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DOCTRINA Y VIVENCIA DE SAl'.

JTA TERESA
SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO

El tema.

No es fácil encerrar en el exiguo marco de unas páginas el contenido


del título. Daría base y materia para un largo tratado. No obstante, inten-
tando una síntesis, procuraremos ser concisos, y establecer solamente las
líneas generales.
Misterio de Cristo, lo tomamos aquí en su complejidad de: realidad
histórica, Cristo de la fe y de la vivencia religiosa individual: Cristo mÍs-
tico, objeto de fe, y objeto y motivo de la acción apostólica y de la dimen-
sión ecuménica de la santidad del cristiano ... El misterio de Cristo incluye
tanto los aspectos meramente doctrinales: su divinidad, su realidad huma-
na, sus perfecciones morales y espirituales ... , como sus aspectos vitales.
Además, no tratamos solamente del aspecto doctrinal, ni de recoger
sólo las enseñanzas de Santa Teresa en este terreno sobre la figura de
Jesús. Esto sería ya un gran mérito. Aunque nunca debe perderse de vista
en ,este campo que la Santa no es una doctora, no tuvo una formación
teológica profunda, y que, por lo mismo, sus afirmaciones han de ir miti-
gadas siempre por los límites de su formación.
Tratamos de reflejar también aquÍ la vivencia espiritual de la Santa
sobre el misterio de Cristo: su aproximación y su contacto con su persona
y con su mensaje, en su más amplio sentido: mensaje espiritual pleno,
tanto en orden a la santificación personal de cada uno, como con rela-
ción a la vida social de la Iglesia. Jesucristo debe ser fundamentalmente
vivencia y vida para todo cristiano. El fué predestinado en una conexión
estrechísima con los hombres. Fué dado al mundo, como remedio del
pecado y de todos los defectos y desatinos de la humanidad pecadora.
El decreto de su existencia en el tiempo, estableció la unión, en la mente
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de Dios, y después en la realidad historica, de Cristo con los hombres;


de tal modo que todos, El con nosotros,venimos a formar una misma
familia, un linaje de Hijos de Dios,. un pueblo de elección, una Iglesia
santa.
Esto quiere decir que Cristo no fué predestinado solamente para recreo
de hombres y ángeles: no fué decretada su existencia como mero coro-
namiento armonioso de la creación, en cuya consideración arquitectónica y
grandiosa pudiera recrear el hombre su inteligencia. Esto, aunque mucho,
hubiera sido poco. El amor y la caridad se rigen por razones más pro-
fundas. Y las que Dios nos manifiesta, al decretar la existencia de Jesucris-
to, están regidas por el amor más alto y sublime a los hombres. El amor
pide y exige la intimidad, la proximidad, el contacto profundo con el
objeto amado. Cristo es objeto de nuestro amor, porque fué dado como
nuestro Redentor, que pide nuestra correspondencia. Por eso, debe ser
para el cristiano verdad para la inteligencia, pero, sobre todo, objeto de
amor y vida íntima de su voluntad.
El misterio de Cristo no puede ser comprendido sólo por la vía de
la especulación. Ni puede satisfacerse el hombre con el solo conocimiento
frío de sus dogmas. Es preciso, para abarcarle, que la voluntad viva de
su vida, que le ame, que le aprisione afectiva y amorosamente. Simple-
mente, que esté en Íntimo y continuo contacto con su realidad' ultratem-
poral.
Esto tiene máxima verificación en la vida de los santos. Ellos han .lle-
gado a la: cima, porque han escalonado los caminos rectos de la vida de
Cristo,configl1rando .su vida con la suya. Tal configuración no se ha
hecho de abajo arriba, sino a la inversa, de arriba abajo: Cristo presente,
imprimiendo su impronta en el alma del santo, configurándola con sus
sentimientos. Todo esto es una vivencia Íntima del misterio de Cristo en
el alma dél justo. .

El tema en la bibliografía.

. Este capítulo no ha despertado mucho interés entre los comentaristas


de la doctrina espiritual de Santa Teresa. Estos se han fijado con prefe~
rencia en otros aspectos de sus libros, en los que ella se manifiesta más
original.. Oración mental, sus grados, contemplación, éxtasis, visiones ...
etcétera. Ni siquiera a la hora de enumerar ~os caracteres de su espiri-
tualidad, .se ha dado cabida entre éstos al cristologismo o cristocentris-
mo ... , más que en una forma velada y muy diluída (1).
(1) CRISÓGONO DE JESÚS, OCD,· La Escuela Mistica Carmelitana. Avila, 1930,
p. 24-34; 75-113 ... Citaremos los textos teresianos conforme a las siglas siguientes:
V. = Vida; C. = Camino de Perfección, añadiendo una V. o una E. según se trate
del códice de· Valladolid o de El Escorial; M = Moradas, con su número correSl~
pondiente; E. = Exclamaciones; CC. = Cuencas de Conciencia. Los dos números que
acompañan significan capítulo y parágrafo. Citamos por la edición manual .de
las Obras Completas preparadas por los PP. EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, OCD, y
OTGER STEGGINK, O. Carm. Madrid, BAC, 1962, XXIV + 1135 p.
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En tealidad, no es ésta una característica diferencial y distintiva, pero


síes un aspecto fundamental y principalísimo, que ocupa un lugar muy
destacado en las páginas de sus diversas obras y en los momentos fun-
damentales de su vida.
Entre los problemas del miste,rio cTistológico en la vida y doctrina de
Santa, Teresa ocupa 'el primer puesto el relativo a la Humanidad de Cristo:
no como elemento dogmático, ni como tema de la fe; sino cama elemento
funcional y auxiliar del desarrollo de la vida espiritual: en particular,
como objetO de contemplación y unión con Cristo; en los altos estados
de la vic¡la mística., Por su importaneia, ha despertado mayor interés y ha
suscitado curiosiq'ad entJ;'e los comentaristas e historiadores, que le han
prestado atención repetidas veces. El P. Larrañaga ha estudiado las vicisi-
tudes de este problema, en un marco reducido: como exponente de la
influ,enci~ ignaciana en el espíTitu de Santa Teresa, a través de sus pri-
meros confesores jesuítas. R. Hoornaert, en su libro sobre Santa Teresa
cama esoritora, enumera entre los elementos doctrinales de sus obras lo
referente a Jesucristo, tanto en su aspecto personal, como místico-Iglesia,
y los e)(pone con excesiva brevedad (2).
En las biografías teresianas, suficientemente conocidas, ocupa también
algunas páginas el tema de la Humanidad de Cristo, como elemento histó-
rico, que esclarece e ilumina diversos momentos de su vida.

Nuestra postura .

.Pero. no es éste el prisma bajo el cual nosotros queremos estudiar este


problema. En primer lugar, queremos ampliar su contenido, no. redu-
ciendo el problema cristológico en la vida y doctrina de Santa Teresa ,al
de la Humanidad de Cristo. En segundo lugar, no queremos situarnos
en el campo meramente histórico, sino en el doctrinal e interpretativo.
Ello equivale, en este último aspecto, a analizar sus vivencias y sus reac-
ciones espirituales y psicológicas, a través de su conciencia del contacto
con Cristo.
, Por esta razón hacemos caso omiso de las apariciones de Jesucristo a
Santa Teresa, o de las visiones de su Humanidad sacratísima. Si les pres-
tamos alguna atención, no será bajo su aspecto de sucesos, de hechos
históricos, sino en cuanto pueden contener alguna enseñanza de carácter
doctrinal. Tales visiones tienen un alto valor demostrativo, de la intimidad
y contacto e;;piritual de la Madre Teresa con Cristo. Son como una reafir-
mación de su espiritualidad cristológica y una autenticación.
Aunque hemos disociado los dos elementos: vivencia y doctrina, es
(2) V. LARRAÑAGA, SJ, La espiritualidad de San Ignacio. Estudio comparativo
con Santa Teresa de Jesús. Madrid, 1944, p. 9~18, 56-134.-R. HOORNAERT, Sainte
Thérese écrivain ... , p. 188-194; 295-372.~MARÍA EUGE;NIO DEL NIÑo JESÚS, OeD,
Quiero ver a Dios. Síntesis de la espiritualidad a través de las MoradC1Js de Santa
Teresa. Vitoria, El Carmen, lo" parte, cap. V: Jesucristo en la oración teresiana,
p. 59-70.
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preciso no separarlos demasiado. En el caso de Santa Teresa, su doctrina


es un exponente de sus experiencias, una manifestación de sus vivencias
interiores. Ella habla desde la experiencia y a través de la experiencia la
mayor parte de las veces. Por eso, sus enseñanzas tienen la mayor parte
de las veces un valor psicológico y un aspecto vivencial, más que especu-
lativo, un valor de autorretrato espiritual. La disociación sería aquí un
fallo, lo mismo que el monismo. El criterio objetivo y sano en este caso,
como. , en otros muchos, ha de ir presidido por el sincretismo y la coordi-
naClOn.
Misterio de Cristo no equivale tampoco a cristocentrismo, entendido
escuetamente. Este es un aspecto de aquél. Fundamental, si se quiere,
pero nada más. El misterio es más amplio y más complejo. Es verdad
que Santa Teresa enseña, mantiene y vive un cristo centrismo profundo.
Pero su vivencia cristológica no se identifica con el cristocentrismo, en
el sentido que este término tiene en la teología especulativa. El cristocen-
trismo vivencial es una actitud fundamental de la vida de la Santa.
Pero su actitud frente a Cristo y en El tiene otros matices y encierra otros
tesoros, que no caen dentro del ámbito del cristocentrismo. Este marca
una actitud, unas líneas fundamentales, que vienen a ser coronadas por
otros elementos, que llevan a su culminación el movimiento espiritual
del alma.

Aspectos.

El misterio de Cristo, en la doctrina y en la vivencia espiritual de Santa


Teresa, tiene diversos aspectos, que es preciso considerar y estudiar por
separado. Lo contrario, complicaría el problema.
1. El Cristo personal bíblico.-Santa Teresa se refiere muchas veces
al Cristo histórico, tal como nos lo revelan las Santas Escrituras y como
nos lo propone la Iglesia. Nos habla de Cristo, Hijo de Dios, del Cristo
que sufrió durante su larga pasión, por los hombres. Frente a este Cristo,
mantiene una actitud de amor, de correspondencia de imitación, de inti-
midad y de sacrificio, que llega hasta el heroísmo. Ella descubre en
toda la vida de Jesús una prueba de amor por nosotros. Y quiere corres-
ponderle en la medida en que a ella le es posible.
Aparte de esto, utiliza los elementos de carácter doctrinal, para jus-
tificar su actitud frente a este Cristo, histórico y realísimo. ASÍ, fundada
en el dogma de su divinidad, mantiene firme su tesis de que su Huma-
nidad sacratísima no puede impedir el acercamiento y la unión con Dios,
ya que Cristo, a quien ve el alma en la revelación milagrosa, o con quien
s'e une en la profundidad del afecto, es también Dios. Y Dios no puede
estorbarse a sí mismo, en la obra de la santificación de un alma.
Laten aquí dos verdades fundamentales, que son quicio de toda la
espiritualidad teresiana: el dogma de la divinidad y humanidad real de
Jesucristo. Lo primero garantiza el contacto íntimo con la divinidad. El
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segundo aspecto nos sitúa cerca del Cristo, hermano y amigo nuestro. Nos
le hace accesible a través de su Humanidad, que se hace camino del
alma para llegar a Dios.
Aparte de esto, Santa Teresa considera a Cristo, no sólo como objeto
de la fe, sino como substancia de vida: Cristo es aquí el prototipo dado
por Dios a los hombres,como imagen del mismo Dios, a quien debemos
configurarnos, para lograr el grado sumo de la santidad. Puede definirse
este aspecto como: el Cristo moral-espiritual. El Cristo de la vida y de
la vivencia del espíritu: el Cristo del contacto y del mensaje espiritual a
todos los cristianos, para cada uno según la medida de su predestinación.
2. El Cristo Místico-Iglesia.-En la doctrina de Santa Teresa y en sus
vivencias espirituales, aparece otro concepto de Cristo, más amplio, pero
muy bien definido. Es lo que hoy llamamos el Cristo místico, y que se
identifica con la Iglesia.
Cristo no es aquí la persona divina, que asume la naturaleza humana.
Es el Cristo que vive en cada uno de los cristianos, por su mensaje y su
doctrina, su caridad. Es el Cristo que vive y que es la Iglesia. La Santa
llega a suponer una identidad tan profunda, tan real al mismo tiempo,
que los sucesos de la Iglesia son sucesos que le afectan a Cristo; las perse-
cuciones contra la Iglesia, son persecuciones contra Cristo. Y a la inver-
sa, la vida de unión con la Iglesia es vida de unión con Cristo; lo que se
hace por la santidad de la Iglesia, reviene en beneficio de los designios
y de ·las intenciones de Cristo: el contacto íntimo con la Iglesia, es
contacto íntimo con Cristo. Morir hija de la Iglesia, es morir en el abrazo
de Cristo.

1I

DESARROLLO

Santa Teresa vivió el misterio de Cristo en toda su amplitud y en sus


proyecciones polifacéticas. Toda su vida está iluminada por la idea de
Cristo, de cuyos labios aprende su doctrina espiritual, a cuyo amor quie-
te corresponder sin reservas, cuyos sufrimientos encendían su corazón en
sentimÍ'entos compasivos y Uernos, de una entrega generosa y total a su
servicio. El P. Larrañaga la ha calificado como «una de las almas más
enamoradas de Cristo en la historia» (3}.

(3) O. e., p. 81.


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El misterio de Cristo' en la vida y en la espiritualidad teresiana no es


algo estático, frío, encerrado en los cánones de la especulación. Es un
misterio vital, caliente por el fuego del amor, animado por una inten-
ción profunda de SeTvicio a Dios. Esto la llevó a Ella a poner en práctica
su ideal de santidád. .
Al mismo tiempo, eS un misterio, no lejano, no aislado del corazón de
los hombres, sino Íntimo y cercano a nosotros, por su realidad sobnina-
tural y por su realidad en la 'fe y en la esperanza del creyente. Un misterio
con el que el alma puede establecer un comercio de amistad y de inti-
midad, porque es algo personal. Por eso ella vivió en tan íntima: comu-
nicación con Cristo, y mantuvo con él un trato de verdaderos amigos.
Las efusiones de su amor y de su agradecimiento encontraron' aquí su
cumplimiento y su satisfacción.
Aparte de esto, Jesús se presenta a los ojos de Teresa no solamente
como una realidad histórica, aunque de carácter sobrenatural; una reali-
dad, sometida también alas exigencias de la temporalidad, que pasó COD
sus días y su tiempo. Se presenta a su consideración en todo 'lo que es:
en su realidad física temporal, y en su realidad mística, ultra temporal y
siempre temporal: es el Cristo-Iglesia, el Cristo que permanece y vive
en los cristianos, el Cristo que vive y gobierna' a través de su Vicario,
el Cristo a quien debemos pl'ofesár amor, reverencia, obedienciá ...
Con esta consideración, su vivencia espiritual abraza todo lo que
Cristo es para el cristiano: su doble dimensión: realidad personal y rea-
lidad mística que recapitula cuanto Cristo es en la historia de la salud. La
actitud de un alma que llega a la santidad, nO puede ser fragmentaria;
. Ni su conocimiento inadecuado. Máxime si este conocimiento es fruto de
la revelación sobrenatural y de la experiencia mística.
Con esto tenemos determinada una división fundamental que debe-
mos establecer al estudiar la doctrina y la vivencia de Santa Teresa sobre
el misterio de Cristo:
1) Doctrina y vivencia del Cristo personal.
2) Doctrina y vivencia de la realidad del Cristo místico-Iglesia.
En ambas direcciones Teresa de Jesús describe una línea teológica-
bíblica, de tonalidad espiritual. Ella vive el misterio de Cristo, tal como
nos lo proponen las páginas evangélicas y' como lo predicó al mundo el
Apóstol San Pablo. Es su gran misterio, aquel que había estado escondido
desde el origen del mundo y que había sido revelado entonces por el
Espíritu a los Apóstoles y Profetas de Jesucristo (4).
Es el misterio que se presenta ante todo como raíz de unidad. del
orden y de la economía sobrenatural, porque recapitula en sí todo cuan-
to el pecado había disperdigado. En el orden espiritual, es és"e el' miste-
rio que da unidad y armonía al movimiento de santificación de un alma,
que va en pos de Jesús, por el camino que él marcó y por la senda que
marca ahora la Iglesia.

