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La valoración judicial de la declaración de la persona víctima de violencia

de género[1]
Autora:
Méndez Maza, Sofía

Cita: RC D 120/2023
Sumario:

I. Punto de partida. II. Lineamientos de la Corte IDH en torno a la declaración de la víctima. II.a. El testimonio de
la víctima debe analizarse sujeto al contexto en el que se produce la violencia. II.b. El estado debe adecuar el
proceso de investigación y recolección de la prueba testimonial con especial atención a la situación de
vulnerabilidad e interseccionalidad de la víctima. II.c. El testimonio debe ser valorado con perspectiva de género.
III. Incidencia en la valoración de la prueba testimonial en el ámbito penal. IV. La declaración de la víctima en el
Código Procesal de Familia y Violencia Familiar de Mendoza y su vinculación con la pericia psicológica. V.
Breves conclusiones.

La valoración judicial de la declaración de la persona víctima de violencia de género[1]

I. Punto de partida

En todo proceso judicial, el magistrado/a se enfrenta a situaciones de incertidumbre fáctica que debe dilucidar a
través de las pruebas que las partes acercan al proceso. Como expresa Carnelutti, "el juez está en medio de un
minúsculo cerco de luces, fuera del cual todo es tiniebla: detrás de él, el enigma del pasado y delante, el enigma
del futuro. Ese minúsculo cerco es la prueba"[2].

No obstante, la actividad probatoria que se desenvuelve en los procesos de violencia de género encuentra una
mayor dificultad debido al contexto en el que se producen los hechos que deben determinarse. Ocurre que los
episodios de violencia suelen suscitarse en espacios cerrados, sin espectadores y sujetos a contextos de
sumisión, por lo que es habitual que la mujer solo cuente con su propio testimonio para acreditar los hechos
denunciados[3]. En este sentido, el art. 16, inc., i) de la Ley de Protección Integral a las Mujeres (Ley 26485) se
hace eco de esta problemática al receptar el principio de amplitud probatoria fundado en: a) las circunstancias
especiales en las que se desarrolla la violencia y b) quiénes son sus naturales testigos.

Bajo este marco, la declaración de la víctima adquiere una transcendencia fundamental en todos los procesos en
los que se investigan hechos de violencia de género, en especial los que se producen bajo la modalidad de
violencia doméstica. No obstante, se genera una situación particular para el análisis de la prueba testimonial,
puesto que recae en la misma persona el rol de víctima y testigo. Esta posición doble incide directamente en la
valoración de la prueba, ya que el juez/a no puede evaluar el testimonio de la mujer como un tercero ajeno a los
hechos declarados y por fuera del particular contexto en el que los mismos suceden. Es que, si bien el
magistrado/a tiene libertad para determinar el grado de eficacia de la prueba producida, la sana crítica aplicada a
casos de violencia de género pone en tela de juicio el sistema de apreciación de la prueba en una sociedad
donde la lógica y la experiencia se encuentra permeada por una cultura patriarcal[4].

Es por esto que me propongo examinar los criterios de valoración que permitan una interpretación adecuada y
justa de dicho testimonio, pues de ello dependerá la razonabilidad de la decisión judicial y el efectivo acceso a la
justicia de la mujer víctima de violencia.

II. Lineamientos de la Corte IDH en torno a la declaración de la víctima

Desde las últimas décadas, la Corte IDH ha intensificado su mirada en relación con los derechos humanos de las
mujeres, con especial atención a los casos de violencia de género[5]. En este sentido, sus fallos apuntan a
enfatizar la obligación de los Estados de actuar con la debida diligencia en pos de garantizar el acceso a la

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justicia de la mujer víctima de violencia de conformidad con lo establecido por los artículos 1.1, 8, 25 de la CADH
y 7.b de la Convención de Belém do Pará[6]. Por consiguiente, a través de sus precedentes desarrolla
estándares a los que debe sujetarse toda investigación vinculada a situaciones de violencia de género,
particularmente en lo que respecta a la recolección y valoración de la prueba.

