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2/ Carlos Aprea
Carlos Aprea
la intemperie
la intemperie / 3
4/ Carlos Aprea
Renée, porque en las buenas y en las malas.
A Julia y a Inés, por la legría y la paciencia.
la intemperie / 5
6/ Carlos Aprea
Prólogo
Por Juan Octavio Prenz
Carlos Aprea o la poesía necesaria
la intemperie / 7
Por momentos, la poesía de Aprea rescata algunos
aspectos y elementos de la poesía coloquial, con
su lenguaje directo y sus enumeraciones, con sus
intertextos que pueden remitir a letras de tango o a
San Martín o a Carlitos Balá, o con sus parodias del
lenguaje rubendariano, por ejemplo. Sin embargo, el
grado de reflexión, de compromiso con una visión
seria y compleja (tal vez, contradictoria) del mundo, la
elaboración lúcida del poema (verdadera composición
en el sentido de Poe), que no excluye -sobre todo en los
poemas mayores (y más extensos)- ciertos roces con
elementos y tonos de la poesía maldita, hacen que los
textos poéticos de Aprea superen los marcos temáticos
de la anécdota cotidiana y de la nota conversacional
Los temas que aborda, en extensión o de paso, la poesía
de Aprea son múltiples. Una tentación fácil sería la de
decir que el referente de su poesía es el mundo entero.
con sus contradicciones y complejidades. Sin embargo,
el sujeto lírico que atraviesa todo el libro no contempla
el mundo exterior como un objeto distante o separado;
establece siempre una relación inevitable y dinámica con
el mismo, cuando no una verdadera comunión. No es
una mera simplificación decir que la poesía de Aprea se
mueve entre el desgarro existencial y la esperanza. Hay
en su libro y siempre en términos poéticos reflexiones
serias sobre la historia (y, por otra parte, implícitamente,
los textos se constituyen en un verdadero testimonio de
una generación) también sobre la historicidad de cada
cultura y tiempo y de nuestra propia experiencia, sobre
esa suerte de fatalidad que rige el quehacer casi igual de
las sucesivas generaciones, sobre las humillaciones (los
precios a pagar) por algunas migajas de alegría, o las
frustraciones de una generación nacida a mitad del siglo
pero que, vigilante, no entra en las reglas de juego de la
destrucción ("no han podido clausurarnos los ojos/ ni
tapiarnos los oídos, nos han emputecido la palabra,/ y
nos empujan unos contra otros/ para contabilizarnos
8/ Carlos Aprea
y tenernos a tiro/ ante cualquier eventual cambio de
rumbo,// por eso desconfiamos de la fácil alegría,/
estamos duchos en desconfiar de los imbéciles/ que
por cuatro monedas son bufones del rey, y por eso
callamos y nos cuesta la risa,// pero también gozamos
todavía/ porque el camino es infinito y/ todavía
hay un encuentro inesperado, todavía nos estamos
reencontrando, todavía nos estamos descubriendo,
todavía nos estamos conociendo/ y todavía seguiremos
festejando/ el solo y simple hecho de estar vivos",
leemos en el umbral) sobre la cultura que enriquece y
al mismo tiempo oculta ("civilizarse es perder los ojos",
dice un verso de la seca). la búsqueda de una solidaridad
perdida que haga posible el gran reencuentro.
Así, por ejemplo, en los perdedores, el balance vital
relega a un campo frívolo los fáciles pragmatismos y,
asumiendo tantas derrotas o falencias enriquecedoras
de experiencias y futuros deja espacio a la obstinada
(y, para Aprea, ineludible) creatividad y fuerza de
proyección humanas. Vale la pena releer (y para tanto
lector reconocerse en) versos formidables como éstos,
más claros y explícitos que cualquier crítica o comentario:
"quizá no fuimos fieles a patrones o ejemplos,/quizá el
azar marcó de canto una baraja mala/ y nos dejó sin falta
ni resto, o tal vez temblamos más de lo que el tiempo
exige/ a los verdaderos triunfadores, /y perdimos el fiel,
el equilibrio, la mesura,/ el cinismo de los escaladores,/
y la alegría de los exitosos sin culpa/ y sin memoria,//
pero aún nos conmueve/ una 'esperanza absurda, que
es toda la fortuna...',/ melodía embrujada,/ sirenita,/ te
reís de nosotros que no queremos/ cera en los oídos,/
aunque tu canto convoque los dolores/ más hondos,/
y persistimos en hacer el viaje/ atados al palo mayor/
sin brújula ni timón, sin cartas ni astrolabios,/ sin
marea ni mar,/ despidiendo a los muertos que mueren
todavía,/ sin llegar a saber/ si la nave parte, si sube
la marea,/ atados al palo mayor de una nave varada
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y descompuesta,//no hay otra cosa que sea tan inútil/
no hay otra cosa que nos importe tanto". Detrás de las
aparentes paradojas, el lenguaje directo, eficaz, hacen
a la poesía de Aprea inmune al comentario, convierten
a éste en algo superfluo frente a la claridad y clausura
(nada hay que quitar ni agregar) del texto mismo.
