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¿Cuáles son los límites del conocimiento?

Miguel Enrique Naredo Rojas

Universidad de Oviedo
Facultad de Filosofía y Letras (Grado en Filosofía)
Docente: Eva Álvarez Martino

Oviedo, España
15 de diciembre de 2023
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Conociendo el conocimiento

"La imaginación es más importante que el conocimiento.

El conocimiento es limitado y la imaginación circunda el mundo".1

Albert Einstein.

Desde los inicios del razonamiento y los orígenes de la filosofía, el conocimiento ha ocupado
un puesto central en las disertaciones de los pensadores. Enfocándose en cuestiones
referentes a cómo conocemos y qué podemos conocer, en vez de preguntarse por la propia
naturaleza del conocimiento y sus límites (temas que, pese a no tomar el puesto principal, se
encontraban intrínsecos en los planteamientos de forma indirecta). No es hasta la modernidad
que el enfoque sobre el conocimiento empieza a ser objeto de reflexión, y, con mayor ahincó,
a partir de siglo XIX. Donde pasara a ser el protagonista de un campo de estudio específico
dentro de la filosofía (epistemología2). Con ello, emergen diversas preguntas de gran interés
para los filósofos, entre ellas, la pregunta que nos ocupa hoy; ¿Cuáles son los límites del
conocimiento?

En un primer momento, la cuestión sobre los límites del conocimiento se centraba sobre los
objetos y no era referente al conocimiento en sí, eran los objetos incognoscibles los que
marcaban el límite; resultando en un límite sobre lo cognoscible en vez de un límite sobre el
conocimiento. En cambio, en la modernidad se toma una postura crítica frente al
conocimiento (inaugurada por Descartes), donde, al evaluar rigurosamente el conocimiento y
sus facultades, empezaron a dar cuenta de las dificultades que presentaba el humano al
conocer; ubicando ahora el límite en las capacidades humanas. Hemos sacado a colación un
tema de gran relevancia en la cuestión; y es que, no podemos afrontar la pregunta si
responder lo siguiente, ¿se encuentran los límites del conocimiento en la incognosibilidad o
es por incapacidad humana? Antes de abordar esta pregunta y demás cuestiones frente al
tema; continuemos con la perspectiva referente a la pregunta principal.

1
Frase pronunciada en 1926 en una entrevista en el periódico en The Saturday Evening Post.
2
En este texto “gnoseología” y “epistemología” serán tomados como términos sinónimos; al igual que todos sus
derivados.
3

Todo esto implica una toma de conciencia del individuo frente al mundo; lo que nos obliga a
recurrir a la dualidad sujeto y objeto para poder hablar sobre el conocimiento. Dado que el
conocimiento no consta de puros objetos mentados (pues tiene pretensiones de verdad),
requiere un objeto de referencia dado a conocer y con el que debe de guardar algún tipo de
relación. Lo que también requiere asumir la subjetividad del objeto como fundamento para la
objetividad del conocer (posturas que descartan el factor subjetivo nos han otorgado
resultados menos satisfactorios) (Carrascoso, 1999, pp 13).

Cabe destacar, despues de este breve recorrido historico que no se puede hablar de límites del
conocimiento sin tomar en cuenta como se justifica el conocimiento y cuál es el carácter de
su verdad. Esto implica una toma de decisiones en cuanto a que postura defender (cada
postura acarrea consecuencias distintas, y con ello, limites distintos). Son diversas las formas
de comprender el conocimiento verdadero y como se justifica, esto no se puede pasar por
alto, dado que condicionara todo nuestro trabajo. En consecuencia, al plantear la duda sobre
los limites del conocimiento, es menester tambien preguntarse como se justifica y que es lo
que lo hace verdadero.

