente,
manifestaba en carta a Montevideo del 26
de julio: "Mandaré como general en jefe
todo el ejército, llevando en sus divisiones
jefes de mi satisfacción, como lo es el Sr.
brigadier José Manuel de Goyeneche,
acostumbrado a corregir empeñosamente
iguales crímenes".[53] ​Y
seguidamente:"Tomado Santa Fe, que ha
de ser una de mis principales miras, queda
Buenos Aires..., se les estrechará más o
menos para que entre en sus deberes, sin
olvidar el castigo a los autores de tantos
males: tengo en mi poder varios oficios de
la revolucionaria Junta a los que no he dado
el uso que correspondía, porque espero
tener la satisfacción de hacérselos comer
en iguales proporciones a los sucios y viles
insurgentes que me los han remitido..."[54] ​

Primera campaña al Alto Perú (1810-1811).


Mientras, el Ejército del Norte o Ejército del
Perú, avanzaba con rapidez en su "Primera
expedición auxiliadora al Alto Perú". Al
conocerse el avance patriota empezaron a
estallar nuevos movimientos que adherían
a la Junta de Buenos Aires. El 14 de
septiembre de 1810 se produjo la
revolución de Cochabamba, el 24 de
septiembre se formó junta en la ciudad de
Santa Cruz de la Sierra, de la que
participaron Juan Manuel Lemoine y el
enviado de la Primera Junta de Buenos
Aires, Eustaquio Moldes, el 6 de octubre
se pronunció también Oruro y el 14 de
octubre tras la victoria rebelde en la
Batalla de Aroma se cerraba el cerco en la
retaguardia realista.

Batalla de S uipacha.

Alrededor de mil hombres mandados por


Antonio González Balcarce y Eustoquio
Díaz Vélez, con Juan José Castelli como
representante de la Junta, enfrentaron el
27 de octubre a las tropas de Nieto en el
Combate de Cotagaita. Tras bombardear
con escasa artillería las trincheras
enemigas y sin poder capturar la posición
las fuerzas revolucionarias se retiraron al
sur. El 5 de noviembre las fuerzas del Perú
avanzaron tras Balcarce y entraron en
Tupiza. El 7 de noviembre se enfrentaron
en la batalla de Suipacha, donde el ejército
argentino obtuvo su primera victoria sobre
el de José de Córdoba, quien había alzado
pabellón de guerra a muerte y avanzar
hasta el río Desaguadero, límite del
virreinato. El general Juan Martín de
Pueyrredón fue nombrado presidente de la
Audiencia de Charcas.

Al llegarle la noticia de la derrota, Nieto


destruyó las fortificaciones en Cotagaita y
con el párroco de Tupiza y algunos
oficiales intentó huir pero fue capturado en
Lípez. Una partida salió en búsqueda del
prisionero, formada por soldados de las
compañías de patricios que Nieto había
mandado a trabajar en el socavón de
Potosí cuatro meses antes.

Córdoba huyó con los restos de su ejército


a Cotagaita y al día siguite de la batalla
escribió a Balcarce:

"Venció usted en la lid y


ahora estoy dando las
órdenes más activas
para que se junte lo que
ha esparcido el indigno
Presidente. Reconozco
la Junta, me someto á
ella, lo mismo que hace
esta marina, y lo mismo
que harán las tropas
que yo he mandado,
pues para ello he dado
órdenes muy estrechas."

Casa de la Moneda.