(4) Eph 3, 6.
I DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 779

1. DOCTRINA Y VIVENCIA DEL MISTERIO DE CRISTO


PERSONAL.

. La actit~d de. Santa Teresa frente al misterio de Cristo no presenta


estridencias, altibajos, ni brusquedades. Es fruto de una sensibilidad feme-
nina armónica"dosific<J,da por un alto sentido sobrenatural. Mira. y tiende
a Cristo tal como. El es, tal como el alma lo conoce a través de la revela-
ción, y a través también de sus iluminaciones particulares. '
Al ponernos en contacto ,con las líneas generales de la espiritualidad
teresiana y con el contenido fundamental de sus libros, ,nos .llama podero-
samente la atención el teHeve que cobra en ellos el misterio de Cristo y
la m¡:actitud asombrosa' ,con que la Santa lo expresa y la firmeza con que
lo vive. Pero' el caso. no es tanto para sorprendernos, cuanto para buscar
su explicación, que: no es difícil descubrir. Ella misma nos dice que fué
enseñada y .adoc.trinada muchas veces por el mismo Señor, acerca de
su persona y de sus misterios. Su Majestad fué siempre su Maestro, más
que los do.cto.res yletrado.s y teólo.go.s (5) .
. De este mo.do. llegó a la meta de su magisterio. espiritual. Tuvo. en su
interior experiencia, de lo.s fenómeno.s más elevado.s de la vida del es-
píritu y estuvo. adoctrinada po.r el mismo. Dio.s so.bre su sentido y al-
cance. Nunca mejo.r enseñanza, so.bre tan alto.s misterios.
To.do. esto lo captó co.n fina sensibilidad Santa Teresa, po.niéndo.lo.
co.mo. esencia de su vida. Cristo. perso.na y Cristo mensaje de amo.r y
de vida. Ella lo. había leído. en el Abecedario de Osuna, en el que
l eemos: .' , . i'~ ;;;C11ii 1'"
i !:.: ~,ttJ~.~'

«Busquemos; pues, al Señor,' junto con su consolación, como lo buscan los justos,
y no lo dividamos de su dulcedumbre, aunque el demonio nos lo amoneste: sino que
así como lo creemos Dios y Hombre, así lo busquemos Dios y dulce juntamente .. Por-
que así como la humanidades vía para ir a Dios, así la dulcedumbre suya es un inci-
tamento y espuelas, para que corramos a él, según dice San Bernardo. Si el Hijo de
Dios, por ser dulce, se llarria en la Escritura panal, no sé por qué no lo hemos de
buscar con su miel» (6).

Eco. de estas palabras .son aquellas co.n las que Santa Teresa in-
vita a las almas a ir en pos de Cristo., que nos llamó a to.do.s: venid a Mí .. .
Tambienen su do.ctrina .se. mantiene esa línea de ladulzura d~ Jesús,
que dimana su dulce. Humanidad, y que es la puerta para entrar a
(5) V. 12, 6: "Hartos años estuve yo que leía muchas cosas y no entendía
nada de ellas, y mucho tiempo que, aunque me lo daba Dios, palabra no sabía decir
para darlo a entender, que no me ha costado esto poco trabajo. CUllindo su Majestad
quiere en,un punto lo enseña todo, de manera que yo me espanto. Una cosa puedo
decir con verdad, que aunque hablaba con muchas personas espirituales que que-
rían darme a entender lo que el Señor me daba para que se lo supiese decir ...
(u quería: el Señor, como Su Majestad fué siempre mi maestro ... ), y sin querer
ni pedirlo ... dármelo Dios en un punto a eptender con toda claridad ... "
De forma parecida podríamos referir otros muchos textos en los que afirma lo
mismo. Pueden verse algunos de estos textos, los más iniportantes, en: SABINO DE
JEsús,'OCD, La Infinita Bor¡;dJad de> Dios. Enseñanzas prácticas de Santa Teresa
a .todas las almas ... Vitoria,. 1953, p; 88-110.
(6) Tercer Abecedario, trato 12, C. 4.
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la Íntima comunicación con el amigo y el Amado del alma ... AquÍ


está la raíz y el fundamento del sentido de la amistad divina, según
Santa Teresa. Esta consideración tiene un valor teológico profundo.
Precisamente Dios, a través de su Encarnación, establece un contacto
de amistad con la creatura. La amistad pide igualdad, proximidad, in~
timidad. Los amigos comunican en una misma naturaleza (7); se tratan
de tú a tú; se hablan con un mismo lenguaje ... ; se preocupan por unos
mismos intereses ... Jesús, Dios Hombre, es de nuestro linaje, aprendió
. , lenguaje, se sacrificó por el interés de la Humanidad; la sal-
nuestro
vaClOn ...
La vida y la doctrina de Santa Teresa bajo este prisma cristológico
es una realización perfecta y m:aravillosa de la enseñanza del Evan-
gelio. En todos los santos cobra actualidad esta consideración. Pero en
la Santa Reformadora esto se destaca con singularidad. Efectivamente,
Jesús había dicho en su Evangelio: «Sabéis adónde voy y conocéis
también el camino ... Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie va
al Padre sino por Mí. Si me hubiérais conocido, hubiérais conocido tam-
bin a mi Padre ... » (8).
En otra ocasión, Jesús hizo una invitación a los suyos con unas pa-
labras que Teresa recuerda y comenta repetidas veces: Venid a Mí todos.
Es ésta una invitación de Jesús a ir en pos de El y entrar por El, como
camino, para llegar al Padre. Eles el único mediador (9), mediante el
cual podemos establecer nuestra conexión y nuestro contacto con Dios.
De esta forma, su espiritualidad y su doctrina son enteramente cristo-
céntricas, en armonía y correspondencia con la espiritualidad del si-
glo XVI. Se vivía entonces la idea del cristocentrismo m:uy profundamen-
te. Entre los franciscanos, amantes de la Humanidad de Cristo, y entre
los jesuítas, ajustados a las normas de su Directorio Espiritual, se man-
tenía muy viva esta orientación, que dió exquisitos frutos (10).
La actitud espiritual de Santa Teresa frente al misterio de Cristo,
de la que es fruto y efecto su enseñanza doctrinal, tiene un dobl,~ aspecto
fundamental. Toda actitud, para ser normal y objetiva, debe responder
a un conocimiento y a una convicción. Sin esto es difícil mantener una
postura firme frente a un objeto o a un ideal. A su vez, el conocimien-
to, cuanto es más profundo y más minucioso, provoca una decisión de
conquista y de posesión del objeto conocido. Esto tiene lugar principal-
mente en el orden sobrenatural, en el que el conocimiento de las reali-
dades, se ordena a la posesión de las mismas, actual o escatológica.

(7) 1-2, q. 65, a. 5; 2-2, q. 23, a. 5. (8) Jn 14, 4-6... (9) 1 Tim 2, 5...
(10) Leemos en el Directorio de los Jesuitas estos consejos fundamentales,
transcritos por el P. LARRAÑAGA: "Cristo Nuestro Sefíor es camino verdadero, como
él dice: Ego sum via, veritas et vita, et nema venit aa Patrem nisi per me, único
dechado propuesto a los hombres por el Padre eterno, a cuya imitación emende-
mos y compongamos nuestras costumbres estragadas, y enderecemos nuestros pasos
por el camino de la paz. Siendo, pues, la vida. de Cristo perfectisima para sacar
de ella labor de todas las virtudes en esto nos debemos esforzar, en disponernos
para su imitación. Cuanto más cerca nos llegáramos, más lo estaremos de nuestro
último fin y más .dichosos seremos; y cuanto nuestra vida más conforme, tanto será
más perfecta ... " Directorium P. Aegtaii González Dávila. De la 2.· semana. Texto
en LARRAÑAGA, o. c., p. 78.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 781

Es éste, por lo demás, el mecanismo de la psicología común del hom-


bre. Ambas potencias, entendimiento y voluntad, contribuyen al acto
total y adecuado de la actitud del alma frente al misterio. Esto mismo
vemos realizado en la vida y en la enseñanza de Santa Teresa en torno
al misterio de Cristo.
Con esto tenemos delineados los dos temas fundamentales de este
apartado: a) Actitud de conocimiento del misterio de Cristo; b) Actitud
de intimidad, de proximidad o contacto con el miseria de Cristo. Dentro
de este binomio podemos agrupar casi todos los textos y las ideas que
Santa Teresa ha expuesto sobre este complejo tema. A lo primero res-
ponden sus enseñanzas; a lo segundo, sus vivencias.

A) AcrITUD DE mNOCIMIENTO DEL MISTI!lRIO DE CRISTO.

Sentido.
Santa Teresa no tuvo a través de su vida una enseñanza propiamente
teológica sobre el misterio de Cristo. No frecuentó las aulas de las Uni-
versidades, cosa desusada entonces entre las mujeres. Tampoco recibió
instrucciones especiales. Unicamente, el contacto con sus confesores y
dmigos, hombres siempre de gran santidad y aventajados teólogos, y sus
lecturas de libros llenos de doctrina, pudieron suministrarle más amplios
conocimientos que los que vulgarmente podía tener cualquera religiosa
de clausura de su tiempo.
No obstante, hemos dicho que nos sorprende, al ponernos en con-
tacto con sus obras, la exactitud de sus afirmaciones, y la amplitud de
sus conocimientos. Hagamos una peregrinación por sus escritos. ¿Cuá-
les son las ideas fundamentales que nos expone sobre Jesucristo? ...
Ante todo, observemos dos cosas. Su conocimiento, por lo general, no
se centra sobre los datos puramente personales del Hombre-Dios. Ni
insiste tampoco en las verdades de carácter especulativo. Atiende más
a las verdades de carácter moral, espiritual, al' aspecto de Jesucristo
como mensaje de amor, de santidad, y de verdad para los hombres. Más
que al Cristo de la fe, frío y esquematizado, mira al Cristo del amor y
de la vida del alma. La fe, de carácter intelectual, está animada siem-
pre e iluminada por el calor del amor y de la amistad, por las razones
de la voluntad.

Vía de acceso.
En primer lugar ella se acerca a Cristo, por la vía de la fe, para apren-
der el sentido y el contenido de sus palabras. Entre otras razones, esto la
animaba a acudir al Señor. En él encerró el Padre todos los tesoros de la
divinidad y la fuente del perdón. Cristo es una mina inagotable-como
78'2 ENRIQUE 'DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

dirá' más tarde San Juan de la Cruz-donde cada uno puede encontrar
lo que desea~ Por eso ella invita a todas las almas a que se acerquen a
El, qUe las invitó ,primero eh su Evangelio (11). '
¿Qué significa esto? Que el llegar a Jesús, por la vía de la fe y del
conocimiento, es el principio de la resurrección para el que está muerto.
Que sus enseñanzas no solamente tocan en el entendimiento, sino tam-
bien rehabilitan la voluntad. Sus enseñanzas no solamente dan al alma el
saber qué debe hacer, sIno la confieren también el hacer el Men.
", ',Ella' mantiene la tésis de la fidelidad de Dios y de Jesús para con los
suyos. Nó podrán fallar sus palabras. Y El invitó a las almas' a ir a El,
que tiene palabras dé Vida ~tema (12).
Por eso invita ella también a todos, secundando las intenciones de
Jesús, a que se acerquen a El. Con acusada insistencia, este acercamiento
ha de hacerse primeramente por el conocimiento, por la fe. Incluso aque-
llos que no pertenecen' a su rebaño, o que están muertos, necesitan llegar-
se a Jesús y conocerle con amor para resucitar. Las palabras del Maestro
no pueden fallar ... (13). .
Las almas, alejadas de Jesús, arden en llamas vivas, porque su error
las precipita en las codicias de esta vida. Es preciso que Jesús, que los
invitó a todos, les dé el agua de la doctrina: que sus voces sean podero-
sas para resucitar a: los muertos, para arrastrar en pos de sí a los. que
aún no le conocen. La Sanfa tiene atormentada su alma al ver que hay
tantos que ignoran a Cristo y que viven olvidados de los 'tormentos que
padecerán, al fin, por no haberse convertido al Señor ... He aquí el punto
de ,partida. El acceso á Cristo, que nos invita, por el camino de la fe,
que es El mismo, su doctrina imperecedera.

Temas doctrinales.
El conocimiento que Santa Teresa tiene de Cristo, encierra todos los
temas doctrinales. Cristo-misterio, su vida, sus momentos históricos; a
todos se extiende su consideración (14).
,(11) ",¡Oh Señor, Dios mío" y cómo tenéis palabras de vida, adonde todos los
mortales hallarán 10 que de!¡ean, si 10 quisiéramos busca11 ! Mas ¡qué maravilla,
DioS mío; que olvidemos vuestras palabras con la locura y enfermedad ,que, causan
nuestras malas opras! Haced, Señor, que no se aparten de mi pensamiento vues-
tras,palabras. Decís Vos: Venid a mí todos ... " E. 8, 1.
'(12) C. V.27, 2; M7, 2; 8 . ' .
(13) "Oh piadoso Y, amoroso Señor de mi' alma: También decís Vos: "Ventd a
Mí todos los que tenéis sed, que yo os daré de beber." Pues ¿cómo puede dejar de
tener gran sed el que está ardiendo en vivas llamas, en las codicias 'de estas
cosas miserables de la tierra? Hay grandísima necesWad de agua, para que en ella
no se acabe de consumir. Ya sé yo, Señor mio, de vuestra bondad que se la daréis:
Vos mismo 10 decis, no pueden faltar vuestras palabras... Mirad, Dios mío, que
van ganando mucho vuestros enemigos. Habed piedad de los que no la tienen de
sí; ya que su desventura los tiene puestos en estado que no quieren venir a Vos,
venid Vos a ellos ... "
"Oh Dios mio, resucitad a estos muertos; sean vuestras voces, Señor, tan po-
derosas que, aunque no os pidan la vida, se la déis::. Ya sabéis, Rey' mío, 10 que
me ,atormenta verlos. tan olvidados de l6s grandes tormentos que han de padecer
oara sin fin, si no t.ornan a Vos ... " E. ,9, 12; 10, 2-3.
(14) V. 12, 1.
DOCTRINA DE S; TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 783
Dióinidad.-Todala 90ctrina y la espiritualidad cristológica de Santa
Teresa se apoya en el dogma fundamental de la divinidad de Jesucristo.
Esto no precisa demostración. Muchas veces, hablando de Jesucristo, sin
interrumpir su pensamiento, se traslada a la cumbre de· la divinidad,
hace exclamaciones a Dios, etc .. ,De tal modo, que resulta exegéticamente
difícil en ocasiones saber si se refiere a' Jesucristo en cuanto a tal o se
refiere en general a Dios.
Llama a Jesucristo Señor celestial, Maestro celestial. .. Y lo que no
debemos perder de vista, cuando describe los dolores de su pasión, pone
bien de manifiesto su majestad y su grandeza, y su cualidad de Dios,
que sedéja azotar y crucificar por amor alos hombres.' -.'.
Le llama repetidas veces Hijo de Dios. Fórmula que por. sí sola expre~
sa la fe en la divinidad de Jesucristo, dado el ambiente yel contexto de
sus páginas espirituales (15). '
De ,igual modo recOnoce en El otros atributos, que denotan tambien
su divinidad: sabiduría, poder, voluntad irrecusable... Léase ef princi.
pio del capítulo 28 del Camino. Comienza hablando del Señor, engenei
ral. El Señor que es Dios poderoso ... Pero sus ojos están fijos en la figu-
ra del dulce . Jesús, que a veces quiere. hacer participantes a' las almas,
del peso de la cruz, que Su Majestad llevó durante ,su vida ... (16). '
Los textos, a este propósito, se podrían acumular, formando una ex-
tensa lista. Desistimos dé ello, porque no ofrece apenas interés, desde' el
momento que es ésta' una verdad evidentemente constatada.

