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La Violencia Del Derecho y La Nuda Vida
La Violencia Del Derecho y La Nuda Vida
y la nuda vida
Adriana María Ruiz Gutiérrez
Filosofía
Editorial Universidad de Antioquia®
Colección Filosofía
© Adriana María Ruiz Gutiérrez
© Editorial Universidad de Antioquia®
ISBN: 978-958-714-558-8
Introducción....................................................................... xi
Bibliografía......................................................................... 105
Primaria......................................................................... 105
Secundaria..................................................................... 107
Por esto es por lo que nuestros reyes no han buscado estos disfraces. No se
han enmascarado con vestiduras extraordinarias para parecer tales;
se han hecho acompañar de guardias, de alabardas. Estas tropas armadas
que no tienen manos y fuerza sino para ellos, las trompetas y los tambores
que les preceden, y estas legiones que les rodean, hacen temblar a los más
firmes. No tienen solamente ropaje, sino fuerza. Haría falta tener una
razón muy depurada para considerar como un hombre cualquiera al
Gran Señor rodeado en su soberbio serrallo de cuarenta mil jenízaros.
sí. Sus dos grandes modelos históricos son los llamados teológi-
co y mecanicista, es decir, el iusnaturalismo clásico-cristiano o
aristotélico-tomista, y el iusnaturalismo racionalista protestante
de los siglos xvi y xvii, cuya importancia data hasta el siglo xviii
(Cfr. Bobbio, 2007a; Kaufmann, 2006; Peces-Barba, 1993; Ruiz,
2002; Truyol y Serra, 1982; Villey, 1979).1 Con todo, y a pesar de
sus diferencias históricas, estos modelos participan correlativamente
del debate sobre la justicia legal con respecto al poder, ya sea para
afirmar, ya sea para negar su dependencia. Sin embargo, estas
posturas que han generado desarrollos notables en el pensamiento
jurídico, especialmente en la concepción aristotélica-tomista del
derecho como justicia, y posteriormente en la moderna-racionalista
del derecho como poder, contienen nombres y momentos precisos
de crítica a la positividad del derecho con relación a la fuerza. Y así
como en el iusnaturalismo racionalista, Pascal, Hobbes y Spinoza
ponen juntas la justicia legal y la fuerza, así también en el iusnatu-
ralismo clásico dicha relación fue expresamente anticipada por los
sofistas-políticos.2
humano y lo que depende de él, para derivar una concepción del derecho
vinculada al poder y no a la justicia.
4 / La violencia del derecho y la nuda vida
3 Agustín de Hipona escribe, en efecto, que non videtur ese lex quae iusta non fuerit,
esto es, no parece que sea ley la que no es justa: “Pues, desterrada la justicia
Fuerza, poder o violencia: el fundamento oculto... /7
¿qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones? y las mismas bandas la-
drones, ¿qué son sino pequeños reinos? […] Con tanta elegancia como verdad
respondió un pirata apresado por Alejandro Magno. Pues como le preguntara
a este hombre qué le parecía el haber infestado el mar, él le respondió con libre
orgullo: “Lo que a ti el haber infestado la superficie de la tierra; pero como yo
hago lo mismo en un pequeño barco me llaman loco, mientras que a ti, con
tu gran ejército, te llaman Emperador” (Civitas Dei, IV, 4). Santo Tomás matiza
la expresión agustiniana, y escribe magis sunt violentiae quam legis o non lex sed
corruptio legio, es decir, son más violencia que leyes, no es ley sino corrupción
de la ley: “La ley es el designio o razón por el cual los actos son dirigidos a un
fin”. Por consiguiente, toda ley, en la medida en que participa de la recta razón,
se deriva de la ley eterna. Por eso dice San Agustín (I De lib, arb.), que nada hay
justo y legítimo en la ley temporal que no hayan tomado los hombres de la ley eterna.
