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Lejos de ser la gran oportunidad que muchos vislumbraron para los medios de
comunicación, la digitalización ha tenido un efecto devastador para gran parte de la prensa.
La Gran Recesión de 2008, unida al avance de las plataformas tecnológicas, se ha saldado
con una importante transferencia monetaria. Los ingresos publicitarios emigraron a esas
plataformas. Las audiencias, también. Esta situación ha devenido en un ecosistema propicio
a la desinformación masiva, una lacra peligrosa sobre la ha alertado el Foro de Davos.
The New York Times ha demandado a Open AI y a Microsoft por entrenar sin permiso a sus
chatbots con contenidos del periódico. En España, unos 80 editores agrupados en la AMI
(Asociación de Medios de Información) han denunciado a Meta (Facebook e Instagram) por
arrebatarles la publicidad de forma abusiva y le exigen 550 millones de euros. La Comisión
Nacional de los Mercados y la Competencia ha abierto expediente a Google, y la Comisión
Europea mantiene su política sancionadora contra estas grandes y multimillonarias firmas.
Toda esta competencia desleal ha agravado el quebranto financiero de los medios con el
alarmante vaciamiento de las redacciones y la precarización del oficio periodístico. Pero el
daño muestra otros perfiles preocupantes. Detrás de las plataformas no hay editores
comprometidos con la función social del periodismo ni reglas deontológicas. Cualquiera
publica en ellas lo que considera. Así, se han convertido en máquinas de difamación y
mentiras que compiten en clics con la labor de un corresponsal de guerra, por ejemplo.
La inteligencia artificial promete avances prodigiosos, pero los riesgos también han quedado
ya al descubierto. En el terreno de la información, la capacidad de engaño de la inteligencia
artificial multiplica de manera exponencial nuestra exposición a los bulos. Se necesitan
conocimientos muy específicos para desenmascarar un vídeo falso, por ejemplo.
Los poderes públicos de nuestras democracias tienen parte de la solución. Aquí se juega
algo más que el sostenimiento y la pluralidad de los medios, que son los que garantizan el
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derecho a la información del ciudadano. Bruselas está acelerando las medidas regulatorias.
Hay que introducir normas que se adapten al mundo digital, pero preserven derechos tan
antiguos como el de la propiedad intelectual o la libre competencia. Aquí, justamente,
puede ayudar la inteligencia artificial, bien para bloquear páginas pornográficas a un menor
o para detectar a tiempo una grave acusación no verificada. Analícense todas las medidas
posibles. Es urgente.
Pregunta 1. Análisis y comentario del texto propuesto. Esta pregunta valorará los
siguientes aspectos:
Pregunta 2. Posicionamiento crítico personal sobre las ideas defendidas por el autor: