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CAMARA CIVIL - SALA I - “M. C. M. E. c/ G. S., B.

s/ Alimentos”

Buenos Aires, abril 28 de 2016.-


VISTOS Y CONSIDERANDO:
I.- No está discutido que la presentación de fs. 363/373 -por la que la
actora pretendió contestar el traslado del memorial de agravios presentado por la
contraria- no fue acompañada de las copias que exige el artículo 120 del Código
Procesal. En tales términos la intimación dispuesta a fs. 374 a fin de que dicha parte
subsane la omisión bajo apercibimiento, en caso de no hacerlo, de tener por no
efectuada aquella contestación, fue correcta y ajustada a las constancias de la causa.
No basta con señalar que se trata de las copias de la contestación de un
traslado y que su ausencia, además de que no fue advertida por la contraparte -quien no
las retiró una vez que fueron acompañadas ni las solicitó- no pudo afectar su derecho de
defensa porque su única utilidad era la de permitir “que cada una de las partes disponga
de un duplicado de las principales piezas del expediente” (fs. 388 vta.), pues, en
definitiva, además de importar lo expuesto un tardío cuestionamiento del decreto de fs.
374, el mencionado artículo 120 es claro en el sentido de que la exigencia de las copias
comprende a “todo escrito de que deba darse traslado” y también a “sus contestaciones”,
lo que indudablemente involucra a la presentación en cuestión.
Por otra parte, la pretensión de justificar la omisión de cumplimiento
de la señalada carga procesal con los vaivenes propios de fin de año -el escrito de fs.
363/373 fue presentado el 22 de diciembre de 2015 y el decreto de fs. 374 suscripto el
23 de ese mes y año-, que además de las fiestas incluyeron un “paro nacional del ATE”,
debe ser desestimada pues en el primer caso se trata de eventos previsibles que no
impidieron a la interesada contestar el traslado dispuesto en autos ni justifican que al
intentar hacerlo no adjuntara las copias correspondientes; y en el segundo, de una
medida de fuerza que no involucró a los trabajadores judiciales ni repercutió en la
actividad prestada en tribunales, al punto que no motivó -como suele ocurrir cuando se
verifica tal afectación- la declaración de feriado judicial por parte de la Corte Federal.
No mejor suerte correrá la invocación que se hace del interés superior
del niño (v. apartados 3 de fs. 389 vta./390 vta. y V de fs. 405 vta./406) dado que en el
caso no se está ante una situación dudosa o de interpretación controvertida, supuesto
éste que, en caso de duda y siempre que intervengan menores, podría llevar a inclinarse
por la solución que satisfaga de un modo más amplio el interés de éstos. Antes bien, lo
que con tal argumentación se pretende es hacerle decir a la norma algo que no dice, o
para ser más exactos, borrar un aspecto de lo que dispone, lo que ciertamente no resulta
procedente.
Por todo ello, toda vez que -como se dijo- el decreto de fs. 374 fue
suscripto el 23 de diciembre de 2015, y que no se dejó constancia de la ausencia de las
actuaciones de su casillero de trámite en el libro de asistencia del juzgado (v. informe de
fs. 387), se impone concluir que la intimación dispuesta a fs. 374 debió cumplirse el 1
de febrero de 2016, o para ser más precisos, antes de las 9:30 horas del día 2 de ese mes
y año (art. 124, último párrafo del Código Procesal), y que el acompañamiento del juego
de copias faltante realizado el 5 de febrero de 2016 (cfr. cargo manual de fs. 386),
resultó tardío y, por tanto, que la decisión adoptada a fs. 387 resultó correcta.
El recurso de apelación subsidiariamente interpuesto a fs. 388/391 será,
pues, desestimado y las costas de alzada impuestas a la actora que ha resultado vencida
(art. 69 del Código Procesal).
II.- Todas las partes apelaron la sentencia de fs. 311/328 que hizo lugar
a la pretensión deducida en autos y fijó en $ 2000.- la cuota alimentaria en favor de cada
uno de los menores, y en $ 6000.- la de la actora. Esta última lo hizo a fs. 333, el
demandado a fs. 329 y el Defensor de Menores a fs. 355. Las respectivas
fundamentaciones se agregaron a fs. 338/347, 357/362 y 402/406, y sus contestaciones a
fs. 349/353, 403 vta./404 vta. –v. apartado IV- y 408/409.