Re~lidad humana.-Juntamente con su divinidad, Santa Teresa reC07


noce en Cristo su realidad humana, negada por los primitivos herejes,
docetas y maniqueos. Léanse los .lugares citados del libro dela Vida y
Camino (17).
" " .

M otivo ele la Encarnacíón.-No queremos aducir la autoridad de.sa,n~


ta Teresa a favor de una. tesis de carácter escolástico. Ello no obstant~,
d\3bemos recoger sus ideas sobre el tema general: motivo de '.10 Encar~
nación. Ella no se expresa con aires de doctora: simplem,ente intl'lrpreta
los textos y las enseñanzas de la Sagrada Escritura sqbre el particvlar,
con esa limpieza de intención y de mirada, que .los intereses doctrinarios
hubieran podido oscurecer. Por eso, sus palabras tienen valor. ¿Qué fina,
lidad tuvo Dios al encarnarse? ... Ella no lo desconocía. Lo había apren-
dido en el mensaje del Evangelio: redimir a"los' hombres;. curarles de sus
llagas; librarles de la esclavitud del demoniO.; . cura! laenfetmédad de
sus ,pecados. ' .. . ,
«iQué recia cO'sa, verdadero DíO'sm'í6, que queráis a quien nO' O'~quiere, que abráis
a quien nO' O'S llama, que déissalud a quien gusta de estar enfermO' y anda prO'curandO'
la enfermedad! VO's decís, SeñO'r míO', que venís a buscar lO's pecadO'res. Est()s, SeñO'r,
sO'n lO's verdaderos pecadO'res. NO' miréis nuestra ceguedad, DiO's míO', sinO' a la mucha
sangre que derramó vuestrO' HijO' pO'r nO'sO'trO's ... » ' I

«Pues, si de acO'stumbradO's a vivir en este fuegO' y de criadO's en él, ya nO' lO'

(15) Véase principalmente C. V. 27, 1 Y 4.


(16) C. 28, 1. (17) V. 37, 6; C. 28, 1.
78'4 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

sienten, ni atinan de desatinados a ver su gran necesidad, ¿qué remedio, Dios mío?
Vos vinísteis al mundo, para remediar tan grandes necesidades como éstas; comenzad,
Señor; en las cosas más dificultosas se ha de mostrar vuestra piedad ... » (18).

La tesis, en sí misma, no tiene gran relieve en la doctrina espiritual te-


resiana. Pero la orienta, dándole un sentido objetivo. Recoge el movim1en-
to circular de la enseñanza bíblica, que nos ofrece el mensaje de Je-
sucristo como obra de amor, de misericordia y de compasión por los
pecadores.

Mediador.-Con esta tesis enlaza otra idea fundamental, en la raíz del


misterio de Cristo. Su condición de mediador entre Dios y los hombres:
intercesor ante su Padre etemo por los pecadores y los culpables, con
quienes está ligado por lazos de fraternidad.
Esta idea aflora muchas veces a los labios y a la pluma de la Santa
Doctora (19). No trata de explicar teológicamente la constitución onto-
lógica del mediador: Prescinde, corno es natural a su condición, del aná-
lisis de la ratio medii, para fijarse principalmente en el officium media-
toris.
El oficio de mediador lo ha cumplido Jesucristo principalmente en
su pasión, reconciliando a los hombres con Dios. En esa pasión en la que
Teresa meditaba tan a diario y tan amorosamente. Pero lo cumple tam-
bién de otras maneras. Dentro de su línea espiritualista y de maestra de
la vida de oración, propone también el ejemplo de nuestro intercesor y
medianero. Ella descubre en esas latitudes de la vida de oración la figu-
ra de Jesús, que nos introduce en la comunicación con Dios y nos con-
duce a la religión de la bienaventuranza.
La mediación de Jesús ante su Padre por los hombres, ,)n la doctri-
na de Santa Teresa, tiene caracteres espirituales, más que ontológicos.
Recojamos los principales. En primer lugar, en la oración de petición,
no debe el alma acudir directamente a Dios. Ocurrirá que muchas
veces no concede lo que se le pide, ni cumple su voluntad, por defecto
en la petición.. Pero, debemos tener confianza en la eficacia de la ple-
garia, porque Jesús se presenta ante su Padre Eterno, corno nuestro em-
bajador, como nuestro medianero ... y El alcanza cuanto pide. Por eso,
no debemos acomplejarnos nunca por temor, y no pedir a Dios, lo que
Jesucristo nos enseñó a pedir.
«Querría preguntar a los que, por temor, no los piden [trabajos] de que luego se
los han de dar, lo que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos.
dO es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo? Esto no sería bien.
Mirad que parece aquí el buen Jesús nuestro Embajador, y que ha querido intervenir
entre nosotros y su Padre, y no a poca costa suya: y no sería razón que lo que ofrece
por nosotros, dejásemos de hacerlo verdad, o no lo digamos» (20).

La intervención de Jesucristo puede asegurar en favor nuestro el éxi-


to de nuestras súplicas. Por el contrario, prescindir de El, o dE~ su Huma-
(18) E. 8, 3; 9, 1.
(19) C. V. 32, 3.
(20) C. V. 22, 3.
pOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 785

nidad sacratísima, o no hacer caso de los dolores y frutos de su pasión,


condena nuestras plegarias al fracaso y a la ineficacia.
Positivamente, Dios nos concede sus dones por medio de su Hijo.
Cumple aquÍ los dos aspectos del oficio de mediador: la mediación as-
cendente y la descendente, al igual, como en la consideración anterior,
cumplía su oficio de mediación ascendente.
En sentido negativo, ¿no se concede ningún don a los hombres si no
es por medio de Jesús? ... El es el único y, al parecer, exclusivo media-
dor. Santa Teresa parece situarse en medio de las dos disyuntivas.
« Veo yo claro, y he visto que, para contentar a Dios y que nos haga grandes mer-
cedes, quiere sea por manos de esta humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad
se deleita. Muy muchas veces lo he visto por experiencia y me lo ha dicho el Señor.
He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la sobe-
rana Majestad grandes secretos. Así que no quieras otro camino ... » (21).

La expresión de la Santa parece intransigente. Para coneedernos el


Señor sus mercedes, quiere sea a través de la Humanidad de Cristo. El
es nuestro mediador. En otro lugar se expresa en forma parecida:
«No puede ninguno ir al Padre, sino por Jesucristo. El mismo dice: «Ninguno su-
birá a mi padre, sino por mÍ.» No apartándoos, Señor, de mí, todo lo podré: que si os
apartáis, por poco que sea, iré adonde estaba, que era el infierno. En veros cabe mí,
Señor, he visto todos los bienes» (22).

En otro lugar, en forma afirmativa, explica que agrada mucho a Dios


que las almas se encaminen hacia El por Jesucristo. Ella constata que
lo ha hecho aSÍ, a través de su larga vida de oración, aunque no quita
a otros la libertad para que vayan por otros atajos. Así escribía antes
de 1570:
«Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por tercero a su Hijo
y le ama tanto, que, aun queriendo su Majestad subirle a muy gran contemplación, se
conoce por indigno ... » (23).

La mediación de Cristo es universal. Podríamos descender aquÍ a la


doctrina sobre su Humanidad, como objeto y tema de la meditación, en
lo que se verifica en realidad un caso de dicha mediación. La Santa
afirma que las almas de vida de oración han de ir a Dios por esa Huma-
nidad sacratísima, fuera de la cual no es posible contentar a Dios. La
mediación en su doble vertiente, ascendente y descendente, es uni-
versal.
Camino: Modelo.-Con la doctrina sobre Cristo mediador enlazan
en la espiritualidad teresiana otras ideas, que tienen su fundamento tam-
bién en la enseñanza de los Evangelios: Cristo, camino, luz verdadera,
modelo.
Ha aprobado anteriormente la conducta de las a:mas que en su vida

(21) V. 22, 6.
(22) M6, 7, 6; ver M2, 1, 11.
(23) V. 22, 11. "Esto he probado-añade-; de este arte ha llevado Dios mi
alma. otros irán, como he ,dicho, por otro ata·jo." lb.
78'6 ENRIQUE DEL, SAGRADO CORAZÓN, OCn'

de :oración ponen ante Dios por tercero a Jesucristo. Apartarse de El


será perjudicarse a sí mismas y a las demás. Porque pierden la guía, que
es el buen Jesús, y no podrán acertar el camino. Ya que el mismo Señor
dice que El es el camino. No ún camino estático por donde el alma ade-
lantaen su recorrido. Es el camino que pone al alma en contacto con
Dios.
Igualmente, Jesús es la luz que, ilumina la senda de las almas. Por
eso son yerdaderassus palabras: qJJe nadie puede ir al Padre sino pOI'
El. Es lqzque ilumina la inteligencia, mediante el conocimiento de las
verdades sobrenaturales. Por eso, viendo, o conociend9 al Hijo, el alma
conoce al Padre. Pero es luz, ,1¡obre todo, que purifica y lImpia la vo-
lunhld. '
Jesús es; sobre, todó, modelo de todos los cristianos, en toda su am-
plitud. Modelo de las virtudes fundamentales : humildad, pobreza, obe-
diencia, modelo de la vida de oración, y dechado y ejemplar de la oración
de petición. '
Podríamos tejer Una larga lista de textos. Cristo es nuestro dechado;
no debe temer, por tanto, quien por sólo contentarle, sigue y cumple sus
consej 9S. Ya que esa práctica le servirá, de contento.
'(;Es laiga la vida,. y hay en eÚamuchos trabajos 'y hemos me~ester mirar a nuestro
dechado Cristo, como los pasó, y aun a sus apóstoles y santos, para ,llevarlos con per-
fección ... Yo siempre escogería el camino del padecer, siquiera por imitar a nuestro
Señor ,Jesucristo, aunque no hubiese otra ganancia, en especial, que siempre hay
muchas: ¡Oh 'precioso amor, que va imitando al Capitán del amor, Jesús, nuestro
Bien!» : ( 2 4 ) . , '

Jesucristo es, sobre, todo, modelo y dechado de algunas virtudes fun-


damentales. Por ejemplo, de la humildad. Santa Teresa invita 'a todas
las almas a poner los ojos en Cristo para gue aprendan la verdadera
humildad. Y da la razón de esto, que el mismo Señor, dice, le dió a en-
tender. Dios es suma verdad, y la humildad es andar en verdad. Para
lo cual el alma debe pensar que no tiene cosa buena de sí, sino miseria
y el ser nada. Quien esto no entiende, anda en mentira y Em engaño.
Jesús es la verdad suma, es la Verdad encarnada; por eso es tan amigo
de humildad y modelo de humildad, que es andar en verdad, pues El
siempre se movió en esa' atmósfera. Precisamente, por esta correspon..
dencia entre la' virtud y el dechado, aquélla goza de tanta eficacia sobrec
naturál. La'humildad, aparte de otras consideraciones, trajo del cielo al
Rey de los Angeles, al seno de la Virgen. El camino del regreso debe
llevar esa misma marcha. La humildad es la dama del juego de ajedrez
espiritual, que puede dar jaque al Rey.
También es modelo Jesús de la virtud de la pobreza. La Santa Doc-
tora, amante hasta el extremo de esta virtud evangélica, en cuyo elogio
y honor fundó sus monasterios sin renta ninguna, contra el juicio de
tantos letrados prevenidos y demasiado cautos por el día de mañana, se
explaya repetidas veces en su alabanza, proponiendo el ejemplo de Jesús,
que con poseer todos los tesoros, quiso nacer pobre, vivir pobre y morir
(24) M6, 7, 13; C. V. 6, 9.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 787
falto de todo. La pobreza fué el camino por donde Jesús vino al inun-
do: camino real, por el que las almas llegan a posesionarse de los tesoros
del cielo. Cuanto más pobr>Bs en la tierra, más gozarán las religiosas. de
la riqueza de aquellas moradas, conforme al amor con que sirvieron a
su Señor. '. ) .
Otras indicaciones sobre virtudes particulares podrían contribuir a
completar este cuadro de Jesucristo como modelo. La Santa abunda en
textos y afirmaciones particulares. Sin embargo,· es preciso tener en
cuenta que ella no intenta ni hacer un estudio metódico de las virtudes,
ni siquiera pretende desarrollar directamente el tema dé Jesucristo, como
modelo de la vida religiosa. Sus afirmaciones ocurren, según le salen
al paso. Y su insistencia sobre las virtudes fundamentales:obedienciá,
humildad, pobreza, es debida, sin duda, al género de vida que se nevaba
en sus monasterios.
Finalmente, Jesús se presenta a los ojos de Santa Teresa como modelo
acabado de la vida de oradón. Principalmente, en la oración vocal: el
Pater noster. Por eso, el alma debe recitar- sus. mismas palabras y con
las mismas disposiciones de Jesús. El nos enseñó a pedireosas· de tanto
valor ... Como El, debemos orar también en la soledad y en el retiro,
puesta toda la atención en lo que pedimos... .
Ampliando más la perspectiva de este problema, para Santa Teres~
no hay santidad posíble, sino en la imitación de Jesús, en todo: El es el
modelo, propuesto por el Padre, para cuantos han de llegar a la pose-
sión de su reino. Es preciso imitarle en los momentos de dolor, desufri-
miento, de pobreza, y en los momentos también· de gloria. Tanto es así,
que no son de fiar las p~rsonas que no imitan positivamente a. nuestro
Maestro celestial. Previene a sus hijas de ellos, cuando las aconseja a
considerar siempre a su dechado,y les advierte que no son los suyos
tiempos de creer a todos, sino a los que ciertamente se ve van conforme
a la vida de Cristo. . .
<dOh, válgame Dios-exclama, queriendo corregir el amor excesivo a las honras
humanas-: si entendiésemos qué ·cosa es honra y en qué está perder la honra!. ..
¡Oh Señor nuestro! ¿Sois Vos nuestro dechado y Maestro? Sí, por cierto. Pues, ¿en
qué estuvo vuestra honra, honrador nuestro? No la perdisteis,por cierto, en ser humi-
llado hasta la muerte, Señor, sino que la ganasteis para todos» (25).

En fin, toda la vida de Jesús es un dechado perfecto, en quien pue-


den todos aprender, incluso los mayores contemplativos. Las dificulta-
des de orden práctico en la vida espiritual, se resolverán considerando
su vida que es toda un ejemplo (26).