Castelli le respondió que se entregara a la


generocidad del Gobierno de la Junta pero
temiendo con razón por su suerte intentó
huir a Chuquisaca, siendo apresado en las
cercanías de Potosí. Paula Sanz demoró
su salida de Potosí por lo que cuando el
10 de noviembre llegó a la ciudad un oficio
de Castelli anunciando su inminente arribo
y ordenando al cabildo el apresamiento
del gobernador, Paula Sanz fue también
detenido. Nieto, Córdoba y Paula Sanz
quedaron así detenidos en la Casa de la
Moneda de Potosí durante un mes.[55] ​

Juzgados en el Cuartel general de Potosí,


el 14 de diciembre de 1810 se condenó "a
los referidos Sanz, Nieto y Córdoba, como
reos de alta traición, usurpación y
perturbación pública hasta con violencia y
mano armada, a sufrir la pena de muerte" y
el 15 de diciembre de 1819 a las 10 de la
mañana fueron puestos de rodillas en la
Plaza Mayor y fusilados.[56] ​

Controversia
Este evento, conocido en Bolivia como el
Primer Grito Libertario de América, o la
Chispa de la liberación americana, es
considerado por buena parte de la
tradición historiográfica como el primero
de los movimientos independistas en la
América Hispana.
Muchos coinciden en esa posición. El líder
independentista radical, y un partícipe
principal de los acontecimientos, Bernardo
de Monteagudo la consideraba, ya en
1812, como el inicio de la Revolución del
Río de la Plata al escribir Ensayo sobre la
Revolución del Río de la Plata desde el 25
de mayo de 1809, en el periódico Mártir o
Libre, en el tercer aniversario de la
revolución. Historiadores extranjeros
como Benjamín Vicuña Mackenna llama a
Chuquisaca, la "cuna volcánica de la
revolución".[57] ​El 25 de mayo de 1825 el
mismo Antonio José de Sucre dispuso que
fuesen públicamente conmemorados los
sucesos de la Revolución de 1809, y rindió
su personal homenaje a los
revolucionarios de Charcas, por haber sido
los primeros en proclamar la
independencia de América.

Sin embargo, en la historiografía reciente


ha surgido una corriente revisionista que
llama a este evento una revolución
monárquica por sus expresiones de lealtad
al monarca. Afirman que se trató de una
revuelta que enfrentó a fernandistas y
carlotistas en un contexto alejado de
intenciones independentistas, criticando
su actual condición de fiesta cívica
patriótica. Se la pone en contraste con la
revolución del 16 de julio en La Paz, que es
considerada una revolución abiertamente
independentista, y se señala a la Junta
Tuitiva como el primer 'gobierno libre' de
América del Sur y origen de la
independencia hispanoamericana.[58] [59]
[60] [61]

Para no caer en una controversia que


puede resultar estéril y artificiosa, es obvio
que las motivaciones públicas y privadas
de los partícipes de este movimiento
fueron disímiles, concurrentes y en
muchos casos contradictorias: la
amenaza carlotista, el temor por el destino
de España, la ilegitimidad del mandato de
la Junta de Sevilla y su prepotencia, el
enfrentamiento preexistente entre el
gobernador y los oidores, apoyados por el
Claustro, el que enfrentaba al obispo y al
cabildo eclesiástico, el localismo y la
ambición de mantener los márgenes de
independencia de Buenos Aires y de Lima
logrados desde las Invasiones Inglesas,
intereses económicos, celos, odios y
afectos personales, etc. Y sin duda,
también deseos de independencia, sea
para algunos a la manera de juntas fieles
al monarca, sea en otros en camino a la
república. Los comisionados a otras
ciudades fueron de esta última posición.
Esto mismo puede con las variantes del
caso decirse de los movimientos de julio
en La Paz (donde también se mantenía en
oficios a las autoridades la máscara de la
fidelidad al monarca), de mayo de 1810 en
Buenos Aires, y en general de cualquier
levantamiento americano.

Por otra parte, si bien la revolución en La


Paz fue más radical en sus fines y en su
desarrollo fue esa chispa encendida en
Chuquisaca la que la hizo estallar. De una
u otra manera los sucesos de mayo de
1809 en los que algunos patriotas dejaron
la vida o sufrieron prisión y destierro,
fueron con mayor o menor "pureza
revolucionaria" un antecedente legítimo del
movimiento independentista americano.