Son numerosos los poemas en que aparece explícita o
latente la esperanza. Creo que es uno de los momentos
cardinales de la poesía de Aprea. Uno de estos poemas
lleva justamente el título de la esperanza -donde en
una trayectoria se atraviesan experiencias, dolores,
humillaciones, frustraciones, ocasiones perdidas- y en
cuyos versos finales, Aprea nos propone un mínimo
y enorme programa de vida: "hay otra plusvalía
clandestina, escondida,/permanece/ en el eco de
las explicaciones, las/ muestras que ahora/ otros
escuchan,/ pequeña promesa, lucesita/ que se genera
sólo con las propias manos,/ y con las manos de
otros que también/ palpan la oscuridad,/ 'encontré
compañeros encontrándome yo'/ florece en el cerebro
como el deseo/verdadero,/ por ella estamos vivos". Al
leer estos versos, de hermosas sinestesias y figuras, me
vienen a la mente dos nombres; el primero es el de Ortega
y Gasset para quien pensar era emocionante, y qué otro
calificativo le cabe, si no el de emocionante a la "lucesita/
que se genera sólo con las propias manos" y que "florece
en el cerebro". El otro nombre es el de Borges para
quien el fin de la poesía es emocionar. Creo que Aprea
cumple con creces este programa y su poesía conmueve
al lector incluso a través de sus momentos reflexivos.
.... También en la ficción y la historia, la esperanza es
el elemento decisivo. Es reconocible en este poema
(no sólo en éste) la alusión a los años de la dictadura
("en noches como ahora,/ casi solo,/ retomo el juego
amargo/de cerrar los ojos/ y dibujar cariñosamente
el rostro/de los muertos,/ casi en vano,/ de mi
generación"). En un juego lúcido entre la ficción y la
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historia, Aprea reivindica la primera como un modo de
demoler los aspectos horrorosos de la segunda: "cuando
el sol despunte/ y la bruma se haya ido,/ mirando los
ojos de mi hija/ contaré una historia,/ con héroes y
antihéroes,/ y malvados reconocibles y traidores.//
pero le cambiaré el final,/tiene derecho a la esperanza".
La poesía de Aprea no aparece sólo como una
expresión del mundo exterior, sino como un vehículo
de solidaridad y también como un reencuentro consigo
mismo, circunstancias que implican siempre una
búsqueda, sobre todo, de la expresión visceral, como
lo quiere Aprea en su poema la palabra perdida, que
contiene elementos de una poética/programática
definitoria. "si nos hace falta/tanto tiempo/ para
decir/decirnos/ la palabra verdadera, la palabra
que cura....". Aprea aboga por rescatar las palabras
demoradas, postergadas, por "las palabras únicas,/
las tan nuestras", por "la palabra enjaulada",/la
temerosa/ que ronda el laberinto izquierdo/ y no
acierta a salir/ al sol o a la sombra de los demás...". Pero
para desenmascarar este bloqueo de la palabra, esta
dificultad de rescatarla de nuestras propias vísceras
"habrá que ver el miedo de los años/disfrazado/ de
humanidad,/buenos modales, /humor y suficiencia (...)
habrá que ver el miedo/propio y ajeno,/acorralarlo/ y
tirarle a matar,/con el amor más certero que tengamos/
con la sed más honda que aún nos quede". Este
despojarse de miedos que abre el camino a la palabra
verdadera es como una premisa para todo comienzo
de donde "después.../después vendrá la esperanza".
Tal vez, todo comentario posible a la poesía de
Aprea, -habitada por el hombre exiliado de un mundo
que fue o de un mundo que pudo ser, con bagajes
que suman no sólo equívocos o errores- reclame,
casi como un hecho ineludible, un corolario que
remite, fatal y felizmente, a una única palabra, a esa
insistente y jamás desgastada palabra esperanza.