Es así como, dentro del principio de amplitud probatoria que recoge la Corte IDH, el testimonio de la víctima se
antepone como prueba "necesaria y suficiente"[7] para el desarrollo del proceso. En consecuencia, considera que
la valoración de la prueba testimonial debe efectuarse al amparo de ciertos lineamientos interpretativos que
garanticen a la víctima un proceso eficaz, desterrado de toda práctica discriminatoria que impida la sanción de la
violencia padecida.

Entre estas directrices se identifican:

II.a. El testimonio de la víctima debe analizarse sujeto al contexto en el que se produce la violencia.

En toda investigación en la que subyacen "patrones de violaciones de derechos humanos"[8], el examen del
contexto en el que se producen debe ser tenido en cuenta a la hora de juzgar los hechos denunciados. Al
respecto la Corte IDH expresa: "...los Estados deberán asegurar que las autoridades encargadas de la
investigación tomen en cuenta los patrones sistemáticos que permitieron la comisión de graves violaciones de los
derechos humanos en el presente caso, con el objeto de que la investigación sea conducida tomando en cuenta
la complejidad de estos hechos, el contexto en que ocurrieron y los patrones que explican su comisión...". En
concordancia, la CIDH manifiesta en el informe sobre el Acceso a la Justicia para mujeres víctimas de violencia
en las Américas la necesidad de considerar el conjunto de evidencias y el contexto en el que ocurre la
violencia[9], observando el caso particular como posible "exponente de prácticas reiteradas o como evidencia de
una situación estructural de subordinación y desigualdad que afecta a las mujeres en una sociedad
determinada"[10].

Es por ello que el análisis del contexto en el que se producen particularmente los hechos de violencia puede
incidir en la valoración que el juez/a hace de los medios probatorios aportados en la investigación. Tal es así que
en los fallos "Fernández Ortega y otros vs. México"[11] y "Rosendo Cantú y otra vs. México"[12] la Corte IDH
otorga al testimonio de la víctima el carácter de "prueba fundamental", por considerar evidente que los hechos de
violencia se procuran "en ausencia de otras personas, más allá de la víctima y el agresor". De igual forma,
advierte que la credibilidad del testimonio no puede juzgarse sin considerar las consecuencias que los hechos de
violencia producen en la psiquis de la víctima y el espacio temporal en el que la declaración ha sido recogida.
Bajo esta línea expresa: "De las diferentes declaraciones de la señora Rosendo Cantú, salvo algunas
imprecisiones, se advierte consistencia en lo relatado en cuanto al hecho de la violación sexual. La Corte
considera que no es inusual que el recuento de hechos de esta naturaleza contenga algunos aspectos que
considerados, presenten inconsistencias en el relato. Al respecto, el Tribunal toma en cuenta que los hechos
referidos por la señora Rosendo Cantú se relacionan a un momento traumático sufrido por ella, cuyo impacto
puede derivar en determinadas imprecisiones al rememorarlo. Dichos relatos, además, fueron rendidos en
diferentes momentos desde el 2002 a 2010"[13].

II.b. El estado debe adecuar el proceso de investigación y recolección de la prueba testimonial con especial
atención a la situación de vulnerabilidad e interseccionalidad de la víctima.

En los casos "Rosendo Cantú" e "Inés Fernández Ortega", la Corte reprocha al Estado de México la ausencia de
medios idóneos para recabar la declaración de las víctimas en atención a la situación de hipervulnerabilidad de
las mismas. Pues en ambos casos se trataba de mujeres indígenas, víctimas de agresión sexual, situadas en
zonas alejadas y militarizadas, a quienes no se les proporcionó un traductor oficial al momento de la denuncia ni
se les brindó información en su idioma a lo largo de toda la investigación. Bajo este contexto, la Corte IDH repara
en la falta de diligencia, voluntad y sensibilidad de las autoridades intervinientes ante las múltiples formas de
discriminación y violencia sufrida por ambas mujeres debido a su sexo, raza, etnia y posición económica. A partir
de ello, advierte la importancia de contar con espacios seguros que le brinde a la víctima privacidad y confianza a
la hora de denunciar los hechos de violencias, y en la necesidad de que su testimonio sea recepcionado de
manera tal de evitar su reiteración. De esta manera ratifica lo expuesto en su precedente "TiuTojín vs