III.- Coinciden todos los recurrentes -aunque por motivos distintos- en
cuestionar el monto de la cuota alimentaria establecida en favor de los hijos de las
partes. La actora -y también la Defensora de Menores de Cámara- juzga reducida la
suma de $ 2000.- fijada para cada uno de ellos. Considera que no se ha evaluado
debidamente el caudal económico y la capacidad patrimonial del demandado, ni el nivel
de vida anterior del que gozaban sus hijos, el costo de vida actual y las crecientes
necesidades de aquellos. Señala asimismo cuáles son los aspectos de la prueba
producida tanto en estos autos como en los demás procesos conexos que, a su entender,
no han sido adecuadamente interpretados. Este último aspecto -por el relativo a la
apreciación de la prueba- es también tomado por el demandado para afirmar que el
importe de la cuota es elevado y sin relación ni apoyatura en las constancias de autos.
M. E. M. C. y B. G. S. comenzaron a convivir en el año 2000 (fs. 4/5
del expte. n° xxxxxxx); se casaron el 27 de enero de 2007 (fs. 123/125 del expte. n°
xxxxxx) y divorciaron mediante sentencia dictada el 16 de marzo de 2016, cuyos
efectos se retrotrajeron -por así imponerlo el artículo 480 del Código Civil y Comercial-
al 9 de agosto de 2012 (fs. 224 y 47 vta. del expte. n° xxxxxxx). De su unión nacieron
B. M., J. M. y J. G.M., de 11, 13 y 15 años respectivamente (fs. 25/26, 23/24 y 31/32
del expte. n° xxxxxx), cuya tenencia se encuentra a cargo de la actora (cfr. fs. 119 del
expte. n° xxxxxx).
En la sentencia apelada se tuvo por acreditada la versión suministrada
por la progenitora de que, durante la convivencia y posterior matrimonio con el
demandado, trabajó en un emprendimiento comercial organizado por éste consistente en
la confección de ropa en un taller y/o fábrica ubicado en la calle San Pedro, y su
posterior venta minorista en un local comercial sito en Campana, ambos de esta ciudad,
y desde ya se anticipa que este colegiado comparte esa lectura y conclusión.
En efecto, de las constancias de autos resultan elementos que permiten
señalar que, efectivamente, esa es la actividad que lleva a cabo el demandado. No es
cuestión únicamente de ponderar lo declarado por el tío de la actora –J. A. C. G. (fs.
222/224; v. asimismo fs. 111/113 del expte. n° xxxxxxx), que refirió que se trata de un
taller grande en el que trabajaban más de veinte personas (cfr. su respuesta a la 3ª
pregunta de fs. 222) y había “como veinticinco máquinas y dos bordadoras grandes, que
tenían mucho valor” (cfr. su respuesta a la 8ª pregunta de fs. 222 vta.), y que el
comercio de venta, denominado “M.” (cfr. su respuesta a la 20ª pregunta de fs. 222
vta.), se ubicaba en “una zona muy comercial, de mucho valor” (cfr. su respuesta a la
15ª pregunta de fs. 222 vta.)- y un sobrino de ésta –V. H. Z. C. (fs. 225/226; v. también
fs. 108/110 del expte. n° xxxxx), que dio cuenta que en el taller había “más de veinte
máquinas más o menos” (cfr. su respuesta a la 7ª, 9ª y 10ª pregunta de fs. 225) y “más
de veinte empleados” (cfr. su respuesta a la 11ª pregunta de fs. 225 vta.), y que allí se
confeccionaban pantalones de jean (cfr. su respuesta a la 3ª pregunta de fs. 225)-, cuyos
dichos deben ser apreciados con rigor -sobre todo los del primero, que cuando declaró
como testigo en el expediente n° xxxxxx sobre régimen de visitas manifestó que su
único interés era su sobrina (fs. 131/133 del expte. citado)-, sino de señalar que la
vinculación del demandado con esa actividad también fue referida por los testigos por él
ofrecidos: M. F. W. (cfr. su respuesta a la 2ª pregunta de fs. 242) y W. G. S. (cfr. su
respuesta a la 2ª pregunta de fs. 246; v. también su declaración a fs. 150/151 del expte.
n° xxxxxxx, en especial su respuesta a las repreguntas 3ª y 5ª de fs. 151), y también
resulta de los informes obrantes a fs. 291/299 y 227/234, remitidos por el Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires -que da cuenta de las habilitaciones que le han sido
otorgadas en ambos rubros: confección y venta de prendas de vestir- y la
Administración Federal de Ingresos Públicos -que ratifica la registración del
contribuyente en la señalada actividad económica-. Siendo así, el tribunal comparte la
deducción efectuada por el a quo en el sentido de que la mencionada empresa familiar le
ha reportado -y le reporta- al demandado ganancias (fs. 319) pues de otro modo no se
explica cómo la sigue desarrollando después de tanto tiempo ni de dónde han surgen los
fondos para alquilar los locales donde realiza dichas actividades, o -en su momento-
para adquirir importantes bienes -entre ellos, el inmueble que habita actualmente la
actora y sus hijos (cfr. fs. 9 y 10/11 del expte. n° xxxxxxxx), y un rodado Mercedes
Benz 0 kilómetro, que en marzo de 2008 compró en $ 100.000.- (cfr. fs. 21 del expte. n°
xxxxxxx)-.
