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Retórica1

“No otorgan los dioses por igual sus graciosos presentes a un solo
hombre: la hermosura, elocuencia, el ingenio; pues sucede que alguno
a quien no han concedido la belleza ha recibido en cambio un hermoso
don de palabra; seducidos por él quedan todos, y su habla segura y
discreta modestia lo hacen notable en las plazas y como dios lo admira
el pueblo cuando va por las calles” (Homero, Odisea, Libro VIII)

Introducción

La Retórica es el ars bene dicendi, esto es, la técnica de expresarse de manera


adecuada para persuadir mediante la palabra hablada, frente a la Lingüística, ars recte
loquendi, arte de hablar correctamente.

Orígenes

Según James Murphy (“Orígenes y primer desarrollo de la Retórica”, en


Sinopsis histórica de la Retórica clásica, Madrid, Gredos, 1988), la Retórica nació en
Siracusa (Sicilia) alrededor del año 476 a. de C. cuando los tiranos Gelón y su sucesor
Hierón I, expropiaron las tierras a sus ciudadanos para adjudicárselas a miembros de su
ejército personal. Más tarde, con la llegada de la democracia (y el derrocamiento de los
tiranos), los perjudicados intentaron recuperar sus propiedades, lo que desembocó en
una serie de pleitos en los que se comprobó la importancia de saber defender la posición
propia y resultar persuasivo para conseguir recuperar sus bienes.
Según esta teoría, el origen de la Retórica no tiene que ver con la Literatura sino
con el Derecho. También se la relaciona con la Política, por la importancia de las
intervenciones públicas en la época de la democracia de Pericles, basadas en el sistema
de comunicación para hablar ante la asamblea política o ante los tribunales que elaboró
Córax en Siracusa y que Tisias, un discípulo suyo, llevó a la Grecia continental. Así
nacieron dos de los tres géneros clásicos de la retórica ya en su génesis: el judicial y el
deliberativo2.
Muy pronto, hacia el año 427 a. C., Gorgias (un sofista siciliano) llega como
embajador a Atenas e introduce una innovación importante: el aprovechamiento de la
homofonía y otros recursos literarios (antítesis, paralelismos, quiasmos, aliteraciones,
asonancias) para lograr una prosa más persuasiva (estilo asiánico), menos monótona y
capaz de mantener por más tiempo la atención del receptor. Es el primer acercamiento
entre Poética y Retórica.
Con el paso de la República al Imperio (30-410 d. C.) en Roma decae la práctica
oratoria. De hecho, Augusto y sus sucesores prohibieron el discurso político, reduciendo
1
Véase Tomás Albaladejo, Retórica, Madrid, Síntesis, 1989.
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Y pronto se unió un tipo de discurso de elogio, normalmente funerario, en el que se trataba de
alabar las virtudes del difunto y se puede considerar el inicio del tercer género retórico, el
demostrativo o epidíctico que, más adelante, se referiría a cualquier persona no necesariamente
fallecida o a diferentes aspectos de la vida o de la sociedad desde un punto de vista positivo o
negativo.
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la Retórica a ejercicios escolares con especial atención a los aspectos ornamentales del
discurso. Es el segundo acercamiento entre Retórica y Poética, y hará que con el tiempo
se tenga una concepción reducida de la Retórica, considerada como Elocutio. Sin
embargo, en la época del Imperio se produce la completa sistematización de la Retórica,
con la Retórica a Herenio, las obras de Cicerón y las Instituciones oratorias de
Quintiliano.

Operaciones retóricas y partes del discurso.

