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201230766
CAPITULO II
CAPITULO IV
Tan pronto como se estableció la división del trabajo solo una pequeña
parte de las necesidades de cada hombre se pudo satisfacer con el
producto de su propio trabajo. El hombre cubre sus necesidades
cambiando el remanente del producto de su esfuerzo, por otras
porciones del producto ajeno. El hombre vive así, gracias al cambio,
convirtiéndose en mercader.
Sin embargo, en todos los países resolvieron dar preferencia para este
uso a los metales, sobre todas las demás mercaderías. Estos eran
menos perecederos y además se podían dividir en las partes que
quisiera.
CAPITULO V
El precio que paga deberá ser siempre el mismo, cualquiera que sea
la cantidad de bienes que reciba a cambio. De estos bienes unas
veces podrá comprar más y otras menos cantidades; pero lo que varía
es el valor de los mismos, y no el trabajo que los adquiere. Por
consiguiente, el trabajo, al no cambiar nunca el valor, es el único y
definitivo patrón efectivo, por el cual se comparan y estiman los
valores de todos los bienes. El trabajo es su precio real y la moneda
es, únicamente, el precio nominal.
De acuerdo con esto puede decirse que el trabajo, como los otros
bienes, tiene un precio real y otro nominal. El precio real diríamos que
consiste en la cantidad de cosas necesarias y convenientes que
mediante él se consiguen, y el nominal, la cantidad de dinero. El
trabajador es rico o pobre en proporción al precio real del trabajo que
ejecuta.
CAPITULO VI
CAPITULO VII
El precio del mercado raras veces se sitúa durante largo tiempo por
bajo del precio natural. Cualquiera de los componentes que se pague
por bajo de su tasa natural hará que las personas interesadas, retiren
una proporción de artículos aportados al mercado, hasta no satisfacer
la demanda efectiva. En consecuencia el precio del mercado se
elevara hasta alcanzar el precio natural.
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
La tasa más baja de beneficio debe ser más que suficiente para
compensar las pérdidas. Lo mismo debe ocurrir con el tipo de interés.
CAPITULO XI
De la Renta de la Tierra.
CONCLUSIONES
El efecto liberal de la economía en esos siglos cuando Inglaterra era un imperio
con muchas colonias a las cuales extraía sus riquezas y explotaba a sus
poblaciones, adicional se encontraba España, Portugal, Francia, y otros imperios
europeos, inspiró a Adam Smith para su genial obra, que generó los cimientos del
capitalismo, base fundamental del imperialismo, y que hoy día se degrado al
sistema neoliberal, donde todos somos mercancias.
En lugar de oro, plata, o tierras, Smith sostiene que la división del trabajo en las
nuevas industrias manufactureras y la innovación tecnológica aumentarían la
productividad y la producción, disminuyendo los precios, aumentando los salarios,
y como resultado, incrementando la riqueza agregada nacional.
RECOMENDACIONES
Adam Smith considera que el egoísmo es la fuerza motriz
central para la riqueza de un país: cualquier persona que actúa
egoístamente también sirve de manera indirecta a la comunidad.
Con esto, Smith se opone a la ética cristiana que condena el
afán de riqueza como inmoral.
Adam Smith redefinió la riqueza nacional: lo decisivo no son
las reservas de dinero ni los recursos naturales, sino el potencial
inmaterial, es decir, la mano de obra colectiva.
Smith tuvo un fino olfato para un cambio de tendencia
importante: la división industrial del trabajo, que constituye el
concepto clave de su teoría, a pesar de que la economía real de
su época aún no estaba organizada mediante una división del
trabajo.
Contrariamente a lo que se afirma con frecuencia, Smith no
considera que el Estado sea prescindible. Por el contrario, todas
las tareas que no ofrecen utilidades para las personas privadas
solo pueden ser llevadas a cabo en la medida suficiente por el
Estado.
Sin embargo, Smith rechaza la constante injerencia del Estado
en la estructura económica de los participantes del mercado,
desalentada por el caos normativo del mercantilismo.
Smith sigue el proyecto de una “economía política”. Esto
significa que la economía y la política están inextricablemente
unidas, pero que el Estado no debe regular la economía, sino
dejarla a los intereses propios de los ciudadanos.
La obra de Smith se considera precursora
del liberalismo económico y el capitalismo. Sin embargo, se
encuentra muy al principio de este desarrollo y no podía prever
con toda claridad que también es posible la falla del mercado y
que las regulaciones del mercado se pueden justificar.
COMENTARIO PERSONAL
Nadie que se dedique seriamente a la economía puede prescindir de
esta obra opulenta. En más de 800 páginas La riqueza de las
naciones se presenta al lector como un hito clásico, pragmático y
fácilmente leíble de la historia económica. La obra y su autor Adam
Smith circulan por todos los libros de texto sobre economía. Sin
embargo, las tesis de Smith –que hoy día se citan a menudo de
manera fragmentaria o incluso incorrecta– despliegan toda su fuerza
innovadora social y económica solo en contexto. En una época en la
que los estados nacionales absolutistas se estaban apoderando de las
reservas mundiales de metales preciosos y trataban de aumentar su
propia riqueza con una política de exportación dirigista, Smith
desarrolló una idea completamente nueva sobre la riqueza de un país:
la fuente de la riqueza de un país no es el oro, sino el trabajo realizado
por sus habitantes. Impulsada por el interés personal de los individuos,
la actividad económica del mercado debe equilibrarse como si
estuviera guiada por una “mano invisible”. El Estado únicamente debe
proporcionar determinados bienes públicos y un marco regulatorio.
Aun cuando la imagen de Smith de una armonía económica y social se
ha resquebrajado un poco con el tiempo, en los últimos 250 años sus
ideas han inspirado a economistas reconocidos como David Ricardo,
Vilfrido Pareto, Friedrich August von Hayek y Milton Friedman.
La división del trabajo ha mejorado considerablemente la
productividad. En lugar de que un trabajador individual produzca un
producto él solo, la producción también se puede dividir en pasos
individuales y distribuirse entre varios trabajadores. Por ejemplo, un
trabajador no calificado tal vez pueda producir unos pocos alfileres al
día. Esta actividad incluye 18 pasos de trabajo distintos. Pero si
18 trabajadores realizan solo uno de estos pasos a la vez, ¡pueden
terminar con miles de alfileres al final del día! De hecho, la división del
trabajo es uno de los mayores logros de una sociedad progresista. Se
formó porque las personas son propensas por naturaleza a
intercambiar bienes. Cada individuo tiene diferentes talentos y, con
ayuda de la economía de trueque, la gente podría especializarse en
determinadas actividades: el panadero hornea pan, el sastre
proporciona ropa, el carnicero, carne, y demás.
REFERENCIAS
ADAM SMITH
ANEXOS