Han sido diversas las posturas que se han tomado referente al conocimiento; y con ello, hay
una pluralidad de formas de afrontar el tema que hoy nos compete. Desde el realismo o el
antirrealismo; tomando una postura racionalista o empirista; siendo materialista o idealista.
Cada postura que tomemos acarreara diversas consecuencias y resultados distintos en cuanto
a los límites se refiere3. Con esta gran variedad de perspectivas, cabe destacar que la pregunta
no ha sido resuelta de forma clara; pese a ello, podríamos destacar ciertas pautas que pueden
bosquejar los límites que tiene el conocimiento.

Una distinción básica que hemos de hacer antes de abarca cualquier tipo de respuesta, es la
existente entre límites y limitación. Ambos se presentan en nuestro conocimiento, pero no
acarrean las mismas consecuencias. El conocimiento humano se ve limitados por diversos
factores y en dos formas distintas: primero, por limitaciones del individuo en sí; segundo, por
limitaciones exteriores. Entre las primeras hallamos casos de limitaciones de percepción,

3
Todo ello sin tomar en cuenta que nos referimos constantemente al conocimiento en abstracto; como si fuera
una idea general que lo abarcase todo, cuando realmente podríamos distinguir entre una variedad de
conocimientos y formas de conocer distintos, cada uno con sus límites específicos. Por ahora continuaremos
desde esta perspectiva del conocimiento en sentido amplio en abstracto. Puesto que este rol resulta más cercano
a la psicología (epistemología naturalizada) que a la epistemología desde la filosofía.
4

errores de razonamiento, falta de entendimiento o mal uso de nuestras capacidades. De los


segundos podemos encontrar rasgos de las sociedades, culturas, grupos, lenguas y épocas que
delimitan lo que es comprendido dentro de ellas, y consigo el conocimiento accesible; lo cual
implica, a su vez, limitaciones tecnológicas y del conocimiento colectivo. Todo lo
mencionado no implica estrictamente un límite en nuestro conocimiento; sino, obstáculos
temporales que pueden ser superados con el tiempo (ya sea por aprendizaje, avances
tecnológicos, cambios culturales, etc.). Si bien puede que para ciertas comunidades o
individuos signifiquen dificultades infranqueables; para en conocimiento en sí, no significa
una traba; y son, en principio, superables.

La incógnita a la que hacemos frente es de mayor envergadura que la de las dificultades


mencionadas. Preguntarnos hasta dónde llega el conocimiento; qué puede abarcar y cuál es su
finitud; implica comprender hasta donde nos puede llevar y cuando afrontamos un muro
infranqueable. Un primer paso para hacer frente a la cuestión es retornando a un tema
mencionado anteriormente, ¿es el conocimiento una cuestión de los objetos cognoscible o de
hasta dónde puede acceder el conocimiento en sí?

En la modernidad, al hablar de conocimiento, lo entendemos como una relación entre sujeto y


objeto. Si queremos hallar nuestros límites gnoseológicos, por ende, lo más práctico será
abarcarlos desde el sujeto y su relación con el objeto -dado que abarcarlo desde el objeto y su
cognoscibilidad es una cuestión más metafísica que epistémica-. Por ende, nos centraremos
en el sujeto; y como se le presentan los objetos al momento de conocer (como fenómenos).
Antes de proseguir, pese a que la problemática sobre los límites del conocimiento no está
zanjada, y que sigue desarrollándose y variando continuamente. Ello no implica que no
podamos decir un par de cosas sobre el mismo, y con consigo, seguir ciertas pautas y posturas
que permitan proliferar nuestra investigación. Lo único que nos impide, es poder presentan
un proyecto teórico acabado.