Para la construcción del discurso retórico, uno de los aspectos que más nos interesa
de esta disciplina, el productor sigue una serie de partes artis u operaciones retóricas,
enunciadas ya por Aristóteles en su Retórica, detalladamente sistematizadas en la
Rhetorica ad Herennium, consolidadas por Cicerón y perfectamente establecidas por
Quintiliano en la Institutio oratoria, completando el corpus teórico que Tomás Albaladejo
denomina Rhetorica recepta. Las partes artis son las operaciones que sigue el productor
en la composición del discurso, o, como se dice en la Rhetorica ad Herennium, las
facultades que ha de poseer el orador, las partes de la Retórica para Cicerón y Quintiliano.
La tradición retórica señala cinco operaciones: inventio, dispositio, elocutio, memoria y
actio o pronuntiatio. A estas cinco operaciones hemos de añadir una más, la intellectio o
conocimiento de todos los componentes del hecho retórico que se plantea tanto al juez
como al orador. Consiste en el examen de la realidad sobre la que, posteriormente, la
inventio seleccionará los materiales apropiados para formar el referente. Es, por lo tanto, el
origen o el punto inicial del proceso de comunicación en la dirección de producción o de
síntesis, y el punto final en la dirección de recepción o de análisis.
La intellectio es una operación que se extiende a las demás operaciones retóricas y
que es decisiva para el estudio de la realidad incorporada al texto.
La inventio es la búsqueda y el hallazgo de las ideas, de los asuntos adecuados a la
materia, según el examen de la realidad hecho con la intellectio, con el fin de lograr un alto
grado de verosimilitud que haga probable la causa.
La dispositio, relacionada y dependiente de la inventio, consiste en la organización
en el texto de los materiales proporcionados por la inventio. Es una operación que "cuida
de repartir eficazmente, de manera favorable a la parte, el `ordo naturalis' y el `ordo
artificialis' a la totalidad del discurso, para que, por una parte, se asegure la credibilidad y,
por otra se evite el aburrimiento". El ordo naturalis es el de los acontecimientos
expresados, la situación conceptual y lingüística normal, cuyo efecto es la claridad pero a
la vez corre el peligro de provocar el tedio (taedium), para lo que se recurre al ordo
artificialis u ordo poeticus, descomposición de la lógica de la historia y reorganización del
ordo naturalis, con lo que, además de evitar el tedio, estimula la atención del receptor y
añade al discurso una dimensión poética. En teoría, la dispositio es una operación posterior
a la inventio pero en el proceso de elaboración del texto retórico ambas operaciones están
inseparablemente vinculadas la una a la otra.

Muy directamente relacionadas con estas operaciones están las partes orationis o
partes del discurso, incluidas en algunos tratados de Retórica a la inventio y en otros a la
dispositio. Las partes del discurso, que suponen para Tomás Albaladejo el eje de
representación horizontal integrado en la sistematización retórica, son, de acuerdo con la
división comúnmente aceptada:

A) EXORDIO, que, si es normal, se llama PROEMIO, y si el grado de defendibilidad de

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la causa es bajo se llama INSINUATIO.
El objetivo es hacer que el receptor sea benévolo, dócil y esté atento en relación con el
discurso y por tanto con la posición que el orador defiende.

→ conseguir la atención, para lo que se debe evitar el tedio (aburrimiento) y el


fastidio (falta de interés) del público. Hay que hacer ver al público lo importante que es el
asunto que se va a tratar. El modo más usado es hablar en el proemio de conceptos amplios
e ideas generales, universales, que siempre interesan al receptor y operar luego de lo
universal a lo particular.
Entre los medios utilizados en el proemio para atraer la atención y el interés están:
* pedir explícitamente que se preste atención.
* prometer que se será breve en la exposición de los hechos.
* presentar el asunto como pertinente a los intereses del propio público ("se
trata de un asunto tuyo").
* producir en el receptor la voluptas describiendo un objeto hermoso.
* realizar en el proemio una enumeración concisa de los temas de los que
va a tratar en la exposición de los hechos, de manera que el receptor pueda contar con un
exacto desmenuzamiento del asunto que se va a tratar.

→ captación de la benevolencia, necesario especialmente en los casos en los que


es difícil tomar una decisión por lo incierto del asunto. Se consigue de cuatro maneras:
1. El orador se alaba a sí mismo y a su cliente presentando en el proemio la
causa propia como digna de actitud favorable, pero evitando dar impresión de arrogancia,
pues esto perjudicaría notablemente la obtención de un buen efecto en el receptor.
Ej: "La verdad es que me siento orgulloso de defender hoy aquí a este
hombre..." "He hecho muchas cosas, algunas fueron normales, otras, muy buenas, pero
esta que nos ocupa hoy es la más noble de todas cuantas me han interesado nunca".
2. El orador presenta negativamente la parte opuesta para que, frente a algo
malo, se oponga lo bueno, lo que él defiende y en favor de lo que se pondrá el receptor.
3. La benevolencia puede lograrse por el halago al receptor, del que se
valora su capacidad de decidir sobre el asunto, y también por la producción del deleite del
oyente con el fin de atraerlo a la posición de la parte propia.
4. El orador predispone favorablemente al receptor con el elogio de la causa
que defiende y con el vituperio de la posición de la parte contraria.

