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FAMILIA Y CONSTITUCIÓN

Violeta Bermúdez Valdivia


Profesora de Derecho de Familia PUCP

1. Introducción

El interés por la familia desde la perspectiva constitucional es relativamente


reciente. En efecto, inicialmente, la familia no tuvo mayor atención para el
derecho constitucional pues las primeras constituciones se limitaban a
organizar los poderes del estado y a reconocer los derechos a los ciudadanos1.

No obstante, este silencio constitucional no implicaba la ausencia de una


ideología sobre el rol que debía desempeñar la familia en la educación de los
futuros ciudadanos y sobre el papel que correspondía a cada uno de sus
integrantes. Precisamente, Jean Jacques Rousseau en Emilio o De la
Educación expuso el rol que debían cumplir mujeres y hombres en el ámbito
familiar, ubicando a las mujeres en un papel de sujeción a la autoridad
masculina.

La protección constitucional de la familia puede ser ubicada en el contexto de


la aparición de los derechos sociales. Para algunos autores, este momento
está marcado por la Constitución de Weimar (Alemania, 1919) o por la
Constitución Mexicana de 1917. Lo cierto es que recién en el contexto del
constitucionalismo social podemos ubicar pronunciamientos explícitos sobre
situaciones propias de la esfera familiar, como por ejemplo, sobre la protección
de las mujeres embarazadas2.

Hoy, nadie duda que la protección constitucional de la familia -o mejor aún de


sus integrantes- es una necesidad del Estado Social de Derecho, porque
dentro del grupo familiar se cumplen funciones sociales y la familia es, entre
otros aspectos, un espacio que permite a las personas que la conforman la
satisfacción de sus derechos3. Por ello, las cartas constitucionales de las
últimas décadas incorporan regulaciones expresas acerca de la familia,
instituciones del derecho de familia y de los derechos de sus integrantes.

Cabe indicar igualmente, que la familia hoy no sólo es objeto de protección a


nivel de la normativa constitucional; sino también de la internacional. Particular
mención merecen: la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre y la Declaración Universal de Derechos Humanos, ambas de 1948; el

1
VENTURA FRANCH, Asunción: Las mujeres, la constitución y el derecho de familia. En: Mujer y
Constitución en España. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 2000.p- 473.
2
Ibid
3
ROCA FRIES, Encarna: Derechos humanos y derecho de familia. En: El derecho de familia y los nuevos
paradigmas. Tomo I. Rubinzal-Culzoni Editores. Buenos Aires, Argentina, 1999. pp. 45 y ss.

1
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966; la Convención
Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica; la
Convención sobre Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer
de 1979, la Convención sobre los Derechos del Niño de 1990 y la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la
Mujer de 1994.

De acuerdo con la cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución


Peruana, estos instrumentos internacionales constituyen fuente de
interpretación de los derechos humanos. Ello exige que la aplicación de los
respectivos enunciados constitucionales se efectúe de conformidad con los
alcances de dichas normas internacionales. En lo relativo a las normas
vinculadas al derecho de familia, podríamos denominar a su contenido como
estándares internacionales de protección de los derechos de las personas en
el contexto de las relaciones familiares. Nos referimos a los derechos de las
personas, pues siguiendo al Profesor Bidart Campos, consideramos que la
familia es la suma de la pluralidad de sus miembros, por ello “hablar de
derechos de la familia es una comodidad lingüística que alude a los derechos
de la persona humana individual en sus relaciones intrafamiliares y en las que,
desde ellas, traba extra-familiarmente con terceros”4.

En el mismo sentido, la española Encarna Roca Trias, afirma que los poderes
públicos asumen la protección del grupo familiar porque dentro de ese grupo
se cumplen funciones sociales; pero que “la protección no tiene como sujeto al
grupo familiar como tal, sino en tanto que permite a los respectivos individuos
que lo forman obtener la satisfacción de sus derechos”5.

En consecuencia, la regulación constitucional de la familia se justifica en el


necesario aseguramiento de los derechos de las personas que la forman, pues
las funciones que cumple son tan importantes que los Estados no pueden
considerarla como un asunto privado de interés único para sus integrantes6.

