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Historia en primera persona

Hace unos años, en la Vereda de Mochilero Alto, corría un rumor sobre un ser misterioso al que llamaban El Duende. Se
decía que habitaba en las orillas de la Laguna Mochi, sentado en una imponente piedra. Su aspecto era tan
desagradable como su fama.

Cuando alguien se aventuraba a recoger agua de la laguna, El Duende se les aparecía. Pero había una condición para
conversar con él: debías llevarle una cajetilla de cigarrillos, una botella de aguardiente y unos tabacos. Si cumplías con
este tributo, el Duende te permitía ver los tesoros y riquezas escondidos en la laguna, bajo la condición de guardar
silencio absoluto sobre lo visto y hablado.

Recuerdo una historia espeluznante que involucra a un niño. Por su rebeldía, desobedeció a su madre y se dirigió a la
Laguna Mochi en lugar de ir a la que estaba un poco más abajo. Dicen que lo vieron entrar en la laguna, pero jamás
salió. Las investigaciones posteriores solo revelaron un tarro de agua vacío. Poco después, un gigantesco derrumbe
cubrió la laguna por completo, y tanto el niño como el Duende desaparecieron en un instante, dejando solo preguntas
sin respuesta y un aura de misterio que persiste hasta hoy.

Historia en tercera persona:

En la remota Vereda de Mochilero Alto, un oscuro rumor circulaba entre los lugareños: un ser enigmático, conocido
como El Duende, acechaba en las inmediaciones de la Laguna Mochi. Según la leyenda, este ser de aspecto
desagradable se sentaba imperturbable sobre una imponente roca en la orilla del lago.

Cuando alguien se aventuraba a recoger agua de la laguna, El Duende emergía de las sombras para hacer su aparición.
Sin embargo, para entablar conversación con él, se requería un tributo: una cajetilla de cigarrillos, una botella de
aguardiente y unos tabacos. Aquellos que cumplían con este requisito eran recompensados con la revelación de los
tesoros y riquezas ocultos en las profundidades de la laguna, siempre bajo la estricta condición de guardar silencio
absoluto sobre lo visto y hablado.

Entre las historias que circulaban en el pueblo, una en particular estremecía los corazones. Un niño, desafiando la
autoridad de su madre, decidió dirigirse a la Laguna Mochi en lugar de la que se encontraba más abajo. Testigos afirman
haber visto al pequeño adentrarse en las aguas de la laguna, pero jamás regresó. Las investigaciones posteriores apenas
arrojaron un tarro de agua vacío como pista. Poco después, un súbito y colosal derrumbe sepultó por completo la
laguna, llevándose consigo tanto al niño como al Duende, dejando tras de sí un velo de misterio que aún perdura en la
memoria de aquellos que conocieron la leyenda. La desaparición repentina de ambos seres, sin dejar rastro alguno, ha
alimentado las especulaciones y temores de la comunidad, convirtiendo la Laguna Mochi en un lugar aún más
enigmático y temido.

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