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Capítulo III. El entrevistador.

Relación sujeto-objeto.

Devereux,1967. El científico del comportamiento no puede ignorar la acción recíproca entre sujeto
y objeto.

El acceso a la esencia de la situación observacional la proporciona el observador, no el sujeto de


observación. Siendo el debido aprovechamiento de sus actividades y de los llamados “trastornos”
o “perturbaciones” creados por su existencia.

Bleger. 1985. Señala que en la entrevista, el entrevistador forma parte del campo, condicionando
en cierta medida, los fenómenos que él mismo va a registrar.

Weiner, 1962. Señala la importancia de la participación del entrevistador en el tipo calidad y


destino de la relación con el entrevistado.

Wolff, 1970. De acuerdo a la Asociación Mexicana de Psicología afirma que deben tenerse
cualidades en el entrevistador como la habilidad y juicio intelectual superiores, sentido del humor,
originalidad y variedad de recursos, en resumen personalidad madura, carácter genital, o yo
fuerte, estas características llevan a la adquisición de roles impostados, que perturban la relación
interpersonal, poniendo atención en esto y no al entrevistado, se debe considerar que los
entrevistados han sido objeto de numerosos engaños, rechazos , incomprensiones, humillaciones,
agresiones, falta de respeto, devaluaciones etc. Y que viven el engaño, la adopción de un rol
impostado ante ellos, como una nueva herida a su autoestima, a la cual reaccionan con las pautas
defensivas que en el pasado han sido eficaces, y por tanto le son características: sometimiento,
seducción, complacencia, reto, amenaza, desprecio, negativismo etc. Las que a su vez despertarán
respuestas emocionales en el entrevistador, que al negar su participación en la cadena de
reacciones que ha provocado, interpretará mal los fenómenos que se muestran a sus ojos.

Wolberg, 1967. Que da la primera recomendación a los entrevistadores: la de ser uno mismo.

Stevenson, 1959. La recomendación al entrevistador de interesarse por el sufrimiento humano.


Interés que es deseo de comprensión, y que requiere para ser genuino, despojarse de todo fervor
diagnóstico, y de metas de investigación ajenas al paciente. Lo más importante son el impulso
epistemofílico, y la capacidad de identificarse con el otro. Que se manifiesta con empatía, y
comprensión, para que haya identificación tienen que haber disociación en el entrevistador, que
está a servicio de una finalidad adaptativa, y no defensiva aunque debe serlo. Se insiste en la
necesidad de que quien se dedica a la clínica, se sujete a su vez, a una psicoterápia o
psicoanálisis.
El entrevistador como sujeto.

La honestidad del clínico comienza por la exploración de los motivos que lo llevan a su elección
profesional.

Uno de los motivos más frecuentes, consciente o inconsciente es la necesidad de reparación de


objetos internos, o externos significativos, o de partes de la propia de la personalidad, que se
perciben dañados. Estos intentos de reparación pueden ser de origen Klenianos maniacos o
depresivos. (Bicas, 1984).

Intentos pseudorepatadores Kleinanos: en ellos priva la angustia persecutoria, y el rechazo del


entrevistado se vive, como confirmación de la incapacidad para reparar y por tanto como
corroboración de la destrucción interna y maldad del entrevistador. Para evitar la catástrofe por
la presencia de la angustia el entrevistador puede adoptar actitudes seductoras, falsamente
amistosas y ofrecer consuelo, estímulo, apoyo o ayudas irreales y extemporáneas con la idea de
obtener afecto y aceptación del entrevistado. Cuando tiene éxito en sus intentos, consigue
además bloquear la emergencia del material que el entrevistado consideraría arruinaría la
presunta buena opinión disposición que hacia el presenta su interlocutor. O bien tal
acontecimiento puede despertar en personalidades paranoides un intensa desconfianza, porque
se interpreta como treta destinada a tomarlos desprevenidos con las defensas bajas ante los fines
aviesos del entrevistador.

Intentos pseudoreparadores cuando el encuentro es con un psicótico: puede suceder lo que le


sucedió a Fromm Reichaman, con uno de los pacientes al que le ofreció su amistad, siendo
rechazada en los siguientes términos: “cómo quiere ser mi amiga sino la conozco”.

