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Por otra parte, Masferrer (2003) afirma que las religiones protestantes
evangélicas suelen requerir de sus feligreses una deliberada decisión personal y
un mayor apego a las prácticas religiosas. Diversos estudios antropológicos
muestran el involucramiento de los protestantes con sus iglesias y sus estilos
ascéticos de vida.
Se debe tener en cuenta que para el Pontificio Consejo para la Familia (2006), la
educación religiosa dada en las familias debe tener presente la formación de la
persona para la vida, según los valores humanos y cristianos propuestos por
Jesucristo en el Evangelio, para impregnar la cultura actual de la civilización del
amor (Juan Pablo II, 1986), mediante la palabra y el ejemplo diarios, delegando
responsabilidades y permitiendo espacios de una auténtica libertad, la entrega
sincera de sí, el cultivo del respeto del otro, el sentido de la justicia, la acogida
cordial, el diálogo, el servicio generoso, la solidaridad y los demás valores que
ayudan a vivir la vida como un don.
Para Vidal (2010) La Iglesia Católica y los llamados “grupos pro vida” son los que,
en la mayor parte de los países, se oponen a la enseñanza de la sexualidad,
considerando que ésta es responsabilidad de la familia; mientras que los
Gobiernos y las Organizaciones No Gubernamentales con trabajo en género o en
diversidad sexual, son quienes defienden el derecho de los niños y de las niñas a
recibir una educación sexual laica y basada en fundamentos científicos.
Educación sexual:
Cosme (1997) afirma que ante el tema de la educación sexual muchos padres
cristianos se encuentran en crisis por una doble razón: Por una parte, ven y
comprenden la necesidad de actuar, con tal de ayudar a los hijos que tienen
problemas, muchos de los cuales provocados por el ambiente social creado por
los medios de comunicación que les influye negativamente. Además nuestra
sociedad ha comprendido, que la educación sexual es un derecho que tiene todo
individuo y que los padres deben cumplir con el deber de dar una sana y evolutiva
educación sexual. Por otra, se sienten desamparados en el momento de
expresarse sobre estos temas por muy diversos motivos: no recibieron educación
sexual, hasta hace poco era negada, han vivido en situaciones represivas, muchos
no ha resuelto todavía sus problemas personales, porque tienen actitudes
contrarias o problemáticas en el campo de la sexualidad, o porque no han
adquirido una preparación adecuada.
Para ello la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud sexual como
“La integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales
del ser sexual por medios que sepan positivamente enriquecedores y que
potencien la personalidad, la comunicación y el amor” (OMS, 1975)
Grunseit (2002) plantea que la educación sexual genera tal grado de polémica y
de discusión pública porque lo que está detrás de esta discusión es la eventual
legitimación social de la actividad sexual adolescente, tema que para algunos
sectores resulta inaceptable.
Para Bustos (1994) Los sistemas de sexo-género son los conjuntos de prácticas,
símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades
elaboran a partir de las diferencias anatomo-fi-siológicas, y que dan sentido a la
satisfacción de impulsos sexuales, a la reproducción de la especie humana y, en
general, a todas las formas de relación sexual entre las personas.
De acuerdo con Flores y Tamayo (2002), esa situación se explica porque “el
conocimiento sobre la sexualidad se estructura, en nuestro medio, [en primer
lugar,] basado en una serie de mitos y de ocultamientos, [y en segundo término,
porque se está] enfatizando [constantemente] en lo biológico y en lo reproductivo y
aplazando todo el aspecto de la sexualidad humana”. Esto permite entender la
falta de orientación por parte de los padres y del sistema escolar para evitar dicho
escenario (Olavarría y Parrini, 1999).
Según Irala (2011) Sólo dos de cada diez jóvenes de la muestra indican
correctamente que la multiplicidad de parejas sexuales aumenta el riesgo de
adquirir una ITS en comparación con tener una única pareja sexual en la vida y
suponiendo que se utiliza siempre un preservativo.
Religión
Sexualidad
Es decir, analizo el modo en que se han llevado a cabo los debates
públicos y políticos sobre derechos (no) reproductivos y sexuales tomando
como llave maestra de lectura e interpretación el modo en cómo esa gran
dicotomía ha sido pensada en el marco de las dos grandes líneas de
argumentación en teoría política: la arista liberal, de un lado, y la
republicana-comunitarista, en Argentina en la bisagra entre el siglo XX y el
XXI, del otro.
La teoría de las representaciones sociales nos indica que las redes de significados, así
como las actitudes y conductas asociadas a un objeto, están articuladas desde la
identidad social y se subordinan a elementos cognitivos de orden superior, como la
ideología y los valores (Moral & Ortega, 2009).
Gambara y González (2004) definen una decisión como un problema que implica
la existencia de al menos dos alter-nativas sobre las cuales elegir.