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APEGO

La relación padres e hijos Apego Los bebés nacen con un equipo básico, en palabras de
Ajuriaguerra, y una capacidad pre-programada para el establecimiento de relaciones que precisa
del entorno para evolucionar y organizarse. La madre aporta al bebé sus experiencias prenatales y
toda una gama de fantasías, lo mismo que el padre. El bebé aporta su potencial biológico y
psicológico, sus rasgos temperamentales y sus experiencias intrauterinas y perinatales. El
funcionamiento psicológico de los cuidadores es bastante más complejo que el del neonato, de
forma que tres aspectos del comportamiento materno tendrán particular importancia en los
primeros tiempos de vida del bebé: la intensidad y la cronología de sus conductas interactivas y la
forma en que se expresa con él. El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus
padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen
desarrollo de la personalidad. La teoría del apego sostiene que el estado de seguridad, ansiedad o
temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de
su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo). El apego, es el primer lazo
socioemocional que se establece entre el bebé y las personas que lo cuidan. La sensibilidad de los
padres ante su hijo, el temperamento de éste y el contexto social influyen en el apego. El cual es
de dos tipos: a) Apego seguro: las relaciones entre el niño y la madre son de buena calidad existe
confianza, afecto, sintonía y sensaciones de bienestar. b) Apego inseguro: el niño muestra un
apego de mala calidad con la madre, lo cual impide la regulación emocional; éste a su vez lo divide
en apego: 1. Evitativo, donde la relación es de desconfianza y no hay comunicación directa ni
sincronía. 2. Ambivalente, existe una dependencia hacia la madre que al estar ausente provoca en
el niño ansiedad de separación y necesita reforzamiento continuo de que es amado. 3.
Desorganizado, éste se caracteriza por rechazo hacia la figura de apego al carecer de estrategias
para hacer frente al estrés que le provoca la ausencia de la madre. La teoría de Bowlby considera
que el niño desarrolla esquemas cognitivos negativos cuando no existe un apego seguro o no hay
amor en la crianza del niño, éstos van a persistir e influir en la forma que el niño interprete las
experiencias posteriores, si hay más pérdidas él va a pensar que no puede construir afectos
positivos duraderos esto lo puede llevar a la depresión, Bowlby (1969, 1989, cit. en Santrock,
2007). La importancia de las interacciones sociales se manifiesta más en la variabilidad observada
cuando el vínculo de apego se consolida de forma segura, insegura, ambivalente o desorganizada
en función de la peculiar historia interactiva que cada bebé mantenga con su figura de apego. En
opinión de Sroufe (2002), los diferentes tipos de apego se consolidan en virtud de la respuesta del
cuidador hacia el niño y no dependen en absoluto del temperamento de cada niño. El modelo
interno activo que cada niño posee de esa relación de apego va a ser transferido a otras relaciones
que se establecen fuera de la familia. En esta dirección, se han obtenido datos de investigación
que muestran los beneficios producidos por un apego seguro en la adaptación a otros contextos
