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Martínez Velázquez Arleth Alejandra.

3”C”.

MANEJO TÉCNICO DE ACTITUDES RESISTENCIALES.

Greenson, 1967, señala que “resistencia significa oposición, conjunto de fuerzas que
obstruyen los procedimientos y procesos del análisis, estorban la libre asociación,
obstaculizan los intentos del paciente por recordar y lograr asimilar insight, que operan
contra su yo razonable y su deseo de cambio. La resistencia puede ser consciente,
preconsciente o inconsciente, y expresarse por medio de emociones, actitudes, ideas,
impulsos, pensamientos, fantasías o acciones. Como señalo Freud, en 1912, cada una
de las ocurrencias del sujeto y cada uno de sus actos, tiene que contar con las
resistencias y se presenta como una transacción entre las fuerzas favorables a la
curación y las opuestas a ella. Todo tipo de comportamiento pueden desempeñar una
función resistencial. Incluso la comunicación de material inconsciente, impulsos
instintivos o recuerdos reprimidos. La identificación de la resistencia y su
interpretación, son puntuales de la técnica analítica, que es conveniente conocer para
el desempeño adecuado de la entrevista con orientación psicodinámica.

Interpretación es, como lo señalan Laplanche y Pontalis, 1971, “la deducción, por
medio de la investigación analítica, del sentido latente que existe en las
manifestaciones verbales y el comportamiento de un sujeto. La extracción de la luz de
las modalidades de su conflicto defensivo, el deseo que se formula en toda producción
del inconsciente”.

La oposición más obvia a la entrevista es la de quien acude a ella por la presión de


alguna otra persona. Caso frecuente en niños y adolescentes. Con los primeros, el
abordaje a través de la técnica de juego, permite muy frecuentemente, la superación
de esta resistencia inicial. Ante el adolescente carecemos de recursos similares, por lo
que tenemos que iniciar nuestra investigación de otra manera; preguntando, por
ejemplo, por que creen que sus padres lo envían a tratamiento. Si no obtenemos el
relato de las dificultades que motivan la consulta, si no como es frecuente un: “no sé,
yo no tengo nada” es posible que encontremos una vía de acceso si aliándonos
momentáneamente a la defensa presente, interrogamos sobre lo que el joven
considera como el problema que sus padres tratan de resolver enviándolo a consulta.
Al respecto siempre es útil tener una entrevista previa con los progenitores, con la
finalidad de recabar tanto los datos del desarrollo del paciente, como los referentes a
la conflictiva presente. Contando con ellos podemos ver, si los pasos antes
mencionados no bastan para iniciar la relación de trabajo con el joven, confrontarlo
con los informes que poseemos sobre él, esperando sus comentarios.

Hay adultos que presentan una resistencia, el cual constituirá el primer paso para un
tratamiento, que en el fondo temen, porque no desena enfrentarse con ciertos
aspectos de su conducta y carácter. Así pues, nos enfrentamos con frecuencia a
personas referidas por diversos especialistas, a quienes se envía a consulta sin
mayores explicaciones, con la demanda de resolver “los problemas emocionales que
agravan sus úlceras gastroduodenales, hipertensiones, asmas o dermatitis”. El
paciente acude a nosotros como recurría al brujo, sin la más mínima idea del
procedimiento al que se le sujetará, como un último recurso para liberarse,
mágicamente, de sus sufrimientos. Ante tal situación, el enfermo requerirá, después de
la habitual presentación, petición del motivo de la consulta, y la exploración de los
síntomas físicos existentes, de información por parte nuestra, sobre los fines y
modalidades de la entrevista. Así podemos explicarle que su padecimiento tiene
relación con diversos afectos que no pueden descargar adecuadamente, y que por ello
busca la salida a través de su organismo, motivo por el cual necesitamos conocer todo
cuanto de su vida pueda relatarnos, aunque lo que se le ocurra parezca
intrascendente en cuanto al mal que le aqueja. Durante su relato, tendremos el
cuidado de llamar su atención y despertar su curiosidad con respecto a los indicios de
afectos ausentes o distorsionados, presentes en él, con la finalidad de interesarlo en la
exploración de sus conflictos.

Con algunos entrevistadores es suficiente una sola demanda de aclaración para que
posteriormente, aporten la explicación buscada, con solo pedirles que hablen más de
lo que sienten, piensan o sucede cuando se enojan, deprimen o se sienten
devaluados, sometidos, manipulados, etc. Muchas veces basta una mirada
interrogante para que nos aporten el material necesario. El empleo de eufemismos,
tecnicismo y minimización de situaciones generadoras de afecto, requieren de la
constante atención del entrevistador, ya que señalan con frecuencia puntos
especialmente vulnerables en el paciente, cuyo descuido pueda llevar a que al final de
la entrevista se desconozca tanto las cusas del desequilibrio presente, como la
intensidad de la perturbación existente. La entrevista tiene como meta explorar, y la
mejor forma de hacerlo es contemplar lo que sucede cuando el paciente se enfrenta a
situaciones que frustran su necesidad de protección neurótica.
Siempre nos adaptamos especialmente al tipo, estilo o modalidad de comunicación
que el paciente puede permitirse. Intentar que un niño o adulto severamente
angustiados, se separen de su acompañante para enfrentarse a solas con el
entrevistador, puede impedir de forma temporal, o permanente, la entrevista que
pretense llevarse a cabo. En tales circunstancias es conveniente, durante toda la
primera entrevista, o parte de ella, unirse a la defensa del paciente, utilizando al
acompañante para que amplíe o confirme los fragmentos de relato de aquel que
parezcan confusos o insuficientes.

El silencio, es una de las formas más frecuentes y evidentes de resistencia, pero


pueden ser también señal de elaboración reflexiva de relaciones o significados nuevos
que se encuentran durante la entrevista. El entrevistador debería ser capaz de tolerar
silencios aún más largos que los de sus pacientes, y no romperlos por ansiedad, sino
porque es técnicamente pertinente. Frente a un primer silencio, es conveniente
esperar cuanto sea necesario, para ver que material surge inmediatamente después
de la pausa. Es frecuente que, tras el relato de la sintomatología que motiva la
consulta el paciente calle, esperando las instrucciones del entrevistador. Tal situación
debe abordarse proporcionando la información necesaria, explicitando nuestra
necesidad de conocer el mayor número de aspectos de la vida del entrevistado para
intentar entender su padecimiento actual.

Pacientes inseguros o ansiosos, requieren inicialmente una ayuda por parte del
entrevistador para llegar a comunicarse con fluidez.

Como resistencia, las preguntas pueden presentarse desde el inicio de la entrevista o


en el curso de la misma, se refieren a aspectos específicos referentes a la persona del
entrevistador y las circunstancias que lo rodean. Lo que resulta necesario reconocer
es que algunas preguntas nos perturban, porque inciden sobre nuestros conflictos
personales. Muchas de las preguntas iniciales tienen la intención de hacernos
conocidos, y por tanto, menos temibles. No contestarlas pueden provocar mayor
angustia, sensación de rechazo o enojo que perturbarán el establecimiento de la
relación de trabajo característica de la entrevista. Pero limitarse simplemente a
contestar, sin averiguar el porqué de los interrogantes expresados, o explayarse tan
ampliamente en la respuesta que el entrevistador termine hablando más que el
entrevistado, puede convertir la entrevista en una charla de café más o menos
agradable e insustancial.

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