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04 Chosen by A Sinner
04 Chosen by A Sinner
Tengo que vivir con él. Dormir junto a él. Ser una para él.
Es cincuenta y cincuenta de que nos matemos o cedamos a la lujuria.
.
A las que les gustan sus héroes posesivos y sus heroínas luchadoras y
poderosas.
Playlist
Spotify
Hit Me With Your Best Shot – ADONA
I’ve Got A Bad Side – ADONA
Promises – EMO
Buttlet With Butterfly Wings – Tommee Profitt, Sam Tinnesz
Without You – Ursine Vulpine, Annaca
Never Again – Tommy Docherty
Good To Me – EMO
Heaven – Calum Scott
Sacerdocio
Una reunión de capos de la mafia que fue en efecto una convocatoria del
sacerdocio del crimen organizado de la nación.
Mariya Koslov
Árbol familiar
↓
Empresa familiar: mafia italiana
Padre: Lucian Cotroni (Cruel Saints)
Madre: Elena Cotroni (Cruel Saints)
Mejor amigo: Viktor Vetrov
Padrino: Alexei Koslov
↓
Empresa familiar: Bratva
Padre: Alexei Koslov (Tears of Salvation)
Madre: Isabella Terrero (Tears of Salvation)
Mejores amigos: Viktor Vetrov y Violet Hayes
Padrino: Demitri Vetrov (Tears of Betrayal)
Capítulo 1
Rebotando sobre las puntas de mis pies, me rio mientras papá camina
lentamente en círculos a mi alrededor.
Mi papá es el líder retirado de la Bratva, y mi mamá es responsable de
derrocar a muchos sindicatos de tráfico sexual. Mis padres son duros
hasta los huesos y poderosos. Por lo tanto, cuando papá dice que es hora
de una sesión de entrenamiento, no discuto y hago lo que me dice.
―Vamos, viejo. No tengo todo el día, todavía tengo que ir a recoger mi
vestido y conseguir algo de última hora… ―Mis palabras se cortan
cuando papá se lanza hacia mí, luego mis pies son barridos debajo de mí
y mi trasero golpea la colchoneta con fuerza.
Dejo escapar un estallido de risa mientras gimo.
―Viejo, mi culo ―murmura―. Pequeña mierda.
Me pongo de pie, luego me lanzo hacia adelante. Agarrando los
hombros de papá, balanceo mi cuerpo alrededor del suyo y envuelvo mis
piernas alrededor de su cuello. Lo derribo con un giro de mi torso, y
ambos nos estrellamos contra la colchoneta.
Alguien empieza a aplaudir y mi cabeza se mueve hacia la puerta del
gimnasio.
―No está mal, hermanita ―me elogia Viktor.
Puede que no estemos relacionados por sangre, pero eso no importa.
No solo considero a Viktor mi mejor amigo, sino también mi hermano
mayor. Nos criaron como hermanos porque nuestros padres tienen un
vínculo inquebrantable.
El papá de Viktor, el tío Demitri, es mi padrino, y papá es el padrino de
Viktor. Desde antes de que yo naciera, ambas familias han vivido en la
misma propiedad. Estoy entrenada igual que Viktor, pero debido a que
tengo la protección de mi familia, nunca tomo las sesiones de
entrenamiento en serio y solo lo hago para apaciguar a mi papá.
Viktor, por otro lado, es mejor que nuestros padres, lo cual debe ser así,
dado que es el jefe de la Bratva.
Mis ojos se posan en el otro hombre al lado de Viktor. Luca Cotroni, el
jefe de la mafia italiana y el mejor amigo de Viktor. Nuestras familias son
unidas, y él también es el ahijado de papá.
El hombre es conocido por la forma despiadada en que domina el
mercado de armas, nadie se atreve a enfrentarse a él y se ha ganado el
respeto de todos los demás jefes de la mafia y de mi padre, que no es fácil
de impresionar.
También es una de las razones por las que lo tengo en tan alta estima.
Puede que no nos llevemos bien, pero eso no me impide admirar lo que
ha logrado a la edad de treinta y cuatro años.
Suspiro, estoy enamorada de él desde que descubrí mis hormonas. Es
mi secreto mejor guardado, uno que me llevaré a la tumba, ya que Luca
siempre es indiferente conmigo. Me enfurece muchísimo, y los pequeños
golpes que nos damos no ayudan tampoco.
El hombre es alto, moreno y guapo: una obra de arte italiana con una
mandíbula cuadrada y una boca con la que he tenido fantasías salvajes.
Con un par de pantalones de chándal y una camiseta blanca hecha a la
medida de su musculoso pecho, es nada menos que una obra maestra.
Cada centímetro de él irradia confianza y poder.
Maldita sea, esos pantalones de chándal. S. E. X. Y. S.
Al igual que Viktor, Luca es peligroso y despiadado. También es
arrogante y exigente, pero nada de eso me impide desear al hombre.
Debería hacerme examinar la cabeza.
Luca le sonríe a papá.
―Tío Alexei, me alegro de verte.
―Lo mismo digo, hijo. ―Papá levanta una toalla y se seca las gotas de
sudor de la nuca―. ¿Cuándo llegan tus padres?
―Esta noche.
Papá asiente y luego me da un abrazo de lado.
―Buena sesión. A la misma hora la próxima semana.
―Sí, papi.
Cuando papá sale del gimnasio, Viktor y Luca caminan hacia la
colchoneta.
Curiosa, pregunto:
―¿Van a entrenar?
―Sí. ―Viktor lanza una sonrisa en mi dirección―. Necesito patear
traseros.
―Eso quisieras ―murmura Luca.
Ni siquiera me mira, y no ha escapado a mi atención que ni siquiera se
molestó en saludarme.
Grosero.
Solo para arruinarle la fiesta, le sonrío dulcemente.
―Hola, Luca. Es bueno verte otra vez, yo estoy bien, gracias por
preguntar.
Sus ojos solo me tocan por un segundo.
―Mariya, un placer como siempre.
Puaj.
Camino hacia donde están mi toalla y mi botella de agua y las recojo.
Me paso la toalla por las mejillas y el cuello mientras observo a los
hombres tomar sus posiciones.
Patéale el trasero, Viktor.
Viktor comienza a moverse, rebotando ligeramente sobre sus pies, pero
Luca no mueve un músculo.