En el campo de las pseudo-reparaciones, se incluye también, la búsqueda del ejercicio clínico,


como negación maniaca de la propia patología. La delegación social l cuidado del enfermo
mental a un grupo de trabajadores, les hace depositarios del rol de “guardianes de la salud
mental “ , que lleva con cierta frecuencia a sumirlo con gran entusiasmo, pues refuerza la
posibilidad de negación antes mencionada. Uno de los indicios conscientes es el deseo de
“entenderse”, a través de lecturas y comprensión intelectual, de la causa y solución de la
conflictiva de otras personas. La decepción que provocan tales expectativas en el encuentro con
los pacientes, provocan angustia y rabia que dan como resultado sesiones en las que el
entrevistado resulta maltratado, acusado y sujeto a un interrogatorio cuasi policiaco. Pues los
argumentos con los que intenta explicar las dificultades de su vivir cotidiano, no esclarecen en
nada las del entrevistador. Las contradicciones del entrevistador compartidas por el entrevistado,
llevan a cuestionamientos persecutorios, que hacen que el paciente termine sintiéndose criticado,
tildado de mentiroso, amnésico o poco cooperador.
Si el futuro clínico reconoce en sí mismo, la necesidad de cambiar o entender aspectos de su
personalidad debe abandonar la fantasía, de lograrlo a través de su ejercicio profesional.

Los institutos de formación de los trabajadores de la salud mental no tienen como requisito la
ausencia de psiconeurosis, por el contrario se considera que la conciencia de la problemática
personal, es un buen índice con respecto al correcto de funcionamiento del yo observador del
futuro terapeuta, función imprescindible para la discriminación de origen de las reacciones
afectivas que despiertan siempre las relaciones interpersonales.

Sobre el paciente:

Confusiones, omisiones, contradicciones, y aún la simulación son producto de disociaciones en el


interior de la personalidad del entrevistado, y no puede pretenderse resolverlas confrontando al
paciente bruscamente con ellas. Más aún el señalamiento de la confusión puede generar gran
angustia en algunas personas, pues las remite a su temor a la locura. Para evitar tal situación
puede recurrir a respuestas escuetas, que dan poco lugar a las contradicciones, o adoptar
actitudes defensivas retadoras, que perturban el desarrollo de un buen clima de trabajo.

En el caso del entrevistador

Cuando a través de la asunción de su rol de trabajador de la salud mental, se consigue negar la


patología personal, la conflictiva relegada al inconsciente es claramente percibida por otros, a
través de los gestos, actitudes e intervenciones del entrevistador. En estas circunstancias resulta
imposible percatarse del momento en que un paciente, inicialmente cooperador, se torna
resistente. No es factible reconstruir la situación, que trocó al entrevistado en un ser irritado,
culpable, perseguido, rechazado o devaluado. Perplejo frente al cambio, el examinador incapaz de
cuestionarse, porque de hacerlo se verían amenazadas sus negaciones y represiones, racionaliza o
proyecta, sobe el paciente su conflictiva personal y se tranquiliza con pseudoexplicaciones por
ejemplo: “es resistente a hablar de su sexualidad”, “la culpa ante su agresión se expresa en
enrojecimiento, cuando se le pregunta si el buen trato a su mujer incluye los golpes que le
propina, etc”.

La proyección de la conflictiva personal en los pacientes, tiene la obvia finalidad de mantener el


conflicto reprimido existente en el entrevistador, así se puede seguir escindido en una parte
“sana” que ejerce una profesión y una “enferma”, depositada en quienes buscan su ayuda.

La existencia de prejuicios, sistemas de valores, y conflictos inconscientes, llevan a la adopción de


una actitud, frente al material del paciente, que se trasmite a través de las preguntas que se le
formulan, y de las diversas formas de comportamiento preverbal, de los que el entrevistador es
totalmente inconsciente, pero que son percibidas tanto por el paciente, como por quienes
pueden estar atestiguando el encuentro. Solo un supervisión cuidadosa permite, a quienes se
encuentran en tales condiciones, hacerse consciente y responsable de la problemática, que
puede estar depositando en sus entrevistados.
En algunas situaciones, la motivación para dedicarse a la práctica clínica se deriva de la fantasía de
satisfacer, a través de ellas tendencias escoptofíicas, de manipulación, y control sobre los demás, o
de obtener amistad, afecto y otras ganancias secundarias. Estas motivaciones corresponden al uso
del entrevistado como medio para obtener la compensación de antiguas frustraciones en la
curiosidad infantil o de situaciones igualmente pretéritas de impotencia o indefensión, como
vemos es difícil emprender la investigación científica de la vida sexual de otras personas, si la
propia resulta insatisfactoria, o presta verdaderas alteraciones. En ambos casos puede sustituir la
práctica perturbada, por la contemplación de la ajena, derivando de ello el placer ausente de la
vida personal.

