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¿Qué esperar de la terapia de pareja?

Cuando una pareja decide consultar a un profesional para tratar de solucionar


sus problemas conyugales, generalmente es la última opción que creen tener
antes de la decisión de separarse.

Muchas veces los integrantes de la pareja esperan una solución mágica o que
el psicólogo les diga exactamente qué hacer; desafortunadamente esto no es
tan así. El trabajo no lo hace el profesional solo, sino la pareja, lo cual es bueno
en el sentido que no se volverán dependientes del psicólogo a largo plazo para
mantener una relación saludable; concluida la terapia dispondrán de
herramientas que antes no conocían o que no utilizaban. La función del
profesional es de encuadre del proceso y de mediación.

En este punto la relación ya ha llegado a un estado en el cual la comunicación


se ha roto por completo y donde lo que más prima son los reproches, las
culpas, las agresiones de todo tipo y sobre todo la egocéntrica posición de ver
quién es el más fuerte de los dos. La convivencia se torna casi insoportable,
aparecen sentimientos ambivalentes de amor-odio dados por las situaciones
conflictivas que llevan a no poder discernir el sentimiento real por la otra
persona.

Todo se encuentra muy movilizado desde la angustia, la bronca y el recuerdo


de las situaciones en las que se sintieron agredidos por el otro. En esta
instancia ya no se piensa en la otra persona, sino que, por el contrario, cada
uno busca resguardarse y protegerse desde su lugar; es como si hubieran
desatado una guerra en la cual cada uno defiende su bandera sin importarle
como impactan las palabras en el otro.
Pareciera que todo lo que en un momento los unió ha desaparecido. Aquella
elección que hicieron inicialmente se vuelve confusa y se da un desencuentro
tal que desconocen a la persona que tienen al lado.

Se escucha confusión y contradicción en frases como “quiero seguir, pero no


así”, “ya no sé qué es lo que quiero”, “hace demasiados años que estamos
juntos”, “quiero salvar la pareja por mis hijos”, etc. Al concurrir juntos a una
sesión terapéutica manifiestan “lo que no nos falta es amor”, en las sesiones
individuales contraponen “no sé si sigo enamorada/o”.

Esta confusión es algo a despejar en la terapia, pero para poder iniciar el


trabajo terapéutico es imprescindible contar con el compromiso de ambas
partes, la sinceridad con el profesional y sobre todo el estar abierto a escuchar
y a aceptar.

En el inicio de la terapia es necesario hacer un trabajo de contención de cada


una de las partes por separado; este trabajo es necesario para liberar la
tensión y dar lugar a la queja. El hecho de poder poner en palabras lo que
siente cada uno sin tener al otro al lado hace que la persona sienta que se saca
una mochila de encima.

La metodología de iniciar el trabajo por separado tiene como finalidad


estabilizar emocionalmente a cada uno, ya que después de tanto tiempo de
tensión ambos se encuentran quebrados emocionalmente, cansados y
necesitan liberar tensiones.
Luego de este proceso inicial se comienza a trabajar en el restablecimiento del
dialogo perdido y en proyectar objetivos nuevos para la pareja, generando el
reencuentro y la re-significación de los lazos que los unen.

El proceso de terapia no tiene un tiempo establecido, todo depende de cómo


responde cada persona al trabajo terapéutico y de la funcionalidad de cada
pareja en la terapia. Generalmente al inicio de la terapia, las parejas comparan
sus experiencias terapéuticas con las de otras parejas, que muchas veces son
las que les recomendaron ir a terapia. Aunque es bastante frecuente, ese tipo
de comparaciones es erróneo: “Cada terapia de pareja es única para cada
pareja”.

Es bueno poner expectativas en la terapia, pero también es importante


entender que durante el trabajo se pasan por diferentes fases, momentos de
avance, algunas veces de estancamiento y otros en los que parece que se ha
producido una regresión a las mismas situaciones por las cuales consultaron al
psicólogo. Todo lo antedicho es parte del proceso normal, lo importante es ser
constantes y no creer que todo se derrumba ante el primer obstáculo. El
trabajo toma tiempo, es paso a paso, hay que armarse de paciencia y no
dejarse inundar por la ansiedad que las cosas se resuelvan de inmediato, sino
que hay que entender que los logros duraderos se ven y se fijan con el tiempo.
VOCES