Cristocentrismo.-Se sigue de aquí una conclusión muy·· importante"


que tiene confirmación en otras ideas y consideraciones cristológicas de
la Madre Teresa. La conclusión es que toda la vida espiritual debeéen-
trarse en Cristo y debe girar en torno ~ Cristo. Ni más ni menos, lll.idea
del cristocentrismo teológico, vivido en la espiritualidad.
(25) C. V. 36, 3-5.
(26) V. 22, 7.
78'8 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

Cristo, anterior a los siglos, predestinado por el Padre y dado como


modelo a los hombres, único camino para llegar a la posesión de la santi-
dad, dechado de las virtudes monásticas, objeto y modelo de su oración,
etcétera. Todo el movimiento espiritual del alma debe desarrollarse den-
tro del círculo cristológico.
Parece en ocasiones que la Santa Reformadora quiere enseñar y
persuadir un cristomonismo espiritual, que alguien juzgaría excesivo.
No hay nada fuera de Cristo. Todo Cristo y sólo Cristo ... Aunque existen
algunos textos con este cariz, no deben interpretarse con rigor, ya que ella
misma deja en libertad a las almas para seguir otros caminos, distintos
del que ella ha recorrido, como hemos visto en un texto transcrito ante-
riormente. No obstante, para llegar al término y que el Señor muestre
al alma grandes secretos, es preciso entrar por la única puerta:' Cristo y
su Humanidad sacratísima.
La tesis del cristocentrismo tiene a su favor, entre otros textos, esta con-
sideración que hace la Santa. Quiere persuadir" a las almas-en ese intere-
sante capítulo 22 de su Vida-a que vayan por el único camino: Cristo;
a que entren por la única puerta: su Humanidad sacratísima. Jesús es
el Señor por quien nos vienen todos los bienes, en cuya compañía debe
vivir siempre el alma. Recomienda incluso al P. Garda de Toledo, a
qui'en dirige la segunda redacción de su vida, a que no quiera ni busque
otro camino que Cristo, y esto, aunque haya llegado a escalar los más
altos grados de la contemplación. Las dificultades que pueden surgir, el
mismo Señor nos enseñaría a resolver, mirando y considerando su vida,
pues es el mejor dechado. Entonces:
«¿Qué más queremos de un tan buen amigo alIado?, que no nos dejará en los tra-
bajos y tribulaciones, como hacen los del mundo. Bienaventurado quien de verdad le
amare y siempre le trajere cabe sí. Miremos al glorioso San Pablo, que no parece se
le caía de la boca siempre Jesús, como quien le terna bien en el corazón. Yo he mirado
con cuidado después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos,
y no iban por otro camino: San Francisco da muestra de ello en las llagas; San An-
tonio de Padua el Niño; San Bernardo se deleitaba en la Humanidad; Santa Catalina
de Sena, otros muchos, que vuestra merced sabrá mijor que yo» (27).

Razones de piedad y de tradición la llevaron a esta conclusión, en lo


doctrinal, y a su actitud en la práctica. Fundamentalmente, podríamos
constatar aquí un fruto de la fina sensibilidad femenina de la Madre
Reformadora, depurada por su elevada santidad.
Vida de oración: Cristo Maestro (28).-La espiritualidad teresiana
tiene un distintivo que la caracteriza en la Iglesia. Es una espiritualidad
que se fundamenta en la vida de oración y de contemplación amorosa, y
que tiene como esencia, y médula íntima este ejercicio. Para ello, su prin-
cipal intento es adoctrinar a las almas en esta vida de oración y comu-
nicación íntima con Dios. Esta tonalidad es, a mi modo de ver, causa y
raíz de muchos e importantes datos, que encontramos en los escritos de
(27) V. 22, 7.
(28) El P. MARiA-EUGENIO DEL NIÑo JESÚS tiene un caopítulo sobre Jesucristo
en la oración teresiana en su obra citada.
DQCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 789

la Santa Reformadora. En particular, de un hecho que queremos consta-


tar ahora.
Ha insistido muchas veces en persuadir a las almas la imitación de
Cristo, modelo de obediencia, de pobreza, de humildad. Pero, sobre
todo, nos expresa su conocimiento de Cristo como modelo de la vida de
oración. Este tema merecería un capítulo aparte, si no por su originali-
dad, sí por su densidad de contenido.
En pTimer lugar constatamos un hecho importante en la vida de San-
ta Teresa, que nos refleja una de sus experiencias sobrenaturales. Jesús
fué siempre su Maestro, en los momentos más difíciles y en los temas
más escabrosos. De tal modo, que muchas de las cosas que ella expone
en sus libros y enseña a sus religiosas, se las daba a entender este Maes-
tro celestial. Dios iluminaba su entendimiento unas veces con palabras,
otras dándole a entender cómo debía expresarse. A ella le parecía que
Nuestro Señor tenía a gala querer decir lo que ella no alcanzaba ni a
comprender, ni a expresar.
La Santa pone de relieve lo que podríamos llamar condiciones del
maestro y disposiciones del discípulo. Ello hace que el adoctrinamiento
y la enseñanza sea eficaz. Ante todo, el discípulo debe buscar la proxi-
midad, la compenetración amorosa con el maestro: debe ir animado por
una grande determinación de aprender. Debe poner en movimiento sus
resortes psicológicos, a fin de capacitarse en toda amplitud para recibir
la enseñanza. A su vez, el Maestro celestial se presenta lleno de genero-
sidad y dispuesto a poner todos los medios para asegurar el éxito. No
quedará por él. Es también piadoso, es decir: enseña con amor, y ello
hace que ponga virtud y eficacia en lo que enseña. Sigue el método
más apropiado en la vida de oración. Enseña sin ruido de palabras. A
veces incluso enseña al alma grande verdades, sin que ella se dé cuen-
ta de que recibe su. conocimiento directamente de labios del Señor. Sobre
todo, y precisamente en una atmósf.era de silencio, el alma debe acercar-
se a El. Allí no hay ruido de voces ... sino proximidad del corazón.
«Juntaos cabe este buen Maestro, muy determinado a aprender lo que os enseña,
y Su Majestad hará que no dejéis de salir buenos discípulos, ni os dejará, si no le
dejáis. Vuestro Maestro no os faltará: es muy piadoso.»
«Sin ruido de palabras está enseñando este Maestro divino. Cuando Dios quiere
enseñar y ,regalar ·al alma, se ve enseñada en grandes verdades,. sin ver al Maestro que
la enseña. En un punto queda tan enseñada de unas tan grandes verdades, que no ha
menester otro maestro ... »
«Está claro, que el mismo maestro, cuando enseña una cosa, toma amor con el
discípulo, y gusta de que le contente lo que le enseña, y le ayuda mucho a que lo
aprenda; y así hará este maestro celestial con nosotros ... » (29).

Esto explica otra afirmación de la misma Santa. Ella era muy aficio-
nada a leer libros buenos y a instruirse en buenas lecturas. Pero, sobre
todo, amaba leer el Evangelio, porque contenía las enseñanzas de Jesús,
su Maestro celestial. Incluso, cuando ha de exponer en sus libros, parece
que pretende recibirlo de labios del Señor. Quiere cumplir con lo que

(29) C. V. 26, 10; 25, 2; C. V. 24, 5.


37
790 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

aconsejó antes, sobre la proximidad del discípulo con el Maestro. Por


eso, antes de comenzar a escribir, quiere allegarse, acercarse a su Maes-
tro, para aprender de Ello que ha de exponer a sus hijas:
«Siempre yo he sido aficionada y me han recogido más lás palabras de los Evan-
gelios, que libros muy concertados: en especial si no era el autor muy aprobado, no
los había gana de leer. Allegada, pues, a este Maestro de la sabiduría, quizá me ense-
ñará alguna consideración, que os contente ... » (30).

Aparte del amor y su interés por el bien del discípulo, el Maestro ce-
lestial está adornado de otras cualidades. Una de ellas es la humildad.
Enseña con humildad, principalmente el Paternoster. Por eso, el discípulo
debe acercarse a El con la misma disposición. Otra cualidad es su sin-
ceridad, su veracidad. Esto exige al discípulo que se acerque a él sin
doblez, pues es muy amigo tratemos verdad con él. Su generosidad arran-
ca palabras de admiración a la Santa agradecida. En una oración nos lo
ha enseñado todo: la oracién vocal y la más alta contemplación.
«Espántamever que en tan pocas palabras está toda la contemplación y perfección
encerrada; que parece no hemos menester otro libro; sino estudiar en éste. Porque
aquí nos ha enseñado el Señor todo el modo de oración y de alta contemplación,
desde los principiantes a la oración mental y de quietud y unión ... » (31).

La verificación de todo esto la encontramos principalmente en el


Camino de Perfección. Los capítulos dedicados a la explicación de las
diversas peticiones del Padre Nuestro, contienen muchas ideas sobre el
magisterio espiritual de Jesús para con las almas. La enseñanza de Jesús
rué un premio para el alma, pues él, como buen Maestro, conocía el
modo de ganar la voluntad de su Padre Eterno, y así nos enseñó cómo
yen qué debíamos servirle (C. 55, 5). El conocía también lo mucho que
podía ganar el alma y adelantar en el camino de la santidad, haciendo
servicio a su Padre. Por eso, nos enseñó a rendimos siempre y en todo a su
voluntad por las palabras: fíat voluntas tua ... (C. 55, 3). El es el «buen
Maestro que nos ha pedido y enseñado a pedir cosa de tanto valor, que
encierra en sí todas las .cosasque aquí podemos desear ... » (C.E. 54, 1).
Otras veces lo llama: precioso Maestro (C'.E. 61, 1), Maestro celestial,
nuestro buen Maestro ... etc.
Las cualidades excepcionales del Maestro celestial exigen también un
comportamiento y ,una correspondencia especial por parte del discípulo.
El magisterio de Jesús no es algo oficioso, mecánico, no fué el cumpli-
miento de una obligación social, destituída de los caracteres morales y
psicológicos. Fué, ante todo, unaobrá de amor, de solicitud sobrenatural
por el hombre. A Santa Teresa no se le ha ocultado ningún detalle. Por
eso, el discípulo debe buscar la proximidad con el Maestro y debe, más
que nada, recordarle, no dejarle de su pensamiento; de esta forma será
más fructuosa y eficaz su labor.
«Si queréis decir que ya os lo sabéis, y que no hay para qué se os acuerde, no
tenéis razón, que mucho va de maestro a maestro: pues de los que acá nos enseñan

(30) C. 35, 4.
(31) C. V. 37, 1.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 791
es gran desgracia no acordamos, en especial si son santos y son maestros del alma, es
imposible, si somos buenos discípulos. Pues de tal maestro corno quien nos enseñó esta
oración, y con tanto amor y deseo que nos aprovechase,' nunca Dios quiera que no nos
acordemos de El muchas veces, cuando decimos la oración» (32).

En síntesis, Jesús ha enseñado a las almas en sus oraciones, en sus


obras, con sus palabras, todo el proceso de la vida espiritual: desde la
oración vocal hasta los más elevados grados de la contemplación. Al
mismo tiempo, ha dado a conocer a las almas lo positivo de la santidad,
y les ha prevenido contra los peligros que puede poner .el demonio. Todo
esto suscitó en el corazón de Teresa, sensible y agradecida a la persona
de Jesús, voces de admiración y de alabanza, exclamaciones encendidas
en amor:
«¡Oh Sabiduría Eterna, oh buen Enseñador! IY qué gran cosa es un maestro sabio,
temeroso, que previene a los peligros 1 Es todo el bien que un alma espiritual puede
acá desear, porque es gran seguridad. No podría encarecer con palabras lo que importa
esto. Así que, viendo el Señor que era menester despertarlos y acordarles que tienen
enemigos y cuán más peligroso es en ellos ir descuidados, y que mucha más ayuda
han menester del Padre Eterno--porque caerán de más alto--, y para no andar sin
entenderse, engañados, pide estas peticiones tan necesarias a todos mientras vivimos
en este destierro: Y no nos traigáis, Señor, en tentación, mas libradnos de mal» (SS).

Aparte de todo esto, Cristo nos ha enseñado otras verdades funda-


mentales. Tales como su divinidad y unidad de naturaleza con el Pa-
dre (C. 58, 1), su unidad de voluntad con El (ib. Y 44, 3); nos ha ense-
ñado también la verdad fundamental de nuestra filiación adoptiva para
con Dios y nuestra solidaridad fraternal consigo mismo. También aquí
se nos manifiesta la fina sensibilidad de Santa Teresa:
«Padre Nuestro que estás en los cielos-dice refiriéndose a las palabras con las
que comienza Jesús su oración-o Pues ¿os parece que es buen Maestro éste, pues
para aficionamos a que aprendamos lo que nos enseña, comienza haciéndonos tan
gran merced?» (34).

La merced que aquí nos hace Jesús, en estas palabras primero, es


hacernos hermanos suyos, y darnos por Padre a su propio Padre. Con
ello le obliga a perdonarnos, a ayudarnos, etc., y a nosotros a servirles
como verdaderos hijos.
No queda agotado el tema del magisterio de Jesús, según Santa Te-
resa. Toda la enseñanza sobrenatural es efecto de su magisterio. La
Santa se sitúa aquí dentro del movimiento viviente de la teología de la
palabra: la teologia verbi. Ella la ha comprendido, la ha comentado, la
ha exaltado, decubriendo su máxima eficacia en orden a la santificación.
Las tendencias de la predicación actual y de la keItgmática, deberían
buscar esta vitalidad de la enseñanza de Jesús, que Santa Teresa, con más
profunda visión, comO visión de una Santa, supo descubrir y transmi-
tirnos. Al fin éste sería un aspecto complementario de la teología de la
palabra: además de enseñar, santificar. Pero sería el aspecto que viene
(32) C. V. 24, 3.
(33) C. V. 37, 5.
(34) C. V. 27; C. E. 44; 45, 1.
792 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

a dar a la palabra su sentido y su valor adecuado. Ya que la revelación


no fué hecha solamente para la enseñanza fría y especulativa, sino para
la vida y la santificación espiritual de los cristianos. La actitud de Santa
Teresa en este punto, su preocupación por el magisterio de Cristo, puede
servirnos de norma y de estímulo.

Cristo: Mensaje de amo r.-Santa Teresa tuvo conocimiento muy pre-


ciso de otros aspectos del mist.erio de Cristo. Reparemos en su condi-
dición amorosa y en su santidad. Todo el misterio de Cristo es obra de
amor. y en su vida, Cristo cumplió con perfección y con amor su misión
en favor de los hombres.
Esta puede parecer una consideración baladí, pero es importante, te-
niendo en cuenta el ambiente y la formación doctrinal escasa que la
Santa recibió. Así, una vez más, su sensibilidad femenina la lleva a des-
cubrir en el misterio de Cristo los aspectos más cautivadores y más atra-
yentes.
El amor encierra en sí la virtualidad poderosa y dinámica del misterio
de Cristo. Toda su eficacia radica en el amor que encierra. Los Santos
lo han comprendido con mirada limpia y penetrante, y lo han experi-
mentado también. La Encarnación y la vida de Jesús no es sino una
manifestación del amor:
<<lOh Padre Eterno! Vos mandasteis a vuestro Hijo nos amase. ¿Le faltará algo
que hacer para contentaros? Todo lo hizo cumplido. Como había dicho: fíat voluntas
tua, habíalo de cumplir como quien es. Pues, como sabe la cumple con amamos como
a Sí, así andaba a buscar cómo cumplir con mayor cumplimiento, aunque fuese a su
costa este cumplimiento ... » .
'" ¡Oh Jesús mío, cuán grande es el amor que tenéis a los hijos de los hombres, ¡mes
con tanto sangre vemos mostrado el amor tan grande que tenéis a los hijos de Adán!
Todo lo que pasa con amor toma a soldarse. Y así creo, si quedárais con la vida, el
mismo amor que nos tenéis, tomara a soldar vuestras llagas ... » (35).

Aquí está la razón profunda y primaria del misterio de Cristo. Todo


lo demás gira en torno a esto; todo es manifestación de este amor: la
humildad, la obediencia... los sufrimientos y los dolores de la pasión ...
y todo ello confluye a manifestar el amor que Dios ha tenido a las
criaturas, pues las dió a su propio Hijo.
«¿Qué podemos hacer por un Dios tan generoso, que murió por nosotros, por lo
que nos ha servido? De mala gana dije esta palabra: mas ello es así, que no hizo otra
cosa todo lo que vivió en el mundo ... »
«Vino del seno del Padre por obediencia a hacerse esclavo nuestro. Fué esclavo de
todo el mundo. Esto en verdad, sin fingimiento, hace el Señor con nosotros ... »
<dOh Sabiduría que no se puede comprender! ¡Cómo fué necesario todo el amor
que tenéis a vuestras criaturas, para poder sufrir tanto desatino, y aguardar a que
sanemos, y procurarlo con mil maneras de medios y remedios! ... » (36).

