Período Tardío. Conocido también como Baja época Saita es el período de 200 años que comprende las dinastías XXVII-XXX (525-332 a.n.e.), en el que Egipto se tambaleó entre el gobierno persa y cortos períodos en los que faraones nativos lograron nuevamente el control (dinastías XXVIII-XXX). En el año 343 a.n.e. los persas conquistan Egipto por última vez, finalizando el reinado de Nectanebo II.
Características: Inicio y desarrollo del Período Tardío
Este período comienza con la reunificación del país por Piye, que abre la dinastía XXV que estará marcada por la pérdida de control del país después de la invasión asiria que va a dejar profundas heridas en el espíritu de los egipcios: los asirios saquearon y quemaron sus templos y ciudades como por ejemplo Tebas. La mala administración de la nación egipcia fomentará o promoverá la aparición de la dinastía Saita XXVI, de origen libio.
RECORDANDO EL PRIMER PERIODO PERSA DE EGIPTO
En general, lo que podemos deducir de la primera invasión persa de Egipto a partir de
las fuentes de conocimiento es que este régimen persa no fue muy opresivo, y que incluso hubo bastantes egipcios que consiguieron aceptarlo. Sin embargo, en la otra cara de la moneda también nos encontramos regiones en las que solía haber tensiones, que eran causadas por dos grandes motivos: la manifiesta xenofobia de los egipcios hacia los persas, lo que dificultaría su integración como una más de las provincias persas, y las ambiciones de distintas familias poderosas egipcias que aprovecharían cualquier momento de debilidad para intentar conseguir la independencia para Egipto Cambises II (529-522 a.n.e.) sucedió a su padre Ciro. Cambises concentró su política exterior hacia Egipto, y la conquista de dicho país fue sustentada por varias traiciones: de Samos, de un general mercenario griego y del egipcio Udyahorresne, gran sacerdote de Neit de Sais y jefe de la flota. Cambises derrotó a Psamético III en Pelusio (525 a.n.e., ciudad situada en el brazo más oriental del Nilo) y luego tomó Menfis. Cambises regresó a Asia, dejando en Egipto como gobernador al persa Ariandes. Muerto Cambises y derrotado a su vez Gaumata por Darío (miembro de una rama colateral de la dinastía persa), estallaron rebeliones nacionalistas a lo largo y ancho del imperio. El Egipto recién conquistado se vio implicado en ellas, aunque sin éxito; de hecho las demás rebeliones fueron reprimidas en unos dos años por Darío I, quien se proclamó emperador (521-446 a. n.e.). Bajo Darío I está claro que se protegió a la religión egipcia: se realizaron donaciones a los templos de Neit de Sais y Osiris de Busiris, a su vez se protegió el culto a Amón. Economía y comercio Económicamente, las provincias de Egipto y de Babilonia funcionaban como abastecedoras de trigo -incluido este en el tributo- y demás productos agrarios y derivados, así como papiro en el caso egipcio. Grandes extensiones de tierra de las provincias conquistadas quedaron en manos de nobles persas. Darío reabrió el canal que unía el mar Rojo con el delta del Nilo (abierto por primera vez durante el Imperio Medio), promoviendo el comercio hacia Persia, Mesopotamia y probablemente la India, vía Océano Índico, dando gran prosperidad a las ciudades del delta.
FACTORES A FAVOR DE PERSIA
No se sabe a ciencia cierta la razón concreta de la segunda invasión persa de Egipto. Sin embargo, podemos aludir a una serie de factores que seguro que estuvieron implicados y pusieron la balanza inclinada a favor de los persas. En primer lugar, habría que hablar de la ineptitud de los altos cargos del ejército egipcio. Éstos estaban más ocupados de pelear internamente entre ellos por el poder que de luchar contra el enemigo externo que les venía de frente. Una cosa habitual eran los ataques de celos que les daban a los generales egipcios si el rey de turno nombraba generales de origen extranjero para el ejército egipcio. Esto sucedió, por ejemplo, cuando el rey Hakor contrató al ateniense Cambria como general, o cuando el rey Teo puso al rey espartano Agesilao II al mando de las tropas griegas que luchaban por Egipto. Un segundo factor clave del que podríamos hablar es la ineptitud de las propias acciones militares de los reyes egipcios. Estas acciones eran vitales, porque de ellas dependía el destino de un país, y seguramente fueron una de las causas que favorecieron la invasión persa de Egipto. Por ejemplo, una cosa que tienen en común las fuentes de conocimiento que tenemos de ese periodo es que todas dejan a Nectanebo II, el último rey local egipcio de la XXX Dinastía, como un cobarde y un inepto que no supo hacer frente a los ataques persas. El que los persas atacaran por el mar era un gran problema para los egipcios por un gran motivo: ante la falta de recursos financieros, Nectanebo II había sacrificado parte de la flota naval que había creado el rey anterior, Teo, para aumentar su contingente militar por tierra, de modo que tendría en torno a 100 000 combatientes en tierra (unos 60000 egipcios y unos 40000 mercenarios extranjeros).
