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No solo fue lindo mientras duró

Hola, Andrea. Pienso en este intercambio de cartas como una verificación y constatación
de aquello que en nuestra relación terapéutica logramos tejer como un vínculo seguro y
acogedor. Te invito a que en esta suerte de intercambio epistolar intentemos construir una
conversación sobre lo que tú y yo estamos viviendo, experimentando, reflexionando y
comprendiendo de lo que está sucediendo en el espacio de terapia. Sé que en estas primeras
líneas te esté acogiendo cierta inquietud sobre lo que yo tenga por escribir. Te aseguro que eso
es lo que yo estoy experimentando al pensar lo que tu puedas responder.

Durante la primera sesión del año me pareció curioso cómo nombrabas la forma en que
quizás tú habías sentido abandono en ciertas relaciones específicas. La primera relación en la
que percibiste esa sensación fue sobre tu papá y luego reconociste esa sensación cada vez
terminaba la relación terapéutica con un psicólogo/a de consultores. Sentirte abandonada era
algo que nombraste con cierta contundencia. Sobre mi enunciaste que yo era el terapeuta con
el que más tiempo continuo habías compartido y que eso te estaba dando la comodidad de
sentirte más tranquila en el espacio de terapia. Eso me alegró. Cuando anticipamos la
finalización de nuestros encuentros en función de que yo me graduaría a final de este semestre
te pregunté ¿Sería esto un nuevo abandono? ¿Qué significa esto para ti? Tú me respondiste
quizás era un nuevo abandono, pero yo te contesté que mi intención no era el de abandonarte
(conectándome con la definición de abandono: deseo manifiesto de alejarse de alguien sin
deseos de cuidarlo).

En ese momento me pregunté: Si mi intención no es abandonarla ¿Qué significa que nos


alejemos a causa de que yo deje de ser su terapeuta? Sobre eso me respondí: las relaciones
humanas a veces son eso, vínculos lo suficientemente importantes y significativos que cuando
se acaban quizás duela su ausencia pero el recuerdo y los aprendizajes quedan como una
herencia para toda la vida; son esos recuerdos los que nos acompañan. Esas relaciones
importantes no solamente son lindas mientras duran sino que también son lindas en el recuerdo
y el significado que tiene para uno.

Recuerdo que después de esto conversamos sobre el significado de las relaciones y de


que finalmente los vínculos no son eternos, algún día acabarán. La pregunta que nos quedaba
era ¿Y cómo quieres vivir la relaciones mientras viven? Ahora escribiendo se me ocurren otras
preguntas: ¿Vale la pena vivir las relaciones sabiendo que van a ser finitas? ¿Qué intensidad le
añade a las relaciones saber que algún día se acabarán? ¿Qué regalos para la vida nos dejan las
relaciones bonitas y cuidadosas que tuvimos?

Sobre esto pensé ¿Qué duelo tendrías que hacer sobre la idea que algún día tuviste
sobre tu papá (biológico) para asumir el padre que en realidad tienes? ¿Cómo ese proceso de
duelo te puede abrir las puertas para permitirte tener relaciones más cuidadosas y
enriquecedoras con tus amig@s y compañer@s de colegio? ¿Quién sería Andrea más allá de
esa relación con su padre?
Finalmente me pregunto, más allá de tu relación con papá y de la enfermedad o
enfermedades que ha convivido contigo desde pequeña ¿Quién es Andrea? ¿Qué puede hacer y
decir ella sobre sí misma sin acudir a diagnóstico sobre su corazón, piel o pulmones? ¿Ella que
podría describir sobre si misma y sobre lo que la hace sentir orgullosa? ¿En qué aspectos de su
vida quiere crecer?

Espero que en respuesta a esta carta no respondas todas mis preguntas, solo quisiera
conocer tu respuesta sobre los pensamientos, reflexiones y preguntas que también tienes en
relación al proceso terapéutico en el que nos encontramos. Siéntete libre de escribir lo que te
parezca pertinente. Estaré ansioso de leerte.

¡Lindo día!

Terapeuta: Juan Pablo

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