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2/ Carlos Aprea
Carlos Aprea

la intemperie

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4/ Carlos Aprea
Renée, porque en las buenas y en las malas.
A Julia y a Inés, por la legría y la paciencia.

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Prólogo
Por Juan Octavio Prenz
Carlos Aprea o la poesía necesaria

Acercarse a la poesía de Carlos Aprea es


-para remedar al filósofo y poeta- "tocar un hombre".
Estamos en presencia de un libro en el que la palabra
vuelve a recuperar su vieja y noble función de
nombrar, de proponer nuevos significados rescatando
espacios escamoteados o perdidos en marañas
contextuales que intentan desvirtuarlos. Despojada
de vanas decoraciones o de resemantizaciones
inocuas, la palabra regresa en la poesía de Aprea
con toda su fuerza original, sustancial, apuntando
impía para revelar la descarna verdad del poeta.
No vacilamos en atribuirle la cualidad de poesía
necesaria, cuyos procedimientos y recursos poco o
nada tienen que ver con la dispersión retórica, como
tampoco con la búsqueda de fáciles complicidades con
el lector, y sí, en cambio, se comportan siempre como
elementos funcionales. Cuando hablamos de poesía
necesaria, queremos subrayar que la misma apunta
menos a los efectos exteriores o a producir un cambio
voluntarista en la "serie literaria" que a dar respuestas
a una necesidad interior de expresión. Por otra parte,
esta necesidad de expresión no es gratuita ni lúdica y
obedece a razones profundas que hacen a la posición del
hombre en el mundo, a sus relaciones con la realidad y
con los demás seres humanos. No es extraño, pues, que
de esta necesidad participe también un uso adecuado,
con-veniente, de la palabra, que se presenta aquí con
toda su carga y su peso de significado, sin dejarse
desbordar por los efectos múltiples que la misma
puede producir. Aprea es, en este sentido, un poeta
sustancial, con versos "llenos de mundo" y en comunión
permanente con una realidad compleja hecha de certezas
y vacilaciones, alegrías, frustraciones, posibilidades.

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Por momentos, la poesía de Aprea rescata algunos
aspectos y elementos de la poesía coloquial, con
su lenguaje directo y sus enumeraciones, con sus
intertextos que pueden remitir a letras de tango o a
San Martín o a Carlitos Balá, o con sus parodias del
lenguaje rubendariano, por ejemplo. Sin embargo, el
grado de reflexión, de compromiso con una visión
seria y compleja (tal vez, contradictoria) del mundo, la
elaboración lúcida del poema (verdadera composición
en el sentido de Poe), que no excluye -sobre todo en los
poemas mayores (y más extensos)- ciertos roces con
elementos y tonos de la poesía maldita, hacen que los
textos poéticos de Aprea superen los marcos temáticos
de la anécdota cotidiana y de la nota conversacional
Los temas que aborda, en extensión o de paso, la poesía
de Aprea son múltiples. Una tentación fácil sería la de
decir que el referente de su poesía es el mundo entero.
con sus contradicciones y complejidades. Sin embargo,
el sujeto lírico que atraviesa todo el libro no contempla
el mundo exterior como un objeto distante o separado;
establece siempre una relación inevitable y dinámica con
el mismo, cuando no una verdadera comunión. No es
una mera simplificación decir que la poesía de Aprea se
mueve entre el desgarro existencial y la esperanza. Hay
en su libro y siempre en términos poéticos reflexiones
serias sobre la historia (y, por otra parte, implícitamente,
los textos se constituyen en un verdadero testimonio de
una generación) también sobre la historicidad de cada
cultura y tiempo y de nuestra propia experiencia, sobre
esa suerte de fatalidad que rige el quehacer casi igual de
las sucesivas generaciones, sobre las humillaciones (los
precios a pagar) por algunas migajas de alegría, o las
frustraciones de una generación nacida a mitad del siglo
pero que, vigilante, no entra en las reglas de juego de la
destrucción ("no han podido clausurarnos los ojos/ ni
tapiarnos los oídos, nos han emputecido la palabra,/ y
nos empujan unos contra otros/ para contabilizarnos

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y tenernos a tiro/ ante cualquier eventual cambio de
rumbo,// por eso desconfiamos de la fácil alegría,/
estamos duchos en desconfiar de los imbéciles/ que
por cuatro monedas son bufones del rey, y por eso
callamos y nos cuesta la risa,// pero también gozamos
todavía/ porque el camino es infinito y/ todavía
hay un encuentro inesperado, todavía nos estamos
reencontrando, todavía nos estamos descubriendo,
todavía nos estamos conociendo/ y todavía seguiremos
festejando/ el solo y simple hecho de estar vivos",
leemos en el umbral) sobre la cultura que enriquece y
al mismo tiempo oculta ("civilizarse es perder los ojos",
dice un verso de la seca). la búsqueda de una solidaridad
perdida que haga posible el gran reencuentro.
Así, por ejemplo, en los perdedores, el balance vital
relega a un campo frívolo los fáciles pragmatismos y,
asumiendo tantas derrotas o falencias enriquecedoras
de experiencias y futuros deja espacio a la obstinada
(y, para Aprea, ineludible) creatividad y fuerza de
proyección humanas. Vale la pena releer (y para tanto
lector reconocerse en) versos formidables como éstos,
más claros y explícitos que cualquier crítica o comentario:
"quizá no fuimos fieles a patrones o ejemplos,/quizá el
azar marcó de canto una baraja mala/ y nos dejó sin falta
ni resto, o tal vez temblamos más de lo que el tiempo
exige/ a los verdaderos triunfadores, /y perdimos el fiel,
el equilibrio, la mesura,/ el cinismo de los escaladores,/
y la alegría de los exitosos sin culpa/ y sin memoria,//
pero aún nos conmueve/ una 'esperanza absurda, que
es toda la fortuna...',/ melodía embrujada,/ sirenita,/ te
reís de nosotros que no queremos/ cera en los oídos,/
aunque tu canto convoque los dolores/ más hondos,/
y persistimos en hacer el viaje/ atados al palo mayor/
sin brújula ni timón, sin cartas ni astrolabios,/ sin
marea ni mar,/ despidiendo a los muertos que mueren
todavía,/ sin llegar a saber/ si la nave parte, si sube
la marea,/ atados al palo mayor de una nave varada

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y descompuesta,//no hay otra cosa que sea tan inútil/
no hay otra cosa que nos importe tanto". Detrás de las
aparentes paradojas, el lenguaje directo, eficaz, hacen
a la poesía de Aprea inmune al comentario, convierten
a éste en algo superfluo frente a la claridad y clausura
(nada hay que quitar ni agregar) del texto mismo.
Son numerosos los poemas en que aparece explícita o
latente la esperanza. Creo que es uno de los momentos
cardinales de la poesía de Aprea. Uno de estos poemas
lleva justamente el título de la esperanza -donde en
una trayectoria se atraviesan experiencias, dolores,
humillaciones, frustraciones, ocasiones perdidas- y en
cuyos versos finales, Aprea nos propone un mínimo
y enorme programa de vida: "hay otra plusvalía
clandestina, escondida,/permanece/ en el eco de
las explicaciones, las/ muestras que ahora/ otros
escuchan,/ pequeña promesa, lucesita/ que se genera
sólo con las propias manos,/ y con las manos de
otros que también/ palpan la oscuridad,/ 'encontré
compañeros encontrándome yo'/ florece en el cerebro
como el deseo/verdadero,/ por ella estamos vivos". Al
leer estos versos, de hermosas sinestesias y figuras, me
vienen a la mente dos nombres; el primero es el de Ortega
y Gasset para quien pensar era emocionante, y qué otro
calificativo le cabe, si no el de emocionante a la "lucesita/
que se genera sólo con las propias manos" y que "florece
en el cerebro". El otro nombre es el de Borges para
quien el fin de la poesía es emocionar. Creo que Aprea
cumple con creces este programa y su poesía conmueve
al lector incluso a través de sus momentos reflexivos.
.... También en la ficción y la historia, la esperanza es
el elemento decisivo. Es reconocible en este poema
(no sólo en éste) la alusión a los años de la dictadura
("en noches como ahora,/ casi solo,/ retomo el juego
amargo/de cerrar los ojos/ y dibujar cariñosamente
el rostro/de los muertos,/ casi en vano,/ de mi
generación"). En un juego lúcido entre la ficción y la

