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JUAN ESCUTIA

Juan Francisco Escutia fue un militar mexicano. Nació el 22 de febrero


de 1827, en Tepic, Nayarit. Su expediente se extravió, por lo que no
saben quienes fueron sus padres. Ingreso al Colegio Militar como
cadete el 8 de septiembre de 1847, aceptandosele como agregado
militar, mientras se tramitaba si ingreso; se estipulaba que fue teniente
de artilleria.
En la mañana del 13 de septiembre de 1847 en el momento que
efectuaba la guardia en el edificio del Colegio Militar, vio que
irrumpieron los invasores del ejercitonorteamericano por las rampas de
acceso al Castillo de Chapultepec; les opuso resistencia y comenzó a
disparar su rifle contra ellos, pero al darse cuenta que empaña Johan
avanzando y que era imposible detenerlos, se retiró y en el momento
que observo la bandera mexicana perteneciente a uno de los cuerpos
de la Guardia Nacionalque protegía el Castillo, "la tomo para evitar que
la insignia patria cayera en manos de los enemigos, se envolvió en ella
y salto hacia las rocas".
Murió antes de dejar la bandera a los invasores. Su cuerpo fue
encontrado en la falda de cerro que mira al este, al lado del de
Francisco Márquez, y teniendo todavía dudarlo como el labaro patrio.
Si cuerpo esta guardado en una urna de cristal y de plata en
Monumento de los Niños Héroes.
Morir es nada, cuando por la patria se muere – así hablara José María
Morelos y Pavón en la época de la Independencia; tiempos oscuros,
pero rebosantes de una desesperada búsqueda de la libertad y de una
identidad propia de la nación.
Tiempos violentos pero que vieran nacer un gran sentimiento
patriótico, sentimiento que inspiraría a los héroes y figuras que México
en un futuro próximo conocería y que fungirían como referencia cívica
de la antes mencionada identidad nacional.
Honorable jurado, estimados presentes es para mí una dicha amena,
representar a la Universidad Autónoma de Nayarit así como también,
es motivo de gran júbilo esta oportunidad que se presenta ante mí
para poder orar ante ustedes y rezar mis pensamientos.
Juan Bautista Pascacio Escutia y Martinéz, Juan Escutia, es un
nombre familiar para todos nosotros; es el nombre que recibiera un
niño tepicense el 22 de Febrero de 1827 y cuyo destino quedaría
marcado para encontrar su final en el Castillo de Chapultepec y su
heroica defensa, que actualmente, enaltece nuestros libros de historia,
junto con otros personajes destacables como fueran los cadetes
conocidos como niños héroes o el temerario General Anaya y su
mítica frase, que dijera a los soldados americanos cuando éstos
exigieran municiones tras capturar el castillo:
“Si tuviéramos parque, ustedes no estarían aquí”.
Aquél día, Juan Escutia, los Niños Héroes y otros soldados mexicanos
que lucharon hasta el final contra el ejército invasor, realizarían un
esfuerzo de una magnitud tal, que los ecos de la batalla trascendería
el paso del tiempo y se convirtiría en una efeméride que recordamos
con orgullo y gallardía.
Una efeméride cuyo mensaje no encontraría obstáculo alguno y que
actualmente está bajo el cobijo de nuestros corazones y es transmitido
celosamente desde la más temprana infancia:

¡Nunca te rindas!
Dicho mensaje ha sido cincelado una y otra vez a través de nuestra
historia a un altísimo precio. No ha existido conflicto en México que no
goce del privilegio de contar con hombres y mujeres que sin duda
alguna dieran la vida por la nación.
Este mensaje encuentra sus raíces en el fuego y el acero que nuestro
himno nacional reza sin atisbo de duda y aflora en cada uno de
nosotros al cantar, pues así como los Niños Héroes y cada soldado
mexicano en la batalla de Chapultepec hiciera, todo mexicano está
dispuesto a pelear por la tierra que le viera crecer.
Y es que en México la gente no sabe vivir de rodillas, la historia
respalda y atestigua mi afirmación, las palabras “nunca te rindas” es
un legado que nuestros antepasados han depositado en nosotros y
que guía nuestros pasos por el sendero correcto, cívico, y del
bienestar común.
Fuera ese breve pero preciso mensaje el que dirigiera la razón y el
corazón de nuestros cadetes al enfrentar al enemigo aun sabiéndose
superados en potencia y número. Son esas palabras las que les
entregaron la categoría de héroe de la nación, pues llevaron a cabo el
mayor esfuerzo que cualquiera de nosotros pudiera hacer por su país
y es entregar la vida.
La figura de Juan Escutia es ahora, gracias a ese mensaje lleno de
patriotismo y bravura, una referencia máxima del esfuerzo que puede
llevar acabo cualquier hombre por todo aquello que ama y lucha
arduamente por conservar: su tierra, su familia y su credo; pues es
Juan Escutia quien la tradición mexicana nos entregó, como el valiente
hombre que tomara la bandera nacional y se arrojara al vacío,
envuelto en ella, para evitar que fuera tomada por manos extranjeras.
Lo he dicho antes y lo repito ahora: los mexicanos no sabemos vivir de
rodillas. Es una característica que distingue al mexicano, que no se
rinde. La situación actual del país, la situación actual de esta ciudad
sugiere eso. Es una verdad innegable y Juan Escutia representa eso:

¡No te rindas!
Es un mensaje noble, lleno de amor, arrojo, coraje y tradición que
podemos delegar a nuestros hijos: “No te rindas hijo, que yo no me
rendiré, que yo no me rendí por ti”, la figura cívica que ha dejado este
joven, este Niño Héroe es tan palpable que no existe un salto
generacional, una diferencia de edades que no permita entender quién
es Juan Escutia y qué representa, porque él nos representa a todos
nosotros. Él fue tepicense también y caminó por las calles por donde
ahora ustedes caminan y soñó con lo que todos ustedes sueñan.
¿La pregunta es, tendríamos nosotros también su misma tenacidad y
arrojo para defender a nuestra nación? Sí digo yo, sí lo tendríamos.
Porque partimos del mismo punto que lo hiciera él y estamos hecho de
lo mismo: carne, huesos y sangre que expiraríamos sin duda alguna
por defender todo lo que nos compone, todo lo que nos convierte en
quien ahora somos, pues es la adversidad la que nos permite
encontrar la mejor versión de nosotros mismos.
SI algo tengo muy claro es que Nayarit está conformado por hombres
y mujeres que saben gritar y luchar por lo que es suyo, por todo
aquello que les pertenece, por aquello que han trabajado tan duro…
aquellos en desacuerdo con mis palabras les arrojo una pregunta:

¿Qué adversario tiene derecho de venir a quitarme lo que es mio?


¿Ante qué adversario debería rendirme y entregarle todo lo que me
convierte en lo que soy?
¿Por lo qué luché, por lo que trabajo todos los días?
Ninguno.
Aún nuestros propios defectos no son dignos de vernos abatidos.
Aún los más abominables de nuestros fallos, nuestros desasosiegos y
zozobras, no son dignas de vernos rendidos.
Es el mensaje que aprendido de la figura cívica y el legado que me ha
dejado Juan Escutia, y ahora se los transmito a ustedes del mismo
modo en que estoy seguro lo transmitirán a las generaciones
venideras. Muchas gracias.

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