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Leroy E. Beskow
Como veremos, estar “bajo la ley” se aplica tanto a buenos como a transgresores.
Por lo tanto, en primer lugar significa estar bajo su jurisdicción. En su perfección, Adán y
Eva fueron puestos “bajo una ley, como condición indispensable para su propia
existencia”.1 Pero cuando pecaron, también quedaron bajo su condena.
Una definición dice: “Estar ‘bajo la ley’ es estar bajo el dominio del pecado y no
bajo el dominio de la gracia”.2 ¿Entonces Jesús no nació en el dominio de la gracia divina?
En el Comentario Bíblico Adventista leemos: “Bajo la ley” sólo se puede referir a
estar ‘bajo’ la jurisdicción del sistema legal de los judíos”.3
Pero en Gálatas 4:4,5 Pablo está hablando de la salvación de la humanidad, pues
Cristo no vino a salvar sólo a los judíos en su sistema legal, sino “a todos los hombres” (1
Tim. 2:4). “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo [“en”] la
ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo [no sólo los judíos] quede bajo [to:
sujeto] el juicio de Dios” (Romanos 3:19).
Ùπό (hipó: bajo, debajo, sujeto) se lee en la Biblia con relación a gestión, influencia
o poder (“por el Señor”: Mat. 1:22; de parte o por imposición de judíos 2 Cor. 11:24; Heb.
12:3). En ubicación física, debajo de algo (Mat. 5:15; 1 Cor. 1:10); subordinado o sujeto a
alguien o algo, como el tiempo (Hech. 5:21) y la ley (Rom. 6:14), y dominados de algún
modo (1 Tim. 6:1).
En Romanos 6:14 leemos: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues
no estáis bajo (hipó) la ley, sino bajo (hipó) la gracia”. Tanto el versículo anterior como el
que le sigue nos dicen que debemos evitar la acción de pecar. Y si caemos, la gracia de
Cristo nos librará de su condena. Por lo tanto, aquí estar “bajo la ley” es ser culpable por
pecar (kjatá) y ser pecador (kjattá), no por nacer “en pecado” (kjet: Sal. 15:5; Sant. 1:13-
15), ya que Cristo pagó por todos los nacidos en pecado de ignorancia e impotencia, cuando
lo clavaron en el madero (Luc. 23:34).
1
Elena G. de White, Patriarcas y profetas (PP), (Mountain View, California: Publicaciones
Interamericanas, 1955) p. 30.
2
Ángel M. Ridríguez, “El poder de la ley, el poder de la gracia”, Adventist World, febrero de 2018,
p. 26.
3
Francis D. Nichol, ed., Comentario Bíblico Adventista del 7º Día (CBA), vol. 6, (Idaho, EE.UU.:
Publicaciones Interamericanas, 1988), p. 964.
2
4
Elena G. de White, El deseado de todas las gentes (DTG), (Mountain View, California:
Publicaciones Interamericanas, 1966), p. 694.
5
––––, Patriarcas y profetas (PP), (M. View, Calif.: Pub. Inter. 1955), p. 313.
6
––––, CBA, 1:1096.
3
(Romanos 6:15). Y explica que seguimos bajo el dominio de la ley, pero entonces por
voluntad propia, como siervos de la justicia, no como una carga (Rom. 6:16-18). Se
entiende que como no hay ningún justo que pueda guardar la ley, después de 6000 años de
pecado, guardamos la ley por el poder de la gracia de Cristo. Es decir, que entonces
estamos bajo gracia o regalo poderoso de Cristo, para resolver nuestro problema por virtud
del Espíritu Santo (Fil. 2:12,13).
Muchos interpretan mal estas declaraciones de Pablo a los Filipenses, pues se valen
de una mala traducción que dice: “Dios es el que en vosotros produce [energón de energés:
dar energía, poder, capacitación], así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil.
2:13).
Cuando el Espíritu nos dice en la conciencia que pecamos y debemos pedir el
perdón en el nombre de Cristo, no es él el que se arrodilla en nuestra mente para pedir el
perdón de nuestros pecados, ni nos fuerza a nosotros para hacerlo, manejándonos como
títeres, sino que nos motiva para que lo hagamos nosotros con su ayuda poderosa (energés).
Por eso en el texto anterior Pablo nos pide: “Ocupaos [catergádsesze de catergádsomai:
trabajar, obrar] en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 3:12).
Entendemos que no se trata de guardar la ley o realizar obras buenas que nos den
méritos, pues para nosotros sería imposible (Rom. 8:7) y por lo tanto innecesario, sino ser
obedientes al llamado del Espíritu de pedir el perdón arrepentidos, confesando arrodillados
todos los pecados que recordamos. A estas obras Pablo les llama “obras dignas de
arrepentimiento” (Hech. 26:20), explicando de esta manera por qué Santiago dice:
“Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”
(Sant. 2:24. Dice “justificados, no santificados).
En ninguna parte de la Biblia dice que para la salvación no tenemos que hacer nada.
La salvación es un regalo, pero dentro de los requisitos de un “pacto” donde cada uno debe
cumplir su parte (Heb. 8:6). Pedro no pidió el arrepentimiento al Espíritu Santo, sino a los
que escuchaban el Evangelio con su ayuda (Hech. 2:38). Los evangélicos no toman en
cuenta que la salvación no es una imposición luterana o calvinista, sino un “pacto”
voluntario (Isa. 55:3; 59:21; Jer. 31:33,34; Zac. 9:11; Mat. 26:28; Marc. 14:24; Luc.22:20;
1 Cor. 11:25; Heb. 7:22; 8:6; 9:20; 12:24).
Lamentamos que el gnosticismo y nicolaísmo cristianos que dominaron en la iglesia
por seis siglos, y luego con Agustín, Lutero, y finalmente a nosotros por medio de Hans
Larondelle,13 nos han llevado a dividirnos confundidos.14
Y a los que permanecen en la gracia, Pablo dice: “A los que [están] sin ley, como [si
estuvieran] sin ley, no estando sin ley de Dios, sino en la ley [énnomos] de Cristo, para
ganar a los que [están] sin ley” (1 Corintios 9:21).
13
Juan Calvino, Institutes, III, 16,1, citado por Hans K. LaRondelle, La doctrina de la salvación.
Justifica-ción por la fe, (Libertador San Martín, Entre Ríos, impreso por la Universidad Adventista del Plata,
1982), p. 20.desde 1973
14
Elena G. de White, Review and Herald (RH), 7 de junio de 1887.
6
15
“Como no hay una regla precisa y sencilla para determinar la identidad de “ley” mediante la
presencia o la ausencia del artículo definido, lo más prudente quizá sea depender mayormente del contexto
para saber cuál es la conclusión a que debe llegarse” (CBA, 6:484).
16
White, La historia de la redención, (Bs. As.: ACES, 1980), p. 234.
7
legal” por el pecado ¿fue por nacer bajo la ley o sólo desde el Calvario cuando cargó
nuestras culpas?
EGW responde: “Y a fin de elevar al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo donde
estaba. Él tomó la naturaleza humana y llevó las debilidades y la degeneración del
hombre. El que no conoció pecado, llegó a ser pecado por nosotros"17
Su naturaleza “era humana, idéntica a la nuestra. Estaba pasando por el terreno
donde Adán cayó”.18 Note que habla sólo de la parte humana, pues Cristo nunca podía ser
igual a nosotros sino “semejante” (Heb. 2:17), ya que era Emanuel y nosotros no. Ella
también dice que Cristo “tomó sobre sí la naturaleza caída y doliente del hombre,
degradada y contaminada por el pecado”.19
No tema, no se trata de una blasfemia de EGW, como creen muchos evangélicos,
pues sabemos que hay dos clases de pecado, que eran tratados en el santuario de Moisés
mediante dos clases de expiaciones: Rociando la sangre por el pecado inocente al pie del
altar del sacrificio, y comiendo luego, el sacerdote, de la carne del animal sacrificado, como
ocurría con los sacrificios de agradecimiento (Lev. 4,5). O en caso del pecado de culpa,
además rociando la sangre hacia la ley ofendida, ensuciando el velo (Cristo: Heb. 10:20.
Lev. 6 en adelante).20
Así que Jesús, el Hijo del Hombre, es el único que participó de la humanidad “bajo
la ley”, que no cometió ni un solo pecado de culpa (Heb. 4:15). Sólo en esta condición
podía probar a Satanás y al universo poblado, que su Ley es justa y buena no solo para
Adán y Eva arrepentidos, sino también para todos los nacidos bajo la ley (Rom. 7:12).