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historia, Aprea reivindica la primera como un modo de
demoler los aspectos horrorosos de la segunda: "cuando
el sol despunte/ y la bruma se haya ido,/ mirando los
ojos de mi hija/ contaré una historia,/ con héroes y
antihéroes,/ y malvados reconocibles y traidores.//
pero le cambiaré el final,/tiene derecho a la esperanza".
La poesía de Aprea no aparece sólo como una
expresión del mundo exterior, sino como un vehículo
de solidaridad y también como un reencuentro consigo
mismo, circunstancias que implican siempre una
búsqueda, sobre todo, de la expresión visceral, como
lo quiere Aprea en su poema la palabra perdida, que
contiene elementos de una poética/programática
definitoria. "si nos hace falta/tanto tiempo/ para
decir/decirnos/ la palabra verdadera, la palabra
que cura....". Aprea aboga por rescatar las palabras
demoradas, postergadas, por "las palabras únicas,/
las tan nuestras", por "la palabra enjaulada",/la
temerosa/ que ronda el laberinto izquierdo/ y no
acierta a salir/ al sol o a la sombra de los demás...". Pero
para desenmascarar este bloqueo de la palabra, esta
dificultad de rescatarla de nuestras propias vísceras
"habrá que ver el miedo de los años/disfrazado/ de
humanidad,/buenos modales, /humor y suficiencia (...)
habrá que ver el miedo/propio y ajeno,/acorralarlo/ y
tirarle a matar,/con el amor más certero que tengamos/
con la sed más honda que aún nos quede". Este
despojarse de miedos que abre el camino a la palabra
verdadera es como una premisa para todo comienzo
de donde "después.../después vendrá la esperanza".
Tal vez, todo comentario posible a la poesía de
Aprea, -habitada por el hombre exiliado de un mundo
que fue o de un mundo que pudo ser, con bagajes
que suman no sólo equívocos o errores- reclame,
casi como un hecho ineludible, un corolario que
remite, fatal y felizmente, a una única palabra, a esa
insistente y jamás desgastada palabra esperanza.

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12 / Carlos Aprea
La dispersión
(1981-1994)

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la palabra perdida

si nos hace falta


tanto tiempo
para decir/decirnos
la palabra verdadera,
la palabra que cura,

si nos hace falta


tanto
solidaridad
compañía
descanso
ganas

si nos hace falta


decir
las palabras únicas,
las tan nuestras,
la palabra enjaulada,
la temerosa
que ronda el laberinto izquierdo
y no acierta a salir
al sol o a la sombra de los demás

si nos hace falta tanto la verdad,


por mas dura que sea,
habrá que ver el miedo de los años
disfrazado
de humanidad,
buenos modales,
humor y suficiencia

si nos hace falta,

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tanto
habrá que ver el miedo
propio y ajeno,
acorralarlo
y tirarle a matar,
con el amor más certero que tengamos
con la sed más honda que aún nos quede

después...
después vendrá la esperanza.

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también vivimos

de recuerdos,
de evocaciones,
también vivimos

en la playa desolada,
desguarnecidos,
llamando inútilmente
en la tempestad,
también vivimos

la marea baja lenta


y se vislumbran
manchas,
basuras,
restos
sobre la playa,
caminamos
sobre la anatomía descuartizada
de la derrota,
aún son tenues los llamados,
tenues y temerosos,
un horizonte en brumas,
así
también vivimos

entre ceremonias de exhumación


y primaveras

esta nueva estación


y sus milagros
de horas dilatadas,
de reencuentros,
de homenajes tardíos y delirios,

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del sabor amargo de la nada
y el hambre
de lo imposible,
y la fe y los rencores,
también vivimos.

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Uno

Uno sabe que tiene un lado amargo


que no cambiará más
y Uno sigue,
algo como echado a perder,
podrido,
el costado desgraciado de la historia.
Y es cierto que la vida continúa,
y que Uno sabe qué calla, qué distrae,
en cada acto personal, en cada cruce.

Pintado de bufón sale a la calle


esquivando fantasmas
y encuentra una ciudad con el rostro velado
que como Uno, calla, como Uno, distrae,
los fantasmas de todos en esquinas amargas.
Uno sale
pues tiene tiempo también para los juegos,
los divertimentos,
los maravillosos soles del espíritu...
pobre Uno,
puro engaño:
entre la luz hermosa
del día en que se siente
serenamente Uno,
permanece
agazapado
el dolor,
gritará una vez más
y con su voz,
Uno y la ciudad
deberán seguir.

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el rescate

cavó en su jardín
de malvones y rosas,
por días y días,
y la tierra negra
cubrió todo perfume, todo color.

cavó en su patio solariego,


después de levantar
baldosa por baldosa,
en días y más días.

cavó cuarto por cuarto


su casa entera
durante meses,
y cada palmo de su casa,
naufragó en un mar de humus.

solo se le escuchaba murmurar,


de tanto en tanto:
“no era aquí... no era aquí... "
y seguía cavando.

20 / Carlos Aprea
el exilio que sigue

perdió pié en tierra firme,


se va corriente abajo.
¿detrás de qué?

está en un pozo,
resguardado.
¿oculto de quién?

ahora que sobran espectáculos,


neón y lentejuelas,
y lentamente la modernidad se impone,
tarde ya
(es cierto),
como un clasicismo,
tarde pero infalible,

ordenando espacios,
nuevas formalidades
y un gesto liberal leve y cínico
inaugurando desparpajos huecos,
meticulosamente estudiados
para el efecto preciso y contundente
en el Mercado

corriente abajo
oculto,
ensimismado,
abroquelado en la familia
sin confiar demasiado en las familias,
nutre también,
meticulosamente,
su propio silencio
para no devaluar mas las palabras,

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desarmando,
meticulosamente,
máscaras, espejos, laberintos
y dolorosas ilusiones

corriente abajo,
oculto,
ensimismado,
buscando rostros verdaderos
que escuchen su silencio,
repite para sí, meticulosamente:
hay que empezar a hablar todo de nuevo…
hay que empezar a hablar todo de nuevo.

22 / Carlos Aprea
los puentes

tendidos
entre la soledad y la alegría,
entre el mañana neblinoso
y el presente cautivo,
no esperan otra cosa
que seguir uniendo
orillas lejanas.

en el mapa escondido del mundo,


las líneas firmes
de sus brazos extendidos
dibujan una red fortísima.

ella nos sostiene en la vida.

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perdido

ni asombro
ni fervor,
solo monotonía,
ausencia de sentido,
soledad en un cuerpo
extraño y mudo,
atraviesa impasible
todos los lugares,
todas las emociones.

la ruta de sus días


hace mucho tiempo
naufragó en su corazón.

24 / Carlos Aprea
Orillas del Quequén
a Toto Casado, i. m.

La fuerza del agua y los años


han moldeado las orillas paralelas,
el movimiento dibuja su persistencia
sobre la llanura quieta.

Sobre los ojos, clavados en el agua,


algo quiere desvanecerse, lavarse, desaparecer...
Rocas entre rápidos, mojones
que el agua tardará en socavar.