Por cierto que no hay elementos para considerar que los ingresos del
alimentante ascendían a más de $ 100.000.- mensuales, como lo sostuvo la actora al
promover estas actuaciones (v. apartado VII de fs. 125/127), sobre todo cuando esta
misma parte refirió a fs. 80/81 del expediente n° xxxxxxx -sobre denuncia por violencia
familiar- que el ingreso mensual de su ex marido era de aproximadamente $ 9000.- (v.
fs. 80 del expte. cit.).
Pero tampoco pueden aceptarse los argumentos expresados por el
obligado alimentario de que las declaraciones testificales recabadas en autos están
referidas a una situación pretérita que no se ajusta a la actual; que desde que fue
excluido del hogar ha caído en una profunda depresión que le impide ejercer “casi por
completo” su actividad; y que ha debido vender el automóvil que tenía y algunas
máquinas para poder cancelar la hipoteca que pesaba sobre la vivienda en la que residen
la actora, sus hijos y la pareja de ésta (cfr. apartado 1.2 de fs. 358); pues se trata de
afirmaciones que no encuentran sustento en el material probatorio obrante en autos.
Sencillamente, nada se ha probado al respecto y las vagas referencias efectuadas por los
testigos que declararon a fs. 242 y 246/247 respecto de supuestas dificultades
económicas, al punto de haber referido uno de ellos que le prestó dinero y que a la fecha
de la declaración aquel aun le adeudaba $ 500.- (cfr. declaración de Flores William, su
respuesta a la pregunta 1ª de fs. 242 y 9ª de fs. 242 vta.), o de que por las mencionadas
circunstancias el alimentante debió recurrir a una financiera (cfr. declaración de Sacaca,
su respuesta a la pregunta 9ª de fs. 246 vta. y a la 6ª repregunta de fs. 246 vta.), resultan
insuficientes para concluir en un sentido distinto.
Es por ello que no deja de llamar la atención que el obligado se haya
defendido señalando que sólo efectúa “trabajos puntuales por encargos” (fs. 175 vta.)
cuando de la prueba recogida resulta una realidad totalmente distinta, como que no solo
está a cargo de un emprendimiento destinado a la confección de ropa sino que también
se ocupa de comercializar esa producción, al punto de haber referido uno de los
declarantes que la actividad productiva incluía la venta de ropa en un local en la feria de
la Salada, al que la actora concurría los domingos para vender mercadería (cfr. respuesta
de C. G. a la 44ª pregunta de fs. 223 vta.).
Entonces, si el apelante pretendía que se tenga por cierto que en la
actualidad no trabaja confeccionando ropa de vestir (fs. 358 vta., apartado 1.3.1), que el
“pequeño” taller que tenía -así lo describe- no está funcionando y que percibe ingresos
mínimos que apenas le alcanzan para subsistir y hacer frente a la cuota alimentaria (fs.
358 vta., apartado 1.3.4), debió probar tales extremos porque ese era el presupuesto de
hecho que invocó como fundamento de su defensa, y de las constancias de autos -se
insiste- claramente resulta que no ha cumplido con dicha carga pues en tanto uno de los
testigos refirió que el alimentante trabaja solo y que su situación actual “no está bien”
(cfr. testigo S., respuesta a la pregunta 9ª de fs. 246 vta.), otros dieron cuenta de lo
contrario. Así el testigo C. G. afirmó que aquel “sigue con la fábrica de costura” y
explicó: “lo sé porque como tengo clientes cerca de ahí y siempre veo que sacan o
meten mucha tela, rollos de tela. Las veces que paso por ahí veo eso. Es en la calle San
Pedro, hay un supermercado cerca y yo voy seguido a hacer compras” (sic, su respuesta
a la pregunta 33ª de fs. 223); y similar respuesta dio el testigo Z. C.: “realiza [por el
demandado] la actividad de tallerista. Sigue con el mismo trabajo, sigue vendiendo
jeans. Lo se porque lo vi, veo como sale de su casa que queda en San Pedro, lo veo
prácticamente que paso por ahí, que saca cortes” (sic, su respuesta a la pregunta 33ª de
fs. 225 vta./226).
