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EL CRISTIANO, «ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS»

EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO


JOSEMARIA ESCRIVA DE BALAGUER *

ANTONIO ARAN DA

SUMARIO: I. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTION.- n. BASES PARA UNA RE-


FLEXION TEOLOGICA. A) RAÍCES EN LA REVELACIÓN NEOTESTAMENTARIA.
B) RAÍCES EN LA TRADICIÓN TEOLÓGICO-DOGMÁTICA. 1. Cristo, el Ungido;
el cristiano, un nuevo Cristo. 2. De la teología de la unción a la teología del
carácter. 3. La controversia antiluterana en tomo al sacerdocio. 4. ,,5acerdos, al-
ter Christus» en el magisterio del siglo XX C) RAÍCES EN LA TRADICIÓN ESPI-
RITUAL.- III. «ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS" EN EL PENSAMIENTO DE JO-
SEMARÍA ESCRIVA. A) «AL TER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS,,: LOS TEXTOS. 1.
Formas verbales utilizadas. 2. El sujeto de la denominación. B) «AL TER CHRIS-
TUS, IPSE CHRISTUS,,: EL CONTEXTO. 1. Contexto amplio: seguimiento, imita-
ción, identificación con Cristo. 2. Contexto inmediato: frases que acompañan a
la denominación.- IV. CONCLUSIÓN: LA IMAGEN CRISTO LÓGICA FUNDANTE.

1. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTION

U n estudio de las características del que ahora comenzamos, cen-


trado en una cuestión de importante contenido teológico que se con-
templa, sin embargo, no en sí misma sino tal como aparece utilizada
en los escritos de un maestro de vida espiritual como el Beato Jose-
maría Escrivá, tiene dos posibles planteamientos. Uno de ellos con-

* Texto de la ponencia presentada por el Autor en «Convegno teologico di stu-


dio sugli insegnamenti del Beato Josemaría Escrivá, Fondatore dell'Opus Dei» (Ro-
ma, 12-14 de octubre de 1993), organizado por el Ateneo Romano de la Santa
Cruz.

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sistiría en ir directamente a la cuestión que se va a analizar y co-


menzar a describir el método que se va a seguir en su estudio. El
otro, que vamos a seguir aquí, tiene además en su punto de partida
una componente por así decir pre-teológica a la que se debe aludir
por su valor iluminante, pues en ella se inspira una cierta precom-
prensión del tema, captado no ya sólo en los escritos del autor sino
también y antes en su propia vida.
El pensamiento de JosemarÍa Escrivá, si se atiende a lo que
manifiestan sus escritos de carácter espiritual y pastoral, debe ser
descrito como esencialmente cristocéntrico. El misterio del Dios-
Hombre constituye la trama sustentadora principal -y, en cierto
modo, única, ya diremos en qué sentido- de su discurso, que da
muestras evidentes de estar siempre activado, o en términos más
precisos «actualizado», por su fe en la presencia permanente del Re-
dentor y su acción eficaz en el discurrir de la historia humana.
En realidad, ese misterio de fe de la encarnacion redentora
constituye la inspiración fundamental del pensamiento cristiano y,
paralelamente, ha sido desde el principio el suelo firme sobre el que
se ha alzado la experiencia espiritual cristiana como tal, en sus varia-
das formas de expresión. En este punto como en todos, el testimo-
nio vital e intelectual del Beato Josemaría es concorde con toda la
tradición católica 1, entendida ésta en su doble dimensión de depó-
sito recibido y de progreso en la intelección. De ella, en efecto, con-
siderada en su condición de doctrina transmitida por los Padres, el
Magisterio, la Liturgia, los santos, los teólogos ..., se alimenta su pen-
samiento y se inspiran sus modos de expresión; a partir de ella, co-
mo hombre portador de un carisma y una misión eclesiales de valor
permanente y, a la vez, extraordinariamente adaptados a las necesi-
dades de los tiempos, aporta, haciéndola progresar, puntos de mira
y acentos específicos.
¿Muestran, quizás, estos elementos una forma nueva, dada por
el Espíritu Santo, de orientar el seguimiento-imitación de Cristo por

1. No vamos a desarrollar aquí esta materia, aunque se harán referencias a ella


en el cuerpo de este artÍculo. Algunos aspectos de la cuestión los hemos estudiado
en nuestro trabajo: El cristocentrismo de la espiritualidad cristiana, en «Libro-
Homenaje al Prof. José M' Casciaro», Pamplona 1993 (en prensa).

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EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

parte de los cristianos? Nuestras reflexiones van a girar de hecho en


torno a esa pregunta, y tendrán como objetivo ofrecer una respuesta
teológica, o al menos una aproximación a ese tipo de respuesta. Tal
finalidad exige desde el principio concebir y afrontar la cuestión ba-
JO esa perspectIva.
Vamos a estructurar sistemáticamente nuestro análisis de las
fórmulas alter Christus, ipse Christus aplicadas al cristiano, en las que
se condensa en buena medida la doctrina espiritual del Beato Jose-
maría en dos apartados: un primer estudio de la base teológica de
esas denominaciones y de su significado prevalente en la tradición,
y un segundo momento en el que se examinen los acentos que ad-
quieren en los escritos del Fundador del Opus Dei. Finalmente, a
partir de las conclusiones obtenidas, añadiremos un apartado de re-
flexión y perspectivas teológicas.
Antes, sin embargo, de iniciar el camino que acaba de ser des-
crito, quiero aludir al factor pre-teológico mencionado al principio,
presente implícitamente en la génesis de este trabajo como experien-
cia iluminante. Uno de lo pasajes que más me impresionan de la
biografía del Fundador del Opus Dei es aquel sucedido en un tran-
vía de Madrid en 1931: un altísimo don sobrenatural, posiblemente
el más alto de los recibidos por él, que -en medio de una grave
tribulación- le hace experimentar la profunda certeza, la alegría y
la paz de ser hijo de Dios. Fue una gracia de carácter personal y al
mismo tiempo, como tantas otras en su caso pero particularmente
ésta, de entraña fundacional: un hecho de carácter carismático y, por
así decir, emblemático de su persona y de su enseñanza, del que son
eco velado, por ejemplo, estas palabras:
«Cuando el Señor me daba aquellos golpes, por el año treinta y
uno, yo no lo entendía. Y de pronto, en medio de aquella amargura
tan grande, esas palabras: tú eres mi hijo (Ps. IJ, 7), tú eres Cristo. Y
yo sólo sabía repetir: Abba, Pater!; Abba, Pater!; Abba!, Abba!, Abba!
Ahora lo veo con una luz nueva, como un nuevo descubrimiento: co-
mo se ve, al pasar los años, la mano del Señor, de la Sabiduría divina,
del Todopoderoso.
Tú has hecho, Señor, que yo entendiera que tener la Cruz es en-
contrar la felicidad, la alegría. Y la razón -lo veo con más claridad

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que nunca- es ésta: tener la Cruz es identificarse con Cristo, es ser


Cristo, y, por eso, ser hijo de Dios. (...)
¡La Cruz: allí está Cristo, y tú has de perderte en El! No habrá
más dolores, no habrá más fatigas. No has de decir: Señor, que no pue-
do más, que soy un desgraciado ... ¡No!, ¡no es verdad! En la Cruz serás
Cristo, y te sentirás hijo de Dios, y exclamarás: Abba, Pater!, ¡qué ale-
gría encontrarte, Señor!» 2.
Puede decirse, y la crítica histórica y teológica habrán de mos-
trarlo más detenidamente, que la existencia del Beato Josemaría, es
decir, su personalidad humana y sacerdotal, su actividad eclesial, su
acción fundacional, su pensamiento, se forja desde su juventud en la
profundidad de esa identificación sobrenatural con el Hijo de Dios
en su Cruz y en su glorificación, en su existencia cotidiana y en el
acontecimiento pascual, en su misterio sacerdotal de donación y de
servicio a la Iglesia y a todos los hombres. Vive y culmina su exis-
tencia como un hombre dotado carismáticamente de un vivísimo
sentido de su filiación divina adoptiva y de una singular' capacidad
de contemplar al Dios-Hombre en la hondura de su misterio re-
dentor.
Josemaría Escrivá vive y muere unido intensamente a Jesús,
enamorado por completo de Él, inmerso en su intimidad y en su
presencia, que le conducen al trato con la Trinidad. Esa es la pleni-
tud de su vida, que quizá hemos podido contemplar y gozar quienes
le conocimos, pero que difícilmente seríamos capaces de expresar
por medio de palabras. Hay cosas que se pueden ver y se aprenden
a vivir, porque son vida de otro que nos la da, pero que no sabemos
decir bien por no ser todavía vida nuestra. En la plenitud de vida
de un santo como J osemaría Escrivá se esconde el misterio teológico
de la plenitud de Cristo, y de ahí procede la entrañable cercanía y
la cierta inefabilidad de su persona.
U na expresión suya, dirigida a veces a quienes le escuchaban
con motivo, por ejemplo, de una reunión de formación o quizás de
una conversación informal, decía sencillamente: « Veo bullir en voso-

2. Cfr AGP, sec o RHF 20. 119, p. 13 .

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tras la Sangre de Cristo» 3. La pronunciaba con fuerza, con gran


convicción y también con alegría. Su actitud era la de quien, en la
sencillez de unas palabras espontáneas, que se dicen con los labios,
con los ojos, con el corazón, manifiesta una honda certeza que le
conmueve, una verdad al mismo tiempo poseída y poseedora. Aque-
lla gráfica referencia al correr de la Sangre de Cristo, de su Vida,
por los canales vitales de los cristianos, era como una luz en la que
el Beato Josemaría Escrivá transmitÍa el núcleo de un espíritu de en-
trega y de servicio a todos los hombres en la vida ordinaria. Pero
antes y principalmente -aunque algunos quizá no lo comprendiéra-
mos entonces- era un destello de su mirada interior, de su amorosa
contemplación del misterio de Cristo.
« Veo bullir en vosotros la Sangre de Cristo». Dichas por un
hombre de Dios, aquellas palabras tenían la elocuencia de la verdad.
De un golpe, por así decir, pero no aisladas porque formaban parte
de un contexto de relación personal, de vida espiritual y de forma-
ción intensa, entregaban la clave de comprensión de la vocación cris-
tiana y de todos los dones sobrenaturales recibidos. Permitían captar
la gracia comunicada en el Bautismo como impulso fecundo, como
principio dinámico, como vitalidad para la entrega; hacían intuir la
configuración con Cristo como realidad de cada instante para quien
es miembro de su Cuerpo, en permanente comunión con El y con
los demás.
Como este recuerdo se podrían referir otros, dotados de la
misma capacidad evocadora de su espíritu. Con la fuerza peculiar de
los hechos existenciales, que pasan pero que siempre siguen estando
presentes porque acompañan y expresan a la persona, producían una
impresión de autenticidad, que no precisaba de mayor discurso. Sin
necesidad de razonamiento decían con elocuencia algo como: «Si ve
en mí la vida de Cristo, es que en realidad me ve a mí en Cristo;
o mejor dicho, a quien ve siempre -en nosotros, en las circunstan-
cias de la vida y del trabajo apostólico- es a Cristo: a Él es al que
tiene siempre ante los ojos». Y era, sin duda, una intuición certera.
Desde ella y desde la teología iniciamos esta investigación sobre la

3. Cfr ibid., 20. 166, p. 12.

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denominación del cristiano como alter Christus, ipse Christus, carac-


terística del Beato Josemaría.

II. BASES PARA UNA REFLEXION TEOLÓGICA

¿Cuál es el fundamento teológico de la denominación del cris-


tiano como alter Christus, ipse Christus? ¿Cuáles son -sus raíces bíbli-
cas y tradicionales, incluyendo aquí también la doctrina magisterial?
¿Cuál es, en fin, su significado tradicional prevalente? He aquí el
enunciado de las cuestiones que vamos a analizar en primer lugar.

A. RAÍCES EN LA REVELACIÓN NEOTESTAMENTARIA

La fórmula alter Christus no se halla literalmente en el NT,


pero su fundamento bíblico, en cuanto al sentido, es muy firme. No
faltan, en efecto, pasajes en los que las acciones espirituales del cris-
tiano, e indirectamente él mismo como sujeto de esas acciones, son
contemplados bajo la perspectiva de la conformación sobrenatural
con las acciones de Cristo y, en consecuencia, con Él mismo. En es-
ta línea doctrinal, desarrollada principalmente en el corpus paulino,
se ha de buscar el fundamento de nuestro tema. Repasemos con ese
fin el contenido de las nociones de configuración con Cristo e incor-
poración a Cristo, así como la de plenitud de Cristo.
La enseñanza paulina sobre la configuración del cristiano con
Cristo se desarrolla en sus Cartas con diversas formulaciones íntima-
mente conexas. En Rom 8, 29, por ejemplo, se habla de configura-
ción con la imagen del Hijo; en Fil 3, 10, con la muerte de Cristo;
en Fil 3, 21 con su cuerpo glorioso ... El significado comúnmente
aceptado la entiende, en síntesis, como una transformación espiritual
del cristiano en Cristo, con sentido escatológico: así como en el bau-
tismo hemos sido conformados a su muerte, así lo seremos con la
imagen del Resucitado en su gloria 4.

4. Cfr W. POHLMANN, Synmorfos, en H. BALZ-G. SCHNEIDER (ed.), Exegetisches


Worterbuch zum Neuen Testament, III, Stuttgart 1983, 688-689. Retomamos en estos
párrafos algunas ideas expresadas en el trabajo citado en la nota 1.

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«Toda la historia de la salvaci6n -ha escrito Spicq 5_, así co-


mo la existencia particular de cada elegido, viene regida por esta fi-
nalidad de la prótesis divina: formar un ser cristiano, de una morfo-
logía bien caracterizada, la misma del Hijo amado, en el que habita
corporalmente la plenitud de la divinidad». En el bautismo, el hom-
bre regenerado y renovado por el baño del Espíritu Santo (Tit 3,
5), es revestido del «hombre nuevo» (Rom 13, 14; Gal 3, 27; Col
3, 10), es decir, revestido de Cristo y asimilado a El (Rom 6, 1-11;
Col 3, 1-4; Ef 2, 5-6) 6. «y puesto que es conforme a su imagen,
durante su vida sufrirá con Cristo para ser también glorificado con
El (Rom 8, 17). Así consumará progresivamente su semejanza» 7.
Este proceso de conformaci6n del bautizado con la gloriosa
Humanidad de Jesús, a través de la participaci6n espiritual en su
muerte y en su resurrecci6n, constituye la esencia de la vida espiri-
tual del cristiano. En este contexto son propias del lenguaje paulino
algunas formas verbales sumamente expresivas como: «sufrir con»
(Cristo) (sympaschein; p. ej. Rom 8, 17); «ser crucificado con»
(syntaurosthai; p. ej. Gal 2, 19); «morir con» (synapothnéskein; p. ej.
Rom 6, 8); «ser sepultado con» (synthaptesthai; p. ej. Rom 6, 4); «re-
sucitar con» (synegeirein; p. ej. Col 3, 1); «ser glorificado con»
(syndoxazesthai; p. ej. Rom 8, 17); «reinar con» (symbasileuin; p. ej.
2 Tim 2, 12). La plenitud de tal unidad del cristiano con Cristo está
en la gloria, entendida también como un vivir o estar syn Kyrio: con
el Señor (1 Tes 4, 17; Rom 6, 8).
Puede, pues, afirmarse en base a esos textos que la vida espiri-
tual cristiana consiste en un proceso de cristificación: una progresiva
transformaci6n según la imagen gloriosa del Dios-Hombre, muerto
y resucitado, que está «sentado a la derecha del Padre» 8. La noci6n

5. C. SPICQ, Teología moral del Nuevo Testamento, II, Pamplona 1973, 771.
6. Cfr R. SCHNACKENBURG, Das Heilsgeschehen bei der Taufo nach dem Apostel
Paulus, München 1950.
7. C. SPICQ, o. C., 771.
8. El Conc. Vaticano II ha formulado dicho proceso, por ejemplo, así: «Es nece-
sario que todos los miembros se asemejen a El hasta que Cristo quede formado en
ellos (cf Gal 4, 19). Por eso somos asumidos en los misterios de su vida, conforma-
dos con El, consepultados y resucitados juntamente con El, hasta que correinemos
con El (cfr Fil 3, 21; 2 Tim 2, 11; Ef 2, 6; Col 2, 12). Peregrinos todavía sobre

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paulina de configuración con Cristo ofrece, en consecuencia, un fir-


me fundamento al posterior desarrollo doctrinal que presentará al
cristiano (o, en concreto, al sacerdote) como alter Christus.
De manera semejante, la expresión paulina «en Cristo» (en
Christo) y otras análogas -«en el Señor» (en Kyrio) , «en El» (en
auto')-, permite también formular la Íntima unidad entre Cristo y
los cristianos. Esa unidad puede significar tanto «pertenencia a Cris-
to» (2 Cor 10, 7), es decir, «ser de Cristo» (Rom 16, 16), como sobre
todo influjo de Cristo en el bautizado -miembro suyo, incorporado
a EI-, hasta poder hablar de una misma vida de ambos: el cristiano
vive en Cristo o, a la inversa, es Cristo quien vive en el cristiano
(Gal 2, 20; 2 Cor 13, 5; Rom 8, 10; Col 1, 27; Ef 3, 17 ... )9.
Si esta doctrina permite hablar de un proceso de identificación
entre Cristo y cada cristiano, también se apoya en San Pablo la
identificación entre Cristo y el conjunto de los bautizados, es decir,
entre Cristo y la Iglesia que es su Cuerpo (Rom 12, 4-5; 1 Cor 12,
12-27; Ef 1, 22-23; 4, 1-16; Col 1, 18-24; 2, 19). Con unaterminolo-
gÍa teológica propia de la tradición agustiniana, posteriormente se
hablará del «Cristo total»: no sólo cada cristiano es y está llamado
a ser espiritualmente Cristo, sino también la Iglesia como tal.
En la misma línea, puede así mismo encontrarse una base es-
criturística a la denominación del cristiano como alter Christus en
la doctrina sobre la plenitud de Cristo participada por los cristianos.
De ella habla el Nuevo Testamento en diferentes pasajes en base a
los vocablos pléres, plérein y pléroma (es decir, el adjetivo pleno, el
verbo plenificar y el sustantivo plenitud), que permiten expresar con
elocuencia quién es Cristo y qué nos comunica de sí mismo.
U n texto significativo y quizá el principal lo ofrece el Prólogo
del cuarto evangelio: «Et Verbum caro factum est et habitavit in no-
bis; et vidimus gloriam eius, gloriam quasi Unigeniti a Patre, plenum
gratiae et veritatis» Un 1, 14), «et de plenitudine eius nos omnes accepi-

la tierra, siguiendo sus huellas en el sufrimiento o en la persecuci6n, nos unimos


a sus dolores como el cuerpo a la Cabeza, padeciendo con El, para ser con El glori-
ficados (cf Rom 8, 17)>> (Lumen gentium, 7; cfr el comentario de A. GRILLMEIER
en LTK, Das zweite vatikanische Konzil, l, pp. 166ss).
9. Cfr J. FITZMYER, Teología de San Pablo, Cristiandad, Madrid 1975, 175-179.

