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“Al huevo no le gusta que le digan blanco. El huevo es un triángulo que se fue ovalando. El huevo es un don.

El huevo es un jarrón
cerrado”

“Al huevo no le gusta que le digan blanco. El huevo es un don. El huevo es un jarrón cerrado”

Habitamos el mundo de Patos por varios años, más de una década, casi dos y lo hicimos como
si Patos fuera una máquina deseante que nos proponía un modo de ser y hacer. Durante este
tiempo, Patos produjo propuestas diferentes y también diferentes escenarios de muestra,
incluso adentro de otras obras, como colada, como un aparato adentro de otro aparato, un
subsistema o una convivencia entre sistemas. Así fue que hubo escenas de Patos, que jamás
fueron vistas en Patos, como por ejemplo las escenas de los sueños del padre y el sueño
romano (escenas que fueron parte de Insomnio).

Patos, durante estos años, fue puro proceso interrumpido por algunos cortes donde se
realizaron muestras en público. Implicó una serie de desafíos y riesgos que iban sucediéndose,
muchas veces a pesar de nosotres.

Patos no se repitió a sí misma, siempre fue buscando bordes exploratorios para poner al
deseo en acción, en búsqueda permanente.Creamos instrumentos, conformamos circuitos y
flujos, compartimos escenas de nuestras vidas, trabajamos procedimientos y dispositivos que
actualizaban nuestras ganas de hacer este proceso juntes.

Que Patos haya vivido durante tanto tiempo problematiza la idea de repetición. En Patos no
hay repetición leída como identidad: la obra cerrada, podríamos decir. Hay repetición en
términos deleuzianos como diferencia. La repetición es repetición de lo diferente y toma
placer en la variación y en la novedad.

Por eso Patos produjo infinidad de movimientos y, más que una obra en el sentido
esencialista-estático, (en el sentido de obra cerrada), es un proceso que abrió a nuevos
procesos en continuidades indescifrables hasta hoy.

Patos, además de estar tan atravesada por el deseo, es también un ser vivo, con una ecología
propia y con unas semillas que pueden brotar en otros escenarios y escenas. Tal vez Patos,
entonces también sea un huevo, uno de los que empollan las mujeres de afuera. (*)

Se desea siempre en concreto, no se desea en abstracto, se desea en un contexto y Patos


amplió nuestros escenarios deseantes. No se desea algo y nada más, ni se desea un conjunto,
se desea en un conjunto y Patos nos permitió producirnos en una grupalidad. Las instituciones
restringen, ordenan y codifican al deseo, tal vez por eso no haya procesos de tantos años en
los proyectos teatrales (comerciales o independientes).

Ahora Patos, esta vez, está situada en el capítulo de un libro. Y entonces, como actores, nos
propone escribir, y acá estamos escribientes. Estamos les mismes, pero ya no somos les
mismes.

“El huevo es el sueño inalcanzable de la gallina. La gallina existe para que el huevo atraviese
los tiempos”.

(*) También Avezota (figura omnipresente en la obra, aunque sin representación) es definida como un huevo, “tal
vez un huevo patrio, se dice de ella. Mientras Lispector nos habla de: “la gallina torpe. El huevo seguro”; “el huevo
es una cosa suspendida. Nunca se posó. Cuando se posa, no es él quien se posa.”
Patos se constituyó en nuestras aguas, como un río, que nos permitió hacer el pasaje
constante de nuestro trabajo como actores en escenas, que no importa a donde pertenecen,
pero que van y vienen, aún hoy…
Y más, el mundo Patos fue el trampolín que en lo laboral y creativo pudo reunir todos nuestros
pedacitos.
Se podría decir que somos capas superpuestas y desdibujadas de Patos que nos conforman y
nos transforman.

Patos es el proceso y nunca la meta, hemos llegado a prescindir de las funciones, como un
olvido consciente. El transcurrir en ese hilo elástico que nunca se corta se convirtió en sentido.
Y otra vez los ensayos, los encuentros, el trabajo, por delante de toda otra acción que se revela
como fundamental en una obra: mostrarla.

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