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La Retórica

Fernando Britto Obregón


Gran Director de Prensa de la Gran Logia del Perú
Past V.·.M.·. de la R.·.L.·.S.·. Virtud y Unión N° 3

Hemos escuchado con mucha frecuencia en las enseñanzas e instrucción


masónicas, sostener, que el Grad.·. de Comp.·. Mas.·. es el más importante de los 3
grados de la Mas.·. Simb.·., esto se sustenta en las herramientas de trabajo y en el
ámbito de estudio del Grad.·.

Las herramientas de trabajo de un Comp.·. Mas.·. son la E.·., el N.·. y la Pl.·.,


como puede observarse, los 3, instrumentos de precisión. El ámbito de trabajo que
le compete, son los Misterios de la Naturaleza y la Ciencia para comprender mejor
las obras maravillosas del G.·.A.·.D.·.U.·. para ello son motivos de estudio las Artes
Liberales, que son: la gramática, la lógica y la retórica, conformando el Trivium y la
aritmética, la geometría, la música y la astronomía, que confluyen en el Cuadrivium.

Las Artes Liberales están representadas en nuestros Temp.·. por las gradas
que permiten desplazarse desde el pavimento de mosaicos hasta el sitial del
V.·.M.·., las cuatro primeras gradas representan al Cuadrivium y las tres gradas que
permiten acceder al trono del V.·.M.·. significan el Trivium, por lo tanto la gramática,
la lógica y la retórica son inherentes al V.·.M.·.

Recordemos, que la gramática se encarga del estudio de los principios y


fundamentos de un idioma y de las reglas para su correcta escritura y uso como
medio de comunicación y que la lógica es el conjunto de premisas que conducen el
razonamiento al entendimiento en la eterna búsqueda de la verdad.

Desde el punto de vista de la literatura, la retórica es el conjunto de reglas a


que debe ceñirse el orador en la formación de sus discursos, se compone de tres
partes: la invención, la disposición y la elocución.

La invención determina las ideas a desarrollar y los argumentos o pruebas


correspondientes, ocupándose:

1° De estudiar con amplitud el tema a tratar.


2° De elegir las pruebas.
3° De examinar los medios adecuados paran conmover el auditorio, conocido como
las pasiones de los antiguos retóricos.
4° De seguir los procesos para atraer al auditorio, llamado también costumbres, los
más usados son: la probidad, la modestia, la benevolencia y la prudencia.

La disposición, organiza las diversas partes del discurso de acuerdo a la


naturaleza del tema, puede usarse todas o algunas de ellas, que son: el exordio, la
proposición, la división, la narración, la confirmación, la refutación y la peroración,

El exordio es la introducción del discurso, los más usados son: el simple, que
se recomienda usar; el exordio por insinuación, para entrar suavemente en el
espíritu del auditorio, el grave, para un asunto elevado, el pomposo o sublime, que
es propio de la oración fúnebre y del panegírico y el brusco o exabrupto, cuando el
orador entra de súbito en materia.

La proposición es el resumen del asunto.

La división enumera las distintas materias que se va a tocar, en el orden en


que serán tratadas. Es preciso que sea completa, esto es, que comprenda todas
esas materias; distinta, es decir, que las separe con claridad; progresiva, esto es,
que vaya de las menos a las más importantes; y natural, es decir, que se base en la
naturaleza misma de las cosas.

La narración expone los sucesos que el auditorio debe conocer para la mejor
inteligencia de las causas que se expone, debe ser breve, clara e interesante.

La confirmación, es el centro del discurso, desarrolla las pruebas que apoyan


la tesis del orador, las cuales se desenvolverán de modo que produzcan el mayor
efecto posible, reservando para el final las más sólidas y concluyentes.

La refutación destruye las pruebas del adversario, descubriendo los falsos


razonamientos, la debilidad de los mismos o su carencia de valores.

La peroración es el final del discurso y consta de dos partes: en la primera se


recapitula la esencia de lo expuesto y en la segunda, con expresiones patéticas, se
procura influir eficazmente en los oyentes, avivar su imaginación y agitar con fuerza
sus pasiones. Es la parte más ardua y exige profunda meditación y sumo cuidado.

La elocución expresa los pensamientos por medio del lenguaje.

Histórica y socialmente, pocas disciplinas pueden parangonarse con la


retórica en cuanto a su importancia cultural y educativa, desde que naciera en la
Magna Grecia en el siglo V A.C., la retórica fue objeto de estudio y medio de
formación en occidente. Las escuelas medievales, las universidades europeas,
primero, y las americanas, después, la tuvieron como materia básica de los estudios
humanísticos hasta mediados del siglo XIX.

