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ST Xxvi-2 09
ST Xxvi-2 09
ANTONIO ARAN DA
1. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTION
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5. C. SPICQ, Teología moral del Nuevo Testamento, II, Pamplona 1973, 771.
6. Cfr R. SCHNACKENBURG, Das Heilsgeschehen bei der Taufo nach dem Apostel
Paulus, München 1950.
7. C. SPICQ, o. C., 771.
8. El Conc. Vaticano II ha formulado dicho proceso, por ejemplo, así: «Es nece-
sario que todos los miembros se asemejen a El hasta que Cristo quede formado en
ellos (cf Gal 4, 19). Por eso somos asumidos en los misterios de su vida, conforma-
dos con El, consepultados y resucitados juntamente con El, hasta que correinemos
con El (cfr Fil 3, 21; 2 Tim 2, 11; Ef 2, 6; Col 2, 12). Peregrinos todavía sobre
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los ungidos del AT: sacerdotes, reyes y profetas. Esto ha dado lugar
a un importante cuerpo doctrinal, dotado de una presencia y un pe-
so casi únicos en la tradición, que ha confluído en la teología de los
tres munera Christi, tan influyente en la eclesiología contemporánea.
No es éste, sin embargo, el tema en el que ahora debemos detener-
nos, sino que hemos de movernos en un canal lateral de esa gran
corriente, que ha recorrido un cierto espacio histórico.
Me refiero a la habitual denominación del cristiano como un
«cristo», un ungido, en virtud de la participación bautismal en la
Unción de Jesús y, por tanto, en el significado de su nombre y
en su condición. El cristiano es imagen de Cristo, y puede ser lla-
mado cristo por haber recibido en el don bautismal del Espíritu San-
to una participación en la Unción de la Humanidad de Jesús. Es-
te punto se ha mantenido como un esquema repetido e inalterable
a lo largo de los siglos. En realidad, en las aguas de este pequeño
canal lateral del nombre de Ungido se encierra todo el saber revela-
do sobre Cristo y el cristiano, que va a desplegarse en la teología
del triple munus. Pienso que en la fórmula del alter Christus, usada
por la Iglesia en ocasiones, y tan característica -con el ipse
Christus- del Beato J osemaría, hay un buen tanto por ciento de la
vía teológica que comentamos, aunque no es su principal compo-
nente ni la única fuente de su significado. Entre el alter Christus con
mayúscula y el cristo con minúscula que tenemos delante hay una
cierta distancia. Pero hay también, y es importante señalarlo, un
tronco bíblico común.
En la literatura cristiana son numerosos los testimonios sobre
la denominación del cristiano como cristo. Recogemos a continua-
ción algunos de ellos, que ni siquiera será preciso comentar pues nos
interesan no tanto por su contenido teológico o espiritual sino co-
mo ejemplo de un lenguaje tradicional; no reflexionaremos ahora,
por tanto, sobre ellos. Generalmente proceden de comentarios al
Símbolo, de catequesis bautismales, de sermones in traditione Symbo-
ti, etc.; también de comentarios a determinados pasajes bíblicos co-
mo, por ejemplo: Ps 104, 15; 1 Pet 2, 9ss.; Rom 8, 29; 13, 14; Gal
3, 27; Ap 5, 9-10; ... Son testimonios de profundo contenido pneu-
matológico y cristo lógico, si bien la forma de expresión y el origen
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que aman ardientemente las cosas de Dios, son cristos de Dios y pueden
ser llamados cristos» 29.
¿Qué se puede concluir de esta serie de textos en relación con
nuestra materia? Son simplemente una comprobación de que la doc-
trina neotestamentaria de la asimilación del cristiano a Cristo por el
Espíritu Santo 30 -raíz principal de la reflexión antropológica cris-
tiana-, ha dado origen a una primera linea de pensamiento teológi-
co de gran interés. El pensamiento en torno al Ungido y los ungi-
dos, Cristo y los que son cristos en El -en su misma unción, que
es la presencia y acción del Espíritu Santo en su Humanidad-, ha
elaborado desde tiempos pretéritos un valioso esquema de profundi-
zación en el ser de los cristianos, cuyo interés va más allá de su con-
tenido material.