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Guatemala", en cuanto que para "garantizar el acceso a la justicia de los miembros de comunidades indígenas,
de conformidad con el artículo 1.1 de la Convención Americana, los Estados deben adoptar medidas de
protección que tomen en cuenta sus particularidades propias, sus características económicas y sociales, su
situación de especial vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, y sus valores, sus usos y costumbres"[14] .

Ambas sentencias introducen una visión interseccional de la problemática, cuyo criterio la Corte IDH ha ido
incorporando como categoría analítica a lo largo de sus fallos "Penal Castro Castro vs. Perú", "González y otras
vs. México", "Masacre de las Dos Erres vs. Guatemala" y "Atala Riffo y niñas vs. Chile"[15]. Bajo estos
parámetros debe entenderse que la condición de vulnerabilidad e interseccionalidad exige para la víctima un
"tratamiento preferencial de su situación"[16], que obliga a los jueces/as, con carácter de imperativo de derechos
humanos[17], a aplicarlos como ejes de apreciación de la prueba y contextualización de la violencia de género.

II.c. El testimonio debe ser valorado con perspectiva de género.

Otro de los puntos que condiciona la valoración del testimonio de la víctima se vincula a los estereotipos de
género. No podemos dejar de considerar que los mismos afectan el razonamiento de quien debe juzgar, ya que
pueden conducir a menoscabar la credibilidad de los hechos denunciados por la mujer y trasladar en ésta la
responsabilidad de la violencia sufrida[18]. En ese sentido, la Corte IDH, en el fallo emblemático "González y
otras (Campo algodonero) vs. México", expresa: "...es posible asociar la subordinación de la mujer a prácticas
basadas en estereotipos de género socialmente dominantes y socialmente persistentes, condiciones que se
agravan cuando los estereotipos se reflejan, implícita o explícitamente, en políticas y prácticas, particularmente
en el razonamiento y el lenguaje de las autoridades (...) La creación y uso de estereotipos se convierte en una de
las causas y consecuencias de la violencia de género en contra de la mujer"[19]. Con similar criterio, en el caso
"Espinoza González vs. Perú"[20], la Corte IDH cuestiona el proceder de la Sala Penal Permanente de la Corte
Suprema de Justicia, cuyos integrantes, sesgados por una visión estereotipada, desacreditan la denuncia por
hechos de tortura y violencia de la Sra. González, evitando así toda investigación al respecto.

Como se observa, la Corte IDH advierte en sus diferentes precedentes la influencia negativa que los patrones
estereotipados tienen en la investigación de los casos asociados a la violencia de género[21]. Es por ello que el
juez/a que interviene en este tipo de causas debe valorar la declaración de la víctima despojado de prejuicios
identitarios basados en el género, a fin de no incurrir en una injusticia testimonial[22]. Es decir, la perspectiva de
género debe constituir un estándar probatorio que permita al magistrado/a superar cualquier sesgo
discriminatorio[23], de manera tal que la valoración de la prueba se encuentre sujeta a "reglas que eviten
afirmaciones, insinuaciones o alusiones estereotipadas"[24].