4 El modelo iusnaturalista racionalista, sin desconocer sus distintas corrientes
y matices, se caracteriza por su laicización con respecto a la teología; el des-
cubrimiento de sus reglas naturales a través de la razón; el paso del derecho
natural a los derechos naturales, expresión del subjetivismo e individualismo
característico de la cultura moderna; y su vinculación con el contractualismo,
con las doctrinas del contrato social (Peces-Barba, 1993: 222, 223).
8 / La violencia del derecho y la nuda vida
He pasado una gran parte de la vida —dice Pascal— creyendo que había
una justicia y en esto no me equivocaba, porque la hay tal como Dios nos
la ha querido revelar, pero yo no lo tomaba así y es en lo que me equivo-
caba, porque creía que nuestra justicia era esencialmente justa y que yo
tenía con qué conocerla y juzgarla (1981: 518, frag. 375).
Tres grados de elevación hacia el polo echan por tierra toda la jurispru-
dencia, un meridiano decide la verdad; a los pocos años de ser poseídas,
las leyes fundamentales cambian; el derecho tiene sus épocas, la entrada
de Saturno en la casa del león señala el origen de un crimen. En todos los
Estados del mundo, y en todos los tiempos, nada hay justo o injusto que no
cambie de cualidad cambiando el clima (frag. 294, 2009: 85; 1981: 367).
este observa las leyes en tanto las considera justas: “[…] obedece
a la justicia que imagina, pero no a la esencia de la ley: está todo
ello reconcentrado en sí: es la ley y nada más” (frag. 294, 2009:
86; 1981: 368). El pueblo se somete voluntariamente a las leyes
humanas y, en lugar de destruirlas o de transformarlas, coopera
obedientemente con ellas en virtud de la justicia básica que les
atribuye. Del mismo modo que ocurre con las leyes, así también
sucede con el poder, la fuerza o la autoridad del soberano:
Las leyes mantienen su crédito no porque sean justas, sino porque son leyes.
Éste es el fundamento místico de su autoridad, no tienen otro, lo cual les conviene
mucho (…) A menudo están hechas por necios, las más de las veces por gente
que, por odio a la igualdad, carece de equidad, pero siempre por hombres,
autores vanos e inciertos (…) Nada es tan grave, extensa y habitualmente
falible como las leyes. Quien las obedezca porque son justas, no las obedece
justamente por el motivo correcto (2007: 1601-1602).
Así como las mujeres usan dientes de marfil cuando les faltan los suyos
y, en lugar de su verdadera tez, se forman una con materia extraña; se
hacen muslos de paño, y se añaden carnes con algodón, y, sabiendas de
todos, se embellecen con una belleza falsa [...] nuestro derecho tiene,
según dicen, ficciones legítimas sobre las que funda la verdad de su justicia.
Nos ofrece como respuesta y nos hace presuponer cosas que ella misma
nos enseña que son inventadas.
Es justo que lo que es justo sea obedecido; es necesario que lo que es más
fuerte sea obedecido. La justicia sin la fuerza es desobedecida, porque
siempre hay malos. La fuerza sin la justicia es discutida. Hay pues, que
poner juntas la justicia y la fuerza, y para ello hacer que lo que es justo sea
fuerte, o que lo que es fuerte sea justo (1981: 377, frag. 298).
que lo justo sea fuerte, se ha hecho que lo fuerte sea justo […] No
tenemos más. Si tuviéramos algo no tomaríamos como regla de
justicia seguir las costumbres de nuestro país” (1981: 377, frag.
298). O acaso, “¿Por qué se obedece a la pluralidad? ¿Porque
tienen más razón? No, sino más fuerza” (1981: 553, frag. 301).
La fuerza contenida en lo justo legal exige por ello, y a la vez,
la obediencia de la multitud. De ahí que, la sumisión a las leyes y
las costumbres introducidas como consecuencia de la fuerza sean
respetadas por el pueblo que las cree justas. La gran mayoría
sometida cesa, por tanto, de experimentar la fuerza contenida en
el orden político, cuyo poderío aumenta mediante la obediencia
voluntaria de la multitud. Pero la justicia y la fuerza son distin-
tas, puesto que: “la fuerza no se deja manejar como uno quiere,
porque es una cualidad palpable y, en cambio, la justicia es una
cualidad espiritual de la cual uno dispone como quiere” (2009:
218, frag. 878,). En consecuencia, la justicia ha sido puesta en
manos de la fuerza, y por ello se llama justo lo que es obligatorio
observar.
De aquí proviene el derecho de la espada, puesto que la espada
otorga un verdadero derecho a la autoridad sobre la multitud. De
otro modo, se vería la violencia por un lado y la justicia por el otro.
Por esto reyes y emperadores no han buscado el respeto a su poder
simplemente en adornos y disfraces: “se han hecho acompañar
de guardias, de alabardas”. Ellos no poseen únicamente ropaje,
sino fuerza. Y sus tropas armadas tienen fuerza solo para ellos,
de modo que “las trompetas y los tambores que les preceden, y
estas legiones que les rodean, hacen temblar hasta los espíritus
más firmes” (2009: 38, frag. 82). La fuerza siempre manifiesta o,
en todo caso, contenida en la justicia como derecho, está también
dispuesta a hacerse obedecer; por ello es dura y cruel sobre la
multitud.
De esta manera, mientras San Agustín y Santo Tomás ponen
juntas la justicia y el derecho, Pascal pone juntas la justicia como
derecho y la fuerza, y hace de la fuerza una especie de predicado
no accidental, sino esencial de la justicia. Esto recuerda siempre
que la justicia no puede convertirse en justicia legal o en derecho
si no posee, o mejor dicho, si no apela a la fuerza desde su primer
Fuerza, poder o violencia: el fundamento oculto... / 15
El estado de naturaleza
Hobbes observa que la condición natural del hombre es la guerra: una
guerra tal que es la de todos contra todos, en la cual cada uno está
gobernado por su propia fuerza e invención, y sin un poder ni ley
común que los atemorice a todos (2006: 102, 106; 2010: 137-138).
Durante este periodo en el que cada hombre es un enemigo de los
demás, y cada uno no teme más que al poder singular de otro, los
hombres viven en una condición o estado denominado de guerra
o de naturaleza, y en consecuencia, de desconfianza mutua y de
temor recíproco a la muerte violenta. En Hobbes (2010: 137), el
tiempo de guerra es aquel en el que la voluntad de contender por
la fuerza es suficientemente declarada con palabras y hechos. Pues
así como la naturaleza del mal tiempo no radica en uno o en dos
chubascos, sino en la propensión de llover durante varios días, así
también, dice Hobbes, la naturaleza de la guerra no consiste sola-
mente en la acción actual de combatir y vencer, sino en la voluntad
o disposición manifiesta de luchar (2006: 102). Y esta voluntad de
lucha está en todos en el estado de naturaleza y perdura durante
todo el tiempo en que no hay seguridad; el tiempo restante se llama
paz (2010: 133).
En semejante estado, no existe para ningún hombre, por fuerte
o sabio que sea, la seguridad de vivir durante todo el tiempo que
normalmente la naturaleza le permite (2006: 106-107), porque,
según Hobbes, la naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en
las facultades del cuerpo y del espíritu que, si bien un hombre es, en
La violencia en el origen del derecho positivo / 21
más fuerte y perfecta que la de los animales, por lo que el derecho que emplean
los hombres es más adecuado a la naturaleza de las cosas y, por ser exclusivo
del hombre, se llama derecho de gentes. Bellapertica, al interpretar a Ulpiano,
consideró que existen importantes diferencias entre hombres y animales por
cuanto los primeros poseen naturaleza racional, una diferencia fundamental
para comprender el derecho natural.
2 En Hobbes aparece una significación novedosa de la palabra derecho como derecho
subjetivo, escasamente advertida por los filósofos e historiadores del derecho (Villey,
1979: 162-166). El término derecho subjetivo data del siglo xix. No obstante, la
noción de derecho concebido como el atributo de un sujeto (subjectum juris) y que
no existe más que en provecho de este sujeto, se remonta aproximadamente al
siglo xiv. A diferencia del término ius del derecho romano clásico que el Digesto
define como aquella parte justa que se le asigna al individuo con relación a los
otros, y al mismo tiempo, como la distribución de las cargas que le corresponden
hacia la colectividad, el derecho subjetivo en el estado de naturaleza indica la
permisión (licentia) o la libertad (libertas) que posee el individuo de usar todo
su propio poder para hacer, poseer, disfrutar y usar de cuanto quiere y puede.
Posteriormente, en el pandectismo alemán del siglo xix, se define el derecho
subjetivo como Willensmacht: poder de acción libre, potencia de voluntad del sujeto,
o como provecho del sujeto, la “protección jurídica de su interés”. Apoyados en
estas ideas, estos escritores separaron los conceptos de derecho y moral: la moral
imponía al individuo sobre todo deberes, mientras que el derecho le otorgaba
poderes de acción. Es esta una distinción que, tras afianzarse de modo progresivo
en la Escuela de Derecho Natural, culminará con las obras de Kant y Fichte.
La violencia en el origen del derecho positivo / 23
5 Spinoza hace referencia a la Carta de San Pablo a los Romanos (VII, 7): “La ley,
ocasión de pecado. ¿Qué diremos, pues? ¿La Ley es pecado? ¡De ninguna manera!
Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley” (Cfr. Spinoza, 2008: 336, 349).
La violencia en el origen del derecho positivo / 27
Cfr. 1979: 213; 2010, p 143). Todos los contratos, o bien las partes
los perfeccionan inmediatamente y cumplen con su prestación,
de modo que adquieren recíprocamente la certeza y la seguridad
de disfrutar de lo convenido —así cuando compran, venden o
permutan—; o bien una parte cumple su prestación en el mo-
mento y confía en la promesa de la otra —como en la venta bajo
promesa—; o bien ninguna de las partes cumple con su prestación
en el momento, sino que confían entre sí (1979: 213; 2006: 109;
2010: 143). Cuando en verdad se cree en una o en ambas partes,
y aquella en la que se confía promete la ejecución de la prestación
después de transcurrido un tiempo determinado, el contrato se
llama pacto (1979: 214-215; 2006: 109; 2010: 143).
De la segunda ley de la naturaleza, en virtud de la cual el hom-
bre está obligado a transferir a otros hombres aquellos derechos
que, retenidos, turban la paz de la multitud, se colige para Hobbes
(2006: 118) una tercera regla, a saber: “Que los hombres cumplan
los pactos que han celebrado”. Sin ello, los pactos son vanos, y
no contienen más que palabras vacías, y conservando el derecho
natural de todos los hombres a todas las cosas, estos continúan
en estado de guerra o de mera naturaleza, que es una guerra de
todos contra todos. En semejante condición, observa Hobbes que
los hombres no pueden pactar en la mutua confianza por temor
a la traición, codicia o cualquier otra pasión del contratante, te-
niendo en cuenta la predisposición depravada de la mayor parte
de los hombres a aprovecharse de cualquier cosa para su propio
beneficio. En este caso, tales pactos en el estado de naturaleza no
surten efecto, pues no hay razón para cumplirlos si la otra parte
no va a ejecutarlos después (1979: 214-215; 2010: 144-145).
