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Bienvenidas y bienvenidos a un nuevo podcast de seguridad y educación

vial de la Agencia Nacional de Seguridad Vial

“Andá a lavar los platos” – “Mirá lo lento que va, seguro es mujer”- “Ella sólo
maneja para llevar a los chicos a la escuela”- “un auto pequeño y sencillo, diseñado
para las mujeres de hoy” – “el lugar para ella es el de copiloto, cebando mates y
eligiendo la música”…

¿Les suenan estas frases?

En el uso del espacio público, en el tránsito y en los modos de conducción se


expresan diferentes relaciones de poder, como la relación desigual entre varones
y mujeres.

¿Cuántas veces subieron a un colectivo y la conductora era una mujer?, ¿cuántas


camioneras circulan por las rutas de nuestro país?, ¿por qué hay organizaciones
de mujeres que luchan contra el acoso callejero y el derecho a un uso seguro del
espacio público?, ¿se acostumbraron a escuchar la frase “cuídate si vas a salir” o
“avísame cuando llegues a tu casa” dirigida a una hija, una hermana, una amiga?

Desde la Agencia Nacional de Seguridad Vial creemos que la seguridad en las calles
también tiene que ver con la integridad, con la calidad de vida, con garantizar la
igualdad de derechos y de oportunidades para transitar y disfrutar de los espacios
públicos.

En este episodio les proponemos reflexionar sobre las mujeres, el tránsito


y el espacio público, como un terreno de lucha y disputa hacia la igualdad.

Las calles, las plazas, veredas y rutas, como lugares de socialización y de encuentro
dan cuenta de cómo son muchos de nuestros comportamientos sociales: los
hábitos, costumbres y también las relaciones de poder – es decir, las condiciones
de igualdad o desigualdad- que se establecen entre las personas por razones de
clase, de raza, de género, etarias, por condiciones psicofísicas, entre otras.

Se presenta así una paradoja: lo público, lo que nos es común y por derecho nos
pertenece a todas y todos, puede ser también un lugar hostil, que excluye y no
aloja nuestras diferencias.
En esta oportunidad hablaremos sobre las relaciones de poder desigual que se
expresan entre varones y mujeres en el espacio público.

Luego de la Revolución Industrial se dio un proceso, en casi todas las ciudades


occidentales, que fortaleció y privilegió a las calles como un territorio para los
hombres.

Con la división sexual del trabajo, a las mujeres se nos asignaron las tareas
domésticas y de cuidado dentro de la esfera privada; mientras que a los varones
les “correspondieron” las tareas remuneradas en la esfera pública con la
posibilidad de movilizarse, sociabilizar, intercambiar con otras personas y
establecer lazos de pertenencia con el entorno.

Pero no sólo eso, la exclusión de las mujeres de los espacios públicos supuso
especialmente limitar las posibilidades para el pleno ejercicio de la ciudadanía.
Con el tiempo, la división sexual del trabajo fue modificándose a partir de las
necesidades del mercado laboral pero principalmente por las sucesivas luchas y
conquistas de derechos a partir de la organización de las mujeres: desde el derecho
a votar hasta las luchas del presente, nuestra presencia en las calles es condición
de posibilidad para transformar las desigualdades sociales.

La docente e investigadora mexicana, Mercedes Zuñiga Elizalde, describe al


espacio público como un lugar donde ocurre un doble juego de visibilidad e
invisibilidad para las mujeres. Señala: “Son visibles como cuerpos de deseo o
ultraje e invisibles como sujetos de derechos, que buscan apropiarse del espacio
público como lugar para el ejercicio de su libertad como ciudadanas.”

Visibles como cuerpos de deseos. ¿qué mensajes transmiten los mercados, a


través de las publicidades, del cine y la televisión, cuando asocian a las mujeres
con los autos?, ¿cuáles son las imágenes y estereotipos que indican el lugar y
posición de los varones y de las mujeres en relación al tránsito?, ¿en el Turismo
Carretera, quién conduce y quién sostiene la sombrilla?
Así como los espacios públicos, el tránsito y nuestras formas de conducción
también tienen una fuerte impronta masculina.