III. Incidencia en la valoración de la prueba testimonial en el ámbito penal

La temática analizada ha cobrado relevancia en el ámbito penal, especialmente en los casos en donde la
imputación del acusado se sustenta principalmente en el testimonio de la persona víctima de violencia de género.
En este marco, parte de la doctrina se muestra contraria a la posición de fijar una pena sobre la base de lo
declarado por ella, por ser ésta una prueba insuficiente que puede menoscabar principios constitucionales que le
asisten al acusado (presunción de inocencia)[25]. No obstante, la jurisprudencia se muestra proclive a fortalecer
el valor del testimonio de la víctima sujeto a determinados parámetros de interpretación.

En este sentido, el Tribunal Supremo Español expresa en varios de sus precedentes que "el testimonio de la
víctima, aunque no hubiese otro más que el suyo, cuando no existan razones objetivas que invaliden sus
afirmaciones o provoquen dudas en el juzgador impidiéndole formar su convicción en consecuencia, es
considerado apto para destruir la presunción de inocencia. Declaración cuya valoración corresponde al Tribunal
juzgador que la presenció dentro de ciertas cautelas garantizadoras de su veracidad"[26]. Así, la tendencia
jurisprudencial española se encamina a otorgar al testimonio de la víctima una posición diferencial[27]. En razón
de ello, establece ciertos parámetros de valoración: a) "No afecta a la veracidad del testimonio el cambio del
orden de ideas, las ampliaciones, la modificación de vocabulario ni de la forma expresiva, los cambios en lo
secundario, cuando solo implican falta de certeza en lo accesorio, pero no en lo principal, que es lo que por su
impacto psicológico permanece en la mente de la víctima"[28], b) "El mero retraso en denunciar no debe
interpretarse como un elemento distorsivo. Apreciación que obtiene pleno sustento cuando se trata de víctimas

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que se encuentran sometidas a un ambiente de opresión generado por la violencia de todo tipo"[29], c) "La
declaración de impacto del daño sufrido que trasluce en las declaraciones de las víctimas es analizado y
percibido por los jueces y tribunales a la hora de valorar la credibilidad. Una declaración de impacto en la víctima
es posible en estos casos de agresiones sexuales al describir el daño físico o emocional, el daño a la propiedad o
la pérdida económica"[30].

De igual forma, la jurisprudencia de nuestro país hace hincapié en la necesidad de ponderar los elementos
probatorios en el marco del contexto de violencia de género en el que se produce el hecho que se imputa. Es
decir, "…el juez no puede apreciar la prueba aislándose de los aspectos fácticos y modales que conforman las
particulares circunstancias de cada caso en concreto" pues "es el contexto en el que se inserta el hecho delictivo
el que viene a determinar el modo en que debe ser apreciado tal o cual elemento probatorio"[31]. En efecto,
"...frente a la violencia de género, la revisión de la valoración de la prueba debe efectuarse con especial cautela,
otorgando singular relevancia al testimonio de la mujer..."[32]. Para ello, el magistrado/a debe juzgar con
perspectiva de género a fin de valorar la declaración de la mujer atendiendo a las características que revisten
este tipo de hechos delictivos y la particular situación en la que se encuentran las víctimas de los mismos[33].

Como puede apreciarse, el dictado de una sentencia condenatoria no depende de un número determinado de
prueba, sino del "valor y la fuerza probatoria que se le asigne a la evidencia, incluso cuando ella principalmente
se asiente en el relato de la víctima"[34]. Es decir, el beneficio de la duda para que resulte operativo en estos
casos requiere que la misma vaya más allá de una mera probabilidad de que los hechos pudieron ocurrir de otro
modo. Exige del juez/a un examen integral de las constancias del proceso, cuyas pruebas deben evaluarse en
conjunto, para evitar una ponderación aislada y fragmentada que conspire contra las reglas de la sana crítica
racional[35]. Es por ello que la aplicación de la perspectiva de género y las normativas nacionales e
internacionales que amparan los derechos de las mujeres no implica "abandonar los estándares de prueba en
orden al principio de inocencia, sino que hace necesario un análisis integral que sopese el contexto de los
hechos, las relaciones entre las partes, y la prueba generada sin perder de vista la desigualdad entre hombres y
mujeres"[36].