Es cierto, como se dijo, que a estos últimos declarantes les comprenden
las generales de la ley por su relación parental con la actora, mas también lo es que igual
vinculación -y por lo tanto, la misma consecuencia- se registra respecto del testigo S.,
que es hermano del demandado, y también con el restante declarante, con quien el
demandado tiene una relación de amistad tan estrecha que el declarante señaló que se
aluden entre sí con el término “primos” (cfr. respuesta del testigo F. W. a la repregunta
1ª de fs. 242 vta.).
No obstante, no tratándose de testigos excluidos (art. 427 del Código
Procesal), la existencia de matices distintos en sus declaraciones ciertamente no
beneficia al obligado alimentario, que como se viene explicando ha fracasado en su
intento por demostrar los extremos en que ha fundado su estrategia defensiva.
Fuera de ello cabe destacar que los testigos C. G. y Z. C. dieron cuenta
que el taller estaba constituido por un galpón grande que contaba con habitaciones que
el demandado subalquilaba a los mismos empleados que contrataba (cfr. respuesta del
primero a la pregunta 7ª de fs. 222 y vta. y del segundo a la pregunta 23ª de fs. 225
vta.), constituyendo ello para el demandado una nueva fuente de ingresos, y tales dichos
han sido corroborados con el informe del interventor designado en el expediente n°
xxxxxx sobre medidas precautorias (fs. 175 y 238/239 de las actuaciones indicadas).
A todo evento, si lo hasta aquí expuesto no fuere suficiente respuesta a
las críticas del demandado cabe recordar que éste, de 39 años, se encuentra obligado -
por imperativo legal- a realizar todos los esfuerzos necesarios para atender a la
asistencia de sus hijos menores de edad, sin que pueda excusarse del cumplimiento de
ese deber invocando falta de trabajo o de ingresos suficientes, cuando ello no se debe a
imposibilidades o dificultades prácticamente insalvables (Bossert, Gustavo A., Régimen
jurídico de los alimentos, Edit. Astrea, Buenos Aires, 1993, pág. 207, núm. 231), que en
el caso no se presentan ni han sido invocadas.
En cuanto a la actora, de 40 años, ya se dijo que colaboraba con el
demandado en su emprendimiento vendiendo los productos que se elaboraban en el
taller. Sin embargo, en el proceso sobre denuncia por violencia familiar, al ser
interrogada sobre su actividad laboral o económica, refirió realizar trabajos de costura
por cuenta propia (fs. 4, 6 y 82 del expte. n° xxxxxx), e incluso ser ama de casa (fs. 120
del expte. citado). La aparente contradicción puede encontrar alguna explicación si se
atiende a lo referido por ésta en el expediente n° xxxxxxx sobre medidas precautorias,
donde dio cuenta que “tuvo que salir a trabajar para alimentar a sus hijos”, ya que si
bien no tenía que pagar impuestos -es de suponer que eran cancelados por el
demandado- ni alojamiento -no se discute que la actora y sus hijos viven en el inmueble
de propiedad del demandado, sobre quien en su momento se dispuso una prohibición de
acercamiento (cfr. expte. n° xxxxxxx)-, no tenía para vivir dado que el alimentante no le
daba intervención en el negocio que habían comenzado (fs. 103 del expte. n° xxxxxxx).
A ello se agrega que en abril de 2012 se fijó en el proceso sobre alimentos provisorios
una cuota provisoria de alimentos en favor de los aludidos menores de $ 2800.- (fs. 30 y
154/155 del expte. n° xxxxxx), que el demandado ha venido depositando regularmente
desde entonces, hasta que en junio de 2014 fue incrementada a $ 4300.- (fs. 249 y
327/328 del expte. citado).
Con relación a los bienes que cuenta la actora no es posible extraer una
conclusión categórica. Uno de los declarantes refirió haberla visto en un vehículo de
marca Renault (cfr. respuesta del testigo F. W. a la pregunta 7ª de fs. 242 vta.), y otro
fue incluso más específico y señaló que se trataba de un modelo Duster de color gris
(cfr. respuesta del testigo S. a la pregunta 7ª de fs. 246 vta.). Sin embargo, otro
declarante desconoció que fuera titular de rodado alguno: “no tiene ningún vehículo,
cómo va a tener si no tiene plata” (sic, respuesta del testigo C. G. a la repregunta 6ª de
fs. 223 vta.) y lo cierto es que no obra en autos un informe registral que pudo haber
zanjado la cuestión y echado algo más de luz al asunto.