Mientras llevo la botella a mis labios, Luca se lanza repentinamente,
gira su poderoso cuerpo en el aire y golpea el talón de su pie contra el
costado de la cabeza de Viktor, luego aterriza sobre sus pies y golpea las
piernas de Viktor debajo de él.
Jesús.
He peleado con Viktor antes, y nunca he sido capaz de hacerlo caer.
La botella todavía está suspendida a medio camino de mi boca, pero mi
mandíbula prácticamente descansa en el suelo mientras trato de respirar
más allá del estallido instantáneo de lujuria que calienta mis partes
femeninas.
Viktor rápidamente se pone de pie, y se lanzan el uno contra el otro,
moviéndose tan malditamente rápido, que solo puedo parpadear
mientras los veo pelear.
Me doy cuenta de que papá se lo ha estado tomando con calma porque
no tengo ninguna posibilidad contra ellos.
Sigo babeando por Luca hasta que toman un respiro. Con su respiración
acelerada y una expresión seria en su rostro, me mira.
Tan, tan caliente.
Entonces me doy cuenta de que Luca me está viendo mirarlo. Mi
estómago da un salto mortal loco, y me estremezco porque me atrapó
mirándolo con los ojos, me giro para irme, pero me dirijo en la dirección
equivocada.
―Contrólate ―murmuro en voz baja antes de irrumpir en dirección a
la puerta.
Juro que mi cerebro se derrite en un charco de hormonas cada vez que
ese hombre está cerca.
Es muy frustrante estar enamorada de alguien que ni siquiera te ve
como una persona que valga la pena.
Es tu cumpleaños mañana. Ve a recoger el vestido que pediste y consiéntete.
Olvídate de Luca Cotroni.
Uf, eso quisiera.
He intentado superarlo durante once años, pero no sirve de nada.
Cuanto más me ignora, más lo quiero.
Es un círculo vicioso del que no puedo escapar.
Capítulo 2
Estoy tan abrumada por lo rápido que ha progresado todo, que todo lo
que puedo hacer es sentir.
Y maldita sea, se siente de otro mundo.
El cuerpo musculoso de Luca presionando el mío contra el colchón. Su
cálida piel rozando la mía. Su boca convirtiendo mis labios en nada más
que hormigueo.
Me consume.
Mis respiraciones ya son bocanadas cortas y mi corazón aletea en mi
pecho. Yo jadeo y gimo. Gimo por más, mis dedos se pierden en su espeso
cabello negro.
Pero cuando su mano se desliza entre mis piernas, mi mente se aclara y
mis muslos intentan cerrarse de golpe.
―No tienes que hacer eso ―las palabras brotan de mí, y mis mejillas se
calientan por la vergüenza de tener mi período.
Además, no necesito ningún juego previo. El sexo siempre ha sido más
una conexión emocional que física para mí.
Luca levanta la cabeza y me mira a los ojos, luego me separa y mueve
un dedo sobre mi clítoris. Rara vez, si es que alguna vez, siento algún tipo
de sensación ahí abajo.
Sus ojos se agudizan en mí, y luego pregunta:
―¿No quieres esto?
―Oh no, lo quiero ―digo―. Pero no tienes que preocuparte por los
juegos previos.
Frunciendo el ceño, niega con la cabeza.
―¿Qué?
―No puedo tener un orgasmo, se trata de la conexión emocional para
mí ―explico.
Por lo general, cuando le digo a un chico que se divierta y que no se
preocupe por mí, lo hace. Desafortunadamente, no es el caso de Luca.
Inclina la cabeza, mirándome como si me hubiera vuelto loca.
―No puedo decir si estás bromeando.
Dejo escapar una risa incómoda.
―No, no siento mucho ahí abajo.
―¿Y cuando te masturbas?
―Nada, ni siquiera me molesto.
Luca parece genuinamente preocupado cuando pregunta:
―¿Esto es algo médico? ¿Has visto a un doctor?
Niego con la cabeza.
―No, siempre he sido así. Lo último que iba a hacer era decirle a un
médico que tengo la vagina dañada.
Luca me mira por un momento y luego sus rasgos se suavizan.
Descansa sus antebrazos a ambos lados de mi cabeza y me da un tierno
beso antes de decir:
―Déjame intentarlo. ¿De acuerdo?
Arrugo la nariz, el momento ya pasó con toda la charla.
―Honestamente, estoy bien. Se sentirá raro para mí y arruinará el
momento para ti.
―Deja de pensar demasiado en las cosas ―ordena―. Solo mírame a los
ojos.
Decidiendo darle gusto, observo sus intensos iris.
Su voz es baja, el timbre golpea un punto súper sensible en mi pecho,
cuando murmura:
―Concéntrate en mí, no pienses en nada más.
En lugar de ir directamente a mi clítoris y frotarlo hasta que me duela
como lo han hecho algunos de los hombres antes, Luca se queda quieto,
con toda su atención bañándome en un cálido resplandor.
Presiona otro tierno beso en mis labios, luego roza suaves besos a lo
largo de mi mandíbula. Cuando llega a mi oído, me ordena:
―Tócame, amore mio.
Sé que la palabra tiene algo que ver con el amor, y hace que el calor se
extienda por mi corazón.
Tener la atención de Luca y su cuerpo desnudo encima de mí es más de
lo que jamás soñé que tendría.
Levanto mis manos a sus costados y paso mis dedos por los músculos
que cubren su espalda, saboreando el momento.
―Relájate. ―Presiona un beso en la piel sensible debajo de mi oreja, y
se me pone la piel de gallina.
Cuando vuelve a hablar, su voz es profunda y áspera.
―Cristo, Mariya, te sientes tan bien debajo de mí.
Soy absorbida por una burbuja de intimidad que nunca había
experimentado. Caigo tan fuerte en la intensidad que irradia Luca que
una bomba podría detonar junto a nosotros y no me daría cuenta.
Su boca reclama la mía, y esta vez el beso es controlador, me domina y
exige que me someta. El deseo quema caliente a través de mi cuerpo, y
gimo para expresar cómo me hace sentir.
Sus manos se mueven hacia mis senos, y alterna entre masajearlos y
apretarlos con fuerza, avivando un fuego en mí que nunca se había
encendido.