IV. La declaración de la víctima en el Código Procesal de Familia y Violencia Familiar de Mendoza y su


vinculación con la pericia psicológica

La entrada en vigor del Código Civil y Comercial de la Nación impulsó la necesidad de reformar la normativa de
forma, a fin de que ambos ordenamientos pudiesen funcionar de manera armónica y al amparo de un sistema
Constitucional-Convencional. Es así que en el año 2018 se sanciona en la Provincia de Mendoza el Código
Procesal de Familia y Violencia Familiar (CPF y VIF) bajo la Ley 9120. El mismo tiene como finalidad regular los
distintos procesos judiciales que tramitan ante el fuero de familia, dentro del cual se abre paso al proceso de
violencia familiar, en el Libro III: "Procesos Especiales", Título I: "Violencia Familiar".

Los arts. 68 y 69 del CPF y VIF definen y delimitan lo que se entiende por violencia familiar y por grupo familiar,
sobre la base de lo establecido en las Leyes 24417 y 26485, quedando sujeto a este proceso todos aquellos
supuestos de violencia ejercida "contra cualquier persona sin distinción de sexo ni género, siempre que el
maltrato provenga de un miembro del grupo familiar". Es decir, quedan comprendidos en esta normativa los
casos de violencia doméstica en los términos del art. 6, inc., a de la Ley 26485.

Tal como hemos analizado en los apartados anteriores, la declaración de la víctima de violencia de género cobra
un papel fundamental durante el desarrollo de todo proceso tanto en el fuero penal como en el de familia. Pues,
el testimonio de la mujer en este último caso constituye el puntapié inicial del proceso y la columna vertebral
sobre la que se sostiene la medida de protección de sus derechos (perimetral, exclusión de hogar, reingreso al
mismo, etc.). No obstante, si bien dicha declaración se perfila como la prueba principal, el art. 88 del CPF y VIF
faculta al magistrado/a a solicitar, en forma previa al dictado de la medida de protección, un "diagnóstico de
interacción familiar u otra medida de comprobación del hecho denunciado"[37], lo que en la práctica se traduce
en un examen psicológico realizado por el Equipo Especializado en Violencia.

Cabe preguntarse, entonces, si la realización de la pericia psicológica constituye un requisito sine quo non para
disponer de medidas de protección de derechos, no bastando por sí solo el testimonio de la víctima. En este

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sentido, coincido con Julieta Di Corleto cuando expresa que "si bien en algunos casos puede haber razones que
pongan en jaque la credibilidad de la víctima, lo cierto es que la realización automática de estos peritajes,
particularmente respecto de aquellos casos donde no hay elementos que indiquen que el relato no es creíble,
debe ser enfáticamente cuestionada. En efecto, el peligro de este tipo de examen reside en que puede
convertirse en una actividad probatoria común y corriente (...) cuya realización irreflexiva puede aparejar una
mirada prejuiciosa sobre las mujeres en el sentido de que tiene razones para inventar o tergiversar los hechos
denunciados"[38]. Es decir, la necesidad de corroborar todas las denuncias de violencia de género bajo el tamiz
de una pericia psicológica reproduce en el órgano del Estado un mensaje adverso para con la víctima, pues
equivale a decir: "te escucho, pero no te creo"[39]. Más aún, si atendemos a la finalidad última de la medida de
protección, cual es la de resguardar a la víctima de violencia, teniendo presente que "no interesa tanto, en el
momento de la denuncia, si hubo o no violencia, pues lo relevante es hacer todo lo posible como para que, la
haya o no habido, no vuelva a suceder mientras se investigan y se adoptan luego medidas de mayor
protección"[40].