2. Antecedentes de la regulación constitucional de la familia en el Perú

El Perú ha tenido doce constituciones a lo largo de su historia y en las últimas


decadas, particularmente a partir del gobierno de transición presidido por
Valentín Paniagua (noviembre 2000-julio 2001) se anuncia, recurrentemente, la
necesidad de iniciar un profundo proceso de reforma constitucional, aunque
esta iniciativa no ha prosperado. Sólo se han efectuado reformas puntuales
que, en ningún caso, han modificado las normas constitucionales relativas a la
familia.

4
BIDART CAMPOS, German J. : Familia y derechos humanos. En: El derecho de familia y los nuevos
paradigmas. Tomo I. Rubinzal-Culzoni Editores. Buenos Aires, Argentina, 1999. pp.41.
5
ROCA TRIAS, Encarna: Ob.cit.p.71.
6
Cfr. ROCA TRIAS, Encarna: Ob.cit. pp.71 y ss.

2
Las nueve primeras constituciones, desde la de 1823 hasta la de 1920, no
hicieron ninguna mención a la familia o a alguna de las instituciones del
derecho familiar. Sin embargo, podemos identificar una mención referencial en
la regulación de las condiciones para ser considerado como “ciudadano”. Así,
se dispuso que para ser ciudadano se requería entre otros aspectos:

1° ser varón
2° ser mayor de edad o estar casado.

Las constituciones de 1828, 1834, 1856, 1860, 1867 y 1920, establecían la


mayoría de edad a los 21 años. Sin embargo, en todas ellas, se otorgaba la
ciudadanía a aquellos varones menores de edad siempre que estuvieran
casados. Por lo tanto, el matrimonio otorgaba la ciudadanía.

Fue la Constitución de 1933 la que empezó el desarrollo de normas


constitucionales sobre la familia. Este texto contempló dos artículos
relacionados con el derecho de familia, los artículos 51° y 52°, ubicados dentro
del capítulo relativo a las garantías nacionales y sociales.

El artículo 51° establecía que “el matrimonio, la familia y la maternidad están


bajo la protección de la ley” y el siguiente, artículo 52°, afirmó que “es deber
primordial del Estado la defensa de la salud física, mental y moral de la
infancia. El Estado defiende el derecho del niño a la vida en el hogar, a la
educación, a la orientación vocacional…”

Al igual que las Constituciones anteriores, la Carta de 1933 otorgaba la


ciudadanía a los peruanos varones mayores de edad (21 años) y a los casados
mayores de 18 años.

Un aspecto que merece destacarse de la Carta Constitucional de 1933 es que


introduce el derecho de las mujeres de participar en elecciones municipales
siempre que se trate de:

1° mayores de edad
2° casadas o que lo hayan estado
3° madres de familia, aunque fueran menores de edad

Es decir, la primera aproximación a los derechos políticos de las mujeres


peruanas -el voto municipal- cuando no se trataba de una mujer mayor de
edad, estuvo vinculada a su enlace con un varón; pues para poder ejercerlos
debía haber estado casada o haber dejado de estarlo o haber tenido un hijo;
aunque no fueran mayores de edad. Estas condiciones les otorgaba el derecho
al sufragio en elecciones municipales.

3. La familia en la Constitución de 1979

La Carta Constitucional de 1979 introdujo por primera vez en el Perú todo un

3
capítulo referido a la familia en los artículos del 5° al 11°. Diversos fueron los
temas que merecieron singular discusión en la Comisión Principal de
Constitución de la Asamblea Constituyente 1978-1979. Entre ellos, merecieron
especial atención: la igualdad de la mujer; la igualdad de los hijos nacidos
dentro del matrimonio o fuera de él (artículo 6°) y el reconocimiento
constitucional de las uniones de hecho (artículo 9°).

3.1. La igualdad de la mujer

La Constitución de 1979 estableció la igualdad entre el hombre y la mujer,


reconociendo a la mujer “derechos no menores que al varón” (artículo 2º inciso
2.). Este cambio se derivó de la necesaria adecuación del derecho peruano a
lo dispuesto por los tratados internacionales de derechos humanos que
reconocían el principio de igualdad y no discriminación.