Nuestro objetivo es estudiar la retórica en sí como instrumento que enseñaba


y enseña a confeccionar un discurso para una finalidad determinada, siguiendo las
ideas de los máximos exponentes de la retórica en Grecia y Roma: Aristóteles,
Cicerón, Quintiliano.

La comunicación constituye un fenómeno natural, cotidiano e inherente al ser


humano. Pese a ello, a lo largo de la historia han existido escasos intentos de
sistematizar teóricamente el proceso de comunicación. En la antigüedad, lo más
próximo a una sistematización de ella lo hallamos en los tratados de retórica.

En términos generales, la retórica es definida como el arte de la persuasión


mediante la palabra; una técnica tal que, al ser aplicada al discurso, permite
convencer al oyente, incluso si aquello de lo cual hay que persuadirlo es falso. En un
sentido más amplio, la retórica constituyó una disciplina que reinó en Occidente
desde el siglo V A.C. hasta el siglo XIX D.C. y cuyo objeto de estudio fueron los
efectos persuasivos del lenguaje. Paulatinamente, las diferentes partes que
componen la retórica se fueron fundiendo en la literatura, la gramática y la lingüística
hasta desaparecer como disciplina.

En términos históricos, la retórica tuvo sus raíces en Sicilia. Hacia el año V


A.C. existieron allí juicios populares en los cuales el ciudadano debía defender por si
mismo su causa y sus derechos. Para convencer, entonces, era necesario ser un
orador elocuente; elocuencia que fue rápidamente comercializada Aparecieron
maestros ambulantes que se preciaban de enseñar metódicamente el arte oratorio.
También surgieron los logógrafos que redactaban los discursos apropiados para sus
clientes.

Posteriormente, esta oratoria espontánea y elocuente comienza ser


estudiada, reglamentada y enseñada, dando origen a la retórica propiamente dicha,
fue Corax el primero en establecer ciertas reglas explícitas al formular un plan del
discurso. En resumen, este constaba de 5 partes: exordio, narración, argumentación,
digresión, epilogo; las cuales corresponden respectivamente a una introducción, una
demostración y una conclusión. Los autores sicilianos Corax, Tisias, Empédocles,
etc. ya habían establecido que el objeto de la retórica era persuadir y que esta
persuasión provenía de lo verosímil. Es decir, no de la verdad absoluta, sino más
bien de la aparente, la cual hacía que el orador fuera creído.

Gorgias, embajador en Atenas, fue quien introdujo la retórica entre los griegos
hacia la segunda mitad del siglo V A.C. Era un orador brillante, capaz de cambiar la
apariencia de los hechos mediante la fuerza de su discurso. Fue él quien, reuniendo
los elementos de la poesía (metáforas, consonancia, simetría, etc.), los traspasó a la
prosa, enfatizando con esto el estilo del discurso y su fuerza expresiva. Planteó que
la retórica era el arte de persuadir a cualquiera por medio del discurso.

La democracia oral de los griegos fue el terreno apropiado para el desarrollo


de la retórica. El discurso era un instrumento político y el arte de hablar, un medio de
conquistar y conservar el poder. Paralelamente, la retórica se convirtió en el arte de
los sofistas, pues les permitió defender brillantemente su relativismo moral.
Jactándose de ser maestros de la elocuencia y capaces de hacer hábil a cualquiera
en el arte de persuadir, afirmaban poder transformar la peor causa en la mejor.

Rebelándose contra este abuso del arte retórico, Platón intentó reivindicarlo
planteando que existían dos tipos de retórica, una falsa y la otra auténtica. La falsa
era la retórica de hecho y su objeto sería la verosimilitud, la ilusión, el ser creída.
Esta era la retórica de los sofistas, la que adula, la que persuade para obtener poder
sin considerar el bien. Por el contrario, la auténtica retórica era la retórica del
derecho cuyo objeto sería la verdad y el bien. Era esta la retórica filosófica basada
en la sabiduría y la virtud. Según Platón, la forma fundamental del discurso era el
diálogo en búsqueda de la verdad y el pensamiento compartido. El curso que seguía
al razonamiento que subyace a estos diálogos era de tipo binario: el discípulo tenia
que elegir si aceptar o rechazar un argumento o alternativa que le ofrecía su
maestro; cada elección frente a un argumento o alternativa determinaba una
siguiente elección frente a un argumento o alternativa; y así sucesivamente hasta
alcanzar la conclusión deseada por el maestro.
Sin embargo, fue Aristóteles quien estableció definitivamente los principios
que subyacen a la retórica, los que, posteriormente, serían desarrollados en los
tratados clásicos de retórica de Cicerón, Quintillano, Dionisio, etc.

