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La información como mercancía

por Antonio Montesinos (a.monte@jet.es) Septiembre99


Publicado por primera vez en las páginas de Alejandría:
http://www.web.sitio.net/faq

El auge de las tecnologías de la información ha traído nuevos aires al aburrido


panorama mediático de este siglo. La forma en que los medios de comunicación
tradicionales gestionan la información rozan lo tiránico: unos pocos deciden la
información que van a consumir millones de personas que ni siquiera tienen
derecho a réplica. La unidireccionalidad de estos medios dirige el mango de la
sartén hacia un lado, el lado de los propietarios de las cadenas de tv, radio y prensa,
magnates inmersos en un mercado altamente competitivo, con intereses políticos y
económicos de altos niveles y con un arma muy peligrosa en sus manos para
defenderlos. Pero desde hace unos años, esta situación de indefensión del usuario
medio, del ciudadano devorador de información se ha visto mermada con la
aparición de las grandes redes informáticas, especialmente Internet. La red de redes
es la gran alternativa a la dictadura de los grandes medios. En Internet la
información se mueve en dos sentidos: hacia el usuario y desde el usuario,
cualquier persona puede emitir y recibir; su audiencia potencial es el conjunto total
de personas conectadas; abarca todos los continentes; emplea texto, imágenes y
sonido; es inmediata; la información se puede elaborar, guardar y reenviar al
momento a cualquier sitio y el conjunto total de la red no tiene dueño. Se acabó el
tragarse pasivamente ingentes cantidades de información parida siempre por las
mismas personas con las mismas intenciones. En Internet no es la información la
que llega al usuario sino al revés. Todos deciden, todos opinan y todos participan
por igual del tráfico de datos. La alternativa está ahí y es real, el problema reside
en que aún no está disponible en muchos países, sólo los más desarrollados
capitalizan el 90% de su uso. Si los mercados bursátiles empiezan a mostrar interés
por estas tecnologías parece que está justificado hablar de revolución. Revolución
que empieza a ser tal que en los mercados del compra-venta las empresas de
telecomunicaciones están alcanzando cotizaciones de vértigo. Las grandes cadenas
de TV se alían unas con otras, las compañías de teléfono han puesto su mirada en
nuevos mercados comprando empresas en países en desarrollo e intentando captar
mercado para el futuro, los primeros grandes negocios en Internet están creando
millonarios a nivel planetario, incluso se habla de "infonomía", la economía de la
información... El asunto no es baladí. Y aunque todo esté sustentado por la
economía, que al fin y a la postre es la que hace mover este entramado, hay
factores muy importantes en juego y que pueden determinar de una manera u otra
parte de nuestro futuro como especie. Se trata de la información. La información
no tiene fronteras dentro de Internet. Las posibilidades de comunicación,
formación y aprendizaje han dado un salto cualitativo muy importante gracias a
estas tecnologías. Pero como el papel de la economía es esencial y con lo único
que se puede comerciar dentro de Internet es con la información, esta se está
convirtiendo en la mercancía del nuevo milenio y como mercancía se le trata como
a cualquier otro bien material, siendo en realidad muy diferente. La información no
es algo que se pueda vender por kilos, hectáreas o metros cúbicos. Aparte de su
precio, fijado según parámetros mercantilistas, esta tiene un VALOR. Valor
intrínseco según su contenido y que es de vital importancia para el desarrollo
humano. Si la economía tradicional ha puesto precio a elementos tan importantes
para nuestra subsistencia como son los alimentos, el agua, las medicinas o las
materias primas de uso común, ahora llega la hora de tasar algo que es igualmente
necesario: la información que cada uno de nosotros ha de destilar en conocimiento.
Si la economía del siglo XX no ha conseguido distribuir equitativamente los
recursos básicos en todo el planeta, existiendo grandes bolsas de pobreza y miseria
que ni siquiera tienen acceso a ellos, ¿qué ocurrirá con esta nueva mercancía que
cada vez adquiere más valor? Hay sustanciales diferencias que vamos a analizar.
En principio está claro que como especie nuestro principal cometido es garantizar
unas condiciones de vida óptimas para toda la raza humana, donde el acceso a las
necesidades básicas esté garantizado, cosa que todavía no ha conseguido el sistema
capitalista. Más aún, lo que está logrando es agrandar la brecha entre ricos y
pobres. La sequía y la falta de recursos están haciendo estragos en muchas partes
del planeta y el transporte de estos recursos a aquellos sitios o la creacion de las
infraestrucutras necesarias resulta cara e interesa poco a los países más ricos. Por
desgracia el panorama no es muy alentador. Ante esta perspectiva el primer mundo
se conforma con seguir avanzando y desarrollándose a pesar de que la mayor parte
del planeta se encuentre en condiciones lamentables. Pero aparte de esta situación
de emergencia, lo que sí es cierto es que para un desarrollo integral de las personas,
de los individuos que poblamos el mundo, cuando las necesidades físicas básicas
están cubiertas, se hace urgente una atención a las necesidades emocionales e
intelectuales. La formación, educación y la cultura son el siguiente e ineludible
requisito que necesita una sociedad para avanzar en armonía. Una vez que las
necesidades básicas están colmadas hay que satisfacer las necesidades de
conocimiento para crear personas conocedoras de sí mismas y su entorno y que
sepan aprovechar lo que tienen a su mano para beneficio no sólo de ellos o su
comunidad sino del resto de la especie. En este asunto sí tienen mucho que decir
las nuevas tecnologías de la información. Si llevar agua o alimentos a zonas
desprovistas de ellos es una tarea difícil y costosa, gracias a los satélites y redes de
datos llevar información de una parte a otra del planeta se está convirtiendo en algo
cada vez más sencillo. Las necesidades de información y conocimiento de, al
menos una parte del mundo, empiezan poco a poco a garantizarse. Cada día cada
vez más personas tienen la posibilidad de acceder desde su casa a grandes
cantidades de información y de aportar su contribución al enorme cúmulo de
conocimientos mundial que está suponiendo Internet. Si la mayor parte de la
información que nos llega es vía medios de comunicación, con todo lo que ello
supone, hoy al menos existe la posibilidad de ser nosotros los que elijamos las
información que queramos e incluso de eleborarla. Y en cuanto los países en vías
de desarrollo avancen y se creen las infraestrucutras mínimas, estos también
estarán en disposición de hacerlo. Pero si, como decíamos antes, el acceso a los
recursos físicos básicos (agua, alimentos y medicamentos) no es equitativo y el
mismo hombre tiene gran culpa de ello, ¿qué ocurrirá con el acceso a la
información? ¿pasará lo mismo? ¿cuáles son los principales enemigos que tiene el
libre acceso a la información? Vamos por partes:

1.- Las grandes compañías de telecomunicaciones Aún dentro de las sociedades


económicamente desarrolladas, el acceso a Internet es inviable para un gran
número de usuarios debido a los costes de conexión, que en muchos casos son
prohibitivos (en España la compañía Telefónica triplicó el precio de coste por hora
de conexión en el verano de 1998). En los países en vías de desarrollo estas tarifas
pueden llegar a ser mucho mayores. Estos costes para el usuario están suponiendo
una fuente de ingresos muy interesante para estas grandes compañías que no paran
de crecer y hacerse con las principales líneas de interconexión de Internet, algo que
no favorece el sistema de trabajo y gestión descentralizado que caracteriza a la red.
Quien gestiona las carreteras gestiona los coches que circulan por ella.

2.- Los intereses gubernamentales La expansión de un medio de comunicación tan


anárquico, libre e incontrolable como Internet choca frontalmente con las
intenciones de control de los estados. De hecho, en China y algunos países
islámicos el acceso a Internet está fuertemente restringido. Quitando a los muchos
políticos que aún no se han enterado, los que ya conocen de los peligros de la red
no tienen de momento otra alternativa que rendirse, al menos hasta que inventen
algo.

3.- Los derechos de autor Asunto de vital importancia. Si bien es cierto que el
trabajo intelectual tomado como mercancía hay que protegerlo, también es cierto
que ese mismo trabajo tomado como conocimiento hay que promocionarlo.
Cualquier esfuerzo por diseminar el conocimiento será poco y siempre serán
escasas las iniciativas destinadas a hacer accesible la información a cuanta más
gente mejor. Digámoslo claro: el copyright es un asunto puramente mercantil.
Todo autor está deseando que su obra sea conocida y llegue al mayor número de
usuarios posible, pero lo que no está dispuesto es a que no genere ingresos. Aún
teniendo en cuenta esto, aún respetando el trasiego comercial de la información
(sean textos, imágenes, sonidos o películas), y las leyes del copyright, se hace
necesaria una conciencia CULTURAL que contemple la gratuidad en el uso y
copia de documentos para fines no comerciales (uso educativo). El avance que
supondría a medio y largo plazo la libre disposición del fondo de conocimientos de
la humanidad sin las restricciones del copyright para estos usos sería inaudito en la
historia del hombre. Tenemos el soporte (redes informáticas) y las posibilidades de
hacerlo, lo único que queda es generar la conciencia de que el conocimento tiene
valor aparte de precio. Pero seamos realistas, si no lo hemos conseguido con el
agua, los alimentos y las medicinas, difícilmente pasará con la información.
4. La información tomada como mercancía. Al final todo se reduce a esto. Este
cuarto punto vale por los tres anteriores y por cualquier otro que se quiera añadir.
El verdadero valor de la información no es el económico. La información, el por
qué de las cosas, no debe pertenecer a nadie y no debería pesarse en dólares,
francos o pesetas. Las ideas simplemente son y lo único que hacen es manifestarse
a través de quienes las enuncian. Atribuirles dueño es un error de concepción. Sería
más exacto atribuirles descubridores. Si seguimos pensando en términos
económicos la historia seguirá repitiéndose una vez más. Da igual lo que tengamos
entre manos: comida, libros o, lo que es más triste, personas, aún seguiran teniendo
más los mismos de siempre.

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