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Sin sexo no es sin amor

La consigna “sin sexo no es sin amor” y sobre todo la pregunta: ¿Qué define a una relación
de pareja? Abrió debates y desató pasiones en nuestros espacios de poliamor y relaciones
abiertas, porque sin dudas es un tema que mueve sensibilidades cuando somos más de
dos. Incluso, el tono de algunas opiniones se notaba exaltado: “sin sexo no podría vivir” ,
“por qué tengo que soportar relegar mi deseo sexual porque la otra persona no quiere?”

¿Nos debemos sexo adentro de la pareja? ¿Tenés que darme sexo en cualquier momento
de nuestra historia, a pesar de los cambios o trances individuales y de la relación? ¿Y sobre
todo, tenés que darme sexo coital?

Me gustaría charlar de algunas cosas alrededor de este tema.

En primer lugar: la centralidad del sexo.


El sexo para quienes venimos de la monogamia (y no sólo para nosotrxs) y decidimos abrir
la pareja, resulta muchas veces determinante y la apertura termina siendo definida por los
límites del sexo o de cómo se lleva adelante. Sucede que el sexo tiene centralidad en la
pareja y dentro del sistema de creencias del amor romántico. Tendemos a medirlo, a
compararlo y a evaluarlo cuando sabemos fehacientemente que nuestra relación está
teniendo sexo con alguien más. Y a veces cuando solo pensamos que podría tenerlo o nos
hemos confesado que tenemos deseos distintos o que hay deseos que no incluyen a
nuestra pareja, sino que tienen que ver con otras personas. Hay muchas situaciones en
donde el sexo se vuelve un lugar de dudas, inseguridades y malestares que se trasladan a
toda la vida e historia de la relación.

El sexo se vuelve elemento de medición.


Solemos tomar al sexo como termómetro de nuestra relación, como si existiera una relación
directa entre cuán bien congeniamos en la cama con cuan bien congeniamos en la
convivencia, por ejemplo, o en la crianza o con cuánto nos queremos. Por alguna extraña
razón trasladamos cómo nos va en la cama a cómo nos va en la “vida de pareja” y todo se
va complejizando más si no ponemos las cosas en su lugar.

A todo esto se nos agrega un escenario de gran desconocimiento en lo que refiere a


sexualidad en general y de nuestra sexualidad en particular y la incertidumbre que genera el
tema de manejar nuestra sexualidad en una relación abierta ¿Cómo vamos a hacer? ¿Vas a
dormir fuera de casa? ¿Me vas a contar cuando pase? ¿Qué información quiero recibir?
Muchas cosas que hay que pensar e ir resolviendo.

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Aclarando un poco el panorama del sexo
Es útil tener información acerca de la sexualidad y el sexo porque nos permite conocer más
acerca de nuestra propia sexualidad y del intercambio con nuestras relaciones y porque por
otro lado, la información combate el miedo a la incertidumbre, que en el poliamor suele
generarse ante la falta de parámetros y referencias del prinicipio de nuestras relaciones.

Para comenzar la sexualidad es amplia, es identitaria e integral, esto significa que abarca
toda la vida de las personas y en diferentes aspectos: sus ideas, pensamientos, sus
fantasías, actitudes, valores, roles, sus relaciones afectivas. Y todo ese conjunto de cosas
nos convierte en quienes somos y conforman nuestra identidad.

Abarca además muchas dimensiones: social, cultural, biológica, económica, política. Y


en ese sentido es que la asexualidad o la gente que no siente atracción sexual por otra
gente también tiene sexualidad y la desarrolla. Es decir no tener sexo con alguien no es no
tener sexualidad. Muchas personas sienten atracción sensual o romántica y pueden ser, por
ejemplo, birománticos en vez de bisexuales. La asexualidad y la teoría de las diferentes
atracciones (atracción sensual, romántica, afectiva pero no romántica, intelectual) forman
parte del mundo de la sexualidad.

Y en ese sentido es que tener sexo o no tenerlo es sólo un aspecto de la sexualidad. O


tenerlo de tal o cual forma o con esta o aquella persona no es definitorio del resto de los
otros aspectos.

Además la sexualidad no es rígida y va cambiando, porque las personas vamos


cambiando e interviniendo nuestra identidad. Por eso cuando hablamos de “desarrollar
nuestra sexualidad” y nuestra búsqueda de la sexualidad hablamos de algunas otras cosas
más que de tener sexo.

También por esto, por la visión recortada que nos da centrar las relaciones en el acto del
sexo, más que en la sexualidad (que abarca tantisimos aspectos) es que mucha gente cree
y define a las relaciones abiertas como “son aquellas que tienen apertura sexual” como si
no existiera ningún tipo de otra apertura. Sin embargo, muchas personas mantienen
aperturas afectivas y no sexuales y son parte de las relaciones abiertas aunque no tengan
sexo.

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La sexualidad y el poliamor.
Reflexioné durante mucho tiempo sobre el poliamor y el sexo y me sentí en la necesidad de
ponerme a estudiar porque me faltaba información, no podía comprender algunas cosas y
menos resolverlas. Por supuesto que específicamente de poliamor no había ni hay casi
nada (por eso escribimos) y una tiene que ir innovando algunas cosas.