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12 / Carlos Aprea
La dispersión
(1981-1994)
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14 / Carlos Aprea
la palabra perdida
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tanto
habrá que ver el miedo
propio y ajeno,
acorralarlo
y tirarle a matar,
con el amor más certero que tengamos
con la sed más honda que aún nos quede
después...
después vendrá la esperanza.
16 / Carlos Aprea
también vivimos
de recuerdos,
de evocaciones,
también vivimos
en la playa desolada,
desguarnecidos,
llamando inútilmente
en la tempestad,
también vivimos
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del sabor amargo de la nada
y el hambre
de lo imposible,
y la fe y los rencores,
también vivimos.
18 / Carlos Aprea
Uno
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el rescate
cavó en su jardín
de malvones y rosas,
por días y días,
y la tierra negra
cubrió todo perfume, todo color.
20 / Carlos Aprea
el exilio que sigue
está en un pozo,
resguardado.
¿oculto de quién?
ordenando espacios,
nuevas formalidades
y un gesto liberal leve y cínico
inaugurando desparpajos huecos,
meticulosamente estudiados
para el efecto preciso y contundente
en el Mercado
corriente abajo
oculto,
ensimismado,
abroquelado en la familia
sin confiar demasiado en las familias,
nutre también,
meticulosamente,
su propio silencio
para no devaluar mas las palabras,
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desarmando,
meticulosamente,
máscaras, espejos, laberintos
y dolorosas ilusiones
corriente abajo,
oculto,
ensimismado,
buscando rostros verdaderos
que escuchen su silencio,
repite para sí, meticulosamente:
hay que empezar a hablar todo de nuevo…
hay que empezar a hablar todo de nuevo.
22 / Carlos Aprea
los puentes
tendidos
entre la soledad y la alegría,
entre el mañana neblinoso
y el presente cautivo,
no esperan otra cosa
que seguir uniendo
orillas lejanas.
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perdido
ni asombro
ni fervor,
solo monotonía,
ausencia de sentido,
soledad en un cuerpo
extraño y mudo,
atraviesa impasible
todos los lugares,
todas las emociones.
24 / Carlos Aprea
Orillas del Quequén
a Toto Casado, i. m.
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las mil conjugaciones del olvido?
26 / Carlos Aprea
Estaciones de Pedro
Verano
ese instante,
cuando las sienes ardían
y los ojos se encandilaban
desnudos,
como mirando el inmenso mar
por primera vez,
el mar inmenso
del cuerpo amado.
Otoño
Invierno
Primavera
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escucha los sonidos de la multitud,
busca esos ojos,
iluminados.
le sube el calor a la cabeza
y abraza,
abraza enteramente el aire mudo
y no para de hablar,
de hacer planes y cuentas.
28 / Carlos Aprea
la ficción y la historia
en el ahora,
cuando los amaneceres
parecen
definitivamente grises
y solo el ocaso es rojo
y uno se recluye,
casi solo,
a recordar o reconstruir viejas historias,
con héroes o antiaéreos,
y malvados reconocibles y traidores
(como antaño,
cuando lo predecible de éste mundo
apuntalaba nuestra fe
y se alimentaba de ella ferozmente);
en el ahora,
en noches como ahora,
casi solo,
retomo el juego amargo
de cerrar los ojos
y dibujar
cariñosamente,
el rostro
de los muertos,
casi en vano, de mi generación;
cuando el sol despunte
y la bruma se haya ido,
mirando los ojos de mi hija
contaré una historia,
con héroes y antihéroes,
y malvados reconocibles y traidores.
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mediodía
a Ricardo Herrera
30 / Carlos Aprea
así cumplimos la helada travesía
de buscar desde la nada las certezas
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los trashumantes
a Mario y Monina
en ese hombre y esa mujer
entran tantos...
de pié
de rodillas
tendidos
abrazados
entran tantos...
hacen de la distancia
anhelo y aventura,
hacen de la amistad
un pueblo sin fronteras.