Esta multisecular reflexión sobre la íntima unidad entre Cristo
y los cristianos, realizada en base al concepto de unción, permite
dar un desarrollo teológico a la verdad revelada de que el cristiano
está en Cristo y Cristo en el cristiano. Pero lo hace además resaltan-
do no sólo la unidad de consagración -como diríamos hoy- sino
de misión. El cristiano es un nuevo cristo porque participa del don
y la misión del único Cristo. En ese sentido, no hay inconveniente
en decir que el cristiano es participádamente Cristo, lo cual no dista
teológicamente de la fórmula: el cristiano es alter Christus, o incluso
ipse Christus.
Estas denominaciones están implícitamente contenidas en la lí-
nea de pensamiento descrita, a la que calificábamos más arriba como
un canal nacido de una corriente principal más caudalosa. Tiene ese
canal del christós dos notables particularidades. U na de ellas, la de
reflexionar sobre el cristiano a partir de la unción bautismal y ser,
por tanto, válidas sus afirmaciones para cualquier bautizado. Todo
cristiano es, por la unción bautismal, un cristo; todo cristiano es es-
piritualmente como Cristo, participando del ser y la misión de Jesús
en el Espíritu Santo. La segunda particularidad estriba en la honda
acentuación sacerdotal de tal esquema de reflexión. De los pasajes ci-
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37. P. DABIN, o. C., p . 389. Se pueden ver algunos textos en las pp. 384-385,
388-389.
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38. Cfr A. ELBERTI, Il sacerdozio regale dei jedeli nei prodromi del Concilio Ecu·
menico Vaticano l/ (1903·1962), P. U. G, Roma 1989.
39. Cfr J. L. ILLANES, El cristiano «alter Christus-ipse Christus»; Sacerdocio co·
mún y sacerdocio ministerial en la ensenaza del Beato JosemaTÍa Escrivá de Balaguer,
en el «Libro-Homenaje al Prof. José María Casciaro», Pamplona 1993 ( en prensa).
40. Cfr R, GERARDI, «Alter Christus»: la Chiesa, il cristiano, il sacerdote, en "La-
teranum» 47 (1981) 111-123; G . RAMBALDI, «Alter Christus», «in persona Christi»,
«persona m Christi gerere». Note sull'uso di tali e simili espressioni nel magistero da Pio
XI al Vaticano l/, e il loro riferimento al carattere, en «Teología del sacerdocio», V,
Burgos 1973, 211-264.
41. U na sola excepción conocemos: la expresión aparece como rúbrica en la Li-
turgia de las Horas: sem. XII, fer. 11, ad off. lect.
42. En los trabajos citados en la nota anterior no hay tampoco datos al respec-
to . Como dice Gerardi (n. 29) los pasajes señalados por E. MERSCH, Le Corps
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47. Cfr Carta Con singular complacencia, al episcopado de Filipinas, 18. 1. 1939.
48. Cfr Carta apost. Haud mediocrem, al episc. boliviano: AAS 34 (1942) 234;
Ex. ap. Menti nostrae, AAS 42 (1950) 659; Discurso a nuevos sacerdotes, en «Discorsi
e Radiomessaggi» 18 (1957) 35; Discurso (no pronunciado por su muerte) a semina-
ristas de Puglia, AAS 50 (1958) 966.
49. Cfr Discurso a los párrocos de Roma, 26. III. 1968, en Pablo VI, Siervos del
pueblo. Reflexiones y discursos sobre el sacerdocio ministerial, Salamanca 1975, p. 120;
Discurso a sacerdotes, en «Insegnamenti di Paolo VI» 6 (1969) 83; Homilía pronun-
ciada en Manila, 28. XI. 1970, en «Siervos del pueblo ... », p. 45; Discurso a sacer·
dotes, en «Insegnamenti» IX (1972) 862.
50. Cfr por ejemplo Pio XI, Ene. Ad catholici sacerdoti, AAS 28 (1936) 10, don-
de escribe: «... alter Christus est, cum eius gerat personam ... lO. Pio XI, Ene. Menti
nostrae, 1. c., donde se lee: «... alter Christus est, cum indelebile sit character insigni-
tus, quo viva Salvatoris nostri quasi imago efficitur... ».
51. Cfr Ene. Mystici Corporis, AAS 35 (1943) 231: « .. • (Ecclesia) quae hisce in te-
ms veluti alter Christus eius personam gerit... ». Pio XI la utilizó también en un tex-
to sobre S. Francisco de Asís, del que -hablando en el contexto de su imitación
y profunda unión con ]esucristo- dirá: «recte alter Christus nuncupatus est» (cfr
Ene. Rite expiatus, AAS 18 (1926) 154). En el Concilio Vaticano 11 no se utilizó
la fórmula, aunque hubo alguna petición en ese sentido (cfr Gerardi, o. c., 114, nn.
18-19). Juan Pablo 11 ha hecho uso de ella en su Carta a los sacerdotes con ocasión
del Jueves Santo del año 1991 (cfr. n. 2).
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56. «Quid est enim sequi, nisi imitari?», escribe San Agustín: De sancta virginita-
te, 17: PL 40, 411.
57. F. MARTIN, o. c., 258.
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58. En los textos del Conc. Vaticano II, por ejemplo -por hacer una referencia
a textos recientes-, son habituales las alusiones al seguimiento e imitación de Cris-
to como expresión de la naturaleza y las obligaciones de la vocación bautismal co-
mún. Todos los fieles son exhortados a: seguir el ejemplo de Cristo (LG, 37b), se-
guir sus huellas y conformarse a su imagen (LG 40b), imitar su caridad y humildad
y seguir de cerca el anonadamiento del Salvador (LG 42e), ir por el camino abierto
por Cristo en cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo
sentido (GS 22c), imitar el ejemplo del trabajo y de la vida santa de Cristo (GS
43a), seguirle en el espíritu de las bienaventuranzas (AA 4f), ... Junto a esos pasajes
dirigidos a todos los fieles, los hay también dedicados a unos u otros según la fun-
ción u obligaciones del propio estado. Así, por ejemplo, se anima a los presbíteros
a imitar en el cumplimiento de su ministerio el ejemplo del Señor (PO 14a); o se
recuerda a los religiosos que seguir a Cristo ~gún el Evangelio es la norma de la
vida religiosa (PC 2a), y se enseña que en su caso seguimiento e imitación se reali-
zan en la práctica de los consejos evangélicos (PC 1). Para unos u otros, para todos
por tanto, la vía del seguimiento-imitación es la única vía cristiana hacia la santi-
dad. «Una misma es la santidad que cultivan en cualquier condición de vida y tra-
bajos los que guiados por el Espíritu de Dios y obedeciendo la voz del Padre, ado-
rando a Dios Padre en espíritu y en verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y
"cargado con la Cruz, para merecer la participación en su gloria» (LG 41a).
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to teológico y los hábitos intelectuales del Beato. Nos falta, sin em-
bargo, otra «parte» fundamental: la constituída por la iluminación
carismática que el Espíritu Santo otorga a Josemaría Escrivá, la cual,
proyectada junto con la anterior sobre la existencia de la persona
humana redimida, abrirá vías nuevas en la espiritualidad cristiana.
La específica intelección del misterio del Redentor que acompaña a
esa iluminación carismática no podemos establecerla a priori, pero
quizá podamos acercarnos a ella desde el reflejo que ha dejado en
esta doctrina espiritual.
