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“No otorgan los dioses por igual sus graciosos presentes a un solo
hombre: la hermosura, elocuencia, el ingenio; pues sucede que alguno
a quien no han concedido la belleza ha recibido en cambio un hermoso
don de palabra; seducidos por él quedan todos, y su habla segura y
discreta modestia lo hacen notable en las plazas y como dios lo admira
el pueblo cuando va por las calles” (Homero, Odisea, Libro VIII)
Introducción
Orígenes
Para la construcción del discurso retórico, uno de los aspectos que más nos interesa
de esta disciplina, el productor sigue una serie de partes artis u operaciones retóricas,
enunciadas ya por Aristóteles en su Retórica, detalladamente sistematizadas en la
Rhetorica ad Herennium, consolidadas por Cicerón y perfectamente establecidas por
Quintiliano en la Institutio oratoria, completando el corpus teórico que Tomás Albaladejo
denomina Rhetorica recepta. Las partes artis son las operaciones que sigue el productor
en la composición del discurso, o, como se dice en la Rhetorica ad Herennium, las
facultades que ha de poseer el orador, las partes de la Retórica para Cicerón y Quintiliano.
La tradición retórica señala cinco operaciones: inventio, dispositio, elocutio, memoria y
actio o pronuntiatio. A estas cinco operaciones hemos de añadir una más, la intellectio o
conocimiento de todos los componentes del hecho retórico que se plantea tanto al juez
como al orador. Consiste en el examen de la realidad sobre la que, posteriormente, la
inventio seleccionará los materiales apropiados para formar el referente. Es, por lo tanto, el
origen o el punto inicial del proceso de comunicación en la dirección de producción o de
síntesis, y el punto final en la dirección de recepción o de análisis.
La intellectio es una operación que se extiende a las demás operaciones retóricas y
que es decisiva para el estudio de la realidad incorporada al texto.
La inventio es la búsqueda y el hallazgo de las ideas, de los asuntos adecuados a la
materia, según el examen de la realidad hecho con la intellectio, con el fin de lograr un alto
grado de verosimilitud que haga probable la causa.
La dispositio, relacionada y dependiente de la inventio, consiste en la organización
en el texto de los materiales proporcionados por la inventio. Es una operación que "cuida
de repartir eficazmente, de manera favorable a la parte, el `ordo naturalis' y el `ordo
artificialis' a la totalidad del discurso, para que, por una parte, se asegure la credibilidad y,
por otra se evite el aburrimiento". El ordo naturalis es el de los acontecimientos
expresados, la situación conceptual y lingüística normal, cuyo efecto es la claridad pero a
la vez corre el peligro de provocar el tedio (taedium), para lo que se recurre al ordo
artificialis u ordo poeticus, descomposición de la lógica de la historia y reorganización del
ordo naturalis, con lo que, además de evitar el tedio, estimula la atención del receptor y
añade al discurso una dimensión poética. En teoría, la dispositio es una operación posterior
a la inventio pero en el proceso de elaboración del texto retórico ambas operaciones están
inseparablemente vinculadas la una a la otra.
Muy directamente relacionadas con estas operaciones están las partes orationis o
partes del discurso, incluidas en algunos tratados de Retórica a la inventio y en otros a la
dispositio. Las partes del discurso, que suponen para Tomás Albaladejo el eje de
representación horizontal integrado en la sistematización retórica, son, de acuerdo con la
división comúnmente aceptada:
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la causa es bajo se llama INSINUATIO.
El objetivo es hacer que el receptor sea benévolo, dócil y esté atento en relación con el
discurso y por tanto con la posición que el orador defiende.
B) NARRATIO. Es la exposición de los hechos que constituyen la causa con el fin de que
los receptores conozcan los mismos y llegue así a ponerse de su parte. Es la presentación
de los hechos realizados o como realizados, es decir, reales o como si fueran reales.
La narración ha de ser CLARA para que sea fácilmente comprensible, BREVE
para no aburrir, pero no debe ser excesivamente breve pues puede caer en la
ininteligibilidad; ha de contar lo necesario, ni más ni menos. La narración ha de ser,
finalmente y sobre todo, VEROSÍMIL (narratio probabilis), para que el receptor crea que
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lo que cuenta sucedió así, tal como lo cuenta el orador, porque sólo de este modo
conseguirá persuadir al receptor. Es decir, no hace falta que lo que cuente sea verdadero,
pero sí que sea verosímil.
