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Así viven y mueren las mujeres pandilleras en El

Salvador
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En El Salvador la violencia ha roto los empaques. 2015 ha sido el año más violento del milenio,
cerrando con una escandalosa tasa de 103 asesinatos por cada 100,000 habitantes. Estos datos, y
los cadáveres que los respaldan, nos han puesto la etiqueta de la sociedad más violenta del
mundo. Y ni siquiera estamos hablando de todas las lesiones, violaciones, la extorsión, los
desaparecidos, las intimidaciones y de todas las formas de violencia difíciles de cuantificar. Dentro
de este torbellino de locura, las pandillas son perfiladas como las principales causantes de
violencia. Las pandillas no son estructuras que únicamente golpean hacia afuera; puertas adentro
también destruyen, muerden, y como buen reflejo de la sociedad salvadoreña muerden a las más
vulnerables. Por ejemplo, en el año 2015 fueron asesinadas 475 mujeres, una cada 16 horas, la
mayoría con arma de fuego, 183 más que el año anterior.

Medea
— Yo los odio. Yo no estoy ahí porque yo quiera. Al principio sí, pero ahora yo estoy obligada. Yo
los odio.

— ¿Qué se siente que ellos te hayan hecho todo eso? Digo, en algún momento vos los
consideraste tus hermanos y le tenías devoción a tu clica y a la mara…

— ¡Sí, pero después de todo lo que me han hecho ya no! Yo me alegro cuando los matan a ellos.
Yo doy gracias a dios cuando los matan…

De quien habla solo puede decirse que pertenece a la Mara Salvatrucha 13 de El Salvador, que es
de la generación de miembros incorporados a principios de los 90 por los primeros deportados.
Decir más sería condenarla a la muerte. Le llamaré Medea, como el personaje trágico de Eurípides.
Ingresó a la pandilla siendo una niña de 11 años; según ella, porque su madre la maltrataba
demasiado. Las pandillas siempre rodearon su vida: los vecinos de su edad eran miembros de las
pandillas que por esos años abundaban en los barrios marginales de El Salvador. Eran grupos
pequeños que básicamente peleaban a piedras y puños con los jovencitos del barrio adyacente.
Pero a medida que arrancaba la década de los noventa, los deportados de la Mara Salvatrucha 13
y del Barrio 18 comieron terreno y barrieron a plomazos a las viejas y endebles estructuras
existentes. Medea, como miles de jovencitos, se sintió atraída por ese gran imán que los
deportados controlaron tan bien. Ella se jacta de pertenecer al selecto grupo de mujeres pandilleras
que ingresaron como ingresan los hombres.
Medea: “Cuando yo ingresé a la pandilla a mí me dieron verga (golpearon). Me brincaron
(incorporaron) con vergazos. A otras las brincaron con sexo. Eso es horrible, luego los homeboys
no las respetan. A nosotras sí porque saben que pasamos lo mismo que ellos”.

Se refiere al rito de iniciación por el que deben pasar todos los pandilleros: una golpiza de 13
segundos en el caso de la Mara Salvatrucha; y 18 segundos, en el caso del Barrio 18. Para las
mujeres que así lo deseen hay otra posibilidad: acostarse con todos los miembros del grupo. Como
un sarcasmo diabólico a esta forma de incorporarse -o “brincarse”- le llaman “por amor”.

La pandilla cambia, muta. Como todos los grupos va modificando su andar. En los años en los que
Medea se brincó la pandilla aún tenía ese aire californiano y mantenía más o menos las mismas
normas con las que se fundó. Las mujeres, si bien no tenían el mismo peso y valor que los
hombres, mantenían un status intermedio dentro de las huestes de pandilleros. En estos años,
Medea se hizo novia del que ahora es su esposo, un chico que si bien no era de la generación de
los deportados fue de los primeros del municipio en incorporarse. Era reconocido por su violencia y
por haber matado a un líder del Barrio 18 “dos veces”. La primer a balazos y la segunda cuando lo
sacó de la tumba y le decapitó. El chico tenía un futuro prometedor dentro de la Mara Salvatrucha y
Medea se sentía a gusto y protegida con él. Así fue entrando al núcleo de la clica. Antes de cumplir
los 20 años ya estaba embarazada de su primera hija y seguía guerreando, orgullosa, en las
embestidas contra los Barrio 18. Contribuyó en la toma de toda una franja de colonias, una especie
de retaguardia, en donde dominaba la pandilla. Fue un proceso largo y lleno de muertos y heridos
que duró varios años. Sin embargo, para el año 2000 las cosas en la pandilla habían cambiado. El
nicho de acogida y solidaridad con el cual ella había sustituido su casa se fue volviendo un lugar
lleno de espinas.