Véase también
Rebelión de Oruro
Junta Tuitiva
Decreto del 9 de febrero de 1825
Declaración de Independencia de Bolivia

Referencias
1. Fue apresado por la noche del 25 de
mayo de 1809, y liberado horas
después.

2. «El Primer Grito Libertario de América


cumple 207 años» (https://www.notim
erica.com/sociedad/noticia-primer-grit
o-libertario-america-cumple-207-anos-
20160525082936.html) . Notiamérica.
25 de mayo de 2016.

3. «Cámara de Diputados rinde


homenaje a los 230 años de Gesta
Libertaria de Oruro» (https://web.archi
ve.org/web/20120523042713/http://
www.fmbolivia.com.bo/noticia46217-
camara-de-diputados-rinde-homenaje-
a-los-230-anos-de-gesta-libertaria-de-o
ruro.html) . Archivado desde el original
(http://www.fmbolivia.com.bo/noticia4
6217-camara-de-diputados-rinde-hom
enaje-a-los-230-anos-de-gesta-libertari
a-de-oruro.html) el 23 de mayo de
2012. Consultado el 26 de febrero de
2011.

4. «Oruro antes del grito libertario del 10


de febrero de 1781» (https://impresa.l
apatria.bo/noticia/311452) . La Patria.
6 de febrero de 2018. Consultado el 25
de mayo de 2022.

5. Radaelli, Sigfrido, Las juntas


españolas de 1808, página 5.

6. Después de algunas desavenencias


entre las juntas y ante la necesidad
evidente de coordinar una política
común de cara a la invasión y a los
gobiernos amigos, principalmente
Gran Bretaña y Portugal, el 25 de
septiembre de ese año se constituyó
la Junta Suprema Central o Junta
Suprema Central Gubernativa del
Reino en Aranjuez con representantes
de varias de las Juntas locales. Con el
avance francés, en noviembre la Junta
se retiró a Extremadura, el 17 de
diciembre de 1808 a Sevilla (donde en
mayo de 1809 se convocaron las
Cortes Constitucionales) y finalmente
a la Isla de León, Cádiz, el 23 de enero
de 1810. Pocos días después, el 29 de
enero, la Junta Suprema se disolvió y
dio paso al Consejo de Regencia de
España e Indias, de cinco miembros,
solo uno representante de América. El
24 de septiembre de 1810 quedaron al
fin constituidas las Cortes Generales
que aprobarían finalmente la
Constitución española de 1812. Véase
Radaelli, Sigfrido, Las juntas
españolas de 1808, páginas 5 y 6.

7. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 34.

8. El teniente Cortés (chileno), entonces


al servicio de la marina real, se pasó
más tarde al ejército patriota, ayudó a
la independencia de su patria y
ascendió al rango de general de todos
los ejércitos de Chile.

9. Manuel Moreno, Vida y memorias de


Mariano Moreno, en Biblioteca de
Mayo, página 1219.

10. Beruti, Juan Manuel, Memorias


Curiosas.

11. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 35.

12. En ese momento ni siquiera se habían


organizado las diferentes juntas bajo
un mando único. La de Sevilla era una
más aunque se arrogase la autoridad
sobre "las Indias". De hecho, la Junta
de Galicia envió a Pascual Ruiz
Huidobro como Virrey al Río de la
Plata, solo que al tomar conocimiento
de la realidad en el Plata optó por no
intentar reivindicar sus supuestos
derechos reconociendo la endeble
autoridad de que emanaban.

13. Manuel Moreno, Vida y memorias de


Mariano Moreno, en Biblioteca de
Mayo, página 1164.