Como determinantes claves en nuestro desarrollo, partimos desde una perspectiva filosófica;
es decir, afrontamos la pregunta desde la filosofía (pese a que campos como la lógica o la
psicología también tengan que decir). Con ello, asumimos un sujeto cognoscente y un criterio
de verdad (como consenso intersubjetivo sobre los enunciados) que serán nuestras anclas
cuando nos refiramos al conocimiento y su respectivo límite. El punto de convergencia y
sobre el cual ajustaremos este binomio será el lenguaje; el cual es el vehículo del
5

conocimiento y donde el sujeto se consolida conocedor. Será esta triple vertiente la que
caracterice nuestro desarrollo y a partir de la relación de estos factores; sujeto, lenguaje y
mundo; podremos dilucidar el alcance de nuestro conocimiento. (Carrascoso, 1999, pp 19).
Terminada nuestra base teórica; resaltaremos que el desarrollo de esta obra se basa
principalmente en la obra Teoría del conocimiento (1999) de José Luis Arce Carrascoso.
Centrándonos en una síntesis entre las tesis fundamentales que nos presenta de la perspectiva
lingüística (L. Wittgenstein y J. Habermas) y la hermenéutica (H. G. Gadamer) de la teoría
del conocimiento. Como apunte final previo al desarrollo, cabe destacar que nuestra intención
no es ni deslegitimar cualquier otra postura o tipo de respuesta, como tampoco lo es exponer
una respuesta definitiva a la cuestión. Si no, con apoyo de los recursos y autores
anteriormente mencionados; dar lugar a una propuesta, que, dentro de su marco teórico,
otorga una perspectiva (amplia y difusa) de lo que podría y no podría abarcar el
conocimiento. Y con ello, queremos destacar los aportes de interés hechos por los autores
mencionados sobre la cuestión y que se puede decir hoy en día sobre la temática.

Sujeto del conocimiento y objeto por conocer

Para iniciar nuestra proeza, hemos de partir de los planteamientos más básicos; en nuestro
caso, por el sujeto que ostenta la capacidad de conocer. Previo a abordar las tres vertientes
que componen el conocer; habrá de comprender como el sujeto cognoscente será el eje
principal y condicionante en la posibilidad del saber. En la base, para que se pueda hablar de
conocimiento, es necesario un sujeto cognoscente; sin un sujeto que conozca, no hay
conocimiento4. Lo primero que ha de existir es un sujeto cognoscente; sin el mismo no
existiría pensamiento, razón, ni percepción; sin un individuo que conozca, no tiene sentido
hablar de conocer. No puede existir un conocimiento sin un sujeto (pero sí un sujeto sin
conocimiento). No obstante, el sujeto por sí mismo no es suficiente para constituir
conocimiento; este requiere un “objeto” por conocer. Es decir, un conocer algo, un percibir
objetos los cuales pueda conocer. Para el conocimiento es necesario un sujeto cognoscente y
un objeto cognoscible. No podría haber conocimiento si faltara alguno de estos dos. Un
fenómeno cognoscitivo depende tanto del sujeto como del objeto.

4
Más adelante veremos que tampoco un solo sujeto es suficiente para hablar de conocimiento; al igual que es
imposible un lenguaje interno, hablar de conocimiento individual es una fantasía.
6

En esta relación no solo tiene lugar el conocimiento; también es donde se consolidan tanto
sujeto como objeto, es decir, son conceptos interdependientes. La relación sujeto y objeto nos
la expone con excelencia N. Hartmann en su metafísica del conocimiento:

1º En todo conocimiento se hallan frente a frente un cognoscente y un conocido, un


sujeto y un objeto de conocimiento. La relación existente entre ambos es el
conocimiento mismo. [...] 2º Los dos miembros de la relación no pueden separarse de
ella sin que dejen de ser sujeto y objeto. [...] 3º La relación de conocimiento es
bilateral, más no invertible. El ser-sujeto para el objeto no es lo mismo que el ser-
objeto para el sujeto. [...] La función del sujeto consiste en un aprehender el objeto; la
del objeto, en la posibilidad de ser-aprehendido por el sujeto y en el ser-aprehendido
por este.” (Hartmann, 1957, pp 65-66).