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mus, et gratiam pro gratia» (1, 16). En el v. 14 la acepción de plé-


res es específica: la gloria del Verbo encarnado, visible al que cree,
tiene como contenido genuino cháris y alétheia: la gracia y la ver-
dad de Dios, que se han hecho mediante Cristo evento históri-
co, realidades manifiestas en su propio obrar histórico. La gloria
del Hijo consiste en el hecho de que en Él se hacen presentes la
gracia y la verdad de Dios 10. En Él se dan en plenitud y son co-
municadas. Como Hijo encarnado posee la plenitud de la gracia y
la verdad, de la que nos hace partícipes. En el v. 16 continúa la mis-
ma idea: en el Verbo encarnado toda la plenitud de la gracia divina
se ha hecho presente y operante, y por eso la actitud del que cree
en Cristo puede ser definida como un incesante recibir de tal so-
breabundacia 11.
Ya esos dos textos permiten deducir algunas consecuencias va-
liosas para nuestra reflexión, pero existen además otros pasajes que
nos ayudarán a expresarlas con mayor hondura. Así, por ejemplo 12:
- Ef 4, 13-14 (... «donec occurramus (..) in virum perfectum,
in mensuram aetatis plenitudinis Christi»), habla de la madurez de
quienes -por tener a Cristo como modelo- son como una persona
adulta, alguien «a la medida de la edad de plenitud de Cristo», es
decir, según la medida plena de su santa humanidad podríamos de-
Clr, y no como niños fácilmente expuestos a todos los influjos.
- Col 1, 19 (... «in ipso complacuit omnem plenitudinem inha-
bita re» ) señala que Dios ha querido que toda la plenitud de la natu-
raleza divina habitase en Cristo, en el Cristo histórico (el que ha de-
rramado su sangre en la cruz, v. 20); también Col 2, 9 (<<in ipso
inhabitat omnis plenitudo divinitatis corporaliter») atribuye al Cristo
crucificado y glorificado toda la plenitud de la divinidad, entendida
como la potencia divina. Éste pléroma tes theótetos es la formulación
más fuerte para indicar la completa unidad de acción entre Dios y
Cristo hombre: Dios obra la salvación mediante Cristo, conforme
su absoluta plenitud, conforme a su perfecta divinidad.

10. Cfr KITTEL, ed. it., X, 638


11. Cfr ibid., 688.
12. Cfr ibid., 687 ss.

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En Cristo, por consiguiente, la acción salvífica de Dios ha


irrumpido directamente en la historia; Dios ha llevado a cumpli-
miento en el acontecimiento histórico del Hijo encarnado la acción
escatológica, a la que tendía su voluntad primigenia. En Cristo pa-
ciente y glorioso, la gracia y la verdad divinas han borrado miseri-
cordiosamente el pecado, y han recreado el mundo bajo el signo ori-
ginario de la gloria de Dios. Los cristianos hemos sido hechos
partícipes de la sobreabundancia de sus dones y de la eficacia de su
mediación: cada bautizado es, en la plenitud de Cristo sacramental-
mente participada, un ungido, un portador en la tierra del Espíritu
Santo, hijo en el Hijo y mediador en el Mediador. Alguien en
quien, a la medida de la perfección de Cristo, el ser y la función,
esto es, el don de ser sobrenaturalmente hijo de Dios y la misión
apostólica recibida constituyen una indestructible unidad.
El cristiano, en realidad, y ésta es una audaz afirmación de la
doctrina de fe sostenida en la indefectibilidad de la revelación, es al-
guien llamado a ser de Cristo y en Cristo, y por eso llamado tam-
bién a ser otro Cristo: alguien capacitado por el Espíritu Santo para
llegar a una identificación plena con el Hijo de Dios hecho hombre,
que ya aquí en la tierra es configuración real aunque imperfecta y
necesitada de progreso. La plenitud cristiana está finalizada hacia la
plenitud de la santa humanidad de Cristo.
En este punto central, doctrina común dentro de la espirituali-
dad cristiana, el pensamiento teológico-espiritual del Beato Josemaría
y su existencia personal poseen una extraordinaria riqueza, alimenta-
da no sólo de su inserción en la enseñanza bíblica a la que nos he-
mos referido, o en la enseñanza teológica y espiritual tradicional, a
la que nos vamos a referir, sino procedente también de los específi-
cos dones de su carisma fundacional.

B. RAÍCES EN LA TRADICIÓN TEOLÓGICO-DOGMÁTICA

Este apartado de nuestra investigación debe comenzar de ma-


nera distinta al anterior, pues si en el NT no se encuentran literal-
mente las denominaciones alter Christus, ipse Christus -aunque estén
allí sus raíces más hondas y su significado-, sí aparecen, en cambio,

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algunas referencias explícitas en la tradición viva de la Iglesia al cris-


tiano y al sacerdote como otro Cristo. De la fórmula ipse Christus
no hemos encontrado, en su literalidad, precedente alguno a su utili-
zación por el Beato Josemaría. Naturalmente, existe también una
amplísima colección de textos tradicionales análogos en cuanto al
sentido y al contenido de esas fórmulas.
Deben distinguirse en el planteamiento tradicional de esta
cuestión dos grandes capítulos: uno con perfiles más bien catequéti-
cos y litúrgicos, centrado en el significado del nombre de Cristo y,
derivadamente, del cristiano; y el segundo de carácter más teológico,
orientado en torno al desarrollo de la doctrina paulina antes men-
cionada y a la teología del sacerdocio. Distribuiremos nuestro análi-
sis en breves apartados históricos.

1. Cristo, el Ungido; el cristiano, un nuevo Cristo

De~de el inicio de la reflexión teológica cristiana existe una lí-


nea central de pensamiento, nunca interrumpida y vigente hasta
nuestros días, que se esfuerza en comprender más hondamente el
misterio de la Encarnación redentora merced a la profundización en
el nombre de Cristo, el Mesías o Christós, título esencial de la fun-
ción de Jesús además de nombre propio suyo. La captación de la
plena identidad entre su ser y su función, y su formulación en el
nombre Jesucristo (Iesus-Christus), es un rasgo definitorio de la inte-
lección cristiana del misterio de Cristo; o, por decirlo de otro mo-
do, es la manifestación más característica -junto con la expresada
en e! título Iesus-Kyrios- del sensus Christi que la Iglesia posee. Esto
constituye un punto básico de la reflexión cristológica tradicional,
y es también por eso mismo, como diremos, un principio herme-
neútico necesario para adentrarse en el pensamiento de Josemaría
Escrivá.
Desde la época patrística, la afirmación neotestamentaria «Je-
sús es e! Cristo» (el Mesías, el Ungido) se ha desarrollado en la di-
rección mencionada, esforzándose en iluminar la misión redentora
de! Verbo encarnado -y sucesivamente la de la Iglesia y la de cada
cristiano, en su respectiva función eclesial- conforme a la misión de

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los ungidos del AT: sacerdotes, reyes y profetas. Esto ha dado lugar
a un importante cuerpo doctrinal, dotado de una presencia y un pe-
so casi únicos en la tradición, que ha confluído en la teología de los
tres munera Christi, tan influyente en la eclesiología contemporánea.
No es éste, sin embargo, el tema en el que ahora debemos detener-
nos, sino que hemos de movernos en un canal lateral de esa gran
corriente, que ha recorrido un cierto espacio histórico.
Me refiero a la habitual denominación del cristiano como un
«cristo», un ungido, en virtud de la participación bautismal en la
Unción de Jesús y, por tanto, en el significado de su nombre y
en su condición. El cristiano es imagen de Cristo, y puede ser lla-
mado cristo por haber recibido en el don bautismal del Espíritu San-
to una participación en la Unción de la Humanidad de Jesús. Es-
te punto se ha mantenido como un esquema repetido e inalterable
a lo largo de los siglos. En realidad, en las aguas de este pequeño
canal lateral del nombre de Ungido se encierra todo el saber revela-
do sobre Cristo y el cristiano, que va a desplegarse en la teología
del triple munus. Pienso que en la fórmula del alter Christus, usada
por la Iglesia en ocasiones, y tan característica -con el ipse
Christus- del Beato J osemaría, hay un buen tanto por ciento de la
vía teológica que comentamos, aunque no es su principal compo-
nente ni la única fuente de su significado. Entre el alter Christus con
mayúscula y el cristo con minúscula que tenemos delante hay una
cierta distancia. Pero hay también, y es importante señalarlo, un
tronco bíblico común.
En la literatura cristiana son numerosos los testimonios sobre
la denominación del cristiano como cristo. Recogemos a continua-
ción algunos de ellos, que ni siquiera será preciso comentar pues nos
interesan no tanto por su contenido teológico o espiritual sino co-
mo ejemplo de un lenguaje tradicional; no reflexionaremos ahora,
por tanto, sobre ellos. Generalmente proceden de comentarios al
Símbolo, de catequesis bautismales, de sermones in traditione Symbo-
ti, etc.; también de comentarios a determinados pasajes bíblicos co-
mo, por ejemplo: Ps 104, 15; 1 Pet 2, 9ss.; Rom 8, 29; 13, 14; Gal
3, 27; Ap 5, 9-10; ... Son testimonios de profundo contenido pneu-
matológico y cristo lógico, si bien la forma de expresión y el origen

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EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRlV Á DE BALAGUER

inmediato -normalmente catequético- les prestan una apariencia


de sencillez 13.
- Orígenes: «Si se dice, aunque no hay más que un Espíritu,
que hay tantos espíritus santos como almas que poseen el Espíritu
Santo, lo mismo es preciso decir en referencia a Cristo. Del único
Cristo proceden numerosos cristos de los que la Escritura dice: no to-
quéis a mis cristos, no hagáis mal a mis profetas (Ps 104, 15). Del
mismo modo que, existiendo un único Dios, muchos -en los que
Dios habita- son llamados dioses (... ), único es también el Cristo
que hace cristos, único el Espíritu que se reproduce en el alma de ca-
da uno de los santos. Además, si Cristo hace cristos por el hecho de
ser El el Cristo, del mismo modo hace hijos de Dios a todos los que
reciben de El la adopción, porque El es el Hijo de Dios único y ver-
dadero» 14.
- Eusebio de Cesarea: «Caminará delante de mi Cristo todos
los días. Esto se dice de los santos en la Iglesia, que son también lla-
mados cristos según estas palabras: no toquéis a mis cristos» 15.
- S. Basilio de Cesarea : «El Espíritu, como dice Juan (1 Jn 2,
20), es unción en nosotros. ¿Y por qué dice «en nosotros»? Porque
ya lo es en el Señor mismo según la carne (... ). Es Cristo por el Es-
píritu y por la unción hecha por el Espíritu. La unción del Señor
no se hizo en modo alguno con algo extraño a la divinidad, yeso
vale tanto para el nombre de Cristo como para los cristianos, que
traen de El el nombre» 16.
- S. Cirilo de Jerusalén : «Bautizados en Cristo y revestidos de
El, habéis sido hecho semejantes en la forma al Hijo de Dios. Dios,

13 . Algunos de estos pasajes, y otros muchos semejantes, se encuentra recogidos


en P. DABIN, Le sacerdoce royal des fideles dans la tradition ancienne et moderne,
Desclée, Paris 1950. Otros pueden encontrarse en G . W . H . LAMPE, A patristic
greek Lexicon, Oxford Univ. Press, Oxford 1968, voces: chrísma I1I, c, p. 1529;
christianós B, 5, p. 1530; christós J, p. 1532; chrío B, 9, pp. 1533-34. Cfr también,
A. BLAISE, Dictionnaire latin-franr;ais des auteurs chrétiens, Brepols, Turnhout 1954,
voz: christus, p. 149; ID., Le vocabulaire latin des principaux themes liturgiques, Bre-
pols, Turnhout 1966, p. 472.
14. Ex lib. 1 supo Isaiam : PG 13, 217. Los subrayados de éste y de los siguientes
textos son nuestros.
15. Ee/og. prophet., 1. 1, c. XIX: PG 22, 1077 BD.
16. Adv. Eunomium, 1. V: PG 29, 725 C.

525
ANTONIO ARANDA

que nos predestinó para la adopción, nos hizo conformes al glorioso


cuerpo de Cristo. Así, pues, hechos partícipes de Cristo, no sin razón
sois llamados cristos, pues de vosotros dijo Dios: no toquéis a mis
cristos. Y así habéis sido hechos de Cristo cuando recibisteis la pren-
da del Espíritu Santo. Y todo en vosotros fue hecho como imagen,
ya que sois imágenes de Cristo» 17.
- Dídimo, el ciego: «Aarón fue ungido por Moisés, y a conti-
nuación de él los de raza sacerdotal fueron consagrados por el cris-
ma; así también ahora lo son todos los que, por el nombre del crisma
son llamados cristos, es decir ungidos; aquel crisma era figura de éste
santificado que recibimos» 18.
- S. Cirilo de Alejandría: «El nombre de Cristo no conviene
sólo y propiamente al Emmanuel, sino a todos los que han sido un-
gidos con la gracia del Espíritu Santo. El nombre, en efecto, deriva
de la cosa: nosotros somos llamados cristos porque hemos sido ungidos
(..). Todos, en consecuencia, son cristos y son llamados justamente con
ese nombre a causa del beneficio de la unción. Pero el Emmanuel es
solo Cristo, que es al mismo tiempo Dios verdadero» 19.
- S. Juan Damasceno: «Se emplea el óleo en el bautismo porque
significa nuestra unción, que hace de nosotros ungidos o cristos, y que ade-
más nos promete la misericordia de Dios por el Espíritu Santo» 20.
S. Jerónimo: «Cristo es ungido por naturaleza, nosotros
por gracia, pues la divinidad se encuentra en El en plenitud mientras
que a los santos la unción es dada de manera parcial» 21. «(la histo-
ria de la pecadora) os toca especialmente a los que vais a recibir el
bautismo. Ella rompió su frasco de alabastro a fin de que Cristo hi-
ciera de vosotros cristos, es decir ungidos» 22.

17. Cato Myst. III: PG 33, 1088 A.


18. De Trinit, 1. Il: PG 39, 712 A.
19. Ep. I ad monach. Aegypti: PG 77, 20 BCD. Señala también Cirilo en ese pa-
saje que los cristianos pueden ser llamados cristos, pero sus madres sólo pueden ser
llamadas christotókoi y no theotókoi. Sólo María es a la vez ambas cosas: Madre de
Cristo (christotókos) y Madre de Dios (theotókos) .
20. De fide orthodoxa, 1. IV, c. IX: PG 94, 1125 B_
21. Brev. in Psal. 44: PL 26, 958 B.
22. Tract. in Marc., XIII, en G. MORIN, Anecdota Maredsolana, Oxford 1895,
vol. III, pars Il, p. 366 (cit. por Dabin, o. c., p. 84, n. 5).

526
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIV Á DE BALAGUER

- S. Agustín: «Todos los cristianos participan de la unción


mientras que en el A T era algo exclusivo de dos tipos de personas.
De donde se sigue que somos el cuerpo de Cristo porque hemos recibi-
do la unción, y que en El todos somos cristos y un solo Cristo, porque
la Cabeza y los miembros forman al Cristo en su integridad» 23.
«Podemos llamar en buena ley cristos a todos los que han sido ungidos
con su crisma, y sin embargo no hay más que un Cristo: el cuerpo
entero con su Cabeza» 24.
- S. Beda: (Un texto idéntico al recién citado de AguStÍn):
«A todos los que han sido ungidos con su crisma les llamamos con
buen derecho cristos, aunque no haya más que un Cristo total, en el
que se unen el cuerpo y la Cabeza» 25. «(Habacuc) llama cristos a
todos los elegidos, justamente llamados así a causa de la unción de
la gracia (... ). (El mediador) les ha salvado no porque los haya en-
contrado siendo cristos, sino porque los ha hecho cristos, es decir un-
gidos por la adopción del Espíritu» 26.
- S. Anselmo de Cantorbery: «Todos los cristianos somos un
solo Cristo en Cristo» 27.
- Pedro Lombardo: «Somos el cuerpo de Cristo y somos cris-
tos en El, porque hemos sido ungidos de la plenitud de su unción,
de la cual viene el nombre de Cristo, porque Cristo viene de
crisma» 28.
- Ricardo de San Víctor: «No toquéis mis cristos (Ps. CIV).
Los cristos son los que han recibido la unción (... ). Pero sabemos
que la unción de Dios es su amor. Los que reciben esa unción, los

23. Enarr. in Ps. XXVI, sermo II, 2: PL 36, 200.


24. De Civ. Dei, 1. XVII, c. IV: PL 41, 532. Sobre el único Cristo, Cabeza y
cuerpo, o Cristo total, constituido por Cristo y los cristos, la doctrina agustiniana
es no sólo riquísima para la eclesiología, sino también muy iluminante para nuestra
materia. Basta, por ejemplo, con estudiar lo que sobre el tema se contiene en sus
Sermones. Se pueden ver, con gran utilidad, los magníficos índices temáticos del
completo sermonario en: Obras Completas, t. XXVI, BAC, Madrid 1985, voces:
cristiano, p. 720; Cuerpo místico, p. 724; Jesucristo y la Iglesia, p. 797; Jesucristo y
el cristiano, p. 798.
25 . In Sam, proph. allego expos., 1. 1, C. IV: PL 91, 512 B.
26. Super canto Habac. allego exp.,: PL 91, 1247 C.
27. Medit., 1, 6: PL 158, 714 A.
28 . Comm. in Ps. XXVI: PL 191, 267 B.

527
ANTONIO ARANDA

que aman ardientemente las cosas de Dios, son cristos de Dios y pueden
ser llamados cristos» 29.
¿Qué se puede concluir de esta serie de textos en relación con
nuestra materia? Son simplemente una comprobación de que la doc-
trina neotestamentaria de la asimilación del cristiano a Cristo por el
Espíritu Santo 30 -raíz principal de la reflexión antropológica cris-
tiana-, ha dado origen a una primera linea de pensamiento teológi-
co de gran interés. El pensamiento en torno al Ungido y los ungi-
dos, Cristo y los que son cristos en El -en su misma unción, que
es la presencia y acción del Espíritu Santo en su Humanidad-, ha
elaborado desde tiempos pretéritos un valioso esquema de profundi-
zación en el ser de los cristianos, cuyo interés va más allá de su con-
tenido material.
Esta multisecular reflexión sobre la íntima unidad entre Cristo
y los cristianos, realizada en base al concepto de unción, permite
dar un desarrollo teológico a la verdad revelada de que el cristiano
está en Cristo y Cristo en el cristiano. Pero lo hace además resaltan-
do no sólo la unidad de consagración -como diríamos hoy- sino
de misión. El cristiano es un nuevo cristo porque participa del don
y la misión del único Cristo. En ese sentido, no hay inconveniente
en decir que el cristiano es participádamente Cristo, lo cual no dista
teológicamente de la fórmula: el cristiano es alter Christus, o incluso
ipse Christus.
Estas denominaciones están implícitamente contenidas en la lí-
nea de pensamiento descrita, a la que calificábamos más arriba como
un canal nacido de una corriente principal más caudalosa. Tiene ese
canal del christós dos notables particularidades. U na de ellas, la de
reflexionar sobre el cristiano a partir de la unción bautismal y ser,
por tanto, válidas sus afirmaciones para cualquier bautizado. Todo
cristiano es, por la unción bautismal, un cristo; todo cristiano es es-
piritualmente como Cristo, participando del ser y la misión de Jesús
en el Espíritu Santo. La segunda particularidad estriba en la honda
acentuación sacerdotal de tal esquema de reflexión. De los pasajes ci-

29 . Adnot. myst. in Ps. CIV: PL 196, 336 AB.


30. Uso el término 'asimilación' sin especial sentido teológico, sino como sinó-
nimo de otros: configuración, incorporación, identificación .. .

528
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

tados y de tantos otros análogos puede también deducirse -aunque


aquí no lo hayamos hecho- la existencia de una conciencia tradicio-
nal acerca de la naturaleza sacerdotal de la unción bautismal. La re-
flexión teológica sobre el tema de la unción, el Ungido y los ungi-
dos fue desde el principio camino abierto a la comprensión del
sacerdocio común de los fieles.

2. De la teología de la unción a la teología del carácter

Es sabido que, sobre todo a partir de Sto. Tomás de Aquino,


la teología del sacerdocio adquiere nuevo vigor y desarrollo, princi-
palmente en torno a la noción de carácter sacramental. Hacia ella
confluye la reflexión tradicional sobre la participación de los cristia-
nos en el ser y la misión sacerdotales de Cristo, llegándose a conver-
tir en la categoría teológica central tanto para hablar de la participa-
ción bautismal de los fieles como de la participación ministerial de
los sacerdotes. Este nuevo acento teológico irá también, a mi enten-
der, más allá de sí mismo: en realidad se constituye en un nuevo ca-
nal, distinto del anterior, por el que comienzan a discurrir las aguas
procedentes del gran caudal bíblico de la configuración con Cristo,
encauzadas a través de nociones y de esquemas metodológicos
nuevos.
De la teología de la unción se pasa, si expresamos las cosas sin-
téticamente, a la teología del carácter. Es decir, la reflexión teológica
acerca de las relaciones Cristo-cristiano abandona el esquema del
christós, y toma como inspiración de fondo el esquema del charákter,
en el que se mantiene la temática sacerdotal básica pero, evidente-
mente, con una contextura intelectual distinta. Esto influirá también
accidentalmente en el modo de denominar a los cristianos como
«cristos», infrecuente a partir de este momento. Entramos en un pe-
riodo de alejamiento, no teológico sino lingüístico, de fórmulas aná-
logas o cercanas a la futura denominación alter Christus.
No quiere esto decir que desaparezca en este periodo, por
ejemplo en Santo Tomás, la tradicional teología de la unción, sino
más bien que el esquema metodológico básico para desarrollar la
doctrina del sacerdocio de ministros y fieles va a sostenerse en las

529
ANTONIO ARANDA

nociones de gracia y carácter, con preferencia a las de unción y tri-


ple munus, aunque éstas no se abandonen. Algunos pasajes de T 0-
más de Aquino son como el paradigma del nuevo aire teológico, co-
mo por ejemplo los de la cuestión 63 de la tertia pars. Allí, la
capacidad cultual del fiel, la deputatio ad cultum Dei -entendida co-
mo manifestación de su participación en el sacerdocio de cristo- se-
rá expresada en función del carácter inscrito sacramentalmente en él:
«manifestum est quod character sacramenta lis specialiter est character
Christi, cuius sacerdotio configurantur fideles secundum sacramentales
characteres, qui nihil aliud sunt quam quaedam participatione sacer·
dotii Christi, ab ipso Christo derivatae» 31. «Character sacramentalis
est quaedam participatio sacerdotii Christi in fi4elibus» 32.
Nada que objetar, antes al contrario, a la riqueza intelectual de
este nuevo encauzamiento teológico. Sólo se debe aludir a cómo su
inmensa influencia en el pensamiento posterior y, secundariamente,
en los modos de decir, va a resultar determinante en nuestro tema.
Se pasa de una concepción más trinitaria y pneumatológica del ser
del cristiano -ungido en el U ngido- a una reflexión más propia de
la teología sacramentaria, de esquemas racionales distintos e intelec-
tualmente más precisos, que acabarán imponiéndose 33.

Por lo que se refiere a nuestra cuestión, es lógico pensar que


en la nueva concepción teológica y doctrinal será más improba-
ble la denominación literal del cristiano como otro Cristo, aunque
no será extraño que se desarrolle la de sacerdos alter Christus, lo
que, en efecto, acabará sucediendo como consecuencia de una pos-
terior evolución del pensamiento que es preciso mencionar con bre-
vedad.

31. STO, TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, III, q. 63, a. 3c.


32. [bid., a. Sc.
33. Un reflejo adecuado lo ofrece, por ejemplo, e! siguiente pasaje de! Catecismo
Romano, en e! que se enseña que e! carácter sacramental es lo que hace participar
a los cristianos de la unción de Cristo: «El segundo efecto de los sacramentos no
es común a todos, sino que pertenece sólo a tres de ellos: el bautismo, la confirma·
ción y e! orden. Ese efecto es el carácter que imprimen en e! alma. Cuando e!
Apóstoi dice: 'Dios nos ha ungido con su unción. Nos ha marcado con su sello'
(... ) esas palabras designan claramente un carácter» (Parte Il, c. 1, & 29).

530
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRN Á DE BALAGUER

3. La controversia antiluterana en torno al sacerdocio

Parece claro que si, dentro del contexto en el que hablamos,


se pasa de la teología de la unción a la teología del carácter, y éste
se expresa en referencia al culto, cabe la posibilidad que la noción
de sacerdocio se ligue excesivamente a ésta última. Si, además, en el
culto cristiano se acentuase más intensamente su expresión litúrgica,
podría tenderse a favorecer -al menos metodológicamente- una su-
pervaloración del sacerdocio ministerial y una paralela infravalora-
ción del sacerdocio bautismal. Ese paso no sería imposible, siempre
que existiese un impulso intelectual adecuado. Pienso que, en efecto,
en el ámbito del pensamiento católico sobre el sacerdocio ha existi-
do dicho estÍmulo, como impulso o reacción frente a la doctrina de
los reformadores sobre los mismos temas. Digamos una palabra.
Hay, en efecto, en torno a la controversia antiluterana una
notable insistencia en la teología católica en remarcar la distinción
entre un «sacerdocio interior» de todos los bautizados y un «sacer-
docio exterior» de los ordenados 34. Sin que sea necesario detener-
nos en consideraciones más detalladas, baste señalar que esas for-
mulaciones se hallan no sólo en grandes teólogos como Soto o
Cayetano 35, sino también en textos de condición magisterial como
el Catecismo Romano 36. Tal distinción -en sí misma válida y legí-
tima- si se establece en un clima teológico en el que el sacerdocio
cristiano tiende a contemplarse más bien desde la función litúrgica
desempeñada que desde la consagración-misión recibida, podría con-
ducir a una visión empobrecida del sacerdocio bautismal y a un cier-
to divorcio entre ser y función. Y desde ahí, viniendo a nuestro te-

34. Se hablará también con un lenguaje menos acertado de un sacerdocio (el de


los bautizados) «impropio» o «metafórico», y de un sacerdocio (el de los ministros)
«verdadero» y «propio». Este lenguaje, que desborda el tradicional equilibrio de los
enunciados católicos, sólo puede entenderse en el marco del polémico debate con
las tesis luteranas
35. Cfr. D. SOTO, In IV Sent., d. 1, q. 4, a. 3, donde se habla, por ejemplo,
de un sacerdocio en sentido general y un sacerdocio por antonomasia; cfr CA YE·
TANO, Tertium jentaculum de sacerdotio, ed de Coquelle y Menasce, en «Nova et
Yetera» 14 (1939) 274·283.
36. Cfr Parte 11, c. VII, && 44-48.

531
ANTONIO ARANDA

ma, sería más lógico hablar, como decíamos, de un sacerdos alter


Christus que de un christianus alter Christus.
Pienso que esa tendencia ha estado presente de hecho en la
teología católica desde el siglo XVII. Autores de gran valía e influen-
cia, como por ejemplo Suárez o Belarmino, tienden a hablar en oca-
siones del sacerdocio bautismal como un sacerdocio sólo espiritual
o metafórico, mientras que el de los ordenados sería el verdadero y
propio sacerdocio. Como ha escrito Dabin en referencia a Belarmi-
no: «en el terreno de la controversia antiprotestante es natural que
haya reducido el sacerdocio real a su concepción exclusivamente es-
piritual: no lo pone en relación ni con la unción de Cristo (... ), ni
siquiera con la participación de los fieles en el sacrificio de la Misa,
aunque la tradición anterior e incluso otros autores de la contrarre-
forma hayan usado y subrayado a menudo tales relaciones» 37.
Así, pues, sintetizando lo que venimos diciendo, si de la refle-
xión tradicional sobre la configuración con Cristo en base a la teolo-
gía de la unción, se pasa a una reflexión realizada sobre el funda-
mento de la teología del carácter, la denominación del cristiano
como un nuevo Cristo, en cuanto ungido, pasaría más bien a la de
participante por el carácter en la función sacerdotal de Cristo. Pero
si, en un segundo momento, se diese un nuevo paso, justificado por
razones históricas y doctrinales, hacia una concepción del sacerdocio
bautismal como sólo espiritual o metafórico, se estarían poniendo
las bases para un ocultamiento del christianus alter Christus y la apa-
rición del sacerdos alter Christus, que es lo que de hecho ha estado
más vigente en el pensamiento católico, dentro siempre de la escasa
incidencia de esta nomenclatura.
Para que sea comprensible y sostenible la denominación del
cristiano como otro Cristo, es antes necesario hacer una seria refle-
xión sobre el sacerdocio común como verdadero y propio sacer-
docio, y una revalorización o recuperación, en consecuencia, de la
teología de la unción bautismal como verdadera unción sacerdotal,

37. P. DABIN, o. C., p . 389. Se pueden ver algunos textos en las pp. 384-385,
388-389.

532
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARIA ESCRIVÁ DE BALAGUER

en nada opuesta aunque distinta (en cuanto a la consagración y a la


función participadas) de la unción del Orden. Este paso, que comen-
zó a entreverse con la teología de M6hler, solo se desarrollaría a lo
largo de la primera mitad del siglo XX hasta desembocar en la gran
eclosión doctrinal del Concilio Vaticano II 38. Dejemos aquÍ sólo se-
ñalado el interés de encontrar esa teología del sacerdocio bautismal
en la enseñanza del Beato JosemarÍa Escrivá, expresada en parte, pre-
cisamente, a través de las fórmulas alter Christus, ipse Christus aplica-
das al fiel cristiano 39.

4. «5acerdos alter Christus» en el magisterio del siglo XX40

La expresión sacerdos alter Christus ha sido utilizada por el ma-


gisterio contemporáneo con cierta frecuencia, y ese uso, en su litera-
lidad y en su sentido, debe ser tenido en cuenta como una fuente
próxima del uso que hace de ella en algunas ocasiones el Beato Jose-
maría. No hay, sin embargo, trazas en el magisterio de este siglo de
la expresión christianus alter Christus.
En realidad, la denominación literal del cristiano como «otro
Cristo» no la hemos encontrado en toda la tradición católica, sea pa-
trística, dogmática, espiritual o pastoral 41 , aunque haya expresiones
análogas en cuanto al sentido. En la literatura contemporánea se en-
cuentra a veces citada como expresión de una doctrina tradicional,
pero la frase en sí no parece serlo 42. De dónde proceda literalmen-

38. Cfr A. ELBERTI, Il sacerdozio regale dei jedeli nei prodromi del Concilio Ecu·
menico Vaticano l/ (1903·1962), P. U. G, Roma 1989.
39. Cfr J. L. ILLANES, El cristiano «alter Christus-ipse Christus»; Sacerdocio co·
mún y sacerdocio ministerial en la ensenaza del Beato JosemaTÍa Escrivá de Balaguer,
en el «Libro-Homenaje al Prof. José María Casciaro», Pamplona 1993 ( en prensa).
40. Cfr R, GERARDI, «Alter Christus»: la Chiesa, il cristiano, il sacerdote, en "La-
teranum» 47 (1981) 111-123; G . RAMBALDI, «Alter Christus», «in persona Christi»,
«persona m Christi gerere». Note sull'uso di tali e simili espressioni nel magistero da Pio
XI al Vaticano l/, e il loro riferimento al carattere, en «Teología del sacerdocio», V,
Burgos 1973, 211-264.
41. U na sola excepción conocemos: la expresión aparece como rúbrica en la Li-
turgia de las Horas: sem. XII, fer. 11, ad off. lect.
42. En los trabajos citados en la nota anterior no hay tampoco datos al respec-
to . Como dice Gerardi (n. 29) los pasajes señalados por E. MERSCH, Le Corps

533
ANTONIO ARANDA

te quizá sea imposible saberlo. Tampoco estamos en condiciones de


señalar exactamente de dónde la toma el Beato ]osemaría, y no es
ésta tampoco la materia directa de nuestro actual trabajo. Como hi-
pótesis se puede sostener que en él procede principalmente de una
traslación de la fórmula sacerdos alter Christus al cristiano, fundada
en su honda visión sacerdotal de la persona y de la existencia del
bautizado. En todo caso, volveremos a la cuestión.
De la expresión recién citada, sacerdos alter Christus, tampoco
se conoce su origen inmediato. Cuando la utiliza el magisterio con-
temporáneo parece tener un sabor tradicional. A decir verdad, en la
tradición tampoco está literalmente presente, aunque sí lo esté, co-
mo venimos viendo, en cuanto al sentido. Hay que concluir con
Gerardi que, no obstante las pistas que algunos señalan, la investiga-
ción no ha alcanzado resultados ciertos y seguros 43. En 1934 el
Cardenal Mercier la calificaba de «una especie de adagio teológico»,
con el que la tradición cristiana expresa su sentimiento sobre el
sacerdocio 44. Lo cierto es que, en esa fecha, quienes la habían utili-
zado en su literalidad eran principalmente los Papas Pio X, Benedic-
to XV y Pio XI; antes de ellos no parecen existir referencias ciertas.
Quizá tampoco haya que buscar un origen literal inmediato fuera de
esas fuentes.
En términos generales, los textos magisteriales utilizan a veces
el sacerdos alter Christus en sentido exhortativo, incluyendo una in-
vitación a imitar y asemejarse de modo más profundo a Cristo, a
quien el sacerdote representa. Así, por ejemplo, S. Pio X en sus en-
cíclicas E supremi apostolatus y Haerent animo 45; y del mismo mo-
do, Benedicto XV en los dos textos donde hace uso de la expre-
sión 46. En el mismo sentido, por limitarnos a Pontífices anteriores

mystique du Christ, Paris-Bruxelles 1936, p. 461, bajo el tÍtulo «chrétien, autre


Christ», no contienen esa fórmula literalmente aunque sí, como es lógico, en cuan-
to al sentido.
43. Cfr. R. GERARDI, o. c., p. 116.
44. Cfr. D. J. MERCIER, La vie intmeuT, Louvain 1934, p. 143; cito por Gerar-
di, o. c., p. 115, n. 20.
45. Cfr, respectivamente, ASS 36 (1903-4) 135; ASS 41 (1908) 569.
46. Cfr DiscOTSO ai paToci di Roma, AAS 11 (1919) 113; Ep. ad episcopos Czecoslo·
vachiae, AAS 13 (1921) 555.