Me pierdo en la forma en que me toca, la forma en que su boca domina
la mía, y la forma en que consume mi propio ser.
Y me entrego al amor que siento por este hombre.
Mis manos se mueven más rápido, volviéndose codiciosas por explorar
cada inmersión y oleaje del músculo acordonado de su cuerpo.
La mano de Luca se desliza entre mis piernas, y esta vez, cuando su
dedo acaricia mi clítoris, siento una sensación aguda.
Apartando mi boca de la suya, jadeo, pero antes de que pueda pensarlo
demasiado, Luca toma mis ojos como prisioneros y dice:
―Quédate conmigo. No pienses en nada más. Concéntrate en cómo se
siente cuando te toco. Concéntrate en nosotros.
Lo miro a los ojos y dirijo toda mi atención a su mano entre mis piernas,
su cuerpo cubriendo el mío, y cómo este hombre toca mi corazón y mi
alma como ningún otro.
Frota círculos alrededor de mi clítoris, y cuando comienza a tocar el
manojo de nervios repentinamente sensible, mi espalda se arquea y la
frustración se desliza a través de mí.
Luca empuja su mano izquierda detrás de mi cuello, con sus dedos
envolviéndome posesivamente. Sus ojos se clavan en los míos, mientras
me dice.
―Mia regina. Mia moglie. Amore Mío.
Dulce Jesús.
―Más ―jadeo, la frustración retrocede y mi cuerpo se derrite en su
toque.
―Sei il mio tutto2.
Oh Dios. Luca hablando italiano es tan jodidamente sexy.
Viva.
La tía Bella y la tía Ariana entran corriendo a la sala de espera con mis
padres justo detrás de ellas.
Mi madre estaba afuera con mis tías cuando todo empezó, y el tío Alexei
solo las llamó después de que llegamos al hospital.
―¿Qué diablos le pasó a mi hija? ―grita la tía Bella.
―Se la llevaron los albaneses ―explica Viktor.
Los ojos de la tía Bella están llenos de rabia y preocupación mientras se
para frente a su esposo.
―¿Por qué pasó esto? ―Ella apunta su ira hacia mí―. ¿Por qué no
estaba protegida?
Cuando Viktor da un paso adelante, lo agarro del brazo y niego con la
cabeza.
―Esto es por mí.
Los ojos de todos se vuelven hacia mí cuando digo:
―Asumo toda la responsabilidad. Debería haber tenido más guardias.
―Niego con la cabeza, el arrepentimiento se escucha en mi voz―. No
pude mantener a Mariya a salvo, y por eso, nunca me lo perdonaré.
―Yo entrené a Ivan y Lev ―murmura el tío Alexei―. Eran buenos.
Niego con la cabeza.
―Mariya debería haber tenido un séquito completo de guardias. Esto
es mi culpa.
―Dios ―llora la tía Bella―. ¿Podemos no tener un concurso de meadas
en este momento? ―Ella hace un gesto hacia mí, Viktor y el tío Alexei―.
Todos ustedes le fallaron a mi pequeña niña, y juro por todo lo que es
sagrado que si ella no sale adelante habrá cuatro funerales.
―Bebé ―murmura el tío Alexei, tratando de agarrarla del brazo.
La tía Bella se aparta de él y su temperamento latino se enciende más.
―No me digas bebé.
Viene a pararse frente a mí, sus ojos son fríos como el hielo.
―Quiero la cabeza del hombre que le hizo esto a mi hija en una jodida
bandeja de oro.
Asiento, prometiendo en silencio encontrar y matar a quien quiera que
esté involucrado en el ataque a la vida de mi esposa.
Su barbilla tiembla, y luego pregunta:
―¿Al menos la hiciste feliz los últimos tres días?
―La amé con todo lo que soy.
El rostro de la tía Bella se desmorona y se vuelve hacia el tío Alexei en
busca de consuelo.
Necesitando un momento a solas, salgo de la sala de espera y camino
sin rumbo fijo por el pasillo.
Ni siquiera tres días tenemos, y ya le fallé a Mariya. Ella era mía para
protegerla. Debería haber tenido un ejército protegiendo cada uno de sus
movimientos.
Es una píldora tan amarga de tragar que casi me ahogo.
Me detengo frente a las ventanas del piso al techo y miro fijamente la
noche.
Por favor, sobrevive a esto.
Siento una mano en mi espalda, luego mis padres vienen a pararse a
cada lado de mí. Mamá toma mi mano mientras papá me da un abrazo de
lado.
―¿Qué diablos hice? ―gimo, y la culpa se convierte en una montaña
insuperable en mi pecho―. ¿Cómo pude dejar que esto sucediera?
Papá me jala en un abrazo.
―Nadie vio esto venir.
―Yo debería haberlo hecho. ―Me alejo de mi padre, mi culpa se
transforma en una ira candente―. Estaba tan jodidamente seguro de que
nadie tendría las agallas para enfrentarnos. Es por mi arrogancia que
torturaron a la mujer que amo. ―Cierro los ojos con él―. Puede morir.
―No lo hará, Mariya es fuerte.
El aire sale corriendo de mis pulmones y recuerdo lo duro que luchó.
―Dio, papà. Deberías haberla visto pelear. Ella era tan feroz.
Si no estuviera consumido por el miedo, la culpa y la ira, me tomaría
un momento para sentirme orgulloso de Mariya.
Encontrando la fuerza en mis padres, asiento.
―Ella saldrá adelante.
―Por supuesto. ―Papá me da un apretón en el hombro―. Ella tiene
sangre Koslov y Terrero en sus venas, y ninguno es fácil de matar.
Vuelvo mi mirada hacia la ventana y simplemente me sumerjo en el
apoyo y la comodidad que mis padres me ofrecen porque lo voy a
necesitar para pasar las próximas horas.
Después de escuchar que el tío Alexei está con Mariya, logro relajarme
un poco porque nada se le escapará.
El tío Alexei y el tío Demitri cuidarán de Mariya hasta que me haya
ocupado de la amenaza que está a solo quince minutos de nosotros.
En las últimas dos semanas, descubrimos que los hombres que atacaron
a Mariya fueron enviados por Erand Kastrati, el mayor y, al parecer, el
más tonto de los dos hijos de puta. Después de dos intentos fallidos en
Los Ángeles, el idiota ha enviado a más hombres a morir.