Voces que en el rumor del agua


no callan, no se dispersan ni disuelven...

“...fue el despido injusto, vengativo...”;


“ ...la suma de cuentas sin pagar...”;
“...los amores fugaces, complicados...”;
“...los dos hermanos desaparecidos...”;
“...la muerte del padre, tan lejos...”;
“...la madre, taciturna, inexpugnable...”

Exhumación y desfile de miserias


frente a un cuerpo inerte,
una roca extraña en el lecho del río
que nunca contará su historia...

¿Pero qué hemos hecho de la historia?


¿Un asunto cerrado?,
¿un juego individual donde se gastan
las fichas prefijadas del azar?.
¿Qué hemos hecho de la vida?
¿Un mísero terreno irrespirable
donde repasamos en silencio

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las mil conjugaciones del olvido?

Sobre el agua pasa un bote


y en el bote,
un hombre rema contra la corriente.
Se nota que lo ha hecho antes,
que han sabido enseñarle. Impasible,
cruza mi mirada y sigue.
Los remos se hunden, una y otra vez,
con calma, con firmeza.

Las voces languidecen,


la roca se oculta con el limo removido,
una brisa del mar seca mi rostro.
El río sigue su curso, indiferente.

26 / Carlos Aprea
Estaciones de Pedro

Verano

ese instante,
cuando las sienes ardían
y los ojos se encandilaban
desnudos,
como mirando el inmenso mar
por primera vez,
el mar inmenso
del cuerpo amado.

Otoño

algo comenzó a caer en él,


dejando apenas
rastros exteriores,
todos cuidan las maneras,
miran y no dicen nada,
mientras crece la pérdida
y él se siente perdido.

Invierno

como parientes de su misma sangre,


el frío y la humedad lo abrazan
y él abre sus costados,
cierra los ojos,
ignora sus temblores
y sigue levantando la casa de otros.

Primavera

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escucha los sonidos de la multitud,
busca esos ojos,
iluminados.
le sube el calor a la cabeza
y abraza,
abraza enteramente el aire mudo
y no para de hablar,
de hacer planes y cuentas.

28 / Carlos Aprea
la ficción y la historia

en el ahora,
cuando los amaneceres
parecen
definitivamente grises
y solo el ocaso es rojo
y uno se recluye,
casi solo,
a recordar o reconstruir viejas historias,
con héroes o antiaéreos,
y malvados reconocibles y traidores
(como antaño,
cuando lo predecible de éste mundo
apuntalaba nuestra fe
y se alimentaba de ella ferozmente);
en el ahora,
en noches como ahora,
casi solo,
retomo el juego amargo
de cerrar los ojos
y dibujar
cariñosamente,
el rostro
de los muertos,
casi en vano, de mi generación;
cuando el sol despunte
y la bruma se haya ido,
mirando los ojos de mi hija
contaré una historia,
con héroes y antihéroes,
y malvados reconocibles y traidores.

pero le cambiaré el final,


tiene derecho a la esperanza.

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mediodía
a Ricardo Herrera

está servido el vino, tibio el pan,


y el mantel impecablemente blanco,
cruzamos las miradas
y el río de los años
y el mar de la distancia desaparece:
estás por un momento frente a mí

hemos visto un país de sirenas frenéticas


y de rostros desencajados por la angustia,
el terror blanqueando muros y organizando
el miedo,
hemos asistido mudos a la lenta agonía
de las palabras más bellas y más nuestras,
hemos usado el disfraz de los idiotas
para salvar el pellejo,
y nadie hoy puede asegurar que salimos
indemnes,
hemos compartido oráculos, alcoholes
y cigarros dudosos
esperando que amaine el temporal,
rumiando a solas
una historia que no pudo
ser,
pasaron años, se fue la juventud
con la voz de Violeta y un candombe
uruguayo,
sin poder decir lo que hacía falta,
sin poder saber cuántas verdades
y cuantas mentiras nos pertenecían,
el único tesoro fue obstinarse en cuidar
un espejo verdadero en la memoria,

30 / Carlos Aprea
así cumplimos la helada travesía
de buscar desde la nada las certezas

y aquí contigo tan presente, amigo mío,


saboreo la comida y me doy cuenta
que nos hemos criado a mucho amor,
en esos arrabales despreciados por todos,
y el mundo nos ha correspondido
con el desprecio al niño que aún habita
en nosotros,
trozo el pan y siento melancolías,
pienso en aquellos que vendrán
para decirnos
que este no es el tiempo de los vencidos,
que todo lo pasado es un mal sueño
y merece el pozo negro del olvido,
me basta que tu corazón siga latiendo
dondequiera que estés,
para saber que es imposible creerlo,
tomo el vaso de vino y vos me hablas,
me hablas con esa forma de llegar,
sonriendo
un sol sereno brilla en tus pupilas
y el vino empuja la luz de tus palabras:
"no importan la certezas, no importa el precio
injusto por la vida, ni la exacta verdad de lo vivido,
si el recuerdo de los mejores días
sigue entibiando nuestro corazón”.

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los trashumantes
a Mario y Monina
en ese hombre y esa mujer
entran tantos...
de pié
de rodillas
tendidos
abrazados
entran tantos...

sus corazones son una inmensa casa,


iluminada por el sol
de los caminos que han andado,
un barco con el que navegamos,
en sueños, cuando se van,
en sus palabras y sus rostros,
cuando regresan.

hacen de la distancia
anhelo y aventura,
hacen de la amistad
un pueblo sin fronteras.

32 / Carlos Aprea
La intemperie
y otros poemas
(1995/1999)

Oh vida, da a los vivos, si es tiempo aún,


un poco de tu buen sentido sutil sin la vanidad que abusa,
Y por encima de todo, quizá dales
La certidumbre de que no eres tan accidental
Ni privada de remordimientos como se dice.
La flecha no es horrorosa, el garfio sí.
René Char

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34 / Carlos Aprea
la intemperie desbordante

todas las llagas, la sangre,


los párpados huyendo de la hiriente luz,
las viseras ante el horror primordial:
el vacío, la separación, el frío,

la memoria del principio de las cosas


es el peso de la carne, de la propia carne,
“en el principio fue el dolor”
un sobrevuelo a ras de tierra,
imposible ascensión con tales contrapesos,

solo la fiebre eleva mientras consume


y despliega el mapa de la intemperie rebosante,
se desenrolla la columna Schwitters
arrastrada por el pedaleo de un niño oscuro
sobre un triciclo oxidado y el viento niño
enloquece al gallo de la veleta,

ruta,
perdida hacia el extraño destino de lo sin valor,
lo abandonado entero,
“es infinita esta riqueza ...”,
leucocitos, plaquetas, bosta, humus,
huesos de perro y sus ladridos
bajo las tres ruedas mínimas,
gritos de teros , batir de ramas de eucaliptos ,
aire cargado de eucaliptos sobre el Primus,

el camino de escarchas y la línea del agua congelada,


“mantener las manos sumergidas en el agua helada
para conocer el dolor,
para aprender a soportar el dolor”,
el frío es la ausencia del calor, el calor no abunda,

la intemperie / 35
el Universo es frío, abrigarse es acercarse al calor,

el pedaleo incesante alrededor del fuego de San Juan,


de San Pedro, de San Pablo, de todas las hogueras
de todos los santos condenados sin ropas y sin nom-
bres,
el crepitar de ramas
ramas de siempreverde, de ligustro, de paraíso,

el camino de hojas, lajas, latas,


a los confines del palomar
y alrededor de la niña desnuda y el ojo vertical
que atrae como imán,
y las compresas, el Untisal, pan mojado en leche
y hojas de coliflor, las camas paralelas y los palillos
giratorios
del respaldo, gimiendo, como Ella al arder la carne
quemada,
electrificada, “niño, mi niño, vendrás en primavera”,
“ven al encuentro de la primavera”, “...la primavera
volverá, tu florece...”,

el ciruelo serruchado, las ramas taladradas por los


gusanos,
los brazos excoriados, pustulosos, por los gusanos,
golondrinas en las axilas, sabañones en las orejas:
escuchar es dejarse llevar, como un pájaro;
el pedaleo incesante entre los tímpanos, fugas sonoras
“primero hay que saber partir”;
la Danza del Fuego y el ardor entre las piernas,
sobre las piernas de la niña: “tocá, tocá”
y la carne enmudecida
la espada del Arcángel amenaza con su fuego frío,
las estampitas, el misal, el brazalete