14. El apelativo de la "Atenas de América"


era habitual y es reflejado por
numerosos autores, por mencionar
algunos:
José María Camacho, Compendio
de historia de Bolivia, Tip.
comercial, 1896 (página 64),

Universidad Mayor de San


Francisco Xavier, Universidad de
San Francisco Xavier, 1927
(página 74),

Domingo Faustino Sarmiento,


Facundo, Fundación Biblioteca
Ayacucho, 1985, ISBN 980-276-
274-1, 9789802762743 (página
226),

Juan Ramón Muñoz Cabrera, La


guerra de los quince años en el
Alto Perú, Imprenta del
Independiente, 1867 (página 42),

Manuel Ordóñez López, Luis S.


Crespo, Bosquejo de la historia de
Bolivia, Imp. Boliviana, 1912
(página 125)

Estuardo Núñez, Viajeros


hispanoamericanos: temas
continentales, Fundación
Biblioteca Ayacucho, 1989, ISBN
980-276-085-4, 9789802760855
(página 479), etc.

15. El arzobispo gozaba de una renta


anual de más de 80 000 pesos, la
catedral contaba con numerosos
canónigos y de curas, reputados los
más ricos de todo el reino. Esa riqueza
estaba fundada en las heredades, los
diezmos y derechos parroquiales, y los
sufragios por las almas del purgatorio,
generosamente brindados por todas
las clases sociales (Manuel Moreno,
Vida y memorias de Mariano Moreno,
en Biblioteca de Mayo, página 1165).

16. Manuel Moreno, Vida y memorias de


Mariano Moreno, en Biblioteca de
Mayo, página 1220.

17. Manuel María Urcullu. Apuntes para la


historia de la revolución del Alto Perú.
18. Respecto del desconocimiento real o
político de la derogación de la
pragmática de Felipe por las Cortes,
téngase en cuenta que dicha
pragmática sirvió años después de
excusa para las guerras carlistas.

19. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 35-36.

20. Eran muy fuertes las lealtades


personales al Rey y las regionales:
Álzaga era vasco y cuando llegó a
Buenos Aires no hablaba español.
21. De Patagones serían rescatado por
Elío y transportados a Montevideo.

22. La formación de juntas continuaría: la


Junta Suprema de Caracas el 19 de
abril de 1810; el 22 de mayo la de
Cartagena de Indias; el 22 y 25 de
mayo la Primera Junta en Buenos
Aires; el 18 de septiembre de 1810 la
Primera Junta Nacional de Gobierno
de Chile, etc. En sus comienzos, sólo
la Junta de Buenos Aires y la de
Caracas desconocerían la autoridad
superior del Consejo de Regencia. Si
bien el movimiento de Elío había sido
promovido por Álzaga —contrario a
aceptar toda autoridad europea fuera
del mismo rey— al fracasar éste en
Buenos Aires, aquel se distanció y
optó finalmente por apoyar al Consejo
de Regencia, fidelidad que le granjeó el
nombramiento de Virrey.

23. El oidor Ussoz y Mosi fue una fuerte


influencia en Monteagudo, uno de los
más decididos y brillantes miembros
del partido de la independencia. Fue
su padrino de tesis en el doctorado y
una vez graduado su protector. Por su
influencia la Audiencia designó a
Monteagudo como defensor de
pobres en lo Civil.
24. «Rinden homenaje a la Campana de la
Libertad» (https://correodelsur.com/lo
cal/20150524_rinden-homenaje-a-la-c
ampana-de-la-libertad.html) . Correo
del Sur. 24 de mayo de 2015.
Consultado el 1 de diciembre de 2022.

25. Y probablemente también el dinero


que recibían de algunos de aquellos
dirigentes por dar gritos y vivas a
Fernando VII y mueras al
gobierno(Estanislao Just Lleo,
Comienzos de la independencia en el
Alto Perú).

26. Se cargaron los cinco pequeños


cañones de montaña con piedras y se
efectuaron 92 disparos contra el
palacio. Según algunas fuentes sólo
hubo dos heridos por la metralla,
según otras hubo muertos. Algunas
fuentes incluso, mencionan que García
de León y Pizarro hizo cerrar las
puertas y asesinar a los negociadores.