FACTORES EN CONTRA DE PERSIA
Sin embargo, no todo era malo para los egipcios y bueno para los persas. El imperio persa se encontraba a mediados del siglo IV a.C. en luchas internas, incluso en el seno de la dinastía real, los aqueménidas. La reina Parisatis, esposa de Artajerjes I de Persia, había hecho envenenar a una de sus nueras, la reina Estatira, que se había casado con Artajerjes II, uno de sus hijos. Como consecuencia de esta conspiración palaciega, murieron tres de los hijos de Artajerjes II, con lo que accedió al trono el que sería Artajerjes III, el rey persa que finalmente conquistaría Egipto en el 343 a.C. tras una quincena de años reinando ya en Persia (reinó entre el 358 y el 338 a.C.). Por tanto, para sintetizar un poco con tanto nombre persa, podemos decir que, mientras el Imperio Persa se desangraba auto destruyéndose a sí mismo (perdieron el control sobre sus dominios en Asia menor), los egipcios tomaban un respiro, un breve descanso, para preparar mejor la defensa de su territorio ante la embestida persa.
Rebeliones contra el Imperio persa
Luego de la crisis del 520 a.n.e., Egipto pasó unos 35 años de paz estable bajo la dominación persa. La primera rebelión se desarrolló en los últimos años de Darío I, y fue reprimida bajo su hijo Jerjes I (485-425 a.n.e.). Desde entonces la política internacional persa hacia el frente occidental del Imperio se volcó hacia lograr la conquista de Grecia e impedir rebeliones en Egipto. Las causas de las rebeliones egipcias no están muy claras, no obstante, algunas de ellas pueden ser el peso de los tributos, la concentración de tierras en manos persas, la búsqueda de ascenso político-social de ciertos líderes, y de nuevas alternativas económicas. De 481 a 479 a. C. Jerjes invadió Grecia, pero nuevamente los persas fueron repelidos gracias a la alianza de las ciudades hegemónicas de Esparta y Atenas. Esta última se convirtió en una potencia naval y enemiga del Imperio persa, lo que permitió su alianza con una segunda rebelión en Egipto (469-461 a. C.), la que fue, de todos modos, derrotada por generales persas. Las rebeliones en Egipto y las campañas fallidas contra Grecia son contemporáneas a rebeliones en Babilonia. La próxima rebelión egipcia aprovechó una crisis dinástica en los primeros años del rey Artajerjes II. El líder egipcio Amirteo reinó por unos seis años, tras los cuales fue depuesto por otro egipcio, Neferites I.
Período de independencia (404-343 a. C.)
Las tres dinastías de este período tuvieron su capital en el delta del Nilo (la XXVIII en Sais, la XXIX en Mendes y la XXX en Sebennitos), y todas ellas tuvieron que enfrentarse, no sólo al Imperio persa, sino a conflictos internos. Aun así, Egipto logró mantener su independencia durante sesenta años e incluso realizar ofensivas, debido en gran parte a las rebeliones y crisis dinásticas por las que pasaba frecuentemente el Imperio. Si bien hubo enfrentamientos anteriores, Egipto no fue atacado hasta el reinado de Acoris (385-383 a. C.), resultando los persas derrotados. Los reyes egipcios realizaban alianzas, ofensivas o defensivas, con las ciudades- estado de Grecia, primero con Esparta, luego más frecuentemente, con Atenas. Egipto funcionaba como abastecedor de trigo de los ejércitos griegos aliados, además estos recibían pago monetario, pues eran mercenarios. Los mercenarios griegos pronto se transformarían en un componente casi indispensable de cualquier ejército, y en la fallida invasión persa de Egipto del año 373 a. C., reinando Nectanebo I, los vemos luchando junto a los persas. A pesar de las victorias egipcias, los problemas de la toma del poder de Acoris y los sucesivos cambios de dinastía ponen de relieve la persistente inestabilidad. Esta se hace más patente durante el reinado de Teos (362-360 a. C.), quien realizó una campaña contra las posesiones persas de Palestina y Fenicia, pero su sobrino Nectanebo II se reveló en Egipto y el propio Teos recibió asilo en la corte persa. Los reyes de este periodo buscaban exaltar el nacionalismo (si se puede aplicar este término) mediante la construcción y reparación de templos (a la vez ganándose el favor del clero), los que se acercaban a los estilos de la dinastía saíta, última antes de la primera conquista persa. De todos modos, los conflictos entre el clero y la monarquía terminaron por manifestarse, cuando Teos usó fondos de los templos para reclutar su ejército.
LA SEGUNDA CONQUISTA PERSA DE EGIPTO
Como ya he indicado anteriormente, la segunda conquista persa de Egipto fue llevada a cabo por Artajerjes III de Persia. Tras una fracasada primera expedición en el 351 a.C., Artajerjes reunió de nuevo todo su potencial militar y se concentró en la conquista de Egipto. Como sucedió la primera vez, la insuficiente flota egipcia y los 100 000 hombres al servicio de Egipto no pudieron hacer mucho contra los 300 barcos persas que atacaban por el mar y los 300 000 hombres que atacaban por tierra. A causa del desprecio que sentían muchos hacia Nectanebo II por sus favoritismos hacia el sacerdocio, muchas de las ciudades egipcias se rindieron sin presentar mucha resistencia, lo que se tradujo en una conquista rápida del territorio egipcio. Los persas conquistaron Egipto en 343 a. C. La reconquista persa no duró mucho, ya que Egipto fue conquistado por Alejandro Magno en el 332 a. C.