interactivos. Aquí se muestra otra cadena de asociaciones significativas entre las interacciones
intersubsistema, calidad del apego madre- hijo y las interacciones mesosistémicas, así como entre
los microsistemas familiar, el de los iguales y el escolar (Arranz 2004). En general, el apego seguro
se muestra estable a lo largo de la infancia; según el trabajo de Main y Cassidy (1988), las medidas
de apego seguro precoz son coherentes con medidas similares hasta los seis años. El cual se
convierte en un sólido predictor de la adaptación de los niños al jardín de la infancia, al ámbito
preescolar y escolar Sroufe (2002). De igual forma, los niños calificados como seguros son más
competentes en sus relaciones sociales, son más empáticos y más eficaces al iniciar relaciones
sociales con otros y responder a las iniciadas por otros. El apego seguro también se encuentra
asociado a un desarrollo adecuado de la autoestima y a unos buenos niveles de ajuste personal y
salud mental. Un trabajo de Wrigt, Siney y Smith (1995) muestra la asociación entre la calificación
de apego inseguro y la necesidad de asistencia psicológica en niños entre ocho y doce años. El tipo
de apego resistente parece más relacionado con trastornos de tipo ansioso, el tipo evitativo con
problemas de conducta y el tipo desorganizado con la aparición de síntomas disociativos. Además
de la calidad del apego, otros índices de calidad del entorno familiar están asociados a la
adaptación infantil a entornos interactivos extra familiares. Uno de éstos es el nivel de
receptividad por parte del padre a las propuestas del niño para solucionar una tarea conjunta; en
el estudio de Hengeller, Edwards, Cohen y Summervile (1991) se evidencia la asociación entre la
receptividad paterna y la aceptación por parte de los iguales. Otro índice de calidad de la
interacción familiar es la existencia de expresividad emocional y las conversaciones sobre las
emociones entre padres e hijos. La manera en la cual la madre exprese sus emociones y el
lenguaje emocional utilizados por ella y el niño están asociados al desarrollo socio-emocional de
los niños preescolares de 3 y 4 años (Arranz 2004). Las relaciones deficitarias con los iguales están
asociadas a unas pautas interactivas familiares caracterizadas por los castigos duros y frecuentes,
el establecimiento de límites ineficaces e incoherentes y por la discordia familiar. Otro elemento
que influye en el desarrollo socioemocional es la presencia de conflicto marital y la exposición del
mismo a los niños. Cuando éste se da en algún nivel bajo, constituye un factor protector del
desarrollo socioemocional, en cambio es un factor de riesgo si es alto. El conflicto marital está
influido por variables macrosistémicas. En la revisión de Shaffer (1996) se observa la cadena que se
establece entre la inestabilidad laboral y económica de la pareja, con la consiguiente respuesta
depresiva por parte de uno de los miembros y el posterior aumento de problemas entre ellos, lo
cual se acaba traduciendo en una crianza de menor calidad. Las consecuencias de este déficit se
concretan en los niños en problemas de manifestación externa como agresión o problemas de
conducta; o bien que ésta se presente de manera interna como ansiedad y depresión, en
dificultades para su adaptación al grupo de iguales y bajo rendimiento intelectual y académico
(Cummings, Goeke-Morey & Graham 2002).

