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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN
PSICOANALÍTICA II
Guadalupe Montserrat Reyes Núñez
1793894
Grupo: 008 Salón: 226
Lic. María Duque Mora
La utilización de la contratransferencia
Es importante entender que ningún terapeuta es capaz de atender todo tipo de pacientes y en
caso de que acepte a uno es porque él considera tener un método de trabajo que le ayude con la
relación del sujeto. Aparte de su preparación académica es importante mencionar que es de
mucha ayuda que el terapeuta lleve por fuera su psicoterapia psicoanalítica ya que esta le
ayudara a que sus problemas emocionales no interfieran en la terapia con el paciente y lo
ayuden a aprovechar los movimientos emocionales que el paciente le provoca.

Es importante tener en cuenta que algunos problemas específicos de la personalidad del


terapeuta pueden obstaculizar la relación con el paciente. Los terapeutas sentirán emociones en
la terapia con el paciente por eso es importante llevar su propio análisis, pero si estas
emociones pasan desapercibidas o no son calibradas dañaran de alguna manera la relación de
ambos. Cualquier tipo de emoción que se sienta con el paciente debe ser para estar alerta,
escuchando al paciente y a sí mismo, para poder investigar de donde viene ese sentimiento,
fantasía o deseo. Hablar de la contratransferencia, inducir en el terapeuta determinados
sentimientos también es una forma de comunicación por parte del paciente, aun cuando
también es una forma de controlar, agredir y anular su funcionamiento al servicio de la
resistencia.

La disponibilidad para la comprensión

Al momento de acudir a la primera entrevista e incluso a las primeras sesiones, el paciente no


tiene una idea clara de cuáles son sus problemas que lo tienen ahí en análisis. Para esto, las
intervenciones del terapeuta deber centrarse en la síntesis, la confrontación, clarificación e
interpretación para que de esta manera pueda eludir las contradicciones, negaciones, puntos
ciegos y temores no adecuados a la realidad que hacen desfigurar la situación y la hacen
imposible de resolver. Si el terapeuta organiza bien todo el material que le ofrece el paciente
hará que el sujeto a su vez se sienta tranquilizado y motivado en emprender un trabajo que le
ayude a mejorar su estado.
El interés por el paciente

Naturalmente, este interés y respeto por el paciente no ha de consistir en una mera posición
teórica o en una enfática declaración de principios, sino que se traduce en los mil y un detalles
de la práctica cotidiana. El ajuste a los horarios concertados, la atención a las palabras del
paciente, el esfuerzo por recordar todos los detalles de la comunicación, las intervenciones, ser
hostil, no responder agresivo o índole, la privacidad; son pruebas de consideración e interés
que el paciente sabe captar perfectamente.

Ofrecimiento de tolerancia y aceptación

El terapeuta debe poner de manifiesto la más flexible tolerancia y la más amplia comprensión,
evitando absolutamente cualquier reproche o juicio moral. El paciente ha de sentir que es
tratado como un adulto en todo momento, pese a que en su relación con el terapeuta necesite
poner en juego emociones y reivindicaciones infantiles, las cuales son aceptadas
temporalmente por el terapeuta, a fin de que pueda alcanzar a desplegar una expresión más
madura de sus sentimientos.

El terapeuta debe responder con una tolerancia hacia sentimientos e impulsos agresivos,
hostiles y envidiosos del paciente, que de esta manera no signifique ni condena ni perdón; ni
oponerse a ellos ni estar de acuerdo, sino una aceptación del derecho del paciente a expresarse
libremente y ser como es. En ningún caso debe de responder hostilidad con hostilidad,
desprecio con desprecio, intentos de seducción sexual con reprobación, etc. pero tampoco caer
en la actitud opuesta y exhibir un talante falsamente protector o de total acuerdo y conformidad
con cualquier cosa que exponga y haga el paciente.

Una de las formas de ´poner en relieve la aceptación del paciente descansa en la actitud ante
las resistencias, estas deben de ser interpretadas, mostrando el significado de las mismas y su
naturaleza de oposición al avance terapéutico. Pero, al mismo tiempo, no deben ser combatidas
con ninguna clase de argumentos ni ha de convertirse al paciente en culpable de la falta de
progreso de ellas. Mientras el paciente no vea las cosas de otra manera, está en todo su derecho
en continuar manteniéndolas, ya que, con ellas defiende la ansiedad y el dolor mental que le
amenaza a su interior y que solo un adecuado insight podría evitarle.
Neutralidad

La neutralidad se pondrá de manifiesto si, al tratar acerca de cualquier sentimiento o conducta,


el terapeuta permanece muy consciente de que sus juicios y opiniones acerca de cualquier
asunto de interés humano no son mejores ni peores que los del paciente, ni tienen porque
prevalecer sobre los de éste. Con esta idea bien firme en la mente, desaparecerá cualquier
asomo de crítica, condena, aprobación, asentimiento o rechazo, para dar paso, a tan solo al
intento de comprender y explicar. Este reconocimiento que tiene el paciente a sostener sus
propias opiniones, incluso aunque crea que estas lo llevan al fracaso, le ayudan a darse cuenta
de que su vínculo con el terapeuta es una verdadera relación de trabajo en la que cada uno
desempeña la función que le corresponde.

Lo mismo es válido para la decisión de continuar o no el tratamiento. Éste debe llevarse a cabo
siempre sobre la base de que responde a la libre voluntad del paciente y así se le debe de hacer
entender. Toda demanda de interrupción debe ser tratada, como una resistencia si el estado
actual de la situación terapéutica así lo indica, pero sin que ello conduzca nunca a una apología
a favor de la continuidad del tratamiento, ni a intentos de imponer un principio de autoridad en
tal sentido.