La INSINUACIÓN. En ella el orador ejerce su influencia en el destinatario por


medio del empleo de dispositivos psicológicos. Se trata de un medio de influir
afectivamente en el receptor utilizando la suposición, la sorpresa y otros medios de
atracción de índole no racional, con el fin de hacer que sea favorable.
El exordio suele tener una parte, a la que se llama transitus (tránsito), que conecta
con la parte siguiente del discurso, la narratio o narración.

B) NARRATIO. Es la exposición de los hechos que constituyen la causa con el fin de que
los receptores conozcan los mismos y llegue así a ponerse de su parte. Es la presentación
de los hechos realizados o como realizados, es decir, reales o como si fueran reales.
La narración ha de ser CLARA para que sea fácilmente comprensible, BREVE
para no aburrir, pero no debe ser excesivamente breve pues puede caer en la
ininteligibilidad; ha de contar lo necesario, ni más ni menos. La narración ha de ser,
finalmente y sobre todo, VEROSÍMIL (narratio probabilis), para que el receptor crea que

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lo que cuenta sucedió así, tal como lo cuenta el orador, porque sólo de este modo
conseguirá persuadir al receptor. Es decir, no hace falta que lo que cuente sea verdadero,
pero sí que sea verosímil.
Verosimilitud externa, que tiene que ver con la relación entre lo que se cuenta y la
realidad.
Verosimilitud interna o DECORO, que tiene que ver con la relación de los distintos
elementos del discurso entre sí.
La narratio suele terminar con un resumen de los hechos más importantes. Se le
llama partitio (partición) o Divisio (división). Al final se realiza también un TRÁNSITO
entre esta parte y la siguiente, la argumentatio.

C) ARGUMENTATIO. Es la parte más dialéctica del discurso. Se divide a su vez en


probatio y refutatio. La ARGUMENTACIÓN consiste en la presentación de las pruebas
pertinentes a la utilidad de la causa, esto es, favorables desde la perspectiva de la posición
del orador y también en la destrucción de las pruebas de la parte contraria.
La presentación de pruebas propias, la construcción de nuestros argumentos es la
probatio. La presentación de las pruebas puede realizarse de muchas maneras, pero una de
las más extendidas es las que las presenta de la siguiente manera:
Idea principal + ejemplos + ideas que la apoyan + ejemplos.
Inducción: de lo particular a lo general.
Deducción: de lo general a lo particular.

La destrucción de las pruebas desfavorables, la disolución de los argumentos


contrarios es la refutatio.

La argumentación es la parte más importante. El exordio y la narratio tienen como


finalidad la preparación del destinatario y la presentación al mismo de informaciones en
función de la aceptación por parte de éste de la posición argumentativa que establece el
orador. Incluso la peroratio, que es la última parte del discurso, está al servicio de la
posición argumentativa del orador.

D) PERORATIO. Es la sección final del discurso con la que el orador recuerda al


destinatario lo más relevante de lo expuesto en las partes anteriores, con insistencia en la
posición argumentativa que ha adoptado y con la que influye en los afectos del destinatario
con el fin de hacer que su decisión le sea favorable.
Aprovechando su última oportunidad de comunicación, el orador pretende en la
PERORACIÓN cumplir con dos funciones, una racional y otra afectiva, orientadas ambas
hacia el receptor. Por tanto, informa y pretende influir en los afectos. La peroratio contiene
una recapitulatio o RECAPITULACIÓN, resumen de lo más importante dicho de forma
ordenada, y donde se percibe la coherencia de todo lo dicho y defendido. Cumpliría la
función racional de la peroratio, mientras que la función afectiva la lleva a cabo la
captatio benevolentiae (CAPTACIÓN DE LA BENEVOLENCIA); el intento es ahora
todavía más fuerte que en el exordio, pues ya no hay más momentos para intentarlo. Se
pretende además destruir la influencia afectiva que haya ejercido o pueda ejercer el orador
de la parte contraria.