ESTILOS DE CRIANZA
Éstos van a estar relacionados con las actitudes de los padres ante la educación de los hijos. Se
pueden agrupar en tres grandes categorías: autoritario, democrático y negligente. • Estilo
autoritario: los padres que utilizan este estilo valoran sobre todo la obediencia y el control. Tratan
de hacer que los niños se adapten a un estándar de conducta y los castigan con dureza si no lo
hacen. Son más indiferentes y menos afectuosos que otros padres. Sus hijos tienden a estar más
inconformes, a ser retraídos e insatisfechos. Se ha encontrado que el castigo físico y sobre todo
cuando hay mucha dureza puede provocar conductas disruptivas en los hijos así como agresión •
Estilo permisivo: las características que se relacionan con el estilo negligente son la indiferencia
ante las actitudes y comportamientos de los hijos, permisividad - pasividad y ausencia de una
acercamiento e implicación continua. Son padres que valoran la autorregulación y la
autoexpresión. Hacen pocas exigencias a sus hijos, dejan que sean los mismos niños quienes
controlen sus propias actividades tanto como sea posible. Consultan con sus hijos las decisiones y
rara vez los castigan. No son tan controladores y exigentes. Sus hijos en edad preescolar tienden a
ser inmaduros, con menor capacidad de autocontrol y menor interés en explorar. Musitu et al.,
(1996), señalan que como los hijos no encuentran en sus padres el refugio y apoyo al cual acudir
ante situaciones estresantes, pueden desarrollar comportamientos llamativos y desadaptados
para requerir su atención, entre los que se encuentran las conductas agresivas. Los padres y
madres de niños agresivos parecen carecer de las habilidades necesarias para identificar y resolver
crisis o problemas. La consecuencia que aparece a medio plazo es que el niño no adquiere un
conocimiento real de las normas y su socialización se ve alterada • Estilo democrático: estos
padres respetan la individualidad del niño aunque hacen énfasis en los valores sociales. Dirigen las
actividades de sus hijos de un modo racional. Respetan los intereses, las opiniones y la
personalidad de sus hijos, aunque también los guían. Son cariñosos y respetan las decisiones
independientes de sus hijos, aunque se muestran firmes para mantener las normas e imponen
castigos limitados. Explican a los hijos los motivos de sus opiniones o de las normas y favorecen el
intercambio de opiniones. Los hijos se sienten seguros porque saben que sus padres los quieren y
porque saben lo que se espera de ellos. En edad de preescolar, los hijos de estos padres tienden a
confiar más en sí mismos y a controlarse, manifiestan interés por explorar y se muestran
satisfechos. Desde la perspectiva interactiva y bidireccional se debe de tener en cuenta que los
padres no practican un solo estilo y de forma continuada a lo largo de la crianza, y que la respuesta
al uso de un determinado estilo educativo estará condicionada por las características del niño.
Cabe señalar que, a pesar de estar situados en el microsistema, la utilización de un estilo y otro
estará influido por variables exo y macro-sistémicas como el estatus socioeconómico y las
creencias religiosas. Desde el punto de vista preventivo y educativo, la formación de los padres
para la crianza debe incluir una difusión y aprendizaje de estrategias características del estilo
democrático (Arranz 2004).