Nos detendremos a reflexionar sobre dos vehículos que son significativos en


relación a esta temática: el automóvil y la bicicleta.

Los automóviles en particular, pero podríamos hablar de cualquier vehículo con


motor: camiones, motos, colectivos, no son sólo medios de transporte que nos
permiten movilidad de un sitio a otro, en nuestra sociedad estos vehículos tienen
un fuerte valor simbólico asociado a la masculinidad, hablando mal y pronto a “la
cosa de machos”: velocidad, potencia, fuerza, competencia…

Este valor simbólico se traduce en las formas y posibilidades de uso de los


automóviles. En argentina del total de licencias de conducir emitidas el 70% son
de varones y sólo el 30% fueron otorgadas a mujeres.

A principios del siglo pasado, Victoria Ocampo –escritora de la clase alta argentina-
fue una de las primeras mujeres en obtener el registro de conducir y realizar esta
actividad en la vía pública sin la presencia de un acompañante (algo atípico por
aquella época), y cuenta que al verla los hombres le decían “machona” y la
mandaban a lavar los platos, algo que hasta el día de hoy se puede oír.

Esta desigualdad es muy evidente en los trabajos específicos de conducción. Son


muy pocas –casi excepcional- las mujeres que trabajan conduciendo transporte de
pasajeros o de carga.

Las choferes de colectivo Erica Borda y Mirtha Sisneros debieron recurrir a la


justicia -en 2018 y en 2014 respectivamente- ya que se les impedía la posibilidad
de trabajar. En ambos casos los fallos fueron favorables a su demanda contra las
empresas de transporte, al considerarse que se trataba de una situación de
discriminación por cuestión de género ya que las mujeres contaban con la
idoneidad requerida para cubrir ese puesto.

Según la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), 925 mujeres


obtuvieron su licencia profesional, frente a 376.246 hombres. Esto significa que
son menos del 1%, y de ellas, sólo la mitad trabaja efectivamente como
conductoras de transporte de pasajeros (tarea que incluye taxis y transportes
escolares).

Diferente es la historia de las mujeres y la bicicleta, este vehículo para muchas


significo la posibilidad de circular con mayor libertad y autonomía, con lo que se
convirtió en un símbolo de lucha por la igualdad.

A mediados del S. XIX algunas mujeres dejaron de usar corset y faldas pesadas,
para ponerse pantalones bloomers y pedalear cómodamente, y aunque no
faltaron las críticas, el rechazo y la acusación, ellas se abrieron paso con sus
bicicletas.

Por aquella época su uso también estuvo asociado al movimiento de sufragistas,


y en la actualidad son muchas las mujeres que se organizan en torno a este
vehículo para compartir el espacio público, socializar formas de cuidado para
circular por la calle, compartir saberes y visibilizar demandas del movimiento
feminista. Algunas de estas organizaciones son:

Pedalea como una piba, un colectivo transfeminista de la ciudad de Bs. As que


impulsa la bici como medio de transporte y de empoderamiento.

Las Bicibles, una organización de la provincia de Salta que da visibilidad y lucha


contra la violencia vial y de la violencia de género.

Mujeres sin frenos, un grupo de mujeres que reivindica el derecho a circular


libremente por el espacio público.

Sobre este tema les recomendamos la película árabe La bicicleta verde que cuenta
la historia de una niña que quiere andar en bicicleta, algo que en Arabia Saudita y
otros países de oriente medio, aún hoy, se considera un peligro para el honor de
las mujeres.

Mejorar la seguridad vial es posible utilizando correctamente el cinturón y el casco,


respetando las normas viales, siendo responsables en nuestras conductas y
solidarios en la forma de vincularnos. Pero sin duda, las calles van a ser seguras
cuando todas, todos y todes, podamos transitar libremente por ellas.
Para saber más sobre este y otros temas de educación vial podés ingresar al sitio
de la ANSV: argentina.gob.ar/seguridadvial o escribinos tus consultas,
comentarios y aportes al mail educación@seguridadvial.gob.ar

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