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TAREA 3.

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PRESENTACION DE UN DISCURO
GRABADO
Semana: 3

NOMBRE DEL ESTUDIANTE: MARIA JOSE ALVARADO NAVAS

NUMERO DE CUENTA: 32221070

SEDE DE ESTUDIO: CEUTEC- TEGUCIGALPA

DOCENTE: ANA EUNICE ULLOA

SECCION: V5647

FECHA DE ENTREGA: MAYO 6, 2023


DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, EN
MEXICO EL DIA 10 DE OCTUBRE 1955

Señoras y señores:

Al venir para dirigirles la palabra, viene a mi mente una frase de Martí en


ocasión de conmemorarse también el 10 de Octubre, vísperas de la
independencia de Cuba. Dijo Martí: “qué había algo de vergüenza en la oratoria
en esos tiempos de sobra de palabras y falta de hechos; que la palabra había
caído en descrédito porque los débiles, los vanos y los ambiciosos habían
abusado de ella”.

Por eso, al venir a este acto sencillo, pero emotivo y solemne, siente uno la
necesidad de despojarse de todas las retóricas para verter nuestro corazón
sobre los que nos escuchan.

Y no hablo hoy para los compañeros de exilio, para los exilados de Guatemala,
o Puerto Rico, o Venezuela, y de otros países de nuestro continente. Hablo
principalmente para los mexicanos que nos escuchan;   para los mexicanos
que tienen en este instante el raro privilegio --privilegio rarísimo en América y
cada vez más raro --  de vivir bajo una Constitución y bajo una democracia de
un pueblo que está rigiendo soberanamente sus propios destinos. Y cuando se
disfruta de ese privilegio, cuando se disfruta de todas las ventajas de la
libertad, es un poco más difícil comprender  la tragedia de los que carecen de
ella.

Y para saber la significación que tiene para nosotros el 10 de Octubre, nadie


mejor que los mexicanos podrían comprenderlo con una simple comparación:
ahí está reciente el 16 de septiembre; nosotros estábamos aquí en México el
16 de septiembre, nosotros -- faltos de la dicha de estar en nuestra patria --
conmemoramos aquí también el 16 de septiembre, nos regocijamos con los
mexicanos el 16 de septiembre, y vimos al pueblo mexicano alegre desde 15
días antes del 16 de septiembre, y fuimos al Sócalo y vimos  más de 100 000
mexicanos gritando: ¡Viva México!, y gritamos nosotros también --porque  no
podíamos gritar: ¡Viva Cuba libre!--, gritamos también: ¡Viva México!
(APLAUSOS)

Pues allá en nuestra patria no había alegría. Allá en nuestra patria no se


reunieron 100 000 cubanos delante del Palacio Presidencial. Allá en nuestra
patria no desfiló un ejército aplaudido por el pueblo. Allá en nuestra patria
estaba solitaria la plaza. Allá en nuestra patria, cuando los soldados al servicio
de la dictadura desfilaban  no había un solo cubano que los aplaudiese.

Y aquí en México pude presenciar algo que a los cubanos no nos hubiese
llamado mucho la atención, porque hace mucho tiempo que el pueblo de Cuba
no aplaude al ejército cubano. Sin embargo, presenciamos en las calles de
México como aquel ejército -- orgulloso de este país, ejército al servicio de la
revolución y del pueblo-- era aclamado, era aplaudido, era vitoreado y sobre
ellos arrojaban flores un millón de mexicanos.  

Fue para nosotros un ejemplo alentador y magnífico, porque vimos que era
México uno de los países que más estaba necesitado de una defensa, de una
defensa como la que representaba aquel ejército, porque a México  se le
arrebató ignominiosa y alevosamente la mitad de su territorio, y si en México no
hubiera un ejército como ese estoy seguro que no se vacilaría en intentar
arrebatarle la mitad del territorio que le queda (APLAUSOS).

Ustedes, que con tanto patriotismo conmemoran la fecha patria, podrán


comprender perfectamente bien la tristeza que significa para los cubanos  estar
un día semejante,  un día como esta fecha que hoy se conmemora, allí
pisoteados por una dictadura sanguinaria. De ahí, como dijera el compañero
que me precedió en el uso de la palabra, el gran significado y el aliento que
para nosotros significa este honor que nos hace la Tribuna de la Juventud
Mexicana; porque acá en la tierra mexicana no solamente hemos recibido calor
de libertad, calor de patria, calor de hogar, sino que también se nos llena de
regocijo y se nos alienta al tomarse el interés de decirnos que los mexicanos
están conscientes de Cuba, de sus fechas patrióticas, y que aquí a este acto
del 10 de octubre no invitan a los representantes oficiales, que no representan
a ningún pueblo, sino que invitan a los revolucionarios que están luchando y
que lucharán, y que juran que lucharán hasta la muerte por la libertad de sus
pueblos.

Y para nosotros este acto tiene el valor de un alto simbolismo; tiene el valor
que para todo hombre puede tener, por ejemplo, la bandera de su patria; la
bandera, un pedazo de lienzo en colores, simboliza para el hombre su patria,
simboliza todo el amor que los hijos de un país puedan sentir por ella.

Así nosotros aquí reunidos, vemos en la concurrencia un símbolo de América.


América tiene que esperarlo todo de su juventud; América --dígase de una
vez-- no puede  espera nada, ni tiene nada que esperar de las oligarquías
políticas en decadencia.

