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Relación sujeto-objeto.
Devereux,1967. El científico del comportamiento no puede ignorar la acción recíproca entre sujeto
y objeto.
Bleger. 1985. Señala que en la entrevista, el entrevistador forma parte del campo, condicionando
en cierta medida, los fenómenos que él mismo va a registrar.
Wolff, 1970. De acuerdo a la Asociación Mexicana de Psicología afirma que deben tenerse
cualidades en el entrevistador como la habilidad y juicio intelectual superiores, sentido del humor,
originalidad y variedad de recursos, en resumen personalidad madura, carácter genital, o yo
fuerte, estas características llevan a la adquisición de roles impostados, que perturban la relación
interpersonal, poniendo atención en esto y no al entrevistado, se debe considerar que los
entrevistados han sido objeto de numerosos engaños, rechazos , incomprensiones, humillaciones,
agresiones, falta de respeto, devaluaciones etc. Y que viven el engaño, la adopción de un rol
impostado ante ellos, como una nueva herida a su autoestima, a la cual reaccionan con las pautas
defensivas que en el pasado han sido eficaces, y por tanto le son características: sometimiento,
seducción, complacencia, reto, amenaza, desprecio, negativismo etc. Las que a su vez despertarán
respuestas emocionales en el entrevistador, que al negar su participación en la cadena de
reacciones que ha provocado, interpretará mal los fenómenos que se muestran a sus ojos.
Wolberg, 1967. Que da la primera recomendación a los entrevistadores: la de ser uno mismo.
La honestidad del clínico comienza por la exploración de los motivos que lo llevan a su elección
profesional.
Los institutos de formación de los trabajadores de la salud mental no tienen como requisito la
ausencia de psiconeurosis, por el contrario se considera que la conciencia de la problemática
personal, es un buen índice con respecto al correcto de funcionamiento del yo observador del
futuro terapeuta, función imprescindible para la discriminación de origen de las reacciones
afectivas que despiertan siempre las relaciones interpersonales.
Sobre el paciente:
En la entrevista surge la sexualidad como uno más de los temas que requiere exploración, siendo
esta más o menos complicada, dependiendo tanto de la patología, como del contexto social del
cual proviene, el entrevistado, pero si quien la investiga tiene un interés más allá de lo profesional,
el paciente al percibirlo puede reaccionar con angustia, al interpretarlo como intento de
seducción, o bien intenta satisfacer la curiosidad de su interlocutor, y su propio exhibicionismo,
haciendo un relato detallado y exagerado de sus proezas sexuales. En cualquiera de los casos de
habrá perturbado la relación de trabajo, en función de satisfacer una necesidad del entrevistador y
no necesariamente del entrevistado.
El entrevistado
El entrevistador
Las tendencias mágicas y omnipotentes del entrevistador pueden manifestarse, tanto en la actitud
dogmática, anteriormente señalada como en la necesidad de impresionar al paciente con la
presentación del currículum simplemente para impresionar al paciente como lo haría el brujo con
sus atuendos para mostrar sus poderes y su superioridad haciendo que el paciente espere a que el
terapeuta todo le resuelva en cuanto él hable, tales expectativas impiden que veamos el conflicto
psíquico.
La necesidad de encontrar a través de la práctica clínica, amistad y afecto, es como cualquier otra
demanda neurótica, una búsqueda irreal. El requisito que no siempre se cumple pero que no se
descarta es de una buena terminación de análisis, la resolución de la transferencia, lo que implica
la disolución de los vínculos irreales, derivados de las relaciones objetales previas, que ligan al
paciente con su terapeuta.
El terapeuta sólo puede esperar que sus tratamientos bien terminados tengan como resultado la
partida de sus pacientes. La actitud del paciente, el tipo de respuesta a nuestra conducta, su
aspecto, gestos, actitud son datos que nos permiten hacernos una idea tanto de su realidad
externa como interna.