Medea: “Empezaron a hacer cosas que no me gustaron. Yo vi y viví cosas terribles que le hicieron
a varias cipotas. A una que yo conocía la engañaron. Le dijeron que para entrar a la pandilla tenía,
por obligación, que acostarse con algunos de ellos. La llevaron con esa mentira a un potrero, ahí
estaba yo e incluso ahí estaba mi esposo. Le pasaron toditos. Le hicieron de todo, al menos 30 le
pasaron encima. La bicha me llamaba y me decía que ya no aguantaba, que le dolía y yo les dije
‘hey bichos ya estuvo, ya déjenla’ y ni me hicieron caso. ‘Por puta, por puta’, me decían. A esa
muchacha le hicieron de todo, y cuando le digo de todo es de todo. Cuando yo la fui a ver ya casi al
final ella era un trapo…fue asqueroso aquello”.

Medea, de alguna forma, se vio a sí misma en ese trapo humano. Ya era tarde para echarse atrás,
tenía una hija pequeña con uno de los líderes de la pandilla y el cuerpo cubierto de tatuajes. En un
arranque de cólera y desesperación cometió un error que casi le cuesta la vida: se quemó uno de
sus tatuajes, justo el que decía MS, dejando un mancha indescifrable en su brazo, y huyó lo más
lejos que pudo del municipio, de la clica y de su esposo. Pasados varios meses regresó. Pensó que
la distancia había enfriado las cosas y que la mara la daba por retirada. Ese fue su segundo error.

— De la Mara Salvatrucha nunca te retirás. De por vida vamos a ser pandilleros. A mí me


mandaron a llamar y me dijeron que les enseñara el tatuaje. Me vieron la quemada y se pusieron
locos. Se encabronaron y me llevaron donde los mero meros. Me dijeron ‘¿qué querés, que te
arranquemos el brazo, que te hagamos pedazos o que te pisemos (violemos)?’ Yo me enojé, les
dije ‘¿por qué, si mi cuerpo es mío y yo puedo decidir qué hacer con mi cuerpo?’ Me dijeron que
estaba muy equivocada si pensaba así, que las cosas no eran como yo decía sino como ellos
decían. Ni modo, escogí la última opción. Fue bien feo, da asco, viera, que a una la estén
manoseando y tocando da asco. Da asco acostarse con alguien con quien uno no quiere. Esa vez
fueron varios. Hasta unos locos que ni eran de mi misma clica. Yo por eso los detesto”

— ¿Y vos creés que realmente eran capaces de matarte por eso? ¿Hace eso la Mara?

— Sí…

Homeboys matando homegirls I

En febrero de 2005, un pandillero de la Mara Salvatrucha conocido como El Crimen llegó a la colonia
Iberia acompañado de una mujer de unos 30 años de tez morena. La dejó hablando con los pandilleros
de esa colonia y habló con el jefe. Le dijo que traía a esa “leona” a que la mataran. Según dijo, ella
había roto su relación con un pandillero de la Mara que estaba en prisión. Dejó de ser su mujer y por
ende de visitarle. Lo consideraron una traición hacia toda la pandilla. La mujer hablaba, sin sospechar
nada, con los pandilleros en un pasaje de la colonia, luego la llevaron con mentiras a una casa y una vez
ahí el Crimen pidió una pistola y le apuntó a la cabeza. Le dijo que “hoy sí le vas a regalar amor a todos
los homeboy, hija de la gran puta”. Ella se rio pensando que era broma pero Crimen estaba muy serio.
Pasados unos minutos se quitó ella misma la ropa y los pandilleros empezaron a violarla. Se turnaban
para penetrarla por el ano y la boca mientras ella pedía clemencia. Le dijeron que era su castigo por
haber abandonado a un homeboy de la Mara. Luego de haberla violado al menos 10, varios de ellos
menores de edad, la ataron y Crimen pidió un hacha. La mujer suplicó, les dijo que tenía hijos, que
perdonaran lo que fuera que hubiese hecho. Los demás pandilleros dijeron a Crimen que no lo hiciera
de esa forma, que ahí se les ahorcaba con cuerdas. Sin embargo, Crimen tomó un cuchillo, cogió a la
mujer del pelo haciéndole la cabeza hacia atrás y la degolló. Luego la metieron en una bolsa negra y
llamaron a un vagabundo para que se deshiciera del paquete a cambio de unas porciones de crack.