Actualmente son un blanco fácil en una casa cerca del centro de
Pasadena.
Estamos ocupados revisando nuestras armas y poniéndonos los
chalecos blindados. Mientras los otros hombres bromean sobre quién
matará a más personas, mis pensamientos se vuelven hacia otros nuevos
desarrollos.
Se ha corrido la voz como la pólvora a través de canales subterráneos
de que Mariya es tan peligrosa como sus padres. Rápidamente se está
ganando el respeto en el mundo criminal.
Antes del golpe, solo se le veía como la hija mimada de Alexei Koslov,
pero ahora se ha hecho un nombre.
Espero en Dios que eso signifique que nadie intentará atacarla de
nuevo.
También hice que Viktor difundiera la noticia de que está casada
conmigo. Quiero que todos los bastardos elegibles sepan que Mariya es
mi esposa.
―¿Listo? ―Viktor me pregunta. Lleva dos granadas de aturdimiento
atadas a la cintura, una metralleta en la mano derecha y su Glock favorita
en la izquierda.
―Deja a uno de los hombres con vida esta vez ―le recuerdo.
―Sí, sí.
Miro a Nikolas, Liam y Gabriel, que están listos para salir. Entre los tres,
hay un ejército que protege a sus esposas.
―Revisen los auriculares ―instruyo. Cuando todos asienten, empujo
mi Heckler & Koch detrás de mi espalda y recojo la metralleta y Baretta.
―Vamos a matar algunas malditas cucarachas.
Salimos de nuestro edificio de oficinas y, formando un convoy,
recorremos la corta distancia hasta Pasadena.
No nos molestamos en tomar el enfoque sigiloso cuando nos detenemos
con llantas chirriando frente a una típica casa suburbana. Saltando del G-
Wagon, sé que no tengo que revisar quién está detrás de mí mientras corro
hacia la puerta principal, sabiendo que los otros hombres me respaldan.
Justo cuando apunto el cañón de mi arma hacia la puerta principal, noto
a Viktor corriendo por el costado de la casa hacia la entrada trasera en
caso de que un hijo de puta intente escapar.
Aprieto el gatillo, volando la cerradura. La madera se estremece y
chirría cuando se abre. Con la correa de la ametralladora colgando sobre
mi pecho, levanto ambos brazos y sostengo la Baretta firme frente a mí
mientras entro sigilosamente en la casa.
Los disparos estallan desde algún lugar en la parte de atrás, luego la
voz de Viktor llega a través del auricular. Estoy dentro. Dos menos.
―No los mates a todos ―le recuerdo de nuevo.
―Sí, señor ―se ríe.
Un hombre se expone parcialmente por una puerta, solo se ve el lado
derecho de su cuerpo. Disparo dos tiros, uno a su cadera y otro a su
hombro. Se tambalea hacia atrás contra el marco de la puerta y luego se
desliza hacia abajo sobre su trasero.
Cuando alcanza su arma con la mano izquierda, disparo otro tiro.
Mientras llora por el dolor de la bala que le atraviesa la mano, tiro su
arma.
Nikolas, Liam y Gabriel pasan a mi lado para registrar el resto de la
casa mientras yo me agacho frente al hijo de puta.
―Estás perdiendo mucha sangre ―murmuro.
Apoya la cabeza contra el marco de la puerta y trata de parecer
impasible, con las facciones tensas por el dolor.
―¿Dónde está Kastrati?
―No lo sé ―murmura.
Presiono el cañón de mi arma contra su frente.
―¿Dónde está Kastrati?
El hijo de puta me mira a los ojos.
―Vete a la mierda.
Aprieto el gatillo, y cuando su barbilla cae sobre su pecho, me pongo
de pie y reanudo mi búsqueda del próximo hijo de puta albanés que, con
suerte, hablará.
Viktor entra por una puerta, echa un vistazo al cuerpo sin vida y sacude
la cabeza hacia mí.
―Y yo soy el que no tiene permitido matar, es tan jodidamente injusto.
Dejo escapar una risa, y cuando paso junto a él, Viktor toma posición
detrás de mí. Con él siguiendo cada uno de mis pasos, nos movemos como
uno solo.
Veo a Nikolas y los otros chicos subiendo las escaleras, así que entro a
la sala de estar. Los contenedores de comida vacíos están esparcidos por
todas partes.
―Parece que interrumpimos el almuerzo ―digo mientras pateo una
caja de arroz frito derramada fuera del camino.
―Una última comida de mierda si me preguntas ―murmura Viktor.
Oímos disparos desde arriba, luego las balas vuelan desde la dirección
del comedor. Empujo a Viktor detrás del sofá y su trasero aterriza en el
arroz esparcido por el suelo.
―Tenías que patear la mierda de esta manera ―se queja mientras una
lluvia de balas golpea el sofá detrás del cual nos estamos cubriendo.
―Sí, precisamente sabía que tu trasero estaría sentado en él un par de
segundos después.
―¿Son guisantes? ¿Quién diablos come esa mierda?
―Concéntrate ―me río.
―Cierto. ―Se pone en cuclillas, luego indico con mis dedos, 'Tres. Dos.
Uno.'
Nos lanzamos y abrimos fuego contra los albaneses. Uno al lado del
otro, avanzamos mientras soldado tras soldado intenta dispararnos.
En el momento en que entramos al comedor, Viktor elimina a dos tipos
mientras yo le disparo a un tercero en la rodilla, dejándolo caer al suelo
de baldosas.
Rápidamente le piso la muñeca, luego me agacho y le arranco el arma
de la mano. Lanzándola a un lado, presiono el cañón de mi arma contra
el maldito bastardo.
―Vamos a intentarlo de nuevo. ¿Dónde está Kastrati?
―¡Espera! ¡Espera! ―entra en pánico, con sus ojos pegados a su pelvis.
Viktor monta guardia por si aún hay alguien escondido que decide
atacar.
―Todo despejado arriba ―oigo decir a Nikolas―. No hay mujer para
que tomes, Viktor.
―Vete a la mierda ―se queja Viktor, provocando risas entre los otros
hombres. Descarga su ira contra el albanés, pateando la rodilla herida del
hijo de puta―. Empieza a hablar antes de que decida que no vale la pena
mantenerte con vida.