En esta relación ya podemos trazar ciertos límites aparte de los mencionados. Todo
conocimiento es un pensamiento dirigido hacia el mundo; es decir, refiere a algo y su estatuto
se confirma también a partir de algo (dependiendo de la corriente puede ser por
correspondencia, intuición o intersubjetividad). Un conocimiento sin confirmar no es
conocimiento en sí, de tal manera que; todo aquel pensamiento que no podamos confirmar no
será conocimiento – Entendiendo el conocimiento como un juicio acompañado de un
discurso–.

Como mencionamos al inicio del apartado, cuando hablamos de conocer, partimos de un


sujeto. En consecuencia, cuando queremos establecer los límites, también partimos del
mismo; si queremos conocer el alcance de nuestro conocimiento y que puede abarcar, será
menester emprender una labor crítica sobre el mismo. Es en las capacidades y en la razón del
individuo cognoscente es donde podremos trazar los límites – el límite es impuesto por el
sujeto poseedor de la cognición, no por el mundo que se da a conocer–. Llevando a cabo esta
labor reflexiva, podemos purificar, delimitar y fundamentar nuestro conocimiento. Siguiendo
el mismo razonamiento, el conocimiento no puede ser infinito, en tanto los individuos son
finitos y sus capacidades también. La existencia finita del sujeto cognoscente (incluso como
especie) implica un límite en la posibilidad de conocer, en tanto solo podemos obtener una
cantidad finita de conocimiento durante nuestra existencia finita (tanto como individuos
como especie).
7

Por ahora hemos planteado la discusión en términos del binomio sujeto/objeto; pero esta
perspectiva puede dar lugar a interpretaciones equívocas. Cuando hablamos de conocimiento,
nos referimos a un tipo de entidad mentada (no por ello significa que esté en otro mundo o
que no sea física; simplemente que es mental) muy específica y que ha de cumplir ciertos
criterios-ser verdadero, justificado, objetivo-. La definición de conocimiento que más ha
perdurado y mayor aceptación ha tenido por los expertos dentro de la epistemología es,
conocimiento como una creencia verdadera justificada5. Uno de los criterios distintivos del
conocimiento es su objetividad6; una opinión o gusto no es conocimiento, o lo que es lo
mismo, lo subjetivo no es conocimiento; solo lo objetivo. Si nos preguntamos cómo se
alcanza la objetividad del conocimiento -porque hasta que mi creencia verdadera justificada
no sea objetiva, no es conocimiento, solo doxa- a partir de la relación mencionada, son
diversas las respuestas que se han otorgado. Desde la trascendencia, hasta la intelección, han
tenido este papel de otorgar objetividad al conocimiento; tanto como la intuición y la
conciencia también fueron recursos a los que se les atribuyo este papel objetivante. El
problema se encuentra en que al enfocar el conocimiento como una relación entre un sujeto y
un objeto; resulta muy complicado justificar su carácter objetivo, teniendo que recurrir a
mecanismos mentales que no terminamos de comprender – Dado que pensamos que el
individuo por sí mismo alcanza esta objetividad–. Como dijo M. Bunge “La intuición es el
cajón de sastre donde colocamos todos los mecanismos intelectuales que no sabemos analizar
o nombrar con precisión, o no tenemos interés en hacerlo” (Bunge, 1965, 88); donde
intuición puede ser intercambiado por todos aquellos mecanismos objetivantes del individuo
particular.

Para escapar de estas concepciones del conocimiento que recurren a mecanismos abstractos y
de poca credibilidad, hay que reinterpretar esta relación en la que se da el conocimiento. En
vez de comprenderla a partir de un binomio entre un sujeto cognoscente y un objeto por
conocer; lo comprenderemos en su conjunto. El conocimiento se da en un “yo”, “los otros” y
el “objeto. No solo el individuo conoce, es el conjunto de los individuos que fortifica este

5
Definición en la que no entraremos en detalle por no ser el objetivo de esta investigación y por no extender
más de lo debido este trabajo. Pero cabe destacar que no deja de ser problemática y que da lugar a varias
vertientes dependiendo de como se conciba la verdad de la creencia y como se justifique la misma; pudiendo ser
defendido desde diversas posturas.
6
En la relación sujeto/objeto la objetividad se entiende primero como sinónimo entre el conocimiento y la cosa
en sí; en la modernidad el conocimiento será objetivo si es la “representación del objeto”. En cambio, en la
actualidad, no podemos hablar de objetividad sin tomar en cuenta un aspecto “público”, el cual es accesible a
todos los sujetos que participen de una misma experiencia. (Carrascoso, 1999, pp 180).
8

conocimiento y lo trasmite; y dentro de la comunidad es donde se comprende si se posee o no


se posee conocimiento.

