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El autismo, un trastorno de sintomatología múltiple

Patología grave que aparece en la primera etapa de la niñez.


María Gabriela Salomone

Por qué los niños que lo padecen se aíslan del entorno y se refugian en un mundo apartado y personal, es un
interrogante no sólo para padres y maestros sino también para los especialistas que han investigado las causas, las
características y las formas de tratamiento sin acordar ni encontrar una única y definitiva respuesta.

¿Qué es el autismo?

La controversia comienza ya desde la categorización de la enfermedad. Mientras muchos especialistas acuerdan


que el autismo es una serie de conductas sintomatológicas que presentan algunos niños con psicosis, otros lo
definen como un trastorno generalizado del desarrollo. Más allá de ello, nos encontramos frente a una patología
grave que aparece en la primera etapa de la niñez.

Características

 El rasgo más notable del autismo es la interacción social limitada del paciente; por ejemplo, no responde a
su nombre o evita la mirada de los demás. Estos niños tampoco responden a las emociones de otras
personas ni suelen interpretar el tono de voz o las expresiones faciales. Presentan una marcada
incapacidad para desarrollar relaciones con otros individuos, aun los más cercanos, padres o hermanos. No
sólo prefieren actividades solitarias sino que no se integran a las actividades familiares cotidianas.
 Notable retraso en el desarrollo del lenguaje. El niño autista no habla o, si lo hace, el lenguaje no tiene
intención comunicativa con los demás. El niño utiliza las palabras en forma repetitiva y estereotipada. El
tono de voz, el volumen y la entonación no son los adecuados.
 El juego suele estar ausente o notablemente alterado. No pueden realizar los juegos imitativos simples
esperados para la edad, ni juegos de imaginación. Los juegos que se observan en estos niños son
estereotipados, restringidos, repetitivos y muchas veces ritualistas. En muchas ocasiones suelen estar
fascinados por un movimiento corporal propio o por el de un objeto inanimado del cual no pueden
desprenderse.
 Se ha comprobado que el coeficiente intelectual de estos niños se encuentra por debajo de lo esperado (un
CI menor a 70).

Los autores coinciden en que la aparición de los síntomas del autismo resulta entre los 18 y los 36 meses de edad.
La enfermedad tiene una incidencia en la población de cuatro a cinco por diez mil habitantes con una mayor
proporción –de dos a cuatro veces mayor– de varones que lo padecen.

Según el Manual Estadístico y Diagnóstico de Trastornos Mentales, el autismo es uno de los trastornos
generalizados del desarrollo junto con el Síndrome de Asperger, el Síndrome de Rett y los síndromes desintegrativo
de la niñez y del desarrollo no especificado.

Distinguir estos cuadros resulta importante no sólo para realizar un diagnóstico diferencial sino para poder llevar
adelante un tratamiento y una escolaridad adecuados.

Síndrome de Asperger

A diferencia del autismo propiamente dicho o autismo precoz, tal como lo denominó Kanner en 1943, se manifiesta
luego de los tres años. Los niños con diagnóstico de Asperger tienen generalmente un coeficiente intelectual por
encima de lo normal y el lenguaje aparece en tiempo y forma. Manejan el vocabulario y la gramática mejor que sus
pares. Poseen alto interés en las relaciones sociales, aunque se encuentran teñidas por intereses obsesivos. Los
padres suelen descubrir las dificultades, que se manifiestan como problemas de conducta o de socialización, a partir
de los dos años y medio. Estos niños presentan una interacción social defectiva, intereses y actividades
restringidos. El cine nos muestra un ejemplo, la recordada actuación de Dustin Hoffmann en el film Rain Man.
Algunos pacientes con Síndrome de Asperger desarrollan habilidades paradójicas, como una extraordinaria
capacidad para el dibujo o la música, las efemérides o el cálculo. Si bien podría considerarse este síndrome dentro
de la patología autista, los pacientes con Síndrome de Asperger sólo representan una pequeña proporción de toda
la población con diagnóstico de autismo.

Síndrome de Rett

El niño se caracteriza por un normal desarrollo durante los seis primeros meses, pero, entre los cinco o seis meses
y los 48 meses, se observan síntomas como detención o retraso del crecimiento del diámetro craneal, movimientos
estereotipados de las manos, disminución de la capacidad para la interacción social, movimientos incoordinados del
tronco, grave retraso psicomotor y del lenguaje receptivo y expresivo. La enfermedad se relaciona con un defecto
congénito del cromosoma X, por lo tanto sólo aparece en niñas.

El trastorno desintegrativo de la niñez

Trastorno, que aparece entre los dos y los diez años, que se caracteriza por una pérdida de lo que el niño había
aprendido a ritmo normal. Hay una regresión en distintas áreas: la habilidad motriz, control de esfínteres,
habilidades sociales y lenguaje.

Otras patologías

Diversas encefalopatías y algunas enfermedades genéticas, como el síndrome de X frágil, de mayor incidencia en
varones que en mujeres, suelen presentar conductas de tipo autista. En estos casos la etiología del cuadro se
encuentra perfectamente identificada y el niño presenta algunas conductas típicas del autismo, pero no es éste el
cuadro de base.

Es importante diferenciar también el autismo de un defecto esquizofrénico y del retraso mental. En el primer caso, la
edad de aparición de los síntomas es más tardía, generalmente a partir de la adolescencia, y el paciente presenta
delirios y alucinaciones. La evolución de los pacientes esquizofrénicos es por lo general cíclica, períodos agudos y
períodos de aparente normalidad. Las crisis epilépticas son infrecuentes, mientras que en el autismo suelen ir
asociadas.

Con respecto al retraso mental también existen diferencias, aunque tres de cada cuatro niños con diagnóstico de
autismo también padecen de retraso mental. La diferencia estriba básicamente en el estilo de contacto del niño con
el mundo que lo rodea.

El estilo de juego de un niño con retraso mental es imitativo y acomodativo más que asimilativo. En los niños con
autismo, el juego resulta estereotipado y no tiene en cuenta al otro.

Aparecen en la anamnesis datos relacionados a problemas prenatales, perinatales o postnatales, genéticos o


neurometabólicos, asociados con el retraso mental, mientras que en los casos de autismo, si bien algunos autores
opinan que existe una predisposición genética y causas ligadas a lo orgánico, dichos estudios todavía se
encuentran en etapa de experimentación. Si bien ambos cuadros suelen estar asociados a crisis convulsivas, en el
retraso mental prevalecen las crisis en la primera infancia, mientras en el autismo son más frecuentes en la
adolescencia.

Si el diagnóstico diferencial es realizado tempranamente, mayores son las posibilidades de que el mismo sea
certero. Con el paso del tiempo resulta más difícil diferenciar ambos cuadros, que tienden a coexistir.

El comienzo de las investigaciones

A fines del siglo XIX las psicosis infantiles eran analizadas con los parámetros de los desórdenes mentales adultos.
A principios del siglo XX las dificultades de los niños comienzan a ser estudiadas en forma independiente, se
describen los estados de demencia infantil y se los diferencia de la esquizofrenia.

Leo Kanner individualiza la forma clínica del autismo, definiéndolo entre lo que en ese momento se diagnosticaba
como esquizofrenia infantil y oligofrenias. Denomina al cuadro autismo precoz.

Posteriormente Margaret Mahler describe la psicosis simbiótica, diferenciándola del autismo aunque con una
sintomatología similar, e introduce la figura de la madre y una relación patológica entre ella y su hijo que impide el
proceso de individuación del niño.

Son numerosos los estudios que a partir de entonces se han realizado, donde la gran incógnita resulta ser la
etiología del autismo. Las tesis de un déficit orgánico parecen haber recuperado vigencia actualmente gracias a los
nuevos conocimientos biológicos. Estas teorías habían sido aceptadas inicialmente pero posteriormente
abandonadas por las hipótesis psicodinámicas.

Autores como Laureta Bender observaron la preferencia de estos niños por los receptores sensoriales próximos
(gusto, olfato, tacto) por sobre los de distancia (vista y oído). Estudios neurofisiológicos actuales, coordinados por
Ornitz, ponen de manifiesto que en los autistas es posible que exista un trastorno de origen reticular que produce
una inconstancia perceptiva desde épocas muy precoces. Rimland atribuye la causa a una lesión del sistema
reticular activador, cuya función es mantener una estimulación adecuada de las diversas áreas del cerebro. La
lesión ocurriría en el embarazo o el parto y provocaría una baja capacidad de estimulación en todo el sistema
nervioso. Hutt y Hutt exponen la hipótesis etiológica opuesta, afirmando que el defecto sería por exceso y
determinaría un bloqueo en la recepción y elaboración de informaciones y sensaciones.

Los estudios de genética, aún no han aportado datos definitivos. Los científicos estiman que en las familias con un
niño autista, el riesgo de tener un segundo niño con el mismo desorden es de aproximadamente de uno en veinte,
índice mayor que para la población en general.

Otros estudios han encontrado anormalidades en algunas áreas del cerebro, cerebelo, hipocampo, septos y cuerpo
mamilares, donde las neuronas de esas regiones suelen ser más pequeñas de lo esperable y tendrían fibras
nerviosas menos desarrolladas. Las pruebas neuropsicológicas sugieren que existe una afectación muy similar a las
que vemos en pacientes con lesiones frontales; se han desarrollado también hipótesis sobre el probable origen
bioquímico y anormalidades en la serotonina y otras moléculas mensajeras en el cerebro.