Empatía

Se entiende por empatía la capacidad de sentir con el otro, de sentir lo que el otro siente. Pero
no debe confundirse esta capacidad de empatía con la participación emocional, con un
despliegue de los mismos sentimientos. En la empatía se trata de entender lo que el otro nos
comunica, dejando resonar en nosotros las vivencias emocionales que él quiere transmitirnos,
lo cual no debe confundirse con el hecho de que nosotros tengamos estas vivencias.

La capacidad de empatía del terapeuta le permite entender los sentimientos y deseos que el
paciente le describe, ya que puede dejar que ellos resuenen parcialmente en su interior, lo cual
no quiere decir que los experimente de la misma manera. Entiende la tristeza del paciente, pero
no se siente triste como él. Al transmitir a su paciente su capacidad empatía, éste se siente
comprendido y acompañado en lo que pudo ser una enorme soledad.
5.3 Transferencia y relación de trabajo

La relación de trabajo como especialización de la transferencia Para que un proceso


psicoanalítico sea posible debe existir algún deseo de colaboración por parte del paciente ya
que nadie puede ser tratado con estas técnicas en contra de su voluntad y en ausencia de un
mínimo deseo de colaboración.

Las dificultades con el paciente comienzan cuando se intenta teorizar acerca de qué cosa es
esta relación que permite al paciente cooperar con el terapeuta, en contra de sus propias
resistencias que le protegen del dolor mental consecutivo al develamiento de sus conflictos
inconscientes.

Existen autores que denominan como “alianza terapéutica” o “de trabajo” la relación que
establece el analizado con el analista para colaborar con él. Esta orientación teórica que
subraya especialmente el papel del yo conlleva el predominio del análisis de las defensas desde
la superficie hasta la profundidad. Las interpretaciones transferenciales profundas en la
primera parte del análisis se consideran ya sea totalmente incomprensible para el paciente o si
las defensas son poco estables generarán una inmensa ansiedad.

Sandler (1969) cree que la alianza de tratamiento se encuentra basada en los deseos, consciente
e inconscientes del paciente de cooperar, así como en su disposición para aceptar la ayuda del
terapeuta y superar sus dificultades internas. En la alianza de tratamiento o terapéutica existe
una aceptación de la necesidad de investigar los problemas internos y realizar un trabajo
analítico frente a las resistencias externas e internas.

Freud se preguntaba cómo es posible que la transferencia sea, al mismo tiempo, una resistencia
que se opone al descubrimiento del inconsciente y que se halla al servicio de la perpetuación
de los síntomas, el más valido instrumento de que dispone el terapeuta en su afán de
investigador y aquello que más fuertemente motiva al paciente a colaborar en el
descubrimiento de lo reprimido. La respuesta que nos da Freud es que la transferencia se halla
compuesta por dos elementos, unos interfieren en la cooperación del paciente, actuando como
una resistencia, mientras que los otros le inducen a esforzarse en cooperar con el terapeuta. Los
aspectos no cooperativos se hallan constituidos por elementos agresivos y negativos. La parte
colaboradora de la transferencia está formada por los sentimientos positivos hacia el analista.
Teniendo en cuenta que la transferencia es la repetición, en el terapeuta, de los deseos y
sentimientos infantiles nos encontramos con el problema de saber por qué el paciente se alía
cooperativamente con quien no tiene como objetivo satisfacer estos deseos, sino, por el
contrario, frustrarlos y transformarlos en otros deseos y sentimientos de tipo adulto.

El terapeuta tiene que mover al paciente, sin titubeos, en la dirección contraria en la que la
transferencia le impulsa a marchar, ya que la finalidad de ella es repetir indefinidamente la
situación infantil y lograr la satisfacción de los impulsos por ella adscritos. Pero es a través de
la transferencia que el terapeuta logra sus fines, que son los de conseguir que el paciente
modifique sus pautas de relación con sus objetos internos y, a partir de aquí, con el mundo que
le rodea. La relación de trabajo es también un sentimiento transferencial, como todos los
sentimientos y fantasías que en el curso del tratamiento. La transferencia se manifiesta en
forma de fenómenos regresivos, resistencias y toda clase de sentimientos y pulsiones en torno
al terapeuta. Y entre estos, el amor y el reconocimiento, la gratitud y la posibilidad de
identificación proyectiva que capacitan al paciente para estructurar una adecuada relación de
trabajo.

El terapeuta se sirve de la transferencia para sus fines de desvelar el inconsciente y dar al


paciente la posibilidad de modificar el estilo de sus relaciones objétales y que a la vez entre
estos fines se halle incluida la disolución de la transferencia, y ello es porque de lo que se trata
es de que el paciente recuerde, tome conciencia, se haga cargo de sus experiencias, reconozca
aspectos de sí mismo, perciba sus conflictos internos, etc., en lugar de repetir ciegamente las
mismas pautas infantiles de relación, estériles y paralizadoras.

En otras ocasiones, el abandono del tratamiento se produce en cuanto el paciente percibe que
este le obliga a enfrentar ansiedades dolorosas, a descubrir sentimientos y fantasías que
lesionan su autoestima y a soportar heridas narcisistas. Difícilmente se diferencia entre los
impulsos positivos dirigidos hacia el terapeuta que incluyen el deseo consciente de mejoría,
por un lado, y el establecimiento de una verdadera relación de trabajo, por el otro. Yo creo que
es la disponibilidad por parte del paciente, para soportar el sufrimiento mental originado por el
acercamiento a lo más íntimo de sí mismo, su afán por conocer y la manera como elabora y
utilizando aquello que se le explica lo que permite perfilar la existencia de una verdadera
relación de trabajo.

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