Sujetos, lenguaje y mundo

Si queremos hablar de objetividad en el conocimiento sin recurrir a ningún mecanismo


mental de los individuos en concreto, hemos de adentrarnos en el funcionamiento del
conocimiento entre los seres humanos; y como no, en el lenguaje – no podemos separar los
problemas de lenguaje de los de conocimiento; dado que separar el conocimiento de la
expresión es imposible–. Dentro de nuestra comprensión de objetividad como algo
determinado por los sujetos cognoscentes (como conjunto), el lenguaje tiene un papel
determinante. Tanto como punto medio entre el sujeto y el objeto; el sujeto y el mundo; y
entre sujeto y sujeto (es la fuente de la objetividad, a través de la intersubjetividad). El
lenguaje no es otra cosa que el modo de relación intersubjetiva en el que se constituye la
individualidad del sujeto, a la vez que se constata la objetividad y se plasma el mundo: es,
pues, tanto expresión como presentación, es una realidad con doble cara, subjetiva y objetiva
a la vez.

El lenguaje es como la barca que conecta dos bordes de un río; da lugar a la subjetividad de
los individuos, como también refiere a la realidad objetiva. Tiene esta doble dimensión de
mediación entre subjetividad y el mundo. En su primera dimensión, el lenguaje funciona
como medio para plasmar el pensamiento (la subjetividad y contenidos a priori); pero
plasmar en sentido de retroalimentación entre ambas vertientes (mental y verbal), no como
identificación del lenguaje como pensamiento; pone en contacto el pensamiento con la
dimensión lingüística intersubjetiva. En cambio, en su segunda dimensión, es el medio por el
cual interpretamos y racionalizamos el mundo; es por el cual accedemos al mundo. El
lenguaje nos permite decir “lo que hay”. Tanto en el mundo del pensamiento como en el
físico; poniendo en contacto ambas dimensiones, e incluso aportando una tercera, la
lingüística, donde se encuentran otros individuos.

El conocimiento tiene parte de su génesis (dado que en él se da el aprendizaje) y de su


protección en el lenguaje; aunque tiene una parte que permite que se origine, también
propicia su cristalización, como algo consolidado y concreto. Entonces, el lenguaje es tanto
9

medio de aprendizaje, como medio de conservación de conocimiento, y medio de transmisión


de este. Por ende, sin lenguaje, tampoco podríamos hablar de conocimiento; en cuanto no
tiene medio de conservación, ni donde conseguir plasmar los pensamientos; derivaríamos en
la tenencia de puras experiencias cognitivas o pensamientos personales. Sin tener la mínima
idea de si son verdaderos o falsos; si se corresponden o no a algo; sin saber si son fantasía o
no. El conocimiento individual es igual de factible que el lenguaje privado7. Hablando de
conocimiento; los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo (Wittgenstein,
1921, 5.6) – El lenguaje ejerce un rol de marcador en los límites del marco conceptual y
cognoscitivo–.