FACTORES QUE INFLUYEN EN LAS ALTERACIONES PSICOLÓGICAS

Como se ha venido mencionando, el desarrollo del niño puede verse afectado por múltiples
factores o situaciones que se pueden clasificar no sólo en biológicas, psicológicas y sociales, sino
que también hay que considerar qué tan comunes son, cuál es el momento de la vida en que se
producen, cuáles pueden ser sus causas, entre otras. Influencias normativas y no normativas En
relación a qué tan común es un evento, Gerry, Jones y Self (1983) consideran que hay influencias
normativas y no normativas. Las primeras son aquellas que se espera experimenten los niños
debido a su edad, como puede ser el ingreso a la escuela, o el paso de la niñez a la pubertad. Las
no normativas son los acontecimientos fortuitos que le pueden suceder a algunas personas en
momentos impredecibles y en circunstancias atípicas como puede ser un divorcio, una
enfermedad o la muerte de un ser querido. (Cit. en Wicks- & Allen, 1997).

Momento en que se producen las influencias Tiene una amplia aceptación el hecho de que los
acontecimientos y experiencias pueden ejercer distintas influencias en función al estado de
desarrollo del niño. (Rutter, 1989). La manera cómo la experiencia afecta al sistema nervioso
dependerá de su estado de desarrollo. Asimismo, los efectos de una experiencia dependen del
proceso psicológico en que se producen en distintos momentos. El momento de la experiencia
también puede ser importante en función de los acontecimientos que tienen lugar en periodos no
normativos; por ejemplo, si una adolescente tiene un hijo es muy joven para ello. Riesgo y
resistencia Los factores de riesgo, son variables que aumentan la probabilidad de producirse
dificultades o desviaciones en el comportamiento. Ante la presencia de riesgo, hay una serie de
individuos que sucumben (son vulnerables) mientras que otros mantienen un funcionamiento
saludable, es decir, son resistentes. La resistencia mantiene una protección ante los factores de
riesgo, o la capacidad de recuperarse con prontitud ante las adversidades de la vida. (Smith &
Prior, 1995). Riesgo Wicks- & Allen (1997) consideran que los factores de riesgo en el desarrollo
pueden agruparse en diferentes categorías: a) Constitucionales 1. Abarcan las influencias
hereditarias y anomalías genéticas. 2. Complicaciones prenatales y durante el nacimiento. 3.
Enfermedad y daños sufridos después del nacimiento. 4. Alimentación y cuidados médicos
inadecuados. b) Familiares 1. Están relacionados con la pobreza. 2. Malos tratos e indiferencia. 3.
Conflicto, desorganización, psicopatología y estrés. 4. Familia numerosa. c) Emocionales e
interpersonales 1. Patrones psicológicos tales como baja autoestima, inmadurez emocional,
temperamento difícil. 2. Incompetencia social. 3. Rechazo por parte de los iguales. d) Intelectuales
y académicas 1. Inteligencia por debajo de la media. 2. Trastornos de aprendizaje. 3. Fracaso
escolar. e) Ecológicas 1. Vecindario desorganizado y con delincuencia. 2. Injusticias raciales, étnicas
y de género. f) Acontecimientos de la vida no normativos que generan estrés 1. Muerte prematura
de uno de los progenitores. 2. Estallido de una guerra, o alguna situación de desastre en la
comunidad entre otros. 45 © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito.
Influencia del contexto social y. . . 4545 Lo expuesto con anterioridad confirma la complejidad del
diagnóstico o tratamiento de un niño, y los elementos que se deben tomar en cuenta para lograr
una intervención confiable y segura. Es importante recordar que un diagnóstico puede marcar a
una persona de por vida, de tal forma que llegan a identificarse con éste; así en ocasiones dicen:
yo soy… y dan el diagnóstico.

PRINCIPALES CONFLICTOS EN LA NIÑEZ

Si consideramos que México es un país de jóvenes que requieren del apoyo y atención de los
adultos para lograr un desarrollo óptimo tanto en el aspecto físico como mental. Por lo expuesto
en el capítulo, las interacciones que tengan con su medio van a propiciar o a dificultar su inserción
y desempeño en el mundo que los rodea. El estado de salud mental y emocional se va adquiriendo
desde que nace el niño, y como menciona Sue Gehardt, “la mejor manera de abordar las
enfermedades mentales, incluso la delincuencia y la violencia en nuestra sociedad, es ocuparnos
de los bebés”. El aprovechamiento que haga un niño de sus recursos dependerá de cómo se haya
dado el proceso de desarrollo de su personalidad. Como ya se mencionó este desarrollo se puede
ver alterado por diversas circunstancias que pueden llegar a alterar sus conductas. Cuando el
comportamiento del niño se vuelve muy disruptivo, o se sale de los parámetros establecidos es
posible que se hable de conflicto o trastorno y que requiera de una atención más especializada de
psicólogos y psiquiatras. En México, de acuerdo con el CIE-10, las principales causas de demanda
de consulta externa en menores de 15 años, en los centros de Salud Mental del Distrito Federal
son: • F90 Trastornos hipercinéticos 25.5% • F99 Trastorno mental sin especificación 11.95% • F43
Reacciones a estrés grave y trastornos de adaptación 7.41% • F91 Trastornos disociales 7.29% •
F81 Trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar 4.90% • F94 Trastornos del
comportamiento social 4.38% • F93 Trastorno de las emociones 3.73% • F84 Trastornos
generalizados del desarrollo 3.38% • F06 Trastornos mentales debidos a lesión, disfunción cerebral
o a enfermedad 3.19% • F70 Retraso mental 2.98% Estos resultados muestran los trastornos por
déficit de atención, los cuales ocupan la cuarta parte de las consultas solicitadas. También llama la
atención que la clasificación F 99 de trastorno mental sin especificación ocupe 11.95 %. Según el
CIE-10 ésta corresponde a una categoría residual no recomendada, para cuando no pueda
recurrirse a otro código. Es decir 11.95 % de la población que solicita consulta, presenta síntomas
que no permiten obtener un diagnóstico claro, y por consiguiente el tratamiento que se les pueda
dar, sería cuestionable, por no saber si es el correcto

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