534
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

o contemporáneos al Beato Josemaría, aparece citada en algunos do-


cumentos de Pio XI 47, Pio XII 48 Y Pablo VI 49.
El contexto teológico en el que los Papas utilizan esa fórmula
es tradicional, es decir, en el interior de una teología sobre el sacer-
docio ministerial centrada en la noción de carácter y en la doctrina,
con ella conexa, del agere in persona Christi 50. En este mismo senti-
do del actuar en la persona de Cristo, pero aplicada la fórmula a la
Iglesia como tal, puede verse en un texto de Pio XII 51.

C. Raíces en la tradición espiritual

Ultima etapa en nuestro estudio sobre el fundamento teoló-


gico de la fórmula alter Christus es la riquísima tradición espiritual.
También aquí, como en los apartados anteriores, se advierte la
ausencia de testimonios literales aunque haya referencias claras res-
pecto a su sentido. Hablábamos antes de la audaz afirmación cris-
tiana según la cual todo bautizado está llamado a la identificación
escatológica con Cristo, que ya aquí en la tierra es real aunque im-

47. Cfr Carta Con singular complacencia, al episcopado de Filipinas, 18. 1. 1939.
48. Cfr Carta apost. Haud mediocrem, al episc. boliviano: AAS 34 (1942) 234;
Ex. ap. Menti nostrae, AAS 42 (1950) 659; Discurso a nuevos sacerdotes, en «Discorsi
e Radiomessaggi» 18 (1957) 35; Discurso (no pronunciado por su muerte) a semina-
ristas de Puglia, AAS 50 (1958) 966.
49. Cfr Discurso a los párrocos de Roma, 26. III. 1968, en Pablo VI, Siervos del
pueblo. Reflexiones y discursos sobre el sacerdocio ministerial, Salamanca 1975, p. 120;
Discurso a sacerdotes, en «Insegnamenti di Paolo VI» 6 (1969) 83; Homilía pronun-
ciada en Manila, 28. XI. 1970, en «Siervos del pueblo ... », p. 45; Discurso a sacer·
dotes, en «Insegnamenti» IX (1972) 862.
50. Cfr por ejemplo Pio XI, Ene. Ad catholici sacerdoti, AAS 28 (1936) 10, don-
de escribe: «... alter Christus est, cum eius gerat personam ... lO. Pio XI, Ene. Menti
nostrae, 1. c., donde se lee: «... alter Christus est, cum indelebile sit character insigni-
tus, quo viva Salvatoris nostri quasi imago efficitur... ».
51. Cfr Ene. Mystici Corporis, AAS 35 (1943) 231: « .. • (Ecclesia) quae hisce in te-
ms veluti alter Christus eius personam gerit... ». Pio XI la utilizó también en un tex-
to sobre S. Francisco de Asís, del que -hablando en el contexto de su imitación
y profunda unión con ]esucristo- dirá: «recte alter Christus nuncupatus est» (cfr
Ene. Rite expiatus, AAS 18 (1926) 154). En el Concilio Vaticano 11 no se utilizó
la fórmula, aunque hubo alguna petición en ese sentido (cfr Gerardi, o. c., 114, nn.
18-19). Juan Pablo 11 ha hecho uso de ella en su Carta a los sacerdotes con ocasión
del Jueves Santo del año 1991 (cfr. n. 2).

535
ANTONIO ARANDA

perfecta y necesitada de progreso. Pues bien, la vía de dicho progre-


so, fundado en la configuración bautismal y desarrollado en el seno
sacramental, pastoral y profético de la Iglesia, es única para todos
y ha recibido en el lenguaje teológico-espiritual cristiano un nombre
preciso: seguimiento e imitación de Cristo 52.
El origen y el contenido conceptual de esos dos términos se
hallan en el Nuevo Testamento: de seguir a Cristo (akolouthein) se
habla principalmente en los Evangelios, mientras que imitar a Cris-
to (mimeisthai) es una noción eminentemente paulina 53. El primero
de ellos, aunque por el contexto puede indicar también un seguir
puramente externo, un «ir detrás», tiene un sentido principalmente
moral: participar de la suerte de Cristo Un 12, 26), seguir su ejemplo
llevando la cruz (Mt 10, 38; Mc 8, 34-35; Lc 14, 27) 54, Y sobre to-
do ser discípulo suyo, es decir, mantener con El un vínculo particu-
lar que el propio Jesús expresa con la palabra: «sÍgueme» (Mt 9, 9;
Mc 2, 14; 10, 21; Lc 9, 59; 18, 22; Jn 1, 43) 55. La noción ha expe-
rimentado un desarrollo a lo largo del NT, unido al progreso en la
compresión del significado de «discípulo», que va a llegar a ser sinó-
nimo de cristiano. Podría decirse que se trata de un desarrollo de
los elementos religiosos implícitos en los sinópticos. Ya en S. Juan,
seguir a Jesús incluye muchos aspectos: es creer en El, salir del pro-
pio mundo para participar en su destino de muerte y resurrección,

52. Se pueden ver amplios desarrollos de esta importante materia en: E.


COTHENET-E LEDEUR-P. ADNES-A. SOLIGNAC, Imitation du Christ, en «Diction-
naire de Spiritualité», t. VII, Paris 1971, col. 1536-1601; G. TURBESSI, Imitación y
seguimiento de Cristo, en E. ANCILLI (dir.), «Diccionario de Espiritualidad», t. II,
Barcelona 1983, pp. 295-298; D. MONGILLO, Seguimiento, en S. DE FlORES-T.
GOFFI (dir.), «Nuevo Diccionario de Espiritualidad», Madrid 1983, pp. 1254-1263;
B. PROIETTI-L. PERRONE-G. COUILLEAU-J. LECLERCQ-T. MATURA, Sequela Christi
e imitazione, en «Dizionario degli Istituti di Perfezione», t. VIII, Roma 1988, col.
1287-1314.
53. Un estudio reciente interesante en F. MARTIN, Critique historique et enseig.
nement du Nouveau Testament sur l'imitation du Christ, en "Revue Thomiste» 93
(1993) 234-262.
54. La expresión «llevar la Cruz» pertenece a los logia auténticos de Jesús (cfr
F. Martin, o. c., 255; J. G. GRIFFITHS, The Disciple's Cross, en «New Test. Stud.»
16 (1970) 358-364; R. PESCH, Das Markusevangelium, en «Herder's theologischer
Kommentar zum Neuen Testament» II/2, Freiburg 1984, 60).
55. Cfr A. SCHULZ, Nachfolgen und Nachahmen. Studien über das Verh¡¡ltnis der
neutestamentlichen Jüngerschaft zur christlichen Vorbildethik, München 1962,
195-197.

536
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO ]OSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

vivir por la gracia en comunión con El. En realidad, el desarrollo


de la noción consiste principalmente en el paso de un sentido pre-
pascual a un sentido pascual del seguimiento, con la consecuencia de
que la vinculación a la persona de Jesús irá siendo también vincula-
ción a su mensaje y puesta en práctica de actitudes morales precisas.
La propia evolución de la noción en los textos evangélicos
permite comprender la cercanía de significado, y la mutua implica-
ción, entre seguimiento e imitación 56. «Imitar» es un término fre-
cuente en el corpus paulina como exhortación del Apóstol a los fie-
les para que adecúen su conducta al modelo de Dios (Ef 5, 1), de
Cristo (1 Tes 1, 6; 1 Cor 11, 1), del propio Pablo (1 Cor 4, 16; Fil
3, 17; 2 Tes 3, 7), Y de otros. Pero el sentido determinante, aunque
sea a veces a través de modelos interpuestos, es el de la imitación
del ejemplo de Cristo: su amor manifestado en la encarnación y en
la cruz (Fil 2, 5ss), su generosidad (2 Cor 8, 9), su capacidad de per-
donar (Fil 4, 32; Col 3, 13), su entrega por amor a los demás (Ef
5, 2) ...
Esa imitación de contenido ético tiene en San Pablo un funda-
mento ontológico: la conformación del bautizado con Cristo en su
muerte y resurrección. No es una simple mímesis externa, ni pura
posesión pasiva de la configuración bautismal, sino la adecuación
existencial activa con el modelo del Hijo encarnado, impreso por el
Espíritu Santo en los fieles: el cristiano debe esforzarse en «morir
con Cristo» voluntariamente, con sus propios actos cotidianos, hasta
llegar a tener los mismos sentimientos que tenía Cristo en su cora-
zón (Fil 2, 5). En la doctrina de San Pablo, «la conformidad con la
imagen del Hijo de Dios (... ) es el verdadero significado de la imita-
ción de Cristo. Es un proceso de transformación obrado por el Es-
píritu Santo (2 Cor 3, 18), por el cual el Misterio, la revelación del
plan divino en la muerte y resurrección de Cristo, se hace presente
en la historia, generación tras generación, en el interior de la Iglesia
y a través de ella, que es el CJ.lerpo de Cristo» 57. Esta vía neotesta-
mentaria del seguimiento del único Maestro y de la imitación del

56. «Quid est enim sequi, nisi imitari?», escribe San Agustín: De sancta virginita-
te, 17: PL 40, 411.
57. F. MARTIN, o. c., 258.

537
ANTONIO ARANDA

único Modelo es el camino real de la santidad cnstIana, repetida-


mente recordado y animado a seguir por la Iglesia desde los orígenes
hasta el día de hoy 58.
En la historia de la espiritualidad cristiana, caracterizada esen-
cialmente por su cristocentrismo, existen importantes testimonios de
la devoción e imitación de la Humanidad de Cristo. En todos ellos,
como reflejo de la doctrina neotestamentaria, hay una consonancia
natural con el contenido del christianus alter Christus aunque la de-
nominación no se encuentre literalmente. En todos los grandes
maestros espirituales, cuya existencia personal es también un admira-
ble ejemplo de identificación con Cristo, son abundantes algunas ex-
presiones análogas. No cabe duda de que, aun implícitamente, la no-
ción del cristiano como otro Cristo pertenece al patrimonio común
de la espiritualidad cristiana.
Entre los numerosos ejemplos se puede citar el de S. Francisco
de Asís. La imitación de Cristo como «siguiendo sus huellas» (cfr 1
Pet 2, 21), sumergirse en su conocimiento y su amor, transformarse
en El hasta llegar a ser alter Christus es, por llamarlo así, su progra-
ma espiritual. Su gran devoción a la humanidad de Cristo, y a través
de ella a su divinidad, se expresa de diversas maneras, particularmen-
te en el amor a la pobreza y a la humildad, y en el deseo de entrar

58. En los textos del Conc. Vaticano II, por ejemplo -por hacer una referencia
a textos recientes-, son habituales las alusiones al seguimiento e imitación de Cris-
to como expresión de la naturaleza y las obligaciones de la vocación bautismal co-
mún. Todos los fieles son exhortados a: seguir el ejemplo de Cristo (LG, 37b), se-
guir sus huellas y conformarse a su imagen (LG 40b), imitar su caridad y humildad
y seguir de cerca el anonadamiento del Salvador (LG 42e), ir por el camino abierto
por Cristo en cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo
sentido (GS 22c), imitar el ejemplo del trabajo y de la vida santa de Cristo (GS
43a), seguirle en el espíritu de las bienaventuranzas (AA 4f), ... Junto a esos pasajes
dirigidos a todos los fieles, los hay también dedicados a unos u otros según la fun-
ción u obligaciones del propio estado. Así, por ejemplo, se anima a los presbíteros
a imitar en el cumplimiento de su ministerio el ejemplo del Señor (PO 14a); o se
recuerda a los religiosos que seguir a Cristo ~gún el Evangelio es la norma de la
vida religiosa (PC 2a), y se enseña que en su caso seguimiento e imitación se reali-
zan en la práctica de los consejos evangélicos (PC 1). Para unos u otros, para todos
por tanto, la vía del seguimiento-imitación es la única vía cristiana hacia la santi-
dad. «Una misma es la santidad que cultivan en cualquier condición de vida y tra-
bajos los que guiados por el Espíritu de Dios y obedeciendo la voz del Padre, ado-
rando a Dios Padre en espíritu y en verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y
"cargado con la Cruz, para merecer la participación en su gloria» (LG 41a).

538
EL CRISTIANO • • AL TER CHRISTUS. IPSE CHRISTUS.
~N EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

en el misterio de pasión y del sufrimiento de Jesucristo 59. En la vi-


da de Francisco escrita por Celano se lee: «Christus vivebat in
eo» 60, y también: «videbatur (... ) quod Christi et beati Francisci
una persona foret» 61. En el contexto de esa vida y de la espirituali-
dad nacida a partir de su ejemplo y sus enseñanzas, lo normal es en-
contrar importantes desarrollos sobre la imitación de Cristo y la
identificación espiritual con El 62.
Otro ejemplo eximio de cristocentrismo espiritual, con nota-
ble influencia en autores y corrientes de espiritualidad posteriores,
es el de Santa Teresa de Jesús. En su vida y en sus enseñanzas resue-
na con fuerza la llamada a buscar la intimidad con la sagrada Huma-
nidad de Cristo, contenido implícito del alter Christus que en Tere-
sa, como en todos los grandes autores espirituales, tiene matices
singulares. Se ha escrito que su espiritualidad es «una grandiosa ex-
periencia de Cristo» 63, cuyo núcleo es la Íntima relación con su
humanidad resucitada. El seguimiento del cristiano tiene por objeto
la comunión de sentimientos y de vida con Jesús; un seguimiento
firme y decidido de su persona, «una grande y muy determinada de-
terminación» de unirse a El. La doctrina de la santa fundadora sobre
la vida espiritual se reduce a Cristo y a su seguimiento.
A través de los dones recibidos, aprende Teresa a vivir y ense-
ñar la presencia de Cristo en el alma y su acción transformadora en
el cristiano. El camino espiritual consiste, conforme a la doctrina
paulina (Gal 2, 20) en la configuración con El. Cristo es para la san-
ta el centro más Íntimo del hombre, como grabado y estampado en

59. Cfr N . NGUYEN-VAN-KHANH, Gesú Cristo nel pensiero di S. Francesco se·


condo i suoi scntti, Milano 1984.
60. Cfr 2 Ce!., n. 211; en «Analecta Franciscana», t. X, Quaracchi 1926-41, 252.
61. [bid., n. 219; p. 257.
62. Cfr, por ejemplo, A BLASUCCI, O. F . M., L'anima della spiritualita frances·
cana, en «Miscellanea francescana,. 62 (1962) 3-15; ID., San Francisco de Asís, en E.
ANCILLI, Diccionario de Espiritualidad, t. II, 131-142; A. ROTZETTER-V. VAN DIJK-
T. MATURA, Un camino de evangelio. El espíritu franciscano ayer y hoy, Paulinas,
Madrid 1984.
63 . S. CASTRO, Cristo, vida del hombre. El camino cnstológico de Teresa confron·
tado con el de Juan de la Cruz, EDE, Madrid 1991, 129. Una obra reciente e impor-
tante sobre la antropología de Santa Teresa, con reflexiones de gran valor para la
materia que aquí tratamos, es: Ma ISABEL ALVIRA, Vision de l'homme selon Thérese
d'Avila. Une philosophie de l'heroi'sme, Guibert, Paris 1992, 125-138.

539
ANTONIO ARANDA

él. Por esa razón, el proceso de transformación espiritual descrito a


lo largo de sus obras pasa necesariamente por la experiencia de la
cruz y el sufrimiento. «La vida del Señor se constituye en la meta
de toda referencia: estar, vivir, sufrir con El. Esto se deduce clara-
mente de innumerables pasajes de sus escritos» 64.
Como estos ejemplos podrían ser mencionados tantos otros, en
los que el cristocentrismo espiritual ha alcanzado a describir muy pro-
fundamente determinados aspectos del camino común de identificación
con Jesús. En cada uno de ellos hay elementos propios; sus iniciadores
-ordinariamente grandes santos y, en ocasiones, como en los ejemplos
citados y también en el caso del Beato Josemaría Escrivá, grandes fun-
dadores- han recibido dones y luces específicas, que les permiten con-
templar y anunciar matices nuevos en el misterio de la unión configu-
radora con Cristo. N o existen distancias doctrinales entre los grandes
maestros de la espiritualidad cristiana. Sólo hay entre ellos diferencias
de acentos, variedad de perspectivas en el modo de mirar al único Mo-
delo, modos distintos de orientar conforme a esas perspectivas el segui-
miento. En todos hay una profunda consonancia dentro de una gran
variedad de matices y elementos singulares.

III. «AL TER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS» EN EL PENSAMIENTO DE


JOSEMARIA ESCRIV A

La parte final de nuestro estudio nos introduce de lleno en el


núcleo del cristocentrismo espiritual del Beato Josemaría Escrivá, y
en el importante papel que desempeña en su desarrollo la denomina-
ción alter Christus, ipse Christus. Es como la expresión sintetizada de
su pensamiento espiritual y de su mirada sobre el misterio de Cristo
y el misterio del cristiano, contenido e iluminado plenamente en
aquél. Sirve, por esa razón, de puente entre la contemplación de
uno y otro, contemplación entendida aquí como sinónimo de inte-
lección carismática profunda de sus contenidos revelados. Esa fór-
mula, bien completa, bien incompleta (como alter Christus o ipse
Christus), acompañada de las formas verbales oportunas y en un

64. S. CASTRO, o. c., 105.

540
EL CRISTIANO, . ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

contexto adecuado, del que hablaremos, permite recorrer y conver-


tir en propuesta espiritual y pastoral el espacio teológico que se ex-
tiende entre la Humanidad del Dios encarnado y la existencia terre-
na de los cristianos, llamados a imitarla.
El pensamiento del Beato Josemaría frecuenta habitualmente
dicho espacio teológico, en el que tiende a desarrollar de modo per-
manente una doble actividad: en primer lugar, un análisis pormeno-
rizado, de corte más bien fenomenológico, del misterio del Dios-
Hombre, y, a continuación, una inmediata proyección de sus ele-
mentos esenciales sobre el existir del hombre. Podría describirse co-
mo una intensa e incansable hermenéutica cristológica -fundada en
la tradición católica y en la luz del propio carisma-, transformada
a su vez, a cada paso, en clave hermenéutica antropológica, y conse-
cuentemente en propuesta espiritual y pastoral. Pienso que, en efec-
to, el proceso de su pensamiento es el descrito: la concepción antro-
pológica que se refleja en sus obras es el punto de llegada de su
visión cristológica previa, y no al revés. Yeso, con toda la riqueza
de la experiencia sobrenatural fundante, es lo que proclama de ma-
nera sintética la fórmula alter Christus, ipse Christus.
Llegados a este punto de nuestro estudio, caben dos posibilida-
des metodológicas: a) analizar las fórmulas desde la luz que viene de
la visión cristológica previa, y deducir a partir de ahí los elementos
básicos de la visión antropológica del Beato J ose maría; o bien,
b) partir, por el contrario, de esta última para llegar a fijar primero
el significado de las fórmulas, e inferir después desde ese resultado
la visión cristo lógica subyacente. Nuestro camino va a ser, lógica-
mente, el segundo, pues el punto del que partimos es su doctrina
espiritual, en la que va impresa su concepción de la persona cristiana
y su existir. Hemos de recorrer un camino desde abajo hacia arriba,
que nos lleve desde las claves antropológicas a las cristológicas, pa-
sando por el puente del alter Christus, ipse Christus.
Si conociéramos de entrada las claves de la hermenéutica cris-
tológica del Beato Josemaría, el camino lógico para estudiar el alter
Christus, ipse Christus partiría desde allí. Pero de esas claves sólo co-
nocemos, por así decir, una «parte»: la formada conjuntamente por
la dogmática católica acerca del misterio de Cristo y por la espiritua-
lidad cristocéntrica tradicional, en las que se alimenta el razonamien-

541
ANTONIO ARANDA

to teológico y los hábitos intelectuales del Beato. Nos falta, sin em-
bargo, otra «parte» fundamental: la constituída por la iluminación
carismática que el Espíritu Santo otorga a Josemaría Escrivá, la cual,
proyectada junto con la anterior sobre la existencia de la persona
humana redimida, abrirá vías nuevas en la espiritualidad cristiana.
La específica intelección del misterio del Redentor que acompaña a
esa iluminación carismática no podemos establecerla a priori, pero
quizá podamos acercarnos a ella desde el reflejo que ha dejado en
esta doctrina espiritual.
Así, pues, nuestro punto de partida estará a este lado del puen-
te del alter Christus, ipse Christus, y trataremos de subir por él, atra-
vesándolo y describiéndolo, hacia el otro extremo, para aproximar-
nos a la clave cristológica mencionada y a una valoración teológica.
Usaremos un método sobre todo descriptivo.

A. «AL TER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS»: LOS TEXTOS

En las obras publicadas del Beato Josemaría Escrivá, únicas so-


bre las que trabajamos, las expresiones alter Christus, ipse Christus
son literalmente utilizadas en treinta pasajes. A veces aparece sólo
una de ellas, a veces las dos; originariamente están escritas tanto en
latÍn como en castellano. De los treinta pasajes:
- Diez mencionan sólo alter Christus 65 • En dos ocaSiOnes,
ambas en Camino, se aplica al sacerdote, que es otro Cristo 66. Los
restantes pasajes se refieren a los cristianos en general (luego vere-
mos que el término «cristiano» tiene matices precisos en el pensa-
miento del Beato Josemaría).
- En seis de los pasajes se utiliza sólo ipse Christus 67 , referi-
do en todos ellos al cristiano.

65. Cfr Camino, n. 66; n. 67; n. 687; Forja, n. 25; n. 450; n. 553; Es Cristo que
pasa, n. 21; n. 150; Amigos de Dios, n. 13; n. 128.
66. Cfr Camino, nn . 66-67.
67. Cfr Via Crucis, xa Est., n. S; Forja, n. 74; Es Cristo que pasa, n. 109; n. 115;
n. 120; n. 121.

542
EL CRISTIANO .• ALTER CHRISTUS. IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO ]OSEMARÍA ESCRNÁ DE BALAGUER

Finalmente, los restantes catorce pasajes unen ambas deno-


minaciones, usadas a veces a la vez en latÍn y en castellano 68. En
tres de ellas se aplican al sacerdote 69; en las demás a los cristianos.

1. Formas verbales utilizadas

Con independencia de que se trate de una u otra de las fórmu-


las, el verbo utilizado para denominar con ellas al sujeto es siempre
el verbo «ser» 70. Es usado en distintos modos y tiempos, acompa-
ñado ordinariamente de otras formas verbales que precisan el senti-
do de la frase. He aquí algunos ejemplos:

verbo ser +
sujeto forma verbal acompañante denominación
el sacerdote 7\ es otro Cristo
el sacerdote 71 es alter Christus, ipse
Christus
el cristiano 7l o el ca-
tólico 74 está llamado a ser otro Cristo
cada cristiano 7, ha de ser ipse Christus
cada cristiano 76 ha de ser otro Cristo, el mismo
Cristo
todos los cristianos 77 hemos de ser ipse Christus
todos los cristianos 78 podemos y debemos ser otros Cristos, el mis-
mo Cristo

68. Cfr Sacerdote para la eternidad, en «Amar a la Iglesia», p. 68; Via Crucis,
VI" Est.; Surco, n. 45; n. 166; n. 200; Conversaciones, n. 58; Es Cristo que pasa, n.
11; n. 79; n. 96; n. 104; n. 106; n. 183; n. 185; Amigos de Dios, n. 6.
69. Cfr Sacerdote para la eternidad, 1. c; Surco, n. 45; Es Cristo que pasa, n. 79.
70. Sólo en dos ocasiones se usan otros que forman expresiones análogas: saberte
otros Cristo (cfr Forja, n. 450) y convertirte en otro Cristo (cfr Amigos de Dios, n.
128).
71. Cfr Camino, nn. 66-67.
72 . Cfr Sacerdote para la eternidad, 1. c.; Surco, n. 45; Es Cristo que pasa, n. 79.
73. Cfr Surco, n. 166; Es Cristo que pasa, n. 21.
74. Cfr Amigos de Dios, n. 13.
75. Cfr Es Cristo que pasa, n. 120.
76. Cfr Surco, n. 200.
77. Cfr Forja, n. 74; Es Cristo que pasa, n. 183.
78. Cfr Sacerdote para la eternidad, 1. C.; Conversaciones, n. 58.

543
ANTONIO ARANDA

los cristianos 79 somos otros Cristos, el mis-


mo Cristo
el cristiano so está obligado a ser alter Christus, ipse
Christus
todos los cristianos 8 1 somos, queremos ser ipse Christus

Junto a estos ejemplos hay otros semejantes: «sentirte y saber-


te otro Cristo» 82; «¿estamos decididos a ser otros Cristos?» 83; «sen-
tir la urgencia de ser otro Cristo» 84; «seremos otros Cristos» 85; «que
pueda decirse que es no ya alter Christus, sino ipse Christus» 86; •••
En esta panorámica se hacen notar dos primeros aspectos inte-
resantes, además de! ya mencionado de la diversidad de sujeto:
a) En primer lugar, se advierte que e! verbo «ser» siempre se
usa para indicar una realidad histórico-temporal y no un aconteci-
miento escatológico. Todos los textos hacen referencia al cristiano
(o al sacerdote) en esta vida, en la que ya es o debe ser espiritual-
mente Cristo. Se trata siempre, por consiguiente, de una mirada so-
bre el existir histórico de los cristianos, contemplado desde la reali-
dad divino-humana de Cristo. Por otra parte, la realidad histórica
indicada (ser otro Cristo o e! mismo Cristo) se nombra en ocasiones
con una forma de presente: «es Cristo», «somos Cristo», o bien de
futuro: «debemos ser», «está llamado a sen>, «decidirse a ser Cris-
to» .. . Es decir, se habla en ocasiones de la identificación con Cristo
como realidad ya presente, como don poseído, y en otras ocasiones
(la mayoría) como meta a alcanzar, como algo que está en proceso
de realización.
Es evidente que e! substrato teológico en e! que se apoya el
pensamiento y e! lenguaje de! Beato J ose maría es la doctrina bíblica

79. Cfr Es Cristo que pasa , o. 106.


80. Cfr Es Cristo que pasa, n. 96.
8I. Cfr Es Cristo que pasa, o. 12I.
82. Cfr Forja, n. 450.
83. Cfr Es Cristo que pasa, o. 12I.
84. Cfr Amigos de Dios, o. 6.
85. Cfr Via Crucis, VI" Est.
86. Cfr Es Cristo que pasa, o. 104.

544
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

de la configuración con Cristo, en la que se contempla al mismo tiem-


po el don sacramental conformador y el proceso sobrenatural de pro-
gresiva asimilación con la imagen de Cristo, llamado en ocasiones
proceso de «cristificación». Según ese dinamismo del don, se está siendo
ya lo que aún se ha de alcanzar a ser más perfectamente. Pero siem-
pre mirando a la situación temporal y no a la escatológica, en la que
no cabe proceso.
b) En segundo lugar, se advierte que el Beato Josemaría usa
indistintamente las denominaciones alter Christus e ipse Christus, juntas
o por separado. Tal uso parece indicar un significado idéntico en am-
bas, pues, aunque con un cierto matiz propio en cada una, ambas
tienen y expresan el mismo contenido esencial: ser espiritualmente
Cristo. Más adelante se verá con mayor claridad que las dos fórmu-
las son exacta manifestación de lo que acabamos de señalar: de ese
estar siendo ya lo que se ha de llegar a ser más perfectamente. Am-
bas indican la realidad poseída y el proceso hacia una más perfecta
posesión, pero mientras que en alter Christus se considera más bien
el punto de partida, en ipse Christus la atención se dirige hacia la meta.
En cualquier caso, se trata de un pensamiento que habrá de ser estu-
diado en sucesivas aproximaciones.

2. El sujeto de la denominación

En los textos sobre los que trabajamos se aplican esas denomina-


ciones al sacerdote, a cada persona cristiana o a todos los cristianos.
En una ocasión el sujeto es el católico y en otra el «varón-apóstol».
Si las fórmulas nos proporcionan cierta luz sobre la concepción que
el Beato Josemaría tiene del sujeto al que las aplica, puede decirse
que la recíproca también es cierta. Resulta por eso útil observar más
de cerca a éstos para alcanzar una mejor intelección de aquellas. Es-
tamos, en efecto, ante un caso en el que la frase «A es B» indica una
identidad entre sujeto y predicado que no es absoluta, pues no sólo
A (por ejemplo, el sacerdote) es B (por ejemplo, otro Cristo), sino
que también viene afirmado que C (por ejemplo, el cristiano) es así
mismo B. Luego tanto un sujeto como otro aportan cierta luz sobre
el significado -común a ambos- que haya de darse al predicado.

545
ANTONIO ARAN DA

Del sacerdote como sujeto del alter Christus, ipse Christus exis-
ten cinco pasajes en estos escritos del Beato ]osemaría Escrivá. Tres
de ellos son testimonio vivo de la tradición católica, pues aluden a
la condición de ungido propia del sacerdote, que le convierte en otro
Cristo o bien en el mismo Cristo. La fuente tradicional utilizada, ex-
plícita o implícitamente, en esos pasajes es el Salmo 104 (nolite tan-
gere christos meos) 87. En un caso está leída a través de un texto de
Sta. Catalina de Siena 88. Este último pasaje, en un párrafo que
transcribimos, contiene una afirmación muy interesante para nues-
tro estudio: <<.Algunos se afanan por buscar, como dicen, la identidad
del sacerdote. ¡Qué claras resultan esas palabras de la Santa de Siena!
¿Cuál es la identidad del sacerdote? La de Cristo. Todos los cristianos
podemos y debemos ser no ya alter Christus, sin¿ ipse Christus: otros
Cristos, ¡el mismo Cristo! Pero en el sacerdote esto se da inmediatamen-
te, de forma sacramental».
Estas palabras ofrecen una pista acerca del sentido que el Beato
]osemaría da a las expresiones que en ellas aparecen, es decir: «otros
Cristos», «el mismo Cristo». Si del sacerdote se dice que es otro
Cristo por el sacramento recibido, esto es, «de forma sacramenta}",
¿qué contenido tiene el don sacramental que pueda ser predicado
también de cualquier cristiano? Como es evidente, no se puede pre-
dicar de un simple fiel la especificidad de la consagración-misión mi-
nisterial del sacerdote, es decir la potestad de actuar in persona
Christi Capitis. Excluida, pues, ésta, ¿qué queda? Queda la propia
condición sacerdotal entendida en su sentido más radical, como ca-
pacidad de mediación y de ofrecer un sacrificio agradable a Dios;
queda, pues, la participación bautismal en el misterio de Cristo, en-
tendido como misterio esencialmente sacerdotal ... El sacerdote es ya
de un modo singular y esencialmente distinto, en cuanto ministro,
lo que todo fiel cristiano es y está llamado a ser aún más perfecta-
mente en razón de su bautismo: un mediador, como Cristo, entre
Dios y los hombres. En el texto mencionado el cristiano es contem-

87. Cfr Sacerdote para la eternidad, !. c.; Camino, n. 67; e implícitamente, Cami-
no, n. 66 y Es Cristo que pasa, 69.
HH. STA. CATALINA DE SIENA, El Diálogo, c. 116; cit. en Sacerdote para la eter'
nidad, 1. c.