Retomando el punto sobre la objetividad cuando planteamos el tema de la intersubjetividad


como vía para alcanzar la objetividad. Implica eliminar cualquier postura que mantenga el
binomio sujeto/objeto; dado que carece de la perspectiva de conjunto de individuos, de esta
carencia surge la relevancia del lenguaje y porque lo incluimos en la base del conocimiento.
El conocimiento es un fenómeno en conjunto (como el lenguaje, pero sin ser iguales). Si
comprendemos lo dicho; podemos afirmar que la objetividad en el conocimiento viene dada
por la comunicación entre los individuos. En consecuencia, el lenguaje tiene la función de
configurar la realidad desde el entendimiento mutuo (no solo es un trasmisor de sentidos).
Así que, es donde los hablantes se ponen de acuerdo sobre el contenido objetivo. El mundo se
constituye en el marco de la intercomunicación (esta es la tesis gnoseológica central de la
perspectiva pragmática del lenguaje). Consecuentemente, el conocimiento es una función que
únicamente se puede llevar a cabo dentro de una actividad racionalizadora de tipo dialógico –
con ello, superamos toda pretensión de cognitivismo objetivista, el consciencialismo
monológico y el cognitivismo semántico que pretendía otras posturas– (Carrasco, 1999, pp
214).

En este trabajo, siguiendo el desarrollo que hemos hecho, al hablar de objetividad estamos
presuponiendo verdad sobre el conocimiento; lo cual ha sido así durante gran parte de la
tradición filosófica. Pero desde la perspectiva que trabajamos realmente nunca estuvimos

7
Se hace referencia a la primera parte de las investigaciones filosóficas de Wittgenstein. Donde se expone la
imposibilidad de un lenguaje privado; dado que son los hablantes de una lengua los que en conjunto determinan
y configuran los significados de las palabras (signos). De tal manera que, dentro de un lenguaje privado, no
habría manera de discernir el buen uso de una palabra de uno incorrecto; sería un lenguaje de signos carente de
significados y sin funcionalidad ninguna; dado que no podría asegurar o mantener el significado de ninguna
palabra (ya que no tiene con que contrastarla). En consecuencia; sucedería lo mismo con el conocimiento
individual.
10

hablando de la objetividad y verdad, no están unidas de la forma clásica. J. Habermas en su


teoría de la consensual de la verdad mantiene lo siguiente: Lo que es verdadero son “los
enunciados cuya pretensión de validez ha de ser reconocida por cualquier persona racional”
(J. Habermas, 1967, pp 367). Por ende, no lo son ni la certeza subjetiva, ni “la pretensión de
validez aneja a la verdad, a exigencias de certeza” (ibídem). La verdad se configura (y
subordina) a través del consenso entre los hablantes de un discurso teórico; manteniendo el
rasgo de validez universal que se pretende de los enunciados verdaderos ligados al consenso
de los individuos racionales. En cambio, la objetividad y la evidencia corresponde a la
experiencia, mientras que la verdad a las proposiciones. Ya que la verdad es una pretensión
de validez de los actos de habla8, en los cuales afirmamos enunciados (carrascoso, 1999, pp
238).

De tal manera, que, cuando hablamos de conocimiento verdadero; realmente nos referimos a
la verdad de nuestros enunciados (donde se cristaliza el conocimiento) y no a la verdad de
una experiencia o percepciones. No hemos de confundir verdad con certeza, evidencia u
objetividad. Esta verdad es una pretensión de validez de los actos de habla constatativos; que
pertenecen a un lenguaje común compartido de manera intersubjetiva. Esta verdad, como
consenso, no remite a un acuerdo empírico y contingente; en cambio, tiene una pretensión de
avanzar y presupones una “situación ideal de habla” – es constitutivo del habla racional–.

Esta teoría de consensual de la verdad, en sintonía con la noción de mundo lingüístico y su


interpretación hermenéutica del conocimiento de H. G. Gadamer, nos permite ya configurar
la perspectiva completa del trabajo9. En primer lugar, hay que entender que la lengua no es un
objeto en sí, que nuestra relación con ella es una forma de experiencia hermenéutica; que, en
sí misma, constituye el ámbito en el que se da toda experiencia del mundo cognoscible.
Cuando entramos a una conversación, estamos ante una función de “apertura de mundo”;
donde el lenguaje discurre por sí mismo en la conversación, tiene su propio espíritu y no es
medio instrumental. El lenguaje realmente es el modo en el que “tenemos al mundo”. De tal