36 / Carlos Aprea
de primera comunión
manchado de chocolate, sobre el barro oscuro marcan
la señal:
el camino esta lleno de peligros,
“¿para qué andar, si no llegaremos más que
al mismo sitio?”,

la carcajada de la niña, los dientes sanos,


la lengua nueva, “tocá, tocá”, los dientes inmensos
del compañero indoblegable, “saltá, saltá”,
abajo el agua verde, gelatina podrida,
la sangre de las zanjas
o saltar, saltar, escapar a un pinar donde hay un dios
encerrado en una piedra que ilumina otros dientes,
otras piernas
y la sangre late, salta, toca,

dale abrigo, dale refugio, date revancha,


que venga el fuego y el fuego arde
en el centro del mapa como bonanza
y el banjo y el tambor resuenan bajo los
pies que andan como rey por la calle última
del último suburbio
de la última ciudad del mundo,
donde comenzara el Gran Fuego de la revolución,
donde los hombres
resguardaron, murmuraron y gritaron el nombre del
Gran Ausente,
“y un solo, y un solo corazón” y conservaron
su sombra
y prepararon su llegada con fósforos en las manos,
“se escucharan las grandes campanadas,
los muertos serán liberados y avanzaran con nosotros
hasta la victoria”,

la intemperie / 37
pedalear empujado por el viento embriagador,
el cielo cubierto de estrellas rojas hace de la noche
un incesante amanecer, y el perfil de lenin, y el índice
de trotsky,
constelaciones del futuro inminente,
y los prendedores de guevara en la solapa de la bur-
guesa en el casino, la sonrisa burlona del abuelo marx,
el cuello de mao
multiplicado como los libros rojos
por cardin, saint lorent, balenciaga...

el cielo era un pobre tapiz urdido a mano,


por generaciones,
ocultando la noche verdadera,
arrancado y deshecho, apenas se adivina entre el lodo
de los borceguíes,

las tres ruedas resbalan en el río de fango, estiércol,


sangre,
los gorriones llevaron las semillas furtivas, crecer es
fruto de la dispersión, de otra tierra, otro cielo, otros
silencios y esperas,
“hiciste bien en partir Arthur Rimbaud”,
errar por el lecho helado de un mar que se seco,
confiar en el recuerdo del abrigo ausente sin esperanza
alguna,
y escapar a la jauría de manos
que emergen de la sombra,
sin rumbo , manos recordadas, manos que acariciaron,
que alzaron copas, que abrigaron otras manos, torsos,
muslos, nucas, desesperanzas, que tomaron ladrillos,
palas, herramientas, válvulas,
cigarros, gatillos, cuerdas, y sintieron la fiebre
entre los dedos,

38 / Carlos Aprea
ahogar el viento de los gritos, lamentaciones,
carcajadas del
siniestro
humano,
sirenas del naufragio travestido de conmiseración,
abroquelarse y pedalear, las rodillas heladas, los pies
en carne viva,
desencajarse con las agujas de la auto ironía,
“es el mal bailarín el que se queja
de la pendiente de la colina”,

pedalear, sin tierra firme a la vista,


alentado por el camarada insustituible
que escribe absurdas cartas desde el otro lado del mar,
“sentir que veinte años no es nada”,
nada mas que un peligro y un agujero que crece en el
alma, sentir
otros vientos murmurar, el viento davis ,el viento
parker,
perseguidor, empujador, entibiador,

desentender la palabra apenas dicha, apenas


susurrada, apenas libre pero única ligazón, única señal
en el camino,
entre tanto silencio de la salud de los enfermos,
viento de alcoholes, bronces ensordinados,
el llamado de la distancia, la huida,
y caballos, y el sur,
sur ausencia,
sur sol,
sur resolana sobre las ruedas del triciclo volador,
sacha puma, sacha guitarra en tamel aike,
bandoneón, vino espeso y barato en las gargantas secas
por el polvo de los volcanes,

la intemperie / 39
las comparsas de esquila en su huir arrastran todo
dolor,
en una nube suspendida de aguardiente, guitarras,
carcajadas,
el alma huye tras el reguero de vida, el cuerpo queda
plantado,
árbol torcido señalando el este oscuro de las ciudades,

esquiladores, cosechadores, recolectores de frutas,


otras aves esparciendo simiente desde el sudor,
el fervor del músculo y la miseria y la desconocida
riqueza,
esperma derramado en hembras de granito y liquen,
sin voz, sin reparo, intemperie de la desolación, mojo-
nes del camino, “vivaqueando el sol, y no tenían nada
que ponerse”,
“la esperma derramada no será traicionada” ,criaran
hijos que huirán
perseguidos por el recuerdo de la nube suspendida, la
heredad y el hambre,
río senguer, gregores, río mayo, cordillera perdida,
mar de las piedras rodadas como el corazón que huye,
cementerio de corazones tehuelches en la meseta de-
rrumbada,
cuarzo, berilio, basalto, el oro de los tontos cegando
las manos congeladas en la piedra,

pedalear siguiendo el galope del caballo baquiano,


animarse en el laberinto embriagador de las ciudades,
el sexo erecto apretado en las grupas, sirena muda
llamando
al esplendor de otros muslos, otros senos,
golpeados, casi inmóviles en sus propias jaulas,
jaulas que se entreabren, que ofrecen claves

40 / Carlos Aprea
y combinaciones
al solicitante licencioso y paciente, que ofrecen trueque
de calor,
olores, tactos y fluidos y vuelven a cerrarse a la espera
de otro descifrador,

la condena del hígado de prometeo, “por probar el


vino y el agua salada”,
seguir el rastro de una naranja de ruta impredecible y
entibiecer la espalda helada, la carne entumecida, con
el reflejo del sol
a través de las ventanas, peregrinar hasta el viñedo
perdido
a rescatar el ultimo vino y saludar al otoño borracho,

pedalear con las herramientas del cerrajero y desarmar


la jaula,
barrote tras barrote, menos uno, soldado a la carne
como señal de
pertenencia, demasiado golpeados por la historia como
para no desear que la historia termine y el descanso,
relajación, calmantes,
calma, el vaivén del oleaje, calma,
el canto de los benteveos, calma,
la gran V de las migraciones sobre el cielo , porcelana
azul, calma,
el sol recién nacido, calma,
el florecimiento de un diente de león, calma,
calma el vino carmesí,
calma entonar una canción perdida,
criar hijos, aprender a amarlos, calma,
calma llorar, reír, freír cebolla con orégano fresco,
calma,
calma ver crecer el verde luminoso sobre el lecho del

la intemperie / 41
mar que se
secó,

sin embargo la fiebre, el enigma de las rosas de cobre,


el calor presentido, agazapado entre la yema de los
dedos,
en los ojos infinitos del camarada insustituible,
“trayendo a casa, todo aquel fulgor”,
saber que empuja al viento adormecido, aliento de lo
humano mas humano que empuja otra veletas, y los
boletos, los pasajes,
los pasaportes de todas las travesías,
el espiral de los viajes inútiles
sobre el mapa, las huellas al borde de los abismos,
la selva de las palabras, ajenas como el dinero,
y cargar el machete y a la carga motorizado en las tres
ruedas
y abrir un surco apenas perdurable, aunque giman los
queridos sustantivos,
y perseguir al huidizo perfume de las palabras ama-
das, las que rondando corazón, abriendo los sentidos,
curan,
y pedalear, pedalear sobre el plano, sobrevolando altu-
ras, montes suaves, y vislumbrar estremecido al propio
rostro de uno
bosquejado
en el mapa de la intemperie desbordante.