546
EL CRISTIANO, . AL TER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

pIado en la perspectiva de su sacerdocio bautismal. Esto podría sig-


nificar, y lo dejamos dicho para confirmarlo más adelante con otros
datos, que alter Christus, ipse Christus tienen siempre, sea cual sea su
sujeto, sustancia sacerdotal.
Así, pues, a mi entender, la aplicación al sacerdote de la deno-
minación alter Christus, ipse Christus arroja luz sobre el significado
central de estas fórmulas, e indirectamente ilumina también el signi-
ficado de su aplicación al otro sujeto, que es el cristiano como sim-
ple fiel. ¿Qué dicen los textos que hablan precisamente de esta se-
gunda aplicación?
Este numeroso grupo de textos nos permite avanzar algo más
en la misma dirección, confirmando los resultados hasta aquí alcan-
zados y aportando nueva luz, Para mostrarlo con orden es preciso
analizar, en primer lugar, el sentido en este contexto del término
«cristiano», Leemos que «cada cristiano», «todos los cristianos», «el
cristiano» como tal es o ha de ser otro Cristo ... Pero, ¿qué significa
en esas frases el vocablo «cristiano»?, ¿se refiere al bautizado, sm
más, o contiene algún matiz que deba ser destacado?
Se ha de tener en cuenta que el Beato Josemaría está siempre
teniendo a la vista en los textos que analizamos, como indican las
formas del verbo «ser» que utiliza, tanto el don bautismal -que ha-
ce de la persona un cristo, un ungido- como el dinamismo del don,
que exige la puesta en marcha de un proceso de «cristificación» en
el que es esencial la libre cooperación del sujeto. El cristiano del que
aquí se habla, sujeto de la apelación alter Christus, ipse Christus, es
el que además de bautizado está colaborando en el proceso espiritual
de su conformación sobrenatural con Cristo. Es el cristiano que ha
asumido conscientemente su vocación cristiana, expresión ésta llena
también de acentos propios en el pensamiento del Beato Jose-
maría H~,

Los textos son explícitos, como por ejemplo éste: «Necesitas vi·
da interior y formación doctrinal. ¡Exígete! -Tú -caballero cristiano,

89. Cfr, por ejemplo, Conversaciones, nn. 24. 58. 59; Es Cristo que pasa, nn. 58.
60. 7 1. 120

547
ANTONIO ARANDA

mujer cristiana- has de ser sal de la tierra y luz del mundo, porque
estás obligado a dar ejemplo con una santa desvergüenza.
- Te ha de urgir la caridad de Cristo y, al sentirte y saberte
otro Cristo desde el momento en que le has dicho que le sigues, no
te separarás de tus iguales -tus parientes, tus amigos, tus colegas-,
lo mismo que no se separa la sal del alimento que condimenta.
Tu vida interior y tu formación comprenden la piedad y el
criterio que ha de tener un hijo de Dios, para sazonarlo todo con
su presenCIa activa.
Pide al Señor que siempre seas ese buen condimento en la vida
de los demás» 90.
Se advierte en seguida, al leer esas palabras, que la persona
cristiana (hombre o mujer) denominada «otro Cristo» es la que ha
tomado particular conciencia de ese don (y de su exigencia). «Desde
el momento en que le has dicho que le sigues», es decir, desde que ha
entendido su vocación bautismal como don poseído y. proceso a de-
sarrollar, en el que ha aceptado colaborar libremente. Ser y llegar
a ser alter Christus, ipse Christus significa, por tanto, ser consciente
de la consagración-misión bautismal y de la exigencia de desarrollar-
la. «Abrazar la fe cristiana -escribirá, por ejemplo, el Beato Josema-
ría- es comprometerse a continuar entre las criaturas la misión de Je-
sús. Hemos de ser, cada uno de nosotros, alter Christus, ipse Christus,
otro Cristo, el mismo Cristo. Sólo así podremos emprender esa empresa
grande, inmensa, interminable: santificar desde dentro todas las estruc-
turas temporales, llevando allí el fermento de la Redención» ~1.
Así, pues, el cristiano del alter Christus es el que se esfuerza
en vivir su fe con sentido vocacional. Pero, retomando ahora el te-
ma sacerdotal antes incoado, cabe preguntar: ¿se incluye en ese ser
sujeto del alter Christus, ipse Christus, que también el simple fiel es
contemplado por el Beato Josemaría Escrivá bajo una perspectiva
sacerdotal? Pienso que, en efecto, así es como manifiestan con toda
claridad los textos. Por ejemplo, el siguiente en el que se está ha-
blando de la pasión y muerte de Cristo, ejercicio supremo de su mi

90. Forja, n . 450.


91. Es Cristo que pasa, n. 183

548
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

sión sacerdotal: «En la tragedia de la Pasión se consuma nuestra pro"


pia vida y la entera historia humana. La Semana Santa no puede redu-
cirse a un mero recuerdo, ya que es la consideración del misterio de
Jesucristo, que se prolonga en nuestras almas; el cristiano está obligado
a ser alter Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismo Cristo. To-
dos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra pro-
pia existencia, para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a
Dios por Jesucristo 92, para realizar cada una de nuestras acciones en
espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión
del Dios-Hombre» 93.
Todo está ahí contemplado, como decíamos, bajo la perspecti-
va sacerdotal: la pasión de Cristo, su entera misión, su misterio
«prolongado en el alma del cristiano» (formulación de hondo senti-
do teológico), la consagración bautismal ... Es evidente entonces que
el significado de alter Christus, cuando su sujeto es el fiel corriente,
se ilumina con la misma luz que cuando es el sacerdote. Designa
consagración y misión sacerdotal, de mediación por el sacrificio, de
redención del pecado, de salvación y exaltación del hombre redimi-
do y de la entera creación. «Cada uno de nosotros ha de ser ipse
Christus. El es el único mediador entre Dios y los hombres 94; y noso-
tros nos unimos a El para ofrecer, con El, todas las cosas al Padre.
Nuestra vocación de hijos de Dios, en medio del mundo, nos exige que
no busquemos solamente nuestra santidad personal, sino que vayamos
por los senderos de la tierra, para convertirlos en trochas que, a través
de los obstáculos, lleven las almas al Señor; que tomemos parte como
ciudadanos comentes en todas las actividades temporales, para ser leva-
dura 95 que ha de informar la masa entera 96. (. ..) Mirad: la Reden-
ción, que quedó consumada cuando Jesús murió en la vergüenza y en
la gloria de la Cruz, escándalo para los judíos, necedad para los genti-
les 97, por voluntad de Dios continuará haciéndose hasta que llegue la
hora del Señor. No es compatible vivir según el Corazón de Jesucristo,

92. 1 Pet I1, 5.


93 . Es Cristo que pasa, n. 96.
94. Cfr. 1 Tim I1, 5.
95. Cfr. Mt XIII, 33.
96. Cfr. 1 Cor V, 6.
97. 1 Cor 1, 23.

549
ANTONIO ARANDA

y no sentirse enviado, como El, peccatores salvos facere 98, para salvar
a todos los pecadores, convencidos de que nosotros mismos necesitamos
confiar más cada día en la misericordia de Dios. De ahí el deseo vehe-
mente de consideramos corredentores con Cristo, de salvar con El a to-
das las almas, porque somos, queremos ser ipse Christus, el mismo Je-
sucristo, y El se dio a sí mismo en rescate por todos» 99.
Y así tantos otros pasajes de contenido semejante, que confir-
man lo que señalábamos. No quiero finalizar este apartado sin dejar
constancia de un pasaje análogo, dotado a mi entender de importan-
cia teológica excepcional para nuestro estudio. Dice así: «No es posi-
ble separar en Cristo su ser de Dios-Hombre y su función de Redentor.
El Verbo se hizo carne y vino a la tierra ut omnes homines salvi
fiant 100, para salvar a todos los hombres. Con nuestras miserias y li-
mitaciones personales, somos otros Cristos, el mismo Cristo, llamados
también a servir a todos los hombres» 101.
En esta frase se advierte un presupuesto esencial del pensamiento
cristocéntrico del Beato Josemaría: la absoluta inseparabilidad entre ser
y función de Cristo, principio teológico básico que alimenta constante-
mente su espiritualidad. Explícita o implícitamente, este principio, al
que puede calificarse de estructural dentro del proceso reflexivo del
Beato Josemaría, mantiene una presencia iluminante en todos sus es-
critos. De esa luz se beneficia también por entero la visión que el
Beato tiene de la Iglesia y de la existencia cristiana. Puede afirmarse,
en efecto, que, en su pensamiento, la unidad indestructible entre ser
y función expresa teológicamente la identidad de Cristo, la de su Cuer-
po que es la Iglesia, y la de sus miembros que son los cristianos. La
importancia de este principio nunca podría exagerarse.
De esa luz se alimenta también, en gran medida, nuestra actual
investigación. Ante todo, porque permiten entender que el conteni-
do cristológico de las expresiones alter Christus e ipse Christus es idén-
tico: ambas contemplan al mismo y único Christus, Hijo de Dios en-
carnado y Redentor del hombre en originaria y definitoria unidad.

98. 1 Tim 1, 15.


99. Es Cristo que pasa, nn . 120-121.
100. Cfr. 1 Tim I1, 4.
101. Es Cristo que pasa, n. 106.

550
EL CRISTIANO •• ALTER CHRISTUS. IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

La distinción entre una y otra fórmula, que hablan del cristiano a


la luz de Cristo, no está en que reflejen dos miradas distintas sobre
El, sino más bien en que consideran al cristiano en dos etapas dife-
rentes del proceso espiritual de «cristificación».
El alter Christus es el bautizado, configurado por el Espíritu
Santo con Cristo, el que sigue asumiendo libremente los deberes de
su consagración-misión; es decir, es el cristiano en su estado de creci-
miento en la semejanza con el Hijo Redentor, progresando en su
identificación con El, en la íntima unidad entre su condición perso-
nal y su participación activa en la misión de la Iglesia. El ipse Chris-
tus no es otro cristiano sino ése mismo, como uno y el mismo es
Cristo, pero el Beato Josemaría lo contempla ahora no sólo en cuan-
to sujeto del proceso de identificación con Cristo, sino en cuanto
participante ya de la meta en cada etapa del proceso aunque éste
continúe. Si se es «otro Cristo» en la indestructible unidad de la
consagración-misión participada, se está siendo ya «el mismo Cristo»
en cuanto a la eficacia salvífica también participada. El alter Chris-
tus, capacitado y llamado a una identificación progresiva con el Hijo
Redentor, es ya, mientras aún camina por esa vía, participante de su
eficacia redentora y, por eso, está haciendo ya presente a Cristo en-
tre los hombres 102: está siendo una imagen viva suya; está siendo
«el mismo Cristo» en cada uno de los instantes en que es instrumen-
to eficaz de corredención.

El alter Christus es así, aquí y ahora, ipse Christus: Cristo mis-


mo que sigue estando presente entre los hombres, en cuanto que está
presente la eficacia de su función redentora participada. En el ejerci-
cio por parte del alter Christus de su función apostólica, se actualiza
la eficacia redentora de Cristo: la acción eficaz del Redentor se hace
presente en la del corredentor. Jesús sigue así «pasando» entre los
hombres. Aunque esta doctrina la formula ordinariamente el Beato

102. La frase Cristo presente entre los hombres, u otras análogas, acompaña en
ocasiones a la expresión ipse Christus en los escritos del Beato Escrivá manifestando
precisamente la idea que acabamos de señalar. Véase e! significativo tÍtulo de! libro
Es Cristo que pasa, y dentro de él distintos pasajes, algunos de ellos pertenecientes
a la homilía Cristo, presente en los cristianos, como, por ejemplo, los nn. 112. 115.
Otros textos análogos se encuentran, por ejemplo, en los nn. 138. 150. 183 ...

551
ANTONIO ARANDA

Josemaría hablando del fiel cristiano como persona individual (y, en


pasajes determinados, del sacerdote), pues él es el sujeto habitual en
sus escritos del alter Christus, ipse Christus, se extiende también a to-
dos los cristianos, es decir a su visión de la entera Iglesia. De ella,
que es el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza, se podría decir tam-
bién siguiendo este pensamiento que es ipse Christus en el ejercicio
de su misión entre los hombres. Aunque el Beato Josemaría no acos-
tumbre a denominar a la Iglesia explícitamente con esa fórmula (que
recordaría al «Cristo total» agustiniano), sí predica de ella manifies-
tamente esa doctrina al escribir, por ejemplo: «La Iglesia es Cristo
presente entre nosotros» 103, en la que se advierte la lógica conexión
entre su pensamiento cristológico, eclesiológico y antropológico.

B. «ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS»: EL CONTEXTO

El análisis del contexto de los treinta pasajes sobre los que ve-
nimos trabajando desempeña un importante papel en nuestro estu-
dio, pues permite apreciar con mayor claridad el significado de la
denominación al encuadrarla en una perspectiva más amplia. Nos
vamos a detener, con esa intención, en el análisis de dos elementos
contextuales: uno inmediato, formado por las frases explicativas usa-
das por el Beato Josemaría Escrivá en esos pasajes, y otro más am-
plio, constituido por las nociones de seguimiento, imitaCión e identi-
ficación con Cristo que utiliza. Comenzaremos por estas últimas, en
las que el horizonte al extenderse enriquece la perspectiva, y vendre-
mos después a la cercanía que ofrecen las frases explicativas añadidas
al alter Christus, ipse Christus.

1. Contexto amplio: seguimiento, imitación, identificación con


Cristo

Las nociones que ahora analizamos en los escritos del Beato


Josemaría, expresivas en general -en su caso, pues, como en el de

103. ¡bid., n. 131.

552
El CRISTIANO, .AlTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN El PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRlVÁ DE BAlAGUER

cualquier otro maestro espiritual- del cristocentrismo espiritual del


autor, conforman una materia susceptible de ser abordada por me-
dio de estudios específicos, tarea que no es ahora la nuestra. Aquí
serán consideradas sólo en su condición de forjadoras de un marco
contextual en el que se inscribe el pensamiento de josemaría Escrivá
sobre el alter Christus, así como la antropología sobrenatural que lo
sustenta.
Ambos aspectos (su pensamiento y su visión antropológica) se
insertan, como hemos venido viendo, en la tradición bíblica, dogmá-
tica y espiritual multisecular. La enseñanza del Beato josemaría, al
igual que sucede con los demás trazadores de sendas de santidad en
la Iglesia, bebe siempre de la tradición recibida y, sin dejar de hacer-
lo, la ayuda a seguir progresando al transfundir en ella -por vía pas-
toral primero, espiritual y teológica después- las propias y específi-
cas luces, avaladas por la oportuna aprobación de la Iglesia. En
cuanto se ha visto hasta aquí a partir de los textos, en la enseñanza
del Fundador del Opus Dei es patente esa combinación de tradición
y progreso, pero puede apreciarse aún con mayor claridad si se pres-
ta atención a los matices de las mencionadas nociones cristocéntricas
-seguimiento, imitación, identificación- en sus escritos. Las dos
primeras están muy presentes en toda la literatura espiritual cristia-
na; la tercera, íntimamente unida a ellas en el pensamiento del Beato
JosemarÍa, de las que es una ulterior explicitación, está en dependen-
cia de su doctrina sobre el alter Christus, ipse Christus, y en ese senti-
do contiene acentos más específicamente suyos.

a. Seguimiento de Cristo

En un total de 57 pasajes de sus obras publicadas acude el Bea-


to J osemaría a una noción de «seguimiento de Cristo» llena de sabor
tradicional y de aires propios, en unidad de pensamiento y lenguaje.
El seguimiento mencionado será, sin duda, el mismo que enseña la
entera tradición (como vía cristiana a la santidad); y el Cristo al que
se invita a seguir será así mismo el único Cristo, Modelo de todos
sus discípulos. Pero la acción de seguir de la que habla el Beato

553
ANTONIO ARANDA

Josemaría Escrivá remitirá siempre al gran destinatario de su enseñan-


za: cada cristiano, todos los cristianos: el alter Christus, ipse Christus.
Y, lo que es más interesante para nosotros, ese protagonista del se-
guimiento aportará al desarrollo de la acción su propio estatuto teo-
lógico y existencial, cualificando así con acentos singulares la noción
misma del seguir a Cristo. Se abre paso con Josemaría Escrivá un
modo espiritual y pastoral nuevo de comprenderla y formularla.
¿Qué es lo tradicional y cuáles son los matices propios en la
noción de seguimiento que ofrecen estos 57 pasajes? Insistiendo en
que este punto merece ser analizado detenidamente por sí mismo,
y que aquÍ sólo puede ser descrito como de paso, cabe ilustrar la
cuestión con un sencillo esquema y un breve comentario.

Elementos tradicionales (algunos ejemplos):


seguir las huellas de Cristo 104
seguir sus pasos 105
seguir sus pisadas 106
seguirle de cerca (como la Virgen, los Apóstoles ... ) 107
seguirle para ser pescador de hombres 108
seguirle en su sufrimiento (en su Pasión, llevando la Cruz, etc.) 109
... etc.

Acentos y matices singulares (algunos ejemplos):


seguirle cumpliendo la misión que Dios ha encomendado a cada
uno, en el lugar y en el ambiente queridos por su Providencia 110

104. Cfr El fin sobrenatural de la Iglesia, en «Amar a la Iglesia», p. 53; Surco,


n. 320; Forja, n. 155; Conversaciones, n. 62; Amigos de Dios, nn. 127. 223. 252. Ade-
más de la resonancia neotestamentaria de la expresión «seguir las huellas» de Cristo
(cfr 1 Pet 2, 21), cabe imaginar la resonancia personal que tendría para el Beato
]osemarÍa, cuyo camino vocacional comenzó a delinearse en el famoso episodio
biográfico de las huellas marcadas en la nieve.
105. Cfr Via Crucis, XIV' Est.; Es Cristo que pasa, n. 74; Amigos de Dios, n.
238.
106. Cfr Forja, n. 997; Es Cristo que pasa, n. 9; Amigos de Dios, nn. 111. 198.
107. Cfr Camino, n. 797; Surco, n. 978; Forja, nn. 6. 860; Es Cristo que pasa,
nn. 2. 54. 107; Amigos de Dios, nn. 114. 140. 204. 299.
108. Cfr Es Cristo que pasa, n. 45; Amigos de Dios, n. 259.
109. Cfr Surco, n. 249. 700; Es Cristo que pasa, n. 9; Amigos de Dios, n. 111.
110. Cfr Conversaciones, n. 60.

554
EL CRISTIANO • • ALTER CHRISTUS. IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

seguirle para ser apóstol de apóstoles 111


seguirle sembrando en la tierra, en la vida ordinaria, paz y alegría 112
seguirle siendo almas contemplativas en medio del mundo, del tra-
bajo IIJ
seguirle en el matrimonio como auténtica vocación sobrenatural 1l4
". etc.