Ahora bien, respecto del monto de la cuota cabe considerar cuáles son
las necesidades de los alimentados que han de ser atendidas con ella, y desde esta
perspectiva se advierte que la prueba producida no es generosa. El testigo C. G. refirió
que los menores asisten a un colegio, que cree que es la escuela n° 8 (cfr. su respuesta a
la repregunta 7ª de fs. 223 vta./224), aunque también señaló que no todos lo hacen en la
misma institución (cfr. su respuesta a la repregunta 8ª de fs. 224). Es preciso advertir,
asimismo, que tanto este testigo como Z. C. señalaron que la situación anterior de los
chicos era buena, que tenían todo a su alcance, que vivían tranquilos (cfr. respuesta de
C. G. a la pregunta 30ª de fs. 223), que estaban bien vestidos, que no les faltaba nada y
que tenían una “vida económicamente muy estable” (cfr. respuesta del testigo Z. C. a la
pregunta 24ª de fs. 225 vta.). Ello se condice con lo declarado por el señalado hermano
del demandado a fs. 150/151 del expediente n° xxxxxxx donde refirió que “sus hijos son
muy querido para [é]l, siempre los llevaba a Mc Donalds, a natación, a hacer deporte o
al instituto que están estudiando inglés” y que B., su ahijado, practica futbol (cfr. su
respuesta a la pregunta 7ª y 10ª de fs. 150 vta. del expte. citado).
En base a estas pautas y teniendo en cuenta que los menores de autos
viven con su madre, quien de tal modo ha asumido su cuidado personal cotidiano, tarea
ésta que tiene un inequívoco valor económico y constituye parte del aporte que cabe
exigirle en la manutención de sus hijos (art. 660 del Código Civil y Comercial), como
así también que el amplio concepto de la prestación alimentaria aprehende y concierne a
todo lo necesario para el sustento material y espiritual de los hijos, comprendiendo -
según la amplia fórmula empleada en el artículo 659 del Código citado- la manutención,
educación, esparcimiento, vestimenta, habitación, asistencia, gastos por enfermedad e
incluso -aunque no sea del caso- los gastos necesarios para adquirir una profesión u
oficio, se estima que el importe de la cuota fijado en la suma de $ 2000.- para cada uno
de ellos es algo reducido y que, tal como lo propicia la actora y la Defensora de
Menores de Cámara, debe ser elevado.
Siendo así, dadas las edades de los chicos y la circunstancia de que J.
se encuentra en plena adolescencia, en tanto que J. está iniciando dicha etapa del
desarrollo, y que B. es todavía un niño, todo lo cual traduce demandas en función de
necesidades diferentes, como así también el costo de los productos y servicios que
suelen consumir niños y adolescentes de la edad y condición social de los de autos, se
estima adecuado elevar los importes de las cuotas de las siguiente manera: la de J. a $
4000.-; la de J. a $ 3500.-; y la de B. a $ 3000.-
En esta medida se modificará la decisión que ha sido objeto de los
recursos de apelación precedentemente señalados, imponiéndose las costas de alzada al
demandado vencido.
IV.- Tanto la actora como el demandado apelaron lo resuelto en punto
a la cuota alimentaria solicitada por aquella. La beneficiaria cuestiona su importe, que
estima muy reducido; el demandado, en cambio, impugna su procedencia.
Pues bien, a fin de un más claro desarrollo en la exposición cabe
recordar que la obligación alimentaria que la actora atribuye al demandado puede ser
caracterizada como una obligación cuyas prestaciones se devengan mes a mes. Tal
particularidad lleva a señalar que los devengados con posterioridad al 1 de agosto de
2015 se encuentran regidos por el Código Civil y Comercial, en tanto que los
devengados con anterioridad al mencionado hito temporal, lo están por el Código Civil
sancionado por la ley 340 (art. 7 del Código Civil y Comercial).
Así las cosas, aplicando estas pautas al caso de autos, corresponde -en
estricto sentido- distinguir tres tramos en su estudio: (i) desde la interposición de la
mediación hasta el 31 de julio de 2015 -último día de vigencia del Código Civil-; (ii)
desde 1 de agosto de 2015 -en que entró a regir el Código Civil y Comercial- que se
dictó la sentencia de divorcio, esto es el 31 de marzo de 2016 (fs. 229 del expte. n°
xxxxxx); y (iii) de allí en adelante.
(i) Respecto del período comprendido entre la mediación y la entrada
en vigencia del actual Código Civil y Comercial, es indudable -en razón de los
antecedentes ponderados en el apartado anterior- que la cuota alimentaria que se
establezca es la que resulta necesaria a fin de que la actora pueda mantener un nivel de
vida adecuado al que tenía durante la convivencia con el demandado.