Tal fue el impacto del reconocimiento constitucional de la igualdad de la mujer


que ello modificó, sustancialmente, las disposiciones sobre relaciones
personales entre los cónyuges reguladas entonces en el Código Civil de 1936;
aunque la reforma de este cuerpo de leyes y su adecuación al aludido texto
constitucional se produjo recién en 1984.

Antes de la vigencia de la Constitución de 1979, la mujer casada estaba


supeditada normativamente a la voluntad del marido en el hogar, sobre quien
recaía la dirección y conducción de la sociedad conyugal. El cónyuge estaba
investido de la facultad de fijar y mudar el domicilio conyugal, de decidir la
economía familiar y de representar a la sociedad conyugal, es decir a la familia.
Asimismo, el cónyuge era el único obligado a suministrar a la mujer y en
general a la familia todo lo necesario para la subsistencia.

Por su parte, la mujer tenía el derecho y el deber de atender personalmente el


hogar y debía ayuda y consejo a su marido. Igualmente, tenía la obligación de
llevar el apellido del marido agregado al suyo. Aunque la norma no estableció
que dicha obligación fuera acompañada del prefijo “de”, en la práctica, las
mujeres casadas eran identificadas como señoras “de” sus respectivos
cónyuges. Ello expresaba una relación de pertenencia que ubicaba a las
mujeres casadas como personas sujetas a la potestad marital. Esta sujeción
marital era reforzada por la exigencia del consentimiento del marido en casos
en que la mujer hubiera querido ejercer una profesión o trabajar fuera de la
casa.

En este contexto de desigualdades y de discriminación en contra de las


mujeres casadas, el establecimiento de la igualdad entre el hombre y la mujer
a nivel de la normativa constitucional no sólo produjo un cambio de singular
relevancia para las mujeres; sino también incidió en la propia organización de
las familias. En adelante, los derechos de los cónyuges –marido y mujer-
fueron normativamente equivalentes, situación que también debía extenderse a
las uniones de hecho.

4
3.2. La igualdad de los hijos

El Código Civil de 1936 establecía un trato diferenciado a los hijos según


hubieran nacido dentro de una relación matrimonial o fuera de ella. Este trato
discriminatorio no sólo se otorgaba en relación a los derechos que
correspondían a cada uno de los hijos de acuerdo a su origen; sino también en
la denominación que recibían. Así, los hijos nacidos fuera del matrimonio eran
denominados hijos “ilegítimos” en contraste con los “legítimos” que eran fruto
de la unión matrimonial. En cuanto a sus derechos hereditarios, si los hijos
nacidos fuera del matrimonio concurrían con hijos “legítimos”, los primeros
recibían la mitad de lo que recibían los matrimoniales (artículo 762° del Código
Civil de 1936).

De acuerdo a diversos autores, los fundamentos que sustentaban dichas


diferencias tenían por objetivo estimular las uniones matrimoniales. Sin
embargo, los resultados de dicha diferenciación perjudicaban a los hijos de las
relaciones extramatrimoniales, quienes finalmente no tenían y no tienen
ninguna responsabilidad sobre las circunstancias de su procreación7.

Por tal motivo, el reconocimiento constitucional de la igualdad de los hijos, al


margen de las relaciones matrimoniales o no de sus procreadores, significó un
avance sustancial en materia de igualdad y no discriminación que merece ser
destacado8.

3.3. Las uniones de hecho

El artículo 9° de la Constitución de 1979 reconoció a las uniones de hecho


como una fórmula convivencial generadora de estado de familia. Así
estableció:

Artículo 9°.- La unión estable de un varón y una mujer, libres de


impedimento matrimonial, que forman un hogar de hecho por el tiempo y en
las condiciones que señala la ley, da lugar a una sociedad de bienes que se
sujeta al régimen de la sociedad de gananciales en cuanto es aplicable.