María (estudiante universitaria de 23 años): Cuando me preguntan cómo así


elijo seguir en esta relación con una persona que, evidentemente, no es
recíproca con lo que yo aporto a nuestra relación, lo que me respondo es que
no importa, lo que cuenta es ver feliz al ser que amo y no sentirme sola. No soy
una esclava de amor, disfruto de dar amor, si el otro no lo valora es su
responsabilidad. No renuncio al placer de experimentar el placer de amar, que
me hace sentirme viva. Si va bien, qué bueno, si va mal, lloraré, se me pasará y
probaré nuevamente. Que alguien te acepte y que aceptes al otro es la única
opción para no quedarnos solos y tristes. Nuestros sueños se realizan
plenamente cuando encontramos y construimos el amor. Esa es la búsqueda
diaria que nos compromete y transforma.

Juan (empleado público de 35 años): Reconozco que más que amor, mis


relaciones son un viaje de ida y regreso por lo que imagino que merezco y no
encuentro. Puede ser, como ustedes me hacen reflexionar, que mi miedo a
amar, me impida mostrarme vulnerable y nunca sea realmente auténtico en el
amor. El riesgo de confiar es que te hieran, que te quemes, y lo que te quita el
no confiar es la paz y el disfrutar de la relación con libertad. Tener pareja, no
nos engañemos, es elegir estar en una eterna lucha de poder. Por eso me casé
y aquí estamos en el tercer proceso de terapia de pareja, hablando de los otros
en lugar de hablar de nosotros. Cuando llegan los hijos, los cuentos del amor
romántico se destruyen y todos entramos en la rueda de obligaciones,
renuncias y nos toca seguir más que con la pareja, por la familia. Comprendo
que, si admiro a mi pareja, si hay mutuo buen trato, si existe complicidad y nos
reímos juntos, si cada uno aporta para la realización del otro sin dejar la propia
realización, las crisis se afrontan como equipo y se superan. Lo difícil es
sostener esto en las relaciones.

Laura (socióloga, 41 años): Cuando comienzas una relación ya sabes que se


va a terminar y sabes por qué se va a terminar. Lo que hacemos, perdiendo
juntos el tiempo y diciendo que esa pérdida es nuestro amor feliz, es retrasar
con trampas la constatación de que nos imaginamos tener una pareja que
nunca existió ni existirá y nos cansamos de que nos idealicen porque es doble
trabajo cada día y de venderle gato por liebre a nuestra pareja. Entonces
inventamos quejas y resentimientos, nos desgastamos con culpas y
estupideces, hasta que no tengamos que seguir con una máscara que no nos
deja respirar. Sentimos alivio y luego nos morimos de soledad extrañando lo
que perdimos, y nos arrastramos sin pena ni gloria mendigando amor, es lo
típico; así están mis amigas y mis amigos, también yo y mis ex parejas. Si
logramos crear un vínculo importante que sea significativo hay que cuidarlo,
no dejar que se desgaste o se pierda, ahí se ve nuestra capacidad, sensibilidad
e inteligencia reales. Por ir de noveleros o irresponsables no valoramos lo que
tenemos, no lo innovamos o reinventamos, no lo disfrutamos. Por la tontería
de esperar el amor único y perfecto me perdí experiencias que me habrían
hecho sentir más humana y cómo he dicho aquí, de lo que me arrepiento no es
de lo que hice sino de todo lo que no hice en mi vida.

Pedro (médico, 53 años): Llamamos amor, a lo que es necesidad de desahogo


sexual. Mis infidelidades, que no considero importantes y que mi pareja no
tiene por qué enterarse, como tampoco me interesa saber si ella tuvo
aventuras, demuestran que hay varios tipos de compromisos y pactos: un tipo
de responsabilidad es la que tengo con mi familia, mi mujer y mis hijos, a los
que protejo, quiero y valoro; otra responsabilidad es la que tengo con mis
propias necesidades adultas, a las que no responden totalmente ni mi familia
ni mi pareja. Es decir, es imposible que una sola persona satisfaga todas tus
legítimas necesidades y expectativas; en lugar de lastimarse o perderse, hay
que manejar opciones y alternativas con responsabilidad, sin dañar a nadie y
sin renunciar a vivir lo que uno desea, para no culpar a quienes te quieren ni ir
amargado por la vida. Reconozco, con ustedes, que me siento vacío con
frecuencia, sin embargo, no hay perfección en la vida de nadie y a mis padres
les fue peor. Mi madre era puro sacrificio, frustraciones y renuncias; mi padre
solo obligaciones, una doble vida y lejanía. Con mi mujer y mis hijos somos
cercanos, nos apoyamos y queremos. Los hombres tenemos mejor suerte que
las mujeres en esta sociedad. El tema es que se diga lo que se diga, el amor
necesita de buen sexo y de medios económicos, lo demás es retórica. Bueno,
no ser mala persona con el otro y los demás también ayuda.