Así, pues, nuestro punto de partida estará a este lado del puen-
te del alter Christus, ipse Christus, y trataremos de subir por él, atra-
vesándolo y describiéndolo, hacia el otro extremo, para aproximar-
nos a la clave cristológica mencionada y a una valoración teológica.
Usaremos un método sobre todo descriptivo.
65. Cfr Camino, n. 66; n. 67; n. 687; Forja, n. 25; n. 450; n. 553; Es Cristo que
pasa, n. 21; n. 150; Amigos de Dios, n. 13; n. 128.
66. Cfr Camino, nn . 66-67.
67. Cfr Via Crucis, xa Est., n. S; Forja, n. 74; Es Cristo que pasa, n. 109; n. 115;
n. 120; n. 121.
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verbo ser +
sujeto forma verbal acompañante denominación
el sacerdote 7\ es otro Cristo
el sacerdote 71 es alter Christus, ipse
Christus
el cristiano 7l o el ca-
tólico 74 está llamado a ser otro Cristo
cada cristiano 7, ha de ser ipse Christus
cada cristiano 76 ha de ser otro Cristo, el mismo
Cristo
todos los cristianos 77 hemos de ser ipse Christus
todos los cristianos 78 podemos y debemos ser otros Cristos, el mis-
mo Cristo
68. Cfr Sacerdote para la eternidad, en «Amar a la Iglesia», p. 68; Via Crucis,
VI" Est.; Surco, n. 45; n. 166; n. 200; Conversaciones, n. 58; Es Cristo que pasa, n.
11; n. 79; n. 96; n. 104; n. 106; n. 183; n. 185; Amigos de Dios, n. 6.
69. Cfr Sacerdote para la eternidad, 1. c; Surco, n. 45; Es Cristo que pasa, n. 79.
70. Sólo en dos ocasiones se usan otros que forman expresiones análogas: saberte
otros Cristo (cfr Forja, n. 450) y convertirte en otro Cristo (cfr Amigos de Dios, n.
128).
71. Cfr Camino, nn. 66-67.
72 . Cfr Sacerdote para la eternidad, 1. c.; Surco, n. 45; Es Cristo que pasa, n. 79.
73. Cfr Surco, n. 166; Es Cristo que pasa, n. 21.
74. Cfr Amigos de Dios, n. 13.
75. Cfr Es Cristo que pasa, n. 120.
76. Cfr Surco, n. 200.
77. Cfr Forja, n. 74; Es Cristo que pasa, n. 183.
78. Cfr Sacerdote para la eternidad, 1. C.; Conversaciones, n. 58.
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2. El sujeto de la denominación
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Del sacerdote como sujeto del alter Christus, ipse Christus exis-
ten cinco pasajes en estos escritos del Beato ]osemaría Escrivá. Tres
de ellos son testimonio vivo de la tradición católica, pues aluden a
la condición de ungido propia del sacerdote, que le convierte en otro
Cristo o bien en el mismo Cristo. La fuente tradicional utilizada, ex-
plícita o implícitamente, en esos pasajes es el Salmo 104 (nolite tan-
gere christos meos) 87. En un caso está leída a través de un texto de
Sta. Catalina de Siena 88. Este último pasaje, en un párrafo que
transcribimos, contiene una afirmación muy interesante para nues-
tro estudio: <<.Algunos se afanan por buscar, como dicen, la identidad
del sacerdote. ¡Qué claras resultan esas palabras de la Santa de Siena!
¿Cuál es la identidad del sacerdote? La de Cristo. Todos los cristianos
podemos y debemos ser no ya alter Christus, sin¿ ipse Christus: otros
Cristos, ¡el mismo Cristo! Pero en el sacerdote esto se da inmediatamen-
te, de forma sacramental».