En la entrevista surge la sexualidad como uno más de los temas que requiere exploración, siendo
esta más o menos complicada, dependiendo tanto de la patología, como del contexto social del
cual proviene, el entrevistado, pero si quien la investiga tiene un interés más allá de lo profesional,
el paciente al percibirlo puede reaccionar con angustia, al interpretarlo como intento de
seducción, o bien intenta satisfacer la curiosidad de su interlocutor, y su propio exhibicionismo,
haciendo un relato detallado y exagerado de sus proezas sexuales. En cualquiera de los casos de
habrá perturbado la relación de trabajo, en función de satisfacer una necesidad del entrevistador y
no necesariamente del entrevistado.

La necesidad de manipular y someter a otros, se deriva frecuentemente de la compulsión a


controlar omnipotentemente a los objetos internos persecutorios, a los que no puede permitirse
la menor movilidad espontánea, so pena de resultar destruido o abandonado por ellos. Una de las
manifestaciones más frecuentes en la entrevista es la necesidad de hacer decir al paciente lo que
el entrevistador quiere oír para corroborar sus hipótesis teóricas. Desde Freud, sabemos que ni un
sí ni un no, aislados del contexto en que se producen, confirman o refutan nuestras
interpretaciones, pero no debemos olvidar tampoco, que aún la interpretación aparentemente
más completa y abarcativa es solamente una hipótesis de trabajo, sujeta a la corroboración o
rectificación.

El entrevistado

El resultado de la conducta controladora omnipotente, depende de la estructura de personalidad,


del entrevistado. Quien por su historia tiene la tendencia de colocarse al amparo de figuras
poderosas, buscando congraciarse con ellas para buscar afecto, protección o seguridad, se sentirá
agradecido si el entrevistador ofrece tomar o toma decisiones por él. Para otros los intentos de
manipulación o sometimiento constituyen la repetición de su dependencia de padres que en vez
de satisfacerlos los usaron, para gratificar sus necesidades de control, prestigio y la realización de
metas incumplidas. En este caso la respuesta, puede ser rabia expresada a través de la falta de
cooperación, agresiones verbales ironía o resistencia pasiva.

El entrevistador

Las tendencias mágicas y omnipotentes del entrevistador pueden manifestarse, tanto en la actitud
dogmática, anteriormente señalada como en la necesidad de impresionar al paciente con la
presentación del currículum simplemente para impresionar al paciente como lo haría el brujo con
sus atuendos para mostrar sus poderes y su superioridad haciendo que el paciente espere a que el
terapeuta todo le resuelva en cuanto él hable, tales expectativas impiden que veamos el conflicto
psíquico.

La necesidad de encontrar a través de la práctica clínica, amistad y afecto, es como cualquier otra
demanda neurótica, una búsqueda irreal. El requisito que no siempre se cumple pero que no se
descarta es de una buena terminación de análisis, la resolución de la transferencia, lo que implica
la disolución de los vínculos irreales, derivados de las relaciones objetales previas, que ligan al
paciente con su terapeuta.

El terapeuta sólo puede esperar que sus tratamientos bien terminados tengan como resultado la
partida de sus pacientes. La actitud del paciente, el tipo de respuesta a nuestra conducta, su
aspecto, gestos, actitud son datos que nos permiten hacernos una idea tanto de su realidad
externa como interna.

Entrevista con fines de enseñanza: cuando se realiza una entrevista frente a un grupo de
estudiantes o en la Cámara de Gesell, el paciente debe ser informado de dicha situación antes de
ingresar al lugar de la entrevista, para que el paciente decida si quiere o no participar. A pesar de
los cuestionamientos principalmente por cuestiones humanitarias e ideológicas, su utilidad sigue
siendo indiscutible. Especialmente el paciente hospitalizado en nosocomios asistenciales, es
bastante accesible a prestarse de buen grado a colaborar con entrevistas con fines de aprendizaje,
debido al largo condicionamiento social al sometimiento, y el prologado abandono y descuido por
parte de familiares y amigos durante su internamiento. Tener la oportunidad de ser escuchado con
atención y deseo de comprender el motivo de su reclusión y las características de su vida, resultan
en ocasiones una gratificación suficiente para colaborar de buen grado a la entrevista.