Entrevista con fines de enseñanza: cuando se realiza una entrevista frente a un grupo de
estudiantes o en la Cámara de Gesell, el paciente debe ser informado de dicha situación antes de
ingresar al lugar de la entrevista, para que el paciente decida si quiere o no participar. A pesar de
los cuestionamientos principalmente por cuestiones humanitarias e ideológicas, su utilidad sigue
siendo indiscutible. Especialmente el paciente hospitalizado en nosocomios asistenciales, es
bastante accesible a prestarse de buen grado a colaborar con entrevistas con fines de aprendizaje,
debido al largo condicionamiento social al sometimiento, y el prologado abandono y descuido por
parte de familiares y amigos durante su internamiento. Tener la oportunidad de ser escuchado con
atención y deseo de comprender el motivo de su reclusión y las características de su vida, resultan
en ocasiones una gratificación suficiente para colaborar de buen grado a la entrevista.
El estudiante que se encuentra en una entrevista realizada afrente a grupo o a través de la cámara
de Gesell, además de experimentar la presencia de terceros y la angustia por la supervisión, se
puede vivir en algunas ocasiones como ladrón que v a apropiarse de material de los entrevistados
para sus propios fines. Ya que habitualmente no perseguirá el contacto terapéutico con ellos.
Otra postura ética es la confidencialidad de sus casos, solo con autorización del paciente se puede
compartir el expediente o parte de este sean usados con fines de enseñanza, gravados o filmados.
Cuando los parientes piden información del paciente hay ocasiones en que este puede dar cuenta
por sí mismo de la entrevista realizada.
En caso de niños, adolescentes y psicóticos, resulta muy útil entrevistar primero a los familiares y
psicóticos, para obtener información del padecimiento actual y características del paciente, así
como aclarar dudas y disminuir las culpas y angustias que despierta en ellos la condición de su
familiar o paciente.
EL ENTREVISTADOR EN SU INTERACCIÓN.
En el caso que nos ocupa, su dirección y meta: la mente humana, implica la necesidad de ponernos
en el lugar del otro, de identificarnos con él para entenderlo. Pero identificarse con un
desconocido y más aún si es un enfermo mental , despierta diversas ansiedades, que trataremos
de contrarrestar, a través de nuestros mecanismos de defensa habituales. El temor más habitual
es el que despierta la imposibilidad de identificarnos con el paciente, sea por su rechazo o porque
nos resulta tan ajeno que no encontramos puntos de apoyo para entenderlo. La defensa habitual
es la negación de las diferencias y del desconocimiento mutuo. Lo cual lleva a inconscientemente
a establecer que ya se tiene una relación haciendo innecesaria cualquier presentación.
Si socialmente es difícil una conversación con otro, cuya identidad no estamos seguros, para
algunos pacientes la incomodidad puede transformarse en ansiedad severa o verdadero pánico,
pues dudosos de su propia identidad, necesitan que el otro y el ambiente los definan a definirse.
El tuteo indiscriminado es otra de las formas de negar las diferencias entre entrevistado y
entrevistador. En el caso de pacientes dependientes pueden llevar al paciente a intentos de
agradarlo, aceptando aparentemente cuanto sale de su boca, pero ocultando cuidadosamente los
aspectos de su vida que puedan resultar lesionados por el juicio de a autoridad a la que se
someten. Otros resentidos por el trato intentarán disminuir al entrevistador, cuestionando su
preparación, habilidad, experiencia invirtiendo los roles de entrevistador e interrogado. O bien
disminuyendo el valor de la entrevista contestado de forma indiferente. En otras ocasiones el
tuteo reciproco termina por producir un clima juguetón lleno de bromas, con lo que el paciente
encubre el dolor por el maltrato recibido.
La angustia generada al contacto con el enfermo mental, cuya patología hace resonar la del
entrevistador puedes ser de tal magnitud que diluya la escisión necesaria entre identificación y
diferenciación del paciente, perturbándose la función técnica que debe realizarse. El
interrogatorio se vuelve entonces caótico y repetitivo, la entrevista se convierte en intercambio
de miradas perplejas en consulta de notas que aporten las preguntas necesarias para interrumpir
el angustioso silencio, que alejan del esclarecimiento de conductas conflictivas, que subyacen a la
patología.
Contratransferencia:
Transferencia del paciente: el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan
sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecidas con ellos y de un
modo especial dentro de la relación analítica. (Laplanche y Pontales, 1971).