Esta figura conocida doctrinariamente como “concubinato” otorga a los


integrantes de una pareja heterosexual derechos similares a los que se

7
CORNEJO CHAVEZ, Héctor: Derecho Familiar Peruano. Tomo II. Librería Studium Ediciones. Lima, 1987.
pp. 90-93.
8
Sobre el particular, en los últimos años, el legislador peruano ha tenido especial preocupación por reforzar la
igualdad de los hijos nacidos o no en el marco de una relación matrimonial. En tal sentido, la preocupación por
la determinación de la filiación extramatrimonial ha sido objeto de reformas normativas orientadas a garantizar
el derecho de todo niño o niña a ser reconocido por sus progenitores. Para ello, se ha fortalecido a las
pruebas de carácter científico como la de ADN y se han establecido plazos breves para dilucidar la
determinación de la filiación extramatrimonial.

5
generan en la unión matrimonial, sobre los bienes adquiridos durante la
vigencia de la unión de hecho siempre que esta unión cumpla con las
condiciones establecidas por la ley; es decir, que se trate de varón y mujer, que
no exista entre ellos ningún impedimento para contraer matrimonio (aptitud
nupcial), que la vida en común haya durado por lo menos dos años continuos,
y que dicha convivencia persiga fines y cumpla deberes similares a los del
matrimonio9.

3.4. Otros temas relevantes

Además de los temas mencionados, en la Carta de 1979 encontramos otras


referencias a la familia. Así, en el artículo 2° inciso 5, en el que se reconoce el
derecho al honor y buena reputación; a la intimidad personal y familiar en el
inciso 15 del mismo artículo; en el que se establece el derecho de toda
persona a alcanzar un nivel de vida que le permita asegurar su bienestar y el
de su familia; en el inciso 20. c) del artículo 2º que establece la excepción a la
prohibición de la prisión por deudas en caso de incumplimiento de deberes
alimentarios y en el artículo 23°, mediante el cual el Estado garantiza a los
padres de familia el derecho a intervenir en el proceso educativo de sus hijos y
de escoger el tipo y centro de educación para éstos.

Adicionalmente, es importante considerar que existen otros artículos del texto


constitucional de 1979 que no mencionan explícitamente a la familia o a alguna
de las instituciones del derecho familiar, aunque tienen un impacto directo en
las relaciones intra o extra familiares. Encontramos estos dispositivos,
particularmente, en el título relativo a los derechos y deberes de la persona,
entre ellos, los derechos a la vida, a un nombre propio, a la integridad, a la
igualdad conforme hemos mencionado, al libre desarrollo de la personalidad,
etc.

4. La familia en la Constitución de 1993

La Constitución vigente, suprimió el capítulo relativo a la familia e incluyó sus


disposiciones dentro del Capítulo II relativo a los derechos sociales y económicos.
Condensa en tres artículos las normas claves en materia de familia, los artículos
4º, 5º y 6º. Adicionalmente, el texto constitucional mantiene la norma que permite
la prisión por incumplimiento de deberes alimentarios (artículo 2º, inciso 24. c.)
Del mismo modo, mantiene el concepto de intimidad familiar en el artículo 2º
incisos 6. y 7; e introduce en el artículo 13º la obligación de los padres de educar a
sus hijos y el derecho de escoger los centros de educación; así como de participar

9
Artículo 326º Código Civil: “La unión de hecho, voluntariamente realizada y mantenida por un varon y una
mujer, libres de impedimento matrimonial, para alcanzar finalidades y cumplir deberes semejantes a los del
matrimonio, origina una sociedad de bienes que se sujeta al régimen de sociedad de gananciales, en cuanto
le fuere aplicable, siempre que dicha unión haya durado por lo menos dos años continuos (…)”

6
en el proceso educativo.

4.1. Protección de la familia y promoción del matrimonio

El artículo 4º de la Constitución vigente establece que la comunidad y el


Estado “protegen a la familia y promueven el matrimonio” y los reconocen
“como institutos naturales y fundamentales de la sociedad”:

Artículo 4°.- La comunidad y el Estado protegen especialmente al niño, al


adolescente, a la madre y al anciano en situación de abandono. También
protegen a la familia y promueven el matrimonio. Reconocen a estos
últimos como institutos naturales y fundamentales de la sociedad.
La forma del matrimonio y las causas de separación y de disolución son
reguladas por la ley.

