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Lección 3 para el 18 de julio de 2020

¿Cómo veía Jesús a las


personas?
Los miraba con ojos
compasivos. Veía en cada
persona alguien a quien
salvar. Los veía tal como
serían si aceptaban su
salvación.
Para Jesús cada persona era
valiosa y distinta. Por ello,
no trataba a todos por igual
ni menospreciaba a nadie.
Aprendamos a tratar a los
demás como Jesús los trató.
Conduciendo a otros.
Aceptando a todos.
Haciendo amigos.
Dando un trato especial.
Aprovechando las oportunidades.
“Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego,
y le rogaron que le tocase” (Marcos 8:22)
Éste es un milagro especial en varios sentidos.
Muchas
personas nunca
vendrán a Jesús
a menos que
alguien que
tenga fe los
traiga. Ésa es
nuestra tarea.

A veces,
necesitamos un
“segundo toque”
El ciego no creía en Jesús, de Jesús para ver
pero sus amigos sí. con claridad las
verdades
Jesús usó dos toques espirituales.
para sanarlo.
Galilea
“Y le era necesario pasar por Samaria” (Juan 4:4)
Las relaciones entre judíos y Samaria
samaritanos eran muy tensas.
Generalmente, los judíos preferían dar Judea
un rodeo en su camino de Judea a
Galilea para no tener que pasar por
territorio samaritano.

Pero los ojos de Jesús veían más allá de la raza, la


cultura, el sexo o la religión de una persona.
Sabía que en Samaría había personas necesitadas
de la salvación y era su deber ir a buscarlas.
Al mirar a través de los ojos de la compasión divina, se
derriba toda barrera que nos separa de las personas.
Vemos en ellas candidatos al reino de los Cielos.
Esto no significa que compartamos o aceptemos sus
ideas políticas o religiosas. Significa que las amamos y
deseamos lo mejor para ellas.
HACIENDO AMIGOS
“Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos
hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)” (Juan 1:41)
Al despedirse de los discípulos, Jesús les encargó que
predicasen el evangelio en círculos cada vez más amplios: “en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra” (Hechos 1:8).
Un caso de esta táctica la tenemos en el apóstol Andrés.
Él comenzó por presentar a Jesús a su hermano [Judea].
En otra ocasión, hizo amistad con un muchacho
[Samaria] y –por este medio– Jesús hizo un gran milagro
(Juan 6:5-11).
Adquirió facilidad para tratar
incluso con los desconocidos [hasta
lo último de la tierra], como el caso
de los griegos que buscaban a Jesús
(Juan 12:20-26).
Su ejemplo nos enseña una manera efectiva de atraer almas a
Jesús: construir relaciones afectuosas con las personas.
“Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás
lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle” (Marcos 12:34)
¿Cómo trataba Jesús a las personas difíciles?
Las escuchaba atentamente.
Les formulaba preguntas.
Les revelaba gradualmente la verdad.
Reconocía el anhelo de sus corazones.
Veía potencial en las personas más viles.
No consideraba a nadie fuera del alcance del evangelio.
Veía en ellos un reflejo de la gloria de la Creación original.
Elevaba sus pensamientos para que descubriesen lo que podían llegar a ser.

Ver con los ojos de Jesús es ver a


cada persona como un candidato
al Reino de los Cielos, y tratarlos
de acuerdo con esa perspectiva.
Para poderlo hacer, debemos
pedir al Espíritu Santo que nos
dote de este tipo de visión.
“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una
puerta abierta, la cual nadie puede cerrar” (Apocalipsis 3:8)

Dios abre puertas para la proclamación del


evangelio bridándonos oportunidades
providenciales para la testificación.
En el caso de Felipe, por ejemplo, Dios lo
llevó a un lugar concreto donde Él sabía
que iba a pasar una persona que estaría
leyendo un pasaje concreto de la Escritura,
y necesitaba tan solo una pequeña ayuda
para entregar su corazón al Salvador
(Hechos 8:26-39).
Ángeles invisibles están a la espera de
guiarnos para atravesar esas “puertas
abiertas”. Debemos pedirle al Señor que
nos ayude a reconocer esos momentos
providenciales y que nos de las palabras
necesarias en los momentos oportunos.
“Jesús se relacionaba personalmente
con los seres humanos. Él no se
alejaba ni apartaba de los que
necesitaban su ayuda. Entraba en las
casas de los hombres, confortaba a
los tristes, sanaba a los enfermos,
instigaba al descuidado e iba
haciendo bienes. Y si seguimos sus
pasos, debemos hacer lo que él hizo.
Debemos brindar a los hombres la
misma ayuda que él les extendía”

E.G.W. (Dios nos cuida, 17 de febrero)

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