En el estado civil, por el contrario, donde existe un poder co-
mún y coercitivo capaz de compeler a las partes, tales convenios
son efectivos considerando que quien cumple primero con la
prestación no tiene razones para temer que el otro no cumpliera,
pues si no lo hace puede ser obligado por el temor al castigo
(1979: 214-215; 2006: 112, 118, 137; 2010: 144). Justamente,
tales convenios obligan en la medida en que se imponen a los
hombres mediante la fuerza y el miedo. Dice Hobbes (1979: 216;
Cfr. 2010: 145): “No existe razón para que lo que hagamos por
La violencia en el origen del derecho positivo / 29
miedo obligue menos que lo hecho por codicia. Pues tanto uno
como otra hacen voluntaria la acción”. Y agrega: “Los pactos que
no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza
para proteger al hombre, en modo alguno” (2006: 137, Cfr. 1979:
214-215). Es lícito, por ejemplo, prometer la propia vida y la en-
trega de cualquier cosa, incluso a un ladrón al que se teme (2010:
145-146). Porque si no tuvieran ni validez, ni obligatoriedad los
convenios originados por el miedo a morir, no podrían existir con-
diciones de paz entre los enemigos, ni tendrían fuerza de obligar
las leyes, particularmente las civiles, las cuales se obedecen debido
a ese temor al castigo, consistente en la muerte, las lesiones o las
flagelaciones, los encadenamientos, las heridas y otras penalidades
corporales no mortales, la ignominia, la prisión, el destierro o las
penas pecuniarias (1979: 216, 257).
En efecto, pregunta Hobbes (1979: 216): “¿Quién perdería la
libertad que le ha dado la naturaleza para gobernarse según su pro-
pia voluntad y poder sin el temor a la muerte en caso de conservar
aquélla? ¿En qué prisionero de guerra podrá confiarse que, en vez
de matarle busque su rescate, si no se sintiera atado con la garantía
de su vida a cumplir su promesa?”. Pero después de implantarse la
policía y las leyes, pueden alterarse las circunstancias;6 en tal caso, si
la ley proscribe el cumplimiento de un convenio tal, entonces quien
promete algo a un ladrón no solo puede, sino que tiene que rehusar
ejecutarlo; en cambio, si la ley no prohíbe la ejecución, sino que la
deja a voluntad del que promete, el cumplimiento sigue siendo le-
gal; por tanto, el convenio sobre cosas legales es obligatorio incluso
respecto a un ladrón (1979: 216; 2010: 145-146).
En síntesis, el fin o designio de los hombres es el cuidado de su
propia vida y, asimismo, en virtud del derecho de naturaleza, el
deseo de superar esa miserable condición de guerra, bien por sus
7 Según Austin (2002: 41, 43, 45), existen dos clases de mandatos: unos son leyes,
otros son reglas o mandatos ocasionales o particulares. Los primeros obligan
generalmente a una o varias personas a seguir determinadas acciones u omi-
siones de una clase; los segundos, en cambio, imponen o prohíben ocasional o
particularmente ciertas acciones que se determinan específica o individualmente.
40 / La violencia del derecho y la nuda vida
La violencia mítica
Para Benjamin, la violencia y el derecho convergen hasta coincidir
en un único término: derecho violento, violencia jurídica. Las violencias
previstas por las teorías del derecho natural y del derecho positivo
gozan indistintamente de la ya mencionada problematicidad de
la violencia legal. Una y otra comparten un dogma común funda-
Crítica a la violencia del derecho: la nuda vida / 67
2 Existen distintas versiones de esta leyenda: Homero dice que Níobe tuvo
doce hijos; Hesíodo, veinte; Herodoto, cuatro; Safo, dieciocho; Eurípides y
Apolodoro, catorce: siete hijos y siete hijas (Graves, 2007: 346).
Crítica a la violencia del derecho: la nuda vida / 69
Date prisa, entonces a encadenarlo, para que tu padre no vea que andas
reacio.
Cuando le hayas atado los brazos, dale al martillo con toda tu fuerza
y déjalo clavado a las rocas.
Golpea con más fuerza. Apriétalo bien. No lo dejes flojo por ningún
lado, pues es astuto para hallar salida incluso cuando es imposible.
Asegura este otro codo también, para que aprenda que a pesar de ser
sabio es más torpe que Zeus.