El constituyente hizo una clara diferencia al tratar a uno y otro instituto, pues
para uno establece “la protección” y para el otro “la promoción”. La protección
general de la familia implica que tanto la comunidad como el Estado deben -en
su caso- amparar y ayudar a la familia cualquiera sea su origen o su forma de
organización, pues como bien sabemos no podemos hablar de un concepto
unívoco de familia. Existen familias que se originan en relaciones
matrimoniales o extramatrimoniales; familias ensambladas o reconstituídas (las
que se forman cuando uno o ambos integrantes de la unión familiar tienen hijos
provenientes de una relación previa); familias monoparentales, es decir
compuesta por hijos/as y un solo progenitor (padre o madre); familias
nucleares (padre-madre-hijos) o extensas (que involucran a otros parientes,
por ejemplo, abuelos, abuelas, tíos o primos), familias integradas sólo por
hermanos y hermanas, etc.10

En el caso del matrimonio es claro que el Estado ha optado por promoverlo,


teniendo en cuenta que esta institución del derecho familiar es generadora de
lo que se conoce como “certezas jurídicas”. Así, el estado de familia
matrimonial, la presunción de filiación matrimonial, el régimen patrimonial de
sociedad de gananciales cuando no se opta por uno de separación de
patrimonios, la generación del parentesco por afinidad con los parientes
consanguíneos del cónyuge o de la cónyuge. El que la Constitución haya
optado por la promoción del matrimonio, no implica su exclusividad como forma
de establecimiento de una relación de pareja, ni como única forma de familia.
Por ello, en el artículo 5º, reconoce a las uniones de hecho, equiparándolas a
las uniones matrimoniales en lo que respecta a los derechos patrimoniales.
Así, dispone:

Artículo 5°.- La unión estable de un varón y una mujer, libres de


10
Nuestra Constitución, al igual que otras como la española, no define la familia. Coincidimos con Asunción
Ventura cuando afirma que el derecho constitucional deja a otras disciplinas que se preocupen de analizar
qué situaciones o unidades de convivencia deben entenderse como familia. Ello por qué resulta difícil delimitar
una situación que varía con cierta rapidez. En: VENTURA FRANCH, Asunción. Ob. Cit. pp. 475-477.

7
impedimento matrimonial, que forman un hogar de hecho, da lugar a una
comunidad de bienes sujeta al régimen de la sociedad de gananciales en
cuanto sea aplicable.

De esta manera, se reitera lo dispuesto por la Constitución de 1979; es decir,


el reconocimiento constitucional de las uniones de hecho.

4.2. Paternidad y maternidad responsables

La Constitución de 1993, amplía el concepto de paternidad responsable


contenido en la Carta de 1979. El texto vigente reconoce la paternidad y
maternidad responsables, extendiendo de esta manera la responsabilidad
sobre la procreación, planificación y cuidado de la descendencia tanto a
hombres como a mujeres. De esta manera, el derecho a la igualdad se aplica
también al ejercicio de los derechos reproductivos. El mismo dispositivo
constitucional reconoce el derecho de las familias y de las personas a decidir
sobre su vida reproductiva, para lo cual el Estado asegura los programas de
educación y la información adecuados y el acceso a los medios, que no
afecten la vida o la salud.

Asimismo, establece que es deber y derecho de los padres alimentar, educar y


dar seguridad a sus hijos; así como el deber de estos últimos de respetar y
asistir a sus padres.

Reconoce la igualdad de los hijos y prohibe toda mención sobre el estado civil
de los padres y sobre la naturaleza de la filiación en los registros civiles y en
cualquier otro documento de identidad. Ello, precisamente, con el propósito de
erradicar cualquier trato discriminatorio que pudiera producirse, especialmente,
contra las hijas e hijos nacidos de uniones no matrimoniales.

En suma, si la Constitución de 1979 introdujo como novedades en materia de


familia la igualdad entre el hombre y la mujer, la igualdad entre los hijos y el
reconocimiento constitucional de las uniones de hecho; la Constitución de 1993,
introdujo los conceptos de paternidad y maternidad responsables, contenidos que
hoy forman parte de los denominados derechos reproductivos.