8
Esta perspectiva de la verdad se contrapone a aquellas que la conciben como correspondencia entre los
pensamientos y la cosa; cuestión difícilmente justificable por tratarse de dos niveles de realidad completamente
distintos. (Carrascoso, 1999, pp 237)
9
Cabe resaltar que pese a que consolido a estos dos autores y algunas de sus ideas; el primero entra en conflicto
con la concepción universalista que propone del lenguaje sobre el mundo. Principalmente por su falta de
normatividad; dado que nos expone la posibilidad de la incomprensión y la información distorsionada. El
principal problema se halla en la concepción de que el lenguaje es la única instancia mediadora entre los sujetos
y el mundo.
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manera que, aprender a hablar es conocer al mundo tal como se nos presenta, dado que
estamos inmersos en el tanto como el lenguaje. En el diálogo es donde se da tanto el mundo
como el lenguaje, como fenómenos independientes, desenvolviéndose en su práctica. Dentro
del proceso de dotación de sentido en el lenguaje emerge un mundo lingüístico, el cual no es
más que nuestro mundo y su tradición, en el cual también se ve inmerso el lenguaje.
(Carrascoso, 1999, pp 262-263).

El lenguaje no es solo una de las dotaciones de que está pertrechado el hombre tal
como está el mundo, sino que en él se basa y se representa el que los hombres
simplemente tengan mundo. Para el hombre el mundo está ahí como mundo, en una
forma bajo la cual no tienen existencia para ningún otro ser vivo puesto en él. Y esta
existencia del mundo está constituida lingüísticamente. […] No solo el mundo es
mundo en cuanto que accede al lenguaje. El lenguaje solo tiene su verdadera
existencia en el hecho de que en él se representa el mundo. (H. G. Gadamer, 1960, pp
531).

Es en el lenguaje donde se da el mundo y el entendimiento de este; no cabe pensar en


conocimiento fuera de este. Es suelo común de los hablantes donde se configura la verdad
antes el mismo mundo (dado en el lenguaje) para todos. Esta conformación del mundo que se
nos da es constante y se desarrolla con la misma actividad humana y la conversación. De
igual manera, el lenguaje es la acumulación total del mundo existente, de todo lo
comprendido y conocido en el devenir de los hablantes (y su tradición); es el conglomerado
de todo lo que ha existido (cognoscible) y será el lugar del porvenir (cognoscible). No cabe
nada conocido ni por conocer fuera del lenguaje:

La experiencia lingüística del mundo es “absoluta”. Va más allá de toda relatividad


del “poner” el ser, porque abarca todo ser en sí, se muestre en las relaciones
(relatividades) en que se muestren. La lingüisticidad de nuestra experiencia en el
mundo precede a todo cuanto puede ser reconocido e interpelado como ente. La
relación fundamental del lenguaje y mundo no significa, por lo tanto, que el mundo se
haga objeto del lenguaje. Lo que es objeto del conocimiento y de sus enunciados se
encuentra, por el contrario, abarcado siempre por el horizonte del mundo del lenguaje
(H. G. Gadamer, 1960, pp 539)
12

Lo que es objeto de conocimiento está ubicado siempre en el horizonte del lenguaje. Todo lo
conocido e interpelado se encuentra en el lenguaje. Esto no implica que el mundo se haga
objeto del lenguaje, ni que este lo represente universalmente cuál reflejo; solo que el lenguaje
contiene todo lo cognoscible que el mundo nos ofrece. Esta consideración de “mundo
lingüístico” es la posibilidad de experiencia hermenéutica e implica: primero, una ontología
donde la realidad es de carácter procedural y la verdad se presenta en términos de
acontecimientos. Segundo, una percepción del lenguaje como “apertura del mundo” – lo que
implica un descarte de cualquier lectura trascendental–.