Ahora, con fuerza, clávale el pecho de parte a parte con la fiera man-
díbula de una cuña de acero.
¡Baja ahora aquí! Colócale un chincho en torno a los flancos.
Sujétale las piernas con anillos.
Golpea ahora con fuerza esos grilletes bien apretados, que es muy
severo el juez de tus trabajos (35, 85).
funciona cada vez más como una norma, y las instituciones judiciales
se integran cada vez más a los aparatos médicos, administrativos,
sociales cuyas funciones son fundamentalmente reguladoras de
la población. En este sentido, el campo jurídico como actividad
permanente y profusa de leyes ha ingresado sin embargo a una
fase de regresión y, esto no debe inducirnos a engaño, pues “son
las formas que tornan aceptable un poder especialmente norma-
lizador” (1991: 175).
El tránsito de una simbólica de la sangre al sistema de norma-
lización disciplinaria de la sociedad, o mejor, del sistema jurídico
de la soberanía a la biopolítica, es teóricamente complejo. En
la sociedad de normalización se cruzan, según una articulación
perpendicular, la norma de la disciplina, centrada en los cuerpos,
con efectos de individuación y manipulación del cuerpo como
foco de fuerzas que hay que hacer útiles y dóciles, y la norma de
la regularización, centrada en la vida, con efectos colectivos y de
preservación del conjunto mediante el control de los riegos que
puedan producirse en la masa (Foucault, 2001: 225, 229). La
norma es una noción que se encuentra asociada a la disciplina y,
por tanto, es ajena al derecho y a la ley definida como efecto de
la voluntad soberana (Revel, 2009: 105, 106).
Entre los siglos xviii y xix, las disciplinas —las ciencias huma-
nas y el saber clínico, distintas al campo teórico del derecho y la
jurisprudencia—, desplazan el modelo jurídico de la sociedad y
definen un código que no es el de la ley sino el de la normalización.
La norma toma posesión de la vida en general, desde lo orgánico
hasta lo biológico, desde el cuerpo que se quiere disciplinar hasta
la población que se quiere regularizar. Según Foucault, esta forma
de poder, de biopoder, se encuentra asistida por un aparato mé-
dico, con organismos de coordinación de los cuidados médicos,
descentralización de la información, normalización del saber,
higiene y medicalización aplicado a la población (2001: 221). Esta
estructura de intervención colectiva se ocupa, más allá del enfermo
y la enfermedad, de la administración médica y del control de la
salud, la sexualidad, la procreación, la natalidad, la demografía,
la morbilidad, la higiene y la alimentación. Es un saber/poder de
normalización que distingue y clasifica la normalidad o anorma-
92 / La violencia del derecho y la nuda vida
2 Con toda razón, el filósofo africano Achille Mnembe (2011: 1-2) utiliza la
expresión necropolítica en lugar de la noción foucaultiana de biopoder. En la pre-
sentación de su obra se lee “[…] en el ensayo Necropolítica, seguido del artículo
Sobre el gobierno privado indirecto, se desvelan nuevas formas de dominación,
sumisión y tributo, en particular en el continente africano. No obstante, este
análisis se aplica al conjunto del tercer mundo y es, asimismo, extensivo al
La nuda vida: entre una simbólica de la sangre... / 93
Hacer sobrevivir
El principal objetivo del derecho penal nazi era “la protección
