Está en la página 1de 9

Viviendo con un corazón roto, parte 3

Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a


brillar entre las nubes
KHALIL GIBRAN

Cuando algo nos duele solemos querer quitarnos el dolor aunque


frecuentemente no sabemos cómo. Te gustaría tener una pastilla
que te lo quitara de una vez pero no existe. Lo que hay que hacer
paradójicamente es tomar conciencia del dolor y sentirlo plena­
mente. Cuando nos resistimos a algo, éste persiste. Es como cuando
tenemos una herida: lo primero que hay que hacer es drenada y
limpiarla bien con un desinfectante, aunque nos dé miedo lo que
va a doler. De no ser así, se infecta y dura mucho más.
Muchos de nosotros no somos conscientes de lo que sentimos
en el cuerpo. Hemos aprendido a dejar de lado las molestias, las
tensiones e incluso a convivir con ciertos dolores durante tiempo.
Vamos al médico cuando el dolor es persistente e insoportable,
pero éste es una indicación de que algo no va bien; por tanto, hay
que atenderlo cuando surge.
Cuando nos damos cuenta de qué sentimos, cómo lo senti­
mos, dónde lo sentimos, y nos permitimos dejar que esas sensa­
ciones, sentimientos y emociones pasen a través de nosotros, en
vez de bloquearlos para no sentirlos, el dolor va bajando en inten­
sidad. El dolor está hecho de emociones y sensaciones y sentimien­
tos o explicaciones que nos damos a nosotros mismos acerca de lo
que estamos sintiendo.
Es tan importante que no nos quedemos inmersos en la sensa­
ción de malestar, como que no la bloqueemos. En un primer mo­
mento tomamos posturas extremas: pasamos del «no puedo vivir sin

20

También podría gustarte