• Resumen de sentencia de la Fiscalía General de la República: caso clica Iberia Locos


Salvatrucha, 2007.

Medea
— Yo, desde que me hicieron eso, ya no siento lo mismo por ellos. Fíjese que hace poco la policía
mató a uno de los que me violó. Yo me alegré. ‘Ojalá que se revuelque en el infierno’, pensé yo.

Después de la violación, Medea perdió el respeto y el estatus que había acumulado. Su esposo
estaba preso y ella debía ir a visitarle al penal religiosamente todos los domingos. En estas visitas
quedó embarazada dos veces más. Ella, en alguna ocasión, quiso terminar con la relación pero el
pandillero no estaba dispuesto. “Vos conmigo hasta la maldita muerte. El día que me maten a mí, o
que yo me muera, ya dejé dicho que te tienen que matar a vos también. Vos sos mía que te quede
claro”, le dijo.
Medea trató de tener bajo perfil desde entonces; sin embargo, era uno de los nexos de su esposo
con la clica. Ella era sus ojos y oídos. Si había problemas entre los muchachos y mal entendidos en
relación al dinero era ella quien debía enterarse y luego comentarlo en los días de visita con su
esposo. En buena medida por esto los demás pandilleros comenzaron a tenerle ojeriza. La gente
de la comunidad, sin embargo, la consideraban una especie de mediadora entre ellos y la pandilla.
Le pedían favores y algunas veces tuvo que interceder por alguna de las familias del lugar cuando
tenían algún problema con la pandilla. Una de estas intervenciones terminó por desmoronar su
vida.

Medea: “Un bicho de los de la clica se metió a robar a la casa de un señor y el señor lo agarro a
machetazos. La cosa es que el bicho fue a decir que había que matar a ese señor porque le había
faltado el respeto a la pandilla y no sé que más dijo… El señor me buscó para que lo ayudara y yo
hablé por él con los bichos. La cosa es que entonces dijeron que el señor se acostaba conmigo, y
convencieron a mi marido de eso. Eso no era cierto, si era un viejito. La cosa es que todos contra
mí y mi esposo les creyó más a ellos que a mí y dijeron que era ya segunda falta que hacía. Los
bichos me querían matar ahí mismo, pero como le tienen miedo a mi esposo porque él es de los
meros de la clica… Luego tuve que ir al penal y ahí fue peor”.

Medea tuvo que ir al penal y ahí su esposo y otros pandilleros decidieron darle una oportunidad. Es
decir, decidieron no matarla solamente en virtud de que los hijos estaban pequeños. Ese día la
acompañaba uno de ellos. Esta vez fue peor que la anterior, pero los detalles deberán reservarse
para proteger su seguridad. Desangrada y humillada, Medea regresó a la colonia con la convicción
de que su pandilla se había convertido en su prisión. Desde ese día, Medea ya no puede salir sola.
Los pandilleros la vigilan y llaman a su esposo (porque en El Salvador los presos tienen teléfonos
móviles) ante la menor sospecha de huida. Ellos ven con quien habla, con quien sale. Tienen miedo
que el resentimiento la lleve a volverse colaboradora de la policía o que se largue del municipio y
no puedan obligarla a visitar a su esposo a la cárcel.

— Vos viste crecer a muchos de los líderes de tu clica, fueron tus hermanos en algún momento y la
mayoría son menores que vos, ¿Cómo te sentiste cuando ellos hicieron esto?