Además debió cumplir con una segunda condición, que por 4000 años esperaron los
ángeles y los habitantes de los mundos no caídos. EGW reveló:
“Después de la caída del hombre, Satanás declaró que los seres humanos habían
demostrado ser incapaces de guardar la ley de Dios, y procuró arrastrar consigo al
universo en esa creencia. Las palabras de Satanás parecían ser verdaderas, y Cristo vino
para desenmascarar al engañador [...] Al asumir la forma humana, [...] Cristo, que no
17
MS, 1:314.
18
Idem.
19
CBA, 4: 1169; YI, 20-12-1900.
20
Cuando ”alguna persona” del pueblo de Dios, o “el sacerdote ungido”, pecaba sin querer, pero por
descuido o por olvido de lo que sabía, y al reconocer su mal iba al santuario para pedir el perdón (Lev. 4:12);
o cuando “una persona pecaba con pleno conocimiento del mal (6:1-7), la sangre del sacrificio debía ser
asperjada “delante de Jehová”, rociando sangre “hacia el velo del santuario” (4:5,6), es decir hacia la perfecta
Ley de Dios. Cuando el error era cometido por todo el pueblo, “los ancianos de la congregación” debían
responder como culpables por no haber prevenido el mal (Lev. 4:14,15). Un pecado por ignorancia con cierto
grado de culpa, lo encontramos en el momento cuando los soldados atravesaron la carne de Jesús al clavarlo
sobre el madero (Luc. 23:33, 34; Apoc. 1:7). Pero cuando el pecado era realizado sin tener ningún
conocimiento, y más tarde el transgresor llegaba a conocer su error; o cuando sin querer se contaminaba por la
inmundicia de un animal, o por el pecado de otra persona que lo alcanzaba, también llegaba a ser culpable
desde el momento cuando llegaba a ser consciente del error. Pero la sangre del sacrificio sólo se rociaba
alrededor del altar del holocausto, símbolo de la muerte de Cristo (Lev. 4:22-5:19). Lo mismo ocurría cuando
el creyente presentaba una ofrenda de paz (Lev. 3:1-16).
8
conocía en lo más mínimo la mancha o contaminación del pecado, tomó nuestra naturaleza
en su condición deteriorada” 21
Si hubiera venido con una sola condición humana diferente, o con una pequeña
ventaja sobre la naturaleza que vivieron los hombres después de la caída de Adán hasta su
tiempo, Satanás hubiera tenido razón y el trono perdido para siempre la simpatía de los
mundos no caídos. Pero EGW aclaró:
La naturaleza de Cristo “era humana, idéntica a la nuestra. Estaba pasando por el
terreno donde Adán cayó”, 22 pero sin pecado de culpa (He. 4:15).
Conclusión:
Nacer “bajo la ley” significa nacer bajo su jurisdicción; y bajo su condena cuando se
peca. Esto significa para el bebé nacido “en pecado” la pérdida de la vida eterna, a menos
que sea justificado por Cristo por los pecados de inocencia (ya cumplido en el Calvario). Y
si es culpable de pecado y se arrepiente, ser liberado del juicio en la muerte segunda. Sin
embargo, el justificado no se libra de las consecuencias del pecado, hasta la transformación
o resurrección en la venida de Cristo.
Al nacer Jesús de “carne y sangre” (Juan 1:14) y “bajo la ley”, aunque sin pecado de
culpa (Heb. 4:15), no podía heredar el reino de Dios (1 Cor. 15:50) sin la transformación o
la resurrección mediante la aprobación del Padre (Hech. 2:32). Y si pecaba “quedaría
identificado con el reino de Satanás, y nunca más sería uno con Dios”.23 Pero a pesar que no
pecó, al tomar nuestra naturaleza degenerada por 4000 años de maldad, y vivir fuera del
Santuario de Dios, contaminó como la “vaca alazana” el lugar santísimo, al no poder
cumplir con su mandamiento que dice: “El alma que pecare esa morirá… la justicia del
justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (Eze. 18:20). Pero el santuario
“será purificado” (tsadác: Dan. 8:14), especialmente el santísimo siete veces (Lev. 16:14),
cuando el inocente Jesús que está en el trono, ponga esa carga injusta sobre el originador
del mal. Entonces por fin en el trono se hará tsadác: derecho, justicia por lo injusto de que
un Inocente cargue el pecado, y el santuario quede por siempre purificado de todo mal.
Mientras tanto, y gracias a su gran amor, Jesús sigue estando, por eso, “bajo” su propia
Ley.
21
MS, 1:295,296.
22
Ibid, 3:146.
23
DTG, pp. 637,638.