Esta es la tónica que caracteriza y distingue toda la vida y actuación


de Cristo. Por eso, siempre que pensemos en El, o nos acerquemos a El,
debemos pensar ante todo en su amor para con nosotros. Sólo así pode-
(35) C. V. 3, 8.
(36) F. 5, 17; E. 12, 2.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 793

mas situarnos dentro de su irradiación y connaturalizarnos para entender


su mensaje. Al mismo tiempo, 'el amor tiene sus exigencias: reclama amor
y correspondencia por parte nuestra. Esto es tan fundamental, que la
Santa no permite lo ignoren o lo descuiden sus hijas. Por eso se lo re-
cuerda con insistencia. Baste anotar un texto fundamentalísimo:
"Pues quiero concluir con esto, que siempre que se piense de Cristo, nos acorde-
mos del. amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios
en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor. Y aunque sea muy a los
principios y nosotros muy ruines, procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos
para amar; porque si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el
corazón este amor, sernos ha todo fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo.
Dénosle Su Majestad--pues sabe lo mucho que nos conviene-por el que El nos tuvo
y por su glorioso Hijo, a quien tan a su costa nos le mostró, amén» (37).

Concluyamos diciendo que toda la vida de Jesús y sus momentos


principales de modo especial son para Santa Teresa una epifanía del
amor de Dios y de Jesús hacia los hombres: la misma oración del Padre
Nuestro, que nos enseñó, es prueba de su amor y de su solicitud por
nuestro bien. La institución de la Eucaristía, su muerte, toda su vida,
estuvo iluminada por este designio sobrenatural. Para eso le envió su
Padre al mundo: para manifestarnos su amor y enseñarnos a amarle.

Cristo Amigo.-Como una prolongación del tema del amor de Jesús


hacia los hombres podemos considerar otra cualidad que Santa Teresa
pone de relieve: el aspecto de la amistad: Jesús amigo de las almas.
Es un desdoblamiento de lo primero y un complemento también. Desdo-
blamiento, porque la amistad nace del amor. Y complemento, porque
añade algo al amor: la fidelidad.
De esta suerte, se complementa el conocimiento de Jesús, en sus
reflejos morales, espirituales y psicológicos hacia nosotros. Debemos
notar, con todo, que en este terreno muchas véces Santa Teresa habla en
general de Dios, del Señor; pero el sentido de sus expresiones es bien
manifiesto; la mayor parte de las veces se refiere a Jesucristo.
Hemos indicado ya lo específico de este apartado, en la actitúd de
Santa Teresa con relación al misterio de Cristo. La amistad dice para
ella fidelidad de amigo para con el amigo. Lo contrario, no sería amistad.
Por esta razón, el considerar a Jesús como amigo le da una gran se-
guridad, ya que sabe que ha de ser fiel en conceder lo que ha prometido
alas que le aman. Y además que ayudará al alma en todos sus trabajos.
«Hállole-dice-amigo verdadero, y hállome con esto con un señorío, que me pa-
rece podría resistir a todo el mundo, que fuera contra mí, con no faltarme Dios.»
« ... Puedo tratar con El como con amigo, aunque es Señor; porque entiendo no
es como los que acá tenemos por señores, que todo el señorío ponen en autoridades
postizas ... »
«¡Oh Señor mío, cómo sois vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando
queréis, l?odéis, y nunca dejáis de querer si os quieren!... ¡Oh, quién diese voces por
él, para decir cuán fiel sois a vuestros amigos!» (38).

(37) V. 22, 14.


(38) V. 37, 6; 25, 17.
794 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

Jesús ha llevado la amistad con sus criaturas hasta el exh'emo: hasta


elevarlas a la suma unión con El, e introducirlas en su mansión, dándoles
a participar aquí de los goces del cielo. Santa Teresa se recrea pensando
en esta bondad y magnanimidad de su amigo celestial, a quien ella
trata con toda confianza, porque tiene plena seguridad en sus palabras,
y todo esto a pesar de nuestras flaquezas (39).
Finalmente, cabe destacar que el fundamento de esta cualidad de
amigo está para Santa Teresa en la Humanidad de Cristo.
Es éste un punto sobre el que la Santa no se ha declarado con pre-
cisión. Nuestra afirmación tiene como base el contexto de sus testimonios.
Pero debe entenderse en su recto sentido nuestra afirmación. El amigo
es Cristo, la persona del Verbo, pues la amistad es algo perSOi1al. Pero
el llegar a esta vivencia profunda de la amistad parece que Santa Teresa
lo ha logrado principalmente en la consideración del Dios, cercano a
nosotros, implicado en nuestros propios cuidados, simplemente hecho
hombre, como nosotros.
Por lo demás, debía ser ésta la mentalidad de entonces. Al menos flo-
taban estas ideas en el ambiente espiritual y doctrinal en que se mueve
Santa Teresa. Ella había leído el Abecedario de Osuna, en el que se
contiene fundamentalmente esta doctrina. Osuna recomienda buscar al
Señor junto con su consolación'; sin seccionarle, y que así como creemos
que es Dios hombre, así le busquemos como Dios y dulce juntamente (40).
A la línea del hombre pertenece, según este texto de Osuna, la conso-
lación, la dulzura, prerrogativas de la amistad. La Humanidad de Cristo
es vía para ir a Dios: su dulcedumbre es el incitamento, la llamada pro-
funda, el toque interior que nos mueve a acercarnos a El, como a un
amigo.

Cristo Redentor.-Uno de los temas más importantes en este terreno


es el que se refiere al conocimiento que Santa Teresa tuvo de Jesucristo,
como Redentor. Es, por lo demás, amplísimo. Tanto y más que el tema
de su magisterio. Delinearemos en general este apartado.
En primer lugar hace un recuento bastante minucioso de los dolores
físicos y psicológicos, sufridos por ) eslÍs en su pasión: bofetadas, azotes,
muerte en cruz, dolor que recorrio todos sus miembros delicados, como
una corriente eléctrica; muerte en cruz, sed espantosa... Por otra parte,
el dolor interior de sentirse abandonado de su Padre, de sus discípulos, el
conocer el número inmenso de las almas que no se aprovecharían del
fruto de sus sufrimientos, y el gran nlÍmero de malos cristianos que
pecarían, pisoteando su sangre ... ; los peligros por que atraviesa la Igle-
sia ... etc.
Desde 1576 Santa Teresa conoció y vivió la intimidad con la pasión
de Cristo de una, manera muy singular. Tan profunda y conscientemente
como no lo .había hecho hasta entonces. Los sucesos de su vida contri-
buyeron a ello. Se encontraba entonces en Sevilla, donde sufrió los ma-

(39) V. 37, 6.
(40) OSUNA, Abecedario, III ... Ver la nota 6.
r
r

DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 795

yores trabajos y desprecios, donde tuvo sufrimientos tan hondos, sólo


inferiores a los padecidos con motivo de la fundación del primer con-
vento de la Reforma. Al mismo tiempo, aquel período fué provecho sí-
sima para su alma. Ella misma, en su epistolario, nos da cuenta de ello.
En ese año de 1576 recibió una locución del Señor que le confirmó en su
actitud de intimidad y participación en sus dolores.
«Habiendo un día hablado a una persona que había mucho dejado por Dios, yacor-
dándome cómo nunca yo dejé nada por El ni en cosa le he servido como estoy obligada,
y mirando las muchas mercedes que ha hecho a mi alma, comencéme a fatigar mucho,
y díjome el señor: Ya sabes el desposorio que hay entre ti y mí, y habiendo esto lo
que yo tengo es tuyo, y ansí te doy todos los trabajos y dolores que pasé, y con esto
puedes pedir a mi Padre como cosa propia.»
«Aunque yo he oído decir que somos participantes de esto ,ahora fué tan de otra
manera, que pareció había quedado con gran señorío, porque la amistad con que se
me hizo esta merced, no se puede decir aquí. Parecióme lo admitía el Padre, y .desde
entonces miro muy de otra suerte lo que padeció el Señor como cosa propia y dame
gran alivio» (41).

Por estas fechas Santa Teresa contaba ya sesenta y un años de edad.


y su santidad había rebasado la cima, había llegado a la madurez· del
espíritu. No obstante, desde ahora, ve las cosas bajo otro prisma y se
siente más identificada con Cristo paciente y más dueña de sus dolores
y del fruto de sus sufrimientos.
No fué éste precisamente el tiempo en que ella comenzó a VIVIr
espiritualmente la pasión de Cristo. Y por lo mismo no debe situarse en
esta época el período de 'su formación doctrinal sobre ella. Esto es
importante considerarlo. La Madre Teresa meditó sobre la pasión de
Cristo y sobre sus misterios dolorosos durante toda su vida religiosa.
Desde el primer año que ingresó en .el monasterio de la Encarnación
su alma tuvo ante sus ojos estas escenas de la vida del Señor. Lo dice
ella misma en la Relación de 1576:
«Esta monja ha cuarenta años que tomó el hábito, y desde el primero comenzó a
pensar en la pasión de Nuestro Señor, por los misterios, algunos ratos del día, y en sus
pecados, sin nunca pensar que fuese cosa sobrenatural. .. » (42).

La pasión de Cristo era uno de los temas comunes de los libros de


meditación de. entonces. Entre los libros que ella recomienda a sus
religiosas para hacer la oración mental encontramos el libro de medita-
ciones del P. Granada, en el que están repartidos, por cada día de la
semana, los mistEjrios de la pasión del Señor (43).
Entre 1555 y 1559 la Madre Teresa leyó gran número de libros espi-
rituales. Ella misma nos dice, en la Relación antes citada, aparte de otros
lugares, que era amiga de leer buenos libros (44).
En el capítulo 30 del Camino (Códice de El Escorial), parece que
tiene puestos sus ojos sobre las páginas del P. Granada, cuando dice a
sus religiosas, que tienen libros tales en los que van por los días de la
(41) CC. 50.
(42) CC. 53, 1.
(43) LUIS DE GRANADA, OP, Libro de la oración y meditación. Salamanca, 1554.
(44) "Leyendo también en buenos libros ... " CC. 53, 1.
796 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

semana repartidos los misterios de la sagrada Pasión, y otras meditacio-


nes del juicio y del infierno ... (45). .
Esto nos hace pensar que la meditación de la Pasión de. Jesucristo
fué una dominante en la vida espiritual de Santa Teresa, y que su
vivencia de estos misterios fué intensísima. Así, vemos que a lo largo de
toda su vida y en todas las páginas de sus escritos aflora su sentimiento
compasivo para con el buen Jesús, que padeció tanto por los hombres.
Las visiones del Cristo atado a la columna, las lágrimas ante el Ecce
horno, su devoción encendida a las diversas escenas de la Pasión del
Señor, son fruto de esta vivencia. Esta fué profundizando en su alma,
desde sus primeros años de vida religiosa hasta cuajar .en su santidad
eximia y en los momentos extraordinarios del año 1576 (46).
Son innumerables las referencias que podríamos aportar sobre este
punto: doctrina y vivencia de los misterios de la Pasión. En sí, pensamos
que no presentan mucha originalidad, y que pueden concretarse con
facilidad las fuentes de su formación espiritual (47).
Por eso renunciamos a otros detalles, para hacer un eXCUI'SUS, de ca-
rácter psicológico, basados en esta temática y en esta profunda vivencia
de Santa Teresa. ¿Qué temperamento y qué carácter reflejan en ella estos
movimientos de su espíritu y esta actitud ... ?
Fijémonos en algunos datos concretos. Desde su ingreso en el mo-
nasterio, Ja Santa había tomado como tema de sus meditaciones los mis-
terios de la Pasión del Señor. Su sentimiento compasivo es manifiesto.
Hacia 1554, su espíritu estaba turbado. No sabía si recorría un buen
camino, o si se apartaba de la senda recta, con peligro de que la Inqui-
sición interviniese contra ella, como años atrás lo había hecho con
Magdalena de la Cruz, la visionaria de Córdoba. Algunos de sus conse-
jeros-Daza y Salcedo-habían dictaminado que aquello era obra del
demonio ...
La monja carmelita estaba desolada. Pero no había abandonado su
meditación sobre la Pasión del Señor. Ella era compasiva e imploraba
compasión. Oigamos su propia relación, que nos ha servido de funda-
mento y de punto de partida:
«Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no la dejaban descansar las
ruines costumbres que tenía. Acaecióme que entrando un día en el oratorio, vi una
imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que
se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado, y tan devota, que en mirándole toda me
turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fué tanto lo
que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece
se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, supli-
cándole me fortaleciese ya de una vez, para no ofenderle.»
(45) C. E. 30, 1; C. V. 19, 1.
(46) Ver, a paTtir del cap. 9 de su Vida ... Entre 1543-1554 tenía este modo de
oración, que ella misma describe: "Como no podía discurrir con el entendimiento,
procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mijor-a mi parecer-
de las partes adonde le veía más solo; parecíame ,a; mí que estando solo y afligido,
como persona necesitada, me había de admitir a mí. .. ; en especial me hallaba
muy bien en la oración del huerto; ,9illí era mi acompafíarle; pensaba en aquel
sudor y aflicción que allí había tenido ... " V. 9, 4.
(47) Habría que estudiar principalmente la pasión, como obra del amor de Dios
y de Jesús. C. V. 40; M6, 7, 13.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO lJE CRISTO 797
«Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena, y rilUy muchas veces pensaba en su
conversión, y en especial cuando comulgaba: que como sabía estaba allí el Señor
dentro de mí, poníame a sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas.
y no sabía lo que decía ... , y encomendábame a aquesta gloriosa santa, para que me
alcanzase perdón.»
«Mas esta postrera vez de esta imagen que digo, me parece me aprovechó más ...
Paréceme le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que
le suplicaba. Creo cierto me aprovechó ... » (48).