Desde esta perspectiva, si bien es cierto que ella trabajaba en el
emprendimiento organizado por éste, no se demostró que hubiera adquirido algún grado
de independencia, al punto que una vez estalló el conflicto que derivó en la ruptura del
vínculo matrimonial, no pudo proseguir con dicha actividad. Tampoco se acreditó la
existencia de bienes a su nombre o de ingresos.
Por ello y en lo que estrictamente concierne al período que aquí se
estudia, esto es en tanto todavía no se decretó el divorcio de las partes, teniendo en
cuenta que de lo que se trata es de asegurar la continuidad del estilo de vida que la
actora mantenía con anterioridad a la ruptura, y no en convertir a ésta en una suerte de
“socia” en la actividad lucrativa de su anterior consorte, ni en permitirle capitalizarse
más allá del carácter asistencial de la prestación alimentaria que aquí se trata, se
concluye en que existen razones que justifican la procedencia de la cuota alimentaria
establecida en favor de la actora, como así también su monto -$ 6000-, el que no se
aprecia exagerado ni reducido, máxime si se pondera que ésta continúa habitando –junto
con sus hijos- en el inmueble que fue la sede del hogar conyugal.
(ii) A igual conclusión cabe arribar con relación al segundo período al
que se hizo referencia -desde el 1 de agosto de 2015 hasta el 31 de marzo de 2016-. En
efecto, aun cuando respecto de este tramo resulte aplicable la ley nueva, lo cierto es que
el artículo 433 del Código Civil y Comercial readapta el lenguaje con el que se
expresaba el artículo 207 del Código Civil y establece una serie de indicadores a tener
en cuenta para la cuantificación de los alimentos, que en lo que aquí interesa sigue los
lineamientos generales del sistema anterior: en ambos regímenes las pautas tienen
carácter enunciativo y se condicen con las que la jurisprudencia ponderaba a la hora de
establecer el monto de la cuota alimentaria (cfr. esta sala, 18 de febrero de 2016, “C, H
c. M, H J s/ Alimentos”).
No obsta a ello la invocación efectuada por el demandado del artículo
433 del Código Civil y Comercial. En primer lugar, porque no surge de autos ni de los
procesos vinculados que se tienen a la vista elementos suficientes que permitan tener
por cierto que la actora inició, luego de la ruptura con aquél, una relación de
convivencia con otra persona. En segundo, porque tampoco se acreditó de manera
idónea, es decir con la partida respectiva, el nacimiento de un hijo con esa supuesta
nueva pareja (art. 96 del Código Civil y Comercial), no habiéndose siquiera invocado,
como para poder recurrir a otros medios de prueba, que se hubieren configurado alguna
de las hipótesis mencionadas en el artículo 98 del Código vigente. En tercero, porque
aun cuando se soslayen estas observaciones, la solución no podría ser distinta habida
cuenta que la mera referencia efectuada por la Administración Nacional de la Seguridad
Social (ANSES) a fs. 199 resulta insuficiente a los efectos que aquí interesan.
Menos afortunada es la referencia que hace al artículo 434 del Código
citado, que se alude a la prestación alimentaria que corresponde -en los casos en que
procede- con posterioridad al divorcio, lo que no resulta aplicable al margen temporal
que aquí se trata.
(iii) Finalmente y en lo que atañe al último período señalado -desde la
sentencia de divorcio en adelante-, cabe anticipar que la solución que se propiciará será
diferente de la enunciada en los apartados que anteceden.
En efecto, la normativa actual también hace cesar la obligación
alimentaria entre los cónyuges luego del divorcio vincular. Véase que el artículo 432 del
Código Civil y Comercial que reconoce el deber de alimentos de los esposos entre sí,
dispone que con posterioridad al divorcio la prestación alimentaria sólo se debe en los
supuestos que luego prevé o en caso de convenio. Vale decir que la cuota alimentaria
establecida por imperio de la normativa que rige los alimentos entre cónyuges durante el
matrimonio, cesa a partir del divorcio porque el título sobre el que se estableció la cuota
se perdió. De ahí que la pretensión de la ex esposa de que la cuota alimentaria subsista a
pesar de la sentencia de divorcio, ya no encuentra el título que la justificaba hasta ese
hito.