En un plano teórico, después de las operaciones de intellectio, inventio y dispositio,


el productor de un texto, retórico o no, realiza la operación de elocutio. Esta última es la

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expresión mediante palabras del discurso elaborado por la dispositio gracias a la obtención
de las ideas producidas por la inventio. La elocutio, la verbalización, cierra el proceso de
producción textual; una vez realizada esta operación, y como resultado de ella y de las
anteriores, ya tenemos un texto.
Tanto en el discurso retórico como en el discurso literario la elocutio se
encarga de que la microestructura cumpla dos misiones: que el receptor perciba
claramente el discurso, que lo comprenda, porque sólo así será capaz el orador de ejercer
en él la influencia persuasiva que se propone; pero además la elocutio tiene que hacer de
esa microestructura algo tan atractivo que sea capaz de vencer el aburrimiento del receptor
y que éste mantenga la atención, pues aunque la microestructura sea clara, si no mantiene
la atención del destinatario el orador nunca logrará su propósito.
La Retórica clásica estableció una serie de cualidades que la elocutio había
de tener para la adecuada construcción de la microestructura; estas cualidades son: puritas
(pureza lingüística), perspicuitas (claridad de expresión), ornatus (embellecimiento del
texto) y urbanitas (elegancia de estilo), que atañen fundamentalmente al estilo. Es decir,
hay que ser comprensible, para lo que necesitamos:

1) Una expresión clara y precisa, que no quiere decir ni elemental ni


vulgar.
2) Una estructuración coherente.
3) Un estilo fluido. Hay que atender a la elección adecuada de las
palabras y manejar un vocabulario rico y amplio, variado. Los verbos
dan agilidad al discurso. Conviene evitar construcciones pasivas y
negativas (es mejor “me brindan hoy la ocasión” que “me ha sido
brindada hoy la ocasión”; es mejor “es perjudicial” que “no parece
conveniente”. Hay que evitar muletillas y expresiones que denotan
inseguridad
4) Una pronunciación futura clara y correcta.

Hay una fase de la elocutio que se encarga de la ornamentación lingüística


por medio de procedimientos artístico-verbales -figuras y tropos- con los que el discurso
artístico se hace mucho más denso que el de la lengua común o estándar. El ornatus, los
procedimientos artístico-verbales que embellecen la expresión, ha sido intensamente
estudiado.
Dentro de la elocutio es necesario estudiar las figuras retóricas. El lenguaje
figurado. Figuras de pensamiento y figuras de dicción. Metáfora, metonimia y sinécdoque.

La siguiente operación retórica, quinto componente estructural teórico del


eje vertical del modelo retórico, es la memoria, cuya incorporación al modelo retórico es
relativamente nueva. Es la firme retención en la mente de la materia, la ordenación y las
palabras; es el guardián de todas las partes de la Retórica, permitiendo además al orador
improvisar cuando es preciso. Afecta tanto a las res, al contenido, como a las verba, a las
palabras, a la forma, puesto que lo que el orador ha de memorizar es el discurso, que, como
ya sabemos, consta de estos dos elementos.
Por lo que respecta a otra dualidad horaciana, referida fundamentalmente al
productor del discurso, la formada por los términos ingenium y ars, se puede decir que esta
operación afecta a ambos elementos, pues si bien la memoria puede considerarse una
facultad innata, perteneciente al ingenium del orador, dicha cualidad natural tiene que ser
cultivada por el ars, por la técnica retórica para que la memorización del texto se realice

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correctamente.
La memoria es una operación que se realiza una vez elaborado el discurso;
actúa sobre el discurso constituido por la inventio, por la dispositio y por la elocutio3 como
paso previo para la pronunciación del discurso ante el auditorio, si bien puede darse el caso
de que el orador emita en su pronunciación frases improvisadas, no memorizadas
previamente, lo que supone una prueba más de que las operaciones son sucesivas sólo
teóricamente, puesto que la memoria afecta a los niveles de las demás operaciones
retóricas. Creo que la memoria es una operación imprescindible incluso en el caso de los
discursos leídos, pues el orador siempre ha de tener presente el examen de la realidad, el
hallazgo de las ideas, la ordenación de las mismas y su expresión verbal, así como adecuar
los gestos, la modulación y el tono de su voz, su expresión, al contenido del discurso, de
modo que no ría cuando hable de cosas serias ni se muestre compungido al narrar hechos
jocosos. La memoria, aunque actúe sobre el discurso ya elaborado, afecta a todos sus
niveles y a todas las operaciones retóricas.

