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Criaturas de la noche

Lázaro Covadlo
Editorial Acantilado, 2004
176 páginas.

¿Quién en algún momento de su vida no ha cometido el error de hablar de más? ¿Quién no


desearía poseer un aparato que anunciara, tal como lo anhela el protagonista Dionisio
Kauffman, que aquello que emergerá de nuestra boca es un potencial sinsentido o
bufonada?

Una pulga parlanchina ha pasado de oído en oído de distintas formas de vida a lo largo de
la historia hasta llegar a la de Dionisio Kauffman, un tipo de clase baja, inculto e incapaz de
refrenar su insensatez. El insecto se erige como la conciencia de su huésped y, como ha sido
testigo privilegiado de las pasiones y la conducta humana durante varios siglos, se ha
transformado en un “pepe grillo” capaz de aconsejar de manera infalible a su portador si de
conseguir el éxito material o sexual se trata. Sin embargo, no todo es tan fácil, ya que la
pulga exigirá su parte ¿Cuál? Todos los líquidos que el cuerpo exuda: saliva, lágrimas,
sudor, semen y sangre, ante todo, sangre.

La obra se divide en dos partes: En la primera un narrador en tercera persona refiere la


historia de Dionisio y la colonización de su oído por la pulga. En la segunda, la pulga narra
su largo periplo por los cuerpos que ha parasitado hasta llegar a su actual residencia. Sin
duda, vale la pena llegar hasta allí, puesto que es donde Lázaro Covadlo despliega de
manera magistral sus recursos narrativos.

Un alto precio pagará “Dioni” (así lo llama la pulga) para convertirse en un titán del
negocio inmobiliario y, por supuesto, un partido irresistible para aquellas mujeres que
siempre había anhelado poseer y continuamente se le negaban. Así, en este relato de auge y
caída, comprendemos que la prudencia, a pesar de su comedido y amargo regusto, es la
mejor manera de mantener la autonomía, antes que entregarnos por completo a un otro que
nos domina y seduce.

Como todos los consejeros, la pulga recomienda una mesura que no puede hacer patente
para ella misma ¿Qué hubiera sido de nuestra pulga si hallase alguien que no sucumbiera
ante los goces materiales o carnales? ¿Qué habría pasado si otro protagonista, digamos un
Apolo, se opusiera a llegar más allá de la satisfacción necesaria y suficiente de sus
placeres? ¿O acaso nuestra pulga, conoce los secretos de nuestra esencia e intuye que, para
el año 3007, lo único que habremos creado son motivos para continuar deseando?

Somos un pozo sin fondo y, además, parásitos, tanto o más que la propia pulga. Uno de los
peores, como todas esas metáforas de aventuras espaciales donde una especie extraterrestre
viaja por el universo devorando recursos de distintos planetas hasta dejarlos completamente
desiertos. Metáfora en que esos seres deberían parecerse menos a las langostas y más a
seres con un rostro como el nuestro, aquel en que los ojos deseantes no engañan y los labios
se muerden o relamen según el estímulo sensual que los exija. Criaturas de la noche: Las
ratas, los gatos negros, las pulgas, los murciélagos, los hombres.

Covadlo nos demuestra la dificultad de definirnos como seres racionales y razonables,


cuando en realidad el autogobierno es una tarea que continuamente tambalea. Es un
profundo error negar las pasiones humanas, debemos hacernos cargo de ellas, conocerlas,
para que la razón pueda desplegarse sin enemistad hacia aquello que Maquiavelo prestaba
tanta atención.

Creo que esta obra triunfa por ser plenamente filosófica y cómica, pero no por ello narrada
en un tono intelectualista y burdo. Aquella trabajada sutileza es la que le brinda fuerza y
veracidad. Después de todo, el pacto con la narración fantástica es delicado, al igual que en
el caso del humor, que, si fracasa, lo hace estrepitosamente y sin retorno. Me recomendaron
este libro hace años en una librería de Buenos Aires. Cuando lo hicieron, me dijeron:
¿Quieres leer a un escritor de verdad? Cualquier cosa de Covadlo. Ese mismo día adquirí
“Criaturas de la noche” en un local de Av. Corrientes a un precio inmejorable.

Ayer, al terminar de dictar una clase, se acercó a mi escritorio una estudiante de quinto
básico. No dijo nada, tan solo extendió el brazo y me entregó una hoja de cuaderno
doblada. Al abrirla, justo en el centro de papel, apareció un gato negro coloreado con el
mismo grafito con que fue dibujado. Agradecí el regalo, pero alejé inmediatamente mi
rostro del diseño, no fuera a ocurrir que, de esa criatura de la noche, saltara una pulga en mi
oído.