Estas palabras ofrecen una pista acerca del sentido que el Beato
]osemaría da a las expresiones que en ellas aparecen, es decir: «otros
Cristos», «el mismo Cristo». Si del sacerdote se dice que es otro
Cristo por el sacramento recibido, esto es, «de forma sacramenta}",
¿qué contenido tiene el don sacramental que pueda ser predicado
también de cualquier cristiano? Como es evidente, no se puede pre-
dicar de un simple fiel la especificidad de la consagración-misión mi-
nisterial del sacerdote, es decir la potestad de actuar in persona
Christi Capitis. Excluida, pues, ésta, ¿qué queda? Queda la propia
condición sacerdotal entendida en su sentido más radical, como ca-
pacidad de mediación y de ofrecer un sacrificio agradable a Dios;
queda, pues, la participación bautismal en el misterio de Cristo, en-
tendido como misterio esencialmente sacerdotal ... El sacerdote es ya
de un modo singular y esencialmente distinto, en cuanto ministro,
lo que todo fiel cristiano es y está llamado a ser aún más perfecta-
mente en razón de su bautismo: un mediador, como Cristo, entre
Dios y los hombres. En el texto mencionado el cristiano es contem-
87. Cfr Sacerdote para la eternidad, !. c.; Camino, n. 67; e implícitamente, Cami-
no, n. 66 y Es Cristo que pasa, 69.
HH. STA. CATALINA DE SIENA, El Diálogo, c. 116; cit. en Sacerdote para la eter'
nidad, 1. c.
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Los textos son explícitos, como por ejemplo éste: «Necesitas vi·
da interior y formación doctrinal. ¡Exígete! -Tú -caballero cristiano,
89. Cfr, por ejemplo, Conversaciones, nn. 24. 58. 59; Es Cristo que pasa, nn. 58.
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mujer cristiana- has de ser sal de la tierra y luz del mundo, porque
estás obligado a dar ejemplo con una santa desvergüenza.
- Te ha de urgir la caridad de Cristo y, al sentirte y saberte
otro Cristo desde el momento en que le has dicho que le sigues, no
te separarás de tus iguales -tus parientes, tus amigos, tus colegas-,
lo mismo que no se separa la sal del alimento que condimenta.
Tu vida interior y tu formación comprenden la piedad y el
criterio que ha de tener un hijo de Dios, para sazonarlo todo con
su presenCIa activa.
Pide al Señor que siempre seas ese buen condimento en la vida
de los demás» 90.
Se advierte en seguida, al leer esas palabras, que la persona
cristiana (hombre o mujer) denominada «otro Cristo» es la que ha
tomado particular conciencia de ese don (y de su exigencia). «Desde
el momento en que le has dicho que le sigues», es decir, desde que ha
entendido su vocación bautismal como don poseído y. proceso a de-
sarrollar, en el que ha aceptado colaborar libremente. Ser y llegar
a ser alter Christus, ipse Christus significa, por tanto, ser consciente
de la consagración-misión bautismal y de la exigencia de desarrollar-
la. «Abrazar la fe cristiana -escribirá, por ejemplo, el Beato Josema-
ría- es comprometerse a continuar entre las criaturas la misión de Je-
sús. Hemos de ser, cada uno de nosotros, alter Christus, ipse Christus,
otro Cristo, el mismo Cristo. Sólo así podremos emprender esa empresa
grande, inmensa, interminable: santificar desde dentro todas las estruc-
turas temporales, llevando allí el fermento de la Redención» ~1.
Así, pues, el cristiano del alter Christus es el que se esfuerza
en vivir su fe con sentido vocacional. Pero, retomando ahora el te-
ma sacerdotal antes incoado, cabe preguntar: ¿se incluye en ese ser
sujeto del alter Christus, ipse Christus, que también el simple fiel es
contemplado por el Beato Josemaría Escrivá bajo una perspectiva
sacerdotal? Pienso que, en efecto, así es como manifiestan con toda
claridad los textos. Por ejemplo, el siguiente en el que se está ha-
blando de la pasión y muerte de Cristo, ejercicio supremo de su mi
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y no sentirse enviado, como El, peccatores salvos facere 98, para salvar
a todos los pecadores, convencidos de que nosotros mismos necesitamos
confiar más cada día en la misericordia de Dios. De ahí el deseo vehe-
mente de consideramos corredentores con Cristo, de salvar con El a to-
das las almas, porque somos, queremos ser ipse Christus, el mismo Je-
sucristo, y El se dio a sí mismo en rescate por todos» 99.
