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1 Artículo publicado en el 2005 en la Revista Defis sud, Francia. Esta es una reflexión político
personal, en la medida en que como activista y líder feminista he estado política y subjetivamen-
te envuelta en este proceso de disputa feminista. Mis opiniones, por lo tanto, no son neutrales.
2 Salud, derechos sexuales y reproductivos, igualdad formal, comunicación, cultura, lesbianismo,
feministas afrolatinas, feministas en la academia, etc.
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3 Algunos de los mitos detectados fueron: a las feministas no nos interesa el poder; las feministas
hacemos política de otra manera, mejor que los hombres; todas las mujeres somos iguales;
porque yo mujer lo siento, es válido; lo personal es automáticamente político.
4 Ecología, derechos humanos, población, mujer y desarrollo fueron los temas de las conferencias
y cumbres más significativas del decenio.
5 En una campaña relámpago se envió más de 300 faxes a Naciones Unidas exigiendo que yo,
Virginia Vargas, fuera la representante de la región. Naciones Unidas se vio obligada a aceptar-
lo. Este origen de disputa fue el que imprimió a la participación en la Conferencia de Beijing
un claro matiz feminista, que se expresó de muchas formas. Por ejemplo, en la misma asamblea
de Naciones Unidas en Beijing, frente a los gobiernos, en vez del discurso de 5 minutos, yo
desplegué una bandera exigiendo justicia, económica y de género, mecanismos y recursos.
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la tensión entre «institucionalizadas» y «autónomas» en los feminismos latinoamericanos
Diferencias y argumentaciones
6 La tensión entre estas dos expresiones feministas venía forjándose desde inicios de los noventa,
pero solo es en 1993, en el VI Encuentro Feminista de El Salvador, cuando cobra clara mate-
rialidad con relación a la decisión de participar en la Conferencia de Beijing, cuando un sector
feminista importante, aunque minoritario, rechazó esta participación arguyendo que no se había
consultado con todo el movimiento, y porque Naciones Unidas era una institución patriarcal por
excelencia y, por lo tanto, para el feminismo entrar a negociar con ella era traicionar al movi-
miento. Pero será tres años después, en el VII Encuentro Feminista, en Chile, en 1996, donde
este conflicto se expresará con toda su radicalidad.
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una corriente feminista, que los espacios de expresión son múltiples –sin-
dicatos, academia, otros movimientos temáticos o de identidad– y no solo
desde un tipo de organización feminista. Y que existe el riesgo de cons-
truir una autonomía ensimismada, autorreferencial y no relacional.
8 Solo a fines de la década, con los movimientos por otra globalización, es que se comienza a dar
un ciclo más expresivo en los movimientos sociales y se generan otros espacios de participación
y de disputa como el Foro Social Mundial en el que esta corriente «institucionalizada» participa
activamente.
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Quizás el aporte más significativo de esta crisis fue que luego de más de
una década de aparente uniformidad del movimiento feminista se pusiera
en evidencia la urgencia de reconocer explícitamente nuestras diferencias
en concepciones, en estrategias, en recursos y en diferentes formas de
poder. Si bien ya desde 1987 el documento «Del amor a la necesidad»9
había alertado contra el riesgo del homogenismo en la categoría mujer y
en el propio feminismo, es solo a partir de esta crisis que esta realidad se
hace explícita, rompiendo con el acaramelamiento feminista –todas nos
amamos, todas somos iguales– y consiguientemente con la idea y la prác-
tica de la representación única que oscurecían las diferencias ya presentes
en el movimiento10.
La otra consecuencia importante de esta crisis fue evidenciar las li-
mitaciones de enfoques sustentados solamente en una estrategia. La es-
trategia hacia la igualdad es débil y sus resultados son potencialmente re-
versibles, si no se asientan en un perfil feminista contracultural autónomo
que avance en la sociedad lo que el Estado no asume como derecho. Ello
reposicionó la importancia de las múltiples estrategias feministas.
Poner en discusión la ética del dinero fue otro de los aportes, al evi-
denciar los riesgos de comprometer la autonomía de las agendas feminis-
tas al asumir recursos económicos.
E indudablemente dejó también la necesidad de recuperar la autono-
mía desde una perspectiva más dinámica y más acorde con los múltiples
espacios de incidencia que los feminismos plurales están teniendo a lo
largo de América Latina.
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11 Campaña 28 de Septiembre, Por el aborto en América Latina, Campaña por una Convención
Interamericana de Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos, Campaña Contra los Funda-
mentalismos, entre otras. Muchas de estas redes y campañas coinciden o se conectan como so-
cias estratégicas en la Articulación Feminista Marcosur (AFM), corriente política formada por
muchas de las que tuvieron activa participación en Beijing, donde yo desplegué mi compromiso
feminista regional y global.
12 La ruptura más significativa se dio a fines de la década de los noventa entre las feministas anar-
quistas de Bolivia y las feministas de México, Guatemala y Chile, principalmente.
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