42 / Carlos Aprea
el cielo clausurado

en la edad de la mecánica
la historia desafiaba la gravedad,
como antes enfrentó la física del Cielo,
“eppur si muove” resquebraja los palacios;

la historia como máquina perfecta,


indestructible, inacabable en su devenir,
“hay otros mundos pero están en este”,
máquina del deseo inmensurable
alimentada por la sangre de generaciones,
por el sueño y el desvelo de generaciones,

nadie recuerda el rumor de sus motores,


ni a sus maquinistas ni a sus ingenieros,
nadie mide el transcurrir de sus revoluciones
salvo en la resaca de alguna pesadilla,
“el peso de las generaciones muertas...”

el presente es un nadador encerrado en una charca,


un cardumen de pececitos aturdidos en la pecera,
un viejo topo aletargado y vacilante,
una riff estridente colgado al infinito
en una soga de ropa,
velocidades y fashion a cegar los sentidos
en el paisaje muerto a las sorpresas y revelaciones
del trabajo humano,
¿trabajo humano? ¿qué trabajo humano?,
paisaje que escamotea el dolor tras el brillo
de las mercancías más diversas del mundo,

solo chispazos, esquirlas, devaneos de pobrecitos,


invocación de amaneceres dibujados en la arena,
quisieran incendiarlo todo con el fuego inclemente

la intemperie / 43
de sus ojos jóvenes,
ojos paridos en rencores ajenos,
ojos que quisieran vengar,
que barrer quisieran todo dolor y todo olvido,

ojos como candelas anhelantes


y que el calor
despierte a la parturienta y una nueva historia se eche
a andar,
como quien rasga una guitarra antigua
o frota una lámpara en el basural y espera,

ojos que se abren y sienten al mundo recién nacido


y se sienten con la edad de ese mundo nuevo,
y sienten en su aire y su rumor
el eco de los sueños que creen nuevos y suyos
y son los sueños de todas las generaciones que nos
precedieron,
negados, clandestinos, disfrazados de insensatez o
desatino,
pero vivos,
perseguidos por las malas y las buenas conciencias,
pero vivos,
analizados, desmenuzados, viviseccionados
por todos los poderes constituidos,
pero vivos,

un pequeño legado,
una pesada carga invisible y seductora,
una canción desconocida que nos resulta extrañamente
familiar,

apenas la entonamos
el horizonte marcha y nosotros con él.

44 / Carlos Aprea
la sequía

después de los grandes incendios


la sequía
solo el rencor conserva humedades, cactus
solitario en los altiplanos de la desmemoria;

cactus somos, mareados por el resplandor,


inhabilitados para ver las sombras
por las luces vigilantes del progreso,
los mismos wats en auschwitz y en el shopping
“el ocio dignifica” brilla el neón en los palacios del
consumo;

cactus entre objetos del deseo mas breve, al acecho


en laberintos de cemento, vidrio, acero,
falsas fieras que esconden bajo el envase
de la fascinación
toda la miseria de su origen,
toda la miseria de su destino,
oh jorge luís, en que se convirtieron
las alquimias de la rosa!
papeles amarillentos guardan el breve aleteo de la
razón
sobre el cielo de occidente,
el que persiga su vuelo queda en sombras y con irre-
mediable
sed, pero le consuela , al menos el recuerdo de una
humedad desconocida;

un sol mecánico multiplica las antiguas pesadillas


de la noche
y las trueca en paisajes del juego de perderse, del juego
de encerrarse,
del juego de mirarse , del juego de ser copia de otra

la intemperie / 45
copia de otra copia;

un rayo perfecto cae sobre el paisaje de lo cotidiano


todo brilla sin mácula y sin perspectiva
la vida es una pantalla virtual,
holograma perfecto que nos integra y multiplica,
fina arena catódica, erosionando lentamente los ojos
de todo aquel que mire y quiera ver,
civilizarse es perder los ojos,
o cambiarlos por otra visión,
otra identidad de lo humano,
que siempre escamotea el viejo origen de la energía;

las promesas de igualdad clonal,


la fraternidad de los replicantes,
la libertad como un tour a crédito eterno,
la revolución permanente de lo efímero,
apetito insaciable por cadenas mas fuertes,
alarmas para no olvidar el menú fijo de la visión,
la pasión en cuotas, la adrenalina dosificada,
la sensualidad high-tech del dato ultimo,

temporales de arena,
las pantallas parecen invadir toda humedad vital
y secarla,
nada lubrica, nada humecta en uno,
arrastrados hacia el ojo del huracán
por una infinita corriente de electrones
todo cuerpo es una mera alternancia binaria
un dato mas en la corriente,
arena en un arenal,

la vida
lo que hemos llamado vida tanto tiempo,

46 / Carlos Aprea
huye como la nubecita única en el cielo perfecto,
afuera en el descampado, cactus
otros, extraños, oscuros, miran las señales,
las sonrisas de dientes perfectos de la modernidad,
sudan
moquean
lloran soledades ancestrales,
hijos de hijos de hijos de la pobreza y de los sueños
evaporados
cactus espinosos
juntan humedades,
sin saber
sin poder
sin entender
y la humedad se eleva invisible como un rezo,

no llueve aun,
no llueve,

pero lloverá.

la intemperie / 47
el miedo

palpitaciones,
temblores,
acompañan el cruce de los días,
un nadar silencioso en las aguas del Leteo,
y ladran perros rabiosos en la orilla del alma,
perros rabiosos en el alma,

y hay quienes no se cansan de humillarse,


y hay quienes no se cansan de humillarse
implorando por lo que les pertenece,
se hunden, mansos, con sangre en las mejillas,
sangre en las dos mejillas y en las manos silencio,
mortales que no oyen ningún grito sagrado
chapotean en un mar de sargazos, aguavivas,
venenos industriales,

desconocidos de si mismos,
sin una gota de fe
ni una gota de sed,
sin un gramo de esperanza secándose al sol,
sin sol o sin algo que parezca el sol,
sin labor del minuto ni prodigio del año,

“como quien se hunde en la noche


para buscar el fin de su propia noche,
y pierde el camino,
pierde el camino y el buscar”,

lo inadmisible,
lo indescifrable,
acecha los sentidos y los nubla,
resaca de pesadillas, niebla
envenenada en las llanuras del país,

48 / Carlos Aprea
¿qué nos ha quemado,
qué dejó tanto humo gris, tanto mareo,
tanta clausura de vida?,
silencio
silencio en la noche y con un buen calmante
el músculo duerme , etc., etc.

solo la pequeña voz:


“libérate y arde”,
“libérate y arde” y alumbrarás,

la noche de quien no quiere abrir los ojos


también esta poblada de fantasmas,
¿olvidar todo para soñarlo todo?
después del miedo, el territorio
continúa
y la vida también.