Y así tantos otros pasajes de contenido semejante, que confir-
man lo que señalábamos. No quiero finalizar este apartado sin dejar
constancia de un pasaje análogo, dotado a mi entender de importan-
cia teológica excepcional para nuestro estudio. Dice así: «No es posi-
ble separar en Cristo su ser de Dios-Hombre y su función de Redentor.
El Verbo se hizo carne y vino a la tierra ut omnes homines salvi
fiant 100, para salvar a todos los hombres. Con nuestras miserias y li-
mitaciones personales, somos otros Cristos, el mismo Cristo, llamados
también a servir a todos los hombres» 101.
En esta frase se advierte un presupuesto esencial del pensamiento
cristocéntrico del Beato Josemaría: la absoluta inseparabilidad entre ser
y función de Cristo, principio teológico básico que alimenta constante-
mente su espiritualidad. Explícita o implícitamente, este principio, al
que puede calificarse de estructural dentro del proceso reflexivo del
Beato Josemaría, mantiene una presencia iluminante en todos sus es-
critos. De esa luz se beneficia también por entero la visión que el
Beato tiene de la Iglesia y de la existencia cristiana. Puede afirmarse,
en efecto, que, en su pensamiento, la unidad indestructible entre ser
y función expresa teológicamente la identidad de Cristo, la de su Cuer-
po que es la Iglesia, y la de sus miembros que son los cristianos. La
importancia de este principio nunca podría exagerarse.
De esa luz se alimenta también, en gran medida, nuestra actual
investigación. Ante todo, porque permiten entender que el conteni-
do cristológico de las expresiones alter Christus e ipse Christus es idén-
tico: ambas contemplan al mismo y único Christus, Hijo de Dios en-
carnado y Redentor del hombre en originaria y definitoria unidad.
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102. La frase Cristo presente entre los hombres, u otras análogas, acompaña en
ocasiones a la expresión ipse Christus en los escritos del Beato Escrivá manifestando
precisamente la idea que acabamos de señalar. Véase e! significativo tÍtulo de! libro
Es Cristo que pasa, y dentro de él distintos pasajes, algunos de ellos pertenecientes
a la homilía Cristo, presente en los cristianos, como, por ejemplo, los nn. 112. 115.
Otros textos análogos se encuentran, por ejemplo, en los nn. 138. 150. 183 ...
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El análisis del contexto de los treinta pasajes sobre los que ve-
nimos trabajando desempeña un importante papel en nuestro estu-
dio, pues permite apreciar con mayor claridad el significado de la
denominación al encuadrarla en una perspectiva más amplia. Nos
vamos a detener, con esa intención, en el análisis de dos elementos
contextuales: uno inmediato, formado por las frases explicativas usa-
das por el Beato Josemaría Escrivá en esos pasajes, y otro más am-
plio, constituido por las nociones de seguimiento, imitaCión e identi-
ficación con Cristo que utiliza. Comenzaremos por estas últimas, en
las que el horizonte al extenderse enriquece la perspectiva, y vendre-
mos después a la cercanía que ofrecen las frases explicativas añadidas
al alter Christus, ipse Christus.
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a. Seguimiento de Cristo
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111. Cfr Es Cristo que pasa, n. 1. La expresión «ser apóstol de apóstoles» es ca-
racterística del Beato Josemaría.
112. Cfr Amigos de Dios, n. 141. La expresión «sembradores de paz y de alegría»
es característica del Beato Escrivá.
113. Cfr Amigos de Dios, n. 238. También esa expresión: «almas contemplativas
en medio del mundo» es característica del Beato Josemaría, síntesis además profun-
da y densa de sus enseñanzas.