Es por estos motivos que la declaración de la víctima no debe ir necesariamente acompañada de un examen
psicológico. Pues la credibilidad y entidad de los hechos denunciados deben ser valorados por el juez/a conforme
con los estándares de la Corte IDH anteriormente analizados, los principios y directrices que el mismo CPF y VIF
remite en su art. 71. Ello no implica restar importancia a este medio probatorio (pericia), que podrá tener mayor
utilidad una vez dictada la medida de protección, a fin de evaluar y adecuar el abordaje que se haga de la
situación de violencia.

V. Breves conclusiones

La complejidad que reviste la actividad probatoria en los procesos de violencia de género puede ser sorteada al
amparo de ciertos criterios interpretativos, que permiten posicionar el testimonio de la víctima como la prueba
principal del hecho denunciado. Para lograrlo, es esencial analizar la declaración de esta, bajo los estándares
que la Corte IDH ha elaborado en torno a la recolección y valoración de la prueba, los cuales hacen hincapié en
el contexto en el que se produce la violencia, la situación de vulnerabilidad de la víctima y la necesidad de juzgar
con perspectiva de género.

Es gracias a ellos que, en el ámbito penal, se ha podido refutar el antiguo adagio "testis unus, testis nullus", por
el cual se consideraba insuficiente la declaración de un único testigo para acreditar la autoría y materialidad del
hecho investigado. Por el contrario, la jurisprudencia actual resalta la importancia del relato de la mujer para el
esclarecimiento de la verdad. Pues la razonabilidad de la condena depende de la fuerza probatoria que puede
alcanzar el testimonio de la víctima, a partir de un examen integral de la situación de violencia. De esta manera,
el resultado de la valoración de la prueba testimonial puede superar toda duda razonable para la aplicación de
una condena, sin que ello menoscabe los principios constitucionales que le asisten al acusado.

Asimismo, los lineamientos impartidos por la Corte IDH nos permiten reflexionar sobre la necesidad de someter
la declaración de la víctima a un peritaje psicológico a fin de corroborar la credibilidad de sus dichos. Ocurre que
la aplicación automática de este medio probatorio puede llevar a sustituir al juez/a en su tarea fundamental de
valorar la prueba ante él producida y generar, en consecuencia, una revictimización inaceptable de la mujer. Este
cuestionamiento se enfatiza cuando la pericia es utilizada como una práctica corriente para el dictado de una
medida de protección en el ámbito del proceso de violencia familiar. Pues su finalidad, a diferencia del proceso
penal, no busca determinar la autoría de un delito, sino proteger de manera inmediata a su víctima. Por ello, el
magistrado/a debe ordenar la pericia solo cuando existan dudas razonables de la veracidad del testimonio que
justifiquen la necesidad de contar con un "apoyo periférico"[41] para el dictado de la medida.

[1] El presente artículo forma parte de un trabajo de investigación realizado en el marco del Proyecto
de Investigación SIIP sobre "Los Estándares del Sistema de Derechos Humanos en el Proceso de
Violencia de Género Familiar. Análisis del caso mendocino". COD E002-T1. Universidad Nacional
de Cuyo, Res.2118/2022.

[2] Carnelutti, F., "La Prueba Civil", Edic. Arayú, Buenos Aires, 1955, p. 18.

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[3] Araya Novoa, M., "Valoración racional de la prueba en los delitos de violencia patriarcal", Revista de
Estudios de la Justicia, núm.32, 2020, p. 39.

[4] Noya, M., "La sana crítica del juez, insana para el ejercicio de los derechos de las mujeres". Revista
Boliviana de Ciencias Sociales, núm. 39, mayo, 2016, Programa de Investigación Estratégica en
Bolivia, La Paz, Bolivia, p. 6.

[5] Tramontana, E., "Hacia la consolidación de la perspectiva de género en el Sistema Interamericano:


avances y desafíos a la luz de la reciente jurisprudencia de la Corte de San José", Revista IIDH,
2011, vol.53, p. 142. Disponible en biblioteca.corteidh.or.cr.