Cada vez más impaciente, grito:
―¿Dónde está Kastrati?
―¡Bucarest! ―La respiración del hombre se acelera―. Está en Bucarest.
―Dirección ―exijo.
El hijo de puta divaga algo que no entiendo, pero Viktor parece
entenderlo porque murmura:
―Entendido. ―Se agacha junto al hombre aterrorizado, que no puede
tener mucho más de veintiún años―. ¿Qué hacemos con él?
―Déjalo ir ―le digo.
La orden tiene a Viktor dándome una mirada incrédula y le hago un
gesto para que salga del comedor mientras Nikolas y los demás observan
al albanés.
―¿En serio? ―Viktor pregunta una vez que estamos fuera del alcance
del oído.
―Sí. Dejamos ir al hijo de puta y lo rastreamos.
Viktor niega con la cabeza y luego murmura:
―Si se escapa de mi vigilancia, es culpa tuya.
Dejo escapar un estallido de risa.
―Como si algo se te pasara por alto. ―No hay manera de que el albanés
se escape de Viktor. El hombre es en parte sabueso.
Regresando al comedor, espero mientras Viktor toma un par de fotos
del albanés y revisa su billetera para facilitar el seguimiento del hijo de
puta.
―Kreshnik Xhelilaj. Eso es un maldito trabalenguas ―dice Viktor.
Le hago un gesto al albanés para que se levante y luego señalo la puerta.
―Vamos.
Me da una mirada cautelosa mientras cojea lentamente hacia la salida.
―¡Antes de que cambie de opinión! ―grito, queriéndolo fuera de mi
vista.
Él se aleja como un ciervo asustado.
―Salgamos de aquí ―murmura Nikolas.
―¿Vamos a hacer un viaje a Bucarest? ―Liam pregunta mientras
salimos de la casa.
―No, se llevarán a sus esposas y se irán a casa ―digo mientras abro la
puerta del conductor del G-Wagon―. Viktor y yo nos encargaremos del
resto de aquí en adelante.
―¿Estás seguro? ―Gabriel pregunta.
―Sí. Los llamaré si los necesito.
Todos subimos a nuestros respectivos vehículos y regresamos a la
oficina.
Sobre la emoción del ataque, Viktor suspira y luego dice:
―Tenemos un cargamento que llegará el viernes y un nuevo traficante
de armas que conocer. ¿Volamos a Perú o él viene aquí?
―Sería mejor si fuéramos a él. No creo que pase la aduana con una
Heckler & Koch modificada ―murmuro―. Además, quiero ver su lugar
de operación.
Viktor me mira.
―Buena idea.
Dejo escapar un suspiro.
―Tendremos que llevar la guerra a Kastrati antes de que podamos
ocuparnos de Tinaj. ―Frunzo el ceño y miro a Viktor―. Honestamente,
estoy empezando a pensar que Tinaj no existe. No ha habido rastro de él.
―No estoy seguro. ―Es raro que Viktor diga eso―. Pero lo averiguaré.
Capítulo 35
No voy a mentir, las últimas ocho semanas han sido largas y duras. La
fisioterapia de mi pierna tomó mucho tiempo mientras intentaba planear
una boda.
Puedo caminar con muletas, que fue más tardado de hacer debido a mi
mano derecha, pero estoy aprendiendo a manejar la lesión permanente.
Luca aún insiste en cargarme, lo cual no me importa porque el tiempo
de inactividad ayuda a que mi pierna sane.
Aunque todavía está ahí, el dolor ha disminuido sustancialmente. Es
muchísimo mejor que esas dos primeras semanas.
Lento pero seguro, estoy mejorando, y la emoción de la boda me ha
mantenido de buen humor.
Sin embargo, Luca ha estado bajo mucha presión con el trabajo. Aun
así, ni una sola vez se ha desquitado conmigo. El hombre ha sido un santo.
No puedo creer cuánto ha cambiado todo.
Sí, he sufrido un trauma, pero descubrir que Luca me amaba todo el
tiempo y finalmente ser honesta sobre mis propios sentimientos es lo que
me ayudó a superarlo.
¿Cómo no ser feliz cuando el hombre de mis sueños dice que soy todo
su mundo?
Solo un mes más, luego se me quitará el yeso de la pierna y podré
caminar por el pasillo con la ayuda de papá.
No puedo esperar.
―Pareces que estás a kilómetros de distancia ―murmura Luca,
presionando un beso en mi sien―. ¿En qué estás pensando?
―En el día de nuestra boda ―le sonrío desde donde estoy acostada en
la cama.
Observo mientras se seca el cabello con una toalla, mis ojos recorren su
pecho desnudo, sus abdominales duros y la deliciosa V sumergiéndose
en los pantalones de chándal que cuelgan bajo.
Querido Dios, tengo buen gusto.
―Sigues mirándome así, y podría olvidar que tienes una pierna rota.
―¿En serio no vamos a tener sexo hasta que me quiten el yeso? ―Hago
un puchero, no feliz con esa idea.
Luca se sube a la cama y me da un tierno beso en los labios.
―No quiero lastimarte, amore mio.
―Mi pierna está prácticamente curada y ya no me duele tanto. ―Le
doy la cara más linda que puedo conjurar―. Por favor, mi amor.
La comisura de su boca se levanta, sus ojos se calientan con afecto.
―Me gusta cuando me llamas así.
Levantando mi mano a su pecho, sigo las líneas entre sus definidos
músculos.
―Podemos encontrar una posición cómoda.
Puedo ver que voy a ganar, así que agrego:
―Necesito la conexión emocional contigo.
Luca mira mi yeso, luego me quita los pantalones cortos y la ropa
interior antes de abrirme lentamente las piernas. Se arrodilla entre ellas,
envuelve un brazo alrededor de mi espalda y tira suavemente de mí hasta
que estoy sentada sobre sus muslos. Se asegura de que mi pierna derecha
todavía esté apoyada sobre la pila de almohadas y luego pregunta:
―¿Qué tal esta posición?
Los músculos de mis muslos se están tensando, pero estoy
absolutamente segura de que no se lo diré porque entonces esto terminará
antes de que comience.
―Perfecta. El único problema que tengo son tus pantalones deportivos.
Están en el camino.
Suelta una carcajada.
―Tan impaciente.
―¿Por querer tenerte dentro de mí? Demonios sí.