A partir de los años 50 del siglo pasado, la retórica retorna a las universidades
europeas y algunas de EE. UU. de América como una necesidad de sistematizar el
lenguaje tanto escrito como hablado frente a las gigantescas avalanchas de
información errática, amorfa y desordenada que circula por los inmensos y
atosigantes medios masivos de información.

La retórica es, pues, pensamiento hablado, y en ese hablar se expresa la


verdadera naturaleza del espíritu que es algo que siempre fluye, algo dinámico que
no quiere ser apresado por nada. La escritura es la cárcel del lenguaje, como el
cuerpo es la cárcel del alma. Una vez que la lengua se detiene, se congela, pierde
su estado natural, disfraza su verdadera esencia siempre heterogénea. La única
posibilidad válida de la literatura está en transcribir fluidez, en traducir pensamiento
hablado con el menor número de rémoras posibles.

Por eso la nueva retórica aspira a ser diálogo y a no dejar de serlo nunca. La
filosofía primera fue diálogo, no es que se construyera a partir del diálogo, es que su
esencia era dialógica, buscaba el logos primero, que paradójicamente era inefable.

«Los sofistas tuvieron éxito al hacerse con el monopolio del discurso público,
abandonado por los especialistas de lo enigmático. La batalla contra la sofística se
saldo con un trágico reparto del territorio, vigente todavía en muchos aspectos de
nuestra cultura: los demagogos se quedaron con el espacio del entretenimiento, con
lo interesante y divertido, con el humor y la ironía, con el discurso apasionado; los
filósofos se quedaron con las palabras serias, con lo esotérico y aburrido, en el
reservado de su propia jerga.

De ahí que lo obtuso haya gozado de un extraño prestigio, como si el ser


incomprendido fuera siempre una garantía de que se tiene razón y no más bien un
indicio de todo lo contrario. La antítesis de verdad e influencia -de la que se sirve
Platón para criticar a los sofistas- arrastra también la justificación de la retórica como
tal. No es lícita la retórica si verdad e influencia se excluyen mutuamente.

Pero es una contraposición superficial, pues la influencia retórica no es la


opción alternativa a un conocimiento que también se podría tener, sino a una
evidencia que no se puede tener, o todavía no, o no aquí y ahora. Ante esta
dificultad, surge la ineludible retórica. De la necesidad de no poder decirlo todo surge
la virtud de hablar convincentemente. Si lo supiéramos todo, probablemente no
habríamos hecho los dos mejores descubrimientos del discurso humano: la
brevedad y la elegancia.

La retórica no anula el conocimiento de la verdad, es un instrumento decisivo


para su consecución. La sofística es una especie de artificio cuya misión es
ponernos en camino hacia la verdad, hacia una verdad no conocida, pero que
suponemos que se puede conocer. Ese es el espíritu de la nueva retórica. No se
trata de elegir lo oscuro de los sistemas filosóficos, sino de hallar la claridad del
pensamiento, y esa claridad si no se da en el lenguaje es que no se ha dado en el
pensamiento, además donde se dice claridad dígase brevedad y elegancia.

Aun así, debemos permanecer vigilantes en estas clases de retórica, porque


la sencillez del estilo, en realidad, puede ser un señuelo que disimula una gran
diversidad de procedimientos, de tonos, de ritmos en las frases, de enlaces entre
ellas, de niveles de lengua. El arte del lenguaje es a la vez el arte del pensamiento.

Sólo en el correcto desarrollo de la retórica encontraremos el recto razonar,


sólo en el arte del lenguaje podremos despojar al razonamiento de su manto
esotérico y aburrido y la convertiremos en algo interesante y divertido, en algo
popular, en la entraña misma de la masonería.

Bibliografía:

ARISTOTELES, El Arte de la Retórica. Eudeba, Bs. As. Argentina, 1966.


ALBALADEJO MAYORDOMO, Teoría Retórica. Síntesis, Madrid España, 1991.
ARTURO MONTOYA, Redacción Castellana, Librería Francesa Científica E. Rosay,
Lima Perú, 1915
JORGE BUTLER Y EDUARDO MENDOZA SILVA, Manual de Compañero Masón –
Rito de York, Talleres Gráficos El Ferrocarril, Lima Perú, 1964
GRAN LOGIA DEL PERU, Ritual de la Masonería Simbólica – Grado e Compañero,
Edición Oficial, Lima Perú, 1990
VOX, Diccionario Enciclopédico, Tercera Edición Corregida, Bibliograf S.A.,
Barcelona España, 1979.

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