Estoy retomando la actividad escritural, me siento a trancos como la semana pasada en mis
clases, como cuando hecho andar el auto porque aún me cuesta el juego de pedales y el
motor se ahoga.

Los recursos narrativos al final de la obra hacen que la tensión nos haga permanecer atados
al relato a pesar de inferir el término.

En Buenos Aires entre a una librería y dos jóvenes discutían sobre la supuesta mala sintaxis
de Roberto Artl. Los interrumpí para consultarles respecto de alguna recomendación de
literatura nacional ¿Literatura Nacional? Me preguntó. Sí, algunos autores poco conocidos
en el circuito literario. No, no, literatura no. Escritores le puedo recomendar, escritores de
verdad.

¿Qué significa ser un parásito? Todos somos parásitos.


El apartado donde la Pulga narra su periplo es extraordinario. Es la pulga conocedora de las
pasiones humanas.

Wild Wild Country, Osho y la historia de Vito Tarsicio.

La pulga me parece un personaje notable. Dionisio Kauffman, por el contrario, me cuesta


sostener la idea de una progresión intelectual en su carácter, al final de la obra se deduce
que adquirió ciertas propiedades de la pulga, como parte de su inteligencia y retórica, más
no queda del todo claro, pues al final la pulga vuelve a tomar dominio del cuerpo de
Dionisio.

La obra se divide en dos partes: En la primera un narrador en tercera persona refiere la


historia de Dionisio y la colonización de su oído por una pulga. En la segunda, la pulga nos
narra algunos de los cuerpos que ha parasitado hasta llegar el actual.

Una pulga que es como el Aleph.

Una pulga que conoce por completo las pasiones humanas.

Una pulga que conoce al ser humano más de lo que la ciencia incluso puede hacer
conocerlo

Una pulga que, de alguna manera, también es esclava de sus afectos (producidos por los
líquidos del cuerpo) (Así como la garrapata de Jacob Von Uexküll ).

Vito Tarsicio, una especie de Osho y un final digno de Wild Wild Country.

Una pulga que siempre nos llama a la mesura, pero ella no puede mesurarse ¿Qué hubiera
sido de la pulga si hubiese encontrado alguien que no sucumbiera ante los placeres
materiales o carnales? Respondería ¿Acaso existen otros? ¿Qué habría pasado si el
protagonista, digamos un Apolo, se opusiera a llegar más allá de la satisfacción necesaria y
suficiente de sus placeres? ¿O acaso la pulga sabe que, para el año 3007, lo único que
habremos creado son motivos para seguir deseando?

Somos un pozo sin fondo y, además, parásitos, uno de los peores, como todas esas
metáforas de aventuras espaciales donde una especie extraterrestre viaja por el universo
devorando los recursos de distintos planetas hasta dejarlos secos. Metáforas que se parecen
menos a las langostas y más a seres con un rostro como el nuestro, aquel en que los ojos
deseantes no engañan y los labios se muerden o relamen según el estímulo que emerja.

La novela es plenamente filosófica, pero no por ello es narrada en un tono intelectualista, es


precisamente aquella sutileza la que le brinda fuerza y veracidad, después de todo, el pacto
con la narración fantástica es delicado, al igual que el humor que, si fracasa, lo hace
estrepitosamente y sin retorno.

Hay ecos de Kafka y Gregorio Samsa, Hay ecos de Carlo Collodi y Pinocho, Fausto de
Goethe y lo Gótico, y quizás de cuántos otros autores que desconozco, aún así, Lázaro
Covadlo nos convence de que es una ilusión el autogobierno, que solo es posible ser
conducidos por otro, según sus propios anhelos.

La historia de la condesa sangrienta, de Vito Tarsicio y su secta, la pulga y su devenir.

Criaturas de la noche: Las ratas, los gatos negros, las pulgas, los murciélagos, los hombres.
Vito Tarsicio sabe que es un tipo poco agraciado, por tanto, lo que le queda, es la
masturbación. Sin embargo, cuando la pulga se apiada de él y se introduce en su oreja,
consigue el argumento perfecto para conquistar: el misterio. Se declara un ser del futuro
que ocupó el cuerpo de Vito y que requiere volver al futuro con una mujer, porque en el
futuro estas escasean. Así, comienza una carrera de ilimitación en la que involucra a
centenares de mujeres particionando su propia personalidad en una infinidad de seres, cada
uno con su nombre y personalidad, que ocupan el mismo cuerpo. Construyen un gran horno
en el cual todos los creyentes en la palabra del venido del futuro, incluyéndose, se calcinan.
Se me viene a la cabeza Spinoza, luchamos por nuestra esclavitud como si de nuestra
libertad se tratara. Una creencia que opera sistemáticamente puede movilizar a los más
distintos espíritus, involucrarlos incluso en la pavimentación de su propio camino a la
muerte. +

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