Hay que hablar de memoria pero con naturalidad, es decir, sin que lo
parezca, sin dar la sensación de que nos lo hemos aprendido para la ocasión, pues con ello
se debilita la relación que el receptor tiene que establecer entre el orador y su discurso. Es
muy útil memorizar la macroestructura del discurso, para lo que nos ayudará
especialmente la división del discurso en las partes que hemos señalado antes
(introducción, narración, argumentación y conclusión, con las funciones y los objetivos
que debe cumplir cada parte). Subraya o destaca como prefieras las ideas principales.
Recuerda que existe también la memoria espacial que nos ayuda a localizar las cosas y las
ideas en el texto.
Recuerda que es casi más difícil leer bien que aprendérselo de memoria;
aunque también es difícil encontrar el tono adecuado para decirlo de memoria sin que se
note.
Se puede tener las hojas delante, notas, apuntes, etc., si esto nos da
seguridad, pero en ningún caso debe leerse. Y, siempre, el inicio de tu intervención debes
hacerlo sin mirar los papeles, pues eso te impedirá mirar a tu/s interlocutor/es.
Si tenemos las hojas delante, no las enseñes demasiado. Al pasarlas puedes
hacer ruido y distraes la atención del auditorio.

Controla el tiempo, para lo que es muy aconsejable hacer varios ensayos


con alguna persona de tu confianza presente (en caso contrario, utiliza una grabadora). Así
cuidarás la entonación, el tiempo y, de paso, te servirá para memorizarlo.

Si te quedas en blanco:
1) Dilo con naturalidad.
2) Repite lo que has dicho antes, haz un resumen de lo dicho, pon un
ejemplo, pregunta al público.
3) No pidas disculpas si se te olvida algo “porque no has tenido tiempo”,
pues lo único que demostrarás es tu falta de responsabilidad, de
preparación y de interés.

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Recordemos que por este motivo Tomás Albaladejo considera estas tres operaciones
constituyentes de discurso, y no constituyentes de discurso al bloque formado por la intellectio, la
memoria y la actio o pronuntiatio. Véase Tomás Albaladejo, Retórica, cit. También es interesante
la división en operaciones poiéticas y prácticas que realiza Francisco Chico Rico, Pragmática y
construcción literaria, cit.; Francisco Chico Rico, "La intellectio. Notas sobre una sexta operación
retórica", cit.
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4) Recuerda que, en cualquier caso, el público no sabe lo que vas a decir,
así que sigue por donde quieras.
5) El silencio es síntoma de fortaleza, no de debilidad.

Por último, la actio o pronuntiatio consiste en la emisión del discurso ante


el auditorio; es la finalización del proceso iniciado por la intellectio y en ella tiene capital
importancia, para conseguir la perseguida persuasión, la adecuación del semblante, la voz,
el movimiento, el gesto al contenido del discurso. Los aspectos auditivos y visuales han de
apoyar definitivamente a los textuales, pues en esta operación el rétor ve cómo todos los
recursos retóricos se activan para persuadir al auditorio. En la actio culmina la actividad
del productor y se inicia la del receptor; supone el encuentro de uno y de otro gracias al
discurso.

En este momento es conveniente que el orador tenga en cuenta algunos aspectos


para mejorar su comunicación, la recepción del discurso y su propia imagen, pues todo va
a incidir en la actitud que adoptará el receptor ante su discurso:
 El orador ha de ser natural o dar la imagen de naturalidad, de que es él mismo
quien habla, que no hace ningún esfuerzo para decir lo que dice ni para hacer
lo que hace. Por tanto lo mejor es ser uno mismo, si además es por naturaleza
simpático no tendrá que parecerlo, porque sí es conveniente caer bien, para
persuadir, convencer, comunicar o manipular mejor.
 Ha de hacer notar su presencia. No hable sentado, salvo que se trate de una
reunión en la que todo el mundo habla sentado alrededor de una mesa, por
ejemplo. Si le ven mal le escucharán peor. Si el orador está entre el público, lo
mejor es que salga al estrado, a la tarima, y hable desde allí. Así todos le verán
de frente y la intervención adquirirá importancia.
 El atuendo, la vestimenta, ha de ser la adecuada, tanto si se trata del discurso
de ingreso en la Real Academia como si se trata de una asamblea sindical,
tanto si es en un salón de actos, como si es en una casa de campo. Ahora bien,
no debe parecer que se ha vestido para la ocasión, porque podría parecer "que
no es él", que no es natural, que está actuando, y esa creencia va contra el
interés principal, que no es otro que persuadir, hacer que el receptor haga lo
que el orador quiere. Si además es guapo, mejor: los guapos caen mejor que
los feos, y les miramos con menos reparo, y por tanto les escuchamos más
fácilmente, es decir estamos más predispuestos a dejarnos persuadir por un
guapo que por un feo.
 Sea breve. Es mejor quedarse corto que pasarse. Ante todo no aburra, y tenga
en cuenta que hablar bien no significa hablar mucho.
 No lea. Lo mejor es llevar el texto escrito pero no leerlo. Le dará seguridad
saber que si se queda en blanco o se le olvida algo no estará indefenso, pues
tiene los papeles y puede consultarlos. Pero lo mejor para mostrar naturalidad
es hablar, no leer. Además es casi tan difícil leer bien como hablar ante el
público. Leer evita que miremos a nuestros interlocutores, con lo que no
romperemos las barreras de incomunicación y además parecerá que no
creemos en lo que decimos. Tampoco hable de memoria, recitando, pues el
efecto es el mismo. El mejor tono es el habitual, y recuerde que equivocarse,
atrancarse, es muy natural. Procure mirar a la cara, a los ojos de los receptores,
y procure mirar a todos o por lo menos a muchos. No se quede mirando a uno
solo si hay más receptores.
 Cuando muestre algo al público, si es grande hágalo únicamente cuando hable