32 / Carlos Aprea
La intemperie
y otros poemas
(1995/1999)
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34 / Carlos Aprea
la intemperie desbordante
ruta,
perdida hacia el extraño destino de lo sin valor,
lo abandonado entero,
“es infinita esta riqueza ...”,
leucocitos, plaquetas, bosta, humus,
huesos de perro y sus ladridos
bajo las tres ruedas mínimas,
gritos de teros , batir de ramas de eucaliptos ,
aire cargado de eucaliptos sobre el Primus,
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el Universo es frío, abrigarse es acercarse al calor,
36 / Carlos Aprea
de primera comunión
manchado de chocolate, sobre el barro oscuro marcan
la señal:
el camino esta lleno de peligros,
“¿para qué andar, si no llegaremos más que
al mismo sitio?”,
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pedalear empujado por el viento embriagador,
el cielo cubierto de estrellas rojas hace de la noche
un incesante amanecer, y el perfil de lenin, y el índice
de trotsky,
constelaciones del futuro inminente,
y los prendedores de guevara en la solapa de la bur-
guesa en el casino, la sonrisa burlona del abuelo marx,
el cuello de mao
multiplicado como los libros rojos
por cardin, saint lorent, balenciaga...
38 / Carlos Aprea
ahogar el viento de los gritos, lamentaciones,
carcajadas del
siniestro
humano,
sirenas del naufragio travestido de conmiseración,
abroquelarse y pedalear, las rodillas heladas, los pies
en carne viva,
desencajarse con las agujas de la auto ironía,
“es el mal bailarín el que se queja
de la pendiente de la colina”,
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las comparsas de esquila en su huir arrastran todo
dolor,
en una nube suspendida de aguardiente, guitarras,
carcajadas,
el alma huye tras el reguero de vida, el cuerpo queda
plantado,
árbol torcido señalando el este oscuro de las ciudades,
40 / Carlos Aprea
y combinaciones
al solicitante licencioso y paciente, que ofrecen trueque
de calor,
olores, tactos y fluidos y vuelven a cerrarse a la espera
de otro descifrador,
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mar que se
secó,
42 / Carlos Aprea
el cielo clausurado
en la edad de la mecánica
la historia desafiaba la gravedad,
como antes enfrentó la física del Cielo,
“eppur si muove” resquebraja los palacios;
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de sus ojos jóvenes,
ojos paridos en rencores ajenos,
ojos que quisieran vengar,
que barrer quisieran todo dolor y todo olvido,
un pequeño legado,
una pesada carga invisible y seductora,
una canción desconocida que nos resulta extrañamente
familiar,
apenas la entonamos
el horizonte marcha y nosotros con él.
44 / Carlos Aprea
la sequía
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copia de otra copia;
temporales de arena,
las pantallas parecen invadir toda humedad vital
y secarla,
nada lubrica, nada humecta en uno,
arrastrados hacia el ojo del huracán
por una infinita corriente de electrones
todo cuerpo es una mera alternancia binaria
un dato mas en la corriente,
arena en un arenal,
la vida
lo que hemos llamado vida tanto tiempo,
46 / Carlos Aprea
huye como la nubecita única en el cielo perfecto,
afuera en el descampado, cactus
otros, extraños, oscuros, miran las señales,
las sonrisas de dientes perfectos de la modernidad,
sudan
moquean
lloran soledades ancestrales,
hijos de hijos de hijos de la pobreza y de los sueños
evaporados
cactus espinosos
juntan humedades,
sin saber
sin poder
sin entender
y la humedad se eleva invisible como un rezo,
no llueve aun,
no llueve,
pero lloverá.
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el miedo
palpitaciones,
temblores,
acompañan el cruce de los días,
un nadar silencioso en las aguas del Leteo,
y ladran perros rabiosos en la orilla del alma,
perros rabiosos en el alma,
desconocidos de si mismos,
sin una gota de fe
ni una gota de sed,
sin un gramo de esperanza secándose al sol,
sin sol o sin algo que parezca el sol,
sin labor del minuto ni prodigio del año,
lo inadmisible,
lo indescifrable,
acecha los sentidos y los nubla,
resaca de pesadillas, niebla
envenenada en las llanuras del país,
48 / Carlos Aprea
¿qué nos ha quemado,
qué dejó tanto humo gris, tanto mareo,
tanta clausura de vida?,
silencio
silencio en la noche y con un buen calmante
el músculo duerme , etc., etc.