Verosimilitud externa, que tiene que ver con la relación entre lo que se cuenta y la
realidad.
Verosimilitud interna o DECORO, que tiene que ver con la relación de los distintos
elementos del discurso entre sí.
La narratio suele terminar con un resumen de los hechos más importantes. Se le
llama partitio (partición) o Divisio (división). Al final se realiza también un TRÁNSITO
entre esta parte y la siguiente, la argumentatio.
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expresión mediante palabras del discurso elaborado por la dispositio gracias a la obtención
de las ideas producidas por la inventio. La elocutio, la verbalización, cierra el proceso de
producción textual; una vez realizada esta operación, y como resultado de ella y de las
anteriores, ya tenemos un texto.
Tanto en el discurso retórico como en el discurso literario la elocutio se
encarga de que la microestructura cumpla dos misiones: que el receptor perciba
claramente el discurso, que lo comprenda, porque sólo así será capaz el orador de ejercer
en él la influencia persuasiva que se propone; pero además la elocutio tiene que hacer de
esa microestructura algo tan atractivo que sea capaz de vencer el aburrimiento del receptor
y que éste mantenga la atención, pues aunque la microestructura sea clara, si no mantiene
la atención del destinatario el orador nunca logrará su propósito.
La Retórica clásica estableció una serie de cualidades que la elocutio había
de tener para la adecuada construcción de la microestructura; estas cualidades son: puritas
(pureza lingüística), perspicuitas (claridad de expresión), ornatus (embellecimiento del
texto) y urbanitas (elegancia de estilo), que atañen fundamentalmente al estilo. Es decir,
hay que ser comprensible, para lo que necesitamos:
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correctamente.
La memoria es una operación que se realiza una vez elaborado el discurso;
actúa sobre el discurso constituido por la inventio, por la dispositio y por la elocutio3 como
paso previo para la pronunciación del discurso ante el auditorio, si bien puede darse el caso
de que el orador emita en su pronunciación frases improvisadas, no memorizadas
previamente, lo que supone una prueba más de que las operaciones son sucesivas sólo
teóricamente, puesto que la memoria afecta a los niveles de las demás operaciones
retóricas. Creo que la memoria es una operación imprescindible incluso en el caso de los
discursos leídos, pues el orador siempre ha de tener presente el examen de la realidad, el
hallazgo de las ideas, la ordenación de las mismas y su expresión verbal, así como adecuar
los gestos, la modulación y el tono de su voz, su expresión, al contenido del discurso, de
modo que no ría cuando hable de cosas serias ni se muestre compungido al narrar hechos
jocosos. La memoria, aunque actúe sobre el discurso ya elaborado, afecta a todos sus
niveles y a todas las operaciones retóricas.
Hay que hablar de memoria pero con naturalidad, es decir, sin que lo
parezca, sin dar la sensación de que nos lo hemos aprendido para la ocasión, pues con ello
se debilita la relación que el receptor tiene que establecer entre el orador y su discurso. Es
muy útil memorizar la macroestructura del discurso, para lo que nos ayudará
especialmente la división del discurso en las partes que hemos señalado antes
(introducción, narración, argumentación y conclusión, con las funciones y los objetivos
que debe cumplir cada parte). Subraya o destaca como prefieras las ideas principales.
Recuerda que existe también la memoria espacial que nos ayuda a localizar las cosas y las
ideas en el texto.
Recuerda que es casi más difícil leer bien que aprendérselo de memoria;
aunque también es difícil encontrar el tono adecuado para decirlo de memoria sin que se
note.
Se puede tener las hojas delante, notas, apuntes, etc., si esto nos da
seguridad, pero en ningún caso debe leerse. Y, siempre, el inicio de tu intervención debes
hacerlo sin mirar los papeles, pues eso te impedirá mirar a tu/s interlocutor/es.
Si tenemos las hojas delante, no las enseñes demasiado. Al pasarlas puedes
hacer ruido y distraes la atención del auditorio.
Si te quedas en blanco:
1) Dilo con naturalidad.