En la capacidad humana de transferir no es casual que se proyecten algunos de los aspectos
significativos del pasado, fantasías conscientes e inconscientes, por ejemplo nuestro nombre,
tono de voz, ubicación del espacio analítico, para quien acude por primera vez a la consulta hagan
surgir pensamientos sobre nuestro aspecto físico, clase social, que configuran una relación previa
con el objeto temido o necesitado que se reafirma o desecha en el contacto directo con nosotros.
Esta disposición transferencial es contestada inconscientemente por nosotros, con actitudes que,
si no nos cuestionamos pueden constituirnos en los objetos tan temidos o buscados por el
paciente, lo que provoca en la entrevista la identificación con el paciente. Y entendemos sus
fuerzas en conflicto, y si en cambio nos identificamos con alguno de los objetos, actuales o del
pasado nos identificaremos con el niño maltratado, el padre decepcionado o la madre que critica,
corrige o castiga. Y por lo tanto nuestras intervenciones tendrán tono de reproche, crítica o
acusación y despertarán la angustia, el reproche o rabia del entrevistado. Añadiendo una sobre
carga más a su psique de por sí ya cargada.
En natural que una persona entre más resulte enferma, más distorsiona las percepciones de la
realidad actual, a través del desplazamiento y las proyecciones de la relación con los objetos de su
pasado. Todas las reacciones que tengamos hay que ponerlas a la conciencia para ponerla al
servicio de y no como regidoras de la entrevista:
Implica en primer lugar ser permeables a ella. Permitir el acceso a la conciencia y hacerlas objeto
de escrutinio.
En segundo lugar, utilizarlas como brújula que dirige nuestra investigación. Desde, 1985 en
psicoterapia de la Histeria, consignó Freud, que era inconveniente tratar a aquellos pacientes que
resultaran desagradables al terapeuta lo cual es avalado por muchos terapeutas. Sin embargo en
la entrevista, no podemos saber aún si el paciente nos pueda agradar y lograr tener una relación
respetuosa con él.
Es importante estar atento a lo traemos dentro y poner atención como terapeutas, por ejemplo un
estudiante decía que cuando hablaba con sus pacientes psicóticos le daban fuertes dolores de
cabeza, lo que le hacía confiar más en ello que en la exploración de sus funciones mentales
superiores.
El entrevistador tienen que adaptar sus tiempo y tipo de verbalización a los pacientes, esperando
con paciencia las lentas respuestas de los deprimidos, o confusos, sin intentar detener a histéricas
y maniacos en sus discursos carentes de silencios reflexivos. El lenguaje debe ser sencillo carente
de tecnicismos. Debemos dejar a un lado la teoría cuando esta substituye la escucha del paciente,
porque sino ya sabemos demasiado sobre ellos y tendemos a llenar con la teoría las lagunas sobre
el entrevistado. Y que constituyen con frecuencia índices de la existencia de represiones, o
conflictos propositivamente suprimidos.
No debemos interrumpir al entrevistado si aporta material nuevo y relevante, ni polemizar con los
intentos de explicación que intente ofrecernos por delirantes que estos sean.
CONDICIONES MATERIALES DE LA ENTREVISTA
Greenson 1967, define el encuadre analítico como el contexto físico y los procedimientos
acostumbrados de las prácticas psicoanalíticas: la historia del paciente, la actitud de pasividad y
neutralidad del analista, determinan el curso las reacciones de transferencia del paciente, la
mayoría de los elementos del encuadre se encaminan al favorecimiento de la regresión lo cual sin
embargo no es muy favorable en la primera entrevista ya que no se conocen los recurso con los
que cuenta el paciente para ayudarlo a salir del estado de la regresión.
Se realizaran las entrevistas cara a cara, con la mayor comodidad posible para el entrevistado y el
entrevistador. Las entrevistas en grupo deben colocarse los asientos en forma semicircular para
que se puedan ver todos los pacientes. Se recomienda en el caso de la entrevista individual una
silla cómoda para estar sentados aproximadamente una hora, el lugar poco ruidoso, sin luces
molestas, convenientemente asilado del exterior, como para favorecer que el paranoide sepa que
sus comunicaciones serán escuchadas por su analista. Es importante que seamos nosotros
mismos, saber y qué y cómo somos, y poder estar atentos a las observaciones de nuestros
consultantes: nuestro orden o desorden, buen o mal gusto en cuanto a decoración, plantas y
colores.