El estudiante que se encuentra en una entrevista realizada afrente a grupo o a través de la cámara
de Gesell, además de experimentar la presencia de terceros y la angustia por la supervisión, se
puede vivir en algunas ocasiones como ladrón que v a apropiarse de material de los entrevistados
para sus propios fines. Ya que habitualmente no perseguirá el contacto terapéutico con ellos.

Otra postura ética es la confidencialidad de sus casos, solo con autorización del paciente se puede
compartir el expediente o parte de este sean usados con fines de enseñanza, gravados o filmados.
Cuando los parientes piden información del paciente hay ocasiones en que este puede dar cuenta
por sí mismo de la entrevista realizada.

En caso de niños, adolescentes y psicóticos, resulta muy útil entrevistar primero a los familiares y
psicóticos, para obtener información del padecimiento actual y características del paciente, así
como aclarar dudas y disminuir las culpas y angustias que despierta en ellos la condición de su
familiar o paciente.

EL ENTREVISTADOR EN SU INTERACCIÓN.
En el caso que nos ocupa, su dirección y meta: la mente humana, implica la necesidad de ponernos
en el lugar del otro, de identificarnos con él para entenderlo. Pero identificarse con un
desconocido y más aún si es un enfermo mental , despierta diversas ansiedades, que trataremos
de contrarrestar, a través de nuestros mecanismos de defensa habituales. El temor más habitual
es el que despierta la imposibilidad de identificarnos con el paciente, sea por su rechazo o porque
nos resulta tan ajeno que no encontramos puntos de apoyo para entenderlo. La defensa habitual
es la negación de las diferencias y del desconocimiento mutuo. Lo cual lleva a inconscientemente
a establecer que ya se tiene una relación haciendo innecesaria cualquier presentación.

Si socialmente es difícil una conversación con otro, cuya identidad no estamos seguros, para
algunos pacientes la incomodidad puede transformarse en ansiedad severa o verdadero pánico,
pues dudosos de su propia identidad, necesitan que el otro y el ambiente los definan a definirse.

El tuteo indiscriminado es otra de las formas de negar las diferencias entre entrevistado y
entrevistador. En el caso de pacientes dependientes pueden llevar al paciente a intentos de
agradarlo, aceptando aparentemente cuanto sale de su boca, pero ocultando cuidadosamente los
aspectos de su vida que puedan resultar lesionados por el juicio de a autoridad a la que se
someten. Otros resentidos por el trato intentarán disminuir al entrevistador, cuestionando su
preparación, habilidad, experiencia invirtiendo los roles de entrevistador e interrogado. O bien
disminuyendo el valor de la entrevista contestado de forma indiferente. En otras ocasiones el
tuteo reciproco termina por producir un clima juguetón lleno de bromas, con lo que el paciente
encubre el dolor por el maltrato recibido.

La angustia generada al contacto con el enfermo mental, cuya patología hace resonar la del
entrevistador puedes ser de tal magnitud que diluya la escisión necesaria entre identificación y
diferenciación del paciente, perturbándose la función técnica que debe realizarse. El
interrogatorio se vuelve entonces caótico y repetitivo, la entrevista se convierte en intercambio
de miradas perplejas en consulta de notas que aporten las preguntas necesarias para interrumpir
el angustioso silencio, que alejan del esclarecimiento de conductas conflictivas, que subyacen a la
patología.

Contratransferencia:

En la cura psicoanalítica se conoce como contratransferencia , al conjunto de las reacciones


inconscientes del analista frente a la persona del analizado, y especialmente frente a la
transferencia de éste. Aunque algunos autores la restringen a los aspectos inconscientes en la
relación con lo analizado, otros incluyen también las reacciones conscientes, y todo aquello que,
por parte de la personalidad del analista pueda intervenir en la cura.