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de ello, pues el público se distraerá mirándolo si lo muestra desde el principio.
Si pasa algún objeto al público para que lo vea y lo toque ha de tener en cuenta
que mientras lo hacen no le van a escuchar.
 Cuidado con las diapositivas, proyecciones, transparencias, etc., pues
normalmente ocasionan situaciones problemáticas y además nos roban
protagonismo. Es cierto que en principio parecen ser de gran ayuda, porque el
orador se esconde tras ellas, pero raramente no producen diversas situaciones
imprevistas a las que hay que hacer frente con naturalidad, lo que en realidad
es tan difícil como dar la cara desde el principio. Conviene tener preparada
una exposición sin soporte técnico por si falla, también es imprescindible
preparar los aparatos antes de la exposición, y que sea el mismo orador el que
lo haga; en otro caso lo más probable es que más de una diapositiva,
fotografía, transparencia, etc. salga al revés, boca abajo, se atasque, no
corresponda, etc. Procure no dar la espalda al auditorio mientras se comenta la
imagen, esperar unos segundos sin hablar mientras el público ve la imagen y,
especialmente, que se vea bien desde cualquier lugar de la sala sin molestar a
nadie, que no sea necesario encender y apagar la luz continuamente...
 Cuide los imprevistos y, en la medida de lo posible, téngalos previstos. La
primera medida es parar, detener nuestra exposición, mirar al auditorio y, si la
causa de la interrupción no es trágica, sonreír. Cualquier ocurrencia, por tópica
que sea, servirá para salir del paso. No hace falta que la diga precipitadamente,
tómese su tiempo, piense mientras observa la situación. A su favor juega el
hecho de que al público también le ha sorprendido y que también estará algo
tenso. Su ocurrencia le hará reir, seguro. Evidentemente, esto sirve ante un
accidente leve, una taladradora que no para, un timbre persistente, un apagón,
pero ante algo realmente serio (una tremenda pitada, con lanzamiento de
tomates y huevos podridos, por ejemplo, habrá que salir de otro modo, pero
siempre de una forma ingeniosa.
 Los gestos deben hacerse entre la cintura y la cabeza. No repita siempre los
mismos gestos (tics), pues resulta desagradable y contribuye a que el público
deje de mirarle, y si deja de mirarle no tardará en dejar de escucharle.
 Cuide la posición del cuerpo, erguido pero relajado. La cabeza, alta.
 Entonación y velocidad óptima. Sirven para subrayar aquello que interesa. Los
deseos de acabar rápidamente hacen que hablemos muy deprisa. Hay que hacer
cambios de entonación para evitar el aburrimiento. Tenemos que saber jugar
con las pausas (antes de algo importante, produce interés; después, lo destaca).
 Si el público advierte que está nervioso, también se dará cuenta de que lo está
por él, de que lo considera importante, que no se lo toma a la ligera, y se sentirá
halagado, sinceramente halagado, y comenzará a tenerlo de su parte.
 La voz. La respiración.
 Piense que una operación o actividad habitual, es decir, con elementos de
comportamiento regularizadores, resiste la intrusión de los observadores. La
práctica es fundamental. Cuanto más hablemos en público, mejor lo haremos,
porque iremos regularizando nuestro comportamiento.

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