Sus ojos se vuelven intensos hasta que mi estómago se contrae con
anticipación.
―Mira hacia abajo ―ordena.
Observo cómo sus dedos rozan la V entre mis piernas y cómo su pulgar
juguetea con mi clítoris.
Nunca había visto a un hombre tocarme antes, y hay algo tan íntimo en
eso que mi abdomen se contrae con fuerza por la necesidad.
―Esto es mío ―gruñe, ahuecando mi sexo antes de empujar un dedo
dentro de mí.
―Tan caliente ―gimo, disfrutando mucho de la vista.
Luca comienza a alternar entre masajear mi clítoris y acariciar mi
interior con su dedo medio. Mi respiración se acelera y mis manos se
aferran a sus hombros, nuestras frentes aún se tocan.
―Te necesito dentro de mí ―le suplico, deseándolo en este
momento―. Por favor.
Luca empuja sus pantalones de chándal hacia abajo, y su polla salta
libre. Cuando se agarra a sí mismo, gimo porque es tan excitante verlo
tocarse.
Se bombea una vez, el calor me recorre como un maremoto, luego se
posiciona en mi entrada.
Jesús. Esto es tan erótico.
Un gemido se me escapa cuando empuja hacia adelante hasta que la
mitad de su dura longitud está dentro de mí. Nuestros ojos están fijos en
donde estamos unidos.
Su brazo se aprieta a mi alrededor, sus abdominales se ven tan
definidos que se me hace la boca agua.
―Cristo, Mariya. Ir despacio podría matarme.
Dejo escapar una risa que lo hace gemir.
―Aprietas mi polla así otra vez, y no voy a durar.
―Mi pobre esposo privado de sexo. ―Me burlo de él, mientras mis
manos acarician sus hombros y rozan sus bíceps. Me deleito en la
sensación de su fuerza bajo mis dedos.
―La privación de sexo es el eufemismo del maldito año ―gruñe, luego
Luca empuja tan fuerte dentro de mí que juro que veo estrellas. Un grito
sale de interior, y mi espalda se arquea mientras él me estira al máximo.
―Mierda ―respira mientras presiona su frente contra la mía de nuevo,
y nuestros labios se tocan suavemente―. Mierda, he extrañado estar
dentro de ti.
Yo he extrañado tenerlo dentro de mí. Esta intimidad solo la podemos
compartir con nuestros cuerpos unidos.
Dios, he extrañado conectarme con Luca a tal nivel que lo siento en mi alma.
Agarra un puñado de mi cabello por la nuca, luego sale y se golpea de
nuevo dentro de mí.
Ambos gemimos, la sensación de nuestra piel rozándose y su polla
golpeándome tan profundamente que me hace delirar.
―¿A quién perteneces? ―Luca exige, sus ojos son tan intensos que
envía escalofríos a través de mi cuerpo.
―A ti ―respiro, lo que se convierte en un gemido cuando él me empuja
de nuevo―. Solo a ti.
Hay un estruendo de satisfacción en su pecho cuando se retira, y luego
estoy aferrándome por mi vida mientras me golpea, poseyendo cada
centímetro de mi cuerpo.
Es agresivo, dominante y lo consume todo.
―Il mio ―dice con voz áspera contra mis labios, sus brazos me
mantienen aprisionada mientras me folla duro.
Capítulo 38
4 Juego de palabras: Se refiere a que la curiosidad mató al gato, y gatito en inglés también se dice pussy,
Solo esperamos dos horas hasta que finalmente veo al hombre que ha
demostrado más habilidad que la mayoría en nuestro mundo.
―Planta baja. Habitación de la esquina ―murmuro.
―Lo veo ―responde Mariya.
―¿Estás lista, bebé?
―Nací lista ―murmura mientras empuja la puerta de su lado para
abrirla.
El sol arroja colores por el cielo cuando comienza a ponerse, y no hay
mucha gente moviéndose.
En el fondo de mi mente, me preocupa por qué el hijo de puta decidió
aparecer ahora.
Después de salir de la camioneta, digo:
―Quédate detrás de mí.
―De acuerdo.
Me encanta cómo Mariya obedece mis órdenes sin dudar. Bueno, salvo
cuando le pedí que me dejara para poder concentrarme en cazar a
Pavlović, pero tenía razón, la he visto en acción y sé que puede
defenderse.
Sin molestarme en acercarme sigilosamente, camino hacia Pavlović. Sus
ojos se fijan en nosotros, y lentamente se detiene, su mano se extiende
detrás de él. La mía vuela hacia arriba y el hijo de puta sale disparado
hacia la izquierda.
Echo a correr, mientras aprieto mi dedo en el gatillo repetidamente.
Una bala lo golpea en la espalda, pero lleva un chaleco blindado, la fuerza
del disparo solo lo hace tropezar antes de esconderse en una esquina.
Mariya se las arregla para seguirme, y cuando mi hombro golpea la
pared de ladrillos cuando me cubro, ella está justo detrás de mí.
―¿Estás bien, bebé?
―Sí. Me mantendré al día. Haz lo tuyo.
Me asomo a la vuelta de la esquina y, al no ver a Pavlović, avanzo con
los brazos en alto y una pistola en cada mano.
El movimiento en una pequeña colina detrás del motel me llama la
atención, y empiezo a correr de nuevo, siguiendo a Pavlović.
Cruzando una calle tranquila en una zona residencial, el hijo de puta se
esconde detrás de un árbol.
Mariya y yo nos refugiamos detrás del muro bajo de una casa en la
esquina.
―Te tomó un tiempo ―escucho gritar a Pavlović.
Tomo una bocanada de aire antes de responder:
―Buen movimiento usando a Kastrati como señuelo.
―Gracias. Pensé que te gustaría.
Me asomo por el borde de la pared y solo veo la cabeza de Pavlović
asomar por detrás del árbol por un segundo.
Queriendo respuestas a las muchas preguntas que tengo, pregunto:
―¿Por qué ir tras Europa cuando no tienes un ejército con el que
gobernarla?
―No quiero Europa. ―Hay un momento de silencio―. Solo quiero tu
vida.
Le frunzo el ceño a Mariya, que parece confundida como el infierno.
―¿Tal vez mataste a alguien cercano a él?
―A la mierda si lo sé ―murmuro.