5. Propuestas de reformas constitucionales en materia de familia

Como se mencionó, en las últimas décadas, se han producido debates en torno a


la necesidad de revisar el texto constitucional vigente. En este marco, durante el
Gobierno de Transición (2000-2001) se convocó a una Comisión de Bases para la
Reforma Constitucional. Este grupo de trabajo elaboró una propuesta
denominada “Lineamientos para una reforma constitucional”, que ubicó a las
normas relativas a la familia en las propuestas relativas a derechos

8
fundamentales11:

28. Familia.- El Estado protege a la familia y al matrimonio como institutos


naturales y fundamentales de la sociedad. La forma de matrimonio y las
causas de separación y disolución se regulan por la ley.

La comunidad y el Estado protegen especialmente al niño, al adolescente, a


la madre y al anciano en situación de abandono.

En relación a las uniones de hecho, planteó:

29. Uniones de hecho.- Reconocer que la unión estable de varón y mujer,


libres de impedimento matrimonial, genera derechos hereditarios y
alimentarios; así como da lugar a una comunidad de bienes. La ley regula
este derecho.

Este lineamiento dejó abierta la posibilidad de que el legislador regule los


derechos hereditarios y alimentarios, además de la comunidad de bienes que ya
reconocía la Constitución. La propuesta buscó dar respuesta a una serie de
situaciones injustas que se presentaban a las personas que vivían en uniones de
hecho. Por ello, propuso el reconocimiento del derechos alimentario y hereditario
entre los integrantes de dichas uniones. Recién en el 2013, parte de esta
propuesta pudo concretarse mediante la Ley N°30007, norma que reconoce
derechos sucesorios entre los integrantes de las uniones de hecho12. No
obstante, está pendiente el reconocimiento del derecho alimentario entre los
concubinos; así como el derecho a la pensión de sobreviviente en caso de
fallecimiento de uno de ellos.

Otras legislaciones, como la paraguaya, reconocen que en caso de fallecimiento


de uno de los concubinos, el otro “gozará de los mismos derechos a las
jubilaciones, pensiones e indemnizaciones debidas al difunto que corresponderían
al cónyuge” (artículo 223 del Código Civil de Paraguay, Ley Nº 1183/85). Por su
parte, el Código de Familia de Panamá de 1994, establece que “la unión de hecho
entre personas legalmente capacitadas para contraer matrimonio, mantenida
durante cinco años consecutivos en condiciones de singularidad y estabilidad,
surtirá todos los efectos del matrimonio civil” (artículo 53°)13.

En relación a la violencia familiar, los lineamientos de reforma constitucional,


incorporaron la obligación del Estado de “adoptar políticas y medidas legislativas
para prevenir, eliminar y sancionar la violencia en el ámbito familiar, especialmente
en favor de las mujeres, niños y niñas, a fin de garantizar una vida libre de

11
Ministerio de Justicia. Comisión de Estudio de las Bases de la Reforma Constitucional del Perú. Lima,
Julio, 2001; p.28.
12
Publicada en el Diario Oficial El Peruano el 17 de abril de 2013.
13
https://www.ilo.org/dyn/natlex/docs/ELECTRONIC/82627/90647/F437434136/PAN%201994%20L%2082
627.pdf

9
violencia”14 . De esta manera, reconoció que la violencia familiar era un grave
problema necesario de ser atendido desde la propia normativa constitucional. De
esta manera, la propuesta mencionada recogía las posturas más avanzadas de
los dispositivos constitucionales de la región en esta materia. Así, la Constitución
de Colombia de 1991, la de Paraguay de 1992, la de la Ciudad de Buenos Aires
de 1996 y la del Ecuador de 1998, entre otras. Perú tuvo que esperar hasta el
2015 para la aprobación de una normatividad orientada a prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra la mujer y otros integrantes del grupo familiar (Ley
30364, publicada el 23 de noviembre de aquel año).

La Comisión de Bases propuso la integración de un lenguaje sensible al género a


lo largo del texto constitucional y la adopción de medidas de acción afirmativa que
contribuyan a la igualdad efectiva de la mujer en los diferentes ámbitos de su vida,
entre ellos el ámbito familiar.