114. Cfr Es Cristo que pasa, n. 23 .
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b. Imitación de Cristo
115. «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo. El cual,
siendo de condición divina (... ), se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte
y muerte de cruz». Este pasaje paulino es el texto del NT citado en más ocasiones
(once) en Es Cristo que pasa y Amigos de Dios.
116. «Venid a mí los que estáis fatigados y agobiados (... ). y aprended de mí
que soy manso y humilde corazón (... )>>. Es el segundo texto neotestamentario más
citado en esos textos del Beato Escrivá: en nueve ocasiones.
117. «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Lo cita en siete ocasiones.
118. Cfr lo que escribíamos más arriba, en el apartado 11. C (<<Raíces en la tradi-
ción espiritual»).
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sús, sino que hay que aprender de El detalles y actitudes. y, sobre todo,
hay que contemplar su paso por la tierra, sus huellas, para sacar de ahí
fuerza, luz, serenidad, paz ( ..). Si queremos llevar hasta el Señor a los
demás hombres, es necesario ir al Evangelio y contemplar el amor de
Cristo. Podríamos fijarnos en las escenas cumbres de la Pasión, porque,
como El mismo dijo, nadie tiene amor más grande que el que da su
a
vida por sus amigos n XV, 13). Pero podemos considerar también el
resto de su vida, su trato ordinario con quienes se cruzaron con El.
Cristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, para hacer llegar a los hom·
bres su doctrina de salvación y manifestarles el amor de Dios, procedió
de modo humano y divino. ( ..) Me produce una honda alegría conside-
rar que Cristo ha querido ser plenamente hombre, con carne como la
nuestra. Me emociona contemplar la maravilla de un Dios que ama
con corazón de hombre» 130.
La mirada del Beato J osemaría no se dirige primero a la no-
ción tradicional de imitación y luego al fiel que la debe desarrollar
en su existencia, sino que mira primero a Cristo y luego al alter
Christus, ipse Christus llamado a una vida santa y corredentora en su
lugar en el mundo. Y desde ahí brotan la oportuna acentuación pas-
toral y espiritual de la noción 131.
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ANTONIO ARANDA
132. Cfr Sacerdote para la eternidad, l. C. , p. 79; Camino, n. 947; Surco, nn. 273 .
655. 728 . 889; Forja, nn . 155. 288. 397. 468 . 818. 1022; Conversaciones, nn . 70. 72.
91; Es Cristo que pasa, nn. 19. 31. 32. 56. 58 . 96. 106. 110. 120. 138.; Amigos de
Dios, nn. 111. 128. 212. 236. 256. 28l. 300.
133. Cfr Forja, nn . 155. 468. 1022; Conversaciones, n. ;0; Es Cristo que pasa, nn.
19. 32. 56; Amigos de Dios, nn. 111. 128. 236.
134. Cfr Amigos de Dios, n. 128. 299.
135 . Forja, n. 468; cfr Es Cristo que pasa, n. 31: «(Oo.) que el fundamento de mi
personalidad sea la identificación contigo» .
136. Amigos de Dios, n. 256; cfr Surco, n. 728; Es Cristo que pasa, n. 120.
137. Gal I1, 20.
138. Es Cristo que pasa, n. 58; cfr Camino. n. 947; Surco, n. 655; Forja, n. 397.
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EL CRISTIANO, . ALTER CHRISTUS, IPSE CHRISTUS.
EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER
una espiritualidad del fiel corriente como alter Christus, dentro del
matrimonio: «El matrimonio está hecho para que los que lo contraen
se santifiquen en él, y santifiquen a través de él: para eso los cónyuges
tienen una gracia especial, que confiere el sacramento instituido por Je-
sucristo. Quien es llamado al estado matrimonial, encuentra en ese es-
tado -con la gracia de Dios- todo lo necesario para ser santo, para
identificarse cada día más con Jesucristo, y para llevar hacia el Señor
a las personas con las que convive» 139.
