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Ahora bien, lo que se admite como conocimiento en las ciencias se suele hacer
proceder de dos fuentes y de la colaboración entre ambas: experiencia y deducción
(razón). Por razón hay que entender el ir de una verdad a otra en la mente por el puro
proceder de la mente. La deducción realizada conforme a este proceder necesario de la
razón es absolutamente cierta; no cabe la posibilidad de dudar de esa deducción. De la
otra fuente del conocimiento (la experiencia) no cabe decir lo mismo. La experiencia
siempre puede ser engañosa, puede darnos ahora un resultado, luego otro; siempre
podemos haber visto mal… es decir, la experiencia es, por principio, incierta: cabe
siempre dudar de ella.
Esta regla establece la DUDA METÓDICA UNIVERSAL, la cual tiene las siguientes
características:
a. Es UNIVERSAL: hay que dudar de todo si se quiere estar seguro de un
punto de partida absolutamente indudable.
b. Es METÓDICA: no es una duda escéptica, pues su finalidad no es
demoledora o escéptica, sino constructiva: pretende alcanzar la verdad.
No es un fin ni una doctrina, sino un método, es decir, un camino para
llegar a la verdad.
c. Es TEORÉTICA: en el sentido de que la duda no debe aplicarse al terreno
de los comportamientos éticos, sino solo al plano de la teoría.
De este modo los criterios de la certeza serán claridad y distinción. Un
conocimiento es claro cuando se halla ‘’presente y manifiesto a un espíritu
atento’’. Un conocimiento es distinto cuando se distingue de todo otro. El criterio
de distinción está claramente tomado de las matemáticas, pues en ellas todo es
distinto, en el sentido de que está claramente delimitado frente a todo lo demás.
2. Regla del ANÁLISIS. Dividir todos los problemas en sus elementos primarios, los
cuales se revelarán de inmediato como verdaderos o falsos. (va de lo complejo a
lo simple). Se establece la resolución de los problemas en sus elementos simples,
lo que supone que un problema cualquiera está compuesto de ideas simples.
Descartes las llama ‘’naturalezas simples’’ cuya verdad o falsedad se revelaría
inmediatamente a la intuición intelectual.
3. Regla de SÍNTESIS. Reunir los conocimientos elementales evidentes obtenidos
por las dos primeras reglas en deducciones complejas. (va de lo simple a lo
complejo). En la tercera regla se reordenan las naturalezas simples en cadenas
deductivas de modo que todo enlace entre aquéllas se imponga con evidencias.
Si en la segunda regla la intención es asegurarse de la verdad de las ideas simples,
en la tercera se trata de asegurarse de la corrección de un conjunto ordenado de
ideas, es decir, del razonamiento.
4. Regla de las COMPROBACIONES. Hacer en todo enumeraciones completas y
revisiones generales, como garantía de validez, no es más que una regla de
precaución y limpieza, para evitar errores en la aplicación del método. Intenta
poner bajo la evidencia intuitiva todo el conjunto de razones de un solo golpe de
vista.
1. El primero se refiere a la información dada por los sentidos: si los sentidos nos
engañan a veces, podemos desconfiar de ellos siempre. Con esto se duda de que
las cosas sean tal y como nos muestran los sentidos.
2. El segundo es la imposibilidad de distinguir la vigilia y el sueño, con lo que se
duda de la existencia misma del mundo extramental. Puedo dudar de la realidad
del mundo que percibo.
3. El tercer motivo afecta a las verdades de la lógica y de la matemática, y es la
hipótesis del genio maligno. Puede que exista un geniecillo maligno que se ocupe
de hacernos errar continuamente incluso allí donde creíamos estar más seguros.
(Nuestro entendimiento pudiera estar constituido de tal manera que se
equivoque necesariamente y siempre que cree captar la verdad).
Con estos motivos Descartes puede pensar que todo es falso. ‘’Ahora bien, hay algo
que resiste toda duda, y es el hecho mismo de que dudo. Esto es lo indudable: que
estoy dudando, aunque me engañe en todo lo demás, en esto no puedo engañarme:
en que estoy pensando. He aquí la primera verdad evidente: COGITO ERGO SUM,
‘’cogito’’ (pienso) y si pienso, soy. Esta es la idea clara y distinta por antonomasia. Y
no sólo es la primera certeza, es también el prototipo de toda verdad y de toda
certeza; de modo que todo lo que se perciba con igual claridad y distinción será
verdadero.
A partir del punto en que se halla en posesión de la primera verdad (el ‘’cogito’’),
Descartes va en busca de recuperar todas las verdades, tiene que encontrar ahora
una realidad que le ponga a salvo del hipotético genio maligno y le asegure de la
verdad de la existencia de lo que es percibido con claridad y distinción. Pues bien,
ello tiene lugar a través de la demostración de la existencia y de la veracidad de Dios.
Demostrado esto, se seguirá que todo lo que percibo con las notas de claridad y
distinción existe o es tal y como yo lo percibo, pues si Dios me ha creado, no hubiera
querido que yo me engañase cuando creo estar en lo cierto. Consiguientemente,
Descartes se mete a probar la existencia de dios, y ello a partir sólo, naturalmente,
del cogito y de las ideas (pues es lo único que tiene). Este será el modo de demostrar
que la mente no puede estar engañosamente constituida, teniendo a Dios veraz por
autor. (Obsérvese el círculo vicioso en el que incurre aquí Descartes, pues intenta
demostrar a Dios como garantía de la veracidad de las ideas claras y distintas…
mediante el único instrumento que tiene a su alcance: las pruebas racionales a priori,
es decir, las ideas claras y distintas).
Dicho esto, subrayemos que Descartes hace descansar la certeza, por un lado, en
la intuición intelectual inmediata, y, por otro lado, en la veracidad de Dios.