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AUTOBIOGRAFÍA DE ATENÓGENES SILVA

Mi nombre es Atenógenes Timoteo Silva y Álvarez Tostado nací en


Guadalajara, Jalisco, México; el 26 de agosto de 1848 en la calle Real
de San Juan de Dios casa número 9.
Ocupé el séptimo lugar entre mis hermanos, mis padres fueron el señor
Don Joaquín Silva y Doña Ignacia y Álvarez Tostado.
Fui bautizado por mi tío materno fray Jerónimo y Álvarez Tostado en la
parroquia del Sagrario Metropolitano el 28 de agosto de 1848.
Cuando tenía apenas un año de edad, enfermé de gravedad y mi tío fray
Jerónimo le profetizó a mi madre: - “Encomienda al niño a nuestro padre
San Buenaventura, pronto le dará la salud y después lo hará obispo”.
Pese a que mis primeros años de vida fueron difíciles respecto a mi
salud, una vez recuperándome, decidí ingresar al seminario conciliar de
Guadalajara en el año de 1861, cuando tenía apenas 13 años de edad,
estudiaba una gran cantidad de materias entre las cuales se destacaron
la Ciencia, la Astronomía, la Religión y las Lenguas.
Después de cinco años en el seminario quise probar la autenticidad de mi
vocación así que salí y estudié el primer año de farmacéutico, sin
embargo, después de esto regresé al seminario y continue con numerosas
materias entre ellas Teología y Disciplina Eclesiástica.
El 30 de noviembre de 1871 fui ordenado sacerdote en la capilla
arzobispal por el señor Don Pedro Loza y Pardavé.
El primer destino que tuve después de mi ordenación fue la parroquia del
sagrario de Guadalajara.
Fui también un excelente maestro del seminario de 1872 a 1880 entre
las materias que impartí se encuentra Bella Literatura y Matemáticas.
Obtuve la borla blanca de doctorado en Teología el 13 de enero de 1878
ante la Academia Pontificia de Guadalajara.
Debido a mis grandes conocimientos, aportaciones y dada mi
disponibilidad de buscar siempre la voluntad de Dios, en octubre de 1880
fui nombrado párroco de Zapotlán el grande, hoy conocido como Ciudad
Guzmán en Jalisco. Ahí me conocieron como “gran apóstol de la caridad”,
realicé la reconstrucción de la antigua iglesia parroquial e hice
innumerables obras, impulsando a la comunidad en diferentes ámbitos:
religioso, social y científico.
Sin embargo, mi labor en aquel lugar había finalizado cuando fui
nombrado canónigo electoral de la Santa Iglesia Catedral de Guadalajara
el 31 de enero de 1884, pues vieron en mi un poder mágico de mi
palabra y una gran belleza de lenguaje.
Siendo joven me fueron notables las virtudes humanas de inteligencia,
sencillez, sinceridad y desprendimiento, así como también las virtudes
cristianas, de caridad, prudencia, misericordia y fortaleza.

Amante del Sagrado Corazón expresé: - “¿Queréis saber cómo nos amó
el dulcísimo Sagrado Corazón? Mirardle sirviendo a los pobres, curando a
los enfermos, consolando a los afligidos y haciendo caridad”.

Fui un hombre que siempre busqué dar respuesta a las necesidades de la


gente y para ello fundé, el 2 de febrero de 1886 el Hospital del
Sagrado Corazón en Guadalajara, Jalisco, México; junto con la ayuda de
las Damas de la Caridad y los sacerdotes de la parroquia, al igual que di
inicio al Instituto Religioso de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús,
dejándoles como herencia de espiritualidad y carisma: “servir con caridad
a quienes en sus cuerpos y almas tienen más semejanza con Cristo
doliente”.
El 12 de diciembre de 1889 fundé la congregación con el nombre de
Hermanas del Sagrado Corazón y de los pobres.
El 9 de octubre de 1892, fui consagrado obispo de Colima en manos de
Don Pedro Loza y Pardavé y con gran alegría me dirigí a mi pueblo
diciendo:
"Sino he de ser un pastor conforme a tu amor y a tus intereses, si no
he de conducir a mi grey por el camino del cielo, oh señor corta el hilo
de mi vida".

Cumpliendo estas palabras realicé la construcción de templos, fundé


asilos, escuelas y apostolados de oración.
Impulsé la tecnología y la ciencia fundando el observatorio meteorológico.

Para el 30 de noviembre de 1896 siendo aún obispo de Colima celebré


mis 25 años sacerdotales en Ciudad Guzmán, Guadalajara y Colima a
petición de mis amigos que con gran alegría y solemnes eventos me
festejaron presentándome como el ilustrísimo señor Silva.
En el año de 1900 fui nombrado arzobispo de Michoacán donde realicé
grandes y diversas obras como sacerdote profeta y pastor. El 27 de
noviembre de ese mismo año tomé posesión de la arquidiócesis,
encomendándome al Corazón de Jesús y a la virgen de Guadalupe.
Como cuidador de mi pueblo formulé cartas pastorales de las cuales la
más relevante fue la primera carta llamada: “La gloria de Dios y la
salvación de las almas” y como gran organizador, impulsé la acción
católica, el seminario conciliar, la enseñanza preparatoria a la altura de
las universidades pontificias, el centro de tipografía y el círculo de
obreros católicos.
Lo que más me importaba y una de mis prioridades era socorrer a los
pobres a través del desarrollo de instituciones de caridad, también
visitaba a las viudas y huérfanos. Pues consideraba que no solo debía ser
la mera atención, sino la visita por la práctica de las obras de
misericordia espirituales y corporales. Esto lo manifesté con el apoyo
económico, espiritual y caritativo, entregándome por completo y buscando
trabajos productivos.
Dado mi amor al corazón por Jesús, promoví las peregrinaciones en el
mes de junio a todas las parroquias de la diócesis, buscando y anhelando
que todos los pueblos adorarán, glorificarán y llamarán al Corazón de
Jesús y así me autonombré como agente viajero del Sagrado Corazón.
Por este amor tan grande fundé muchas instituciones, se me reconocía
como un verdadero héroe, genio, persona de grandes valores, buenos
ideales, amor a la patria, hombre de sacrificios, creyente de la religión
y muchos más conocimientos, Por todas mis obras fui conocido como “el
padre de los pobres” tanto así que el Papa San Pío décimo me encomienda
la coronación de la Inmaculada Madre de Dios en 1909 imponiendo la
corona de oro a la imagen bendita.
En 1910 me enfermé de gravedad y por esta situación pierdo la vida a
las 12 horas con 10 minutos el 26 de febrero de 1911, a la edad de 62
años. Fui sepultado el primero de marzo de 1911 en la catedral de
Morelia, Michoacán, donde actualmente se encuentran descansando mis
restos.

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