Por cierto que no se ha perdido de vista que en el régimen actual, de
modo análogo a la prestación que establecía el artículo 209 del Código Civil derogado,
se disponen dos excepciones que permitirían la subsistencia de un deber alimentario
luego de decretado el divorcio: la enfermedad grave y los alimentos en favor de quien
no tiene recursos propios suficientes ni posibilidad de procurárselos; ni que para
precisar este último concepto el nuevo ordenamiento remite a tres de las pautas
establecidas en el artículo 433, a saber: edad y estado de salud de ambos cónyuges;
capacitación laboral y posibilidad de acceder a un empleo de quien pide los alimentos; y
la atribución del hogar familiar. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que surge de las
constancias de autos como así también que los alimentos posteriores al divorcio son de
carácter excepcional y restrictivo (cfr. esta sala, 18 de febrero de 2016, “C, H c. M, H J
s/ Alimentos”), estima este colegiado que no median razones para apartarse de la regla
general enunciada.
En efecto, la mera referencia efectuada por la propia interesada a fs.
103 del expediente n° xxxxxxx acerca de que padece de dos hernias de disco, sin
constancia alguna que avale tales dichos, impide tener por configurada la hipótesis de la
“enfermedad grave” a que se ha hecho referencia; y en cuanto a lo demás, ponderando
la edad de la actora -40 años-, su capacitación laboral como costurera y también como
vendedora en un local comercial, y las edades de sus hijos, que dada su escolaridad
permite considerar que su madre cuenta con disponibilidad horaria para realizar alguna
actividad rentada, a lo que se agrega -como ya se dijo- que ésta continúa habitando el
hogar conyugal, cabe concluir en que no se verifican los presupuestos para mantener,
luego del divorcio, la prestación alimentaria que aquí se trata.
Repárese en este sentido que los alimentos que prevé el inciso b] del
artículo 434 del Código Civil y Comercial no apuntan a mantener el nivel económico
habido durante la convivencia sino a subsanar el estado de objetiva y manifiesta
vulnerabilidad de alguno de los esposos, y que el señalado carácter restrictivo de la
obligación alimentaria con posterioridad al divorcio lleva a que la suma se limite a
cubrir las necesidades para la subsistencia (cfr. esta sala, 18 de febrero de 2016, “C, H c.
M, H J s/ Alimentos”). Por ello, si se considera que la actora sigue usufructuando de la
vivienda familiar sumado a que cuenta con posibilidades de obtener ingresos, la
conclusión precedentemente expuesta encuentra su debida justificación.
En suma, la sentencia apelada -en lo que a los alimentos de la cónyuge
se refiere- será modificada en los términos indicados precedentemente.
En cuanto a las costas de ambas instancias, se impondrán en el orden
causado habida cuenta las particularidades del asunto y la forma como se lo ha resuelto,
lo que permite entrever que ninguna de las posturas de las partes ha sido admitida en su
totalidad.
V.- Resta tratar el denominado “segundo agravio” de fs. 342 vta.
vinculado con la tasa de los intereses. Lo que motiva el agravio de esta parte es que el a
quo haya omitido fijar una tasa de interés. A su turno el demandado destacó que la
contraria no solicitó los referidos intereses, por lo que a su entender hizo bien el a quo
en no incluirlos en la sentencia.
En el estudio de la cuestión planteada cabe recordar que un antiguo
plenario de esta Cámara de Apelaciones resolvió que “las deudas de alimentos
devengarán intereses a partir del vencimiento del plazo fijado en la sentencia para el
pago de las cuotas, respecto de las posteriores a ésta y, a partir de la constitución en
mora desde el vencimiento de cada período respecto de las anteriores” (CNCiv., en
pleno, 14 de julio de 1976, “M. de M., I. c. M., R. C.”, publicado en El Derecho, T° 67,
pág. 537, La Ley, T° 1976-C, pág. 174, y Jurisprudencia Argentina, T° 1976-III, pág.
442). Esta doctrina en la actualidad se encuentra incorporada al artículo 644 del Código
Procesal, y más aún, el artículo 552 del Código Civil y Comercial, con el objeto de
asegurar el cumplimiento efectivo de la prestación alimentaria y evitar que quien se
encuentra en situación de alimentante se sustraiga a sus deberes, dispone que “[l]as
sumas debidas por alimentos por el incumplimiento en el plazo previsto devengan una
tasa de interés equivalente a la más alta que cobran los bancos a sus clientes, según las
reglamentaciones del Banco Central, a la que se adiciona la que el juez fije según las
circunstancias del caso”.
Es claro, entonces, que la pretensión recursiva debe ser acogida.
No obsta a ello que en el escrito de demanda la actora haya omitido
formalmente reclamar estos accesorios. Es que más allá del tenor literal del escrito de fs.
121/131, cabe atender a la esencia y sustancia de lo pedido, no pudiendo considerarse
decisivo el silencio observado por la actora en punto a los intereses si, en definitiva,
existen concretas disposiciones procesales -y ahora de fondo- que de manera expresa
contemplan su devengamiento -lo que ciertamente aventa la posibilidad de que aquella
omisión haya podido colocar a la contraparte en una situación de indefensión-, a lo que
se agrega que no solo la interesada no renunció a dichos accesorios sino que, por el
contrario, los invocó expresamente en oportunidad de fundar el recurso de apelación
contra la sentencia.