Entonces Pavlović grita:
―Mataste a mi padre hace seis años.
―He matado a mucha gente ―le digo mientras me pongo de pie, he
terminado con este maldito juego del gato y el ratón.
―Luca ―sisea Mariya, luego se pone de pie, apuntando su arma al
árbol.
―¿Por qué permanecer oculto durante tanto tiempo, solo para revelar
tu posición hoy?
―Quería que me encontraras, o aún no tendrías ni puta idea de dónde
estaba ―se ríe―. Quiero encontrarme cara a cara para poder vengarme.
―dice Pavlović asomándose rápidamente alrededor del árbol.
―Bueno, no tienes suerte. ―Con el cañón de mi arma en el árbol, le
digo―: Hoy, te unirás a tu padre.
Pavlović sale disparado de detrás del árbol, y luego disparamos una
tonelada de tiros entre nosotros.
Las balas sacuden su cuerpo y él cae de rodillas, la sangre sale a
borbotones de su boca al toser. Mantengo mi arma apuntada hacia él
mientras me acerco.
Una sonrisa se dibuja en el rostro de Pavlović.
―No me iré solo.
Demasiado tarde veo el dispositivo de detonación en su mano.
No es un chaleco blindado.
Cristo.
Me doy la vuelta y corro hacia Mariya, gritando:
―¡Abajo, bebé! Abajo.
―¡Luca! ―grita, lanzándose hacia mí.
Una ola de calor me golpea la espalda cuando agarro a Mariya y salto
un muro bajo con ella. Un segundo. Eso es todo lo que tengo antes de que
los escombros vuelen por todas partes, y los ladrillos de la pared se
estrellen contra mí.
Cubro a Mariya, sin sentir el dolor inmediatamente.
Un silbido llena mis oídos y, desorientado, levanto la cabeza y miro a
nuestro alrededor mientras las hojas quemadas y la corteza llueven sobre
nosotros.
Me muevo hacia arriba, y el movimiento estremece mi cuerpo. Se siente
como si mi espalda estuviera destrozada.
Sin pensar en mí mismo, busco en el cuerpo de mi esposa alguna herida.
Cuando estoy seguro de que está bien, me siento sobre mi trasero,
aspirando profundas bocanadas de aire.
La gente sale de sus casas, el dueño de la casa donde nos refugiamos
nos mira boquiabierto con los ojos muy abiertos.
Mariya suelta una carcajada sorprendida, niega con la cabeza y luego
enfoca sus ojos en mí. Sus labios se separan y un grito ahogado sale de
ella.
Se levanta y se agacha detrás de mí.
―Jesús. Jesús. Jesús.
―Estoy bien. ―Me duele la espalda como una puta perra.
―El chaleco blindado está hecho trizas ―me dice antes de comenzar a
despegarlo de mi torso. Siento su mano rozar mi espalda, luego sus brazos
me envuelven y presiona su rostro contra mi nuca.
Lo tomo como una buena señal. Si estuviera gravemente herido, ella
estaría gritando sobre mi cabeza en este momento.
Poniéndome de pie, gimo, bastante seguro de que la fuerza de la
explosión me rompió una costilla o dos.
―Ven, cariño, tenemos que movernos.
Mariya mira a nuestro alrededor, luego rápidamente toma nuestras
armas antes de pegarse a mi lado.
Como si nada hubiera pasado, nos alejamos de la escena.
―Supongo que eso significa que no podemos volver a los Países Bajos
―murmura mientras mira por encima del hombro.
―Nah, le pagaré a un par de personas para que lo encubran.
―Oh, Dios. Todavía había muchas cosas que quería ver.
Me río, luego me estremezco.
―¡Vi eso! ―Ella comienza a inspeccionarme mientras nos dirigimos
hacia la colina.
―Creo que me rompí una costilla, o dos.
Me levanta la camiseta, asegurándose de que no esté herido, antes de
decir:
―¿Te sientes bien por lo demás?
―Sí, solo golpeado. ―A medida que nos acercamos a la camioneta, le
pregunto―: ¿Qué te parece tu luna de miel?
Mariya me sonríe.
―¿Esquivando balas y matando a nuestros enemigos? No sería nuestra
vida si fuera diferente.
La jalo más cerca y presiono un beso en su boca. Rápidamente se vuelve
salvaje hasta que nos estamos devorando frente al motel para que todos
lo vean.
Otro enemigo está muerto.
Con mi esposa a mi lado, enfrentaremos a cualquiera que venga hacia
nosotros. Ganaremos cada vez, y juntos gobernaremos.
Epílogo
Santa mierda.
Parpadeo en el monitor, sin procesar lo que dijo el doctor.
Luca está tan sorprendido como yo cuando pregunta:
―¿Está seguro?
―Sí. ―El doctor Matthews señala la pantalla―. Son dos latidos del
corazón.
Gemelos.
Vamos a tener gemelos.
―Pero… ―Frunzo el ceño―. No hay antecedentes de gemelos en
nuestras familias.
No que yo sepa.
―Van a tener gemelos idénticos. Un óvulo partido en dos. Las
probabilidades son de una entre doscientos cincuenta.
Lentamente miro a Luca. Sus ojos se encuentran con los míos, y un
segundo después, sus manos enmarcan mi rostro, y me besa
intensamente, sin importarle el doctor.
Cuando levanta la cabeza, susurra:
―Cristo, dos bebés.
―Queríamos dos niños ―menciono. No de una vez, pero qué diablos,
estaremos bien.
Él me besa de nuevo, luego acosa al doctor con preguntas.
Solo nos quedamos un par de minutos más antes de irnos, ambos en
silencio mientras caminamos hacia el G-Wagon.
Una vez que estamos sentados en el vehículo y Luca nos lleva a casa,
murmuro:
―Nos vamos olvidando de tomar turnos para levantarnos.
―Cierto. ―Parece que todavía está en estado de shock.
―Contrataré una niñera. Si empiezan a llorar al mismo tiempo, tendré
un ataque de pánico. ¿A quién recogería primero?
―Conseguiremos una niñera, solo procesemos la noticia, luego
planearemos todo.
A diferencia de mí, Luca necesita tiempo para absorber nuestra nueva
realidad.
―Está bien ―murmuro, mientras mi mano derecha roza mi panza.