La novedad de matices viene, como se ve, de que el Beato Jo-


semarÍa está exhortando y enseñando a seguir a Cristo al hombre y
la mujer cristianos que, conscientes de su vocación a la santidad, han
de esforzarse en alcanzarla allí donde están, manteniendo su lugar en
la sociedad, su propia situación en ella o su estado. Es una noción
de seguimiento de Cristo por parte del cristiano común -o del
sacerdote secular- intensamente matizada, como decíamos, por el
estatuto teológico y existencial del sujeto. La noción mantiene las
características habitualmente señaladas en la tradición católica, pero
adquiere al mismo tiempo una tonalidad singular: una intensa acen-
tuación de la secularidad, de la misión apostólica del laico cristiano
(corredención) y de la acción evangelizadora de los cristianos en la
sociedad desde dentro de ella.
Esos acentos, sin embargo, aunque den un aire de novedad a
la noción de seguimiento y a su desarrollo práctico, no cambian en
nada su esencia teológica, que continúa radicada -en la enseñanza
del Beato Josemaría como en la de toda la tradición- en la doctrina
bíblica acerca de la ejemplaridad de la existencia terrena del Dios-
Hombre, así como de su muerte y resurrección. Los pasajes del NT
citados con mayor frecuencia por el Beato, como, por ejemplo, Fil

111. Cfr Es Cristo que pasa, n. 1. La expresión «ser apóstol de apóstoles» es ca-
racterística del Beato Josemaría.
112. Cfr Amigos de Dios, n. 141. La expresión «sembradores de paz y de alegría»
es característica del Beato Escrivá.
113. Cfr Amigos de Dios, n. 238. También esa expresión: «almas contemplativas
en medio del mundo» es característica del Beato Josemaría, síntesis además profun-
da y densa de sus enseñanzas.
114. Cfr Es Cristo que pasa, n. 23 .

555
ANTONIO ARANDA

2, 5_8 Mt 11, 28-30 116 , O Jn 14, 6 117 , constituyen una prueba


115 ,

elocuente de lo que decimos.


Dentro de este marco, la denominación alter Christus, ipse
Christus manifiesta más ampliamente su significado. La persona cris-
tiana así denominada -así comprendida por el Beato Josemaría- es
la que sigue a Cristo de cerca, entregada como El al cumplimiento
de la voluntad del Padre, que es la misión redentora, sin necesidad
de cambiar de sitio en el mundo para seguir los pasos del Redentor,
con una intimidad que le permite ser contemplativo en medio de la
calle, entregada al ejercicio de sus deberes ordinarios y a su función
en el Cuerpo de Cristo... La figura del alter Christus, ipse Christus
adquiere en este contexto perfiles más nítidos.

b. Imitación de Cristo

En realidad, como ya se ha hecho notar, seguimiento e imita-


ción de Cristo no son contempladas en la tradición espiritual como
dos realidades distintas. Sus contenidos más que distinguirse se com-
plementan, pues a Cristo sólo se le puede imitar siguiéndole y sólo
se le puede seguir imitándole. Es habitual, sin embargo, en continui-
dad con la terminología bíblica 118, hablar de ambas acciones y uti-
lizar ambas expresiones.
La acción de imitar a Cristo es mencionada explícitamente en
19 ocasiones en los textos que estudiamos. Y de modo implícito, co-
mo es lógico, en muchos más. De esos 19 pasajes cabe hacer un sen-
cillo esquema como en el caso anterior, distinguiendo entre elemen-

115. «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo. El cual,
siendo de condición divina (... ), se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte
y muerte de cruz». Este pasaje paulino es el texto del NT citado en más ocasiones
(once) en Es Cristo que pasa y Amigos de Dios.
116. «Venid a mí los que estáis fatigados y agobiados (... ). y aprended de mí
que soy manso y humilde corazón (... )>>. Es el segundo texto neotestamentario más
citado en esos textos del Beato Escrivá: en nueve ocasiones.
117. «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Lo cita en siete ocasiones.
118. Cfr lo que escribíamos más arriba, en el apartado 11. C (<<Raíces en la tradi-
ción espiritual»).

556
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

tos tradicionales y matices singulares de la noción, y una somera


descripción de algunos de éstos.

Elementos tradicionales (algunos ejemplos)


imitar a Cristo como Maestro 119
imitar sus virtudes (su pobreza 120, su humildad 121, su obedien-
cia 122, su caridad con todos 123; ••• )
aprender de su vida 124
aprender de su conducta 125
... ; etc.

Acentos y matices singulares (algunos ejemplos):


imitar especialmente los treinta años de trabajo en Nazaret 12&
imitar a Cristo, perfectus Deus, perfectus homo, siendo muy huma-
nos y muy sobrenaturales, haciendo con perfección los propios
deberes 127
imitarle, para darlo a conocer con la propia conducta en las cir-
cunstancias ordinarias de la vida 128
... ; etc.

La imitación se extiende, pues, en el pensamiento de Josemaría


Escrivá a todos los momentos de la vida de Cristo y a todos los as-
pectos de su sagrada Humanidad. Lo que ofrecen los textos es una
contemplación de los misterios de la vida de Jesús, en la que se acen-
túa con los subrayados oportunos su condición de paradigma de la
existencia de los hijos de Dios, es decir del alter Christus, ipse Chris-
tus. El cristiano es visto en su Modelo, y el Modelo es contemplado
en su misterio filial de donación, bien en la plenitud del aconteci-
miento pascual, bien en su vida pública o en los años de vida ordi-
naria de trabajo y convivencia familiar y social en Nazaret.

119. Cfr Surco, n. 806; Amigos de Dios, n. 252.


120. Cfr Forja, n. 523; Amigos de Dios, n. 114.
121. Cfr Forja, n. 590; Es Cristo que pasa, n. 18.
122. Cfr Es Cristo que pasa, n. 21.
123. Cfr Forja, n. 859; Amigos de Dios, n. 225.
124. Cfr Amigos de Dios, n. 154.
125. Cfr ¡bid., n. 136.
126. Cfr Conversaciones, n. 70; Es Cristo que pasa, n. 20; Amigos de Dios, n. 56.
127. Cfr Amigos de Dios, nn. 50. 74. 75. 104. 121.
128. Cfr Forja, n. 452; Amigos de Dios, n. 299.

557
ANTONIO ARANDA

En este último aspecto, en el que se condensan tantas actitudes


cotidianas asumidas y santificadas por Cristo, la mirada del Beato Jo-
semaría parece hacerse más intensa. Su enseñanza dirigida al fiel cris-
tiano que se esfuerza en imitar al Maestro en su vida diaria va más
allá de las aportaciones de otros grandes autores. Aunque no vaya-
mos a desarrollar ahora este punto, puede dejarse indicada la notable
novedad que palabras como las que vamos a transcribir aportan tan-
to a la noción como al ejercicio práctico de la imitación de Cristo.
«Desde 1928 comprendí con claridad que Dios desea que los cris-
tianos tomen ejemplo de toda la 'Vida del Señor. Entendí especialmente
su vida escondida, su vida de trabajo corriente en medio de los hom·
bres: el Señor quiere que muchas almas encuentren su camino en los
años de vida callada y sin brillo (..). Sueño -y el sueño se ha hecho
realidad- con muchedumbres de hijos de Dios, santificándose en su vi-
da de ciudadanos corrientes, compartiendo afanes, ilusiones y esfuerzos
con las demás criaturas. Necesito gritarles esta verdad divina: si perma·
necéis en medio del mundo, no es porque Dios se haya olvidado de va·
sotros, no es porque el Señor no os haya llamado. Os ha invitado a
que continuéis en las actividades y en las ansiedades de la tierra, por-
que os ha hecho saber que vuestra vocación humana, vuestra profesión,
vuestras cualidades, no sólo no son ajenas a sus designios divinos, sino
que El las ha santificado como ofrenda gratísima al Padre» 129.

Estas palabras hacen patente el pensamiento del Beato Josema-


ría Escrivá acerca de la esencia de la imitación de Cristo por parte
del alter Christus, ipse Christus. Aparecen en ella matices espirituales
y pastorales singulares, surgidos precisamente de la condición de ese
sujeto de la imitación. Nada se pierde de la riqueza de la noción tra-
dicional, sino que, por el contrario, se suman a ella interesantes va-
lores nuevos. Es también esencial a esta visión la fuerte acentuación
de la dimensión apostólica de la imitación:
«Es ese amor de Cristo el que cada uno de nosotros debe esforzar-
se por realizar, en la propia vida. Pero para ser ipse Christus hay que
mirarse en El. No basta con tener una idea general del espíritu de fe-

129. Es Cristo que pasa, n . 20.

558
EL CRISTIANO, . ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIV Á DE BALAGUER

sús, sino que hay que aprender de El detalles y actitudes. y, sobre todo,
hay que contemplar su paso por la tierra, sus huellas, para sacar de ahí
fuerza, luz, serenidad, paz ( ..). Si queremos llevar hasta el Señor a los
demás hombres, es necesario ir al Evangelio y contemplar el amor de
Cristo. Podríamos fijarnos en las escenas cumbres de la Pasión, porque,
como El mismo dijo, nadie tiene amor más grande que el que da su
a
vida por sus amigos n XV, 13). Pero podemos considerar también el
resto de su vida, su trato ordinario con quienes se cruzaron con El.
Cristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, para hacer llegar a los hom·
bres su doctrina de salvación y manifestarles el amor de Dios, procedió
de modo humano y divino. ( ..) Me produce una honda alegría conside-
rar que Cristo ha querido ser plenamente hombre, con carne como la
nuestra. Me emociona contemplar la maravilla de un Dios que ama
con corazón de hombre» 130.
La mirada del Beato J osemaría no se dirige primero a la no-
ción tradicional de imitación y luego al fiel que la debe desarrollar
en su existencia, sino que mira primero a Cristo y luego al alter
Christus, ipse Christus llamado a una vida santa y corredentora en su
lugar en el mundo. Y desde ahí brotan la oportuna acentuación pas-
toral y espiritual de la noción 131.

c. Identificación con Cristo

Los matices y subrayados que el alter Christus, ipse Christus


pone en las nociones de seguimiento e imitación de Cristo al prota-
gonizarlas como sujeto, conducen el pensamiento del Fundador del
Opus Dei hacia otra noción central en sus textos: la de identifica-
ción con Cristo. Su evidente cercanía al ipse Christus sugiere inme-
diatamente que también esta noción debe tener un notable peso es-
pecífico dentro de la conceptualización propia del Beato JosemarÍa.
A mi entender, constituye en compañía de la denominación que es-
tudiamos el rasgo más característico de su cristocentrismo espiritual.
Sería como tal un magnífico tema para un estudio monográfico.

130. ¡bid., n. 107.


131. Se pueden ver también: Conversaciones, n. 70; Es Cristo que pasa, n. 150.

559
ANTONIO ARANDA

Por la luz que arroja sobre nuestra cuestión nos detendremos


a señalar algunos aspectos de su entramado teológico, tal como se
manifiesta en los 32 pasajes en que es mencionada literalmente en
los escritos del Beato 132:
- Identificación con Cristo es, ante todo, la meta en la que
desemboca el seguimiento y la imitación que de El hace el alter
Christus, ipse Christus I3J. Por esa razón, es normal que éstas sean
mencionadas junto a aquella en un mismo pasaje, al tiempo que su
sujeto 134. Dos de los textos aportan una luz interesante sobre el su-
jeto de la identificación al asociar su personalidad con la identifica-
ción espiritual con Cristo, mostrando así la profundidad de la con-
formación con el modelo que caracteriza, según el Beato ]osemarÍa,
al cristiano: «( ... ) debes tener personalidad, pero la tuya ha de procurar
identificarse con Cristo» IJ5. En cuanto meta del seguimiento-
imitación, la identificación con Cristo es así mismo concebida como
meta de la vocación cristiana en cuanto tal (<<La vocación cristiana,
esta llamada personal del Señor, nos lleva a identificarnos con El» 136).
- Identificación con Cristo es sinónimo de la santidad a la
que están llamados todos los cristianos por el Bautismo: «No es posi·
ble quedarse inmóviles. Es necesario ir adelante hacia la meta que San
Pablo señalaba: no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en
mí 137. La ambición es alta y nobilísima: la identificación con Cristo,
la santidad. Pero no hay otro camino, si se desea ser coherente con la
vida divina que, por el Bautismo, Dios ha hecho nacer en nuestras al-
mas. El avance es progreso en santidad; el retroceso es negarse al desa-
rrollo normal de la vida cristiana» 138. También, como es lógico en

132. Cfr Sacerdote para la eternidad, l. C. , p. 79; Camino, n. 947; Surco, nn. 273 .
655. 728 . 889; Forja, nn . 155. 288. 397. 468 . 818. 1022; Conversaciones, nn . 70. 72.
91; Es Cristo que pasa, nn. 19. 31. 32. 56. 58 . 96. 106. 110. 120. 138.; Amigos de
Dios, nn. 111. 128. 212. 236. 256. 28l. 300.
133. Cfr Forja, nn . 155. 468. 1022; Conversaciones, n. ;0; Es Cristo que pasa, nn.
19. 32. 56; Amigos de Dios, nn. 111. 128. 236.
134. Cfr Amigos de Dios, n. 128. 299.
135 . Forja, n. 468; cfr Es Cristo que pasa, n. 31: «(Oo.) que el fundamento de mi
personalidad sea la identificación contigo» .
136. Amigos de Dios, n. 256; cfr Surco, n. 728; Es Cristo que pasa, n. 120.
137. Gal I1, 20.
138. Es Cristo que pasa, n. 58; cfr Camino. n. 947; Surco, n. 655; Forja, n. 397.

560
EL CRISTIANO, . ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

una espiritualidad del fiel corriente como alter Christus, dentro del
matrimonio: «El matrimonio está hecho para que los que lo contraen
se santifiquen en él, y santifiquen a través de él: para eso los cónyuges
tienen una gracia especial, que confiere el sacramento instituido por Je-
sucristo. Quien es llamado al estado matrimonial, encuentra en ese es-
tado -con la gracia de Dios- todo lo necesario para ser santo, para
identificarse cada día más con Jesucristo, y para llevar hacia el Señor
a las personas con las que convive» 139.
- Identificación con Cristo significa siempre participación en
su misión redentora: «Todos los caminos de la tierra pueden ser oca-
sión de un encuentro con Cristo, que nos llama a identificamos con
El, para realizar -en el lugar donde estamos- su misión divina» 140.
Realizar su misión, o ser corredentor con El, significa como antes
decíamos hacer presente a Cristo entre los hombres, «identificarse
con las ansias redentoras de Cristo» 141. El Beato Josemaría contem-
pla esa acción corredentora del cristiano como participación en una
misión sacerdotal, idea que ilumina también grandemente la noción
del alter Christus, ipse Christus. «El cristiano está obligado a se alter
Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismo Cristo. Todos, por el Bau-
tismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia,
para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Je-
sucristo 142, para realizar cada una de nuestras acciones en espíritu de
obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-
Hombre. ( ..). Ahora ( ..) es una buena ocasión para examinar nuestros
deseos de vida cristiana, de santidad ( ..). La experiencia del pecado debe
conducimos al dolor, a una decisión más madura y más honda de ser
fieles, de identificamos de veras con Cristo, de perseverar, cueste lo que
cueste, en esa misión sacerdotal que El ha encomendado a todos sus dis-
cípulos sin excepción» 143. La esencia sacerdotal de la misión partici-
pada, y en consecuencia de la identificación con Cristo, tiene una
confirmación particularmente expresiva en su intrínseca referencia a

139. Conversaciones, n. 91.


140. Es Cristo que pasa, n. 110.
141. [bid. , n. 138 .
142. 1 Pet Il, 5.
143 . Es Cristo que pasa, n. 96 ..

561
ANTONIO ARANDA

la Cruz, como indican, por ejemplo, las palabras del Beato Josema-
ría Escrivá de tono autobiográfico que citábamos al comienzo de es-
tas páginas: «Tú has hecho, Señor, que yo entendiera que tener la Cruz
es encontrar la felicidad, la alegría. Y la razón -lo veo con más clari-
dad que nunca- es ésta: tener la Cruz es identificarse con Cristo, es
ser Cristo, y, por eso, ser hijo de Dios» 144.
- Finalmente, en un pasaje que constituye como una síntesis
de la doctrina ascética del Beato Josemaría, él mismo señala lo que
denomina «escalones» en la identificación con Cristo. En estas pala-
bras se advierte también la esencial dimensión mariana de su noción
de identificación, punto a investigar con mayor detención: «En este
esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones:
buscarle, encontrarle, tratarle, amarle. Quizá comprendéis que estáis como
en la primera etapa. Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mis-
mos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con este empeño, me atrevo
a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a
tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos 145.
»Ruego al Señor que nos decidamos a alimentar en nuestras al-
mas la única ambición noble, la única que merece la pena: ir junto
a Jesucristo, como fueron su Madre Bendita y el Santo Patriarca, con
ansia, con abnegación, sin descuidar nada. Participaremos en la dicha
de la divina amistad -en un recogimiento interior, compatible con
nuestros deberes profesionales y con los de ciudadano-, y le agradecere-
mos la delicadeza y la claridad con que El nos enseña a cumplir la Vo-
luntad del Padre Nuestro que habita en los cielos» 146 .