27. Habiendo fallecido el regente de la


audiencia Antonio Boeto, lo suplía el
decano Dr. José de la Iglesia, por lo
que en él recaía conforme a la ley el
gobierno de la provincia al renunciar o
ser depuesto el gobernador.

28. La guerra de los 15 años en el Ato


Perú, por Juan R. Muñoz Cabrera,
1867

29. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 41.

30. Hilarión Acosta Renteria, La Evolución


de Bolivia - Chuquisaca insurgente 25
de mayo de 1809.

31. Moreno, ya en Buenos Aires y


relacionado con Alzaga, al igual que
Juan José Castelli, Juan José Paso,
José Mariano Serrano, Manuel Luis de
Oliden, Tomás de Anchorena entre
otros "abajeños", habían antes que
Monteagudo estudiado en Chuquisaca
y formado parte del movimiento
libertario.

32. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 45.

33. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 45-46.

34. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 46.
35. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).
La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 46-47.

36. Director del coro en los oficios


religiosos.

37. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 49.

38. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 50.
39. Efectivamente, aparte de reforzar las
posiciones fronterizas, en 1808 la
corte portuguesa envió una fuerte
división para apoderarse de la
Guayana francesa, lo que desconocido
el destino real fue percibido en esas
fechas como una confirmación del
avance lusitano.

40. Cuando en noviembre de 1808


Huidobro arribó en la fragata Prueba a
Río de Janeiro camino a Buenos Aires
con el nombramiento de virrey emitido
por la Junta de Galicia, Carlota intentó
detenerlo contando con el apoyo del
comandante del apostadero británico
para devolverlo a España. No obstante
varar al tratar de huir, fue auxiliado por
naves británicas y portuguesas y pudo
seguir su camino.

41. Ignacio Núñez, Noticias históricas de


la República Argentina, en Biblioteca
de Mayo, página 400.

42. Nieto acompañaba a Cisneros para


reemplazar a Elío en Montevideo. Elío
debía quedar a cargo de las fuerzas
armadas. No obstante, si bien los
regimientos criollos aceptaron
obedecer a Cisneros le advirtieron que
no aceptarían a Elío, por lo que
Cisneros (quien aún permanecía en
Colonia) envió a Nieto en su lugar.
Nieto llegó a Buenos Aires el 19 de
julio a la noche y el 20 se hizo cargo
de las armas, cesando Liniers. Quedó
a cargo de lo político interinamente el
regente de la real audiencia Lucas
Muñoz y Cubero.

43. Se reducen de tres a dos los


batallones de patricios (y se
redenominan batallones 1 y 2), queda
un batallón de montañeses (batallón
N° 4), uno de andaluces (5) y otro de
arribeños (3), todos con 9 compañías
y de plana mayor un comandante, un
sargento mayor, dos ayudantes, dos
abanderados, capellán, cirujano,
tambor mayor y dos pífanos. Se
mantiene un batallón de Granaderos
de Fernando VII de seis compañías,
uno de Artillería Volante (ex Unión)
con igual fuerza, un escuadrón de
Húsares de Caballería de 150 plazas
de 3 compañías (con un comandante,
un mayor, un ayudante y un
portaguión), un batallón de castas de 9
compañías pero con dos de
granaderos, dos o tres batallones a
formarse del comercio (batallones 6,
7, 8) con 9 compañías pero de reserva
(estos batallones se preveían para
reincorporar a los regimientos de
vizcaínos, catalanes y gallegos
disueltos tras la asonada de Álzaga).
Desaparecían el 3° de Patricios, el de
Carlos IV, Cazadores, segundo y
tercero de húsares, migueletes y
castas de artillería.

44. Otras fuentes ubican el combate en


los altos de Chicaloma, población muy
cercana a Irupana.