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los perdedores
a Pancho
gozosa herida,
insistencia absurda de golpearse y golpearse
con la misma miseria los oídos,
noble madera carcomida, herrumbre de los años,
persistencia,
canción cortada por el hacha de un carnicero
viva en sus pedazos,
crece en tiempo de descuento,
cuando la edad comienza a ser una amenaza,
crece
una música tatuada en las entrañas,
para que la clasifiquen los imbéciles
y le teman los traidores,
y los asesinos sepan que nunca descansarán
y aunque sea
les sirva de condena,
50 / Carlos Aprea
y la alegría de los exitosos sin culpa y sin memoria,
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la alegría
a Pucho Contreras
desde las alturas de la infancia,
desde la música de los Cuatro Elementos,
grito, arrebol, viento en el rostro,
sobresalto y sorpresa,
la vida que se esfuerza en ser más ancha que la pena,
ya no se puede,
sin embargo,
ya no se puede olvidar lo que nos ha colmado;
aunque duerman en el abismo de la ausencia
“timbres de la primera poesía de la vida”,
estatuas de sal,
naves espléndidas, hundidas por el canto de las sire-
nas,
y el mapa exacto del paraíso,
52 / Carlos Aprea
de convertirse en luna de un planeta de escorias,
la intemperie / 53
el umbral
a Beto Bozza
54 / Carlos Aprea
pero también gozamos todavía
porque el camino es infinito y
todavía hay un encuentro inesperado,
todavía nos estamos descubriendo,
todavía nos estamos conociendo
y todavía seguiremos festejando
el solo y simple hecho de estar vivos.
la intemperie / 55
la esperanza
no el lugar de la quietud,
no,
no la melancolía por la luz que se va,
no es lo que se cae, se acaba o se termina,
no lo que recordamos con dolor o alegría,
no,
solo lo que parece moverse allá,
en la sombra, en la incertidumbre, en la sospecha,
adelante de nuestros días y nuestras narices,
lo que no sabemos si nace dentro o fuera
de nosotros,
56 / Carlos Aprea
y mientras esperamos,
andamos con el rumor del viento,
la frescura del mar
y la amenaza de las tempestades,
reales o inventadas por otros semejantes,
que han andado el camino que nosotros seguimos,
entonces no hay engaño,
entonces no hay quietud definitiva,
un soplo,
una palabra como conjuro absurdo,
un ademán sin sentido aparente,
pueden mover un mundo y al mismo tiempo,
ser constancia de que la vida sigue
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el trabajo
58 / Carlos Aprea
la angustia era saber si esa arquitectura de partículas
mudas,
las fórmulas, los números, la tabla de elementos,
podrían contener los horrores del mal, la enfermedad,
el abandono,
y el pasaporte a la aventura del cuerpo y a los lugares
más extraños del globo;
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mientras tanto los libros no mordían,
ajenos a la angustia y al dolor,
la técnica,
las maquinas,
las herramientas,
el ruido de la materia más diversa
que gime, cruje, grita,
transformada por mil operaciones;
la sinfonía moebius del progreso
ocupaba el espacio de la soledad,
el hambre, el temor y los dioses castradores,
y un muchacho virgen de sudor y rutina
aprendiendo a manejar sus manos
bailando entre martillos, limas, tubos de ensayo,
ácidos y bases;
60 / Carlos Aprea
más tarde uno descubre,
más tarde o más temprano,
que también los mata, y entonces
cree escuchar en el eco de las explicaciones,
mas allá del tardío consuelo de la experiencia,
el rumor de los desvelos y afanes incompletos,
la posta que nos pasan:
“ojalá vos puedas”;
el tiempo no alcanza
nunca
a lavar nuestros remordimientos,
lavar el maquillaje que nos oculta el rostro
deseado y temido,
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buscar un dios, un héroe, uno que llegue al otro lado,
héroes que nacen de la angustia
“dioses con falsa alegría”,
un vino malo con largas resacas;
62 / Carlos Aprea
el progreso
a Guillermo Lombardía
la intemperie / 63
el camarada insustituible
a Carlos Abalos y Gerardo Fabris
64 / Carlos Aprea
iluminado,
y en los versos rimados
con metáforas de acero,
y en una historia con mano única y destino certero,
flecha justiciera de la revolución?
no sé, no sé,
lo olvidé todo,
olvidé todo
salvo esta leve resaca,
cosquilleando en la espalda
la intemperie / 65
tal vez guarda un espejo con la edad
del olvido,
de la tristeza infinita,
juego a escaparme de él
y aún lo consigo.