Estos estudios no proporcionan hasta el momento mayores precisiones que permitan localizar lesiones específicas
en áreas determinadas. Se refieren a alteraciones poco específicas que tienen lugar en etapas en las que el cerebro
se encuentra en fases poco avanzadas de su desarrollo; por lo tanto se vería afectada la organización funcional de
diversas áreas y determinaría alteraciones emocionales, cognoscitivas y en el lenguaje.

Desde la teoría psicoanalítica, los problemas de comunicación y el alejamiento del entorno característicos del
autismo no constituirían un factor de disposición del niño, sino una reacción ante la alteración precoz de las
relaciones vinculares entre padres e hijo (frustraciones sufridas por dichas relaciones en una época muy temprana
de formación de la personalidad del niño).

Kanner ha señalado determinadas características de los padres de niños autistas y Uschakov ha señalado
«situaciones psicotraumatizantes prolongadas de la infancia» refiriéndose a las relaciones patológicas entre los
padres, que actúan sobre una base orgánica predispuesta.
Freud manifiesta la falta de estabilidad o de establecimiento de la barrera entre el inconsciente y el sistema
preconsciente-consciente, que explicaría características como la actitud discordante con algunos retazos más
esperables, la escisión de los síntomas, las pulsiones contrapuestas y desequilibradas.

Mahler diferencia el autismo de lo que ella denominó psicosis simbiótica aclarando que en el primer caso el niño no
percibe totalmente a su madre como representante del mundo exterior, mientras que en la simbiosis ésta es
percibida como indiferenciada de él.

Resulta controversial pero no por ello menos importante el aporte de la escuela inglesa y de Melanie Klein quien, si
bien no estudió en forma puntual el tema del autismo, aporta su teoría sobre la escisión temprana del Yo con el fin
de poder asimilar las características buenas y malas del primer objeto de amor del niño, su madre. En el caso de los
niños con psicosis, la dificultad estaría en un momento posterior en el cual se espera que pueda integrar estos
aspectos agradables y desagradables en la persona de su madre. Cuando esta conjunción no se logra, no se
conjugan ambas partes del Yo, no se organizan los procesos de adaptación e integración y aparece el síntoma.

Hacia fines de siglo XX representantes de la escuela francesa, como Françoise Dolto, opinan que la psicosis infantil
deviene de una falla de la dinámica libidinal de los padres. Maud Mannoni, para quien la psicosis es una palabra
alienada situada en el Otro, aclara que el niño excluido de la estructura triangular se mantiene en un sitio de objeto
parcial, lugar de muerte en el fantasma de los padres y respuesta a sus deseos. Lacan aporta datos al tema desde
su lectura de la estructuración psíquica y el papel que el lenguaje juega en la misma; sostiene que el sujeto
psicótico se aloja en el lenguaje pero por fuera del discurso.

Evolución y pronóstico

Los estudios longitudinales sobre el tema no aportan datos precisos sobre la evolución de los niños con autismo,
debido a las diversas características presentadas por estos pacientes. Un punto de concordancia importante en
ellos es que la ausencia de un tratamiento global va acompañada por un empeoramiento de los síntomas y de la
calidad de vida del niño y de su familia.

Algunos autores opinan que un coeficiente intelectual no verbal alto permite inferir un mejor pronóstico. Otros ponen
énfasis en la capacidad lingüística como factor determinante de una mejor capacidad de adaptación.

Los resultados generales muestran que un 60 % de esta población no puede obtener una integración social
aceptable, y requiere de apoyos y acompañamientos específicos en su adolescencia y adultez. Casos
excepcionales pueden adaptarse socio profesionalmente, aunque mantienen relaciones afectivas deficitarias y
trastornos de conducta.

Diferentes tipos de tratamientos

Bajo una lectura médica, cualquier tratamiento aplicado a un trastorno tiende por definición a eliminar las causas del
mismo. Al hablar de autismo, nos encontramos con una zona de indefiniciones y de opiniones controvertidas sobre
los orígenes, por eso las medidas terapéuticas están orientadas a impedir que el proceso continúe y a proporcionar
los medios adecuados para que el niño pueda desarrollar una vida lo más acorde posible a su nivel de edad y
características sociales.

Existen diferentes programas, que desde una lectura organicista de las causas del autismo, hacen hincapié en
aspectos parciales y toman en cuenta sólo un aspecto hacia el cual se dirige el tratamiento. Es el caso de los
tratamientos sobre la base de una dieta o vitaminas.