de la sociedad alemana que se lograría eliminando los individuos
degenerados o aquellos de otro modo perdidos para la sociedad
y permitiendo a los autores de delitos leves que todavía pudie-
ran cumplir funciones sociales útiles expiar sus culpas” (Scheffers
Grundriß Strafprozeßrecht, 1943 citado en Müller, 2009: 115). Este
principio concentraba dos áreas fundamentales: el desarrollo de
un poder disciplinario para el ciudadano alemán que incumpliera
su deber y la reunión de los medios necesarios para la destrucción
del enemigo, el otro desviado y el delincuente degenerado. La
96 / La violencia del derecho y la nuda vida
Todos los “musulmanes” que van al gas tienen la misma historia o, mejor
dicho, no tienen historia; han seguido por la pendiente hasta el fondo,
naturalmente, como los arroyos que van a dar a la mar. Una vez en el
campo, debido a su esencial incapacidad, o por desgracia, o por culpa de
cualquier incidente trivial, se han visto arrollados antes de haber podido
adaptarse; han sido vencidos antes de empezar, no se ponen a aprender
alemán y a discernir nada en el infernal enredo de leyes y de prohibicio-
nes, sino cuando su cuerpo es una ruina, y nada podría salvarlos de la
102 / La violencia del derecho y la nuda vida
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50, 75-77, 79, 80, 82, 83, 85, 89, 91, 93-96, 98
88, 100, 102, 103 Spinoza, Baruch, 2, 19, 24-26, 32,
33, 34, 36, 41, 48, 60, 87
O súbdito(s) v. sumisión
sujeción, xv, 11, 39, 40, 75
obediencia, 6, 10, 11, 12, 14, 18,
sumisión, xvi, xvii, 6, 9, 10, 14,
20, 25, 26, 30, 31, 34-37, 39,
18, 23, 30-32, 34, 35, 40, 41,
44, 45, 53, 64, 73, 88
45, 60, 73, 84, 86, 87, 90, 92
P
T
pacto, 21, 23, 26-30, 33, 34, 36,
64, 87 totalitarismo, xvi, 78, 81, 82, 100
v. t. contrato
Pascal, 2, 7-9, 11-15, 42, 48, 85 V
paz, 20, 23, 27-32, 34, 35, 42, 44, violencia, xii-xvii, 3, 6, 7, 12, 14,
60, 64, 71, 73, 87 15, 18, 19, 30, 32, 41-46, 48-69,
poder, xii-xvii, 2, 8, 10, 12-15, 18- 72, 73, 75-78, 85, 88, 90, 103
44, 47-50, 52, 54-58, 61-65, 73, como conservadora de derecho,
75, 76, 78, 80-96, 98, 102, 103 55, 63, 79
estatal, xvi, xvii, 8, 10, 18, 23, como fundadora de derecho,
25, 30, 31, 32, 34, 36, 37, 40, 55, 57, 60, 62, 63, 79
50, 55, 73, 80-87, 89-91, 93, como medio, xii, xvi, 44, 48,
95, 98, 102, 103 51, 55, 59, 60, 63, 76, 79
resistencia al v. desobediencia del derecho v. derecho,
soberano v. poder estatal violencia del
política, xvii, 2, 3, 19, 37, 40, 46, derecho a la, 46, 57, 58-60, 83,
57, 66, 78-83, 87, 89, 93, 94, 97 89, 93-95
positivismo jurídico, xv, 18, 19, 36 divina, 75-77, 79
v. t. derecho positivo formas de, xiii, 52, 67
funciones de la, 45, 55, 56,
R 60, 75
racismo, 88, 94-96, 98, 102 jurídica, xvi, 49, 50, 55, 66, 67,
v. t. biopoder 76, 77, 79
regla v. ley(es) mítica, 66, 67, 75-77, 79
regularización, xvii, 81, 91, 92, 102 pasiva v. no-violencia
policial, 62, 63
S v. t. derecho; no-violencia
voluntad, 4, 6, 20, 22, 23, 26, 27,
sanción v. castigo 29, 30, 32, 33, 36-38, 40, 45,
seguridad, 20, 28, 29, 32, 35, 36, 46, 50, 68, 84, 87, 91, 101
62, 87, 92, 99
soberanía v. poder estatal
sociedad civil, xiii, xvii, 3, 9, 10,
W
11, 12, 14, 16, 30, 33, 35, 37, Weil, Simone, 64, 77
Teléfono: (574) 219 53 30. Telefax: (574) 219 50 13
Correo electrónico: imprenta@quimbaya.udea.edu.co
Impreso en marzo de 2013