la intemperie / 49
los perdedores
a Pancho

gozosa herida,
insistencia absurda de golpearse y golpearse
con la misma miseria los oídos,
noble madera carcomida, herrumbre de los años,
persistencia,
canción cortada por el hacha de un carnicero
viva en sus pedazos,
crece en tiempo de descuento,
cuando la edad comienza a ser una amenaza,
crece
una música tatuada en las entrañas,
para que la clasifiquen los imbéciles
y le teman los traidores,
y los asesinos sepan que nunca descansarán
y aunque sea
les sirva de condena,

no hay llanto tan feroz,


ni dolor tanto,
melodía embrujada que nos arrimas al borde aquel
de la derrota,
y nos empujas seductora a ese otro lado
donde todo calla
para siempre,

quizá no fuimos fieles a patrones o ejemplos,


quizá el azar marcó de canto una baraja mala
y nos dejo sin falta ni resto,
o tal vez temblamos mas de lo que el tiempo exige
a los verdaderos triunfadores,
y perdimos el fiel, el equilibrio, la mesura,
el cinismo de los escaladores,

50 / Carlos Aprea
y la alegría de los exitosos sin culpa y sin memoria,

pero aun nos conmueve


una “esperanza absurda , que es toda la fortuna...”,
melodía embrujada,
sirenita,
te reís de nosotros que no queremos cera en los oídos,
aunque tu canto convoque los dolores mas hondos,
y persistimos en hacer el viaje
atados al palo mayor,
sin brújula ni timón, sin cartas ni astrolabios,
sin marea ni mar,
despidiendo a los muertos que mueren todavía,
sin llegar a saber
si la nave parte, si sube la marea,
atados al palo mayor, de una nave varada y descom-
puesta,

no hay otra cosa que sea tan inútil


no hay otra cosa que nos importe tanto.

la intemperie / 51
la alegría
a Pucho Contreras
desde las alturas de la infancia,
desde la música de los Cuatro Elementos,
grito, arrebol, viento en el rostro,
sobresalto y sorpresa,
la vida que se esfuerza en ser más ancha que la pena,

entre tanta ingeniería de lo obvio,


tantas estrategias de la miseria,
buscamos reparar los viejos puentes
por donde escaparemos del pantano,

hijos de un mar de mieses, indescifrable y falso,


laberinto de historia escamoteada en los rastrojos,
a estribor nos empujaron como vacas
para entregarnos a los matarifes,
y después, la papilla de la resignación
en los manteles rotos de la europa emigrante,

ya no se puede,
sin embargo,
ya no se puede olvidar lo que nos ha colmado;
aunque duerman en el abismo de la ausencia
“timbres de la primera poesía de la vida”,
estatuas de sal,
naves espléndidas, hundidas por el canto de las sire-
nas,
y el mapa exacto del paraíso,

todo el que pierde espera una revancha,


“todo el que espera sabe que la victoria es suya”
y lucha para tener a raya a los tres cancerberos:
Venganza, Olvido, Justificación,
y en esa lucha corre el riesgo

52 / Carlos Aprea
de convertirse en luna de un planeta de escorias,

solo y solo soledad


monólogo de una voz que sin embargo sigue viva:
“alguien te rescatará, alguien te rescatará”,
grito, arrebol, viento en el rostro,
ese sobresalto de las horas,
esa sorpresa del otro en la mirada,
las perlas de la risa en los labios amados,
el oro musical de las palabras
en la boca del amigo,
el pez dorado y escurridizo en el anzuelo del amigo,
paciente pescador que ríe y con su risa
ilumina el mundo,

salir con el sol en los bolsillos,


moneda de fuego que guardamos amorosamente
como único legado,
buscarse entre la niebla y la tormenta,
“errante en las sombras”
embarcarse en la noche como un fugitivo,
y perderse,
desviar los pasos cotidianos sin objeto aparente,
nos reencontraremos,
nos reencontraremos en el lugar donde acaban
todas las pérdidas, todas las desgracias y los olvidos,
en el lugar más inhóspito y absurdo,
para abrazarnos el alma y ver el rostro
de la felicidad prohibida

la intemperie / 53
el umbral
a Beto Bozza

nacidos en la mitad de un siglo que se acaba,


sin pompa y circunspecto,
cruzaremos sin grandes esperanzas
el umbral del milenio,
mas en las pobres alforjas llevaremos
el recuerdo de un mundo no nacido,
como un ajado mapa del tesoro de todos,
y algunas presencias imborrables
en el rincón más puro que aún nos queda,
como único legado,

en la asunción de la pobreza de estos días,


y en esta soledad reconcentrados,
somos testigos aún de la Belleza,
todavía indomable, todavía cruelmente seductora,
somos testigos de insobornables dignidades,
somos testigos de heroísmos mudos,
somos testigos de los que insisten con vivir,
mas allá del desprecio y el cálculo perfecto
que los da por muertos irremediablemente,

no han podido clausurarnos los ojos


ni tapiarnos los oídos,
nos han emputecido la palabra,
y nos empujan unos contra otros
para contabilizarnos y tenernos a tiro
ante cualquier eventual cambio de rumbo,

por eso desconfiamos de la fácil alegría,


estamos duchos en detectar a los imbéciles
que por cuatro monedas son bufones del rey,
y por eso callamos y nos cuesta la risa,

54 / Carlos Aprea
pero también gozamos todavía
porque el camino es infinito y
todavía hay un encuentro inesperado,
todavía nos estamos descubriendo,
todavía nos estamos conociendo
y todavía seguiremos festejando
el solo y simple hecho de estar vivos.

la intemperie / 55
la esperanza

no el lugar de la quietud,
no,
no la melancolía por la luz que se va,
no es lo que se cae, se acaba o se termina,
no lo que recordamos con dolor o alegría,
no,
solo lo que parece moverse allá,
en la sombra, en la incertidumbre, en la sospecha,
adelante de nuestros días y nuestras narices,
lo que no sabemos si nace dentro o fuera
de nosotros,

si no existiera el mar cambiante,


si no existiera el viento y sus rumores,
si no existiera el movimiento libre
de las aguas y el aire,
lo inventaríamos,
lo inventaríamos,
como inventamos amores y amistades,
y festejos y vestido y música y comida,
como inventamos la preciosa compañía
de nuestros semejantes,
como inventamos las artes y el dinero,
como inventamos el trueque y el trabajo,
el dar las gracias y el desamor,
un soplo,
una palabra absurda,
un ademán sin sentido ninguno,
para despertar al tiempo,
lo inventaríamos,
como inventamos un sentido
y llenamos con él
la espera más amarga,

56 / Carlos Aprea
y mientras esperamos,
andamos con el rumor del viento,
la frescura del mar
y la amenaza de las tempestades,
reales o inventadas por otros semejantes,
que han andado el camino que nosotros seguimos,
entonces no hay engaño,
entonces no hay quietud definitiva,
un soplo,
una palabra como conjuro absurdo,
un ademán sin sentido aparente,
pueden mover un mundo y al mismo tiempo,
ser constancia de que la vida sigue

la intemperie / 57
el trabajo

éramos niños y pasábamos horas


picando piedras de la casa,
luchando en guerras de miniatura,
persiguiendo hormigas, sapos, mariposas, monstruos
del jardín,
esperando la lluvia y el barro en un descampado,
el mundo era un baldío, una casa abandonada,
o un patio con baldosas y macetones,
y el tiempo
el paso lento
de los días y las estaciones;

otros salían entre sombras,


volvían con sudor, cansancio, pena,
y algunas alegrías a principios de mes;
como entender el mal humor, el sueño a deshora, los
gritos imprevistos,
solo resuena el eco pobre de las explicaciones:
sacrificarse, darle duro, ahorrar, cuidar
la ropa nueva y los platos de loza,
y ser honesto y no olvidar ni el pañuelo
ni los documentos,

entramos a la calle como a un libro de Verne


o de Salgari,
pero nos perdíamos en la ciudad y nos mareaba la
cerveza
y comenzamos a dudar...
¿ en el espacio entre los átomos vaga
el misterio del pulso desbocado, los rubores del sexo,
la noche con su ansioso interrogante solitario?,
pequeños peces frente un océano infinito y oscuro,
¿que traerá el sol, que traerá la madrugada?,