[6] Mejí Guerrero, L. P., "La Comisión Interamericana de Mujeres y la Convención de Belém do Pará.
Impacto en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos", Revista IIDH, 2012, vol. 56, p.12.
Disponible en biblioteca.corteidh.or.cr.

[7] Penal Miguel Castro Castro vs. Estado del Perú, CIDH, San José, Costa Rica, 25/11/2006 Rubinzal
Online, www.rubinzalonline.com.ar, RC J 8813/19.

[8] De León G., Krsticevic V., Obando L., "Debida Diligencia en la Investigación de Graves Violencias
Derechos Humanos", Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, CEJIL, Buenos Aires, 2010,
p. 49.

[9] Acceso a la Justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas, Relatoría sobre los
Derechos de la mujer de la CIDH, 20 de enero de 2007, párr. 51.

[10] Acceso a la Justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas, Relatoría sobre los
Derechos de la mujer de la CIDH, 20 de enero de 2007, párr. 59.

[11] Fernández Ortega y otros vs. México, CIDH, San José, Costa Rica, 30/08/2010, Rubinzal Online,
www.rubinzalonline.com.ar, RC J 10395/18.

[12] Rosendo Cantú y otra vs. México, CIDH, San José, Costa Rica, 31/08/2010, Rubinzal Online,
www.rubinzalonline.com.ar, RC J 8815/19.

[13] Rosendo Cantú y otra vs. México, CIDH, San José, Costa Rica, 31/08/2010, Rubinzal Online,
www.rubinzalonline.com.ar, RC J 8815/19, párr. 91.

[14] TiuTojín vs. Guatemala, CIDH, San José, Costa Rica, 26/11/2008, Rubinzal Online,
www.rubinzalonline.com.ar, RC J 1257/23, párr. 96.

[15] Zota Bernal, A. C., "Incorporación del análisis interseccional en las sentencias de la Corte IDH
sobre grupos vulnerables, su articulación con la interdependencia e indivisibilidad de los derechos
humanos",Eunomía. Revista en Cultura de la Legalidad, 2015, Nº 9, ps. 67-85, ISSN 2253-6655.

[16] Basset, U. ob. cit. 34.

[17] Medina, G., "Acceso a justicia de personas en condición de vulnerabilidad. Las 100 Reglas de
Brasilia. En género, discapacidad y pobreza", L.L., 2017, 663, p. 2. AR/DOC/2970/2017.

[18] SCJBA, 2019, "Causa P. 133.042, Altuve, Carlos Arturo, Fiscal ante el Tribunal de Casación Penal
s/ queja en causa n° 95.429 del Tribunal de Casación Penal, Sala IV, seguida a Cejas, César
Fabián".

[19] González y otras (Campo algodonero) vs. México, CIDH, San José, Costa Rica, 16/11/2009,
Rubinzal Online, www.rubinzalonline.com.ar, RC J 10079/18, párr. 401.

[20] Espinoza González vs. Perú, CIDH, San José, Costa Rica, 20/11/2014, Rubinzal Online,
www.rubinzalonline.com.ar, RC J 9782/19.

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[21] Fernández Ortega y otros vs. México, CIDH, San José, Costa Rica, 30/08/2010, Rubinzal Online,
www.rubinzalonline.com.ar, RC J 10395/18.

[22] Miranda Fricker en su libro "Injusticia Epistémica" define a la injusticia testimonial como "aquella
que se produce cuando los prejuicios llevan a un oyente a otorgar a las palabras de un hablante un
grado de credibilidad disminuido". Los llamados "prejuicios identitarios" del oyente (basados en la
raza, género, edad, etc.) son los que pueden distorsionar la apreciación de lo narrado e impactar en
el grado de credibilidad del hablante.

[23] Di Corleto, J., "Igualdad y diferencia en la valoración de la prueba: estándares probatorios en casos
de violencia de género", en Di Corleto, Julieta, Género y justicia penal, Ediciones Didot, Buenos
Aires, 2017, 1a. ed.