Hay aquÍ muchos datos dignos de una reposada consideración. Santa


Teresa tenía gran devoción a la Magdalena, lo cual fundamentalmente
puede significar una semejanza de carácter y de sentimientos, al menos
en algunos momentos históricos fundamentales.
Su actitud ante el Cristo llagado tiene gran semejanza con la escena
de la Magdalena, que se presentó ante Jesús en la casa de Simón, en
Galilea, durante el primer año de la prediéación evangélica. Era peca-
dora, cOnocida en la ciudad; pero, arrepentida de su pecado y queriendo
iniciar una nueva vida, se llegó junto al Maestro, con un pomo de ala-
bastro de ungüento precioso; y sin atreverse a darle la cara y cruzar con
la suya su mirada, se puso detrás de El, como anota finamente San
Lucas; .se postró a sus pies llorando, bañándolos con sus lágrimas y en-
jugándolos con los cabellos de su cabeza ... Y besaba sus pies y los ungía
con el ungüento (49).
Teresa se reconoce también cómo pecadora y no puede sufrir por
más tiempo su situación un tanto anormal: estaba su alma cansada, como
ella nos dice, con penetración y exactitud ... Da la circunstancia de en-
contrarse ante una imagen del Jesús llagado. Lo mismo que hizo ante
la imagen lo hubiera hecho ante su persona. La mira y se turba, como
no atreviéndose a mantener fija sobre la imagen su mirada. Queriendo
iniciar una nueva vida, más perfecta, y verse libre de imperfecciones
habituales, se arroja ante la imagen, y se deshace en lágrimas, tendida
en el suelo: con grandísimo derramamiento de lágrimas, dice ell~ misma.
En una situación normal, hubiera enjugado sus lágrimas con los cabellos
de su cabeza.
El paralelismo es grande. La misma Santa anota en este pasaje que
ella tenía gran devoción a la Magdalena, como queriendo indicarnos que
la escena que ella ha vivido en esos momentos ante la imagen del Cristo
llagado, revivía la escena de la Magdalena a los pies de Jesús, en casa
del fariseo.
Bien: ¿porqué hemos establecido este paralelismo?... Primero, por-
que lo pide el contexto. Y segundo, principalmente, para estudiar a través
de él, el carácter y la mentalidad de Santa Teresa a través de esta esce·
na tan fundamental en su vida; carácter y mentalidad que podemos cono-
cer también con plena autenticidad a través de otros datos y testimonios
biográficos. La importancia de la escena merece que le dediquemos la
debida atención. Después de esa vivencia, Santa Teresa sale reformada
y muy aprovechada en lo que pretendía.
(48) V. 9, 1-3.
(49) Le 7, 36-38.
798 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

En primer lugar, la relación de San Lucas sobre la actitud de la


Magdalena nos da a entender que ésta vivía inquieta, buscando la opor-
tunidad de manifestarse ante el Señor con arrepentimiento. La circuns-
tancia de que se encontrase en casa de Simón le abrió el camino.
M. Marchesan y Gnausdeducen estas notas características y tem-
peramentales, que determinaban en parte el funcionamiento de su di-
námica psicológica.
a) En prÍll1er lugar, la Magdalena manifiesta un autodominio fuerte
y una autodeterminación bien acusada. Parece que es rica, pues lleva
un pomo de perfume valioso, que lo derrama a los pies del Señor. No
le importan la murmuración de los comensales. Es dinámica. No se
embebe en la sola consideración.
b) Además usa sus cabellos como toalla para limpiar los pies de
Jesús. Esto representa una gran originalidad, que confirma el atrevi-
miento primero. Al mismo tiempo este rasgo manifiesta una sublimidad
y delicadeza grqnde en un modo de ser espontáneo.
c) Todo esto hace concebir la actitud de la Magdalena como un
rasgo genial:1 no una genialidad especulativa, sino un genio de sen ti-
mentalidad amorosa y afectiva. Era una mujer que ponía calor en su
ideal.
-d) Se postra ante Jesús y a vista del público. Ello denota un acto
de aniquilamiento, provocado por el amor y el arrepentimiento: lo cual
es señal de una gran sinceridad.
e) Finalmente, toda la escena y la actitud de la protagonista denotan
ternura y mucha delicadeza en su comportamiento exterior (50).
Tenemos aquí unas constelaciones psicológicas muy fundamentales,
que son:
- Autodecisión, dinamismo-psíquico, iniciativa.
- Iniciativa creadora o innooadora, que se manifiesta en la órigi-
nalidad del suceso.
- Ternura y delicadeza, hasta la genialidad.
- Sentímentalidad afectiva.
- Aniquilamiento-'arrepentimiento: sinceridad.
El reverso de la medalla nos presenta los mismos datos, confirmados
por otros hechos de la biografía teresiana.
a) Fundaméntalmente, toda su actitud frente a la pasión de Jesús
manifiesta un espíritu compasivo, y de una sensibilidad delicadísima.
Las -constelaciones psicológicas: delicadeza y ternura se manifiestan en
esta escena, ante el Cristo llagado. La delicadeza tiene como normativo
la sensibilidad para los dolores y alegrías ajenas. Puede ser un comple-
mento de la comprensión. A todas luces vemos, por la biografía teresia-
na, que su figura se encuadra en la delicadeza, con el normativo de su
sensibilidad exquisita. A su vez la ternura tiene como n'01'mativo psico-
lógico la facilidad para conmoverse -hasta las lágrimas. Dato suficiente-
(50) M. MARCHESAN, Mentalidad y carácter de Jesús. Madrid, Coculsa, 1958,
p. 298-307.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 799

mente probado a través de la biografía teresiana, 'y que acompaña al


desarrollo de esta escena ante el Cristo llagado. c.

La sensibilidad psicológica, tan acusada en la vida de Santa Teresa,


y puesta de relieve hasta el máximum en esta escena, entra como factor
normativo de la constelación comprensión, que a su vez y desde otra
línea se conjuga muy bien con la visión panorámica. La· comprensión
presenta estos otros normativos, que recortan la fisonomía espiritual y
psicológica de la Santa: la compasión (sin relación a este método y sin
estas preocupaciones, Hoornaert ha escrito en su libro: Saint Thérese
écrivain, un capítulo sobre la emotividad de Teresa y su vida de acción,
dedicando un apartado a la compasión); también el amor a la concordia;
la dulzura; la amabilidad; la aptitud 1?fa insMuarse en el ánimo del
pró;ímo. Ella era persuasiva y convincente; aptitud para hacerse com-
prender y amar. Efectivamente, todos estos normativos tienen pruebas
c

más que suficientes a través de la biografía teresiana. Recuérdese como


en su niñez persuadió a su hermano : primero para ir a tierra de moros,
más tarde para ingresar en la orden dominicana. Cosa parecida ocurre
cuando inicia la Reforma.
b) La escena de la Santa ante el Cristo llagado nos manifiesta una
gran sinceridad. Busca a plena luz un remedio, pues estaba ya su alma
cansada, como ella misma nos dice. Esto se opone directamente a la
constelación: ocultación (la 112 del diagrama de M. Marchesan), que
tiene como normativos: la inclinación y .tendencia a ensayos y pruebas
antes de comprometerse, la desconfianza y la reserva. La actitud de la
Santa aparece resuelta. El encontrarse con la imagen del Cristo llagado
fué la oportunidad que se necesitaba para su desahogo. Como la Mag-
dalena, de tiempos atrás venía estudiando el momento para decidirse.
A su vez, la sinceridades como una modalidad de la constelación
psíquica: la claridad (la 22 de M. Marchesan), que tiene como norma-
tivos, tanto la claridad de conciencia como la claridad de acciones. Y
ex opposito, una gran repugnancia a acciones hechas en la sombra y
con ocultación. La Magdalena lo afrontó todo, lanzándose a los pies de
Jesús, en medio de los comensales. La actitud de Santa Teresa, arrojada
a los pies del Cristo llagado, se hubiera realizado de cualquier manera,
aunque hubiera tenido espectadores.
c) Precisamente esto denota otra particularidad. Es su originalidad,
contraria a la pedantería. El caso de la Santa no era frecuente. Su actitud
no había sido copiada, literalmente, ni en sus circunstancias, ni en su
realización. La origlnalidad tiene como normativos: las visiones nuevas
de las cosas, de los problemas o de las actitudes; la fuerza de inventiva;
c

y la sentimentalidad no imitada. Datos que convienen fundamentalmente


a la Santa, que en fuerza de una nueva visión de las cosas, inició· una
Reforma de la Orden (51). c

(51) Podriamos concluir ,de aquí, que el análisis psicológico de Santa Teresa
nos lleve a la conclusión de que la reforma de la Orden era una exigencia imperiosa,
en su psicología. No hubiera podido sobreponerse, dada su rica constitución psico-
lógica, ,a, la mediocridad que se estaba viviendo en el monasterio. Esto tiene aún
mayor valor si conjugamos sus cualidades psicológicas con sus valores sobrenatu-
rales y morales ...
800 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

d) La originalidad se corresponde con otra constelación psicológica


muy fundamental en Santa Teresa. La iniciativa innovadora, regida y
matizada por la visión pan'orámica. Precisamente, la iniciativa innova-
dora carece de prudencia, de por sí, y lleva consigo una agresividad,
que mueve al sujeto a poner en práctica los ideales de su espíritu em-
prendedor. Pero si la media de la visión panorámica excede a la inno-
vación, entonces el espíritu emprendedor obra en virtud de los norma"
fivos de la visión panlorámica: prudencia, excelente previsión, razona-
miento, autodominio centro-asociativo; sentido de decoro, gravedad y
sabiduría. Entre los normativos de la visión panorámica se coloca la falta
de entusiasmo. El espíritu que domina todo el panorama, de por sí, suele
ser frío e indeciso. Pero esta falta la compensa, precisamente en el caso
de Santa Teresa, su iniciativa in:novadora, dándole ese espíritu empren-
dedor que pone en movimiento su mecanismo psicológico.
¿Adónde nos llevan todas estas consideraciones? Al parecer nos hemos
salido del ámbito de nuestro estudio. Pero una conjunción nos bastará
para situarnos dentro de él. La actitud de Santa Teresa frente al misterio
de Cristo, y en particular frente a los momentos de su Pasión, puede ser
un elemento valiosísimo para estudiar e investigar el funcionamiento de
su dinámica psicológica y para confirmar otros datos fundamentales, de-
ducidos de otras situaciones históricas. Y aquí está el valor de este
excursus, basados en esa escena singularísima, ante la imagen del Cristo
llagado. Fué un momento que presupone «un dinamismo psíquico eleva-
do-al igual que Marchesan dice de la escena de la Magdalena-, carac-
terizado por iniciativa y valor para afrontar una situación extraordinaria ...
Una personalidad exclusivamente contemplativa no puede hallar en sí
misma la energía necesaria para realizar tal acto» (52).
El tema de la Pasión de Cristo en la espiritualidad y en la vida de
Santa Teresa es inagotable, pero es forzoso concluir. Ella conoció el
valor sobrenatural de los dolores y sufrimientos de Jesús, como paga y
saldo por la deuda' de nuestros pecados. Pone muy de relieve nuestra
solidaridad con El, cuando afirma el modo en que nos ha aprovechado
el sacrificio del Redentor. Lo considera como el precio que compensó
a la justicia divina, airada por nuestras culpas.
Todo esto exige la correspondencia por parte de los hombres, pues
som()s de su propiedad y pertenencia. Concluímos con unos textos muy
expresivos:
<dOh ceguedad grande, Dios mío! 10h qué grande ingratitud, Rey mío! ¡Oh qué
incurable locura, que sirvamos al demonio con lo que nos dais vos, Dios mío!; que
paguemos el gran amor que nos tenéis,' con amar a quien así os aborrece y ha de
aborrecer para siempre; que (paguemos así) la sangre que derramasteis por nosotros
y los azotes y grandes dolores que sufrís, y los grandes tormentos que pasasteis. En
lugar de vengar a vuestro Padre Eterno, ya que vos no queréis venganza, y lo per-
donasteis de tan gran desacato como se usó con su Hijo, tomamos por compañeros y
amigos a los que así le trataron ... »
«IOh mortales, volved, volved en vosotros! Mirad a vuestro Rey, que ahora le
hallaréis manso; acábese ya tanta maldad... Entendeos, por amor de Dios, que vais

(52) MARCHESAN, Mentalidad ... , p. 303-304.


DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 801

a matar con todas vuestras fuerzas a quien por daros vida perdió la suya; mirad que
es quien os defiende de vuestros enemigos. Y si todo esto no basta, básteos conocer
que no podéis nada contra su poder y que tarde o temprano habéis de pagar con
fuego eterno tan gran desacato y atrevimiento. dEs porque veis a esta Majestad atado
y ligado con el amor que nos tiene? ¿Qué más hacían los que le dieron la muerte,
sino, después de atado, darle golges, y heridas? ¿Ya no había pagado bastantísima-
mente por el pecado de Adán? dSiempre que tornamos a pecar lo ha de pagar este
amantísimo Cordero? ... » (53).

El tema sobre la Humanidad de Cristo como objeto de piedad y tema


de oración merecería un capítulo aparte. Pero desistimos de comentarlo,
ya que ha sido amplia y suficientemente estudiado en sus aspectos prin-
cipales. Baste tener en cuenta que-contra la opinión de muchos-Santa
Teresa defendió la utilidad de la meditación sobre la Humanidad de
Cristo, y la actitud del alma, que acepta su consideración, aun en los más
altos grados de la contemplación (54). '

Cristo Juez.-Este es otro de los temas que pueden destacarse en las


obras teresianas. La Santa hace diversas referencias a él, y siempre en
más o en menos, con una orientación marcada. Apartar a las almas del
pecado y del infierno.
La doctrina de la Santa no es rica en detalles. Pero su vivencia de
esta verdad debió ser muy intensa, afianzándola en su decisión de servir
con toda fidelidad al Señor, para no exponerse a condenación, y no ser
causa del enojo y de la ira del Juez eterno.
Copiemos unas palabras:
«¡Oh ánima mía, bendice para siempre a tan gran Dios! ¿Cómo se puede tornar
contra él? ¡Oh, que a los que son desagradecidos la grandeza de la merced les daña!
Remediadlo Vos, mi Dios. ¡Oh hijos de los hombres!, ¿hasta cuándo seréis duros de
corazón, y le tendréis para ser contra este mansÍsimo Jesús? dQué es esto? ¿Por ven-
tura permanecerá nuestra maldad contra él? No; que se acaba la vida del hombre
como la flor de heno, y ha de venir el Hijo de la Virgen a dar aquella terrible sen-
tencia. 10h poderoso Dios mío! ... » (55).

Otras veces aprovecha esta consideración para apartar a las almas


del pecado. Oigamos también sus mismas palabras:
« ¡Oh los que estáis mostrados a deleites y contentos y regalos, y hacer siempre
vuestra voluntad: habed lástima, de vosotros! Acordaos que habéis de estar sujetes
siempre, sin fin, a las furias infernales. Mirad, mirad que os ruega ahora este Juez que
os ha de condenar, y que no tenéis un solo momento segura la vida ... » (56).

Desde su primer año de vida religiosa, la Madre Teresa estaba acos-


tumbrada a meditar en los misterios de la Pasión elel Señor, y en sus

(53) E. 12, 3-4.


(54) LARRAÑAGA, La espiritualidad de San Ignacio ... , p. 41, 134. Los teresia-
nistas y los historiadores de la espiritualidad carmelitana abundan en datos y en
referencias sobre el particular: SILVERIO DE SANTA TERESA, GABRIEL DE SANTA MARÍA
MAGDALENA, CRISÓGONO DE JESÚS, EFRÉN DE LA MADRE DE DIOS, M. Mm, etc.
(55) E. 3, 2.
(56) E. 10, 3; M6, 9, 6.
802 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

pecados. Más de una vez tendría entre sus manos el libro de meditacio-
nes del P. Luis de Granada, que ella misma recomendó más tarde a sus
religiosas, en el cual-yen otros del mismo estilo, según ella misma ex-
plica, van repartidos por los días de la semana «meditaciones del juicio
y infierno; y nuestra nonada y mercedes de Dios» (57).
Con la idea del infierno va unida en su doctrina y en sus recomen-
daciones la idea del juicio personal y final, y la del Juez supremo. Aun-
que no copste con omnímoda seguridad, éste puede ser el origen de su
vivencia espiritual e~ este punto. En sus obras ocurren no pocos testi-
monios, en los que considera a Dios y a Jesucristo como supremo Juez de
los hombres..

Resumen final: condusiones.'-Para concluir este apartado, resumire-


mos unas ideas de Hoornaert sobre el particular. Entre las ideas maes-
tras de los escritos teresianos destaca: Dios y Cristo. El Dios de Teresa
es un Dios personal, absoluto. Y el Cristo que ella tiene siempre ante
sus ojos es un Cristo personal también, que es Dios al mismo tiempo.
De aquí su insistencia por legitimar la práctica de la meditación sobre
la Humanidad de Cristo, que no puede impedir el acercamiento y la
unión con Dios (M6, 7).
Es preciso recordar que ella vivió en gran. intimidfid con Cristo. Prue-
bas de ello son las muchas visiones en que el Señor alternó con ella bajo
diversas formas.. Pero ¿se ha reflexionado bastante en sus descripciones
antropomórficas? Ella insiste tanto en poner de relieve todos los detalles
y las particularidades del Cristo aparecido, que no ha faltado quien juz-
gue su actitud como fruto de un histerismo erótico. Con todo, hay razo-
nes qpe justifican la fue;rte objetivación que hace del Cristo aparecido:
la atmósfera de discusión en torno a la realidad de .sus visiones, las des-
confianzas y las reservas mantenidas por algunos de sus consejeros, serían
de por sí una razón suficiente. Ella ve un Cristo real. Con todos sus deta-
lles: manos, mirada llena de dulzura, llagas de los azotes, etc., todo res-
plandeciente... (58).
En realidad todo esto es cierto. Hasta el punto de que no se ha re-
parado· mucho en la fuerza de sus descripciones antropomórficas, y menos
aún en la investigación de su origen. En realidad el ambiente y la con-
ducta de sus consejeros y confesores pudo determinar en gran parte la
actitud de la Santa·. Pero creemos que no es eso sólo. La raíz más pro-
funda debe buscarse en sus cUl:llidades personales: en su privilegiada fuer-
za imaginativa, que hacía revivir todos los detalles de la visión, aunque
ésta hubiera pasado. Por su propia confesión, y por lo que aparece en sus
escritos, sabemos que la Santa tenía una imaginación muy viva. Se gra-
baban en su imaginativa los más mínimos detalles de las cosas que per-
cibía con los sentidos; por eso, los recordaba con toda precisión después
de largo tiempo y los dibujaba tan minuciosamente en sus descripciones.