2. Contexto inmediato: frases que acompañan a la denominación

Visto el horizonte amplio del cristocentrismo espiritual en el


que está inserta la denominación que estudiamos, nos acercamos
ahora a ella a través de las acciones en las que aparece como sujeto,

144. Cfr supra, nota 3.


145. Cfr. Phil III, 20.
146. Amigos de Dios, n. 300.

562
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO ]OSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

en las descripciones ofrecidas por el Beato Josemaría. ¿Cómo ha de


actuar quien ya es por su vocación cristiana otro Cristo, el mismo
Cristo? ¿Cómo ha de progresar en su camino hasta alcanzar la plena
identificación de la santidad? Las respuestas pueden obtenerse anali-
zando las formas verbales o frases explicativas que acompañan al al-
ter Christus, ipse Christus, y con esas respuestas -que vamos a ofre-
cer en un esquema indicativo, no exhaustivo- nos acercaremos
también a la meta de nuestra investigación.

Sujeto denominación frase explicativa


el varón-apóstol 147 es otro Cristo si sigue a Jesús, cumplien-
do su deber
el cristiano 148 llamado a ser otro ha de hacer las cosas co-
Cristo mo un hijo de Dios; y
empujar a las almas a par-
ticipar de la Redención
a cada cristiano 149 Dios le pide que sea santificando el trabajo
otro Cristo profesional y las obliga-
ciones del propio estado
los cristianos 150 hemos de ser ipse revistiéndonos cada uno
Christus de Jesucristo, dialogando
con el Señor
cada cristiano 151 para ser ipse Christus ha de mirarse en El,
aprender de El detalles y
actitudes, contemplar su
paso por la tierra, medi-
tar su vida, meterse en
ella como si fuese un pro-
tagonista, seguirle tan de
cerca como Santa María,
como los Apóstoles ...
el cristiano 152 siendo ipse Christus hace presente a Cristo en-
tre los hombres, da a co-
nocer el Amor de Dios
con su amor humano re-
velador como el de Cristo

147. Cfr Camino, n. 687.


148. Cfr Es Cristo que pasa, n. 21.
149. Cfr ibid., n. 150.
150. Cfr Forja, n. 74.
151. Cfr Es Cristo que pasa, n. 107.
152. Cfr ibid., n. 115.

563
ANTONIO ARANDA

cada cristiano 153 ha de ser ipse Christus uniéndose a El, único


Mediador, para ofrecer
con El todas las cosas al
Padre
los cristianos 154 somos, queremos ser ipse con un deseo vehemente
Christus de considerarnos corre-
dentares con Cristo, de
salvar con El a todas las
almas
todos los cristianos 155 seremos otros Cristos, el copiando en nuestra vida
mismo Cristo fielmente los rasgos de la
suya
cada cristiano 156 debe ser alter Christus, porque la llamada de
ipse Christus Dios, el carácter bautis-
mal y la gracia hacen que
pueda y deba encarnar
plenamente la fe
el cristiano 157 está obligado a ser alter porque ha sido constitui-
Christus, ipse Christus do por el Bautismo sacer-
dote de su propia existen-
cia ( ...), perpetuando así
la misión del Dios-
Hombre
cada cristiano 15R es no ya alter Christus uniéndonos a El por la
sino ipse Christus fe, dejando que su vida se
manifieste en nosotros
los cristianos 159 somos otros Cristos, el llamados a servir a todos
mismo Cristo los hombres, porque el
Verbo se hizo carne para
salvar a todos los hom-
bres, y no es posible sepa-
rar en Cristo su ser de
Dios-Hombre y su fun-
ción de Redentor
cada cristiano Ibe ha de ser alter Christus, comprometiéndose a con-
ipse Christus tinuar entre las criaturas
la misión de Jesús, santifi-

153. Cfr ibid , n. 120.


154. Cfr ibid, n. 121.
155. Cfr Via Crucis, VI' Est.
156. Cfr Conversaciones, n. 58.
157. Cfr Es Cristo que pasa, n. 96.
158. Cfr ibid., n. 104.
159. Cfr ibid, n. 106.
160. Cfr ibid., n. 183.

564
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

cando desde dentro todas


las estructuras tempora-
les, llevando allí el fer-
mento de la Redenci6n
a cada cristiano 161 si se decide a ser alter Dios le dice: tú eres mi
Christus hijo
cada cristiano 162 ha de sentir la urgencia es decir: la urgencia de
de ser otro Cristo, ipse que su conducta diaria
Christus discurra coherente con las
normas de la fe

Si hacemos una lectura seguida de la tercera columna, evitando


repeticiones y condensando las ideas, obtendremos una panorámica
de las características del alter Christus, ipse Christus que hace presen-
te a Cristo entre los hombres. He aquí algunos de sus enunciados:
el alter Christus, ipse Christus:
contempla la vida de Cristo;
imita sus acciones;
hace las cosas como un hijo de Dios;
sigue a Jesús cumpliendo e! propio deber;
unido a Cristo, deja que la vida de! Maestro se manifieste a
través de él;
se siente y se sabe corredentor con Cristo;
impulsa a los hombres a participar de la Redenci6n;
es sacerdote de su propia existencia;
se sabe llamado a servir, como Cristo, a todos los hombres;
ofrece con Cristo, unido a su acci6n mediadora, todas las
cosas al Padre;
su compromiso de continuar la misi6n de Cristo se concreta
en santificar desde dentro las estructuras temporales, llevando
allí consigo e! fermento de la Redenci6n ... ;
santifica e! trabajo profesional y las obligaciones del propio
estado;
perpetúa así la misi6n de Cristo entre los hombres;

Esa es la figura del cristiano tal como lo contempla Josemaría


Escrivá: ahí se aprecian los rasgos de su identidad sobrenatural como
hijo de Dios y corredentor. Ahí se puede advertir también la esencia
sacerdotal de su vocación en Cristo: el contenido de su sacrificio,
siempre unido al del Redentor (la centralidad de la Eucaristía es, en

161. Cfr ibid., n. 185.


162. Cfr Amigos de Dios, n. 6.

565
ANTONIO ARANDA

este sentido, un punto clave del pensamiento espiritual del Beato Jo-
semaría); la eficacia de su acción de mediación, participada de la de
Cristo ...
Si nuestro intento en esta investigación fuese más reflexivo
que descriptivo, tendríamos un magnífico campo de trabajo en estos
aspectos que venimos señalando. Pero no pretendemos ahora más
que dejar el terreno dispuesto: marcarlo, por así decir, para poder
construir más tarde sobre él a partir de sus propios elementos.

IV. CONCLUSION: LA IMAGEN CRISTOLÓGICA FUNDANTE

Desde el pensamiento espiritual del Beato Josemaría, en el que


se despliega su concepción de la existencia cristiana, nos hemos ido
acercando a la antropología subyacente y a presentarla de manera es-
quemática y condensada en la figura del alter Christus, ipse Christus
y en el universo de acciones por él protagonizadas. Hemos subido
hasta ahí poco a poco, buscando en el análisis de esa denominación
la clave hermeneútica de la visión antropológica del Beato Josemaría
Escrivá. Al tiempo de analizarla y describirla, la intención manifes-
tada era la de utilizarla como puente para acceder a través de ella
a un mejor conocimiento de su raíz cristológica.
La figura de este alter Christus, ipse Christus del que habla Jose-
maría Escrivá, dotada de unas características singulares que, como
hemos visto, ponen acentos y matices propios en las grandes nocio-
nes tradicionales del cristocentrismo espiritual, procede sólo en par-
te de la multiforme tradición católica. En realidad, su fuente más es-
pecífica es la experiencia teologal de los misterios de la fe, y en
particular del misterio de Cristo, poseída por el Beato Josemaría, ex-
periencia que ha madurado en esencial dependencia de los dones ca-
rismáticos recibidos por él como hombre llamado a ser Fundador.
No se debe olvidar, en efecto, que estamos analizando el pen-
samiento de un maestro de vida espiritual que además fue un Funda-
dor, lo que es sinónimo de hombre carismático «zarandeado» por el
Espíritu Santo. Todo en su enseñanza, incluso lo que procede de la
tradición anterior, tiene la tonalidad propia de las luces que ha reci-
bido para el desempeño de su misión, y algunos elementos de su

566
El CRISTIANO, .AlTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN El PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIV Á DE BAlAGUER

mensaje están exclusivamente radicados en su carisma fundacional.


Por ejemplo, el sentido de la acción apostólica del alter Christus, ipse
Christus que expresará como un «poner a Cristo en la cumbre de too
das las actividades humanas»: Así, por ejemplo, en el siguiente texto:
«El Señor me ha tratado como a un niño: si, cuando recibí mi
misión, hubiera llegado a darme cuenta de lo que me iba a venir enci-
ma, me hubiera muerto. No me interesaba ser fundador de nada. Por
lo que a mi persona y a mi trabajo se refería, siempre he sido enemigo
de nuevas fundaciones. Porque todas las antiguas fundaciones, lo mis-
mo que las de siglos inmediatos, me parecían actuales. Ciertamente
nuestra Obra -la Obra de Dios- surgía para hacer que renaciera una
nueva y vieja espiritualidad de almas contemplativas, en medio de to-
dos los quehaceres temporales, santificando todas las tareas ordinarias
de esta tierra: poniendo a Jesucristo en la cumbre de todas las realida-
des honestas en las que los hombres están comprometidos, y amando es-
te mundo, que huía del Creador» 163.
Quien ha recibido el don y la misión fundacional de implan-
tar ese camino nuevo de santidad (una espiritualidad de «almas con-
templativas en medio del mundo») para santificarlo desde dentro y es-
tablecer así en él, cooperando en la misión de la Iglesia, el reinado
de Jesucristo, necesariamente ha de vivir y enseñar a vivir una exis-
tencia hondamente cristocéntrica. «Poner a Cristo en la cima del
obrar humano» exige contemplar dicho obrar, y a los hombres que

163. Carta, 4-IX-1951, n. 3. He aquí otros ejemplos: «Los cristianos, trabajando


en medio del mundo, han de reconciliar todas las cosas con Dios, colocando a Cristo
en la cumbre de todas las actividades humanas» (Conversaciones, n. 59); «Trabaja
siempre, y en todo, con sacrificio, para poner a Cristo en la cumbre de todas las activi-
dades de los hombres». (Forja, n. 685); «y facilitaremos a los demás la tarea de recono-
cer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas.
Se cumplirá la promesa de Jesús: Yo, cuando sea exaltado sobre la tierra, todo lo atrae-
ré hacia mí» (Es Cristo que pasa, n. 156); «Jesucristo recuerda a todos: et ego, si exalta-
tus fuero aterra, omnia traham ad meipsum, si vosotros me colocáis en la cumbre
de todas las actividades de la tierra, cumpliendo el deber de cada momento, siendo mi
testimonio en lo que parece grande y en lo que parece pequeño, omnia traham ad
meipsum, todo lo atraeré hacia mí. ¡Mi reino entre vosotros será una realidad!» (Es
Cristo que pasa, n. 183); «y éste es el secreto de la santidad que vengo predicando desde
hace tantos años: Dios nos ha llamado a todos para que le imitemos; y a vosotros y
a mí para que, viviendo en medio del mundo -¡siendo personas de la calle!-, sepamos
colocar a Cristo Señor Nuestro en la cumbre de todas las actividades humanas hones-
tas» (Amigos de Dios, n. 58).

567
ANTONIO ARANDA

lo realizan -el cnstIano que es y está llamado a ser alter Christus,


ipse Christus-, bajo la perspectiva del señorío de Cristo, a través de
la glorificación de su santa Humanidad, es decir con una mirada
cristológicamente llena de sentido.
Hay que dejar también anotado que esa certeza carismática
fundacional llena de sentido cristológico, estaba sostenida también
desde el principio con notables apoyos sobrenaturales. Basta recor-
dar, a modo de ejemplo, el hecho extraordinario del que es protago-
nista el Beato ]osemaría en Madrid, el día 7 de agosto de 1931, du-
rante la celebración de la Misa: «Llegó la hora de la Consagración
-escribe en un relato autobiográfico-: en el momento de alzar la Sa-
grada Hostia, sin perder el debido recogimiento -acababa de hacer in
mente la ofrenda al Amor misericordioso-, vino a mi pensamiento,
con fuerza y claridad extraordinarias, aquello de la Escritura: et si
exaltatus fuero aterra, omnia traham ad meipsum (Ioann. 12, 32).
Ordinariamente, ante lo sobrenatural, tengo miedo. después viene el ne
timeas!, soy Yo. Y comprendí que serán los hombres y mujeres de Dios,
quienes levantarán la Cruz con las doctrinas de Cristo sobre el pinácu-
lo de toda actividad humana. .. y vi triunfar al Señor, atrayendo a Sí
todas las cosas» 164

¿Es posible, nos preguntamos, establecer razonablemente la


imagen cristológica fundante sobre la que se edifica su pensamiento?
¿Podemos pasar desde los enunciados teológico-espirituales y su base
antropológica hasta la base cristológica, más radical, a través del
puente del alter Christus, ipse Christus? La cuestión consiste en des-
plazar el centro de atención desde las fórmulas que hemos estudiado
hacia su núcleo teológico, que es el Christus contenido -y más que
contenido, contemplado- en ellas.
La contemplación que hace el Beato ]osemarÍa del misterio de
Cristo es, por así decir, global: incluye inseparablemente todos los
aspectos de la revelación del Verbo hecho hombre, desde la encarna-
ción hasta la resurrección y ascensión. Aunque en uno u otro pasaje

164. Citado por A. DE PORTILLO, Una vida para Dios, Rialp, Madrid 1992, pp.
163-164.

568
EL CRISTIANO, .ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

de sus obras el argumento inmediato esté referido a un momento con-


creto de la existencia de Cristo, lo cierto es que J osemaría siempre
está contemplándolo en la unidad del misterio y, en ese sentido, des-
de la situación final de su gloriosa Humanidad. Puede apuntarse a
que la clave primaria -no necesariamente la principal- de su her-
meneútica cristológica consiste precisamente en contemplar todo cuan-
to se refiere a Cristo desde su gloria actual ad dexteram Patris. El
significado fontal de los diversos «misterios de la vida de Cristo» viene
dado, en consecuencia, de su condición de ser parte de un todo y
de reflejar en su específica luminosidad la luz final: la exaltación de
la gloriosa Humanidad.
Si el misterio de Cristo es un todo iluminado por la gloria fi-
nal, que da pleno significado a su existencia ordinaria y a su entrega
a la muerte, a su vez esa luz final está formada por la fusión de dos
elementos: la filiación divina de Jesús y el fidelísimo cumplimiento
de su misión redentora. Es patente la fuerza con que estas líneas de
fuerza están grabadas en la figura del alter Christus, ipse Christus deli-
neada por J osemarÍa Escrivá: signo indudable de que por ese camino
corren previamente las líneas de fuerza de su contemplación de Cris-
to. Filiación divina y plena donación a la misión redentora son en
su unidad la traducción práctica de la inseparabilidad entre ser y fun-
ción en Cristo, punto central en la concepción del Beato J ose maría.
Pero esa unidad entre filiación y donación redentora del Dios-
Hombre se manifiesta de hecho, es decir, en la realidad de su exis-
tencia terrena y de su existencia gloriosa, en el misterio sacerdotal
de su santa Humanidad. Si se estudia atentamente el pensamiento del
Beato J osemaría Escrivá, abarcando más aspectos que los aquí trata-
dos, se podrá comprender aún mejor lo que hemos venido advirtien-
do: que su doctrina espiritual y pastoral está concebida y expuesta
en un marco sacerdotal. Su concepción de la vocación bautismal, de
la acción cristiana en el mundo, de la misión del alter Christus, es
marcadamente sacerdotal: gira de modo incesante en torno a las no-
ciones de mediación, sacrificio, salvación, gloria de Dios ... ¿Cómo no
ver ahí la luz que refleja el sacerdocio del Hijo de Dios? ¿Y cómo
no ver, entonces, la profunda comprensión que de ese misterio sacer-
dotal ha alcanzado carismáticamente el Beato J osemarÍa?

569
ANTONIO ARANDA

Pienso, en fin, y dejo abierta la cuestión para seguir estudián-


dola, que aquello por lo que nos preguntábamos más arriba: la ima-
gen cristológica fundante sobre la que se edifica el pensamiento del
Fundador del Opus Dei, es justamente la recién indicada: la condi-
ción sacerdotal de su sagrada Humanidad y de su misión. En ella
le viene dada al Beato Jose maría una profunda visión eclesiológica
apoyada en la unidad, distinción y complementariedad entre el
sacerdocio común y el sacerdocio ministerial, que ha dejado expresa-
da en toda su actividad fundacional y en su ingente obra literaria.

Antonio Aranda
Facultad de Teología
Ateneo Romano de la Santa Cruz
ROMA

SUMMARY

After an introduction on the question to be studied, the artide contains two


main parts. The first part the possible theological antecedents of the doctrine «alter
Christus, ipse Christus». More specifically, it cites the principal New Testament
sources regarding the following, imitation, and configuration with Christ, and
traces the development of the theology of the Christian's anointment as a new
Christ, of the sacramental character, and of priesthood, within whose context the
formula «alter Christus» appears. The second pan analyzes the passages in which
Blessed ]osemaría Escrivá uses the expression «alter Christus, ipse Christus», and
the context in which such passages appear. The condusion resumes the meaning
of this expression for Blessed ]osemaría, and its significance for his teaching.

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