Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Fuentes:
Perez Largacha, A.: Egipto en la época de las pirámides; Madrid, Alianza, 1998.
Drioton, E., Vandier, J:: Historia de Egipto; Buenos Aires, EUDEBA, 1968.
El imperio antiguo comienza, según las fuentes consultadas, entre -2770 y -2778 y
culmina en -2152 para Perez Largacha y en -2423 para Drioton-Vandier (en la “ficha de
cátedra”, sine data, abarca desde -2686 hasta -2181). Nótese la diferencia de 261 años
entre las fuentes. Por ejemplo, mientras Pérez Largacha ubica a la sexta dinastía en el
-2200 (reinado de Pepi II); Droiton-Vandier ubican para la misma fecha a la dinastía
tebana (undécima) que comienza con el nomarca Antef.
El primer período intermedio, que comienza entre el -2300 y el -2150 y culmina
entre el -2065 y el -2040, siempre según variación de fuentes, comienza con la caída de
Merenre II, sucesor de Pepi II, quien fue reemplazado por una oligarquía, la Dinastía
VII según Manetón, un sacerdote historiador del siglo –III. Este período se caracteriza
por una feudalización: una pérdida del poder faraónico y de su legitimación religiosa, y
un aumento del poder y la autonomía de los nomarcas, lo que lleva a una escisión entre
dinastías de soberanos heraclopolitanos y tebanos. La guerra civil entre ambas termina
con la victoria tebana y el reino unificado bajo Mentuhotep.
Pérez Largacha encuentra además de los factores antecitados, otros, internos: la
caída del nivel del Nilo, y por ende de las cosechas, y externos: la desecación climática
también afectó la Mesopotamia; las migraciones se sucedieron y ello forzó a Egipto a
una reorganización administrativa y militar a partir de la V dinastía, con una
atomización del poder del faraón, especialmente por la autonomía militar. La crisis fue
producto de factores varios concluye el autor, pero lo que más le interesa es señalar que
fue breve y demostró el dinamismo de la civilización egipcia. En todo su texto
argumenta contra lo que llama el mito de que la IV dinastía fue la más importante a
partir de la monumentalidad de sus pirámides (Kefrén, Micerino), y resalta en cambio
una línea de continuidad con el período medio: “La ideología establecida por los
primeros faraones era válida para un marco cultural, social y económico dados, siendo
lógico que cuando se produzcan cambios en él comiencen a aparecer fisuras” (op cit.,
pág. 258, las negritas son mías). Son fisuras, entonces, pero en un gran edificio: la
civilización egipcia.
Lo interesante es que ya en el imperio nuevo los autores destacan que el poder del
rey depende de la legitimidad que le confiera el sacerdocio de Amón (“que desempeñó
en el imperio nuevo un papel extraordinario”), y que además debe transferir parte de su
poder a los visires, a los virreyes. Estamos viendo cómo se reorganiza la función de la
soberanía del estado, debemos tomar en consideración que se trata de un estado militar
importante.
Posteriormente, hacia el -1054 el ejemplo del reinado sobre Tebas de Pinedjem I,
gran sacerdote de Amón, visir y jefe del ejército, nos permite apreciar cómo el clero ha
conseguido establecer sus jurisdicciones en algunas zonas de un Egipto atomizado.
Evidentemente, el estado ha fracasado en su política administrativa, de soberanía y
militar. Las rebeliones populares, como por ejemplo la tebana de ese período, parecen
atestiguarlo.