(57) C. 30, 1.
(58) HOORNAERT, Sainte Thérese écrivain ... , p. 295.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 8'03

B) PROXIMIDAD y roNTACTO roN EL MIS'I1ElRIO DE CRISTO.

El Cristo de Santa Teresa, a quien ellá se refiere en sus escritos, cuya


imitación persuade a sus lectores, cuyos dolores quiere sentir en sí misma,
es algo personal. Pero no es el Cristo de la fría especulación teológica o
histórica, sino el Cristo del amor, el Cristo a quien se acerca la voluntad;
el Cristo que da aliento al alma, para seguir su mismo camino: el Cristo
que es la dulce compañía del alma de oración, en su largo peregrinar.
Un doble aspecto fundamental encontramos en este terreno. Primero,
Jesucristo tiene una intimidad real, entitativa con el alma. Inhabita en
ella. La posee. Tal consideración se funda en el dogma de su divinidad,
medular en la espiritualidad teresiana. Por eso invita repetidas veces a
las almas a hacerse conscientes de esta sublime realidad (59). Al mismo
tiempo esta presencia de Jesús tiene un carácter de amistad. Santa Teresa
precisamente porque Jesús es Dios-hombre, y más bien porque es hombre,
que sufrió y murió por librarnos de nuestras culpas, insiste mucho en dar
a conocer a sus lectores que el Cristo cercano a nosotros e Íntimo a nues-
tra alma, es nuestro Amigo fiel y el Esposo de la misma alma. Dos carac-
terísticas fundamentales, por tanto: presencia del Dios y presencia del
Amigo y Esposo divino, porque el Dios presente es al mismo tiempo
hombre.
El otro aspecto de esta cuestión es la presencia de Jesucristo en el
alma, de un modo afectiva e intencional, como objeto de la oración y con-
templación, y como objeto de las ansias del alma, que lucha por llegar
a la mayor intimidad con el Señor.
Las condiciones psicológicas de Santa Teresa: delicadeza, ternura,
fina sensibilidad, tendían a establecer una relación de intimidad con Dios
y en particular con Jesucristo, que a los ojos de la Mística Doctora pre-
senta una faceta singularísima, a través de su Humanidad: su condición
de amigo fiel. Por eso, no es extraño encontrar en sus escritos muchas y
repetidas expresiones sobre la intimidad de vida con Cristo: la vida de
contacto espiritual con El; Cristo compañía del alma de Teresa. Su al-
truÍsmo no podía transigir con la soledad.
Este tema, en su aspecto fundamental, está plenamente de actualidad
en la Cristología de hoy, tanto en el campo católico como en el protes-
tante. Es decir, en todo el campo cristiano.
Entre los católicos se vive una espiritualidad cristológica, que puede
aportar muchos y valiosos testimonios. En un elenco bibliográfico a otro
propósito, publicado recientemente, tuve ocasión de reunir algunos estu-
dios y títulos de obras, sobre espiritualidad cristológica, en las que se pro-

(59) También se podría considerar aquí el aspecto de la intimidad cristológica


en el misterio eucarístico, que tiene igualmente como fundamento la divinida.d de
Cristo. Aquí prescindimos de los temas relacionados con la vivencia eucarística de
Santa Teresa.
804 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

pugna la tesis de una vida espiritual en contacto con el mensaje de Dios


a los hombres: con Cristo.
El libro de E. Mura sobre la Humanidad vivifican te de Cristo respon-
de a esta idea. Va dirigido a las almas cristianas y piadosas, para ayudar-
las a santificar sus acciones grandes y pequeñas, por medio de la unión
continuada a la vida de Cristo, transfundiendo en ellas el influjo vivi-
ficante de las acciones de Cristo, que es decir el mismo Cristo. A esta
misma idea obedece el libro de Agustín Geroge, sobre el conocimiento
de Jesucristo, que intenta llegar a un encuentro personal e íntimo con EL
De este mismo carácter son las páginas cristológicas del P. Schillebeckx y
los estudios de Van den Bosch sobre la cristología de San Bernardo, etc.
En el campo protestante tiene fuerte vigencia la idea del contacto con
Cristo. Debemos hacer una salvedad, y es que, en general, los teólogos del
protestantismo se fijan más bien en Cristo-mensaje que en el Cristo
personal. La clave de esto está precisamente en que muchos teólogos no
admiten la divinidad de Cristo, considerándolo más bien como el mensa-
je de doctrina y de vida dado por Dios a la Humanidad. En la estructu-
ración de la Cristología protestante se ha marcado, con rasgo especial, una
línea que se denomina: Cristología del contacto. Sus partidarios parten
de la tesis fundamental, según la cual, en Cristo se ha realizado el contacto
del hombre con Dios. Un contacto' de dos seres, de dos realidades: Dios y
el hombre. A partir de ahí el hombre debe llegar a su contacto con Dios.
Esta es la línea de los teólogos, clasificados como positivistas, en el cam-
po de la Cristología, y que tiene como máximos exponentes a Heim y
Brunner. A esta línea pertenece un protestante escocés, poco conocido
en Europa continentál: D. Baillie, para quien la comprensión de la Cristo-
logía, más que de orden metafísico, a estilo latino··escolástico, debe ser
comprensión del mensaje salvador. Comprensión significa aquí algo no
meramente intelectualista, sino vivencial, íntimo (60).
Jesucristo será el centro de unión y de conjunción de todos los cristia-
nos cuando los esfuerzos ecomenistas cuajen en verdaderos frutos positi-
vos. Todos estamos unidos en El y de El recibimos nuestros distintivos.
Pero la unión eficaz y vitalizadora, la unión de la fe y de la caridad, ha
de realizarse en Jesucristo. Los más finos observadores de las tendencias
ecumenistas y quienes están más cercanos a los disidentes, lo reconocen
así. Y no es éste ningún misterio. Es un postulado que con facilidad puede
descubrir y comprender todo el que siga de cerca las alternativas del ecu-
menismo. Y la conjunción en Cristo no podrá realizarse sobre la verdad
fría de los sistemas excesivamente doctrinarios, para la que no están pre-
parados ni dispuestos los cristianos separados, sirio sobre la verdad ama-
sada con amor, sobre la verdad vida, y vivida con el calor de la caridad
por los cristianos. En este sentido, el Cristo que nos presenta Santa Te-
resa puede tender su mano a todos los cristianos. Ella que sufrió y se afanó
tanto, y suplicó al Señor por los herejes de su tiempo y los de todos los
tiempos, puede ofrecer ahora en su espiritualidad cristológica el remedio

(60) ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, ocn, La Cristología en los últimos años.
1955-1961, en "Salmanticensis", 1963, 435-436; 466-470.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 8'05

espiritual adecuado a este pródromo, que la humanidad cristiana acusa


dentro de su seno. ¿N o sería ésta una gracia de su apostolado, siempre
cargado de fecundidad?
Sírvanos todo esto como preámbulo e introducción, para pasar a estu-
diar con mayor detención los matices que nos presenta la doctrina y la
vivencia teresiana de este misterio.

Intimidad con amor.


Hemos divagado, por querer hacernos actuales. Pero no hemos aban-
doné"tdo nuestra línea. Volvamos a centrarnos en el problema nuclear.
Ciertamente, Santa Teresa requiere la intimidad y la compañía y el
contacto espiritual con Jesús, en todos los momentos de la vida espiritual.
A lo largo de sus escritos aparecen muchas afirmaciones y no pocos con-
sejos, sobre este particular. Ella veía que el provecho espiritual de sus
hijas dependía en su mayor parte de que viviesen en compañía con el
Señor. Tal es su expresión.
Esta compañía debe ser consciente, animada por un amor, que man-
tenga en alto las aspiraciones del alma, para superarse y proseguir su
camino. Sobre todo, esto es necesario en los comienzos de la vida espiri-
tual. Es entonces cuando más necesita el alma una ayuda excepcional,
para no cejar, a pesar de todas las dificultades. Y es entonces, precisa-
mente, cuando el demonio más se esfuerza, de muy diversas maneras, por
entorpecer el camino de las almas de oración.
Escuchemos sus palabras, en el capítulo 12 de la Vida-grande impor-
tancia para nuestro tema-o Habla a las almas que están en el primer
estado de la vida espiritual, en la vía ascética, que pueden tener devo-
ción adquirida por el entendimiento: primeros grados de oración mental:
«Puede en este estado hacer muchos actos para determinarse a hacer mucho por
Dios y despertar el amor, otros para ayudar a crecer las virtudes ... Puede represen-
tarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humani-
dad, y traerle siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejár-
sele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle para ellos ...
Es excelente manera de aprovechar y muy en breve y quien trabajare a traer consigo
esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella, y de veras cobrare amor a
este Señor, a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado.»
«Este modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos estados y es un
medio singularísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en breve al segundo
grado de oración ... » (61).

Santa Teresa habla aquí de la compañía de Cristo, intelectual y afecti-


va. Es el requisito indispensable para cobrar conciencia del estado espi-
ritual del alma. La comprensión de Cristo es el primer peldaño para llegar
a la comprensión de Dios. Y esto debe hacerse con amor. Sus consejos se
encaminan a mantener viva la llama del fervor en el espíritu de sus hijos.
El texto que hemos transcrito puede completarse con otro del capítu-
lo 22 del mismo libro de la Vida, en que habla también de las almas
(61) V. 12, 2-3.
38
806 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

que están aún a los principios de la vida espiritual. En estos momentos


les aconseja pensar o meditar en Cristo y acordarse de su amor, estando
muy despiertas para amar, a fin de mover al Señor, para que se digne im-
primir ese amor en su corazón .De ese modo, todas las cosas serán más
fáciles y aprovecharán más en poco tiempo (62).
Santa Teresa llegó a esta doctrina después de meditar los textos de
los Evangelios. Ella aconseja a sus hijas ser una misma cosa en el
amor con Cristo, a vivir en intimidad con El. Esto recuerda que lo deseó
y lo pidió el mismo Jesús, para todos los cristianos, cuando pidió a su
Padre que fuesen una cosa con El. Esta súplica del Señor no fué sólo para
sus Apóstoles, sino para todos los cristianos. Esto le infunde un gran
consuelo y grande satisfacción a la Santa, porque piensa que ella estaba
también inclufda en aquella plegaria de Jesús, precisamente de tan dulces
palabras.
Jesucristo premia por su parte con amor al alma que vive en su inti-
midad y en su presencia: Se manifiesta a ella, le manifiesta su Humanidad
sacratísima, de muy diversas maneras, etc.
Sobre todo, le regala con su vista. Mira dulcemente al alma, infun"
diéndole amor.. Citemos uno, entre muchos textos:
« Considero yo, muchas veces, Cristo mío, cuán sabrosos y cuán deleitosos se mues-
tran vuestros ojos a quien os ama y Vos, Bien DÚO, queréis mirar con amor; paréceme
que sola vez de este mirar tan suave a las almas que tenéis por vuestras, basta por
premio de muchos años de servicio» (63).

Intimidad en la oración (64).


La compañía afectiva de Jesús es provechosa, sobre todo para la vida
de oración. Tanto si es oración vocal como mental. Interesantes a este res-
pecto los capítulos 24 y 25 del Camino de Perfección, en que trata de
cómo se ha de rezar oración vocal con perfección. No debe contentarse
el alma con recitar maquinalmente las palabras, llevada de la costumbre,
aunque eso tal vez fuese suficiente. Pero a su modo de ver ello es muy
poco y por eso no quiere que sus hijas se contenten con ello. Cuando
rezaren la oración del Paternoster, que es la principal de las oraciones,.
porque el mismo Jesús nos la enseñó,
«Bien es consideremos somos cada una de nosotras a quien enseñó esta oraClOn
y que nos la está mostrando, pues nunca el Maestro está tan lejos del discípulo, que
sea menester dar voces, sino muy junto. Esto quiero yo entendáis vosotras os conviene
para rezar bien el Paternoster: no se apartar de cabe el Maestro que os lo mostró» (65).

La misma norma tiene apliacicón en la oración mental, que en cierto


modo debe acompañar a toda oración vocal. Al menos, alguna considera-
ción. Sentir cerca al Señor, considerarse en su compañía es abrir la puerta
(62) V. 22, 14.
(63) M7, 3, 2.
(64) Véase el capítulo del P. MARÍA EUGENIO sobre Jesucristo en la oración
teresiana, en la obra ya citada.
(65) C. E. 40, 4; C. V. 24, 4.
1
I

DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 8'07

a los beneficios divinos. Entonces el alma se capacita para recibir las


mercedes del Señor. Y entonces, como está tan cerca de él, el mismo
Señor derrama sus gracias sobre ella, incluso las de orden místico y ex-
perimentado, lo detalla con bastante particularidad en el capítulo 25 del
Carnina.
«Entiende que sin ruido de palabras le está enseñando este Maestro divino, sus-
pendiendo las potencias, porque entonces antes dañarían que aprovecharían si obrasen;
gozan sin entender cómo gozan, está el alma abrasándose en amor ... » (66).

Estas gracias las reciben las almas que rezando el Paternoster cum-
plen los requisitos de la oración perfecta. Entonces no hay inconveniente
para que el Señor las ponga en contemplación.
La Santa no se cansa de persuadir esta compañía del Señor a los
que viven de la oración, incluso a los que rezan vocalmente. Oigamos unas
encantadoras frases:
«Ahora, pues, tomemos a nuestra oración vocal, para que se rece de manera que
sin entendemos, nos lo dé Dios todo junto... Procurad, luego, hija, pues estáis sola,
tener compañía. Pues, ¿qué mijor que la del mesmo Maestro que enseñó la oración
que vais a rezar? Representad al mesmo Señor junto con vos, y mirad con qué amor
y humildad os está enseñando; y creedme, mientras pudiereis, no estéis sin tan buen
amigo. Si os acostumbráis a traerle cabe vos y El ve que lo hacéis con amor y que
andáis procurando contentarle, no le podréis, como dicen, echar de vos, no os faltará
para siempre; ayudaros ha en todos' vuestros trabajos, tenerle heis en todas partes:
¿pensáis que es poco un tal amigo al lado?» (67). .

El capítulo discurre persuadiendo a las religiosas a no perder esta


compañía del amigo dulce del alma. Aunque el entendimiento no pueda
discurrir, con todo, los ojos del alma pueden mirar con amor al Señor y
así tenerle cerca. La compañía de Jesús es intencional y afectiva; es por
consideraciones de sus misterios y por ese mirar del alma que es el afecto
de la voluntad (68).
Esta presencia pasa a ser una intimidad esponsal. Santa Teresa fuerza
a sus hijas a vivir en esta atmósfera, de contacto con Cristo, porque com-
prende que es uno de los medios más eficaces para conseguir la perfec-
ción. Maravilloso el capítulo 26--códice de Valladolid (42 en el de El Es-
corial)-, del Camino de Perfección, donde se reflejan una vez más las
cualidades psicológicas y espirituales de la M adre Reformadora. ¡Con
cuanta insistencia recuerda a sus hijas estas verdades, y les recomienda
que vivan en esta intimidad con su Esposo celestial, que es al mismo
tiempo el amigo fiel! Deben meditar amorosamente sus misterios, sobre
todo los de su pasión, consolarle en el Huerto, apiadarse de su soledad ...
Entonces, el Señor mirará a sus almas, «con unos ojos tan hermosos y
piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los
vuestros, sólo porque os váis con El a consolar, y volváis la cabeza a
mirarle» (69).
La proximidad del Señor debe hacer prorrumpir al alma en exclama-
ciones, debe establecer un diálogo con El, para desahogar su ternura.
(66) C. V. 25, 2. (67) C. V. 26, 1. (68) C. V. 26, 3~4.
(69) C. V. 26, 5.
808 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

,dOh Señor del mundo, verdadero Esposo míol (le podéis vos decir, si se os ha
enternecido el corazón de' verle tal)... ¿Tan necesitado estáis, Señor mío y Bien mio.
que queréis admitir una pobre compañía como la mía y veo en vuestro semblante que
os habéis consolado conmigo?» (70).