45. Manuel José Cortés, Ensayo sobre la


historia de Bolivia.

46. En el caso puntual de Arenales intrigó


eficazmente en su contra el arzobispo
Moxó, a cuyas instancias fue mandado
preso a las casamatas del Callao
(Dámaso de Uriburu, Memorias 1794-
1857, en Biblioteca de Mayo, página
633).

47. Torrente, Historia de la Revolución


Hispano-americana.

48. Ignacio Núñez, Noticias históricas de


la República Argentina, en Biblioteca
de Mayo, página 402.

49. Medina no fue ejecutado por su


condición de sacerdote.

50. Matheu, Autobiografía, inciso 127, en


Biblioteca de Mayo, página 2286.

51. Manuel Moreno, Vida y memorias de


Mariano Moreno, en Biblioteca de
Mayo, página 1224.
52. Otras fuentes mencionan que fueron
"diezmados".

53. Ignacio Núñez, Noticias históricas de


la República Argentina, en Biblioteca
de Mayo, página 404.

54. Ignacio Núñez, Noticias históricas de


la República Argentina, en Biblioteca
de Mayo, página 405.

55. Historia del General Güemes y de la


provincia de Salta, o sea de la
Independencia Argentina. Escrito por
Bernardo Frías. Publicado por Est. Tip.
de "El Cívico", 1907. Pág. 159 - 160

56. Pese a los antecedentes, la ejecución


no fue bien vista por muchos que les
restaban responsabilidad y la
centraban en Goyeneche:"Nada podía
justificar ni paliar tan atroz atentado,
como el de la muerte a sangre fría de
dos ancianos, uno de ellos (Sanz) muy
ilustre y generalmente respetado; el
otro (Nieto) que no había provocado
por ningún hecho tan sangrienta
venganza, y el señor Córdoba,
personaje de alto rango por su familia
en la península, que tampoco se había
hecho acreedor por ningpun rasgo de
conducta a tan acerba suerte"
(Dámaso de Uriburu, Memorias 1794-
1857, en Biblioteca de Mayo, página
646). Como hemos visto, la
responsabilidad de Goyeneche fue
fundamental, pero no fue ajeno Nieto
a las decisiones tomadas por aquel.

57. Muñoz Cabrera, Juan Ramón (1867).


La guerra de los 15 años en el Alto
Perú. Santiago: Imprenta del
Independiente, pp. 42.

58. "La independencia de


Hispanoamérica" cap. 14 en "Historia
de América" de Carlos Malamud,
Madrid 2005

59. "La independencia y el comienzo de


los regímenes representativos" de
Guillermo Palacios y Fabio Morga,
Madrid, 2002
60. "Antecedentes de la revolución del 16
de julio de 1809 en La Paz" de Evelyn
Ríos de Reyes, La Paz, 2002

61. "Los hechos del primer grito libertario


en la América Hispána e inicio de la
Guerra de la Independencia en el eje
La Paz - Cuzco" de Juan Reyes
Aramayo y Genoveva Loza Balsa. La
Paz, 2004.

Bibliografía
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historia de Bolivia, Beeche, 1861.

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años en el Alto Perú, Revista del
Pacífico, Tomo II, Impr. y Librería del
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Beruti, Juan Manuel, Memorias


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ISBN 950-04-2208-5.
Enlaces externos
Un bautismo de sangre anunció al
mundo el grito de la Revolución. (http://
web.archive.org/web/http://www.la-razo
n.com/Versiones/20070525_005917/no
ta_244_431055.htm)
Los acontecimientos heroicos de 1809.
(http://www.correodelsur.net/2001/052
5/local7.shtml)
Revolución en el Alto Perú, El Forjista (htt
p://web.archive.org/web/http://www.elf
orjista.unlugar.com/Moreno-8.htm)
Casa de la Libertad en Sucre. (http://ww
w.casadelalibertad.org.bo)
Datos: Q5116509

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