66 / Carlos Aprea
un cuerpo baila
a Cristina Valdez
en el silencio oscuro un cuerpo baila
baila y despliega luz como un recuerdo
viejo como el cuerpo que baila
baila y no hay frenesí y no hay urgencias
crece su luz
en soledad y desplegando goce
en el silencio de un desconocido disfrute,
alumbra y se ilumina el cuerpo viejo
en danza con la vida,
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atemorizados, aturdidos, confusos
68 / Carlos Aprea
sin mirarle por una vez el rostro,
por no correr el riesgo de perder de nuevo
pero perderlo todo de una vez
y no tener ya mas nada de que quejarnos.
la intemperie / 69
la intemperie desnuda
no soy yo
quien te echó a rodar
canto, bolita
de entre los dedos de un niño
a recorrer un mundo
70 / Carlos Aprea
te usaron para esconder,
te usaron para tapar,
con vos violaron, robaron, torturaron,
ya no cubrís, no calentás,
entre tus hilachas pasa solo el viento helado,
cuerpitos que tiritan,
criollitos de mi pueblo,
pebetas de mi barrio,
te quieren remendar y
ni un hilo de voz les queda,
y las golondrinas de su solo verano
vienen como parteras y
se los llevan como enterradoras,
y es un soplo la vida y
vos rodás
bolita japonesa
entre las tumbas incesantes
brillando por el barro
tierra pampa, humus planetario hediondo
de polistas y
golfistas y
surfistas y
caballitos criollos
argentino handicap
occidental y crestiano
campo pampa roturado,
fragmentado,
parcelado,
por cargil, nidera, kellog y mckein
espejismo de un mar
siempre es ajeno
ajenjo,
añejo,
anexo,
la intemperie / 71
al pedo
al pan hay que pagarlo
rodás bolita,
rodás
por los fueguitos que encienden
con rastrojos,
los niños
en los caminos oscuros
bajo los puentes,
en las estaciones,
en los baños podridos,
en las plazas heladas,
en las playas vacías,
¿en qué cruzada están los niños
perdidos?
anteayer los arrojábamos jalonados de flores al
fondo del volcán a calmar a los dioses,
ayer los arrojábamos a las calderas hambrientas
de las locomotoras del progreso humano,
ahora no hay dios ni porvenir,
y los arrojamos a la oscuridad,
vagan por los caminos comiendo vidrio,
heridos por la espada del padre ausente
y vejados por los cuchillos más sucios,
vagan con brasas en las manos pero riendo,
bolita, acerito,
los niños sucios, piojosos, cagados,
con piedras en las manos,
vagan acechando,
sin rumbo
con hambre en los bolsillos,
con hambre en los tobillos,
¿y que gusto tiene la sal?
ninguno:
72 / Carlos Aprea
ni la bolsa ni la vida
bolita, bolón,
rodás por las ciudades
el brillo engaña, la vidriera embruja,
la espuma del consumo se derrama
y esconde la ventana de los inviernos,
temperatura y humedad controladas
en la incubadora del ciudadano ubicuo,
y cuando la unidad esta saciada se ofrece colección
"comprándolo todo ortega y gases"
hay que tener otra, hay que tener mas,
no importa para que 100 muñecas 100
serie fin del milenio exclusiva
aproveche
compre ya ya ya
todos los modelitos para
los nenes de la casa
no saben de cuchillos
no han sido heridos por ninguna verdad
no ven
sucios,
piojosos,
cagados,
fuera del brillo y el perfume
no ven
no escuchan
rodá bolita rodá
y contame un poco:
¿quién derrumbó el paisaje de tu partida?
¿quién sembró el viento helado en la llanura?
¿quién desnudó la intemperie?
y sobre todo
¿quién arrojará la primer piedra?
la intemperie / 73
la vuelta
afuera,
fuera de todo,
distancia, vacío,
¿todas las ausencias cuanto pesan?
¿toda la soledad cuanto aire roba?
girando alrededor
y a la vista
nada,
hacia arriba y abajo
y a la vista
nadie,
allí,
así,
un punto,
un punto de final: .
el blanco de una bala
invisible
envuelve la mirada,
en sí
vuelve la mirada,
vuelve la mirada el bienaventurado,
a su propia mirada y a mirar
a sus propios oídos y a escuchar,
a su propio cuerpo y a palpar la piel,
y
hay un espacio que permanece,
hay un latido
y
hay respiración:
aire entorno a un cuerpo desnudo,
desnudo en un espacio desnudo,
74 / Carlos Aprea
sin relaciones, sin referencias,
apenas
uno
un punto de comienzo,
vuelto en sí,
vuelto a sí,
recuperado,
recobrado,
la intemperie / 75
76 / Carlos Aprea
El presente volumen,
se terminó de imprimir en La Plata
el 11 de septiembre de 1999
la intemperie / 77