A continuación la Santa anima a sus hijas a tomar la cruz de Cristo y


a caminar junto a El, sin que les dé cuidado la murmuracién ni los atropellos
de los judíos ... y esto, a pesar de que no le vean con los ojos corporales.
No sabemos si Santa Teresa habría escuchado a alguno de los grandes
teólogos y letrados, con los que ella trató repetidas veces las cosas de .<iU
alma, la definición y explicación teológica de la amistad. Lo cierto es que
en las palabras que hemos transcrito, interpreta magistralmente y aplica
en la práctica la doctrina de Santo Tomás, en la prima secundae. El An-
gélico dice que es propio de la amistad el suscitar en el amigo un deseo
vivo de ver al amigo, y entretenerse en dulces coloquios con El (71).
Ello parece una exigencia de la verdadera amistad. Santa Teresa se
sitúa en esta misma línea, al recomendar a sus hijas estos dulces coloquios
con su Amigo y Esposo celestial, considerando cercana y próxima su per-
sona, como si le estuviesen viendo. Tal consideración satisface las exi-
gencias de la proximidad y del contacto-compañía espiritual.
Santa Teresa busca este contacto con Cristo principalmente a través
de los misterios de su Pasión y en la Eucaristía. Sobre este último parti-
cular nada hemos de decir, pues sobrepasaríamos nuestros límites.
Cuando habla de la Pasión del Señor afirma que el alma' puede vivir
en tanta intimidad con él, y se siente tan unida a El que puede considerar
como propios sus dolores y sufrimientos. Más que intimidad, tiene lugar
aquí una transformación espiritual, de que la Santa habla en las Mora-
das Sextas, 5, 6.
En confirmación de todo esto podríamos referir las diversas ocasio-
nes en que Nuestro Señor se apareció a la Santa, ratificando su unión
espiritual con ella. Su ideal es que todas las almas puedan llegar a esa
cima, y se dispongan para recibi:r esas mercedes del Señor. Sobre todo
podemos citar aquella visión que refiere ella misma, y que califica como
intelectual. Estaba fatigada porque no podía entender qué cosa era, pero
estaba cierta que era Nuestro Señor el que se le mostraba de aquella
suerte. Le hablaba muchas veces, quedaba muy confortada y alegre con
tan buena compañía, siéndole una gran ayuda para vivir siempre en pre-
sencia de Dios. Sentía que andaba Jesucristo a su lado derecho, aunque
no por los sentidos corporales. Pero nada restaba certeza a su experienciR.
Tal era el premio a su delicado servicio por el Señor.

Intimidad y transformación.

Vivir la amistad y la compañía intencional y espiritual con Jesús tiene


una finalidad muy marcada en la espiritualidad teresiana: crear un cli-

(70) C. V. 26, 6.
(71) 1-2, q. 28, a. 1, ad 2 um.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 8'09

ma de amor al Señor, en el que florezcan las virtudes y las obras santas.


Ella misma lo piensa así:
«De esta compañía tan continua nace un amor tiemÍsimo con Su Majestad, y
unos deseos mayores de entregarse toda a su servicio, y una limpieza de conciencia
grande; porque hace advertir a todo la presencia que trae cabe sí. No se puede des-
cuidar, que la despierta el Señor que está cabe ella» (72).

La proximidad provoca el amor. El amor intenta la fusión de quienes


se aman. El contacto cristológico que Teresa propugna en sus escritos
termina en una transformación espiritual del alma en Cristo. No es sola-
mente sentir y pensar a Cristo cerca de sí. El alma aspira a más y puede
llegar a otra cima: a transformarse en Cristo. Esto tiene lugar en los
últimos grados de la contemplación, en el matrimonio espiritual: La trans-
formación en Dios tiene también un aspecto cristológico. El detalle es
digno de tenerse en cuenta.
En ese matrimonio espiritual no hay separación del alma y Dios;
no pierde nunca la dulce compañía del Esposo y Amigo. Siempre queda
el alma con su Dios en aquel centro, de manera que lo entienda (73).
Entonces se realiza la transformación en Dios, interpretando en este
sentido lo que dice San Pablo: «El que se arrima y se aUega a Dios,
hácese un espíritu con El» (74).
Pero una espiritualidad cristológica, como es la de Santa Teresa, tien-
de también y llega a la transformación del alma en Cristo. Por eso, ella
misma apostilla, a continuación, sirviéndose una vez más de la autoridad
de San Pablo, y refleja ese carácter cristológico de la transformación:
« ... Y también dice: «Míhí vívere Chrístus est, mori lucrum» (75).
«Ansí me parece puede decir aquí el alma, porque es adonde la ma-
riposilla, que hemos dicho, muere, y con grandísimo gozo, porque su
vida es ya Cristo» (76). .
Esta es la meta del alma, que recorre el itinerario de la espiritualidad
teresiana. En este alcor, desde donde Cristo irradia su luz amorosa, que
arrastra hacia sí las almas, se realiza la transformación en su dulce Ama-
do. La mariposilla muere, para vivir transformada en Cristo. La Santa
reitera su pensamiento en el comienzo del capítulo 3 de las Moradas
Séptimas:
«Ahora, pues, decimos que esta mariposica ya murió, con grandísima alegría de
haber hallado reposo, y que vive en ella Cristo. Veamos qué vida hace, u qué dife-
rencia hay de cuando ella vivía ... » (77).

La transformación tiene un sabor cristológico. Por eso el alma tiene


aquÍ puesta su gloria en poder ayudar algo al Crucificado, en 'especial al
ver que es tan ofendido. Este es el carácter que sella a estas almas y las
configura con Cristo. La gloria de la cruz, preludio de la resurrección.
(72) SABINO DE JESÚS, O. c., p. 78.
(73) M7, 2, 5.
(74) 1 COl' 3, 17.
(75) Phil 1, 21.
(76) M7, 2, 6.
(77) M7, 3, 1.
810 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓ~, OCD

2. DOCTRINA Y VIVENCIA DEL CRISTO MISTICO.

Este apartado corresponde a lo que podríamos llama, y se ha llamado


generalmente doctrina de Santa Teresa sobre la Iglesia, y principalmente
su vivencia espiritual en y por la Iglesia. Corresponde también en algún
sentido a investigar su espíritu apostólico y sus sentimientos en favor de
las almas, que constituyen la Iglesia o deben formar parte viva de ella.
No obstante, es preciso hacer una salvedad. No debemos tomar el
término Iglesia en toda su amplitud ni propiamente en su sentido jurídico,
en cuanto es sociedad; sino en su concepto más restringido y formal: en
cuanto es Cuerpo Místico de Cristo; en cuanto en algún sentido se iden-
tifiéa con Cristo, como prolongación de su vida entre los hombres y de
su acción salvadora.
Es preciso tener en cuenta, para no desorbitar la cuestión, que aquÍ
debemos tomar Cuerpo Místico en sentido universal: es decir, por toda
la Iglesia, o al menos por una gran parte de ella; no por una persona par-
ticular, parte de este Cuerpo Místico. Por esta razón, la vivencia teresiana
del misterio de Cuerpo Místico no coincide exacta y ajustadamente con
la cuestión de su actitud apostólica, aunque aquélla sea una manifesta-
ción de ésta" que es más universal.
Doctrinalmente, la aportación de Santa Teresa a la teología y vida
del Cuerpo Místico es pobre. Lo mismo que su aportación al misterio de
la Iglesia. En el libro de la Vida tiene algunos textos acerca del respeto
que ella tenía a la Iglesia y a sus ceremonias, del provecho que las almas,
con su vida de perfección pueden hacer a la Iglesia ... ; pero no aparece
aquí el aspecto cristológico (78). También en las Moradas Cuartas explica
el provecho espiritual que un alma aprovechada o perfecta puede hacer
a toda la Iglesia. Pero tampoco entra en cuestión el aspecto cristológi-
ca (79). Para descubrir esta vena tenemos que acudir al Camino de Per-
fección.
La vivencia teresianá del misterio del Cuerpo Místico se funda en
una realidad fundamental: en la identidad de Iglesia y Cristo. N o son dos
entidades que tengan intereses independientes y que gocen de una auto-
nomía ajena, que pueda desentenderse en uno y otro caso. No: el Cuerpo
Místico es el mismo Cristo, en su condición de sociedad y reino sobrena-
tural entre los hombres. Pero hasta tanto llega esta identidad en su con-
sideración-que poI' lo demás es la consideración verdadera y objetiva-,
que el ayudar a los predicadores y apóstoles de la Iglesia, es lo mismo
que ayudar y favorecel' la causa de nuestro Rey y Señor celestial (80).
El bien de la Iglesia redunda en gloria del Señor, lo mismo que servir
a la Iglesia es servil' al Señor; ayudarla y trabajal' por ella es ayudar y
favorecer al mismo Jesús (81). Desde el lado opuesto, injurial' a la Igle-

(78) V. 25, 12; 40, 2-5. (79) M4, 3, 10. (80) C. 3, 2.


(81) C. 1, 2; 3, 6.
DOCTRINA DE S. TERESA SOBRE EL MISTERIO DE CRISTO 8'11

sia es injuriar a Jesucristo. y así, cuantos han luchado contra ella y la


han persuadido, lacerándola, han perseguido y lacerado a Jesucristo (82).
Supuesta esta identidad-cuya naturaleza Santa Teresa no explica-su
vivencia del misterio del Cuerpo Místico resulta una conclusión simple-
mente y una como prolongación de su vivencia, intimidad y contacto con
el Cristo de la fe. Ahora bien: ¿en qué se traduce el sentido de esta vi-
vencia?.. Respondamos que en dos formalidades distintas: primero, la
compasión; segundo, el servicio ...
El estudio de esta actitud teresiana tiene una fuente principalísima,
cuya claridad anula y eclipsa a todas las demás. El capítulo primero del
Camino de Perfección, 1-5. En nuestro comentario, no vamos a hacer otra
cosa más que dar razón de esta actitud, y explicar su naturaleza ...

Compasión.
Santa Teresa, a lo largo de todas sus obras, había aconsejado a sus
religiosas vivir en intimidad con Cristo, buscar su compañía y hacérsela,
principalmente en los momentos de su Pasión: en el Huerto, en Casa
de Pilatos, en el Calvario ... etc. Ella misma fué devotísima de esta prác-
tica. Había que consolar al Cristo que sufría, que agonizaba ...
En su tiempo, Cristo sufría en su Iglesia, porque ésta era perseguida
y lacerada; por eso se suscita en su corazón un movimiento también de
compasión hacia la Iglesia, y se lo pide a sus hijas para que consuelen
también al Cristo que sufre.
Esta compasión la mueve a abrazarse resueltamente con los sufri-
mientos, con tanto optimismo, que llega a decir, en fuerza de su decisión,
que los sufrimientos son para ella salud y medicina, como afirma 'en repe-
tidos lugares (83).
La compasión debe contar con un elemento esencial, que la vitaliza.
Es el amor. Sin ello, no sería posible llegar a la meta del sacrificio que
la Iglesia y los sufrimientos de Cristo nos pueden pedir. Este amor da
fortaleza al alma: precisamente, la fortaleza que necesita para compade-
cerse eficazmente de los dolores de la Iglesia. Santa Teresa es muy explí-
cita en este punto: la situación de la Iglesia pedía almas animosas, almas
reales, almas armadas de gran fortaleza... ¿Por qué?.. Para cumplir el
segundo postulado: el de servicio.
Este amor puede tener como fundamento remoto la condición psico-
lógica de la persona: su sensibilidad y su delicadeza. Pero, el amor que
exige esta compasión, dice Hoornaert, es un amor conschmte, que tiene
sus raíces en las fuentes mismas de la voluntad (84).
Subyace en todo esto una cuestión profunda. ¿De quién se compa-
dece Santa Teresa? ... ¿A quién quiere consolar? ... En realidad, se com-
padece de Jesús, que sufre en su Iglesia, y le consuela a El... Esto rati-
fica la identidad que hay para ella entre Cristo y su Cuerpo Místico ...
(82) C. 1, 4.
(83) Carta de 8 de agosto de '1578, a su hermana Juana. Obras de Santa Te-
resa, IIl, Madrid, BAC, 1959, cta. 78-8B, 6,
(84) HOORNAERT, Sainte Thérese ... , p. 188.
812 ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD

Este sentimiento de compasión se traduce también en un sentimiento


de piedad hacia aquellos que, o persiguen a la Iglesia, como son los lutera-
nos, o no han llegado todavía a su conocimiento, como son los indios.
Son los dos polos que le eran más conocidos en aquel tiempo. En nuestros
días, se hubiera apiadado de los chinos y de los coreanos ... A pesar de
todo, su piedad y su compasión se extendía a todos. Era la extensión de
su caridad, que era universal, como la Iglesia y su destino. Tanto es así,
que Hoornaert llega a establecer una comparación entre la extensión del
reino español de aquellas centurias y la extensión de la caridad de Teresa.
En aquel reino de Carlos V no se ponía el sol porque comprendía el
mundo entero. Así, en el reino de la caridad de Teresa ...

Servicio.
La compasión de Teresa no es estática, ni remisa: sino dinámica y
activista. Lo mismo que su contemplación. Por carácter, ella tenía una
fuerte iniciativa innovadora; un altruísmo, que la empujaba a hacer par-
ticipantes de sus bienes a los demás ... Eso se refleja en todos los momen- .
tos de su vida.
Su sentido dinámico pone en movimiento también su amor y su com-
pasión, para lanzarse a la obra: nace entonces el sentimiento de servir y
ayudar a la Iglesia en lo que ella puede. De otro modo, su compasión no
hubiera sido efectiva ni verdadera ... Entonces decide, encerrarse en su
pequeño convento y orar por los que luchan, sacrificarse por la Iglesia y
ofrecer por ella todo lo que es.
Su altruísmo no le permite ir sola. Lo mismo que para huir a tierra de
moros busca la compañía de su hermano, y lo mismo que cuando se decide
a ingresar en religión persuade también a su hermano para que elija la
vida religiosa, así ahora, en el momento de poner en práctica el servicio
que debe prestar a la Iglesia, no quiere ir sola. Escoge a un grupo de
hermanas, que se sacrifiquen con ella y oren por los defensores de la causa
del Señor, y ofrezcan el sacrificio de su vida austera, pobre, encerrada, para
consolar a Jesucristo ... aquí está el fundamento del espíritu misionero
de Santa Teresa. Su compasión es apostólica, hace brotar el servicio.
Quiere despojarse incluso de sus propios méritos, en beneficio de las
almas ... «Oh, hermanas mías, ayudadme a suplicar esto al Señor, que
para eso os junto aquí. Este es vuestro llamamiento; éstos han de ser
vuestros negocios ... No me deja de quebrar el corazón ver tantas almas
como se pierden; mas, del mal, no tanto, querría no ver perder más cada
día» (85).
Tal es la intención que determina el fin y el significado de la acción
teresiana y de su misma santidad personal: servicio a la Iglesia, para la
salvación de las almas, porque es servicio y amor a Jesucristo.

ENRIQUE DEL SAGRADO CORAZÓN, OCD


Pontificia· Universidad de Salamanca
(85) C. V. 1, 5.

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