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à VIENE DE PÁGINA 39 la Iglesia. Y viene muy bien recordar las sen- Escritura puede ser estudiada de una manera
La teología, tremenda obviedad, trata de satas consideraciones de Ortega y Gasset so- aséptica, como un conjunto de escritos de
Dios. En concreto, de la revelación histórica bre la Misión de la universidad. Se planteaba autores y épocas distintas. Esto lleva inme-
de Dios, donde se muestra a sí mismo. Ese es el problema del exceso de material (entonces diatamente a la división y multiplicación de
su tema y su centro. Por eso, el objetivo del mucho menor que ahora), y recordaba que los problemas históricos y filológicos en cada
trabajo teológico no es saber más sobre san el criterio de medida para la enseñanza uni- texto, con una todavía mayor multiplicación
Agustín, sino saber más sobre Dios. Saber versitaria es, precisamente, lo que necesita de hipótesis generalmente incomprobables.
sobre san Agustín sirve cuando nos ayuda y puede aprender el alumno. Sabio criterio. Hay quien cree que cuando se reconstruya
a saber sobre Dios; y si no, no sirve y no es Hay que enseñar la teología de acuerdo con sobre ese heterogéneo material una base his-
teología. Especializarse en san Agustín, y no las capacidades y necesidades de los alum- tórica se podrá empezar a estudiar la Escri-
en Dios, es un error fatal, fatídico, para un nos. Dar medida y formar al saber con ese tura. Naturalmente, es imposible.
teólogo. Pero es frecuente en la teología aca- criterio es la tarea creativa del profesor. Para que el estudio de las Escrituras pueda
démica, por la asepsia de que hablábamos y Hay que notar aquí otra paradoja. La teo- ser el alma de la Teología, tiene que conservar
por las exigencias de la especialización. logía ha crecido mucho en una historia tan su propia alma. ¿Dónde está? Las Escrituras
larga; por la multitud de opiniones y dificul- no son la “revelación” de Dios, sino el testi-
La teología, ciencia de la fe tades. Esto ha producido que sus tratados monio de una revelación que ha sucedido en
La teología estudia la revelación. La acepta hayan acumulado, especialmente en el últi- la historia y que ha creado al propio Israel
con la fe y la incorpora como verdad. Esto mo siglo, un volumen de material histórico y, después, a la Iglesia. El alma y corazón de
tiene una doble vertiente. En primer lugar, y crítico inmenso e imposible de transmitir. las Escrituras es, precisamente, esa “Historia
personal, respecto al propio teólogo: ¿cómo Además, precisamente por eso, los manuales Sagrada”, que va desde la creación y Alianza
podrá pensar en la revelación de Dios quien y la enseñanza no se centran en las bellezas con Abraham hasta Jesucristo y la Iglesia. Ese
no la cree? de la fe, sino en los problemas. Esto es eviden- hilo argumental de la revelación es el que da
La auténtica enseñanza de la teología, por- te en las materias principales como el tratado unidad a la Escritura y criterio a toda la teolo-
que trata de Dios, requiere el discurso direc- de Dios, la Trinidad, o el de Jesucristo (Cristo- gía. Sin ese hilo, que es su alma, los estudios
to: testimoniar una revelación auténtica de logía y Soteriología). Los temas que deberían bíblicos se despistan a sí mismos y despis-
Dios. Esa enseñanza se dirige, ante todo, a ser más hermosos resultan, precisamente, tan todo lo que tocan, por más erudición que
quienes se preparan para el sacerdocio, a fu- los más controvertidos y problemáticos. añadan. n
turos confesores de la fe. Sería paradójico y Se necesitan tres procesos intelectuales
racionalmente inconsistente proporcionar para rehacerlos. El primero, centrarlos en la
una enseñanza histórica aséptica o incluso confesión de fe, manifestando la fuerza inte-
problematizada, porque el profesor, en el fon- rior, la unidad y la belleza de los misterios de
do, no confiesa su fe o no ha sido capaz de la fe, y recogiendo la teología de los santos.
resolver sus dificultades. Luego, sintetizar el material histórico, distin-
Por otra parte, la fe es eclesial. Una de las guiendo lo relevante hoy y dejando el resto a
tentaciones de la teología del siglo XX ha sido los especialistas. Y, en tercer lugar, incorporar
enorgullecerse de su aportación y convertirse lo mejor de la teología del siglo XX, cosa que,
en un Magisterio. La mayoría de los grandes en muchos casos, todavía está por hacer. Y to-
teólogos han sido muy conscientes de su pa- do con la proporción de lo que un alumno (un
pel y lo han ejercido con mucha responsabili- evangelizador) necesita. Así hizo, por cierto,
dad. Otros, en cambio, se han convertido, por santo Tomás con la Suma Teológica, como
iniciativa propia o de otros, en autoridades explica en su famoso prólogo.
irrebatibles.
Pero al teólogo le toca expresar lo suyo pro- La Sagrada Escritura como alma de la
pio como “opinión” personal (esa es también teología
su libertad), evitando pontificar. Y el Magis- Se repite, con razón, que la Escritura es el al-
terio, en cambio, habla en nombre de la Igle- ma de la teología. Pero conviene observar lo
sia, evitando precisamente el personalismo. que ha pasado. Los estudios bíblicos han co-
Esta distinción también ha de reflejarse en nocido una inmensa expansión y una todavía La auténtica enseñanza de la teología,
la enseñanza, donde se transmite de distinta más inmensa dispersión, aparte de algunos porque trata de Dios, requiere el discur-
manera lo que enseña la Iglesia y lo que opina problemas doctrinales (en el fondo, proble- so directo: testimoniar una revelación au-
(legítimamente) el profesor. mas de fe). A la inmensa expansión le debe- téntica de Dios.
mos mucha erudición y muchas ideas útiles.
La teología y sus alumnos A la inmensa dispersión, le debemos bas- En los dos últimos siglos, el rigor académi-
Desde su origen, el fin de las facultades, y por tante despiste, porque promete lo que no co ya no es el de la lógica clásica, sino el de
tanto de toda la teología universitaria, es for- puede dar. En parte se debe al criterio aca- las ciencias experimentales que tienden
mar a los alumnos en la fe y para la misión de demicista que hemos señalado. La Sagrada a descalificar los saberes humanísticos.