- Identificación con Cristo significa siempre participación en
su misión redentora: «Todos los caminos de la tierra pueden ser oca-
sión de un encuentro con Cristo, que nos llama a identificamos con
El, para realizar -en el lugar donde estamos- su misión divina» 140.
Realizar su misión, o ser corredentor con El, significa como antes
decíamos hacer presente a Cristo entre los hombres, «identificarse
con las ansias redentoras de Cristo» 141. El Beato Josemaría contem-
pla esa acción corredentora del cristiano como participación en una
misión sacerdotal, idea que ilumina también grandemente la noción
del alter Christus, ipse Christus. «El cristiano está obligado a se alter
Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismo Cristo. Todos, por el Bau-
tismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia,
para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Je-
sucristo 142, para realizar cada una de nuestras acciones en espíritu de
obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-
Hombre. ( ..). Ahora ( ..) es una buena ocasión para examinar nuestros
deseos de vida cristiana, de santidad ( ..). La experiencia del pecado debe
conducimos al dolor, a una decisión más madura y más honda de ser
fieles, de identificamos de veras con Cristo, de perseverar, cueste lo que
cueste, en esa misión sacerdotal que El ha encomendado a todos sus dis-
cípulos sin excepción» 143. La esencia sacerdotal de la misión partici-
pada, y en consecuencia de la identificación con Cristo, tiene una
confirmación particularmente expresiva en su intrínseca referencia a
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ANTONIO ARANDA
la Cruz, como indican, por ejemplo, las palabras del Beato Josema-
ría Escrivá de tono autobiográfico que citábamos al comienzo de es-
tas páginas: «Tú has hecho, Señor, que yo entendiera que tener la Cruz
es encontrar la felicidad, la alegría. Y la razón -lo veo con más clari-
dad que nunca- es ésta: tener la Cruz es identificarse con Cristo, es
ser Cristo, y, por eso, ser hijo de Dios» 144.
- Finalmente, en un pasaje que constituye como una síntesis
de la doctrina ascética del Beato Josemaría, él mismo señala lo que
denomina «escalones» en la identificación con Cristo. En estas pala-
bras se advierte también la esencial dimensión mariana de su noción
de identificación, punto a investigar con mayor detención: «En este
esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones:
buscarle, encontrarle, tratarle, amarle. Quizá comprendéis que estáis como
en la primera etapa. Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mis-
mos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con este empeño, me atrevo
a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a
tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos 145.
»Ruego al Señor que nos decidamos a alimentar en nuestras al-
mas la única ambición noble, la única que merece la pena: ir junto
a Jesucristo, como fueron su Madre Bendita y el Santo Patriarca, con
ansia, con abnegación, sin descuidar nada. Participaremos en la dicha
de la divina amistad -en un recogimiento interior, compatible con
nuestros deberes profesionales y con los de ciudadano-, y le agradecere-
mos la delicadeza y la claridad con que El nos enseña a cumplir la Vo-
luntad del Padre Nuestro que habita en los cielos» 146 .
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este sentido, un punto clave del pensamiento espiritual del Beato Jo-
semaría); la eficacia de su acción de mediación, participada de la de
Cristo ...
Si nuestro intento en esta investigación fuese más reflexivo
que descriptivo, tendríamos un magnífico campo de trabajo en estos
aspectos que venimos señalando. Pero no pretendemos ahora más
que dejar el terreno dispuesto: marcarlo, por así decir, para poder
construir más tarde sobre él a partir de sus propios elementos.
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EN El PENSAMIENTO DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIV Á DE BAlAGUER
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164. Citado por A. DE PORTILLO, Una vida para Dios, Rialp, Madrid 1992, pp.
163-164.
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EN EL PENSAMIENTO DEL BEATO jOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER
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Antonio Aranda
Facultad de Teología
Ateneo Romano de la Santa Cruz
ROMA
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