“Yo soy el Señor, tu Dios: te hice salir de un lugar en esclavitud” (Ex 20, 1-17).
El éxodo cuaresmal nos ayuda a liberarnos de las esclavitudes. Dios
reabre nuestra esperanza: con un camino eclesial, comunitario y personal de conversión, para dirigirnos hacia la tierra que Él quiere darnos. Es un “SALIR” de nosotros mismos para descubrir que es lo que Dios tiene preparado para nosotros, salir de nuestro egoísmo, de nuestra conformidad, de nuestra mediocridad, de nuestra miseria de nuestros pecados, de nuestra indiferencia, de nuestra poca entrega, de aquello que nos hace sentir bien aun sabiendo que esta mal y que nos hace daño, es un salir para poder “ENTRAR”. El éxodo es un desierto, es un camino que si bien es cierto no es nada fácil y que encontraremos dificultades en él, sentiremos cansancio, que no valdrá la pena o incluso que no llegaremos al final del camino. el Papa Francisco recuerda que la Cuaresma “es tiempo de conversión, tiempo de libertad” porque “Dios no quiere súbditos sino hijos” y, citando el Libro del Éxodo, destaca que la Palabra de Dios se dirige hoy personalmente a cada uno de nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud».
HOY, ES TIEMPO DE…
el Santo Padre subraya que “es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido” porque “el amor a Dios y al prójimo es un único amor”. “ACTUAR”, es poner en practica la Palabra de Dios, llevarla a su cumplimiento, realizar en nosotros la obra de Dios, pero no se puede actuar si antes no nos hemos detenido a ver cuál es la voluntad de Dios, que es lo que Dios me está pidiendo que haga, ESCUCHAR el plan de Dios, lo que él tenga para decirnos para después realizarlo en mi vida y ponerlo en práctica en los demás.
“DETENERSE”, es mirar al otro, parar para ver como esta mi
hermano, ver como le va en el camino, si viene caminando conmigo o porque se atrasó, motivarlo a seguir adelante mostrándole el camino recorrido y que no regrese al lugar de donde tanto le costo salir. Y a su vez es mirarme a mí mismo, ver lo poco o mucho que he avanzado y lo que sufrí en el camino recorrido para llegar hasta donde estoy ahorita. Detenerse es descansar y restaurar las fuerzas para el camino, saciar la sed causada por el desierto y buscar la esperanza si la he perdido. ORAR es descansar, porque solo en la oración encontramos esa fuerza que necesitamos para seguir avanzando, en ella encontramos la motivación y las palabras de aliento que en el camino hemos perdido, en ella encontramos la esperanza que alguien más o incluso nosotros mismos nos hemos arrebatado, en la oración encontramos a alguien que nos acompaña en el camino y que nos espera al final del camino. La cuaresma consiste, entonces, en “detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento” y añade que “en la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza”.
TIEMPO DE DECISIONES
el Papa Francisco dice que la Cuaresma es también “un tiempo de
decisiones personales y comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente,” La conversión es un movimiento del corazón, es decir es una acción personal a la cual nadie nos puede obligar ni hacerla por nosotros, soy yo mismo quien decide “SALIR” de mi tierra de esclavitud y recorrer el desierto que me lleve a la gloria del encuentro con Cristo y dejar que él abrace mi pequeñez a partir de mi deseo personal y libre de encontrarme con él. Por lo tanto, soy yo quien decide cambiar, pero es Cristo quien me invita a cambiar, sin su ayuda nuestro esfuerzo sería en vano. Porque Él nos amó primero. Nuestra voluntad esta conformada por pequeñas decisiones que tomamos día a día independientemente si son buenas o son malas, ahora bien, si queremos adherir nuestra voluntad a la voluntad de Dios tenemos que empezar a cambiar nuestras decisiones pequeñas para después poder cambar las decisiones grandes, empezar a cambiar nuestros malos hábitos para descubrir en los buenos la voluntad de Dios, y a este proceso se le llama CONVERSION. VALENTIA DE LA CONVERSION
El Santo Padre lanza una invitación a vivir la “valentía de la
conversión” con un llamado que dirigió a los jóvenes durante la JMJ en Lisboa: «Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto».
Renunciar a una vida placentera, a una vida cómoda implica carácter
porque no es fácil dejar aquello en donde hemos encontrado estabilidad y seguridad, se necesita coraje y valentía para ser capaces de SALIR y ENTRAR en un camino desconocido en donde no sabemos que nos espera y si seremos capaces de permanecer en el y llegar al final del camino. Implica dejar todo aquello que considerábamos estable y cómodo para encontrarnos con nosotros mismos y descubrir a Dios en medio de las adversidades, en medio de este sufrimiento, en medio de este camino, en medio de este Éxodo y sentirme amado y perdonado por el con la confianza y esperanza de que llegaremos a la tierra prometida, a una vida nueva.
“Es la valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la
caridad llevan de la mano a esta pequeña esperanza” (S.S. Francisco.) ORACION PARA PEDIR LA GRACIA DE LA CONVERSION
Aquí estoy, Señor, delante de ti, con mi presente y con mi pasado a
cuestas; con lo que he sido y con lo que soy ahora; con todas mis capacidades y todas mis limitaciones; con todas mis fortalezas y todas mis debilidades. Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón, para que Tú seas cada día con más fuerza, el dueño de mis pensamientos, de mis palabras y de mis actos; para que todo en mi vida gire en torno a Ti; para que todo en mi vida sea reflejo de tu amor infinito, de tu bondad infinita, de tu misericordia y tu compasión Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón, con la luz de tu Verdad y de tu Amor, para que yo me haga cada día más sensible a la bondad de tus palabras, a la belleza y la profundidad de tu mensaje, a la generosidad de tu entrega por mi salvación. Perdona Señor, mi pasado. El mal que hice y el bien que dejé de hacer. Y ayúdame a ser desde hoy una persona distinta, una persona totalmente renovada por tu amor; una persona cada día más comprometida Contigo y con tu Buena Noticia de amor y de salvación. Dame, Señor, la gracia de la conversión sincera y constante. Dame, Señor, la gracia de mantenerme unido a Ti siempre, hasta el último instante de mi vida en el mundo, para luego resucitar Contigo a la Vida eterna. Amén. ORACION FINAL
Oh bondadoso Creador, escucha la voz de nuestras súplicas y el
llanto que, mientras dura el sacrosanto ayuno de estos cuarenta días, derramamos. A ti, que escrutas nuestros corazones y que conoces todas sus flaquezas, nos dirigimos para suplicarte la gracia celestial de tu indulgencia. Mucho ha sido, en verdad, lo que pecamos, pero estamos, al fin, arrepentidos, y te pedimos, por tu excelso nombre, que nos cures los males que sufrimos. Haz que, contigo ya reconciliados, podamos dominar a nuestros cuerpos, y, llenos de tu amor y de tu gracia, no pequen más los corazones nuestros. Oh Trinidad Santísima, concédenos, oh simplicísima Unidad, otórganos que los efectos de la penitencia de estos días nos sean provechosos. Amén. Cuasi Parroquia Monte de la Santa Cruz 14 de febrero de 2024