— Humillada, sola. Es que para ellos no importa nada: solo la Mara y su orgullo. No conocen ni
respetan ni a su familia.

Homeboys matando homegirls II

Un día del mes de enero del año 2012 dos chicas y un chico esperaban el bus en una calle de Ciudad
Merliot, en el departamento de La Libertad. Son Abigail, su hermano Iván y Ana, la pareja de este. Iván
es miembro de la Mara Salvatrucha 13, de la clica de los Peajes Locos Salvatrucha, y estos lo
bautizaron como Curioso. Lleva a su hermana y a su mujer al matadero. Entre bromas esperan el bus
que los llevará cerca de un monte solitario y ahí las dejará en manos de sus homeboys para que las
asesinen con la barbarie que la creatividad les dé. Pero ellas no lo saben y caminan confiadas rumbo a
su muerte.

Todo empezó días atrás, cuando una chica comentó en el barrio que Abigail y Ana habían sido vistas
hablando con la policía. El rumor fue puesto en los oídos correctos y los hombres fuertes de la clica
tomaron la decisión. Llamaron a Curioso y le comunicaron su acuerdo. Matarlas. Curioso se ofreció a
entregar a su hermana y a su mujer él mismo, ese día. Curioso no lo sabía, pero de haberse negado
también le habrían matado a él.

Curioso les dijo a las chicas que necesitaba que hicieran un favor a la Mara: tenían que mover unas
armas y ellas eran las indicadas. Horas más tarde las entregó a un pandillero conocido como Verdugo,
de la clica de Leeward Locos Salvatruchos, y regresó a su casa. Este las llevó en bus hasta un lugar del
municipio de Coatepeque y ahí les esperaban Gazú y otros salvatruchos con los vehículos listos para
adentrarse en el monte, en un lugar conocido como Zacatal. Luego de un rato de andar en veredas
estrechas de tierra tuvieron que bajar y caminar. Caminaron por más de una hora. Arriba de un cerro ya
los pandilleros habían abierto dos agujeros en la tierra, uno para cada chica. Cuando llegaron al cerro
ya había oscureció. Se sentaron en el suelo en silencio y Verdugo le pidió a Ana que lo acompañara.
Caminaron unos diez pasos y luego la empezó a tocar. Ana buscó los ojos de Abigail pero ya Gazú la
estaba tocando a ella también. Abigail le dijo que no la tocara, que si Curioso se entera la mataría pero
Gazú no paró, tampoco Verdugo y pasados unos minutos ya las estaban violando a ambas. Cuando los
pandilleros terminaron las chicas se vistieron a toda velocidad y Ana corrió hacia Abigail. Le dijo algo
al oído y se echó a llorar. Gazú se le acercó muy molesto y le dijo que dejara de llorar. La chica
obedeció. Los demás pandilleros solo observaban. Luego Gazú ordeno que se llevaran a Ana de ahí,
sacó una cuerda y se la entregó a Verdugo. Este se paró detrás de Abigail y comenzó a ahorcarla.
Abigail trato de defenderse pero otro pandillero conocido como el Ese la tomó de las manos, otro
conocido como Soplón le pegó con todas sus fuerzas en el estómago, y Gazú y Verdugo tomaron cada
uno un extremo de la cuerda y jalaron hasta que Abigail estuvo desmayada. Luego la enterraron,
probablemente aún con vida.

El grupo de pandilleros se dirigieron hacia donde esperaba Ana. Se había dormido sobre el suelo de
tierra. Caminó unos metros medio dormida preguntando por su cuñada sin escuchar respuesta. Lo
mismo. Verdugo la tomo por el cuello con los brazos en una llave conocida como “Popo” y la joven se
desmayó. Gazú pidió un machete y le dio varios machetazos en el pecho y la cara. Luego lo pasó. Otro
optó por puyarle el estómago y cuello con la punta del machete. Fueron uno por uno macheteando a la
chica hasta que estaban seguros de haberla matado. Luego se abrazaron y se dispersaron. A ella ya no la
enterraron.

• Resumen de causa penal número 49. 2013. Juzgado de Santa Ana.