Con ello, obtenemos una concepción del conocimiento inmerso completamente en el


lenguaje; donde nada cognoscible se halla fuera de él. Es en el desarrollo de este donde los
hablantes conocen el mundo y establecen el conocimiento (la verdad por consenso) según se
les presenta. En el mismo, se halla la acumulación de la tradición y las experiencias de los
anteriores miembros de la comunidad lingüística, destacando el papel cristalizante que
cumple el lenguaje para el conocimiento, sirviendo tanto de medio como protector para el
mismo. Él está inmerso en una cultura lingüística, implica estar inmerso en su tradición y
desarrollo, lo que conlleva cierto conocimiento específico otorgado por la lengua.

Conclusiones

En el desarrollo del trabajo, hemos comprendido una configuración de la teoría del


conocimiento y sus bases. A través de la cual, se observa, a partir de las pautas establecidas,
límites que tiene el conocimiento en su configuración y rasgos. Si bien no proporcionamos
una respuesta concreta, nos permitimos bosquejar de cierta forma algunos límites que
faciliten la comprensión de que podemos y que no podemos conocer. Al entender que el
conocimiento no es cuestión de un individuo y que esta tampoco se da en una relación directa
entre el individuo y el mundo; comprendemos su carácter social y lingüístico (teniendo esta
dimensión una relevancia enorme).

Gracias a esta perspectiva sabemos que:

a) No existe el conocimiento fuera de una comunidad lingüística.


13

b) Al igual que no se puede dar un lenguaje privado, tampoco existe un conocimiento


privado.
c) No se puede conocer si no hay ningún sujeto cognoscente (en nuestro caso, sujetos).
d) No existe conocimiento si no hay nada por conocer.
e) Ningún conocimiento existido y por haber se puede dar fuera del lenguaje.
f) El mundo que se nos presenta lo hace a través del lenguaje de tal manera que es
fuente de experiencias y conocimiento.
g) No existe ningún conocimiento de carácter trascendental.
h) Los límites del conocimiento están ligados a los límites del lenguaje.
i) Todo lo que podemos conocer está dentro del espectro del lenguaje.
j) El conocimiento es finito en cuanto sus sujetos son finitos tanto en existencia como en
capacidades. Como tambien tenemos una capacidad finita de conocer.
k) Los limites del conocimiento se hallan en los individuos y sus capacidades.
l) No existe conocimiento que no esté justificado y no sea verdadero.

Con ello, dejamos expuestos los límites hallados durante nuestra investigación, y esperamos
haber podido responder satisfactoriamente a la duda inicial planteada. Después de todo, esta
no es más que una de las tantas formas de afrontar la cuestión; pero esperamos haber
aportado un punto de interés al asunto. No existen límites estrictos, pero sí podemos
plantearnos hasta donde podría llegar nuestro conocimiento desde la postura expuesta.

Para finalizar, no existe mejor frase de las citadas en este escrito que la siguiente para resumir
la postura defendida y la temática del trabajo:

“Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”


Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, 5.6
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Bibliografía y webgrafía

• Bunge, M. (1965). Intuición y ciencia. Eudeba.

• Carrascoso, J. L. A. (1999). Teoría del conocimiento: sujeto, lenguaje, mundo.


Editorial Síntesis
• Gadamer, H. G. (1992). Verdad y método: fundamentos de una hermenéutica
filosófica. Sígueme.
• Habermas, J. (2007). La lógica de las ciencias sociales. Tecnos.
• Hartmann, N. (1957). Metafísica del conocimiento. Losada.
• Oposinet | Tema 13. Los límites del conocimiento humano y el problema de lo
irracional. (s. f.). Oposinet. Recuperado 27 de noviembre de 2023, de
https://www.oposinet.com/temario-de-filosofia/temario-1-filosofia/tema-13-los-
lmites-del-conocimiento-humano-y-el-problema-de-lo-irracional/
• Wittgenstein, L. (2003). Tractatus Logico-Philosophicus. CONVIVIVM.

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