¿Cuál ha sido el papel de la última generación republicana de América?


Dejarse arrebatar el poder por las camarillas dictatoriales. Las democracias en
América están en plena bancarrota. Había -- como decía Juarbe y como decía
Martí-- “sobra de palabras y falta de hechos”.
Las democracias americanas han perdido Perú, han perdido Venezuela, han
perdido Colombia, han perdido Guatemala, y sobran los dedos de la mano para
contar las democracias que quedan en nuestro continente.

La presente generación americana está en la obligación de tomar la ofensiva;


está en la obligación de enfrentar de nuevo el espíritu democrático; está en la
obligación de disminuir las palabras y aumentar los hechos. Y en lo que a la
juventud cubana se refiere, puedo decirles con satisfacción que está
cumpliendo su deber, que quien les habla aquí no viene como un romántico o
un iluso sin historia a proclamar su fe en una idea. Quien les habla aquí ha
visto caer en combate 70 compañeros luchando contra la dictadura de Batista;
quien les habla aquí puede decirles que la juventud cubana, la generación
presente, ha tomado ya en sus manos la bandera de la Revolución; quien les
habla aquí  puede asegurarles que no viene como una Magdalena a llorar
impotente la desgracia de su patria, sino que en nombre del pueblo cubano
saluda a los mexicanos como saludaban los gladiadores al César cuando iban
a morir en la arena; el que les habla aquí puede asegurarles que el pueblo
cubano se prepara para librar la batalla decisiva; y no son palabras. Algún día
volveremos aquí para hablar de Bolívar, para hablar de Juárez, para hablar de
Sucre, para hablar de Hidalgo, de Morelos, de Martí, de Cárdenas, de Maderos,
de Sandino, de todos los próceres; vendremos aquí como un pueblo libre, con
el pueblo libre de Cuba en la mano, y les diremos a los exilados  de los demás
países: allá también tienen, como en México, una patria donde pueden vivir,
una patria donde pueden prepararse para la batalla final.

Quien les habla aquí quiere aprovechar la oportunidad para expresarles quizás
uno de los sentimientos más fervorosos de veneración, de admiración y de
respeto que ha albergado hacia México; nuestra admiración y nuestro respeto
por los niños héroes de México; esos niños cuyo espíritu, como dijera el
compañero Juarbe “va reencarnando en la juventud mexicana”.

Ustedes, jóvenes de México, pueden sentirse  orgullosos; pueden sentirse


convencidos de que poseen una de las fortunas espirituales que haya poseído
ninguna juventud en el mundo: ese ejemplo extraordinario de los niños héroes.
Allí donde cayeron, allí donde están esculpidos para siempre en piedra sus
nombres, allí es un lugar donde muchas veces los exilados cubanos vamos a
tomar aliento, vamos a tomar fe, y vamos a inspirarnos en su ejemplo.

Cuantas veces me detengo allí junto a la torre majestuosa que se alza en lo


alto del templo, me parece verlos caer envueltos en la bandera mexicana, y
subir de nuevo hacia el cielo para convertirse en estrellas que guíen para
siempre el decoro y la dignidad del pueblo mexicano.

Y no envidio a los niños héroes de México, porque los admiro también y creo
que los niños héroes pertenecen a México y pertenecen también a América,
porque cayeron luchando contra un imperialismo que ha puesto sobre toda la
América sus garras (APLAUSOS).
Y cuando veo aquel monumento de piedra, y cuando veo aquellas columnas
que en forma de antorcha se levantan, cuando veo a la madre patria con
aquellos niños mártires en sus manos, cuando veo aquellas águilas con el pico
mirando hacia el cielo y el pecho erguido y la actitud desafiante -- porque jamás
había visto nada más imponente que esas águilas mexicanas--, cuando veo
todo eso comprendo que aquellos que una vez osaron pisar con sus plantas la
tierra mexicana, cuando se detienen frente a todos esos símbolos vivientes de
la dignidad del pueblo mexicano, digo que esos que pisotearon y profanaron
una vez la tierra azteca, esos tienen que comprender que aquella guerra no fue
una   
guerra perdida sino que fue una guerra ganada para la dignidad de México
(APLAUSOS).

Esos niños héroes que cayeron me recuerdan también a aquellos que siguieron
su ejemplo, me recuerda a aquellos compañeros hace apenas dos años
asesinados en el Cuartel Moncada después del combate. Jóvenes idealistas,
que fueron ignominiosamente asesinados, previa tortura, asesinados después 
de arrancarles los ojos, cosa que asombra, cosa que da vergüenza que no la
sepa el mundo, porque al mundo se le habló mucho de la barbarie de los nazis
y de la barbarie de los fascistas; y millones de hombres fueron llevados a los
frentes de batalla para defender el derecho de los pueblos a vivir
decorosamente, para defender los derechos humanos, y en todas las revistas y
periódicos del mundo se hablaba de los crímenes de los nazis, y sin embargo
de los crímenes monstruosos que se cometieron allá en la tierra de Oriente no
se habla.

Pero juramos que algún día hablará la historia, hablará el mundo, y que allá
también -- por la disposición firmísima  de seguir en esta lucha los que
quedemos, por la disposición del pueblo cubano, un pueblo que luchó solo
durante 10 años por su independencia -- allá también se levantará un
monumento como este de las Seis Columnas, y el mundo  conocerá también el
heroísmo de los niños héroes de Cuba (APLAUSOS).

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