Medea

“Yo ahora lo que quiero es irme. Yo ya no aguanto vivir así. Esto no es


vida. Yo sé que cuando él se muera a mí me van a matar. Solo pienso en
mis hijos. No quiero dejarlos solos. Fíjese que la otra vez llegaron a la
casa amenazándome, por lo mismo del señor que le conté, diciéndome que
me iban a matar y que iban a violar a mis hijas. Yo agarre el encendedor y
lo puse cerca del tambo de gas: ‘Si me quieren hacer algo, hijos de puta,
aquí volamos todos’, les dije, y yo estaba bien decidida a hacerlo. Ahí se
fueron ahuevados. Y yo ahora trato la forma de no meterme con ellos, de
no hablarles”.

– Medea
Medea ya no es una mujer joven y ha tratado de rehacer su vida con otras personas pero siempre
la sombra de su pandilla la alcanzó. Salió con un tipo, alguien ajeno a la vida de pandillas, pero
cuando la clica se enteró le acosaron e intimidaron al tipo quien, por supuesto, jamás volvió a
acercarse a Medea. Ella siguió llegando al penal a ver su esposo; de lo contrario la matarían. Este
tipo de relaciones son muy importantes para los pandilleros. Ya no solo por lo afectivo, sino porque
sus mujeres se vuelven sus emisarias, sobre todo si los pandilleros tienen puestos de mando. Sin
embargo, luego del último castigo impuesto por su pandilla, Medea empezó a negarse a las
diligencias que le ordenaba su esposo y por ende recibió cada vez menos apoyo económico.

“Él solo me apoya con el niño pequeño, no me manda mucho y a mí me


toca trabajar para poder sacar a delante a mis hijos. Y yo lo prefiero así
porque hay muchas mujeres que andan cobrando las rentas (extorsión) de
la pandilla y siempre los homeboy les dejan que se queden con algo. Pero
llega un momento en que caen presas y yo no puedo hacer eso por mis
hijos. Si es que yo no tengo familia, y si caigo presa nadie por mis hijos.
Él, cuando hablamos, me dice que me ama y que quiere estar conmigo, que
soy su vida, pero yo ya no le creo nada. A ellos no les importa una, solo les
importa su orgullo y la Mara.

– Medea

El Salvador posee un sistema tan precario que no solo no permite saber el por qué de los asesinatos, sino tampoco si las

asesinadas pertenecen a una pandilla o a algún tipo de estructura similar. Foto-ilustración, por Salvador Meléndez.

Homeboy matando homegirls III

Un día de mayo de 2005, el Baby, de la clica de los Iberias Locos de la Mara Salvatrucha 13, se
encontraba haciendo el amor con su novia Jeniffer en uno de los cuartos de la casa que la pandilla
usaba como guarida. La “Destroyer”, le llaman. Los pandilleros tocaron la puerta y le dijeron que
querían hablar con él. Baby dijo que estaba ocupado pero ellos fueron muy insistentes. Caminaron
juntos hasta un pequeño parque conocido como la “zona verde” y ahí le dijeron: “Hey, la onda esta así
ve, ¿ya te diste cuenta que esa perra está jugando con tu mente? Ella anda con un chavala (miembro del
Barrio18)”. Le dijeron que mucha importancia le daba él a la chica y que tenía que matarla porque
estaban preocupados, ya que no querían que ella fuera más importante que la pandilla para él. Baby
dijo que no, que quería hablar con el “palabrero” o jefe, un chico al que llamaban El Guanaco, pero
ellos le respondieron que era precisamente él quien había dado la orden. Así que Baby solo les pidió
que le dejaran hacerle el amor por última vez. Lo hizo. Luego dejó entrar a todos los demás pandilleros
y estos la violaron “por todos lados” y luego la asesinaron. Jeniffer le pidió ayuda a su pareja durante
toda la violación. Baby dijo luego a otro miembro de la clica “no sé como ando yo mi conciencia, pero
no les podía decir que no si ellos son los malos de aquí pues”. Luego se echo a llorar. Jeniffer estaba
embarazada. Después le ordenaron a un vagabundo de la colonia que enterrara el cuerpo en un basurero
local a cambio de tres porciones de droga.