6. Reflexiones finales: dilemas actuales en la experiencia comparada

Conforme hemos visto, la importancia de la consagración constitucional de los


diversos temas vinculados a la familia radica en que ésta constituye una institución
importante para el Estado y la sociedad, por ello los textos constitucionales en
general se pronuncian sobre su necesaria protección.

De otro lado, resulta razonable que los textos constitucionales aludan a la familia
sin efectuar ninguna definición pues esta podría resultar restrictiva y excluyente de
otras formas de familia, teniendo en cuenta que la familia es un concepto dinámico
que responde a cada realidad y momento concretos.

Un tema de debate actual es el relativo a la constitucionalidad de la regulación


legal de las uniones matrimoniales indistintamente del sexo de quienes las
conforman. La profesora española Pilar Domínguez Lozano15 reporta que en
Europa, durante las décadas de los 80 y 90, diferentes legislaciones empezaron a
reconocer consecuencias jurídicas a las denominadas “uniones de hecho” o
“uniones extramatrimoniales” con independencia del sexo y la orientación sexual
de sus integrantes. Lo que se regula son las relaciones estables de parejas no
matrimoniales con el objetivo de reconocer a sus integrantes ciertos derechos en
atención a la convivencia sostenida. Así tenemos el contrato de vida en común
del Derecho Holandés (Ley del 16 de febrero de 1998), y el pacto civil de
solidaridad del Derechos Francés (Ley del 15 de noviembre de 1999). En España,
a inicios del 2005 había once legislaciones autonómicas sobre la materia y se
reportaba como norma pionera a la Ley Catalana 10/199816.

14
Ministerio de Justicia. Ob.cit. p.24.
15
DOMINGUEZ LOZANO, Pilar: Las uniones de personas de un mismo sexo: las opciones de regulación y
sus implicancias jurídicas. En: Revista Derecho Privado y Constitución. Año 14, N°20, Enero-Diciembre 2006.
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 2006. pp. 183-185.
16
REY MARTINEZ, Fernando: Homosexualidad y Constitución. En: Revista Española de Derecho
Constitucional 73, Año 25. Enero/Abril 2005, p.116.

10
Sin embargo, es a partir del presente siglo en que en Europa entran en vigencia
las legislaciones que han incorporado en sus normas civiles la posibilidad del
matrimonio entre personas del mismo sexo. “ Así el 1 de abril de 2001 entró en
vigor en Holanda la Ley de 21 de diciembre de 2000 que modifica el Código Civil y
permite el matrimonio entre personas del mismo sexo; el 1 de junio de 2003 lo hizo
la Ley belga de 13 de febrero de 2003, que asimismo, modifica el Código Civil y
abre el matrimonio a parejas del mismo sexo; y, en el caso español se produjo la
apertura del matrimonio a las personas del mismo sexo, mediante Ley 13/2005 de
1 de julio”17.

Particular mención merece el caso español en el que la exposición de motivos18 de


la citada norma afirma que “la Constitución, al encomendar al legislador la
configuración normativa del matrimonio, no excluye en forma alguna una
regulación que delimite las relaciones de pareja de una forma diferente a la que
haya existido hasta el momento”. De otro lado, señala que la Ley tiene además los
siguientes fundamentos constitucionales: “la promoción de la igualdad efectiva de
los ciudadanos en el libre desarrollo de su personalidad (artículos 9.2 y 10.1 de la
Constitución), la preservación de la libertad en lo que a forma de convivencia se
refiere (artículo 1.1. de la Constitución) y la instauración de un marco de igualdad
real en el disfrute de los derechos sin discriminación alguna por razón de sexo,
opinión o cualquier otra condición personal o social (artículo 14 de la
Constitución)”

En definitiva, la regulación actual de los derechos vinculados a la familia en el


Perú resulta insuficiente para dar respuesta a los diversos problemas y
expectativas que se plantean en el debate constitucional contemporáneo.

Lima, marzo 2019.

17
DOMINGUEZ LOZANO, Pilar: ob.cit.p.189.
18
Ley 13/2005, de 1 de Julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer
matrimonio. En: POLO SABAU, José Ramón: Matrimonio y Constitución ante la Reforma del Derecho de
Familia. Cuadernos Civitas. Thomson-Civitas. Madrid, 2006. p. 102.

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