Hubo un momento cuando abrimos la relación con Pablo que nuestra actividad sexual se vio
trastocada. Nosotros siempre tuvimos mucho complementariedad en el sexo pero cuando
abrimos la relación todo empezó a desmejorar y no podíamos entendernos.

Lo primero que pensé fue que era porque había más gente ocupando la sexualidad de él y
eso me generó muchísimo conflicto. Además yo estaba también explorando mi sexualidad
con otras personas. Claro que las personas influyen porque para eso nos relacionamos pero
lo que solemos pensar es que siempre afectarán para mal o que las decisiones que
tomamos las tomamos por estar “mal influenciados”
Con el tiempo aprendí que no tenía que ver con terceras personas sino básicamente con
nuestra dinámica de relación y sobre todo con nuestro malestar en otros aspectos que
afectaba directamente en nuestra sxualidad y en nuestro sexo.

Es una salida muy común cuando abrís tu relación o sos poliamorosa interpretar que las
cosas malas que suceden, sucede por el poliamor o por las “terceras personas” pero así
como abrir la relación e “incorporar gente” no arregla nuestros problemas de pareja,
tampoco los desarregla.

Sin sexo no es sin amor


Me sucedió durante mucho tiempo, al abrir la relación (yo vengo de una monogamia de 6
años) que evitaba el momento del sexo. Por una parte con mi relación con quién estaba
abriendo (Pablo) xq entraba en un loop de comparaciones, inseguridades y no paraba de
imaginar los peores escenarios. Y con quién estaba empezando (Seba) porque sentía culpa
pasarlo bien y disfrutarlo y me llevaba a replantearme mis elecciones: "Si ahora lo estoy
pasando tan bien porque me angustio tanto cuando le pasa a mi otra relación"

El sexo se convirtió en una unidad de medida, en un termómetro y esa mala interpretación


no hizo más que empeorar las cosas. Porque el sexo no era toda la relación, era una parte
de ella que se estaba viendo afectada, sin dudas pero que no podíamos usar para redudir
nuestra relación a ello porque pasaban muchas cosas más.

Para empezar sin sexo no significa que tu relación no te quiera más, ni que no se sienta
atraída o que ya no le generás interés o que vos hayas dejado de amar.
Sin sexo puede ser un estadío pasajero o definitivo en tu sexualidad o en la de tu relación
pero no implica sí o sí un cambio negativo en tu compromiso amoroso.

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Sin sexo se suele ver como una relación incompleta, justamente por la centralidad que se le
da al sexo de la que hablamos al inicio de este artículo. Todo esto genera que se vuelva un
tema muy angustiante con el que lidiar, cuando no coincidimos sexualmente o cuando no
queremos sexo.

La mayoría de las personas concluye en que sin sexo la relación termina o debería terminar.
Sin embargo es el sexo lo que define a una pareja? ¿sin sexo no hay pareja? La verdad es
que no, los desencuentros sexuales pueden darse por muchas cosas y no deberían ser
definitorios de nuestras relaciones y nuestras historias afectivas, porque un desencuentro
sexual no es un desencuentro amoroso.

Por otro parte el sexo no siempre está en el centro de nuestras relaciones y no tiene por
qué estarlo.

3 situaciones frente al sexo que vale la pena diferenciar

Diferenciar acerca de lo que sucede con nuestra sexualidad y con la de nuestras relaciones
puede ser una gran herramienta para conocernos mejor y resolver algunas cuestiones. Por
lo general confundimos 3 situaciones ante el sexo que nos confunden a la hora de
interpretar lo que nos está pasando.

Evitación: es querer tener sexo, tener un deseo alto pero evitar la sitacuón de tener sexo
porque esto nos genera un malestar que puede ser mental o físico. Evitar llegar a la
instancia del sexo porque nos genera dolor físico, o nos sentimos en incómodas con nuestro
cuerpo, o nos genera ansiedad porque pensamos que desembocará en reclamos, o en
presión por hacerlo de tal o cual forma o cumpli con la “perfomance”.
Bajo deseo: es la disminución del pensamiento, la fantasía y/o la actividad sexual que te
genera un malestar en tu calidad de vida. Quisieras tener las ganas de tener sexo pero no lo
lográs o ya no tenés el mismo deseo de antes en general o con tal o cual persona. La
característica de esto es que te genera malestar, considerás que estarías mejor sintiendo el
deseo de forma más frecuente, asidua y cotidiana.

Asexualidad: es una orientación sexual. No sentís atracción sexual por otras personas,
esto sucede siempre o en situaciones particulares pero no te genera malestar, es propio de
una característica de tu personalidad y estás muy bien con cómo vivís tu sexualidad. La
asexualidad tiene varios aspectos, podés sentir atracción sensual, romántica o afectiva y
nunca sexual o podés sentir atracción sexual en determinados escenarios (gris sexuales y
demisexuales).

Ninguna de estas 3 situaciones tiene que ver con problemas fisiológicos del cuerpo, sino
con cómo vivimos la sexualidad en determinados momentos de nuestras vidas o como
nuestra identidad sexual.

Cecilia Figlioli

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