• Resumen de sentencia de la Fiscalía General de la República: caso clica Iberia Locos


Salvatrucha, 2007).

Medea
A Medea la conocí casi de casualidad. Una investigadora mexicana me hizo el contacto. Cada vez
que hablamos, incluyendo el primer día, debemos hacer una logística complicada. Ella se hace
acompañar de alguno de sus hijos y de una señora a la que llama “Tía”, sin en realidad tener
vínculos familiares, para poder salir sin levantar sospechas de los pandilleros de su clica. Luego
debemos irnos a algún restaurante lo más lejos de ahí para poder conversar. Mientras ella cuenta
de las violaciones y los maltratos su “Tía”, quien en todas las conversaciones se mantiene en
absoluto silencio, baja la mirada y frunce el ceño. Cada cierto tiempo suena el teléfono de Medea y
esta corre al baño para contestar o sale del restaurante a la calle y dice que está en el mercado de
su municipio o en el centro de San Salvador comprando alguna cosa. Medea trata de mantener un
perfil amable y tranquilo; sin embargo, mientras cuenta alguna anécdota se le sale lo pandillera: “Y
entonces yo le dije a ese bicho hijueputa flojo ‘qué ondas mono culero vas a poner la foto o qué
putas, ¿vas a ir de anciana a ponerme el dedo? Y lo agarré a pijazos ahí mismo”, dice por ejemplo
de una vez que un pandillero molestó a su hijo menor. A Medea llegué buscando respuestas que no
da el Estado ni la academia, creí que ella podía hablar sobre la lógica que hay detrás de tanta
violencia, con la convicción que en su historia se revelen cosas que los datos no pueden.

En El Salvador, en el año 2015, fueron asesinadas 475 mujeres, una cada 16 horas, la mayoría con
arma de fuego, 183 más que el año anterior. Con estos datos de telón de fondo la categoría de
feminicidio se ha vuelto cada vez más común para definir los asesinatos impulsados por el odio
hacia la mujer. Sin embargo, es solo teoría por el momento. Lo cierto es que el país aún está lejos
de tener un sistema que nos permita saber no solo el por qué de los asesinatos, sino el quién. Ni
siquiera podemos saber si las asesinadas pertenecen a una pandilla o a algún tipo de estructura
similar. Nada, solo cadáveres. En realidad tampoco es posible saber el número bruto de muertos ya
que la cifra negra, producto de las desapariciones, es enorme. En Medicina Legal, las estaciones
de policía, la Fiscalía y las oficinas de la alcaldía están llenas de papeles con fotos de gente joven,
buscada por sus familias. Muchas son fotos de jovencitas de entre 14 y 25 años. En cuanto a
desapariciones todo es especulación, es muy difícil saber cuántos y cuántas compatriotas han
desaparecidos, ya que para entrar al sistema de estadísticas se necesita que los familiares pongan
una denuncia formal. De hecho, los pequeños relatos que se insertan en este texto fueron sacados
de expedientes judiciales abarrotados de casos como estos, los cuales rara vez terminan en
condenas. Con la estadística en contra para explicar el fenómeno recurrimos a otra fuente. En este
caso a un pandillero.

— ¿Cuál dirías vos que es el papel de las mujeres dentro de la pandilla?

— Son mulas, los homeboys las mueven como ellos quieren. Aunque hay algunas que son firmes,
que simón llevan algo de respeto. Pero son pocas, la mayoría son pendejas. La mujer es la gran
debilidad del pandillero. No hay un pandillero que no haya sido traicionado por una mujer. La mujer
es traicionera por naturaleza.

— ¿Podrías vos explicarme por qué al interior de las clicas se dan tantos asesinatos de mujeres?

— Por putas jaja, por pisonas.

— No entiendo…

— O sea que una bicha que sea mujer de un homeboy no puede andar de puta pisando con otro
maje, ni que sea de la mara (el otro). Nada, se muere. Y ahí no importa que yo sea un recién
brincado y la maje sea mujer un pesado. Si la maje es descubierta ahí mismo hay que darle y nadie
puede decir nada porque es traición.

— ¿Vos has matado a alguna?

— Sí.

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