58 / Carlos Aprea
la angustia era saber si esa arquitectura de partículas
mudas,
las fórmulas, los números, la tabla de elementos,
podrían contener los horrores del mal, la enfermedad,
el abandono,
y el pasaporte a la aventura del cuerpo y a los lugares
más extraños del globo;

los malabares aumentaban en casa,


un circo pobre cuida las escasas pertenencias,
todo para soportar el crecimiento
de nuestras exploraciones, “para vosotros la libertad”,
mamá zurcía, estiraba los billetes,
papá vendía verduras en la feria,

la destilería en huelga y él girando por la casa


como un perro encerrado,
el paraíso era volver, el turno rotativo, el calor sofocan-
te
de los hornos, los gases venenosos y la paga segura,
volver
con la frente marchita, pero volver, y esperar otro tan-
go distinto,

pero yo no entendía nada aun,


y solo recuerdo el eco de sus explicaciones,
traidores, carneros, quesistas, los ingenieros no saben
nada,
la gendarmería en los vestuarios, estas en la próxima
lista,
y el solo repetía
“serás lo que debes ser o no serás nada”,

la intemperie / 59
mientras tanto los libros no mordían,
ajenos a la angustia y al dolor,
la técnica,
las maquinas,
las herramientas,
el ruido de la materia más diversa
que gime, cruje, grita,
transformada por mil operaciones;
la sinfonía moebius del progreso
ocupaba el espacio de la soledad,
el hambre, el temor y los dioses castradores,
y un muchacho virgen de sudor y rutina
aprendiendo a manejar sus manos
bailando entre martillos, limas, tubos de ensayo,
ácidos y bases;

en el peso y la medida perfecta de las cosas


el ansia por un mundo predecible,
en el rostro concentrado de los ingenieros, de los doc-
tores,
y en el ojo de los constructores,
“mañana es la mentira piadosa con que se engañan
las voluntades moribundas”,
ellos parecían encerrar el mundo en el objeto de sus
desvelos
huían de la imperfección como de la música de la calle:
interrogar a los elementos
con las armas de un torturador,
y nadar después en la abundancia de los datos,

marea que se esfuerza “paso a paso, centímetro


a centímetro”
en ahogar la violencia de los días, la furia, el crimen,
“el trabajo evita el exceso de los sentimientos”,

60 / Carlos Aprea
más tarde uno descubre,
más tarde o más temprano,
que también los mata, y entonces
cree escuchar en el eco de las explicaciones,
mas allá del tardío consuelo de la experiencia,
el rumor de los desvelos y afanes incompletos,
la posta que nos pasan:
“ojalá vos puedas”;

el tiempo no alcanza
nunca
a lavar nuestros remordimientos,
lavar el maquillaje que nos oculta el rostro
deseado y temido,

y aceptamos la paga, el sueldo, los billetes,


para ocultar pobremente
la miseria del esfuerzo cotidiano,
la distancia de los encuentros,
la picazón molesta de la vergüenza;
así andamos, ajenos de nosotros mismos,
felices de estar enfermos,
la gripe, el asma, el cáncer, como la medida de un
respiro,
tabaco, alcohol, venenos de variado precio, duración y
consuelo,
“promesas vanas del ayer”
golpear los espejos para que dejen pasar,
interrogar a los objetos, ansiosos
de su insurrección,
el accidente que libere de la caída hacia la nada,
“nada, nadie, nunca”,
y como los espejos no dejan pasar,
y los objetos permanecen mudos,

la intemperie / 61
buscar un dios, un héroe, uno que llegue al otro lado,
héroes que nacen de la angustia
“dioses con falsa alegría”,
un vino malo con largas resacas;

hay otra plusvalía clandestina, escondida, permanece


en el eco de las explicaciones, las nuestras que ahora
otros escuchan,
pequeña promesa, lucecita,
que se genera solo con las propias manos,
y con las manos de otros que también
palpan la oscuridad,
“encontré compañeros encontrándome yo”
florece en el cerebro como el deseo verdadero,
por ella estamos vivos.

62 / Carlos Aprea
el progreso
a Guillermo Lombardía

¿Ambicionar un mundo por conocer


es traicionar el mundo conocido?
¿Despreciarlo?, ¿borrarlo?, ¿desecharlo?
¿Es el azahar el que incendia los recuerdos y los desa-
parece?
¿Es la fortuna la que nos cambia el sentido de orienta-
ción?
¿Dejamos de ser algo para ser otra cosa, vacíos de todo,
sin culpas, sin remordimientos, como emergidos de un
Jordán?
¿Se borran de un plumazo los afectos, los dolores,
aquello que hacía reír,
que provocaba el llanto, la ira o la esperanza?
¿Adónde van?
¿Se quedan en el desván oscuro tras un espejo abando-
nado?
¿Se quedan en la piedra del odio oculta en el fondo del
bolsillo?
¿Se ocultan entre las líneas del rostro?, ¿pesan sobre los
hombros?,
¿Hay olvido, temor, odio o espanto cuando asoma el
recuerdo?
¿Son viejas pieles de serpiente, crisálidas resecas,
los amores perdidos, los amigos nunca vueltos a ver?
¿Solo queda memoria de lo por venir?

la intemperie / 63
el camarada insustituible
a Carlos Abalos y Gerardo Fabris

allá, en el fondo, hay alguien


con quien comparto viejas deudas
de amor, de vida, de sinrazón, de muerte,
y mi falta de tiempo las posterga,
no hay balance final todavía
ni siquiera intención de rendir cuentas,
vivimos demasiado a prisa

mas cerca de la carne, el dolor y los huesos,


en el trajinado curso de los días,
juego a esconderme en la tarea bien hecha,
juego a esconderme en la tarea mal hecha,
juego a esconderme en la tribuna,
a que no me despierten
ni me tengan en cuenta,
puedo disparar una sonrisa,
un leve comentario de ocasión,
poner cara de nada, fingir sordera, desconsideración,
si contribuye a que me dejen en paz,

y aún así, de vez en cuando,


con el acto dominado,
pasa una brisa que mezcla los papeles
siento el escalofrío de la soledad
y un llamado lejano, incomprensible,
confirma la estrechez irremediable
del soliloquio,

¿quién llevaba la linterna conmigo,


allá lejos, como un siglo atrás,
por las calles más oscuras del suburbio,
con una fe fanática en el pueblo

64 / Carlos Aprea
iluminado,
y en los versos rimados
con metáforas de acero,
y en una historia con mano única y destino certero,
flecha justiciera de la revolución?

¿quién incendiaba conmigo los inviernos


en casas de alquiler y cuartos desnudos,
con palabras ardientes como brasas,
adorando el pequeño fulgor que despedían
y era otra manera de escaparse muy lejos,
mientras la ciudad entraba en el hielo,
un barco ebrio de sangre congelada?

¿quién era el desesperado ayunador


con quien gritábamos razones y delirios,
para alejar el miedo y darnos ánimo,
entre alcoholes y humos novedosos,
siempre al borde de la sobreactuación,
conjurando alguna fe desconocida
ante el cuerpo de una nueva mujer,
o del verano perdido?

no sé, no sé,
lo olvidé todo,
olvidé todo
salvo esta leve resaca,
cosquilleando en la espalda

allá en el fondo hay alguien


lo presiento,
con quien tengo un asunto postergado,
tal vez es el balance detallado de cuestiones inútiles,
de las causas perdidas,

la intemperie / 65
tal vez guarda un espejo con la edad
del olvido,
de la tristeza infinita,

juego a escaparme de él
y aún lo consigo.