Sofía (comunicadora, 30 años): Yo no creo en el amor que implique una


“cárcel” en la que deba hacer o no hacer determinada cosa.  Mi madre me lo ha
demostrado con el sacrificio que dice haber hecho para que yo tenga una
familia y un padre y que me hace saber en cada factura emocional que me
pasa cada cierto tiempo. No entiendo el amor eterno ni obligado, me convence
más un amor que sé que terminará (no sé cuándo) pero que también me
genere alegría y asombro por explorar, comprender, plenitud, gozo,
curiosidad.  En este proceso he hecho conciencia que las rutinas y el
posponerse empobrecen cualquier relación, dejan individuos frustrados y en
condiciones de subalternidad, por eso, sólo la exploración honesta alimenta
positivamente la propia vida y la relación con la pareja. No creo en lo que mis
amigas dicen sobre su “tipo” de hombre, o el hombre que quieren, yo quiero
un hombre o una mujer, a mi lado, que me permita ser yo y que quiera ser
él/ella conmigo. Y que dure lo que tenga que durar, aceptando la angustia y la
liberación que implica.

Santiago (comerciante, 60 años): Toda mi vida ha sido un juego a las


escondidas. De mis padres, de mis amigos, de mis trabajos. Estar casado, tener
hijos y ser gay -sin que nadie se entere- en este mundo es algo que te desgasta
y no tienes paz. Cada momento feliz fue a medias. Soy el tipo que renuncia
para que los demás estén contentos y se sientan tranquilos. Soy el que quieren
los otros para que me acepten, valoren y me reconozcan. Lo que me di cuenta
tarde es que a estas alturas de mi vida lo que no hice a tiempo ya no lo podré
hacer jamás; llámenle crisis de la mediana edad o como quieran, es cierto: la
persona que soñaba ser no será nunca. Me he sentido amado a un precio muy
alto. Yo también amo intensamente, si bien la sensación de miedo y de ser un
impostor me acompañan todo el tiempo. Confío que mis hijos sean distintos,
mi esperanza es que sean lo que necesitan ser con ellos y con los demás. Veo
que vamos por la vida como ciegos con la fantasía del amor. Y cuando nos
juntamos con otro ciego nos decimos pareja y nos casamos. La tragedia es que
creemos que no estamos ciegos, sordos y mudos y cuando elegimos ver, oír y
hablar, ya es demasiado tarde.

Raquel (arquitecta, 50 años): Sobre las relaciones de amor no hacemos más


que repetir lugares comunes y vivir lo que los prejuicios de nuestras familias,
historias y culturas nos imponen. Lo triste suele ser que luego reproducimos lo
mismo con nuestras hijas en particular y con nuestros hijos también. Si no nos
hemos divorciado a tiempo como la inteligencia demandaba, de una pareja a la
que dejamos de amar y a la que no deseamos o que nos maltrataba, pues nos
buscamos hobbies de diverso tipo para torear la responsabilidad de
reflexionar, de hacernos cargo y responsables de darle un sentido y un
significado trascendente a esta vida humana que es breve y no hay otra. Hay
mucha telenovela, películas románticas y publicidad para comprar y vender
relaciones que «deben» ser de una supuesta manera feliz, que en realidad sólo
significan control del deseo y opresión para las mujeres, en particular. Las
preguntas importantes sobre las relaciones de las parejas siguen sin respuesta
y probablemente no importa si aparecen respuestas, lo que sí importa es no
dejar de hacer preguntas, aunque incomoden. Como en todo, la diferencia es
ser creativos. Y, ser creativos en el amor es hablar juntos un lenguaje nuevo,
que produzca alegría.

Finalmente, a los posibles lectores, les invitamos con respeto, a pensar con
esta pregunta:

¿Qué vas a hacer de distinto con tu historia?

La construcción de lo posible – un sentido y un propósito- se construye en el


proceso complejo del diálogo…

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