En cuanto a la tasa aplicable, si bien en la actualidad se cuenta con una
concreta disposición legal que, al menos desde el 1 de agosto de 2015 (cfr. art. 1 de la
ley 27.077, que modificó lo establecido por el art. 7 de la ley 26.994), fijó pautas
concretas para determinar la tasa de interés aplicable en la especie, que no es la tasa
activa señalada a fs. 342 vta., sino “una tasa de interés equivalente a la más alta que
cobran los bancos a sus clientes, según las reglamentaciones del Banco Central” (el
énfasis es agregado), lo cierto es que la recurrente, en escrito presentado con
posterioridad a la entrada en vigencia del Código Civil y Comercial (cfr. cargo manual
de fs. 347 vta.), ha limitado su pretensión a la tasa activa mencionada.
Por ello y porque la relativa a la tasa de los intereses, como toda
cuestión patrimonial, es disponible por las partes, correspondería estar a la menor tasa
propiciada por la actora, tanto para los alimentos devengados con posterioridad al 1 de
agosto de 2015, en que entró a regir el nuevo ordenamiento de fondo, como para los
anteriores dado que respecto de ellos la mentada tasa se ajusta a lo establecido en el
plenario “Samudio” de esta Cámara de Apelaciones (fallo del 20 de abril de 2009
publicado en La Ley, T° 2009-C, pág. 99 y en El Derecho, T° 232, pág. 541), cuya
doctrina -bien vale aclarar- se sigue, no por considerarla obligatoria dado que esta sala
ha considerado que ha perdido dicha fuerza a partir de la derogación del artículo 303 del
Código Procesal dispuesta por la ley 26.853 (cfr. expte. n° 104.864/ 2008 del juzgado n°
39, sentencia del 2 de agosto de 2013, autos “V. C., D. S. c. La Primera de Grand Bourg
S.A. T.C.I. s/ Daños y perjuicios”), sino porque coincide con los fundamentos en que se
apoyó el voto mayoritario.
Ahora bien, toda vez que el mayor importe de la cuota alimentaria ha
sido estimado en valores actuales, de suerte que, al menos hasta la fecha de esta
decisión no se encuentran afectados por la desvalorización monetaria, la aplicación de la
referida tasa activa conduciría a una superposición de valores que alteraría el significado
económico del capital de condena, incrementándolo indebidamente y comprometiendo
los principios que vedan el enriquecimiento sin causa.
En otros términos, hallándose los alimentos fijados en valores actuales
y por tanto libres de deterioro a causa de la desvalorización monetaria, la aplicación de
la tasa activa mencionada, dada su composición, importaría compensar ese deterioro,
inexistente, incrementando en forma indebida su significado económico.
Lo expuesto lleva a concluir en que desde la fecha de presentación del
formulario de mediación -tal la pauta temporal fijada por la a quo en la sentencia
recurrida- y hasta la de esta decisión, en lo que atañe a los alimentos de los menores, y
la de la sentencia apelada, en lo que refiere a los de la actora, los intereses deberán
calcularse a la tasa pura del 8% anual -que se considera suficientemente retributiva-, y
desde entonces a la tasa activa pretendida por esta última.
En estos términos, se admitirá la pretensión recursiva intentada,
imponiéndose las costas de alzada al demandado vencido.
VI.- En consecuencia, habiéndose oído a la Defensora de Menores de
Cámara y por lo hasta aquí apuntado, SE RESUELVE: I.- Rechazar el recurso de
apelación subsidiariamente interpuesto a fs. 388/391 y confirmar la decisión adoptada a
fs. 387, imponiéndose las costas de alzada a la actora. II.- Modificar la sentencia dictada
a fs. 311/328 en los términos indicados en los apartados que anteceden e imponer las
costas de acuerdo a las pautas indicadas en cada uno de esos apartados. Regístrese,
notifíquese a las partes y a la Defensora de Menores de Cámara, y devuélvase.
Se hace constar que la publicación de la presente sentencia se
encuentra sometida a lo dispuesto por el art. 164, 2° párrafo del Código Procesal y art.
64 del Reglamento para la Justicia Nacional, sin perjuicio de lo cual será remitida al
Centro de Información Judicial a los fines previstos por las Acordadas 15/13 y 24/13 de
la C.S.J.N.
Fdo.: Dras. Castro-Ubiedo-Guisado. Es copia de fs.411/20.

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