[24] Declaraciones rendidas ante federatario público por la perito Rebecca Cook, el 27 de marzo de
2014, en el caso "Espinoza González vs. México".

[25] Ampliar en: Sancinetti, M., "Testimonio único y principio de la duda", publicado en Revista digital
InDret, 2013, y Juliano, M. y Vitale, G., "Una vuelta a la inquisición: condena sin prueba por
violencia de género", Revista de derecho Penal y Criminología, 2014, Nº 6. ISSN 0034-914.

[26] Tribunal Supremo de España, Sala Segunda de lo Penal, 21/03/2011, Sentencia 238/2011. Esta
postura reconoce como antecedente la Sentencia 1413/2000 dictada el 21/09/2000.

[27] Monje, A., "La declaración de la víctima de violencia de género como única prueba de cargo:
últimas tendencias jurisprudenciales en España". Revista Brasileira de Direito Processual Penal,
2020, vol. 6, núm. 3, ps. 1631-1632.

[28] Tribunal Supremo de España, Sala Segunda de lo Penal, 21/03/2011, Sentencia 238/2011. Postura
reiterada en Sentencia 2/2021, 13/01/21. Id. vLexVLEX-856714636.

[29] Tribunal Supremo de España, Sala Segunda de lo Penal, 05/03/20, Sentencia 98/2020,
Id.vLexVLEX-841351345. Criterio reiterado en Sentencia 125/2021 del 11/02/2021.

[30] Tribunal Supremo de España, Sala Segunda de lo Penal, 13/01/21, Sentencia 2/2021, Id.
vLexVLEX-856714636.

[31] SCJ de Mendoza, 23/08/2022, causa N° 13-06836002-6/1, caratulada "F. c/ P.V.E. c/ José María
Casado p/ Querella - Recurso ext. de casación".

[32] Tribunal de Casación de la provincia de Buenos Aires, Sala IV, 29/08/2014, causa N 58.758,
caratulados "Rodríguez, Jorge Daniel s/ Recurso de Casación".

[33] STJ de Corrientes, 15/06/2021, causa N° PXG 21414/16, caratulado: "B., G. E. p/ Lesiones leves
calificadas por la relación de pareja con la víctima y por mediar violencia de género".

[34] TSJ, CABA, 11/09/2013, causa N° 8796/12 "Ministerio Público -Defensoría General de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires- s/ Queja por recurso de inconstitucionalidad denegado en 'Legajo de
requerimiento de elevación a juicio en autos NewberyGreve, Guillermo Eduardo s/ inf. Art. 149 bis,
CP'".

[35] STJ de Rio Negro, Secretaría N° 2 Penal, 08/02/2022, "H., J.G. s/ Abuso sexual con acceso carnal
- Impugnación extraordinaria art. 242".

[36] Tribunal de Impugnación de Viedma, 30/06/21, Rubinzal Online, www.rubinzalonline.com.ar, RC J


4691/21.

[37] Ruggeri, M. D. en Ferrer, G. y Ruggeri, M. D. (Drs.), "Código Procesal de Familia y Violencia


Familiar de la Provincia de Mendoza, Comentado, Concordado y Ordenado Ley Nº 9120", ASC, 1ª
ed, Mendoza, 2019, p. 453.

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[38] Di Corleto, J. y Piqué, M. L., ob. cit., p. 425.

[39] Isla, M., "¿Es suficiente el relato de la mujer víctima de un delito formal cometido en un contexto de
violencia intrafamiliar para convencer a los jueces más allá de toda duda razonable?", Centro de
Información Jurídica. Ministerio Público Provincia de Buenos Aires. Agosto 2020.
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[40] Juzg. Fam., Niñez y Adolescencia N° 5, Corrientes, 06/09/2022, "A. M. C. s. Ley 5019", Rubinzal
Online, www.rubinzalonline.com.ar, RC J 6524/22.

[41] Di Corleto, J. y Piqué, M. L., ob. cit., p. 425.

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