Tengo dos corazoncitos latiendo dentro de mí.
Mis labios se curvan hacia arriba.
―Si ambos son niños, podemos llamarlos Lucian y Alexei.
―¿Y si son niñas?
Pienso por un momento.
―Alexis y... mierda, ¿qué suena como Lucian?
―¿Lucinda?
―Diablos, no ―murmuro.
―¿Lucy?
―No. ―Saco mi teléfono y empiezo a buscar nombres en Google―.
Oooh, Lucien es la forma femenina de Lucian. Significa luz. También está
Lucienne.
Luca no parece impresionado, y luego pregunta:
―¿Qué tal Elena e Isabella? Nombramos a los niños como nuestros
padres y a las niñas como nuestras madres.
Una sonrisa se abre en mi rostro.
―¡Sí! Eso será perfecto.
―Es una pena que no hayamos podido averiguar el sexo hoy
―menciona Luca.
―No me importa. Decoraré el cuarto de bebés en blanco y amarillo.
Colores neutros.
Luca lleva el G-Wagon al estacionamiento y luego apaga el motor. Un
minuto después, cuando entramos a nuestro apartamento, él pregunta:
―¿Qué quieres para almorzar, cariño?
―Pregunta estúpida ―me río entre dientes.
―Cierto. Verduras horneadas serán.
No puedo soportar la carne en este momento y he estado deseando
verduras como loca.
Ocupo mi lugar habitual junto a la isla y observo a mi hombre preparar
la comida.
Verlo cocinar es una de mis cosas favoritas. Y, por supuesto, cuando
está en modo acción. Es todo rudo y despiadado.
Suelto un suspiro.
―Necesito un poco de cariño tierno y amoroso.
Luca deja caer el cuchillo y me levanta del taburete. Mi trasero golpea
la isla y mis piernas se abren.
―Lo que mi mujer quiere, mi mujer lo consigue.
Mariya me ha asombrado mucho durante el último año que hemos
estado casados, pero mierda, que ella lleve a nuestros hijos y los dé a luz...
No tengo palabras.
Los dos estamos mirando a nuestros bebés varones. Lucian Viktor
Cotroni y Alexei Demitri Cotroni. Obviamente les pusimos el nombre de
los hombres más importantes de nuestras vidas.
El ver dormir a nuestros niños, me llenan de emociones tan poderosas
que lo único que puedo hacer es seguir con la ola rompiendo
constantemente en mi pecho.
Ahora sé cómo se sintió mi padre cuando me vio por primera vez.
Amor incondicional.
―No puedo distinguirlos ―murmuro―. Voy a seguir confundiendo
sus nombres.
Mariya señala la cuna de la izquierda.
―Lucian, y ese es Alexei.
―¿Cómo lo sabes?
―La marca de nacimiento de Lucian es más redonda que la de Alexei.
Observo la tenue marca marrón en cada uno de sus antebrazos, y luego
veo la ligera diferencia.
―Gracias a la mierda.
Se abre la puerta de la habitación privada del hospital y entran nuestros
padres. Nuestras madres se dirigen directamente hacia los bebés que
duermen mientras mi padre viene a abrazarme.
El tío Alexei envuelve a Mariya en sus brazos.
―Felicidades, hijo ―murmura papá mientras se aleja, mirándome con
orgullo.
Froto una mano sobre mi pecho, el dolor agudo del amor golpea de
nuevo mientras mis ojos siguen rebotando entre mis hijos.
―Es abrumador al principio ―dice papá.
―Sí.
―Al principio, los vigilas para que no se lastimen, luego los observas
con asombro a medida que se desarrollan. Una vez que son adultos, los
observas con respeto mientras se convierten en los hombres que debían
ser.
Me encuentro con los ojos de papá antes de tirar de él en otro abrazo.
―¿Cómo los llamaste? ―pregunta mi madre.
Me acerco para poder ver sus marcas de nacimiento, luego señalo a
cada uno de mis hijos.
―Este es Lucian, y ese es Alexei.
Ambos hombres se ven abrumados instantáneamente por las
emociones, mirando con orgullo a sus nietos.
Todos adoramos a nuestros recién nacidos hasta que llega el momento
de su primera toma.
Despejo la habitación con la promesa de que pueden volver a visitarnos
más tarde.
―¿A quién le doy de comer primero? ―Mariya le pregunta a la
enfermera que vino a ayudar.
―Aliméntalos a los dos a la vez ―se ríe la enfermera, levantando a
Lucian para colocarlo en el brazo derecho de Mariya. Cuando también
tiene a Alexei acurrucado contra ella, la enfermera ayuda a los niños a
aferrarse a su madre.
―Ahí vamos ―dice la enfermera antes de fijar su mirada en mí―.
Asegúrese de que su esposa beba muchos líquidos mientras amamanta.
Tendrá mucha sed.
Asiento y me acerco a la mesita de noche para servirle un vaso de agua
a Mariya.
―Solo di cuando quieras un sorbo, bebé.
―Ajá. ―Ella deja escapar un suspiro tembloroso, con sus ojos
revoloteando entre nuestros hijos mientras beben de ella.
―¿Estás bien?
―Simplemente emocional.
Inclinándome sobre ella, le doy un beso en la sien y luego sostengo el
vaso frente a sus labios.
―Bebe, no quiero que te chupen hasta dejarte seca.
Ella deja escapar una risa suave.
―Estoy bastante segura de que eso no es posible.
Observo mientras bebe la mitad del vaso, luego lo coloco sobre la mesa.
Paso mi mano sobre las diminutas cabezas de mis hijos y, sentándome en
el borde de la cama, miro a los ojos a mi esposa.
―Gracias.
―¿Por?
―Por hacer realidad todos mis sueños. ―Empujo un par de mechones
salvajes detrás de su oreja―. Por elegirme.
―No había mucho que elegir. Tú eras para mí.
Con cuidado de no golpear a nuestros bebés, me inclino más cerca y le
robo un tierno beso a Mariya.
―Ti amo, mia moglie.
―Yo también te amo, mio marito.
Fin.
Siguiente libro
Quiere todo de mí, pero me niego a caer en sus sucias promesas de éxtasis.
Solo tengo una esperanza. Viktor Vetrov. Pero pedirle al jefe de la Bratva
que me salve me dejará en deuda con él.