Los defensores del tratamiento dietético del autismo aconsejan una dieta exenta de gluten y caseína porque parten
del supuesto de que en el autismo existe una hiperactividad de las betaendorfinas. Otros especialistas han
reportado que altas dosis de vitaminas del complejo B, particularmente B6 junto con magnesio, ayudan a reducir
berrinches e hiperactividad, así como a incrementar la atención y el interés en comunicarse.

Los tratamientos farmacológicos no resuelven por sí solos las conductas presentadas por los niños autistas, pero
intentan eliminar aquellos síntomas que impiden el contacto social e inhibir las conductas agresivas, reacciones
clásicas, ansiedad, tendencia compulsiva e inquietud psicomotriz.

Los neurolépticos son la aplicación más usada en estos niños. En muchas ocasiones suelen asociarse a otros
fármacos de acción sedante, neurotróficos o anticonvulsivantes.

Existen tratamientos orientados a estimular las áreas sensoriales, como la terapia musical o el entrenamiento
auditivo o terapia de escucha, cuyo propósito es reeducar la manera en la que el niño escucha y mejorar el
aprendizaje y las habilidades de lenguaje, comunicación, creatividad y comportamiento social.

También existen programas que apuntan a lo conductual y que incluyen una orientación comunitaria y servicios de
consulta y preparación profesional. Otros programas apuntan a la comunicación verbal, como por ejemplo el método
PECS, cuyo primer objetivo es averiguar qué es lo que le gusta al niño, qué es lo que quiere y, mediante técnicas
conductuales, orientar el entrenamiento hacia el alejamiento de estos objetos de interés, con la finalidad de que
pueda surgir el lenguaje como nexo entre el objeto de interés y el niño.

La terapia de modificación de conducta consiste en un estilo de enseñanza que utiliza una serie de «ensayos» para
dar forma a un comportamiento o respuesta deseado. Cada tarea es dividida hasta sus componentes básicos y
luego enseñada al niño a través de un sistema de refuerzos. La asistencia es brindada al niño si la necesita
mientras aprende una tarea. Cuando el niño comienza a dominar una tarea específica, la ayuda va reduciéndose
gradualmente hasta que el niño puede realizar la tarea independientemente

Estos tratamientos basados en la modificación de conductas parciales, si bien controlan en algunos casos los
comportamientos no deseados, pierden de vista al niño como persona, ignoran las bases neurológicas y los
procesos de individuación. Tienden a «adiestrar» las conductas patológicas hacia otras más esperables, sin tener
en cuenta que sólo terminan mudando una conducta indeseable por otra menos mala.

Un tratamiento integral apuntará no sólo a las necesidades del niño, sino a la búsqueda de un sentido que pueda
tener en cuenta a ese niño en particular como persona, cuya conexión con el mundo que lo rodea es por medio de
sus rituales o movimientos estereotipados, los que sólo podrán ser modificados si es posible un cambio del sentido
de los mismos y no la modificación externa de ellos.

El equipo terapéutico encargado de la planificación del tratamiento no sólo deberá trabajar con el niño y con sus
familiares cercanos sino también con todas aquellas personas y espacios en los cuales el niño pueda llegar a
integrarse, ya sea la escuela, el club, los grupos de actividades, etc.

El objetivo fundamental del tratamiento de estos niños no implica la cura del trastorno, sino la posibilidad de mejorar
la calidad de vida del paciente y de todo su ámbito familiar, que se encuentra permanentemente expuesto a
situaciones de tensión y frustraciones.

El valor del diagnóstico no reside en rotular a los niños con autismo, sino en evaluar sus posibilidades de
tratamiento e integración social.

Resulta imprescindible que todas aquellas acciones relacionadas al tratamiento, integración y escolaridad, resulten
coherentes con un criterio psicoterapéutico a fin de evitar una mayor confusión interior del paciente. Psicoterapia y
aprendizaje constituyen una unidad a tener en cuenta. La una sin la otra no resultan por sí solas suficientes.

Escolarización de niños autistas

Estos niños deben asistir a centros especializados, que trabajan en forma conjunta con la familia y con todos los
profesionales que atienden al pequeño. Las intervenciones profesionales aisladas no sólo resultan imposibles de
sostener en el tiempo, debido a la gravedad de la patología, sino que no obtienen resultados positivos y constantes,
ya que tienen en cuenta un aspecto del niño y el autismo es un trastorno de sintomatología múltiple.

La integración escolar a establecimientos convencionales sólo es posible en un número reducido de casos. Frente a
estas situaciones, cabe tener en cuenta que el niño deberá asistir a contraturno a la escuela especial o centro
terapéutico, a fin de favorecer los aprendizajes escolares y trabajar todos aquellos síntomas característicos del
autismo.

María Gabriela Salomone


Licenciada en Psicopedagogía
Profesora de Psicología y Ciencias de la Educación

Bibliografía

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1974.
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