66 / Carlos Aprea
un cuerpo baila
a Cristina Valdez
en el silencio oscuro un cuerpo baila
baila y despliega luz como un recuerdo
viejo como el cuerpo que baila
baila y no hay frenesí y no hay urgencias
crece su luz
en soledad y desplegando goce
en el silencio de un desconocido disfrute,
alumbra y se ilumina el cuerpo viejo
en danza con la vida,

y con la danza llueve ahora


llueve sobre el rostro
brota una lluvia de años contenida
sobre cada surco del rostro
en soledad y en silencio
humedad que calma
y es promesa de vida
de continuidad de la vida
de reverdecer

el cuerpo que es recuerdo


festeja desde el viejo dolor
sonríe en calma con la vida
en paz con su recuerdo
un asesino menos queda libre
un poco de justicia sobre la tierra.

la intemperie / 67
atemorizados, aturdidos, confusos

allí donde se demuelen las grandes construcciones,


allí donde el desierto avanza,
allí se guardan los restos del pasado;

¿cómo ver entre el polvo del derrumbe,


qué queda aún para el rescate?
¿qué para la reconstrucción?
¿es el aire viciado o son los ojos
que no nos dejan saber?

algo quiso que todo esto caiga


¿nosotros no?
¿nosotros no?
algo quiso que todo esto caiga
algo ambicioso, poderoso y convencido
mas allá de razones, justicias o medidas,
y ya no vale golpearse el pecho, lagrimear,
lanzar el grito no nos volverá al pasado
ni construirá otra casa idéntica

ya no somos aquellos y todavía


no sabemos que somos ahora,
hay palabras que eran luz y ahora oscurecen
o agobian o confunden,
y no esta nada mal que pase,
y no esta nada mal que así sea,
nadie nos obligó a atarnos al canto
de los falsos profetas o la calma aparente
de una felicidad en cuentagotas,

así dejamos a otros el timón de los cambios


sin que cambie la vida para nosotros,
así dejamos que se consuma la belleza posible

68 / Carlos Aprea
sin mirarle por una vez el rostro,
por no correr el riesgo de perder de nuevo
pero perderlo todo de una vez
y no tener ya mas nada de que quejarnos.

la intemperie / 69
la intemperie desnuda

no soy yo
quien te echó a rodar
canto, bolita
de entre los dedos de un niño
a recorrer un mundo

en el arco de una vida cabe de biafra a bosnia


referencia del horror, siempre mas lejos,
mas cerca el viejo de la bolsa
trocando en Hombre de la Bolsa y
asustando aún,
falsos conjuros de la ignorancia del arrabal,
pero es que había un país en tu partida,
bolita,
y la plumita del caburé
y yo era aquel que ayer nomás vestía
el guardapolvo blanco y la canción sagrada,
banderita,
banderita esplendorosa bajo un cielo refulgente,
creía que en tus pliegues
dormía Evita, se escondía el Che,
y el viejo sanaba sus dolores, curaba su cansancio eter-
no,
creía que en tus pliegues
jugaban y reían
los huérfanos del mundo,
"nunca el pan y la comida han de faltar"
me dijo un tigre antes de
jubilarse y saber
lo que es el hambre,
banderita argentina,
ese cielo se nubló y un viento helado
se ensañó con tu trama delicada,

70 / Carlos Aprea
te usaron para esconder,
te usaron para tapar,
con vos violaron, robaron, torturaron,
ya no cubrís, no calentás,
entre tus hilachas pasa solo el viento helado,
cuerpitos que tiritan,
criollitos de mi pueblo,
pebetas de mi barrio,
te quieren remendar y
ni un hilo de voz les queda,
y las golondrinas de su solo verano
vienen como parteras y
se los llevan como enterradoras,
y es un soplo la vida y
vos rodás
bolita japonesa
entre las tumbas incesantes
brillando por el barro
tierra pampa, humus planetario hediondo
de polistas y
golfistas y
surfistas y
caballitos criollos
argentino handicap
occidental y crestiano
campo pampa roturado,
fragmentado,
parcelado,
por cargil, nidera, kellog y mckein
espejismo de un mar
siempre es ajeno
ajenjo,
añejo,
anexo,

la intemperie / 71
al pedo
al pan hay que pagarlo
rodás bolita,
rodás
por los fueguitos que encienden
con rastrojos,
los niños
en los caminos oscuros
bajo los puentes,
en las estaciones,
en los baños podridos,
en las plazas heladas,
en las playas vacías,
¿en qué cruzada están los niños
perdidos?
anteayer los arrojábamos jalonados de flores al
fondo del volcán a calmar a los dioses,
ayer los arrojábamos a las calderas hambrientas
de las locomotoras del progreso humano,
ahora no hay dios ni porvenir,
y los arrojamos a la oscuridad,
vagan por los caminos comiendo vidrio,
heridos por la espada del padre ausente
y vejados por los cuchillos más sucios,
vagan con brasas en las manos pero riendo,
bolita, acerito,
los niños sucios, piojosos, cagados,
con piedras en las manos,
vagan acechando,
sin rumbo
con hambre en los bolsillos,
con hambre en los tobillos,
¿y que gusto tiene la sal?
ninguno:

72 / Carlos Aprea
ni la bolsa ni la vida
bolita, bolón,
rodás por las ciudades
el brillo engaña, la vidriera embruja,
la espuma del consumo se derrama
y esconde la ventana de los inviernos,
temperatura y humedad controladas
en la incubadora del ciudadano ubicuo,
y cuando la unidad esta saciada se ofrece colección
"comprándolo todo ortega y gases"
hay que tener otra, hay que tener mas,
no importa para que 100 muñecas 100
serie fin del milenio exclusiva
aproveche
compre ya ya ya
todos los modelitos para
los nenes de la casa
no saben de cuchillos
no han sido heridos por ninguna verdad
no ven
sucios,
piojosos,
cagados,
fuera del brillo y el perfume
no ven
no escuchan
rodá bolita rodá
y contame un poco:
¿quién derrumbó el paisaje de tu partida?
¿quién sembró el viento helado en la llanura?
¿quién desnudó la intemperie?

y sobre todo
¿quién arrojará la primer piedra?

la intemperie / 73
la vuelta

afuera,
fuera de todo,
distancia, vacío,
¿todas las ausencias cuanto pesan?
¿toda la soledad cuanto aire roba?

girando alrededor
y a la vista
nada,
hacia arriba y abajo
y a la vista
nadie,

allí,
así,
un punto,
un punto de final: .
el blanco de una bala
invisible
envuelve la mirada,
en sí
vuelve la mirada,
vuelve la mirada el bienaventurado,
a su propia mirada y a mirar
a sus propios oídos y a escuchar,
a su propio cuerpo y a palpar la piel,
y
hay un espacio que permanece,
hay un latido
y
hay respiración:
aire entorno a un cuerpo desnudo,
desnudo en un espacio desnudo,

74 / Carlos Aprea
sin relaciones, sin referencias,
apenas
uno
un punto de comienzo,
vuelto en sí,
vuelto a sí,
recuperado,
recobrado,

mas allá del espiral angustia y caída,


mas allá de lo perdido todo,
reconocer la vida,
dice,
se dice,
aún,
reconozco,
mas allá la vida,

y más allá no es afuera


ahora,
mas allá es adentro,
el otro abismo,
llamando todavía.

la intemperie / 75
76 / Carlos Aprea
El presente volumen,
se terminó de imprimir en La Plata
el 11 de septiembre de 1999

la intemperie / 77

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