Transferencia del paciente: el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan
sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecidas con ellos y de un
modo especial dentro de la relación analítica. (Laplanche y Pontales, 1971).
En la capacidad humana de transferir no es casual que se proyecten algunos de los aspectos
significativos del pasado, fantasías conscientes e inconscientes, por ejemplo nuestro nombre,
tono de voz, ubicación del espacio analítico, para quien acude por primera vez a la consulta hagan
surgir pensamientos sobre nuestro aspecto físico, clase social, que configuran una relación previa
con el objeto temido o necesitado que se reafirma o desecha en el contacto directo con nosotros.

Esta disposición transferencial es contestada inconscientemente por nosotros, con actitudes que,
si no nos cuestionamos pueden constituirnos en los objetos tan temidos o buscados por el
paciente, lo que provoca en la entrevista la identificación con el paciente. Y entendemos sus
fuerzas en conflicto, y si en cambio nos identificamos con alguno de los objetos, actuales o del
pasado nos identificaremos con el niño maltratado, el padre decepcionado o la madre que critica,
corrige o castiga. Y por lo tanto nuestras intervenciones tendrán tono de reproche, crítica o
acusación y despertarán la angustia, el reproche o rabia del entrevistado. Añadiendo una sobre
carga más a su psique de por sí ya cargada.

En natural que una persona entre más resulte enferma, más distorsiona las percepciones de la
realidad actual, a través del desplazamiento y las proyecciones de la relación con los objetos de su
pasado. Todas las reacciones que tengamos hay que ponerlas a la conciencia para ponerla al
servicio de y no como regidoras de la entrevista:

Implica en primer lugar ser permeables a ella. Permitir el acceso a la conciencia y hacerlas objeto
de escrutinio.

En segundo lugar, utilizarlas como brújula que dirige nuestra investigación. Desde, 1985 en
psicoterapia de la Histeria, consignó Freud, que era inconveniente tratar a aquellos pacientes que
resultaran desagradables al terapeuta lo cual es avalado por muchos terapeutas. Sin embargo en
la entrevista, no podemos saber aún si el paciente nos pueda agradar y lograr tener una relación
respetuosa con él.

Es importante estar atento a lo traemos dentro y poner atención como terapeutas, por ejemplo un
estudiante decía que cuando hablaba con sus pacientes psicóticos le daban fuertes dolores de
cabeza, lo que le hacía confiar más en ello que en la exploración de sus funciones mentales
superiores.

El entrevistador tienen que adaptar sus tiempo y tipo de verbalización a los pacientes, esperando
con paciencia las lentas respuestas de los deprimidos, o confusos, sin intentar detener a histéricas
y maniacos en sus discursos carentes de silencios reflexivos. El lenguaje debe ser sencillo carente
de tecnicismos. Debemos dejar a un lado la teoría cuando esta substituye la escucha del paciente,
porque sino ya sabemos demasiado sobre ellos y tendemos a llenar con la teoría las lagunas sobre
el entrevistado. Y que constituyen con frecuencia índices de la existencia de represiones, o
conflictos propositivamente suprimidos.

No debemos interrumpir al entrevistado si aporta material nuevo y relevante, ni polemizar con los
intentos de explicación que intente ofrecernos por delirantes que estos sean.
CONDICIONES MATERIALES DE LA ENTREVISTA

Greenson 1967, define el encuadre analítico como el contexto físico y los procedimientos
acostumbrados de las prácticas psicoanalíticas: la historia del paciente, la actitud de pasividad y
neutralidad del analista, determinan el curso las reacciones de transferencia del paciente, la
mayoría de los elementos del encuadre se encaminan al favorecimiento de la regresión lo cual sin
embargo no es muy favorable en la primera entrevista ya que no se conocen los recurso con los
que cuenta el paciente para ayudarlo a salir del estado de la regresión.

Se realizaran las entrevistas cara a cara, con la mayor comodidad posible para el entrevistado y el
entrevistador. Las entrevistas en grupo deben colocarse los asientos en forma semicircular para
que se puedan ver todos los pacientes. Se recomienda en el caso de la entrevista individual una
silla cómoda para estar sentados aproximadamente una hora, el lugar poco ruidoso, sin luces
molestas, convenientemente asilado del exterior, como para favorecer que el paranoide sepa que
sus comunicaciones serán escuchadas por su analista. Es importante que seamos nosotros
mismos, saber y qué y cómo somos, y poder estar atentos a las observaciones de nuestros
consultantes: nuestro orden o desorden, buen o mal gusto en cuanto a decoración, plantas y
colores.

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