2) Repite lo que has dicho antes, haz un resumen de lo dicho, pon un
ejemplo, pregunta al público.
3) No pidas disculpas si se te olvida algo “porque no has tenido tiempo”,
pues lo único que demostrarás es tu falta de responsabilidad, de
preparación y de interés.
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Recordemos que por este motivo Tomás Albaladejo considera estas tres operaciones
constituyentes de discurso, y no constituyentes de discurso al bloque formado por la intellectio, la
memoria y la actio o pronuntiatio. Véase Tomás Albaladejo, Retórica, cit. También es interesante
la división en operaciones poiéticas y prácticas que realiza Francisco Chico Rico, Pragmática y
construcción literaria, cit.; Francisco Chico Rico, "La intellectio. Notas sobre una sexta operación
retórica", cit.
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4) Recuerda que, en cualquier caso, el público no sabe lo que vas a decir,
así que sigue por donde quieras.
5) El silencio es síntoma de fortaleza, no de debilidad.
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de ello, pues el público se distraerá mirándolo si lo muestra desde el principio.
Si pasa algún objeto al público para que lo vea y lo toque ha de tener en cuenta
que mientras lo hacen no le van a escuchar.
Cuidado con las diapositivas, proyecciones, transparencias, etc., pues
normalmente ocasionan situaciones problemáticas y además nos roban
protagonismo. Es cierto que en principio parecen ser de gran ayuda, porque el
orador se esconde tras ellas, pero raramente no producen diversas situaciones
imprevistas a las que hay que hacer frente con naturalidad, lo que en realidad
es tan difícil como dar la cara desde el principio. Conviene tener preparada
una exposición sin soporte técnico por si falla, también es imprescindible
preparar los aparatos antes de la exposición, y que sea el mismo orador el que
lo haga; en otro caso lo más probable es que más de una diapositiva,
fotografía, transparencia, etc. salga al revés, boca abajo, se atasque, no
corresponda, etc. Procure no dar la espalda al auditorio mientras se comenta la
imagen, esperar unos segundos sin hablar mientras el público ve la imagen y,
especialmente, que se vea bien desde cualquier lugar de la sala sin molestar a
nadie, que no sea necesario encender y apagar la luz continuamente...
Cuide los imprevistos y, en la medida de lo posible, téngalos previstos. La
primera medida es parar, detener nuestra exposición, mirar al auditorio y, si la
causa de la interrupción no es trágica, sonreír. Cualquier ocurrencia, por tópica
que sea, servirá para salir del paso. No hace falta que la diga precipitadamente,
tómese su tiempo, piense mientras observa la situación. A su favor juega el
hecho de que al público también le ha sorprendido y que también estará algo
tenso. Su ocurrencia le hará reir, seguro. Evidentemente, esto sirve ante un
accidente leve, una taladradora que no para, un timbre persistente, un apagón,
pero ante algo realmente serio (una tremenda pitada, con lanzamiento de
tomates y huevos podridos, por ejemplo, habrá que salir de otro modo, pero
siempre de una forma ingeniosa.
Los gestos deben hacerse entre la cintura y la cabeza. No repita siempre los
mismos gestos (tics), pues resulta desagradable y contribuye a que el público
deje de mirarle, y si deja de mirarle no tardará en dejar de escucharle.
Cuide la posición del cuerpo, erguido pero relajado. La cabeza, alta.
Entonación y velocidad óptima. Sirven para subrayar aquello que interesa. Los
deseos de acabar rápidamente hacen que hablemos muy deprisa. Hay que hacer
cambios de entonación para evitar el aburrimiento. Tenemos que saber jugar
con las pausas (antes de algo importante, produce interés; después, lo destaca).
Si el público advierte que está nervioso, también se dará cuenta de que lo está
por él, de que lo considera importante, que no se lo toma a la ligera, y se sentirá
halagado, sinceramente halagado, y comenzará a tenerlo de su parte.
La voz. La respiración.
Piense que una operación o actividad habitual, es decir, con elementos de
comportamiento regularizadores, resiste la intrusión de los observadores. La
práctica es fundamental. Cuanto más hablemos en público, mejor lo haremos,
porque iremos regularizando nuestro comportamiento.